DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL RESUMEN DEL ACTO DE BIENVENIDA A LA
DELEGACION DEPORTIVA CUBANA QUE ASISTIO A LOS X JUEGOS CENTROAMERICANOS y DEL CARIBE, CELEBRADO EN EL ESTADIO
LATINOAMERICANO, EL 29 DE JUNIO DE 1966.
(DEPARTAMENTO
DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros de la delegación deportiva de
Cuba;
Compañeros estudiantes;
Compañeros y compañeras aquí presentes:
Esta noche culmina el grandioso
recibimiento que a lo largo del país ha tenido lugar, como justo reconocimiento
y como expresión del orgullo y la satisfacción de nuestro pueblo, por el brillante
comportamiento en todos los órdenes, de la delegación que representó a nuestra
patria en los Juegos Centroamericanos.
¿Qué circunstancias son las que han
contribuido a convertir estos eventos en una singular victoria del deporte, en
primer lugar; y, además, de nuestro pueblo?
¿Por qué le correspondió jugar a nuestra delegación un papel
excepcional? ¿Quiénes fueron los que,
sin proponérselo, desde luego, y tratando de dañar al deporte, y tratando de
hacer daño a nuestro país, crearon las condiciones para que precisamente
nuestra delegación haya jugado el papel más relevante?
Aquí el compañero Llanusa
explicó más o menos la forma en que llegó nuestra delegación a Puerto
Rico. Alrededor de este evento
deportivo, que no tiene nada que ver con la política, y al menos en este caso
no podrá acusarse a nuestro país de utilizar el deporte como instrumento de la
política, sino que sin escrúpulos de ninguna clase se trató de impedir la
asistencia de la delegación cubana a los Juegos Centroamericanos. ¿Por qué, por
qué tratar de impedir que participe en esas competencias el país donde
precisamente el deporte ha adquirido el más extraordinario auge en los últimos
años? ¿Por qué, por qué tratar de
impedir la participación de un pueblo donde por primera vez a lo largo de su
historia el deporte es una actividad educacional, el deporte es una actividad
del pueblo, de las masas? ¿Por qué
tratar de impedir la participación de un país donde el deporte ya no es
privilegio de minorías ricas y explotadoras, donde el deporte ya no es solo
actividad de los hijos de los ricos?
¿.Por qué? ¡Por razones de orden
político!
Es decir que el gobierno imperialista de
Estados Unidos es el responsable de haber creado todo un problema político
alrededor de unos eventos que debían permanecer al margen de la política.
Ahora bien, ¿qué ocurrió? Alrededor de este hecho se libró una nueva
batalla entre el imperialismo y la Revolución Cubana, y alrededor de este hecho
la Revolución Cubana le ganó una batalla más al imperialismo (APLAUSOS).
De eso, desde luego, están bien
conscientes los propios imperialistas.
¿A qué procedimientos acudieron para
impedir la participación de Cuba?
Acudieron a la simulación, al engaño, a la mentira, a la hipocresía, y
por último a la arbitrariedad. De
acuerdo con los reglamentos olímpicos, el país sede tiene la obligación de
crear las condiciones y garantizar la participación de todos los países con
derecho a competir. Ese es un reglamento
olímpico, internacionalmente aceptado por todos los países.
Pero, ¿qué ocurría en este caso? Desgraciadamente, el hermano pueblo
puertorriqueño, la pequeña isla de Puerto Rico —de la cual dijo nuestro Apóstol
que era, con relación a nuestra patria, como un ala del mismo pájaro, porque no
hay que olvidarse de que en la proclamación de la independencia de Cuba, en el
Manifiesto de Montecristi, Martí proclamó, en nombre del Partido
Revolucionario, que la lucha se realizaría por la independencia de Cuba y de
Puerto Rico—, desdichadamente Puerto Rico fue ocupado militarmente por Estados
Unidos a principios de siglo y sometido a un régimen colonial de gobierno. Mucha sangre valerosa de puertorriqueños y
muchos sacrificios ha costado a ese pueblo la ocupación imperialista de Estados
Unidos. Muchos son los esfuerzos que
Estados Unidos ha hecho por destruir el nacionalismo puertorriqueño, por
destruir la cultura de Puerto Rico, por destruir todas las características
propias del pueblo puertorriqueño. Y aun
hoy, desgraciadamente, el pueblo de Puerto Rico no es independiente: aun hoy Puerto Rico
es lo que se llama un Estado Libre Asociado, que no tiene nada de libre ni nada
de asociado. Y estos hechos se pusieron
en evidencia precisamente con motivo de estas olimpiadas. El imperialismo yanki, cretino y estúpido por
excelencia, en vez de tratar de disimular su sistema colonial en Puerto Rico,
llevado de su odio a Cuba, de su desesperada hostilidad a nuestra Revolución,
llevó a cabo actos que pusieron ante los ojos del mundo, descarnadamente, el
tipo de régimen político que existe en Puerto Rico. Porque Estados Unidos no tenía derecho a
competir en estas olimpiadas, era el pueblo de Puerto Rico: Estados Unidos no era la sede, mas,
sin embargo, fue el gobierno de Estados Unidos quien impuso descaradamente,
desvergonzadamente, sus medidas arbitrarias para impedir que Cuba
participara.
