DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE
CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE GRADUACION DE 455 ALUMNOS DEL CURSO 1967-1968 DE
LA UNIVERSIDAD DE ORIENTE, EL 8 DE DICIEMBRE DE 1968.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros profesores de la Universidad de Oriente;
Compañeros graduados;
Compañeros estudiantes:
En la tarde de hoy, mientras esperábamos o, mejor dicho,
nos acercábamos a la ciudad de Santiago de Cuba para asistir a este acto,
veíamos que estaba el cielo nublado, estaba lloviznando y después estaba
lloviendo fuertemente.
Pensábamos que, como en otras ocasiones
en este año, íbamos a tener un “acto mojado”.
Y el compañero Guillermo nos decía, precisamente en el momento en que
pasábamos por la famosísima represa de Charco Mono —y esa represa, habiendo
transcurrido una primavera y un otoño, estaba completamente seca—, me decía el
compañero Guillermo que ya estaban viendo cómo administraban el agua de la otra
presa, la de “Gilbert”, que no es un charquito, que
incluso es una región donde ha llovido notablemente poco en este año y el año
anterior; cosa en cierto sentido notable, porque en general en el resto de la
isla desde el mes de mayo ha llovido mucho.
El trabajo en la agricultura ha tenido que ser muy duro en medio de los
torrenciales aguaceros en todas partes, menos en algunos lugares de Oriente. En general fue seco también por segunda vez
en la provincia de Oriente y, sin embargo, en la región del Cauto en algunos
puntos llovió como hacía muchos años que no llovía. Pero la sequía se había ensañado
especialmente con esta región de la zona sur y con algunas partes de la
provincia de Oriente. Nunca ese
charquito de Charco Mono había estado tan seco.
Y Guillermo decía: Dos años que no quiere llover y hoy va
a haber un aguacero.
Estábamos preocupados por ustedes. Posiblemente unos cuantos se “chubasquearon”
(EXCLAMACIONES) porque venían marchando,
o casi todos, dicen ustedes (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”). Pero en medio de todo el compañero Guillermo
estaba contento y decía: Este es un buen
síntoma, este es un buen síntoma de que en diciembre pudiera estar lloviendo
por esta zona de Santiago de Cuba; y tal vez significa que después de dos años
de sequía tengamos un año mejor de lluvia en 1969.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que
para los planes de la zafra de los 10 millones se ha calculado un año seco; no
se cuenta con un año lluvioso. Si el año
es lluvioso, entonces no se podrá moler de ninguna manera toda la caña, pero el
trabajo grande en represa, embalses, perforaciones de pozos ha ido a una
velocidad tremenda, y las áreas sembradas, la fertilización, todo se ha hecho
teniendo en cuenta la posibilidad de un año seco.
Pero, en fin, llovió, se mojaron ustedes;
lamentablemente no tuvimos chance de mojarnos nosotros también, y el acto se
está efectuando sin mucho calor, sin mucho frío, como no sea el calor del
entusiasmo de los jóvenes santiagueros y el calor de las palabras del compañero
que habló en nombre de todos ustedes.
Estamos viviendo cada vez más una época
que es, por encima de toda época, de intenso trabajo. No es época principalmente de palabras. En los primeros tiempos de la Revolución
había muchas palabras y poco trabajo; en los últimos tiempos de la Revolución
hay cada vez menos palabras y más trabajo.
No quiere decir que no hiciera falta la palabra. Quizás en los primeros tiempos de la
Revolución la palabra ayudó a esclarecer nuestras ideas.
Es cierto que los revolucionarios
empezamos siendo primero que nada revolucionarios teóricos, revolucionarios
verbales y revolucionarios abstractos.
Si cada uno de nosotros analizáramos cuánto sabíamos de revolución hace
doce, diez, ocho años, podríamos percatarnos de cuánto hemos ido adquiriendo la
real noción de lo que una revolución es; y cuánto en la primera fase de la
Revolución son las ideas abstractas, la teoría, ciertas concepciones que
todavía no han realizado la prueba de la realidad. Y, sin embargo, cuán lejos todavía un pueblo
en su primera fase de revolución, lleno de entusiasmo, lleno de ardor, estaba
distante todavía de ser un pueblo verdaderamente revolucionario.
Ya el pueblo de hoy, el pueblo que se
moviliza incesantemente, entregado al trabajo, entregado al estudio, entregado
a construir el país, ese pueblo que solo en la provincia de Oriente movilizó en
el día de ayer y en el día de hoy más de 70 000 personas, y se veían por las
carreteras las interminables caravanas de hombres y mujeres regresando de las
tareas con un evidente optimismo y una gran confianza ante la obra que se palpa
y ante los resultados que se comienzan a ver...
Es sin duda esta provincia de Oriente —como le decíamos al compañero
Guillermo— una provincia virgen, que tiene las ventajas de ser una provincia
virgen, a la vez que las desventajas de haber sido siempre una de las
provincias, una de las regiones más olvidadas y abandonadas del país y, por
tanto, una de las regiones más subdesarrolladas.
Y no fue poco el esfuerzo que la
población de esta región ha realizado a lo largo de la historia del país. Y sin ningún riesgo de que el regionalismo
—esa ridícula manía que tienen en algunas ocasiones muchos pueblos, o ese
ridículo sentimiento que ha sido a veces fomentado— tenga el menor peligro de
que se pueda suscitar en esta provincia, porque la Revolución misma ha ido
barriendo esas ideas localistas, estrechas y absurdas, hay que decir que la
participación de esta región fue considerable en el proceso de una historia que
todos conocemos.
Pero a la vez en esta región se acumuló
la pobreza, se acumuló —más que en
ninguna otra región del país— el atraso económico, la ignorancia, la falta de
desarrollo, de manera que ni siquiera comunicaciones tenía esta provincia.
Pensamos que, por ejemplo, en las
montañas de la Sierra Maestra —sin
contar las regiones de Baracoa y del Segundo Frente— vivían unas 300 000
personas. Y esa inmensa comunidad de 300
000 personas, donde un porcentaje elevadísimo no sabía leer ni escribir, para
servicio de esas 300 000 personas no había un solo camino. Es decir, 300 000 personas sin un solo
camino, 300 000 personas sin un solo hospital, 300 000 personas —es decir, madres,
niños, trabajadores— que no tenían un solo médico.
Eso parece realmente absurdo. Cómo podría llamarse nación a aquello, pueblo
a aquello, sociedad humana a aquello. Y
si había algunas escuelas era propiamente en la periferia, si acaso, de la
Sierra Maestra. Y la situación era
similar en Baracoa, en Mayarí Arriba, en el Realengo 18, y en todas esas
innumerables localidades de las montañas de Oriente, donde habría —calculamos—
cerca de un millón de personas sin un camino, sin un médico, sin una
escuela. Lógicamente tenía que
acumularse la ignorancia, el atraso, la pobreza, porque todo esto iba unido
naturalmente al subdesarrollo económico del país.
