DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA
CONMEMORACION DEL VI ANIVERSARIO DE LOS CDR.
PLAZA DE LA REVOLUCION, 28 DE SEPTIEMBRE DE 1966.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros y
compañeras de los Comités de Defensa de la Revolución:
Esta fecha del 28 de septiembre se ha convertido ya en
una fecha de todo el pueblo. A lo largo de
la isla, en todas las provincias, sus capitales, en todas sus ciudades, hemos
podido percibir el entusiasmo, la alegría y el fervor revolucionario con que el
público acudía a los actos, los niños a las fiestas, con motivo de este VI
aniversario de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución. El pueblo responde así, con su
reconocimiento, al trabajo de una de sus más poderosas organizaciones de
masa.
El compañero coordinador nacional de los Comités de
Defensa de la Revolución, explicaba las distintas tareas que se han realizado;
otros años se han resaltado cada una de esas actividades. El hablaba, entre ellas —por ejemplo—, de la tarea relacionada con la
Reforma Urbana. Creo que es una buena
prueba de las actividades o de la eficacia del trabajo de los Comités de
Defensa de la Revolución, el hecho de que prácticamente en un año, desde que se
planteó aquí el problema de las irregularidades que había con la Reforma
Urbana, cómo prácticamente en un año, gracias al eficiente trabajo del compañero
Yabur (APLAUSOS), con el apoyo de los Comités de
Defensa de la Revolución, las cifras de recaudación de la Reforma Urbana están
en los más altos niveles que habían tenido nunca. Y eso a pesar de que, con motivo de la Ley de
la Reforma Urbana, decenas y decenas de miles de familias ya no pagan el
alquiler (APLAUSOS).
En aquella ocasión nosotros explicábamos
los inconvenientes de tipo moral, lo negativo que resultaba el hecho de que
muchas personas tranquilamente dejasen de cumplir con una elemental obligación,
como es la del pago de la vivienda. Si
con la Revolución habían desaparecido para siempre los desahucios, si con la
Revolución desapareció para siempre aquel espectáculo penoso de ver a las
familias lanzadas a la calle por los dueños de las casas, no era justo de
ninguna forma que precisamente viniera a ocurrir entonces todo lo contrario: que mucha gente
quisiese lanzar a la calle la ley, quisiera desahuciar el deber, sus
obligaciones, el pago de la Reforma Urbana.
Siempre se habían tenido en cuenta todos los problemas
de crisis, situaciones económicas de la familia, y no era justo, no era
conveniente, no era alentador, no era bueno, que un número considerable de
personas dejasen de pagar lo que les correspondía de alquiler, sobre todo porque
en muchos casos era por simple indolencia, por morosidad. Pero nosotros aquella vez señalábamos cómo
una administración deficiente había contribuido considerablemente a la
entronización de esos vicios.
Recientemente nosotros explicábamos la política que
seguiría el Gobierno Revolucionario, la proposición que nosotros íbamos a
plantear en el seno del Consejo de Ministros, con relación a la Reforma Urbana
y con relación al pago de las viviendas.
Cuando se hizo esa Ley se contemplaron los casos de familias que estaban
viviendo en casas construidas antes de 1940 y las que estaban construidas con
posterioridad a 1940. Posteriormente se
fue haciendo claro, al menos en mi concepto, que se establecía una cierta
discriminación.
Es cierto que muchas viviendas eran más modernas que
otras, pero de todas formas las causas por las cuales una persona vivía en una
casa de un año y otra vivía en otra casa de otro año, no tenía prácticamente
nada que ver con las personas que residían en esas viviendas, sino con el momento
en que alquilaron una casa; y, en fin, se establecía una diferenciación que a
nosotros nos parecía justo y correcto enmendar.
Y por eso nos proponíamos, y nos proponemos, una futura Ley de Reforma
Urbana.
Vuelvo a hablar de esto, porque en aquella ocasión
quedaron algunas preocupaciones, algunas dudas sobre eso.
Nosotros decíamos de hacer una nueva ley que a partir
de 1970 ya prácticamente quedase suprimido el pago del alquiler por la vivienda
(APLAUSOS). Algunos compañeros de la
Reforma Urbana se preocuparon, y se preguntaban si el anuncio de esa Ley no
podría traer como consecuencia un relajamiento y un incumplimiento en los
pagos. Desde luego, a mí me parecía que
no podía ser así, sino al contrario, puesto que se sabía que al cumplirse el
quinto año de la Ley de Reforma Urbana no se le
concedió ese derecho a todas aquellas personas que habían incurrido en
incumplimiento en los pagos. El pueblo
sabe que la Revolución, de ninguna manera, nunca podrá premiar el
incumplimiento. De modo que quien no cumpla,
los que no cumplan serán los únicos ciudadanos que quedarán en este país
pagando alquiler después de 1970 (APLAUSOS).
Ese problema, es decir ese problema de la vivienda,
será para la Revolución un paso importante, será para la Revolución, implicará,
la supresión prácticamente de todo un organismo destinado a las actividades de
los cobros de la Reforma Urbana, significará la reducción de un número
considerable de empleados de oficina. Y
esperamos que realmente sean muy pocos los ciudadanos en este país que tengan
que pasar por el bochorno de tener que admitir después de 1970 que todavía van
a seguir pagando alquiler por incumplidores (APLAUSOS).
Creemos, desde luego, que se le debe dar una
oportunidad de ponerse al día a todos los que han incurrido en morosidad;
creemos que se le debe dar una oportunidad a todos para poder acogerse a ese
nuevo derecho, es decir, aquellos que hayan estado pagando mediante
procedimiento, en fin, darles una oportunidad a todos aquellos que digan: “Yo quiero, por fin,
empezar a ser un individuo que voy a cumplir con mis obligaciones para poder
tener derecho”. Lo que más podía
convenirle al país para esa fecha es que fuera mínimo, y si fuera posible
ningún ciudadano el que tuviera que pagar la vivienda.
La Revolución en estos últimos años ha estado
dedicando la mayor parte de los recursos de vivienda al interior del país. En la provincia de Camagüey es donde se está
llevando a cabo el esfuerzo principal en la construcción de viviendas. Y siempre, desde el principio de la
Revolución, a los trabajadores agrícolas de las granjas se les concedía el
derecho a la vivienda gratuitamente. Es
decir que esta política ya de la vivienda al trabajador, como parte de uno de
los beneficios sociales que recibe, se estaba haciendo con muchas de esas
nuevas viviendas gratuitamente.
Una parte de las viviendas nuevas y algunas de las
viejas viviendas que quedaron disponibles fueron también contratadas a base de
un 10% del ingreso.
Tenemos noticias de que este problema del 10% del ingreso
familiar implicaba el pago de los que alquilaron la casa y después, si alguno
más empezaba a trabajar que pagara otra vez su 10%, y que la Reforma Urbana
estaba haciendo un esfuerzo porque todos aquellos donde habían aumentado el
ingreso contribuyeran proporcionalmente al 10%, y eso estaba creando una serie
de trámites engorrosos. Es decir, se
estaban siguiendo una serie de trámites y eso estaba creando una serie de
dificultades administrativas.
Y, realmente, creemos que tal como están actualmente
los contratos, la Reforma Urbana se debe ahorrar el esfuerzo ese de estar en
una investigación continua de quién empezó a ganar más dinero, y si otro empezó
a trabajar, y si se mudaron dos en vez de uno y tenga que haber otro más
pagando. Me parece que, de acuerdo con
la política que en perspectiva nos proponemos, sería mejor que cada cual pagara
lo que está pagando en este momento y no se hicieran investigaciones de esa
naturaleza para evitarnos engorrosos trámites y problemas (APLAUSOS). Eso, al fin y al cabo, no significa gran
cosa; eso como ingreso no significa gran cosa, y puede traer toda una serie de
trámites burocráticos, administrativos, de trabajo, de esfuerzos, que más vale
invertirlos en otra cosa.
