DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CONCENTRACION EN CONMEMORACION DEL DECIMOQUINTO
ANIVERSARIO DEL HEROICO ATAQUE AL CUARTEL MONCADA, EN LA PLAZA DE LA REVOLUCION
DE SANTA CLARA, LAS VILLAS, EL 26 DE JULIO DE 1968.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Señores invitados;
Villareños;
Trabajadores todos:
Este año se cambió el horario de esta
concentración. Antes era a las 5:00 de
la tarde. Pero nos dijimos: estamos en el mes
de julio, es un mes caluroso, estas concentraciones de enorme magnitud se
organizan con la participación de los vecinos de toda la provincia, muchos
tienen que hacer largas travesías para llegar hasta aquí, y veíamos cómo en
muchas ocasiones decenas de miles de personas permanecían todo el día en espera
del acto en medio del calor abrasador y, además, los desmayos que siempre
vienen detrás del calor. Al parecer hoy
no hay muchos desmayos porque no han pasado mucho calor, y posiblemente también
porque los compañeros de la Columna están bien entrenados y ninguno se desmaya (APLAUSOS).
Se organizó el acto por la mañana bien
temprano, a las 9:00 —hora nueva—, que sería a las 8:00 —hora vieja.
Bien: no se ha pasado mucho calor, pero aquí
casi nadie ha dormido. Yo creo que aquí
nadie ha dormido, ni ustedes ni nosotros.
Pero en realidad puede ser que alguno se duerma en el transcurso de este
acto (EXCLAMACIONES NEGATIVAS). Pero
recordamos que realmente hace 15 años, el 26 de julio de 1953, nadie durmió ese
día. Bueno, ¡ese día estaban durmiendo
los soldados en los cuarteles!
(APLAUSOS) Pero los
revolucionarios no durmieron ese día. Y
así más o menos, con las horas de
fatiga, de muchas horas sin descanso, fue que vimos aquel amanecer del 26 de
julio.
El pueblo de Santa Clara, o de Las Villas
—como ustedes prefieran llamarle—, como siempre en este 26 de julio ha acudido
a esta conmemoración en un número extraordinariamente alto. Tal vez no nos equivoquemos si apreciamos que
esta concentración es aún mayor de lo que fue la concentración hace tres años,
en 1965 (APLAUSOS), a pesar de que ciertamente se hizo todo lo posible por
persuadir a los compañeros de otras provincias de que no organizaran
excursiones a la provincia de Las Villas, de que no organizaran los viajes,
porque ciertamente hasta de las provincias de La Habana, Matanzas, Pinar del
Río, Oriente, siempre hay un gran entusiasmo por movilizarse para estas
concentraciones.
Pero hay que decir ciertamente que estos
actos tienen una magnitud muy grande.
Hay que decir que en estos actos el esfuerzo que tienen que hacer los
asistentes es un esfuerzo muy grande: la cantidad de vehículos, de
transporte; muchas veces ocurren accidentes, aunque afortunadamente este 26 de
julio —según nos comunican los compañeros del Partido en la provincia— solo
hubo un accidente y un herido no de gravedad.
Este ha sido el único que ha ocurrido, y ojalá también cuando ustedes
regresen a sus respectivas casas, pues también con el mismo orden y con el
mismo cuidado, no tengamos que lamentar la conmemoración con el hecho de que se
pierdan algunas vidas u ocurran algunas desgracias.
Hemos pensado muchas veces acerca del
sentido de estas concentraciones. Muchas
veces nos preguntamos por qué hacer una concentración tan grande. Por lo general estas grandes concentraciones,
aunque hay que decir que esta vez la disciplina de las masas es verdaderamente
ejemplar, no son los sitios que más se prestan para el razonamiento. Muchas veces en un acto más pequeño se puede
conversar, se puede discutir, se puede razonar mejor que en estas grandes concentraciones,
que en ocasiones es necesario hacer un enorme esfuerzo. Muchas veces nos preguntamos si es correcto
que la Revolución de tantas grandes concentraciones.
Desde luego, siempre tenemos el
privilegio de contar entre nosotros en estas fechas con un gran número de
invitados de todos los países. Es
posible que para ellos la reunión de todo nuestro pueblo sea una expresión de
la fuerza de la Revolución, aunque realmente la Revolución no necesita de la
expresión de su fuerza, y todos los que tienen sensibilidad para comprender el
fenómeno de una Revolución no necesitan esa prueba. Tampoco nuestro pueblo la necesita.
Es decir, nuestro pueblo está muy
consciente de su fuerza. Pero se ha ido
haciendo una tradición todos los años la concentración del 1ro de Enero, la
concentración del 1ro de Mayo, la concentración del 26 de Julio.
Y cuando nosotros veníamos para Las
Villas, los compañeros dirigentes del Partido en la provincia de Matanzas nos
decían que tenían un problema: que en
estos días era el aniversario de la Federación de Mujeres, que en esos mismos
días era el aniversario de la Juventud Comunista, que por esos mismos días era
el acto de los Comités de Defensa, en el mes de abril, pero que además iban a
tener la conmemoración del Centenario que, a nuestro juicio, es sin duda de ninguna
clase la más importante conmemoración de nuestro país este año (APLAUSOS), y
que ellos pensaban que tenían que dedicar una enorme cantidad de tiempo y
tenían mucho trabajo, y qué podíamos hacer para ver cómo se podía reducir un
poco el número de reuniones. Porque,
además, cada uno de los sectores y de las organizaciones naturalmente se
esforzaba por darle la mayor brillantez y la mayor fuerza a sus actos.
Ustedes preguntarán por qué digo todo
esto. Y lo digo porque realmente estoy
empezando a abogar para que en un futuro no hagamos tantas concentraciones
todos los años, para que en un futuro hagamos una o dos, o al principio dos y
después una. Siempre alguna tendremos
que hacer.
Pasaba como con los desfiles
militares. Ustedes recordarán los primeros
días de la Revolución, cuando se organizaron nuestras primeras unidades
militares, cuando se organizaron nuestras milicias: había un desfile el 1ro de Enero, un
desfile el 1ro de Mayo, un desfile el 26 de Julio y continuamente había un
desfile. Después los desfiles se fueron
reduciendo al 1ro de Enero. Pero los
desfiles invertían una gran cantidad de tiempo en prácticas, las calles se
destruían con los tanques, y así llegamos a la sabia conclusión de que lo mejor
era dar un desfile cada tres años, o cada cinco años, o si es posible cada más
tiempo.
El próximo 1ro de Enero se cumplen ya 10 años del triunfo de la rebelión, no del
triunfo de la Revolución, sino del triunfo de la rebelión de nuestro pueblo, y
lógicamente pues este 1ro de Enero posiblemente habrá que hacer un desfile
militar.
En esta ocasión se cumplen 15 años. Por lo general los 15 años siempre se
celebran: las muchachas siempre, tradicionalmente, han celebrado sus 15 años;
los quinquenios, los decenios, y así por el estilo, se celebran siempre de una
manera particular. La Revolución también
conmemora en esta ocasión el 15 aniversario del asalto al Cuartel Moncada.
Han transcurrido 15 años, y nosotros nos
preguntamos: ¿Es mucho? ¿Es poco?...
¿Ustedes qué piensan:
15 años de Revolución son muchos años, o 15 años de lucha? (EXCLAMACIONES DE: “Pocos”) Ciertamente, son pocos años.
Ahora bien: sin embargo, ¿en esos pocos años, los
cambios que han ocurrido en este país son muchos o son pocos? ¿Muchos o pocos? (EXCLAMACIONES DE: “Muchos”) ¡Son muchos cambios!
