DISCURSO PRONUNCIADO POR
FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN LA PLENARIA PROVINCIAL
DE LA CTC, CELEBRADA EN EL TEATRO DE LA CTC, 3 DE SEPTIEMBRE DE 1970, “AÑO DE
LOS DIEZ MILLONES”.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUÍGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Bueno, compañeros, si ustedes están de
acuerdo yo digo dos palabras para despedirme (APLAUSOS).
El compañero Risquet ha hecho sus
conclusiones de una manera brillante, y ha expuesto lo esencial de esta
plenaria y de los propósitos que perseguimos en esta plenaria.
Yo, por mi parte, he estado a lo largo de
las conversaciones exponiendo algunas ideas, algunos pensamientos.
Como les decía hace un momento, con esta
plenaria se comienza a dar una batalla.
Nosotros no solamente tenemos que dar una batalla para marchar hacia
adelante, sino por lo menos una decena o una docena de batallas, y quizás
aparezcan más por el camino. Una de las primeras e inmediatas es esta batalla
contra el ausentismo; también una
batalla para evitar las interpretaciones erróneas de lo que se planteó sobre el
trabajo voluntario, tanto en mi comparecencia como en la del compañero
Risquet.
Es incuestionable que frente a una
situación que nosotros expresamos con mucha claridad de las dificultades que
teníamos, no se había producido todavía la reacción adecuada. Porque si frente a una situación de crisis en
un campo de batalla, la gente no reacciona atacando, contraatacando,
combatiendo mejor, la batalla se pierde.
Claro que todo esto ocurrió en medio de
un proceso que eran las vacaciones, después de un período muy largo de trabajo.
El mes de julio, los carnavales, las fiestas, todas esas cosas. De manera que en realidad tiene cierta
lógica, ¿no?, que durante el mes de agosto se presentara ese tipo de problema.
Además, en los mismos planteamientos se dijo:
“No, ahora tendremos las vacaciones de los trabajadores y después
debemos empezar a trabajar duramente.”
Pero sí se puede decir que no había una reacción condigna de las
dificultades y de los obstáculos que nosotros tenemos delante. Eso es incuestionable.
¿Que es cierto que en estos días, por
toda esa mezcla de circunstancias y por no tener una conciencia demasiado
alerta sobre la forma en que debemos resolver estos problemas, aumentó el
ausentismo? Es cierto. ¿Que, incluso sin esta plenaria, en el mes de
septiembre de modo natural también iba a disminuir el ausentismo? Era algo de esperarse. Cuando se reintegraran
todos los obreros, los que estaban de vacaciones; en fin, cuando muchos de la
columna “Lenin” en el centro de trabajo estuvieran allí, y cuando ya por fin la
gente se hubiera cansado de abusar del ausentismo —se puede decir. De manera
que en el mes de septiembre, era de esperar.
Pero eso no basta. Incluso, el ganar la batalla contra el
ausentismo no basta. Es solamente una
parte del problema. Aunque sí creemos
que es de primerísima importancia, porque ello tiene que ver con la forma en
que tienen los trabajadores que reaccionar frente a las dificultades.
Ahora bien: nosotros tenemos infinidad de problemas. De los problemas que tenemos... Es decir,
tenemos problemas objetivos —como explicábamos en la Federación de Mujeres— de
todo tipo. Pero que esos problemas se
agravan en la medida en que nosotros no sepamos poner lo que el hombre tiene que
poner en esa situación. Ahora, tenemos
muchos problemas que son de tipo subjetivo, además. E incide en la producción, e incide incluso
en la actitud del obrero ante el trabajo, infinidad de cuestiones algunas de la
cuales se han señalado aquí.
Si bien es cierto que aquí se mencionó
solo una parte de los problemas, si bien es cierto que decenas y tal vez
cientos de compañeros tendrían muchas cosas que aportar acerca de los distintos
tipos de dificultades en su centro de trabajo y por dondequiera, a pesar de
eso, se ha podido decir lo suficiente, y se ha podido exponer una serie de
cuestiones que nos revelan la magnitud de la lucha que tenemos que librar para
superar todas esas dificultades.
