DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTICO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CLAUSURA DEL XII CONGRESO DE LA
CTC-R, EFECTUADA EN EL TEATRO DE LA CTC-R, EL 29 DE AGOSTO DE 1966.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros del
Comité Central;
Señores
invitados;
Compañeros
delegados al XII Congreso de la CTC Revolucionaria:
Este es el tercer congreso obrero que tiene lugar
desde el triunfo de la Revolución.
Y la impresión que tenemos todos es de que en este
evento se evidencia el enorme salto de calidad que se ha producido en la
conciencia revolucionaria de nuestros trabajadores (APLAUSOS).
Todavía en los primeros tiempos de la Revolución
existía en el seno de nuestra clase trabajadora la influencia de una serie de
criterios políticos y sociales que no hacían sino reflejar el pensamiento
político de los explotadores; todavía en aquellos primeros tiempos había muchos
trabajadores que no habían adquirido plenamente una conciencia de clase;
todavía en aquellos tiempos se manifestaban pugnas, divisiones, tendencias que
en cierto sentido reflejaban todo el pasado, sobre todo el pasado más reciente
de la vida de nuestro país. Y eso era un
proceso inevitable.
La Revolución, primero que nada, tenía que ganar a las
conciencias, y las conciencias de los trabajadores fueron ganadas para la
Revolución en la misma medida en que la Revolución era, cada vez más y más, la
Revolución de los trabajadores; en la misma medida en que la Revolución se
profundizaba, en la misma medida en que la lucha de clases estallaba con toda
su fuerza.
Los enemigos de la Revolución se unieron, los
intereses afectados por la Revolución se unieron, se unieron rápidamente contra
la Revolución, y muchas veces se daba el caso de obreros, de trabajadores, que
precisamente por la falta de una conciencia revolucionaria, se alineaban con el
mismo pensamiento, con los mismos criterios reaccionarios de sus enemigos de
clase, de sus explotadores.
Pero también en la misma
medida en que la Revolución encontraba frente a ella la resistencia tenaz de
los explotadores, también iba encontrando cada vez más un apoyo resuelto y
decidido, un apoyo firme de los trabajadores de nuestro país.
Han transcurrido desde el triunfo de la Revolución
algo más de siete años y medio, y el salto en la conciencia de nuestro pueblo
se pudo apreciar en este Congreso.
Antes era necesaria la consigna de unidad, porque
realmente había divisiones en el seno de la clase obrera; antes fue necesaria
aquella consigna para combatir un mal.
Sin embargo, es posible que nadie haya gritado la consigna unidad en
este Congreso. ¿Por qué? Porque los trabajadores están realmente
unidos (APLAUSOS), porque los trabajadores tienen hoy una misma conciencia
revolucionaria, porque los trabajadores de nuestro país, en el terreno
ideológico, han avanzado considerablemente.
Y este Congreso se ha caracterizado precisamente por
esa fuerza que da la unión, y este Congreso ha podido dedicarse por eso a
combatir no los problemas que afectaban a la clase obrera hace varios años,
sino a lanzar consignas acordes con los tiempos que vivimos, consignas acordes
con los problemas de hoy, las realidades de hoy, las necesidades de hoy; se ha
caracterizado este Congreso por la extraordinaria preocupación de los
trabajadores por los problemas de la producción, por la extraordinaria
preocupación de los trabajadores por el cumplimiento de nuestras obligaciones
de hoy.
Fue el Congreso la expresión de la voluntad de
nuestros trabajadores, expresada de la manera más democrática que haya ocurrido
nunca en nuestro país, porque fue especial interés de nuestro Partido, con
relación a este Congreso, que el Partido no propusiera candidatos en ninguna
Sección Sindical; que, incluso, los militantes de nuestro Partido no fueran los
primeros en proponer, de manera que de los propios trabajadores, de la propia
masa de los trabajadores, de la manera más espontánea y siguiendo el mismo
método de masas que tantos frutos ha dado en la formación de la vanguardia
revolucionaria, se propusiesen, se discutiesen y se eligiesen aquellos
trabajadores que a juicio de sus compañeros debían representarlos en este
Congreso.
Y ese método de masas ha dado espléndidos frutos: ha comprobado una vez más las ventajas que
aporta, ha comprobado cómo las normas y los principios se vuelven cada vez más
normas y principios defendidos y aplicados por las masas; cómo resulta extraordinariamente
difícil, prácticamente imposible, que un mal compañero, que un holgazán, que un
vago, que un lumpen, o que un politiquero pueda ser elegido por los
trabajadores (APLAUSOS), y cómo se va formando una conciencia social del deber;
cómo se va formando entre las masas un poderoso sentido moral, una
infranqueable barrera que le cierra el paso a los elementos antisociales y abre
el camino de los mejores hacia las responsabilidades públicas.
Y esos efectos se han podido apreciar en la selección
de los hombres y mujeres que han participado en el Congreso, en el espíritu de
todas las discusiones, en la profundidad de los análisis, en el vigor de las
críticas y en la firmeza de las resoluciones.
Los trabajadores recogen así el fruto de una larga
lucha, porque para lograr esta conciencia, para arribar a estos resultados, de
los cuales hoy se benefician todos los trabajadores del país, ha sido necesaria
una lucha larga, una lucha de décadas, en que muchos abnegados luchadores
obreros entregaron lo mejor de su vida y en muchos casos su propia sangre.
Por eso, hay que decir que los delegados que han
tenido el honor de representar a los trabajadores cubanos en este Congreso, han
recogido, han tenido la fortuna de recoger los frutos de una larga historia en
nuestro movimiento obrero. Ese movimiento
tuvo sus éxitos y tuvo sus reveses, tuvo sus errores y sus aciertos, pero todo
eso, en fin, ha contribuido a lo que tenemos hoy. No debemos ser olvidadizos y pensar que todo
el mérito nos corresponde a nosotros, que todo el mérito es el resultado de nuestro
esfuerzo, sino que más bien somos herederos que tenemos la oportunidad de
recoger los frutos de lo que se ha ido sembrando durante mucho tiempo.
Este Congreso se ha caracterizado por esa posición que
tiende fundamentalmente a mirar hacia adelante.
Este Congreso no se ha dedicado a tareas históricas, es decir, a tareas
de investigación histórica, de análisis histórico. No se ha detenido a analizar el pasado. Se ha detenido a analizar el presente y se ha
detenido a mirar fundamentalmente hacia el futuro.
Los análisis históricos prematuros, por lo general, no
son buenos y los contemporáneos no son, por lo general, los mejores jueces para
analizar los hechos del presente o del pasado más reciente, y creemos que algún
día, serenamente, el análisis objetivo de este proceso habrá de asignarle a
cada cual los méritos que le correspondan, o las críticas si es que se trata de
analizar los errores que los hombres puedan cometer. Y si bien es cierto que este Congreso no se
ha dedicado al análisis del pasado, que no se ha dedicado al estudio de la
historia, se ha dedicado a hacer cosas que serán realmente históricas. Se ha dedicado principalmente a asegurar los
pasos que deben darse para garantizar el éxito de la tarea histórica que
nuestro país está llevando adelante.
Hay que decir también que en estos años recientes una
de las tareas más difíciles era ejercer el papel de dirigente sindical, porque
se vivió un período de transición, de una etapa a otra, de un papel de las
organizaciones obreras a otro papel, y muchas veces el dirigente honesto no era
aquel que se detenía a presentar aquellas cosas que pudieran ser más agradables
a los oídos de sus compañeros, sino que el dirigente más honesto era el que le
hablaba la verdad a sus compañeros, el que le pedía sacrificios, el que le
pedía renunciamientos.
Haber sido dirigente, en los primeros años de la
Revolución, no era tarea fácil, porque era enfrentarse incluso a muchos
criterios viejos, costumbres viejas; enfrentarse a determinadas conquistas del
pasado que, frente al capitalismo, era un triunfo, frente al capitalismo, donde
cada conquista era algo que se arrebataba al enemigo de clase, algo que se
arrebataba a los explotadores, en el socialismo muy bien podía convertirse en
un privilegio que se disfrutaba a costa de los demás trabajadores.
Los sindicatos en el capitalismo luchan por una serie
de conquistas. Los sindicatos más
poderosos, o los sindicatos situados en posiciones más estratégicas, muchas
veces obtenían aquellas demandas que los sindicatos más débiles, o ubicados en
puntos que no eran neurálgicos de la economía, o dispersos sin poder disponer
de una fuerza considerable, no lo podían lograr.
El capitalismo crea todas las desigualdades
posibles. Por lo general los obreros de
los sectores más poderosos en las ciudades, obtenían demandas que otros
trabajadores no podían obtener. Dentro
de cualquier sector del trabajo, el sector de los mineros, por ejemplo, la
Revolución se encontró con que había una enorme diversidad de salarios: obreros que ganaban
tres veces más que otros que realizaban el mismo trabajo. Una diversidad de salarios, porque aquellos
más poderosos habían podido obtener demandas dentro de su fábrica, o dentro de
su mina, que otros obreros —menos numerosos, más débiles— no habían podido
obtener.
Y esto mismo ocurría en numerosas ramas de la
industria. Unos habían logrado obtener
algunas concesiones que otros no habían podido hacerlo. De esa forma, se regulaban —producto de estos
conflictos, producto de la correlación de fuerzas de cada sector de los
trabajadores— los salarios, los beneficios limitadísimos que los obreros podían
conquistar.
Y era difícil —era difícil al triunfar la Revolución—
enfrentarse a ese problema. Algunos
tenían un mes, por ejemplo, de aguinaldo; otros no tenían nada. La Revolución no podía disponer de los medios
y recursos para darles a todos los obreros que no tenían el aguinaldo una
cantidad similar, o las mismas condiciones que tenían aquellos obreros que sí
habían logrado, por ejemplo, esa ventaja.
Por el contrario, la Revolución, con su política de
promover, en primer lugar, la satisfacción de las necesidades más urgentes, el
mejoramiento de los sectores peor retribuidos del país, tenía que pedirles a
determinados sectores obreros la renuncia de algunos de esos beneficios, la
renuncia de alguna de esas ventajas.
Hay que decir, en realidad, que la Revolución encontró
en los trabajadores una enorme comprensión, una enorme capacidad de
cooperación; hay que decir, realmente, que la Revolución recibió el apoyo de
los trabajadores aun en aquellas cosas que implicaban, para muchos
trabajadores, renunciamiento de ventajas que bajo el capitalismo eran triunfos
y bajo el socialismo eran privilegios.
Pero que, desde luego, no es lo más grato a los oídos de los hombres la
palabra que se encamina a pedirles el sacrificio de algo, la renuncia de
algo.
Y hay que reconocer entre los hechos, los aportes de
nuestra organización sindical, los esfuerzos realizados en ese sentido.
Actualmente los dirigentes no tienen propiamente que
enfrentarse a este tipo de problemas; los dirigentes tienen que enfrentarse a
otros tipos de problemas, como han sido los problemas planteados en este
Congreso relacionados fundamentalmente con la producción, con la calidad y la cantidad
de la producción; relacionados con todas aquellas cuestiones que afectan de
manera vital al proceso revolucionario.
Pero, hablando con toda franqueza, ¿acaso puede
suponer alguien que las tareas de una revolución son tareas fáciles? ¿Acaso puede suponer alguien que aún hoy día,
y no obstante los considerables avances logrados en el campo ideológico,
tenemos todavía en todos los trabajadores una actitud consecuentemente
revolucionaria? ¿Acaso podemos afirmar que
desde el día siguiente al triunfo de la Revolución cada uno de los trabajadores
del país cambió su vieja mentalidad, su viejo concepto de la sociedad, su vieja
actitud de enfrentarse a los problemas, su visión estrecha, anárquica,
individualista de los problemas, para adquirir una visión amplia, colectiva,
una conciencia clara de sus intereses sociales, de su nuevo papel, del rol
llamado a jugar en la Revolución?
¡No! Para muchos trabajadores,
acostumbrados a ver en el trabajo un instrumento de explotación, acostumbrados
a ver en el trabajo un medio para librar el sustento, acostumbrados a ver en el
trabajo un esfuerzo, un sacrificio, cuyos mejores frutos los disfrutaban otros;
para muchos trabajadores, la desaparición del capitalismo, la desaparición del
mayoral, del capataz, del propietario, de la guardia rural y de todo aquel
sistema que lo obligaba a trabajar el máximo de horas con el máximo de
intensidad so pena de morir de hambre, la desaparición de aquel sistema
significó, simplemente, el cese de una serie de presiones que lo obligaban a
ese máximo esfuerzo en tiempo y en intensidad; la Revolución significó la
oportunidad de liberarse de todas esas presiones (APLAUSOS), de liberarse de
esa esclavitud, de liberarse del trabajo excesivo, liberarse del trabajo
intensivo.
¿Cómo pensar que, de la noche a la mañana, cada
trabajador se convirtiese en un ser consciente de las grandes responsabilidades
sociales, de sus grandes deberes? Había
algo que desaparecía de una manera repentina: ¡Las cadenas! (APLAUSOS.)
Las cadenas se rompieron abruptamente, pero la conciencia no se formó ni
podía formarse instantáneamente. Y
muchos trabajadores no tenían ya delante el mayoral, no tenían ya delante al
capataz, no tenían ya delante al propietario, no tenían ya delante la guardia
rural, no tenían ya delante de sí el fantasma del hambre, del despido, del
desempleo y, a la vez, no tenían dentro de sí una conciencia plena de sus
deberes y de sus obligaciones sociales, porque eso no se forma de la noche a la
mañana. Era lógico que una de las
primeras consecuencias de la ruptura abrupta de las cadenas fuese un cierto
relajamiento de la disciplina, un cierto relajamiento de la intensidad del
trabajo, una cierta disminución de la productividad, porque aquellos medios de
los cuales se valían los capitalistas para hacer producir a los trabajadores,
solo podían ser sustituidos por una conciencia socialista (APLAUSOS). ¡Y la conciencia socialista no se formaba de
la noche a la mañana! La conciencia
plenamente socialista todavía no está formada.
De manera que muchos trabajadores, con una gran
simpatía por la Revolución, incluso con una gran disposición de combatir por la
Revolución, frente al trabajo tenían una actitud acomodaticia, frente al
trabajo tenían una actitud de relajamiento; no veían el trabajo, no veían en el
trabajo precisamente el instrumento fundamental de la liberación de un pueblo,
no veían en el trabajo el medio de crear la riqueza, de crear el beneficio para
todos; no veían con toda claridad, en el trabajo su deber social fundamental. No existía esa conciencia y no podía existir
esa conciencia, y es en ese terreno en el que debemos esforzarnos hoy por
avanzar más.
Naturalmente que me estoy refiriendo a un aspecto del
problema, a un aspecto del problema con que se tiene que encontrar toda revolución,
aunque naturalmente no es, ni mucho menos, el único aspecto del problema. Si faltaba en los trabajadores, en muchos
trabajadores, una conciencia clara de sus obligaciones sociales, en los
administradores —que en muchos
casos provenían de las propias filas de los trabajadores— faltaba experiencia,
faltaba conocimiento, faltaba capacidad.
De manera que todos esos males tendían a juntarse. La actitud de un administrador nuevo,
promovido por la Revolución de entre las filas del pueblo, sin ninguna
experiencia como administrador, no era, por lo general, la actitud de un hombre
preocupado por el aspecto económico, no era la actitud de un hombre preocupado
por el aspecto técnico de la producción; mucha gente tenía la tendencia a
pensar que esas eran tareas fáciles, y, realmente, no tenían nada de
fáciles. Parejamente con la falta de una
conciencia generalizada y sólida en la masa trabajadora, había la
inexperiencia, la incapacidad de los recién convertidos en administradores, que
venían a sustituir a los propietarios de las empresas, que defendían sus
intereses de propietarios, que ahorraban materiales, que ahorraban hasta el
último centavo. La Revolución no solo
debía formar una conciencia entre los trabajadores, sino crear la conciencia y
crear la experiencia entre los trabajadores convertidos en administradores
(APLAUSOS).
Hay algo muy curioso en los procesos
revolucionarios. Los procesos
revolucionarios tienen dos aspectos: uno es el aspecto teórico y otro es el
aspecto práctico; uno es la teoría revolucionaria que inspira y orienta la
lucha de los oprimidos y otra cosa es la práctica de los revolucionarios, la
tarea de hacer la revolución desde el poder.
Cuando se agita en una barricada, cuando se lanza una
proclama revolucionaria, todo luce desde lejos fácil, todo luce desde lejos
sencillo y, sin embargo, la tarea más difícil es la tarea de crear una sociedad
nueva; la tarea más difícil es llevar a la realidad las ideas, porque las ideas
tienen un sinnúmero de interpretaciones posibles, una serie de matices.
Y calculen ustedes lo que es una Revolución en los
primeros tiempos: una
colmena luchando, trabajando, pero de hombres que, llenos de buenas
intenciones, carecen de experiencia, carecen de conocimientos, carecen de
preparación. Y de repente sobre los
hombros de esos hombres cae la tarea de hacer marchar al país hacia adelante,
cae la tarea de impulsarlo todo, de administrarlo todo.
Y desde luego que nuestra Revolución ha conocido
distintos tipos de hombres: hombres que
son conscientes de sus limitaciones, hombres que son conscientes de su
ignorancia y, en consecuencia, son cuidadosos, son cautelosos con las cosas que
hacen; pero también hombres que no son conscientes de sus limitaciones, hombres
que no son conscientes de su ignorancia.
Y lo más peligroso que puede haber en el campo social no es un
ignorante, sino un ignorante que ignora su ignorancia (APLAUSOS). Un ignorante consciente de sus limitaciones
no es peligroso; un ignorante inconsciente sí es peligroso.
En la Revolución la experiencia nos dice que la
inmensa mayoría de los hombres actúan de buena fe. Lógicamente, los hay que no actúan de buena
fe. Hay enemigos encubiertos que se
valen de la confianza depositada en ellos, del engaño, para tratar de hacer
daño; hay enemigos de clase que en consideración a determinados conocimientos
ejercían determinadas funciones, y se valían de esas funciones para hacer
daño. Pero la experiencia nos dice que
la mayor parte de los hombres en el seno de la Revolución actúan con las mejores
intenciones, con la mejor buena fe del mundo; pero no en balde a alguien se le
ocurrió decir que los caminos del infierno estaban empedrados de buenas
intenciones. Porque nosotros hemos visto
cometer multitud de errores inspirados en las mejores intenciones del mundo;
hombres que proceden de una forma, hombres que proceden de otra, evidentemente
equivocados y, sin embargo, creían que lo estaban haciendo bien, creían que lo
estaban haciendo de la mejor forma del mundo.
Desde luego que estas dificultades, estos
inconvenientes que se presentan en todas las revoluciones no desaniman ni
pueden desanimar a los revolucionarios.
Si contra algo ha luchado esta Revolución, si en algo ha puesto especial
énfasis y especial acento es en la lucha contra la ignorancia.
Una revolución podría definirse de muchas formas. Pero como las revoluciones no las hacen las
clases privilegiadas, como las revoluciones no las hacen las llamadas “clases
cultas”, como las revoluciones las hacen las masas explotadas, la revolución
es, en primer lugar, obra de las masas que precisamente no monopolizan la
cultura, no monopolizan la experiencia.
La revolución es la obra de masas ignorantes luchando, en primer lugar,
contra su propia ignorancia, contra sus propias limitaciones (APLAUSOS).
