DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE GRADUACION DE LOS PRIMEROS
425 TECNICOS DEL CONSEJO DEL PLAN DE ENSEÑANZA TECNOLOGICA DE SUELOS,
FERTILIZANTES y GANADERIA, EN LA
ESCALINATA DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA, EFECTUADO EL 18 DE DICIEMBRE DE 1966.
(DEPARTAMENTO
DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL
GOBIERNO
REVOLUCIONARIO)
Compañeros y
compañeras que hoy se gradúan;
Alumnos:
Probablemente no sean muchos en nuestro país los que
en estos momentos tengan idea de la importancia que para nuestra patria y
nuestra Revolución tiene esta primera y modesta graduación. Podríamos afirmar que no solo tiene
importancia para nuestro país y para nuestra Revolución, sino que está llamada
a tener importancia también para otros países y para otras revoluciones. Porque lo que estamos haciendo aquí esta
noche tiene mucho que ver con todo lo que nuestro pueblo se ha propuesto como
objetivo, tiene mucho que ver con eso que tanto se repite y muchas veces se
repite sin saber a ciencia cierta qué significa: la Revolución; tiene mucho que ver con eso
que constituye una experiencia enteramente nueva en la historia de la
humanidad, que se llama socialismo; y tiene mucho que ver con esa aspiración
—aun no lograda por ninguna sociedad humana y a la que esperamos llegar algún
día— que se llama comunismo.
En un acto como el de esta noche —entre jóvenes como
los que se gradúan esta noche, ante una masa de estudiantes como los que se
reúnen aquí esta noche— es necesario resaltar el contenido esencial, el
significado fundamental de esto que estamos haciendo. Nos parece que es tal vez una de las cosas
más serias que la Revolución haya hecho, una de las cosas más importantes que
la Revolución está haciendo.
Si bien algunos hechos, como fue la alfabetización,
tenían importancia muy grande para la sociedad cubana, si ese era un paso
indispensable de realizar, si incluso ese paso se realizó en un tiempo récord,
erradicando una proporción de analfabetismo que sobrepasaba el 20% en un solo
año, con una movilización de masas que alcanzó cifras superiores a 200 000
personas alfabetizando; si aquello era necesario para comenzar, esto era más
necesario todavía para seguir adelante.
Y les decía que no solo iba a tener que ver con
nuestra experiencia, porque creemos que si esta experiencia que estamos
viviendo tiene éxito, esta será una experiencia que podrá ser muy útil para
otros pueblos. Les decía que sin esto no
podría haber socialismo y mucho menos comunismo.
El compañero Lionel decía
que para que haya una revolución técnica hacía falta una revolución
social. Y se podría proseguir con esa
idea ampliándola, para afirmar que ninguna revolución social podría conducir al
socialismo sin una revolución técnica, y que ninguna sociedad humana llegará al
comunismo sin una revolución técnica.
Y aunque comunismo no quiere decir que tenga por base
solamente la abundancia de bienes materiales, sino que el comunismo, o la
sociedad comunista, además de la abundancia de bienes materiales, requiere
esencialmente también una formación, una educación comunista, ni se llegaría
solo al comunismo con la educación, ni se llegaría solo al comunismo con la
abundancia. Se puede solo llegar por la
educación y la abundancia. Y a la
abundancia no se llega sin la técnica, y a la técnica no se llega sin la
preparación masiva del pueblo para esa técnica.
Nuestro país se ha trazado su camino; nuestro país ha
puesto, acorde con nuestras condiciones específicas, el énfasis fundamental en
la agricultura en nuestro camino hacia el socialismo en esta etapa.
Cuando nuestra Revolución afirma que pone el énfasis
fundamental en la agricultura en estos años, no significa la subestimación de
la importancia de la industria. Por el
contrario, cuando decimos poner el énfasis fundamental en la agricultura, ello
quiere decir también poner el énfasis en la industria que sirva para el
desarrollo máximo de nuestra agricultura.
No quiere decir tampoco que se ponga solo el énfasis en la industria que
requiera el desarrollo máximo de nuestra agricultura, sino también, que será
necesario poner el énfasis en la industria que deberá ocuparse de la
transformación de nuestros productos agrícolas.
Pero, además, será necesario poner el énfasis también
en algunos sectores industriales de la mayor importancia para nuestro
desarrollo económico y social, como es, por ejemplo, la industria de la
construcción. Como ustedes saben
también, la Revolución pone énfasis en el transporte marítimo, en el desarrollo
de la industria pesquera, en todos aquellos renglones de la economía que puedan
contribuir al incremento del bienestar del pueblo y al desarrollo de nuestra
economía.
Pero creemos que es una línea muy correcta de nuestra
Revolución, que le permitirá alcanzar enormes éxitos, el haber comprendido que
el énfasis fundamental debemos ponerlo en la agricultura.
En la etapa en que nuestra Revolución surge, en las
condiciones en que nuestra Revolución se desarrolla, ese era, a nuestro juicio,
el camino más correcto.
En otras condiciones, otros países se vieron en la
necesidad de poner el énfasis en otras ramas de la economía: se vieron en la necesidad de poner el énfasis
en la industria pesada, por ejemplo.
Otras circunstancias históricas, otras características geográficas,
otras necesidades, determinaron ese camino.
Más del análisis de las circunstancias, las
características y las condiciones en que nuestra Revolución se desarrolla, era
incuestionable que nuestro camino mejor venía a ser precisamente este.
Y la agricultura es la que alimenta al hombre; es la
que no solamente alimenta, sino que viste y calza al hombre. Y para un país subdesarrollado, para un país
pobre, la necesidad fundamental, la primera necesidad a satisfacer
perentoriamente, es la necesidad de alimentarse, la necesidad de vestirse y la
necesidad de calzarse.
En cualquier época el hombre siempre ha puesto en
primer lugar esas necesidades. Y solo
cuando esas necesidades han sido satisfechas, ha surgido entonces la idea o el
esfuerzo para satisfacer otras necesidades.
Y no eran lo mismo una economía y una agricultura para
satisfacer necesidades de minorías, olvidándose de las necesidades de las
grandes masas, que una economía y una agricultura para satisfacer las
necesidades de toda la población sin excepción alguna.
Porque en el pasado millones de personas se
resignaban, por ejemplo, a no tomar nunca leche, a no comer nunca carne, o casi
nunca; en el pasado, cuando cientos de miles de personas no trabajaban por
falta de empleo, no por falta de necesidad; cuando cientos de miles de
familias, la inmensa mayoría de las familias, tenían que invertir sus sueldos,
o en pagar alquileres, o en pagar rentas por las tierras si se trataba de campesinos;
cuando cientos de miles de obreros trabajaban solo una parte del año; cuando en
muchos hogares los fogones se encendían una vez al día, si es que se
encendían. Y naturalmente que entre los
obreros estudiantes aquí presentes hay con seguridad muchos que conocieron
aquellos tiempos.
En aquella economía, donde faltaba el mercado interno,
porque no se producía para las necesidades, sino que se producía para el
mercado —y el mercado era limitado—, se producía para la ganancia; porque en el
capitalismo la producción no tiene nada que ver con las necesidades reales, la
producción tiene que ver con los mercados, externos o internos. Y la producción anárquica, individualista,
tiene solo que ver con las ganancias.
Mientras había mercado y había ganancia, se producía; pero el límite
estaba allí.
Para una sociedad como la nuestra el límite no está en
la ganancia, el límite no está ni puede estar en eso, ni está ni puede estar en
el mercado. Para una economía como la
nuestra el límite está en las necesidades.
Y así, antes un productor de leche se preguntaba: ¿Cuántos litros de leche pueden
venderse? Se venden tantos litros de
leche cuantas personas haya con dinero para adquirir esa leche. Y el límite estaba allí. Y donde miles, o cientos de miles, o millones
de personas no la podían adquirir, eso no importaba para nada.
Nosotros solo podemos ver esto de otra forma: cuántas personas necesitan consumir leche,
cuántos niños, cuántos ancianos, cuántas personas adultas, cuánto es la
totalidad de nuestra población y cuáles son las necesidades de un alimento como
ese para toda esa población. No
preguntamos por los mercados, no preguntamos por los precios, no nos puede
preocupar que sobre la leche. Cuando
sobre la leche sabemos lo que tenemos que hacer, sabemos que, por ejemplo,
basta en todos los centros escolares elevar el nivel de consumo: sabemos, cuando sobre cualquier artículo,
cómo puede ser distribuido ese artículo para que alcance a toda la población. Y nuestra producción de cualquier producto no
se detendrá hasta que la necesidad total de ese producto sea satisfecha.
De ahí que no se puede concebir alcanzar ese objetivo
si no se desarrollan los medios para incrementar hasta el máximo la
productividad por hombre y la productividad por unidad de superficie, o la
productividad del ganado, o la productividad de las plantas. Y, en fin, que no sería posible jamás
alcanzar ese objetivo si no nos planteamos los medios para lograrlo.
Y por primera vez en la historia del hombre, por
primera vez la humanidad puede contar con los medios suficientes para
satisfacer las necesidades de toda la población.
Hace varios siglos, o miles de años, cuando incluso la
población humana era incomparablemente inferior, ni siquiera en aquellos
tiempos una sociedad humana podía plantearse el problema de producir para
satisfacer plenamente todas las necesidades.
Sin embargo, hoy, que la población se ha incrementado
extraordinariamente, una sociedad humana, incluso una sociedad como la nuestra,
económicamente subdesarrollada, se puede plantear el problema de producir para
las necesidades, es decir, se puede plantear el problema de construir una
economía socialista. ¿Por qué? Por la técnica.
Y no importa si la población ha aumentado. Ha aumentado también el número de brazos
capaces de producir. Y si a cada brazo,
si a cada hombre o mujer trabajador se le dan los medios para incrementar su
productividad, si el número de los trabajadores se incrementa, si la totalidad
de la población trabaja y cada uno de los hombres y mujeres de esa comunidad es
capaz de producir con el máximo de productividad, las necesidades totales
podrán ser satisfechas. Eso solo se
puede lograr dentro de una economía planificada, dentro de una economía
socialista.
En el capitalismo, en los países capitalistas uno de
los problemas serios es el problema del desempleo; incluso en los países
capitalistas más industrializados nos encontramos con el eterno problema del
desempleo, nos encontramos con el eterno problema de las máquinas: nos encontramos con que, por ejemplo, las
fábricas automáticas, o automatizadas, chocan con los intereses de los
trabajadores. Porque dentro de una
economía capitalista, que trabaja para la ganancia, que trabaja para mercados
limitados, no para las necesidades de la población, una máquina se convierte en
una enemiga del hombre, se convierte en un motivo de infelicidad para el
hombre. Y desde que las máquinas
surgieron dentro de la economía capitalista, han surgido y se desarrollan en medio
de una eterna e inacabable lucha entre los trabajadores y las máquinas. Para una economía que no produce para la
ganancia sino para las necesidades, una máquina jamás puede llegar a ser
enemiga del hombre.
En nuestro país si hace algunos años alguien hubiese
planteado la idea de construir una máquina de cortar caña lo habrían
considerado un monstruo, lo habrían considerado un asesino, lo habrían
considerado promotor del hambre para cientos de miles de familias, porque los
cientos de miles de familias que lograban trabajar cuatro o cinco meses al año,
una buena parte de ellos cortando caña, se habrían sentido desplazados. Porque cualquier latifundista, cualquier
compañía norteamericana que hubiese introducido una máquina, lo habría hecho a
costa de desplazar decenas de trabajadores por cada máquina. La máquina dentro de aquel sistema habría
significado una desgracia para el trabajador.
En nuestras condiciones actuales toda máquina es vista con alegría, toda
máquina es vista como una benefactora del hombre; toda máquina, toda
técnica.
Una caña capaz de producir más azúcar por ciento de
arrobas significaba siempre un daño, un perjuicio para el trabajador, porque
por la misma cantidad de caña cortada, más toneladas de azúcar. Eso habría significado menos días de zafra,
menos días de trabajo: más hambre.
¿Preocuparse acaso por incrementar la productividad
del ganado? ¿Para qué, si sobraba la
leche, sobraba la carne? ¿Acaso porque
faltaban los que necesitaban leche o carne?
¡No!, sino porque faltaban los que tenían aunque fuesen unos centavos en
el bolsillo para comprar la leche que sobrase o la carne que sobrase.
¿Cómo habría podido plantearse jamás, en aquellas
condiciones, traer decenas de miles de jóvenes a estudiar técnicas
agrícolas? ¿Qué sentido habría tenido
eso en aquella etapa? ¿Cómo habría sido
posible eso bajo una concepción capitalista de la economía? ¡No!
¡Jamás! Porque aquella economía
no necesitaba masas de hombres y mujeres con capacidad técnica: necesitaba masas de hombres y mujeres
ignorantes, analfabetos; porque necesitaba masas de hombres y mujeres en el
mercado de trabajo capaces de hacer cualquier tarea por cualquier salario.