Pero, ¿cómo lo hicieron? De una manera farisaica, de una manera
hipócrita. Y fueron librando su partida
contra la Revolución, fueron moviendo sus peones, fueron realizando sus jugadas.
Primero, ¿qué hicieron? Crear un estado de incertidumbre a nuestra
delegación, la inseguridad acerca de si concederían la
visa o no. Por fin, frente a la demanda
de Cuba, frente a las exigencias de Cuba en el seno del Comité Olímpico
Internacional, no les quedó más remedio que conceder las visas; y concedieron
las visas, pero no las concedieron un mes antes, ni dos semanas antes: las concedieron unos días antes
solamente. Y después que concedieron las
visas de la manera más increíblemente hipócrita, plantearon que las visas las
daban, pero permiso para aterrizar avión o barco, ¡ah, eso no! Que Cuba debía utilizar las vías
normales.
¿Pero cómo podía una delegación de casi
400 personas, dos o tres días antes, después de que le dan esas visas, resolver
por ninguna vía normal su traslado a Puerto Rico? Evidentemente que estaban actuando de una
manera increíblemente cínica. Y
lógicamente, como sabían que no se podrían obtener medios llamados normales,
Cuba no podría asistir. Todas las demás
delegaciones tenían facilidades para acudir a los eventos, en barcos incluso de
guerra, o en aviones, excepto Cuba. Ya
se sometía a nuestro país y a nuestra delegación a una situación excepcional: se les impedían los
medios para ir a Puerto Rico. No solo
eso: vinieron
con el chantaje. Bien se ve que todavía
el odio los ciega demasiado para no conocer suficientemente a nuestro país y a
nuestro pueblo.
Cometieron la indignidad de intentar un
chantaje: que nos darían el permiso si
el gobierno de Cuba —eso fue lo que le plantearon al Comité Olímpico Cubano—
accedía a conceder unos permisos especiales para que unos supuestos ciudadanos
americanos —alguno de ellos posiblemente nació aquí y luego se inscribió allá,
o quién sabe o vaya a saber por qué dicen que hay aquí mil y tantos ciudadanos
americanos y sus familiares; posiblemente muchos de ellos no tienen nada de
americanos, cuestión de papeles. Pero
suponían que nosotros, naturalmente, interesados en participar en las olimpiadas,
tendríamos que ceder. ¡Qué poco conocen
todavía a este país! ¡A la Revolución
con ese chantaje!
Y lo que hizo el Comité Olímpico Cubano
fue denunciar el chantaje: de que el
Gobierno de Estados Unidos exigía condiciones de tipo político, que no tenían
nada que ver con el deporte, para permitir la presencia de Cuba en su colonia
de Puerto Rico. Y, naturalmente, fueron
sorprendidos in fraganti, fueron sorprendidos con las “manos en la masa”, en un
flagrante delito moral y en una flagrante violación de las normas que rigen el
deporte internacional.
Y estos hechos deben ser oportunamente
denunciados en el Comité Olímpico Internacional, porque precisamente ese Comité
lo preside un yanki, llamado Brundage —o algo
parecido— (RISAS), un señor que ha hecho el papel de Poncio
Pilatos en este problema. Porque lo que
correspondía haber hecho —y la principal responsabilidad le correspondía
precisamente a este señor— era haber sustituido la sede de Puerto Rico por
cualquier otro país que estuviese en condiciones de brindar facilidades a los
atletas participantes en las competencias.
No ocurrió nada de esto. Estados Unidos, el gobierno de Estados Unidos
creyó que se saldría con la suya —¡un yanki Poncio Pilatos presidiendo el Comité Olímpico, una
arbitrariedad más!— y que Cuba no podría participar en las olimpiadas.
Pero la partida seguía su curso. Habían concedido las visas, pero se creían
que no había medios para llegar. Ellos,
además, pensaban que si enviábamos a la delegación en avión o en barco nos
pondrían ante la opinión mundial violando la ley de Puerto Rico, y además
tendrían el derecho a confiscarnos los aviones y los barcos.
