DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO
CELEBRADO CON LOS ESTUDIANTES DE TOPES DE COLLANTES, EL 18 DE JULIO DE 1966.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros profesores, trabajadores y alumnos:
Ustedes se preguntarán qué me trae por
aquí por Topes de Collantes, si yo tengo algo importante que decirles, por qué
este acto. Y algunos se dirán: “Bueno, ¿por qué
nos han interrumpido las clases?” Aunque como el que más y el que menos tuvo
clases alguna vez, las interrupciones para, por ejemplo, salir del aula al aire
libre, por lo menos en mi época —aunque yo sé que mi época ha ido quedando
atrás—, no desagradaba mucho a los estudiantes.
En fin: este
acto, que si se prolonga demasiado antes de almuerzo no sería ya un acto muy
razonable.
Pues bien, el problema es el siguiente: es que yo tenía un
viejo compromiso con ustedes, y soy hombre que me gusta cumplir mi palabra
(APLAUSOS).
Frecuentemente tenía deseos de hacer la
visita por el Escambray, ver cómo andaban las cosas por Topes, la escuela, las
construcciones, los planes de café. Y
aunque ustedes no lo crean, lo que menos me gusta son los mítines, los
discursos. Tal vez sea una cuestión de
carácter, pero me gusta trabajar lo más silenciosamente posible y agitar lo
menos posible (APLAUSOS). Sin embargo,
me gusta recorrer el interior del país, y sobre todo me gustan las
montañas. Hay algo con las montañas que
siempre nos hace sentirnos mejor, más felices, cuando recorremos las
montañas.
Pero si yo vengo a las montañas, o vengo
por el Escambray, o vengo por Topes y no me reúno con los alumnos —me decía
yo—, ¿qué pensarán? Porque ya cuando la
Tricontinental querían ustedes que yo diera un mitin aquí. Entonces yo les prometí —claro, no a todos,
pero a muchos con los cuales conversé— que la próxima vez que viniera por el
Escambray.
Y da la casualidad que ayer veníamos
nosotros atravesando este camino que viene de La Sierrita, y la verdad es que
yo creía que estaba mejor ese camino; nosotros creíamos que ya unos equipos que
habíamos mandado para Topes de Collantes estaban llegando por lo menos a San
Blas. No estábamos contando con los
aguaceros. Y empezamos a subir en yipi
por la tarde, hasta que empezamos a encontrar unos campesinos que decían que no
llegábamos, que había no sé qué barranco, que no sé qué río, que se atascaban
hasta los mulos, y que los yipis no pasaban.
Y nosotros veníamos optimistamente tratando de pasar, y simplemente los
yipis no pasaban. Pero después nos
explicaron que faltaban dos kilómetros desde donde se quedaron los yipis hasta
Topes; y era de noche, todo eso enfangado, y la verdad es que eran dos
kilómetros campesinos los que faltaban (RISAS).
Pero la mayor sorpresa es que llegando
aquí nos dicen: “Hay
un acto.” Y de veras que yo no sabía que
había un acto; una cosa importante, pero no lo sabía. Y que Llanusa estaba. Yo dije: “¡pero
qué casualidad!” Miren: “Si yo me meto en ese acto pudiera
matar dos pájaros de un tiro” (RISAS).
Pero la verdad es que a esa hora ya
nosotros veníamos un poco cansados —no tanto de la caminata como de dos o tres
días de bastante trabajo— y la gente venía con hambre además, y dijimos: “Bueno, entonces
vamos a dejar a Llanusa con su acto de los compañeros jóvenes comunistas, y
mañana nos reunimos unos minutos con los alumnos.” Esa es la historia.
Pero yo, desde luego, les advierto que a
lo mejor otras veces vengo por aquí y no hay acto, y ustedes no lo vayan a
tomar a mal.
También hay otra cosa: casi siempre me he reunido con los
estudiantes, pero en las Minas del Frío, cuando empiezan; pero hace algo más de
tres años, desgraciadamente. Entonces
creo que el último curso que vi ya está en el primer año de Tarará, es decir,
en el penúltimo año. En los últimos tres
años no tuve oportunidad de encontrarme con ellos por las Minas del Frío.
Cuando subimos con los estudiantes el año
pasado, estaban ustedes allí —una parte—; pero nosotros no subimos por allí,
por la loma esa de... ¿Cómo se
llama? (EXCLAMACIONES DE: “¡La Vela!”) La loma de La Vela. Subimos un poco más para acá
(EXCLAMACIONES). No. Esa es por la Mina del Infierno.
Entonces, desde luego que ustedes
—algunos compañeros— les prestaron una gran cooperación a los estudiantes
universitarios; corrían por todas aquellas lomas, y prestaron una gran
ayuda. Y por eso no pasamos por las Minas
del Frío.
Siempre me gusta encontrarme allí con los
estudiantes, porque es el primer año, es cuando empiezan a pasar la prueba más
difícil. Porque, en honor a la verdad,
después de las Minas del Frío ya Topes es casi un paseo, y ya aquí se está casi
en plena civilización (RISAS). Aunque
hay que decir, de verdad, ciertamente, que gran parte de esos avances los han
hecho ustedes; gran parte de las aulas, instalaciones y obras las han hecho los
propios estudiantes.
