DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA INAUGURACION DE LAS OBRAS DE SAN
ANDRES DE CAIGUANABO, PINAR DEL RIO, EL 28 DE ENERO DE 1967.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros del
Partido y del Gobierno;
Vecinos de San
Andrés;
Alumnos del
primer internado de San Andrés:
Con verdadera satisfacción nos reunimos esta noche en
un acto que tiene para todos nosotros una gran importancia.
Muchos pensarán que los vecinos de San Andrés tienen
motivos para sentirse contentos en el día de hoy; pero no son solo los vecinos
de San Andrés. Todos nosotros tenemos
motivos para sentirnos esta noche tan contentos como cualquier vecino de San
Andrés.
Los de San Andrés ven en esta noche una etapa del
vertiginoso desarrollo de esta región, pero nosotros vemos también en esta obra
de San Andrés, en este desarrollo de San Andrés, la obra de la Revolución y la
idea de lo que habrá de ser en el futuro nuestra patria.
San Andrés es una avanzada. San Andrés será, aproximadamente dentro de un
año —en lo que a la situación social se refiere, sobre todo en la educación—, lo
que aspiramos que sea una gran parte del país, y si fuera posible todo el país,
para 1975.
San Andrés es el primero de los tres planes pilotos
que se están llevando a cabo, es decir, el primero que ya puede presentar una
parte del plan realizada. Porque aquí
esta noche ya quedan inaugurados el primer internado de 300 alumnos y cinco
círculos infantiles, aparte de otra serie de obras en el pueblo, de un programa
que deberá comprender otra escuela igual que esta, tres escuelas más pequeñas
que esta —de 150 alumnos—, y cinco círculos infantiles más.
Si los compañeros del Ministerio de la Construcción
mantienen durante este año de 1967 el magnífico ritmo de trabajo con que
realizaron estas primeras obras, no tenemos dudas de que para fines de este
año —ya en lo que a San Andrés se
refiere— el plan estará completamente terminado. Por esto, es justo que se reconozca el
esfuerzo que los compañeros del MICONS, y sobre todo los del MICONS de la
provincia de Pinar del Río, han hecho (APLAUSOS), puesto que esta escuela se ha
construido en seis meses solamente; hace seis meses aquí no había nada, hace
seis meses aquí lo que había era manigua y un terreno bastante inundado. Tampoco había ningún círculo. Hace seis meses prácticamente estaban
terminando de ubicarse cada uno de los sitios donde iban las distintas escuelas
y los distintos círculos, y trabajaban afanosamente los compañeros, los
arquitectos, haciendo los proyectos.
Porque en este caso cada escuela se ha ido ubicando de
acuerdo con la distribución de la población y buscando siempre los sitios más
saludables, los sitios más adecuados, que a la vez quedasen próximos a las
familias cuyos hijos van a ir a esos círculos o a esas escuelas. Y nuestros arquitectos y proyectistas
vinieron a cada uno de los sitios. Junto
con ellos trabajó también un equipo de compañeros que han estado
responsabilizados, en general, con este plan.
Pero hay que decir que todo el mundo ¡todo el mundo!,
le ha prestado una gran cooperación al plan de San Andrés. La prestaron los compañeros del Partido en la
provincia, la prestaron los compañeros del ejército, la prestaron los
compañeros técnicos, la prestaron los compañeros del Ministerio de
Educación. Es decir que este es un
ejemplo de un plan en que se ha coordinado de una manera feliz y que ha podido
contar con el entusiasmo de todo el mundo, ¡y por eso ha avanzado como ha
avanzado!
Este plan empezó a concebirse prácticamente hace un
año. Y en un año se han hecho ya todas
las plantaciones de café en terraza, hay más de un millón de matas de café
sembradas con una técnica nueva en terraza para proteger la tierra de la
erosión. El café marcha en magníficas
condiciones, está limpio. En los viveros
de café trabajaron cientos de mujeres de esta región, prepararon los viveros. En la plantación de este café trabajaron
cientos de compañeros de la juventud comunista de la provincia y de distintas
partes, trabajaron cientos de compañeros del ejército; en el esfuerzo de
cumplir las metas en la fecha indicada se hicieron grandes movilizaciones. Y gracias a eso, pues, el plan de siembra de
café se realizó cabalmente. Y el café
está creciendo a enorme velocidad, sembrado con toda la técnica. Y no solo eso: se le van a hacer las aplicaciones
óptimas de fertilizante; y algo más: se
van a aplicar otras técnicas más nuevas todavía, que consiste en la aplicación
de hormonas de crecimiento a ese café.
Es decir que los vecinos de esta región y todos
nosotros vamos a poder observar un fenómeno nuevo también, porque se suponía
que una mata crecía cuando la sembraban, la cuidaban, la cultivaban, le
limpiaban la hierba, la regaban o le llovía y se fertilizaba; pero hay una cosa
nueva: vamos a acelerar el proceso de
crecimiento de esas plantas. En ese
sentido se va a convertir también en un plan piloto, y al millón y tantas matas
de café se les van a aplicar hormonas de crecimiento, y posiblemente ya para el
año que viene haya bastante café que recoger en esas plantaciones
(APLAUSOS). Deberemos esperar por los
resultados, como les decía anteriormente es de carácter experimental, pero los
resultados que obtengamos aquí podrán ser aplicados a otras plantaciones e
incluso a otros cultivos.
