DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL INSTITUTO TECNOLOGICO OBRERO DE
SUELOS, FERTILIZANTES y
ALIMENTACION DEL GANADO “RUBEN MARTINEZ VILLENA”, EL 30 DE ENERO DE 1967
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros y
compañeras de los institutos tecnológicos agropecuarios (APLAUSOS):
Hace algunas semanas, cuando nos reunimos en la
escalinata universitaria con motivo de la graduación de los primeros alumnos de
este plan, les explicaba cómo en nuestra concepción era absolutamente
imprescindible la combinación del trabajo y del estudio.
Les explicaba el tipo de técnicos que deseábamos
formar. Les explicaba también la idea
perspectiva de cuando decenas de miles, y aun cientos de miles de ciudadanos
—ciudadanos, por supuesto jóvenes—hayan adquirido el dominio de la técnica; y
cómo cuando ese instante se presentara en nuestra sociedad, el trabajo manual e
intelectual de todos los hombres y mujeres capaces de producir en nuestro país
sería una realidad.
Les explicaba que en estos años es una necesidad
económica la incorporación de los jóvenes todos, de los estudiantes todos, a la
producción; que en años venideros no sería una necesidad económica, puesto que
con el incremento de la productividad del trabajo a través de las máquinas no
serían necesarias estas movilizaciones masivas, mas cuando ese instante llegara
y no existiera una necesidad puramente económica, habría una necesidad
pedagógica de incorporar a los estudiantes a las actividades de trabajo físico
productivo.
En estos años prevalece la necesidad en su carácter
económico. Habíamos planeado incorporar
los institutos tecnológicos de este plan en el mes de marzo; sin embargo, se
presentó la imperiosa necesidad de hacerlo ya desde el mes de febrero. Esto significaba alterar en parte los planes,
esto introducía cierto trastorno en nuestra programación. Sin embargo, estas escuelas se caracterizan
por su espíritu dinámico, por su flexibilidad; y por eso, al presentarse la
necesidad, lo planteamos a los compañeros de la dirección de este plan: les planteamos la
necesidad de hacer un esfuerzo rápido, emergente; plantearles el problema a los
estudiantes, y adoptar las medidas pertinentes para promover esta movilización
ya desde el mes de febrero.
Serán igualmente movilizados no solo los estudiantes
de los institutos tecnológicos obreros, agropecuarios, sino también los
estudiantes de los institutos tecnológicos del Ministerio de Educación. Y serán igualmente promovidos a este esfuerzo
los estudiantes del instituto de educación física del “Manuel Fajardo”
(APLAUSOS). Es decir, todos los
institutos tecnológicos, bien de carácter agropecuario o bien de carácter
industrial, o de otro tipo. Esto
significa ya la puesta en marcha, en un grado alto, de las ideas que
expresábamos en la escalinata universitaria.
Tal vez algunos piensen, aquellos que son una especie
de “tecnócratas” en la educación, que esto podría tal vez afectar el aspecto de
la formación técnica. Nosotros no lo
creemos así.
Ayer conversábamos con el conjunto de profesores de la
primera escuela rural integral que recién inauguramos en la provincia de Pinar
del Río. Y les explicaba cómo en nuestro
concepto si lográbamos en aquellos muchachos y muchachas que dedicaran un 50%
al estudio, un 30% al trabajo productivo y un 20% a la educación física y
actividades deportivas y recreativas, en general, habríamos logrado lo que no
ha logrado nunca ninguna escuela. Jamás
antes, en ninguna escuela, nunca, los estudiantes emplearon en estudiar el 50%
del tiempo.
Es que la misma concepción de la escuela resultaba
repelente para los estudiantes; y la permanencia en el aula. Por razones que no comprendíamos, porque
éramos incapaces de comprenderlas, porque eran incapaces de explicárnoslas, y
porque no nos las podían explicar, puesto que habría que decirle en aquella
época a una parte de los niños: “Métanse
todo este tiempo en esta aula y escuchen a estos profesores, y olvídense del
trabajo, porque hijos de ricos no tendrán que trabajar nunca”; o “métanse en
esta aula los que vengan a estas escuelitas ‘zarrapastrosas’ y escuchen si les
da la gana a este maestro que viene dos o tres veces a la semana, porque
ustedes no importa que estudien y si no estudian, mejor, porque tendrán toda la
vida que trabajar como esclavos para los burgueses y los terratenientes.” A
unos por ser hijos de ricos y a otros por ser hijos de pobres.