Yo no sé si ustedes saben la historia de
por qué existen estas escuelas en las montañas.
¿Ustedes lo saben?
(EXCLAMACIONES) ¿Sí o no? (EXCLAMACIONES)
Ustedes saben cómo eran antes las
escuelas para maestros. Las escuelas
para maestros estaban en las ciudades; en casi todas las capitales de
provincias había algunas escuelas llamadas Normales. Desde luego, a nosotros nos parece muy
anormal eso, pero se llamaban Normales.
Había algunas escuelas en algunos pueblos
que no eran capitales de provincia, porque surgía un patronato; a veces, muchas
veces, un grupo de profesores sin alumnos y organizaban una Normal. Muchas veces empezaban a dar clases sin
cobrar, sin presupuesto, y después de un número de años, un número de
gestiones, establecían una escuela Normal.
Cuando la Revolución triunfa surge una
idea en algunos de los compañeros que estaban en el Ministerio, que era elevar
el nivel de las escuelas Normales. Y en
consecuencia empieza un período o un plan de centralización de esas escuelas
prácticamente en las capitales de provincias.
Nosotros nos encontramos muchos casos de
alumnos preocupados porque no tenían medios para ir a estudiar; si eran, por
ejemplo, de Manzanillo, de Bayamo, o de algún otro pueblo que no fuera la
capital de una provincia, tenían dificultades para ir a estudiar si no tenían
la escuela en el pueblo. En aquella
época no había planes de becas ni facilidades ningunas para los
estudiantes.
Entonces nosotros vimos que el problema
grave que tenía la educación en el país se iba a agravar más todavía; solo iban
a poder estudiar los alumnos de las capitales de las provincias o de la capital
de la república, los únicos que por vivir en esa zona tenían oportunidad de ir
a estudiar. Y que el problema más serio
que tenía la educación, que era el problema de las escuelas en el campo y de
las escuelas en las montañas, no se iba a resolver jamás.
Cuando la Revolución triunfa había 10 000
maestros graduados sin aula. Bueno, y
los que tenían aula la habían adquirido con bastante trabajo. En muchos casos, un maestro, para obtener un
aula, tenía que ser sargento político de algún partido, de algún representante,
algún senador. En algunos casos era peor
aún, porque tenían que pagar la mitad del sueldo, no sé si durante un año o
durante dos o durante tres; o en algunos casos peor aún: tenían que comprar el aula, pagar 2
000 pesos o 3 000 pesos por un aula.
Pero lo grave era que, si bien había
maestros dispuestos a pagar 3 000 pesos por un aula, eran muy pocos los
maestros dispuestos a ir a dar clases en el campo; y menos maestros todavía
dispuestos a ir a dar clases en las montañas.
Yo con esto no estoy criticando a los
viejos maestros. Es posible que aquí,
entre los profesores de ustedes, haya muchos de esos maestros, y que son además
buenos maestros. Estoy criticando el
sistema de la formación de maestros, los vicios de un sistema que extraía al
maestro de un solo medio social: la ciudad; que no posibilitaba la
formación de maestros procedentes del campo o de cualquier rincón del país; que
no condicionaba al maestro a las circunstancias en que debía dar clases,
precisamente en aquellos lugares donde más se necesitaba. En dos palabras: se formaban maestros urbanos.
Y aquel sistema que la Revolución y
algunos compañeros a principios de la Revolución trataron de implantar con muy
buenas intenciones, iba a agravar ese mal.
Entonces planteamos la necesidad de
formar un tipo de maestro como los que realmente el país necesitaba, como los
que realmente la Revolución necesitaba.
A pesar de los 10 000 maestros sin aula a
los que se les dio empleo inmediatamente después del triunfo de la Revolución,
hay que decir que con la cooperación de esos maestros —puesto que en aquellos
tiempos, en los primeros momentos no se les pudo pagar un sueldo alto— se
decidió una escala de sueldos que aumentaba por años y que ellos aceptaron
entusiásticamente; sin embargo, para poder crear aulas en las montañas fue
necesario movilizar estudiantes, movilizar jóvenes, plantearles el problema,
someterlos a prueba en las Minas del Frío precisamente, y de allí surgieron los
maestros voluntarios con los cuales se pudieron crear las aulas en las montañas
y los cuales constituyeron después la base para crear la Brigada de Maestros
“Frank País” donde, sin duda, se encuentran magníficos maestros y es uno de los
núcleos más sólidos, más trabajadores, en el Ministerio de Educación.
Había que esperar la formación de nuevas
generaciones de maestros. Se les planteó
incluso a esos compañeros que esperasen el tiempo que fuese necesario —cuatro
años, cinco años, seis años— antes de que fuesen sustituidos, porque debían ser
sustituidos, por los nuevos maestros.
Por fin, el año pasado salieron los
primeros maestros, que fueron de los que después de la alfabetización entraron
en esta escuela, y fueron a sustituir a los primeros 500 maestros de la Brigada
“Frank País” que, a su vez, pasaron a desempeñar otras funciones y a estudiar.
