DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CLAUSURA DEL CONGRESO CULTURAL DE
LA HABANA, EN EL TEATRO “CHAPLIN”, EL 12 DE ENERO DE 1968.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Señores delegados al Congreso Cultural de La Habana;
Compañeras y compañeros:
Es obligado expresar la impresión
recogida entre numerosos participantes en el Congreso de que este primer evento
internacional de esta índole ha sido un éxito completo.
Algunos auguraban que la celebración de
un congreso de esta naturaleza constituía una tarea difícil y que tal vez
resultaría imposible llevar a cabo una asamblea internacional de esta índole
con la participación de un contingente tan numeroso de trabajadores
intelectuales, procedentes nada menos que de 70 países, que hablan gran número
de diferentes idiomas, cuyas ideas en muchos órdenes pueden diferir, y que, por
tanto, podría convertirse el Congreso Cultural en una especie de lugar de
polémicas de toda índole, de incomprensiones, y que les sería muy difícil a los
trabajadores intelectuales arribar a conclusiones prácticamente unánimes.
Tal vez esto pueda obedecer a diversas
razones, entre ellas lo que tienen por lo general los trabajadores
intelectuales de en ocasiones ser excesivamente individualistas; las
circunstancias —analizadas en el propio Congreso— de lo mucho que influyen en
los hombres de cualquier sociedad, independientemente de sus posiciones, las
ideas, los hábitos y las condiciones de vida del mundo donde se desenvuelve; y
posiblemente también entrañe esa suposición una subestimación de los
trabajadores intelectuales.
Y nosotros debemos pensar qué factores
son los que han hecho realmente posible este Congreso, qué factores son los que
han inspirado las discusiones de este Congreso, qué factores son los que han
contribuido a darle una tónica profundamente revolucionaria, una tónica
revolucionaria que en verdad puede afirmarse que excedió a las predicciones más
optimistas. El factor que hizo posible
este Congreso y determinó sus resultados es la conciencia universal que se
desarrolla hoy día, la conciencia universal acerca de los problemas más
profundos del mundo contemporáneo, la conciencia universal acerca de las graves
amenazas que se ciernen sobre todos los pueblos del mundo, la conciencia
universal de lucha, la conciencia universal de justicia que se expande por el
mundo.
Y lo curioso es que los hombres y mujeres
aquí reunidos no vinieron como militantes de ninguna
organización política. Congresos han
tenido lugar en muchas partes y en muchas épocas, entre organizaciones de
militantes similares, de partidos similares, pero sin embargo este Congreso se
ha caracterizado por el hecho de su amplitud en la representación, de las
procedencias tan diferentes, de las actividades tan diferentes que desempeñan
cada uno de sus participantes, y que, sin embargo, una serie de cuestiones, una
serie de principios fundamentales fueron recogidos con extraña unanimidad.
Trabajadores intelectuales de las más
diversas ramas, trabajadores intelectuales de las más diversas concepciones
filosóficas, de las más diversas concepciones científicas y artísticas, de las
más diversas opiniones políticas, y sin embargo una coincidencia general se
podía apreciar. Y esto creemos
verdaderamente que ha de constituir un motivo de preocupación para los enemigos
de la humanidad.
Y esta conciencia universal, ¿qué es lo
que la determina? ¿Es acaso un
sentimiento idealista de los que se reunieron en este Congreso? ¿Es acaso emanación simplemente de un
sentimiento altruista, de un sentimiento noble y generoso? Aunque evidentemente esos sentimientos
abundan en este Congreso, es indiscutible que el factor que crea esa conciencia
universal es precisamente el peligro, las amenazas de agresiones y las
agresiones reales que diversos pueblos del mundo, que prácticamente el mundo
entero está sufriendo. El desarrollo de
esa conciencia universal ha crecido parejo con el espíritu agresivo, con los
actos de opresión y vasallaje, con las amenazas que se ciernen sobre toda la
humanidad. Lo que hay que decir es que
los hombres y mujeres aquí reunidos, sin duda, constituyen esa vanguardia, ese
núcleo que es capaz de penetrar más a fondo, que es capaz de comprender,
primero, cuál es la naturaleza y la índole y la gravedad de los problemas
contemporáneos que está sufriendo y están amenazando a la humanidad.
Nosotros hemos leído todas las
resoluciones sobre los distintos temas que se abordaron. Y se puede afirmar que los problemas
fundamentales que hoy afronta la humanidad, los peligros más serios, fueron
abordados, y fueron abordados de una manera, a nuestro juicio, muy correcta.
Hay algunos hechos acerca de los cuales
nadie que tenga un poco de conciencia, acerca de los cuales nadie que tenga
sentimientos humanos, sentimientos de justicia, puede permanecer indiferente ni
puede permanecer indolente.
Es así
como, por ejemplo, la agresión a Viet Nam, ese hecho insólito en
nuestros tiempos, ese acto de genocidio que salvajemente lleva a cabo el
imperialismo yanki contra aquel pueblo, injustificable desde todos los puntos
de vista, con empleo de medios de guerra y de actos de salvajismo, que a todos
los que tuvieron oportunidad de vivir o conocer de cerca o de lejos, o leer
acerca de los hechos del nazismo en Europa, les recuerda incuestionablemente
aquellos hechos; les recuerda incuestionablemente, por ejemplo, todos aquellos actos
que después constituyeron crímenes de guerra por los cuales fueron sancionados,
y en algunas ocasiones ejecutados, muchos menos de los que debieron serlo, pero
sí algunos de los principales responsables de aquellos hechos.
La política imperialista yanki nos
recuerda hoy a la política de Hitler, nos recuerda los actos de barbarie del
nazismo, pero con una diferencia: y es que el imperialismo ha logrado
reunir recursos técnicos y recursos por lo tanto también militares, ha logrado
reunir un poder de destrucción y de muerte incomparablemente superior a lo que
jamas pudieron soñar los nazifascistas.
Y es lógico que la humanidad tenga que
preocuparse cuando ve que tan tremendas fuerzas avanzan por ese camino.
Pero a la vez también, no solo contribuye
a formar esa conciencia la naturaleza de los crímenes que se cometen, sino que
contribuye, aun en un grado más alto, la admiración que sentimos hacia el
pueblo heroico que tan valerosamente, tan exitosamente, tan increíblemente se
enfrenta a esas fuerzas poderosas, combate duramente contra ellas y es capaz,
además, de derrotarlas.
La indignación por un lado, el odio por
un lado y la admiración por otro, con relación a los hechos que se suceden en
Viet Nam, han contribuido de una manera notabilísima, quizás más que ningún
otro hecho en estos tiempos, a crear esa conciencia de justicia y de moral
universal que se ha evidenciado en este Congreso.
Pero es que al mismo tiempo la humanidad
cada vez ve con más claridad que estos hechos no constituyen, ni mucho menos,
accidentes aislados, sino que estos hechos constituyen los frutos de toda una
concepción, de todo un sistema que se trata de aplicar a todo el mundo.