Y para vivir en una sociedad dividida en estas dos
categorías no había por qué instigarlos gran cosa al estudio, ni había forma de
explicarlo, ni había gentes capaces de explicarlo, ni había nadie capaz de
comprenderlo.
Y veíamos por eso el aula como una prisión, el libro
como un enemigo, el maestro como un personaje antipático e insoportable. Por eso nunca, nunca, en ninguna escuela
estudió ningún estudiante más del 50% ni llegó al 50%, tal vez ni al 30%. Y las horas la pasaban los muchachos en babia, lo mismo en las horas de clases; la disciplina era
una cosa obligada, no podía ser consciente.
La concepción de las vacaciones ustedes saben cómo era: tres meses
“mataperreando” el maestro y los alumnos (RISAS). ¿Haciendo qué? ¿Deportes?
¿Dónde? ¿Cómo? ¿Teniendo realmente vacaciones? ¿Dónde?
¿Cómo? Y luego para Navidad otras
vacaciones, y luego para Semana Santa otras vacaciones, y luego el sábado y el
domingo completos, vacaciones, y luego muchas veces el lunes y el martes, el
jueves y el viernes (RISAS). Y entre los
días en que el maestro no iba y los días en que el muchacho no iba... Y no iba el maestro porque no quería, o
estaba muy lejos; y no iba el muchacho porque no quería, o porque no
podía. De lo contrario no habrían tenido
que empezar los alumnos de estos institutos tecnológicos por el segundo grado,
o por el tercer grado. Y eso después de
la alfabetización y de los cursos de superación; porque hay muchos en estos
institutos tecnológicos, ya avanzados en los estudios, que eran analfabetos al
triunfo de la Revolución.
Nosotros también explicábamos a los maestros y
profesores de la escuela de Pinar del Río cómo el concepto de vacaciones hay
que cambiarlo por verdaderas vacaciones, de manera que la escuela organizara
las vacaciones de los muchachos, y si les daba un mes, pues tendría que ser un
mes organizado en que irían o a las playas, verdaderamente de vacaciones, o en
excursiones por los bosques, o a realizar actividades que constituyeran
verdaderas vacaciones. Y entonces no
harían falta tres meses, bastaba con un mes, y una semana y media a fin de año,
y una semana intercalada, entre fin de año y el verano: unos 50 días de verdaderas vacaciones,
y además actividades deportivas y recreativas los sábados.
Es cierto que si usted se pasa toda la semana con el
libro, por muy consciente que esté de la importancia del libro, siente una vez
a la semana el deseo de no abrir un libro (APLAUSOS); como cuando está muchos
días sin abrir un libro, siente deseos de abrir un libro (APLAUSOS). Y, en la medida que avancen y en la medida
que adquieran más preparación y más cultura, sentirán cada vez más esa
necesidad de los libros.
Es decir que se puede y se debe organizar los estudios
y la vida de los niños y los jóvenes, de manera que la combinación del trabajo,
del estudio, del deporte, de las vacaciones, de las actividades recreativas, de
la educación física, haga incomparablemente más feliz y más entusiasta la
actividad del niño y del joven.
Desde luego, nuestra conversación de ayer versaba
sobre escuelas donde comienzan a los 10 años, no son este tipo de
institutos. Estos institutos
tecnológicos en el futuro se nutrirán ya de esos alumnos, en un futuro lejano,
porque estas instituciones son demasiado voluminosas para que hoy puedan
nutrirse de aquellas escuelas que son todavía muy pocas. Se nutrirán, sí, de las escuelas primarias,
que nosotros llamamos las escuelitas aisladas, o más gráficamente —o no sé si
gráficamente, pero sí más peyorativamente—, las escuelitas ”zarrapastrosas”
del campo. Son esas escuelitas aisladas
donde no puede haber, como en esas escuelas integrales, el profesor de
educación física, el profesor de secundaria, la biblioteca, la discoteca, el
salón para pelarse, la asistencia del médico, los campos deportivos, todas esas
cosas que hay en esas escuelas, y donde está todo el mundo uniformado, bien
vestido, bien alimentado; al revés de la escuelita aislada donde llega por la
mañana cada uno, unos sucios, otros limpios, unos descalzos, otros con zapatos
—porque a veces aunque tengan los zapatos tienen la costumbre de no ponerse los
zapatos—, unos bien alimentados, otros mal alimentados —porque en algunos casos
son muchos en la casa y no alcanza la comida, y en otras no son muchos, pero no
es mucha la diligencia de los que los atienden, o porque son demasiados y no
hay quien pueda lavarles la ropa y cocinarles a tantos muchachos.