Lo que es preciso es tratar de lograr que todo el
mundo pague. Y que quede bien claramente
establecido que aquellos que por su gusto, sin ninguna causa que realmente lo
justifique —porque siempre que ha habido causas justificativas se han tenido en
cuenta—, el que no pague entonces no tendrá derecho. Y esperamos que esto sirva para que, incluso,
se incremente más el pago, y sirva para facilitar el trabajo que ustedes
realizan con relación a la Reforma Urbana.
Es aspiración de la Revolución el lograr que cada
familia, cada familia, disponga de una vivienda decorosa, en la ciudad y en el
campo. Sabemos que estamos muy lejos
todavía de ver realizada esa aspiración.
Algunos se preguntarán por los aspectos financieros de
este tipo de leyes revolucionarias. Y
digo sinceramente que creo que esta Ley de la Reforma Urbana es una ley
verdaderamente revolucionaria (APLAUSOS).
Las implicaciones financieras de esta ley, con vistas a 1970, no
significan prácticamente nada para un país como el nuestro si adquirimos y logramos
alcanzar ritmos de desarrollo como los que hay proyectados. Los aproximadamente 70 u 80 millones de pesos
que para ese año dejarían de percibirse, no significan prácticamente nada si
logramos cumplir nuestros planes de desarrollo económico; cifras
incomparablemente mayores que estas, muchas veces mayores que estas, serán los
incrementos que nosotros logremos en nuestra economía (APLAUSOS).
Hay algo que distingue a los revolucionarios de los
que no lo son, y es la actitud ante el futuro, la actitud ante las grandes
metas, la actitud ante los grandes objetivos a lograr. Empiezo por decir que quien no tenga una
actitud de combate, una actitud de confianza en la Revolución y en su fuerza,
una actitud de confianza en el pueblo y en su inmensa capacidad de lucha y de
trabajo y de creación, no será jamás un revolucionario (APLAUSOS).
(DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Mueva la mata, que todavía quedan
algunas naranjas podridas, Fidel!”).
Quedan, quedan, lo que hay que saber distinguir bien
esas naranjas podridas (APLAUSOS).
(DEL PUBLICO LE VUELVEN A DECIR ALGO)
¿Quién es el que no tiene trabajo por ahí?
Les decía que la actitud del hombre frente a los
obstáculos, la actitud del hombre frente a las dificultades, la actitud del
hombre frente al esfuerzo, es algo que sirve para medir el temple del
revolucionario. A las ideas optimistas,
revolucionarias, que defendemos no les faltarán críticos, calculadores, esa
gente que tienen una posición absolutamente metafísica ante la vida; suman,
restan, pero les falta una suma: es la suma de la voluntad, es la suma
del valor, es la suma de la decisión (APLAUSOS), es la suma de los factores
morales con los cuales los pueblos siempre han emprendido y han realizado las
más grandes tareas en la historia de la humanidad (APLAUSOS).
Quienes se resignan a un esfuerzo mínimo, quienes se
conforman con el mínimo, siempre se asustarán, siempre se amedrentarán. Cuando se habla de grandes obras, de grandes
proyectos, de grandes metas; cuando se habla de darle algo al pueblo, esos
hombres de corazón raquítico jamás podrán darle a los pueblos más que
raquíticas ventajas, raquíticos éxitos.
Y se asustan, sencillamente, porque no son capaces de creer, de
comprender lo que un pueblo puede hacer; sencillamente porque se asustan del gran
esfuerzo de organización, del gran impulso que hay que darle a la obra de la
Revolución. Esos tipos de hombres
sietemesinos nos recuerdan a aquellos que, frente a la lucha en el pasado,
frente a aquella dificilísima meta de derrocar aquel sistema de explotación y
de tiranía, decían que aquello era imposible, decían que aquello era cosa de
aventureros y de locos.
Muchas veces frente a las grandes tareas hay los que
vacilan, pero siempre entre los vacilantes se encontrarán los primeros
oportunistas (APLAUSOS).
A nosotros no nos cabe la menor duda que con el
esfuerzo del pueblo, con el esfuerzo que se ha venido haciendo, con el esfuerzo
que se hace hoy, con el esfuerzo cada vez mayor que deberemos hacer en los años
venideros, este pueblo, con su inteligencia, con sus brazos, con su sudor, será
capaz de crear riquezas incomparablemente superiores a lo que implique
financieramente el hecho de que el pueblo en 1970 deje de pagar alquiler. Con ese criterio, entonces no se habría hecho
nunca una rebaja de alquiler, y una de las primeras cosas que hizo la
Revolución fue rebajar en cantidades que en algunos casos oscilaban hasta el
50% de lo que las familias pagaban de alquiler.
Todo el mundo sabe la angustia, la amargura, la inseguridad de aquel
sistema, el dolor de tener que pagar, a veces, hasta la mitad del sueldo por
una casita, por un apartamento pequeño; todo el mundo recuerda el sueño de la
gente: tener un
día un techo propio; todo el mundo recuerda aquellas empresas comerciales que
para vender jabones, o para vender periódicos, rifaban una casita todos los
meses. Y cuántos hombres en el campo y
en la ciudad guardaban los cupones de jabón, o de los periódicos, a ver si
tenían la suerte —uno cada 100 000, uno por millón— de sacarse una casa.
Un financiero, un economista puro, un metafísico de la
Revolución, habría dicho:
“¡Cuidado! No se rebaje un
centavo a esos alquileres, porque financieramente, porque económicamente,
porque pesos más, pesos menos...” Esa
gente tienen un signo de pesos en la cabeza, y quieren
que el pueblo tenga también un signo de pesos en la cabeza y en el corazón
(APLAUSOS). Y si nosotros queremos un
pueblo que se quite de la mente el signo de pesos y se quite del corazón el
signo de pesos, debemos tener también hombres que se quiten, en su pensamiento,
ese signo de pesos en la cabeza. Habrían
dicho: ¡No!, y
habrían sacado cuentas. Y entonces
nosotros les habríamos podido preguntar: ¿En nombre de qué invitan al pueblo a
una revolución? ¿Acaso en nombre de
razones puramente metafísicas? ¿En
nombre de qué van a invitar al pueblo a luchar, y hasta morir, en defensa de
esta Revolución?
¿Es que podíamos pretender de que
el pueblo creyera, fuera un simple creyente “a priori” de todo? ¿O era necesario, en primer término,
demostrar que la Revolución estaba de parte del pueblo, que la Revolución
estaba contra los intereses de los ricos, que la Revolución estaba contra los
intereses de los explotadores; que la Revolución, sin vacilación de ninguna
clase, sacrificaba, afectaba los intereses de las minorías privilegiadas en
nombre de los intereses del pueblo? ¡No
habría habido ni una sola ley! En nombre
de esos principios habrían planteado seguir cobrándoles la renta a los
campesinos, en nombre de esos mismos principios habrían planteado seguir
cobrando intereses por los créditos, habrían planteado cobrar la asistencia
médica y hospitalaria, habrían planteado cobrar la enseñanza, cobrar en las
escuelas de becados, en nombre de esa actitud metafísica ante la vida; y no
habrían tenido jamás el entusiasmo del pueblo, no habrían tenido jamás el
entusiasmo de las masas, que constituye el primer factor, el fundamental factor
para que un pueblo avance, para que un pueblo construya, para que un pueblo sea
capaz de desarrollarse.
Y ese entusiasmo del pueblo, ese apoyo a la Revolución,
es algo que se puede medir con una magnitud incomparablemente superior a esas
sumas y a esas restas de los metafísicos.
Al pueblo la Revolución no pudo darle, desde luego,
todo lo que necesitaba; al pueblo no podría darle lo que no tenía. Pero la Revolución le ha dado al pueblo todo
lo que podía; la Revolución ha querido darle al pueblo todo lo que tenía. Y, sobre todo, crear en el pueblo la
confianza; crearle al pueblo la seguridad acerca de su porvenir.
Hemos hablado en nombre del socialismo, hemos hablado
en nombre del comunismo, ¡y no haremos jamás una conciencia socialista, y mucho
menos una conciencia comunista, con mentalidad de bodegueros! (APLAUSOS.)