Es incuestionable que las condiciones
objetivas en las cuales se tiene que desenvolver el trabajo del dirigente
sindical, del cuadro del Partido político, son difíciles. Si usted tiene un administrador que es
indolente, si usted tiene un individuo que es un incapaz, si usted se encuentra
con que tiene una serie de dificultades reales —digamos, las que nosotros
vimos, por ejemplo, hoy, cuando visitamos la fábrica de la compañera que
planteó ayer que se estaba cayendo el techo y se mojaba cuando llovía.
Nosotros nos propusimos visitar hoy mismo
algunos de los lugares señalados en la reunión de ayer. Porque ella decía que
varias veces habían ido allí a hacer mediciones, pero no se resolvía nada y que
en esa situación llevaban cuatro o cinco años.
Yo invité al compañero Almeida y fuimos allí, para buscarle inmediata
solución al problema. Y dio la
casualidad que estaba lloviendo cuando nosotros íbamos para la fábrica, y
estando allí, arreció un poco el agua.
En realidad, cualquiera hubiera podido pensar que era exagerada
cualquier cosa que se dijera de lo que allí se ve cuando cae un aguacero. ¡Es
una cosa tremenda el agua que se filtra allí dentro! Entonces, comprendemos qué difícil es la
batalla del dirigente sindical, la batalla del cuadro del Partido, en aquel
centro donde hace cinco años que vienen pasando esas cosas. En un centro de tantos obreros, aquel centro
no tiene ni comedor obrero; o tiene un comedor obrero, pero donde está tan mala
la comida, que los compañeros no comen.
Una cafetería allí bastante pobremente abastecida.
Entonces, allí el papel de verdad que se
moja, ya hecho. El trabajo hecho, impreso, usted ve que se moja. Lo que cuesta divisas, se pierde. Las máquinas corren riesgo allí por las
condiciones de humedad. Pueden ocurrir
accidentes, incendios por cortocircuito en la pizarra eléctrica, todas esas
cosas. Entonces, ¿qué pasa? Eso viene ocurriendo desde hace cinco
años. Y uno se hace una pregunta: ¿Se puede hablar, por ejemplo, de la lucha
por el ahorro, la lucha por las divisas, la lucha por el desarrollo, la lucha
por la economía, y ante una masa de 400 obreros ver aquel espectáculo del agua
cayendo, ver aquel espectáculo de las materias primas perdiéndose?
Es indiscutible que eso hace muy difícil
el trabajo del Partido y de los sindicatos.
Claro está que lo opuesto a esto sería
que todo marchara a la perfección. Y
realmente, seríamos idealistas si fuéramos a pretender que todo marchara a la
perfección. Era muy difícil. En realidad, el cambio que se ha producido en
la vida del país es tan grande, que nosotros, en cierto sentido, de la
Revolución estamos recibiendo los frutos positivos, pero también de la
Revolución estamos percibiendo los frutos negativos.
Porque la Revolución primero crea un
descomunal desorden en toda la vida de un país, un descomunal cambio en el modo
de producción. Realmente se pasa de un
modo de producción virtualmente esclavista a un modo de producción libre. Esa es la esencia del problema. No se trataba del hombre con grillos y
cadenas en los pies, sino de una esclavitud más sutil pero no menos eficiente,
el hombre desprovisto de toda riqueza personal o social obligado por razones
vitales a trabajar, o se moría de hambre, o se le moría el hijo, se le moría la
familia. Estaba bajo pena de muerte
obligado al trabajo puntual y disciplinado. El desempleo de medio millón: los hombres se disputaban un puesto en una
fábrica, los hombres se felicitaban unos a otros cuando alguien conseguía un
empleo en una fábrica como la rayonera de Matanzas, donde iban a envenenarse prácticamente
allí.