¿Acaso nuestro país se parece en algo a
lo que era nuestro país hace 15 años?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”)
Ustedes dicen no, pero muchos de ustedes
tienen 17 años —los que estén aquí en la primera fila—, o tienen 16 años, y no
dudo de que haya algunos aquí entre los columnistas del Centenario que tengan
15 años, y a lo mejor alguno no había nacido el 26 de Julio de 1953. Y, sin embargo, ¿por qué dicen que hay una
gran diferencia? (EXCLAMACIONES DE: “Lo hemos leído”) ¡Porque lo han leído! ¿Y es lo mismo haberlo leído que haberlo
vivido? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Posiblemente los padres de ustedes lo
conozcan mucho mejor, porque lo vivieron.
De todas maneras, no siempre para saber
las cosas es necesario haberlas vivido.
Ahora, todos los que en aquella época tenían ya uso de razón seguramente
recordarán muchas cosas de las cuales ustedes no tenían siquiera una idea, y
recordarán sobre todo qué era nuestro país, qué era el pueblo, qué era un
hombre o mujer humilde del pueblo, qué era un trabajador, qué era un estudiante
y quiénes eran estudiantes.
Desde luego, hay cosas del pasado que
nosotros tampoco hemos vivido. Pero a
veces recorriendo los campos de nuestro país en muchos sitios, recorriendo la
propia provincia de Matanzas, nos encontramos unas ruinas oscuras y tétricas
donde vivían encadenados los esclavos que hacían el trabajo en el siglo
pasado. Aquellas ruinas nos dan una idea
de cómo vivió el hombre en aquellos tiempos, y nos dan una idea de hasta qué grado
el hombre fue capaz de explotar y esclavizar al hombre, hasta qué grado el
hombre —en sus egoísmos, en sus privilegios y en sus intereses de clase— fue
capaz de ser inhumano y fue capaz de tratar a sus semejantes como una bestia y
en ocasiones peor que a bestias.
Cuando la esclavitud desapareció —y
comenzó a desaparecer aquel día precisamente 10 de octubre—, cuando los que
iniciaron la lucha armada decretaron la libertad de los esclavos, esclavos que formaron
parte importantísima de los contingentes de nuestro ejército libertador y
lucharon por nuestra independencia durante 30 años, aquella forma de esclavitud
fue sustituida por una forma que no se basaba en la esclavitud aquella del
hombre encadenado, pero que realmente constituía una forma de esclavitud con
cadenas invisibles, en ocasiones peores que aquellas cadenas con que ataban a
los esclavos.
Y todavía quedan en nuestro país muchos,
pero muchos recuerdos de aquel pasado, de aquel pasado bochornoso, de aquel
pasado de injusticias, de aquel pasado de abusos, de aquel pasado de
explotación, de aquel pasado de crimen, que nos dejó como herencia tanta
ignorancia, que nos dejó tanta pobreza, que nos dejó tanta miseria, que nos
dejó un país subdesarrollado y pobre, que nos dejó —como recordara el compañero
que habló aquí en nombre de los estudiantes— un millón de analfabetos, que nos
dejó aquella herencia de 700 000 desempleados en nuestro país; aquellos tiempos
dolorosos en que los hombres tenían que hacer interminables colas para buscar
un trabajo por 10 días, o por 20 días, o por un mes; en aquellos tiempos en que
para encontrar un empleo de peón, para construir una carretera, había que
buscar montones de recomendaciones, había que llevar una carta del cacique
político, del sargento político, y dar una parte del dinero que se iba a ganar,
para tener el derecho allí de trabajar para poder librar el sustento.
¡Y qué distintos aquellos tiempos a estos
tiempos en que todo el pueblo dedicado al trabajo encuentra que sus brazos no
son suficientes, que los brazos de los hombres y las mujeres, de los jóvenes y
los viejos, de los estudiantes, no alcanzan para la enorme tarea que debemos
realizar, y que necesitamos de las máquinas, necesitamos de los aviones, necesitamos
de la química, para poder realizar la tarea que permita a nuestro país salir de
la pobreza y del atraso de siglos que heredó nuestro pueblo al triunfo de la
rebelión!
Debemos decir con profunda satisfacción
que pocas cosas —a los que hemos vivido de cerca este proceso— nos pueden
ocasionar una satisfacción mayor que ese manifiesto, que esa declaración
contentiva del pensamiento de nuestros estudiantes, contentiva del pensamiento
de nuestros jóvenes, porque ciertamente la juventud ha tenido mucho que ver con
este proceso revolucionario, los estudiantes tuvieron mucho que ver con nuestro
proceso revolucionario.
Y el hecho de que los estudiantes en
nuestro país, todos los estudiantes —en los centros de enseñanza, en los
tecnológicos, en las secundarias, en los preuniversitarios, en las
universidades— hayan discutido esos puntos y hayan aprobado esos puntos y le
hayan dado magnífica expresión en esa declaración, indica que esta Revolución
ha empezado ya a percibir los frutos, y los frutos más duraderos, los frutos
más apreciados, que son los frutos que se traducen en la conciencia de un
pueblo, en la conciencia de nuestra juventud.
Porque la Revolución, la gran tarea de la
Revolución es esencialmente la tarea de formar el hombre nuevo de que aquí se
habló, el hombre nuevo de que habló el Che, el hombre de conciencia
verdaderamente revolucionaria, el hombre de conciencia verdaderamente
socialista, el hombre de conciencia verdaderamente comunista (APLAUSOS).
Y cuando nuestros jóvenes son ya capaces de
meditar de una manera tan profunda, cuando nuestros jóvenes son capaces de
expresarse acerca de todas esas cuestiones, cuando nuestros jóvenes son capaces
de meditar y analizar tan profundamente, y cuando sacan esas conclusiones y en
esas conclusiones de una manera categórica expresan su conciencia de jóvenes
que quieren realmente vivir en una sociedad comunista, es cuando podemos
verdaderamente tener la más completa seguridad de que aquel esfuerzo libertador
que se inició hace 100 años y que tuvo hace 15 años en aquella mañana del 26 de
julio de 1953 un importante jalón, cuando muchos hombres jóvenes como ellos
dieron su vida por el futuro de su patria, dieron su vida por la
Revolución. Y podemos decir de verdad, con
una seguridad absoluta, ¡que este proceso revolucionario no habrá nada ni nadie
que pueda hacerlo retroceder!
(APLAUSOS), ¡que este proceso revolucionario no habrá nada ni nadie que
pueda detenerlo!, porque su fuerza no está solo en el número de los hombres y
mujeres que lo defiende, en la masa del pueblo que lo apoya, en las armas
formidables con que contamos para luchar en una guerra, sino fundamentalmente
por el grado en que ha penetrado en las conciencias, por el grado tan alto en
que se ha hecho conciencia del pueblo. Y
cuando una causa, una idea, se hace conciencia de todo un pueblo, no hay fuerza
en el mundo capaz de destruirla (APLAUSOS).
Porque no es la actitud de un pueblo de
fanáticos, no es la actitud de un pueblo acostumbrado a obediencias ciegas, de
un pueblo que haga las cosas porque se le manda, porque se le ordena o porque
se le exige, sino de un pueblo que hace realmente las cosas porque las
comprende, porque las entiende, porque quiere hacerlas.
Y nuestros jóvenes han expresado aquí la
esencia, la médula del pensamiento revolucionario cubano. Revoluciones se han hecho muchas a lo largo
de la historia, pero revoluciones socialistas son las revoluciones más
profundas que han ocurrido en la historia de la humanidad.