Hay una serie de circunstancias que dan
ganas de reírse, porque demuestran hasta qué punto fueron sorprendidos en esto
los imperialistas. La posición nuestra
no era una posición ilegal. Ellos, en
sus pasos hipócritas, habían llegado hasta conceder las visas; luego la entrada
en Puerto Rico no era ilegal para los miembros de la delegación, era legal;
desde el momento que concedieron las visas no podían decir que la llegada de un
atleta cubano a Puerto Rico era ilegal.
Podrían decir que ilegal era el barco que entrara e ilegal el avión que
llegara y que, por tanto, serían confiscados, pero creyeron que la cosa era
demasiado sencilla, se consideró que, efectivamente, la llegada del barco o del
avión podría dar lugar a que ejercitaran una acción contra el barco o el avión
cubanos, y se decidió por eso que la delegación partiera.
Y es curioso que los imperialistas que
tanto se ufanan de estar bien informados y de tener mucho espionaje, no se enteraron de que una delegación de casi 400 personas y
despedida por miles de ciudadanos tomaba el barco en Santiago de Cuba y salía
hacia Puerto Rico. Se enteraron, según
dicen algunos gusanos, porque algunos puertorriqueños, algunos patriotas
puertorriqueños del Movimiento Independentista, sabían que iba el “Cerro
Pelado” y, efectivamente, al parecer los imperialistas no sabían una palabra,
pero los independentistas puertorriqueños sí lo sabían. ¿Cómo?
Al parecer están mejor informados que los imperialistas yankis.
Y cuando nuestro barco se acercaba, los
independentistas puertorriqueños, los patriotas puertorriqueños, estaban
esperándolo con lanchas puertorriqueñas.
Luego no habría ninguna ilegalidad: el barco cubano a cinco millas para
que no hubiera confusión, y barcos puertorriqueños con patriotas
puertorriqueños que irían a buscar una delegación que tenía visa para entrar en
Puerto Rico.
Claro está que los imperialistas tomaron
medidas rápidamente para impedir que ningún barco puertorriqueño llegara al
“Cerro Pelado”. Lo primero que hicieron
fue volverse locos, empezaron a lanzar panfletos en aviones, suscritos por el
Secretario de la Tesorería de Estados Unidos, un tipejo de esos, amenazando que
si el barco entraba lo confiscaban.
¡Pero el barco estaba a cinco millas!
y el hecho de que impidieran que las
embarcaciones puertorriqueñas llegaran estaba previsto: nuestro barco tenía varios botes, los botes
salvavidas, en número suficiente para trasladar una parte de la delegación.
Bien: la delegación, los atletas cubanos
tenían permiso para llegar, no cometerían ninguna ilegalidad, y puesto que no
le daban permiso al barco, si no dejaban venir tampoco barcos puertorriqueños,
entonces las lanchas salvavidas cometerían una pequeña violación y los
imperialistas tendrían que sancionar las cuatro lanchas salvavidas, pero
nuestros atletas legalmente llegarían a Puerto Rico (APLAUSOS). Desde luego, que quedaba un número en el
programa: si no
podían ir todos los atletas porque las lanchas las dejaban dentro y quedaba una
parte de la delegación, ese resto de la delegación iba a llegar a nado a Puerto
Rico (APLAUSOS).
Es evidente que los imperialistas
perdieron la partida. Apenas se presentó
el “Cerro Pelado” frente a Puerto Rico el escándalo fue tan grande que no
resistieron más, e inmediatamente hablaron de que iban a mandar un barco de
guerra, porque son unos “camaleones”; en esa situación, como se encontraban ya
con una situación muy ridícula, entonces el papel de buenos: un barco de guerra yanki transportando
la delegación cubana, pero la delegación cubana dijo: ¡No!, ¡en barco yanki no! (APLAUSOS.)
Entonces dijeron que los vendrían a
buscar, pero no venían a buscarlos. Y
cuando vieron que los tripulantes del “Cerro Pelado” estaban bajando los barcos
salvavidas se rindieron, se rindieron y mandaron inmediatamente el barco. Pero todavía no estaban conformes —algo, un
pelito, del buey un pelo, como se dice— y cuando la segunda parte de la
delegación se trasladaba a Puerto Rico, ¡qué casualidad!, empezó a entrarle
agua al barco, y entonces el capitán apurado: “que venga un barco yanki, que se
hunde este barco”, y la delegación cubana dijo:
¡No!, que se hunda este barco y nos hundimos con este barco, ¡no vamos
en barco americano! (APLAUSOS.)
Hay que decir que la primera medalla de
oro fue esta, perdieron todos los puntos, todos, y la delegación llegó
legalmente a Puerto Rico, y ningún avión fue confiscado ni pudo ser confiscado
y ningún barco pudo ser confiscado. Así
fue como se llegó a Puerto Rico.
