DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO PARA DAR INICIO A LA ETAPA
MASIVA DE LA ZAFRA DE LOS 10 MILLONES DE TONELADAS, EFECTUADO EN EL TEATRO
“CHAPLIN”, LA HABANA, EL 27 DE OCTUBRE DE 1969.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros
dirigentes del Partido;
Compañeros
dirigentes de la agricultura y la industria azucarera:
A todos nosotros en la noche de hoy nos invade
realmente una emoción profunda puesto que durante un buen número de años hemos
trabajado para esta batalla que se inicia en toda su fuerza, masivamente, en la
noche de hoy. Los cortes comenzarán
mañana en muchos centrales del país, pero la batalla en su fase más crítica
comienza desde este mismo momento (APLAUSOS).
Arduamente se trabajó para disponer de la caña
necesaria para la zafra de los 10 millones.
Todos sentíamos el peso del compromiso histórico contraído por nuestro
país y evaluábamos la importancia de disponer de esa caña al comenzar esta
zafra. Y es un motivo grande de
satisfacción poder asegurar en este momento que disponemos de la caña necesaria
para los 10 millones de toneladas de azúcar (APLAUSOS). Esas cifras han sido minuciosamente
analizadas en todas las provincias, y con criterios más bien conservadores.
¿De cuánta caña disponemos? O mejor: ¿Cuánta caña necesitamos para
completar los 10 millones?
En esta primera parte de la zafra, durante los meses
de verano, se produjeron 126 000 toneladas de azúcar. Necesitamos 7 300 millones de arrobas de
caña, con rendimientos de 11,75, para alcanzar la cifra de los 10 millones. El rendimiento de 11,75 es un rendimiento que
podemos considerar conservador.
Si analizamos los rendimientos en años pasados después
del triunfo de la Revolución, teníamos: en el año 1965 un rendimiento
acumulado de 11,94; en el año 1966 un rendimiento acumulado de 12,09; en el año
1967 un rendimiento acumulado de 12,05; en el año 1968 un rendimiento de 11,97;
y solo en el año 1969 un rendimiento por debajo de 11,75, es decir, en 1969 un
rendimiento de 10,84. Una serie de
factores incidieron en este bajo rendimiento: principalmente debemos decir que
problemas de cañas atrasadas, problemas en la industria y a la vez la
circunstancia de que no había ni cañas quedadas ni cañas de frío, que realmente
se trabajó con retoños que comenzaron a crecer en el mes de mayo, que se
iniciaron las lluvias después de larga sequía.
En esta ocasión existe la circunstancia de que la
zafra será más larga que cualquiera de los años mencionados. Existen algunas provincias que, por las
cantidades de caña disponibles, deberán comenzar con casi la totalidad de sus
centrales en el día de mañana; es decir, comenzarán mañana los cortes. Una de esas provincias es la provincia de Las
Villas, que comenzará con unos 41 centrales de los 44; y la provincia de La
Habana, que comenzará con 14 centrales de los 16 disponibles. Dos de ellos comenzarán algo más tarde, por
cuestiones de ampliación.
Es decir: tenemos dos provincias que comenzarán
muy temprano la zafra con el grueso de sus centrales.
De esas dos provincias, históricamente la provincia de
La Habana ha tenido menos rendimiento de azúcar que la provincia de Las
Villas. Las Villas se ha caracterizado,
junto con la provincia de Oriente, por ser una de las provincias de más altos
rendimientos en azúcar:
cuestiones de suelo y cuestiones de clima. Oriente: la provincia de más altos rendimientos
de azúcar históricamente.
Lógicamente, en la provincia de Las Villas el inicio
de la zafra temprano, con todos sus centrales, incidirá en el rendimiento total
acumulado al final de la zafra. Lo mismo
ocurrirá en la provincia de La Habana.
Pero de ninguna forma se podía dejar de comenzar en estas dos provincias
la zafra muy temprano, porque de otra forma no podrían moler todas las cañas
disponibles.
En las demás provincias, aunque todas comiencen con un
buen número de centrales también en el mes de noviembre, sobre todo todos
aquellos centrales que tienen excesos de caña, la situación ya se hace más
favorable.
Pero lo importante es lo siguiente: que la provincia de Oriente —que es
históricamente la de más altos rendimientos, que ha alcanzado rendimientos de
casi 13— molerá el 85% de sus cañas desde el mes de enero en adelante; es decir
que molerá el 85% de sus cañas en los períodos de rendimiento de azúcar óptimo
y un 15% antes del mes de enero.
La provincia de Camagüey molerá antes del mes de enero
un 20% aproximadamente y un 80% después del mes de enero. Igual más o menos la provincia de
Matanzas.
Es decir que la provincia de Oriente, la de más alto
rendimiento azucarero, la provincia de Camagüey, dos provincias muy importantes
y decisivas en la zafra, podrán moler el grueso de sus cañas dentro del período
de rendimiento óptimo.
De forma tal que si por casualidad en algunas de las
provincias occidentales —La Habana o Matanzas— estuvieran por debajo de 11,75
en rendimiento por motivo de la cantidad de caña que muelen en ese período,
históricamente rendimientos más bajos, sin duda de ninguna clase que cualquier
déficit en el por ciento de azúcar lo compensará la provincia de Oriente con un
rendimiento que estará ampliamente por encima de 12, y que en la provincia
aspiran a que sea no menos de 12,75, rendimiento físico.
De esta forma más o menos el promedio será de un 20%
de las cañas antes de enero y un 80% de las cañas después de enero.
Según los estimados existe caña neta, aproximadamente
unos 7 500 millones de arrobas.
El rendimiento que se pretende es 11,75 físico. En base a 96 será aproximadamente 11,90 a
11,95, con base de polarización 96, que es la cifra histórica que se tomaba en
nuestro país y se toma en el mundo para medir las toneladas de azúcar.
Esto significa que el país dispone de caña suficiente
para producir unos 10 300 000 a 10 400 000 toneladas de azúcar.
Factores que favorecen el alto rendimiento y que
contrarrestan los efectos de la zafra prolongada y en algunos
casos precoz, es la composición de cepa.
En ningún año anterior, en ninguna zafra anterior dispuso nuestro país
de un nivel tan alto de cañas, que son de madurez temprana y de madurez
media. La mayor parte de la caña era de
la variedad 2878, casi el 80% era de esa variedad, que es una caña de madurez
tardía. En muchas ocasiones la necesidad
de cortar en meses tempranos ese tipo de caña influía en los rendimientos de
azúcar.
Sin embargo, ya en esta ocasión la cantidad de caña
2878 se ha reducido considerablemente, y más del 50% de las cañas son de
madurez temprana o media.
De manera que ese factor debe favorecernos
considerablemente en la lucha por los rendimientos.
Y ahora que disponemos de la caña, lo fundamental, lo
decisivo, es hacer una buena zafra. Es
decisivo. Es posible incluso que
haciendo una buena zafra los rendimientos de azúcar sobrepasen la cifra de
11,75%. Y esa es precisamente la tarea a
la cual nos enfrentamos de inmediato.
La experiencia de años anteriores, y sobre todo la
experiencia de la zafra de 1969, trajo consigo un gran número de datos, cifras,
experiencias, informaciones, que en todas las provincias se han estado
evaluando y analizando a fondo. De modo
tal que se conoce perfectamente bien todo lo que ha de realizarse para lograr
una buena zafra.
No voy a entrar en un análisis detallado de todos esos
factores tan estudiados y tan divulgados en todas las provincias. Pero podemos decir que nuestros trabajadores
y nuestros cuadros dirigentes conocen perfectamente bien los factores
necesarios a fin de lograr una buena zafra.
Algunos de esos factores tienen que ver con la cuestión del corte, el
alza y el tiro de la caña; y otros tienen que ver con la industria.
Debemos conocer la importancia que tienen estos
factores esenciales.
En lo que se refiere al corte de la caña, un primer
factor de extraordinaria importancia es el programa de corte. Es decir que toda esa caña de diferentes
variedades, de diferentes edades, debe ser cortada en cada central de acuerdo
con un programa.
En años anteriores muchas veces esos programas no se
enfatizaban, no se les prestaba toda la atención que requerían; en muchas
ocasiones se alteraba el programa a lo largo de la zafra. Y lógicamente, ese es un punto donde debe
existir durante esta zafra una disciplina rigurosa.
Se debe conocer perfectamente en cada central —y en
muchos de los centrales están marcados con un cartelito— cada uno de los tipos
de caña y la fecha de corte correspondiente, y debemos procurar que en todos
los centrales tengamos el cartelito señalando la fecha en que corresponde
cortar cada campo. De manera que todos
los trabajadores del país, todo el pueblo, pero muy esencialmente los
cortadores, conozcan con toda precisión qué caña debe cortarse en cada momento
y qué caña no debe cortarse por ningún concepto.