Desde entonces han transcurrido algo más
de cuatro años.
Otras veces también surgió la necesidad
de maestros y suscitó la idea en algunos compañeros del Ministerio de Educación
de dividir el proceso de promoción de maestros en dos ciclos. Según este criterio, después de dos años de
estudio en Topes, los alumnos comenzarían a trabajar como maestros, y después
de uno o dos años se reintegrarían de nuevo al proceso de estudio para cursar
los dos años restantes.
A nosotros nos pareció que eso iba a
promover una disminución en el número de maestros que iban a alcanzar un nivel
más alto, y nos pareció —además— que íbamos a estar teniendo siempre dos tipos
de maestros: maestros de un segundo
ciclo y de un primer ciclo. Les
planteamos a los compañeros de educación que era preferible esperar; les
planteamos a los compañeros maestros voluntarios que esperaran, que la
educación exigía de ellos esperar, de manera que ya, cuando terminaran,
terminaran sus cinco años completos de estudio.
Ahora bien, ¿qué tipo de maestros
nosotros queríamos formar? Queríamos
formar maestros procedentes del sector obrero y de las filas campesinas. Porque hay que decir algo de orden social: es cierto que una
gran parte de los maestros procedían de filas humildes, pero muchos procedían
también de las capas medias de la población; y hay que decir que socialmente
los maestros en nuestro país iban sufriendo una cierta transformación, iban adquiriendo
una mentalidad de clase media, y muchos maestros entraban en relaciones con
otros sectores sociales que estaban a un nivel superior de aquellos sectores de
donde provenían. Muchos maestros
entraron en relación con sectores profesionales, comerciantes, hombres de
negocios.
Eso explica por qué, en la misma medida
que algunos de esos sectores, o elementos de esos sectores abandonaban el país,
abandonaba también el país cierto número de maestros y maestras. Ni qué decir tienen los que ya eran de un
nivel un poco más alto:
secundarios, preuniversitarios, universitarios; esos señores de
alta alcurnia ignoraban a los maestros que a pesar de todo pertenecían a capas
más modestas.
De manera que cabe hacerse esta pregunta: ¿Qué es un
maestro? ¿Cuál debe ser el ideal de un
maestro? ¿Acaso el ideal de un maestro
podía ser el de aquel país, como el nuestro, donde más de un millón de personas
no sabían leer ni escribir? ¿Acaso podía
ser el ideal de un maestro un país con un 25% ó un 30% de analfabetos? ¿Podía ser el ideal de un maestro el sistema
social que dejaba a más de 600 000 niños sin escuelas? ¿Podía ser el ideal de un maestro el sistema
social donde el 90% prácticamente de los estudiantes de primaria desertaban
antes de graduarse de 6to grado? ¿Podía
haber alguien con alma de maestro, con vocación de maestro, con espíritu de
maestro, que pudiese sentirse feliz con aquel sistema social? ¡No!
¿Podía conciliarse la vocación, el ideal
y el espíritu del maestro con un sistema social donde la posibilidad de ir a un
instituto tecnológico, a una escuela de maestros, a un preuniversitario o a una
universidad era una posibilidad solo del 10% o del 15%
de los jóvenes del país? ¿Podía ser el
ideal de un maestro aquel sistema social donde para darle la oportunidad de una
beca a un joven era necesario que fuese un huerfanito primero, porque aquellas
escuelas no eran escuelas sino orfanatorios o como se
llamen...? (ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE: “Orfelinatos”) ¡Orfelinatos!
Bien, espero que no me vayan a suspender
por esta equivocación (RISAS), y espero que las equivocaciones mías no sirvan
para justificar las de ustedes (RISAS).
y es que, realmente, estas palabras cada
vez se usan menos en nuestro vocabulario, y hace mucho tiempo que no oigo
mencionar esa palabra de orfelinato; y, sin embargo, antes se oía con más
frecuencia, porque antes cuando el Estado concedía una beca era a un
huérfano. Para tener la suerte de
estudiar en una escuela era necesario tener primero la desgracia de perder al
padre o a la madre o a ambos.
¿Podía algún maestro conciliarse con
aquel sistema social? ¿Era aquello
justo? ¿Era aquello humano? ¿Era aquello progresista? ¿Era aquello civilizado? ¡No!
Los capitalistas y los burgueses decían
que sí, que su sistema era humano, progresista, civilizado. Pero aquel sistema de la ignorancia, del
analfabetismo, de niños sin escuelas, sin oportunidades a los jóvenes...
(CAMBIO DE CINTA)
Luego, ¿se podrá llamar maestro aquel que
cuando todo eso cambia, cuando todo eso desaparece, deje de ser maestro? ¿Se podrá llamar maestro aquel que cuando una
revolución surge en la patria para educar a esos cientos de miles, a ese millón
de personas que a lo largo de décadas fueron acumulando su ignorancia; que
llevó la escuela a todos los niños del país; que llevó la oportunidad de
estudiar a todos los jóvenes sin privilegios de ninguna clase, o como
privilegio general de toda la población, de todos los jóvenes? ¿Se podrá llamar maestro a los que cuando eso
ocurre en la patria abandonan la patria y dejan de ser maestros? ¡No!
