DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CONMEMORACION DEL XIII ANIVERSARIO
DEL ASALTO AL CUARTEL MONCADA, EN LA HABANA, PLAZA DE LA REVOLUCION, EL 26 DE
JULIO DE 1966.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Señores invitados;
Familiares de los mártires del Moncada (APLAUSOS);
Compañeras y compañeros:
Correspondió este año la conmemoración o
el acto conmemorativo principal del 26 de julio a la capital de la República,
como centro de la región occidental del país.
Hay que decir sobre esto que los
pinareños —y entre los pinareños, artemiseños, que
dieron un aporte tan importante al contingente que participó en el asalto a los
cuarteles de Santiago y de Bayamo— querían que se efectuara este acto en Pinar
del Río. En realidad, tienen todo el
derecho a pedir eso, pero no es en este caso una cuestión de derecho, es una
cuestión de espacio.
Se decidió celebrar cada año este día
rotándose la región oriental del país, la región central y la región
occidental. E indiscutiblemente, las
ciudades de Santiago de Cuba, de Santa Clara y la de La Habana, por su ubicación
y por sus líneas de comunicación se prestan para llevar a cabo estas
conmemoraciones, puesto que de otra forma, ¿cómo pudiéramos nosotros trasladar
la población de La Habana a la provincia de Pinar del Río?, ¿cómo pudiéramos
trasladar esta inmensa multitud? y esa es la razón por la cual se mantuvo esa regla.
No quiere esto, ni mucho menos, decir que
sean desestimados los sentimientos y los derechos de nuestros conciudadanos de
la provincia de Pinar del Río, y muy especialmente los de Artemisa (APLAUSOS).
Y al
cumplirse este XIII aniversario, y en presencia de esta inmensa multitud,
demostrativa del apoyo del pueblo a su Revolución (APLAUSOS), Revolución que no
nació en los cuarteles de un ejército, Revolución que no nació de la
conspiración de un grupito de militares; Revolución que nació del pueblo, de
las entrañas del pueblo. No de las altas
jerarquías políticas del país, no de figuras prominentes. Revolución que nació en las filas de los más
humildes del pueblo. Porque hace 13 años
ninguno de esos hombres queridos, de los hombres que dieron su vida por esta
Revolución, eran conocidos; ninguno de esa legión de hombres, que aquel día
ofrendaron su vida a la patria, los conocía nadie; ninguno de ellos había
aparecido nunca, posiblemente, en las letras de molde de un periódico; ninguno
de ellos figuraba en los cálculos de los agoreros de la política; ninguno de
ellos se vislumbraba como figuras prominentes en el corazón del pueblo. ¡Pero eran del pueblo y venían del corazón
del pueblo y de la sangre del pueblo!
No se podía pensar entonces, y nadie lo
pensó, ninguno de los que intervinimos en aquellos hechos aquel día, hace 13
años, habíamos pensado en actos como este; no estábamos pensando escribir
historia. Estábamos ciertamente haciendo
historia, pero no estábamos haciendo historia para la historia, sino que
estábamos luchando para el pueblo (APLAUSOS).
No fue afán de gloria ni afán de
prestigio o de popularidad, ni mucho menos ambiciones personales de ninguna
índole. Muy lejos estábamos de suponer,
o de pensar en estas cosas. Pensábamos
en la lucha, pensábamos en la Revolución en si misma, pensábamos en la obra que
era necesaria realizar en nuestro país.
En realidad, en las demás cosas que han ido acompañando el proceso
revolucionario no pensábamos.
Ninguno de nosotros podíamos imaginarnos
en ese momento que cada año, cada 26 de julio, habríamos de reunirnos con el
pueblo para conmemorar aquella fecha. No
eran esos los cálculos, los objetivos que entraban en nuestras mentes.
Sí teníamos una absoluta fe en el pueblo,
y toda la estrategia de la Revolución se basó siempre en el pueblo, siempre —lo
hemos dicho en otras ocasiones— en una gran confianza en el pueblo, en una gran
convicción acerca de las enormes energías morales del pueblo, acerca de la
enorme fuerza revolucionaria que se encerraba en el pueblo.
Cuando se vaya a definir a un
revolucionario, lo primero que habría que preguntarle es si cree o no cree en
el pueblo, si cree o no cree en las masas (APLAUSOS).
Nosotros éramos un puñado de hombres, no
pensábamos con un puñado de hombres derrotar a la tiranía batistiana, derrotar
a sus ejércitos, no. Pero pensábamos que
aquel puñado de hombres podía ocupar las primeras armas para empezar a armar al
pueblo; sabíamos que un puñado de hombres podría bastar, no para derrotar aquel
régimen, pero si para desatar esa fuerza, esa inmensa energía del pueblo que sí
era capaz de derrotar a aquel régimen (APLAUSOS).
Y el 26 de julio ciertamente que no
logramos de inmediato nuestros objetivos, ciertamente que no logramos tomar la
fortaleza. Eso es cierto.
Nosotros consideramos los factores que
infortunadamente se presentaron de forma adversa y nos impidieron lograr aquel
objetivo inmediato. Nosotros, aun hoy,
después de años en que experiencias en este tipo de cuestiones se fueron
adquiriendo más y más, estamos seguros de que nuestro plan era bueno, y estamos
seguros de que era posible tomar aquella fortaleza; que factores imponderables,
que siempre se presentan en las guerras, que muchas veces se pueden presentar
en los campos de batalla, produjeron un resultado adverso.
Naturalmente que cuanto menor es el
número de armas y cuanto más inferior es la calidad del equipo en un combate,
tanto más riesgosa resulta la operación, tanto más susceptible de fallar en sus
resultados con algunas cosas insignificantes que se produzcan de una manera
diferente.
Pero, sin embargo, ¿por qué el 26 de
julio se convirtió en una fecha de la rebeldía nacional? ¿Por qué se convirtió en una fecha de nuestra
Revolución? ¿Por qué se convirtió en un
símbolo no solo para nosotros, sino en un símbolo cuyas enseñanzas pueden ser
útiles aun para los revolucionarios de otros países? (APLAUSOS)
Habría que recordar cuáles eran entonces
las circunstancias. Batista había llevado
a cabo su golpe de Estado prácticamente sin disparar un solo tiro. Se apoderó de los mandos militares y contaba
con la adhesión de un ejército relativamente grande y relativamente bien
armado; contaba con la adhesión de todos los cuerpos armados; promovió
innumerables ascensos en la oficialidad; les aumentó el sueldo a los soldados,
muchos de los cuales eran los mismos soldados de las épocas anteriores de
Batista; el pueblo estaba totalmente desarmado, y no solo estaba el pueblo
totalmente desarmado, sino estaba carente en absoluto de dirección
política: un número de partidos
burgueses tradicionales, una serie de figuras de renombre nacional, una gran
segmentación de las fuerzas; de manera que se creaba un cuadro donde parecía
imposible una revolución.
En medio de aquel cuadro, los políticos
burgueses cuando pensaban en la forma de deshacerse de Batista no pensaban en
una revolución, sino pensaban en una conspiración. La influencia, o las posibilidades de
determinados dirigentes políticos, se medía por el
número de sus amistades con determinados oficiales dentro del ejército, porque
existía la creencia de que solo mediante un golpe de Estado podría sustituirse
el régimen de Batista por otro régimen más o menos igual.
Los priístas conspiraban, por ejemplo. Aquel partido que se había dejado arrebatar
el gobierno sin disparar un solo tiro, solo aspiraba a aplicarle la misma
receta que les habían aplicado a ellos.
Es cierto que dentro de las filas de todos los partidos, incluso de ese
partido donde sus dirigentes se habían enriquecido extraordinariamente, hubo en
sus filas hombres que honestamente lucharon y se sacrificaron.
¿Pero quién podía pensar en aquella época
en una revolución contra el ejército?
¡Nadie podía pensar en una revolución contra el ejército! Incluso
existía el apotegma, que se venía repitiendo no se sabe desde cuánto tiempo
hacía, de que las revoluciones se podían hacer con el ejército o sin el
ejército, pero nunca contra el ejército.
Y aquella idea prevalecía de manera absoluta en la mente de los
políticos de aquellos tiempos.
La idea de una revolución contra el
ejército, contra sus fuerzas armadas, contra el sistema, parecía a mucha gente
una idea absurda, parecía a todos los políticos burgueses, que eran los que
dirigían la política de este país, una locura.
¿Pensar, además, en una revolución contra todas aquellas fuerzas,
prácticamente sin un solo depósito de armas; más, no solo sin un solo depósito
de armas, sin un solo centavo para comprar armas? Eran muy pocos los que habrían podido creer
en aquello. Solo hombres del pueblo, de
las filas más humildes del pueblo, sanos, desprovistos de ambición, podían
sentir aquella posibilidad, podían sentir aquella fe, podían creer en que fuera
posible llevar a cabo una lucha en condiciones tan difíciles.
El hacer este análisis del cuadro en que
nos encontrábamos nosotros, puede tener una utilidad, puede tener una utilidad
en relación con otros pueblos de América Latina. Porque, realmente, nosotros podemos afirmar
que nuestra Revolución comenzó a llevarse a cabo en condiciones increíblemente
difíciles, y aquella fe, aquella confianza en que sí era posible —si se lograba
despertar al pueblo— liquidar aquel sistema, se mantuvo en nosotros, a pesar de
los reveses. Porque una gran parte de los
compañeros murieron —la inmensa mayoría de ellos asesinados—, otra parte
minoritaria fuimos a parar a las prisiones, y, sin embargo, no aceptamos el
punto de vista de los que creían que lo que había ocurrido el 26 de julio era
una prueba de que no se podía hacer una revolución contra el ejército
(APLAUSOS); no aceptamos los puntos de vista de los que querían sacar de
aquella fecha una prueba en favor de sus argumentos; no aceptamos los puntos de
vista de aquellos que decían que sí, que era una cosa heroica, pero que era una
cosa ilusoria, que era un sueño, que era una aventura de muchachos románticos;
no aceptamos, ni mucho menos, aquel punto de vista de que Batista se podía caer
del gobierno únicamente si los norteamericanos le retiraban su apoyo. Porque esas eran las dos cosas: no se puede hacer
una revolución contra el ejército; no se puede mantener un gobierno frente a la
oposición del gobierno de Estados Unidos.
Y cuando volvimos, con muchas menos
fuerzas de las que al principio habíamos imaginado —porque nosotros después que
salimos de las prisiones nos negamos a aceptar los falsos caminos
electoralistas, los falsos caminos de la politiquería y nos mantuvimos en
nuestra línea de que la fuerza solo se podía destruir con la fuerza (APLAUSOS)— pensábamos comenzar de nuevo aquella lucha con unos 300
hombres, armados con fusiles automáticos.