Naturalmente que ese programa tiene algunas
excepciones: en algunos casos cuando se
trata de cañas que hay que cortar para hacer las trochas contra incendio,
algunas alteraciones según el clima, la circunstancia de que pueda presentarse
tiempo seco y algunas cañas sea necesario adelantar su período de corte. Es decir, esas reglas tienen sus excepciones,
que los técnicos y los dirigentes de zafra conocen perfectamente bien.
Pero es fundamental, es decisivo, que cada caña se
corte en el período correspondiente. Ese
es un punto de fundamental importancia.
Hay otro punto tan importante como el que acabamos de
mencionar, decisivo para la zafra, y es la cuestión de la frescura de la caña: el tiempo mínimo
entre el momento del corte y el momento de la molida.
Todo el mundo —todos los trabajadores, todo el pueblo—
ha escuchado muchas veces que si una caña se corta y tarda días en llegar al
central, sufre pérdidas en peso de la caña y pérdidas en los rendimientos de
azúcar; todos lo hemos oído muchas veces.
Sin embargo, es posible que la inmensa mayoría ignoráramos hasta qué
punto la caña atrasada puede afectar los rendimientos de azúcar.
Y aquí tenemos unos datos que es preciso recalcar, tomados
de un estudio del ingeniero Eliseo Acosta, de la provincia de Camagüey, acerca
de qué pierde la caña en peso y en azúcar por día. En las primeras 24 horas pierde 1,1%, es
decir que si iban a producirse 100 toneladas, se producen ya 98,9; eso es lo que
pierde en peso a las 24 horas. Y en
azúcar pierde un 2%. De manera que a las
24 horas la caña ha perdido un peso en azúcar, es decir, ha perdido en
rendimiento de azúcar, un 3,08%, a las 24 horas.
Lógicamente, es muy difícil que la caña esté toda a las
24 horas, incluso muchas veces la caña llega con un período posterior a las 24
horas; es lógico por la cantidad de caña, la necesidad de mantener los
centrales funcionando constantemente. Y
así, un día, dos días y a veces hasta tres días resultan imprescindibles para
llevar la caña, cortarla y llevarla al central.
Al segundo día la caña pierde otra vez, en las
próximas 24 horas, otra vez 1,1% de peso, y otro 2% en rendimiento; de manera
que a las 48 horas la caña pierde 6,16% en azúcar; a los tres días pierde
10,39, a los cuatro días pierde 14,54, a los cuatro días y medio pierde 16,55,
a los cinco días pierde 18,54, a los seis días pierde 22,54, a los siete días
pierde 25,46, a los ocho días pierde 30,31; a los nueve días, 34; a los diez
días, 37,69.
Estas cifras son de suma importancia. Significan que a los siete días, una caña que
llega con siete días de retraso al central, pierde el 25%, es decir, la cuarta
parte del azúcar que habría producido si hubiese llegado inmediatamente después
del corte. Y a los 10 días pierde casi
el 40%. Son cifras verdaderamente
importantes.
En todas esas ocasiones en que por las razones que sea
la caña tarda 10 días en molerse, sepan, deben saber todos nuestros
trabajadores, todos los que participan en la zafra, debe saberlo todo el
pueblo, que la caña pierde cerca de un 40% del azúcar que debía producir, y que
en siete días pierde un 25%.
De manera que esto por sí mismo, estas cifras por sí
mismas señalan la extraordinaria importancia de que las cañas lleguen frescas a
los centrales; la extraordinaria importancia de que no se acumulen cuatro,
cinco o seis normas en el suelo; la extraordinaria importancia de que nunca se
acumulen más de dos normas de caña en el suelo.
De manera que estas cifras de normas de caña en el suelo son
importantísimas, porque cuando se acumulan cinco y seis normas de caña en el
suelo, en cualquier central, estamos perdiendo el 40% del azúcar.
De modo que si una caña que, cortada, a las 48 horas,
por ejemplo, en que solo ha perdido un 6,16, se lleva al central, y si toda la
caña necesaria para producir 10 millones de toneladas de azúcar llegara al
central como promedio a las 48 horas de cortada, la caña necesaria para
producir 10 millones de toneladas de azúcar, con un promedio de 48 horas de
cortada, esa misma caña, llegando al central con siete días de cortada
produciría aproximadamente 8 millones de toneladas de azúcar.
Vean qué diferencia: entre un promedio de dos días y un
promedio de siete días, la misma caña necesaria para producir 10 millones de
toneladas produciría solamente 8 millones de toneladas. Esto, sin contar los inconvenientes que la
caña atrasada tiene en el proceso industrial, sobre todo el problema de las
inversiones, del azúcar, que crea y multiplica las dificultades en el proceso
industrial.
Por tanto, es importante que todo el mundo conozca
estas cifras, y conozca todo el mundo la importancia decisiva de llevar caña
fresca a los centrales, y de coordinar el esfuerzo y el trabajo, organizarlo y
dirigirlo de manera que estos principios con relación al tiempo de molida de la
caña se hagan de manera adecuada y se cumplan estrictamente.
Estos dos factores, programa de corte y frescura de la
caña, son factores esencialmente decisivos.
Pero a la vez, en el campo todavía quedan otros
aspectos como es el problema de la caña que queda, caña cortada que queda en el
campo, y que a veces puede ser un 5%, un 8% ó un 10%. Un 5%, en una zafra de 10 millones de
toneladas de azúcar, significa caña suficiente para producir medio millón de
toneladas.
A las cañas que quedan en el campo porque no se
recogen adecuadamente hay que añadir las cañas que caen por los caminos y las
guardarrayas y las cañas que caen a lo largo de la vía.
Ninguno de estos factores puede ser desatendido,
ninguno de estos factores puede ser descuidado, porque la suma de esas cañas
que quedan en el campo o quedan en los caminos o quedan en la vía pueden llegar a equivaler hasta un millón de toneladas de
azúcar.
Son muy importantes también en el corte las cuestiones
relacionadas con las normas de corte: el largo de la caña, la cuestión de
cortar las cañas bajas, bien bajas; porque también ahí, pequeños por cientos
que queden en el plantón, precisamente de las partes de la caña que contienen
más azúcar, influyen notablemente en la cantidad total de azúcar a
producir. Y de la misma forma, la caña
que queda en el cogollo.
Se habló una vez de la consigna: ni caña en el cogollo ni cogollo en la
caña. Pero se llegó a la conclusión de
que había que enfatizar sobre todo en que no quedara caña en el cogollo. Porque todas esas cañas que quedan, o en el
plantón o en el cogollo, constituyen por cientos que cuando se suman se elevan
a cifras considerables.
Y el cumplimiento de las normas técnicas de corte y
alza influye también grandemente en el proceso industrial de la caña.
Si estos factores se atienden, si estos factores
señalados se atienden como es debido —el programa de corte, la molida de caña
fresca, la recogida de las cañas en los campos y en los caminos y en las vías
férreas—; si esos factores se atienden, la cifra de 11,75 de rendimiento sin
duda que quedaría muy por debajo de lo que lograríamos, a pesar de la
prolongación y el inicio temprano de la zafra.
Están los problemas relacionados con las transportaciones,
importantes, fundamentales. Porque no
pueden fallar ninguno de estos aspectos: ni el corte, ni la transportación, ni
el proceso industrial. Están todos los
programas de movimiento de los trenes, la circulación de los carros, de las
locomotoras, el estado de las vías, y todas las medidas a tomar que han sido
estudiadas, que están señaladas y están escritas.
Y luego, en el proceso industrial, hay también una
serie de cuestiones, de problemas, que han sido ampliamente analizados con los
compañeros, y que tiene que ver con la cantidad de azúcar que se recobra y que
puede llegar a ser de un 86%, de un 87% incluso. Ese por ciento de recuperación es muy
importante y está en dependencia del cumplimiento adecuado y cabal de todas las
actividades en el proceso de producción de la caña.
Los compañeros de la industria estiman que una cosa
fundamentalísima es el control del proceso industrial, es el control de cada
trabajador, del trabajo de los equipos y de las máquinas correspondientes a
cada uno de ellos a lo largo del proceso industrial.
Este es un aspecto en que la disciplina resulta
esencial y en que ciertamente en los últimos años muchas veces se han
descubierto problemas de indisciplina, descuido, negligencia y otras fallas por
el estilo y, en otras ocasiones, inexperiencia.
Cualquiera puede comprender perfectamente que un
central es una máquina constituido por una serie de equipos, en que ninguno de
esos equipos, ninguno de esos procesos puede funcionar independientemente de
los demás, que un central es como un reloj en que cualquier rotura, cualquier
descuido en una de sus partes detiene el proceso.