No haremos una conciencia socialista y una conciencia comunista con un
signo de pesos en la mente y en el corazón de los hombres y mujeres del
pueblo.
Y si nos preguntamos por qué en todas partes, por qué
en cualquier rincón del país, en las ciudades, en los campos, en las montañas
más apartadas, la actitud del pueblo, la decisión del pueblo, el apoyo del
pueblo a la Revolución; por qué, sino porque la Revolución ha creado esa
confianza, la Revolución ha creado esa seguridad, la Revolución ha creado esa
convicción en el pueblo de que todo es posible alcanzarlo con el trabajo y con
la lucha.
No es porque la Revolución haya satisfecho todas las
necesidades materiales del pueblo.
No. Pero una gran parte de las
necesidades morales de este pueblo la Revolución las ha satisfecho.
Muchos se preguntan por qué ese entusiasmo de las
masas; por qué esas múltiples reacciones en los individuos en todas
partes. Y hay algo que no se puede
contar, hay algo que no se puede calcular matemáticamente, multiplicando y
dividiendo, sumando y restando, y es los beneficios morales que la Revolución
ha significado para el pueblo; lo que para cada hombre y mujer de este país, lo
que para millones de hombres y mujeres en este país ha significado por primera
vez sentirse seres humanos, sentirse hombres, sentirse mujeres en todo el cabal
concepto de la palabra (APLAUSOS); lo que ha significado dejar de ser la nada
para ser algo. Porque en aquella vieja
sociedad donde unos pocos lo eran todo, millones de seres humanos eran nada,
millones de seres humanos eran cero (APLAUSOS PROLONGADOS).
¿Esperanzas con relación a su familia frente a la
enfermedad, frente a la muerte, frente al desempleo, frente a la pobreza? ¡Ninguna!
Si se enfermaba, ¿qué iba a pasar con su familia? Si era un hombre de campo con 8 ó 10 hijos,
si se invalidaba, ¿qué iba a pasar con su familia?; si se moría, ¿qué iba a
pasar con su mujer y sus hijos?; si se quedaba sin empleo, ¿qué iba a pasar con
su mujer y sus hijos?; si tenía una casa y no tenía el dinero a fin de mes,
¿qué iba a papar con sus pobres muebles?, ¿qué iba a pasar con sus familiares?;
¿qué esperanzas de que sus hijos tuviesen una vida más decorosa? ¡Ninguna!
¿Esperanzas de aprender a leer y escribir? ¡Ninguna!
¿Esperanzas de que sus hijos llegaran al 6to grado? ¡Ninguna!, ¿de que llegaran a un
instituto? ¡Ninguna!, ¿o a una universidad? ¡Mucho menos!
(APLAUSOS.) y no hay hoy a lo largo y ancho del
país un solo padre o una sola madre que no se sienta con el derecho y la
seguridad de decir: “Este va a estudiar
esto; esta va a estudiar otra cosa.” y lo dicen con una seguridad
absoluta.
No hay una sola familia, no hay un solo campesino, no
hay un solo trabajador, no hay un solo hombre humilde en nuestra patria que no
sienta esa seguridad frente a la muerte, frente al accidente, frente a la
enfermedad, frente a todo. Y eso ha ido
creando la conciencia en nuestros ciudadanos de su valer; ha ido creando la
conciencia de su dignidad.
Hoy en los campos de nuestra patria no se ve aquella
pareja de guardias rurales con su machete, con sus caballos de siete
cuartas. ¡No! Ya no ven a nadie con un fusil, con un fusil
en quien contemplen el símbolo de la autoridad.
¡No! Ya no hay un solo hombre o
mujer en nuestros campos que vean al poder como algo distinto de ellos, a la
autoridad como algo distinto de ellos, al Estado como algo aparte de
ellos. Porque hoy la autoridad son
ellos, ¡los que tienen en las manos el fusil, y algo más y mucho mejor que los
fusiles que tenían aquellos guardias rurales, son ellos! (APLAUSOS.)
Hoy el poder son ellos. Pero no
de palabras, no con teorías, sino con hechos, con realidades.
Y no hay campesino, cualquiera que sea su edad, que no
tenga allí, en la compañía o en el batallón, su arma; que no tenga allí los
medios con que defender sus derechos, con que defender su Revolución. Y eso ha creado en los hombres y mujeres de
este país ese valor moral, ese valor moral que a nuestro juicio tiene una
magnitud que no puede ser medida con números, tiene un poder que no puede ser
medido con números, porque todas esas cosas son las que han hecho al pueblo
identificarse con la Revolución, todas esas cosas son las que han hecho al
pueblo movilizarse frente a cada tarea, frente a cada llamamiento de la
Revolución, en cualquier orden, en cualquier sentido.
Y esto demuestra cómo los hombres son capaces de responder
a la conciencia, cómo los hombres son capaces de responder a los factores
morales. Porque el pueblo ha recibido
muchos beneficios materiales, pero ha recibido también grandes beneficios
morales. Y estoy seguro de que si a
muchos hombres humildes de este país les preguntaran: “¿Qué le agradeces más a la Revolución: que pagues o no pagues la casa, que tengas o
no tengas trabajo?; ¿qué le agradeces más a la Revolución: si los bienes materiales que has recibido, o
los bienes morales que has recibido?”, yo estoy seguro que muchos, tal vez la
inmensa mayoría, diría: “Lo que
agradezco a la Revolución más y por lo que más estoy dispuesto a morir por la
Revolución, es porque me he sentido ser humano con la Revolución, me he sentido
un hombre con dignidad (APLAUSOS), me he sentido que soy algo en mi pueblo, que
soy alguien en mi patria, me he sentido como no me sentí jamás en el
pasado”.
Y nosotros tenemos que estimular en el pueblo estos
factores de conciencia, tenemos que estimular en el pueblo estos factores
morales, además del esfuerzo por satisfacer sus necesidades materiales.
Estamos haciendo una Revolución, pero estamos en la
mitad del camino de esa Revolución.
Hemos avanzado mucho desde el primer día de esta Revolución, y el pueblo
se dividía en revolucionarios o reaccionarios, frente a los que se apegaban al
pasado y los que miraban hacia el futuro.
Y el pueblo fue marchando, fue ganando en conciencia, fue ganando en
cultura política. Duras luchas fue
necesario librar contra las ideas reaccionarias. Y aquella etapa la hemos ido dejando
atrás.
Pero nuevas etapas tenemos por delante. Y nuevamente en el camino nos encontraremos
con ideas reaccionarias, ideas que podrían ser revolucionarias hace diez años,
y que hoy pueden ser perfectamente reaccionarias, porque posiciones ideológicas
de ayer ya pueden no ser suficientemente avanzadas hoy frente a las posiciones
ideológicas de hoy, frente a los que miran mas lejos, frente a los que van mas
allá, frente a los que no se conforman con poca cosa, frente a los que no se
conforman con cualquier cosa, frente a los que no se conforman con una
revolución a medias, frente a los que creen en el pueblo, frente a los que
creen en el hombre (APLAUSOS), y estas cosas que la Revolución hace, esas ideas
con relación a la vivienda, con relación a los servicios médicos, a la
educación, con relación a todo lo que se brinda al pueblo —sin necesidad de
pesos, sin necesidad de ese signo en la cabeza, y ese papel en el bolsillo—
tiende progresivamente a crear en el pueblo una conciencia social más avanzada,
tiende a crear en el pueblo un sentido distinto de la propiedad, un sentido
distinto frente a los bienes materiales, un sentido distinto frente al trabajo
del hombre.
No somos utopistas.
No creemos que eso se pueda hacer de la noche a la mañana. No creemos que esa conciencia se cree en unos
pocos años, pero sí creemos que esa conciencia no se creará nunca si no se
lucha incesantemente en ese sentido, si no se avanza incesantemente por ese
camino.
Nos queremos llamar revolucionarios, pero esa palabra,
revolucionario, tiene cada vez un sentido más ambicioso; esa palabra,
revolucionario, tiene cada vez más un sentido nuevo. Es que hay que aplicarle también la
dialéctica al concepto del revolucionario.