Y, naturalmente, en estas escuelas integrales como la
de San Andrés hay una cocina con todos los equipos modernos donde el cocinero
multiplica su productividad también, y una lavandería muy moderna donde las
lavanderas multiplican su productividad también considerablemente. Y la vida va cambiando y la batea va siendo
abolida. Pero a la batea todavía le
queda bastante tiempo, desgraciadamente, en este país; porque podremos —y esto
si nos apuramos mucho y si trabajamos duro, y si triunfamos frente al
burocratismo, y si creamos una conciencia cada vez más de estudio, de trabajo y
una mejor organización y una mayor eficacia en todo— en 10 años posiblemente
haber desterrado la batea; y tendremos por lo menos en ese tipo de escuelas
integrales un millón de alumnos.
Entonces todo eso se hará —el lavado, el planchado, la
cocina—fundamentalmente con máquinas.
Mientras tanto han crecido y crecerán mucho más estos
institutos tecnológicos. Y ha sido
posible porque nos hemos instalado a veces en casas de campaña, no siempre
hemos podido construir unas instalaciones tan modernas como esta, aunque las
llegaremos a tener iguales en dondequiera.
Pero vamos hacia un cambio total, progresivamente, en
nuestra pedagogía. Y no creo que le
quede duda a nadie —y si alguien se para aquí ahora y mira, se da cuenta de que
es verdad—, no le quede duda a nadie, de que nosotros marcharemos a la vanguardia
del mundo en materia de formación de las nuevas generaciones.
Y eso significará —lo digo sin ningún temor, sin
chovinismo, por supuesto, y sí con una gran convicción—, significará ponerse a
la vanguardia en las ideas revolucionarias, significará ponerse a la vanguardia
en el camino del socialismo, y significará ponerse a la vanguardia en el camino
del comunismo (APLAUSOS).
Y no es que nos hayamos propuesto dejar atrás a los
demás; pero si los demás se quedan rezagados, nosotros no tenemos la culpa; si
nos convertimos sin proponérnoslo, y sí simplemente queriendo hacer bien las
cosas, en una vanguardia revolucionaria e ideológica, nosotros no tenemos la
culpa.
Pero, sin dudas, por lo que vemos y por lo que oímos y
por lo que leemos y vemos, muchos se están quedando atrás. Y nosotros avanzamos y este es el camino, y
los hechos justifican nuestro optimismo.
Y ustedes son dentro de esa vanguardia, o deben ser
dentro de esa vanguardia, vanguardias.
Nosotros tenemos una gran confianza depositada en este
plan y en estas escuelas. ¿Lograremos
que los de las escuelas integrales en el futuro sean mejores que ustedes? No lo sabemos, pero lo esperamos. Pero sabemos que ustedes, en su inmensa
mayoría, como obreros que son, en su inmensa mayoría —repito—, como hombres que
han conocido esto de que les hablo, que han conocido de la vida los rigores, y
los rigores de una vida sin esperanza y sin futuro, ustedes tienen derecho a
comprender esto, ustedes tienen posibilidad de ser vanguardias, ustedes tienen
posibilidad de saber jugar ese papel. Y
nosotros —aunque, como hemos dicho otras veces, esperamos a que siempre los
nuevos sean mejores— podemos decir que pensamos que los de ahora, es decir,
ustedes, son buenos.
¿Qué significa la incorporación de ustedes desde esta
fecha a la actividad productiva como resultado de la necesidad, y de dónde
surge esa necesidad? Surge de la
contradicción entre el enorme esfuerzo educacional de la Revolución, el enorme
esfuerzo en una serie de frentes, sobre todo en el frente de la educación, en
el frente de la defensa, en el frente de las construcciones y, a la vez, los
planes económicos de la Revolución que han de servir de base a este desarrollo,
fundamentalmente los planes agrícolas que constituyen el eje de nuestro esfuerzo
en estos años de aquí a 1970.