Esa extraordinaria unanimidad con que hoy
se condenan los actos del imperialismo yanki, lógicamente constituye el
resultado de toda una cadena de hechos similares que tienen lugar en el mundo
en los últimos tiempos. Porque esos
mismos imperialistas que asesinan y matan bárbaramente en Viet Nam, son los
mismos imperialistas que invadieron y ocuparon el territorio de Santo Domingo;
son los mismos imperialistas que participan en la represión de los movimientos
revolucionarios en todo el mundo; son los mismos imperialistas que impulsaron
los hechos que culminaron en el asesinato de Lumumba; son los mismos imperialistas
que llevan a cabo sus actos de agresión y de provocación a Corea, que
intervienen en Lao, que amenazan a Camboya, que mantienen en Formosa a un
títere desprestigiado, que mantienen con su apoyo, con sus armas y con sus
recursos a los gobiernos oligárquicos de América Latina, a las tiranías, a los
sistemas arcaicos que prevalecen en este continente; son los mismos que
mantienen el colonialismo portugués en Africa; son los mismos que apoyan no ya
los golpes de Estado en América Latina —cosa tan cotidiana—, los golpes de
Estado en Africa —cosa tan de moda en los últimos tiempos—, sino que incluso en
la misma Europa apoyan el golpe de Estado militar reaccionario de Grecia y
alientan las agresiones contra los pueblos árabes (APLAUSOS).
Es decir que no hay que mencionar a Cuba,
porque ya nuestro caso deja de ser un caso aislado para convertirse en un caso
más. Nuestra experiencia acerca de las
actividades y de la conducta del imperialismo la hemos aprendido demasiado
bien. Pero es que nuestro pueblo hoy día
ya no es precisamente la agresión imperialista contra nosotros lo que mueve su
actitud y su indignación y su odio al imperialismo, es la comprensión del papel
que ese imperialismo juega en todo el mundo.
No hay un solo continente hacia donde se
mire, no hay un solo país del mundo, no hay un solo pueblo, no hay un solo
problema contemporáneo en que no se vea, en que no se sienta, en que no se
palpe la actividad del imperialismo; no hay una sola causa infame en el mundo
que el imperialismo no apoye, como no hay una sola causa justa en este mundo
contemporáneo que el imperialismo no combata.
Y ya no es que el imperialismo se cebe y
agreda a lo que se ha dado en llamar el Tercer Mundo o el mundo subdesarrollado
o el mundo en desarrollo, como otros lo llaman.
Y eso de mundo en desarrollo es un concepto verdaderamente mal aplicado,
porque si nos atenemos a la realidad de ese mundo, más que mundo en desarrollo
desde el punto de vista técnico, desde el punto de vista económico, más que
mundo en desarrollo, pudiéramos calificarlo, como consecuencia de las
condiciones que el imperialismo ha impuesto a ese mundo, mundo en
retroceso.
Y no es que las garras y los actos del
imperialismo atenten solo contra esa región del mundo; los actos y los hechos de ese imperialismo
atentan cada vez más seriamente también contra los intereses de los países
llamados desarrollados. Y en este
concepto entre desarrollados y subdesarrollados existen discrepancias
terminológicas, porque se dice que a veces un país muy desarrollado industrial
y económicamente es a la vez un país subdesarrollado política y socialmente; y
que un país subdesarrollado económicamente, esté política y socialmente más
desarrollado.
Nosotros no nos ofendemos, ni mucho
menos, si nos incluyen entre los países subdesarrollados. Porque el desarrollo de la conciencia,
nuestro desarrollo social y nuestro desarrollo cultural general, se va
convirtiendo en un prerrequisito de nuestro desarrollo económico e industrial. En este país, al igual que debe ocurrir en
cualquier otro país en condiciones similares a nosotros, el desarrollo del
pueblo en la política y en la conciencia se vuelve requisito “sine qua non”
para ganar la batalla del subdesarrollo económico.
Pero el imperialismo como fenómeno
universal, el imperialismo como mal universal, el imperialismo como lobo
universal, no puede existir si no a condición de actuar como lobo en todo el
mundo y de actuar contra los intereses de todo el mundo. Y ese imperialismo actúa igualmente contra
los intereses del resto del mundo llamado desarrollado, el resto del mundo
industrializado.
Hoy día se suele, en la terminología
política, hablar de imperialismo encabezado por Estados Unidos. Y es que en la realidad contemporánea solo
hay un imperialismo verdaderamente poderoso; en la realidad contemporánea el
sostén del imperialismo, el imperialismo en esencia, es el imperialismo
norteamericano. Los demás imperialismos
poderosos ayer son hoy extraordinariamente débiles con relación al imperialismo
yanki. Y es por eso comprendido cada vez
más por el mundo entero, que el esfuerzo, que la lucha, se concentra contra el
imperialismo yanki, que es el sostén de todos los gobiernos reaccionarios, es
el sostén de todas las malas causas del mundo.
Y ese imperialismo amenaza devorarse
incluso, y en cierta medida va devorando también, a las demás potencias
imperialistas. Sería innecesario
argumentar acerca de este punto. Acerca
de este punto se discutió en el Congreso, acerca de este punto se expresaron
brillantes ideas y se hicieron proposiciones.
El análisis presentado en el Congreso en una de las ponencias con
relación al fenómeno de penetración imperialista yanki en Europa, al fenómeno
de la sustracción de capitales —ya no la
exportación de capitales sino a la sustracción de capital que actualmente el
imperialismo yanki realiza en el mundo subdesarrollado, avalado con cifras—, la
explicación del drenaje de técnicos que tiene lugar en todo el mundo por parte
del imperialismo yanki; y esos hechos que expresan este fenómeno contemporáneo
del monopolio de la ciencia y de la técnica, de la utilización que los
imperialistas dan a los grandes avances de la ciencia y de la técnica moderna,
eso fue brillantemente expuesto en el Congreso, como la idea de que actualmente
los imperialistas yankis cuando hacen inversiones en Europa no tienen que
llevar más que el 10% del valor del total de esas inversiones, y cómo movilizan
en la propia Europa los restantes recursos.
Y nosotros sabemos hasta qué grado llega
la penetración del imperialismo yanki en Europa. Y debemos decir seriamente que en un grado
quizás más alto de lo que los propios europeos se imaginan el imperialismo
yanki gobierna en Europa (APLAUSOS).
Y nosotros lo sabemos, tenemos una
constante prueba de ello. Porque contra
nosotros, por ejemplo, realiza el imperialismo una actividad incesante de
sabotaje económico, de bloqueo económico, hace todo lo posible para evitar que
nosotros podamos adquirir cualquier cosa útil en cualquier parte del mundo. Y lo peor es que en numerosas ocasiones, en
numerosísimas ocasiones, los imperialistas sabotean e impiden las gestiones que
nosotros hacemos en países que se consideran muy independientes, muy soberanos
y muy desarrollados.
Porque los imperialistas poseen acciones
mayoritarias en incontables empresas europeas; los imperialistas poseen el
control de numerosas patentes que se emplean en Europa. Y si nosotros vamos a adquirir cualquier
máquina que está fabricada de acuerdo con una patente norteamericana, o que
parte de la máquina está fabricada con una patente norteamericana, nosotros no
podemos adquirir la maquinaria o la técnica.