Y en muchas ocasiones hay roturas que se producen por
negligencia, por descuido; problemas que se producen ya no por defecto de las
máquinas sino por defecto de los hombres que manejan esas máquinas.
De manera que los compañeros de la industria estiman
que el control del proceso y de cada una de las actividades que realiza el
obrero en el proceso industrial es fundamental, al objeto de lograr un
aprovechamiento óptimo y un recobrado máximo de azúcar, un mínimo de azúcar en
la cachaza, en las mieles y en el bagazo.
Están todos los problemas de molinos, de calderas, de
centrífugas. También los compañeros en
las provincias han estudiado todos esos procesos con mucho detalle, han hecho
estudios, han hecho múltiples reuniones y han escrito bastante sobre cada uno
de esos problemas.
Aquí la cuestión de la disciplina es fundamental. Es fundamental que cuando un obrero termine
un turno no pase el equipo al obrero que viene detrás cuando se va a la entrada
del central o en el ómnibus o en una esquina.
Es fundamental que cada obrero se sienta responsable de su equipo hasta
el momento en que llegue el sustituto de ese equipo y que le informe pormenorizadamente
de todos los datos necesarios y no se marche de su equipo hasta que no llegue
el sustituto.
Esto a su vez encarece la importancia de la disciplina
y de la asistencia al trabajo y de las consecuencias sumamente perjudiciales
que el ausentismo puede provocar en el proceso industrial.
La disciplina laboral resulta algo que es necesario
enfatizar al máximo, apelando incesantemente al sentido de responsabilidad de
los trabajadores de la industria.
Porque esta no es una batalla de los administradores o
de los dirigentes: ¡Esta
es una batalla de todo el pueblo! Y cada
obrero, como un soldado, como lo haría en una trinchera defendiendo el país,
como lo haría frente a un ataque enemigo, como lo hicieron los combatientes
revolucionarios en los momentos decisivos, debe sentirse como un soldado en una
trinchera con el fusil en la mano cumpliendo su deber (APLAUSOS).
En esta ocasión, como nunca antes, se requiere de ese
patriotismo, de ese espíritu revolucionario constante, de todos los días. En esta ocasión, como en ninguna otra, hace
falta que nuestros trabajadores den muestra de ese espíritu; nuestros
trabajadores que sabemos de lo que son capaces en momentos decisivos, que
sabemos lo que han sido capaces de hacer en los momentos de peligro, la actitud
con que han estado dispuestos a darlo todo en un momento heroico. Pero en esta ocasión se requiere ese heroísmo
callado y silencioso de todos los días.
Sabemos que en el pasado las zafras eran más
cortas. En el pasado los trabajadores
esperaban con ansia el momento del comienzo de la zafra; que por cada obrero
trabajando en un central había muchos obreros esperando la posibilidad o una
oportunidad de poder ir a trabajar a ese central. Las consecuencias siempre eran muy nocivas
para el obrero que no cumpliera estrictamente las exigencias de los
propietarios de los centrales.
En la actualidad, hoy, no es el problema de ayer —el
problema del “tiempo muerto”— sino todo lo contrario: el problema de los brazos necesarios
para manejar esa fábrica. Hoy ya
prácticamente desapareció hace tiempo el “tiempo muerto”. Hoy las zafras son zafras prolongadas, e
incluso ya los obreros azucareros, que desempeñaban un tipo de trabajo cíclico,
ya son considerados como obreros de todo el año. De manera que ha desaparecido una de esas
circunstancias que tanto atormentó y que tanto angustió a cientos de miles de
trabajadores cubanos:
el problema del “tiempo muerto”, aquella especie de flagelo que
azotaba a los trabajadores de nuestro país.
Ya no tenemos “tiempo muerto”. Ya nunca más volveremos a tener “tiempo
muerto”. Ya nunca más volveremos a tener
colas de hombres esperando a la entrada de un central. Ya los obreros de hoy, los viejos que
conocieron aquellos problemas y los nuevos que no los conocieron, no tendrán
que pasar por esas circunstancias amargas, humillantes, que obligaban a la
disciplina del trabajo como una cuestión de vida o muerte.
Es necesario saber que el problema de esa disciplina
en una situación en que aquellos males desaparecieron, en una situación en que
el obrero es la persona directamente beneficiada o perjudicada por cualquier
falla en el trabajo, por cualquier negligencia, por cualquier indisciplina, por
cualquier incumplimiento. En esa circunstancia
nada puede sustituir la actitud consciente del hombre, el sentido del deber del
hombre, puesto que la sociedad socialista no puede acudir a los procedimientos
de los capitalistas.
La sociedad socialista no dispone de aquellos medios
coercitivos, entre los cuales el primero de todos era el desempleo, el hambre y
las terribles consecuencias para el trabajador que no cumplía las obligaciones
que le imponía el capitalista. No puede
constituirse un dirigente en el lugar y grado de una empresa capitalista, de
una compañía yanki. No puede acudir la
Revolución a métodos coercitivos.
Por eso la Revolución, la Revolución que libera de
aquellos flagelos, la Revolución que trabaja para el futuro, que trabaja para
todo el pueblo, depende en lo esencial no de la voluntad de los que la dirijan,
¡no!, sino de la voluntad de todo el pueblo, de lo que sean capaces de hacer
los propios trabajadores.
Esto no quiere decir que los cuadros responsabilizados
no tengan el deber de ser exigentes.
Exigentes no quiere decir amenazar a nadie, exigentes no quiere decir ni
mucho menos castigar a nadie. Aunque en
ocasiones determinadas cosas indispensablemente deben ser castigadas; pero no
es el castigo, ni puede ser el castigo.
Cuando se habla de que un dirigente, un cuadro, es débil, es porque no
sabe apelar al trabajador, no sabe señalarle cualquier debilidad o cualquier
fallo.
y seríamos unos ilusos si creyéramos que podríamos
avanzar, que podríamos llegar a constituir un pueblo moderno, un pueblo que
marchara hacia adelante, sin que constantemente se acudiera a la apelación, al
reclamo que se debe hacer a cada hombre en su puesto.
Los cuadros tienen el deber de señalar a cada
trabajador cada vez que cometan una falla, pedirle. Porque hay algo esencial en el hombre, algo
que puede mucho más que cualquier otro resorte, algo que puede ser capaz de
mucho más de lo que podía en el pasado el hambre, la amenaza de desempleo y de
miseria. ¡Y ese factor es la propia
vergüenza del hombre! (APLAUSOS)
Y es precisamente con ese resorte que los hombres y
los pueblos han sido capaces de realizar hechos extraordinarios: la estimación que
cada hombre tiene de sí mismo, su sentido del honor, su sentido de la dignidad,
el aprecio que siente por el concepto que los demás puedan tener de él.
Y es muy difícil, casi anormal, encontrarse un hombre
que realmente carezca de pundonor, de honor, de dignidad, de vergüenza.
Y eso se ha visto muchas veces. Y precisamente ese sentimiento es el que hace
a los combatientes, a los buenos soldados en la guerra, a los buenos guerrilleros
en la lucha. Ese factor que hace que el
hombre sepa apreciar mucho más su honor que su propia vida.
Y nosotros podríamos decir que el deber fundamental de
los hombres que dirigen es saber apelar a esa condición del hombre, a ese
sentido del honor y a ese sentido de la dignidad del hombre. Porque es el único resorte, la única fuerza,
pero por fortuna el resorte decisivo, la fuerza fundamental de los
pueblos.
Porque a ningún hombre le gusta y a todo hombre le
duele que se le tenga que reprochar con razón una falta, un fallo, un
incumplimiento del deber. Es muy difícil
encontrar un solo hombre que no sienta pena, que no sienta dolor cuando con
razón le pueden señalar una debilidad, una falta, una irresponsabilidad.
Y es que muchas veces no se sabe apelar a ese
sentimiento, es que muchas veces no se sabe tocar ese resorte que nosotros
sabemos que es el resorte decisivo de la conducta del hombre, y es el único
resorte al que hay que apelar incesantemente.
De esa manera a veces se conciben cambios sustanciales
en un centro de trabajo: reducidos a
porcentajes exiguos los problemas del ausentismo en talleres que eran talleres
desorganizados, con problemas de todo tipo, con un verdadero trabajo hecho así
a conciencia, apelando a los trabajadores, apelando a ese sentido del honor,
apelando a la vergüenza de los trabajadores.
Se han producido cambios increíbles en muchos puntos.
Hay que saber criticar, lo mismo que hay que saber
estimular, alentar y mostrar el aprecio cuando el trabajador es capaz de realizar
esfuerzos superiores, esfuerzos máximos en el cumplimiento de su tarea.