Y es que nosotros no podemos llamarnos revolucionarios si no aspiramos
de verdad y consecuentemente a una sociedad superior. Y no son pocas las cosas que conspiran contra
la lucha de los pueblos y la lucha de los hombres por alcanzar formas de vida
social superiores.
No tenemos duda que todo eso que se ha ido haciendo es
superior al pasado. No tenemos duda que
todas las posibilidades creadas, que todos los derechos que el pueblo ha ido
recibiendo, y todos los beneficios, son superiores al pasado. Pero no podemos conformarnos con eso. Y, desde luego, es más fácil estar haciendo
llamados al sentimiento egoísta de los hombres que estar haciendo llamados al
sentimiento solidario de los hombres, al sentimiento generoso de los hombres.
Claro está que todavía con dinero se pueden resolver
muchas cosas; claro está que todavía con dinero cualquier fábrica puede
“piratear” obreros a otra fábrica. Con
salarios más altos cualquier centro puede usurpar, “piratear” —como le llaman—
trabajadores a otro centro.
Todavía hay en la realidad de las cosas muchos hombres
y mujeres que, por una serie de causas —económicas, sociales, de conciencia—,
no pueden sustraerse a la posibilidad o a la oportunidad de recibir algo más
individualmente. Pero hay que decir que
quien quiera resolver problemas apelando al egoísmo individual, apelando al
esfuerzo individual de resolver sus problemas, olvidados de la sociedad, quien
haga eso estará actuando reaccionariamente, estará conspirando —aunque lo haga
con las mejores intenciones del mundo— contra la posibilidad de crear en el
pueblo una conciencia verdaderamente socialista, verdaderamente comunista;
conspirando contra el esfuerzo de crear en el pueblo la conciencia de la
posibilidad de formas de vida en que los hombres, actuando y trabajando solidariamente,
puedan darle a cada uno de los individuos de la sociedad mucho más que lo que
ese individuo por caminos solitarios y abandonado a sus solas fuerzas podría
alcanzar jamás.
No faltarán voces que se levanten apelando al egoísmo
de los hombres. Pero los que pretendamos
considerarnos revolucionarios no cejaremos jamás de combatir esas tendencias
individualistas y llamar incesantemente a la generosidad y a la solidaridad de
los hombres y mujeres de este pueblo (APLAUSOS).
Los que crean que en cada cubano o cubana hay un
“Sancho Panza” en potencia se olvidan de lo que la Revolución ha demostrado, y
es que entre el pueblo hay muchos más “Quijotes” que “Panzas” (APLAUSOS). Se olvidan de lo que la Revolución ha
demostrado con relación al pueblo.
Y a quienes nunca creyeron en el pueblo, a quienes no
creyeron ayer, ¿cómo vamos a pedirles que crean hoy o que crean mañana? Quienes no crean en las virtudes morales de
los pueblos no podrán dirigir nunca a un pueblo, no podrán nunca llevar hacia
adelante a un pueblo. Porque no solo del
estómago vive el hombre.
Y si nos acordamos de algunos momentos difíciles,
duros, arriesgados, que hemos tenido; recordamos las actitudes del pueblo, y
verán cómo en determinados momentos, más de una vez, el pueblo ha estado
dispuesto a morir antes que ceder, ¡a morir antes que ceder! (APLAUSOS.) y
morir antes que ceder significa que el ser humano puede estar impulsado por
algo más que meros instintos biológicos; que el ser humano puede estar
impulsado por algo más que simples apetencias animales.
Y los que creen que el hombre es más animal que hombre
ofenden a la memoria de los que en cada época de la historia de este país han
demostrado y han enseñado lo que es el hombre, han demostrado y han enseñado a
ser hombres, desde la Guerra de 1868 —que pronto cumplirá su primer
centenario—en que miles, decenas de miles de hombres cubanos, se lanzaron a los
campos a luchar; ofenden a la memoria de tantos hombres heroicos como ha tenido
este país; ofenden a la memoria de todos los combatientes revolucionarios que
han dado la vida por este país (APLAUSOS PROLONGADOS).
Los que en los días difíciles de nuestra lucha —la que
más conocemos, porque pudimos vivirla—, los que en aquellos días difíciles, en
las ciudades, bajo la feroz persecución de los esbirros se jugaban
constantemente la vida; los que en las montañas, sudorosos y hambrientos,
vestidos con andrajos y cargando pesados bultos a sus espaldas, marchaban día
tras día, mes tras mes, año tras año, luchando, en muchos casos muriendo, ¿qué
los impulsaba? ¿Eran acaso apetencias
animales? ¿Eran acaso instintos
egoístas? ¿O eran acaso una idea, una
causa, una razón moral que demostraba su fuerza, que demostraba su capacidad de
encontrar seguidores, que demostraba su capacidad de arrastrar un día a todo el
pueblo?
Y cuando nos preguntamos con qué ganamos la guerra,
casi podemos decir como dicen que dijo Ignacio Agramonte: ¡Con la vergüenza, con el honor, con
la moral! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y esos factores, movilizando hoy al pueblo a lo largo
de todo el país, trabajando a lo largo de todo el país, harán también que estas
batallas de hoy las ganemos, harán también que esas metas de mañana las
alcancemos.
Y los calculistas, los metafísicos, se encontrarán con
que esos factores que no tuvieron en cuenta jamás, tuvieron más fuerza que
todos sus cálculos, tuvieron más poder que todos sus números. Los calculistas —y hay calculistas de buena
fe, y los hay de mala fe— algún día también tendrán que inclinarse ante esas
realidades con las que no cuentan, porque nuestro pueblo está en marcha, y
nuestro pueblo avanza.
No tendremos de inmediato, no tendremos mañana, pero
están cada vez menos lejanos los tiempos en que se pueda ver materializado en
hechos lo que este pueblo es capaz de hacer frente a todas las dificultades que
nos impone el enemigo imperialista, frente a todas las dificultades que nos
impuso nuestra condición de país subdesarrollado, con un gran número de
analfabetos, con una gran cantidad de ignorancia acumulada; frente a todas las
adversidades, frente a todos los golpes, bien provengan del enemigo, bien
provengan de la naturaleza.
Este año mismo, a principios de primavera, un ciclón
inoportuno, raro, muy poco común, arrasó prácticamente todas las siembras de
primavera en las provincias occidentales del país. Hace apenas tres años, por esta misma fecha,
un huracán causó inmensas pérdidas en vidas y materiales en la provincia de
Oriente. Todos lo recordamos. Hoy mismo, avanzando casi exactamente por la
misma ruta que traiga el ciclón Flora, un poderoso huracán avanza también
directamente hacia la región oriental del país.
No sabemos si en las próximas 36 horas, estemos siendo azotados
nuevamente como en aquella ocasión.
Esas son las adversidades que la naturaleza nos ha
impuesto. A veces se han hecho cálculos
y no se ha contado con los ciclones. Y
nosotros tenemos que aprender a hacer cálculos contando con uno, con dos y con
tres ciclones. Tenemos que
acostumbrarnos a tener en cuenta no solo factores previsibles sino también
factores imprevistos. Sería naturalmente
doloroso, sería sumamente dañino que en estos momentos un ciclón azotara las
provincias orientales del país, que se encuentran en plena cosecha del café,
que se encuentran realizando una serie de construcciones, de caminos, obras
hidráulicas. Sería duro, pero desde
luego, en esta ocasión si otro Flora pasara por la provincia de Oriente,
estamos seguros de que el número de víctimas sería incomparablemente menor, porque
si en aquella ocasión se hizo un inmenso esfuerzo, gracias a lo cual se
salvaron numerosas vidas, esta vez, desde muchas horas antes no quedará
absolutamente nadie en ninguno de los sitios a donde pueda alcanzar la altura
de las aguas.