A veces nos venden una parte de una fábrica, pero no nos pueden vender
el proceso completo porque la patente es norteamericana. En muchas ocasiones, aunque no se trate de
una patente norteamericana o de una fábrica con participación financiera del
capital norteamericano, pues tampoco podemos adquirir lo que queremos porque
son clientes importantes de esa industria y se disgustan si esa industria nos
vende algo a nosotros; por esa vía presionan y sabotean e impiden nuestras
gestiones económicas.
De manera que gobiernan en Europa, bien
como dueños de las empresas, bien como dueños de las patentes, o bien como
clientes importantes, o bien como aliados de algunos gobiernos de Europa,
valiéndose de sus influencias para sabotear las actividades económicas de
Cuba.
Y parece increíble hasta qué grado y
hasta qué minuciosidad llegan en esa actividad.
De manera que nosotros, que no somos europeos, sabemos hasta qué grado
la economía de Europa está gobernada por Estados Unidos. Y el problema que esa Europa —incluso esa
Europa capitalista— tiene por delante es saber si existe alguna manera de
dominar, de contener esa penetración económica; si existe alguna manera de
resistir esa penetración, y si acaso existe dentro de la concepción
capitalista, dentro de las leyes capitalistas; no importa cuánto se protejan
con tarifas y con derechos arancelarios, el potencial financiero y el potencial
técnico de Estados Unidos es tan grande que en muchas ocasiones puede vender a
precios inferiores y algunos productos incluso a precio de dumping,
sobrepasando cualquier tipo de barrera arancelaria. Y en ocasiones no tienen
que vencer ninguna barrera, porque sencillamente compran las empresas
europeas.
A nosotros nos han ocurrido incluso cosas
como estas: comprar en una firma europea determinado número de camiones, y
después que hemos recibido los camiones, llegar los hombres de negocio
norteamericanos, comprar aquella fábrica, y a partir de ese momento no poder
contar nosotros con una sola pieza de repuesto para aquellos camiones.
A veces tenemos la impresión de que se
apoderan vorazmente de todo, y en ocasiones tenemos incluso la impresión de que
cuando cualquier industria europea nos abastece de algunos productos que puedan
ser importantes para nuestro desarrollo no paran hasta que compran la
industria. Afortunadamente, no lo han
podido hacer con todas las industrias; afortunadamente las contradicciones se
manifiestan; y afortunadamente a pesar de eso, y producto de esas
contradicciones, y producto de esa penetración, producto de la competencia que
el imperialismo yanki le hace a Europa, en medio de todas las dificultades, el
intercambio comercial entre Cuba y Europa va en incremento.
Nosotros tenemos también un índice de
hasta qué grado la resistencia de los industriales europeos y de los gobiernos
europeos es cada vez mayor, o la preocupación cada vez mayor, o la angustia
cada vez mayor, con relación a la penetración económica y al apoderamiento de
la economía europea por Estados Unidos, que algunas cosas que años atrás
resultaban para Cuba muy difíciles de adquirir, actualmente no resultan tan
difíciles. El crédito de nuestro país —y
perdónenme esta disquisición— y el número de ofertas a nuestro país
crecen.
De manera que en estos hechos nosotros
vemos la contradicción, en estos hechos vemos la tremenda influencia que tienen
en Europa los imperialistas yankis y a la vez vemos la creciente preocupación
en los propios círculos capitalistas de Europa acerca de este fenómeno que
tiene lugar en Europa en estos tiempos.
De manera que hay un enemigo que sí se
puede llamar universal, y si alguna vez en la historia de la humanidad hubo un
enemigo verdaderamente universal, un enemigo cuya actitud y cuyos hechos
preocupan a todo el mundo, amenazan a todo el mundo, agreden de una forma o de
otra a todo el mundo, ese enemigo real y realmente universal es precisamente el
imperialismo yanki. Y en la misma medida
en que la humanidad toma conciencia de este problema, la humanidad se moviliza;
en la misma medida en que toma conciencia de este problema, la humanidad
empieza de una forma o de otra a actuar.
A veces hemos oído en los propios
intelectuales, en los propios científicos y artistas, la autocrítica de que
tienen una relación distante con los problemas.
No me refiero en este caso a los trabajadores intelectuales del Tercer
Mundo —por llamarlo de alguna forma—, me refiero sobre todo a los trabajadores
intelectuales de Europa. La autocrítica
de que tienen una relación lejana —a veces la califican de paternalista,
etcétera— con relación a los problemas del mundo. ¿Cómo vemos nosotros esta cuestión? Nos parece que seríamos ilusos, pecaríamos de
idealistas, si quisiéramos que de la noche a la mañana esta conciencia de que
hablábamos surgiera en un despertar apoteósico.
Nosotros no nos detenemos a analizar el
grado en que los trabajadores intelectuales se movilizan en el mundo en favor
de las causas justas; nosotros nos detenemos más bien a considerar que
cualquiera que sea el grado de ese desarrollo, cualquiera que sea la eficacia
de esa solidaridad, el hecho cierto es que ese movimiento está en ascenso, el
hecho cierto es que ese movimiento está en desarrollo, el hecho cierto es que
ese movimiento crece.
¡Y nosotros, a fuer de sinceros,
podríamos decir que muchas veces hemos visto cómo determinadas causas que más
afectan al mundo de hoy, cómo determinadas agresiones, cómo determinados
crímenes, han encontrado más apoyo, más eco, mas protesta y mas combatividad en
grupos de trabajadores intelectuales que en organizaciones de tipo político de
las cuales era de esperarse la mayor combatividad! (APLAUSOS)
¡En ocasiones hemos visto supuestas vanguardias en lo más profundo de la
retaguardia en la lucha contra el imperialismo!
(APLAUSOS)
Y de veras que no está en nuestro animo al venir a esta tribuna ni ofender a nadie ni herir a
nadie. Además, no nos gusta ofender o
atacar por vía indirecta. Y digo esto
como obligada alusión a una verdad que nosotros hemos palpado —y al fin y al
cabo esta es la visión de los agredidos, la visión de los combatientes
revolucionarios de un país que lucha contra el imperialismo y de un país que,
si no en la primera trinchera, porque la primera trinchera es
incuestionablemente Viet Nam (APLAUSOS), es un país que ocupa un modesto puesto
de combate, pero que lo defiende firme y resueltamente.
Y nosotros cuando vemos a un hombre de
vanguardia o que suponemos de vanguardia en la vanguardia, nos parece lo más
natural del mundo; pero cuando hemos visto en la vanguardia de la protesta y de
la lucha a quienes no se tenían por vanguardia, nos admira. ¡De manera que no nos ponemos a medir el
grado con que combaten, sino que vemos y palpamos el hecho de que cuando las
banderas justas no hay quien las recoja en algunos países, hay hombres dignos
que recogen esas banderas!
(APLAUSOS) y no son pocos los ejemplos que tenemos
de estos fenómenos.