Tenemos la circunstancia de que ahora las zafras son
prolongadas. Ha desaparecido, sí, el
“tiempo muerto”; el trabajo está asegurado todo el año. Y creemos, desde luego, que el sistema
antiguo que había, y que todavía perdura en los centrales, de un trabajo
incesante, de los tres turnos sin ningún relevo, debe ser en un momento
determinado superado.
De manera que existe el criterio de, cuando las
circunstancias lo permitan más adelante, crear un relevo en todos los
centrales, al objeto de garantizar el descanso semanal y garantizar también las
vacaciones de todos los trabajadores azucareros.
De manera que más adelante, y en la medida en que se
eleve la productividad del trabajo, en la medida en que se modernicen nuestros
centrales, comprendemos la justa necesidad de que este problema se contemple y
se resuelva.
Pero la Revolución aspira en los años venideros no
solo a una productividad mucho más alta de la industria, sino también a
disponer de la fuerza de trabajo necesaria para crear el turno de relevo y aun
así reducir el número total de obreros necesarios en la industria
azucarera.
De manera que en un futuro deberemos llegar a moler
mucha más caña, tener el turno de relevo, y a la vez ahorrar parte de la fuerza
de trabajo que hoy se requiere en una industria, donde muchos procesos son
anticuados, donde muchas máquinas son anticuadas.
Todo el mundo sabe que la industria azucarera antes de
la Revolución, en los últimos 20 años, prácticamente no había realizado
innovaciones de ninguna clase ni inversiones de importancia. Y que la edad promedio de muchos de nuestros
centrales pasa de 40 años, y hay máquinas, equipos, que tienen más de 50
años. Y tenemos necesidad de ir
renovando esos equipos, y ya con motivo de la zafra de los 10 millones se ha
producido una importante renovación en la industria, que naturalmente
continuará a ritmo acelerado en los años futuros.
Estos factores mencionados con relación a la
agricultura y a la industria cañera son factores decisivos en el cumplimiento
de este compromiso de los 10 millones.
¿Qué significan para nuestro país estos 10
millones? Esta cifra, como ustedes
saben, en todo el mundo se discutió mucho.
Se puede decir que en el exterior del país muchas personas —tal vez la
mayoría de las personas— creían que nosotros no podríamos cumplir esta meta en
1970. Los enemigos de la Revolución,
naturalmente, se encargaron de hacer creer que eso era una cosa imposible.
De todas formas la meta era dura, era difícil, y
teníamos algunos retrasos en lo que se refiere a las inversiones y
fundamentalmente en lo que se refería a las disponibilidades de caña.
Pero no se trata aquí solamente de una cuestión
política, de una cuestión moral, de una cuestión de prestigio. Se trata de una cuestión económica
fundamental para nuestro país. En los
últimos años el crédito de Cuba ha ido ampliándose considerablemente; ustedes
han podido ver qué gran número de equipos de distintas procedencias han estado
llegando a nuestro país en estos años.
¿Resultado de qué? Resultado del
cumplimiento estricto por parte de Cuba de sus compromisos; resultado del pago
puntual de cada una de sus obligaciones financieras.
Esto, naturalmente, contribuyó mucho a derrotar el
bloqueo económico contra nuestro país.
En un principio la situación era tal que incluso con dinero en la mano a
nuestro país le resultaba difícil comprar un camión, un buldócer, una grúa, un
equipo de construcción cualquiera, una industria; le resultaba difícil. No solo eso: en los primeros tiempos, disponiendo
de considerables cantidades de níquel, resultaba difícil vender nuestro
níquel.
La fuerza de las presiones imperialistas se hacía
notar, no ya para darle créditos al país a pagar en cuatro años, cinco años,
siete años, ocho años; para vendernos el equipo al contado muchas veces era
imposible; exportar nuestros productos se hacía muy difícil.
Sin embargo, la seriedad de nuestro país, el
cumplimiento de sus obligaciones, fue abriendo brechas, de manera tal que en
los últimos años ya nuestro país ha podido contar con abundantes créditos a
pagar en tres años, a pagar en cuatro, a pagar en cinco, e incluso ya hemos
llegado a obtener créditos hasta por ocho años.
La mayor parte de los barcos de nuestra creciente flota mercante, al
igual que nuestra creciente flota pesquera, han podido ser adquiridos gracias a
esos créditos (APLAUSOS). Los miles de
camiones, buldóceres, y equipos de construcción de presas, de caminos, de
carreteras, de drenaje, para el desarrollo agropecuario del país, los sistemas
de riego, han podido ser adquiridos gracias a esos créditos, incluso cuando
nuestra producción azucarera era de 5 millones o cinco millones y medio,
incluso cuando el precio del azúcar estaba a 1,40 o a 1,50.
Nuestro país tenía que hacer una administración
escrupulosa de cada divisa, porque no solo se trataba de ir pagando lo que
comprábamos sino de las nuevas necesidades.
Porque se comprende perfectamente que un país no puede desarrollarse si
no importa mucho más de lo que exporta durante un período. Un país no puede satisfacer sus necesidades
elementales de alimentación, vestido, calzado, educación, medicinas, y a la vez
las enormes inversiones que tiene que hacer para el desarrollo, si no hay
confianza en ese país, si no dispone de recursos externos. Porque para cada fábrica, cada
termoeléctrica, cada industria, cada equipo —indispensables para el desarrollo de
un país subdesarrollado, y de veras subdesarrollado, que no tenía más que una
industria cañera anticuada y unas pocas fábricas transformadoras de materias
primas—, un país en esas condiciones necesita hacer grandes inversiones.
Y así, con ese crédito no solo se adquirieron equipos
para el desarrollo agrícola sino también para el desarrollo industrial. La planta de fertilizantes de Cienfuegos, por
ejemplo, una planta que cuesta aproximadamente unos 40 millones de dólares en
divisas, se ha podido adquirir y a fines del próximo año estará terminada, con
una capacidad de casi medio millón de toneladas de fertilizantes —tan
indispensable para la producción agrícola— gracias a la solidez del crédito y
la seriedad de la Revolución.
Nuestro níquel ya hoy día se vende fácilmente, a pesar
de todas las presiones imperialistas, que llegaba a amenazar a cualquier
industria europea que adquiriera níquel a Cuba con no comprarle metales, con no
comprarle equipos producidos con ese níquel.
Y así, cada vez que nuestro país estaba próximo a concertar una operación
de venta de níquel llegaban las presiones, y como naturalmente Estados Unidos
es un importante mercado para muchas industrias europeas, se veían compelidos a
renunciar a la adquisición de nuestro níquel.
Y actualmente nuestro níquel no solamente se compra sino que es
altamente demandado. Y en estos últimos
tiempos, con motivo de la carestía del níquel, de la falta de níquel en el
mercado, en ocasiones la tonelada de níquel cubano ha llegado a adquirir valor
superior a los 10 000 dólares por tonelada.
Nuestro país, sin embargo, tiene enormes reservas de
níquel. Si nuestro país dispusiera de
instalaciones industriales podría elevar su producción de níquel a .100 000
toneladas, a 120 000 toneladas por año.
¡Ah!, pero para desarrollar esos recursos minerales el
país necesita instalaciones, el país necesita inversiones. Y son inversiones costosas. Si se va a hacer una fábrica de níquel se
tarda dos años, tres años, cuatro años, construyéndola; cuatro años importando
máquinas y realizando trabajos antes de que se venda una sola onza de níquel.
Las inversiones que nuestro país debe hacer en todas
las ramas de la industria en los próximos años son considerables, son
cuantiosas. En la industria minera, en
la industria energética, nuevas refinerías de petróleo que demandan las
necesidades de la economía, nuevas capacidades eléctricas, nuevas capacidades
en la industria de la construcción, nuevas capacidades en la producción de
níquel y otros minerales. Necesita
nuestro país resolver muchos problemas, no solo con las industrias básicas como
esta mencionada o como la petroquímica, incluidos los fertilizantes, sino la
producción de maquinaria agrícola, de combinadas, la producción de materias
primas fundamentales, e incluso la producción de acero, para lo cual disponemos
de toda la materia prima, y que lo que necesitamos es técnica, es decir,
técnicos e instalaciones industriales.
Pero no solo las industrias básicas, sino también
nuestra industria ligera:
es necesario ampliar las capacidades de producción de tejidos
considerablemente; las capacidades de producción de calzado. Nuestra industria ligera tiene enormes
necesidades de inversiones en todos los órdenes. Como la industria alimenticia: en molinos
arroceros, en complejos industriales lecheros para poder procesar toda la leche
que va a disponer nuestro país en los próximos años.