Hoy, ¿qué es lo que ha ocurrido? Las condiciones creadas por la Revolución
barrieron aquellas ominosas circunstancias. El trabajo hoy es voluntario, se
puede decir, ya no a nivel de ir el domingo a trabajar en la agricultura. El trabajo se ha hecho prácticamente
voluntario para cualquier ciudadano del país en las condiciones actuales.
Eso está determinado, en primer lugar,
por muchos problemas vitales resueltos.
Las cuestiones a que se refería el panadero: ya la vivienda resuelta para muchos, la
medicina, la educación, la seguridad social, las posibilidades de vida
aseguradas para todos. No hay
pordioseros, prostitutas, ancianos desvalidos, niños huérfanos o desamparados
en ningún rincón del país. La actual
generación de jóvenes no ha conocido siquiera el flagelo del desempleo. Por otro lado, la existencia de una cantidad
de dinero que está por encima de los bienes disponibles, que hace que incluso
el dinero —que es el medio mediante el cual se retribuye el trabajo para de ahí
adquirir determinados bienes— tiene un valor relativo. Se puede comprar limitadamente, hasta ciertos
limites, las mercancías y los servicios que nosotros tenemos disponibles.
Es indiscutible que si tuviéramos mucha
más mercancía y servicios materiales disponibles, ese factor no estaría incidiendo
dentro de una situación en que incluso a gran número de familias les sobra el
dinero. Aunque no a todas, porque hay
todavía casos de obreros que apenas les alcanza el salario para sustentar sus
gastos familiares.
Pero es incuestionable que las circunstancias
en las cuales el hombre hoy se ve obligado a trabajar, o se ve conducido al
trabajo, son fundamentalmente factores de orden moral, factores de conciencia,
hábito sano, sentido de la importancia social y humana que tiene su actividad.
Entonces, en esas condiciones, ha habido
un cambio total en las condiciones de trabajo.
Es decir, alguna gente sin conciencia moral ni sentido de su deber
social se puede tomar la libertad hoy de despreciar el trabajo, no trabajar,
hacer recaer el esfuerzo productivo sobre los demás, engañar, hacer todas esas
cosas.
Se ha producido, pues, repito, un cambio
descomunal en el modo y las relaciones de producción y distribución de la
riqueza social. Además —como les decía ayer— al pasar a ser propiedad
colectiva todos los medios de producción, el empleo de estos y de los recursos
humanos en la producción y distribución de bienes y servicios, crean un
problema de administración a escala gigantesca.
Yo decía que incluso los cerebros humanos no pueden llevar la cuenta de
muchas cosas. El stock de mercancías hoy
no lo puede llevar ningún cerebro humano, ningún grupo de contadores. Igual que hoy no se puede hacer el viaje a la
luna sin las computadoras, porque la cantidad de cálculos que se requieren y la
velocidad con que deben ser resueltos complicados problemas, harían imposible
la tarea al cerebro humano. Tampoco sin
las computadoras, sin los centros de cálculo, se puede llevar el control de la
economía, de los inventarios, de lo que falta, de lo que hay, de lo que se
necesita en la enorme escala que impone la economía socialista. Incluso los imperialistas, los capitalistas
desarrollados, tuvieron que desarrollar también las computadoras, sin las
cuales no podrían manejar sus negocios.
La General Motors hoy no funcionaría sin las computadoras. Es más:
ese avión gigante yanki, del cual aterrizó uno recientemente, que lleva
millones de piezas en su construcción, piezas que tienen que llegar en flujo
simultáneo al taller por diversas vías, donde se concreta y canaliza el
esfuerzo de miles de ingenieros y técnicos que participan en la producción y
montaje de sus componentes para la producción en serie de dichos aviones, sería
imposible sin las computadoras.