Cada pueblo, cada país, tiene su forma de
hacer su revolución; cada pueblo, cada país tiene su forma de interpretar las
ideas revolucionarias. Nosotros no
pretendemos ser los más perfectos revolucionarios, nosotros no pretendemos ser
los más perfectos intérpretes de las ideas marxista-leninistas. Pero lo que sí nosotros tenemos nuestra forma
de interpretar esas ideas, tenemos nuestra forma de interpretar el socialismo,
nuestra forma de interpretar el marxismo-leninismo, nuestra forma de
interpretar el comunismo.
Todavía ninguna sociedad humana ha
llegado al comunismo. Los caminos para
llegar a una forma de sociedad superior son caminos muy difíciles. Una sociedad comunista implica que el hombre
haya alcanzado el más alto grado de conciencia social que haya logrado jamás;
una sociedad comunista significa que el ser humano haya sido capaz de adquirir
el nivel de comprensión y de confraternidad y de hermandad que el hombre ha
alcanzado en ocasiones en el estrecho círculo de su familia. Vivir en una sociedad comunista es vivir en
una sociedad verdaderamente de hermanos; vivir en una sociedad comunista es
vivir sin egoísmo, vivir entre el pueblo y con el pueblo, como si realmente
cada uno de nuestros conciudadanos fuese nuestro hermano más querido.
El hombre viene del capitalismo lleno de
egoísmo, el hombre es educado en el capitalismo en medio del más feroz egoísmo,
como enemigo de los demás hombres, como lobo de los demás hombres.
Cuando aquí los estudiantes han expresado
la idea de que el comunismo y el socialismo se han de construir conjuntamente,
y esa idea, la expresión de esa idea ha dado lugar a que se califique a los
revolucionarios cubanos de ilusos, ha dado lugar a que algunos digan que esas
son ideas pequeñoburguesas, ha dado lugar a que algunos digan que esa es una
interpretación errónea de las ideas marxista-leninistas, de que no es posible
construir el comunismo si primero no se logra el socialismo y que para lograr
el socialismo es necesario el desarrollo de la base material del
socialismo. Y esto último nosotros no lo
negamos.
En lo más profundo de la esencia del
pensamiento de Marx la sociedad socialista y la sociedad comunista se han de
basar en un completo dominio de la técnica, en un completo desarrollo de las
fuerzas productivas, de manera que el hombre pueda crear los bienes materiales en
cantidades suficientes para que cada cual pueda satisfacer sus
necesidades.
Es indiscutible que la sociedad
medioeval, con aquel escaso desarrollo de las fuerzas productivas, no podía
aspirar a vivir en el comunismo; es muy claro que la sociedad antigua, todavía
con fuerzas productivas mucho más atrasadas y pobres, menos podía aspirar a
vivir en el comunismo; y que el comunismo surge como una posibilidad del
dominio del hombre, dominio pleno sobre la naturaleza, dominio pleno sobre la
técnica, dominio pleno sobre los procesos de producción de los bienes
materiales.
Y desde luego, un pueblo que aspire a
vivir en el comunismo tiene que hacer lo que nosotros estemos haciendo ahora,
tiene que salir del subdesarrollo, tiene que desarrollar sus fuerzas productivas,
tiene que dominar la técnica, para poder hacer del esfuerzo y del sudor del
hombre el milagro de producir los bienes materiales en magnitudes prácticamente
ilimitadas.
Si no dominamos completamente la técnica,
si no desarrollamos nuestras fuerzas productivas, se nos podría calificar de
ilusos al pretender aspirar a vivir en una sociedad comunista.
El problema desde nuestro punto de vista
para nosotros es que en la misma medida en que las fuerzas productivas se
desarrollen hay que ir desarrollando también la conciencia comunista; que en la
misma medida en que las fuerzas productivas se desarrollen, cada paso de avance
de las fuerzas productivas tiene que ir acompañado de un avance en la
conciencia de los revolucionarios, en la conciencia del pueblo (APLAUSOS).
El comunismo muchas veces se define por
la fórmula sencilla de que cada cual da según su capacidad y recibe según su
necesidad.
Una gran parte de nuestro pueblo, una
parte cada vez mayor... Por ejemplo,
nuestros estudiantes. Aquí se habló de
que había ya, entre seminternos y becados, más de 200 000 jóvenes. Esos 200 000 jóvenes reciben gratuitamente
sus alimentos, su ropa, la asistencia médica, la recreación, la vivienda, los
libros; es decir, cada joven recibe lo que necesita. Y si no recibe más es porque no hay más; si
recibe dos camisas al año es porque no hay más que dos camisas (APLAUSOS); si
recibe dos pares de zapatos es porque no hay más que dos pares de zapatos; y si
hay uno, recibe uno que es lo que tenemos.
Hoy recibe uno, pero mañana recibirá tres, y después recibirá cuatro,
cinco, los que necesite (APLAUSOS).
Realmente nos duele que la cantidad de
tejidos de que puede disponer nuestro país no alcance para poder dar a los
estudiantes, por ejemplo, y a todo nuestro pueblo, el número de varas o de
metros cuadrados de tela que nosotros sabemos que necesita, el número de pares
de zapatos que nosotros sabemos que necesita.
Pero la Revolución no puede dar lo que no tiene, pero lo que tiene lo
distribuye de la manera más justa. Y a
nuestros estudiantes, por ejemplo, les damos lo que podemos darles. No les podemos dar más camisas a los
estudiantes porque tendríamos que quitárselas a un obrero, tendríamos que
quitárselas a otros. Pero es lo cierto
que lo que nosotros tenemos nuestros estudiantes lo reciben
igualitariamente.
Hay algunos estudiantes que están en
escuelas muy modernas, y hay otros estudiantes que están viviendo en unos
albergues muy pobres. ¿Por qué? Porque no tenemos los suficientes
albergues. Pero sin duda que algún día
no habrá un solo estudiante en este país que no viva en un albergue y no
estudie en una escuela con las más óptimas condiciones de higiene y con las más
óptimas condiciones para desarrollar sus actividades (APLAUSOS).
Ahora bien, el hecho es que cientos de
miles de jóvenes viven prácticamente de una manera comunista en nuestra
sociedad.
Nuestros círculos infantiles tienen
decenas de miles de niños. Y en esos
círculos infantiles, ese servicio, se recibe también gratuitamente, y se les da
a esos niños todo lo que puede darles nuestro país. Sin duda que esos niños están viviendo allí
de una manera comunista (APLAUSOS).
En nuestro país la asistencia médica es
gratuita. La Revolución ha construido
decenas de hospitales y cuando cualquier ciudadano necesita ese servicio no
tiene que pagar nada; no importa quién sea, no importa lo que cueste. ¡La Revolución no escatimará jamás ningún
gasto para salvar una vida! (APLAUSOS) La Revolución no escatimará jamás ningún
gasto para que cualquier persona en un accidente de trabajo o cualquier
accidente recupere sus facultades físicas. Es decir que toda la sociedad se hace cargo
de la salud de los ciudadanos.
Nosotros sabemos de muchos casos y de
muchas personas que han tenido necesidad de servicios muy costosos en nuestros
hospitales y han sentido seguridad y tranquilidad de saber que llegaron y se
encontraron el mejor hospital, con la mejor atención, con el mejor trato, con
el mejor médico, y eso le da una gran seguridad a todo ciudadano.
Esa seguridad no se tenía antes. Antes el enfermo tenía que pagar, tenía que
dar una cuota para pertenecer a una clínica, hacer grandes desembolsos. Y los pocos servicios de salud pública que
había en nuestro país eran de los peores, eran servicios infames. Ese es el capitalismo, esa es la sociedad
capitalista.