El capitalismo no tenía que buscarse problemas con la
fuerza de trabajo, porque el capitalismo siempre ha operado en condiciones en que
la fuerza de trabajo sobra, en que la fuerza de trabajo la encuentra siempre
abundante en el ejército de desempleados.
¿Traer el capitalismo decenas de miles de obreros agrícolas o de hijos
de campesinos a estudiar? ¡Jamás! Aquello —bajo una concepción capitalista— era
imposible, era absurdo.
Sin embargo, la Revolución apenas adquiere algún
desarrollo lógicamente comienza a confrontar los problemas de fuerza de
trabajo. La Revolución apenas comienza a
desarrollarse, y ya fácilmente —en medio de las múltiples actividades de una
economía que debe producir para las necesidades— comienza a ver que para
determinadas tareas falta la fuerza de trabajo.
Los enemigos de nuestra concepción hablan, por
ejemplo, de las dificultades en la zafra azucarera, y sus periódicos y sus
cables dicen “que por dificultades de fuerza de trabajo que antes sobraba.”
Pero no dicen una sola palabra más, no dicen por qué antes sobraba y ahora no
sobra: no explican más nada.
Y, desde luego, no pretenderán decir que falta la fuerza
de trabajo porque se marcharon los cortadores de caña para Estados Unidos,
porque todo el mundo sabe en este país que los cortadores de caña no son los
que se marchan para Estados Unidos; todo el mundo sabe en este país que no son
precisamente los hombres y mujeres de aquellos sectores que tuvieron que pasar
mucho trabajo para vivir, de aquellos sectores que conocieron verdaderamente la
necesidad y la miseria, que conocieron el trabajo duro, que aprendieron a
ganarse el pan difícilmente, con el sudor de su cuerpo. Esos no son los que marchan hacia el
“paraíso” yanki.
Hablan de nuestros problemas de fuerza de trabajo;
pero no dicen dónde están los hombres que antes cortaban la caña, no dicen que
provincias despobladas como Camagüey recibían todos los años decenas de miles
de macheteros que marchaban allí desde todos los rincones del país, porque solo
allí, cortando caña algunos meses al año, podían ganarse un salario —por cierto
miserable— trabajando 14 y 15 horas diariamente.
Algo que no dicen es que, por ejemplo, en este país
todos los años 40 millones de toneladas de caña no solo eran cortadas a mano,
sino que eran cargadas caña a caña en la carreta; es decir que en este país
todos los años nuestros trabajadores cargaban 40 millones de toneladas de caña
en las carretas: caña a caña, a
mano.
Algunos podrían preguntarse: ¿Acaso la introducción de las máquinas en el
alza de la caña ha significado de inmediato un incremento de la
producción? No. Pero sí ha significado algo de mucha
importancia para un trabajador cañero, y es que antes un hombre tenía que
cortar la caña y cargarla, y que para devengar un salario tenía que trabajar 15
y 16 horas todos los días; y hoy, naturalmente, no hay nadie en este país que
se vea en la necesidad de trabajar de esa forma brutal para ganarse el
sustento. Lógicamente, hoy no hay
trabajador que tenga que trabajar 15 y 16 horas diarias durante la zafra para
ganarse el sustento. Es decir que el
primer beneficio que las máquinas han aportado ha sido el de aliviar las
durísimas condiciones de vida con que cientos de miles de trabajadores, todos
los años, tenían que ganarse el sustento trabajando en la zafra.
Pero para nosotros una máquina que alce la caña es ya
un gran avance; una máquina que corte la caña es todavía un avance mayor; una
combinada que la corte y la alce, mejor todavía; o un centro de acopio que
permita cortar la caña con paja y limpiarla allí en el basculador, es un gran
avance. Una máquina cualquiera —y esto lo
puede comprender cualquiera— dentro de las condiciones de nuestra economía,
significa siempre un beneficio para el trabajador, un beneficio para todo el
pueblo.
Y es con las máquinas y con la aplicación de la
técnica que podemos lograr multiplicar la productividad del trabajo,
multiplicarla de tal forma que seamos capaces —en el menor tiempo posible de
trabajo— de producir el máximo de bienes que necesitamos para nuestras
necesidades.
Y nuestro país puede asegurar que posee, o que lleva a
cabo un programa de formación de técnicos agrícolas que no tiene paralelo en
ningún otro país del mundo.
¿Qué significará esto para nuestra patria? ¿Qué significará el avance de este movimiento
técnico que se ha desencadenado en nuestro país? ¿Qué significará la invasión masiva de
nuestros campos por jóvenes técnicos? Lo
que eso significa posiblemente nadie en este momento sea capaz de
preverlo. Pero significa, a todas luces,
una revolución profunda dentro de otra revolución. En ningún país, que nosotros sepamos hasta
hoy, se ha desencadenado un movimiento de esta índole, es decir, un movimiento
de esta magnitud.
A los que se preguntan cómo vamos a triunfar, cómo
vamos a llevar a cabo nuestras ambiciosas metas sociales; los que no tienen una
idea, o no tenían una idea, de cómo lo vamos a realizar, les podemos responder
que lo vamos a llevar a cabo con esto, que nosotros sí estamos seguros de que
lo vamos a llevar a cabo, que nosotros sí sabemos cómo.
También, si hace tres años, cuando se hizo el primer
llamamiento al que concurrieron precisamente ustedes, los que se gradúan aquí
esta noche, alguien hubiese hablado de esta muchedumbre, alguien hubiese
hablado de esta gigantesca masa —que no cabe en la escalinata universitaria,
que no cabe, a pesar de su densidad, en esa plazoleta que continúa después de
la escalinata, que no cabe en la calle San Lázaro hasta Infanta—, y le hubiesen
dicho o hablado de esa muchedumbre, ¡y qué muchedumbre!, de obreros en su
inmensa mayoría, trabajadores agrícolas que estaban hace tres años en segundo o
en tercer grado; si le hubiesen hablado de un graduado de nivel
preuniversitario que en 1961 era analfabeto; si hace tres años alguien hubiese
planteado esto, esto que asombra, esto que impresiona, esto que, incluso,
muchos desconocen, porque —como les decía a algunos compañeros— este es nuestro
inmenso ejército camuflado, este es nuestro inmenso ejército de técnicos
todavía desconocido (APLAUSOS): si
alguien hubiese hablado de esto como realidad, como cosa posible, habrían
dicho: este anda soñando, este tiene una
fantasía viva, rica, ¿cómo puede ser posible todo eso? Porque no tienen ni la más remota idea de lo
que una revolución puede, de lo que una revolución es capaz; no tienen ni la
más remota idea de lo que se puede hacer con el pueblo, de lo que se puede
hacer con las masas; no tienen la más remota idea de la magnitud de lo que
puede alcanzarse. Por eso decimos que
sabemos cómo vamos a lograr nuestros objetivos.
Naturalmente que no es cosa de un día, no ha sido cosa
de un día crear esto, organizar esto.
Pero cuando hace tres años se habló de tener técnicos para esta fecha,
tenían que pasar tres años, años largos.
Porque en una revolución que aspira a crear, una revolución que aspira a
resolver problemas, para una revolución que lucha por el bienestar del pueblo,
cada año es largo, cada año es casi interminable, porque son años que tienen
que transcurrir antes de tener algo, antes de poseer algo, antes de contar con
algo.
Y así también hablamos de años futuros. Hablamos de los que se gradúan hoy; hablaba
el compañero Lionel de los que se graduarán el año
que viene, y en 1968 y en 1969 y en 1970, y los que se graduarán en 1974,
porque ya estamos pensando en cuántos se habrán graduado para 1974. Y ya los estamos contando, y ya estamos contando
con ellos para los grandes objetivos de nuestro pueblo, de nuestra
Revolución.
Y sabemos lo que significa ese esfuerzo, sabemos lo
que significan esas magnitudes. ¿Lo
sabemos con exactitud, lo sabemos en todo su alcance? No, porque será verdaderamente imprevisible
lo que ocurrirá cuando la técnica no sea una cuestión de minorías
insignificantes, cuando la técnica no sea un arma, un instrumento, un secreto
de pequeños grupos dentro de la sociedad, cuando la técnica sea un arma, un
instrumento, un conocimiento de masas, y cuando la técnica llegue a ser un
instrumento de toda la sociedad.
¿Hacia qué caminos marchamos? ¿Qué nos proponemos? ¿Cuándo terminará este programa? ¿Cuántos técnicos quieren ustedes graduar?,
preguntarán algunos. Este programa, este
movimiento, no tiene metas. Se habla de
tantos en 1974. Y el año que viene, o
dentro de dos años, o dentro de tres años, se podrá hablar de tantos en 1978, y
tantos en 1980, y tantos en 1990, y tantos en el año 2000 (APLAUSOS).
Cuando se habla del año 2000, naturalmente hablamos de
años y de fechas que ya no cuentan para la mayoría de nosotros, pero que
cuentan, que contarán para ustedes, que contarán para las nuevas
generaciones. Esas generaciones no
vivirán esta miseria técnica que hemos vivido nosotros, no vivirán esta
indigencia técnica que hemos vivido nosotros, no vivirán esta experiencia dura,
dolorosa, de un pueblo que rompe sus cadenas, de un pueblo que acaba de romper
sus cadenas, de un pueblo que recién ahora empieza a graduar sus primeros
técnicos.
No ocurrirá en 1970, ni en 1980, ni en 1990, ocurrirá
cada vez menos, será absolutamente inconcebible que vuelva a ocurrir jamás, el
que este país se vea, como se ha visto, con la circunstancia de tener una
provincia como la de Oriente (APLAUSOS) —y me alegro, porque una gran parte de
estos estudiantes son precisamente de esa provincia (APLAUSOS)—, una provincia
como la de Oriente, donde en 14 agrupaciones básicas de producción no hay una
sola que tenga un ingeniero agrónomo:
una provincia como la de Camagüey, con inmensa potencialidad agrícola,
donde en 12 agrupaciones básicas de producción tengamos solamente tres con
ingenieros agrónomos.
¡Agrupaciones de más de 10 000 caballerías de tierra
sin un solo ingeniero agrónomo!
¿Pero es que acaso no tenemos ingenieros agrónomos en
el país? ¿O es que acaso se fueron
todos? ¿O es que acaso era necesario que
se fueran todos para no tener un ingeniero agrónomo en ninguna agrupación de
Oriente? No, no. Porque, en primer lugar, en este país eran
muy pocos los ingenieros agrónomos que se graduaban; y muchos de los que se
graduaban, se graduaban para encontrar un empleo de inspectores en el
Ministerio de Agricultura, o eran en muchas ocasiones los “hijos de sus papás”,
y sus papás eran los dueños de los latifundios.
Y entre ellos, naturalmente, algunos con vocación, algunos estudiantes
con vocación, algunos graduados con vocación agrícola, pero insignificante
minoría.
Y además, graduados de la Quinta de los Molinos —en la
capital de la república—, graduados de la calle Reina, de Ayestarán
y Reina, graduados en el pavimento, donde tal vez pueda aprenderse algo de
jardinería, o arboricultura ornamental; ingenieros que en número insignificante
se graduaban allí, y que en estas condiciones solo por excepción, solo por excepcional
vocación, surgían de cuando en cuando, contados con los dedos de la mano,
algunos buenos y verdaderos técnicos.
Estudiantes de veterinaria de la Quinta de los
Molinos, de Ayestarán y Reina, médicos de
perros. Y no porque los pobres perros no
merezcan toda la consideración que un animalito noble como ese pueda merecer
del hombre, pero en aquellas condiciones a trabajar en una clínica de
perros. Y que sepamos, los perros comen
carne pero no producen carne; toman leche, pero no producen leche.
En aquellas condiciones de desarrollo económico
raquíticas y miserables de nuestra sociedad, si incluso un estudiante de
veterinaria tenía vocación, le gustaba la profesión, se veía obligado muchas
veces, en medio de una agricultura extensiva, de una economía con mercados
internos limitadísimos, se veía en la necesidad de trabajar en una clínica de
perros.
Pero, además, nuestros ingenieros, aunque no fueran
hijos de latifundistas, aunque no aspiraran a inspector del Ministerio de
Agricultura, ¿cómo íbamos a suponerlos con la vocación, la dedicación, el
entusiasmo, por abandonar el pavimento, las bellas avenidas capitalinas y
trasladarse a los lugares apartados, incomunicados muchas veces, donde se
necesitaba de su experiencia? ¿Había que
suponer en nuestros ingenieros, en nuestros veterinarios, verdadera vocación
agrícola? No. Más fácilmente buscaban y encontraban un
empleo en las oficinas nacionales del INRA, o en el ministerio tal, o más cual,
o más cual, o incluso en la Empresa Eléctrica, en la Empresa de Teléfonos, y en
cualquier parte, aunque no tuviese nada que ver con la agricultura, con tal de
estar en el pavimento, con tal de estar cerca de las avenidas bellas de nuestra
capital.