Sin embargo, en esta provincia tenemos
aproximadamente la tercera parte de la población de Cuba; en esta provincia
tenemos las más grandes riquezas minerales de este país; en esta provincia
tenemos grandes áreas de magníficas tierras, variadas tierras, que van desde el
tipo de tierra y de microclima como la región de Yateras, Imías,
donde puede crecer —digamos—
la uva, hasta regiones como las de las proximidades de Guantánamo donde la caña
llega a rendir a veces hasta el 15% y el 16% de azúcar; enormes áreas cruzadas
por numerosos ríos, como la cuenca del Cauto, donde había tierras suficientes
para abastecer, por ejemplo, de arroz a todo el país; más de 100 000
caballerías de montañas destruidas por la erosión, sin bosques ya, donde existe
la posibilidad potencial de crear una enorme riqueza maderera para tantas
necesidades y usos que tiene actualmente la madera. Se encuentran también las mayores reservas de
níquel del mundo; posibilidades potenciales enormes de agua, puesto que todas
las regiones llanas prácticamente pueden ser irrigadas, recogiendo el agua de
los ríos que bajan de las montañas. Y,
además, la población de esta provincia, siempre entusiasta, siempre
fervorosamente revolucionaria y patriótica a través de la historia, de casi 3
millones de personas.
Este breve y general examen de las
características de esta provincia tiene el objetivo de resaltar el enorme
significado que la educación tiene no solo para todo el país sino de manera muy
especial para esta provincia de Oriente.
Y la importancia que tiene el hecho de que en el día de hoy se efectúe
la más numerosa graduación que ha tenido lugar en esta universidad.
Es necesario que nos percatemos de la
importancia que esto tiene, y del significado que tiene la educación, la
universidad, los preuniversitarios, los tecnológicos, las secundarias; la
importancia que tiene para nuestro país —y dentro de nuestro país para esta provincia—
esta graduación y el desarrollo que debe alcanzar la educación.
Porque estas razones no solo se
relacionan con el desarrollo de esta provincia y el desarrollo de la
Revolución, sino que se relacionan con los problemas más trascendentales del mundo
actual.
Es posible que si nosotros llegamos a
captar la verdadera dimensión de esa importancia, ello pueda contribuir a que
cada hombre joven y cada persona que en este país se acerca a un libro, pueda
ver el significado y la importancia que tiene el libro y el estudio.
Con relación a la graduación de cientos
de estudiantes en el día de hoy, es bueno ver cuánto ha significado, en primer
lugar, de progreso con relación a la Universidad de Oriente. En el año 1947-1948, 147 ingresos; en el año
1949, 384 —todavía no había graduados—; en 1951-1952, matrícula inicial, 542;
los primeros graduados fueron ocho en el año 1952; ya 77 en 1953; 83 en 1954;
50 en 1956... Voy a decir el último año: en 1957, 83; en
1958 no aparece nadie graduado aquí; en 1959, 40; en 1960 ya había, matrícula
inicial, 1 906 y 198 graduados.
Así crece progresivamente hasta el año
actual, hasta el último curso en que la matrícula inicial fue de 5 707
estudiantes y ya de 457 graduados.
Ahora nos reímos de que en un año se
graduaron ocho, y algún día nos reiremos de que en un año se hayan graduado
457; casi nos asombramos de que se hayan matriculado inicialmente en este
curso 5 707, y en el futuro nos
asombraremos de esta cifra cuando realmente los matriculados en las universidades
se hayan de contar en esta provincia por decenas y decenas de miles, hasta el
día en que prácticamente toda la población nueva realice estudios
superiores. Esto constituirá un especial
fenómeno que traerá como consecuencia la desaparición de las universidades.
Ustedes han oído hablar, los estudiantes,
los trabajadores, en algunas conferencias políticas han oído hablar de la
dialéctica, del desarrollo de las instituciones y de los procesos. Y un buen ejemplo dialéctico es este: el desarrollo de las
universidades conduce a la desaparición de las universidades; es decir, el
propio desarrollo máximo de la institución conducirá a su desaparición.
Esto no es un juego de palabras, esto no
es una broma, esto es una realidad y tiene su explicación, de la cual
hablaremos un poquitico más tarde.
Pero creo que las cifras nos dan una idea
ya del progreso, nos permite reírnos casi a carcajadas del año en que se
graduaron ocho y nos advierte que algún día nos reiremos más todavía del año en
que se graduaron los que se gradúan hoy.
No nos reiremos de los graduados, sino del número de los graduados.
Bien, esto es verdaderamente un pequeño
avance. Hemos avanzado un
milímetro.
Estudiantes totales —porque aquí están
las matrículas iniciales— que tiene la Universidad de Oriente son ahora, en
este momento, 3 930, de los cuales 2 829 son becarios y 1 101 son
externos. Esto también implica un
pequeño avance.
La posibilidad de que casi 3 000 jóvenes
de Oriente, en su propia provincia, puedan asistir como becarios a esta
universidad es un pequeño avance con relación a la época en que no había ningún
becario, en que prácticamente un estudiante para poder realizar estos estudios,
un joven de esta provincia, quién sabe cuántos trabajos habría tenido que
pasar, y habría sido algo verdaderamente asequible solo a una minoría de
familias privilegiadas, que lo mismo habrían podido mandar al hijo a esta
universidad, que a la de La Habana, que a Estados Unidos, que a Europa. Pero también constituye un pequeño
avance.
Esta es la situación en nuestra
Universidad de Oriente. Por aquí están
las materias, los que se gradúan: ingeniería mecánica, 11; eléctrica,
18; química, 19; geología, 12; médicos, 96; estomatólogos, 20; licenciatura en
química, 6; licenciatura en economía, 62; contador público, 11. Después está la preparación obrero-campesina,
las distintas seccionales.
En fin, tenemos 11 ingenieros mecánicos
más, 18 eléctricos, químicos 19; en fin, ya empezamos a ver que lo que tenemos
realmente son poquitos, ya no nos asombramos tanto y empezamos a ver que
realmente son pocos; un número más alto de médicos.
Con la cuestión de la medicina se hizo un
especial esfuerzo hace algunos años. Fue
necesario preservar las organizaciones médicas frente al éxodo promovido por el
imperialismo, que intentó dejar a este país sin médicos. Y realmente esa escaramuza —porque al lado de
la Revolución cada una de esas luchas son algo así como escaramuzas— ha sido
ganada por la Revolución puesto que ya se gradúan casi 1 000 médicos por año,
ya incluso empieza a producirse el ingreso en especialidades de los recién
graduados, y en el futuro ya la medicina rural tendrá ya no solo el médico
general recién graduado, sino tendrá los especialistas; porque un buen número
de graduados pasa ahora a realizar estudios de una especialización
determinada.
Y eso, desde luego, es un pequeño avance,
otro pequeño avance. Si ustedes quieren,
le podríamos llamar un poquito de mayor avance por la importancia que tiene el
hecho de que ya esas montañas, esas comunidades de la Sierra Maestra de 300 000
personas sin un médico, esas comunidades de casi un millón de personas en las
montañas sin un médico —y sin un médico estaban también los campesinos en el
llano—, puedan tener ya no solo decenas de hospitales con los médicos, sino ya
de hospitales con médicos y los servicios de distintas especialidades. Ya no será el servicio de la medicina
general, sino el servicio de especialistas.