La realidad es que solo pudimos armar 82 hombres y entre todas aquellas
armas no había ningún fusil automático y solo había unas 10 armas
semiautomáticas.
Pero nuestros 82 hombres volvieron a
quedar reducidos prácticamente a la nada, producto de la inexperiencia; porque
a todo esto hay que añadir que ninguno de aquellos hombres se había formado en
una academia militar y ninguno de aquellos hombres realmente conocía mucho de
guerra.
Y es lo cierto que se volvieron a reunir
siete armas, de las 82 armas con que nosotros habíamos desembarcado, y entonces
tuvimos que empezar aquella lucha con siete armas. El revés había sido muy grande, grande; es posible
que muy poca gente creyera en la posibilidad de recuperarse de aquel revés, es
posible que muy poca gente pudiera creer que siete armas, siete hombres que se
habían reunido armados otra vez, podían intentar organizar un ejército. Y, sin embargo, aun en aquellas adversas
condiciones se hizo el esfuerzo, hicimos el esfuerzo.
Empezamos a recoger algunas armas más, y
con 19 hombres armados, nosotros libramos nuestro primer pequeño combate
victorioso (APLAUSOS). Fue la primera
vez que vimos rendirse una unidad militar de aquellas invencibles fuerzas; y es
lo cierto que se rindieron cuando prácticamente todos estaban muertos o
heridos, porque en los primeros tiempos aquel enemigo siempre ofrecía tenaz
resistencia, y siempre, esperando refuerzos, o esperando que llegara el día, o
esperando que llegara la aviación, resistía todo cuanto podía. Fue la primera vez que le arrebatamos al
enemigo un número de armas:
11 fusiles.
Sin embargo, no significaba esto que a
partir de entonces todo marcharía bien; tuvimos que aprender lecciones muy
amargas todavía en los meses siguientes, tuvimos que sufrir los efectos de las
tácticas enemigas de infiltración, tuvimos que sufrir la consecuencia de
traiciones y más de una vez nuestros enemigos estuvieron a punto de
exterminarnos.
Aquel fue un aprendizaje amargo, pero un
aprendizaje sumamente útil. Si frente al
primer revés, o al segundo, o al tercero, o al cuarto, nosotros hubiésemos
renunciado a nuestra convicción, y si hubiésemos hecho caso a los argumentos de
los derrotistas, entonces, nosotros, jamás nos habríamos decidido a reiniciar
la lucha con siete armas. Y esto tiene
una importancia práctica importante. No
se trata de resaltar ni mucho menos el mérito de los hombres que hayan hecho
eso; nosotros entendemos que los hombres tienen pocos méritos, y las que tienen
méritos son las ideas, las convicciones (APLAUSOS).
Nosotros poseíamos determinadas
convicciones, y esas convicciones eran muy fuertes, esas convicciones tenían el
mérito de ser justas, esas convicciones tenían la fuerza de ser
verdaderas.
Y, por eso, creemos que muchos otros
hombres, poseídos de la misma convicción, habrían podido hacer exactamente
igual, o más y mejor. Pero esas
convicciones pasaron las pruebas de la adversidad, y las adversidades sirven
muchas veces para que los hombres sin convicción, para que las organizaciones
sin convicción, para que los políticos sin convicción, defiendan los caminos
erróneos, defiendan caminos que jamás conducen ni conducirán a la liberación de
los pueblos. Y esto es importante,
porque en otros países de América Latina jóvenes revolucionarios se han lanzado
también a la lucha. En numerosas
ocasiones y en distintos países de América Latina los hechos han sido adversos;
en muchas ocasiones, no en todas.
En algunos casos los revolucionarios han
logrado adquirir experiencia suficiente para hacerse, por lo menos,
invulnerables al enemigo. Han logrado
adquirir experiencia para mantenerse en los campos, para mantenerse como
guerrillas alzadas contra el poder dominante.
En algunos casos —como es el caso de
Guatemala— han logrado éxitos de consideración; han ido adquiriendo un
prestigio grande, como es el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Guatemala, las FAR (APLAUSOS), que dirige el comandante Turcios
(APLAUSOS).
Es conocido también el hecho de que
heroicos revolucionarios venezolanos (APLAUSOS), dirigidos por distintos
comandantes, han logrado mantenerse durante más de tres años en las montañas
venezolanas (APLAUSOS).
En Colombia es vieja la tradición de
lucha guerrillera (APLAUSOS). Son
conocidas determinadas regiones a las que en esos países se ha denominado con
el nombre de repúblicas; también elementos nuevos, como la organización
conocida por el nombre de Ejército de Liberación, a la cual perteneció un Camilo: Camilo Torres
(APLAUSOS), un sacerdote que optó por el camino de la revolución, que adoptó un
camino diferente al de las oligarquías eclesiásticas de ese país, y luchó y
murió por la causa del pueblo (APLAUSOS).
Pero el hecho de que algunos esfuerzos
guerrilleros hayan fracasado y el hecho de que todavía no se haya producido el
triunfo de ninguno de esos movimientos guerrilleros —es decir, la conquista del
poder revolucionario—, sirven como material a los enemigos de la lucha
revolucionaria para predicar el fracaso del camino revolucionario, ¡del único y
verdadero camino revolucionario que la mayor parte de los pueblos de América
Latina pueden tomar hoy! (APLAUSOS)
Surgen siempre los elementos derrotistas,
y cuando sufren un revés, dicen: “Ya ven, teníamos razón: ese camino estaba fracasado.” Y los imperialistas dicen: “Ya ven, teníamos razón nosotros
también: los revolucionarios están
fracasados.”
Y se produce esa extraña coincidencia
entre lo que predican el imperialismo y las oligarquías, y lo que predican
algunos señores y organizaciones que se autotitulan revolucionarias
(APLAUSOS).
Habrían podido decirnos a nosotros el 26
de julio: “Ya
ven, teníamos razón.” Habrían podido
decirnos a nosotros después del desembarco del “Granma”: “Ya ven, teníamos razón.” Y no le habrían faltado muchas oportunidades
frente a cada uno de los reveses de los revolucionarios. Habrían podido decir lo mismo después del Goicuría; habrían podido decir lo mismo después del
desembarco del Corynthia; habrían podido decir lo
mismo después del heroico ataque al Palacio Presidencial el 13 de marzo
(APLAUSOS). Infinidad de ocasiones les
habrían sobrado para decir:
“Abandonen el camino de la Revolución.”
Y no faltaron algunos trasnochados que,
cuando ya nosotros éramos invulnerables en la Sierra Maestra, nos exhortaban a
abandonar la lucha. Como aquel sujeto
que en la revista Bohemia escribió una “Carta a mi hermano Fidel”, pretendiendo
demostrar que era imposible derrotar al régimen de Batista; que ya se había hecho
un gran esfuerzo, un esfuerzo heroico, muy heroico, muy heroico, muy digno de
todos los aplausos y de todo lo que se quiera.
Y de ahí, ¡a politiquear con eso!
Es que ocasiones sobraron y, sin embargo,
nosotros podemos decir hoy:
¡Ya ven, ya ven, teníamos la razón! (APLAUSOS PROLONGADOS.) ¡Ya ven, ya ven que
se podía hacer una revolución contra el ejército! Y algo más importante todavía: ¡Ya ven cómo se
podía hacer una revolución aun contra la hostilidad más abierta del
imperialismo yanki! (APLAUSOS.)
Y nosotros estamos seguros de que, a
pesar de los reveses pasajeros, algún día también los revolucionarios en los
demás pueblos hermanos de América Latina podrán decir también: “¡Ya ven que sí se podía luchar, ya
ven que nuestro camino era correcto, ya ven que teníamos la razón!” (APLAUSOS.)
Frente a los reveses, los pseudorrevolucionarios proclaman el fracaso del verdadero
camino revolucionario. Hay algunos que
pretenden presentarnos a nosotros como fanáticos de la guerra, como maniáticos
de la lucha armada. Hay gente que, en
pose de sensatos como tantos que nosotros conocimos aquí, predican el camino
del electorerismo y de la charlatanería
(APLAUSOS).
No es que nosotros pretendamos que en
todos los países existan exactamente las mismas condiciones. No es que nosotros pretendamos que en todos
los países se den exactamente las mismas condiciones de Cuba; y efectivamente
hay, incluso, en este continente algunas excepciones, pero muy, pero muy, muy,
muy contadas excepciones, donde las condiciones son diferentes, donde las
posibilidades son más difíciles.
Pero de lo que nosotros estamos
convencidos es de que en la inmensa mayoría de los
países de América Latina existen condiciones superiores para hacer la
Revolución de las que existían en Cuba, y de que si esas revoluciones no se
hacen en esos países es porque falta la convicción en muchos que se llaman
revolucionarios (APLAUSOS).
Se suele hablar, y siempre se suele
hablar de algo, y siempre se suelen utilizar algunas frases, algunos clichés, y
los clichés a veces hacen más daño que el mismo imperialismo, porque el
imperialismo excita y estimula la lucha de los pueblos con sus represalias y
sus crímenes, y los dogmas, los clichés, matan el espíritu en los
revolucionarios, los adormecen. Y una de
las frases muy conocidas y muy repetidas es aquella que se refiere a las
condiciones objetivas y a las condiciones subjetivas; y desde luego, esta no es
una clase de literatura, ni mucho menos un círculo de meditación filosófica,
pero hablando el lenguaje —ese lenguaje que es el que hay que hablar, que es el
lenguaje que entienden las masas—, (APLAUSOS) esta cuestión de lo objetivo y lo
subjetivo se refiere, lo primero, a las condiciones sociales y materiales de
las masas, es decir, sistema de explotación feudal de la tierra, de explotación
inhumana de los trabajadores, miseria, hambre, subdesarrollo económico, en fin,
todos esos factores que producen desesperación, que producen por sí mismos un
estado de miseria y de descontento en las masas. Esos son los llamados factores objetivos: masas explotadas de
campesinos, de obreros, intelectuales descontentos, estudiantes, en fin... Yo no diría intelectuales descontentos, pero
sí intelectuales oprimidos.
Y los factores subjetivos son los que se
refieren al grado de conciencia que el pueblo tenga. Son los que se refieren al grado de
desarrollo de las organizaciones del pueblo y dicen: Hay muchos factores objetivos, pero
todavía las condiciones subjetivas no están dadas. Si ese esquema se hubiera aplicado a este
país, jamás se habría hecho aquí Revolución, jamás. Las condiciones objetivas eran malas, desde
luego, pero son todavía mucho peores en la mayor parte de los pueblos de
América Latina. Y las condiciones
subjetivas... bueno, posiblemente aquí
no pasaban de 20, al principio no pasaban de 10, las personas que creyeran en
la posibilidad de una Revolución.