Sin embargo, en la sociedad comunista la
salud se concibe como un derecho sagrado de todo ciudadano, derecho que la
sociedad —con todos sus recursos— tiene que hacer valer.
Lo mismo antes era para estudiar. Ningún hijo de ningún obrero en un central
azucarero, en los latifundios cañeros, en los pueblos pequeños, e incluso en
los pueblos grandes, podía tener la posibilidad de estudiar. La mayor parte de los niños sí iban a la
escuela un grado, dos grados. Si tenían
que pasar a la enseñanza superior, no podían asistir, porque tenían que pagarla
o porque tenían que ir a una casa de huéspedes, y naturalmente, el 90% de las
familias del país no podían incurrir en esos gastos.
Sin embargo, la Revolución considera que
todo niño tiene el derecho de estudiar, y no solo el derecho: el deber. Y no solo el derecho y el deber de estudiar
dos grados, tres grados, sino seis grados.
Y ahora ya estamos pensando en el derecho y en el deber de estudiar
hasta trece grados, incluida la enseñanza militar en sus estudios
(APLAUSOS). Ninguno de esos jóvenes
tiene que ser rico, ni tiene que ser hijo de rico. No importa lo que ganen o lo que no ganen sus
padres. Esa preciosa oportunidad, esa extraordinaria
posibilidad se la brinda toda la sociedad.
¡Y eso es el comunismo!
El comunismo es cuando la sociedad,
considerada como un todo, con todos sus recursos, vela por la educación de cada
ciudadano, vela por la salud de cada ciudadano, vela por el bienestar de cada
ciudadano, y toda la sociedad —desaparecidas las clases, desaparecidas las
desigualdades— trabaja para todos y cada uno de los ciudadanos.
En el pasado los capitalistas calumniaban
a las ideas revolucionarias, difamaban
al comunismo. Sin embargo, aquella
sociedad, aquel modo de vida donde ningún joven tenía posibilidad, donde ni
siquiera los enfermos tenían la posibilidad, donde cada hombre era un ser
aislado, desamparado, abandonado a sus propias fuerzas en medio de una sociedad
de lobos, aquello no puede en absoluto compararse con lo que verdaderamente
significa en el orden humano, en el orden moral, una sociedad comunista.
A esa sociedad comunista aspiramos en
todo absolutamente algún día. Aspiramos
a que lo mismo que los libros se distribuyen a quien los necesite, las
medicinas y los servicios médicos a quien los necesite, la educación a quien la
necesite, así progresivamente lleguemos al día en que los alimentos se
distribuyan en las cantidades que se necesiten a quienes los necesiten, en que
la ropa y los zapatos se distribuyan en las cantidades necesarias a quienes los
necesiten (APLAUSOS). Aspiramos,
ciertamente, a un modo de vida —al parecer utópico para muchos— en que el
hombre, para satisfacer sus necesidades esenciales de alimentación, de ropa, de
recreación, igual que ocurre hoy con la asistencia médica y con la educación,
no necesite del dinero para recibir esos servicios. Porque nadie que va a un hospital lleva
dinero, nadie que va a una preuniversitaria lleva dinero, nadie que va a una
beca lleva dinero, nadie que va a un campo deportivo lleva dinero
(APLAUSOS).
Antes para ir a ver un juego de pelota
había que llevar dinero. Y desde que el
espectáculo deportivo se hizo ya gratuito para todo el pueblo, nadie necesita
llevar una peseta para ir a ver ningún juego de pelota ni para ir a ver ningún
espectáculo deportivo, y sin embargo, el mundo no se acabó por eso. Todo se hizo más fácil, todo se hizo más
sencillo. La sociedad se ahorró
muchísimos taquilleros, se ahorró muchísimos contadores, se ahorró muchísimos
administradores, que no hacían otra cosa que contar el dinero, recibir el
dinero, cambiar el dinero, entregar un ticket.
¿Quién salió ganando cuando se suprimió el pago a los espectáculos
deportivos? ¡Salió ganando el pueblo,
salió ganando todo el mundo!
Desgraciadamente ese camino no se puede
recorrer en un día, ese camino no se puede hacer en todas las cosas de una
vez. Ese camino es un camino largo. Ese camino se podrá ir siguiendo en la misma
medida en que se desarrollen nuestras fuerzas productivas, en la misma medida
en que se desarrolle nuestra productividad, en la misma medida en que
desarrollemos los procesos productivos.
Llegará el día en que para transitar de
un lugar a otro no haya que abonar el pasaje.
Y con lo del pasaje hay otro ejemplo muy interesante. En todos los ómnibus del país había un
cobrador, miles de hombres estaban dedicados a cobrar el precio del pasaje. Se estableció un sistema, un sistema que solo
se puede establecer en una revolución: cada pasajero, plenamente consciente
de su obligación, paga, entrega el dinero.
Y el país recobró las fuerzas y los brazos de miles de trabajadores que,
al igual que los taquilleros en los espectáculos deportivos, se dedicaban a
cambiar el dinero, a entregar un ticket y a todas esas actividades.
Lógicamente, hay muchas cosas todavía —y
durante muchos años y durante mucho tiempo— en que no podrá prescindirse del
dinero, pero en un concepto diferente ya: como un simple instrumento de distribución. Durante mucho tiempo nuestra sociedad tendrá
que emplear ese signo que es el dinero, el dinero como medio de distribución,
el dinero como medida de las cantidades de productos o de servicios
determinados que se han de recibir. Pero
es aspiración —y ciertamente no utópica— de nuestra Revolución, no solo
transformar el papel del dinero. Porque
el papel del dinero en la sociedad capitalista es el de ser un instrumento de
la explotación, ser un instrumento de la explotación del trabajo ajeno, ser
instrumento del enriquecimiento.
Naturalmente que el dinero no tiene ni puede tener en nuestro país ese
objetivo.
Desde que con la ofensiva revolucionaria
hasta los timbiriches más pequeños desaparecieron y se acabaron los negocios
particulares ya el dinero no se puede utilizar como medio de enriquecimiento de
un individuo que pone un timbiriche, compra veinte pesos de pan y de otras
cosas en las tiendas o en bolsa negra y vende cincuenta, sesenta o setenta
pesos de mercancías. Ciertamente, cuando
la Revolución suprimió los negocios privados dio un extraordinario paso de
avance. Ya no hay nadie en nuestro país
que se pueda ganar 100 pesos en un día.
Es decir, ya no hay nadie que pueda ganar 30 veces lo que gana un obrero
trabajando duramente. Ya no hay nadie
que sin sudar la camisa pueda ganar 30 veces más que el que suda la camisa
(APLAUSOS).
¿Por qué todavía tiene que subsistir en
una escala muy grande el dinero? ¿Por
qué todavía existen muchos precios que son precios altos? Muchas veces algunas personas se preguntan: ¿Por qué eso es tan
caro? ¿Por qué tal servicio es caro?,
digamos un restaurante. Muchas veces se
ha planteado esa pregunta, muchas veces se ha planteado ese problema. Si todo el mundo ganara igual entonces se
podía poner un precio determinado y todo el mundo tuviera la misma posibilidad
de ir a un restaurante, todo el mundo tuviera la misma posibilidad de adquirir
muchas cosas. Ocurre en realidad que
todavía en nuestro país subsisten grandes desniveles de ingresos, grandes
desniveles de ingresos, algunos muy grandes.
Muchos tienen más ingresos que otros.
Algunos dicen:
¿Por qué no se empareja eso?, y nosotros decimos que eso no se
puede lograr, y si de esa forma procediera la Revolución, la Revolución no
lograría sus objetivos. La Revolución no
puede en un día establecer la igualdad de los ingresos. La Revolución aspira a lograr la igualdad de
los ingresos de abajo hacia arriba; no puede tratar de hacerla de arriba hacia
abajo, porque sería un camino poco inteligente de la Revolución.