Comparado con eso, todo nuestro trabajo
es artesanal. Tenemos una escala enorme,
porque los problemas son los problemas de millones, las mercancías deben
contarse también para millones, y sin embargo nuestros métodos todavía son
artesanales, los métodos de administración, los métodos de dirección.
La administración ya, en una escala
grande, constituye una ciencia. Y
nosotros carecemos realmente de ese tipo de científicos. Por lo tanto, es casi explicable la cantidad
de confusiones, errores, rollos que se presentan de ese tipo. Pero además, hay problemas de tipo
ideológico, de tipo político; hay el espíritu pequeño-burgués todavía muy
metido en la administración pública; hay el problema de que a veces algunos
funcionarios públicos no se parecen en nada al resto de los trabajadores. Es verdad que hay muchos administradores que
son de procedencia obrera, que tienen hábitos y espíritu de proletarios; otros,
en cambio, son como paracaidistas que bajan del cielo con una insensibilidad y
una indolencia incuestionables y sin el menor espíritu proletario.
Es incuestionable que ese espíritu
antiobrero, un poco de desprecio a los obreros, lo hay en algunos
administradores. Y algunas de esas cosas
se pusieron aquí de manifiesto.
Está, además, el hecho que nosotros
explicábamos ayer, de que el método administrativo no resuelve ni puede
resolver el problema en un proceso revolucionario. Esa es una cosa clarísima.
Porque aun la más eficiente
administración no puede generar el control, la vigilancia, eficiencia,
combatividad y energía de masas que requieren las dificultades a vencer.
De manera que nosotros tenemos que librar
una batalla en cada centro de trabajo, en cada servicio, en cada aspecto
fundamental de nuestra vida política, económica y social, apoyándonos
sólidamente en las masas. Una verdadera
batalla de la cual esta reunión no es más que un primer paso. Esto que hemos tratado del ausentismo no es
más que un primer paso. La cosa contra
la que más vigorosamente hay que reaccionar en este momento es contra el
ausentismo. Pero nos quedan todas las
demás cosas como la máxima eficiencia en la organización, óptimo
aprovechamiento de los recursos materiales y humanos, la gran batalla por la
productividad del trabajo, que en los meses y años venideros deberemos librar,
sin lo cual nuestros problemas no tendrían solución posible.
El trabajo que estamos haciendo lo
venimos realizando, no limitándonos a simples pronunciamientos públicos, sino
analizando, reuniéndonos, estudiando todos los problemas, todas las causas,
trabajando, profundizando, actuando.
Porque no solamente tenemos que invertir tiempo en discutir, en
analizar. Hay que tomar además una serie
de medidas concretas en todas partes.
Las estamos tratando de promover en la agricultura, en la industria, en
las provincias, en todas partes.
Es decir que nosotros estamos en este
momento bajo la tremenda presión de un trabajo de análisis, de meditación, con
relación a las medidas que hay que tomar, para desenvolvimiento de la
Revolución en esta fase y en los años futuros, más el trabajo concreto que hay
que realizar de inmediato.
Estas ideas resumen nuestras principales
dificultades de hoy. Y al desaparecer
los factores inhumanos que antes obligaban al trabajo, la alternativa de esto
es el máximo desarrollo de la conciencia colectiva y el empleo de la fuerza coercitiva
de la sociedad trabajadora sobre aquellos que aspiren a vivir parasitariamente
del esfuerzo de los demás, rehuyendo al cumplimiento de su más elemental deber
social y humano.
La ley que solicitan los obreros contra
la vagancia, de la que habló el compañero Risquet, no es tarea sencilla. Al preámbulo y a los preceptos del proyecto
habrá que modificarles algunas cosas y añadir otros más a tono con la situación
actual, con las nuevas experiencias y criterios.