Es decir que no existían esas llamadas
condiciones subjetivas de conciencia en el pueblo. Bien arreglados habríamos estado si para
hacer una Revolución socialista, nos hubiésemos tenido que dedicar a catequizar
a todo el mundo con el socialismo y el marxismo para después hacer la
revolución.
No hay mejor maestro de las masas que la
misma revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de
clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso
revolucionario quien fue creando la conciencia revolucionaria.
Y eso de creer que la conciencia tiene
que venir primero y la lucha después es un error. ¡La lucha tiene que venir primero e
inevitablemente detrás de la lucha vendrá con ímpetu creciente la conciencia
revolucionaria! (APLAUSOS.)
Si yo hiciera una pregunta aquí, si yo
hiciera una pregunta aquí, podríamos nosotros, ante nuestros visitantes,
demostrar esto con el testimonio de las masas.
Si yo les preguntara a ustedes, a esta inmensa multitud, les preguntara
cuántos tenían conciencia revolucionaria y cuántos no tenían; y si, sobre todo,
les pregunto a ustedes cuántos no tenían conciencia revolucionaria antes de la
Revolución, y les dijera que levanten la mano los que no tenían conciencia
revolucionaria, que lo digan... ¡Esa es
la masa! (APLAUSOS.)
Es que conciencia revolucionaria,
cabalmente, no la poseíamos ni los mismos hombres que hemos estado dirigiendo
esta Revolución (APLAUSOS). Ideas revolucionarias, intenciones revolucionarias,
buenos deseos revolucionarios, pero conciencia revolucionaria, una verdadera
cultura revolucionaria, una verdadera conciencia revolucionaria, muy pocos.
Y esa masa, esa masa, fue adquiriendo
conciencia en el proceso revolucionario, esa masa fue adquiriendo la cultura
revolucionaria y la conciencia revolucionaria a través del proceso. Porque las
masas lo que sentían era la opresión, lo que sufrían eran las necesidades, y
tenían, todo lo más, una conciencia vaga de que algo andaba mal, una conciencia
vaga de que era explotada, de que era preterida, de que era humillada.
El revolucionario tiene que actuar con
ese sentimiento de las masas, con ese sentido que tiene de la explotación que
sufre, de las necesidades que padece. Y
el verdadero revolucionario no espera que esos llamados factores subjetivos se
den de una manera cabal. Porque para
esperar que todo el mundo tuviera hace 13 años la conciencia revolucionaria que
tiene hoy, eso realmente no habría tenido gracia; bastaría con que la quinta
parte de esta conciencia revolucionaria hubiera existido entonces, y el régimen
de Batista y su sistema desaparecen en 24 horas.
Lo interesante de un proceso revolucionario
es que en la medida que lucha, que avanza, interpretando realmente las leyes de
la sociedad humana, interpretando las necesidades y los anhelos de las masas,
va creando la conciencia revolucionaria.
Y esto, esta pregunta que yo les he hecho
hoy, eso demuestra la justicia del planteamiento que estamos haciendo. Porque con esa frase de las condiciones
objetivas y de las condiciones subjetivas, algunos esperarán por las calendas
griegas a que venga la Revolución (APLAUSOS).
Fue por eso que en la Declaración de La
Habana se planteó que “el deber de todo revolucionario es hacer la Revolución”
(APLAUSOS). Y eso que se llama
convicción de esta verdad, de esta realidad, es algo esencial, es algo
definitivo.
Si a mí me preguntaran cuáles son los más
importantes aliados del imperialismo en América Latina, yo no diría que son los
ejércitos profesionales, yo no diría que es la Infantería de Marina yanki, yo
no diría que son las oligarquías ni las clases reaccionarias, yo diría que son
los pseudorrevolucionarios (APLAUSOS).
Y es que hay que acabar de saber qué es
un revolucionario. Si acaso un
revolucionario es simplemente aquel que se arma de una teoría revolucionaria,
pero no la siente, tiene una relación mental con la teoría revolucionaria, pero
no tiene una relación afectiva, no tiene una relación emocional, no tiene una
actitud realmente revolucionaria, y acostumbra a ver los problemas de la teoría
revolucionaria como una cosa fría, que no tiene nada que ver con las
realidades.
Y pseudorrevolucionarios
hay muchos, charlatanes hay muchos, farsantes, embaucadores, de todos los tipos
—no voy a hacer definiciones porque sería larga la enumeración. Pero revolucionarios, revolucionarios de
convicción, que sienten profundamente una causa, una idea, que conocen una
teoría y son capaces de interpretar esa teoría acorde con las realidades, esos
desgraciadamente son muy pocos. Pero
siempre y cuando haya hombres con esas convicciones —aunque sea un puñado de
hombres— allí donde se dan las condiciones objetivas para la Revolución, habrá
revoluciones. Porque las condiciones
objetivas las hace la historia; pero las condiciones subjetivas las crea el hombre (APLAUSOS PROLONGADOS).
Y en todos esos países, en todos esos
países donde esas condiciones objetivas existen, nosotros sabemos que no
faltarán los hombres que sean capaces de crear las otras condiciones, de la
única forma: que
es luchando. Y los mejores aliados del
imperialismo y de la explotación son en esos países los que tratan de frenar
las revoluciones, los derrotistas, los que no quieren luchar.
Porque hace falta comprender —y
comprender de una vez— que para ser revolucionario no se necesita solo una
teoría: se
necesitan convicciones profundas, una gran confianza en las masas, una gran
decisión de lucha y de sacrificio.
Y es doloroso ver incluso cómo los
militantes revolucionarios caen asesinados por los esbirros porque tienen una
teoría política; la represión en la América Latina es tan brutal y tan estúpida
que en ocasiones ha reprimido a elementos que solo tienen una posición teórica,
teóricamente revolucionaria, pero que no tienen realmente una convicción
revolucionaria. Y han llevado la
represión a esos extremos. Y así muchos
hombres han ido a parar a las cárceles, otros han muerto, simplemente por las
ideas. Porque vuelvo a repetir que hay
una distancia grande entre la teoría y los hechos, entre las ideas y la puesta
en práctica de las ideas.
Con relación a estos pronunciamientos de
carácter doctrinario, si se quiere, que a veces nosotros hacemos en esta Plaza
Cívica, ocurren cosas curiosas: amigos
de la Revolución que publican algunos discursos y otros no los publican, o que
a veces los publican entero y otras veces publican una parte, nos censuran. Porque es natural que algunas diferencias existen entre nosotros, revolucionarios de hecho y de
derecho, de convicción y de teoría, intelectuales y de sentimiento (APLAUSOS),
y los que no ven las cosas de la misma forma.
Así a veces tenemos la suerte de que algunos de los pronunciamientos se
publican y otros de los pronunciamientos se censuran. ¡Amigos!, ¡qué clase de amigos!
Pero bien: nosotros no pronunciamos estas cosas
por queja ni resentimiento contra nadie, ni disgusto contra nadie. A nosotros nos interesa solo aclarar estas
ideas. ¿Para quiénes? Para aquellos a quienes pueda ser útil, para
aquellos que teniendo convicción, actitud de revolucionarios, puedan ver en el
ejemplo y en la historia de nuestra Revolución un estímulo, un argumento, una
razón que los estimule en su lucha, frente a los derrotistas, frente a los capitulacionistas —que los hay en todas partes—, para que
los elementos revolucionarios no se desalienten.
Los imperialistas sueñan, sueñan con
crear el mito de que no son posibles nuevas revoluciones como la de Cuba. Y los únicos que saldrán ganando son los
imperialistas, en la misma medida en que este mito se lo hagan creer a la
gente, en la misma medida en que este mito sirva de antídoto al fervor, a la
convicción revolucionaria.
Muchas veces los dirigentes políticos o
los dirigentes llamados revolucionarios —que están poseídos de muy buenas
intenciones, pero son extraordinariamente incapaces—, a veces ocurre dentro de
determinadas organizaciones, que surge un grupo y dice: Estos son incapaces. Pero resulta que estos que dicen que los
otros son incapaces y que son pseudorrevolucionarios,
se ponen a hacer las mismas cosas, a incurrir en los mismos errores, y en
ocasiones en la misma politiquería que le critican a los otros (APLAUSOS).
¿Quiénes serán los hombres que dirijan la
revolución en este continente? Tal vez
en muchos casos sea como aquí, hombres cuyos nombres no han aparecido nunca en
la letra de molde, hombres que ni siquiera son conocidos. Pero nosotros sabemos que en las filas del
pueblo, en las entrañas del pueblo, existen esos tipos de hombres que más tarde
o más temprano, interpretando correctamente las realidades y los hechos,
poseyendo convicción revolucionaria y confianza en el pueblo, lleven adelante a
sus pueblos hacia la liberación.
Y a nosotros nos parece que esta fecha
del 26 de julio entraña muchas enseñanzas útiles, más que para nosotros —porque
al fin y al cabo todos nosotros somos convencidos, todos nosotros estamos
convencidos— entraña lecciones muy útiles para los pueblos de América Latina
(APLAUSOS).
Los imperialistas sueñan con mantener su
sistema de dominación, los imperialistas intervienen en Santo Domingo, los
imperialistas crean esas fuerzas continentales de represión, los imperialistas
hacen todo lo posible... incluso recientemente, un alto
personero del gobierno imperialista de Estados Unidos hablaba de crear en la
América Latina una organización similar a la OTAN, una organización de tipo
militar, que involucre a las naciones de América Latina.
Los imperialistas han seguido un camino
de crear gobiernos de gorilas, como en el caso de Brasil, como en el caso de
Argentina. Dos de los países de mayor
población y de mayor territorio de América Latina, donde el poder lo han
asumido abiertamente, abiertamente, los gorilas, alentados por el imperialismo
yanki.
Recientemente, en una entrevista que me
hacía un periodista —si mal no recuerdo de la Reuter,
una agencia inglesa de noticias—, me preguntaba qué yo creía de las
posibilidades revolucionarias en la América Latina. Y le dije algunas cosas parecidas a estas, y
le dije cómo en muchos de esos países existían las condiciones, y le dije cómo,
por ejemplo, en Brasil ya la oligarquía y el imperialismo habían llegado al
último, a los que llegan los sistemas sociales para tratar de perdurarse, y que
detrás de ese extremo sistema iría la revolución.
Por cierto, que por aquellos días leí
después otro cable en que el gorila de Castelo Branco
—ese sujeto es el presidente de allí, de Brasil—, no sé en qué acto, en
cualquiera de esos actos que de vez en cuando tienen allí, dijo, lanzó una
fanfarronada, y decía que me retaba a mi a que hiciera una revolución allí en
Brasil, o cosa por el estilo, o que probara.