En el curso de estos años de revolución
hemos aprendido mucho, y entre otras cosas hemos aprendido a distinguir entre
lo verdadero y lo falso, entre una actitud revolucionaria y una consigna
revolucionaria, entre las palabras y los hechos, entre los dogmas y las
realidades.
¿Podrá alguien considerar que no
constituyó para nosotros una inolvidable experiencia la experiencia de la
Crisis de Octubre? No nos gusta hablar
de aquel episodio, pero incuestionablemente que nuestro pueblo vivió momentos
de grandes peligros. Y nadie debe
interpretar como una manifestación de orgullo el expresar aquí que nuestro
pueblo se portó con dignidad, con entereza y con valor (APLAUSOS). Pero sí expresar a la vez que desde hace
mucho tiempo, desde que éramos casi adolescentes, veníamos oyendo hablar de la gran
campaña en favor de la paz. Y no critico
con esto a los hombres que han luchado por la paz, a los hombres que
honestamente de una manera o de otra han agarrado la bandera de la lucha por la
paz y en la medida de sus fuerzas han enarbolado esa bandera. Lo que nos llamó realmente la atención fue el
hecho de que cuando verdaderamente la paz estuvo en peligro, de que cuando
verdaderamente el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear, no vimos en
Europa —y es de suponer que en Europa habría guerra también si hay guerra
nuclear; es de suponer que en un encuentro entre las grandes potencias
nucleares Europa, atada por pactos militares a una de esas potencias, el
imperialismo yanki, habría sufrido las consecuencias de esa guerra, habría
estado dentro de la guerra— grandes movilizaciones de masa. Y en verdad que si las hubo no nos enteramos;
si las hubo grandes o pequeñas, no lo supimos.
Y tuvimos la real sensación, la impresión —que si resulta una falsa
impresión agradeceríamos profundamente a quien borrara de nuestros ánimos esa
profunda impresión— de que aquella consigna no había sido más que una consigna,
un entretenimiento, y que aquella consigna no fue capaz de movilizar ninguna
masa, que aquella consigna no fue capaz ni de despertar el instinto de
conservación de las masas.
¿Dónde estaban las vanguardias? ¿Dónde estaban las vanguardias
revolucionarias?
Pero es que nosotros tenemos un ejemplo
reciente, muy reciente, que nos tocó de muy cerca, y fue cuando la muerte del
heroico compañero Ernesto Guevara (APLAUSOS PROLONGADOS).
Será difícil encontrar un hombre igual
que él; será difícil encontrar un revolucionario más puro que él, más
consecuente que él, más íntegro que él, más ejemplar que él. Y cuando se nos quiera poner un ejemplo de lo
que es y lo que debe ser un revolucionario, ¿acaso puede haber un ejemplo mejor
que el suyo?
Sin embargo, ¿quiénes fueron los que
enarbolaron su bandera? ¿Quiénes fueron
los que agitaron en todo el mundo? Pero
sobre todo, ¿quiénes fueron los que enarbolaron su nombre en Europa, los que
levantaron y enaltecieron su ejemplo?
¿Quiénes fueron los que se movilizaron, pintaron letreros y organizaron
actos en toda Europa? ¿En qué sector fue
donde más profundo impacto tuvo la muerte del Che Guevara? ¡Fue precisamente entre los trabajadores
intelectuales! (APLAUSOS) No fueron organizaciones, no fueron
partidos. Fueron hombres y mujeres
honestos, sensibles, los que tuvieron la actitud de asimilar, de comprender, de
admirar, de hacer justicia; frente a los que preguntan por qué murió el Che
Guevara, frente a los que son incapaces de comprender y que no comprenderán
jamás por qué murió, ni serán capaces jamás de morir como él, ni de ser
revolucionarios como él (APLAUSOS).
Y nosotros sabemos cómo ese hecho dolió
en los corazones de los verdaderos revolucionarios en todo el mundo. Y, sobre todo, sabemos cómo ese hecho dolió
en los más ejemplares combatientes de esta época, que son los combatientes
vietnamitas (APLAUSOS).
Hemos sabido de muchos pésames, de
pésames verdaderos y de pésames formales.
Y hablamos de pésame porque no hay otra palabra, aunque desde luego que
la muerte de un combatiente no es motivo de luto, si creemos como hemos creído
siempre, como hemos creído en nuestro pueblo y como han creído los
revolucionarios en todas las épocas, que ningún hombre verdadero, ningún
revolucionario verdadero muere en vano.
Y de ello nos dan pruebas irrebatibles nuestros propios enemigos, de
ello nos dan pruebas los propios que no respetando su condición de combatiente herido,
imposibilitado de seguir peleando, porque hasta el arma le había sido
destruida, lo asesinaron cobardemente. Y
no solo lo asesinaron cobardemente, sino que además lo desaparecieron más
cobardemente todavía.
En estos días pasados las agencias
cablegráficas han estado divulgando noticias, han estado hablando de canje de
contrarrevolucionarios presos en Cuba por Régis Debray. Desde luego que nosotros estamos seguros
—porque hemos visto la actitud de Debray, porque hemos visto su formidable
defensa, porque hemos visto la serenidad, el valor y la entereza con que
desenmascaró a los que lo juzgaban—, estamos seguros de que Régis Debray no
aceptará jamás semejante canje. Pero
nosotros no rehuimos el reto del “gorila” Barrientos. Si quiere liberar contrarrevolucionarios, si
quieren cabecillas contrarrevolucionarios, nosotros decimos y planteamos: ¡Devuelva los
restos del Comandante Guevara y pondremos cien cabecillas presos en
libertad! (APLAUSOS) No un cabecilla contrarrevolucionario, ¡cien
cabecillas contrarrevolucionarios, escogidos por la CIA y por el Pentágono,
ponemos inmediatamente en libertad si tiene el valor de devolver los restos del
Comandante Guevara! (APLAUSOS)
Porque ellos son los que tienen que
demostrar si es verdad o no que temen al Che todavía más muerto que vivo (APLAUSOS).
¡Formidable ejemplo de lo que es el
ejemplo! ¡Formidable ejemplo de que las
ideas no pueden ser destruidas!
¡Formidable ejemplo de que las causas revolucionarias, las causas justas,
no pueden ser aplastadas, cualesquiera que sean los golpes y las pérdidas! Porque por algo somos humanos, por algo somos
hombres, y en el hombre sus ideas son valores que están por encima de ninguna
otra cosa y, por supuesto, muy por encima de su vida.
Nosotros hemos vivido estas experiencias,
y es por ello que, sin ánimo ni mucho menos de halagar, pero sí con absoluta
sinceridad, expresamos qué sentimientos han suscitado en nosotros cuando hemos
visto cómo los trabajadores intelectuales en número cada vez más creciente se
unen y se convierten en formidables abanderados y defensores de las causas
justas.