Hay muchas personas habituadas a
determinados ingresos, determinadas actividades, que si la Revolución buscara
una nivelación de arriba hacia abajo de los ingresos de los trabajadores que
tienen salarios más altos la Revolución con seguridad que encontraría grandes
tropiezos.
¿Cuál es el camino mediante el cual la
Revolución igualará los ingresos?
Mediante el camino de elevar la producción, y mediante el camino de ir
elevando progresivamente los ingresos de los que ganan menos, de los que
reciben menos.
Decíamos hace unos días que lo primero
que hará la Revolución es elevar las pensiones y las jubilaciones, e irá
elevando las pensiones y las jubilaciones hasta alcanzar el nivel de los
salarios mínimos que existen hoy día. Y
de la misma manera, una vez alcanzados esos niveles y en la misma medida en que
aumente la producción de nuestra economía, irá elevando progresivamente los
ingresos de los que reciben menos. De
manera que la Revolución irá estableciendo la igualdad en los ingresos
progresivamente de abajo hacia arriba en la misma medida en que se desarrolle
la producción (APLAUSOS).
Es decir, la Revolución aspira, como uno
de los pasos hacia el comunismo, a establecer de abajo hacia arriba la igualdad
en el ingreso de todos los trabajadores, indiferentemente de la tarea que
desempeñen. Es decir que este principio
también es algo que sin duda será calificado por “sabios” y “doctos”
economistas —porque sépase que en el campo de las doctrinas económicas hay
muchos “sesudos” y “sabios” economistas— que al oír afirmar semejante cosa
dirán que esto está contra los principios del marxismo-leninismo y que esto
está contra las leyes de la economía. Lo
que hace falta es preguntar qué economía: la capitalista o la socialista, la
verdaderamente marxista-leninista o la mercantilista.
Y parece un sacrilegio el hacer
afirmaciones de este tipo, y se dice que la Revolución irá al fracaso. Pero ocurre que en esto hay dos
especialidades. Una es la especialidad
de economistas netos, que lo mismo pueden ser capitalistas que socialistas: economistas. Ahora, hay otra ciencia, otra ciencia más
profunda, que es la ciencia verdaderamente revolucionaria: es la ciencia de la conciencia, es la
ciencia de la confianza en el hombre, es la ciencia de la confianza en los
seres humanos.
Si se admite que el hombre es
incorregible, que el hombre solo es capaz de marchar hacia adelante a través
del egoísmo, a través de egoísmos individuales, si se admite que el hombre es
incapaz de aprender, si se admite que el hombre es incapaz de desarrollar la
conciencia, entonces los “sesudos” economistas tendrán razón: la Revolución irá al fracaso, se
enfrentará a las leyes de la economía.
Pero el hecho real es que la historia de
esta Revolución nos ha dado muchas lecciones, ¡muchas lecciones muchas veces
repetidas de que los que se han equivocado eran los que no creían en el hombre,
los que se han equivocado y han fracasado eran los que no tenían confianza en
los pueblos, los que no tenían confianza en la capacidad del hombre de adquirir
y desarrollar la conciencia!
En épocas pasadas a los que postulábamos
la lucha revolucionaria, a los que postulábamos la necesidad de la revolución,
nos decían lo mismo:
que éramos unos equivocados, que éramos unos ilusos, que
fracasaríamos.
Eso es lo que decían los políticos, los
“sabios” de la “política, los “profesores” de la política, los “sesudos” de la
política, los líderes de los partidos tradicionales burgueses. No creían en el pueblo, despreciaban al
pueblo, consideraban al pueblo incapaz de nada; lo consideraban como un rebaño
inculto, ignorante, que podía ser manejado a su antojo.
Si ustedes miran hoy —como los que están
en esta tribuna pueden mirar y pueden contemplar— esa gigantesca multitud,
expresión de la fuerza de esta Revolución, no deben olvidar que hace 15 años
éramos solo un pequeño grupo de jóvenes a los que nos llamaban ilusos, a los
que nos auguraban el fracaso, porque una revolución era imposible en este país
a 90 millas de Estados Unidos, porque una revolución era imposible en medio de
un pueblo de analfabetos y de ignorantes.
Y sin embargo, ¿qué es lo que vemos
hoy? ¿Cuál ha sido el resultado del
esfuerzo que hace 15 años un grupo reducido de jóvenes inició en esta etapa de
nuestra historia revolucionaria? ¿Qué es
lo que ha sido capaz de hacer ese pueblo?
¿Qué es lo que ha sido capaz de hacer ese pueblo desarmado? ¿Qué es lo que ha sido capaz de hacer ese
pueblo al que llamaban ignorante, al que despreciaban, al que consideraban
desprovisto de toda virtud?
Ese pueblo estaba desarmado. Frente a él tenía un ejército armado por los
imperialistas yankis, que entre policías y soldados eran más de 50 000; ellos
tenían todas las armas y el pueblo no tenía una sola arma. Y sin embargo ese pueblo, al que despreciaban
los “sabios” de la política, ese pueblo inculto, ese pueblo de analfabetos, ese
pueblo sin armas, emprendió la lucha, continuó en la lucha, derrotó a aquel
ejército, desarmó a aquel ejército, ¡y es el pueblo este de hoy que tiene un
ejército, verdadero ejército del pueblo porque es el pueblo armado, diez veces,
veinte veces más poderoso que aquel ejército! (APLAUSOS)
A quienes entonces hablábamos de esa
posibilidad lo consideraban un fracasado, lo consideraban un iluso, lo
consideraban un equivocado. Pero no solo
eso: ese pueblo
al que despreciaban, ese pueblo de analfabetos, hizo una Revolución tan
profunda como no la había hecho todavía nunca antes ningún pueblo de
América. ¡Y la hizo frente al
imperialismo yanki, que es el baluarte más poderoso y más agresivo de la
reacción mundial!
Los señores imperialistas, despreciando
también a los pueblos, estaban acostumbrados a vencer revoluciones; estaban
acostumbrados a comprar con unos miserables dólares a dirigentes
revolucionarios; estaban acostumbrados a aplastar las revoluciones con grupos
de bandidos contrarrevolucionarios, con intervenciones de mercenarios.
¿Y qué ha ocurrido? ¿Qué se puede afirmar hoy? Que ese pueblo desarmado hace apenas 15 años,
ese pueblo analfabeto, ha librado una de las más grandes batallas
revolucionarias y políticas de los tiempos modernos, uniéndose, desarrollando
su conciencia revolucionaria, haciendo su fuerza, y ha resistido
victoriosamente 10 años de agresiones, 10 años de bloqueos económicos. ¡Y todas las artimañas, todas las
zancadillas, todos los ardides, todos los recursos del imperialismo no han sido
capaces de doblegar a este pueblo, de debilitar a este pueblo, de aplastar la
Revolución!
Es cierto que éramos un pueblo de un
millón de analfabetos, que nuestros ingenieros eran muy pocos, que nuestros
médicos eran muy pocos, que nuestros técnicos eran muy pocos. Y para hacernos fracasar el imperialismo
trató de dejarnos sin médicos, trató de dejarnos sin ingenieros, trató de dejarnos
sin técnicos. No solo no se conformó con
la ignorancia que nos había impuesto sino que trató de arrebatarle, y
efectivamente le arrebató al país, muchos de los pocos que habían tenido
oportunidad de ir a las universidades.