Realmente, a mí no tiene que retarme,
porque yo no soy brasileño. No soy yo el
que tiene que hacer la revolución allí (APLAUSOS). En todo caso, yo lo más que puedo decir es
que lamento mucho, en una situación como esta, no ser brasileño
(APLAUSOS). Y además, que cambiaría
gustoso todos los cargos:
mi cargo de Primer Ministro, “mi carga” de Primer Ministro, si
quieren, por el de humilde ciudadano brasileño.
Y estoy seguro, pero completamente seguro de que Castelo
Branco y todos los gorilas no tardarían mucho tiempo en hacer lo que hizo
Batista aquí en Cuba (APLAUSOS PROLONGADOS).
Pero en realidad no hace ninguna falta,
es un error creer que tiene que ser un hombre, unos hombres, los mismos los que
hagan las cosas. Yo estoy absolutamente
convencido que tienen que haber decenas de miles de hombres en Brasil capaces
de hacerlo; y tal vez lo que esos hombres necesiten es la convicción que
nosotros tuvimos, la seguridad que nosotros tuvimos. Por eso yo decía que lo que importaba no eran
los individuos, sino la convicción; que el mérito no está en los individuos
sino en la convicción. Si el individuo
no comprende eso, si no tiene esa convicción, no lo podrá hacer.
Naturalmente que hay muchos cubanos que
tienen no solo la convicción que tenían cuando empezaron, sino que además
tienen la experiencia. Y lo que ocurre
con esos ejércitos de gorilas es que al principio le llevan ventaja a los
guerrilleros en experiencia represiva, y siempre comienzan con ventajas; los
primeros momentos de todo movimiento guerrillero son los más difíciles porque
se enfrentan con organismos militares que tienen alguna experiencia de
infiltrar espías, tienen algunas experiencias para perseguir, cercar y
aniquilar a los revolucionarios, mientras que los revolucionarios comienzan
siempre sin ninguna experiencia, y hay un período muy difícil, en que el enemigo
tiene ventaja. Pero tan pronto el
revolucionario adquiere un poco de experiencia, no tarda en rebasar el nivel de
experiencia antirrevolucionaria que tienen las fuerzas represivas.
Y, lógicamente, las primeras etapas de
las luchas guerrilleras son por eso más difíciles.
Nosotros mismos estuvimos en más de una
ocasión a punto de ser exterminados, porque sencillamente nos enfrentábamos sin
ninguna experiencia a fuerzas que tenían más experiencia que nosotros, hasta
que llegó el momento en que nosotros rebasamos esos niveles, y a partir de ese
momento jamás, jamás, habrían podido derrotarnos. Así que ese es el problema. Claro está que cuando ya nosotros habíamos
adquirido bastante experiencia guerrillera, pues se acabó la guerra. Y claro, pues tuvimos que empezar a aprender
otras cosas, que son las que todavía estamos aprendiendo.
Pero nosotros tenemos la seguridad de que
de las filas de los pueblos de América Latina saldrán los dirigentes, saldrán
los cuadros, saldrán los tácticos y los estrategas de las revoluciones, y es
ridícula esa fanfarronada y esos retos de Castelo
Branco, porque ellos saben que no es tarea esa nuestra, que esa es tarea de los
brasileños. Pero yo estoy seguro de que
los brasileños ajustarán cuentas con los Castelo
Branco y compañía. Yo estoy seguro de
que el pueblo de Brasil ajustará cuentas con los gorilas (APLAUSOS), igual que
estamos seguros de que el pueblo de Argentina ajustará cuentas con los gorilas
argentinos, que como ustedes saben, acaban de dar también un cuartelazo allí, y
han establecido un gobierno, y dicen que van a estar no sé cuanto tiempo.
Yo me acuerdo que cuando Batista dio el
golpe de Estado el 10 de marzo, decía que iban a estar, creo que 50 años, y que
después de Fulgencio venía “Papo” (RISAS).
¡Ustedes se recordarán mucho de eso!
Los esbirros decían:
“Después de Fulgencio, Papo” (EXCLAMACIONES). Y Tabernilla decía que le iba a dar “candela
al jarro hasta que soltara el fondo”. Y
ni estuvieron 30 años, ni “Papo” vino después de Fulgencio; y, en todo caso, si
al jarro se le cayó el fondo no fue por la candela que le dio Tabernilla, sino
por la candela que le dio la Revolución (APLAUSOS). Tabernilla soltó el jarro, soltó los grados
de general, soltó el uniforme, soltó todo, y aquel 31 de diciembre, precipitadamente,
junto con Batista y los principales criminales, agarraron un avión y se
fueron.
Así agarrarán también su avioncito, en su
oportunidad, los Castelo Branco, los Onganía, y todos los oligarcas y los esbirros que oprimen y
esclavizan a los pueblos de América Latina.
Nosotros tenemos una convicción absoluta, la misma que teníamos hace 13
años: nosotros nos atreveríamos a
afirmar que a la vuelta de otros 13 años, a la vuelta de otros 13 años, es
posible que queden muy pocos regímenes oligarcas y feudalistas
en la América Latina (APLAUSOS).
Desde luego, que esa no es tarea nuestra,
es tarea de los pueblos latinoamericanos.
Pero estoy seguro de que la dominación imperialista en América Latina no
dura 13 años, y los propios imperialistas se dan cuenta, porque recientemente,
no sé si fue el Secretario de Agricultura de Estados Unidos quien declaró que
la década del 80, es decir, del 70 al 80, era la década de hambre para los
países subdesarrollados del mundo, y la década del hambre para los países de
América Latina, para los países de Africa, para los países de Asia. Y se dan cuenta, porque en esos países crece
más la población que la producción de alimentos.
Nosotros tenemos la más completa
seguridad de que la década del 80 no será década de hambre para nuestro pueblo,
nosotros sabemos que la Revolución impidió eso.
Porque ya no es la situación de un millón de analfabetos, de 500 000
obreros sin trabajo, ¡no! Que ya nuestro
problema hoy no es de falta de trabajo en nuestros campos, sino de falta de
brazos para poner a producir nuestras tierras.
Nosotros sabemos que hemos tenido
lógicamente en estos años limitaciones, hemos tenido escaseces relativas. ¿Por qué?
Porque lo poco que había en este país hubo que repartirlo entre
todos. Hubo que repartir entre todos lo
poco que había en este país (APLAUSOS).
Y de la noche a la mañana, desde luego, de la noche a la mañana no se
resuelven los problemas de un país subdesarrollado ni se conquista el terreno perdido
durante 50 ó 60 años. Pero nosotros
sabemos cómo marchan nuestros asuntos, nosotros sabemos cómo marcha nuestra
situación. Nosotros sabemos que al
principio de esa década, es decir, precisamente en 1970, todos, prácticamente
todos, o casi todos los renglones de nuestra producción agrícola, se habrán
duplicado. Es decir, que para 1970,
cuando se sume el valor total, o el volumen total de nuestra producción
agrícola, será el doble, el doble, de la producción que tenía el país en el año
1959 (APLAUSOS).
Nosotros sabemos cómo andan nuestros
asuntos. Nosotros sabemos cómo marcha el
desarrollo de nuestra economía, nosotros sabemos cómo marcha nuestra
agricultura, nosotros sabemos los recursos con que contamos en este momento, y
los recursos con que contaremos en los próximos años; cuánta agua, cuánto
fertilizante, cuánta maquinaria. Y de
manera tenaz y perseverante se trabaja a lo largo y ancho del país. Numerosas obras hidráulicas se construyen, y
el número de esas obras en los próximos dos años aumentará
considerablemente. Nosotros sabemos los
miles y miles de caballerías de nuevas tierras que se ponen anualmente en
producción; nosotros sabemos que con el agua de nuestros recursos hidráulicos
nos liberaremos en grado considerable de los fenómenos de la sequía; nosotros
sabemos que al ritmo que lleva el desarrollo de nuestra agricultura, dentro de
algunos años no quedará una pulgada cuadrada de nuestro territorio sin estar en
explotación (APLAUSOS).
Nosotros sabemos, además, el número de
técnicos con que contamos. Porque en
nuestros institutos tecnológicos, agrícolas, hay en este momento formándose 20
000 cuadros, ¡veinte mil! y todos esos cuadros estarán graduados
para 1970. En 1970 tendremos 20 000
técnicos incorporados a nuestra agricultura.
Y en el año 1975, tendremos 50 000 técnicos. Pero sabemos, además, cómo estamos creando
una base industrial para ello, una base industrial para una agricultura
verdaderamente moderna, capaz de satisfacer con creces las necesidades de
nuestra población. Nuestra población no
pasará hambre en la década de 1980.
Ahora, entendemos que tiene razón el
Secretario de Agricultura —o quien lo dijo en Estados Unidos—, que la década de
1980 será la década del hambre. Ahora,
¿cómo será esa hambre cuando tal parece que la de ahora no es hambre para el
señor Secretario de Agricultura de Estados Unidos? Y si lo de ahora no es hambre, ¿qué clase de
hambre habrá concebido ese individuo?
Porque nosotros sabemos muy bien que sin la Revolución, sin la reforma
agraria, mejor dicho, sin la revolución agraria que hemos hecho, la década de
1980 habría sido la década, no voy a decir de hambre, de canibalismo; porque si
este país hubiese seguido como iba, con su economía paralizada desde hacia 30
años, con las divisas que se llevaban de aquí los monopolios americanos, con
las inversiones que hacían en lujos los ricos en este país; si este país
hubiese continuado trayendo decenas de miles de automóviles todos los años, en
vez de traer decenas de miles de tractores y de equipos de construcción para
hacer represas, para hacer caminos, para desbrozar la tierra, para desarrollar
la agricultura, en este país habríamos terminado devorándonos los unos a los
otros.
No hay que ser un economista para
comprender aquel fenómeno en que los imperialistas vendían los automóviles de
uso aquí a un precio baratísimo, pero que cada automóvil que llegaba obligaba
al país a gastar todos los años en gomas, en piezas de repuesto, en pintura, en
gasolina, en montones de cosas, y prácticamente los recursos de este país se
estaban invirtiendo en lujos de una minoría.
Aunque es cierto que el automóvil se llegó a vender tan barato —como
eran los automóviles de uso americanos, muchos de los cuales los traían de
contrabando— que incluso muchos obreros se compraban un automóvil.
Si no llega a producirse un cambio
revolucionario en nuestro país, la situación nuestra, a estas horas y en los
años venideros, sería terrible. Y
nosotros podemos comprender perfectamente que tiene que ser terrible la
situación en los años venideros en los países que están todavía en una
situación como la que estaba Cuba y aun peor; millones de analfabetos, falta de
técnicos, falta de escuelas, falta de medios de educación, medios de salud, en
fin, condiciones espantosas, que los cubanos que conocieron aquí el pasado en
todos esos aspectos las conocen perfectamente bien.