Volviendo al tema de las escuelas, les decía que si se
mantiene este ritmo y este entusiasmo con que se ha trabajado este año, ya para
fines de este año deberán estar las instalaciones todas terminadas, de manera
que toda la población infantil, todos los niños desde un mes de nacidos hasta
el último año de secundaria básica tendrán sus instituciones correspondientes. Es decir que toda la población, todos los
niños de esta región, que son aproximadamente 2 000, tendrán sus
correspondientes círculos infantiles, sus correspondientes escuelas primarias
de uno a tercer grados y sus correspondientes escuelas de un nivel más alto, es
decir, desde cuarto grado hasta el último año de secundaria. Va a ser el primer lugar del país
también. Le seguirán en orden: Gran Tierra, en la
provincia de Oriente; y Banao, en la provincia de Las Villas. No llevan un ritmo todavía tan rápido como
esta región, pero ya esta estará convertida en un verdadero plan piloto de un
interés extraordinario.
Es de un interés extraordinario, porque posiblemente —posiblemente—
un plan de esta índole, de esta característica, no se haya puesto en práctica
nunca en ningún otro país, y no se haya puesto en práctica con las
características que va a tener este plan.
Posiblemente seamos el primer país del mundo en llevar a cabo un programa
de educación de esta magnitud, de esta calidad, y aspiramos a que lo que
estamos haciendo aquí en San Andrés podamos hacerlo en todo el país.
Las instalaciones son de magnífica calidad. Hay que felicitar a los compañeros
arquitectos que trabajaron en estas instalaciones; con una gran cantidad de
luz, con una gran cantidad de ventilación, no se pueden concebir instalaciones
más saludables que esas instalaciones.
Al igual que los círculos infantiles, donde tienen el área de los
lactantes, el área de los que ya son un poquito mayores, áreas bajo techo y
áreas al aire libre, donde podrán moverse con entera libertad.
Se han escogido para dirigir esta escuela y para
enseñar en esta escuela, jóvenes maestros y profesores formados enteramente en
estos años de Revolución. Posiblemente el promedio de edad, sumando la edad de
todos los compañeros que van a estar en la dirección, en la administración y en
la enseñanza de esta escuela —que comprende profesores de secundaria básica,
maestros de primaria, profesores de educación física y técnicos agrícolas—,
sumando la edad de todos ellos no pase de 18 años el promedio.
Es posible que nunca un plantel de enseñanza haya
contado con un personal docente y de dirección tan joven como el personal que
va a dirigir esta escuela; graduados de nuestros institutos pedagógicos;
graduados de nuestros institutos tecnológicos, otros del Instituto de Educación
Física y Deportes, otros.
Es decir que hubo calidad en la selección y en la
formación de ese personal docente. Hay
juventud, hay entusiasmo, y tenemos por eso derecho a sentirnos optimistas
acerca del éxito de la enseñanza que se va a impartir en esta escuela. Igualmente en los círculos infantiles van a
trabajar compañeras de esta región, vecinas de esta región, que fueron
preparadas en los correspondientes cursillos para atender a los niños. Y algo más: al frente de cada círculo estará una
maestra graduada en el Instituto Pedagógico ”Makarenko”. También en los círculos infantiles, tanto las
instalaciones como las condiciones ambientales, las condiciones higiénicas como
el personal que atenderá a los niños, tendrá una gran calidad, y podemos
esperar de ellos un trabajo óptimo con los niños.
En estas escuelas lo más importante, sin embargo, no
será la calidad de las instalaciones, sino la concepción de esta escuela. Sin dudas de ninguna clase que todos nosotros
hemos visto muchas escuelas en nuestros campos; antes de la Revolución no había
muchas, había algunas escuelas en los campos.
Ciertamente que una gran parte de la población escolar infantil de los
campos no tenía escuela o no tenía maestros; con la Revolución vinieron, en
primer lugar, los maestros, y siempre que fue posible se construyó alguna
escuelita. Pero, en definitiva, se llevó
el maestro para todos los niños del campo.
Cualquiera habría dicho que eso era un gran triunfo, cualquiera habría
dicho que eso era un gran avance, porque siempre en nuestros campos estaba el
clamor de las familias pidiendo escuelas, pidiendo maestros; y cuando llegaba
un maestro había júbilo, cuando se organizaba una escuela había alegría. Y para cualquier país en este continente
recibir un maestro, recibir una escuela habría sido siempre motivo de
alegría.
Nosotros hemos logrado eso, pero, sin embargo,
¿podemos satisfacernos con eso? ¿Qué es
eso, si tenemos algo por lo cual suspiró nuestro pueblo: todos los lugares con escuela, todos
los lugares con maestros? Pero, a pesar
de tener eso, ¿qué es esa escuelita?
¡Cuántas veces no vemos las escuelitas aisladas, pobrecitas!; muchas
veces no son escuelas, son bohíos, y llegan los muchachos, vienen de más
distancia, de menos distancia, mejor alimentados o peor alimentados, y están en
la escuela unas cuantas horas. Cuando
había una sola jornada estaban cuatro o cinco horas. ¿Qué hacían los muchachos el resto del
día? Ahora van a la escuela y regresan a
la casa y almuerzan, y en algunas ocasiones regresan también por la tarde. Pero sin dudas que los muchachos disponían de
mucho tiempo para andar por la libre sin que nadie fiscalizara qué hacían,
dedicados a qué. Un muchacho con su
imaginación inventa todas las cosas habidas y por haber: buenas y malas. Y muchas veces se le ocurren las malas
primero que las buenas. Como una forma
de entretenerse, de matar el tiempo, los muchachos —sin lugares donde hacer
deportes, sin condiciones ni facilidades para sentarse a leer un libro, sin
tener los libros al alcance de su mano porque supondría tener una biblioteca en
cada casa, sin tener campos deportivos— emplean el tiempo como mejor les
parece.