Para que nuestro pueblo no pudiera echar a
andar, para que nuestro pueblo fracasara, para que nuestra economía fracasara,
contra nuestro país el imperialismo ha empleado todas las armas. ¿Y qué ha logrado? Contra nuestro pueblo se han estrellado esas
armas, contra nuestro pueblo se han estrellado todos los recursos.
Y todos los “sabios”, todos los “sesudos”
de la política, los que creían que esto era imposible, ¿qué dirán hoy, qué
pensarán hoy? ¡Y qué duro les será tener
que aceptar que todo esto es posible!
Pero si estas luchas victoriosas llevadas
adelante por nuestro pueblo fueron duras y difíciles, las luchas que lleva hoy
adelante, la lucha por ganar la batalla del subdesarrollo, esa lucha en medio
del bloqueo es —si cabe— todavía más dura y más difícil. La lucha por llegar a una forma superior de
convivencia social es una lucha de las más difíciles, uno de los caminos más
difíciles que pueda haber emprendido ningún pueblo.
Sin embargo, la seguridad que teníamos
ayer —más seguridad hoy que nunca— es la que sentimos al afirmar que este
pueblo que con su conciencia, con su espíritu revolucionario, con su tesón y
con su firmeza ha sido capaz de ganar batallas tan difíciles, ganará también,
como está ganando ya, la batalla de la economía y ganará también la batalla
para llegar a una forma de sociedad superior (APLAUSOS).
Hemos explicado algunas ideas, algunas
ideas para exponer muchas de las cosas que nuestra Revolución hace hoy, que son
prácticamente comunistas. Les explicaba
igualmente que resulta materialmente imposible hacer hoy todas las cosas de una
manera comunista.
Los servicios sociales
fundamentales: la educación, la salud,
la vivienda, el deporte, todos esos servicios que contribuyen al desarrollo del
pueblo en todos los órdenes, la Revolución los brinda hoy de una manera comunista;
pero todavía la mayor parte de los bienes materiales no se distribuyen de una
manera comunista, todavía hay muchos desniveles. Y una de las primeras batallas en la marcha
hacia el comunismo es ir progresivamente de abajo hacia arriba —repito—, disminuyendo
esos desniveles de ingresos, es decir, marchando hacia el igualitarismo en los
ingresos, ¡hacia el igualitarismo en los ingresos! Todavía no significa una distribución
comunista, pero será un enorme paso hacia esa forma de distribución comunista.
Y esta explicación la dábamos recordando
las palabras de los estudiantes, cómo ellos decían que ya no se discute el
problema de la remuneración entre los estudiantes. Al principio los estudiantes
hacían papeles de maestros, enseñaban, y recibían una remuneración;; y los estudiantes fueron progresivamente adquiriendo
conciencia, sobre todo porque eran estudiantes becados muchos de ellos, que lo
recibían todo, que no tenía sentido que ellos que lo recibían todo para
desarrollarse exigieran una remuneración para dar un poco de su esfuerzo y para
dar un poco de sus conocimientos a los demás.
Ellos han dicho que los estímulos materiales no les importan y que lo
que les importa es la conciencia del deber, y que el móvil de su conducta y de
sus actos no será el dinero, no será el estímulo material, sino que será su
conciencia, su sentido del deber.
¿Quiere esto decir que ellos renuncian a lo que necesitan? ¡No!
¿Que van a renunciar al alimento, a la ropa, a lo que necesitan? ¡No!
Ellos renuncian al método, al procedimiento basado en los
estímulos. Ellos expresan con eso su
confianza en el porvenir, su confianza en la posibilidad de una sociedad
comunista, su confianza en una sociedad en que todos trabajen para todos y
todos reciban lo que necesiten. Ellos
decían cómo no iban a trabajar por el horario tal o mas
cual, sino por el horario de la conciencia.
Expresaban muy bien que nuestro país tiene que salir del subdesarrollo,
expresaban la idea de que nuestro pueblo tiene que trabajar muy duramente en
estos años —horas más, horas menos—, las horas máximas que se puedan
trabajar.
Algún día —y ese día no estará lejano—, a
un ritmo sorprendentemente rápido, con ayuda de la técnica, con la ayuda de las
máquinas, con la ayuda de la química, muchos de los duros esfuerzos que nuestro
pueblo realiza hoy no los tendrá que hacer.
En un futuro no lejano nadie tendrá que cortar una caña con un machete,
nadie tendrá que limpiar un campo con un azadón, esos trabajos duros que tenemos
que hacer hoy cuando no tenemos esas máquinas, cuando no tenemos esa técnica
para ganar la batalla del subdesarrollo.
Y nuestros estudiantes expresaban aquí
ideas de un alto valor moral al expresar estos criterios, al expresar esos
pensamientos, al enarbolar esas banderas: la idea de que cada hombre debe
trabajar de acuerdo con su conciencia, y que el trabajo no es el instrumento
individual de ganarse la vida, sino el medio de toda una sociedad, no los
recursos de un individuo. Un individuo
solo no puede nada, un individuo solo es muy poco; ¡un individuo integrado a la
fuerza de la sociedad lo es todo!
Ellos expresaban el criterio de que la
Revolución no utilizará el instrumento de los estímulos materiales como el
instrumento para elevar la productividad, para elevar el esfuerzo. Desde luego, esto no quiere decir que en
nuestra sociedad todos los ciudadanos, ni mucho menos, hayan alcanzado esos
niveles de conciencia; hay muchos que los han alcanzado, hay muchos que no los
han alcanzado todavía. Eso quiere decir,
expresar la convicción de que cada día se desarrollará más la conciencia de
nuestro pueblo hacia una mentalidad y hacia una actitud comunistas.
Muchos obreros, muchos obreros han
renunciado a sus horas extras, y lo que tiene de extraordinario es que han
renunciado a horas extras obreros que no tienen ingresos muy altos. Eso es verdaderamente un sacrificio para
muchos de nuestros trabajadores. Ahora,
¿qué hay que hacer? ¿Qué debemos hacer
en correspondencia con eso? ¡Ah! Obreros renuncian a sus horas extras: ¡Vamos a elevar las
pensiones de todos los que tienen una pobre pensión, los que trabajaron toda su
vida y están viejos! (APLAUSOS) ¿Muchos obreros han renunciado a sus horas
extras? ¡Muy bien! Entonces hay que tomar una medida en
correspondencia con eso. Por ejemplo,
¿cuál medida? Cuando el obrero se
enferma no recibe todo su salario, y esto es un contrasentido dentro del
desarrollo de esa conciencia:
si el hombre se enferma se supone que es cuando más necesita su
ingreso (APLAUSOS). Sin embargo, ¿qué
ocurría? Viejas concepciones, viejos
criterios que venían de atrás. A nuestro
juicio, nada más justo que en todos aquellos centros de trabajo donde los
obreros han tenido esa actitud, cuando uno de esos obreros se enferme, por el
tiempo que sea, reciba el ciento por ciento de su salario (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Muchos obreros, desgraciadamente, de una
forma o de otra sufren accidentes del trabajo, sufren accidentes a veces que
les cuesta la vida, o la invalidez parcial o la invalidez para el trabajo que
desempeñaban, y en esas ocasiones, en ese momento amargo, entonces ven afectada
su remuneración en una parte de lo que recibían. De la misma manera, nada más justo que en
todos aquellos centros de trabajo donde los obreros hayan alcanzado ese nivel
de conciencia, que trabajan por el horario de la conciencia y que han
renunciado a sus horas extras, en caso de accidente y de invalidez reciban el
importe íntegro de lo que venían devengando en su trabajo (APLAUSOS). Y que eso sea extensivo también, en los casos
de muerte, a sus familiares.