Y la década de 1980, dice optimistamente
el funcionario americano, será la década del hambre. Mejor sería decir que, en todo caso, será la
década de las revoluciones, ¡la década de las revoluciones! (APLAUSOS), porque es irrisorio creer que los
pueblos se van a dejar morir de hambre.
Y los pueblos preferirán, antes que esa muerte horrible de hambre, mil
veces preferirán morirse de un balazo que morirse de hambre, porque la muerte
de hambre es una de las peores muertes que puedan imaginarse.
Nosotros sabemos lo que son las
necesidades, lo sabemos por la experiencia de nuestro país, nos lo encontramos
todavía constantemente. Cuántas personas
nos encontramos nosotros que tienen problemas de la vivienda. Muchas veces se nos acercan familias: que si están
viviendo tantos en un cuarto, que si están viviendo en otro. Incluso, nosotros les razonamos a algunas
personas, cuál es la situación de la vivienda, cómo no alcanzan las que hay,
cómo no alcanza el cemento que hay en este país todavía para hacer un plan que
vaya a resolver ese problema.
Porque, ¿con qué nos encontramos? Nos encontramos con que en el país había tres
fábricas de cemento, que producían unas 900 000 toneladas de cemento. Y, claro, un ciudadano dice: Quisiera tener un cuarto, una
vivienda; porque siente la necesidad muy apremiante —es verdad—, porque se fue
acumulando el déficit y fue siendo cada vez mayor el déficit de viviendas. Pero también, desde luego, quiere tener leche
para el muchacho, quiere tener también la escuela, quiere tener el hospital,
quiere tener los alimentos, quiere tenerlo todo.
El cemento de este país se tiene que
distribuir entre construcción de viviendas, construcción de escuelas,
construcción de hospitales, construcción de fábricas, construcción de
almacenes, construcción de puentes, de carreteras, de vías de comunicación, de
todo; construcción de tipo económico y social, y el cemento no alcanza.
De todas las provincias, de todas partes,
todo el mundo siempre está pidiendo cemento para reparar viviendas, o para
construir un círculo infantil, o para hacer tal cosa. En fin, las 900 000 toneladas de cemento no
se pueden multiplicar como el famoso milagro de los peces y los panes de que
habla la Biblia. Son 900 000 y no hay
manera de multiplicarlas.
Pero, ¿qué se hizo desde el
principio? Se adquirieron dos fábricas
modernas de cemento, se están construyendo dos nuevas fábricas de cemento, una
de 400 000 toneladas, otra de 300 000 toneladas, es decir, 700 000 toneladas
más que estarán en producción para 1968.
Ahora bien: nos parece que no alcanza, y ya se está
discutiendo la ampliación de esas dos fábricas nuevas, para que produzca unas
600 000 toneladas; otra, 400 000 toneladas y, además, la adquisición de una nueva
fábrica de cemento adicional para 1970, de manera que en 1970 podamos producir
2 millones y medio de toneladas de cemento (APLAUSOS).
Naturalmente que desde 1968 ya se podrá
ampliar considerablemente el número de viviendas, y para 1970 se podrán destinar
no menos de un millón de toneladas de cemento para construir viviendas.
Y en el Ministerio de la Construcción
—ellos se quejan de que yo siempre les digo Ministerio de Obras Públicas,
porque no me he acostumbrado al cambio de nombre— están estudiando cómo
resolver el problema, cómo construir las viviendas en masa, qué método emplear
de prefabricado.
Nosotros les hemos planteado que hagan
los cálculos sobre dos bases:
o basados en una cantidad de cemento —aproximadamente un millón
de toneladas—, o en números, unas 100 000 viviendas por año. De las técnicas que ellos desarrollen
dependerá que empleen más cemento, que empleen menos, tal vez haya que emplear
un poco más de un millón de toneladas para la construcción de viviendas.
Es decir que la vivienda es un problema
que lleva muchos años. Y nosotros,
haciendo 100 000 viviendas por año de 1970 a 1980, suponiendo que desde fines
de 1968 ya estemos construyendo unas 50 000 por año, necesitaremos, de ahora a
1980, construyendo 100 000 viviendas por año desde 1970 en adelante, para
resolver todas las necesidades de vivienda.
Nosotros vemos alguna gente, incluso
angustiada, cómo piden una vivienda. Hay
veces que le diera a uno la sensación de que uno tuviera la vivienda en el
bolsillo y la pudiera sacar. ¡Qué más
quisiera uno! Esa necesidad nos la
encontramos en todas partes; en la ciudad, en la capital nos la
encontramos. Pero nos la encontramos
peor en el interior.
Los centrales azucareros, los bateyes
famosos de los antiguos latifundios cañeros, la gente vive todavía allí en
condiciones horribles. Y las casas que
estamos construyendo ahora no la podemos construir todas en las ciudades,
tenemos que construir edificios multifamiliares en todos los centrales azucareros. Y ya este año se empiezan a construir, en los
centrales azucareros, edificios multifamiliares, y en las granjas cañeras, en
los campos (APLAUSOS).
No sería lógico que mientras la industria
azucarera se desarrolla, sigan los centrales azucareros como estaban en el
pasado, sin un cine, sin calles, sin una cafetería, sin un centro de
recreación, sin viviendas; y en cada uno de los centrales azucareros tenemos
que construir, por lo menos, un cine, tenemos que construir las viviendas que
necesitan los obreros de los centrales y los técnicos, cafeterías. Algún día habrá que vender también los
helados “Coppelia” en los centrales azucareros (APLAUSOS). No sería justo que allí, donde producen el
azúcar, no se pueden tomar nunca un helado, no es
justo que no tengan una cafetería, no es justo que no tengan una pizzería.
En la capital hay todavía muchas
necesidades, pero también tenemos muchas cosas de las cuales carecen los
trabajadores en el interior del país.
Muchos de ustedes, que han estado participando en la zafra, viviendo meses
enteros en las zonas cañeras, saben que comparado con lo que tienen ellos, la
capital de la república tiene infinitamente más que ellos.
Si nosotros no nos ocupamos de
desarrollar el interior del país, si nosotros no llevamos a cabo una política
de crear condiciones que hagan agradable la vida en el interior del país, el
fenómeno de querer mudarse para La Habana seguirá manteniéndose, y el problema
en la capital será cada vez peor. Hemos
dicho en otras ocasiones que incluso la ciudad de La Habana ha llegado a un
tamaño tal, que crea un problema con relación al abastecimiento del agua muy
serio, muy serio, y que tenemos que desarrollar el interior del país.
No quiere decirse que no vayamos a
construir viviendas también en La Habana, porque la población de La Habana
crece, y también hay muchas necesidades de viviendas, sino, sobre todo, es
necesario comprender —y aprovecho esta ocasión para hablar de ello— la
necesidad y el deber que tiene la Revolución de incrementar las construcciones
de viviendas en el interior del país, y lo difícil que resulta este
problema.
En los últimos meses, de 200 edificios de
los más viejos, donde existía peligro de derrumbe, se han mudado de allí todas
las familias para derrumbar ese edificio o para apuntalarlo, para reconstruirlo. En fin, que con el fondo de viviendas que se
dispone se hace lo que se puede, pero es poco lo que se puede hacer.
Y yo hablaba de este problema, porque es
un problema. Sin embargo, ¿cuánto ha
hecho la Revolución por la vivienda? Primero: la rebaja de los alquileres, que fue
considerable en muchos casos; segundo:
la Ley de Reforma Urbana; repartos de becas, por ejemplo. Hay unos 150 000 becarios, para principios
del año que viene habrán 200 000 y eso en cierto sentido ayuda al problema de
la aglomeración de niños en las casas, porque son, como quiera que sea, 200 000
niños que tienen la alimentación, la ropa y todo, sus escuelas.
Además, ya la población, la mayor parte
de la población, no paga alquiler ya, desde que se cumplieron los cinco años de
la Reforma Urbana; se han construido decenas y decenas de miles de nuevas
viviendas. Es decir, que la Revolución
ha hecho con la vivienda todo lo que ha podido, todo lo que ha podido.
Yo creo que en ningún otro país se ha
hecho una legislación tan revolucionaria y tan beneficiosa para el pueblo, como
la que se ha hecho en Cuba con respecto al problema de la vivienda (APLAUSOS);
y, sin embargo, no creemos por eso que el problema esté resuelto ni mucho
menos, porque las cosas no se resolvían con lo que había, no se resolvían con
los materiales que teníamos para construir.
Porque, ¿qué vamos a hacer? Si
tenemos solamente 900 000 toneladas de cemento, si el cemento se produce en fábricas,
si las fábricas tardan años en construirse, ¿qué podemos hacer? Es decir que se ha hecho el máximo.
Y ese es un problema, un problema, y
nuestro pueblo tiene resuelto infinidad de problemas. El problema de la educación lo tiene
resuelto, el problema de la asistencia médica lo tiene resuelto ampliamente. Es decir que hay toda una serie de problemas
sociales que se han ido resolviendo el problema del empleo, el problema del
empleo para la mujer, el problema del empleo en el campo, el problema de la
seguridad social. Innumerables problemas
han sido resueltos en el país, y todavía, ¿cuántas cosas no nos faltan? ¿Cuántas necesidades no tenemos?, ¿cuánto no
debemos todavía trabajar, y durante cuántos años, para salir de aquella
situación de penuria en que vivíamos?
Entonces, ¿cuál será la situación de los
otros pueblos donde no hay una revolución, donde no está resuelto ninguno de
esos problemas? ¿Cuál será la situación
de esos países? Es lógico, será una
situación terrible. Pero no será la
década del hambre —lo repetimos—, será la década de las revoluciones. Lo que sí puede asegurarse que de 1970 a 1980
no le queda una pulgada cuadrada de dominio imperialista en América Latina al
imperialismo yanki (APLAUSOS). De eso
nosotros estamos completamente seguros.