Y todo eso requiere de grandes inversiones, y esas
inversiones solo es posible realizarlas a base de la seriedad del país, del
crédito con que cuente nuestro país, que deberá invertir en los próximos 10
años no solo decenas de millones sino miles de millones en la industria, en el
desarrollo industrial, que va a adquirir un ritmo serio en los próximos
años.
Para lograr eso, es conocida la cantidad de centros de
acopio que tenemos que hacer; es conocida la cantidad de buldóceres que debemos
importar, y de combinadas a construir, para liberar la fuerza de trabajo, la
enorme fuerza de trabajo que se emplea hoy en la caña, que todavía cortamos por
métodos primitivos.
Todo nuestro pueblo debe saber lo que significan, lo
que importan, en un destino que no es lejano, en un desarrollo que está a
nuestras puertas, en los próximos 10 años, las necesidades financieras y
económicas de nuestro país. Y esas
necesidades solo se pueden satisfacer en la medida en que el mundo tenga
confianza en nuestro país.
Por eso nosotros estamos absolutamente seguros de que
esta es una prueba decisiva, de que esta es una batalla decisiva para el
porvenir de nuestro pueblo, de que esta es una batalla histórica. Porque esta zafra de los 10 millones abrirá
la confianza hacia el país absolutamente, abrirá de par en par las puertas del
crédito a nuestro país, consolidará toda la confianza de los que han concedido
los créditos a Cuba.
Y si en circunstancias difíciles, en medio del bloqueo
y con producciones todavía relativamente pequeñas, nos fuimos abriendo paso,
hemos conquistado la posición que tenemos hoy, ¿qué no será en el momento en
que se demuestre que sí, que nuestra economía puede, que nuestro pueblo es
capaz de realizar una proeza en el orden económico que la inmensa mayoría
consideraba imposible?
Porque frente al hecho, frente a las cifras, ya no
habrá rezago de dudas, ya no habrá argumentación, ya no habrá manera de detener
la ilimitada confianza en el proceso revolucionario de nuestro país, ya no
habrá manera de detener la avalancha tremenda de recursos que tendremos a
nuestra disposición. Porque nuestro país
tiene recursos naturales importantes y puede desarrollar no solo la agricultura
—que avanza rápidamente a convertirse en una de las más productivas, de las de
más rápido desarrollo y de las más modernas del mundo—, sino también en el
campo de la industria, en ramas que son esenciales para el desarrollo, la
consolidación y el bienestar de nuestro pueblo.
He hecho esta larga referencia a tal circunstancia
porque es necesario que cada trabajador, cada cubano sopese y evalúe todos
estos hechos, sopese la importancia que tienen los 10 millones.
Desde luego que se ha producido un fenómeno
psicológico, un estado increíble de interés y de entusiasmo por los 10
millones, de disposición a participar en esta batalla histórica. Ese es un fenómeno psicológico.
Hay que decir que en estos momentos el problema no es
saber quién está dispuesto a ir a participar en la zafra; que en estos momentos
el problema fundamental es precisar con toda exactitud quiénes no pueden ir de
ninguna manera (APLAUSOS).
En este momento los problemas que tienen los
organismos, las fábricas, los centros de trabajo, es cómo frenar la
presión. Y no hay sitio del país,
ciertamente, donde ese problema no se haya presentado.
Ya se está empezando a plantear la cuestión de a
quiénes hay que prohibir que participen en la zafra de los 10 millones, a
quiénes debemos prohibirles, porque si se dejan llevar por su entusiasmo, su
deseo de participar, puedan descuidar otras tareas muy importantes. Digamos
—ejemplo— ordeñadores, inseminadores, para poner dos casos nada más
entre las decenas que se pueden mencionar.
Infinidad de trabajadores en muchos frentes, que quieren de todas formas
participar en la zafra.
Puede decirse que nadie, ningún revolucionario quiere
dejar de participar. Y muchos dicen que
cuando les pregunten en el futuro: “¿Qué hizo en la zafra de los 10
millones?”, qué va a responder si no lo dejan participar en la zafra de los 10
millones (APLAUSOS PROLONGADOS).
Este es un hecho formidable, magnífico. Puede decirse de veras que nunca como hoy
hubo en las masas tal disposición de lucha y de trabajo, nunca como hoy en las
masas hubo tan seria disposición. Y ese
esfuerzo, que en los primeros tiempos de la Revolución era de unos pocos, que
fue creciendo en algunos casos a veces frívolamente la cuestión de
participación en las actividades productivas, es hoy un fenómeno de masas, es
hoy algo realmente admirable, porque ya es la disposición seria, no la
disposición festiva, no hacer lo que hacen los demás. ¡Es una disposición profunda y
consciente! Eso crea circunstancias subjetivas
muy favorables al éxito de esta batalla.
Es imposible que un ejército que esté consciente de lo
que hace y tenga deseos de combatir en serio, no tenga ya de por sí —por esas
circunstancias— todas las posibilidades de victoria. ¡Y esa es la situación de las masas!
A los dirigentes les corresponde dirigir ese ejército de
manera inteligente, de manera acertada, en el transcurso de esa batalla.
Debemos tener presente de que no es solo la zafra de
los 10 millones. Otros importantísimos
planes están en marcha. Y tenemos un
ejemplo ya mencionado, como el caso del arroz, de manera que las cantidades que
se pensaban producir en arroz en el año 1973, ya en 1970 se producirá
el doble de esas cantidades. ¡En arroz
estamos adelantados como tres o cuatro años!
(APLAUSOS.)
Y si en esta primavera se sembraron 7 000 caballerías,
en la próxima primavera, la de 1970, en el transcurso de 1970, de la primavera
de 1970 se sembrará más del doble que ese número de caballerías de arroz
(APLAUSOS).
Y los rendimientos que ya se están obteniendo son
formidables, al extremo que nos crean ya el problema industrial, ¡nos crean el
problema industrial! Ya la cosecha de
esas 7 000 caballerías a fines de año, pero con cáscara... Si no fuera así, ya podría aumentarse de
inmediato, desde el mes de diciembre, considerablemente la cuota de arroz. Pero es arroz con cáscara, que se descascara
en el transcurso de un año porque ya las capacidades industriales están por
debajo.
Significa que no vamos a dar marcha atrás, pero que
debemos en el próximo año enfrentar un problema de instalaciones no solo de
secaderos —que ya fue serio—, sino de molinos para procesar toda esa
cosecha. Y ya el año que viene tenemos
todo el arroz de variedades nuevas, de variedades de más rendimiento, y no
vamos ahora a retroceder sino afrontar los problemas consecuentes de desarrollar
las capacidades industriales para “molinar” todo el arroz hasta satisfacer a
plenitud todas las necesidades. Y como
además sobrará, sobrará arroz... Y esto
va a ser otra de las cosas que va a costar trabajo creer en el exterior: que a este país en
1971 le sobre el arroz, le sobren algunos cientos de miles de toneladas de
arroz (APLAUSOS); ya con la cosecha de 1970, no con la cosecha de 1971, sino
con lo que se recoja ya de la siembra de primavera del próximo año. Esos trabajos están muy adelantados, las
maquinarias aseguradas, en las obras hidráulicas se trabaja
intensamente, y se ha logrado darle un impulso a ese cultivo tremendo.
Esto implica las tareas, las actividades a realizar en
el próximo año.
De la misma manera, el próximo año habrá que darle un
impulso decisivo a la ganadería. Y
debemos tratar de sembrar no menos de
20 000 caballerías de pasto el próximo año para poder satisfacer las
necesidades de la masa creciente de nuestro ganado, de alimento en cantidad y
calidad. Y tenemos que dar el próximo
año un golpe decisivo en la siembra de pasto, junto con la de arroz.
Y parejamente otro cultivo se desarrolla: la siembra de cítricos, por ejemplo, que no
ha adquirido todavía toda su fuerza, ya en este año equivale a una siembra
igual a todos los cítricos que se sembraron desde 1900 hasta ahora.
Es decir, en este solo año víspera de 1970 los
cítricos que se siembran son una cantidad de caballerías igual a todas las que
se habían sembrado en 68 años. Y todavía
no ha alcanzado todo el ritmo, porque, lógicamente, fue priorizada la
caña.
Eso no impidió trabajar en el arroz, no impidió
trabajar en el cítrico, no ha impedido los trabajos serios que se han estado
haciendo ya en las viandas y en los vegetales con vistas a disponer en
abundancia de todos esos productos el próximo año.
Hay una serie de tareas en la agricultura muy
importantes. Tenemos, por ejemplo, con
la misma agricultura cañera el problema del cultivo, la fertilización de las
cañas para 1971. Es el caso de que no
podemos ya pensar solo en el año 1970, hay que pensar en el año 1971, hay que
pensar en la zafra de 1971 en que no debemos dejar caer la producción.