Y si así no fuera, ¿cómo explicarse que en nuestra
flamante estación experimental de Santiago de las Vegas trabajasen 42 graduados
de ingeniería agronómica, mientras 14 agrupaciones básicas de producción
agrícola de la provincia de Oriente no contasen con un solo ingeniero
agrónomo? (APLAUSOS.)
No está ni puede estar en nuestro ánimo herir a nadie,
lastimar a nadie, ofender a nadie. Pero
hay verdades que en un día como hoy, en circunstancias como estas, ante un
contingente de técnicos que marchan hacia la producción, que salen de las
aulas, hay que decirlas aunque resulten dolorosas, aunque resulten duras,
aunque resulten para algunas personas amargas.
Y es que en las condiciones del pasado no podía tener vida, no podía
tener incentivo de ninguna índole la vocación agrícola, la técnica
agrícola.
Pero, les decía, que ni en 1970, ni en 1980, ni en
1990, ni en el 2000, ni jamás —¡jamás!—, nuestro pueblo volverá a conocer esa
amarguísima experiencia que los revolucionarios de ahora hemos tenido que
conocer.
Por eso, en estos dos últimos años, a pesar de nuestra
escasez de ingenieros agrónomos, los pocos que se graduaban, o los mandábamos a
estudiar al extranjero, o los enviábamos a estos institutos tecnológicos como
profesores; porque, al fin y al cabo, no íbamos a resolver nuestro problema con
unos pocos ingenieros. Preferimos, por
eso, emplearlos como profesores para formar la masa de técnicos que de verdad
irán a resolver el problema, para impulsar este movimiento, este movimiento que
no concluirá nunca, o concluirá solo —no olvidarse de esto— cuando la técnica
sea un instrumento de toda la sociedad.
Algunas ideas expuestas aquí quedarían
incompletas. Cuando hablábamos de una
sociedad donde todos trabajasen, nos referíamos a una sociedad en la que todos
los hombres y mujeres aptos y aptas para el trabajo, trabajasen, donde todos
los jóvenes trabajasen; donde no trabajasen los ancianos o los inhabilitados
por cualquier razón de salud o física para el trabajo, o los niños, que no
pueden participar en la producción.
Nosotros aspiramos a llegar al punto en que toda la población
activa del país participe en la producción, y en que toda la población pasiva
—es decir, niños, ancianos, enfermos, inhabilitados para el trabajo— reciba de
la sociedad todo lo que necesita. Puede
lograrse bajo nuestra concepción de la sociedad, en que se trabaja para
satisfacer las necesidades del hombre, lograr la aspiración de crear empleo
para toda la población activa, y a su vez eso será requisito indispensable para
crear la abundancia de bienes materiales.
Podemos crear las condiciones para que toda esa población activa trabaje
con el máximo de productividad, mediante el empleo de las máquinas y de la
técnica.
Hay quienes quisieran trabajar menos. Ello, desde luego, tiene dos raíces: una, la vieja concepción del trabajo como una
desgracia, como un sacrificio, como una pena, como un castigo... Recuerdo que en las escuelas donde nosotros
estudiábamos nos hablaban del paraíso terrenal y nos decían que el hombre,
representado en Adán, por culpa de la mujer, representada en Eva —y ahí tenemos
la primera explicación de esos conceptos discriminatorios hacia la mujer en que
se educaba en la vieja sociedad a nuestro pueblo—, había sido condenado a
ganarse el pan con el sudor de su frente por comerse la manzana prohibida.
Pero la idea era de que el hombre tenía que trabajar
como un castigo, y que lo ideal era aquel paraíso donde el hombre no tenía que
hacer nada y todo lo tenía.
Entre los cientos de prejuicios, de ideas falsas,
anacrónicas, erróneas, absurdas, estúpidas, con que se educaba al pueblo, esa
era una de ellas. Y sin embargo, bien
analizada: ¿Qué hombre podría sentirse
feliz en semejante paraíso? ¿Qué ser
humano podría sentirse feliz en semejante estatismo, inacción, donde todo lo
que quisiera lo tenía sin ningún esfuerzo?
¿Es que acaso fue nunca más feliz el hijo malcriado y consentido de un
millonario que el hombre que ha tenido que esforzarse por obtener algo? ¿Es que sabe lo mismo el pan que se obtiene
con esfuerzo que el pan que se obtiene sin esfuerzo alguno? ¿Es que podría concebirse una vida más
triste, más aburrida y más miserable que la de ese paraíso?
¿Por qué pensar que el trabajo era una desgracia? La desgracia habría sido que el hombre no
hubiera conocido nunca el trabajo, porque fue el trabajo —y esto fue lo que nunca
nos enseñaron, lo que nunca nos enseñaban—, fue el trabajo lo que hizo al
hombre, fue el trabajo lo que desarrolló al hombre, fue el trabajo lo que hizo
al hombre hombre.
Pero desde niños...
Y era lógico en aquella sociedad clasista en que el ideal era el ideal
burgués de no trabajar, de vivir del trabajo de los demás. Porque, lógicamente, un niño, si hubiera
podido razonar, habría preguntado:
“Oiga, señor, ¿y por qué Dios no castigó a ese burgués barrigón que no
trabaja nunca?” (APLAUSOS.) ¿Cómo se
explica que por culpa de Eva a unos hombres los castigaran a trabajar y a otros
los castigaran a vivir del trabajo de los demás?
En esas ideas anacrónicas, absurdas, se educaba un
pueblo.
¿Qué tiene de extraño que muchos todavía vean el
trabajo con esa concepción: como un
castigo o como una pena?
Pero, además, otra raíz es la ignorancia. El hombre no puede reducir arbitrariamente el
número de horas de trabajo si no es a costa de renunciar al número de bienes
que necesita como esenciales para la vida.
Ninguna sociedad puede arbitrariamente disminuir el número de horas de
trabajo independientemente de la productividad del trabajo. El trabajo solo puede ser disminuido en
intensidad o en extensión como un resultado del desarrollo de la técnica, como
un resultado del desarrollo de la productividad.
Hay gentes que quisieran ya tener todas las bodegas
repletas, que quisieran no tener libretas, que quisieran encontrar todo lo que
desean. Pero a la vez quisieran trabajar
cuatro horas en vez de ocho, y dos en vez de cuatro, y una en vez de dos, y
ninguna en vez de una. ¿Y cómo se
explica? ¿Cómo puede nadie aspirar a
liberarse del trabajo? ¿Y por qué
liberarse del trabajo, para qué liberarse del trabajo?
El trabajo puede resultar odioso en las condiciones de
la explotación capitalista, en que el hombre de trabajo no era el hombre más
estimado, no era el hombre que recibía el mayor número de bienes. Y esa es otra de las raíces de aquellos que
sueñan arbitrariamente en liberarse del trabajo como algo posible o como algo
justo.
Lógicamente, esta generación tiene que trabajar mucho
y tendrá que trabajar más que lo que tendrá que trabajar la generación
siguiente; porque esta generación tiene que crear en medio de la escasez, tiene
que desarrollar la economía de la cual depende toda la sociedad, partiendo de
lo poco que tenemos hoy. Esta sociedad
tiene que hacer un esfuerzo mayor; pero ese no será un esfuerzo humillante, no
será un esfuerzo amargo, no será ni siquiera un esfuerzo que pudiéramos
calificar de sacrificio.
Sacrificio era el de los que trabajaban ayer, el de
los que trabajaban para enriquecer a otros, el de los que trabajaban no para un
futuro mejor, sino tal vez para un futuro peor; el de los que tenían que
trabajar cuando el trabajo ni era dignificado, ni tenía incentivos de ninguna
índole.
Y el que esté haciendo algo y aborrezca lo que está
haciendo, es señal de que no tiene vocación para lo que está haciendo. Y es deber de la sociedad buscar las
vocaciones, ¡buscar las vocaciones!
Entre las bellas palabras o conceptos que expresó aquí
quien habló en nombre de ustedes, decía que eran unos pocos los que tenían
vocación al principio, y que hoy todos están entusiasmados con su trabajo. Eso quiere decir que estos años han servido
para desarrollar en ustedes una vocación, para descubrirla.
Es importante que el aporte que cada hombre dé en la
sociedad sea un aporte que esté de acuerdo con las aptitudes, con las
inclinaciones, con eso que se llama vocación.
Naturalmente que no será posible dejar esto al
desarrollo espontáneo de las vocaciones; será necesario orientar, dirigir el
esfuerzo, desarrollar vocaciones en unos casos, despertar vocaciones en otros
casos. Y eso es lo que ha ocurrido con
ustedes. Pero quien siente vocación por
algo no encontrará nunca desagradables las horas, por largas que sean, que le
dedique a ese algo que le gusta, que le agrada, que tiene para él un
sentido.
Cuando a alguien le desagrada lo que hace, es señal de
que no tiene vocación. Y, naturalmente,
infinidad de gente ve el trabajo como un medio simplemente de ganarse la vida,
como una necesidad. Y será necesario que
vayamos creando condiciones, de manera que cada ser humano vea en el trabajo el
desarrollo pleno de su aptitud, de su inteligencia, de su vocación, de su
personalidad. Y, sin duda de ninguna
clase, en la medida en que vayamos logrando esto iremos cambiando cada vez más
y más el concepto del trabajo.
Y llegará el día en que si el número de horas de
trabajo se reduce, ello sea como consecuencia de una necesidad más que de una
aspiración, ¡de una necesidad! Porque en
la medida en que el hombre con la técnica y con las máquinas incremente la
productividad, ¡incremente la productividad!, se verá en la necesidad de
disminuir el número de horas que dedique a producir bienes materiales. Y esto debieran escucharlo, comprenderlo,
aquellos que se dicen más amantes de la cultura, aquellos que se dicen más
amantes de las actividades espirituales, intelectuales. Y es que el desarrollo pleno de todas las
potencialidades culturales de un pueblo solo se podrá ir logrando en la misma
medida en que la producción de los bienes materiales esenciales que el hombre
necesite sea cada vez una tarea más fácil y sea cada vez más una tarea que
exija el menor número de horas a toda la sociedad.
Porque hay algunos cultos, “supercultos, extracto puro
de cultos”, que sienten un cierto desprecio por el trabajo material, que
sienten un cierto desprecio por los que producen los bienes materiales que el
hombre necesita. Y naturalmente que
queremos una sociedad en que las actividades culturales se multipliquen, en que
las actividades culturales, al igual que las actividades técnicas, dejen de ser
secretos, instrumentos de una minoría, para convertirse en conocimiento, actividad
y conocimiento de toda la sociedad humana.
Con la cultura debemos aspirar, lo mismo que en la
técnica, a la meta de que toda la sociedad sea culta, de que toda la sociedad
sea creadora en el orden cultural; sea capaz de comprender, valorar y disfrutar
todas las manifestaciones de la cultura.
Cuando ponemos énfasis en aquellas actividades que se
refieren a la producción de los bienes materiales del hombre, no despreciamos
ni subestimamos, ni mucho menos, las manifestaciones espirituales del hombre,
simplemente cumplimos el deber de recordar que deber de todos es hoy impulsar
el desarrollo económico y material de la sociedad para poder ir, en la misma
medida, impulsando el desarrollo espiritual, el desarrollo cultural, el
desarrollo integral de cada ciudadano dentro de la sociedad.
Es bueno, es necesario, es indispensable que ustedes
tengan presente siempre estas ideas, tengan presente estas cuestiones
esenciales. Porque nosotros con ustedes
no aspiramos a llevar solo técnicos a nuestra agricultura, a nuestra
producción. Aspiramos a algo más
importante: a llevar verdaderos
revolucionarios, a llevar almas con vocación a nuestros campos; a llevar una
nueva conciencia a las actividades productivas, una nueva concepción del
trabajo, técnicas nuevas, concepciones nuevas.
Aspiramos de ustedes no solamente que sean buenos técnicos, sino que
sean tan buenos revolucionarios como técnicos (APLAUSOS).
Y si las palabras pronunciadas hoy aquí por el que
habló en nombre de ustedes se copian y las llevan siempre en el bolsillo y las
leen, sin duda que en ellas tendrán la expresión, cabalmente y bellamente
recogida, de lo que nosotros aspiramos de ustedes.
Nos hemos esforzado por crear las condiciones mejores
para formar un técnico superior en calidad técnica y en calidad moral, en
conocimientos y en conciencia. Nosotros
sabemos que en un grado considerablemente satisfactorio hemos logrado eso. Y eso nosotros lo podíamos ver cuando llegábamos
aquí hoy.