Mencioné el ejemplo del Che, pero hemos
visto la fuerza que cobra en todo el mundo el movimiento de apoyo y de
solidaridad hacia Viet Nam; hemos visto un número cada vez mayor de
trabajadores intelectuales en Estados Unidos enarbolando la bandera de la lucha
contra la salvaje agresión a Viet Nam; hemos visto a los trabajadores
intelectuales del mundo brindar un apoyo cada vez mayor al movimiento negro en
Estados Unidos; hemos visto a los trabajadores intelectuales del mundo cómo en
todas partes enarbolaron la bandera de lucha contra el encarcelamiento de Régis
Debray; y hemos visto en los hechos que ocurren en los últimos tiempos, en
acontecimientos que son definitorios, cómo crece el movimiento de solidaridad
entre los trabajadores intelectuales de todo el mundo. ¡Y nosotros sabemos apreciar hondamente ese
fenómeno!
No quiere esto decir que debamos ser
conformistas, no quiere esto decir la apreciación de que se haya hecho el
máximo ni mucho menos, no quiere esto decir que ese movimiento tenga la fuerza
que debe tener; quiere decir sencillamente que nos sentimos optimistas porque
ese movimiento, movimiento de conciencia, movimiento de justicia, crece y se
desarrolla. Y no cabe duda que seguirá creciendo y seguirá desarrollándose, porque en la
misma medida que un enemigo universal se hace cada vez más agresivo, en la
misma medida en que sus crímenes son cada vez más repugnantes, en la misma
medida en que sus garras son cada vez más amenazantes, ese movimiento, esa fuerza
crecerá.
Y al decir que el imperialismo yanki es
poderoso, al decir que el imperialismo yanki ha acumulado grandes recursos
financieros y técnicos, grandes medios de destrucción y de muerte, no aceptamos
jamás que esa amenaza a la humanidad, que todas las fuerzas acumuladas por ese
imperialismo puedan ser más poderosas que la humanidad. Y nos lo demuestra una vez más Viet Nam, una
parte pequeñísima de la humanidad, ¡cómo se enfrenta, cómo combate y cómo
derrota a ese superpoderoso imperialismo!
Un imperialismo que trata de amedrentar al mundo, que trata de
chantajear al mundo y que solo consigue levantar más la conciencia del mundo,
levantar más la indignación y el espíritu de lucha del mundo, en la misma
medida en que sus actos son más repugnantes, en la misma medida en que sus
actos son más criminales y más aborrecibles; ese enemigo que todo lo quiere
resolver con las armas, que todo lo quiere resolver con su oro, que lo mismo
asesina que soborna, que lo mismo oprime por la fuerza que oprime por la corrupción
y que penetra en todos los campos, que penetra en todas las actividades.
Y es lógico que los trabajadores
intelectuales hayan tenido que sentirse repugnados por el hecho de ver cómo las
mejores creaciones del hombre, cómo los más extraordinarios productos de la
inteligencia humana, cómo las creaciones de los hombres de ciencia y de
técnica, cómo todos esos medios que el hombre ha desarrollado para el bien del
hombre, se emplean hoy en matar, en destruir, en oprimir, en corromper. Lo mismo los adelantos de la física que de la
química, que de la electrónica, que de la biología, porque fabrican desde
bombas que se fragmentan en miles de pedazos hasta venenos, medios químicos de
destrucción, medios biológicos y, en fin, todo cuanto los hombres de ciencia
han creado.
Y es lógico que los trabajadores
intelectuales del mundo se sientan de una manera o de otra víctimas de ese
despojo, se sientan de una manera o de otra agredidos, de la misma manera que
se sienten agredidos con esa política de comprar cerebros, de saquear técnicos,
esa política encaminada a monopolizar la ciencia, encaminada a reclutar los
científicos de todo el mundo, lo mismo de un país llamado desarrollado que de
un país llamado subdesarrollado. Esa
cosa clara que se sabe, que se conoce, cuyos datos se publican en los propios
Estados Unidos, de manera que el país que tiene una técnica más desarrollada
practica —como decíamos el día 2 de enero— ese saqueo de las inteligencias, ese
saqueo de los técnicos.
¿Qué tiene, pues, de extraño ante estas
realidades que se reúnan aquí hombres y mujeres, trabajadores intelectuales de
las más variadas posiciones filosóficas, de las más variadas posiciones
políticas o apolíticas, de las más variadas militancias?
Y debemos decir que hay algunas cosas en
este Congreso que han resultado verdaderamente impresionantes. Y una de ellas es esa universal conciencia de
lo que es el imperialismo y de lo que representa, y esa universal conciencia de
que los problemas que el mundo moderno plantea no pueden ser resueltos a través
de sistemas sociales obsoletos, abolidos por el desarrollo de la ciencia y de
la técnica y abolidos también por el desarrollo de la conciencia humana. Y cómo de manera unánime se expresaban los
criterios, tanto trabajadores intelectuales del Tercer Mundo como de los países
desarrollados, de que era imposible superar los profundos problemas de
cualquier país moderno, sea desarrollado o subdesarrollado. Los desarrollados para alcanzar o superar las
profundas contradicciones que subsisten en el capitalismo, para superar una
sociedad que está prácticamente abolida por la historia, y en el caso de los
países subdesarrollados como único camino, porque de qué otra forma un país
cuya brecha se abre cada vez más y más con respecto al resto del mundo puede
alcanzar un ritmo de desarrollo acelerado, pasando por el vía crucis del
desarrollo capitalista bajo las condiciones de la dominación del
imperialismo.
Pero, en fin, estas cosas eran cuestiones
de elemental conocimiento, de elemental convicción de los que participaron en
este Congreso.
Sin embargo, hay algunas cosas,
particularmente una cosa, que a nosotros nos impresionó mucho, a decir verdad,
porque evidencia la amplitud que cobra el movimiento revolucionario en el
mundo, y que fue la ponencia de un grupo de sacerdotes católicos que
participaron en el Congreso. No voy a
decir sus nombres porque no he consultado con ellos, pero sí voy a leer la
ponencia para nuestro pueblo, suponiendo que ustedes conocen esta ponencia, y
que dice así:
“Nosotros, sacerdotes católicos,
delegados al Congreso Cultural de La Habana, convencidos:
“De que el imperialismo constituye en la
actualidad y particularmente en el Tercer Mundo un factor de deshumanización
que destruye los fundamentos de la dignidad individual, atenta contra la libre
manifestación de la cultura, impide las formas auténticas del desarrollo humano
y propicia situaciones de subdesarrollo cada día más agudas y oprimentes;
“De que pese a las divergencias
existentes entre el cristianismo y el marxismo sobre la interpretación del
hombre y el mundo, es el marxismo el que proporciona el análisis científico más
exacto de la realidad imperialista y los estímulos más eficaces para la acción
revolucionaria de las masas;
“De que la fe cristiana implica amor
traducido en servicio eficaz a todos y cada uno de los hombres;
“De que el sacerdote Camilo Torres
Restrepo, al morir por la causa revolucionaria dio el más alto ejemplo de
intelectual cristiano comprometido con el pueblo (APLAUSOS),
“NOS COMPROMETEMOS
“Con la lucha revolucionaria
antimperialista, hasta las últimas consecuencias, para lograr la liberación de
todo el hombre y de todos los hombres.