Y si a mí me preguntaran cuál es el mérito principal
de una generación que haga una revolución, mi respuesta sería: ¡Haber hecho la revolución y haber
marchado hacia adelante a pesar de su inmensa ignorancia! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Las tareas de hoy, ¿cuál es el mérito principal de las
tareas de hoy?, ¿qué es lo más impresionante, lo más extraordinario? Ver cómo un pueblo se enfrenta a sus
obligaciones, ver cómo un pueblo emprende una gran obra, y esa gran obra se
emprende cuando todavía no hay una conciencia siquiera muy clara; cómo esa gran
obra se emprende sin experiencia, sin técnicos apenas, sin cuadros apenas; ver
cómo —sobre la marcha— el pueblo tiene que enfrentarse a esa tarea formando sus
cuadros, adquiriendo su experiencia, venciendo sus limitaciones.
Para las generaciones venideras muchas tareas serán
más fáciles. Aquí hablaba un obrero
joven hace un rato, y explicaba cuántos técnicos están estudiando, cuántos
técnicos vamos a tener en 1970, cuántos técnicos vamos a tener en 1974, y
hablaba de 40 000 técnicos —expertos en suelo, en el manejo, en la atención y
en la explotación del ganado y de la tierra—, y efectivamente, aproximadamente
habrá para esa fecha cerca de 50 000 técnicos agrícolas en general (APLAUSOS).
¡Qué fáciles, qué fáciles serán las tareas entonces,
qué fáciles de cumplir serán las metas de entonces, qué fácil —relativamente—
será extraer de nuestra tierra y de nuestro sol, de nuestra naturaleza en
general, cuantos recursos sea capaz de dar!
¡Qué difícil es, sin embargo, lograr eso cuando entre miles de jefes de
lotes no hay un solo técnico graduado en un solo instituto tecnológico; qué
difícil cuando —en muchos casos— tienen un nivel de escolaridad que apenas
rebasa el segundo grado, o el tercer grado!
Esos 40 000 técnicos tendrán, cuando menos, un nivel
preuniversitario, habrán estudiado con los libros más modernos las técnicas
agrícolas, habrán estudiado con los mejores instrumentos, conocerán las leyes
de la agricultura a cabalidad. No hay
duda de que, entonces, la tarea será mucho más fácil.
Todavía hoy, y nosotros tuvimos oportunidad de
comprobar un caso recientemente: fue necesario designar administrador
de una empresa, de más que una empresa, una importante industria, que es la
industria de Moa. El cuadro que dirigía
aquella industria fue necesario emplearlo en otras actividades relacionadas con
el desarrollo de aquella industria. Fue
necesario nombrar un nuevo administrador, y se escogió un cuadro que había cursado
estudios en la Escuela de Administración del Ministerio durante más de un año,
pero era un cuadro que había trabajado con éxito en otra rama de la producción,
pero que nunca había trabajado en una mina, nunca había trabajado en una
industria de ese ramo. Es un cuadro
capaz. No tenemos la menor duda de que
tendrá éxitos en su nueva tarea, no tenemos la menor duda —incluso— de que lo
está teniendo ya. Pero cuando observamos
esas realidades, nos damos cuenta, meditamos, con cuántas dificultades en los tiempos
actuales hay que enfrentarse a las tareas.
Naturalmente que esa industria carecía también, por
completo, de técnicos; fue para nosotros estimulante ver que en Moa, que es una
industria que cuando fue nacionalizada todavía estaba en construcción, que los
imperialistas creían que nunca echaría a andar, que los imperialistas creían
que nuestro pueblo era incapaz de echar a andar, ya cuenta con un número de 16
técnicos, jóvenes graduados en los años recientes, que allí con los obreros
calificados, hacen marchar aquella industria.
Dieciséis son muy pocos, pero ya es algo. Llegará el día en que de ese tipo de técnico
haya en nuestro país cientos de ellos, pero ya tenemos dieciséis
(APLAUSOS).
Hace algunos años no teníamos ninguno; ya tenemos
dieciséis técnicos formados en la Revolución, técnicos en los cuales puede
confiar la Revolución.
Y llegará el día en que nuestro país disponga de un
número suficiente de cuadros, de manera que cuando se designe el administrador
de una industria no tenga que ser un hombre proveniente de otra rama, que carezca
por completo de conocimientos relacionados con esa industria, no obstante las
condiciones óptimas de administrador que pueda poseer. Llegará el tiempo en que para administrar una
industria cualquiera no solo se dispondrá de hombres con vocación de
administrador, sino de hombres con profundos conocimientos técnicos acerca de
esa industria, con profunda experiencia, con cabal conocimiento de los procesos
de producción de esa industria. Llegará
el día en que no solo los administradores de las fábricas y de las empresas
tendrán que poseer profundos conocimientos técnicos, sino que llegará el día en
que no se pueda ser dirigente político —escúchese bien—, llegará el día en que
no se pueda ser dirigente político sin profundos conocimientos acerca de los procesos
de producción (APLAUSOS).
Digamos, para empezar, que la mayor parte de nosotros
éramos unos completos ignorantes acerca de esos procesos, acerca de los
procesos de producción agrícola y acerca de los procesos de producción
industrial. Y eso puede pasar cuando se
trata de los primeros revolucionarios, cuando se trata de los primeros
gobernantes revolucionarios. Y para ser
dirigente no basta tener vocación de revolucionario, no basta tener pasión de
revolucionario, no basta tener sangre de revolucionario. Habrá que poseer también una profunda
preparación, un profundo conocimiento de los problemas económicos y de los
procesos técnicos de producción, porque en una sociedad capitalista burguesa un
político puede ser cualquiera. En la
sociedad capitalista, los políticos son criados de los burgueses, los políticos
son simplemente representantes de los burgueses que se ocupan del manejo
político. De la producción se ocupan las
empresas, los monopolios, sus técnicos, sus administradores. En la sociedad capitalista un senador, un
ministro, un legislador, puede ser un ignorante completo de la economía, un
ignorante completo de la agricultura, un ignorante completo de la
industria. ¡Qué importa! Ellos no eran responsables de los procesos de
producción, ellos no tenían nada que ver con la economía: cobraban los impuestos, cobraban sus
jugosos sueldos y se robaban la —todavía más jugosa— tajada del
presupuesto. Pero en el socialismo, en
el sistema socialista, los dirigentes, los cuadros, tienen que ser los
principales impulsores de los procesos de producción, del desarrollo de la
economía, tienen que ocuparse, muy seriamente, de los problemas
económicos. Un cuadro revolucionario en
el socialismo no puede ser un ignorante de la economía, ni de los procesos de
producción en la agricultura y en la industria.
¿Cómo concebir un cuadro político, un dirigente
político en cualquier nivel, que sea un ignorante de los problemas económicos,
que sea un ignorante de los procesos de la producción y de las técnicas de
producción? ¡Y nosotros nos resentimos
todavía de que muchos de nuestros cuadros políticos son ignorantes de los
procesos de producción! Y lógicamente,
en una región agrícola del país, el dirigente político es indispensable que
posea un mínimo de conocimientos acerca de la agricultura y de las técnicas
agrícolas; o, en su caso, de la industria, en una zona industrial. Y, desgraciadamente, desgraciadamente,
todavía muchos de nuestros cuadros políticos y muchos de nuestros cuadros
administrativos poseen una gran ignorancia acerca de las técnicas de
producción.
Nosotros hemos hecho un esfuerzo, a fin de que
nuestros cuadros políticos y nuestros cuadros administrativos estudien. Hemos distribuido libros, libros de carácter
técnico a todos nuestros cuadros del Partido, a nuestros cuadros
administrativos, y hay que decir que, desgraciadamente, muchas veces nuestros
cuadros administrativos y políticos, envueltos en la vorágine del trabajo
diario, de la zafra, de la siembra, de la movilización para tal cosa y para la
otra cosa, envueltos en la vorágine, envueltos en esa vorágine del trabajo
cotidiano, del trabajo doméstico, no logran disponer ni de un minuto para
estudiar. Es posible que nosotros
debamos reprocharnos no haber creado las condiciones para lograr una mayor
disposición de tiempo para el estudio en nuestros cuadros políticos y
administrativos (APLAUSOS). ¿Y qué
ocurre? ¿Qué ocurre? Si un cuadro político o un cuadro
administrativo ignora la importancia de los fertilizantes en la agricultura,
por ejemplo, bien puede ocurrir que haya un retraso en la aplicación de los
fertilizantes, o de un producto determinado, y no esté en condiciones de
percatarse de la importancia que tiene ese retraso, no esté en condiciones de
percatarse de las consecuencias que tiene ese retraso, lo que puede afectar a
la producción ese retraso y, por tanto, no adopte de inmediato las medidas
necesarias para resolver esa situación.
Hay que decir —y esto valga como una crítica— que
nosotros poseyendo ya un partido bueno, militante, combativo; poseyendo
magníficos cuadros políticos, por sus condiciones, por su lealtad a la
Revolución, por su espíritu de trabajo, por su abnegación, sin embargo,
todavía, a lo largo y ancho del país, hay una respuesta que es la más común a
las preguntas que se hacen, y la respuesta es: “No sé, no sé, no sé.” ¿Cuánto fertilizante se ha aplicado? “No sé.”
O si dice que “tanto”, ¿sabe usted a qué cañas se les aplicaron tal y
más cual fertilizante? “¡Ah, no sé!”
¿Sabe a cuántas hectáreas de tierra se les hizo el aporque? “No sé.”
¿Sabe usted cuántas vacas hay en ordeño?
“No sé.” ¿Cuántas caballerías de
tal y de más cual y de más cual cosa?
“No sé” (APLAUSOS).
¿Y es que son unos apáticos? ¿Es que son unos indolentes? ¡No!
Están llenos del deseo de trabajar, de hacer las cosas. Pero hay algunas ideas que son esenciales, y
pudiéramos decir que la primera condición de un cuadro político o de un cuadro
administrativo debe ser el de ser un curioso insaciable, el de ser un preguntón
implacable.
Hay otros cuadros que cuando usted les pregunta una
cosa sencilla, dicen:
“Espérese un momento, déjeme buscar la libreta.” Y realmente creemos que un hombre, un cuadro,
tiene que tener en su cabeza un gran número de datos y de detalles.
Cuando ustedes quieran conocer si un hombre conoce o
no conoce, controla o no controla la actividad, háganle preguntas sobre esas
actividades. Y en la misma medida en que
sepa contestar con precisión y con seguridad en los detalles, ustedes podrán
decir que domina la cuestión, que controla la situación.
Hay algunos que tienen el hábito de apuntarlo todo, de
tal manera que hasta las cosas más sencillas y simples las tienen apuntadas, y
nunca tienen una respuesta inmediata, precisa:
sobre todo una serie de cuestiones que son esenciales van a buscarlas a
la libreta, al archivo. Bueno: ¿Y eso en cierto
sentido no es un método burocrático?
(APLAUSOS.)
Hay personas que dicen: “Yo no tengo memoria.” ¿Pero cómo van a tener memoria si nunca
ejercitan la memoria? (APLAUSOS.)
Señores: hay un mínimo de datos, sobre todo
aquellos datos esenciales, que cada hombre responsable debe tener en su
cabeza. Hay muchos datos que es
imposible retenerlos, pero hay datos que es inconcebible que tengan que apuntarlos
o que tengan que consultar con la libreta.
Cuando ese hombre se queda solo, cuando ese hombre se tiene que quedar
pensando, y a veces el hombre tiene que meditar cuando está comiendo, cuando se
va a dormir, cuando está viajando, y tiene que estar constantemente meditando,
no va a andar con un archivo a cuestas.
El hombre que todo lo que hace y lo que piensa depende del archivo que
tiene en su oficina, cuando se va a su casa no piensa, cuando viaja no piensa,
cuando camina no piensa, cuando trata de conciliar el sueño no piensa; pues tal
vez por no pensar duerma mejor que nadie.
Y, desde luego, esos son problemas de métodos, son
problemas de métodos.
Naturalmente que nosotros no podemos culpar a ningún
cuadro de sus deficiencias sin culparnos a nosotros mismos, porque nosotros no
encontraremos gente que sepa hacer las cosas espontáneamente.
Un individuo que llega a un lugar y hace las cosas
perfectamente bien sin tener ninguna experiencia, ese tiene que ser un
genio. En realidad, a los cuadros hay
que enseñarlos a trabajar, y evidentemente nosotros no hemos sido
suficientemente capaces de enseñar a nuestros cuadros a trabajar, a trabajar
bien (APLAUSOS).
Hay que hacer una confesión: el centro del trabajo en la
Revolución, hoy por hoy, es el esfuerzo agrícola. Este congreso se ha desarrollado bajo la
consigna de centrar el esfuerzo en la agricultura. Y nuestro Partido, nuestro Partido, nuestros
cuadros del Partido, ¿acaso centran hoy todo su esfuerzo en la agricultura? Nuestro Partido, nuestros cuadros del Partido,
¿acaso están perfectamente empapados de todos los problemas de la agricultura
en cada una de las regionales donde trabajan?
No, desgraciadamente no. Hay
algunos de nuestros cuadros que están mejor empapados, otros están menos
empapados.
Pero es imprescindible que los cuadros dirigentes,
tanto los cuadros políticos como los cuadros administrativos, estén
perfectamente al tanto de todos los problemas de la agricultura en su región, y
que a cualquier pregunta que se les haga puedan brindar una respuesta pronta,
clara y precisa.
Yo no tengo la menor duda de que nuestro Partido
cuenta con un número de compañeros magníficos, magníficos —trabajadores
abnegados, llenos de entusiasmo, llenos de interés—, pero que desgraciadamente
son todavía muy ignorantes acerca de las técnicas de producción.
Desgraciadamente el trabajo diario, el cúmulo de
responsabilidades que pesa sobre sus hombros, no les ha permitido estudiar, no
les ha permitido superarse. Y creemos
que si se habla de centrar el esfuerzo en la agricultura, los primeros que
tienen que centrar el esfuerzo en eso, tratar de dominar y de controlar la
situación son nuestros cuadros políticos.
Hemos hablado de centrar el esfuerzo en la
agricultura. Pues bien, debemos hablar
de que como principio, ¡como principio!, en el esfuerzo de la Revolución en la
agricultura, y como consigna de nuestros cuadros es que no se puede quedar una
sola meta de un solo cultivo sin cumplir (APLAUSOS).
La agricultura es una actividad muy difícil, en la
agricultura influyen una serie de factores de orden natural, una serie de
imponderables. A veces es un ciclón,
otras veces es la sequía, otras veces es una plaga, otras veces es un exceso de
humedad, de lluvia, inundaciones. La
actividad agrícola es una actividad difícil, compleja.
La ausencia de cuadros técnicos es muy grande, es muy
grande; luego el esfuerzo que tiene que hacer el Partido y los cuadros
administrativos es tremendo, es enorme, y si no pone todo el peso de su
esfuerzo en el cumplimiento de las tareas entonces muchas metas pueden quedar
sin cumplir.
Hay una serie de factores que han incidido sobre la
agricultura. En el pasado, cientos de
miles de hombres del campo estaban sin trabajo.
Con el triunfo de la Revolución, el número de obreros de la construcción,
por ejemplo, se triplicó, y se nutrió principalmente de gente del campo.
Las necesidades de la defensa del país, el desarrollo
de nuestra guerra revolucionaria en el campo, condujo
a la incorporación de muchos hombres del campo en las filas del ejército
revolucionario. El incremento de
nuestras fuerzas armadas, obligados por nuestra situación especial, por las
especiales necesidades del país, llevó a las filas de nuestras Fuerzas Armadas
Revolucionarias gran número de trabajadores del campo.
La Reforma Agraria, que convirtió en dueño de la
tierra a decenas de miles, a casi 100 000 aparceros, o precaristas, o
arrendatarios, que una parte del año trabajaban como obreros asalariados,
condujo a la situación en que toda esa gente con crédito para trabajar en sus
tierras se dedicasen por entero a sus parcelas.
Estudiando. El
alumno de la Ciudad Escolar aquí habló de más de 10 000 obreros agrícolas en
los institutos tecnológicos de suelos, fertilizantes y alimentación del
ganado.
El desarrollo de una serie de nuevas actividades
agrícolas condujo, de una situación en que había un gran sobrante de fuerza de
trabajo, a una situación de déficit considerable en la fuerza de trabajo. Ese es uno de los problemas más serios de
nuestra agricultura, sobre todo hay un período en que la zafra no ha terminado,
en que las lluvias comienzan y no solo hay que atender todas las tareas de la
zafra, sino todas las siembras de primavera y todas las tareas de cultivo, y se
produce un déficit considerable de fuerza de trabajo.
¿Cuál es la solución de ese problema? La solución de ese problema, la única
solución de ese problema está en las máquinas, en las máquinas.
A veces los problemas de la agricultura son porque no
llueve, y a veces los problemas son porque llueve pronto y mucho.
Este mismo año —en ningún año anterior hubo tanta
tierra preparada para sembrar: para la siembra de caña, de frutos
menores, en fin todas las siembras de primavera— las lluvias comenzaron
temprano, rápidas, seguidas, cualquier tierra preparada para sembrar, si le
llueve consecutivamente, el resultado es que brota la hierba, el resultado es
que hay que hacerle nuevas tareas para poder sembrar esas tierras.
Ahora bien, mientras nosotros estemos sembrando caña a
mano, fertilizando a mano, limpiando a mano, no alcanzarán las fuerzas, ni
alcanzarán los brazos, para sembrar todas las caballerías que necesitamos, para
satisfacer nuestras viejas y crecientes necesidades.
Porque hay que producir para todo un pueblo, ya no
producir para que unos pocos coman mucho y otros coman
poco, sino para que toda una población de más de 7 millones de personas
satisfagan sus necesidades (APLAUSOS).
Luego las siembras no se pueden hacer a mano.
Hay algunas siembras muy contadas, que son muy
especializadas, que hay que hacerlas a mano, unas pocas.
Pero la solución del problema está en las
máquinas. Y hay que reconocer que no les
hemos prestado suficiente atención a las máquinas, no les hemos prestado
suficiente atención a las máquinas de siembra y de cultivo. Se concentró mucho la atención en unas
máquinas, como son las cortadoras de caña, que son indispensables en una serie
de tareas relacionadas con la zafra, pero no en una serie de tareas
relacionadas con la siembra y los cultivos.
Hemos estado leyendo algunas de las informaciones
periodísticas acerca del desenvolvimiento del congreso, de las normas, de las
consignas de los distintos sectores. Y
recuerdo que los metalúrgicos hablaron de la construcción de 40, 50 ó 60 centros
de acopio, si mal no recuerdo; de un número de cientos de arados, de un número
de cientos de gradas, de un número de 2 500 chapeadoras. Muy bien, muy bien 2 500 chapeadoras, porque
pertenece a la Edad Media el problema de la chapea con machete, y eso está bien
en la época del capitalismo, en la época del feudalismo cuando no había que
producir para las masas; pero, ¿se puede concebir hoy un hombre cortando
potrero a machete? Además, ¿quién quiere
cortar potrero a machete hoy?
(APLAUSOS.)
Y se hizo un esfuerzo especial con las chapeadoras. Pues bien, una chapeadora —óiganlo bien— hace
el trabajo de 50 hombres chapeando potreros; 2 000 chapeadoras hacen el trabajo
de 100 000 hombres. Resultado: que como los 100
000 hombres no existen, si no hay la chapeadora, o no se limpian los potreros y
se llenan de hierbas malas, o de marabú, o de aroma; o una parte de la fuerza
de trabajo se dedica a la chapea de potreros y se dejan de cumplir otras
actividades.