Y eso, lógicamente, si se compara el cero
absoluto con lo que eso significa, es un avance y una batalla ganada y una gran
satisfacción de la Revolución poder decir que está graduando unos 1 000 médicos
por año, de médicos que ya ninguno va a trabajar por su cuenta ni a levantar un
chinchal; es decir, la sociedad le brinda posibilidades diferentes,
posibilidades nuevas de las que le brindaba al médico para el futuro, que era
el desempleo, la búsqueda de un puestecito en un municipio. ¿Cómo le llamaban a ese lugar donde iban? Ya no me acuerdo. A la Casa de Socorros. O buscar cómo abrirse paso con 1 000
trabajos, dando lugar a la enorme concentración de médicos que había, por
ejemplo, en la capital.
Ya los jóvenes que se gradúan de médicos
pueden escoger la especialidad, tienen la posibilidad de hacerse especialistas,
ya saben cuál es su trabajo. Y en fin,
esto permite una distribución de los médicos según las necesidades de la
población y significa la solución, cada vez en cantidad y en calidad
superiores, del problema de la asistencia médica de nuestro pueblo, y que aquel
criminal intento de privar al país de médicos
—cosa de imperialistas— haya fracasado, y tengamos cada vez estudiantes
con una mejor preparación, profesores con una mayor experiencia. Y, desde luego, los que ingresen en los años
sucesivos cada vez deberán tener una preparación básica superior.
En algunas ramas de la ciencia y de la
técnica hemos avanzado más que en otras, y las necesidades en el campo de la
industria, de la ingeniería mecánica, eléctrica, química, en fin, en todas esas
especialidades, las necesidades son muy grandes y estamos realmente lejos de
satisfacerlas o de poderlas satisfacer en estos instantes.
En cuanto a la situación de la enseñanza
general, hay aquí algunos datos que nos dan alguna luz acerca de las
perspectivas de la universidad.
En esta provincia tenemos —estudiantes de
primaria sin contar las montañas— 424 000 estudiantes; con las montañas 110 000
más, que hacen un total de 532 377 estudiantes de primaria. y
no se cuentan un buen número de miles de jóvenes de primaria que están
estudiando fuera de la provincia, en la escuela Primero de Mayo y otras
escuelas, que hacen un total de casi 550 000 estudiantes de primaria de la
provincia de Oriente.
Esto significa algo más de medio
millón. Y posiblemente todavía falten
algunos que, por problemas de incomunicación y deficiencias todavía en nuestros
medios y recursos educacionales, no se hayan inscrito posiblemente a principios
de curso. Esto significa que la
provincia tiene aproximadamente entre 550 000 y 600 000 niños o jóvenes en la
enseñanza primaria.
Es conocido el propósito de la Revolución
de hacer la enseñanza obligatoria en todos los niños y jóvenes hasta el
preuniversitario. Y, desde luego, es
imperioso para el país. Esto no es un
capricho de nadie, sino una imperiosa necesidad de nuestro pueblo. Esa es una medida que será discutida con
todos los trabajadores del país, a fin de que el pueblo capte, comprenda y vea
con toda claridad la importancia que tiene esa política en la educación.
De manera que ya tenemos en primaria unos
550 000. En secundaria tenemos 36 712,
en preuniversitario 2 471 —es casi una pena—, y en tecnológicos 5 311;
educación obrera y campesina 100 000.
Pero limitándonos a secundaria, preuniversitario y tecnológicos, tenemos
algo más de 40 000 en el nivel medio.
Ahora, 40 000, un poco más. Esto
no es nada. Una simple proyección: teniendo en cuenta el enorme número de los
que están en primaria, llegará el momento en que esta provincia tenga en la
enseñanza media y superior no menos de 200 000 estudiantes, en la enseñanza
media y superior.
Claro, esto significa que tenemos que
hacer grandes esfuerzos. Significa que
todo el país tendrá, solo en la enseñanza secundaria, o si se quiere enseñanza
media, en el año 1975, unos 800 000 estudiantes. Porque es que no puede concebirse, no puede
permitirse, atentaría contra los intereses más fundamentales de nuestro pueblo,
el hecho de que alguien que no estuviera mentalmente incapacitado —y esos casos
son las excepciones— abandonara la escuela, se quedara con un nivel de
primaria, se quedara con un nivel incluso de secundaria.
Porque debemos decir que, si ser
analfabeto en 1959 era no saber leer ni escribir, en el año de 1980, por
ejemplo —es decir, dentro de once años y un mes o menos de un mes—, ser simplemente
graduado de secundaria básica equivaldrá a un analfabeto.
En la sociedad del futuro, en el mundo
del futuro, se plantea a las colectividades humanas, y más aún a una
colectividad como la nuestra, que sufrió el proceso histórico de siglos de coloniaje
y de explotación, y que acumuló siglos de retraso, se plantea un reto tremendo
si es que queremos jugar un papel decoroso en el mundo, ocupar un papel
decoroso en el mundo, ser acreedores a un mínimo de respeto en el mundo, ser
acreedores a la libertad, ser acreedores prácticamente a la existencia.
Y, por tanto, es de suponer que logremos
la aspiración de que se convierta en realidad —no simplemente en ley— el
estudio hasta la preuniversitaria, y que llamaremos estudio obligatorio, y un
día no habrá que llamarlo obligatorio.
Porque algo que se desprende de manera tan clara y esencial de las
realidades, deja de ser una obligación para ser una necesidad.
Entonces, cuando sean cientos de miles
los de los niveles medios, los estudiantes de niveles universitarios llegarán a
ser también cientos de miles.
Y como tendrá que estudiar en el futuro toda la
sociedad —y para que nadie se asuste:
hablamos de la sociedad del futuro, hablamos de los de primaria hoy, de
los de secundaria hoy—, tendrán que estudiar y estudiar siempre, y el estudio
como el trabajo formará parte de la actividad cotidiana de todo ser humano y
dejará de ser —como el trabajo lo fue en el pasado y el estudio lo fue en el
pasado muchas veces— una actividad sin sentido y sin objetivo y, sobre todo,
sin fruto; dejará de ser obligación, dejará de ser carga, para ser actividad
que gustosamente cada ser humano realice diariamente.
y en la medida en que el trabajo físico
disminuya —por imperio precisamente del dominio de la técnica— el trabajo
intelectual, la necesidad del trabajo intelectual, la necesidad de estudiar, de
comprender, de investigar, de realizar nuevos avances será cada vez mayor. De manera que en la sociedad del futuro el
trabajo propiamente físico irá disminuyendo progresivamente y el trabajo
intelectual irá a su vez creciendo.
Y llegará un día en que la sociedad
necesite practicar el deporte intensivamente, puesto que no es posible concebir
que un conglomerado humano vaya paulatinamente convirtiéndose todo él en
simples trabajadores intelectuales. Y
será necesario ejercitar los músculos conjuntamente con la inteligencia.