Y los imperialistas azorados, asombrados,
estupefactos, porque fue una especie de Camarioca a la inversa. Hace apenas unos meses perdieron la batalla
de Camarioca, cientos de barquitos empezaron a venir hacia Cuba, le hacían más
caso a la Revolución que a las leyes de Estados Unidos. Perdieron la batalla, volvieron a probar
suerte y volvieron a perder, sufrieron otro Camarioca, un Girón deportivo.
Y dicen, porque los compañeros que vienen
de Puerto Rico cuentan infinidad de anécdotas, muchas de ellas muy simpáticas,
por ejemplo, han recogido grabaciones, conversaciones, trasmisiones de radio,
programas, anuncios, y una entrevista que dice que es una señora ya de cierta
edad, de esas que se fue, y la entrevistaron por radio cuando ya el “Cerro
Pelado” estaba allí frente a San Juan, y dicen que la señora decía: “Se lo dije, ustedes decían que no venían y
están ahí y se meten ahí (APLAUSOS). Nos
botaron de allí y a ustedes los van a botar de aquí también”, decía la señora porque
creía que aquello era una invasión o algo raro, asustada. Por ahí está la grabación; no estaría mal que
muchas de esas anécdotas que recogieron en cintas magnetofónicas los compañeros
de la delegación y los periodistas, fueran divulgadas y explicadas al pueblo,
porque tienen muchas cosas de verdad simpáticas, dan ganas de reír, mucho más
después que todos los complots fracasaron.
De esa forma, les decía, llegó allí la delegación.
Entonces, ellos creían que todavía les
quedaban muchas cosas por hacer. No se
daban por vencidos, decían:
bueno, llegaron, ahora vamos a ver si se van, si se pueden ir,
cuántos regresan, qué eventos ganan, cuántas medallas obtienen. Y hay que decir algunas cosas que hablan muy
alto de nuestro país, que hablan muy alto de nuestros atletas, de su espíritu
deportivo, de su disciplina, de su calidad.
Todos están de acuerdo en que nuestra delegación impresionó
extraordinariamente en Puerto Rico; todos están de acuerdo en que impresionaron
por su disciplina, impresionaron por su calidad, e impresionaron por su
dignidad y por su valor.
Se ha dicho con toda razón que nuestra
delegación triunfó arrolladoramente en Puerto Rico. Y nosotros no hemos tenido que inventar nada,
no hemos tenido que elucubrar nada, para decir que nuestra delegación regresó
victoriosa, porque hay una serie de razones que nos permiten afirmar eso, una
serie de razones.
En primer lugar, los imperialistas
maniobrando desde que se anunciaron estas olimpiadas, empezaron a fraguar todo
tipo de trucos para menoscabar el éxito de la delegación cubana, para
contrarrestar el impacto que pudiera causar nuestra delegación. Así se llevaron a cabo una serie de
maniobras, de violaciones, de trucos como, por ejemplo, una de ellas: nuestro país es
incuestionablemente el más fuerte en gimnasia.
La gimnasia es uno de los deportes fundamentales, porque es uno de los
deportes más completos, más universales.
Pues bien: se las arreglaron y maniobraron para
que ni tres delegaciones participaran en gimnasia, y como no había tres,
entonces fue suprimida la gimnasia.
Maniobran para suprimir uno de los deportes más importantes, porque
sabían que nadie podría competir con nuestra delegación en gimnasia. Pero no fue eso suficiente: hipertrofiaron la importancia de los
deportes, el número de medallas por cada deporte. Y así hicieron, por ejemplo, con la
natación. Sabían que el punto más débil
de nuestra delegación era la natación.
Naturalmente que aquí nadaban principalmente los aristócratas que podían
ir a las playas privadas y a los clubes, y los peces: el pueblo no tenía acceso, no existía
técnica, ni técnicos, no existía experiencia.
¿Qué hicieron? En Jamaica fueron 21 eventos en natación, 63
medallas. En las olimpiadas de Japón la
natación solo comprendía 22 eventos, 66 medallas. ¿Qué hicieron los imperialistas? Utilizando los ardides de un mercachifles, de
un politiquero, de un lacayo imperialista, que es el Presidente del Comité
Olímpico de Puerto Rico, gestionar y obtener que la natación esta vez en vez de
21 eventos como en Jamaica, en vez de 22 eventos como en las mayores
competencias deportivas que son las olimpiadas mundiales, se elevaran a 33
eventos y a 99 medallas, para que otras delegaciones pudieran aparecer ganando
medallas a montones en natación.