No me voy a extender mucho en otras
consideraciones. Saben ustedes que este
año tuvimos una zafra baja, lo conoce todo el pueblo; todo el pueblo ha
participado en estos problemas de la agricultura, conoce la extraordinaria
sequía que hubo el pasado año. Pues bien: esa zafra baja ha
servido para que los imperialistas hagan la gran campaña. El señor Johnson,
ese vaquero ignorantón de Texas, decía recientemente —cantando victoria—, en una universidad —no
sé, de Indianápolis—, cantaba victoria, hablaba de cómo la Revolución
retrocedía; citaba casos como el de Indonesia, el de Ghana, y hablaba de
distintos países. Y decía una frasecita: “Cuba decae
notablemente.” Claro que él no
fundamentó esto en ninguna prueba, en ningún argumento. La verdad es que los que han venido aquí —y
siempre los que vienen aquí les pasa lo mismo, porque todos los días oyen, leen
un diluvio de cosas sobre Cuba, porque en ocho años no hay una sola vez que los
cables de las agencias imperialistas no escriban con la peor insidia sobre este
país su mentira y su veneno diario—, los que vienen siempre se llevan la
sorpresa al imaginar este país en una situación terrible. Meses atrás decían que había un enorme
descontento popular, que había no se sabe qué divisiones y qué conspiraciones,
y no sé cuántas cosas por el estilo.
Cualquiera puede darse cuenta cómo, en la realidad de los hechos, la
fuerza de la Revolución crece; cualquiera puede darse cuenta que la adhesión
del pueblo a la Revolución es cada vez mayor, que la reacción y la
contrarrevolución son cada vez más débiles en este país; cualquiera puede darse
cuenta de la fuerza de la Revolución.
Luego, ¿cuáles serán las ilusiones que se puedan hacer con relación a
nosotros? Ningunas.
Han hablado de Indonesia —lo de Indonesia
es muy lamentable—, pero en Indonesia pasó lo que pasa cuando las revoluciones
se hacen a medias, a medias.
Entonces, lo que les pasa a las
revoluciones que se hacen a medias no les ocurre a las revoluciones que se
hacen enteras. O en todo caso, mucho
menos cuando se hace revolución y media (APLAUSOS).
Nosotros lamentamos mucho la situación de
Indonesia. Han asesinado cientos de
miles de comunistas en Indonesia y la reacción se ha apoderado de ese
país. Pues allá se las tendrá que arreglar
el imperialismo para mandarles comida.
Porque por ese camino, sin una revolución, con medias revoluciones o con
una contrarrevolución, los problemas no los van a resolver; y tendrá que cargar
sobre sus hombros con la responsabilidad —que sin duda llegará un momento en
que no podrá cargar con ella— de estar mandando alimentos para esos
países.
Pero bien: decía este señor ignorante de
Texas que iba abajo, iba decayendo la Revolución. Y esta es la decadencia de la
Revolución.
Los que estuvieron ayer en el estadio
Latinoamericano, pudieron ver lo que es la decadencia de esta Revolución en esa
juventud vigorosa, sana, disciplinada, trabajadora (APLAUSOS); la decadencia de
esta Revolución donde este año se gradúan de 6to grado cerca de 70 000 alumnos;
la decadencia de esta Revolución donde cientos de miles de adultos estudian ya
para el 6to grado, cuyas universidades tienen 30 000 alumnos, cuyas escuelas de
formación de maestros tienen 20 000 alumnos, cuyos institutos tecnológicos
tienen una cifra igual, cuyo número de becados aumentará a la cifra de 200 000
a principios del próximo año (APLAUSOSL; la decadencia de un país que ya está
poniendo en producción cada año aproximadamente 300 000 nuevas hectáreas de
tierras en cañas, pastos, frutales y cultivos diversos; un país que desarrolla
todo su potencial hidráulico con la meta de no permitir que se vaya al mar una
sola gota de agua: un país donde se
comenzará pronto un programa para la construcción de 70 000 kilómetros de
caminos; un país cuyo potencial eléctrico se está duplicando y cuyas industrias
básicas se van construyendo; un país cuya flota mercante, por ejemplo, ha
crecido un 500% desde que triunfó la Revolución (APLAUSOS).
Hay una serie de hechos de índices. En días recientes los compañeros que trabajan
en el sector de la ganadería nos informaban que habían elevado ya a un millón
el número de vacas en los programas de inseminación artificial, que es catorce
veces más de las que había hace unos 18 meses. Una serie de índices se pueden
vislumbrar como hechos de un evidente desarrollo económico, independientemente
del desarrollo social.
Porque hay algunos elementos, incluso
izquierdistas, que en América Latina dicen: “oímos que Cuba ha triunfado mucho en
educación, en salud pública; pero todavía no conocemos sus triunfos en el campo
de la economía”. Es que esos señores, en
primer lugar, leen los cables imperialistas y, en segundo lugar —y bien se ve
que nunca se han pasado un día con la responsabilidad de un gobierno—, creen
que del sombrero, como “Mandrake el Mago”, se extraen
las soluciones de los problemas económicos de los pueblos. Descuentan, además, el bloqueo imperialista;
desconocen o pretenden desconocer las necesidades acumuladas durante tanto
tiempo.
Pero también, también en el campo de la
economía, no tardaremos mucho, con cifras que hablarán de cantidades y que no
serán solo cifras de analfabetos alfabetizados; niños que no tenían escuelas y
tienen escuelas; reducción de índices de enfermedades de todo tipo; incremento
de la asistencia médica, del deporte, de las actividades de todo tipo... Basta un mes de verano recorrer el litoral de
la capital de la república, donde antes iban a tomar fresco y a bañarse en el
mar unos cuantos miles de burgueses, cómo la población entera de la capital se
vuelca a bañarse allá en el mar, en lo que eran aristocráticos clubes de los
ricos, playas privadas de los ricos.
Porque el colmo es que esas playas de Boca Ciega y de Santa María del
Mar, que tienen kilómetros de playa, solo las podían disfrutar unas cuantas
familias. Esos también son índices.
La seguridad que cada ciudadano de este
país ha adquirido:
seguridad frente a la enfermedad, seguridad frente al empleo,
seguridad frente a la vejez, seguridad del campesino con relación a la posesión
y la propiedad de sus tierras, seguridad del joven acerca de su porvenir,
seguridad de la mujer.
Hay algunos que no sé dónde demonios han
estudiado economía, porque creen que la economía se cuenta solo en toneladas
más o en toneladas menos de tal cosa. Y
al parecer no consideran que entran en el campo de la
economía todas esas medidas y todos esos hechos de la Revolución, que han
contribuido a crear en el pueblo ese extraordinario grado de seguridad que
tiene hoy.
¿Quién hoy no se siente seguro en su
casa? ¿y
quién se sentía seguro antes? Porque el
obrero o el padre de familia que pagaba el alquiler sabía que, si se enfermaba,
no tardaban dos o tres meses en botarlo.
¿Qué familia es hoy desalojada de una vivienda? ¿Qué obrero no tiene derecho hoy a la
jubilación? ¿Qué hombre de campo no
tiene su trabajo asegurado? ¿Qué enfermo
no tiene en un hospital todo lo que necesite sin tener que pagar un
centavo? (APLAUSOS). ¿Qué niño no tiene
escuela? ¿Qué joven no posee un
instituto tecnológico o la oportunidad de ir a una universidad?
Es como si en el campo de la economía
esos trasnochados “izquierdistas” —por no llamarlos otra cosa—, no contaran
estos hechos. Y piensan con mentalidad
de teóricos burgueses, preguntando toneladas de esto y toneladas de lo
otro.
Pero es que, además de toneladas de esto
y toneladas de lo otro, les hablaremos también y les daremos impresionantes
cifras. ¡Porque para eso hemos estado
preparando las condiciones en estos años!
(APLAUSOS) y no solo vamos a hablar de cantidades, sino de
calidades.
Y a los que pretenden poner de ejemplos a
otros gobiernos —como ocurre con el imperialismo y su “niña mimada”, el señor Frei, de Chile, al que pretenden poner como ejemplo del
camino para resolver los problemas— y pretenden hacer comparaciones, pretenden
hacer imposibles comparaciones, porque no se puede hacer comparación con un
país como el nuestro, que lleva años sometido a una hostilidad constante por
parte de los imperialistas, años sometido a un implacable bloqueo económico,
años donde cada vez que nuestro país va a vender sus productos o adquirir algo en
cualquier parte del mundo van ellos detrás, van ellos detrás precisamente para
sabotear nuestras actividades.
Sin embargo, a pesar de eso, nosotros
hemos avanzado extraordinariamente. Pero
avanzaremos a un ritmo mayor, y ningún gobierno de esto, “vitrina
imperialista”, burgueses reformistas, podrán jamás, jamás, aproximarse siquiera
a los logros de nuestro pueblo, aun en estos años difíciles.
Hay que contar cuánto tenemos que gastar
en nuestras fuerzas armadas, hay que contar cuántos hombres jóvenes y
saludables, bien preparados, tenemos que tener sobre las armas frente a la
permanente amenaza imperialista.
Los imperialistas toman alguno de estos
gobiernos de vitrina, algunos de estos gobiernos usan, además, en el orden
exterior una política muy farisaica.
Dicen, dicen que están dispuestos a comerciar con el campo socialista,
que están dispuestos a comerciar con distintos países del campo socialista,
como prueba de su independencia económica, de su independencia del
imperialismo. Pero donde está la prueba
más importante no son independientes. Ese mismo gobierno de Frei
no ha tenido el valor de restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba, no
ha tenido el valor de restablecer las relaciones comerciales con Cuba. Ese mismo señor participa del bloqueo
imperialista contra Cuba, participa del bloqueo imperialista contra Cuba, se
niega a que Chile nos venda frijoles, a que Chile nos venda alimentos, a que
Chile nos venda nada. ¡Ah!, pero ese
señor, niño mimado del imperialismo, coquetea para simular independencia y
habla de relaciones económicas con el campo socialista.
Desde luego, el campo socialista es
independiente, tiene derecho a hacer lo que crea que le convenga hacer, es cosa
de ellos. Pero nosotros sí con toda
claridad decimos que el gobierno de Frei es cómplice
del bloqueo imperialista contra Cuba, vitrina del imperialismo, que trata de
introducir la mercancía de la democracia cristiana
de contrabando, como antídoto a la revolución de América Latina. Y los coqueteos de Frei
no engañarán a nadie, y los coqueteos de Frei no
engañarán al campo socialista, porque sería un error creer que ese señor va a
cambiar su vicio en virtud y lo que hace es, incluso, incluso, como parte de su
política anticubana, de su política contra Cuba, y como resultado de esa
realidad que lo define como régimen reaccionario proimperialista
y cómplice del imperialismo en el bloqueo contra Cuba, trata de cubrirse con la
“hoja de parra” de una falsa libertad. Y
claro que el imperialismo le permite eso a Frei,
incluso le aconseja eso a Frei, porque piensa: si algún país
socialista ayuda a Frei, la democracia cristiana nos
costará más barato a nosotros los imperialistas.