Y, lógicamente, cuando todavía en este
país hay que cortar decenas de millones de arrobas de caña diariamente como
requisito de la economía, y hay que estar cortando 40 ó 50 millones de arrobas
diarias a mano con un machete, es ocioso hablar de las actividades físicas,
porque esa resulta una actividad física realmente agotadora y deja poco espacio
para la actividad intelectual. Pero
llegará el día en que la sociedad empiece incluso a echar de menos a ese
trabajo físico y tenga que ser sustituido por otras actividades de carácter
físico.
Estos no son sueños, no son utopías, son
hechos perfectamente perceptibles e incluso no en un plazo lejano. Es decir, relativamente en un plazo
breve.
Y les decía que llegará pues esa fase del
desarrollo de nuestro pueblo en que el trabajo intelectual se desarrolle más y
más y el estudio se convierta en una actividad general de toda la sociedad y
constante de toda la sociedad. Incluso
hoy día el médico, el ingeniero que se pase cinco años sin abrir un libro se
quedaría increíblemente rezagado con relación a la cantidad de nuevos
descubrimientos, nuevas técnicas y nuevos hechos que caracterizan a este
período de increíble revolución en la ciencia y en la técnica. De manera que cinco años sin informarse,
cinco años sin estudiar equivaldría a quedarse subdesarrollado en esa
rama.
Los hombres más eminentes, más destacados
por sus conocimientos son hombres que tienen que dedicar todos los días una
parte del tiempo a estudiar. No porque
tengan 15 años sino aunque tengan 70 años.
De manera que las ideas, los conceptos tienen que ir
cambiando, porque no somos muchas veces capaces de imaginarnos cómo influyen
los viejos conceptos, los viejos esquemas, las viejas costumbres en
nosotros. Y todas esas ideas tendrán que
desaparecer. Porque si van a desaparecer
las universidades es justo que también algunas cosas que no son tan útiles como
las universidades desaparezcan.
y a propósito de esa desaparición de las
universidades, ¿qué significa eso? El
día en que sean cientos de miles de jóvenes los que arriban ya a un nivel de
conocimientos de preuniversitario, graduados en los institutos tecnológicos
—días atrás en ocasión de una escuela que se inauguraba decíamos que debíamos
suprimir en el futuro la palabra preuniversitarios y tener institutos
tecnológicos de ciencia, para que no parezca esa división un poco artificial
entre un tipo de estudiantes y otros, y tengamos los institutos tecnológicos de
ciencia, que es donde se estudian aquellas materias que son necesarias para
algún ulterior estudio: institutos
tecnológicos agrícolas, industriales, etcétera—, cuando sean cientos de miles,
entonces todos esos jóvenes ya con una capacitación técnica pasarán a las
actividades productivas. No se puede
concebir universidades con cientos de miles de estudiantes en que toda la
masa... Esa concepción impediría el
ulterior desarrollo de toda esa masa, porque no podría prescindir la sociedad
de esa masa que ha adquirido ya, después de un buen número de años de estudio,
una capacitación profesional. Y
prácticamente todo joven marchará a la producción ya con esa capacitación
adquirida.
Quedarán algunas actividades muy
excepcionales en que se requieran algunos estudios superiores. Algunos dicen, por ejemplo, el estudiante de
medicina. Pero las escuelas de medicina
se organizarán alrededor de los hospitales, y también esos jóvenes empezarán a
realizar desde bastante temprano, a la vez que hacen sus estudios básicos,
algunas prácticas, algunas experiencias, alguna familiarización con su trabajo
y algunos servicios.
Los de pedagogía estarán enseñando en los
tecnológicos y realizando estudios superiores.
La propia necesidad nos obligó a hacer esto. Graduados de bachillerato que iban a estudiar
agronomía, pero tenían que dar clases en un tecnológico y allí constituyeron su
colectivo de estudio con sus programas y sus maestros, que les daban clases
allí en el tecnológico, se iban a examinar a la universidad.
Actualmente tenemos estudiantes de
arquitectura en algunos de los puestos de mando agrícolas estudiando allí y
trabajando ya en la planificación física.
Estudiantes de ingeniería civil en las montañas de Pinar del Río
estudiando el terraceo de las montañas. Allí participan en el trabajo de
planificación y organización de aquel trabajo, y los profesores allí les dan
clases.
Claro, ahí tiene que ir un profesor
porque no hay nadie en ese lugar que tenga un nivel superior. En el futuro en cada central azucarero, en
cada industria minera, por ejemplo, química, textil, de cualquier tipo, en cada
industria eléctrica, en cada industria agrícola —y cuando hablamos de industria
agrícola hablamos de una agricultura que será altamente especializada y
tecnificada, con el empleo racional óptimo de la tierra, de acuerdo a las
necesidades llamadas a satisfacer y a sus características físicas—, llegará el
día en que existan contingentes de hombres con notables conocimientos que no
requieran que en una zona cañera tenga que ir un profesor de la escuela de
economía a enseñar, porque todos los graduados de un instituto tecnológico
agrícola estarán allí precedidos por decenas y decenas de jóvenes que hicieron
esos estudios, los estudios superiores, y reunirán además una larga
experiencia.
De manera que en el futuro prácticamente
cada fábrica, cada zona agrícola, cada hospital, cada escuela, será una
universidad. Y los graduados de los
niveles medios seguirán realizando los estudios superiores. ¿Y qué serán las actuales universidades? ¿Es que vamos a liquidar estos edificios,
estas instituciones? Ya no serán las
actuales universidades, ya no serán lo que son hoy. En ese sentido habrá desaparecido, y quedarán
entonces centros superiores de estudios para posgraduados; de manera que grupos
de médicos ya muy seleccionados, ese será el nivel en que por sus excepcionales
características realicen cursos superiores de posgraduados en estos centros que
hoy se llaman universidades el día en que toda la actividad productiva del país
se convierta en la escuela diaria, en la escuela perfecta de cada uno de los
miembros de la colectividad.
Hoy, alrededor de un gran taller puede
hacerse un instituto tecnológico; pero en el futuro, cuando toda esa enorme
masa haya arribado a ese nivel, donde esté un instituto tecnológico habrá una
facultad obrera, allí al lado de la fábrica, al lado de una industria
eléctrica, al lado de una industria química, al lado de una industria
metalúrgica, donde los obreros —ya con su nivel de tecnológico y como
trabajadores de allí— tendrán su tiempo de trabajo y el tiempo correspondiente,
a determinadas horas del día, en que allí, al lado de la fábrica, vayan a
recibir algunas enseñanzas teóricas o prácticas por personas calificadas, que
también formarán parte del personal técnico de esa industria.
Es así como concebimos el desarrollo
ulterior de todo este proceso educacional, de la misma manera que será el
resultado de la concepción de la educación en los niveles medios, y todo esto
relacionado con los planes de manera que el joven desde que esté en la
secundaria empiece a realizar ya algunas actividades productivas.
En el futuro las escuelas secundarias
estarán distribuidas por todo el país, y ya los jóvenes... Ya no será la escuela al campo de hoy, que
van 45 días; ya será la escuela en el campo.
¡No la escuela al campo sino la escuela en el campo! (APLAUSOS.)