Esta vez los daños materiales serían incomparablemente
menos, pero de todas formas tenemos también que aprender a enfrentarnos a estos
golpes de la naturaleza. Parece que los
ciclones se han estado ensañando especialmente con la provincia oriental, en
una provincia en donde durante 20 ó 30 años no pasaba un ciclón. En 1963 pasó el
Flora, en 1964 pasó el Cleo, y en 1966 hay otro
ciclón avanzando directamente sobre esa provincia.
¿Significa eso acaso que vamos a desalentarnos? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Significa eso acaso que vamos a dejar de
desarrollar los planes que estamos haciendo en la provincia de Oriente? (EXCLAMACIONES DE: “No!”)
¡No! ¡Si el ciclón pasa mañana,
pasado mañana estamos de nuevo empezando otra vez! (APLAUSOS.)
Pero algo más, algo más: si sabemos que pasa un ciclón un año y
otro, nosotros debemos hacer —y estamos haciendo— un esfuerzo de manera que la
producción alcance, aun con un ciclón, o dos ciclones, o tres ciclones. Hay que dejar el campo como si las cosas
transcurrieran sin esos fenómenos.
Sabemos, por ejemplo, que los ciclones derriban los
platanales. El
Flora derribó cientos de caballerías en la provincia de Oriente. Esas caballerías se resembraron. Ahora hay el doble de lo que había cuando el
Flora. Pero si pasa un ciclón por
Oriente tumba los plátanos, si pasa uno por La Habana tumba los plátanos;
entonces hay que tener plátano en Oriente, en Camagüey, en Las Villas, en
Matanzas, en La Habana y en Pinar del Río (APLAUSOS).
Nuestras plantaciones de viandas, de cítricos, y de
todos estos productos, tenemos que tenerlas en todas las provincias. El huracán de junio tumbó el 90% de las
toronjas de Isla de Pinos, prácticamente no dejó un mango ni un aguacate en la
provincia de La Habana ni en la zona oriental de Pinar del Río, ni en la zona
occidental de Matanzas. Es un
inconveniente, no solo para nuestro consumo interno sino también para nuestras
exportaciones, porque puede ocurrir que si un año abastecemos y otro año no
abastecemos, nos vamos a convertir en unos abastecedores inseguros.
Por eso la política que se sigue con los cítricos es
la misma: hacer
plantaciones a lo largo del país y hacerlas en cantidades suficientes que nos
permitan no solo la satisfacción de las necesidades, el cumplimiento de
nuestras obligaciones exteriores y hacer reservas, ¡hacer reservas!
Claro que aunque se van a llevar a cabo los planes de
café en pinar del Río, en Las Villas, en Camagüey y en Oriente, el grueso de
las plantaciones están en Oriente y el peso principal
lo tendrá Oriente. Es decir, siempre que
pase un ciclón por Oriente por esta fecha, habrá un problema; pero el día en
que podamos disponer de reservas de café suficientes —y no hay otra solución—
no tendremos los graves inconvenientes que se producen hoy, que ni tenemos ni
podemos ponernos a hacer reservas. Si nos
ponemos a estar guardando unas decenas de miles de quintales, vamos a tener
menos y no vamos a resolver nada. Pero
como hablaba, explicaba en el Congreso de la CTC, se va a realizar un plan
entre el año 1966, 1967 y 1968, de sembrar 250 millones de matas de café —¡doscientos cincuenta millones de matas de café!—, entre
1967 y 1968 (APLAUSOS). Eso nos
permitirá no solamente satisfacer nuestras necesidades, exportar, sino incluso
hacer una reserva, hacer reservas por lo menos del consumo de un año, poco a
poco. De manera que si ocurre un
desastre de esos de tipo natural, nos haga un daño, pero un daño relativamente
limitado.
Estos ciclones tan frecuentes, no sé quién dijo que
este año iba a ser un año de muchos ciclones, un científico, y parece que el
hombre no se equivocó, porque ya pasó uno en junio, se han formado tres o
cuatro, viene uno hacia acá y dicen que detrás se está formando otro. Pues parece que habrá que contar no solo con
el imperialismo, habrá que contar con los ciclones. Y se está formando una conciencia de
desarrollar las cortinas rompe-vientos.
Desde luego, frente a un huracán de 200 kilómetros por hora las cortinas
rompe-vientos no van a impedir que se caigan las frutas ni van a impedir que se
caigan los granos, pero pueden proteger extraordinariamente las
plantaciones. Eso es lo importante. Aunque en Isla de pinos, que traía una magnífica cosecha de cítricos este año,
el ciclón arrancó el 90% de los frutos y sin embargo no se cayó una sola mata,
y se espera por eso que en el próximo año la cosecha sea todavía mucho mayor,
no sólo por el tratamiento a las plantaciones sino también por nuevas áreas que
entran en producción.
Nosotros somos todavía un país pobre, bastante pobre;
a nosotros todavía nos faltan muchas cosas.
Quisiéramos tenerlas, cuanto antes mejor. Hay cosas que no se pueden acelerar en el
tiempo, pero hay algo de lo cual estamos muy seguros, y es que lograremos mucho
en el máximo de brevedad que puede lograrse.
Nosotros estamos plenamente en marcha, ¡plenamente en marcha!, hemos
vivido los distintos años de esta Revolución, y nosotros vemos cómo hoy, hoy,
ya a estas horas, ninguno de los años anteriores podía compararse a este en
esfuerzos, en el ritmo, en el impulso que lleva el país, en el espíritu de
trabajo que lleva el país; espíritu de trabajo que se puede palpar a lo largo
del país. Nunca se había alcanzado el
grado ya de organización, de entusiasmo, que existe en estos momentos.
Se ve ya en una serie de cosas, no solo en las
actividades de producción, en la misma educación.
¿Saben el problema que tenemos este año? El problema es que se han graduado más de 70
000 estudiantes de 6to grado, ¡más de setenta mil! (APLAUSOS. ) Esta es
una cifra impresionante. Y se han
graduado en todas partes, porque es ya el resultado de las escuelas que la
Revolución hizo, de los maestros que la Revolución llevó. Y de repente, de repente, se han graduado más
de 70 000, y muchos de ellos en lugares donde no hay secundaria básica en las
montañas, en los campos, en las granjas, en áreas de pequeños agricultores, en
todas partes.
EL número de becas solicitadas ha excedido en más de
15 000 a la capacidad, en más de 15 000.
No obstante, 8 500 que ingresan,
por ejemplo, en la escuela de Minas de
Frío para hacerse maestros; no obstante la capacidad existente, pues no
alcanzan. Se han logrado resolver unos
cuantos miles más; se calcula que todavía hay 8 000 estudiantes graduados de 6to
grado en zonas donde no hay secundaria básica y que no podrían seguir
estudiando.
¿Qué vamos a hacer?
Seguir buscando. Tenemos un
edificio grande donde casi la mitad pertenece al Estado. Se había dejado ahí como un posible hotel
futuro; pero hoteles futuros, no podemos dejar ningún edificio para eso, cuando
tenemos miles de jóvenes que si no se les busca, se les resuelve el problema,
no pueden seguir estudiando. Y ese
edificio es el Focsa (APLAUSOS). Hay
apartamentos disponibles para unos 1 700 estudiantes, y vamos a convertir
inmediatamente el Focsa también; no todo el Focsa, no tienen que asustarse los
que vivan en el Focsa. Hay algunos que
viven, de los que vivían antes, otros que alquilaron al principio allí algunos
apartamentos; no tiene que asustarse nadie, nosotros no desalojamos a nadie. Si alguno quiere cambiar, le cambiamos por otro
apartamento, otra cosa, hay siempre un fondo para poder resolver esos
problemas.
Pero no bastaba.
Entonces el compañero Dorticós propuso otra idea: ¿Por qué no terminamos ese edificio
del Banco Nacional y también lo hacemos escuela? (APLAUSOS.)
Hace falta como un millón en divisas, porque el problema de los
elevadores y todo eso. Los compañeros
del Banco Nacional naturalmente tienen que hacer un pequeño sacrificio, pero
ellos no están allí y ellos van resolviendo donde están. Ese edificio no se terminaba porque había
otras cosas más urgentes:
hospitales, otras cuestiones.