Me extrañó, porque si mal no recuerdo, no vi una sola
palabra acerca de máquinas sembradoras de caña, no vi una sola palabra acerca
de máquinas regadoras de abono, no vi una sola palabra acerca de máquinas
cultivadoras; porque, señores, en este país tiene que acabarse la siembra de
caña a mano (APLAUSOS), tiene que acabarse la regadera de fertilizantes a mano,
tiene que acabarse la limpiadera de caña a mano (APLAUSOS). Y de veras que a la rama metalúrgica de
nuestra industria, a nuestros técnicos en esa rama, a nuestros trabajadores en
general en esa rama, debemos pedirles, demandarles, exigirles un esfuerzo
mayor.
Claro que si hay 10 000, 12 000 caballerías preparadas
para sembrar caña, si no se emplean máquinas para sembrar y fertilizar el
resultado es que llueve, llueve en toda la isla, y cuando se han sembrado 2 000
caballerías a mano hay que ir a la carrera otra vez a buscar los arados y los
tractores para volver a preparar la tierra, para volver a surcar, para volver a
sembrar. Y de esa forma, si las lluvias
son intensas, pues puede pasar la primavera sin que se siembren todas las
caballerías. ¡A mano no podemos y no
podremos!
Y en la agricultura hay que estar siempre en una
disposición combativa, en un estado de alerta número uno, con todo listo: la semilla, los
equipos, las máquinas, de manera que cae un aguacero y hay que rápidamente
aprovechar ese aguacero, hay que actuar dentro de tiempos limitados, hay que
enfrentarse a los imponderables.
Y solo hay una forma hoy día, una forma moderna, una
forma capaz de resolver los problemas, que son las máquinas. Y, evidentemente, ni en nuestros cuadros
administrativos agrícolas, ni en nuestros cuadros políticos de las regiones
agrícolas hay una conciencia clara, precisa, definitiva, acerca del papel de
las máquinas.
Y nosotros le hemos preguntado a un administrador de
granja: ¿Usted
no ha recibido tantas regadoras de abono?
“Ah, no sé; no... ¡Ah, sí, las
recibí!” Y tiene a la gente,
estudiantes, regando fertilizante a mano.
El trabajo voluntario es muy importante, el trabajo de
los estudiantes es muy importante, importante económicamente e importante desde
el punto de vista de su formación. Pero
aparentemente la idea de recibir voluntarios hace que todos los problemas se
quieran resolver con voluntarios (APLAUSOS), con estudiantes. No, el día que nos sobre la fuerza de trabajo
pues posiblemente tengamos que utilizar el trabajo manual en la agricultura por
los beneficios que significa para un joven conocer lo que es el trabajo físico;
pero naturalmente que nosotros los problemas de la agricultura tenemos que
resolverlos con máquinas, con máquinas.
Hay algunos trabajos que no se pueden resolver con
máquinas, que en ningún lugar los han podido resolver con máquinas: recogida de café,
recogida de tomates. Hay una serie de
actividades: el
trabajo en un vivero, de posturas, no se puede hacer con máquinas, pero ese es
precisamente el trabajo donde nosotros podemos incorporar y estamos
incorporando decenas de miles de brazos de mujeres, porque son trabajos que
pueden hacer las mujeres (APLAUSOS).
Y a propósito del trabajo de las mujeres hay algo que
nosotros queremos aclarar porque nos preocupa.
Hemos querido impulsar la incorporación de la mujer a los trabajos
agrícolas, pero entiéndase bien, ¡entiéndase bien!, a determinados trabajos agrícolas: recogida de café,
trabajos en los vegetales, en los frutales, en la avicultura, en una serie de
actividades que las mujeres pueden realizar perfectamente. Pero cuando hablamos de la incorporación de
las mujeres a los trabajos agrícolas adviértase que no estamos pensando en que
las mujeres vayan a hacer algunos de los rudos trabajos que en el campo hacen
los hombres (APLAUSOS). Trabajos
agrícolas que las mujeres pueden realizar, pero que no tratemos de resolver las
escaseces de fuerza de trabajo con las mujeres, y se repita la historia de los
voluntarios.
Hemos estado promoviendo la incorporación de las
mujeres a trabajos que las mujeres pueden hacer, pero que no se piense en las
mujeres limpiando con un azadón la caña.
Porque mientras estén pensando que van a tener un voluntario o una mujer
para que haga ese trabajo, incluso para que la mujer venga a llenar el hueco
que deja la holgazanería... ¡No! (APLAUSOS)
Si no, no se va a buscar ni a encontrar nunca la verdadera solución, que
no son los voluntarios, que no son los estudiantes, que no son las mujeres,
sino las máquinas.
No diré que en una situación especial, emergente, para
resolver problemas, tenga que incorporarse todo el mundo a hacer lo que sea
necesario, pero es muy conveniente aclarar estos conceptos, aclarar estas ideas,
de manera que se sepa que sí, que queremos incorporar un millón de mujeres en
10 años a la producción, pero a tareas que no se pueden hacer con máquinas, a
tareas que no son trabajos rudos, impropios de la mujer, sino trabajos
perfectamente posibles para las mujeres.
Que lo que hay que pensar es en una mucha mejor organización de la
fuerza de trabajo, en soluciones como las que se han estado dando con motivo de
este congreso, en la organización de las brigadas, en los métodos que conduzcan
a los trabajadores a hacer el máximo esfuerzo mediante mejoras en la
organización y en la solución de todas las deficiencias que tenemos. Trabajos similares a los que hicieron los
compañeros del Partido en Artemisa (APLAUSOS), donde lograron una elevación
considerable de la productividad de los trabajadores mediante un análisis
correcto de los problemas. Mediante
soluciones correctas lograron elevar considerablemente la productividad. Y claro, no vamos a estar empleando las
mujeres para que llenen el turno de obreros agrícolas que, por deficiencias de
organización, o por lo que sea, trabajen cuatro horas o tres horas
(APLAUSOS).
Porque, señores, hay algo que debe estar bien claro,
¡la Revolución es la abolición de la explotación del trabajo humano, pero no la
abolición del trabajo humano!
(APLAUSOS.) Liberar al trabajador
de los explotadores no significa liberar al trabajador del trabajo. Y claro, señores, puede llegar la época en
que con cuatro horas y hasta con tres horas de trabajo por persona activa,
mediante una elevadísima productividad, se puedan satisfacer todas las
necesidades de una sociedad humana, pero es una utopía, es un sueño, es estar
en Babilonia el creer que con tres horas de trabajo, cuatro horas de trabajo,
con todavía la escasa productividad que un país subdesarrollado como el nuestro
poseía, vamos a satisfacer las necesidades, que son el doble; vamos a
alimentar, vestir, calzar a toda la población, ¡no!
Hay administradores nuestros —muchos de ellos— que
naturalmente, por proceder de las propias filas de los obreros, a cada rato
liberan a un hombre del surco. Tienen la
tendencia, según me han explicado algunos compañeros...: “Este compañero se ha sacrificado
mucho, ha luchado mucho; vamos a sacarlo de aquí y vamos a ponerlo aquí a
vigilar la turbina esta. Al otro vamos a
sacarlo de aquí y ponerlo en otra cosa.”
Y a cada rato liberan a un antiguo compañero del surco. Así no nos van a liberar de las
escaseces.
El surco es duro, pero, ¿cómo podremos liberarnos del
surco mientras no dispongamos de toda la técnica, de toda la máquina? Día llegará —hemos dicho— en que
prácticamente todos esos trabajos duros se hagan con máquinas, pero no solo con
máquinas, incluso con máquinas y aire acondicionado dentro de las
máquinas. ¡Día llegará en que los
tractores tengan hasta aire acondicionado a esa hora del día en que el sol
castiga, a esa hora del día en que el trabajo es duro! Pero, ¿quién ha dicho, quién puede decir que
podamos liberarnos de esos rigores simplemente disminuyendo el esfuerzo, disminuyendo
el trabajo? ¿Quién ha dicho que se puede
resolver algún problema liberándonos de esos esfuerzos?
Claro está que en el futuro habrá hombres que realicen
todos esos trabajos que hoy son duros, de otra forma. También hace algunas décadas los hombres
cruzaban el Atlántico en vela y hoy lo cruzan en un... ¡Cerro Pelado! (APLAUSOS), o en un avión en cuestión de
horas. Y, caballeros, ¡calculen el viaje
de Colón con el viaje de los que van por Cubana de Aviación a Praga o a
cualquier país de Europa! ¡Comparen los
viajes de los Vikingos con el TU-114!
(RISAS.)
La humanidad va adquiriendo medios e instrumentos que
van aligerando el trabajo. En visita
reciente que nosotros hicimos a Moa, vimos qué procedimiento se emplea para
extraer el mineral allí en aquella mina llamada de “cielo abierto”. Entonces, allí hay una enorme grúa y un
obrero constantemente manejando aquella grúa que carga los enormes camiones de
transporte de mineral a las plantas industriales. Y aquel hombre —yo estuve viendo con el reloj—
cada minuto cargaba cuatro toneladas de mineral, ¡cada minuto! Con cuatro paladas cargaba un camión de 15 a
20 toneladas. Todo ese trabajo lo hacía
antes el hombre a mano. Hace algunas
décadas todo eso era un trabajo manual; palas de mano. ¿Cuántas toneladas puede un hombre palear en
un camión? y
estuvimos calculando que aquel hombre, en aquella grúa, hace el trabajo que
antes hacían 200 hombres, invirtiendo posiblemente la tercera parte de la
energía, o la cuarta parte de la energía que tenía que invertir un hombre.
De la misma manera, la fertilización: la fertilización en aviones, ¡en
aviones! Un avión “Antonov”
riega en un día la cantidad de fertilizantes que riegan 200 hombres a mano,
¡doscientos hombres! Un piloto entrenado
puede hacer con un “Antonov”, y con un gasto menor de
energía, el trabajo de 200 hombres. Para
algo se han hecho las máquinas. Y la
ventaja que tiene precisamente el socialismo es que en el socialismo no hay
contradicción entre los intereses del pueblo y las máquinas, entre los
intereses del trabajador y las máquinas.
Los capitalistas querían introducir máquinas aquí
para, digamos, mecanizar los distintos cultivos o, por ejemplo, azúcar a
granel, y tenían a todos los obreros en huelga; porque el azúcar a granel desplazaba
a los obreros portuarios. ¿Máquinas de
torcer tabaco? Tremendos conflictos
sociales, porque desplazaba a los obreros tabacaleros y el obrero tenía que
oponerse a la máquina.
Esa es una de las principales contradicciones del
capitalismo: en
que la máquina conspira contra los intereses del trabajador. Ya en el socialismo tenemos la enorme ventaja
de que no existe esa contradicción sino, por el contrario, una absoluta
coincidencia de intereses entre la máquina y el hombre, entre la máquina y el
trabajador. Y esa ventaja debemos
aprovecharla exhaustivamente.
Naturalmente que no en todas las actividades se ha
logrado mecanizar el proceso, no en todas las actividades las máquinas elevan
en un grado tan considerable la productividad del hombre. Pero es con máquinas, y solo con máquinas,
que nosotros podemos resolver ese problema y que nosotros deberemos resolver
ese problema.
¿Hemos adquirido acaso conciencia de eso? ¿Es acaso un fenómeno que vemos con toda
claridad? No, hay que decir que no. Vengan voluntarios, vengan estudiantes,
vengan mujeres, vengan presos. Se
hablaba de un plan de cualquier cosa, no hay fuerza de trabajo, hay que meter
presos. Digo: No, no. El trabajo en los presos tiene que ver con la
rehabilitación de los presos (APLAUSOS).
¿Acaso van a convertir el país en un campo de
concentración? ¿Y cuando van a hacer un
plan de cualquier cosa, presos para allí con una cerca de alambre de púas? No, que la Revolución no significa el trabajo
esclavista (APLAUSOS). Los presos trabajan
para su rehabilitación y para que, incluso, mejoren sus condiciones de vida, no
tengan que vivir metidos en una reja, para que las cárceles no sean almacenes
de hombres, para que el trabajo sirva como instrumento educador.
Ah, es que muchas veces se piensa en la solución más
fácil. Es más fácil decir: Para esta
plantación hace falta tantos presos, que tomarse todo el trabajo. Si es un trabajo de tipo sencillo, de ver a
la Federación de Mujeres, de ver al Partido, de organizar los albergues y de realizar
todas las actividades pertinentes para que ese trabajo se pueda hacer con las
mujeres, o ese trabajo se pueda hacer con máquinas. Y, por tanto, no hay que estar buscando las
soluciones más cómodas, sin romperse la cabeza, sin hacer un esfuerzo, sin
emplear la imaginación. Yo estoy seguro
de que infinidad de problemas se pueden resolver, se pueden atender con un poco
de imaginación.
Este año se iniciaron los cultivos de vegetales en
Oriente en el verano, ¡cincuenta caballerías de tomates! Ese trabajo fue realizado por mujeres;
mujeres que, incluso, se les organizaron círculos infantiles para que pudiera
dejar a sus hijos, y como está distante la ciudad se trasladaban brigadas de
mujeres por una semana o por 15 días y realizaban distintas actividades.
Ya el año que viene en vez de 50, se sembrarán 200
caballerías de vegetales en las montañas de Oriente (APLAUSOS). Trabajo perfectamente realizable por mujeres,
que será atendido por 8 000 ó 10
000 mujeres orientales.
Ya no solamente se han incorporado las mujeres al
trabajo allí en Oriente a la producción de vegetales, sino que muchas que se
han destacado ya están preparándose para ser jefes de brigadas, jefes de
brigadas de mujeres para los trabajos agrícolas.
Y, naturalmente, que yo he querido hacer énfasis en
esto, hacer hincapié en esto. Porque se
ha hablado mucho del trabajo de las mujeres, de los estudiantes, de los
voluntarios, pero que eso no nos lleve a olvidarnos de las máquinas.
El trabajo voluntario es magnífico, pero sobre todo es
magnífico para los trabajadores voluntarios.
El trabajo voluntario es una de las cosas que más ha educado a nuestra
gente de la ciudad. Mucha de nuestra
gente que nunca había hecho un trabajo fuerte, muchos de nuestros empleados
administrativos han experimentado una extraordinaria satisfacción al saberse
capaces de realizar tareas como el corte de caña.
El trabajo voluntario quedará, fundamentalmente, no
como un instrumento de producción, sino como un instrumento de educación, como
un instrumento de capacitación (APLAUSOS).
Y cuanto antes nosotros situemos el trabajo de los
estudiantes y de los voluntarios en ese plano, mejor. Y lo podremos hacer en la medida que pongamos
el acento y el énfasis en las máquinas.
Naturalmente que no vamos a tener todas las máquinas de la noche a la
mañana, de un día para otro; pero no las tendremos con la rapidez que debemos
tenerlas, sino tenemos una conciencia clara de este problema.
Y si se pone el énfasis y el acento en el esfuerzo
agrícola —que es una magnífica consigna— póngase el énfasis también en la
construcción y el desarrollo del trabajo mecanizado.
Nosotros marchamos hacia una producción grande de
azúcar. Paralelamente a ello tenemos que
producir toda una serie de otros artículos: algodón, arroz, alimento para la
producción de carne de aves.
Muchas personas se preguntan: ¿Por qué no hay carne de pollo? Y es sencillamente por una razón: todo el pienso que
se dispone se dedica fundamentalmente a la producción de huevos.
Se calculó aquí que harían falta 4 millones de
gallinas. Pues bien: hacen falta casi 6 millones. El año pasado, por esta fecha, se suspendió
la distribución de huevos libremente, porque los 4 millones de gallinas,
¡cuatro millones!, no alcanzaban.
Fue necesario incrementar el número de gallinas. No tenemos suficientes alimentos para
producir además carne de aves. Se
producen determinadas cantidades, se satisfacen dietas médicas, pero no hay suficiente
pienso.
Nosotros pensamos, independientemente de que podamos
obtener o no maíz, o algún otro producto mediante el intercambio exterior,
desarrollar la producción de alimentos para aves, de manera que, además de la
cantidad de huevos que se está produciendo para un consumo de 90 millones de
huevos mensuales... Se están consumiendo
en el país 90 millones de huevos —sin contar la producción campesina—, de
huevos producidos en granjas estatales 90 millones mensuales (APLAUSOS).
¿Se consideró que 60 alcanzaba? Pues 60 no alcanzaron. ¡Noventa se están consumiendo! Como es un alimento más fácil de distribuir,
porque la distribución del huevo es mucho más fácil, no es como una gallina,
porque no vamos a estar dándole a uno un ala, al otro un muslo, al otro la
molleja (RISAS), se decidió concentrar el alimento que se disponía para la
producción de huevos.
Bien, pensamos para el año 1970 llegar, ir
paulatinamente aumentando la producción de aves, para producir 6 millones de
pollos mensuales. Hay que realizar un
programa en ese sentido. Hay que
resolver la mayor parte de nuestras necesidades de arroz. Actualmente hay en el extranjero una comisión
de técnicos cubanos visitando distintos países, productores de arroz, para
plantar en la provincia de Oriente solamente, por lo menos, 5 000 caballerías,
con dos cosechas al año, aprovechando el agua de las obras hidráulicas que se
están construyendo. La falta de arroz
este año ha sido algo que se ha sentido, y tenemos que ir resolviendo, eso solo
podemos hacerlo con máquinas. El
incremento de la producción de granos para alimento de las aves, el arroz,
todos los cultivos, algodón, hay que hacerlo con máquinas.
Respecto a la caña, con 10 millones de toneladas no
podemos estar resolviendo ese problema con los cortes tradicionales. En tarea de corte de caña se ha logrado un
avance considerable con el alza mecanizada, la mayor parte de la caña se alza
en máquina. ¿Qué significa eso? Cuando la caña se cortaba y se alzaba a mano
los trabajadores agrícolas tenían que alzar 40 millones de toneladas de caña;
se imaginan ustedes cosa más absurda que un hombre poniéndose 10 cañitas en una
mano para ponerlas en una carreta y doblarse otra vez, y agarrar otra vez 10
cañitas para volverlas a poner. Pues
bien, de esa forma en este país se cargaban 40 millones de toneladas de
caña. Claro, las alzadoras —que han sido
un avance considerable en la mecanización del trabajo— alzan hoy la mayor parte
de esos 40 millones. Claro, ¿y cómo
podía un obrero cortar y alzar? Pues
había obreros que para poder cortar y alzar 200 arrobas de caña tenían que trabajar
15 y 16 horas. Hoy día nadie hace
eso. Una gran parte de esta
productividad se ha computado en una disminución de las horas de trabajo, pero
las máquinas forman parte de la mecanización, el problema de los centros de
acopio, el problema de las máquinas cortadoras.
De manera que tenemos que llegar a un grado de mecanización tal, que con
120 000 ó 130 000 obreros cortemos y alcemos toda la caña para 10 millones de
toneladas de azúcar, mediante una productividad mucho mayor. Claro que no todo se podrá cortar en máquina,
hay terrenos con mucha pendiente donde es difícil usar las máquinas; habrá que
cortar una parte, mínima, a mano, pero los centros de acopio permitirán que
cualquier cortador corte el doble de caña.