Aquellos jamás, en ninguna época, bajo ningún concepto, bajo ningún
criterio, eran maestros. Gentes que
trataron de ganarse la vida convirtiendo el magisterio en un oficio más; no era
para ellos el trabajo de maestros esa actividad que hay que contar, si es
posible, como la más fundamental de una sociedad. Eran incapaces de comprender el papel del
maestro, eran incapaces de albergar el ideal de maestro. Un medio de ganarse la vida sin vocación
alguna.
Y, por supuesto, con ese tipo de maestros
de los que se marchaban no podíamos contar.
Podíamos contar, sí, con un número considerable de maestros que, no
obstante el régimen social en el cual vivieron, sí tenían vocación de maestros,
sí tenían ideal de maestros.
Mas nosotros con los maestros del futuro
necesitábamos hacer un esfuerzo máximo.
Nosotros teníamos que proponernos forjar un verdadero maestro,
verdaderos maestros en el más cabal sentido de la palabra; maestros capaces de
enseñar no solo en las ciudades, sino también en los campos; y no solo en los
campos, sino también en las montañas; y no solo en las montañas, sino también
en las montañas más incomunicadas del país.
Teníamos que formar maestros capaces no
solo de enseñar en nuestra patria, sino —como proclamaba uno de los bloques
hace unos minutos— capaces de irse a enseñar a cualquier parte del mundo donde
hiciesen falta (APLAUSOS). Necesitamos
formar un tipo de maestros capaces de ir a enseñar no solo en el Pico Turquino,
sino maestros capaces de estar dispuestos a enseñar en cualquier parte del
mundo donde un pueblo hermano los necesitase.
Y es este el tipo de maestros que queremos formar, que aspiramos a
formar y que creemos que estamos formando.
Fue por eso que se organizó la escuela en
la Sierra Maestra; que se decidió someter a los aspirantes a maestros a
pruebas: probar su vocación de maestros
en aquellas condiciones difíciles como probábamos a los hombres que querían
ingresar en las tropas revolucionarias; y allí mismo donde estaba la escuela de
nuestros reclutas que después pasaban al Ejército Rebelde, en un lugar hostil,
frío, duro, pasasen el primer año, para saber que los que eran capaces de pasar
esa prueba, serían capaces de pasar otras pruebas, serían capaces de seguir
después sin miedo, sin trauma. Porque lo
que ocurría con el maestro graduado en las ciudades, que nunca había visto el
campo: cuando
lo mandaban al campo, cuando lo mandaban a la Sierra, se traumatizaba. Y era necesario contar con gente que no se
traumatizasen si los mandaban al campo, si los mandaban a las montañas.
Y luego esta escuela, y por último dos
años en un instituto pedagógico, y después a comenzar por el campo. Y hay que decir, ciertamente, que los que se
graduaron en el primer curso todos han marchado entusiastamente
a donde se les ha mandado, a sustituir a los maestros de las brigadas.
y nosotros nos hemos encontrado ya por los
campos, en algunas regiones montañosas del país, hemos tenido la satisfacción
de encontrarnos con algunos de esos maestros graduados ya del primer curso de
graduados del instituto pedagógico, cumpliendo su deber, convertidos en
magníficos maestros, enseñando a decenas y decenas de alumnos, por la mañana,
por la tarde y por la noche.
Es decir que hemos visto premiado este
optimismo, hemos visto premiada esa fe en la posibilidad de crear y formar ese
tipo de joven a toda prueba; y lo hemos visto ya en la realidad.
Ese es el porqué se creó este
sistema. Y nosotros podemos decir con
satisfacción que este sistema de formación de maestros es único en el mundo
(APLAUSOS), que este sistema de formación de maestros es una creación de
nuestra Revolución, y que nosotros podemos decir que marchamos a la vanguardia
en materia de formación de los maestros.
¡Y marchar a la vanguardia en la formación
de los maestros es marchar a la vanguardia en el campo de la Revolución, es
marchar a la vanguardia en los demás problemas sociales que un país debe
plantearse! Porque no se puede concebir
una sociedad nueva sin un hombre nuevo, no se puede concebir una sociedad nueva
sino con una concepción nueva de todos los problemas fundamentales de la
vida. Y no se pueden concebir nuevas
generaciones capaces de vivir de manera nueva sin la educación de esas
generaciones de ciudadanos.
Y a ustedes precisamente les corresponde
la importantísima, la decisiva tarea de educar a las nuevas generaciones que
vivirán en el socialismo; y algo más: que vivirán en el comunismo
(APLAUSOS).
Y no podrá haber jamás sociedad comunista
si no se educa al hombre para vivir en esa sociedad, si no se le forma para
vivir en esa sociedad. Puesto que no es
solo una cuestión de desarrollo económico, no es solo una cuestión de
abundancia; es también en grado muy importante y fundamental una cuestión de
educación.