Pero para escuela habrá que hacer un esfuerzo, un sacrificio y terminar,
y poner allí —por ejemplo— un preuniversitario o un instituto tecnológico. Está San Ambrosio. San Ambrosio se iba a destinar a un taller de
confecciones; está convertido en un almacén de confecciones. Habrá que buscar por ahí también
almacenes. Yo creo que los compañeros
del Ministerio de Industrias y el consolidado, seguro que van a cooperar todos
a este proyecto con entusiasmo. Y
tenemos ahí también capacidad (APLAUSOS).
En Victoria de las Tunas está el plan vial de la
carretera Tunas-Bayamo, están instalados allí, ya la
carretera de ellos ha avanzado, está llegando al Cauto. Esperamos que se pueda salvar del ciclón ese
que amenaza. Tienen allí una instalación
donde se puede poner una secundaria básica.
Estoy seguro de que esos compañeros pueden cooperar, mudarse para otro
lado y allí mismo hacemos otra secundaria básica (APLAUSOS).
Y, desde luego, hemos tenido una capacidad que ha
aumentado mucho, como 300 residencias de Miramar de los que se fueron en este
último año, desde el último 28 de septiembre a este.
¿Qué quiere decir esto? Que todos los organismos en la capital y en
las provincias deben hacer un esfuerzo, plantearse la posibilidad de disponer,
de facilitar al Ministerio de Educación todas esas instalaciones que puedan
liberarse, buscando por un lado almacenes, haciendo un esfuerzo por otro lado,
de manera que no se quede uno solo de esos 8 000 estudiantes que, si no hacemos
eso, no podrían seguir estudiando. Y de
veras que sería doloroso que la Revolución se declarara incapaz de resolver ese
problema porque, si no lo resolvemos, pues podríamos ser calificados, con toda
razón, de sietemesinos que no resolvemos el problema, y de calculistas que no
resolvemos el problema, y de metafísicos que no resolvemos el problema
(APLAUSOS).
Si hacemos números, si hacemos números pues no
hay. Si usted se pone a calcular no hay;
ya. Entonces se dice: bueno, 8 000, no hay. Pero si nos ponemos a pensar, si queremos
resolver, si hay voluntad de resolver, podemos resolver; ¡podemos resolver!
(APLAUSOS.)
Esto, sin embargo, nos da idea de la marcha de las
cosas de nuestro país. Si este año se
graduaron 70 000, pues el año que viene se calculan 80 000, es decir que una
inmensa masa, una nueva generación con educación, con instrucción, con
capacitación técnica, marcha adelante, marcha adelante; de hecho un pueblo
entero, toda una nueva generación está surgiendo, y es obligación
fundamentalísima nuestra prepararla para vivir, trabajar y producir en un país
desarrollado (APLAUSOS).
Ese avance impresionante se puede observar en todos
los frentes, en todos los frentes. Y ya
en el próximo año tendremos una zafra considerablemente grande, y en el próximo
año tenemos que sembrar una cantidad de caballerías de tierra enorme,
enorme. El esfuerzo que hay que hacer es
grande.
Como hemos venido diciendo, ese esfuerzo tiene que ser
principalmente a base de máquinas, tiene que ser a base de productividad. Pero, sin embargo, como todas esas máquinas
no existen, como no existen suficientes máquinas, tendremos todavía que hacer
grandes esfuerzos. Se hará una
movilización grande de todos los estudiantes al principio de la próxima
primavera. Surgía el problema de cómo
albergarlos, cómo albergarlos si todavía no se ha terminado la zafra. Y la solución nos la pueden dar los
compañeros del Ministerio de Industrias con la fábrica de casas de campaña que
han estado levantando. Han producido
cerca de 1 000, pero necesitamos para la próxima primavera como 15 000 casas de
campaña, ¡necesitamos! Y nosotros
esperamos —no voy a decir que las 15
000, pero por lo menos 10 000— que los compañeros del Ministerio de Industrias resuelvan
ese problema.
Naturalmente, habrá por otro lado que ayudarles a
resolver ciertos problemas de materiales, pero hay que resolver ese
problema.
En el verano para las playas, y en la primavera para
el campo, de cara al campo (APLAUSOS).
Si realmente instalamos nosotros esas casas de campaña en las playas,
los estudiantes de vacaciones podrán ir a las playas de vacaciones, y entonces
en el verano será de cara al mar, o de cara a las montañas, porque también las
montañas son bonitas y se puede pasar las vacaciones bien en las montañas.
Estamos enfrentados a grandes tareas, pero yo les
puedo asegurar que hay entusiasmo para esas grandes tareas, les puedo asegurar
por haberlo visto, por haberlo palpado, que hay a lo largo del país un gran
entusiasmo por esas tareas. Y esa tiene
que ser nuestra actitud, de ustedes y de nosotros.
Cuando ustedes vean a alguien que dice: “No sé”, mírenlo
con suspicacia; cuando ustedes oyen decir a alguien: “No puedo”, mírenlo con sospecha; cuando
ustedes vean que alguien dice: “Esto es
mucho”, mírenlo con reservas; porque lo que tenemos que decir todos, ustedes y
nosotros, es: “¡Sí, podemos! ¡Y lo que no sepamos, lo aprendemos!”
(APLAUSOS.) Tenemos que decir que nada
es mucho para nosotros.
y la experiencia nos ha enseñado algo: que siempre cuando creemos que hacemos
mucho, podemos hacer un poco más, un poco más, tenemos montones de experiencias
en que cuando se dice: “Hasta aquí”,
realmente se demuestra que se puede llegar hasta allá.
Y esa es la única actitud revolucionaria, es la única
actitud revolucionaria. Y el
revolucionario influye con su carácter en los acontecimientos. El que no lo es, el resignado, el
conformista, el derrotista, hace un plan para 10 años, 15 años. Es que todos no son iguales que él. ¿Y por qué 10 años si se puede hacer en
tres? ¿Por qué 10 si se puede hacer en
tres? Si en tres podemos resolver
montones de problemas, ¿por qué resolverlos en 10? Y esa es la actitud: una actitud de guerra y una actitud
belicosa frente a las dificultades, frente a las tareas.
Y de ese tipo de hombre están surgiendo por todas
partes. Hay compañeros nuestros que
tienen un gran criterio para seleccionar los cuadros. Y ya usted se va encontrando, como dicen por
ahí: “cuadritos”,
unos “cuadritos”, muchos de ellos compañeros muy jóvenes que tienen una actitud
tremenda, ¡tremenda!, frente a los problemas, de afrontarlos, de impulsarlos,
de resolver; esos no se están quietos un minuto. Y tenemos que promover ese tipo de
gente.
A veces tenemos gente que es muy buena, muy decente,
muy fina, ¡y le da una lástima! Bueno,
señor, yo no digo que eso sea malo, el hombre no puede ser cruel; el
administrador, el hombre que tiene una responsabilidad no debe ser cruel. Debe dolerle.
¡De acuerdo! Hay que tenerle
lástima, pena con él, pero hay que tener más pena con el pueblo (APLAUSOS),
¡más pena con el pueblo!
(APLAUSOS.) ¿Qué se va a
hacer? A nadie le gusta sustituir a
nadie, siempre es doloroso. No hay cosa
más dolorosa y más desagradable que tener que sustituir a nadie de un trabajo;
es doloroso y es desagradable, pero hay que decirle: “Tú no estás haciendo un buen trabajo,
tienes que ser sustituido”. Porque es
muy poca la gente que dice verdad, es muy poca la gente; de cada 10 usted se
encuentra uno que dice:
es verdad.
¡Qué difícil es que el hombre tenga un espíritu
autocrítico y comprenda de verdad cuando lo está haciendo mal! Y, por lo general, hay incluso que sustituir
a la gente que lo está haciendo mal cuando él se cree que lo está haciendo muy
bien. Y es doloroso. Pero no somos revolucionarios si no sabemos
pasar por encima de esa cobardía, frente a la pena que hay que pasar, porque
es, en el fondo, una actitud cobarde. Es
doloroso decirle a alguien:
“Usted no está trabajando bien, usted va a ser sustituido”.