En estos años, 1967-68, todavía se tendrá que hacer
muy grande la movilización, son dos años muy duros que nos quedan todavía. Ya este año —como ustedes saben porque salió
publicado— se están haciendo como 60 centros de acopio. Bien: habrá que hacer cientos de centros de
acopio, que deberán estar funcionando en 1970; entonces se harán las zafras con
ciento y pico mil obreros. Esa es la
solución del problema, no que cada año más y más voluntarios, y más semanas, y
más meses. Hay que prestar especial
atención en las máquinas para el corte de caña, para la siembra, para
todo. Y este es un punto en el cual
nosotros queríamos hacer esta noche especial énfasis.
Nos parece que el haber establecido como consigna
central el esfuerzo agrícola ha sido una gran consigna. Nosotros, en estos años, estamos poniendo lo
principal del esfuerzo en la agricultura.
¿Significa eso el abandono de la industria? ¡No!
La industria necesita mucho personal calificado, la industria necesita
mucho personal técnico —este personal técnico se está preparando—, la industria
necesita grandes inversiones, proyectos —cualquier fábrica lleva meses, a veces
años, en proyectos—, más años en construcción, más decenas de técnicos y
obreros calificados.
Nuestro país está haciendo un esfuerzo industrial
serio en los renglones principales, como la electricidad, las construcciones;
ustedes saben que se están haciendo dos fábricas de cemento, que ampliadas
tendrán una capacidad de casi un millón de toneladas; se realizan gestiones
para contratar otras fábricas más de cemento, para llegar a una producción de
cemento de dos millones y medio de toneladas para 1970. Todo el mundo, todos, estamos
extraordinariamente interesados en el desarrollo de la industria de la
construcción y, sobre todo, de la producción de cemento. ¿Por qué?
Porque eso incide en todos los planes económicos. Los caficultores necesitan cemento para los
secaderos; la ganadería necesita cemento para las instalaciones de lecherías,
pastoreos; obras hidráulicas necesita cemento; la construcción de
alcantarillado, la construcción de acueductos; en fin, todas las actividades
agrícolas, todas las actividades industriales necesitan cemento. Hace rato que el cemento que se produce en
este país no alcanza.
Y, ¿cuál es el problema más apremiante?, ¿cuál es la
demanda más constante en la ciudadanía?
Pues la demanda de casas. ¡Lo
sabremos nosotros, que la mayor parte de los problemas que nos plantean en la
calle, en dondequiera, son problemas de vivienda! En esto de la vivienda ha ocurrido una cosa
muy interesante: a
nadie se le ocurría antes —como es lógico— pensar que un administrador le
resolviera el problema de la vivienda, que un político le resolviera el
problema de la vivienda, no le pasaba a nadie por la mente. Con motivo de la Reforma Urbana, con motivo
de la cantidad de personas que hoy ya no pagan renta o alquiler por la casa,
por el hecho de que cientos de miles de familias hayan resuelto el problema, se
ha creado en todo el que vive en un bohío, en todo el que vive en un cuarto, en
todo el que vive en cualquier casa casi inhabitable, la sed de la vivienda, la
necesidad de la vivienda. A nosotros,
muchas veces, cuando nos reunimos en cualquier sitio con el pueblo, siempre
aparece un gran número de personas pidiéndonos casas. Es para nosotros uno de los problemas más
angustiosos... Infinidad de problemas se
pueden resolver. ¿Becas? Prácticamente todas las personas que han
estado pidiendo becas —aunque esa demanda aumenta de manera extraordinaria—, en
lo general, han podido ser atendidas.
Muchos problemas pueden ser atendidos; pero un problema que a nosotros
nos angustia, porque nos piden algo que no tenemos, nos piden algo que de la
única forma que pudiéramos resolverlo es haciendo la fórmula de “Mandrake el Mago”, sacándola de un sombrero para dársela al
que nos pide la casa. Hay algunas
personas que nos han dicho:
“Mire, yo estaba esperando la oportunidad de verlo”, ¡dichosa
oportunidad! Más que oportunidad suele
ser el oportunismo de vernos. ¿Por
qué? Dice: “¿Usted puede resolver este problema?”
Sí. Yo lo puedo resolver fastidiando a
otro.
¿Cómo? Nos
encontramos alguien que tiene necesidad real de la vivienda, real, porque viven
cuatro en un cuarto o cinco en un cuarto; entonces hay un fondo de viviendas de
las que se construyen o de las que quedan desalquiladas, si cualquiera de
nosotros va a resolver ese problema disponiendo de una de las viviendas que
está en el fondo de viviendas es posiblemente quitándosela a otro que se la
iban a dar, y que a lo mejor en vez de cuatro son siete en una habitación.
Todavía en nuestro pueblo —desgraciadamente hay que
decirlo— queda una cantidad de hábitos del pasado, que de veras mucha gente se
imagina al hombre público, al funcionario administrativo, al gobernante —como quieran llamarle— una especie de
criado de oportunidad, una especie de criado.
A nosotros muchas veces nos gusta ir a un lugar, a una
obra en construcción, una fábrica, una granja, ver todos los problemas que nos
interesan relacionados con la marcha de ese centro. A veces nos plantean una serie de problemas a
resolver: problemas
de abastecimientos de un centro de trabajo, problemas de si no están tomando
agua fría y necesitan un camión; una serie de problemas colectivos que los
podemos resolver. La tragedia llega
cuando terminados todos los problemas colectivos se presentan 10 y dicen: “Mi problema. Yo estaba esperando hablar con usted para que
me consiguiera una casa”, y la casa, la casa, y entonces empiezan a plantear
los problemas.
De manera que nosotros, que tenemos por obligación que
ir a los lugares, concentrarnos en las cuestiones, pensar en soluciones
colectivas para todos (APLAUSOS), muchas veces nos hacen sufrir la angustia de
que nos pidan cosas que no podemos resolverlas.
Y sufrimos la angustia de ver cuánta gente todavía actúa mediante ese
resorte, como si fuera en el pasado, cuando se pedía un favor. Antes, para meter a alguien en un hospital
había que esperar pedirlo de favor a alguien; para que alguien fuera a
estudiar, un favor; favores, favores, favores... Se acostumbró mucho nuestro pueblo a estar
pensando en lo individual. ¿No se dan
cuenta de que nosotros somos seres de carne y hueso que tenemos que
concentrarnos, pensar, dedicarnos a cuestiones fundamentales que interesan a
mucha gente?
Muchas veces nos velan para un problema, y lo malo no
es para un problema que se pueda resolver, sino lo angustioso es que es para
pedir cosas que uno no puede resolver. Y
que si las resuelve es mediante un método incorrecto, incorrecto; es mediante
hacerle un favor a uno privándole del derecho a otro; es resolver los problemas
mediante métodos politiqueros. Y
nosotros no podemos ser politiqueros, no podemos estarle resolviendo el
problema a uno a costa de otro.
¿Hay necesidades de casas? Claro que sí.
¿Se explica la preocupación, el deseo que tienen tantas familias de
tener casa? Sí, sí se explica; es
lógico. Y muchas veces una persona, ante
la necesidad que tiene delante no piensa; no hay razones, no hay
argumentos. Nosotros nos hemos
encontrado personas traumatizadas, pero traumatizadas: “Que vivo debajo de una escalera,
¡vivo debajo de una escalera!”, pero casi es como si nosotros tuviéramos la
culpa de que viviera debajo de la escalera.
¿Cuál es nuestra obligación de dirigentes revolucionarios? ¿lr
diciéndole que sí a todo el mundo y no resolverle? No.
¿Ir haciendo politiquería y resolviendo los problemas que nos
encontramos en el camino de ese tipo?
No. La solución correcta, la
solución revolucionaria es que nosotros impulsemos la construcción de viviendas,
impulsemos sobre todo la producción de cemento, la primera fábrica, la segunda,
la tercera, el problema de las cabillas, las instalaciones, el problema de las
tuberías, todas las cosas que se necesitan para construir por lo menos 100 000
casas por año, 100 000 casas.
Si logramos incrementar la construcción de viviendas
hasta 100 000 viviendas por año resolveremos el problema en 15 años, en 15
años. El déficit de vivienda de este
país, las necesidades de viviendas son aproximadamente de un millón de viviendas;
un millón de viviendas entre los que no tienen y viven agregados, entre los que
viven en un cuarto, entre los que viven debajo de una escalera, entre los que
viven en bohíos; según los estudios realizados hace falta un millón de
viviendas. Y para ello hay que invertir
un millón de toneladas de cemento por lo menos; pero, además, hay que mecanizar
también la construcción, de manera que
20 000 ó 25 000 obreros puedan construir 100 000 viviendas, porque no se
puede dedicar toda la fuerza de trabajo de la construcción solo a
viviendas.
Entonces ese es un problema que lleva tiempo, un
problema que lleva la necesidad del desarrollo previo de la industria de la
construcción, la mecanización de la construcción, la producción de cemento, y
todas las demás cosas que lleva una casa.
Porque luego no es cuestión de construir solo la casa,
hace falta hacerle la calle, hace falta ponerle agua corriente; cuando le pone
agua corriente, es decir, acueducto, hay que ponerle a la carrera el
alcantarillado, o simultáneamente, si no pasa lo de Isla de Pinos, en Nueva
Gerona hicieron el acueducto y no estaba hecho el alcantarillado, y ahora —como
en aquellas casas nunca se construyeron las fosas para acueducto sino para
cubitos de agua— ahora a cada rato anda el agua por las calles de Nueva Gerona,
desbordándose las fosas. Y con el
problema, ahora, a toda velocidad, ¿pues cómo se resuelve el problema para que
no haya epidemias? Busca carros de
bomberos para que vaya haciendo el trabajo que tiene que hacer el alcantarillado... Y casi todos los pueblos de Cuba están sin
alcantarillado y están sin acueducto; y todos los pueblos quieren que les hagan
—con toda razón— su alcantarillado; todos los pueblos quieren que les hagan —con
toda razón— su acueducto:
todos los pueblos quieren que les hagan su escuela; todos los
pueblos quieren que les hagan su dispensario médico o si no un hospital; todos
quieren que les hagan los caminos, los campos deportivos, los estadios. Además, todos quieren el desarrollo económico
de la región. Es lógico. Todos quieren, además, casas; pero además de
casas quieren que haya leche por la mañana para el desayuno, y para que haya
leche tiene que haber lechería, y para que haya lechería con leche higiénica
tiene que haber cemento (APLAUSOS).
Entonces, claro, ¿qué hemos adquirido? Conciencia de nuestras necesidades. Y además de la conciencia de nuestras
necesidades la esperanza de resolverlas.
Pero, ¿qué ocurre? Las presiones
son tremendas, los recursos son limitados.
Un compañero del Partido en Baracoa llama y plantea el
problema del cine, que no cabe la gente en el cine; hace falta un cine nuevo,
se forma una cola en el cine; el otro pide otra cosa. Todos piden, porque todos ven las
necesidades; todos quieren resolver. Y
los recursos son limitados; y el problema de la distribución correcta de los
recursos se vuelve un problema serio.
Yo aseguro que si la conciencia que tenemos para pedir
la tuviéramos para dar, resolveríamos los problemas de este país mucho antes
(APLAUSOS).
Si no hay pan, porque la panadería es vieja, entonces
un problema con el abastecimiento de pan; a lo mejor se necesita el cemento
para la panadería, para esto, para lo otro, para las instalaciones
industriales. Si no hay médico, es una
tragedia; si no hay escuelas, es otra tragedia.
Y los recursos limitados que tenemos hay que invertirlos bien y en
resolver jerárquicamente cada uno de los problemas que se van presentando.
Pero sépase de una vez que es necesario que los
ciudadanos comprendan que los hombres públicos son hombres que están cumpliendo
una tarea, que están al servicio de un interés social colectivo, que su tiempo,
su energía tienen que invertirlo en eso.
Luchemos todos, porque no es cuestión de que cada vez
que a uno le pidan algo, de una cosa que no puede resolver, tenga que decir un
sermón. Y por experiencia sé que no hay
nada más inoportuno que un sermón frente a una necesidad apremiante, lo sé por
experiencia. Es ridículo, es ridículo
ponernos a endilgarle un sermón a un individuo que está urgido, porque están
viviendo en un cuarto ocho gentes.
Porque, ¿qué va a entender ese hombre en ese momento? Está viendo el cuarto, la promiscuidad, la
casa que a lo mejor se le derrumba. ¿Y
qué razones filosóficas va a entender ese hombre, o qué razones que no sean
filosóficas, valederas? El cree que esa
es su oportunidad, que se sacó la lotería, porque ese día se encontró el chance
de resolver el problema.
¡Ah, no! Hay
que educarse colectivamente. Esa
conciencia tenemos que hacerla colectivamente (APLAUSOS).
Hay gente que dice: “Pero había tres apartamentos
vacíos.” Bueno, puede haber tres
apartamentos vacíos, es una desgracia.
La política que se orienta es que cada vez que un apartamento esté, se
le dé al que lo necesita. Pero, bueno,
puede haber, por un fallo, por un error, por lentitud, por cualquier cosa, un
número de apartamentos que estén vacíos —sellados, como le dicen—, pero
apenas repartan esos tres apartamentos, se acabó. Es decir que el problema no se resuelve
porque haya tres apartamentos en una manzana, ó 3 000 sin repartir, porque lo
que lo resuelve es un millón de apartamentos.
Otras veces: bueno, le dieron a uno que tenía menos
necesidad. A veces ocurre que hay que
llevar un técnico a una industria; usted no lo va a llevar con una cadena, no
lo va a esposar y amarrar allí para que vaya a un pueblo del interior. Desgraciadamente es así. Entonces a ese técnico, pues, hay que darle
ciertas facilidades. Y muchas veces es
verdad: puede
una persona, incluso, recibir un apartamento teniendo menos necesidad que otra,
porque la industria, el país, tiene necesidad de esa persona. Y si hay un técnico extranjero, no lo va a
poner a dormir en el parque porque si no, no viene, y a este hay que darle un
apartamento.
Y a veces se han repartido mal, es verdad. Pero qué se va a hacer, los hombres no son
perfectos y —desgraciadamente— hay gente que hace las cosas mal. Pero la esencia del problema, la esencia, no
es esa; la esencia es que hace falta un millón de viviendas.
Con motivo de una serie de derrumbes que se produjeron
fue necesario darle prioridad a muchas familias que
vivían en casas que estaban al derrumbarse.
Se paralizó la entrega por los sindicatos; entonces hay gente que
estaban en primer turno, han estado meses, sí.
A algunos les tocaron sin estar en turno, porque vivían en edificios que
se podían derrumbar.
Miles de familias en la capital de la república,
miles, han sido trasladadas por cuestiones de seguridad, y ha habido que
entregarles esas casas. Ahora bien, la
necesidad de vivienda es tremenda; los de La Habana las necesitan y las piden,
la población crece. Pero todavía en el
interior del país la situación es peor.
La situación en que vivían los obreros de Moa era una situación
tremenda. Fue necesario —si queríamos
que esos obreros tuvieran un mínimo de condiciones de vida, para que
desarrollaran esa industria— dedicar equis cantidad de cemento para la
construcción de vivienda en Moa. Más
horribles eran todavía las condiciones de Nicaro, fue necesario construir el
poblado de Levisa para resolver.
Y las necesidades de viviendas son todavía peores en
el interior del país, peores. Y claro,
son muy grandes las necesidades, y de ese problema tenemos que tener
conciencia.
Es muy saludable que la ciudadanía, la colectividad,
tenga conciencia de sus problemas, es muy necesario y es muy saludable. Porque en la medida en que tengamos
conciencia clara de nuestros problemas, trabajaremos todos, todos, por la
solución de estos problemas.
En nuestra Revolución, bajo el socialismo, entre
pueblo y gobernantes no hay ni puede haber contradicciones, entre pueblo y
gobernantes no hay ni puede haber antítesis, nuestro deber es hacer el máximo,
es hacer lo que podamos y más de lo que podamos. Nuestro deber es pensar, encontrarle
soluciones a los problemas, profundizar en las dificultades, y resolver. Y cuando no podamos, y si no somos capaces,
que nos cambien. Nosotros no
necesitaremos más que tener conciencia de que no somos útiles, porque los
hombres que bajo una revolución tengan determinadas responsabilidades —ese tipo
de funcionario— deben ser hombres sin apego ninguno a las funciones, y
conscientes de que el trabajo público es el trabajo que más obliga, es el
trabajo que más desgasta, es el trabajo que más obliga a vivir en tensión, a
trabajar, a desvivirse por solucionar los problemas.
Y los hombres de la Revolución no son los hombres de
la política. Y debemos enseñar al
pueblo, enseñar al pueblo, que solo tendrán derecho a estar al frente de sus
destinos quienes sean capaces de dar el máximo, de hacer el máximo honestamente
y sin demagogia, y sin engaño, y sin politiquería (APLAUSOS).
El pueblo y los dirigentes revolucionarios deben
educarse en ese concepto, de hombres que tienen una tarea, un trabajo dentro de
la sociedad, quizás el más duro, quizás en muchas ocasiones el más amargo,
quizás en muchas ocasiones el más tenso.
Y bajo el socialismo no existen esas contradicciones y la solución de
los problemas no es solo problema de gobernantes, es problema de gobernantes y
de pueblo, del gobierno y del pueblo, y del pueblo y del gobierno.
Dentro del socialismo, cada ciudadano debe ser
responsable, cada ciudadano debe saber que sobre sí hay el peso de una gran
responsabilidad. Y nosotros debemos
esmerarnos en enseñar eso al pueblo. No
el culto, culto fanático, no la obediencia ciega, no las fórmulas mágicas de
resolver el problema al conjuro de hombres.
Creemos que los hombres tienen un muy limitado papel, creemos que los
hombres, mientras menos imprescindibles sean, será siempre mejor.
Antes se miraba a los funcionarios, al ministro, como
un personaje mitológico. Había gente que
se admiraba de que le diera la mano un concejal de barrio; si el alcalde lo
saludaba un día, se sentían felices.
¿Cómo soñar siquiera en conversar con un ministro? Ese era un personaje del otro mundo. Con la Revolución, esas diferencias tenían
que desaparecer. Con la Revolución, esas
diferencias han desaparecido. No conozco
ningún funcionario de la Revolución que se me parezca a ninguno de aquellos de
antes (APLAUSOS). Ni conozco a ningún
ciudadano del pueblo que no se siente con la mayor naturalidad a hablar con
cualquier hombre de la Revolución, sin ponerse nervioso, ni por creer que nada
de eso es interesante. Y los hombres del
pueblo deben cooperar a que los hombres que tienen responsabilidades, se les
acerquen. No ahuyentar a los hombres que
tienen responsabilidades, porque los vuelven locos. A veces se ha planteado el problema, un
compañero conocido tiene que ir a la playa.
Ah, pues no puede ir a la playa.
¿Por qué? Bueno, porque tiene que
ir allí donde van todos los demás. Y
entonces a ese pobre hombre le caen arriba como veinte, para resolver
problemas. Ahuyentan al hombre. Lo ahuyentan del contacto con el pueblo, le
privan de la posibilidad de ir a la cantera donde más se aprende, donde más se
conoce, que es el pueblo.
Por mi experiencia revolucionaria, nunca he estado
mejor informado que cuando hablo con el pueblo, que cuando me reúno con
trabajadores, con estudiantes, con campesinos (APLAUSOS). He tenido en mi vida dos universidades: una donde aprendí
nada y otra donde lo aprendía todo (APLAUSOS).
Y esa es el contacto con la gente, con sus inquietudes, con sus
preocupaciones, con sus problemas, con aquellas cosas que les preocupan. No debe haber ningún hombre que se considere
cuadro político que no posea sensibilidad para sentir hondamente la gente y los
problemas de la gente (APLAUSOS).