Y puesto que estamos hablando con sinceridad y puesto
que estamos hablando con franqueza, sin querer herir a nadie ni ofender a
nadie, ni individuos ni grupos: cuando
nosotros contemplábamos esta masa teníamos conciencia de que estábamos ante una
masa superior de estudiantes, que no eran estudiantes como los demás. ¡Bien quisiéramos nosotros ver el día en que
los estudiantes de esta universidad fuesen todos como ustedes! (APLAUSOS.)
Bien quisiéramos que un día la masa universitaria fuese tan homogénea,
tan disciplinada, tan consciente, tan revolucionaria, tan íntegra, como ustedes
(APLAUSOS).
No somos enemigos de nuestros estudiantes
universitarios ni mucho menos; son nuestros amigos. Con ellos compartimos y departimos muchas
veces; con ellos conversamos muchas veces, con la mayor franqueza, con la mayor
familiaridad. Y no es que nuestros
estudiantes universitarios sean malos, no es que sean contrarrevolucionarios,
ni siquiera que sean tibios con la Revolución.
No. Digo simplemente que están
muy lejos todavía de constituir una masa de la calidad de ésta; están lejos
todavía de que podamos poner en ellos las esperanzas que podemos poner en una
masa como esta (APLAUSOS). Y que no
debemos descansar hasta el día en que en este alto sitial de la cultura y de la
intelectualidad técnica de nuestro país tenga el nivel y el espíritu que tienen
ustedes hoy; y ojalá que para entonces los que como ustedes, alumnos de los
tecnológicos, se reúnan en actos como este, tengan una conciencia todavía
superior a la que tienen hoy (APLAUSOS).
¿Y por qué no esperarlo? ¿Por qué no esperarlo si la Revolución
avanza, si de nuestras escuelas de maestros salen contingentes de maestros
nuevos, si nuevos educadores se forman y nuevas escuelas se organizan con una
concepción superior de la educación, con una concepción más revolucionaria? ¿Por qué no pensar que los que hoy están en
primero, en segundo y en tercer grados, que los que hoy van a nuestras escuelas
primarias mañana alcancen niveles tan altos y niveles aún más altos todavía?
Nosotros no podemos conformarnos con lo que hemos
logrado; con la misma honradez con que proclamamos nuestra satisfacción por lo
que hemos logrado debemos proclamar nuestra aspiración de lograr aún más. Crecerá en magnitud este esfuerzo, pero
crecerá también en profundidad, crecerá también en intensidad, crecerá también
en calidad.
Y lo que hemos logrado con este movimiento educacional
no resulta nada extraordinario si se tiene en cuenta la procedencia, la
composición social, el porcentaje extraordinariamente alto de obreros y
campesinos que tenemos aquí entre ustedes (APLAUSOS), si se tiene en cuenta la
composición de esta masa; pero no tiene nada de extraordinario, si se tiene en
cuenta la concepción de estas escuelas, algo que no se ha dicho aquí cuando se
explicaba cómo un estudiante que era analfabeto en 1961 es hoy técnico graduado
con nivel preuniversitario (APLAUSOS). Y
no se ha dicho que en estas escuelas no hay vacaciones, que en estas escuelas
no se sigue el viejo concepto del estudiante holgazaneando la mitad del tiempo,
es decir, casi holgazaneando u holgazaneando una buena parte de una parte del
año y holgazaneando ciento por ciento otra parte del año que se llamaba
vacaciones; y que los estudiantes de este programa se han sometido a una
disciplina dura de estudios, sin vacaciones, con amplia participación en
trabajos productivos, que han sembrado mucha pangola
y que han cortado mucha caña (APLAUSOS); que los estudiantes de este plan saben
de verdad lo que es el trabajo físico, saben de verdad lo que es el trabajo
productivo; que los estudiantes de este plan cuando han ido a cortar caña a la
provincia de Camagüey han sido considerados entre los mejores cortadores de
caña voluntarios (APLAUSOS).
Hay que añadir que los técnicos que graduamos hoy y
los que iremos graduando serán técnicos que habrán contribuido al esfuerzo que
hoy realiza la nación, con varias zafras de por medio; veteranos cortadores de
caña, o sembradores de hierba, o constructores de edificios, según el caso, que
se han forjado en ese espíritu. Una
juventud que no ha tenido vacaciones, que ha tenido meses de trabajos físicos
duros, que ha recibido instrucción militar, que constituye unidades de combate
para la defensa de nuestra Revolución, que ha conocido la disciplina del
trabajo, la disciplina del entrenamiento militar, la disciplina del
estudio.
¿Qué de extraño tiene que aquí no aparezca un solo
pepillito? ¿Qué de extraño tiene el
carácter de estos técnicos? ¿Qué de
extraño tiene que no resulten influidos por muchas de estas tonterías que
despistan, desorientan y confunden a los que no conocen ni la disciplina del
estudio, ni la disciplina del trabajo, ni la disciplina de las armas? ¿Qué de extraño tiene? En nuestras instituciones tecnológicas de
este tipo, la pepillería no florece ni puede florecer.
¿Y significa acaso que estamos formando una generación
de jóvenes serios, tristes? ¡No! Porque no está reñida la seriedad, el
estudio, la disciplina, el trabajo, con la alegría, con la alegría sana, con la
alegría verdadera. Hay quienes pretenden
justificar sus chiquilladas, sus malacrianzas y sus desviaciones como cosas
propias de la juventud. Sí, tienen
razón: cosas propias de una juventud que
no conoció el trabajo, que no conoció la disciplina, que no conoció el estudio
y, sobre todo, de una juventud que no tenga la menor idea de los sacrificios
que un pueblo tiene que hacer (APLAUSOS), de una juventud que no tenga la menor
idea de lo que cuesta producir el pan.
Porque esos que pretenden mirar por arriba de los
hombros al trabajador, esos que desprecian el trabajo, se olvidan, al parecer,
de que para vivir, para hacer galas incluso de ese desprecio, para hacer
ostentación de sus desviaciones, tienen que comer pan y leche y carne y tienen
que vivir bajo techo; y que la leche que se toman por la mañana en su casa la produce
un hombre que se levanta a las 2:00 de la mañana llueva, truene o relampaguee
(APLAUSOS), haya frío o calor; la transporta un hombre que se levanta también
de madrugada, en botellas que producen obreros, que limpian obreros. Y no sería posible vivir ni concebir la vida
sin esos bienes elementales. Y hay
quienes viven olvidados de eso, olvidados de que el pan que consumen lo produce
alguien, alguien se lo da.
Y, naturalmente, en la misma medida en que vayamos
creando lo que pueda llamarse una conciencia verdaderamente proletaria,
verdaderamente revolucionaria, irán teniendo cada vez menos cabida, menos
ambiente, aquellos que desprecian el trabajo y que desprecian a los que
trabajan y que olvidan que los bienes de que viven lo produce el trabajo.
La Revolución ha avanzado mucho y también la
conciencia. Problemas que no habrían
podido ni plantearse años atrás se pueden plantear hoy en la seguridad de que
se comprenden, porque los comprenden las masas y los comprenden, sobre todo,
los trabajadores. ¡Y eso es lo que se
llama conciencia!
Hablábamos anteriormente de estudiantes
universitarios, les decía sus características:
las buenas, las positivas y las negativas. Algunas de las características negativas de
los estudiantes universitarios es que la mayor parte de ellos vive nada más que
pensando en el título, en la graduación; creen, incluso, que con eso cumplen
sus obligaciones. Y están en un grado
considerable desconectados de las realidades del país.
Y nosotros hemos podido comprobar que un porcentaje
alto ignora la mayor parte de las cosas fundamentales que están teniendo lugar
en nuestra patria. Porque este
pavimento, esta colina, en el pleno corazón de la capital de nuestro país, que
es la capital desarrollada de un país subdesarrollado, con todas sus cosas
agradables, con todos sus privilegios...
Y muchos estudiantes universitarios viven desconectados.
¡Ah!, ¿pero tienen ellos la culpa? No, nosotros tenemos la culpa. No hemos creado los mecanismos adecuados para
vertebrar las universidades con el pueblo y con las realidades.
Y recién ahora comienza a vertirse,
o a verterse... Me haría falta un asesor
lingüístico aquí para que me aclarara si es verterse o vertirse,
pero creo que es verterse. Bueno, vamos
a consultarlo después en una gramática.
Empieza a vaciarse (RISAS y APLAUSOS)
en el pueblo, en las realidades del país, porque ha vivido muy
desconectada. Hay, incluso, en esta
universidad estudiantes que han recibido extraordinarios beneficios, todas las
facilidades para estudiar: becas,
préstamos, becas económicas, ayuda para la familia, ayuda para los hijos, ayuda
para todo el mundo, que no tienen ni la más remota idea de los trabajos que
pasaba un estudiante en este país; un estudiante, por ejemplo, de medicina,
para citar una facultad de esta universidad; las miserias —como me decía el
compañero Rector—, que muchos estudiantes tenían que meterse a “dealer” en los casinos, estudiantes de medicina repartiendo
dados y barajas para obtener algún ingreso con que comprar libros, pagar una
matrícula o ir un día al cine.
Estudiantes de medicina convertidos en “dealers”
—esa es una palabrita que naturalmente muchos ya no oyen mentar hace mucho
tiempo, pero que es la gente que en la ruleta se dedica... bueno, un “dealer”
es una especie de burócrata del juego—, y tenían que dedicarse a estas cosas
los estudiantes de medicina.
¿Oportunidad de estudiar prácticamente en un hospital? ¡Jamás!
¿Trabajo asegurado bien remunerado?
¡Jamás! ¿Libros gratuitos? Jamás de los “jamases”.
Y, sin embargo, hay en esta universidad algunos que se
creen que cuando reciben una beca y reciben una ayuda de la sociedad ellos son
los que le están haciendo un favor a la sociedad. En vez de considerar la fortuna, el privilegio
que han tenido, las facilidades que han tenido, las oportunidades que han
tenido, hay algunos que piensan como si fueran ellos los que le hacen a la
sociedad un favor. Evidentemente, han
oído decir que se necesitan técnicos, que los técnicos burgueses se van, y que,
por lo tanto, ellos son unos personajes.
Y qué equivocados están. Se
olvidan de la masa, de la enorme masa que viene detrás, se olvidan de este
gigantesco movimiento en todos los órdenes.
Se olvidan de esta idea, de este propósito, de que algún día todos serán
técnicos, de que algún día la técnica será un instrumento de toda la
sociedad.
Y aunque realmente nos interesan los técnicos —sí,
mucho—, hay algo que hay que decir aquí, y es que nos interesa todavía mucho
más que tener técnicos, tener técnicos con los que pueda contar el pueblo, con
los que pueda contar la Revolución, con los que pueda contar la patria
(APLAUSOS).
Y las universidades no tienen por misión fundamental
formar técnicos, sino la de formar técnicos revolucionarios, porque los
estudios universitarios cuestan. Algunos
se quejan de que tienen que pagar caro algo —a lo mejor un filete mignon en el “1830”—, porque se olvidan de que precisamente
para hacer todo esto, para crear el futuro, para preparar a nuestro pueblo, hay
que gastar, hay que invertir grandes sumas.
Y la Revolución no ha escatimado en eso un centavo, no ha escatimado un
centavo para ayudar a obreros con dos y tres hijos que están estudiando en
estos planes, en sostener a su mujer y a sus hijos para que ellos puedan volver
a los campos convertidos en técnicos, para hacer esto en beneficio de toda la
sociedad. Porque quienes tienen una
concepción errónea, privilegiada de la sociedad, y los que tienen una
concepción privilegiada de sí mismos, se olvidan de cuánto cuesta, se olvidan
de todo lo que hay que hacer para permitir que los que jamás tuvieron
oportunidad casi ni de aprender a leer y escribir, se hagan técnicos y se hagan
ingenieros.
Pero no reacciona lo mismo, por eso, un obrero que
estaba en segundo grado o que era analfabeto en 1961 y en 1966 se matricula en
la universidad, que aquel que un poco desde demasiado temprano se acostumbró a
tenerlo todo.
Y puesto que hemos hablado de esto es preciso que
digamos que la Revolución, en la misma medida en que da y brinda cada vez más
facilidades a los jóvenes, debe exigir más de los jóvenes; ¡en la misma medida
en que crea mejores condiciones! Si no
queremos tener en el mañana neoburguesitos ignorantes
de todo, sin conciencia, será necesario que estos métodos aplicados en estos
planes y en otros planes, como en los planes de formación de maestros, los
apliquemos a la formación de todos los estudiantes; que llevemos adelante,
firmemente, el punto de vista de que es obligación de todo joven estudiar,
estudiar no solo hasta el sexto grado sino hasta la enseñanza secundaria; que
nadie tiene derecho a ser analfabeto, que nadie tiene derecho a ser un incapaz,
que nadie tiene derecho a ser un ignorante; y apliquemos cada vez más, en todo
el sistema educacional del país, los métodos que hemos aplicado en esté plan y
en otros planes similares.