En medio de la abundancia puede existir
el egoísmo. La sociedad capitalista es
un buen ejemplo de cómo el egoísmo más despiadado y más inhumano se apodera de
los hombres; y los ricos, los que tienen mucho dinero, los que tienen millones,
los que tienen decenas de millones, son capaces de hacer desgraciado, de hacer
infeliz a cualquier hombre por robarle una peseta.
y el hombre que haya de vivir en una
sociedad sin egoísmos, en una sociedad donde el hombre sea hermano del hombre y
que esa palabra de hermano tenga un sentido real y un sentido más real que
todavía aquel que se siente cuando son hijos de un mismo padre y de una misma
madre —porque a veces aun entre hermanos carnales hay egoísmos, y hay algunos
hijos más malcriados que lo quieren todo y algunos más desprendidos, dispuestos
al sacrificio—; en la sociedad comunista, todos los hombres, todos los seres
humanos, tienen que ser desprendidos y generosos; nadie puede ser egoísta ni
nadie puede pretender un privilegio a costa de los demás y por encima de los
demás.
Y naturalmente que esa conciencia hay que
crearla en el hombre no ya desde el primer grado, hay que crearla en el hombre
desde que empieza a hablar, desde que empieza a decir papá y mamá. Y no se puede aspirar a educar nuevas
generaciones con esas ideas sin el maestro.
Naturalmente que eso no es todo. Todavía estamos muy lejos de poseer las
condiciones y los requisitos materiales para que la educación, la enseñanza,
adquieran el nivel que nosotros aspiramos.
Naturalmente que esa escuelita aislada, solitaria, con un maestro
aislado, está muy lejos de constituir el ideal de escuela que nosotros
aspiramos a establecer; esa escuelita
desvencijada que todavía queda, con goteras, que se cae cuando viene un
temporal o un ciclón, donde los alumnos no caben, donde hay que establecer un
turno y después otro turno, lo cual es una desgracia.
Por eso una de las medidas este año,
medida importantísima, tomada por el Ministerio de Educación, es el
restablecimiento de los dos turnos, a pesar de las dificultades materiales;
porque cuesta trabajo concebir un muchacho que se va a la escuela por la mañana
tres o cuatro horas y después se pasa la tarde “mataperreando” por el
pueblo. Y nosotros veíamos en algunos de
esos pueblos, a las 3:00 de la tarde, un montón de muchachos cerca de un bar, o
por la calle haciendo pillerías, y decíamos: ¿Qué pasa con estos muchachos? ¿Por qué no van a la escuela? “No, es que estos muchachos son del turno de
por la mañana.”
Y hay que decir que nosotros hemos
rectificado un error. Porque si bien es
cierto que las condiciones materiales se hacían difíciles en muchos lugares, no
en todos se hacía imposible la doble sesión; pero se creó una tendencia blanda
en los maestros; puesto que muchos solo tenían una sesión, la presión para que
todos tuviesen una sola sesión.
Hay que decir que el Ministerio de
Educación ha actuado con un método correcto, discutiendo con los maestros,
logrando el apoyo de los maestros más entusiastas para el restablecimiento de
la doble sesión, aunque las condiciones sean todavía difíciles, puesto que
vamos a aprovechar muy poco con muchachos yendo a clases tres horas y
aprendiendo todas las cosas malas que puede aprender un muchacho y todos los
defectos el resto del tiempo callejeando.
Eso es un paso de avance.
Naturalmente que esta escuela de ahora no
es la escuela que queremos. Nos
proponemos en las ciudades escuelas donde los muchachos vayan por la mañana y
regresen por la noche (APLAUSOS); nos proponemos escuelas donde los muchachos
desayunen, almuercen y coman (APLAUSOS).
¿Qué hacemos con los círculos infantiles
si los muchachos cuando son un poco más grandecitos y van a la escuela tienen
que ir a almorzar y a comer a la casa?
¿Qué resolvemos como ayuda a las mujeres trabajadoras que cuando tienen
el círculo resuelven el problema y cuando el muchacho crece un poquito más ya
no hay quien lo resuelva? Porque si no
tiene una tía o una abuela que esté dispuesta a ocuparse del muchacho... Y no es justo tampoco que a las pobres
abuelas como premio, al final de su vida, les den la tarea de estar cuidando
los muchachos, porque hay que defender también los derechos de las abuelas y de
las tías.
Y entonces, ¿qué ocurre cuando ya están
en un 2do o 3er grados si no hay un comedor escolar? La mujer ya no puede trabajar. Y nosotros nos proponemos crear condiciones
para que absolutamente todas las mujeres del país físicamente aptas para el
trabajo puedan incorporarse al trabajo y a la producción (APLAUSOS); porque eso
es humano, porque eso es justo, porque en la vieja concepción capitalista, y
algo más que capitalista, colonial, la mujer no jugaba ningún papel, el papel
de la mujer era lavar, fregar, planchar, cocinar y limpiar la casa y tener
hijos. Y, desde luego, eso de tener hijos
no puede suprimirse ni debe suprimirse de ninguna manera (RISAS); al contrario,
para poder tener hijos y que los hijos no se conviertan en una carga para la
mujer, es necesario erradicar eso del lavar, el planchar, el cocinar y el
fregar. Porque desde el momento en que
las mujeres para tener hijos tienen que renunciar a toda posibilidad de
trabajo, el hijo se convierte en un obstáculo, se convierte en un gravamen.