En ese sentido, el trabajo será
fundamentalmente pedagógico, pero no será trabajo improductivo, porque hay
muchas actividades que pueden ser realizadas por los jóvenes, que no son
trabajos duros, y entonces se llegará a establecer el ideal proclamado por
todos los pedagogos más eminentes y los pedagogos más avanzados de que, en la
formación del hombre, desde la más temprana edad las actividades productivas
vayan unidas a las actividades educacionales.
Después, el problema de la enseñanza
militar será parte también de la indispensable formación en las condiciones de
nuestro país de la enseñanza tecnológica.
De manera que hombres y mujeres recibirán, cuando ingresan en el
tecnológico, la preparación militar correspondiente, y no existirá lo que
existe hoy: que
todavía hay en parte una separación entre el joven que va al Servicio y el
joven que va a un centro de estudios. Ya
será el mismo joven.
Desde luego que todo esto es posible
únicamente como consecuencia del desarrollo de la Revolución, de la
desaparición de los privilegios, de la desaparición de las clases
progresivamente; de manera que será consecuencia de tener realmente un solo
pueblo, una verdadera igualdad de derecho de todos los ciudadanos, una
verdadera igualdad de perspectivas ante la vida, una verdadera igualdad también
en las obligaciones y en los deberes para con toda la sociedad. Y será el resultado también de las riquezas
que vamos creando con increíble esfuerzo en estos años, porque puede decirse
verdaderamente que ya nuestro pueblo va realizando algunos esfuerzos de
consideración, algunos esfuerzos verdaderamente notables.
Así, esto nos da una idea de todo lo que
tenemos que trabajar, no solo en el campo del desarrollo económico sino también
en el campo de la educación y del desarrollo social. Cualquier escuela bien hecha... No todavía esa escuelita que queda por ahí,
que da lástima; esa escuelita solitaria, un bohío muchas veces, donde no hay
condiciones de nada, donde un maestro tiene que dar clases a seis grados, donde
no hay un campo deportivo, donde no hay ni siquiera los servicios elementales,
donde no tienen posibilidad de recibir el almuerzo, la alimentación, donde
prácticamente no hay nada. Ya concebimos
un tipo de escuela primaria que no se parece en nada a esa clásica escuela
aislada, solitaria, pobre y desteñida del campo.
Y, naturalmente, necesitamos miles de
escuelas, donde ya sea de verdad una escuela, donde ya la enseñanza sea
especializada incluso en la primaria, por áreas: estudios de matemática —por ejemplo—,
de biología, por personal especializado y, desde luego, con todas las
comodidades, toda la base material de estudios, para que se pueda desde muy
temprano dar una verdadera enseñanza.
Porque todas las lagunas de la enseñanza primaria se perciben luego en
la secundaria, y las lagunas de la secundaria en la preuniversitaria, y las de
la preuniversitaria en la universitaria y después en la vida general del país y
en todos los campos de la actividad y de la inteligencia.
Y nosotros tenemos que no descansar en el
esfuerzo de crear los medios y acopiar los recursos para hacer que la calidad
de esa enseñanza se mejore incesantemente y llegue a adquirir la calidad que
necesita nuestro país para el futuro.
Habrá que hacer muchas construcciones: para escuelas primarias, para escuelas
secundarias, para tecnológicos, y esas construcciones hacerlas al lado de todas
las construcciones sociales: hospitales,
caminos e industrias, además de todas las instalaciones que necesitan las
ciudades, y las viviendas —que es un problema tremendamente serio todavía en el
día de hoy.
Creo que para cualquier ciudadano que ya
se preocupe de su país —y yo no creo que
quede ningún ciudadano que pueda vivir despreocupado de su país—, porque
vivimos por primera vez las circunstancias de que en el país se trabaja para
todos, se construye un país para todos, y en las circunstancias en que por
primera vez todo nos interesa a todos. Y
cualquier cosa buena que se haga nos beneficia a todos, y cualquier cosa buena
que deje de hacerse nos perjudica a todos, y cualquier cosa mala que se haga en
cualquier rincón del país nos afecta a todos.
Ya no es el caso del campesino en la cúspide de una loma, olvidado del
mundo, abandonado a su suerte, que podía decir: “A mí nada me importa, porque nada que
ocurre me afecta ni me beneficia, ni bueno ni malo.” En la vieja sociedad se podía concebir al
hombre aislado, como un lobo, enemigo de todos; él enemigo de todos y todos
enemigos de él, como era propiamente aquella sociedad de la explotación, donde
los egoísmos y los individualismos se exacerbaban, como si pudiera haber en el
mundo de hoy individuo que por sí mismo pueda en todo depender de sí
mismo. Apenas sale de su casa empieza a
necesitar de todo el mundo, desde el que lo transporta hasta el que lo calza y
lo viste, lo atiende, lo distrae. Y en
fin, no hay ciudadano hoy que pueda vivir en el mundo como vivía un siervo de
la gleba en la edad media. Hoy un
ciudadano en nuestro país es evidente que necesita de todos.
En la sociedad capitalista también
necesitaba de muchos. Pero ¿de qué
forma? Era la concepción de que todo el
mundo quería reventar a todo el mundo.
Todo el mundo estaba en disposición, además, de reventar a todo el
mundo, y era una lucha entre los que querían reventar a los demás y el que no
quería dejarse reventar y quería reventar a los otros.
No puedo expresar más gráficamente
aquella realidad. No sé si los
compañeros jóvenes puedan percibirlo si no han tenido aquella experiencia, pero
me parece que es una cosa que intelectualmente, aunque no se haya vivido la
experiencia, se puede percibir.
No es esa, ni podrá ser ya jamás, la vida
de un hombre. La fuerza del hombre está
en la fuerza de toda la sociedad. Hay
que construir una enorme presa para que haya arroz, para que haya alimentos,
para que haya leche, para que haya carne, para que haya ropa, para que haya
zapatos... ¿Quién va a construir él solo
la enorme presa? Hace falta una enorme
red eléctrica para que todo camine, desde la luz cuando la enciende cualquiera
hasta un ventilador. Y tiene que estar
el hombre usando todas sus fuerzas para construir lo que necesita para vivir
hoy; y miles de hombres investigando sobre la medicina para garantizarle la
salud. ¡Un hombre solo no es nada! La realidad objetiva del progreso humano le
impone al hombre la necesidad de la fuerza de toda la sociedad como única
condición del progreso.
Y en las sociedades capitalistas esas
fuerzas chocan; las fuerzas de las sociedades están hipotecadas en los
conflictos de clase y en los intereses antagónicos. Una revolución socialista, una revolución
moderna significa precisamente la supresión de todos los antagonismos de intereses,
la supresión de todos esos factores que diferencian a los hombres, para unir la
fuerza de todos los hombres y mujeres de una sociedad. Y desde luego, está ocioso decir: por lo general
cuando hablamos y decimos “el hombre”, nos referimos al género humano.
Pero es la fuerza de toda la sociedad,
sin antagonismos y sin conflictos, avanzando en una dirección determinada. Y es ese privilegio el que tiene hoy nuestro
pueblo, es esa extraordinaria posibilidad, y es eso precisamente lo que nos
permite el increíble avance, las enormes tareas que en estos momentos estamos
realizando y cuyos frutos ya van a estar realmente muy cerca. Las cifras, los hechos ya de lo que se está
realizando, la magnitud de las tareas, solo eran posibles únicamente en esas condiciones.