Mas no solo eso. Cometieron otro fraude: de acuerdo con los reglamentos un
atleta solo podía competir en tres eventos —tres eventos individuales y uno
colectivo—, pero como tenían una atleta muy destacada en natación, pues
violaron también esa regla, y aceptaron que cualquier atleta pudiese discutir
en todos los eventos que quisiera.
A nosotros no nos importa que la regla
sea una o sea otra, 20, 30 ó 50 medallas en cualquier cosa, que participe un
atleta en 1, en 10 ó en 20; lo que importa es que las reglas sean reglas, y si
son reglas no pueden violarse al antojo o a la conveniencia de ninguna
delegación. Se cometieron descaradamente
estas violaciones, estas arbitrariedades que no podrán negar, que nadie podrá
negar; mas no eran las únicas. En muchas
ocasiones los jueces eran yankis, nada menos que yankis, y posiblemente en una
buena parte de los casos agentes de la CIA.
Solo un agente de la CIA, solo un pirata, solo un mercenario se atreve,
desafiando la opinión pública en la forma en que lo hizo, desafiando las reglas
más elementales del decoro deportivo, arrebatarle a uno de los más brillantes
boxeadores que hay en el mundo (APLAUSOS), el triunfo como lo hicieron. Se cometieron numerosas arbitrariedades en el
arbitraje; más que arbitraje hubo “arbitrarietaje”
contra nuestros atletas en numerosos eventos.
Nos quitaron la medalla de oro en el boxeo, en el combate de Chocolatico Pérez contra el venezolano; le quitaron el
triunfo también —hay que decirlo— a otro magnífico boxeador, el boxeador Regüeiferos de Santiago de Cuba (APLAUSOS). En ocasiones el adversario propinaba un golpe
bajo y el punto se lo quitaban al atleta cubano.
¡Qué mejor prueba que la propia opinión
puertorriqueña! ¡Qué
mejor prueba de que el propio pueblo puertorriqueño, el público puertorriqueño
estuvo chiflando durante quince minutos en protesta —les gritaban: “¡pillos!
¡Bótenlos!”—, durante 15 minutos en protesta de la decisión en ese
combate.
Mas no solo fue en el boxeo. En una ocasión nuestro equipo de polo
acuático, que por cierto sorprendió a todo el mundo, que causó sensación, que
derrotó aplastantemente a los mejores equipos adversarios, en una ocasión
aparece empatado a cuatro con un equipo más débil. ¿Qué había ocurrido? Pues nada menos que el juez era el entrenador
del equipo contrario, y de una manera descarada cometió todo tipo de
arbitrariedades para lograr un empate.
No fue solo en polo acuático; en esgrima
también metieron el cuchillo. En el
último juego de baloncesto femenino, también de una manera notoria. A Figuerola lo
pusieron a correr los 200 metros en la carrilera número dos, en condiciones
pésimas del terreno; a Miguelina Cobián
la pusieron a correr los 200 metros, también en la carrilera número dos. A nuestros más destacados atletas, atletas
cuyos récords se acercan a los récords mundiales, los ponían en las más
desventajosas condiciones a competir.
Pero a esto hay que añadir que nuestra delegación no pudo practicar
durante una semana, cuando las demás estaban practicando, que se vio en la
necesidad de invertir una semana en los trámites de viaje, a viajar en barco, a
permanecer un día entero frente a las costas de Puerto Rico sin siquiera poder
llegar toda a la inauguración, teniendo que competir muchos de ellos
inmediatamente, sin ningún entrenamiento, como ocurrió con diversos atletas en
natación; algunos todavía con el efecto del mareo del barco, que afectó a
algunos de nuestros equipos, como fue el equipo de tiro.
Además de eso, fueron sometidos a todo
género de agresiones, hostigamiento, amenazas, agresiones; tuvieron que vivir
en una tensión permanente durante todos esos días, muchas veces teniendo que
velar por la seguridad de los compañeros atletas, teniendo que montar guardia,
porque allí se reunió toda la gusanera, allí se reunió todo el hampa
contrarrevolucionaria, allí se reunieron todos los esbirros, allí se reunieron
los malversadores, allí se reunieron todas las prostitutas de la vieja
sociedad, allí se reunieron todos los pillos, todos los corrompidos, todos los
desalmados, impotentes y cobardes: allí
se reunieron, como dice Llanusa, la “brigada de la
compota”, la “brigada de los cocineros de Girón”; allí se reunieron todos esos
miserables, se reunieron cientos de agentes de la CIA para hostigar, para
tratar de corromper, de sobornar en la villa olímpica; buen número de mujeres
destinadas a coquetear con nuestros atletas; un buen número de esbirros con
sotanas de cura, parecidos a esos que escondieron al asesino Betancourt, que no
iban allí precisamente a salvar almas para el cielo, iban a corromper
conciencias, a tratar de sobornar y de comprar.