Cualquier defecto puede ser perdonado, menos la
insensibilidad. Por eso, el cuadro
político no se puede formar en una universidad, el cuadro político no se puede
formar en una escuela, en una escuela se puede desarrollar la cultura de quien
tenga condiciones innatas de cuadro político, de quien tenga vocación de político
(APLAUSOS). Ser político es una
vocación, e incluso una función transitoria.
Mientras menos participaban las masas, más importantes eran los
políticos; mientras más participen las masas, menos importantes serán los
políticos. Y tendrá que llegar el día
incluso que no haya políticos, en que cada ciudadano sea el político, en que
cada ciudadano sea el cuadro político.
Tiene que llegar el día en que esta odiosa función de cuadro
desaparezca.
En el socialismo, más bien en el comunismo, se dice
que el Estado debe desaparecer. Se
entiende el Estado como fuerza coercitiva.
Engels decía que el gobierno de las personas sería sustituido por la
administración de las cosas. A esa
sociedad queremos llegar. A esa sociedad
aspiramos a llegar.
A la sociedad en la que las masas tengan el máximo de
participación, el total de la participación.
Pero mucho cuidado con las consignas, mucho cuidado con las
interpretaciones torcidas. Desgraciadamente,
la mayor desgracia que tienen las ideas políticas es lo mal que se les
interpreta. Y las teorías
revolucionarias han padecido de ese mal tan terrible que es la interpretación
errónea. Porque una consigna la
interpretan los individuos de 25 maneras distintas, una idea la interpretan de
25 maneras distintas y la aplican de 50 maneras diferentes.
Los problemas políticos no son fáciles. Por eso es necesario que las masas tengan una
gran conciencia política. Y nosotros
queremos que la conciencia de nuestras masas no sean conciencias de clisés, no
sean conciencias de manuales, porque otra cosa que le han hecho tremendo daño a
las ideas revolucionarias son los manuales.
Y cuando yo me atrevo a hablar de estas cosas, no me quedará siempre más
remedio que hacerlo con perdón de los doctos y de los sabios. Porque en estas materias hay muchos doctos,
hay muchos sabios. Y el hombre que del
manual se aparta, al hombre que del manual se aparta, lo despellejan.
Hay mentalidades que tienen hábitos serviles. Hay el vicio del satelismo
mental. No voy a profundizar en ese tema,
pero sé por experiencia que cuando he tenido la osadía de pensar, de razonar y
de exponer estos pensamientos que, en mi opinión modesta, son
revolucionarios... Desde luego, no
pretendo, nadie puede pretender que tiene la verdad absoluta, nadie puede pretender
que tiene la infalibilidad, al menos yo nunca me he creído semejante cosa. Muchas veces he creído tener la razón en
algo, y muchas veces la realidad ha coincidido con esa creencia. No por eso debemos creernos que no somos
capaces de equivocarnos, pero sí somos capaces de creer con independencia de
criterio. Somos capaces de apartarnos de
los manuales, somos capaces de atrevernos a ejercer el derecho de usar la
cabeza (APLAUSOS).
Unicamente gente maniática y loca, únicamente gente
maniática y loca se puede creer monopolizadora de la verdad.
El Papado es una institución medieval, y la
infalibilidad pontificia es lo más ajeno que puede encontrarse en el
pensamiento marxista. En las ideas
revolucionarias, en su desarrollo han contribuido muchas inteligencias, han
contribuido muchos pueblos. No es justo
despreciar el aporte de nadie, de ninguna inteligencia, de ningún pueblo. En nuestro propio país, en nuestras propias
filas, desgraciadamente, hay hombres que se escandalizan cuando se escucha una
palabra, un argumento, una razón que no es exactamente como aparece
textualmente en el librito. La
experiencia nos enseña que la interpretación incorrecta de los libritos o la
interpretación literal de los libritos ha costado
infinidad de errores.
Quien no quiera equivocarse en cabeza ajena, que sea
capaz de pensar con cabeza propia (APLAUSOS).
Si usted piensa con cabeza ajena, si usted piensa con cabeza ajena,
entonces cuando la cabeza ajena se equivoque, o diga que se equivocó, tiene
usted que salir como un papagayo a decir que usted también se equivocó
(APLAUSOS). Y no hay nada más triste que
equivocarse por cuenta de otro.
Todas las revoluciones son, además, procesos muy
complejos, muy complejos; son procesos, además, muy dialécticos, y todos los
procesos cometen errores. En todo hay
grandes aciertos y grandes errores.
Y, desde luego, podemos estar equivocados muchas
veces, pero lógicamente no es la primera vez.
Hubo tiempos en que muy pocos pensaban como nosotros, hubo tiempos en
que solo éramos un puñado de hombres los que creíamos en la posibilidad de la
Revolución, en la posibilidad de la lucha armada, en la posibilidad de la
conquista del poder. No le echamos en
cara a nadie que se haya equivocado.
Muchas situaciones se han presentado a lo largo de
este proceso, y muchas veces ha habido puntos de vista distintos entre diversas
personas. Son los hechos los que en
definitiva juzgan y dicen la última palabra.
Los pueblos no creen ni pueden creer en la gente que
se equivoque con frecuencia, los pueblos no creen ni pueden creer en gente
ciega. Y los que conduzcan a los pueblos
al error o al fracaso —sean quienes sean, cualquiera de nosotros—, hay que
prescindir de ellos inmediatamente. Hay
hombres que tienen un poco más de visión, hay otros que tienen un poco menos;
hay hombres que han tenido más aciertos, otros que han tenido más errores. Nosotros estamos ante situaciones nuevas en
una serie de cuestiones en que nos vemos en la necesidad de pensar con nuestras
propias cabezas. Estamos nada menos que
ante la tarea de construir el socialismo, estamos nada menos que ante la tarea
de marchar hacia el comunismo.
¿Y cómo se construye el socialismo? ¿Y cómo se construye el comunismo? Es precisamente acerca de estos puntos donde
hay una gran variedad de matices en el pensamiento revolucionario, donde hay
una gran cantidad de corrientes en el movimiento revolucionario. Nosotros respetamos la manera de pensar de
otros; cada uno que construya su socialismo, o su comunismo, como le dé la
gana. Pero, por favor, que respeten
también nuestro derecho a construir nuestro socialismo y nuestro comunismo como
nos dé la gana (APLAUSOS PROLONGADOS).
No acuso a nadie de querernos imponer, desde luego, un
camino. En primer lugar, me refiero a
los serviles que no tienen fe en la capacidad de su pueblo para seguir un
camino. Y afortunadamente,
afortunadamente, aunque no hay pueblos mejores que otros, los pueblos pueden
ser educados de una forma o de otra; y este pueblo nuestro tiene muy definidos
perfiles mentales, muy definida idiosincrasia.
No hay pueblo con más sensibilidad para el ridículo que este. En este país un ridículo no escapa sin que lo
descubran rápido. No hay pueblo con más
agudeza y más malicia; es decir, más malicia para lo malo, para descubrir lo
malo, en el sentido positivo de tener la capacidad de sonreírse frente a
cualquier ridiculez, de descubrir cualquier maniobrita. Basta que un tipo sea medio politiquero, y
enseguida lo descubren; un farsante, y enseguida lo descubren; un fariseo, y lo
descubren; un ridículo, y lo descubren.
Honradamente, es una fortuna que en nuestro país y en
nuestro pueblo se hayan desarrollado ciertas características, cierto sentido
del humor, cierta agudeza; que, de verdad, a este pueblo, su idiosincrasia, su
psicología, hay que conocerla. Quien no
lo conozca se estrella, ¡se estrella!
Pueblo alérgico a la imposición, pueblo alérgico al abuso, pueblo
alérgico al “clisé”, pueblo capaz de pensar hasta lo infinito y no ser en nada
fanático, pueblo al que no se le puede andar con mentiras, pueblo al que no se
le puede decir que fulano es un Dios, que no se le puede endiosar a nadie. Esas son, afortunadamente, características de
este pueblo.
Nuestro deber de dirigentes de una Revolución, en una
etapa inicial, es desarrollar ese espíritu de nuestro pueblo, su sentido de la
critica, su capacidad de análisis sereno y objetivo; esas virtudes de nuestro
pueblo que es nuestro deber señalar, que es nuestro deber acentuar, que es
nuestro deber desarrollar. Y a esas virtudes
no debemos renunciar jamás.
En el mundo debemos tratar de dar nuestro modesto
aporte a la causa revolucionaria, a la experiencia revolucionaria
(APLAUSOS). Y escúchese bien —sin
pretender imponerle a nadie nuestro camino, nuestros medios, nuestro sistema—
ese camino, nosotros mismos tenemos que aclarárnoslo mucho todavía.
Nadie debe, de una manera arbitraria, unipersonal,
caprichosa, decir: “Este
es el camino, porque este es el camino”, porque uno cree, sin atender a ninguna
otra consideración, ni a ningún otro criterio que es el camino. Lo importante es que desarrollemos nuestro
camino.
Imposible que todos pensemos igual, pero creemos que
el camino del comunismo es un camino nuevo por entero acerca del cual la
humanidad no tiene ninguna experiencia.
Bien puede ocurrir que un país crea que está
construyendo el comunismo y esté construyendo realmente el capitalismo —puede
ocurrir. Nosotros queremos construir el
socialismo y queremos construir el comunismo.
Como no hay ningún manual, ningún índice, ninguna guía, como nadie
todavía ha recorrido ese camino, tenemos el derecho a intentarlo con nuestros
medios, con nuestros procedimientos, con nuestros métodos.
Y realmente, no seré yo, ni nadie dentro del Comité
Central de nuestro Partido, quienes decidan; será la mayoría de ese Comité
Central, o la unanimidad de ese Comité Central, cuando una serie de cuestiones
se discutan en el seno de ese Comité Central —porque hay cuestiones que
ciertamente no están discutidas.
Nosotros deberemos tener, a más tardar, para el
próximo año el Primer Congreso de nuestro Partido (APLAUSOS), y no dudamos que
será un evento de la máxima importancia ideológica, una serie de cuestiones que
se debaten, que se han venido debatiendo un poco académicamente acerca de una
serie de cuestiones en los estímulos: si los estímulos morales o si los
estímulos materiales; si el autofinanciamiento, o el problema presupuestario,
tendrán que ser decididos.
Sobre eso, hay todavía no poca confusión de ideas,
sobre eso, a ese congreso cada cual llevará sus ideas, y ese congreso será el
que decida cuáles serán los métodos que este país aplique y cuál será el camino
que este país siga.
Será ese el instante en que tendrán los
revolucionarios que ser como nunca claros, cuando se hable del acento para
crear un hombre capaz de vivir en el socialismo, para crear un hombre,
desarrollar un hombre capaz de vivir en el comunismo.
¿Por qué?
Muchos revolucionarios se han educado en la lectura de determinadas
economías políticas, determinados textos, determinados libros; sin espíritu
crítico, sin espíritu crítico.
Y en esa ocasión se reunirán hombres a discutir, no se
reunirán sabios; se reunirán hombres, no se reunirán sabios. Pero cada uno defenderá sus puntos de vista,
discutirán los militantes, discutirá el pueblo, discutirán los delegados al
congreso, discutirá el congreso. Así que
los libros, estas cuestiones doctrinales, pasarán a ocupar un lugar importante
en la mente de nuestros militantes revolucionarios, de nuestros cuadros políticos.
Sobre todos estos problemas tengo mis ideas, y no he
querido hacer uso de la influencia del cargo que ocupo, del crédito que puedan
tener mis palabras en el pueblo, para que se diga que queremos imponer un punto
de vista.
Sabemos que no todos pensamos igual; sabemos que no
todos los que nos creemos revolucionarios pensamos igual; sabemos que hay
matices; sabemos que hay distintos pensamientos sobre toda una serie de estas
cuestiones; sabemos —incluso— que algunos se ofenden si un 26 de Julio expongo
unas cuantas ideas, que honestamente considero revolucionarias.
Digo, ¡sí!, que no dejaré de exponerlas, cada vez que
corresponda (APLAUSOS); y digo, ¡sí!, digo que jamás trataré de valerme de
ninguna ventaja para imponerlas; pero jamás dejaré de defenderlas con la
convicción con que toda mi vida he defendido mis ideas.
Tiempos hubo en que nos acusaban de aventureros;
tiempos hubo en que decían que éramos unos soñadores y unos ilusos. Montones de veces se dijo que con qué
contábamos, que cómo íbamos a poder derrotar a Batista y a su ejército;
montones de veces.
Pocas veces nos habrán visto ustedes echarle en cara a
nadie sus errores del pasado, porque ese es un buen procedimiento para destruir
hombres; pocas veces nos habrán visto ustedes explotar los errores de otros, ni
humillar a los hombres, ni aplastarlos; nunca nos habrán visto sino con los
brazos abiertos. Si no, ¿cómo se concibe
que la Revolución haya ganado en fuerza?; si no, ¿cómo se concibe que lo que
fue obra de un puñado reducido de hombres sea hoy obra de todo un pueblo? (APLAUSOS.)
Si hubiésemos sido un grupito de sectarios
atrincherados en las prerrogativas de nuestros triunfos y de nuestros éxitos,
cerrándoles las puertas a todo el mundo, nunca se habría convertido este
movimiento revolucionario en un movimiento de masas y de pueblo; habríamos
caído en el absurdo de negarles el derecho a morir a los que murieron en Girón
porque no hubiesen estado en la Sierra (APLAUSOS), el derecho a defender la
Revolución como su obra, a dar por ella su sangre y su vida.
Ninguna cosa nos satisfacía más que ver que las ideas
nuestras eran ideas abrazadas cada día por un número mayor de hombres y mujeres
del pueblo, que muchos que no hubieran creído creyeran después, que muchos que
no hubieran comprendido comprendieran después.
Nunca fuimos, ni jamás seremos sectarios. Quienes pretenden acusarnos de sectarios
cometen un error, incurren en una gran injusticia, porque hemos sido siempre
enemigos de todas las formas de sectarismo, hemos sido siempre enemigos de
excluir a nadie de ninguna oportunidad simplemente porque no venga de nuestras
filas originales. Ninguna injusticia
mayor que presentar a la dirigencia revolucionaria, que presentarnos a nosotros
practicando ningún género de exclusivismo, practicando ningún género de
exclusión, de intolerancia, de discriminación.
Hemos sido, por el contrario, enemigos sistemáticos, predicadores
sistemáticos contra esos procedimientos.
No hay nada más absurdo ni más ridículo que el sectarismo. Algunos pretenden atrincherarse en esa
imputación para defender la incapacidad, para defender la incompetencia.
Los hombres, ¿qué valor tenemos los hombres en una
Revolución? ¿Qué importancia tienen los
cargos? Los hombres en la Revolución son
removidos, a veces porque pasan a hacer una tarea más importante, a veces
porque pasan a hacer una tarea más acorde con sus capacidades, a veces porque
están agotados, porque están desgastados, a veces porque se han quemado en el
cumplimiento de una obligación.
Y, si vamos a decir la verdad, por norma,
personalmente, siempre he acostumbrado a ser más exigente con aquellos con
quienes tengo más vínculos de amistad, más vieja relación que con los
demás.
En el seno de la Revolución no debemos permitir, ni
permitiremos jamás, discriminación, persecución contra nadie, exclusión de
nadie, sectarismo de ninguna índole. Si
procediéramos de esa forma seríamos indignos de ostentar la confianza del
pueblo, indignos de ejercer el poder en nombre del pueblo (APLAUSOS). Porque el ejercicio del poder es una de las
tareas más difíciles que los hombres puedan hacer, porque abusar del poder es
lo más fácil, abusar del poder es lo más frecuente, abusar del poder lo han
hecho muchos. Ejercer el poder con
serenidad, con objetividad, con mesura, no han sido desgraciadamente
muchos. Y el poder es algo muy serio, y
creo que a nada pueda ser tan alérgico este pueblo como al abuso de poder.
Y siempre he predicado entre todos mis compañeros de
Revolución que hay que ser extremadamente cuidadosos en el ejercicio del poder,
porque el poder mal ejercido puede ocasionar tremendos daños, puede incurrir en
tremendas injusticias.
Y cuando piensen en alguien, cuando piensen en los
hombres a los que promuevan para ocupar responsabilidades, pregúntense siempre
si este hombre cuando tenga atribuciones, cuando tenga facultad, no se le suben
los humos a la cabeza, si ese hombre es hombre apto para disponer del
poder. Porque abusadores del poder ha
habido muchos en el mundo; hombres que lo ejerciten con serenidad
desgraciadamente muy pocos.
Y seremos enemigos, como lo hemos sido siempre, de
todo abuso de poder. No quiere esto
decir que podamos impedir que se cometan abusos aislados, que se cometan
errores; pero en nuestra conciencia revolucionaria jamás ha habido la
tolerancia deliberada a todo lo que pueda considerarse abuso de poder. La exclusión o la persecución desde el poder
es un abuso.
Y algunos que han intrigado, algunos laborantistas que cuando se produce la sustitución de un
cargo de un compañero salen con el laborantismo. Esos laborantistas
que si oyen una palabrita que se sale del manual se escandalizan, ya habríamos
querido verlos ejerciendo el poder a plenitud, ya habríamos querido verlos en
nuestro lugar, ya habríamos querido ver de cuánta paciencia habrían
sido capaces, de cuánta tolerancia habrían sido capaces. Y no tendría ningún inconveniente en repetir
hoy lo que dije cuando no era más que un ignorante, aquel día 8 de enero de
1959 (APLAUSOS), un ignorante con enorme responsabilidad sobre sus hombros, con
enorme autoridad en sus manos, cuando bajamos de la Sierra, victoriosos. No tendría ningún inconveniente en repetir lo
que dijimos en aquella ocasión, a pesar de nuestra ignorancia: “Siempre sabremos tener paciencia, y
cuando se nos acabe la paciencia, buscaremos más paciencia” (APLAUSOS).
El instinto, el instinto más que la sabiduría, nos
dictaba esa pauta. Hoy la experiencia
confirma ese punto de vista y ojalá que siempre los hombres que en este país
tengan autoridad, en cualquier época, sepan dirigir su conducta por esa norma,
sepan dirigir su conducta por ese pensamiento.
Ojalá nuestro país, nuestro pueblo tenga jamás que soportar ningún abuso
de poder. Ojalá que nuestro país en su
proceso revolucionario jamás tenga que soportar esas deformaciones, esas
hipertrofias.
Los revolucionarios, los iniciadores de los procesos
revolucionarios, suelen tener un gran prestigio en el pueblo, una gran
autoridad en el pueblo, y con esa autoridad pueden hacer mucho bien, pero
pueden llegar a hacer también mucho mal.
Esperamos que en los tiempos venideros pocos o ningún hombre tenga la
autoridad que los iniciadores de esta Revolución hemos tenido, porque es
peligroso que los hombres tengan tanta autoridad. Y lo más seguro para los pueblos será esa
seguridad que hemos descubierto con los métodos de masa. Esa opinión sólida, esa barrera infranqueable
que las masas oponen a los oportunistas, a los farsantes, a los que carecen de
mérito, a los que carecen de capacidad, a los ambiciosos, a los abusadores de
poder. Porque si las masas comprenden
que ningún hombre que padezca esas faltas puede dirigir un sindicato, o puede
ser miembro del Partido, la conciencia de todo un pueblo, la sólida opinión de
un pueblo será barrera infranqueable, barrera infranqueable para los
ambiciosos, los oportunistas, los farsantes, los abusadores del poder.