A veces, en nombre de un falso pedagogismo,
en nombre de ciertos perfeccionismos, hay mentes alérgicas al trabajo de los
estudiantes alegando que reduce sus niveles.
A estos superpedagogistas —que de pedagogía
conocen bien poco, porque ignoran aquellas cosas esenciales que forman al
ciudadano— habría que recordarles que lo que nos interesa no es solo formar
técnicos, sino técnicos integrales, ciudadanos mejores. Y que si tenemos urgencia de técnicos,
¡siempre será más urgente formar hombres verdaderos, formar patriotas, formar
revolucionarios!
Y si en la universidad, o donde sea, hay que estudiar
un año más, que se estudie un año más para sacar el título (APLAUSOS). Pero que no formemos una juventud desconectada
de las realidades, desconectada del trabajo; que no formemos neoburgueses en medio de una revolución, gentes que no
tengan la menor idea del esfuerzo del pueblo, del trabajo del pueblo, gentes
que no tengan la menor idea de lo que costó la liberación del pueblo, de lo que
costó el derecho de este pueblo a construir su futuro, de lo que costó el
derecho de este pueblo a liberar el trabajo de la explotación, a liberar al
hombre de la esclavitud. Y esta
Revolución tendrá que preocuparse por eso.
Será deber de nuestras universidades, de los dirigentes de nuestras
universidades y de nuestros centros educacionales, la adopción de los métodos
que conllevan el propósito de formar hombres conectados con el pueblo, hombres
conscientes, de formar técnicos con conciencia.
Técnicos sin conciencia no nos interesan. ¿Y para qué le interesa a este pueblo un
técnico sin conciencia? A esos les hemos
dado libertad para que se marchen; esos no pueden ser útiles ni aquí ni en
ninguna parte. Aquí son una carga, allá
también.
¿Formar técnicos ahora que cuando les ofrezcan un sueldecito mejor en el extranjero arranquen para allá? ¡No!
¿Técnicos con mentalidad economista?
¡No! ¡Que se marchen los que
forjaron esa mente en otra etapa, en otro proceso! Pero que la Revolución no forme jamás esa
clase de técnicos.
Y nosotros sabemos que los que aquí se están formando,
y que inspiran una gran confianza en la Revolución, deben servir de ejemplo con
los éxitos de este plan; el tipo de ciudadano y de técnico que se forma debe
servir de ejemplo e inspiración en los demás planes de formación de
técnicos.
Me he extendido en el análisis de estas
cuestiones. Tal vez me habría gustado
más hablar de agricultura, hablar de técnicas agrícolas, pero me ha parecido
que en una noche como la de hoy estas ideas eran más importantes todavía.
Hablábamos de que un día la técnica sería instrumento
de toda la sociedad. ¿Y qué quiere decir
eso? Quiere decir que un día llegará a
ser posible el apotegma marxista, o la aspiración marxista, comunista, de que
el trabajo manual y el trabajo intelectual se combinen, y que llegue un día en
que todo ciudadano desarrolle una actividad intelectual y a la vez desarrolle
una actividad manual.
Oíamos decir antes:
combinar el trabajo productivo y el estudio. Eso lo hemos logrado plenamente en este plan,
lo hemos logrado con las alumnas del Instituto Pedagógico “Makarenko”, muchas
de las cuales han sido maestras de ustedes.
Pero en el futuro la idea mucho más ambiciosa de que desaparezca esa
diferencia entre trabajador manual y trabajador intelectual llegará a ser una
realidad. Y, ¿cómo? ¿Cómo?
A muchos les parece eso imposible:
¿Cómo? De la única forma, de esta
forma que hemos estado planteando:
cuando la técnica sea un conocimiento de toda la sociedad. Pero ustedes constituyen un ejemplo práctico
de esta idea.
Se habla de que serán 40 000 en el año 1974. ¿Qué significa esto?, 40 000 es una masa
impresionante de técnicos. Cuando los
técnicos constituían una exigua minoría, cuando los técnicos se cuentan con los
dedos de la mano, y cuando la inmensa mayoría de la sociedad es ignorante y
carece de conocimientos técnicos, entonces una minoría de la sociedad tiene que
dedicarse al trabajo puramente intelectual y una inmensa mayoría solo puede dedicarse
al trabajo físico, al trabajo manual.
Pero, ¿puede acaso concebirse que ustedes sean futuros
trabajadores intelectuales en la producción y simplemente trabajadores
intelectuales, que ustedes van a constituir una elite intelectual? ¿Podrá concebirse que en el año 1974 tengamos
40 000 trabajadores intelectuales en nuestra agricultura sin ningún tipo de
actividad manual? Lógicamente que siendo
ustedes ahora los primeros 400, hay necesidades de sobra como para ponerlos a
trabajar a ustedes 24 horas del día en trabajos puramente intelectuales. Pero nosotros no deseamos para ustedes esa
triste suerte, ni mucho menos deseamos para nuestro pueblo esa miserable
suerte. Sabemos tener paciencia.
Y desde el principio, con los que vayan directamente a
la producción, nos preocuparemos de que no sean allí simples trabajadores
intelectuales. Mucho menos cuando sean
10 000, mucho menos cuando sean 40 000.
Imagínense cuántos serán en el año 1980 y cuántos
serán en 1990. Posiblemente —dándole
rienda suelta a la imaginación— para una fecha como el año 1990 tal vez sean
medio millón de técnicos con los conocimientos de ustedes. ¿Conciben medio millón dedicados a trabajos
puramente intelectuales en la agricultura?
¿Y cuando sean un millón?
¿Comprenden ustedes simplemente este sencillo ejemplo dialéctico de cómo
la cantidad se convierte en calidad, y cómo el día en que sean un millón la
técnica deja de ser secreto de un grupito y todos los trabajadores tendrán
entonces que realizar actividades productivas a la vez que actividades
intelectuales? ¿Lo comprenden? ¿Tienen dudas de que tal vez dentro de 30 ó
40 años tengamos un millón de técnicos del nivel de ustedes?
Y, por eso, nosotros no queremos que ustedes lleguen a
ser intelectuales de la producción, y hemos tomado las medidas.
Este curso que se gradúa es cierto que está compuesto
por el primer contingente con el cual se organizó el primer instituto
tecnológico de este tipo.
Simultáneamente se organizaron los institutos de la caña de azúcar;
cuatro en el país. Y el instituto del
tabaco, de técnicos para la producción tabacalera. Estos institutos se encaminaban
fundamentalmente a preparar técnicos con conocimientos básicos en la
agricultura y, a la vez, especializarlos en los problemas de la ganadería.
En estos años fueron surgiendo más y más
necesidades. Repentinamente surgieron
necesidades de determinados técnicos, surgieron necesidades de laboratoristas
para los centros y los laboratorios que auxilian a la inseminación artificial,
surgieron necesidades de alumnos en determinadas instituciones científicas,
surgieron necesidades de técnicos en arroz, de técnicos en frutales, de
técnicos en vegetales. Y, naturalmente,
no habíamos creado todavía instituciones de esas especialidades.
Fue necesario de este primer instituto tecnológico
hacer llamados para distintos estudios.
Eso explica el porqué de esta lista donde aparecen una serie de
especialidades, donde —incluso— hay varios, hay 60 que decidimos especializarlos
en caña no obstante tener cuatro institutos tecnológicos de caña; porque se
presentó la urgente necesidad de crear 10 estaciones de extensión agrícola
cañera, no había suficientes alumnos con nivel, y decidimos solicitar un número
de alumnos de este instituto, de manera que 60 escogieron la especialidad en
caña. Otros, como ya se dijo, para
arroz, para cítricos, para café, para distintas cosas.
El compañero Lionel hablaba
de los nuevos institutos tecnológicos que se crearán: uno de nivel preuniversitario, como este,
para café en Oriente; para cítricos en Isla de Pinos; para forestal en Pinar
del Río. Pero, a la vez, por el
Ministerio de Educación se creará en los Pinares de Mayarí un instituto
tecnológico para la producción de vegetales.
Y se proyecta crear algunos centros más de especialización para otros
cultivos. De manera que en el futuro no
habrá que pedir a ningún alumno de una de estas instituciones que tome una
especialización que no estaba inicialmente prevista; porque tendremos
instituciones para la formación de técnicos para cada una de las especialidades
agrícolas.
A la vez, se sigue este concepto: dar a los estudiantes de nivel medio una
preparación básica y una especialización, para resolver de inmediato las
necesidades que tenemos. Pero, a la vez,
en la universidad es a la inversa: los
primeros tres años serán de estudios básicos muy fuertes —de física, de
química, de biología—, y de especialización en los últimos años. Porque las necesidades inmediatas las vamos a
resolver con técnicos de nivel medio; pero, a la vez, todos los alumnos que se
gradúen de este nivel se matricularán en la universidad, irán a la producción y
seguirán estudios dirigidos. Se están
confeccionando los planes y los programas.
Nuestra aspiración es llevar al nivel superior a cada
uno de los técnicos que se gradúen en estos institutos, de manera que puedan
llegar a adquirir el título universitario en cinco años, o en seis, o en
siete.
Proyectamos, a la vez, enviar uno de cada diez —y más
adelante, cuando aumente la masa de graduados, uno de cada veinte— a estudiar
todo el tiempo en la universidad; de cada veinte en el futuro más lejano, y en
un futuro más próximo, uno de cada diez.
Este será posiblemente el único curso de donde no hagamos esa selección.
Irán a la universidad; se construirá una nueva escuela
de agronomía lejos de Ayestarán y Reina con todas las
condiciones. Naturalmente, como allí
irán a realizar estudios, es decir, directamente a realizar estudios, no a la
producción, uno de cada diez, esos alumnos que estarán becados tendrán,
naturalmente, que estudiar rigurosamente.
Cambiaremos el concepto de los puntos y de los
exámenes. Se acabará aquello de un
aprobado 60 puntos, un aprovechado 70; porque no aprobará nadie que tenga menos
de 85 puntos por lo menos (APLAUSOS).
Porque si a la universidad va una selección, ¿qué cuento es ese de andar
midiendo un aprobadito? Se supone que un
estudiante esté estudiando de verdad por vocación, que lo hace a gusto, que
tiene todas las facilidades; porque esa escuela agropecuaria tendrá todas las
facilidades de laboratorio, toda la base material de estudio.
Claro que iremos especializando: La Facultad Agropecuaria de Las Villas, en
determinadas ramas; la Agropecuaria de La Habana, en otras ramas; la
Agropecuaria de Oriente, en otras. Y parejamente,
a través de este plan de la enseñanza tecnológica y del Ministerio de
Educación, iremos formando —hablo para la agricultura, esto es independiente de
todos los demás estudios tecnológicos, que tienen gran dimensión—, para la
agricultura, se irán desarrollando
nuevas instituciones y se irán llevando adelante bajo esta concepción: una selección rigurosa para la universidad;
los demás, a la producción, donde continuarán sus estudios dirigidos desde las
universidades.
Esto quiere decir que para el año 1970 la Facultad
Agropecuaria de La Habana tendrá miles de estudiantes bajo este plan de
enseñanza dirigida.
Y debemos ir desarrollando nuestra universidad en ese
doble concepto: los estudiantes que
están en la producción, y los estudiantes que están en la universidad
asistiendo a clases. Muchos vicios que
van quedando de atrás desaparecerán. Ese
tipo de estudiante que tiene un trabajo y tiene que venir todos los días a la
universidad, no hace bien el trabajo ni hace bien sus estudios en la universidad,
tendrá que desaparecer, para ser un estudiante que está en la producción, tiene
sus programas, con un ciclo adecuado de estudios; no se le exigirá tan
rigurosamente como a los que están becados asistiendo a clases todos los días. Se exigirá en la materia, porque calidad no
sacrificaremos nunca; defenderemos por encima de todo la calidad.
Daremos todas las facilidades necesarias a los que
están en la producción. Nosotros sabemos
que ustedes en la producción van a hacer una combinación perfecta del trabajo y
del estudio; y que la misma vida, el mismo centro, los mismos campos,
constituirán para ustedes la universidad, la verdadera universidad. Porque en la otra universidad irán
complementando los conocimientos teóricos que ustedes irán constantemente
aplicando y enriqueciendo con la práctica, es decir, con el trabajo
productivo.
Y les decía que para la agricultura, que es una de las
actividades, se crean nuevas y nuevas instituciones, que tendremos decenas de
miles y después cientos de miles. Pero
que desde ahora, ustedes, los que ya van directamente a la producción
—naturalmente, los que están en laboratorio ya trabajando, están allí en el
trabajo del laboratorio— un grupo va para profesores —no quedó otro recurso que
disponer de una cantidad de graduados como profesores—, otros les decía están
en distintas actividades, varias decenas irán al extranjero a especializarse en
determinados conocimientos y 120 irán a trabajos directos de carácter
agropecuario. Son los 120 compañeros que
están en Artemisa (APLAUSOS).