Es por eso que hay que crear condiciones
que permitan a la mujer disponer de una situación de igualdad, para que las
mujeres —que fueron un sector discriminado de la población— tengan las
condiciones que les permitan incorporarse al trabajo.
Y hay que decir que en estos años de
Revolución es enorme el número de mujeres que se han incorporado al trabajo
aunque, desde luego, no tenemos suficientes círculos, no tenemos suficientes
escuelas.
Nos proponemos seguir la siguiente
concepción: en
las ciudades, los niños seminternos; en el campo, los niños internos de lunes a
viernes (APLAUSOS), pero no en escuelas distantes, no escuelas distantes sino
escuelas creadas en el mismo campo, en la misma zona. Y nos proponemos crear círculos infantiles en
todo el campo, escuelas de 1ro a 4to grados y escuelas de 4to grado a
secundaria básica (APLAUSOS).
De manera que habrá tres tipos de
escuelas, y ya hay tres lugares pilotos donde empezamos a llevar este plan: en San Andrés, de
Pinar del Río; en Banao, en Las Villas; y en Gran Tierra, en Oriente
(APLAUSOS). En San Andrés es un área de
pequeños agricultores, en Banao es una granja del pueblo y en Gran Tierra un
área de granja del pueblo en parte y en parte de campesinos agricultores.
Ya se está construyendo la primera
escuela en San Andrés, y en ese lugar se establecerán círculos y escuelas de
los tres tipos para más de mil niños, y toda la población estará o en el
círculo infantil, o en la escuela de 1ro a 3er grados, o en la escuela de 4to a
secundaria básica. Los niños los
llevarán las madres temprano.
Allí se ha incorporado la mujer al
trabajo en viveros de café, en un sinnúmero de actividades posibles para ella,
y cuando estas instituciones estén establecidas el ciento por ciento de las
mujeres en condiciones físicas de hacerlo podrán incorporarse a la
producción.
En Banao, donde —como ustedes saben— se
está llevando a cabo un importante plan de siembra de frutales; donde se
sembrarán 60 caballerías de uvas, 20 de fresas, 20 de espárragos, 20 de
cebollas, aparte de las siembras que se están haciendo en algunos tipos de
frutas como manzana y otras; y donde un gran número de mujeres se incorporará
al trabajo de fruticultura, se crearán también allí los círculos infantiles y
las escuelas de los dos ciclos.
Nuestra aspiración, nuestra aspiración —y
debemos tratar de ajustar nuestro esfuerzo a esa aspiración—, es que para 1975
tengamos escuelas, círculos de este tipo en el campo, para más de un millón de
niños. Nuestra aspiración es que haya
escuelas suficientes de ese tipo para todos los niños del campo, y comedores
escolares e instalaciones también para la totalidad de los niños de la ciudad
como seminternos. De manera que en la
ciudad se irán por la mañana a la escuela, regresarán por la noche; en el campo
irán el lunes y regresarán el viernes a dar un poco de lata en la casa.
Pero, además, esas escuelas serán
instituciones modernas, fuertes, instalaciones sólidas, donde tendrán allí
todas las cosas necesarias, incluyendo el campo deportivo. Y las escuelas de los alumnos de 4to grado en
adelante tendrán también sus áreas de trabajo productivo; y combinaremos,
haremos realidad también la aspiración de combinar el trabajo con el estudio
como única forma de dotar de una educación integral al ciudadano.
¿Quiénes son los que van a dar clases en
esas escuelas? (EXCLAMACIONES)
Ustedes. Y en la primera escuela ya,
piloto, hemos escogido un alumno graduado del Instituto Tecnológico Libertad
para el aspecto agrícola de la escuela.
No serán escuelas agrícolas, ¡no! Porque no empezaremos a especializar a nadie
en la secundaria. Entendemos que el
ciudadano debe recibir una educación más amplia, más integral; los seis grados,
los tres grados de la secundaria, y empezar a adquirir ya una especialización a
un nivel más alto. Porque, ¿qué vamos a
hacer si empezamos a darle una especialización a un muchacho que sale de 6to
grado? Haremos de él un mal obrero, que
terminará sus estudios a los 13, a los 14, a los 15 años, con una preparación
limitada, con una preparación estrecha.
Y no aspiramos a formar ese tipo de
trabajador; aspiramos a un tipo de trabajador en el futuro que, cuando menos,
posea una amplia educación hasta la secundaria básica, y que a partir de la
secundaria básica adquiera una profesión de nivel preuniversitario o de nivel
universitario. Pero será un hombre de
mucha más visión, más amplitud de vida, más cultura.
Y por eso es posible que las escuelas
técnicas, las escuelas tecnológicas —no los institutos tecnológicos—, tiendan a
ser sustituidas por secundarias; de manera que la especialización comience
después de la secundaria básica. Y por
eso en esas escuelas del campo terminarán hasta la secundaria básica, y de allí
pasarán o a un instituto tecnológico industrial o a un instituto tecnológico
agrario o a una preuniversitaria; es decir, a realizar los estudios que
empezarán a prepararlos para la producción.