Como consecuencia de esto tenemos ya, por ejemplo, en
este plan, cerca de 20 000 obreros estudiando, todos procedentes del campo, de
las montañas, bien hijos de pequeños agricultores o bien hijos de obreros u
obreros jóvenes.
Y si crece por un lado esa masa, crece la masa de
hombres que se encargan del manejo de nuestras armas, cada vez más abundantes;
crece el número de hombres que se dedican a la construcción de viviendas, de
escuelas, hospitales, carreteras, almacenes, fábricas y construcciones
económicas en general. Y crecerá más
cada año. Y parejamente crece la
producción agrícola, crecen las cantidades de cañas a cosechar, las cantidades
de caballerías a cultivar.
Y ese crecimiento de esa producción, tanto en la construcción
como en la agricultura, por ejemplo, no va acompañado todavía de un grado de
mecanización que se traduzca en una productividad duplicada, triplicada,
cuadruplicada o quintuplicada, y en muchos casos centuplicada. ¿En qué caso se centuplica la productividad
agrícola? Cuando un hombre, en vez de
regar el fertilizante a mano, lo riega en un AN-2 como se puede hacer con la
urea. Pero no la centuplica sino que la miliplica, porque hace un piloto el trabajo de 1 000
hombres. Y ya en este año más de 50
aviones trabajarán intensamente en la fertilización de las cañas y también de
los pastos.
Pero todavía no está resuelto el problema porque no es
tan fácil —ni mucho menos— la cosecha a máquina de las cañas, no de cualquier
caña sino de las cañas de alta productividad por caballerías que vamos
desarrollando. Y todavía el problema de
cortar campos de caña de 80 000 ó de 100 000 arrobas, donde la caña además de
su altura tiende a caer, no está totalmente resuelto. Y se trabaja en varias direcciones: cañas de poca paja, cañas que crezcan erectas
y no tiendan a acostarse, y a la vez tengan mucho azúcar y mucha caña por
caballería; mucho azúcar por caña y mucha caña por caballería o por unidad de
superficie que a la vez no se acuesten, como les decía.
Esa es una de las direcciones donde se trabaja. Pero se trabaja también en las máquinas para
el desarrollo de máquinas que corten cañas que sean altas y a la vez se
acuestan. Y en ese sentido se
avanza. Han trabajado técnicos
soviéticos, trabajan técnicos cubanos; algunas de las máquinas desarrolladas ya
por los técnicos soviéticos —sobre todo las últimas— han avanzado en la tarea
de cortar cañas altas y que se acuestan hasta cierto grado. Por nuestra parte, la introducción de los
centros de acopio contribuirá considerablemente a resolver el problema de la
mecanización de la cosecha de caña, porque ya no tendrá que tener cada
combinada los ventiladores arriba, y bastará resolver el problema de cortar
caña alta y caña que se acuesta para llevarla a los centros de acopio.
Los centros de acopio —de los cuales tenemos ya este
año más de 50— han demostrado algunas cosas muy interesantes. Han demostrado que permiten fácilmente
duplicar la productividad del cortador de caña; han demostrado que se eleva en
un 10% el rendimiento industrial, es decir, la capacidad industrial de los
centrales cuando procesa la caña que pasa por los centros de acopio; han
demostrado que se aumenta la capacidad del transporte, pero, además, el centro
de acopio lo mismo puede servir para caña cortada a mano que para caña cortada
a máquina con paja. De manera que hoy lo
hacemos y elevan nuestra productividad a mano, pero el día de mañana nos
ayudarán a resolver lo de la máquina, porque podrá cortarse con combinadas y
enviar la caña con paja a los centros de acopio.
De manera que en materia de combinadas el problema
principal por resolver es:
máquinas que corten cañas de alto rendimiento y máquinas capaces
de cortar cañas que se acuestan o tienden a acostarse. Y aun cuando eso esté logrado, vendrá después
de 1970 un período ulterior en donde toda la caña que está en lugares
montañosos y que no pueda mecanizarse sea trasladada a lugares llanos donde hoy
pueden haber pasto u otros cultivos que como el mismo pasto pueda sembrarse y
explotarse perfectamente bien en terrenos ondulados. Vendrá un problema de racionalización de las
plantaciones, de manera que queden las plantaciones cañeras en áreas que puedan
ser mecanizables.