Es tan grande nuestra preocupación por el éxito de
estos compañeros que van directamente a la producción que, por ser los
primeros, hemos tomado la decisión de no asignarlos ya directamente a una
actividad concreta todo el año. Hemos
tomado la decisión de que en el primer trimestre estudien todo el tiempo; ya el
primer año, en la primavera, vayan a una provincia, que será la provincia de
Camagüey, a realizar una actividad concreta varios meses y regresen. No será sino dentro de un año, y ya aprobado
el primer año de la carrera universitaria, que serán asignados concretamente a
determinadas unidades de producción.
Irán también a la provincia de Camagüey.
¿Por qué? Porque son los
primeros, porque queremos tenerlos en una sola provincia, porque es una
experiencia en que tenemos que ver todas las dificultades que se nos presenten,
cuyo éxito tenemos que garantizarlo.
Irán en enero de 1968, ya con el primer año aprobado, cada uno para un
pastoreo.
Se va a trazar la política de que ninguno de estos
graduados pueda ser promovido a ningún cargo superior: administrador de granja o algo por el estilo;
ni mucho menos sacarlo de la unidad de producción y convertirlo en un técnico
asesor. ¡No! Preferimos privarnos de todos esos
asesoramientos por defender un principio de que todo técnico deberá empezar por
la unidad productiva mínima.
Si queremos que en un futuro las cosas sean distintas,
si queremos que en un futuro, mediante una reselección adecuada, se escojan los
cuadros que dirijan las granjas y las agrupaciones, que dirijan la agricultura
de este país, será imprescindible que en el futuro nadie, en absoluto, dirija
una unidad de producción sin ser un técnico, y no solo sin ser un técnico, sin
tener vocación; que nadie sin verdadera vocación y capacidad —que solo se puede
obtener en la vida real del análisis y de la evaluación del trabajo de cada
cual— pueda dirigir una granja, y mucho menos que pueda dirigir una unidad
superior de producción quien no haya conocido todos los problemas de la unidad
más pequeña.
En el futuro, de esta generación de técnicos saldrán
los que dirijan la agricultura en este país.
No significará que le van a dar un puntapié a los hombres que realizan
ese trabajo, que los van a sustituir sin más ni más. No.
Porque hay muchos compañeros revolucionarios, cuadros, que en medio de
difíciles condiciones, sin grandes conocimientos técnicos ellos mismos, sin
ningún asesoramiento técnico han hecho esfuerzos impresionantes. ¿Cómo creen que nos las hemos arreglado estos
años? ¿Cómo creen que tendremos que
arreglárnoslas todavía durante muchos años si no es con esos cuadros que a
pulmón, sin grandes conocimientos, sin grandes técnicas han estado
enfrentándose a la tarea? Pero, claro,
eso es propio de estos tiempos. Esperamos
que muchos de esos compañeros puedan también estudiar, puedan irse superando,
esos que han aprendido en la realidad.
Pero es nuestro propósito para el futuro que nadie
pueda dirigir una unidad de producción superior si no ha estado primero en una
unidad inferior. ¿Cómo se puede dirigir
una granja ganadera si no se conocen todos los problemas que hay en un
pastoreo, si no se conocen todos los problemas que hay en un rebaño de ganado
en una unidad menor?
Y nosotros aspiramos que de aquí, de entre esta nueva
generación de técnicos, salgan los cuadros administrativos y los cuadros
políticos de nuestro país en los años futuros.
Si en esta etapa salieron de las filas de los combatientes
revolucionarios, de las filas guerrilleras, de las filas de las organizaciones
que se enfrentaron a la dictadura militar, de los que se enfrentaron al
imperialismo, en el futuro tendrán que salir de entre las nuevas generaciones
de técnicos los cuadros administrativos y los cuadros políticos mediante el
único procedimiento, que es mediante la evaluación de la capacidad, del trabajo
y de la vocación, de lo que cada cual sea capaz de demostrar.
Llegará el día también en que no sea difícil escoger
un cuadro, el día en que tengamos por decenas de miles los hombres con técnica,
los hombres con conocimiento, con sentido de responsabilidad, de
conciencia. También llegará el día en
que con los cuadros pasará como con los técnicos, que casi todo el mundo tendrá
condiciones para ser cuadro, tendrá condiciones para realizar tareas administrativas;
también llegará el día en que no será cosa de andar buscando un cuadro como una
aguja en un pajar.
Pero, la política que se seguirá: los que vayan a la producción —algunos van a ir a algunos institutos
de la Academia de Ciencias— seguirán realizando estudios; otros irán a
laboratorios y estarán trabajando allí.
Los que vayan a la agricultura directamente, los que vayan a la
agricultura tendrán que empezar por unidad inferior y estar, por lo menos, dos
años en un pastoreo —por lo menos.
Llegará el día en que haya prácticamente un ingeniero en cada
pastoreo. ¿Pero será un ingeniero
intelectual, un hombre que da órdenes?
¡No!, será un hombre que participe en la producción. Es por eso que estos 120 compañeros sabrán
manejar un tractor, conocerán el empleo de la maquinaria agrícola y no serán
simples trabajadores intelectuales en el pastoreo, sino que manejarán máquinas,
y con las máquinas participarán directamente en la producción. Es decir, que no esperaremos el año 1980, ni
el año 1990, ni el año 2000 sino que desde ahora, desde ahora, ya combinarán en
la unidad de producción agrícola el trabajo manual y el trabajo
intelectual.
Saben ustedes el inmenso esfuerzo que se está haciendo
en el desarrollo ganadero del país entre otras ramas, nuestra ganadería estaba
a un nivel técnico ínfimo —era una ganadería extensiva—; la Revolución ha
introducido ya cuatro técnicas, dos de ellas plenamente, que son la
inseminación artificial y el pastoreo. Se
empieza por primera vez a utilizar la fertilización de los pastos, y la siembra
de leguminosas —todos ustedes los que se han graduado tienen ya conocimientos
sobre estas materias, posiblemente bastantes frescos en sus mentes los
conocimientos que han adquirido en los distintos libros que han tenido a su
disposición, porque hemos procurado que tengan buenos libros. Todavía, naturalmente, no podemos aplicar en
forma masiva la fertilización, porque ahora es cuando estamos desarrollando la
industria de fertilizantes. Leíamos,
como una gran noticia publicada por los cables yankis, que un país
latinoamericano iba a construir una fábrica de fertilizantes de tantas
toneladas, y se decía que era la más grande producción para América
Latina. En ese mismo período vamos
nosotros a construir instalaciones para tres veces más lo que va a establecer
ese país, que tiene, por otra parte, tres veces más habitantes que
nosotros.
Baste decir que para el año 1971 estaremos aplicando
tanto nitrógeno como el que aproximadamente aplica hoy Francia a toda su
agricultura. Esto es para tener una idea
acerca de si vamos o no en serio, si vamos o no en serio a un desarrollo
impresionante de la agricultura.
Estaremos aplicando para 1971 una cantidad de nitrógeno igual a la que
aplica hoy un país de unas seis veces más habitantes que nosotros y que es,
además, uno de los países agrícolas más desarrollados de Europa. Y esto no es para el 1990 ni para el 2000,
esto es para dentro de cuatro años.
¿Pero aplicaremos acaso solo el nitrógeno sintético en
nuestra agricultura? No. Tendremos miles de pequeñas fábricas de
nitrógeno, que serán cada una de las caballerías que sembremos con
leguminosas. Ustedes saben perfectamente
bien que nuestra agricultura ni utilizaba los fertilizantes en el pasto, ni
utilizaba las leguminosas. Una de las
razones fundamentales del éxito de la ganadería en los llamados países
desarrollados en climas templados es el empleo de la leguminosa en la
alimentación del ganado.
Nuestros pastos eran todos a base de gramínea y alguna
que otra leguminosa silvestre aislada, que espontáneamente se producía en los
campos. Los países tropicales en general
no emplean las leguminosas, pero también los países tropicales son los países
más atrasados en el orden agrícola en todo el mundo. Y existen leguminosas que se pueden cultivar
en nuestro clima; nosotros, por ejemplo, hemos probado la alfalfa con
increíbles rendimientos; alfalfas adaptadas a nuestro clima, que se han
desarrollado magníficamente en estos meses llamados de invierno; y no solamente
en estos meses, sino incluso en los meses de verano. Hemos sembrado alfalfas a las que se les han
dado hasta 11 cortes en un año.
Días atrás, conversando en esta universidad, les
explicaba esto a un grupo de estudiantes, y un profesor universitario
dijo: “No, eso es imposible; en Cuba
nunca se ha dado la alfalfa.” Y yo le
dije a aquel señor —no me quise poner bravo, porque sin quererlo me estaba
diciendo que era un mentiroso—, yo le dije:
“¿Cómo usted se atreve a hacer afirmación? ¿No comprende usted que quedaría muy mal
delante de todos estos estudiantes si yo le demuestro que es rigurosamente
exacto y lo llevo a donde está esa alfalfa, con 11 cortes en un año y una
magnífica población, un magnífico color?”
Con la alfalfa conocemos ya las variedades que se pueden sembrar en
nuestro país; queda, sin embargo, por resolver el problema de la semilla. Pero hay variedades de alfalfa capaces de
rendir en nuestro clima dos veces o más de lo que rinde en cualquier país de
Europa.
Hay otras leguminosas, como el llamado kudzú tropical, bastante mentado en estos últimos
tiempos. Es una leguminosa de clima
similar al nuestro, que crece en medio de las más difíciles condiciones y de
una considerable productividad. Ya el
próximo año sembraremos de 5 000 a 6
000 caballerías de leguminosas para nuestros pastos. Con el kudzú, al
revés de la alfalfa, tenemos resuelto el problema de la semilla.
Se empieza a sembrar otra leguminosa que se da incluso
silvestre en nuestros campos, que es la “conchita azul”, es el nombre vulgar
con que se le conoce; ya se están haciendo las primeras plantaciones en
extensión suficiente para probarla en la alimentación del ganado, y parece ser
una leguminosa que tiene magníficas perspectivas, que le gusta mucho al ganado,
casi tanto como la alfalfa.
Dicho sea de paso, un grupo de profesores y alumnos de
la Escuela de Biología de la Universidad de La Habana nos están ayudando en un
trabajo para aislar las bacterias nodulares de la alfalfa, del kudzú y de la conchita azul. Ya han aislado las bacterias nodulares del kudzú, entre ellas las razas más activas, y por ello
pensamos, aspiramos a resolver los problemas prácticos que nos permitan sembrar
esas 5 000 ó 6 000 caballerías de leguminosas con semilla inoculada. Es decir, que esto significará un
considerable avance en la técnica agrícola:
la siembra de una leguminosa con semilla inoculada de bacterias
nodulares seleccionadas. Porque lo que
hacen los biólogos con ese tipo de bacteria es una especie de genética
bacteriana.
Esa es una de las formas en que la universidad está
conectándose con las realidades y realizando investigaciones de una enorme
utilidad práctica para nuestro país.
Les quiero con esto decir que en la ganadería ya el
año que viene se empleará la leguminosa en escala considerable; en La Habana,
para las lecherías de La Habana, se sembrarán 35 caballerías de alfalfa, de las
variedades que mejores resultados han producido. Naturalmente, la alfalfa requiere una
preparación del terreno, requiere agua, no es como el kudzú,
que lo podemos sembrar en primavera en terrenos de secano.
Se están haciendo pruebas de alimentación del ganado
con esta leguminosa, con resultados muy alentadores.
Ahora, ¿qué significa la siembra de una leguminosa
para la ganadería? Significa un pasto
que tiene, aproximadamente, cuatro veces más calcio que la gramínea, unas tres
veces más magnesio, casi el doble de proteínas, no solo una cantidad mayor,
sino de una calidad mejor. El empleo de
las leguminosas en la ganadería nos exime de la necesidad del empleo de los
piensos para alcanzar rendimientos considerables en leche y en carne.
Hablo esto de los piensos, porque muchas veces nos
encontramos con magníficos libros de bromatología, los cuales nos hablan de una
alimentación balanceada, de un pienso balanceado y, lógicamente, son libros,
muchos de ellos, que se han escrito bajo condiciones de producción
capitalistas, para lecherías concebidas del modo capitalista, adaptadas a las
condiciones de otros países; pero en nuestro país los piensos se hacen fundamentalmente
de granos, de granos, y nuestro país no es ni podrá ser nunca un país
cerealista. Puede ser cerealista un país
como Argentina, Canadá, Australia, Estados Unidos, Unión Soviética y otros, que
poseen enormes extensiones de tierra; un país de superficie limitada, como el
nuestro, debe buscar los máximos rendimientos por hombre y, a la vez, por
hectárea o por caballería —como quieran medirlo.