Si ya disponemos de algo más de 110 000 caballerías
para la zafra de 1970, en 1971 no dispondremos de las mismas cantidades de
cañas nuevas —que ustedes saben lo que rinden esas cañas nuevas de frío—, pero
dispondremos de unas 7 000 caballerías más en 1971 que en 1970. El 1969 fue un buen año de lluvias. Por eso puede venir más seco el 1970. La cuestión del cultivo es decisiva. El cultivo con las máquinas “Herrera”.
Hemos tenido problemas y todavía tenemos problemas con
esas máquinas cultivadoras. Ahora, se ha
demostrado que caballerías que este año se pudieron cultivar con la “Herrera”,
relacionadas con otras caballerías que no pudieron recibir ese tipo de trabajo,
ya había 20 000 arrobas más por caballería.
De manera que nosotros para 1971 con 117 000
caballerías aproximadamente, el uso masivo de las máquinas cultivadoras
“Herrera”, que tienen el problema del desgaste de los discos, problema no
totalmente resuelto... Pero se están
adquiriendo todos los discos necesarios para que se fertilice y cultive con
esas máquinas el máximo de la caña. Y
cuando no se pueda con las cultivadoras “Herrera”, con los arados peruanos y
otros tipos de equipos.
Quiero sencillamente enfatizar la importancia del
cultivo de la caña en 1970, y luego de la aplicación de los herbicidas.
Enemigo número uno de la caña es la hierba. La hierba puede reducir una caballería de
caña de 150 000 arrobas que habría podido dar perfectamente, a 70 000, a 80
000, a 50 000, e incluso perderse.
Dispondremos afortunadamente el próximo año de
herbicidas para todas las cañas, desde el mes de enero (APLAUSOS).
De manera que tendremos en 1970 factores a nuestro
favor: el
herbicida. Con un reducido número de
trabajadores resolver el problema de las hierbas. Y con eso, con un cultivo mejor, subsolando
el suelo, enterrando el fertilizante, con la ampliación de las áreas de
regadío, no debe bajar de los 10 millones nuestra producción azucarera.
¡No se trata de conquistar en 1970 los 10 millones,
sino de mantenerlos! (APLAUSOS.)
Dispondremos ya en 1971 de más combinadas. Hay un programa para construir 300 centros de
acopio para 1971 y construir 300 por año.
Van a ir delante de las combinadas incluso los centros de acopio, que ya
permiten una elevación de la productividad.
Pero hay que trabajar muy serio en la construcción de esos centros de
acopio y su montaje el próximo año; en las construcciones de combinadas.
Voy señalando estos hechos indicativos de la actividad
a realizar en 1970 además de la zafra.
Porque tenemos que ir decididamente a elevar la productividad en la
agricultura cañera, condición indispensable para el ulterior desarrollo del
país.
Y un programa también de combinadas y de centros de
acopio para 1972, ya listo para emplearlo en la zafra de 1972. En 1973, de ser posible, ya tener todos los
centrales con centros de acopio. Es
decir que nosotros debemos conquistar esta posición y mantenerla. Y de ahí en adelante en los próximos 10 años
irán ampliaciones de centrales, incremento de la productividad en caña.
De manera que en los próximos 10 años volveremos a
duplicar la cantidad de caña. No decimos
de azúcar porque, como explicábamos en la ciudad de Santa Clara, una gran parte
de esa caña será para producciones de miel para la alimentación del ganado: caña que
produciremos en una superficie aproximadamente igual, solo un poco mayor de la
superficie que hoy tenemos destinada a caña para la zafra de 1970. Hay que trabajar en otra serie de servicios,
de frentes, actividades importantes.
Señalo esto, porque aunque resulte doloroso habrá
muchos trabajadores que tendrán que contribuir a esta batalla trabajando en
otros frentes. Hay algunos servicios
fundamentales que no pueden abandonarse, hay algunas producciones fundamentales
que no pueden descuidarse:
producciones de tejidos, producciones de medicina, producciones
de materia prima.
Esto significa que nosotros debemos saber priorizar
cada una de las actividades. Es
necesario que los compañeros que tienen cargos de responsabilidad en la
economía sepan bien qué actividad no debe sufrir detrimento alguno, qué
actividad puede esperar. En las
movilizaciones de recursos y de fuerza, o en la actitud con relación a los
obreros que quieren de todas maneras participar en la zafra, conocer
perfectamente bien que hay actividades que por el servicio que prestan, por la
producción que realizan, por la importancia que tienen para el desarrollo del
país, no deben descuidarse.
No se trata de ganar esta batalla de cualquier forma
sino de manera inteligente, no se trata de ganar esta batalla perdiendo otra: se trata de ganar
esta batalla, avanzar en la caña y mantener el esfuerzo en los demás frentes
que se consideren importantes.
De manera que cada trabajador en su puesto, que aunque
en ocasiones no sea en el campo de caña, estará contribuyendo a esta
batalla.
Las fuerzas que ya se han considerado movilizadas son
grandes. Nosotros creemos que para el
mes de marzo habrá aproximadamente unos 350 000 hombres al campo, ¡trescientos
cincuenta mil hombres!
Debemos decir que por una serie de causas: organización unas
veces, dirección deficiente otras, problemas de alzadoras, transporte, e
incluso falta de profundización en el espíritu de muchos de nuestros
trabajadores, de profundización en la importancia que tiene la agricultura
cañera y la importancia que tiene el trabajo para nuestro país en estos años,
los rendimientos de caña diarios, de corte de caña, han sido bajos, ¡han sido
bajos!
Debemos señalar que ya prácticamente casi el ciento
por ciento de la caña se alza con máquinas; es decir, que ya nuestros
trabajadores no tienen que realizar esa tarea de cortar y además alzar. Debemos señalar que ya no hay ningún
campesino y ningún obrero agrícola que tenga que estar 15, 16 ó 17 horas en el
cañaveral para cortar y alzar; es decir, que muchas máquinas han venido en
ayuda de ese trabajo. No está mecanizado
el corte, pero el alza está casi toda mecanizada.
Y cuando se examinan los rendimientos de corte,
realmente son rendimientos bajos. Hay
que decir, además, que los cálculos se han hecho con promedios de corte de caña
relativamente bajos para esta zafra.
Nosotros creemos realmente que 200 000 hombres al
campo, trabajando ocho horas, ¡ocho horas!, cortan la caña necesaria para la
zafra de los 10 millones.
Claro está, no todos tienen la misma capacidad
productiva, no todos tienen la misma experiencia, la misma habilidad. En esa fuerza mencionada hay compañeros
jóvenes o compañeros que no habían cortado caña, estudiantes; en fin, personas
que por primera vez se enfrentan a la tarea.
Pero los que cortan caña saben lo que un hombre puede
cortar en cuatro horas, lo que un hombre puede cortar en una hora y lo que un
hombre puede cortar en ocho horas, un hombre medio; no hablemos de esos supercortadores de caña.
Hay una brigada del MINFAR que en Oriente promedió en
el mes de agosto a más de 800 arrobas por día, cortando para centro de acopio.
Si se tiene en cuenta el calor de esa provincia y el
mes, hay que decir que esos compañeros están especialmente dotados de una
resistencia física, de una resistencia al calor tremenda. Bien, no se trata de esos cortadores.
Hay muchas brigadas de cortadores que demuestran lo
que un hombre es capaz de hacer trabajando organizadamente, con entusiasmo, con
seriedad, proponiéndose un esfuerzo serio: las brigadas millonarias. En muchos casos esos hombres cortan ocho
veces la norma de otro hombre.
Pero se podría afirmar que realmente, en cuatro horas,
un cortador medio, trabajando, puede cortar 120 arrobas, en caña con algunas
dificultades; un cortador medio puede cortar 120 arrobas. Se puede afirmar que cualquier cortador medio
en ocho horas puede cortar 200 arrobas, se puede afirmar. Incluso, algunos cortadores al principio no
lo logran, no lo logran en los primeros 10 días, 15 días; al mes lo puede
lograr, un cortador medio. Claro está
que es necesario ir al campo a cortar.
Haya veces algunos tipos de cortadores que nosotros
suponemos pasan más trabajo para cortar 50 arrobas de lo que pasarían para
cortar 150 arrobas, porque para cortar 50 arrobas en un día, incluso en una
mañana, hay que estar inventando cosas para no cortar en el cañaveral,
¡inventando cosas para no cortar!
(APLAUSOS.)
Hay cortadores que se les despierta el deseo de
conversar en el momento del corte.