Ustedes comprenden perfectamente bien que esta tarea
es compleja y llevará años. Pero, sin
embargo, en estos años tendremos que cortar cada vez zafras mayores. Este mismo año tenemos ya en la provincia de
Oriente un estimado de la posible cantidad de caña, que se eleva a 1 500
millones de arrobas de caña. Esto significa
la existencia, en la provincia de Oriente, de más caña de la que jamás hubo en
esa provincia. Es decir que ya en esa
provincia deberá producirse este año más azúcar que el máximo de azúcar que se
produjo en aquella zafra de siete millones y tantos.
No es así todavía con relación a toda la caña del
país, y no rebasaremos todavía este año esa cifra que fue la más alta —aquella
vez cuando cortaron los terratenientes todas las cañas, porque comenzaban otra
vez las zafras restringidas—; pero deberemos, el próximo año, rebasar ya esa
cifra ampliamente.
Y ya desde ahora un enorme trasiego de fertilizantes
se ve por todo el país:
fertilizantes para el café, fertilizantes para la caña. Ya desde ahora —lo que jamás se hizo— se
están fertilizando las cañas recién cortadas; de manera que, terminada la
zafra, casi toda la caña ya habrá recibido el fertilizante completo, de una
fórmula de mucho mejor calidad que la que se ha empleado en los años
anteriores. Y, además, toda la caña
—estatal y privada— recibirá la fertilización temprana. A eso habrá que añadir varias aplicaciones de
urea foliar en avión para la caña estatal, y aplicaciones de nitrato de amonio
adicional para la caña de los privados, donde no resulta tan racional emplear
la aviación, puesto que está dividida en parcelas aisladas.
Esto, unido al incremento en la superficie —que deberá
ser aproximadamente de 90 000 caballerías a cortar el año que viene—, deberá
permitirnos rebasar ampliamente ya la zafra famosa en que toda la caña fue
cortada, y que rebasó los 7 millones.
Y esto, unido a un inmenso plan de desarrollo de los
pastos —puesto que ha crecido la ganadería y no ha crecido proporcionalmente la
siembra de pastos—, más el desarrollo de otra serie de cultivos, planes de todo
tipo en la agricultura —incluyendo los forestales—, requiere, naturalmente, la
presencia de una gran masa de trabajadores, sobre todo en estos meses de zafra
y en los meses de primavera.
Cuando se aproxime la primavera movilizaremos
entonces, también, a los estudiantes de las secundarias y de los
preuniversitarios (APLAUSOS). Esa será
la reserva que nos quede para ese momento.
Pero, como les decía, es mucha la caña que hay que cortar.
En Oriente...
(DEL PUBLICO LE DICEN:
“¿Y la universidad?”)
También. Oportunamente también;
está en la reserva.
Les decía que en Oriente teníamos 1 500 millones de
arrobas; terminarán este mes con unos 300 millones cortados; habrá que cortar
todavía cerca de 1 200 millones. Es
decir, habrá que cortar, desde los primeros días de febrero, aproximadamente 12
millones de arrobas diarias; que es precisamente en esos meses de febrero,
marzo y abril cuando más rendimiento tiene la caña.
Y en Camagüey habrá que rebasar los 10 millones
diarios para terminar la zafra temprano, para poder cumplir los planes de
primavera, para poder sembrar la superficie de caña, de pastos, de viandas, de
arroz y, en general, de los diversos cultivos en esa provincia que tiene metas
considerablemente altas.
En Oriente todavía no han llegado a los 10 millones
diarios; en Camagüey todavía no han rebasado los 7 millones por día. De ahí la necesidad de movilizar esta reserva
para Camagüey y de movilizar la de la ciudad escolar para Oriente; que
marcharán también los alumnos que ya llevan más tiempo, desde los primeros días
de febrero, y los alumnos que se incorporaron este año a aquel centro irán a
los cortes de mediados de febrero. Yo
pienso que ellos también estarán impacientes por participar, igual que ustedes,
de este gran esfuerzo.