Y es precisamente en esas horas extra-escolares donde
se adquieren muchos malos hábitos, donde se adquieren muchos vicios, donde los
muchachos se desvían, y donde en realidad no van a desarrollar ni su
inteligencia, en definitiva ni sus facultades mentales, ni sus facultades
físicas.
Con este sistema y con esta concepción la vida de los
niños desde que tienen un mes de edad, en dos palabras, desde que transcurre el
período que en la Legislación Social se conoce como el período de la maternidad
obrera, es decir, cuando ya la madre pueda reintegrarse al trabajo, ya desde
ese momento, podrá ir el niño al círculo.
Y la vida de todos los niños estará perfectamente
organizada, estará perfectamente atendida.
Irán a los círculos por la mañana —bien temprano— y regresarán a sus
casas al atardecer. Y cuando ya tiene
edad para ir al primer grado, entonces su vida entera estará organizada
alrededor de la escuela. Allí tendrán
los estudios, los campos deportivos, la alimentación. Irán los lunes y regresarán los viernes, y
tal vez los sábados.
Porque, naturalmente, podría también plantearse qué
será mejor: que
se vayan ya desde el viernes para la casa, o por el contrario se dedique el
sábado a actividades deportivas en general en la escuela (APLAUSOS), y ya el
sábado al mediodía van a la casa. Y
significa que podrán disponer también los maestros y profesores de tiempo libre: la mitad del sábado
y el domingo completo.
Nosotros no tenemos la menor duda de que los muchachos
van a estar ansiosos siempre de que llegue el lunes para ir a la escuela,
porque en la escuela tendrán todas las facilidades, todas las instalaciones,
tendrán su vida perfectamente organizada de una manera agradable, de una manera
atractiva.
Es decir que ya no habrá esas horas para matar el
tiempo, ya no habrá esas oportunidades para que los muchachos se descarríen y
adquieran malos hábitos de ningún tipo.
Y constantemente, bajo la dirección de personal altamente calificado,
serán educados mentalmente, físicamente, socialmente; irán adquiriendo los
mejores hábitos que una sociedad le puede dar al ser humano, los mejores
sentimientos, los mejores conceptos.
Allí a esa escuela irán a ser preparados para la vida.
Si nos preguntamos el por qué tantos conflictos en el
ser humano, si nos preguntamos por qué tantas querellas, tantos sufrimientos,
tantas mortificaciones, si nos preguntamos por qué tantos se dedican a
amargarle la vida a tantos, la respuesta será sin dudas que el ser humano no ha
sido preparado para vivir, que no se le ha enseñado a vivir socialmente, no se
le ha enseñado a vivir con relación a los demás, no se le ha preparado para la
vida, para su vida en la sociedad humana.
Naturalmente que esto no podía ser de ninguna forma
donde el modo de obtener el alimento, el modo de obtener los medios de vida era
un modo aislado, primitivo y egoísta.
Por eso ocurrían todas esas cosas, que aquí esta noche veíamos
magníficamente acerca de la historia de los campesinos, de la historia de los
mayorales, de los terratenientes, de los guardia-rurales; la historia del
campesino con la mujer, kilómetros y kilómetros, sin saber además a qué
hospital la llevaba, cuanto le costaba, con qué pagaba eso, sin comunicaciones
de ninguna clase, a quién sabe cuántos kilómetros de distancia, sin dinero,
pagando la tercera parte o la mitad de lo que cosechaba todos los años al
terrateniente; de manera que miles de familias trabajaban para una
familia.
Es lógico que en aquellas condiciones no podía haber
nada que se pareciera a esto; es lógico que en aquellas condiciones no se podía
pensar siquiera en educar al hombre para vivir en la sociedad. Porque en aquellas condiciones los hombres
trataban no de vivir sino de sobrevivir.
Y no los enseñaba nadie a sobrevivir, sino que cada individuo trataba
por sí mismo de sobrevivir a su manera, o de cualquier manera, porque se
trataba sencillamente de sobrevivir. Y
para sobrevivir hacían lo que les venía a su mente. Muchos sin haber podido ir a una escuela, sin
haber aprendido a leer ni escribir, tenían que arreglárselas como pudieran en
medio de las condiciones más desventajosas, más difíciles. Si un hombre va a vivir en una sociedad, es
necesario saber primero para qué sociedad se va a preparar a ese hombre. Y lógicamente en una sociedad en que rija la
ley del más fuerte, del más astuto, del más vivo; en una sociedad donde
prevaleciera el individualismo, el egoísmo y cada hombre abandonado a su
suerte, no se podía enseñar a nadie a vivir.