“POR TANTO
“Condenamos el bloqueo económico y
cultural que el imperialismo norteamericano tiene establecido a la República de
Cuba, primer territorio libre de América;
“Condenamos la guerra de Estados Unidos a
Viet Nam, como el atentado más monstruoso del imperialismo contra la libertad
de un pueblo situado en el área del Tercer Mundo;
“Rechazamos cualquier forma de
colonialismo y neocolonialismo, por ser producto del imperialismo alienante y
deshumanizante.”
Esta ponencia evidencia cómo las ideas
revolucionarias, de una forma o de otra, se extienden, se expanden, y cómo
incluso en sectores religiosos penetran estas ideas y cómo surgen dentro de
esos sectores un número cada vez mayor de combatientes revolucionarios.
En días recientes leíamos uno de los
tantos cables que aquí llegan, de una de las tantas agencias yankis, y hablaban
de este movimiento, preocupados por el movimiento que se desarrolla dentro del
clero católico en América Latina. Y
ciertamente decían que ese era un movimiento ligado con Cuba, ligado con la
Revolución Cubana, ligado con Castro, etcétera, y acusaban incluso al Nuncio
Apostólico (RISAS). Acusaban al Nuncio
Apostólico de Cuba, y acusaban a un Nuncio Apostólico canadiense, que había
venido a darle las insignias de obispo al Nuncio Apostólico de Cuba.
Hubo una recepción, y nosotros asistimos
a esa recepción. Y desde luego, para los
imperialistas, para la gusanera y para los reaccionarios, tal vez para la CIA,
aquello había sido un conciliábulo conspirativo (RISAS). Es indiscutible que los reaccionarios están
cada vez más asustados, viven con miedo, ven conspiraciones por todas partes,
ven fantasmas por todas partes, ven subversiones por todas partes. ¡Y es verdad, es verdad!, los fantasmas que
ellos han creado, las rebeldías que ellos han desatado y la conspiración
universal de los hombres dignos de la humanidad que han concitado.
Es incuestionable que estamos ante hechos
nuevos, ante fenómenos nuevos; es incuestionable que los revolucionarios, los
que nos consideramos revolucionarios, y dentro de los que nos consideramos
revolucionarios, los que nos consideramos marxista-leninistas, estamos en la
obligación de analizar estos fenómenos nuevos.
Porque no puede haber nada más antimarxista que el dogma (APLAUSOS), no
puede haber nada más antimarxista que la petrificación de las ideas. Y hay ideas que incluso se esgrimen en nombre
del marxismo que parecen verdaderos fósiles (APLAUSOS).
Tuvo el marxismo geniales pensadores: Carlos Marx,
Federico Engels, Lenin, para hablar de sus principales fundadores. Pero necesita el marxismo desarrollarse,
salir de cierto anquilosamiento, interpretar con sentido objetivo y científico
las realidades de hoy, comportarse como una fuerza revolucionaria y no como una
iglesia seudorrevolucionaria (APLAUSOS).
Estas son las paradojas de la
historia. ¿Cómo cuando vemos a sectores
del clero devenir en fuerzas revolucionarias vamos a resignarnos a ver sectores
del marxismo deviniendo en fuerzas eclesiásticas? (APLAUSOS)
Esperamos, desde luego, que por afirmar
estas cosas no se nos aplique el procedimiento de la “Excomunión” (RISAS) y, desde luego, tampoco el de la “Santa
Inquisición”; pero ciertamente debemos meditar, debemos actuar con un sentido
más dialéctico, es decir, con un sentido más revolucionario.
Es necesario que los fenómenos
contemporáneos los analicemos, los estudiemos profundamente. Naturalmente que el análisis, las
concepciones, cada vez más tendrán que ser la obra de equipos de hombres más
que de hombres individuales. De la misma
manera que en la ciencia el investigador aislado ya prácticamente no existe ni
puede existir, en la política, en la economía, en la sociología, los
investigadores aislados, el surgimiento de hombres geniales en las condiciones
modernas se hace cada vez más imposible.
Y hay un cierto subdesarrollo, hay en
realidad un cierto subdesarrollo en el campo de las ideas políticas, en el
campo de las ideas revolucionarias. Y de
ahí se deriva la enorme confusión que existe hoy en el mundo, la enorme crisis
que existe en el campo de las ideas, es decir, en el campo de las doctrinas, en
el momento en que precisamente las actitudes y los sentimientos revolucionarios
del mundo crecen. Nadie puede decir que
tiene toda la verdad; nadie puede declarar hoy, en medio de la enorme
complejidad del mundo, que tiene toda la verdad. Nosotros tenemos nuestras verdades aquí,
surgidas de nuestra experiencia, aplicables a nuestras condiciones: y tenemos nuestras
deducciones y nuestras conclusiones; pero nunca hemos pretendido ser
catedráticos, nunca hemos pretendido ser monopolizadores de las verdades
revolucionarias.
Sin embargo, hemos visto cómo las
verdades revolucionarias se van encontrando, cómo las verdades revolucionarias
van surgiendo como resultado del análisis, del esfuerzo de muchas
inteligencias.
Y no hay duda de que esa es la impresión
que dejan los acuerdos del Congreso. Y
eso es, a nuestro juicio, lo más extraordinario: cómo se ha llegado a conclusiones tan
unánimes, cómo se han unificado los puntos de vista, y cómo se han dicho un
puñado de verdades, cómo se han expresado un puñado de sentimientos incuestionablemente
revolucionarios y humanos. Y esa
impresión tendrá que dejar en todos los que lean el acuerdo de este
Congreso.
Los imperialistas, ¿qué dirán, qué
pensarán? Dirán tal vez que esto es un
Viet Nam en el campo de la cultura; dirán que han empezado a aparecer las
guerrillas entre los trabajadores intelectuales; es decir que los trabajadores
intelectuales adoptan una posición cada vez más combativa. Y no tenemos la menor duda de que los
imperialistas se preocuparán profundamente de este evento y de las resoluciones
de este evento, del tono revolucionario de este evento.
Y el pensamiento de los imperialistas es
cada vez más claro, sus intenciones cada vez más inequívocas. Hoy, por ejemplo, se recibieron en Cuba dos
cables de dos grandes oligarcas del imperialismo: uno, el de un General, jefe del Estado
Mayor del Ejército norteamericano; otro, informando acerca de unas
declaraciones del señor Rusk. ¿Son acaso
diferentes de las declaraciones que hacen siempre? No. No
son diferentes. ¿Son acaso diferentes de
muchos pronunciamientos citados en el Congreso?
No. Pero son reveladoras de la
certeza y de la claridad de los trabajadores intelectuales y de sus resoluciones.
Veamos qué dicen —cualquiera de los dos,
el que ustedes prefieran. El señor Rusk
habló, y en algunas declaraciones se refirió entre otras cosas a la Crisis de
Octubre, diciendo que “la crisis en Cuba de 1962, en la que Estados Unidos
guardó considerable moderación, ha servido de advertencia seguramente para
varias potencias grandes y pequeñas, señaló ayer ante la prensa norteamericana
el secretario de Estados Unidos, Dean Rusk, agregando que muchos países
aprendieron la lección”.