Y es imprescindible, señores, es deber de la
Revolución ir promoviendo a todos los que sirven. Ir promoviendo a todos los que sirven no
significa andar quitando a todo el mundo, porque siempre habrá 20 que dicen: “ese no sirve”. Y muchas veces hay gente que no sirve
diciendo que nadie sirve. No significa
transigir, pero saber tener un buen criterio para evaluar el trabajo, para
seleccionar buenos cuadros que respondan a esa política de empuje, agresiva,
dinámica, decidida; gente incansable, infatigable, que a cualquier hora, de día
y de noche, esté dispuesta a afrontar los problemas (APLAUSOS).
Y nosotros, afortunadamente, tenemos ya unos cuantos
compañeros de ese tipo:
trabajadores serios, constantes, responsables. ¡Ah!, pero hay que llevar esa política hasta
el último rincón, ¡promover a los más capaces!; la sociedad necesita que los
más capaces sean los que estén al frente de las tareas —eso es lo que necesita
la sociedad, eso es lo que necesita la Revolución (APLAUSOS)—,
para que respondan a este espíritu, para que respondan a este estilo, para que
respondan a este empuje.
Porque la cosa cada vez es mayor, la cosa tiene cada
vez más fuerza, la cosa es cada vez más arrolladora. Los hombres cansados no pueden seguir ese
ritmo; los hombres que les falta entusiasmo, los tibios, los cobardes, no
pueden seguir ese ritmo.
La Revolución desgasta. Hay lo que se puede llamar “gente que se
desgasta”; algunos dicen:
“este se ha
quemado”; el otro dice: “este se ha tostado”; y hay otros que se
han desgastado, desgastado. Bueno: la Revolución puede
jubilar a cualquiera, incluso la Revolución puede jubilar generosamente a
cualquier revolucionario que se haya cansado; es más negocio un revolucionario
jubilado, que un cansado haciendo el papel de revolucionario (APLAUSOS).
Y la verdad es que debemos estar en eso muy
claros. Si hay cansancio, jubílese; pero
no se convierta en freno, no se convierta en obstáculo, no se convierta en
estorbo. Hay mucho que hacer y esta
tarea es de revolucionarios (APLAUSOS).
No basta con haber sido revolucionario ayer, hay que saber ser
revolucionario hoy (APLAUSOS), hay que saber ser revolucionario mañana
(APLAUSOS). Y hasta, incluso, se puede
ser revolucionario no estorbando, no estorbando.
Vengan nuevos cuadros, vengan nuevas generaciones de
hombres; promuévanse los más aptos; no se aferre nadie a los honores, ni a los
cargos, que eso siempre ha costado muy caro a los pueblos. Vengan nuevas generaciones mejores que
nosotros (APLAUSOS), vengan nuevas generaciones más aptas que nosotros, que
gustosamente les iremos dando el puesto de vanguardia; pero lo que no dejaremos
de ser jamás, jamás dejaremos de ser revolucionarios (APLAUSOS), jamás nos
conformaremos con media revolución (APLAUSOS), jamás nos resignaremos al
mínimo, sino al máximo (APLAUSOS); jamás nos detendremos en la mitad del
camino.
Creemos que tenemos el derecho a llamarnos
revolucionarios, pero no lo tendremos cuando renunciemos a marchar hacia
adelante. Los conformistas podrán conformarse
con el mínimo; nosotros buscamos el máximo.
La Revolución marcha hacia adelante; pero la
Revolución apenas ha comenzado. La obra
de la Revolución apenas habrá comenzado.
Pero este pueblo tendrá derecho históricamente a llamarse revolucionario,
tendrá derecho histórico a llamarse revolucionario, porque no se conformará con
el mínimo; porque luchará por el máximo, luchará por llegar tan lejos como sea
posible. Y de eso, acerca de eso,
nosotros tenemos una confianza absoluta.
Nuestra confianza en el pueblo no es de hoy, cuando el
pueblo ha demostrado más que de sobra de lo que era capaz, cuando ha demostrado
más que de sobra que no estábamos equivocados, cuando nada de esto había
ocurrido, cuando no se reunía una multitud como esta —y como todas las
multitudes que se reúnen en la Plaza de la Revolución— creíamos en el pueblo,
confiábamos en el pueblo, conocíamos al pueblo.
Y sabemos que de este pueblo se puede pedir todo; sabemos que este
pueblo llegará tan lejos como sea capaz de llegar cualquier pueblo; que este
pueblo es tan revolucionario como sea capaz de serlo cualquier pueblo; y que
este pueblo hará su Revolución, ¡su Revolución!
(APLAUSOS), que es nuestra Revolución, nuestro camino, sin despreciar
ninguna experiencia, sin subestimar los méritos de ningún pueblo. Pero sabemos, tenemos la más profunda
convicción de que tenemos, de que debemos, y que lo único revolucionario es
hacer nuestra Revolución (APLAUSOS).
Hay espíritus serviles, hay espíritus domesticados,
hay gentes que se ofenden, gentes de aquí, que se ofenden cuando decimos: ¡hacer nuestra Revolución!, cuando
decimos que el pueblo hará su Revolución (APLAUSOS). Lo estiman como una especie de pecado, como
una especie de sacrilegio marxista-leninista.
Pero no perdamos el tiempo en esas disquisiciones,
porque haremos nuestra Revolución, porque esa es una ley de la Historia
Universal y es una ley de nuestra historia.
Y los que no quieran que hagamos nuestra Revolución
correrán la suerte que corrieron los seudorrevolucionarios,
o los contrarrevolucionarios, o los reaccionarios. Porque algunos de esos espíritus sumisos,
serviles, domesticados, se juntan para hacerle a la Revolución las criticas que
hacen los contrarrevolucionarios, para emplear contra la Revolución argumentos que
emplean los contrarrevolucionarios.
Había un dicho en Roma que decía que del Capitolio a
la Roca de Tarpeya no había más que un paso; desde
luego, no hace falta ninguna Roca de Tarpeya, porque
esa basura se la lleva un arroyito cualquiera de agua. Es decir, hay basura —digámoslo así con todas
las palabras—, pero correrán la suerte de los apóstatas, de los seudorrevolucionarios, y puede ser —si se atreven demasiado
lejos— la de los contrarrevolucionarios (APLAUSOS).
¡Haremos nuestra Revolución marxista-leninista!
(APLAUSOS.) ¡Socialista, comunista! (APLAUSOS PROLONGADOS.) No decimos que llegaremos al socialismo, sino
decimos: ¡Atravesaremos
por el socialismo para llegar al comunismo!
(APLAUSOS PROLONGADOS.) ¡Y
llegaremos al comunismo por los caminos del marxismo leninismo! (APLAUSOS.)
¡Llegaremos al comunismo en virtud de una interpretación revolucionaria
y científica de las realidades; no llegaremos al comunismo por los caminos del
capitalismo, porque por los caminos del capitalismo nadie llegará jamás al
comunismo! (APLAUSOS.)
Y haremos las cosas no siempre por los caminos más
fáciles; a veces hasta por los caminos más difíciles. Porque en aras del facilismo no
sacrificaremos la aspiración de llegar al comunismo. Constructores de una sociedad nueva, sabemos
que toda construcción es difícil, sobre todo cuando hay que hacerla sobre los
escombros de un pasado todavía reciente.
Sabemos que toda obra histórica, toda obra de creación
histórica, es difícil. Sabemos que es
una cuesta empinada, que hacia arriba hay que marchar ardorosamente. Y marcharemos por esa cuesta, por los caminos
difíciles; no siempre buscando lo fácil, porque a veces lo fácil conduce a la derrota.
Marcharemos hacia adelante luchando, porque sin lucha
no se construye nada, no se crea nada.