Y está demostrado, en la propia Europa la siembra de
cereales produce, por hectárea, la mitad de los nutrientes totales que produce
una hectárea de alfalfa. Es muy
importante que ustedes piensen desde ahora en la necesidad de desarrollar una
ganadería a base de pastos, no a base de piensos; una alimentación a base de pastos,
de gramíneas combinadas con leguminosas y no a base de pienso. Es muy importante que les haga esta
advertencia.
El pienso, primero que nada, lo necesitan las aves,
porque las aves no poseen el privilegio de convertir la hierba en proteína; a
las aves hay que darles ya una proteína que puedan digerir directamente, casi
lo mismo que podría hacer el hombre. Y
están los planes de producción de huevos, los planes de producción de aves para
carne. Los granos que produzcamos, los
sobrantes de nuestra producción de algodón, por ejemplo, los sobrantes de
nuestra producción de cualquier oleaginosa, tendremos que dárselos a las
aves.
Naturalmente, hay centros de investigaciones,
naturalmente que se están haciendo investigaciones con los granos también. Yo simplemente expongo un punto de vista que
es el resultado de haber analizado y haber meditado profundamente sobre todos
estos problemas, de haber llegado a la convicción de que todavía no existe
ninguna variedad de grano en el mundo que pueda competir en cantidad de
nutrientes totales con los pastos, con determinados pastos. Y que, por lo tanto —si se exceptúa alguna
cuenca lechera como la de la capital, donde hay una concentración enorme de
población, donde necesitaremos vacas de muy alta producción, a las que les
daremos además de gramíneas y leguminosas algunas cantidades de piensos—, un
país como el nuestro, que dentro de 10 años tendrá unos 8 millones de vacas,
¡ocho millones de vacas!, tendrá que alimentarlas fundamentalmente con pastos;
y es posible obtener rendimientos de más de 15 litros de leche, incluso hasta
20 litros de leche, sin el empleo de cereales, con una buena alimentación de
pastos a base de leguminosas fundamentalmente.
Se han hecho innumerables pruebas, y nosotros
deberemos basar nuestra producción de leche y de carne, hasta donde nos
permiten actualmente nuestros conocimientos, principalmente en los pastos. Creo que desde el punto de vista práctico,
ninguna cosa más importante que recalcarles la necesidad de que nosotros
alimentemos nuestro ganado con mejores pastos, con pastos fertilizados y no
solamente con gramíneas, sino también con leguminosas.
Les decía que una caballería de leguminosa es una
pequeña fábrica de nitrógeno. Hay
algunos datos que yo no sé si ustedes han sido informados sobre ellos, pero,
por ejemplo, en Europa una plantación de alfalfa ha llegado a fijar mediante
las bacterias nodulares una cantidad de nitrógeno equivalente a 250 kilogramos
por hectárea al año. ¿Qué significan 250
kilogramos de nitrógeno por fijación bacteriana por hectárea? Es el equivalente de unas nueve toneladas de
nitrato de amonio por caballería, nueve toneladas de nitrato de amonio por
caballería. Es decir, que en Europa una
caballería de alfalfa ha fijado nitrógeno atmosférico equivalente a nueve
toneladas de nitrato de amonio. Con tres
o cuatro cortes, ¿qué equivalente en toneladas de nitrato de amonio habrá
fijado la alfalfa de la que les hablaba, a la que se le dieron 11 cortes en un
año? Será necesario precisar, será
necesario investigar, porque sin duda que tiene que ser una cantidad muy
superior a la de nueve toneladas por caballería.
¿Qué significan nueve toneladas por caballería? Significa que si, por ejemplo, en nuestro
país 200 000 caballerías de pastos fuesen de gramíneas —aspiramos a llegar a
tener 300 000 caballerías pero, si quieren, vamos a partir de esa cifra— 300
000 caballerías de gramínea que tuviésemos que aplicarles nitrógeno artificial,
se necesitarían 2 700 000
toneladas de nitrato de amonio para producir el fertilizante que fuese equivalente
a esas 300 000 caballerías sembradas de una leguminosa.
Naturalmente, todos los pastos no serán de
leguminosas, pero supongamos que a 100 000 caballerías o en 200 000 caballerías
introducimos la leguminosa, si le fuésemos a aplicar solo —sembradas de
gramíneas— cinco toneladas por caballería, es el equivalente de un millón de
toneladas las que necesitaríamos producir industrialmente. Tendríamos que invertir más de 100 millones
de pesos en importaciones para producir un millón de toneladas. Doscientas mil caballerías de leguminosas
producirían una cantidad de nitrógeno que en el mercado mundial valdría,
aproximadamente, 80 millones de pesos.
Pero no es el valor que tiene la leguminosa solamente como productora o
fijadora de nitrógeno, sino el valor alimenticio que tienen las leguminosas,
por las razones que les explicaba anteriormente.
Además, porque parece ser que las bacterias no solo
tienen un efecto nutritivo, sino también un efecto fisiológico en las
leguminosas. ¿Qué quiere esto
decir? Que por ejemplo, en los países
donde han realizado estas experimentaciones, la soya sin bacterias y sin
nitrógeno ha producido el equivalente de 50; fertilizada a niveles óptimos ha
producido el equivalente de 123; inoculada de bacterias sin fertilización, ha
producido el equivalente de 150. Es
decir que niveles óptimos de fertilización con nitrógeno no alcanzan una
productividad igual a la productividad que se alcanza con la simple inoculación
bacteriana.
Quiero también decirles que, por ejemplo, en esta
semana pasada se supone que haya visitado ya la zona de Velasco, de producción
de frijoles colorados y negros, para tratar también de aislar las bacterias
específicas de este tipo de frijoles para también aplicar esta nueva técnica a
la producción de frijoles.
Ahora bien, en nuestro país la ganadería no conocía ni
la inseminación, ni el pastoreo, ni la leguminosa, ni la fertilización. Naturalmente que donde tengamos plantadas
leguminosas no fertilizaremos con nitrógenos, pero será necesario fertilizar con
fósforo, con potasio, con magnesio y, sobre todo, encalar los suelos; porque
siendo nuestro país un país de clima húmedo, de suelos en su mayoría ácidos, en
este país no se conocía el encalado del suelo.
En los programas de la Revolución se contempla
instalación también de caleras suficientes para aplicar todas las cantidades de
cal que necesitamos para lograr el grado de acidez que nos interesa en nuestra
agricultura. Aspiramos a producir
aproximadamente un millón de toneladas de cal por año.
Por tanto: cal,
leguminosas, fósforo, potasio, magnesio.
En magnesio tenemos enormes yacimientos, hay yacimientos en la zona de
Remedios; si mal no recuerdo creo que tienen cálculos allí de reservas de unos
300 millones de toneladas de roca dolomítica en la zona de Remedios. Hay también otros yacimientos creo que en la
zona de Camagüey. Tendremos todo el
magnesio que necesitamos.
Ustedes recordarán cómo Voisin
aconseja la fertilización con magnesio y cómo considera que puede disminuir los
efectos perjudiciales del potasio en los pastos. Incluso Voisin,
hablando del problema del cáncer originado en el tabaco, hablaba de la
posibilidad de producir un tabaco con menores factores que promovieran el
cáncer, canceriginoso creo que se llama. Aunque no llegó a desarrollar completamente
esa idea, pienso que se basaría fundamentalmente en el empleo del magnesio
junto con el potasio en el cultivo del tabaco.
Pero, desde luego, eso no tiene que ver por ahora con los problemas fundamentales
nuestros, pero tengo entendido que ustedes esos libros los conocen y los
leyeron. No estaré equivocado,
¿verdad? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
Por eso les digo:
calcio, fósforo, potasio, magnesio, leguminosa, y donde no tengamos
leguminosa el nitrógeno, serán factores que ustedes tendrán que manejar. Naturalmente que esa técnica se está
aplicando todavía limitadamente; el año que viene emplearemos algunas decenas
de miles de nitrógeno en los pastos, sembraremos algunos miles de caballerías
de leguminosas, pero dentro de cuatro o cinco años dispondremos de una base
material más que suficiente para aplicar extensivamente esas técnicas.
Esto implica la necesidad, donde haya un pastoreo, de
que los pastos estén en óptimas condiciones, luchar por el mejoramiento de los
pastos. Hay muchos potreros donde
dicen: “Hay pasto artificial.” Y lo que hay es mucha más hierba mala que
pasto verdaderamente artificial. Un
agricultor, un técnico al frente de un pastoreo tiene que implicar una lucha
incesante por la calidad de los pastos, una lucha incesante contra las malas
hierbas. En ocasiones, dentro de un
pastoreo empiezan a surgir algunas matas de marabú, no en grandes cantidades
—en grandes cantidades solo es posible combatirlo con herbicidas—, pero a mí me
parece cuando paso por un pastoreo y veo 15, ó 20, ó 50 maticas de marabú que
empiezan a salir, y que están creciendo y que están allí, yo digo: “El hombre que está al frente de este
pastoreo no tiene alma de agricultor. Si
yo estuviera allí —me digo— no podría dormir mientras veo que en un potrero de
buen pasto empieza a salir y a crecer indefinidamente una mata de marabú.”
¿Es acaso justificado?
¿Puede concebirse un hombre con alma, con vocación de agricultor, que
vea crecer una mala hierba en cantidades limitadas y no la combata? En el próximo año nuestra agricultura hará un
inmenso esfuerzo en la erradicación de las malas hierbas, sobre todo en la
erradicación del marabú en los pastos, lo que hará con el empleo de los
herbicidas. Porque, desgraciadamente,
donde hay marabú y se desbroza, no podemos sembrar la leguminosa; no podemos
esperar que pase una primavera porque las necesidades de pasto son muy grandes,
tenemos que sembrar algo para aprovechar las aguas de primavera y en esos casos
se sembrará solamente gramínea, porque si se siembra la leguminosa, después
cuando salga el marabú habrá que destruir la leguminosa para destruir el
marabú.
Por eso, donde hay marabú se sembrará una gramínea, se
esperará que crezca el rebrote del, marabú, se le harán dos aplicaciones de
herbicida y al otro año se le sembrará entre la gramínea la leguminosa.
Les hablo de todas estas cosas que están en los
proyectos y con las cuales ustedes tendrán que ver. Les hablo a los que se gradúan y les hablo a
los demás estudiantes, a los que se van a graduar en años venideros. He querido aprovechar la ocasión para
insistirles en algunos de estos conceptos, en algunas de estas ideas.
Nos proponemos establecer, crear, una bibliografía
para ustedes. Los que están en Artemisa,
para ellos, se solicitó la importación de un número de libros. Naturalmente que por ahora no podremos darle
a cada uno de ustedes en cada una de las especialidades, pero nos proponemos
que todos los técnicos agrícolas que vayan saliendo de estos planes puedan
contar con una buena biblioteca, donde puedan contar con los libros más
modernos y más valiosos de los que se han venido publicando en el mundo. A la vez, la Estación Experimental Agronómica
de Santiago de las Vegas pasará a la Academia de Ciencias, y se les ha pedido a
los compañeros de la Academia de Ciencias, se les ha explicado la necesidad de
fundar una revista de carácter técnico agrícola, donde se brinde a los técnicos
la información de las investigaciones que se han hecho en todo el mundo,
monografías, estudios sobre distintos cultivos, sobre todos los adelantos de la
agrotecnia, información sobre libros. Porque en la misma medida en que surge una
masa de técnicos, será necesario ir creando los medios materiales, las
publicaciones pertinentes; porque concebimos no un técnico que termina de
estudiar un día, que se gradúa en un tecnológico o en una universidad, sino
técnicos que tendrán que estar estudiando toda la vida.
Es por eso que en la universidad pensamos que en los
tres primeros años tengan una formación básica muy fuerte, porque en el mundo
moderno con la dinámica de las investigaciones y de los avances técnicos no se
puede concebir un técnico que no esté al día en lo que se investiga, en lo que
se publique, o de lo contrario se estanca y se atrasa. Lo mismo se puede decir de la medicina, de
las ingenierías, en fin, de todas las ramas de la ciencia.
Y nos proponemos a través del Instituto del Libro
impresiones especiales de carácter técnico; a través de la Academia de Ciencias
una buena revista para que ustedes la reciban.
Porque tampoco queremos técnicos superespecializados. Se supone que un buen técnico agrícola que
tenga profundos conocimientos sobre los suelos, sobre la fertilización y sobre
las leyes generales que rigen la producción agrícola, lo mismo cultiva caña —si
lo ponen a cultivar caña—, que cultiva pasto, que cultiva vegetales, que
cultiva cítricos. Es decir que en la
agricultura hay una serie de principios generales básicos aplicables a todos
los cultivos. Y es nuestro interés que
nuestros técnicos, lo mismo de caña que de pasto, posean esos conocimientos
básicos, que de la misma manera les sirvan para una especialidad en un cultivo,
que si las necesidades del país, que si el desarrollo de nuestra agricultura
exige —como ha ocurrido en estos años— la transferencia de alguno de esos
técnicos de un tipo de cultivo a otro tipo de cultivo.