¡Vaya ejemplares esos! ¡Vaya
discípulos de Cristo esos! Qué bien que
los vayamos conociendo cada vez más, no solo por lo que fueron capaces de hacer
en nuestra patria, sino por lo que son capaces de hacer fuera de la patria como
vulgares agentes de la CIA y del imperialismo.
Allí se reunieron todos los mercaderes
del deporte. Cuando veían pitchear a nuestros campeones, cuando veían a ese magnífico
pelotero y ejemplar ciudadano que tuvo la gloria de pitchear
dos juegos sin hits ni carreras, Aquino Abreu
(APLAUSOS); cuando vieron pitchear a Torriente, a Betancourt, al Curro Pérez, a Guagüita López o
a Street (APLAUSOS), inmediatamente querían
contratarlos, comprarlos, como se dice en pelota, porque en el imperialismo se
compra y se vende al pelotero como un instrumento, como una cosa, como un
animal. Cuando veían batear a Cuevas, o
a Chávez, o a Urbano, o a Lino Betancourt, o cuando veían jugar a Tony González, a Lazo, a Herrera, a Sarduy,
a Jiménez, al que fuera, lo querían comprar porque a eso se dedicaban. Y eso debiera estar prohibido. Eso es una inmoralidad, esa es una
corrupción, esa es una indecencia, que en unas olimpiadas de atletas que no son
profesionales se aparezcan pandillas de mercachifles ofreciendo, con evidente
ultraje del deporte, contratos, sobornos.
Hicieron lo indecible por amedrentar, por asustar, por dividir, por
hacer flaquear la delegación. Y hay que
decir que los tres miserables que se acobardaron, que se vendieron, no vale ni
la pena mencionarlos, no vale ni la pena recordarlos, esos no pertenecen a la
estirpe de este pueblo, esos no tienen el temple de esos hombres y mujeres que
allí representaron a la patria y obtuvieron victorias y medallas en todos los deportes. Muy pocas veces una delegación, y tal vez no
haya ocurrido nunca en ningún evento centroamericano que un número tan alto de
atletas obtenga medallas, que un porcentaje tan alto de atletas obtenga puntos.
Decían algunos escritorzuelos que
nuestros atletas no eran atletas, que nuestros atletas eran militantes
revolucionarios. ¡Es verdad! La inmensa mayoría de nuestros atletas son
magníficos revolucionarios.
Decían que no sabían de atletismo, que
pertenecían al Ministerio del Interior (APLAUSOS). Y, desde luego, pertenecer al Ministerio del
Interior no es una deshonra, ¡es una gran honra! (APLAUSOS), pero ellos lo decían falsamente,
queriendo dar a entender que no eran atletas, queriendo dar a entender que se
dedicaban a otras actividades en la Revolución, que ninguno de ellos sabía
jugar, ni correr, ni hacer nada. Claro
que para decir esa imbecilidad era necesario estar contando con que los atletas
no llegaran: porque
decir esa imbecilidad, si sabían que iban a llegar, era eso: una imbecilidad. Posiblemente se engañaron, posiblemente
creerían que nadie los contradiría, porque Cuba no estaría presente.
¿Adónde habrán metido la lengua, la
pluma, ahora después de que casi 200 atletas obtuvieron medallas? ¿Qué dirán ahora? ¡A lo mejor empiezan a decir que qué
magníficos atletas son los del Ministerio del Interior! Porque, ¿qué van a decir ahora? Llegaron, compitieron, asombraron, en las más
adversas circunstancias. De 21 deportes
—como decía el compañero Llanusa— salieron vencedores
en 11, más del 50%; una sola delegación obtiene más triunfos en deportes que
las 15 restantes, como decía el compañero Llanusa que
las enumeró; atletismo, masculino y femenino; voleibol, masculino y femenino;
esgrima, masculino y femenino; pelota, polo acuático, lucha, pesa y boxeo;
además, numerosas victorias en judo; medallas en todos los deportes colectivos,
de los siete deportes colectivos, cuatro medallas de oro, una de plata, dos de
bronce, ¡noventa y seis medallas de oro trajeron en sus pechos nuestros atletas! ¡Ciento noventa medallas en total, vencedores
en once deportes! (APLAUSOS
PROLONGADOS.)
Después de ellos los que más victorias
obtuvieron vencieron solo en cuatro deportes (APLAUSOS). La delegación mexicana venció en tenis, en basquet femenino, en fútbol, ciclismo y en natación
masculina y reñidamente en judo.
La delegación portorriqueña en basquet masculino, en yatismo y
en natación femenina, por supuesto.