Este congreso, la forma en que se ha desarrollado, es
para todos los revolucionarios un ejemplo.
No vamos a hablar aquí de los logros de la Revolución. Creemos que la Revolución en su obra tiene
mucho de qué enorgullecerse. Tiene
grandes éxitos, pero la tarea que tenemos por delante es tan abrumadora, tan
enorme, que lo que se ha hecho no es nada, ¡nada!, comparado con las tareas que
tenemos por delante. A medida que se
desarrolla la Revolución son más y más las necesidades, más y más la conciencia
de lo que podemos y debemos hacer, mayores nuestras obligaciones.
No podemos decir que todo marcha perfectamente bien;
no podemos decir que es un camino de rosas.
Lo que sí podemos decir es que avanza la Revolución; lo que sí podemos
decir es que las masas tienen cada vez más conciencia, que las masas tienen
cada vez más fuerza, que nuestro proceso revolucionario tiene cada vez más
pujanza, más confianza en la victoria final, más seguridad en cada una de las
cosas que hace.
Nosotros estamos conscientes de que nuestro país
escribe —le ha tocado escribir— una página gloriosa en la historia de este
continente y que se siente digno de esa tarea y se siente capaz de seguir
escribiendo esa página sin que nada lo pueda detener, sin que nada lo pueda
amedrentar. Podrá haber quienes traten
de llamar al instinto de conservación del pueblo, sugerirle el abandono de sus
obligaciones más sagradas en el campo internacional, en aras de la seguridad,
en aras de evitar peligros, pero nosotros sabemos bien, muy bien, cómo piensa
nuestro pueblo. Y más que un pueblo
tímido, más que un pueblo en quien se pueda hurgar el instinto de conservación,
tenemos el pueblo sereno y heroico de la Crisis de Octubre (APLAUSOS), el
pueblo sereno y heroico de cada uno de los momentos difíciles, el pueblo sereno
y heroico que jamás retrocederá un solo paso ante el enemigo (APLAUSOS), el
pueblo sereno y heroico que no quiere paz sin dignidad (APLAUSOS), el pueblo
sereno y heroico que no quiere seguridad al precio de la claudicación
(APLAUSOS), el pueblo sereno y heroico que ama su trabajo, que siente un amor
profundo por su trabajo, que lucha por su bienestar, que lucha por el
mejoramiento de sus condiciones materiales, que lucha por el porvenir, pero que
jamás querrá la obtención de ese porvenir al precio indigno de traicionar sus
deberes internacionalistas (APLAUSOS).
Somos un pueblo lleno de amor por nuestra pequeña
isla, sin ambiciones hegemónicas de ninguna clase. Un país pequeño que, en sus fronteras y en
sus recursos naturales, tiene todo lo necesario para crear su felicidad; pero
un pueblo que no puede olvidar que el imperialismo está ahí, que el imperialismo
nos amenaza a la vez que oprime a nuestros hermanos en el resto del continente,
que nos amenaza a la vez que agrede a nuestros hermanos vietnamitas (APLAUSOS);
que nos amenaza a la vez que interviene en Santo Domingo (APLAUSOS). ¡Y nunca olvidaremos que formamos parte de
ese mundo, que nuestra suerte es la suerte de ese mundo, que nuestra victoria
es la victoria de ese mundo contra el imperialismo, y que la derrota de ese
mundo sería nuestra derrota y nuestra esclavitud!
Sabemos que nuestra libertad jamás será una libertad
completa, jamás será una libertad cabal, mientras los demás pueblos no sean
también libres; sabemos que en nuestra lucha con el imperialismo jamás
podríamos salir victoriosos si no nos apoyamos en las fuerzas de todos los que
luchan contra el imperialismo. Lo otro
es ser avestruces, meter la cabeza en un hoyo y dejar el cuello al aire.
Y no creo que jamás este pueblo escuche a los que le predican, o a los que le prediquen, la política cobarde,
indigna e infame del avestruz.
Nosotros tenemos una política internacional. Esa política entraña riesgos, no engañamos a
nadie. Y nuestra línea, nuestra
dirección, es de plena solidaridad con el movimiento revolucionario y sabemos
que eso implica riesgos, pero no engañamos a nadie; implica también el único
camino que a nuestro juicio nuestro país puede seguir.
Los imperialistas han tratado de hacernos todo el daño
posible; nos han agredido, nos han bloqueado, han tratado de derrotarnos por
todos los medios. ¡Pero los
imperialistas no tendrán en el pueblo cubano jamás un enemigo claudicante,
jamás un enemigo cobarde; los imperialistas tendrán en nosotros un enemigo y un
enemigo consecuente mientras exista el imperialismo!
El New York Times escribía,
según un cable, en días recientes que la hostilidad entre Cuba y Estados Unidos
era mayor que la confrontación que existía entre Estados Unidos y ningún otro
país comunista, exceptuando a Viet Nam.
Y es cierto:
nosotros no negamos ni ocultamos nuestro odio profundo al
imperialismo, nuestra hostilidad irreconciliable. De eso estamos conscientes.
No somos unos inconscientes que ignoremos los riesgos,
que ignoremos los peligros. ¡Los
tenemos! ¡Pero renunciar al peligro solo
podría ser al precio de renunciar a ser revolucionarios! (APLAUSOS.)
Y yo pregunto si hay uno solo aquí, entre los
representantes de nuestros trabajadores, que renuncie al peligro; yo pregunto
si hay uno solo que renuncie al papel y a la dignidad y al honor de ser
revolucionarios (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No! Y
en la medida en que nosotros conscientemente seguimos una política, en la
medida en que seguimos esta política de reto y desafío, de lucha implacable
contra el imperialismo, interpretamos la voluntad de nuestro pueblo.
Claudicantes jamás habríamos podido llevar adelante la
Revolución. Esos que se declaran
vencidos antes de librar una batalla, jamás obtendrán una victoria.
El imperialismo es poderoso, muy poderoso. Pero Batista era también poderoso, muy
poderoso. Nosotros somos un pueblo
pequeño, pero cuando empuñamos las armas contra el ejército de Batista, éramos
comparativamente menos todavía. Y, desde
luego, nuestra lucha contra el imperialismo no es similar a la lucha contra
Batista; pero nuestra lucha contra el imperialismo es más importante, más
decisiva.
Nuestra lucha verdaderamente histórica, la lucha
histórica de este pueblo no fue la lucha contra Batista. ¿Qué es Batista comparado con los
imperialistas yankis? ¡Una cucarachita! (RISAS.)
¿Qué es, qué era? ¡Nada!, un vulgar instrumento de ese
imperialismo.
La batalla histórica de este pueblo, la batalla a la
que no renunciará jamás, es esa batalla que tenemos hoy contra el imperialismo
por la liberación de los pueblos oprimidos.
Cuando nosotros estábamos en las montañas a nadie se le habría ocurrido
pensar en abandonar aquella lucha, en bajar de las montañas, a nadie se le
ocurrirá pensar que ninguno de nosotros abandone esta lucha contra el
imperialismo, que ninguno de nosotros ceda en esta lucha. Y los imperialistas lo saben, lo saben bien;
saben qué clase de enemigo es la Revolución Cubana, saben qué indoblegable
enemigo, saben qué tenaz enemigo. Y
nuestro deber es persistir en esa lucha, a través de las formas que esa lucha
tiene en la actualidad, contra ese enemigo.
Somos hoy el único país que ha construido, o está
construyendo el socialismo en América Latina, el único que se ha librado
totalmente del imperialismo, pero estamos seguros de que todos los demás
pueblos seguirán ese camino. Nosotros
somos esa bandera, y esa bandera jamás se inclinará, esa bandera jamás se
rendirá (APLAUSOS).
No nos preocupan los riesgos. ¿Somos acaso hombres que no amemos la obra de
la Revolución? ¡No! Pero con la misma pasión que amamos nuestra
libertad, con la misma pasión que amamos la obra de nuestra Revolución, odiamos
a los que oprimen a los pueblos, a los que impiden a los demás pueblos realizar
su obra, a los que esclavizan a los demás pueblos. Y comprendemos que nuestra suerte jamás podrá
ser independiente de la suerte de esos otros pueblos, y comprendemos que solo
habrá seguridad, la única seguridad a que debemos aspirar, es la que tendremos
cuando no exista el imperialismo (APLAUSOS).
Cuba representa en este continente una trinchera
revolucionaria; escribe su historia con heroísmo, la viene escribiendo hace muchos
años. Contra la Revolución Cubana se
vuelca todo el odio del imperialismo, todo el odio de sus satélites y sus
corifeos, todo el odio de los seudorrevolucionarios,
todo el odio de los farsantes; contra nuestro país se vuelven todos los
hipócritas, contra nuestro país se ensañan todos los reaccionarios.
Algunos —y no van a decir que en esta ocasión hemos
sido nosotros los que provocamos estas palabras—, algunos, como el caso del
ridículo gobierno de Frei, en Chile, pretenden incluso hacer comparaciones
entre su obra revolucionaria y la obra de la Revolución. Habríamos preferido hoy, en el día de hoy
exclusivamente concretarnos a los problemas relacionados con las cuestiones que
se han debatido en el congreso; pero llegaron unos cables —algunos minutos
antes de llegar aquí—, y con gran sorpresa nuestra nos enteramos, según este
cable, más o menos ratificado por los demás —este es de la Reuter—,
dice: “El Presidente de Chile, Eduardo
Frei, ha retado al Primer Ministro de Cuba, Fidel Castro, a que demuestre cuál
de los gobiernos ha hecho más por su pueblo (ABUCHEOS). Frei abandonó su lecho de enfermo, donde se
recuperaba de un ataque gripal, para hablar en el congreso anual de sus
partidarios cristianodemócratas. Más de
2 000 delegados, entre los que se incluían observadores de partidos
cristianodemócratas de América Latina y de Europa, asistieron a dicho
congreso.
“Dijo que ahora los cubanos entraban en su octavo año
de Revolución, y solamente estaban empezando a poner en práctica sus planes de
Reforma Agraria y educativos. Frei, dijo: 'Los reto a que
demuestren lo que han hecho en el campo de la industria y de las obras
públicas’.”
Este señor nos dice que lo rete a lo que hemos hecho
en la industria. En primerísimo lugar,
en primerísimo lugar, convertir las industrias yankis en industrias cubanas
(APLAUSOS). Algo que jamás tendrá el
señor Frei el valor de hacer en Chile. Y
no solo hacer que estas industrias se puedan llamar legítimamente industrias
cubanas, sino haberlas hecho funcionar sin los administradores yankis, sin los
técnicos yankis; haberlas mantenido en plena producción a pesar de que nuestros
obreros jamás fueron a las universidades, jamás tuvieron oportunidades de
estudiar; y haberlas sabido defender con dignidad y con heroísmo, haberlas
hecho producir en medio de un bloqueo, y a pesar de la prohibición de ventas de
piezas, de materia prima, de repuestos y a pesar de que eran industrias
norteamericanas, esas industrias no se han paralizado, esas industrias se han
mantenido en plena producción.
Eso de hablar de la industrialización, pretendiendo
separar la industria propiamente de la agricultura como un aspecto
independiente del desarrollo económico, es sencillamente una fruslería más del
señor Frei.
La Revolución habla del desarrollo económico, nosotros
desarrollamos nuestra economía poniendo el acento especial en la agricultura,
por las mismas razones que les explicaba al principio, en las condiciones en
que se desenvuelve nuestra Revolución, en el momento en que se desenvuelve nuestra
Revolución, a tenor con nuestro desarrollo técnico; a tenor con nuestros
recursos, hemos puesto el énfasis principal en la agricultura con la aspiración
de que llegaremos a tener una de las agriculturas más productivas y más
modernas del mundo.
Y esa agricultura, apoyada en la industrialización,
apoyada con la industria en primer lugar que refuerce ese desarrollo agrícola,
apoyada por las industrias básicas.
Porque nuestra Revolución no se ha caracterizado por una gran
publicidad, en este país se inauguran importantes obras, y no se realiza una
descomunal concentración. Numerosas
plantas completamente nuevas, como las plantas termoeléctricas, ya están en
producción sin ninguna publicidad, sin ninguna cosa solemne.
Las industrias que en estos años de dura lucha nuestra
Revolución ha ido terminando y las industrias en plena construcción, que han
costado años de proyectos, años de edificación; nuestra industria azucarera
—cuya ampliación permitirá producir casi el doble de azúcar que producíamos al triunfo
de la Revolución—, nuestra industria textil, nuestra industria mecánica, que se
desarrollan al ritmo de nuestras posibilidades... Porque, claro, nuestras industrias son
nuestras industrias, nuestras inversiones son nuestras inversiones
(APLAUSOS). Y la diferencia fundamental
entre la industria chilena ya no es sólo que nuestro país al triunfo de la
Revolución tenía un desarrollo industrial incomparablemente inferior al de
Chile, puesto que la economía de este país llevaba 30 años de estancamiento, independientemente
de que nuestro nivel de desarrollo industrial era incomparablemente menor al de
Chile. Las industrias que aquí se
fabrican no son yankis, son cubanas (APLAUSOS); las fábricas que aquí se
construyen no son germanooccidentales, son cubanas
(APLAUSOS).
Y nosotros llevamos a cabo un desarrollo industrial a
tono con nuestras posibilidades y nuestros recursos, con el énfasis principal
en esta etapa en la agricultura y con las perspectivas mejores que puedan
concebirse para impulsar con posterioridad la industria, para lo cual estamos
preparando cuadros técnicos en cantidades tales como que en el caso solo de los
que estudian en el extranjero pasan de 2 000.
Frei podrá hablar de la comparación entre la industria
yanki que se construye en Chile y la industria cubana que se construye en
Cuba. Frei jamás podrá hablar de las
industrias extranjeras con capital extranjero y de propiedad extranjera que se
construyen en Cuba. Frei jamás podrá
hablar de industria chilena para compararla con las industrias cubanas. Frei, en todo caso, podrá hablar de
industrias privadas chilenas; y no puede haber comparación posible entre la
industria propiedad del extranjero o la industria propiedad de los explotadores
que se desarrolle en Chile, para compararla con las industrias cubanas
propiedad de nuestro pueblo, que se construyen en Cuba. En Chile la industria es un instrumento de
explotación de los trabajadores; en Cuba la industria es un instrumento de
bienestar de los trabajadores (APLAUSOS).
Y nosotros, con relación a la industria, vamos a retar
a Frei a dos cosas. Primero: lo retamos a que
recupere los recursos naturales de Chile, a que nacionalice las industrias
yankis en Chile (APLAUSOS); en primer lugar.
En segundo lugar:
que convoque a un congreso obrero como este (APLAUSOS), que
convoque a los representantes de los trabajadores chilenos y les pregunte a los
trabajadores chilenos si prefieren una industria, unas minas de cobre, si
prefieren una economía en manos de los monopolios yankis o en manos de Chile;
que les pregunte a los trabajadores si quieren trabajar para los yankis o para
el pueblo chileno.
Cuando Frei se reúne con los demócratacristianos
—y puesto que el sector más progresista de los demócratacristianos,
puesto que los elementos más honrados y más progresistas del Partido Demócrata
Cristiano fueron prácticamente apartados y expulsados del Partido, que quedó en
manos de los elementos más reaccionarios—, Frei ha efectuado un congreso de
burgueses, un congreso de propietarios, no un congreso de trabajadores.
¡Hablar de obras públicas! Baste el hecho de que los trabajadores de la
construcción en nuestro país hoy pasan de 100 000, baste el hecho de que no hay
una sola libra de cemento sobrante en este país, baste el hecho de que nuestras
fábricas están a plena producción y no alcanzan, para contestar a esa
pregunta. No hay país, no hay ciudad,
pueblo, aldea de este país donde no se haya hecho una escuela, un dispensario o
un hospital, o una instalación industrial; no hay región del país —hasta en los
rincones más apartados— donde no se esté trabajando, donde no se esté
construyendo.
Chile produce más cemento que nosotros, Chile tenía
más fábricas de cemento y una capacidad de producción de cemento superior en
dos veces y media —según tengo entendido— de la capacidad de producción de
cemento de Cuba. Sin embargo, yo estoy
seguro de que en Chile no hay un número de obreros en la construcción similar
al de Cuba y que en Chile, comparativamente, no se está haciendo ni la mitad
del esfuerzo en la construcción que se está haciendo en Cuba, puesto que
nosotros construimos obras hidráulicas, enormes embarques, construimos
carreteras, construimos caminos, construimos obras de irrigación y de
drenaje. Y no es solo el esfuerzo que
estamos haciendo.
Nuestro país acaba de adquirir, acaba de adquirir —en
un convenio con una empresa comercial francesa— 900 buldóceres (APLAUSOS). Yo estoy seguro de una cosa: que 900 buldóceres no son solo más que todos
los que habían entrado en nuestro país en toda su historia, son posiblemente
más que todos los que tenga Chile en estos momentos (APLAUSOS).
Esos buldóceres, más 600
buldóceres aproximadamente que compraremos en la Unión Soviética, ascenderán a
1 500 buldóceres el número de los que se recibirán a partir del mes próximo de
septiembre de 1966 hasta el mes de diciembre de 1968.
Prácticamente todos los tractores CD-8 de la fábrica
Richard francesa, su producción de dos años, la hemos adquirido (APLAUSOS) para iniciar un programa de construcción de
70 000 kilómetros de caminos, la totalidad de las obras hidráulicas
potencialmente posibles en nuestro país y el aprovechamiento agrícola o
forestal de toda la superficie de nuestro país.
A pesar de la enorme cantidad de equipos agrícolas y
de construcción que han entrado en estos años, en los próximos dos años
solamente buldóceres entrarán 1 500 en nuestro país, independientemente de
camiones de volteo, motoniveladoras, cargadores frontales, grúas, cilindros y
todos los otros rubros de la construcción.
La verdad es que este señor Frei se ha metido en
“camisa de 11 varas” al retar al Gobierno Revolucionario a que diga qué es lo
que ha estado haciendo en materia de construcciones. Si el señor Frei quiere, pues que se dé un
viajecito por La Habana, se dé un viajecito por Cuba. Le prometemos que no lo vamos a chiflar, le
prometemos que no lo vamos a chiflar. ¡Y
no es que queramos ninguna relación con esa porquería de gobierno!
Para tener una idea de lo que esto significa,
esperamos alcanzar para 1975 una producción agrícola cuyo valor no será
inferior a 4 000 millones de pesos (APLAUSOS).
No quedará en este país una sola pulgada de tierra sin cultivar y sin
explotar, una sola pulgada; no quedará en este país una sola gota de agua sin
represar. Y no solamente aprovecharemos
el total de la superficie de nuestro país,
sino que lo aprovecharemos con las técnicas más modernas, con el máximo
de productividad, porque para algo estamos preparando esos 50 000 técnicos.
Naturalmente que tenemos que enfrentarnos a muchas
dificultades. Los yankis hacen lo
imposible por obstaculizar cada negociación que hacemos. La fábrica Richard fue presionada por los
yankis para que no hiciera la negociación.
Y hay que decir en honor de la Richard, dos
cosas. Primero: que sus equipos son incomparablemente
superiores a los equipos de la Carterpillar o la International yanki (APLAUSOS). Segundo: que no se dejaron coaccionar por las
presiones yankis.