Se ha logrado reunir esa fuerza de todo
el pueblo, se ha logrado organización, se ha logrado experiencia. Porque esa fuerza no solo es necesario
disponer de ella, sino que debe ser orientada y dirigida de la mejor forma, en
el sentido más acertado. Y nuestro
pueblo hoy cuenta con esa enorme fuerza, con esa extraordinaria
oportunidad. Es la oportunidad de hacer
su futuro, es la oportunidad de alcanzar los objetivos que se proponga, por
primera vez en nuestra historia, y uno de los pocos pueblos que ha tenido en el
mundo esa oportunidad, único pueblo en este continente que tiene esa
oportunidad.
Gracias a esa oportunidad hemos logrado
los pequeños avances de que hablábamos antes:
el número de estudiantes en esta universidad, de graduados, el número de
estudiantes en las secundarias, el número de estudiantes en las primarias;
gracias a esa oportunidad tenemos ya prácticamente a toda la población infantil
y juvenil del país con la posibilidad de ir a la escuela; gracias a esa
oportunidad pues tenemos solamente en esta provincia unos 15 000 maestros de
primaria, frente a unos 4 000 ó 5 000 tal vez, incluyendo a todos los
“botelleros”, que no daban clases, del pasado; gracias a eso ya tenemos en la
enseñanza primaria 1 450 000 niños; gracias a eso podemos ver claramente que a
la vuelta de algunos años los estudiantes de nivel medio serán cientos de
miles; gracias a eso vemos claramente que a la vuelta de algunos años los
graduados de nivel medio serán cientos de miles; gracias a eso ya vemos claro
cómo el desenvolvimiento natural de este proceso nos conducirá al momento en
que los estudiantes de niveles universitarios serán cientos de miles, en que
toda la sociedad estudiará.
Y eso si lo comparamos con lo que había,
si lo comparamos con un 30% de analfabetos, si lo comparamos con las ridículas
cifras de técnicos profesionales que tenía este país, vemos que ya en ese solo
campo hay una enorme posibilidad, gracias al esfuerzo de la fuerza unida del
pueblo.
¿Y qué significará para un país esto, si la
ignorancia la vemos por todas partes, si los nefastos resultados de la
ignorancia los vemos cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, en todas
partes? Si hay algo omnipresente en un
país que ha tenido que vivir siglos de coloniaje y de atraso, si hay algo
omnipresente eso es la ignorancia; si hay algo desalentador, si hay algo
doloroso es la ignorancia.
Muchos atribuyen a otros mala fe donde en
la mayor parte de los casos lo que hay es ignorancia.
¿Y qué es la ignorancia? Ese lastre que traemos detrás, que nos sale
por todas partes. Si se trata de una
máquina nueva, es porque nos encontramos por primera vez con una máquina nueva;
porque si nos entregan esa máquina, a los pocos días puede estar como un juguete
de reyes el día 10 de enero.
Todo el mundo ha tenido la experiencia de
los juguetes de reyes, y no hay nadie que no lo haya desarmado, todo el que por
lo menos alguna vez recibió un juguete, a los cuatro días.
Hoy llegan las máquinas, y la ignorancia
hace que algunos reciban una máquina sin saber ni tener la más remota idea de
lo que es una máquina, de la atención que requiere, del tipo de mantenimiento,
combustible, aceite, la infinidad de piezas y todos los detalles que tiene que
revisar. Y hay quienes andan con una
máquina, se cayó un tornillo y lo puso al lado del asiento; sacó una tapa y la
puso al lado del asiento; un acelerador que ya no es un acelerador, sino un
alambre para sacar; una llave que se perdió y una conexión que se hace. Y cuando viene a ver, una máquina nueva de 20
000, de 25 000 pesos en divisas está convertida en un cacharro. Para poner un ejemplo, sin contar los
innumerables disparates que la gente hace como resultado realmente de la falta
de conocimientos.
Nosotros, como hemos dicho en algunas
ocasiones, hemos pasado del buey a la máquina, de la regadera de lata al equipo
de riego por aspersión. Y claro, no
podemos prescindir del equipo de riego, de las motobombas, de todos esos
sistemas mecanizados, si es que queremos tener el mínimo que necesitamos para
satisfacer las necesidades de nuestro país.
Ahora bien, ¿qué ocurre realmente hoy día
ya? Como consecuencia del esfuerzo de la
Revolución, del prestigio de la Revolución, de la confianza en el esfuerzo que
la Revolución realiza, las posibilidades de inversión de nuestro país han
crecido mucho. Ya prácticamente las
cantidades de máquinas que nosotros podemos adquirir son más que los barcos de
que disponemos para traerlas. Ya el cuello
de botella está en el transporte, en los muelles que tenemos para descargarlas
y en los factores subjetivos en la explotación de esas máquinas, en los
operadores de esos equipos, en los mantenedores de esos equipos, en los
mecánicos de esos equipos. De manera que
ya no está en la posibilidad de tener la máquina sino transportarla y
explotarla.
Al principio había unos cuantos
operadores de equipos. Porque cuando
había una motoniveladora o un tractor, había un tractorista y cien aspirantes a
machacantes de tractorista; un camión, y cien aspirantes a machacantes del
camión.
Hoy día ya todos los que manejaban esos
equipos y todos los aspirantes son muchos menos que las máquinas que
disponemos.
En este país había al triunfo de la
Revolución unos 7 000 tractores; en este momento hay más de 40 000
tractores. Claro, en este país había 300
000 automóviles. ¿Se imaginan qué cosa
tan extraordinaria:
300 000 automóviles y 7 000 tractores?
Un país sin caminos, sin agua, sin
drenaje, con casi 8 millones de habitantes que tenían que calzarse, vestirse,
alimentarse, alojarse bajo un techo, vivir.
Claro, aquí venían los generales y los
ministros y traían de contrabando los automóviles de uso que valían 200 pesos,
300 pesos. Y como para remate, eran
automóviles americanos, que se caracterizan por la enorme cantidad de chatarra,
la enorme cantidad de combustible que gastan, al revés de un automóvil europeo,
cada uno de esos 300 000 automóviles significaba cientos de pesos en divisas
por año, de gomas, de piezas de repuesto, de combustible.
¡Trescientos mil automóviles y el único
embalse que había en este país era el de Charco Mono! Charco Mono tiene un simbolismo, una cualidad
histórica: Ese embalse seco que ustedes
ven cuando van por la carretera, donde han crecido hasta árboles que están así
ya del tiempo que no toma agua; ese embalse de Charco Mono —7 millones de
metros cúbicos—, era el único embalse construido en 50 años de república.
El Hanabanilla en construcción para fines
hidráulicos, lo terminó la Revolución, y tendrá ahora que hacer todos los
trabajos para ver cómo lleva el agua a zonas agrícolas. Porque era negocio de una empresa para
conseguir electricidad barata y venderla cara, bien, aprovechar la electricidad
pero sobre todo aprovechar el agua. El
agua rinde económicamente muchos más beneficios dedicada a la agricultura que
de ninguna otra forma, en las condiciones de nuestro clima y de nuestro
país.