Pudiera ser tal vez el procedimiento
mejor incluso que antes de hacer un proyecto de ley se recogieran una serie de
opiniones, se hiciera una especie de consulta, una encuesta con los
trabajadores para que ellos dieran toda una serie de criterios. De manera que ya incluso, conociendo toda esa
serie de criterios, se pudiera hacer el proyecto de ley recogiendo la esencia
de los mismos. Y entonces, por último,
someterlo a la consideración de los trabajadores.
Debemos tener en cuenta el aspecto
político internacional, no vaya a ser que por la actitud mala de una minoría,
de un 5%, un 10% de la gente, vayan a estar juzgando a la clase obrera
cubana.
Creo que lo mejor que va a tener la ley
es que surja de los obreros. Creo que
debe haber una amplia divulgación por la televisión, por la radio, de todos sus
criterios. Creo que debemos llevar a los
obreros a hablar por la televisión, la radio y los periódicos sobre estos
problemas, exponiendo sus criterios de qué hay que hacer con los vagos y los
ausentistas. De manera que se vea con
toda claridad su carácter popular y no administrativo, de modo que se vea que
esta es una ley que parte de la voluntad del pueblo trabajador de Cuba. Eso es muy importante a los efectos
internacionales. Porque seguro que el
enemigo va a empezar a lanzar consignas:
“Vea, en el capitalismo no hay leyes contra la vagancia...” Claro, el capitalismo es inhumano, con sus
resortes ciegos, criminales y despiadados obliga a la gente a trabajar y obliga
también a muchos a esperar años para ocupar un modesto empleo. En el capitalismo se mantiene deliberadamente
en la ignorancia a millones de personas para tener con quienes realizar las
tareas más brutales y un ejército de desocupados como reserva de mano de
obra.
En la sociedad racional y justa, la
mayoría, velando por sus intereses, tiene el derecho y el deber de adoptar
medidas de tipo coercitivo contra la exigua minoría que se niegue a cumplir sus
deberes sociales, cuando ha sido ya erradicada la odiosa prerrogativa de que
unos hombres puedan explotar a otros.
Los capitalistas no pueden hacer leyes contra la vagancia porque ellos
son los vagos y parásitos de la sociedad en que viven. La primera gran ley contra la vagancia la
promovió la Revolución al abolir el capitalismo.
Ahora que hemos abolido el capitalismo,
¿cuáles son los únicos explotadores que nos quedan? ¿Quiénes nos pueden explotar hoy? Hoy nos pueden explotar los que pretendan
tener privilegios sobre los demás. El
privilegio puede ser un factor de explotación del pueblo trabajador. Contra toda manifestación de privilegio
tenemos que luchar siempre enérgicamente.
Es necesario que los hombres que dirigen
sean ejemplo en el trabajo y en el sacrificio.
Y esto lo debemos lograr en toda la línea (APLAUSOS).
Tenemos por ejemplo el problema de la
vivienda. Al principio de la Revolución
había decenas de miles de apartamentos y casas disponibles en espera de
arrendatarios dispuestos a pagar sus
inaccesibles alquileres. La Ley
de Reforma Urbana fue en aquel instante un remedio a la situación. Muchas familias pudieron obtener una vivienda
y súbitamente para millones de personas el inmueble donde residían, dejó de ser
una obsesión y un instrumento de explotación.
Sin embargo, hoy la situación es diferente. Ha crecido la población, no
se ha podido construir paralelamente un número de viviendas; hay unas tensiones
tremendas. En esta situación, el
funcionario administrativo, o peor aun, el dirigente político, que obtiene
preferencia para recibir una vivienda que se desocupa, a la vista de miles de
gentes que no tienen ni un cuarto y de todo el pueblo, le infieren a la
autoridad y prestigio de la Revolución un tremendo daño: de inmediato sale el gusano, sale el
desafecto, sale el vago, sale el lumpen, salen todos los enemigos del trabajo a
utilizar aquello como argumento contra la Revolución y desmoralizar a los
revolucionarios.
Afortunadamente nuestra vanguardia no es
una vanguardia que se haya corrompido.