También cuando una empresa francesa nos compró níquel,
los imperialistas yankis presionaron para deshacer la negociación, y no lo
pudieron lograr.
Constantemente cuando salen nuestros técnicos,
nuestros compradores a adquirir una fábrica, son incontables las dificultades
con que se encuentran. Si hay una
patente norteamericana en cualquiera de los procesos de la fábrica, ya eso es
un impedimento. Los norteamericanos
sabotean, prohiben que se venda una sola industria donde aparezca una patente
yanki. Y nosotros tenemos que luchar
contra esa interferencia de un país con los recursos económicos y los recursos
políticos de Estados Unidos.
Nosotros nos proponemos establecer una industria de
fertilizantes. ¿Y cuáles son nuestros
proyectos? Pensamos en la producción de
no menos de un millón de toneladas de fertilizantes nitrogenados para 1970 y 2
millones antes de 1975. Es decir que
nosotros produciremos los fertilizantes, y en estos próximos días sale una
comisión, presidida por el compañero que dirige el Banco Nacional de Cuba, para
contratar las fábricas de fertilizantes.
Esto no es un secreto (APLAUSOS).
Los imperialistas harán lo imposible por impedirlo y nosotros pensamos
que a pesar de todo el boicot y de todas las trabas, podremos comprar y
establecer las industrias de fertilizantes que necesitamos en nuestro
país.
Claro está que para lograr estas cosas nuestro país
tiene que hacer sacrificios.
A nosotros nos faltan muchas cosas, pero nuestra
política consiste en buscar soluciones definitivas.
En estos momentos los precios de algunos productos,
como el azúcar son muy bajos en el llamado Mercado Mundial. Sin embargo, ¿por qué hemos podido hacer esta
negociación?, ¿por qué hemos podido comprar 35 millones de pesos en equipos de
construcción? En primer lugar, por el
crédito que ya hoy disfruta nuestro país.
La primera compra de equipos a la Richard la hicimos cuando el
ciclón. Nos vendió 5 millones de pesos a
crédito. Apenas han transcurrido dos
años, dos años y esa misma fábrica nos vende 35 millones de pesos a crédito
(APLAUSOS).
¿Con qué pagaremos?
Con los incrementos de nuestra producción agrícola. Y esta es una cosa que también les quería
explicar hoya los trabajadores. Hay
alguna gente que dice que nosotros exportamos cosas de las cuales hay necesidad
aquí. Es verdad, ¡es verdad!
Nosotros, parte de los incrementos de la producción de
carne, por ejemplo, los exportamos. Es
decir, una parte del incremento va al consumo y otra parte del incremento va a
la exportación. ¿Acaso hacemos eso para
comprar automóviles? ¿Acaso hacemos eso
para comprar objetos de lujo? No. Una parte de los recursos que se han
invertido en la construcción de los 60 centros de acopio han salido de las
exportaciones esas de carne. Los
recursos que hay que invertir para echar a funcionar la Cuba-Nitro de Matanzas,
para producir decenas de miles de toneladas de nitrógeno, han salido de esos
recursos. Las inversiones que se han
hecho para mejorar la calidad y elevar la duración de los zapatos, han salido
de esos recursos. Los centros genéticos,
donde tenemos ejemplares ganaderos de los mejores del mundo; los equipos para
haber alcanzado la cifra de un millón de vacas en el programa de inseminación;
la fábrica de nitrógeno líquido, para poder aplicar el procedimiento del semen
congelado, han salido de esos recursos.
Prácticamente, cada centavo; las dos fábricas de helados Coppelia, que
se van a construir una en Oriente y otra en Camagüey, han salido de esos
recursos. La fábrica que se instalará el
año próximo (APLAUSOS), para producir 25 000 toneladas de pasta, es decir,
espaguetis, macarrones, pizas, pastas de alimentos
para niños, han salido de esos recursos.
Es decir que nosotros podíamos optar por consumir en
adición esa carne, que es una parte insignificante, pero tendríamos que
privarnos de todas esas cosas.
Este año hay un incremento de 300 000 quintales de
café. Pues bien, vamos a aumentar el
consumo solo en 100 000 quintales y vamos a exportar de 150 000 a 200 000
(APLAUSOS). ¿Por qué? Estos equipos, las entradas que hay que dar
las sacamos de ese café que se va a exportar. Ahora bien, ¿cuántas matas de café se están
sembrando? Millones de matas. ¿Cuántas matas de café se sembrarán entre
1967 y 1968? Doscientos cincuenta
millones de matas, ¡doscientos cincuenta millones de matas! (APLAUSOS.)
¿Cuál es la meta del café para 1970? Dos millones de quintales. ¿Cuál, en mi opinión, será la
producción? Será superior a los 2
millones.
Nosotros nos tenemos que abstener de poner el café por
la libre en 1966, en 1967. Todavía no
podremos ponerlo en 1968 completamente.
Pero en 1968 meteremos otro incremento en el consumo. En 1969, todo lo más en 1970, no solo
dispondremos del café para consumir el doble de lo que estamos consumiendo hoy,
es decir, más del doble, aproximadamente 1 400 000 quintales, sino que en 1970
podremos disponer de ingresos en divisas equivalentes a 40 millones de pesos
procedentes del café.
Para llevar a cabo el programa de siembra de café
hemos tenido que gastarnos cientos de miles de pesos en comprar bolsas de
polietileno, en comprar polivynil para hacer las
bolsas, aparte que hacemos aquí, en comprar semillas; es decir, que para
desarrollar y para crecer hay que hacer esos sacrificios. Para lograr el incremento del café hemos
tenido que comprar en Italia 30 000 toneladas de fertilizantes, más 40 000 de
producción nacional, 70 000. ¿Saben con
qué pagamos esos fertilizantes? Con
café.
Es decir que si queremos tener más café, y no solo más
café, sino los recursos para comprar los equipos que necesitamos, para una
solución definitiva, que es lo que nos interesa, solución definitiva de nuestro
problema, tenemos que hacer esos sacrificios.
Cuánto más no desearíamos nosotros que el café
estuviera por la libre, que todo estuviera por la libre aquí; cuánto más no
quisiéramos nosotros que existiera en este país una abundancia tal que
estuviéramos en el comunismo. Pero esa
abundancia no la vamos a lograr sino haciendo esto que estamos haciendo: adquiriendo medios
de producción para desarrollar nuestra economía.
Bien: para 35 millones de equipos tendremos
que pagar unos 7 millones de pesos al año.
Con los planes que estamos haciendo de café podríamos comprar 200
millones de pesos en equipos de construcción y pagarlos en cinco años, de 1970
a 1975 (APLAUSOS). Y, en realidad, si
estos 35 millones no nos alcanzan para llevar a cabo todos los planes... Y ustedes van por todas partes, y les piden
buldóceres; si van a obras públicas, en cualquier obra de construcción de
caminos, carreteras, piden buldóceres; si habla con los compañeros de Recursos
Hidráulicos, para hacer las represas piden buldóceres; si habla con los
compañeros de los planes de las montañas de café, piden buldóceres para los
caminos; si habla con los compañeros de la agricultura, piden buldóceres. Todo el mundo pide buldóceres. Y ahora esperamos que vamos
a tener todos los buldóceres que necesitamos.
¿De dónde sale eso?
De nuestros incrementos de producción.
Y para que los intrigantes y los laborantistas
no puedan estar con sus habladurías, digo aquí, explico, cuál es la política
que vamos a seguir con el café: incremento en 100 000 quintales del
consumo, exportación de lo que exceda a ese incremento del consumo en 100 000
quintales.
Y yo les pregunto a los trabajadores: ¿Vale o no la pena que nos privemos
estos años de tomar un poco más de café para hacer esto? (EXCLAMACIONES AFIRMATIVAS Y APLAUSOS.) Si queremos tener arroz, si queremos tener
granos, si queremos tener leche, si queremos tener todas las cosas que
necesitamos, hay que hacer esto. Esa no
es una política de desconsideración con el pueblo, esa no es una política de
olvido de las necesidades del pueblo.
Marchamos, compañeros trabajadores —y es lo que hay
que decirles a los compañeros en la base, es lo que hay que decirles a los
compañeros en la base—, marchamos en todos los órdenes hacia soluciones
definitivas, marchamos en todos los órdenes hacia soluciones definitivas. No andamos con politiquería, no andamos con
engaños, no andamos con demagogias, no andamos con miserias, no andamos con
cobardía. Gobernantes cobardes no harían
esto. Abandonarían esos planes, se
despreocuparían de todo, con tal de dar ahora un poquito más de esto y de lo
otro y de lo otro, sin importarles las soluciones definitivas. ¡Es nuestro deber!
Y por eso se ha luchado, y por eso han muerto muchos
cubanos. Han dado algo más que privarse
de un poco de café, ¡han dado su sangre, han dado su vida! (APLAUSOS.)
Y es lo que hay que decirles a los intrigantes, a los
“gusoides”...
los “gusanos”, dicho en términos médicos (RISAS).
El Gobierno Revolucionario está llevando planes
hidráulicos enormes; el Gobierno Revolucionario está llevando planes de
desbroce y de siembra de tierras enormes; el Gobierno Revolucionario tiene que
hacer 70 000 kilómetros de caminos para comunicar las poblaciones y abastecerlas;
tiene que hacer obras hidráulicas no solo para la agricultura sino para que
todas las poblaciones del país tengan agua.
Hay todavía que tumbar mucho marabú, mucho aroma, mucha manigua. Es un crimen pasar por un pedazo de tierra de
este país y que esté lleno de marabú.
Yo no sé cómo reaccionará cada cubano, pero si cada
cubano reacciona como reacciono yo... Yo
sufro cada vez que veo una caballería cubierta de marabú (APLAUSOS), donde se
puede sembrar algodón, donde se puede sembrar frijoles, donde se puede sembrar
viandas, donde se puede sembrar pastos para la producción de leche y de
carne.
Y creo que debemos tener esa actitud: de llevar a cabo los planes en serio y
en grande, sin que impliquen realmente grandes sacrificios para el pueblo.
Esto se puede hacer principalmente por el crédito que
tiene la Revolución, por la confianza que muchas empresas comerciales, aun de
países capitalistas en Europa, tienen en la Revolución.
Nuestro país no solo ha estado haciendo un esfuerzo en
la industria, en las construcciones, sino también en el transporte. Todo el pueblo sabe que la flota mercante de
Cuba se ha incrementado en más de un 500% desde el triunfo de la Revolución
(APLAUSOS), que nuestra flota mercante empieza a ser ya una flota mercante; que
la mayor parte del azúcar que se le vendió a Japón este año ha sido
transportada en barcos cubanos (APLAUSOS).
Todo el mundo sabe el número de barcos que ha ido adquiriendo nuestro
país y cómo desarrolla una verdadera flota mercante, que fue siempre una
aspiración de nuestro pueblo. No solo
desarrolla una flota mercante, desarrolla una considerable flota pesquera,
simultáneamente (APLAUSOS).
Pero, señores, donde dan ganas verdaderamente de reír
es cuando ese señor dice que estamos empezando a poner en práctica planes de
reforma agraria.
En primer lugar, ese señor Frei lleva dos años y no ha
hecho todavía ninguna reforma agraria; ese señor Frei que antes de hacer la
Reforma Agraria ya se puso de acuerdo con los latifundistas y les hizo una
serie de concesiones, ignora que aquí no se hizo una reforma agraria, sino una
revolución agraria (APLAUSOS). Y que
nosotros hemos hecho la transformación agraria más adelantada, más avanzada que
ha hecho ningún país en el mundo.
Gracias al hecho de que nos salimos del “manualito” y no repartimos la
“tierrita”. Porque repartir la tierra,
en otra época, hubiera podido ser un acierto en determinados países; repartirla
en este país habría sido una estupidez, habría sido crear el minifundio.
Nosotros, la tierra que estaba repartida, bien: liberamos a los
campesinos de la renta, les hemos dado crédito, trabajamos con ellos. Pero la tierra que no estaba repartida, la
convertimos en empresa que tiene el mismo status que la fábrica.
Gracias a eso es que podemos hacer planes de azúcar de
10 millones, gracias a eso es que podemos hacer planes de desarrollo de la
ganadería de hasta 8 millones de vacas en este país, gracias a eso podemos
proponernos los más ambiciosos planes agrícolas.
La tierra dividida —el minifundio— ya ustedes saben lo
que es. Aunque la tierra no sirva, el
agricultor allí trata de producir frijoles, plátano, arroz, maíz, ganado, caña,
todo. ¿Se imaginan los antiguos latifundios
cañeros divididos?
Dos millones de toneladas de azúcar, porque hubiera
empezado todo el mundo a sembrar para el autoabastecimiento.
Ese campesino habría tenido asegurada la comida, pero,
¿habría producido toda la leche que necesitan los obreros industriales, toda la
carne, todos los alimentos? No.
En el minifundio, ¿se puede fertilizar con avión? No, porque fertilizan al guajiro allí. ¿Se puede fumigar con avión? No, porque fumigan al guajiro allí. ¿Se puede aplicar el regadío? No, porque inunda al guajiro con su casa
allí. ¿Se puede resolver el problema con
40 000 técnicos? No, porque necesita
convertir en un técnico universitario casi a cada guajiro.
No es que el guajiro no pueda cooperar. Nuestra experiencia nos enseña que con el
pequeño agricultor se puede trabajar. En
el café estamos trabajando con más de 30 000 pequeños agricultores
fertilizando, aplicando las técnicas, muy bien.
Ahora, indiscutiblemente, si queremos regar urea en
avión a una plantación de café no lo podemos hacer, allí tiene que ir el hombre
a mano a aplicarla. En una plantación de
las que está haciendo el Estado, de café sin sombra en grandes áreas, se puede
aplicar el avión para la fumigación, para los riegos de determinados
fertilizantes, infinidad de cosas se pueden hacer.
Bien, pero el pequeño agricultor está ahí, ha trabajado
y hasta cierto nivel se puede tecnificar y ayuda a la economía del país. Lo que estaba repartido se quedó repartido,
pero la tierra no la repartimos.
¿Saben por qué?
Porque no hicimos lo del “manualito”.
El “manualito” habría aconsejado el reparto, en primer lugar, y después
asociar al campesino en cooperativas, por las buenas, o por las malas si no
quiere por las buenas. Y eso no fue lo
que hicimos nosotros.
Más del 70% de las tierras de este país están
organizadas en granjas del pueblo. Por lo
tanto, señor Frei, no es que hayamos hecho una reforma agraria, ni la estamos
empezando a hacer, ¡hemos realizado la revolución agraria más profunda que ha
hecho ningún país en los tiempos modernos!
(APLAUSOS.)
El señor Frei dice que estamos empezando a poner en
práctica los planes de educación. No,
señor Frei, no es que estemos empezando a poner en práctica; es que es ya
miles, decenas de miles de obreros analfabetos han pasado el sexto grado
(APLAUSOS); miles de obreros que se están matriculando en las universidades; 12
000 obreros estudiando en los tecnológicos, en cuyo nombre habló aquí un
estudiante hoy; 1 300 000 niños en escuelas; 30 000 estudiantes universitarios;
tres ciudades universitarias se están construyendo, tres, independientemente de
las decenas de edificios que hemos dedicado a albergue de estudiantes.
Creemos, sin falsa jactancia, y sin falso orgullo, sin
vanidad, que nuestro país es tanto el esfuerzo que ha hecho en la educación,
que eso lo reconoce la UNESCO, que es el país donde se ha puesto el más grande
esfuerzo en materia educacional en los tiempos modernos.
Nuestros becarios pasan ya de 150 000, llegarán a 200
000 a principios del próximo año, y continuarán aumentando. Junto con este programa de desarrollo
económico para el año 1975, pensamos tener un millón de estudiantes
becarios. Esos son nuestros
caminos.
Los servicios que nuestro país ha ido recibiendo, de
tipo colectivo, son incalculables. En
materia de viviendas no solo se rebajó prácticamente la mitad de los alquileres,
una gran parte de las familias ya no pagan alquiler. Y es nuestro propósito proponer en el Consejo
de Ministros una ley para que a más tardar en 1970 ya nadie pague alquiler en
nuestro país (APLAUSOS).
Como ustedes saben, la Ley de Reforma Urbana había
establecido plazos hasta de 20 años. Es
verdad que las casas anteriores a 1940 eran más viejas, pero muchos obreros no
tenían culpa, muchas familias, de que vivían en una casa que la construyeron en
1950.
En definitiva, creemos que de acuerdo con el
desarrollo que lleva nuestra agricultura, para el año 1970 los ingresos
provenientes de otros renglones de la economía; por ejemplo, del desarrollo de
la industria láctea, pensamos tener para 1970, 21 fábricas de helados Coppelia,
procesando, produciendo aproximadamente 100 000 galones diarios de helados, y
aunque en el interior se va a vender un poquito más barato, las recaudaciones
serán muy grandes.
Y nosotros nos preguntamos, ¿qué crea este cobro de
alquiler? Pues una serie de trabajos, de
papeles, de burocracia. Y nosotros
creemos que podemos obtener todos esos ingresos perfectamente bien con el
desarrollo de determinados renglones de la economía.
Recaudamos, pero indiscutiblemente en vez de estar
pagando un alquiler y no recibir nada, una familia se come 100 bolas de helado,
o 150 (APLAUSOS), y entonces se recauda prácticamente igual. Claro que esto requiere un esfuerzo. En vez de tener mujeres llenando papeles, mujeres
produciendo helados y distribuyéndolos y vendiéndolos. Y un papel no se come, y el helado se come
(APLAUSOS). Con una política de precios
en la cerveza, en helados, en todo eso, se puede recaudar enormemente,
prácticamente lo mismo. Todos esos renglones
se van a desarrollar bárbaramente.
La política que se sigue es una: cosa indispensable, si es necesario
gratuita, o a precio de costo. Los
libros a los estudiantes se los regalamos, los libros los vamos a poner muy
baratos todos en este país a aquellos a quienes no se los regalemos. La cerveza ya dije que era cara. Ya es suficiente, no hay que subirla más,
nadie se asuste; pero recaudamos.
Y todas estas cosas tienen que ver con las ideas que
nosotros tenemos acerca de cómo se debe construir el socialismo en un país y el
comunismo; la jerarquización de los productos, la importancia que cada producto
tiene.
Una medicina puede costar 100 pesos, pero usted no va
a dejar que se muera nadie por no ponerle la medicina esa, o porque no tiene
los 100 pesos. En cambio, un individuo
se puede quedar sin cerveza, si quiere no la toma, si quiere compra libros, si
quiere sí la toma, toma la cerveza pero contribuye al círculo infantil, o al
plan de construcción de viviendas, a cualquier otra cosa (APLAUSOS). Porque realmente creemos que en el socialismo
las mercancías no deben venderse por su costo de producción, sino por la
función social que llenan.
Todas las mercancías no pueden tener el mismo valor
para la sociedad. Hay cosas que son
vitales, esenciales, y hay cosas que no lo son, y lo son o no, en la
jerarquización y en la distribución, de acuerdo con una escala de valores
sociales, no de valores económicos, porque ustedes no pueden nunca comparar
unos tipos de mercancías con otros. Y,
por lo tanto, dentro de la sociedad socialista debe ser otro factor el que
determine los precios, no el costo, sino la función social de cada una de las
mercancías que el hombre sea capaz de producir.
Lo otro todavía en nuestra modesta opinión tiene mucho de reminiscencias
capitalistas.