Pero en fin, si ustedes comparan, por
ejemplo, este solo año se están haciendo embalses por el equivalente a no menos
de 1 000 millones de metros cúbicos; en este período de noviembre a mayo, en
seis meses, embalses para no menos de 1 000 millones de metros cúbicos, sin
contar todas las perforaciones que se están haciendo para explotación de agua
subterránea.
Pero es el hecho: 300 000 automóviles y Charco
Mono. Y desde luego, corredores de
carretera, velocistas, manejando esos carros, gastando gasolina, gomas y todo,
a montones.
¿Pero cuántos mecánicos de equipos
automotrices? ¿Cuántos ingenieros,
cuántos operadores de buldóceres, de aviones de fumigación, o de barcos de
pesca? ¿Cuántos maquinistas de la marina
mercante, cuántos oficiales, cuántos capitanes?
¿Cuántos operadores de motoniveladoras, de Trascavator,
de cilindros, de grandes camiones, de grandes rastras? ¿Cuántos operadores de combinadas de arroz o
de algodón o de caña? ¿Cuántos? ¿Cuántos mecánicos, cuántos torneros, cuántos
ciudadanos capaces de hacer una sola de esas piezas?
Claro, 500 000 obreros azucareros
trabajaban 16 y 17 horas en la zafra, ganaban una miseria. Este país cargaba en carretas unos 50
millones de toneladas de caña, caña por caña.
¡Cincuenta millones de toneladas de caña, caña por caña!, porque aquí no
había una alzadora en este país.
Sin embargo, cuando se producían cinco
millones o cinco millones y medio de toneladas de azúcar había que cortar de 40
a 50 millones de toneladas de caña y caña a caña cargarla en las carretas. Y ahora hay miles de alzadoras y habrá
más. En 1970 casi toda o prácticamente
toda se alzará con alzadoras.
Una parte de este país, los obreros cañeros
y los campesinos cañeros, tenían que cortar y cargar todos los años cerca de 50
millones de toneladas de caña.
¡Cincuenta millones de toneladas de caña: cortarla machetazo a machetazo,
cargarla caña a caña!
Y esa era la riqueza que producía este país. Todo lo demás lo importaba. Esa era la fuente fundamental de divisas de
este país: con ese azúcar se pagaban los
automóviles y las piezas de repuesto y las gomas y la gasolina y todos los
lujos y todas las finuras de la minoría que podía disfrutar de ella, no solo
burgueses sino muchas veces era la aristocracia obrera; el empleado de un trust con 300 pesos podía comprar el automóvil de uso a 250
pesos y gastar en gasolina y las demás cosas aunque pasara hambre, porque los
había que por andar en automóvil pasaban hambre.
Y entonces, ¿quién pagaba eso? ¡Los quinientos mil obreros de la industria
azucarera! y como para cortar en cuatro meses y cargar casi 50 millones
de toneladas de caña hay que trabajar 16 y 17 horas diarias... Algunos dicen: Hay gente que trabaja menos. Bueno, es lógico. ¿Quién en medio de una revolución, cuando
empieza a resolver algunos de los problemas esenciales de la salud, de la
educación, del trabajo, le puede pedir a nadie: sigue trabajando 17 horas ahí? No tiene lógica. Por eso muchas de las primeras máquinas no
sirvieron tanto inicialmente para incrementar la producción como para aliviar
las condiciones infrahumanas de trabajo a cientos de miles de obreros en este
país, para que en vez de 17 pudieran trabajar diez o nueve u ocho horas.
Claro que algunos se fueron más para
abajo. Son cosas lógicas de una primera
etapa en que creía mucha gente que había conquistado el cielo y no la
oportunidad de empezar a ascender el primer peldaño por la conquista de ese
cielo. Muchos creyeron, el 1ro de Enero
de 1959, que habían entrado al mundo de la riqueza. Y donde habían entrado era en la oportunidad
de empezar a crear —en medio del subdesarrollo, la pobreza, la ignorancia y la
miseria— la riqueza y el bienestar del futuro.
Y lógicamente algunos dijeron: Esta es hora de no
hacer nada. Pero esa no es la actitud
hoy de la gente, ni mucho menos. Esa no
es la actitud de las decenas y cientos de miles de obreros que se han declarado
“guerrilleros” y entonces trabajaban ocho y nueve y diez y en ocasiones doce y
más horas, pero con un sentido muy diferente: para acelerar el paso hacia la
solución definitiva de las necesidades del país, para ganar esa batalla a la
pobreza, a la ignorancia y a la miseria que se acumuló durante tanto
tiempo.
Pero lógicamente —como les decía—, una
parte, que era la peor pagada, la más pobre, la más abandonada, pagaba los 300
000 automóviles. Y esos que cortaban la
caña no tenían ni un miserable camino, ni un miserable callejón muchas veces
donde marchar a pie y descalzos y hambrientos.
Porque después de las 17 horas de la zafra venía el tiempo muerto en que
no podían trabajar nada; otros seguían gastando combustible y todas las demás
cosas.
Eso era: todo el mundo con cartera de chofer,
de Chevrolet, de Ford, de
Cadillac y cosas por el estilo, ¿y cuántos técnicos, cuántos ingenieros,
cuántos operadores de todos esos equipos que hoy necesitamos si queremos
producir 10 millones de toneladas de azúcar?
y todavía de esos 10 millones una buena
parte vamos a tener que hacerla con mucho trabajo físico, mientras
aceleradamente construimos y adquirimos todas las máquinas para mecanizar toda
la caña, de manera que los 80 ó 90 millones de toneladas las cortemos y las
alcemos todas con máquina —sin que sea únicamente el azúcar el renglón que se
incrementa notablemente—, para lo cual se necesitarán 5 000 combinadas por lo
menos, con sus operadores, con sus mecánicos.
Y muchas de ellas tendrán que ser construidas aquí por torneros, por
obreros cubanos.
Y el arroz necesitará ya 2 000 combinadas
en 1970. Porque se habla mucho de caña,
pero en arroz, el desarrollo de la agricultura arrocera marcha a millón, ¡a
millón! —mucho
más rápidamente de lo que algunos se imaginan—, resultado de todas esas
caballerías que se han desmontado, esos canales que se están haciendo, esos
embalses que se están construyendo, nuevas variedades altamente productivas que
tienen tres veces más rendimiento. Y
hacen falta 2 000 combinadas arroceras para 1970.
Y hace falta a toda velocidad construir
decenas y decenas de secaderos y de molinos, como ya a toda velocidad hay que
estar construyendo pasteurizadoras en todas las provincias, al igual que a toda
velocidad hay que estar ensanchando y ampliando los centrales. Porque toda la industria traquetea
prácticamente —los ferrocarriles, todo— por la magnitud del crecimiento
acelerado que tendrá en estos próximos 24 meses la producción agrícola del
país. Miles de operadores de combinadas
de caña, de combinadas de arroz, de tractoristas que tendrán que trabajar
enormes extensiones para operar más de 50 000 tractores en 1970, los mecánicos,
engrasadores, mantenedores, constructores de piezas para todo eso, para decenas
de miles de camiones para transportar todo eso.