Antes lo que les crearemos es el hábito del trabajo, el sentido del
deber insoslayable del trabajo, y del trabajo como una actividad que honra al
hombre, como la actividad que más contribuyó al desarrollo del hombre; y
después, su especialización para las tareas que en el futuro habrán de
desempeñar en la sociedad.
Y nuestra aspiración es lograr que este
sistema esté establecido en 10 años, y que ya para 1975 la totalidad de los
niños del país reciban el desayuno, el almuerzo y la comida en la escuela
gratuitamente, y además la ropa y los zapatos, la asistencia médica, los
deportes, la recreación.
Si ahora nuestro país ya en las
competencias deportivas demuestra todo lo que es capaz en beneficio del hombre
una nueva concepción de la sociedad, ¿qué será para entonces? ¿Qué será en el 1970, en el 1974, en el
1978? ¿Qué será en el futuro, cuando
toda nuestra niñez crezca de una manera saludable, en condiciones óptimas de
alimentación y de atención? ¿Qué será
del futuro de nuestro país cuando nosotros hayamos logrado establecer eso?
Y les decía que en la primera escuela,
los que van a empezar a funcionar en esa escuela apenas llegan a los 20 años de
promedio. Un alumno graduado del
tecnológico, un alumno de educación física graduado del “Manuel Fajardo”. ¿Y los profesores quiénes serán? Graduados del instituto pedagógico. ¿Quiénes dirigirán? Graduados del instituto pedagógico, de los
que ya han dado clases un año en las montañas.
De entre los mejores escogeremos al director, que posiblemente será más
bien la directora, la subdirectora de la escuela. Y ya en esa escuela se empezará a trabajar
con una nueva generación de maestros jóvenes, entusiastas.
Los maestros vivirán allí. Allí también habrá residencias, o viviendas
—mejor dicho— para los maestros. Y
estarán en la escuela, se identificarán con la escuela.
Porque otro vicio que se había
establecido aquí —vicio absurdo— es tratar el trabajo del maestro como se trata
a otro tipo de trabajo, como el que hace un trabajo manual, que tiene que ver
con máquinas, que tiene que ver con piedras o con minerales; y lo que tenían
era que había miles que entraban a tal hora a la escuela y se iban a tal hora,
y entraban a más cual hora y se iban a otra hora. ¿Y quién atiende a los muchachos en un
internado el resto del tiempo? ¡Ah!,
pues se creó aquí algo que se llamaban los instructores. ¿Y quién era el instructor? —con perdón de los instructores. Ciudadanos que no sabían nada de educación ni
sabían nada de niños, a los que les dieron la tarea de instructores.
¡No!
Los que tienen que estar a cargo de los niños tienen que ser maestros,
tienen que ser especialistas en niños y en la psicología de los niños, y tienen
que ser los que estén con ellos cuando realicen sus actividades deportivas o
cuando están en el comedor, es decir, en las horas fuera de las clases. Porque no se forma el niño solamente en las
clases; el niño recibe en las clases parte de la formación, y el resto de su
educación lo tiene que recibir a través de todas las actividades del día.
Y por eso la institución de los
instructores no existirá en esas escuelas.
Esa escuela tendrá unos 300 alumnos, y
allí estará el profesor de educación física, el profesor de cuestiones
agrarias, y estarán unos veinte y tantos maestros, incluyendo el director, el
subdirector; y ellos se dividirán las actividades de atención a los
alumnos.
Y ya esperamos que para fines de este año
esa primera escuela esté funcionando y ustedes puedan tener información de cómo
marcha. Porque es necesario que estos
centros educacionales sepan cómo marcha todo en todas esas nuevas
escuelas. Después estarán más próximos,
aquí en Banao, para poder saber cómo marcha el sistema —aplicado ya a toda una
zona— de círculos infantiles y de los dos tipos de escuelas, la primaria y de
4to grado a 9no grado, es decir hasta graduados de secundaria básica. Esto lo pensamos también impulsar aquí en
Banao, cerca de donde están ustedes, para que ustedes puedan ver y tener ahí
una idea de cómo serán las escuelas del futuro, cómo serán los centros donde
ustedes irán a practicar la enseñanza. Y
nosotros queremos desde un principio que esa nueva escuela, esa nueva
concepción de la escuela, sea enteramente empleada y administrada por los
maestros, por los nuevos maestros que la Revolución ha estado formando; porque
ya hay toda una generación, ya en el instituto pedagógico son también nuevos
profesores formados por la Revolución, jóvenes alfabetizadores que se graduaron
de maestros, que iniciaron sus estudios universitarios, algunos de los cuales
se gradúan ya este año, y también en estas instituciones, en el instituto
pedagógico, hay también una nueva generación de profesores.