Colombia en tiro.
No obstante las vicisitudes, los
tropiezos, el arbitraje adverso, la falta de práctica durante una semana, el
viaje por mar, la presión, la hostilidad; por eso es tan justificada la
satisfacción de nuestro país, tan legítimo el orgullo de nuestro pueblo, tan
justo el recibimiento tributado a los atletas, tan merecido el calificativo de
delegación heroica y ejemplar, y de victoria histórica la victoria de nuestra
delegación en estos eventos.
¿Pero acaso tenemos nosotros la culpa de
la necesidad de destacar el papel de nuestra delegación? ¡No!
Nosotros no tenemos la culpa, pero nosotros tenemos todo el derecho —a
la vez que protestamos contra las arbitrariedades, a la vez que protestamos
contra la sucia e indecente intervención política del gobierno imperialista de
Estados Unidos en el deporte— de exhibir cómo fueron capaces de reaccionar
nuestros atletas, con qué dignidad, con qué valor, defendiendo el deporte,
defendiendo el derecho, y defendiendo algo que hay que defender, que es la
bandera de la patria (APLAUSOS PROLONGADOS).
No aspiramos a hegemonías de ninguna
clase. Fueron los imperialistas los que
convirtieron ese evento en un evento político, y ellos tienen que cargar con el
desprestigio y la derrota moral.
Nosotros no nos consideramos superiores a nadie: consideramos, sí, superior nuestro
sistema social; consideramos superior nuestra Revolución. El deporte no es en nuestra patria un
instrumento de la política; pero el deporte sí es en nuestra patria una
consecuencia de la Revolución. Fue la
Revolución la que erradicó las viejas prácticas y vicios en el deporte; fue la
Revolución la que hizo posible que este fuese el primer país de América donde
el deporte dejase de ser una actividad comercial, mercantil, para convertirse
en una actividad educacional, cultural.
El deporte dejó de ser un instrumento de negocios. La Revolución liberó el deporte, lo convirtió
en una sana práctica de todo el pueblo, erradicó toda fórmula de
profesionalismo deportivo.
y los que decían que el deporte fracasaría
en Cuba porque no había profesionalismo, y que sin profesionalismo no habría
estímulo, en Puerto Rico estuvo la respuesta:
fue una victoria moral de los principios más sanos del deporte, porque
se demostró allí que el profesionalismo conspira contra el deporte, que el
profesionalismo es una antítesis del deporte como instrumento de la educación y
como instrumento de la cultura, que el profesionalismo arruina el deporte; y
que solo una concepción revolucionaria del deporte como instrumento de la
educación y de la cultura, como instrumento de bienestar, de alegría, y de
salud del pueblo, que solo esa concepción permite los mejores frutos.
Históricamente se ha demostrado que
nuestra concepción era correcta, que un auge impresionante en el deporte ha
tenido lugar en nuestro país, a la vez que fue erradicado el vicio, el
mercantilismo, el profesionalismo.
¿Cuál no sería el asombro de esos
miserables cuando venían con sus ofertas a nuestros peloteros y nuestros
peloteros los mandaban al diablo? Ese
tipo de hombre no lo conciben, ese tipo de hombre moral, ese tipo de hombre
íntegro, ese tipo de hombre digno, que ni se rinde ni se vende, no lo conciben
ni lo pueden concebir (APLAUSOS Y COREAN CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS).
Nuestra aspiración por eso no es la
hegemonía de ninguna clase, nuestra aspiración es —en todo caso— a que triunfe
el deporte, a que triunfe en este continente una concepción sana del deporte;
nuestra aspiración es que los demás pueblos puedan también como el nuestro
practicar el deporte y utilizar el deporte como un medio de educación y un
medio de cultura.
Por eso nuestra disposición a cooperar
con los demás pueblos de América Latina, nuestra disposición a brindarles
nuestra experiencia, nuestra actitud y disposición a brindarles toda nuestra
cooperación para el desarrollo del deporte.
No aspiramos a la hegemonía deportiva de un país. Aspiramos, con nuestro ejemplo, al triunfo de
una idea digna del deporte, al triunfo de una idea sana del deporte, y no
importaría que nuestra delegación fuese la última en medallas y en victorias si
pudiéramos tener la satisfacción de ver un día que triunfa el deporte como un
instrumento de la felicidad y del bienestar del pueblo (APLAUSOS).
Ahora bien, no es nuestra culpa si, como
consecuencia de una concepción correcta, los pechos de nuestros atletas se
llenan de medallas y nuestra bandera se llena de victorias, no es nuestra
culpa. Seguiremos desarrollando el
deporte, y algún día no solo tendremos campeones centroamericanos, tendremos
también campeones panamericanos.