Podríamos decir que el silencio cuando se corta caña
es una buena medida de la aplicación al corte de caña. Hablando gastan energías, aire, rompen el
ritmo de respiración, e incluso gastan más saliva de la cuenta.
Hay cortadores que buscando la lima caminan 300
metros; a veces se pierden las limas, nunca acaba de aparecer un responsable de
una lima.
Y así, muchas veces se mata el tiempo y se
pierde.
No vale la pena hacer el sacrificio de ir al campo
para hacer eso, ¡no vale realmente la pena!
Carece de sentido ese tipo de actividad.
Y así tenemos, desde luego, los extremos: el que habla mucho
y corta poco y el que corta 400, 500 y 700 arrobas. Las diferencias son increíbles.
Y es muy difícil que se pueda decir que un hombre es
diez veces más fuerte que otro, o veinte veces más fuerte que otro. Nadie estaría dispuesto a admitir que otro es
diez veces más fuerte que él, más resistente, más saludable, suponiéndolos en
condiciones normales de salud. Puede
haber alguien que diga:
“Bueno, dos veces más, tres veces más.” Pero no puede decir diez,
veinte veces.
El corte de caña es, sin duda, un tipo de trabajo
duro, es monótono. Pero si se va al
corte de caña pensando en eso y no pensando en lo que significa, pensando que
ese es precisamente el camino de liberarnos de ese corte casi esclavista, ese
tipo de trabajo duro; si no se comprende la profundidad, el sentido de la
importancia que tiene cada machetazo que se da, cada caña que se corta, sobre
todo en estos instantes, entonces se puede explicar que se haga la tontería de
ir a un cañaveral para no cortar.
Claro está que hay muchos factores que inciden en el
corte: la
organización, el alza; cuando falla el transporte, cuando falla el alza, cuando
falla todo eso.
De manera que nosotros creemos que hay las condiciones
psicológicas y las condiciones subjetivas para esperar que cada machetero eleve
su promedio.
Por encima de los hombres que se han movilizado —y ya
las movilizaciones son fuertes—, por encima de esas cifras, se afectan otras
actividades muy importantes. Y realmente
no debemos pensar en multiplicar el número de hombres, sino fundamentalmente en
multiplicar el ritmo de los brazos que van a cortar caña (APLAUSOS).
Nuestra reserva principal en esta zafra, nuestra
reserva fundamental mayor es precisamente el incremento de la productividad del
machetero.
Nosotros sabemos, por ejemplo, lo que significan 10
arrobas más, 20 arrobas más. Si 300 000
hombres cortan 20 arrobas más, equivale a
60 000 hombres cortando 100 arrobas.
Pero no se trata solo de los 60 000 hombres, sino que 60 000 hombres al
campo significan 80 000 en la zafra, más los servicios, transportaciones de
todo tipo que hay que hacer con esos 80 000 hombres. La fuerza más económica, más útil a movilizar
son los recursos potenciales que hay en el hombre.
No se trata de pedirle a nadie lo que no puede
físicamente hacer: se
trata de pedir lo que puede realmente físicamente hacer, sin esfuerzos
extraordinarios. No se piden esfuerzos
extraordinarios: se
piden, prácticamente, esfuerzos normales.
Y debemos lograr a toda costa los incrementos de
productividad. Esta batalla de la zafra
tiene que ser una lucha, una ofensiva, cuyo ritmo aumente incesantemente. ¡Que no se detenga, que no se estanque!
Desde el primer día de zafra, día por día, mes por
mes, debemos ir incrementando sostenidamente el ritmo de corte, el ritmo de
caña molida, para llegar a un clímax ya en el mes de febrero. Ya desde febrero tener al tope todos los
centrales: aprovechar
al máximo febrero, marzo, abril:
adelantarnos en lo posible a las lluvias. Es decir, una ofensiva que se detenga, una
ofensiva que flaquee, fracasa.
Nadie corta el primer día más que a los 15 días. Pero, sin duda, día por día se puede cortar
más: una arroba
más por día.
Alguien que un primer día cortara 80 arrobas y se
propusiera cortar una arroba más por día —¡una sola!,
no se le pide que sea un Sansón cortando caña sino una arrobita más por día
cuando tiene más experiencia, más entrenamiento—, a los 60 días estaría
cortando 140 arrobas, a los tres meses estaría cortando más del doble, con una
arroba más por día. Y ese no es un
esfuerzo extraordinario.
Pero cada machetero ahí, cada soldado en esa batalla
tiene que hacer todos los días un poco más de esfuerzo. Casi, casi puede decirse que con el mismo
esfuerzo y más entrenamiento puede cortar una arroba más.
Y las metas deben ser realmente no una consigna: “llego hasta aquí y
cumplí”. No. La meta debe ser lo que se pueda dar. Si se señalan 120 y se pueden cortar 130,
cortar 130. Piensen que cada hombre que
se ahorre en la caña será un hombre trabajando en el arroz, será un hombre trabajando
en otra rama de la agricultura y de la economía, en otros renglones
fundamentales de la economía.
Cien mil hombres que corten una arroba más por día
significan 1 000 hombres, 300 000 hombres que corten una arroba más por día
significan 3 000 hombres más por día
—hombres de 100 arrobas, digamos. Es
decir que 300 000 hombres cortando una arroba más hacen el esfuerzo que
necesitarían 3 000 hombres al campo; cortando 10 arrobas más, el equivalente de
30 000 hombres al campo. Un pequeño
esfuerzo de cada uno de los que ya hacen un sacrificio grande con marchar allá
a los cañaverales.
De manera que ese es nuestro recurso fundamental.
Con esta zafra que se inicia tendremos un período de
trabajo largo.
Tenemos las tradicionales fechas de fines de año: la Nochebuena, el
Año Nuevo, el 2 de Enero. ¿Dónde debemos
estar el día 24 de diciembre?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡En la caña!”) ¡En la
caña!
¿Dónde debemos estar el día Primero de Enero? (EXCLAMACIONES DE: “¡En la caña!”) ¿Dónde debemos estar el día 2 de enero,
conmemorando el aniversario de la Revolución?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡En la caña!”) ¡En la caña!
(APLAUSOS PROLONGADOS)
¡Y esa sí que será una verdadera conmemoración! ¡Ese sí que será un recuerdo digno de los que
han luchado y han caldo por esta causa!
¡Ese si será un avance de la conciencia!
¿Y por qué?
¿Acaso porque no nos gustaría celebrar de otra forma esa fecha, con
fiestas, con concentraciones? ¿Acaso
porque no nos gustaría conmemorar las fiestas tradicionales? ¡No!, sino porque la necesidad nos impone esa
actividad, la necesidad nos impone ese deber.
Si interrumpimos ese descomunal esfuerzo, si
interrumpimos la ofensiva en esos días, corremos el riesgo de perder la
batalla.
Y por eso, de los centrales que estén moliendo, el día
de máxima razón de molida debe ser el día 25, cuando todos se den cita allí en
los cañaverales, el 23, el 24. Y el día
de máxima razón de molida de todos los centrales en enero debe ser el día 2,
cuando el día 1ro todo el mundo se haya dado cita allí el día 31 todo el mundo
se haya dado cita en los cañaverales (APLAUSOS).
¿Es que acaso no tendremos fiestas? ¿Es que acaso no tendremos
celebraciones? ¡Sí, las tendremos
después de la zafra! ¡Las tendremos en julio
con los 10 millones! (APLAUSOS.)
Guardaremos el lechón para julio, guardaremos los
frijoles de Nochebuena para julio, guardaremos los turrones para julio. Y guardaremos las demás cosas para julio, es
decir, el Bacardí, el coñac, la cerveza y todas las cosas que sean necesarias
(APLAUSOS).
Hay obreros que han trabajado sin descanso en estos
años, haciendo caminos, presas, haciendo innumerables actividades, con la zafra
por delante. No quiere decir que el
trabajo termine, que no nos esperen otras muchas grandes tareas. Pero el momento lógico, el momento adecuado
para hacer un alto será una vez ganada esta batalla de los 10 millones.
Entonces sí tendremos un formidable 26 de Julio. Entonces sí tendremos fiesta en Santiago y en
todos los pueblos. Y entonces sí
tendremos carnavales y tendremos de todo en el mes de julio (APLAUSOS). Y tendremos fiestas en todos los pueblos y en
todos los centrales azucareros y en todas las granjas.
Y sin duda, cuando ese momento llegue, con la lógica y
natural satisfacción y alegría de todo el pueblo, serán sin duda de las fiestas
más felices que hayamos tenido nunca en nuestro país (APLAUSOS).
De manera que, por delante, una zafra prolongada, un
trabajo arduo, un trabajo serio, un trabajo responsable. Conscientes de lo que significa para nuestro
pueblo.