Se puede aspirar a establecer una educación para la
vida en una sociedad fundada en otras bases muy distintas, muy diferentes. No se podía predicar el sentido de la
confraternidad humana donde condición indispensable para vivir era quitarle
algo a los demás, fastidiar a los demás, reventar a los demás; se puede
desarrollar el sentido de la fraternidad humana, de la solidaridad humana en su
más vasto alcance, en una sociedad que tenga por base y solo pueda tener por
base la solidaridad y la fraternidad entre los seres humanos, donde los seres
humanos se ayudan unos a otros, donde los hombres juntan sus fuerzas para crear
la riqueza, donde los hombres juntan sus fuerzas para explotar los recursos de
la naturaleza: la tierra, el agua; donde
los hombres juntan sus fuerzas para aplicar la técnica, para aplicar la
inteligencia, para aplicar las máquinas, para lograr todo esto. Porque todo esto que luce hermoso, esa misma
escuela, terminada, bellamente terminada, iluminada, ha requerido el esfuerzo
de muchos hombres: el
esfuerzo de los que producen el cemento en las fábricas de cemento, el esfuerzo
de los que producen las cabillas, el esfuerzo de los que talan árboles en los
bosques para producir madera, el esfuerzo de los obreros del transporte, el
esfuerzo de los técnicos, el esfuerzo de los constructores de caminos, el
esfuerzo de los obreros electricistas.
Cosas bellas puede crear el hombre, pero hay que
preguntarse cómo puede crearlas. Cosas
bellas como esa escuela, como esos círculos, como esa carretera, como aquel
parque, como aquel restaurante, como aquella tienda, aquel centro comercial,
como ese almacén de tabaco, como las obras que se continuarán haciendo, como la
obra hidráulica que habrá que hacer aquí para aprovechar el agua, para disponer
de regadío, para obtener cosechas más altas.
Obras como estas, muchas, de extraordinaria utilidad para todos, se
pueden hacer; pero hay que preguntarse cómo pueden hacerse. Y no se podrían hacer sino en virtud del
esfuerzo unido de los hombres.
Busca la Revolución que el esfuerzo unido de los
hombres pueda crear riquezas, pueda crear maravillas para el hombre; busca que
los creadores de riqueza puedan crear esa riqueza para sí mismos; busca que el
pueblo pueda crear maravillas, no para otros, sino para sí. Y aquí esta obra que tenemos delante es un
buen ejemplo de cómo puede crear el pueblo maravillas para sí (APLAUSOS).
Han creado nuestros obreros, con sus brazos, con sus
energías, con su inteligencia, obras que habrán de servir para el bienestar y
la felicidad de muchos, obras que habrán de servir para llevar la alegría y la
satisfacción a todos. Porque no quedará una
sola familia en este valle de San Andrés de Caiguanabo,
no quedará una sola familia, sin recibir la alegría de ver algo que se ha hecho
para todos (APLAUSOS); no quedará una sola familia sin tener la felicidad de
ver a su hijo o a su hija, en alguno de estos centros, crecer felices y
educados, pero educarse con un sentido de profunda solidaridad y
confraternidad, educarse en ese nuevo concepto; no quedará una sola
familia.
Y esa es la Revolución. Y eso es lo que quiere decir Revolución, eso
es lo que quiere decir nuestra Revolución:
eso de que todos, todos absolutamente, puedan beneficiarse; que todos
puedan recibir los frutos de su trabajo, es decir, todos, el fruto del trabajo
de todos.
Y cuando se cosechen los primeros granos de café,
tendremos que pensar en las mujeres que llevaron la semillita al germinador,
que trasplantaron las primeras semillitas a las bolsas, que las atendieron;
habrá que pensar en los jóvenes comunistas y los soldados que lo plantaron;
habrá que pensar en los obreros que han mantenido limpia esa plantación; habrá
que pensar en el esfuerzo de muchos creando riquezas para muchos.
Nuestra consigna en una sociedad nueva ha de ser la de
crear cuantas riquezas sean capaces de crear los brazos del hombre y la
inteligencia del hombre, para beneficio de todos. No preguntar siquiera si uno ha de tomar del
café de aquella planta que sembró, sino que alguien habrá de tomar el café de
esa planta y que tal vez tomemos el café de la planta que otro está sembrando;
o cuando comamos el pan que ha sido producido con los brazos de otro... Trabajaremos para nosotros mismos,
trabajaremos para todos, y podremos crear todo lo que tengamos voluntad de
crear, todo lo que tengamos necesidad de crear.
Y estos niños recibirán una cultura amplia, una
instrucción amplia; recibirán una capacitación y aprenderán a amar el estudio y
el trabajo. Estas escuelas no serán como
las escuelas adonde iban en el pasado una minoría de hijos de familias ricas,
sin el menor concepto del trabajo; porque, además, ¿para qué necesitaban
conceptos del trabajo? Si en aquella
sociedad el trabajo lo realizaban los pobres, si en aquella sociedad los ricos
no conocían el trabajo; ni necesitaban conocer el trabajo, porque otros trabajaban
para ellos. Se educarán los niños en el
concepto del trabajo desde la más temprana edad. Y si están en primer grado y tienen seis
años, aprenderán a cultivar aunque sea una lechuga, y aprenderán cómo se
produce una lechuga, y aprenderán, además, qué hermoso es producir una
lechuga. Aprenderán tal vez a regar una
plantita, o aprenderán a regar el jardín, creando un ambiente más alegre. Harán lo que puedan, pero será necesario,
desde que empiecen a tener uso de razón, que empiecen a tener idea también de
cómo se producen los bienes materiales, cómo se aplica la técnica para producir
muchos bienes materiales. Deberán
empezar a tener una idea de que, además, los bienes materiales no caen del
cielo, que hay que producirlos con el trabajo.
Pero, además, adquirirán el concepto más digno del trabajo; no el
trabajo como algo despreciable, no el trabajo como un sacrificio, sino el
trabajo —incluso— como un placer, el
trabajo como algo agradable, lo más agradable, lo más hermoso que el hombre
puede y debe hacer; el concepto del trabajo ni siquiera como un deber, sino
como una necesidad moral, como una forma de invertir el tiempo dignamente,
útilmente.