Porque no importa el desarrollo
industrial ni económico del país imperialista que es Estados Unidos, no importa
su inmensa población; es que allí el vicio y el profesionalismo corroe el
deporte. Y a pesar de nosotros ser un
país que empieza el camino del desarrollo económico, un país tanto tiempo
explotado, un país que vivía en tan míseras condiciones de vida, no obstante
eso, como consecuencia de una concepción correcta del deporte, de una
concepción revolucionaria del deporte, algún día también seremos campeones
panamericanos, algún día nuestros atletas superarán también a los atletas
yankis, y demostrarán que no hay pueblo superior a otro, pero que sí hay ideas
y concepciones superiores a otras, que hay sistemas sociales superiores a otros
(APLAUSOS).
El deporte se convertirá en la actividad
de todo el pueblo, de todos los niños.
El desarrollo de la Revolución, el incremento de nuestra agricultura nos
permitirá alimentar en condiciones óptimas a nuestro pueblo, sobre todo a
nuestros niños. Y en los años venideros
más y más serán los estudiantes becados, más y más serán los niños que irán a
los círculos, que irán a las escuelas, y en un período de 10 años esperamos que
toda la población infantil y juvenil desayune, almuerce y coma en las escuelas
una alimentación balanceada, una alimentación óptima, y gratuitamente, además
(APLAUSOS).
Con el desarrollo de nuestra economía, la
aplicación de la ciencia y la técnica, el desarrollo de un deporte sano y,
además, el desarrollo de un espíritu entero cada vez más heroico, cada vez más
firme, nuestra patria cosechará en el terreno del deporte grandes éxitos, que
no los veremos nunca como el triunfo de un país, sino como el triunfo de una
idea, como el triunfo de un sistema, como el triunfo de una concepción.
Cuando veíamos esta noche marchar a las
escuelas del INDER, la escuela “Manuel Fajardo”, donde se forman magníficos
instructores, cuando veíamos desfilar las escuelas de educación física y
deportes, decíamos: he
ahí los campeones del futuro, he ahí los maestros de cientos de miles, de
varios millones en el futuro, de niños y de jóvenes en el deporte.
No dudamos de que muchos de los que
marcharon por aquí esta noche, algún día también traerán medallas a la patria,
algún día también serán portadores de una idea justa, algún día también serán
abanderados de un deporte sano, de un deporte revolucionario, de un deporte
para la felicidad y el bienestar del pueblo; muchos de los que desfilaron por
aquí y muchos que no han desfilado por aquí, y que con la práctica intensiva y
masiva del deporte irán revelándose como promesas deportivas del futuro. Y algún día también muchos como ellos
recibirán el homenaje del pueblo y se sentarán aquí.
Son muchas las cosas que tenemos que
agradecerle a esta delegación, muchas las cosas. En primer lugar, lo alto que pusieron el
nombre de la patria, lo alto que pusieron el deporte (APLAUSOS), lo alto que
pusieron el concepto revolucionario del deporte, pero también la emoción que
despertaron en el pueblo, el interés que despertaron en el pueblo, el
entusiasmo. Que a no dudarlo, ellos,
además de haberles dado una lección a los enemigos, además de haber logrado una
extraordinaria victoria, no para un país, sino para una idea, sin duda de
ninguna clase que a partir de estas olimpiadas el deporte se incrementará aún
más, las actividades deportivas se multiplicarán, porque en verdad que este ha
sido un evento histórico, que esta ha sido una página brillante para el deporte
en nuestro país.
Pero, bien analizado, no estamos más que
empezando: el
día de mañana obtendremos grandes triunfos, triunfos tal vez mayores. Pero posiblemente a ninguna delegación
nuestra patria tenga que agradecerle tanto como a esta, por la batalla que
libraron, por los triunfos que obtuvieron en los momentos más difíciles, por la
dignidad que ostentaron en todo momento (APLAUSOS) y porque con su triunfo se
abre una nueva era, una nueva y extraordinaria era, una nueva y extraordinaria
etapa de auge y de crecimiento en el deporte.
¡Y de todos los deportes!
Porque en aquellos que somos débiles,
seremos también fuertes, y tendremos también magníficos nadadores, y magníficos
corredores de distancias largas, y magníficos tiradores (APLAUSOS), y
magníficos deportistas en todos los campos.
Porque, ¿qué puede haber que este pueblo se proponga y no logre?
¡Viva nuestra heroica y ejemplar
delegación a los Juegos Centroamericanos!
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Viva!”)
¡Viva el deporte revolucionario! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)
¡Viva el deporte como instrumento de la
educación, de la cultura, de la salud y la felicidad del pueblo! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)