No tenemos la menor duda de que mucha gente estará
pendiente de Cuba en el mundo entero. No
tenemos la menor duda de que mucha gente estará atenta a este compromiso, a
este reto histórico. No tenemos duda de
que mucha gente estará atenta para saber cuál es la capacidad de nuestro pueblo
para lograr estos avances. Como no
tenemos la menor duda de que los enemigos de la Revolución, los imperialistas,
estarán también muy pendientes y muy preocupados.
Al imperialismo le hemos infligido muchas derrotas: la Revolución; la
consolidación de la Revolución; la resistencia a sus agresiones, a sus
bloqueos; Girón y otros muchos episodios.
Pero sin duda de ninguna clase que ninguno de los éxitos logrados por la
Revolución, ninguna de las victorias les dolerá tanto, les preocupará tanto
como esta victoria, porque ellos se lo apostaron todo al fracaso de nuestro
pueblo. Ellos se lo apostaron todo a
que, habiéndose marchado los latifundistas, las compañías y los genios del
capitalismo, no podríamos ganar esta batalla; que nunca seríamos capaces de
manejar esos centrales y esas tierras, y producir caña para 10 millones y
cortarla y molerla. Se lo jugaron
todo. Creían en la superioridad de su
sistema, de su sistema egoísta que esclaviza y explota al hombre, de su sistema
egoísta que obliga al hombre a trabajar so pena de hambre, de miseria e incluso
de la muerte.
Los reaccionarios se han apostado mucho para
desacreditar a las revoluciones, para desprestigiar a los movimientos
populares. Se lo apostaron todo a que
las masas de los trabajadores humildes de este país, de los campesinos, de los
jóvenes de este país, no podrían llevar adelante la economía, no podrían llevar
adelante la Revolución.
No creemos que lo único meritorio, difícil que haya
hecho la Revolución, sean los 10 millones, ¡no!
La batalla ideológica contra el imperialismo; la desaparición de los
prejuicios; hacer astillas todas las mentiras reaccionarias del imperialismo y
de los explotadores; resistir sus bloqueos económicos, sus campañas, sus
acosamientos; resistir sus agresiones, fue un mérito de no poca
consideración. Pero a la Revolución le
faltaba esta otra prueba, decisiva para hoy, decisiva para mañana.
Y nosotros estamos seguros de que los 10 millones
tendrán más resonancia en el mundo con relación a la Revolución cubana, que la resonancia que haya
tenido cualquier otro hecho de la Revolución en estos años.
Con serenidad, con seguridad y con confianza,
libraremos esta batalla final. Con la
inmensa satisfacción de ver a un pueblo en la actitud en que está nuestro
pueblo hoy. Con la inmensa satisfacción
de ver el estado de ánimo de las masas, la disposición de lucha y de
trabajo. ¡Con la inmensa satisfacción de
que esta batalla será por encima de todo un triunfo de la ideología, un triunfo
de la conciencia, un triunfo de las ideas más revolucionarias de nuestro
pueblo!
Cuando hace algunos minutos señalábamos este hecho,
los factores subjetivos, la actitud de nuestro pueblo, no podría menos que
dedicar un segundo de nuestro pensamiento a quienes lucharon y se sacrificaron
por esto.
Hemos tenido el privilegio de llegar a esta zafra,
hemos tenido el privilegio de llegar a esta batalla.
En el pasado, cuando se hablaba de los méritos de los
ciudadanos, se hablaba de las actividades que desempeñó en una época u otra: de sus méritos
contraídos con la patria en la lucha guerrillera, en la lucha por la conquista
del poder, en la lucha contra el imperialismo, en las luchas en Girón, en las
luchas en el Escambray, en las luchas por el desarrollo. Todas esas fueron páginas gloriosas y
episodios históricos.
Ahora, en lo adelante, en el futuro, esta batalla,
esta histórica zafra será también un punto de referencia para los jóvenes y
para todo nuestro pueblo. Y comenzará a
ser un importantísimo mérito en nuestro país, un importantísimo mérito
histórico, un importantísimo mérito para las generaciones venideras, este
esfuerzo de hoy: la
participación de cada uno de ustedes, la participación de nuestro pueblo, o en
el frente de la caña, o en el aseguramiento de la zafra, o en las demás
actividades que consoliden el desarrollo de nuestro país y consoliden nuestra
Revolución. Será sin duda algo que
pasará a la historia de nuestro país.
Y por eso es justo que recordemos a los que hicieron
posible esto, a los que hicieron posible llegar a este combate, participar en
este histórico acontecimiento, y que dieron su vida a lo largo de esta lucha, a
lo largo de estos años, combatiendo en la clandestinidad o en las montañas,
combatiendo contra mercenarios, contra saboteadores, luchando. Y a los que dieron su vida no solo en el
combate con un arma en la mano, sino a los que la dieron en el trabajo. Que recordemos también a numerosos compañeros
que, montando una industria, construyendo un central, perdieron su vida; o
construyendo una presa, o construyendo una carretera, en los accidentes del
trabajo. ¡Esos héroes anónimos también,
que dieron su vida y su sangre por el porvenir de nuestro país! (APLAUSOS)
Y que recordemos especialmente a alguien que sin duda
en un instante como hoy, en un momento como este, ante una actitud como esta,
sería el más feliz de todos los revolucionarios, porque fue el que más predicó,
el que más insistió, el pionero, el abanderado de este tipo de trabajo, el
abanderado de esta lucha por la conciencia, por ganar la conciencia y por
llevar al pueblo de manera consciente al deber y al trabajo. ¡Que recordemos en la noche de hoy, con el
más profundo cariño, al Che! (APLAUSOS
PROLONGADOS)
Pionero del trabajo voluntario, que cuando eran unas
decenas se marchaba a los cañaverales a cortar caña, o en una combinada, o en
los muelles con una carretilla, o en una mina, lleno de fe, lleno de confianza
en el hombre, de confianza en la conciencia del hombre, cuánto habría
disfrutado él hoy de ver al pueblo de Cuba con este estado de ánimo, con esta
disposición, con esta actitud de ir masivamente a librar su batalla; su batalla
decisiva en la economía, su batalla decisiva en el trabajo.
¿Y quiénes harán esta zafra en lo esencia sino los voluntarios? Ya hace rato que la categoría de cortador
profesional ha ido desapareciendo, del que por razones económicas tenía que ir
a cortar caña. Y puede decirse ya que la
inmensa mayoría de esta zafra de los 10 millones la harán los voluntarios (APLAUSOS).
¿Y cómo habría sido posible esta zafra sin ese
movimiento, sin esa participación espontánea del pueblo por un sentido del
deber y de la conciencia? ¿Cómo
habríamos podido ganar esta batalla? ¿De
qué otra forma? ¿Con qué promesa se
habría podido llevar a nadie a ese esfuerzo, como no fuera una causa, un
sentimiento, una perspectiva, un sentido de solidaridad humana; como no fuera
ese sentimiento generoso de trabajar para hoy y trabajar también para
mañana: trabajar por una causa, trabajar
por una ideología, trabajar por la patria?
¿Cómo habría sido posible de otra forma?
¿Cómo habría sido posible lograr esto?
Y en este esfuerzo en que nos empeñamos de los 10
millones, duro y difícil, estamos ganando algo más que los 10 millones, que
vale más que esos 10 millones, que es este salto de calidad en las
conciencias. Y hemos ganado un espíritu,
y hemos ganado conciencia de nuestras posibilidades, y hemos ganado
experiencia. Todos nuestros cuadros han
profundizado en los problemas como jamás habían profundizado en los procesos
industriales, como jamás habían profundizado en todos los problemas de
organización, de tecnología, en todas las cuestiones. Han madurado con una gran rapidez nuestros
cuadros.
Hay que decir que nuestro Partido se metió de lleno en
la estructura, dejó de ser una superestructura exclusivamente, se metió de
lleno en la esencia, en la médula del problema, a organizar y dirigir el
trabajo, a organizar y dirigir la lucha por el desarrollo, a organizar y
dirigir la producción.
Pero no solo hemos ganado en conciencia, en calidad: ¡Nos hemos
preparado para la próxima década! Ya no
será ahora, de 1970 a 1980, el pueblo nuevo, ignorante, sin experiencia, que se
lanzó al esfuerzo de estos 10 años, ¡ahora podremos lanzarnos adelante en los
próximos 10 años con un pueblo mucho más experimentado, mucho más preparado,
mucho más consciente, con un pueblo mucho más aguerrido!
Y si la Revolución pudo salir victoriosa en estos 10
años pasados, ¡en la próxima década con más razón podremos decir que nada ni
nadie podrá detenerla jamás!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)