Y por lo demás, el hombre irá —con la ayuda de las
máquinas y de la técnica— liberándose cada vez más del trabajo en su sentido de
esfuerzo físico bruto. Y aquí mismo en
San Andrés, donde hay o había más de 1 000 bueyes, toda la tierra se preparaba
con yuntas de bueyes. ¿Qué significaba
eso? Que todos los años había que
roturar la tierra; que cientos de padres de familia tenían que enyugar los
bueyes bien temprano, enganchar el arado y, yendo detrás de la yunta de buey,
romper y preparar las tierras. Y
realmente ese trabajo es duro. Cuando un
hombre tiene que ir llevando el arado tras de una yunta de buey son no dos
bueyes, sino tres bueyes arando la tierra (APLAUSOS), porque él tiene que ir
haciendo tanto esfuerzo como cualquiera de los bueyes.
Y así tenían nuestros campesinos en este valle —y
todavía lo tienen que hacer así en muchos lugares— que romper todos los años la
tierra de esa forma.
Al llegar aquí no recuerdo si fueron 19 ó 20
tractores, inmediatamente desapareció esa necesidad de tener que romper la
tierra con bueyes; desapareció incluso la necesidad de tener más de 1 000
bueyes. De todas maneras algún trabajito
hay que hacer siempre con el buey, sobre todo en el tabaco; pero ya no es el
trabajo de romper la tierra, es el trabajo de realizar algún cultivo en el
tabaco con el buey, menos duro; y, además, una parte insignificante, comparado
con todo el trabajo que había que hacer sin tractores. Sobrarán casi 1 000 bueyes porque podrán los
campesinos con muchos menos bueyes hacer ese poco de trabajo que hacían
anteriormente; y en vez de bueyes podrán tener vacas, vacas que producirán
leche y que producirán carne, en la misma superficie donde antes pastaban los
bueyes, que eran animales de trabajo que no podían sacrificarse y, por tanto,
no podían producir carne, que no producían leche.
Y por tanto al introducir la técnica, es decir, las
máquinas, se liberan todos los trabajadores de ese esfuerzo físico tremendo que
tenían que hacer todos los años y, además, liberan tierra donde pueden tener
cientos de vacas para producir todos los días miles de litros de leche.
Porque aquí todo este plan de desarrollo social, de
desarrollo educacional, irá acompañado del desarrollo económico, irá acompañado
del desarrollo técnico, del desarrollo agrícola, de manera que en este mismo
valle en los años venideros se estará produciendo tres veces, cuatro veces o
cinco veces más de lo que se estaba produciendo.
No tenemos que tener ningún temor de que vaya a faltar
alimento para los muchachos que van a estar en esas escuelas, porque aquí en
esta misma región la producción agrícola será tres, o cuatro, o cinco veces
mayor; pero no será así solo aquí: aspiramos a que sea así en todo el
resto del país.
Los niños y los jóvenes no solo recibirán una
educación esmerada en instalaciones magníficas, sino que recibirán una
alimentación óptima, recibirán una dieta balanceada, consumirán las cantidades
máximas de alimentos que necesiten en frutas, en leche, en vegetales, en fin,
en todos los alimentos. Nos interesa
también ver cuáles son los efectos, en esos niños, de una vida higiénica,
saludable, de la práctica de la educación física y el deporte, de una alimentación
óptima; lo que significa que ya todos los niños recibirán en esas instituciones
la ropa, los zapatos y la alimentación en la escuela, y la recibirán
gratuitamente, gratuitamente (APLAUSOS).
¿Es esto acaso algo de poca importancia? ¿Es algo de poca trascendencia? No.
Esto tiene que ver mucho con toda una serie de concepciones; tiene que
ver mucho con la concepción general de la forma en que nosotros queremos edificar
el socialismo y de la forma en que nosotros queremos edificar el comunismo.
Antes los terratenientes, los Cortina, los mayorales,
la guardia rural, le venían a decir al campesino: “¿Socialismo? ¡Eso es terrible! ¿Comunismo?
¡Más terrible todavía:
te lo quieren comunizar todo!, incluso te quieren comunizar la
mujer”, decían los guardias rurales, los esbirros, los mayorales y los
terratenientes; y los que querían realmente
“comunizar las mujeres” —como decía el Manifiesto de Carlos Marx— eran
precisamente ellos, porque ellos, si podían, comunizaban las mujeres de los
demás; comunizaban, si podían, a la hija de un campesino, y si podían
arrebatarle la mujer se la arrebataban.
Eran ellos, que querían traer a la mente de los campesinos esas cosas
absurdas, esas mentiras, esas fantasías.
El socialismo y el comunismo no tenían nada que ver
con las mujeres como si fuesen una propiedad, como si fuesen un instrumento de
trabajo —que en ese concepto la tenían los capitalistas. Lo que ha hecho el socialismo con la mujer es
brindarle oportunidad de educar a sus hijos, brindarle oportunidad de trabajar,
liberarlas para siempre de la terrible necesidad de tener un día que
convertirse en una prostituta para vivir, o en la necesidad de tener que
trabajar para los ricos en sus casas como un modo de vivir. Lo que ha hecho es dignificar a la mujer y
darle un lugar de honor dentro de la sociedad.