Partimos de que cada país tiene el
derecho de hacer lo que estime conveniente, de la misma manera que nosotros
también tenemos derecho a emitir algunas opiniones que estimemos conveniente
(APLAUSOS). Y es nuestro deber advertir
a los países socialistas contra la hipocresía de Frei,
contra la coquetería de Frei, porque la prostituta no
se volverá virtuosa porque le presten atención a alguna de esas coqueterías
suyas. Que Frei
demuestre primero que es un gobierno independiente, que Frei
demuestre primero que no obedece a los dictados del imperialismo yanki, y la
independencia de Frei solo se podrá demostrar como
rasgo de independencia digno de ser tomado en cuenta, si hubiese tenido el
valor de establecer las relaciones diplomáticas con Cuba, de establecer el
intercambio comercial con Cuba (APLAUSOS).
Y en tanto eso no se haga, nosotros los
cubanos nos consideramos con todo el derecho a sentirnos agraviados, nosotros
los cubanos nos sentimos con derecho a sentirnos heridos con cualquier país que
le brinde al régimen de Frei cualquier asistencia
técnica y económica (APLAUSOS PROLONGADOS).
Esto aparte que cuando ponemos el ejemplo
de Cuba, cuando ponemos el ejemplo de Cuba, no estamos defendiendo un derecho,
no estamos defendiendo una conveniencia nuestra. Yo decía eso como ejemplo. Si fuera un hombre que verdaderamente tuviera
un criterio independiente, no habría sido tan sumiso a los dictados del
imperialismo. Y que lo de Cuba sirve de
ejemplo. Pero hay algo más profundo: Frei
representa una corriente reformista antirrevolucionaria en América Latina, Frei representa lo que al imperialismo yanki le interesa y,
yendo más al fondo, va contra los intereses más profundos y más revolucionarios
de América Latina, va contra los intereses más profundos y más sagrados de los
pueblos de América Latina la política que con sujetos como el señor Frei sigue el imperialismo en América Latina.
Y sería realmente una política errónea no
comprender eso, y sería una política verdaderamente errónea prestarle la mayor
ayuda a ese régimen, que prácticamente sería una ayuda incondicional. Y nosotros, desde luego, no tenemos ese
concepto de los principios internacionalistas y de los deberes
internacionalistas. Y creo que no basta
con hacer muchas cosas positivas, creo que no basta con realizar grandes actos
solidarios y verdaderamente internacionalistas.
Los revolucionarios debemos evitar a toda costa cometer errores, debemos
evitar a toda costa cometer errores de ese tipo y nosotros, como
latinoamericanos, sabemos, tenemos derecho a saber cómo son las cosas en este
continente.
Lamentablemente hay veces que países del
campo socialista se equivocan; pero no hay que cargar sobre ellos la culpa
tanto de sus equivocaciones como de los pseudorrevolucionarios,
que los aconsejan y los asesoran de una manera equivocada (APLAUSOS).
Ignoro si en el caso de Chile hay algún
asesoramiento de ese tipo. Ignoro
incluso la opinión de las izquierdas chilenas, pero sería interesante, muy
interesante, saber qué piensan las izquierdas chilenas acerca de si debe o no
debe prestársele asistencia técnica al régimen proimperialista
de la Democracia Cristiana del señor Frei.
Por lo menos, nosotros sabemos cómo
piensan algunos chilenos de la Asociación de Chilenos Revolucionarios
residentes en Cuba, que tienen su programa radial por Radio Habana Cuba todos
los días. Sabemos cómo piensan muchos revolucionarios
chilenos. Hay afortunadamente una
numerosa delegación aquí, son representantes obreros, representantes de las
organizaciones revolucionarias (APLAUSOS PROLONGADOS), intelectuales,
dirigentes políticos; está entre otros el compañero Salvador Allende
(APLAUSOS), el prestigioso intelectual Ramírez de Mecochea
(APLAUSOS), dirigentes de la Federación Minera, de la CUT, dirigentes de las
minas de El Salvador, donde Frei perpetró la masacre
de los obreros; y, en fin, una numerosa delegación. Con muchos de ellos tendremos oportunidad de
intercambiar opiniones. Pero, en fin, es
un tema sobre el cual nosotros queríamos también adelantar la nuestra.
El mundo está viviendo en estos momentos
una hora interesante. Está viviendo una
era revolucionaria, está viviendo también una era de agresiones imperialistas,
una era de peligro.
No quiero dejar pasar esta oportunidad
sin hacer referencia a un problema que a todos nos toca muy de cerca, porque
nuestro pueblo ha llegado a sentirlo en lo más profundo de su corazón, y que en
estos instantes interesa prácticamente a todo el mundo: es el problema de Viet Nam (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Viet Nam se ha convertido en un problema
de toda la humanidad, y Viet Nam se ha convertido en un problema esencial de
todos los movimientos revolucionarios en el mundo, y de todos los pueblos y
gobiernos revolucionarios. Viet Nam es
donde se desnuda con todo su espíritu criminal, reaccionario y bárbaro, el
imperialismo yanki.
El ataque de Estados Unidos a Viet Nam no
tiene paralelo con ningún otro hecho en los tiempos contemporáneos. Se le compara con los ataques de Hitler a
Polonia y a otros pequeños países; sin embargo, la comparación no puede
hacerse, porque la criminalidad de los yankis en Viet Nam supera la de los
nazis alemanes y la de los fascistas italianos, por sus medios de guerra, por
su potencial de destrucción, superior al de aquellos, por una falta de
escrúpulos similar. Los fascistas no
llegaron a emplear gases tóxicos en la guerra; Estados Unidos emplea en Viet
Nam no solamente las armas convencionales, sino armas prohibidas como los gases
tóxicos, e incluso la guerra bacteriológica.
A Estados Unidos solo le falta emplear en Viet Nam el arma atómica. Cientos de aviones participan diariamente en
los bárbaros ataques contra el pueblo de Viet Nam del Norte y contra los
revolucionarios de Viet Nam del Sur; y esa agresividad ha ido en crecimiento,
esa agresión se ha ido escalonando.
Nuestro pueblo sabe cómo pensamos
nosotros; nosotros sabemos cómo piensa nuestro pueblo; y los vietnamitas saben
también cuáles son los sentimientos de nuestro pueblo y de nuestro Partido y de
nuestro gobierno revolucionario hacia ellos y contra la agresión imperialista
en Viet Nam (APLAUSOS PROLONGADOS).
Viet Nam lleva a cabo la más heroica
resistencia que ha conocido ningún pueblo en los tiempos modernos. Viet Nam se ha convertido, pues, en el más
señalado y singular ejemplo de heroísmo, en el más alto ejemplo de patriotismo
y de valor, enfrentándose —como lo hace— al poderío militar de los
imperialistas yankis y a varios de sus aliados títeres en el Asia.
El pueblo de Viet Nam ha resistido
heroicamente y se propone seguirlo haciendo.
El problema de Viet Nam nos interesa a todos los pueblos porque se
discute si el imperialismo tiene derecho, cuando le venga en gana, a descargar
mortíferos ataques contra cualquier país pequeño. Los pueblos del mundo tienen que ver con
honda preocupación, con profunda preocupación, esa política agresiva de los
imperialistas, esa política criminal de los imperialistas. Porque el problema de Viet Nam no es ya solo
un problema de Viet Nam; es un problema que le atañe a
muchos pueblos.
En los últimos meses, en las últimas
semanas, los imperialistas han escalonado esa guerra, han ido llevando la situación
en aquella parte del mundo a un callejón difícil, a un callejón sin salida para
los propios imperialistas, se han ido colocando en un callejón sin salida. Toda la estrategia de su guerra en Viet Nam
se basa en la idea del ablandamiento de Viet Nam, se basa en la idea de obligar
a Viet Nam mediante el peso de sus bombardeos en el Norte y en el cúmulo de sus
fuerzas convencionales en el Sur. Sin
embargo, esa idea se estrella contra una realidad, la indoblegable resistencia
del pueblo vietnamita, la decisión del pueblo vietnamita a resistir hasta la
victoria.
Recientemente el presidente de Viet Nam,
Ho Chi Minh (APLAUSOS PROLONGADOS), dirigió a todo el país un llamamiento,
llamamiento que fue publicado en nuestros periódicos, y algunos de cuyos párrafos
necesariamente pasaran a la historia por el heroísmo que entrañan, la decisión
de lucha que reflejan. Por ejemplo, cuando dice: “Ultimamente los agresores
norteamericanos dieron histéricamente un nuevo paso sumamente grave. En el escalonamiento de la guerra lanzaron
ataques aéreos contra los suburbios de Hanoi y Haiphong.
“Este fue un acto desesperado comparable
en las convulsiones de agonía de una bestia gravemente herida. Johnson y su
camarilla deben comprender esto: pueden enviar 500 000 soldados, un
millón o más para acelerar la guerra de agresión a Viet Nam del Sur, pueden
emplear miles de aviones para intensificar los ataques al norte de Viet Nam,
pero jamás serán capaces de quebrar la voluntad de hierro del heroico pueblo
vietnamita de combatir contra la agresión norteamericana y por la salvación
nacional (APLAUSOS).
“Cuanto más feroces sean, más agravarán
aun su crimen.
“La guerra puede durar cinco años, diez,
veinte o más años. Hanoi y Haiphong y
otras ciudades y las empresas pueden ser destruidas, pero el pueblo vietnamita
no será intimidado (APLAUSOS).
“Nada es más precioso que la
independencia y la libertad. Cuando
llegue el día de la victoria, nuestro pueblo reconstruirá nuestro país y lo
dotará de más grandes y magníficas construcciones.”
Y más adelante dice: “Para la defensa de la independencia de
nuestra patria, y para el cumplimiento de nuestra obligación con los pueblos
que luchan contra el imperialismo norteamericano, nuestro pueblo y ejército, unidos
como un solo hombre, combatirán resueltamente hasta la victoria completa,
cualesquiera que puedan ser los sacrificios y penalidades.
“En el pasado derrotamos a los fascistas
japoneses y a los colonialistas franceses en circunstancias mucho más
difíciles. Hoy las condiciones dentro y
fuera del país son más favorables, y la lucha de nuestro pueblo contra la
agresión norteamericana y por la salvación nacional está destinada a obtener la
victoria total” (APLAUSOS).
Nuestro pueblo y nuestro Partido apoyan
plenamente esta heroica determinación del pueblo de Viet Nam de no ceder a
ningún precio ante la agresión imperialista (APLAUSOS). Y es esta decisión, esa determinación, contra
lo que inevitablemente está llamada a estrellarse la agresión
imperialista.
Porque ya prácticamente nada les queda
por hacer, ya en el escalonamiento han llegado a los últimos peldaños. Y el pueblo de Viet Nam, con su heroica
resistencia, ha creado alrededor suyo la solidaridad de todo el mundo, la
simpatía de todo el mundo, la voluntad de todo el mundo. Con su heroísmo, el pueblo de Viet Nam ha
ganado ese derecho de solidaridad.