Marcharemos hacia adelante esforzándonos, porque sin esfuerzo no se
llega a ninguna parte. Con esfuerzo
hemos llegado hasta aquí, y con esfuerzo llegaremos mucho más lejos que hasta
aquí. Y llegaremos con empuje, con
entusiasmo, con fervor, con seguridad, con confianza, con la misma confianza de
ayer, con la misma confianza de los primeros años, porque si antes creíamos,
mucha más razón tenemos hoy para creer.
¡Seguiremos adelante con el pueblo, con las masas, con su vanguardia revolucionaria,
con su partido de vanguardia (APLAUSOS), con los mejores, con los más
decididos, con los más capaces, con los más revolucionarios! Y esto de decir quiénes serán los más
revolucionarios no lo diremos nosotros, lo dirá el pueblo, siempre el pueblo
(APLAUSOS).
Y lo dirá el pueblo por los hechos y no por las
palabras, y lo dirá el pueblo porque el pueblo es el único que puede
juzgar. El pueblo es el único que será
capaz de hacer ese camino, llevar adelante esta obra.
Ustedes, en el día de hoy, vinieron con las antorchas
que simbolizaban la revolución técnica, y vinieron con los machetes
(APLAUSOS). ¡Hay que afilar esos
machetes porque con esos machetes en la próxima zafra hay que cortar mucha
caña! (APLAUSOS.) Con esos machetes
habrá que trabajar duramente en nuestros campos (APLAUSOS).
Ustedes han interpretado cabalmente la esencia de esta
hora, que es la técnica y el trabajo; ustedes han interpretado cabalmente la
consigna de este momento, de este año, de estos años, que es volcarse hacia el
trabajo creador, volcar nuestro esfuerzo hacia nuestros campos. Y, en primer lugar, nosotros, todos nosotros,
a veces nos parece que nos hemos hecho demasiado capitalinos, a veces nos
parece que la capital influye demasiado en todos nosotros.
Ustedes, hombres y mujeres de la capital, no se
sentirán subestimados por esto. Ustedes,
hombres y mujeres de la capital, no pensarán que sea una falta ser
capitalinos. Muchos de ustedes nacieron
en esta capital, pero esta Revolución nació en todo el país, no nació solo en
la capital. Este Gobierno nació en todo
el país, no solamente en la capital, y el país no es solo su capital.
Un enorme esfuerzo se está realizando en nuestros
campos, en los llanos, en las montañas del país y creo sinceramente que
nosotros, la mayoría de nosotros, debiéramos pasarnos la mayor parte del tiempo
en el interior del país, trabajando en el interior del país (APLAUSOS),
librando en el interior del país la batalla de la economía (APLAUSOS), la
batalla de la agricultura (APLAUSOS), librando en el interior del país la
batalla de la producción (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).
¿Les pesan mucho los machetes? ¿Qué dicen?
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)
Bueno, pero si empezamos rebajando normas no vamos a
ganar así la batalla.
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)
Yo creo que si las normas resultan altas, hay que
considerar eso; pero que una actitud de ganar la batalla económica no es la
actitud de estar reclamando reducción de normas (APLAUSOS). Aunque repito que es nuestro deber, nuestro
deber, tener en cuenta las posibilidades de lo que cada cual pueda hacer. Pero estos años son de hacer, estos años son
de incrementar la producción, estos años son de incrementar la productividad. Y todos, absolutamente todos, debemos
prometernos, proponernos elevar la productividad, elevar la producción.
Tiempos llegarán en que más de la mitad del esfuerzo
de hoy hará producir diez veces más que hoy.
Y cuando ese tiempo llegue, a medida que ese tiempo vaya llegando, a
medida que la productividad de nuestro esfuerzo aumente, las normas nos
parecerán cada vez menos altas.
Ustedes, compañeros y compañeras de los Comités, decía
que interpretaban la actitud de este momento, de este momento en que se
incorporan grandes masas a la producción, cuando decenas de miles de mujeres se
incorporan a distintas tareas. Hemos
estado planteando y proclamando que deben seleccionarse aquellos tipos de
actividades que sean más asequibles a las mujeres (APLAUSOS).
Ya nos hemos encontrado muchos lugares en los campos,
tiendas del pueblo, y son mujeres las que están trabajando en esas tiendas, en
muchos tipos de actividades, en todas partes.
No hay prácticamente una granja avícola del país que no esté manejada
por mujeres. Debemos procurar —y eso lo
planteábamos nosotros precisamente en el Congreso— que la incorporación de las
mujeres al trabajo no sea para compensar la falta de productividad de los
hombres, no sea para compensar las bajas de la producción, sino para
incrementar la producción; y que debíamos encaminar ese esfuerzo —y es lo que
se está haciendo— hacia aquellas actividades que las mujeres pueden
realizar. No estamos nunca, y siempre
nos opondremos a que se plantee el empleo de las mujeres en determinados tipos
de trabajos que prácticamente resulta imposible que los puedan realizar
físicamente. Hay un sinnúmero de
actividades en que se puede incorporar la mujer a la producción, y eso es lo
que estamos haciendo.
Pero no solamente incorporaremos masas de mujeres a la
producción a realizar las actividades que estén al alcance de sus
posibilidades, sino que incorporaremos masas de máquinas. Repetimos que la solución del problema está
en las máquinas; no propiamente en lo que podamos llamar el trabajo físico de
los trabajadores.
Decía que tenemos que realizar todavía muchos
esfuerzos de ese tipo porque no tenemos suficientes máquinas todavía y porque
tenemos que hacer avanzar al país, porque tenemos que desarrollar la
agricultura, porque tenemos que incrementar la producción. Y si no podemos hacerlo ahora de otra forma
que incrementando el esfuerzo físico, hay que incrementar el esfuerzo
físico.
En el futuro —y rápidamente— será con máquinas, y cada
vez más con máquinas (APLAUSOS); ir mecanizando todas las actividades —en el
campo sobre todo— que puedan ser mecanizadas; ir suprimiendo toda una serie de
otros tipos de actividades.
Y yo les voy a poner un ejemplo. En este país nuestros trabajadores cargaban
todos los años 45 millones de toneladas de caña; y cargaban casi cañita a
cañita con las manos, para ponerla encima de una carreta, 45 millones de
toneladas de caña. Y ustedes saben lo
que es cargar caña; muchas personas dicen que prefieren cortar a cargar. Pues bien: todos los años nuestros trabajadores
cañeros cargaban más de 40 millones de toneladas de caña, cañita a cañita. Con las máquinas ya la mayor parte de ese
trabajo se hace con alzadoras, y pronto ya no se cargará una caña más. ¿Qué significa? Que les habremos ahorrado a nuestros
trabajadores la inmensa, la titánica tarea de cargar todos los años 45 millones
de toneladas de caña.
Y así por el estilo, así por el estilo, a medida que
vayamos introduciendo las máquinas, elevaremos la productividad e iremos
eliminando ese trabajo físico, duro, difícil —como ha ocurrido con ese ejemplo
que les he puesto.
Ustedes, compañeros y compañeras de los Comités de
Defensa de la Revolución, han estado a tono con nuestras realidades. El pueblo, el Partido, tienen en ustedes una
gran confianza; porque desde que se creó esta organización hace seis años, no
hay una sola vez que no hayan respondido con entusiasmo, no hay una sola vez
que no hayan dicho presente, no hay una sola vez que no hayan cumplido las
tareas asignadas.
Por eso, compañeros, ¡nuestra felicitación! (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO.) Por eso, y por no bajar la guardia —como dice
este compañero—, nuestro reconocimiento en este VI aniversario de la creación
de esta organización de masa revolucionaria, que es nueva y que es un aporte de
la Revolución Cubana en el proceso revolucionario, esta institución que miran
con admiración muchos de nuestros visitantes, a cuya organización y a cuyas
fuerzas prestan atención; esta organización de la cual se admiran y que no dudo
que en otros países y en otros pueblos revolucionarios —a medida que avance la
marcha victoriosa de los pueblos en su lucha por la liberación— será
imitada.
¡Vivan los Comités de Defensa de la Revolución! (EXCLAMACIONES DE: “¡Vivan!”)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)