¡He aquí el vulgar lenguaje del vulgar
chantaje! (APLAUSOS)
Pero bien: lo más importante. Dice: “Otro problema, continuó, lo
constituye el de las agresiones tales como la de Viet Nam”, dijo —¡las
agresiones de Viet Nam!—, “agregando que una vez frenadas las llamadas guerras
de liberación” —¡que una vez frenadas las llamadas guerras de liberación!— “el
mundo podría gozar de una larga época de paz”.
¡La paz romana! (RISAS)
Y luego inmediatamente: “Hablando de la explosión demográfica,
Dean Rusk subrayó la apremiante necesidad de solucionarla antes de que este
peligro haya llegado al extremo de originar el estallido de una guerra
nuclear.
“Las ciencias y la técnica tendrán que
superar estos problemas que en los años 80 adquirirán por lo menos un carácter
tan explosivo como la cuestión de las armas nucleares”, concluyó.
Y el General, ¿qué dijo el General?
“El general Harold K. Johnson, jefe de
Estado Mayor del Ejército norteamericano, declaró hoy que la experiencia de
este país en la República Dominicana y Cuba demuestran que la guerra en Viet
Nam es necesaria para poner fin a la proliferación del comunismo.
“En un discurso que pronunció en esta
ciudad, el general Johnson afirmó que 'la proliferación del comunismo terminó
cuando nuestro país inició su asistencia directa en la resistencia a la
implantación del sistema'.
“Agregó el militar que 'aun en nuestro
hemisferio, cuando nos confrontamos con los comunistas pronta y vigorosamente,
como ocurrió en la República Dominicana, estos detienen su marcha'.
“'Pero —dijo Johnson— cuando Estados
Unidos no supo reconocer un golpe comunista, como fue el caso en Cuba, el tumor
echó raíces y ha intentado propagarse'.
“El general Johnson, que volvió hace una
semana de su novena gira de inspección por Viet Nam, negó que los comunistas
hayan tomado la iniciativa en la actual guerra o que el proceso bélico haya
caído en un punto de estancamiento.”
Dos declaraciones, el mismo día, de un
general con muchas derrotas y una eminencia gris del imperialismo.
Todo esto, todas estas expresiones que
tan desfachatadamente expresan los voceros del imperialismo, generales y
civiles, ¿qué quieren decir? ¿Acaso
disimulan la estrategia del imperialismo?
¿Acaso disfrazan de alguna manera sus intenciones y sus propósitos?
Este habla de que el “comunismo deja de
proliferar cuando vigorosamente lo combatimos”.
He ahí el caso de Cuba, “ese tumor”
—ese tumor sin extirpar posiblemente quería decir—, ¿cómo se
detiene? “Y por eso intervenimos en
Santo Domingo a sangre y fuego, para asistir en la resistencia.” ¡Allí
asistieron a los gorilas!
¿Resistencia? ¡No habrían podido
resistir media hora al pueblo dominicano!
(APLAUSOS)
Y que por eso intervienen en Viet Nam;
dicen con toda claridad que en Viet Nam se proponen aplastar al movimiento
revolucionario, dar una lección definitiva para liquidar los movimientos de
liberación. Es toda la terminología del
esbirro internacional. Y, desde luego,
se lamenta de que este “tumor” no haya sido extirpado.
¿Y el otro qué dice? Pues dice lo mismo: que “cuando cesen las luchas de
liberación habrá paz”. Pero es que no se
queda ahí. No basta, no, con que cesen
las luchas de liberación:
hay que controlar la natalidad, hay que controlar el aumento de
la población, porque no importa que cesen las luchas de liberación; si la
humanidad sigue desarrollándose habrá explosiones más poderosas y más
peligrosas que las armas nucleares. ¡La
ciencia, la técnica, vengan en auxilio del imperialismo! ¡Venga la educación sobre la natalidad, venga
el control de la natalidad!
Las soluciones del imperialismo son
sencillísimas. Las dos terceras partes
de la humanidad pasan hambre; para cesar la situación de hambre, para salir de
la miseria, tienen obligadamente que hacer revoluciones. ¡Ah!, pero revoluciones no. ¡Las revoluciones serán reprimidas a sangre y
fuego! Y habrá paz solo si no hay
revoluciones. Pero, además, aunque no
haya revoluciones, ¿qué va a pasar en esas dos terceras partes de la humanidad
que se multiplican como curieles? Cuando
hablan de los problemas de la población y de la natalidad, de ninguna manera se
inspiran en un concepto que tenga algo que ver con los intereses de la familia
o de la sociedad. ¡No! Parten del principio de que la humanidad se
morirá de hambre si sigue multiplicándose, y ciertamente nada menos que en
estos tiempos, que no son los tiempos de Malthus ni los tiempos de
Matusalén. Cuando la ciencia y la
técnica logran increíbles éxitos en todos los campos, se acude a la técnica
para reprimir las revoluciones y se pide el auxilio de la ciencia para impedir
el crecimiento demográfico. En dos
palabras: ni
los pueblos deben hacer revoluciones, ni las mujeres deben parir. A eso se resume y se sintetiza la filosofía
del imperialismo.
Pero a la vez revelan las contradicciones
insalvables de ese imperialismo, la inseguridad, el temor al futuro. Aquí se evidencia que esa oligarquía, sentada
sobre cañones, sentada sobre pilas de oro, vive intranquila, vive desconfiada,
vive atemorizada ante el porvenir.
Y a eso se reduce el pensamiento político
hoy en esencia del imperialismo, de la oligarquía que gobierna en Estados
Unidos y que a pesar de sus feroces represiones, de sus recursos técnicos y
militares, se siente insegura. Porque
ellos saben que sin revolución ninguno de esos países saldrá del subdesarrollo. Ellos admiten, ellos comprenden —ellos lo saben—
que no hay ninguna fórmula para pasar del feudalismo al progreso. Los imperialistas saben que sin revolución no
hay desarrollo, y se sienten impotentes frente a la realidad de que el mundo
crece, de que el mundo se desarrolla, aumenta la población y aumenta
inevitablemente —como un fenómeno
natural e inevitable— la conciencia revolucionaria.
Los imperialistas saben que la brecha
entre el mundo desarrollado y el mundo subdesarrollado crece; esos datos
incesantemente se publican por los organismos de las Naciones Unidas. Se sabe, por ejemplo, que en 15 años el
producto bruto en Estados Unidos aumentará de 400 000 millones aproximadamente
en 1960 a 800 000 millones de dólares en 1975; que en el Mercado Común Europeo
el producto bruto aumentará en el mismo periodo, aproximadamente, de 200 000
millones de dólares a 400 000 millones
para 1975. Todos los economistas y todos
los que trabajan en los problemas del intercambio comercial saben que los
productos industriales se venden cada vez más caros al mundo subdesarrollado, y
que los productos de ese mundo se compran cada vez más baratos.
Un oligarca latinoamericano decía
recientemente que con la misma cantidad de un producto con que su país compraba
hace 10 años tres jeeps ahora solo podía comprar un jeep.
Y mientras los niveles de vida crecen en
una parte del mundo, los niveles de pobreza crecen en el resto del mundo, el
desbalance crece, la explotación crece.