Este ejemplo nos enseña cómo sin el
desarrollo de esa conciencia no se pueden hacer cosas de comunistas; cómo si
mantenemos los viejos criterios egoístas, más trabajo gano más, entonces cuando
ese hombre se enferma la sociedad le tiene que dar menos, cuando ese hombre se
invalida la sociedad le tiene que dar menos, cuando ese hombre se jubila la
sociedad le tiene que dar menos. Y el
hombre ya bajo esos conceptos, bajo esos estímulos, está en dependencia de él
exclusivamente y la sociedad puede hacer muy poco por él. No se educa en una conciencia colectivista,
no se educa en una conciencia comunista.
De la misma forma, a nuestro juicio,
ahora que empezarán a revisarse y a elevarse las pensiones, creemos también que
todos aquellos obreros en los centros de trabajo que tienen esa conciencia, en
el momento de jubilarse deben recibir también el ciento por ciento de lo que
venían devengando (APLAUSOS) .
¿Podrá concebirse nada más justo, podrá
concebirse nada más humano? ¿Y de dónde
salen esos recursos? De la conciencia
comunista de nuestros trabajadores. Esos
recursos nacen de ese espíritu comunista (APLAUSOS).
Y aquí es donde está la contradicción: el dinero todavía
juega, y durante mucho tiempo jugará importante papel en la distribución. Decíamos los servicios que ya se distribuían
gratuitamente. El dinero cada vez
significará menos cuando nadie pague la vivienda —y ya la mayor parte no paga
la vivienda—, cuando todos los hijos están becados o están en el círculo o
están en el seminternado. Las familias
empiezan a ver que muchos de los gastos que hacían antes no los tienen que
hacer ya, comienzan a ver cómo ese dinero que antes casi lo adoraban, porque
era la salud del hijo, el pan del hijo, la medicina del hijo, la diversión del
hijo, la educación del hijo, pierde ese sentido. Aquel dinero era el instrumento de eso,
adoraban el dinero.
El dinero sigue sirviendo para otras
cosas, pero ya para estas cosas sirve cada vez menos. Para divertirse, para pasear, para tomar una
cerveza, para cualquiera de esas cosas, bien: las personas aprecian eso, pero
apreciaban más la salud del hijo, la educación del hijo, el pan del hijo, el
techo del hijo. Es decir que ya las
cosas más esenciales, que más apreciaban y por las cuales sacrificaban la
diversión, la cerveza y todo lo demás, ya eso no se resuelve a través del
dinero.
El dinero tendrá cada vez menos
sentido. Pero todavía juega un
importante papel, todavía la mayor parte de las necesidades individuales del
trabajador se satisfacen a través del dinero, y mientras el dinero juegue ese
papel, justo es que aquellos centros obreros que demuestran su conciencia,
aquellos centros obreros que renunciaron a las horas extras, que adoptaron el
horario de la conciencia, reciban por la vía de la colectividad, por la vía de
la sociedad aquellas cosas y aquellos recursos que venían recibiendo como
ingreso por su trabajo en aquellas ocasiones en que se enferman o que se
accidentan o que se jubilan.
Y estos ejemplos que nosotros hemos
puesto, que ustedes comprenden perfectamente bien, son suficientemente claros,
son suficientemente expresivos de lo que significa la conciencia
comunista.
Y nosotros no debemos traducir el dinero
o la riqueza en conciencia. Nosotros
debemos traducir la conciencia en riqueza.
Estimular a un hombre para que cumpla más con su deber es adquirir
conciencia con dinero. Darle a un hombre
más riquezas colectivamente porque cumple su deber y produce más y crea más
para la sociedad, es convertir la conciencia en riqueza.
El comunismo ciertamente no se puede
establecer, como decíamos, si no se crean las riquezas en abundancia. Pero el camino, a nuestro juicio, no es crear
conciencia con el dinero o con la riqueza, sino crear riqueza con la conciencia
y cada vez más riquezas colectivas con más conciencia colectiva
(APLAUSOS).
El camino no es fácil. La tarea es difícil y muchos nos
criticarán. Dirán que somos
pequeñoburgueses, idealistas; dirán que somos soñadores, dirán que estamos
llamados al fracaso. Y sin embargo, los
hechos hablarán por nosotros, las realidades hablarán por nosotros y nuestro
pueblo hablará y actuará por nosotros, porque sabemos que nuestro pueblo es
capaz de comprender esos caminos y de emprender esos caminos.
De la misma forma, algún
día todos tendremos que recibir lo mismo. ¿Por qué?
Algunos dirán:
¿Y recibirá lo mismo un machetero que un ingeniero? Sí.
¿Es que le van a reducir los ingresos al ingeniero? No.
Pero un día un machetero —y digo machetero simbólicamente porque en el
futuro no habrá macheteros—, digamos un operador de la combinada o de un
camión, ganará lo mismo que hoy gana el ingeniero.
¿Y por qué? La cosa es muy clara, es muy lógica. La Revolución tiene miles de jóvenes
estudiando en las universidades, la Revolución tiene miles de jóvenes
estudiando en el extranjero, dedicados al estudio, a hacerse ingenieros, a
hacerse químicos, adquiriendo distintas especialidades. ¿Quién sufraga esos gastos? El pueblo.
Si la Revolución necesita que muchos
jóvenes estén estudiando en Europa y otros en las universidades, muy bien; si
les pide que estudien y ellos lo hacen disciplinadamente, no son desde luego
privilegiados. La Revolución necesita
que ellos hagan esos estudios, van a capacitarse. Pero en el mismo momento en que miles de
jóvenes estudian fuera, miles de jóvenes tienen que ir allí a sembrar caña, a
guataquear la caña, a hacer trabajos muy duros.
Dentro de algunos años en el país habrá muchas más riquezas. Aquellos habrán estudiado cinco años, tres
años, y se habrán hecho técnicos, se habrán hecho ingenieros; y estos jóvenes
habrán estado años trabajando también allí, y no se harán ingenieros pero
estarán desarrollando la economía, estarán creando el futuro del país
(APLAUSOS).
¿En qué concepto y de qué forma sería
justo que al cabo de unos años, en un país más próspero, en un país con muchas
más riquezas, nosotros pudiéramos decirles a estos jóvenes: ustedes ganan la cuarta parte de lo
que gana un ingeniero? ¿Sería justo,
sería elementalmente justo que aquellos a quienes la patria llamó no a la
universidad sino al trabajo a ganar la batalla de la economía, a realizar el
esfuerzo que hoy no podemos hacer con la química ni con las máquinas que no
tenemos sino con nuestros brazos, con nuestro sudor, cuando el país pueda disfrutar
de las riquezas que ellos están creando ahora fuésemos a tratarlos como
ciudadanos de cuarta categoría, de quinta categoría, acreedores a recibir de la
sociedad una insignificante parte de lo que el día de mañana reciban aquellos
que están en las universidades, aquellos que están estudiando en el
extranjero?
¡No!, de ninguna manera. ¡Conciencia comunista significa que el día de
mañana las riquezas que hacemos entre todos las disfrutemos por igual entre
todos! ¡Eso es el comunismo, esa es la
conciencia comunista! (APLAUSOS)
Y no habrá ciudadano honesto, no habrá
padre de familia, no habrá nadie en este país con sensibilidad humana que no
sea capaz de comprender cuánta justicia significa esta concepción que nuestro
pueblo defiende, que nuestra Revolución proclama y que nuestros estudiantes han
hecho bandera suya.
Y es precisamente alentador que sean
nuestros estudiantes, que sean nuestros futuros ingenieros, nuestros futuros
médicos, nuestros futuros profesores, nuestros futuros técnicos, quienes
planteen estas cosas, que sean ellos los primeros en proclamar estas
cosas.