¿Pero qué significa para este plan la contribución
eficaz e importante de los estudiantes de los tecnológicos a nuestras zafras en
estos años? Significará la posibilidad
de ampliar el plan. Si no hacemos esto,
habría que frenar aquí, y decir: “¡Ni un obrero más con posibilidad de
estudiar y convertirse en un técnico!” Ni un obrero más de nuestros campos, de
nuestras montañas, podría ingresar en estos planes. Sin embargo, este esfuerzo de ustedes les
abrirá el camino ilimitadamente a nuestros trabajadores; nos permitirá, ya para
el año que viene, alcanzar la cifra de 40 000 estudiantes en este plan. Nos permitirá crecer indefinidamente este
plan, puesto que desaparecerá la contradicción entre estos planes —que se nutren principalmente de jóvenes del
campo— y el incremento de nuestra agricultura; porque en el momento en que hace
más falta la fuerza de trabajo, estarán ustedes ahí.
Se pensaba alcanzar 40 000 estudiantes en 1970. Pues, bien: ¡los alcanzaremos ya a fines de este
año! (APLAUSOS.) y
el compañero Lionel me hablaba ya de las cifras de
1968, de 1969 y de 1970, y yo tuve que decirle: “ Lionel, me
has ganado la emulación (RISAS y
APLAUSOS), porque ya tus cifras son cifras que van ampliamente por encima de lo
que los más optimistas —como era mi caso— habíamos imaginado.”
¿Qué nos enseña esto?
Que los propios problemas de la Revolución, lejos de retrasar la
Revolución, lejos de dificultar nuestras aspiraciones, nos enseñan a superar
las dificultades e incluso superar esas aspiraciones. Ha sido este problema precisamente, y su
solución, lo que nos permitirá un incremento de estos planes. Y esto sí que es dialéctica. Y cuando a ustedes les enseñen cuestiones de
materialismo dialéctico y materialismo histórico, cuando quieran un ejemplo
claro, este es un ejemplo: la contradicción, cómo esta
contradicción entre el crecimiento de nuestros planes educacionales y el
crecimiento de nuestros planes económicos nos plantea un problema, y cómo la
solución del problema nos permite ampliar esos planes. De manera que si no hubiese surgido la
contradicción no nos habríamos desarrollado tanto.
Y nuestros planes se van a desarrollar como resultado
de la contradicción.
Naturalmente que no se incorporarán absolutamente
todos ustedes, porque una parte, los que se van a graduar este año, la
necesidad que tenemos de la conclusión de sus estudios nos obliga a poner el
acento con respecto a ese grupo en el esfuerzo que están haciendo para terminar
este año y asignarles otro tipo de actividades; están también los de algunos de
los institutos tecnológicos que han ingresado, como el de forestal, que habrán
de prestar ese servicio más adelante en las plantaciones de bosques; están los
alumnos de los institutos tecnológicos de café y de frutales; están los que
tienen que permanecer —mínimos— en las escuelas. Y, por último, movilizaremos a las compañeras
a otros planes, en este caso fundamentalmente a Isla de Pinos (APLAUSOS), donde
hay que recoger enormes cantidades de semilla de kudzú
para plantar en la próxima primavera (APLAUSOS). Y los de Oriente ya expliqué
cómo se incorporarán una parte a principios de febrero y otra parte a mediados
de mes.
También se están incorporando miles y miles de jóvenes
a la agricultura, a distintos planes.
Pienso que es posible que muchos de esos jóvenes que se incorporen a la
agricultura, les gustará ulteriormente incorporarse a este programa de
formación de técnicos, a este programa que adquiere dimensiones cada vez
mayores.
Se han incorporado decenas de miles de soldados, y el
año que viene ya tendrá que ser una consigna general, se incorporarán ya el
máximo de hombres de las Fuerzas Armadas, se incorporarán los estudiantes de
los institutos tecnológicos todos. De
manera que prácticamente todos nuestros jóvenes, en la zafra y en la primavera,
se incorporarán a los planes agrícolas.
Esto nos convierte cada vez más en un pueblo de
trabajadores, de estudiantes y de soldados.