Creo que con esto ustedes tienen ya
alguna idea de los orígenes de estas escuelas, los objetivos que se persiguen,
la concepción que orienta los pasos de la Revolución en materia
educacional. Y aunque el sol hoy está un
poco fuerte y produce un poco de calor, esperamos que estos minutos invertidos
en esta explicación sean para ustedes de utilidad y les ayuden a aclarar la
idea de cuál será el trabajo y el papel de ustedes.
Este es el tipo de maestros que queremos
para esta concepción revolucionaria, para este tipo de educación, y ese es el
sentido que tiene cuando los compañeros les hablan de la necesidad de estudiar,
cuando los compañeros les hablan de la necesidad de formarse, cuando los
compañeros les hablan de sacrificios, que realmente no son tales
sacrificios. ¿Qué sacrificio hay para
una gente joven como ustedes? ¿Qué
sacrificio puede significar el estudio?
¿Qué sacrificio puede significar el trabajo? Es que, incluso, la palabra sacrificio
debiera desaparecer de la boca de cualquier joven, porque cuando dicen me
sacrifico, habría que preguntarle qué es sacrificio. Sacrificio es el de aquellos jóvenes que no
pudieron aprender a leer ni a escribir; sacrificio es el de aquellos jóvenes
que vivieron toda la vida en la ignorancia y en la humillación; sacrificio es
el de aquellos jóvenes que nacieron para ser esclavos de los explotadores.
¿Sacrificio el de un joven que tuvo la
fortuna de crecer en medio de una revolución, en medio de cambios tan
profundos, de experiencias tan nuevas?
¿Sacrificio para un joven cuyo porvenir está asegurado, garantizado
contra el hambre, contra la explotación, contra la humillación, contra la
ignorancia? ¿Qué sacrificio es ese?
Bien arreglados estaríamos si nuestros
jóvenes tuviesen la idea de que cuando estudian o cuando trabajan se
sacrifican. Cuando estudian y cuando
trabajan lo hacen para el porvenir de su patria y para su propio porvenir;
cuando trabajan y cuando hacen una escuela, cuando siembran una mata, es para
incrementar las riquezas suyas, para crear los bienes materiales que el día de
mañana tendrán; porque no trabajan para otros,
trabajan para sí mismos.
Hay veces que nos preocupamos por si
acaso, por el hecho de que nuestra juventud no haya conocido el pasado, de que
nuestra juventud no haya conocido las horrorosas condiciones de vida del
pasado, sea incapaz de apreciar su papel y su función en esta sociedad; si
acaso en las filas de la juventud revolucionaria de Cuba entrará el virus de la
blandenguería, entrará el virus del acomodamiento. Y nosotros debemos decir: ¡No!
Y no, en primer lugar, en las filas de nuestros jóvenes maestros; no, en
primer lugar, en las filas de los que educarán a los niños de nuestro país y
que tendrán la sagrada tarea de formarlos como ciudadanos decentes, como
ciudadanos de carácter, como ciudadanos de conciencia.
y nosotros creemos que no se desviará
nuestra juventud, nosotros estamos seguros de que no se desviará la juventud
cubana, crecida en el seno de la Revolución; porque si bien esa juventud tiene
en el orden material y en el orden espiritual todas las satisfacciones, esa
juventud tendrá también una educación sólida, una conciencia bien formada, un
temple de acero, un carácter recto, que se logrará mediante la formación,
mediante el estudio y el trabajo, mediante una formación integral que haga a
nuestros jóvenes cada vez superiores a la generación anterior, de manera que
los que cayeron y los que murieron no hayan caído y hayan muerto para que
después de ellos venga una generación menos heroica, para que después de ellos
venga una generación menos abnegada, para que después de ellos venga una
generación menos combativa y menos fuerte.
¡No! Los que cayeron y los que
murieron, los que iniciaron el sendero de la Revolución lucharon para que la
patria sea cada vez mejor, para que los hombres sean cada vez mejores, para que
las generaciones sean cada vez superiores; lucharon para ser el escalón de un camino
que no tiene fin.
Que ellos sean aun superiores nosotros
tenemos que proponérnoslo y tenemos que lograrlo. Y en este propósito —no lo olviden nunca— los
maestros tienen la tarea principal, los maestros tienen el trabajo más
importante.
No los voy a exhortar al estudio y al
sacrificio, porque sé que ustedes mismos comprenderán, porque sé que ustedes
comprenderán que lo que se llama sacrificio no es sacrificio, porque sé que
ustedes mismos comprenderán que las cosas más altas, más hermosas y más sagradas
los llaman a cumplir el deber; mas a cumplirlo con alegría, con el entusiasmo
que debe ser la virtud fundamental de los jóvenes. Y esa será la tarea de ustedes en el futuro,
esa será la tarea de ustedes, para algunos de ustedes muy pronto, dentro de dos
años; para otros, dentro de tres.
Y que nosotros, todos nosotros, los que
hemos puesto nuestro granito de arena en el camino de la Revolución,
dondequiera que nos encontremos a alguno de ustedes tengamos la seguridad de
que tenemos el mejor maestro, el más digno maestro, el más apto para educar a
los niños de nuestra sociedad.
No los exhorto por eso, sino que les digo
que estoy seguro de que ustedes harán en esta obra el máximo esfuerzo.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)