Cuantas veces el pueblo de Viet Nam ha declarado su disposición de
luchar, y ha solicitado de los demás pueblos declaraciones de apoyo, nuestro
país ha estado siempre entre los primeros.
El pueblo de Viet Nam, con su heroísmo,
se ha ganado el apoyo de todos los movimientos revolucionarios y de todos los
pueblos y gobiernos revolucionarios.
Prácticamente todos los países del campo
socialista han declarado su disposición a enviar voluntarios a Viet Nam, si el
pueblo de Viet Nam los solicita (APLAUSOS).
Y entre esos países nuestro pueblo (APLAUSOS).
Los vietnamitas no están solos, los
vietnamitas no están solos (APLAUSOS). Y
nosotros sabemos, estamos seguros, que el día en que lo necesitaran —si es que
lo llegaran a necesitar—, el día en que lo necesitaran, los movimientos
revolucionarios, los pueblos y los gobiernos revolucionarios les enviarán la
ayuda que pidan (APLAUSOS).
¿Y qué se entiende por voluntarios? Algunos nos preguntan qué se entiende por
voluntarios. Voluntarios, desde luego,
hay miles en nuestro país; miles de compañeros, a raíz de la carta del
compañero Ernesto Guevara (APLAUSOS PROLONGADOS), inspirados en su conmovedor
ejemplo, escribieron diciendo que estaban en disposición a ayudar al movimiento
revolucionario en cualquier parte del mundo.
Miles de cubanos están dispuestos, han expresado esa disposición de
ayudar al pueblo de Viet Nam.
¿Pero qué entendemos nosotros por
voluntarios? Es bien sencillo. Si Viet Nam nos pide ayuda y nos dice qué
tipo de técnicos quiere que le mandemos, si de tanque, si de antiaérea, si de
artillería, si de infantería (APLAUSOS).
Nosotros iremos a nuestras unidades militares, iremos a nuestras
unidades militares bien entrenadas, y les preguntaremos —de acuerdo con el tipo
de técnicos, de soldados, de combatientes que necesiten los vietnamitas—, les
preguntaremos a nuestras unidades cuáles quieren ir a Viet Nam. Y nosotros sabemos que unidades enteras
estarán dispuestas a ir a Viet Nam (APLAUSOS).
Es tal el odio que los imperialistas han
suscitado, es tal la indignación que han provocado en todo el mundo —y entre
esa parte del mundo, en nuestro pueblo—, que nosotros estamos seguros de que no
habrá una sola unidad de combate de nuestras fuerzas armadas que no esté
dispuesta a contarse entre las primeras para ir a combatir allí a los
imperialistas yankis (APLAUSOS).
Y eso es lo que nosotros entendemos por
voluntarios:
preguntarles qué unidades quieren ir, y mandar las unidades
completas, con sus equipos, a combatir allí (APLAUSOS). Nosotros sabemos que los vietnamitas están
luchando hoy por todos los pueblos del mundo.
Nosotros sabemos que los vietnamitas están combatiendo y muriendo contra
el enemigo principal del mundo, rechazando la insolencia del imperialismo
yanki, resistiendo sus bárbaras, injustificadas e incalificables
agresiones. Que, combatiendo allí, el
pueblo de Viet Nam está defendiendo el derecho a la independencia y a la
libertad, no solo del pueblo de Viet Nam sino de otros pueblos que pueden ser
víctimas potenciales de ese imperialismo.
Están luchando por los demás pueblos.
Por eso, ningún pueblo del mundo, ningún
pueblo revolucionario, le negará la ayuda que Viet Nam necesite. Y ciertamente los imperialistas se están
metiendo en un callejón sin salida, porque el día que el gobierno de Viet Nam
estime, que considere necesaria esa ayuda, en Viet Nam va a estar la sepultura
de la agresión imperialista (APLAUSOS).
Porque las fuerzas, las fuerzas y los ejércitos,
las fuerzas de combate y las armas convencionales que los amigos de Viet Nam
pueden situar allí, serán incomparablemente superiores a las que pueda situar
el imperialismo. Y entonces al
imperialismo no le quedará otra alternativa en ese caso que retirarse o
exponerse a asumir sobre sus hombros la responsabilidad de otro tipo de
guerra.
Y conocemos a los imperialistas. Los
imperialistas se quieren mucho el pellejo.
Los imperialistas son tan cobardes cuanto chantajistas. Mientras puedan librar una guerra con las
menores pérdidas posibles, con pérdidas industriales; mientras puedan “coger
mangos bajitos” —según creen ellos—, mientras puedan emplear todo su poderío en
cantidades crecientes contra un país pequeño, se autoenvalentonan.
Pero conocemos demasiado bien a los
imperialistas, a Johnson y a su caterva de forajidos,
a los Rusk, a los McNamara y comparsa, que se saben
en un callejón sin salida. Y cuando
recientemente distintos países del Pacto de Varsovia tomaron el acuerdo de
enviar voluntarios a Viet Nam si Viet Nam lo solicitaba, los imperialistas
hicieron declaraciones amenazadoras, insolentes; elevaron el tono de su
bravuconería y de sus amenazas. Y
mientras más elevan el tono de las amenazas y de las bravuconerías, más
acobardados están los imperialistas, más acobardados.
En Viet Nam se saben en un callejón sin
salida, donde no les queda otra alternativa que retirarse de Viet Nam, que es
la condición que pone el pueblo de Viet Nam para cesar en su lucha
(APLAUSOS). Y los imperialistas se saben
en un callejón sin salida y sin otra alternativa que la derrota o verse ante la
disyuntiva de desatar una guerra nuclear.
Y los imperialistas en este momento están en su grado más bajo, en su
grado más bajo de prestigio, en su grado más alto de odio universal, en el
mayor aislamiento que hayan estado nunca.
La heroica resistencia vietnamita los ha llevado a esa posición, los ha
llevado al odio universal, al descrédito universal, a la impopularidad, al aislamiento.
Esa es la situación real del imperialismo
en Viet Nam frente a la heroica resistencia de un pueblo al que no han podido
aplastar, y frente al derecho que ese pueblo se ha ganado de llamar en su ayuda
a los países amigos si un día lo necesita (APLAUSOS).
Y de una manera clara y simple, esa es la
situación en que han caído con su ingloriosa y criminal aventura.
La resistencia gloriosa y extraordinaria
de los vietnamitas no ha sido en vano.
Le han dado al mundo un ejemplo de inapreciable valor, y el mundo
siempre tendrá que estar agradecido al pueblo de Viet Nam de haberle enseñado
cómo no importa el tamaño de un país, cómo no importa el número de los
enemigos, cómo no importa el poderío de un enemigo; que lo que importa es
también en ese caso la convicción, el amor a su patria, la firmeza, la
tenacidad, el espíritu indoblegable.
Y nosotros los cubanos, vecinos de los
imperialistas yankis, amenazados incesantemente por los imperialistas yankis,
le damos también, de todo corazón, las gracias al pueblo de Viet Nam, porque
nos ha reafirmado en nuestra convicción, nos ha reafirmado en nuestra decisión
(APLAUSOS), ha reafirmado nuestra fe con sus hechos, con su ejemplo. Nosotros no solo hablamos de nuestra
historia, de donde pueden sacar experiencias útiles otros pueblos, sino que
nosotros también sabemos mirar humildemente, y sabemos buscar las lecciones
provechosas en los ejemplos de otros pueblos.
Y tal es el caso del pueblo de Viet Nam.
Nosotros, que año a año, mes tras mes,
día tras día nos hemos estado armando y nos hemos estado preparando, que hemos
sufrido el zarpazo imperialista de Playa Girón, que nos vimos amenazados con
sus armas nucleares en la Crisis de Octubre, que hemos vivido prácticamente en
pie de guerra todos estos años, vemos en el ejemplo de Viet Nam la confirmación
de esa convicción profunda de que nuestro pueblo tampoco podrá ser doblegado,
de que nuestro pueblo tampoco podrá ser jamás vencido por los imperialistas
yankis (APLAUSOS).
Los imperialistas creyeron que
bombardeando Viet Nam castigaban así su rebeldía, doblegarían a Viet Nam y
aterrorizarían a los demás pueblos. ¿Y
qué ha resultado del bombardeo a Viet Nam y de los ataques a Viet Nam? No hay más temor, sino menos temor en los
pueblos; no hay vacilación, sino decisión; no hay mas respeto hacia los imperialistas,
sino más odio hacia los imperialistas (APLAUSOS).
Y por eso, en este 26 de julio, los
hechos de Viet Nam nos recuerdan a nosotros algo que ocurrió en el Moncada,
algo que dijimos en aquella ocasión: que los asesinatos no aplastarían la
rebeldía del pueblo, sino que la aumentarían; que por cada uno de los hombres
asesinados, habría cientos, miles, decididos a empuñar las armas
(APLAUSOS).
El crimen, el terror y el asesinato no
derrotaron a nuestro pueblo; el crimen y la barbarie aumentaron su conciencia,
templaron su espíritu. Y lo mismo ocurre
con Viet Nam y lo mismo ocurre con el ejemplo de Viet Nam con relación a los
pueblos; lejos de atemorizarse, se levantan; lejos de retroceder, avanzan;
lejos de rendirse, se afirman en sus propósitos de lucha.
Y se cumplirá también, de la misma forma,
ese hecho de que el crimen, la barbarie, la fuerza bruta, no podrán jamás
imponerse por sobre el amor a la patria, la dignidad del hombre, su amor a la
libertad, su amor a la independencia, su amor a la justicia.
¡Consagremos este 26 de julio a la
solidaridad con el pueblo de Viet Nam! (APLAUSOS.) ¡Dediquemos este 26 de julio a los heroicos
combatientes de Viet Nam del Norte y Viet Nam del Sur, a los que mueren en Viet
Nam del Norte y Viet Nam del Sur!
¡Dediquemos nuestro pensamiento y nuestro recuerdo a ellos! ¡Dediquemos a ellos nuestra más ferviente
solidaridad, nuestro mensaje de aliento, y nuestra palabra de que estamos a su
lado de palabra y de hechos, con el pensamiento y con el corazón, que los
hermanos cubanos no le fallarán al pueblo de Viet Nam cuando nos pidan su ayuda
en cualquier sentido! (APLAUSOS.)
Dediquemos también al pueblo de Viet Nam,
como homenaje a sus heroicos combatientes, nuestro lema también, ese lema que
ellos tan ejemplar y dignamente están cumpliendo, ese lema de, ¡Patria o
Muerte! ¡Venceremos!
(OVACION)