Según esos mismos cálculos, el desbalance en
el intercambio del mundo subdesarrollado con el mundo desarrollado fue de 4 000
millones de pesos en 1960 y en 1970 será de aproximadamente 20 000 millones de
pesos.
Mientras el producto bruto crece,
mientras el ingreso per cápita crece en una parte del mundo, en la parte más
numerosa del mundo el producto per cápita decrece; el desbalance crece; los
precios de los que tienen mejores niveles aumenta, los precios de los que
tienen peores niveles decrecen; los recursos, además, se despilfarran por los
señores feudales en muchas ocasiones y por los oligarcas; las sustracciones de
recursos monetarios aumentan.
Y ese es sencillamente un problema
insoluble, un problema que no tiene solución; ese es un hecho real. Por eso ellos, que utilizan la cibernética y
hacen cálculos, suman, restan, multiplican y dividen, parece que han consultado
a los computadores y les han dicho que eso no tiene remedio, que esa situación
es insostenible.
Entonces, bien: ¿Cuál es el remedio de los
imperialistas? Guerras represivas contra
las revoluciones, y habrá paz cuando no haya revoluciones; cesen de crecer las
poblaciones, porque si no cesan de crecer las poblaciones habrá estallidos y
habrá guerras nucleares.
¡En ninguna época anterior de la historia
del hombre se habían escuchado semejantes bárbaras, genocidas, brutales
manifestaciones contra la humanidad!
Ese es el hecho real, ese es el hecho
indisimulable, eso es lo que contribuye a crear la conciencia universal
revolucionaria; ese hecho es el que los ha reunido a ustedes aquí, esos hechos
incuestionables son los que le dieron la tónica revolucionaria a este
Congreso.
Y es verdad que en el campo de la cultura
hay muchos problemas por resolver, hay muchas cuestiones por dilucidar; y
nosotros no disimulamos ni mucho menos que hay montones de cosas todavía a las
que dar respuesta, hay problemas nuevos no resueltos. Y esos problemas los tenemos los
revolucionarios, sobre todo cuando, como revolucionarios, en condiciones
especiales, nos vemos obligados a invertir una inmensa parte de nuestro
esfuerzo para sobrevivir, para defendernos y avanzar.
Hay, sin embargo, la intención
incuestionable de encontrar la respuesta adecuada, las soluciones mejores, a
incontables problemas que surgen en el desarrollo de la sociedad. Soluciones por encontrar, problemas por resolver
existen y no hay por qué negarlos; pero las soluciones las encontraremos. Y creemos verdaderamente que este Congreso
es una contribución para nosotros y para los movimientos revolucionarios.
Pero, sin embargo, ha sido aleccionador
cómo los trabajadores intelectuales en este Congreso agarraron los problemas
fundamentales, agarraron las cuestiones esenciales, las cosas que más preocupan
al hombre en el momento actual, y alrededor de estas cuestiones trabajaron,
alrededor de estas cuestiones se unieron y alrededor de estas cuestiones
llevaron adelante el Congreso.
Múltiples problemas podrían debatirse en
el seno del campo revolucionario acerca de los problemas de la cultura, porque
esos problemas son reales. Sin embargo,
eso tal vez era lo que esperaban los imperialistas: la atención, el esfuerzo se centró en
las contradicciones fundamentales, en las contradicciones decisivas, que no son
las contradicciones en el seno del movimiento revolucionario, no son los
problemas de la cultura en el seno del movimiento revolucionario, sino las
contradicciones y los problemas de la cultura con el imperialismo.
No creemos que en este Congreso, ni mucho
menos, se hayan solucionado todos los problemas, se hayan aclarado todas las
cuestiones, pero sí creemos que ha sido un extraordinario paso de avance, sí
creemos que ha sido altamente positivo, y creemos que los temas que se trataron
son esenciales y que las preocupaciones acerca de la sociedad revolucionaria
fueron importantes y esenciales; los problemas, sobre todo, relacionados con el
hombre nuevo.
Y afortunadamente, en esta cuestión del
futuro tenemos el magnífico folleto que nos dejó el Che, donde de manera tan
clara y tan brillante analizó algunos de estos problemas con la sinceridad, la
honestidad y la franqueza que lo caracterizaron siempre, y cómo expresó su idea
de cómo debe ser el hombre nuevo, cómo debe ser el hombre del mañana, cómo debe
ser el hombre del siglo XXI.
Y nosotros hemos visto cómo esas
inquietudes se recogieron en el Congreso.
Hemos visto también cómo el ejemplo del Che, su actitud, su conducta, su
honestidad, su limpieza, presidían, inspiraban muchas de las resoluciones de
este Congreso.
Y para nosotros este evento exitoso, cuyo
resultado supera las más optimistas predicciones, será algo inolvidable. Es verdad que nuestro pueblo vive horas, días
y meses, sumergido de lleno en el trabajo, venciendo los obstáculos, dando su
batalla por el desarrollo de la economía en condiciones difíciles, frente a un imperialismo
agresivo y junto a un socialismo con muchas limitaciones en todos los campos; y
en esta batalla, en esta lucha titánica, en este esfuerzo que se acrecienta día
a día, sumergido en el trabajo, pudiera parecer que haya estado al margen del
Congreso, pero realmente no es así.
Realmente nuestro pueblo ha adquirido una extraordinaria sensibilidad,
una extraordinaria percepción, que ustedes tuvieron oportunidad de apreciar en
algunos actos de masas la rapidez, la agilidad de nuestras masas para captar
cualquier problema; el grado de politización de nuestro pueblo, su espíritu
revolucionario, su espíritu internacionalista, que se ha desarrollado; el
sentimiento solidario que se ha creado en la propia lucha y que se ha inspirado
y ha recibido el aliento de todo el mundo.
Y en cada evento, bien en una conferencia tricontinental, bien en una
conferencia de organizaciones revolucionarias latinoamericanas, bien en eventos
como este, ha ido ampliando cada vez más sus conocimientos, su información, sus
horizontes revolucionarios.
Y para nosotros huelga decir que ha sido
un altísimo honor la presencia de ustedes entre nosotros. Esperamos que nuestro pueblo les haya
expresado de mil formas distintas su calor, su reconocimiento y sus simpatías. Alto honor para nosotros que hayan compartido
estos días hombres y mujeres de valor, de prestigio, cuyas obras, cuyo trabajo
conocen en un grado mas alto tal vez de lo que ustedes
mismos puedan imaginar. ¡Y ese alto
honor lo recordaremos siempre! Y por eso
este sentimiento, que expresa el sentimiento del Gobierno Revolucionario, el
sentimiento de nuestro Partido y el sentimiento de nuestro pueblo. Con estos sentimientos de amistad, de
confraternidad y de afecto es que damos por terminado este Congreso.
Muchas gracias a todos ustedes. ¡Y tengan la seguridad de que este esfuerzo
de avance en todos los campos, en el de la economía, en el de la cultura, en el
de la lucha revolucionaria, en la construcción de una sociedad superior, en el
desarrollo de un hombre mejor, no cesará, y que nuestra Revolución no defraudará
la confianza y las esperanzas que ustedes puedan poner en ella!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)