Creo que estas cifras por sí solas pueden
servir para ilustrar la importancia que tiene la graduación de un ingeniero, la
graduación de un técnico, la graduación de un ingeniero mecánico, la graduación
de un ingeniero químico, la graduación de un ingeniero electricista.
Los químicos, por ejemplo. Se está construyendo la fábrica de
fertilizantes de Cienfuegos, con capacidad de casi medio millón de toneladas;
la de Nuevitas.
Se han construido y se siguen
construyendo termoeléctricas, se han construido y se siguen construyendo fábricas
de cemento. Se desarrolla la minería, se
desarrolla la exploración y la perforación y producción de petróleo; se
necesitarán nuevas refinerías.
Y en fin, al lado de todo lo que tenemos
que hacer en estos años, construir en estos años... Porque no hemos hablado de construcción, y
tendremos que construir todas esas fábricas, y tendremos que construir cientos
de fábricas alimenticias, industrias de todo tipo para el procesamiento de los
productos que vamos a tener de la agricultura, y cientos de talleres, y cientos
de almacenes y depósitos, y puentes y carreteras, y más embalses y más
construcciones de todo tipo, y las viviendas y las escuelas y los
hospitales.
¡Cuántos ingenieros civiles, cuántos
ingenieros mecánicos, cuántos ingenieros químicos, cuántos economistas, cuántos
agricultores, cuántos pedagogos y cuántos especialistas y gente preparada en
todo esto para que nuestro país dé ese salto, para que nuestro país salga del
hoyo del subdesarrollo y empiece a andar a un paso que tiene que ser cada vez
más acelerado, que tiene que ser cada vez más rápido!
Hoy nuestro problema es encontrar alguien
que opere una combinada, un mecánico que la mantenga o la repare. Verdaderamente que esto significa cuán pobres
somos, cuán atrasados estamos.
Precisamente en esta época, en el mes de
diciembre de 1968, cuando ya, por ejemplo, la técnica se ha revolucionado de
una manera increíble, cuando ya el hombre ha logrado extraer la energía del
átomo, cuando ya el hombre ha logrado salir al espacio exterior, situar
satélites en órbita, y cuando ya hay países que están ultimando los
preparativos de enviar vehículos fuera de la Tierra, rodear la luna, e incluso
aterrizar —y ya no será aterrizar—, alunizar allí, calculen ustedes cuántos
problemas de electrónica, de matemática, de biología, de química, cuántos
problemas energéticos para lanzar vehículos de toneladas a velocidades que
permitan desprenderse ya de la órbita de la Tierra, desprenderse de la ley de
la gravedad de la Tierra, para lo cual hace falta desarrollar velocidades de
decenas de miles de kilómetros por hora; cuántos problemas de ingeniería, de
mecánica, de metalurgia, de química, de energética, habrán tenido que resolver
para lograr esos objetivos.
Y he hablado de un campo, pero se puede
hablar de todos los demás en forma similar.
Y hoy nosotros todavía pensando cómo
resolvemos el problema de un hombre que opere una combinada de arroz, de un
mecánico que la mantenga, o alguien que se encarame en una motoniveladora, un
buldócer, un cilindro, y no lo desbarate a los cinco minutos, o en un camión de
10 toneladas y sepa cuándo se acabó la gasolina, aunque solo sea eso.
Creo, compañeros estudiantes orientales,
que ustedes se darán cuenta de que en un mundo como este, un país pequeño como
el nuestro, con siglos de atraso, si quiere tener derecho a formar parte de
este mundo, a vivir con un mínimo de decencia, a vivir con libertad, a
existir... Porque a medida que algunos
países se van delante y se alejan cada vez más, no podríamos decir que otros
países progresan.
Y a veces hemos dicho que nuestra
cercanía a nuestros antecesores primitivos de los que se dice que procede el
hombre, nuestra distancia hacia nuestros antecesores primitivos, los monos de
las selvas, no se alarga sino se acerca.
Porque en la medida en que los que van a la vanguardia se apartan más y
más de nosotros, si antes estábamos en la mitad del camino, dentro de algún
tiempo estaremos al 20% y relativamente nos iremos acercando más y más a
nuestros antepasados irracionales. ¿Por
qué? Porque ya la inteligencia, los
conocimientos del hombre han ido avanzando a esa escala increíble.
¿Y cuál será el porvenir de un pueblo que
no domine la ciencia, que no domine la técnica, que no domine los procesos de
producción más modernos, que no sea capaz de avanzar en las profundidades de
esos conocimientos que se revolucionan y dominarlos? ¿Cuál será el porvenir de comunidades
analfabetas? ¿Cuál será el porvenir de
comunidades atrasadas? ¿Cuál será el
papel de esas comunidades dentro de 20 ó 30 años, a ese ritmo con que avanza
hoy la ciencia y la técnica prácticamente como monopolio de otras comunidades
humanas?
Creo que estas cosas deben llevarnos a
reflexionar, deben llevarnos a meditar, deben llevarnos a comprender la
importancia que tiene una universidad, un instituto tecnológico, una escuela,
un maestro, un técnico.
Claro que nuestro país es, entre muchos
países subdesarrollados, uno de los pocos que tiene el privilegio de haber
alcanzado el control de su vida, el control de su propio destino, la
oportunidad de empezar, para alejarnos rápidamente de aquel pasado de
ignorancia casi absoluta y marchar por el camino de la ciencia y por el camino
del progreso. Y para lograrlo, cuando se
ha perdido tanto tiempo, cuando se ha salido de la ignorancia más completa, es
necesario un esfuerzo muy grande.
Y entonces aquí, frente a estos hechos,
cobra sentido la idea de que estudiar no será una obligación, sino una
necesidad: la
más profunda, la más extraordinaria, la más verdadera, la más esencial
necesidad de una comunidad como la nuestra.
Ya no será, nadie podrá pensar que sea resultado del capricho de nadie,
de la manía de nadie que se estudie, sino la más vital de las necesidades de un
país.
Y como estos son hechos, estas son
realidades —y los hechos de los años futuros nos lo irán demostrando más y
más—, un día como hoy, en que se reúnen miles de estudiantes de la región
oriental, no creo que pueda haber algo más útil y más importante como es
recalcar estas cosas y llamar la atención de los jóvenes acerca de estas
realidades, invocar su sentido de la responsabilidad, su sentido del deber y,
sobre todo, la necesidad que tiene nuestro pueblo de saltar etapas, de marchar
aceleradamente, de recuperar el atraso de siglos, para tener el derecho a ocupar
un lugar decoroso y digno en este mundo, para tener el derecho a existir.
Les deseamos a los compañeros graduados
los mayores éxitos en su trabajo, en las nuevas tareas que se señalen en el
estudio; les deseamos los mayores progresos.
Y deseamos que, año por año, el número de los que se gradúen en esta
universidad y en nuestros centros de enseñanza sea cada vez más y más, hasta el
día en que podamos decir que el estudio es un hecho universal de nuestro
pueblo.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)