Porque ustedes además de estudiantes son soldados y son
trabajadores. Ustedes simbolizan esta
idea, y simbolizan una consigna imprescindible de este país en los años futuros: la necesidad de ser
un pueblo de todos trabajadores, todos estudiantes y todos soldados
(APLAUSOS).
Y para esto hay que continuar profundizando en la
conciencia, profundizando en la ideología; para esto hay que continuar
barriendo con el espíritu pequeño burgués; para esto hay que ir barriendo cada
vez más con las ideas conservadoras y reaccionarias, hay que ir barriendo cada
vez más con las ideas anacrónicas en todos los órdenes, hay que ir barriendo
cada vez más con el espíritu burocrático.
Y este movimiento de ustedes, y ese movimiento de
jóvenes hacia la caña, y esta contraofensiva antiburocrática, todo forma parte
de la misma cosa. La batalla contra el
espíritu burocrático es casi una batalla tan difícil como la batalla contra el
imperialismo. Y, por supuesto, más
difícil que la batalla contra los terratenientes, porque los grandes
terratenientes eran menos, y los que tienen mentalidad burocrática en este país
son muchos más.
No es esto menoscabar la importancia de las tareas
administrativas. Cuando nosotros decimos
burocracia —entiéndase bien— no decimos administración, sino hipertrofia de las
tareas administrativas, concentración masiva e inútil, parasitaria e
improductiva, en tareas no productivas.
Cuando decimos luchar contra el burocratismo significa reducir al mínimo
necesario el número de hombres y mujeres dedicados a actividades no productivas
de bienes materiales directamente. Y la
única manera de dignificar el trabajo administrativo es liberando al trabajo
administrativo de la concepción burocrática y del lastre burocrático, de manera
que cada vez sean menos en proporción y cada vez más en eficacia. Esto exige la superación incesante de los que
tengan que dedicarse a actividades netamente administrativas, porque muchas
veces la burocracia es consecuencia de la ineptitud. La ineptitud no es, desde luego, la única
causa, pero es una de las causas; aunque la causa principal es el espíritu pequeñoburgués, es la falta de conciencia de lo que significan
los recursos humanos de un país, la falta de conciencia de lo que significan
los recursos materiales de un país.
Crear burocracia es echar por el vertedero recursos
humanos, es convertir un hombre o una mujer en un ciudadano inútil y parasitario;
es echar por la borda la energía y la inteligencia humanas, que deben emplearse
en cosas útiles a la sociedad, en cosas útiles a los seres humanos.
Por eso debemos ser inflexibles contra ese derroche
criminal, antisocial e injustificable, de los recursos humanos, mal que existía
en el capitalismo y no ha desaparecido en el socialismo. Y lo mismo el despilfarro de los recursos
materiales: los
que no se ocupan de las máquinas y de su mantenimiento; los que no se ocupan de
ahorrar las materias primas, el combustible, el aceite, es que no tienen
conciencia de lo que valen las cosas, y no tienen conciencia porque militan en
la ideología de una clase que nunca se vio en la necesidad de producir bienes
materiales y, por lo tanto, no saben el esfuerzo que cuestan, la energía que
cuestan, el sudor que cuestan.
Y en esta batalla contra la burocracia, que forma
parte de la formación de la conciencia y de la profundización de nuestras ideas
revolucionarias, ustedes juegan un importante papel, porque cada hora que
transcurra en esos cañaverales donde el trabajo es duro, cada hora bajo el sol
dando el máximo esfuerzo —más que sudando la camisa bañándose en sudor—, cada
hora, cada minuto estará formando en la conciencia de ustedes —que son la
generación que avanza, que son el futuro de la patria y de la Revolución— la
importancia que tiene cada centavo, cada peso; la importancia que tiene cada
bien material del hombre, cada recurso material y natural de nuestra sociedad
y, sobre todo, la importancia que tienen los recursos humanos de una
sociedad.
Y el camino que necesita andar una sociedad para
ganarse el pan —que no cae del cielo—,
el esfuerzo que vale cada bien material que se produce, y la necesidad no solo
de ser ahorrativos de los recursos humanos y materiales, sino la necesidad de
elevar la productividad del trabajo para que, con el mismo mar de sudor de hoy,
produzcamos océanos de bienes materiales y espirituales en el mañana, mediante
la multiplicación por dos, por tres, por cuatro, por cinco, por diez, de la
productividad del trabajo.