Y es por ello que lógicamente tengamos
que sentir optimismo, tengamos que sentir entusiasmo, tengamos que sentir confianza
en el futuro luminoso de nuestra patria.
En nuestra patria las clases desaparecerán, y desaparecidas las clases
las pugnas entre revolución y contrarrevolución desaparecerán. Porque en el mañana quién se acordará de
aquellos que un día osaron defender aquel pasado; quién perdonará a aquellos
que un día derramaron sangre obrera y sangre campesina por defender aquel
pasado; quién defenderá aquel sistema imperialista; quién perdonará aquel
sistema imperialista que hizo derramar la sangre de nuestros jóvenes, de
nuestros obreros y de nuestros campesinos para impedir nuestra marcha justa
hacia el futuro, para mantener aquel pasado repugnante, inmoral, egoísta,
bochornoso, pasado que no podrán siquiera concebir nuestros jóvenes.
Y por eso sí creo que estos jóvenes que
estaban aquí en la primera fila, que tenían dos años cuando el Moncada, o tres,
o uno, o ninguno, o menos uno, son capaces a través del raciocinio, a través de
la sensibilidad, a través de la educación y a través de la conciencia, tener una
idea de aquel pasado aunque no lo hayan vivido y ser capaces de hacer lo que
hacen. ¡Porque eso es sacrificio,
sacrificio de verdad; eso es heroísmo, heroísmo de verdad! Hay el heroísmo del combate en los momentos
de peligro, del joven que generosamente ofrenda su vida, y hay el heroísmo del
trabajo revolucionario, creador, del joven que ofrenda su sudor, sus brazos, su
tiempo, que es capaz de marchar allá a librar esa batalla por el futuro de la
patria (APLAUSOS).
Afortunadamente comprendemos lo que
hacemos, comprendemos lo que queremos, cómo lo queremos y por qué lo
queremos. Y por eso, en la misma medida
en que la conciencia del pueblo se desarrolla, la marcha de la Revolución será
más rápida, la marcha de la Revolución será más victoriosa.
Mucho nos queda por hacer en este
país. ¡Mucho! Podíamos decir que una gran parte de las
cosas están por hacer: decenas de miles
de kilómetros de carretera, cientos de embalses, y en los próximos 10 años
miles de edificaciones, miles de talleres, miles de escuelas, cientos de
grandes fábricas, fábricas para todo.
Hablábamos recientemente del incremento
acelerado de nuestra producción arrocera, que para 1971 no tendremos necesidad
de importar arroz y, sin embargo, sépase que para molinar todo el arroz que va
a producir el país en 1970 se necesitarán muchos más molinos de los que tiene
el país; para procesar todo el café que va a producir el país en 1970 se
necesitarán muchas más instalaciones e industrias de procesar ese café de las
que existen en nuestro país; para procesar la leche que se producirá en 1970 ya
se necesitarán muchas más fábricas pasteurizadoras y envasadoras de las que
tiene nuestro país, de la misma manera que para llegar a los 10 millones de
toneladas de azúcar ha habido que ampliar considerablemente en estos años
nuestra industria azucarera. De manera
que lo que amplía la capacidad de nuestra industria azucarera es
aproximadamente el equivalente de 90 centrales de los centrales promedio de la
provincia de Matanzas; es decir, lo que crece nuestra capacidad de producción
de azúcar industrial en 1970 es el equivalente a 90 centrales del tipo de
central medio de la provincia de Matanzas.
¡Noventa centrales! Es decir, hay
centrales que están duplicando su capacidad, hay centrales que casi se están
construyendo nuevos, hay centrales que están elevando más del doble de su
capacidad.
Es decir, que nuestro pueblo tiene que
trabajar muy duramente en los próximos años, y nuestros recursos tendrán que
dedicarse a eso.
De manera que en todos los campos... En esta misma provincia se está terminando la
fábrica de cemento de Siguaney —ojalá tengamos combustible para ponerla a andar
a plena capacidad—; se terminó de construir una magnífica industria, que es la
Industria Mecánica de Santa Clara; se construyó el INPUD —infortunadamente no
está ni mucho menos a plena capacidad por el problema de las materias primas—;
se está construyendo una fábrica de fertilizantes modernísima en Cienfuegos,
que producirá casi medio millón de toneladas de fertilizantes; se está
construyendo una gigantesca terminal marítima que ahorrará el esfuerzo de miles
de obreros, aquel esfuerzo abrumador, agotador, del estibador cargando un saco
de 325 libras, o de 250 libras después, porque ese trabajo lo harán las grúas,
lo harán las máquinas.
Es decir, que nuestro país tiene que
hacer grandes esfuerzos.
En esta provincia las obras hidráulicas
hay que desarrollarlas. En esta sola
provincia hay que construir 50 represas, 50 represas para el aprovechamiento
total del agua de esta provincia, para que nuestra agricultura disponga de no
menos de 3 000 millones de metros cúbicos de agua para el regadío.
Ustedes los villaclareños saben lo que
son las sequías. El año pasado hubo una
tremenda sequía; este mismo año durante los primeros meses no cayó una gota,
después empezó a llover y llovió bastante, e incluso más de la cuenta, porque
esta es una de las provincias donde más ha llovido desde el mes de mayo. Epocas de grandes lluvias y luego cinco y
seis meses sin regadío, sin agua, con las desastrosas consecuencias que tiene
para la agricultura.
De manera que nosotros desarrollaremos en
todo el país los recursos hidráulicos. Y
desde hace semanas están llegando a esta provincia las máquinas necesarias para
el desarrollo de todas las cuencas hidráulicas de la provincia; de manera que
casi toda la superficie agrícola de esta provincia, en un corto número de años,
habrá de quedar bajo regadío.
Ustedes habrán de imaginarse cuánto
significa esto para la economía, cuánto significa para la productividad, cuánto
significa en los rendimientos agrícolas, cómo podremos sembrar todo el año, no
tendremos que esperar las lluvias para sembrar en 30 días todo cuando todo se
enyerba, y todos esos problemas que ustedes conocen.
Quiero solo expresarles que los años
venideros serán de mucho esfuerzo, serán de mucho trabajo.
Pero nuestro país está ganando la batalla
del subdesarrollo. Nuestro país, frente
al criminal bloqueo imperialista, con todo el daño que nos han causado, con los
cientos de millones de pesos que nos han obligado a gastar de más al tener que
adquirir los artículos en diversos mercados, transportarlos desde distancias
mayores, tener que comprar en condiciones difíciles —lo que le ha costado a
este país cientos y cientos de millones de pesos—, no obstante eso, este país
está ganando la batalla contra el subdesarrollo, este país está ganando la
batalla de la economía, y lo que es más importante: ¡Este país está ganando la batalla de la
conciencia revolucionaria!
(APLAUSOS)
¡Qué homenaje más justo, qué homenaje tan
justo a aquel que fue el máximo abanderado de estas ideas, el más tenaz
defensor de la conciencia del hombre como instrumento del desarrollo de la
Revolución, aquel compañero que un día también con su audacia, con su valor y
con su inteligencia ganó la extraordinaria batalla de Santa Clara, el compañero
eternamente recordado y querido, Ernesto Guevara! (APLAUSOS)
Y este 26 de Julio en que nuestros
estudiantes hacen suyas esas banderas, en que nuestro pueblo hace suyas estas
banderas, con legítimo orgullo y llenos de confianza en el futuro podemos decir: ¡Che, te dedicamos
este XV Aniversario de nuestra Revolución!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)