Lo que ha hecho es preocuparse de que sus hijos no se les mueran de
enfermedad o de hambre, de que no permanezcan ignorantes sin aprender ni a
escribir su nombre. Los terratenientes,
los burgueses, los esbirros, los mayorales, los politiqueros, inventaban un
fantasma.
A la vuelta de pocos años cuánto ha podido aprender el
pueblo para responder:
“No. No era lo que tú
decías. ¡Es esto que estamos viendo hoy
con nuestros propios ojos! (APLAUSOS) ¡Son estas escuelas, estas carreteras, estos
hospitales, son estos niños uniformados, con un magnífico porvenir por
delante! ¡Es esta alegría, es esta
posibilidad de poder incluso ver aquí a los campeones nacionales participando
aquí en una competencia, en un campeonato!” —porque es que antes en los campos
ni siquiera los peloteros podía el pueblo verlos en las competencias; todo
concentrado en la capital.
Hoy pueden tener esa visión, tienen la idea real. Pero, ¿cómo se marcha adelante? ¿Cómo se sigue avanzando por ese camino del
socialismo y del comunismo, que es el camino que ofrece a la sociedad la mayor
suma de felicidad, la mayor suma de satisfacciones, la mayor suma de
bienes? Entonces hay los que piensan que
si les damos gratis todos estos servicios ahora a los campesinos, los
campesinos se volverán holgazanes, se volverán vagos, que no trabajarán. Hay quienes creen que para que el hombre
tenga que trabajar y trabaje debe sentir el látigo de la tremenda necesidad, el
látigo de la miseria, el látigo del temor, para trabajar.
Las ideas revolucionarias se pondrán a prueba
verdaderamente en este plan.
Es cierto que el hombre en el pasado trabajaba
instigado por la miseria, por la necesidad, por el temor. Si usted visitaba una casa de un campesino y
le preguntaba qué pensaba hacer con aquel cochinito, lo más probable era que le
respondiera: “Ese
lo estoy cebando por si me enfermo o si se me enferma alguien de la familia,
para pagar el médico o para comprar medicinas.” Porque en lo primero que pensaba
cuando criaba un animal no era en consumirlo, sino en ese terrible momento en
que la enfermedad toca a las puertas —y verdaderamente que tocaba a las puertas
con bastante frecuencia—, para no pasar por la angustia de tener que ir loma
abajo, como decían aquí, llevando a la mujer o al hijo en una parihuela, sin un
centavo en el bolsillo, sin saber a qué médico ver ni con qué demonios pagar
una medicina; luego trabajaba pensando en ese momento. Otros pensaban: “para comprarles un día unos zapatos a
los hijos, o la ropa”. Y, sobre todo,
trabajaban —como decían los campesinos y los obreros— ”para
darles de comer a mis hijos”.
¿Qué significa esa respuesta que daban siempre todo
obrero y todo campesino cuando les preguntaban para qué trabajaban? Ese obrero y ese campesino nunca decían: “Trabajo para mí,
trabajo para vestirme, calzarme, para comer, para hartarme.” ¡No! No había uno solo que no respondiera: “Trabajo para dar
de comer a mis hijos, para dar de comer a mi familia.” ¿Qué significa
esto? —repito. Significa que históricamente, desde que el
hombre es hombre hasta hoy, el hombre ha trabajado fundamentalmente para
sostener a su familia, para evitar que sus hijos y sus seres queridos se
murieran de hambre. Y esa ha sido tal
vez la fuerza que más ha presionado al hombre a trabajar, porque había incluso
a quienes podía importarles menos pasar hambre, pero que no podían soportar la
idea de que sus hijos pasaran hambre. Y
como los hijos dependían enteramente del trabajo del padre, ese sentimiento
llevaba a los hombres a esforzarse a trabajar duramente, a veces haciendo
inmensos sacrificios. ¡Cuántos casos no
hemos conocido de mujeres que se quedaron viudas con tres o cuatro hijos, cinco
hijos, y realizaron enormes esfuerzos lavando y planchando para alimentar y
para educar a los hijos!
Sin embargo, nos encontramos con que ahora todos los
niños, todos, tendrán su círculo infantil, un alimento de primera calidad, su
ropa, sus zapatos, y tendrán su escuela; de repente ya ningún trabajador,
ningún campesino de esta región tiene sobre sus hombros la presión de que ha de
trabajar para darles comida a sus hijos.
Y yo les quiero preguntar a ustedes, les quiero
preguntar a los campesinos, les quiero preguntar a Emilio y a todos los que son
como Emilio, a Apolinar y a todos los que son como Apolinar —el caso de Apolinar que
tiene 23 hijos, ¡veintitrés!, y dice que nueve van para estas escuelas; imagino
que son nueve nada más porque los demás ya son hombres y mujeres—, les quiero
preguntar de corazón si piensan ustedes, trabajadores, hombres acostumbrados al
trabajo, hombres que aman el trabajo, si es cierto que al desaparecer esa
necesidad —al desaparecer como desapareció la necesidad de criar el puerquito
para pagarle al médico o para comprar la medicina—, al desaparecer la necesidad
de tener dinero para pagarle un maestro, o mandar un día al muchacho a estudiar
si puede al pueblecito, o que aprenda un oficio; al desaparecer la necesidad
esa de tener que comprar la ropa y los zapatos y la necesidad de alimentarlo,
si por esa razón los hombres y mujeres de San Andrés de Caiguanabo
se volverán perezosos, se volverán holgazanes.