De todas formas, si estoy equivocado, si con estas
ideas voy a hundir la república, espero que me sustituyan y pongan a otro, eso
no es problema, no hay que tener miedo (APLAUSOS). No hay que tener miedo, yo no tengo miedo a
la discusión cuando llegue la hora, pero no discusión académica, hay que ir al
fondo de los problemas.
Yo creo que el eje de los problemas no está entre los
estímulos materiales ni morales, el eje es la técnica; es que la técnica
permite una elevada productividad a un obrero medio. En dos palabras, el ejemplo del avión: un piloto medio riega
más fertilizantes que 200 obreros de vanguardia. Ese es el problema. Y tenemos que pensar en resolver los
problemas con obreros medios.
En el trabajo, mientras más riguroso es físicamente,
mientras más artesanal, mientras más bruto, más importancia tiene la
correlación entre el salario y el esfuerzo.
Pero cuando un hombre ya está en un equipo eléctrico apretando un botón,
y si no aprieta el botón se aburre, entonces a ese hombre usted le puede exigir
que apriete ese botón para lo cual no hace ningún esfuerzo, y no tiene que
estar creando otro tipo de estimulo, porque la sociedad no va a estar formando
técnicos, hombres, aliviando el trabajo del hombre, elevando la productividad,
para que vaya a crear un hombre que se guíe por los mismos criterios que el
hombre capitalista.
Pero dije —no estoy cumpliendo lo que dije—, dije que
no iba a hablar de estos problemas, porque no quería —decía— hacer una opinión
previa, no quiero hacer una opinión previa sobre estos problemas. Hay compañeros que tienen otras ideas, yo
respeto sus ideas, las discutiremos. Y
lo digo con toda sinceridad, con todo respeto, no quisiera opiniones previas,
las ideas deben prevalecer de acuerdo con la fuerza que tienen (APLAUSOS).
Me he metido a explicar esto por culpa de que he
hablado del helado Coppelia y del alquiler de las casas y de la cuestión entre
las grandes obras sociales de la Revolución.
Es decir, que en materia de viviendas la política se encamina hacia la
supresión del pago de los alquileres.
Seremos también el primer país.
En materia no ya solo de educación y de reforma
agraria, es revolución educacional, revolución agraria, en materia de salud
pública, el desarrollo que han tenido los servicios de salud pública ha situado
a nuestro país en el primer país entre los países de América Latina.
La Revolución en medio del bloqueo, en medio de la
inexperiencia de los primeros años, ha resuelto problemas muy serios, ha hecho
esfuerzos muy serios en el campo de la economía, en la agricultura
principalmente, en la industria, en el transporte, en los cambios
estructurales, en la agricultura —la reforma agraria—, la reforma urbana, en la
distribución, en la educación, en la salud.
Los imperialistas calumnian, y esas calumnias las
repiten los corifeos como Frei. Al señor
Frei le hicimos nosotros un reto cuando lo eligieron con el dinero de los
yankis en parte, con el dinero de los fascistas de Alemania Occidental. Ese señor Frei, que le gusta “coquetear”
ahora y realiza ciertas maniobras “coqueteriles” para
presentarse como un país independiente, un gobierno independiente, ese señor,
fue electo primero mediante la más grande campaña de calumnias, de mentiras, de
terror, al pueblo, ese señor fue electo con un derroche enorme de dinero yanki
y de dinero de Alemania Occidental, y no ha hecho nada, absolutamente nada, ni
hará nada, absolutamente nada, eso se puede asegurar.
Aunque el juego está prohibido por la Revolución, ahí
se puede apostar lo que quiera puesto que no es un juego de azar, eso es seguro
(APLAUSOS).
Este señor pasará sin gloria, sin honra; detrás de él
dejará la Revolución. El va a dejar la
Revolución, pero no con él, sino detrás de él.
Frei ayudará a la revolución de Chile de la misma manera que Batista
ayudó a la de Cuba; Frei ayudará a la revolución de Chile de la misma medida
que después del fraude, después del engaño, después de la desilusión del pueblo
vendrá la revolución.
Nosotros, decía, que no habríamos querido hablar de
esto con este señor fracasado, frustrado, cobarde. No se puede discutir con él, porque cuando
uno esgrime una razón dice que he insultado a Chile toda la prensa
reaccionaria.
Pero este “democratísimo” y
“cristianísimo” de Frei es tan socarrón que a través de una empresa del Estado,
no solamente ha derramado sangre de obreros —como en el caso de las Minas de El
Salvador—, sino que recientemente los periodistas chilenos y la prensa se quejó
porque Frei está comprando con una empresa todos los periódicos, está comprando
y monopolizando, mediante la compra, los periódicos.
Nosotros no andamos con esa hipocresía, nosotros aquí
intervenimos y confiscamos los periódicos burgueses, y no decimos que aquí hay
libertad de prensa burguesa, aquí hay libertad de prensa proletaria, los
burgueses no tienen libertad de prensa (APLAUSOS).
Frei compra los periódicos, es el fariseo. Quiere monopolizar la prensa, pero no se
atreve a intervenirla ni a confiscarla, sino que la compra. Y ahora mismo hay un escándalo en Chile.
El gobierno de Frei es un gobierno fracasado, pactado
con el imperialismo, instrumento de la contrarrevolución, que tiene la
desvergüenza de pronunciar la palabra “revolución”.
Frei es revolucionario, igual que lo fue Luis XVI en
Francia, igual que lo fue Kerensky en Rusia. En ese sentido Frei es revolucionario, porque
detrás de estos gobiernos, como el de Castello
Branco, el de —este gorila nuevo, ¿cómo se llama?, han pasado tantos por ahí
que uno no se acuerda—, Onganía, Stroessner,
Barrientos.
Después de esos señores viene la revolución. En ese sentido, esos señores son
revolucionarios, porque crean las condiciones que propician la revolución. En ese sentido, Batista también era
revolucionario (APLAUSOS).
Estos señores ya no engañan a nadie, ya no engañan a
nadie.
Hemos tenido que polemizar con este individuo —más que
polemizar, intercambiar unos cuantos argumentos, frases.
Cuando dicen algo, dice que lo insultan. Hay que decir que en esta lucha de principios
muchos chilenos se han solidarizado, es decir, más bien han expuesto con
claridad la verdad al pueblo chileno y han rechazado las imputaciones de Frei y
su camarilla de que insultamos a Chile, de que insultamos al pueblo.
Hay que decir que son numerosos los chilenos, como la
Asociación de Chilenos Revolucionarios residentes en Cuba (APLAUSOS), que de manera
consecuente y partiendo de una política de principios, han estado
desenmascarando al reformismo burgués —representado por Frei— a través de Radio
Habana Cuba. Hay que expresar nuestro
agradecimiento al Partido Socialista Chileno (APLAUSOS), porque sin titubeos,
sin vacilación alguna, le salió al paso a las campañas calumniosas de Frei y
comparsas; sin miedo al chovinismo.
Posición igualmente diáfana ha tenido el Movimiento
Demócrata Rebelde, es decir, el ala izquierda de la Democracia Cristiana, que
se ha separado, que se ha enfrentado al ala derecha dentro del Partido
Demócrata Cristiano, también con posiciones de principio y están contribuyendo
a desenmascarar a Frei ante el continente y en el propio Chile.
Posición igualmente clara y firme han tenido numerosos
militantes de la izquierda en general, en Chile. Posición diáfana, firme, de rechazo a las
calumnias de Frei.
Un llamado —y tal vez él crea, incluso tal vez lo sea—
comunista... ¿cómo se llama? Creo
que Millás, estuvo aquí invitado, discrepó. ¡Muy bien!, dijo toda una serie de cosas, se
puso bravísimo con el discurso del 26 de Julio, se sintió aludido. ¿Qué culpa tenemos nosotros de que se sienta
aludido?
“A quien le venga bien el sayo, que se lo ponga.” Nosotros no creemos que se gana
nada enfrascándose en polémicas con las organizaciones de izquierda, en
general. No todas son iguales, no todos
los partidos son exactamente iguales; algunos son más fuertes, algunos son más
consecuentes, otros lo son menos. Pero,
en fin, no creemos que se gane nada enfrascándose en pugnas de este tipo.
Nosotros expusimos nuestra posición el 26 de Julio, el
señor Millás, o Millas, coincidiendo con el señor
Frei —y qué lejos llegamos por ese camino— se sintió con el derecho a increpar
con ácidas palabras nuestros pronunciamientos.
¡Allá él! Y no son los únicos en
Chile, los únicos elementos seudorrevolucionarios,
hay otros que también se han lanzado con una serie de diatribas, dicen que
desde posiciones revolucionarias. Ya
discutiremos y ya a su debido tiempo arreglaremos cuentas con esos farsantes
también.
El Partido Comunista de Chile no ha hecho ninguna
declaración solidarizándose con las declaraciones de Millás. Ha participado en los actos de solidaridad y
de defensa de la Revolución Cubana, ha hecho pronunciamientos solidarios con
motivo del 26 de Julio y en nuestra opinión no ha adoptado ninguna actitud
beligerante contra nosotros.
¿Tenemos que coincidir necesariamente todos los
partidos? No. Nosotros no podemos obligar a nadie que piense
como nosotros, pero nadie nos puede obligar a nosotros que pensemos como otros
que creemos que están equivocados.
¿Quiénes harán la revolución en América Latina? ¿Quiénes?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡El pueblo!”) El pueblo,
los revolucionarios, con partido o sin partido (APLAUSOS). Me acusan de hereje; dícese que soy un hereje
en el terreno del marxismo-leninismo. ¡Hum!, esto hace gracia porque organizaciones llamadas
“marxistas”, que se llevan como el perro y el gato y se disputan la verdad
revolucionaria, nos imputan a nosotros que queremos aplicar mecánicamente la
fórmula de Cuba. Nos imputan que
desconocemos el papel del Partido, nos imputan que somos herejes dentro del
campo del marxismo-leninismo. ¡Suerte
que Marx, Engels y Lenin no se vieron en esa situación porque seguro que los
habrían acusado de herejes, seguro!
Nosotros no negamos la importancia del Partido, la
organización, el movimiento, o como se llame.
Pero un partido no es partido por llamarse “partido”. Un partido no es marxista-leninista porque
haya inscrito en el registro de la propiedad el nombre de
“marxista-leninista”. Un partido no es
marxista-leninista porque dice que cree en las ideas del marxismo-leninismo.
Para hacer la revolución hace falta un partido o una
organización marxista-leninista, una organización revolucionaria.
Señores, si hay un partido marxista-leninista que se
sabe de memoria todos los pasajes de la dialéctica de la historia y de El Capital y todo lo que ha escrito
Marx, Engels y Lenin, y “no dispara un chícharo”, como se diría en el lenguaje
vulgar, criollísimo (RISAS). ¿Los otros
están obligados a no hacer la revolución?
¿Los que quieren hacer la revolución no se pueden constituir en
organización, en Partido?
Nuestra política es de amplia relación con todas las
organizaciones de izquierda, y de frente amplio, consecuente con nuestra
Declaración de La Habana, la II Declaración de La Habana.
Creemos que la revolución la harán los obreros, los
campesinos, los intelectuales progresistas.
Un frente amplio dirigido por una vanguardia revolucionaria
marxista-leninista. Sí, llámese o no se
llame partido, señores (APLAUSOS).
Y la esencia está en la esencia y no en el
frasco. Usted puede llenar un frasco de
agua, y aunque sea un frasco muy bonito de perfume, el frasco no hace el
perfume; en todo caso, el perfume hace al frasco. Usted puede llenar una botella de cerveza con
agua de colonia y será una botella de agua de colonia.
Y es curioso, es curioso. Nuestro respeto a todos los partidos, a todas
las organizaciones, a todos. Algunos nos
han defendido. Hay que decir que, por
ejemplo, el Partido Comunista de Uruguay, unido con el Frente de Izquierda, nos
ha defendido mucho, de una manera consecuente.
Nosotros estamos muy reconocidos, muy agradecidos al Partido Comunista
de Uruguay. Se ha lanzado a la calle, ha
defendido a Cuba frente al rompimiento, frente a los bloqueos, frente a todo
(APLAUSOS).
Pero, desde luego, nosotros no pertenecemos a ninguna
secta, nosotros no pertenecemos a ninguna masonería internacional, nosotros no
pertenecemos a ninguna iglesia. Somos
herejes, somos herejes, bien, que nos llamen los herejes.
Pero bueno, para qué perder el tiempo. Yo creo que la historia tendrá que decir la
última palabra sobre toda esta etapa.
Habrá revolución que la dirijan los partidos llamados
marxista-leninistas o los partidos comunistas.
¡Magnífico, maravilloso, formidable!
Nosotros estamos dispuestos a hacernos 10 críticas y a vestirnos de
penitencia los años que nos queden de nuestras vidas por herejes (RISAS) y que
nos condenen, que nos critiquen, que nos anatematicen.
Pero si hay revolución, hágala quien la haga,
¡magnífico! Lo importante es que haya
revolución, y nosotros creemos que habrá revolución. Lo decimos porque lo creemos, porque estamos
seguros de eso (APLAUSOS).
Si ustedes supieran, en los corrillos revolucionarios
del mundo los sin criterios —porque aquí hay que hablar, los que tienen
criterio y los que no tienen criterio—, los sin criterios todos han coincidido
en estas contra nosotros. Se tiran de
los pelos, se dicen horrores los “sin criterios”. En cambio, nosotros somos pequeño-burgueses,
subjetivos. En muchas capitales de
países socialistas —no voy a mencionar, aunque el no mencionar siempre trae
consecuencias, porque muchas veces se creen aludidos los que no son y así por
el estilo (RISAS); pero, bueno, yo no voy a hablar de capitales; yo voy a
hablar de un espécimen— hay un espécimen de revolucionario sin criterio que
pulula por distintas capitales. Está
allí donde le dan albergue y la comida y donde pueden pasar el tiempo
charlataneando.
Es una maravilla.
Nosotros tenemos todos los documentos.
Algún día los recogeremos y los publicaremos. Hay que divertirse oyendo a esos catedráticos
de revolución. Cómo nos despellejan,
cómo tratan a estos pobres herejes que somos nosotros que cometemos el delito,
entre otros, de estar haciendo una revolución socialista aquí sin claudicación
y sin concesiones en ningún terreno, y mucho menos en el terreno ideológico, al
imperialismo yanki. Y ese espécimen es
de latinoamericanos que hacen revolución desde Europa o desde Asia.
Algunos, aparentemente, piensan desarrollar la guerra
revolucionaria por telepatía (RISAS); sin criterios y nos echan con el
rayo.
(DEL PUBLICO LE PREGUNTAN: “¿Qué es eso?”)
No, no, no vamos a entrar en detalles. Tiempo al tiempo. Todos los papelitos los estamos agarrando,
todos, y ya ajustaremos cuentas teóricas con todos esos señores.
En su oportunidad, vamos a sentarnos en la puerta de
nuestras casas para ver pasar el cadáver de los sin criterios, el cadáver
político. Esos pasarán y no dejarán ni
rastro, ni rastro en la historia (APLAUSOS).
Llámesenos, si se quiere, los herejes. Qué importa.
Pero si a todos los revolucionarios siempre los han tratado igual. Todo el que no coincide ciento por ciento,
que tiene un criterio propio, una idea y la defiende, siempre ha tenido esos
problemas.
Pero bien: lo importante no es eso. Qué importa que digan unos y digan otros, y
se hablen boberías; lo importante es que el imperialismo se vaya al
diablo. Y el imperialismo se irá al
diablo. De eso se está encargando el
pueblo heroico de Viet Nam, de eso se encargarán los heroicos pueblos oprimidos
(APLAUSOS), de eso se encargarán no los farsantes, no los seudorrevolucionarios,
sino los combatientes, los pueblos en su lucha contra el imperialismo, en su
lucha por la liberación (APLAUSOS). De
eso estamos seguros. No importa la
charlatanería, si eso no impedirá la caída del imperialismo. No importa los sateloides,
no importa los sin criterios, si los pueblos —sin que nada ni nadie se los
pueda impedir— harán la revolución.
Y a nosotros que nos llamen pequeño-burgueses, que nos
llamen subjetivistas, que nos llamen herejes.
Qué importa. Lo que importa es
que los pueblos ganarán su batalla; lo que importa, al fin y al cabo, es que
los hechos nos den la razón, que la historia nos dé la razón. Esos señores no nos preocupan. Con ellos ajustaremos oportunamente cuentas
teóricas, mientras tanto estamos haciendo algo que vale mucho más, algo que
merece respeto, ¡y es una revolución verdadera!
(APLAUSOS.) Esta Revolución a 90
millas de Estados Unidos sin claudicación, sin vacilación y dispuestos a llegar
hasta el final, es decir, dispuestos a llegar hasta el comunismo.
Construimos el socialismo y el comunismo y
triunfaremos. De eso no tenemos la menor
duda, de eso no tiene la menor duda ningún revolucionario cubano, de eso no
tienen duda nuestros trabajadores, nuestros obreros, nuestros estudiantes,
nuestros campesinos, la joven generación que crece revolucionaria y optimista,
educada en un profundo espíritu revolucionario, educada en un profundo espíritu
internacionalista.
Y esa posición de Cuba, esa posición que se ha ganado
nuestro pueblo con su dignidad y nuestra lucha, es reconocida por los
movimientos revolucionarios, es reconocida por los pueblos; esa autoridad y ese
prestigio de la Revolución Cubana se demostró en la Conferencia Tricontinental
(APLAUSOS), se demostró en el Congreso Latinoamericano de Estudiantes
(APLAUSOS), se ha demostrado en cada circunstancia, en cada evento
internacional. No importa los que
detracten nuestra Revolución, lo que nos importa es la solidaridad de los
verdaderos revolucionarios, la solidaridad de los que luchan y combaten contra
el imperialismo. Eso es lo que nos
importa, los pueblos que luchan, la lucha de esos pueblos, la victoria de esos
pueblos.
Nosotros no solo defendemos en el campo de la teoría
nuestras ideas, sino que las llevamos a la práctica en el campo de los hechos,
y con nuestros éxitos, nuestros avances.
Algún día, objetivamente, a nuestros detractores: burgueses, imperialistas y seudorrevolucionarios, no les quedará más remedio que bajar
la cabeza, porque los pueblos sabrán reconocer que hemos cumplido con nuestro
deber.
Hoy podemos hablar así. Este lenguaje lo entiende el pueblo, este
lenguaje lo entienden nuestros trabajadores, este lenguaje lo entienden
nuestros militantes revolucionarios (APLAUSOS).
¡Cuánto nos hemos superado todos! ¡Cuánto hemos avanzado en el largo camino de
la Revolución! Sé que estas palabras van
dirigidas a lo más selecto de nuestra masa obrera, a los que aquí representan a
más de un millón de trabajadores organizados (APLAUSOS), a los trabajadores
ejemplares, a los vanguardias, a los que por la confianza despertada en sus
compañeros, a los que por su mérito han tenido el honor de representar a los
trabajadores en este congreso. Y
nosotros, con una fe inconmovible en nuestro pueblo y en nuestros trabajadores,
sabemos que ustedes serán portadores de estas ideas, que ustedes serán
portadores de estos puntos de vista revolucionarios, que ustedes serán
portadores de este mensaje a nuestra clase obrera.
¡Viva la clase obrera cubana! (APLAUSOS.)
¡Viva la CTC Revolucionaria! (APLAUSOS.)
¡Viva el XII Congreso!
(APLAUSOS.)
¡Viva el internacionalismo proletario! (APLAUSOS.)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION.)