Y si algunos necesitan tener conciencia de la
necesidad de elevar la productividad del trabajo son ustedes —masa gigantesca
de técnicos del futuro— que estarán al frente de las unidades productivas y que
participarán como técnicos, pero además como trabajadores físicos, en la
producción.
Y este trabajo duro, sí, también paradójicamente,
también dialécticamente, será lo que ayude más a crear en ustedes la conciencia
de la necesidad del estudio, la conciencia revolucionaria proletaria, la
conciencia del ahorro de los recursos materiales y humanos, la conciencia de la
necesidad de elevar la productividad del trabajo, ¡la conciencia socialista y
la conciencia comunista!
Los jóvenes de nuestra generación dieron prueba de una
alta conciencia y abnegación en la lucha en las montañas; dieron prueba de
abnegación en las largas marchas de día y de noche, con hambre y con sed,
comiendo muchas veces una vez al día cualquier cosa; ¡dieron prueba
sacrificándose! Ganaron glorias y honores
en aquel empeño. Muchos de aquellos
hombres continuaron —prácticamente todos— superándose, manteniendo aquel mismo
espíritu.
Hoy, o al menos en este momento, las glorias que ayer
se ganaban con aquel esfuerzo hay que ganarlas en la producción. En esos campos de caña estarán ustedes
escribiendo parte de la historia de hoy.
Y digo parte porque no sabemos si tenemos que escribir también de la
otra historia: ¡de
la historia de Girón, de la historia de la Sierra con las armas en la
mano! (APLAUSOS.) En los campos de caña estarán escribiendo
parte de la historia abnegada y estoica de hoy; estarán escribiendo la historia
de ustedes, la historia de los años presentes y estarán echando los cimientos
del futuro.
Porque ya ustedes recibirán parte considerable de los
frutos de ese esfuerzo. Los que hace 8 ó
9 años luchaban en las montañas, muchos ni siquiera vieron el fruto de la
victoria, es decir, los que cayeron ni siquiera vieron la victoria; otros
sabían que los frutos de la obra de la Revolución estaban muy distantes todavía
y poco sería lo que disfrutarían de esos frutos. Mas ustedes estarán
llamados a recibir gran parte de los beneficios de esta obra.
Cuando ya se habla de una economía desarrollada, de
una elevada productividad, es algo que en años no muy lejanos los beneficiará a
ustedes directamente, beneficiará a todo el pueblo, beneficiará, eso sí, más
que nada a sus propios hijos, beneficiará a los que hoy entran en esas escuelas
integrales en un grado mayor, y mayor todavía a los que ingresan en los
círculos infantiles.
Pero ya ustedes trabajan para ustedes, trabajan para
el porvenir de ustedes mismos. Yeso los
alentará en el trabajo, cada vez que alcen el brazo en medio del calor y del
esfuerzo riguroso para cortar una caña, pensarán —y pensar esto los alentará—
que están trabajando para ustedes mismos, que están trabajando para un porvenir
y para una sociedad cuyos beneficios materiales y, sobre todo, cuyos beneficios
morales disfrutarán ustedes ampliamente.
Y por eso apelando a esa conciencia, apelando a esta
verdad, esperamos de ustedes que se diga lo que ya se ha dicho otras veces y
que se diga en un grado más alto: ¡que los de los tecnológicos son
magníficos trabajadores, que los de los tecnológicos cortan caña de
verdad! (APLAUSOS.) Aspiramos de ustedes a que conserven e
incrementen este prestigio.
Cuatro grandes centrales de Camagüey quedarán en manos
de ustedes (APLAUSOS). Ya no será, como
otras veces, caña mala siempre; ahora les tocará caña buena o caña mala, les
tocará en cuatro centrales. Pues bien: que de esos
centrales se oiga decir que están al tope de la producción; que de esos
centrales se oiga decir que no pueden cortar más caña o que no pueden moler más
caña de la que ustedes son capaces de cortar.
Y que para el 1ro de Mayo, ¡para el Primero de Mayo!,
esa meta de 200 millones, entre ustedes y los tecnológicos de ciudad escolar,
esté cumplida (APLAUSOS).
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)