¿Será verdad acaso que la producción disminuya aquí en
San Andrés de Caiguanabo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Ahora que el hombre ya no tiene esas cargas,
que el hombre y la mujer ya no tienen esas angustias; ahora que no viven en esa
incertidumbre, en ese sufrimiento, que tienen el médico allí y el transporte
allí, y no tendrán que andar 28 kilómetros en camilla, y tienen la escuela y lo
tienen todo; liberado el hombre de esos sufrimientos, de esos temores, de esas
presiones, ¿se volverá por ello peor el hombre?
¿O no es acaso más razonable pensar que se volverá mejor? ¿Trabajará con más desgano? ¿O no es acaso razonable pensar que trabajará
con más entusiasmo, con más alegría?
¿Trabajará menos, puesto que ya el dinero no tiene tanta importancia
para él, puesto que el dinero le importaba, sobre todo, para que no se murieran
de hambre los hijos, y ahora que está seguro de que no se les mueren de hambre
los hijos, de que el dinero le puede servir para otras cosas, pero ya no para
esas cosas que antes lo apremiaban tanto?
¿Por ello dejarán de producir los campesinos del Valle de San Andrés de Caiguanabo?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”)
¿Cómo pensar que tendremos menos producción si, junto
a las escuelas, junto a los círculos infantiles, vienen las máquinas, viene la
técnica, viene la fertilización, viene el regadío, vienen las variedades de
semillas mejores, las razas de ganado más adecuadas? ¿Cómo pensar que se va a producir menos
cuando precisamente con las máquinas ya no habrá que hacer aquel esfuerzo tan
rudo, tan riguroso, como el que se hacía antes?
¿Cómo vamos a producir menos si, trabajando la mitad en intensidad,
podremos producir tres o cuatro veces más con las máquinas y con la
técnica? ¿Es razonable pensar que San
Andrés de Caiguanabo deje de producir, o vaya a
producir menos riquezas, menos alimentos, menos productos; o que, por el
contrario, es posible hacer todo esto, liberar al trabajador de esa carga que
lo agobiaba, de esas presiones que lo obligaban en el pasado y, además,
producir tres veces, cuatro veces más?
¿Qué creemos nosotros?
Que con está concepción en San Andrés se producirá más, que con esta
concepción y con la técnica se dispondrá incluso de más fuerza de trabajo. Porque si ya las mujeres no tienen que estar
cocinando para atender cinco o seis hijos, si no tienen que estar en una batea
lavándoles la ropa a todos esos muchachos...
Porque ¿cuántas horas invierten las mujeres en la batea —saquen un día
la cuenta— lavando la ropa de los niños?
Y si es como en el caso de Apolinar,
¡imagínense! ¡Lavar la ropa de 15 en la
casa, en una batea! Si han llegado unas
máquinas eléctricas que lavan ellas solas, que planchan, ¡cuántas miles de
horas de trabajo liberaremos a la mujer de la batea! Entonces podrá incorporarse, ayudar a su
compañero en la recogida del tabaco, en la recogida del café, en cualquiera de
las múltiples actividades que pueden realizar y realizan magníficamente bien
las mujeres.
Pero además, los alumnos mayores, los alumnos de los
internados de 300, que ya estarán más fuertes, y cada día más fuertes como
consecuencia de la educación física y de la alimentación, podrán participar de
la recogida de café.
Podrán también participar en la producción, al lavar
las máquinas, al sustituir la batea por la máquina de lavar, al sustituir el
calderito en la casa por las ollas esas que son capaces de cocinar para 100 ó
200. Liberaremos a las mujeres de miles
y miles de horas de trabajo en eso, liberaremos mucha más fuerza de
trabajo.
Y con más fuerza de trabajo, y con más técnica, y con
más entusiasmo —porque ahora todo el mundo tendrá una razón más para trabajar,
todo el mundo tendrá un estimulo más para trabajar, todo el mundo sentirá una
felicidad mayor para trabajar— nosotros creemos que ocurrirá no la reducción de
la producción, nosotros creemos, nosotros nos atrevemos a asegurar que con el
plan que se está llevando a cabo —el estudio parcela por parcela— lograremos
tres veces, cuatro veces o cinco veces más producción de la que se lograba
antes en San Andrés de Caiguanabo (APLAUSOS).
Los reaccionarios desconfían del hombre, desconfían
del ser humano; piensan que el ser humano es todavía algo así como una bestia,
que solo se mueve azotado por el látigo; piensan que solo es capaz de hacer
cosas nobles movido por un interés exclusivamente egoísta. El revolucionario tiene un concepto mucho más
elevado del hombre, ve al hombre no como una bestia, considera al hombre capaz
de formas superiores de vida, de formas superiores de conducta, formas
superiores de estímulos; el revolucionario cree en el hombre, cree en los seres
humanos. Y si no se cree en el ser
humano no se es revolucionario.
Y aquí, aquí se pondrán a prueba estas ideas; aquí en
San Andrés, en Banao, en Gran Tierra, y en nuestra patria toda. Y en el mundo estas ideas se debaten, estas
ideas que podemos llamar revolucionarias o reaccionarias, acerca de cómo se
construye el socialismo, acerca de cómo se construye el comunismo. Y en muchas partes las ideas reaccionarias
toman fuerza, las ideas reaccionarias ganan terreno; la fe en el hombre se
pierde. En nuestra patria las ideas
revolucionarias ganan fuerza, la fe en el ser humano se acrecienta.