La agricultura es una de las ciencias más complejas,
más difíciles y, a la vez, más fascinantes, porque comprende una serie de
ciencias, porque se apoya en toda una serie de ciencias.
Discutía con un amigo médico, y le decía que en mi
opinión era más compleja la ciencia agrícola que la medicina. Naturalmente un médico dice que no, que es la
medicina. Pero, en realidad, hay que
decir que no solo la agricultura se apoya en una serie de ciencias, sino que la
agricultura será una de las bases fundamentales de la salud de nuestro
pueblo.
Al compañero Machadito nosotros le hemos dicho en
algunas ocasiones que con nuestros miles de técnicos vamos a producir más salud
que con todos los médicos que salgan de nuestras universidades, que con todos
los hospitales que hay en nuestro país.
Aplicaremos a través de una alimentación en cantidad, y sobre todo en
calidad, la mejor medicina preventiva que puede aplicarse, que es la de un
pueblo bien alimentado, un pueblo bien nutrido, capaz de poseer los medios
naturales de defensa contra las enfermedades.
Y, por eso, aspiramos a través de la agricultura a producir más salud
que a través de nuestro Ministerio de Salud Pública, y que ustedes a la vez que
agricultores serán médicos preventivos.
Esperamos que ustedes, compañeros que se gradúan esta
noche, comprendan la responsabilidad que tienen, comprendan que son los
primeros.
Nos esforzaremos por crear las mejores condiciones de
trabajo. Esperamos que no se vuelva a
producir la cosa lamentable que se produjo con el grupo que se preparó para los
laboratorios de veterinaria. Como saben
ustedes, un grupo de compañeras que fueron invitadas a estudiar para
laboratoristas de veterinaria, y que últimamente hemos llamado y las hemos
puesto a estudiar otra vez, ocurrió con ellas algo lamentable: que se les llamó para estudiar esa
especialidad de acuerdo con determinados planes, determinados funcionarios se
comprometieron a organizar los cursos, se comprometieron a organizar los
laboratorios, y cuando esas compañeras terminaron, cuando pedimos un informe
acerca de la ubicación de esas compañeras, pudimos comprobar el mal trabajo que
se había hecho en ese sentido, la desastrosa organización que ese departamento
de veterinaria tenía, al extremo que se tomó la decisión de jerarquizar la
medicina veterinaria y crear una oficina nacional de sanidad pecuaria; puesto
que si estamos formando los técnicos en laboratorio, puesto que si tenemos miles
de jóvenes estudiando en los institutos tecnológicos de veterinaria, si estamos
formando el personal técnico, hay que crear las mejores condiciones para el
trabajo de ese personal, hay que crear una verdadera organización de lucha por
la salud de los animales.
En la universidad nos están ayudando también, están
estudiando —por ejemplo— el problema
de las garrapatas. Ya nosotros tenemos
que ir abandonando la idea de estar fumigando potreros para que no haya
garrapatas aquí, para que no se produzca la piroplasmosis,
etcétera; y luchar por la erradicación de la garrapata, luchar por la
erradicación de la garrapata. Las
campañas contra las garrapatas, la brucelosis, la tuberculosis, hasta su total
erradicación, requiere que se jerarquice el problema, requiere una organización
con autoridad, con los medios materiales, con los laboratorios, con los
reactivos, con la industria de medicamentos pertinente y con el personal
técnico.
Esas compañeras fueron llamadas, están estudiando, se
graduarán dentro de algunos meses.
Personas intrigantes quisieron culpar al plan, cuando
el plan no tenía absolutamente ninguna culpa.
Y nos ha servido de experiencia, nos ha hecho preocuparnos más todavía,
porque nosotros cuando enviemos un técnico no lo enviaremos así como así,
exigiremos al organismo pertinente las condiciones, saber en qué condiciones
van a trabajar, qué empleo se les va a dar.
Porque, desde luego, la inmensa mayoría ya sabemos lo que vamos a hacer
con ellos, ya sabemos dónde van a trabajar; pero los otros, los que han ido un
grupito pequeño aquí y otro grupito pequeño allá, es necesaria la fiscalización
de ver cómo viven, cómo trabajan, cómo estudian.
Y les decía que pasó ese problema; subsanado ya.
Ustedes son ahora los primeros; ustedes son los encargados
de ir a la vanguardia, de velar por el prestigio de este programa, de velar
cada uno de ustedes por el prestigio colectivo de todos los técnicos que aquí
se gradúan, de crear una tradición.
El pueblo querrá saber quiénes son, tendrá una opinión
buena de ustedes. Dirá: “Estos son los técnicos que se graduaron tal
día, estos son los técnicos de tales condiciones y de tal plan.” Ahora les corresponderá a ustedes hacer buena
esa confianza, esa fe, esa opinión.
Todavía tendrán que enfrentarse a dificultades. Todo este plan de estudios dirigidos es
nuevo, tendrá que confrontarse con la realidad.
Tendremos que adquirir un poco de más conocimiento sobre eso. Tendrán ustedes, como vanguardia, más
problemas que los demás.
Así fue desde el principio, así fue con el primer
instituto tecnológico. Ya se ha
acumulado una gran experiencia. Los
profesores, los directores, los compañeros que dirigen este plan, han ido
acumulando considerable experiencia en estas cuestiones, que será de mucha
utilidad en cada nuevo instituto que se organice.
Ahora marcharemos por un campo nuevo, un programa que
se enfrenta a una nueva experiencia: Los
estudios dirigidos, cómo se organizan, cómo se logra un máximo de eficacia,
cómo se fiscaliza todo eso, cómo marcha el plan.
Hoy, nuestro más profundo deseo... Al igual que aquí un representante de ustedes
hoy hablaba de aquellos que abandonaron los estudios y se felicitaba de
aquellos que como ustedes llegaron a la graduación de hoy, los que como ustedes
acudieron al llamado hace tres años y hoy se gradúan de técnicos; que lo mismo,
dentro de cinco, o de seis, o de siete años, no haya uno solo de ustedes que se
quede atrás, no haya uno solo de ustedes que abandone los estudios. Y que dentro de cinco o seis o siete años la
Revolución pueda tener ampliados, profundizados, esta satisfacción, este gusto,
de poder graduarlos, de poderles entregar el título de ingenieros agrónomos,
equivalente al nivel más alto a que pueda aspirar un técnico en nuestro país.
Que llegue también el día, que no estará
lejano... Porque los años —como les
decía— son largos, pero pasan. Y pasarán
esos años, y no estará lejano el día en que se organice también con ustedes la
graduación de los primeros ingenieros agrónomos de este plan.
Para finalizar, quiero expresar también nuestra
emoción profunda por el espíritu revolucionario, internacionalista, expresado
aquí por ustedes también en las palabras del estudiante que los representó; los
vivas al pueblo heroico de Viet Nam; la solidaridad con el pueblo de Viet Nam
(APLAUSOS), que en estos precisos días ha visto su capital, sus instalaciones
civiles, sus barrios de familias, atacados brutalmente por la aviación yanki.
En estos días todos nos hemos conmovido con la amarga,
la indignante noticia de que los imperialistas yankis, en su escalamiento, han
cometido la criminal fechoría de bombardear directamente ya la capital de la
hermana república vietnamita.
Los imperialistas dicen que no es cierto, que
bombardearon a tantos y más cuantos kilómetros.
Pero nosotros, por informe de nuestra propia embajada, situada en el
centro de la capital, sabemos que a unos cientos de metros de nuestra embajada
cayeron las bombas de los aviones imperialistas.
Hemos contemplado hasta qué grado llega el espíritu criminal
y agresivo de los imperialistas. Y en lo
más profundo de nuestros corazones hemos sentido arder la indignación, a la vez
que la solidaridad con ese pueblo heroico.
Porque ese pueblo sufre en este momento el peso principal de la agresión
imperialista; el fruto del esfuerzo y del trabajo de muchos años está siendo
arrasado y destruido por los vandálicos ataques de los imperialistas
yankis.
Y vemos en Viet Nam el pueblo que libra hoy la más
heroica de las luchas, el pueblo cuya lucha tiene un significado extraordinario
para toda la humanidad. Porque en Viet
Nam se enfrentan dos concepciones, en Viet Nam se enfrenta lo mejor que tiene
la humanidad con lo peor que tiene la humanidad.
Viet Nam representa hoy el espíritu de lucha de los
pueblos, el heroísmo de los pueblos, la firmeza de los pueblos, el derecho de
los pueblos. Si los imperialistas
aplastaran a Viet Nam, es como si aplastaran el derecho de todos los pueblos,
es como si aplastaran la esperanza de los pueblos, es como si aplastaran la seguridad
de los pueblos en sí mismos, en su lucha contra el poderoso. ¡Pero a Viet Nam no lo aplastarán los
imperialistas!
Viet Nam está jugando en este momento ese papel
singular, demostrando que los pueblos pueden hacer resistencia al imperialismo;
demostrando que no importa cuán poderoso ese imperialismo sea, de no importa
cuántos soldados, de no importa cuántos aviones; ¡que un pueblo pequeño, con su
valor, con su heroísmo, con su firmeza, se enfrenta a ese imperialismo y
resiste!
En Viet Nam hoy se lucha por Viet Nam y se lucha por
otros pueblos que ansían su liberación, se lucha por otros pueblos amenazados
por el imperialismo. En Viet Nam hoy se
lucha por la liberación de otros pueblos de Asia, de Africa, de América
Latina. Y la lucha del pueblo de Viet
Nam no será inútil; el ejemplo de Viet Nam no será en vano. Y los pueblos revolucionarios no se quedarán
cruzados de brazos.
Los pueblos, los mejores aliados de Viet Nam; los
pueblos oprimidos, los mejores aliados de Viet Nam; los pueblos que tienen que
librar también su lucha contra el imperialismo en América Latina, en Africa y
en Asia, no dejarán solos a sus hermanos vietnamitas.
Porque estamos seguros de que el movimiento
revolucionario de liberación no se detendrá, no será derrotado, no será
aplastado; y que con los criminales y vandálicos actos de los imperialistas en
Viet Nam, no por ello los pueblos dejarán de luchar, sino que la lucha se
incrementará. Y en la misma medida en
que Viet Nam resista, el movimiento revolucionario de liberación crecerá en
otras partes del mundo; en la misma medida en que Viet Nam resista, otros
frentes de lucha por la liberación se abrirán en el mundo. Y llegará el día... Porque algunos se preguntan cómo concluirá
esta lucha de Viet Nam, cómo será derrotado el imperialismo criminal y agresor
en Viet Nam. ¡Y será derrotado por los
pueblos! Será derrotado cuando en vez de
un Viet Nam haya en el mundo dos Viet Nam, tres Viet Nam, cuatro Viet Nam,
cinco Viet Nam, y todos los aviones y toda la metralla y todos los cañones y
todos los soldados mercenarios del imperialismo no sean suficientes para poder
derrotar a los pueblos que luchan por la liberación.
A todos nos indigna lo de Viet Nam. Hace mucho rato que ardemos en deseos de ver
cortadas las manos de los imperialistas.
Pero en medio del dolor y en medio de la indignación resalta el ejemplo,
resalta el hecho, resalta la lección —más valiosa que nada— que los vietnamitas
le están dando al mundo: que es posible
luchar contra el imperialismo, es posible resistir al imperialismo, es posible
vencer al imperialismo.
Y pocos pueblos como nosotros —también pequeños,
también amenazados, situados a 90 millas del monstruo imperialista—, ningún
otro pueblo como el nuestro, puede apreciar cuánto vale ese ejemplo; ningún
otro pueblo como el nuestro para comprender todo su heroísmo, para agradecer
todo lo que su lucha significa, para prestarle de todo corazón nuestra
solidaridad; nosotros, que también en más de una ocasión hemos tenido que dejar
los libros o dejar los instrumentos de trabajo para empuñar las armas;
nosotros, que tenemos que ser también un pueblo de soldados además de un pueblo
de trabajadores y además de un pueblo de estudiantes.
Mientras hablábamos de los años futuros, mientras
hablábamos de lo que estamos haciendo por el mañana, no podíamos —ni ustedes ni
nosotros— olvidar que, sin embargo, ese futuro exigirá de nosotros esfuerzos,
ese futuro exigirá de nosotros riesgos, ese futuro no será un camino fácil, ese
futuro no será un camino sin peligros. Ustedes
lo saben, nosotros lo sabemos y, sin embargo, estamos confiados, estamos
seguros de que lograremos nuestros propósitos, de que alcanzaremos nuestras
metas.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)