Nosotros, que nos consideramos revolucionarios y que
esperamos confiados en que no seremos nosotros mismos quienes nos juzguemos,
sino que el tiempo nos dará la razón, sabemos, estamos conscientes de que en un
mundo donde muchas ideas reaccionarias ganan fuerza —entiéndase bien— aun bajo supuestas banderas
revolucionarias, aun esgrimiendo la terminología marxista-leninista, nosotros
nos adentramos enarbolando ideas revolucionarias. Pero no enarbolando sino creyendo
profundamente en esas ideas, creyendo profundamente en el ser humano. Y nos lanzamos por este camino. Habrá en el mundo muchos que nos deseen el
fracaso, habrá en el mundo muchos que prefieran el fracaso de los más
revolucionarios antes que la confesión de que ellos no eran realmente
revolucionarios (APLAUSOS).
Nosotros aquí nos adentraremos profundamente en el
estudio del hombre, nos adentraremos profundamente en la ciencia de la
formación, de la educación del hombre.
Estos centros serán, sin duda, los lugares del mundo
donde incluso la pedagogía se pondrá a prueba.
Y se pondrá a prueba si la pedagogía existe o no existe; se pondrá a
prueba si la sociedad es capaz de educar o no a sus miembros, si es capaz de
despertar en los hombres una conciencia superior, sentimientos superiores. Por eso aquí, todos los que se interesen por
la pedagogía tendrán que venir a San Andrés para ver qué ocurre en San Andrés,
cómo transcurren las cosas en San Andrés, cómo se forma la mente, la
inteligencia, cómo se forma la conciencia, cómo se educa no solo recibiendo una
cultura y una instrucción, sino una capacitación para la vida a esos jóvenes, a
esos niños.
Posiblemente nunca un grupo tan joven de profesores y
maestros haya tenido sobre sus hombros una responsabilidad tan grande, un deber
tan sagrado de esmerarse. Porque nunca
como en estas circunstancias determinadas ideas se van a poner a prueba, nunca
un grupo de militantes revolucionarios habrá tenido la responsabilidad que
tienen los compañeros del Partido en San Andrés de Caiguanabo
—porque aquí, en el campo de la producción, se van a poner a prueba ideas
fundamentales—; nunca posiblemente una comunidad humana va a jugar en el campo
de la teoría revolucionaria, de las ideas revolucionarias, de las concepciones
revolucionarias, el papel que va a jugar esta población, los hombres y mujeres
de este valle de San Andrés de Caiguanabo (APLAUSOS);
porque se van a poner a prueba ideas fundamentales.
Y lo primero cuando se quiere obtener el éxito, cuando
se quiere alcanzar una meta, es tener una idea clara, una conciencia clara de
esa meta. El método de masa, el lograr
que toda la población se sienta ejército de esa idea; el lograr que cada
hombre, y cada mujer, y cada maestro, y cada joven, y cada niño, se sienta
guardián de esa idea, abanderado de esa idea, soldado de esa idea, es necesario
cuando se quiere alcanzar un gran objetivo (APLAUSOS).
Y los que defendemos esas ideas, los que creemos en
esas ideas, los que creemos en el ser humano, no tenemos dudas del resultado,
no tenemos dudas de que se probará la justicia de nuestros puntos de vista, y
no esperamos ningún fracaso. Llevaremos
a cabo este plan nuevo, revolucionario.
Incontables beneficios recibirán todos los niños, y con ellos las
familias. Desaparecerán de esta
comunidad aquellos medios de presión que obligaban al hombre a ser buey y a
trabajar como buey; y, sin embargo, el hombre, dejando de ser buey para ser
hombre, humanizándose el trabajo, producirá aquí tres veces, cuatro veces o
cinco veces más de lo que antes se producía.
Y triunfar aquí significa que triunfaremos en los
demás sitios del país. Triunfar en este
valle significará triunfar en todos los valles de esta provincia, significará
triunfar en todos los campos de nuestra patria.
Porque hombres y mujeres como ustedes son los que viven en los demás
sitios, hombres y mujeres como ustedes son los que viven en los campos de Las
Villas, de Oriente, de Camagüey, de Matanzas, de La Habana. Y siguiendo métodos correctos, despertando el
entusiasmo de las familias, trabajando con las masas, despertando su
conciencia, su entusiasmo, si triunfamos aquí, triunfaremos a lo largo y ancho
de la isla; si nuestras ideas salen victoriosas aquí, saldrán victoriosas a lo
largo y ancho de la isla (APLAUSOS).
Ustedes son hoy, en el más cabal sentido de la
palabra, los abanderados. Serán la
vanguardia, hombres y mujeres de San Andrés de Caiguanabo,
jóvenes, niños.
Este plan que aquí se inicia, este plan tiene esa
importancia. En manos de ustedes está
llevar a la victoria las ideas que este plan entraña. En manos de ustedes está la bandera. Ustedes son la vanguardia, y el resto de sus
hermanos, trabajadores de nuestros campos, estarán atentos a lo que aquí
ocurra. Todos estaremos atentos. Los que nos interesamos por el hombre, los
que nos interesamos por el ser humano, los que creemos en el ser humano, los
que nos interesamos por las ideas revolucionarias, los que queremos para el
hombre una vida mejor, una sociedad mejor, una vida más feliz, estaremos
atentos de lo que aquí ocurra. Y seguro
absolutamente de que ustedes están conscientes de esto, no tengo ningún temor
de afirmar que tendremos éxito, no tengo ningún temor de afirmar que nuestros
conceptos, nuestras ideas triunfarán.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)