Nuestra vanguardia está constituida fundamentalmente por gente salida de
la clase obrera. La inmensa mayoría de
los militantes de nuestro Partido han sido seleccionados en asambleas de
trabajadores. Los que desempeñan tareas administrativas o de dirección, han
sido seleccionados para el Partido tomando en cuenta sus antecedentes
revolucionarios y su conducta en el proceso.
Si hay excepciones, si desgraciadamente, como ha ocurrido, se producen
manifestaciones de privilegio y hasta de corrupción, tenemos que erradicarlas y
barrerlas con toda energía.
Si un cuadro o militante de nuestro
Partido se ha echado a perder, hay que cambiarlo, hay que sacarlo
inmediatamente de las filas del Partido.
Entonces, ese factor de tipo moral no
será difícil obtenerlo. La batalla contra toda manifestación de privilegio no
será difícil de ganar. Ahora bien: la
otra es más difícil. La batalla contra
esa parte, esa minoría que no tiene todavía suficiente conciencia, que no tiene
la educación necesaria, que tiene desajustes e inadaptaciones en una sociedad
de trabajadores, esa va a ser más difícil.
Esa minoría nos explota, porque no
trabaja y calza, viste, bebe, come, va al cine, se monta en un ómnibus, ve un
espectáculo público, recibe medicinas si se enferma, se le salva la vida,
incluso hasta lo entierran de gratis si se muere, señores. Eso es una cosa incuestionable. Tiene
todo. Pero cada uno de los bienes y
servicios que ese hombre recibe lo produce alguien.
Ese puede ser nuestro explotador de hoy.
Contra esas manifestaciones de explotación tenemos que rebelarnos con tanto
odio como el trabajador se rebelaba contra el monopolio imperialista, contra el
terrateniente, contra el burgués explotador, contra el comerciante ladrón. Esa
es una manifestación de delincuencia en una sociedad colectivista, que nosotros
debemos impedirla. Estoy absolutamente
de pleno acuerdo con los criterios planteados por el compañero Risquet de que
es fundamentalmente política, que las medidas que se tomen además de salir del
pueblo tienen que ser educativas, que el 90% de la batalla se debe ganar en la
discusión y en la simple aprobación de la ley, que esa ley se aplique a una
minoría, que sepamos orientarnos bien de cómo aplicarla, que sepamos hacer
distinciones, que sepamos evitar mecanicismos.
Además, yo creo, señores, que hay que
tener el expediente del obrero. Porque
todo el mundo conoce a cada cual en cada lugar:
al mentiroso y al bueno, al honesto y al deshonesto. Eso lo sabe todo el mundo en todos los
centros de trabajo.
Nosotros debemos evitar a toda costa
soluciones sencillas, debemos evitar a toda costa los mecanicismos en esta cuestión.
Nosotros debemos actuar más que nunca con criterio político, con medidas
inteligentes, distinguiendo incesantemente.
Además, los problemas en un centro no son iguales que en otro. Además, hay centros de trabajo que tienen
problemas difíciles, hay muchos que no tienen ni la merienda asegurada. Hay
obreros que para trabajar ocho horas tienen que emplear cuatro más viajando de
un lado para otro, y lo tienen que hacer en condiciones muy difíciles. Y, claro, están todos esos factores
administrativos, objetivos, que vemos en una fábrica.
Yo decía:
si usted ve esa fábrica mojándose durante tanto tiempo, hay que tener
una convicción profunda para creer en la Revolución. Porque no sería difícil, no lo sería decir:
esto es una basura, esto no tiene perspectiva, si usted ve cinco años mojándose
una fábrica. Aquello pasa allí.
Claro, hay muchas otras cosas positivas
que alientan a la gente, pero esos son factores de desaliento, de
desmoralización, de todo eso.
Entonces, las situaciones en los centros
de trabajo son diferentes. Hay todavía
muchos, repito, que no tienen comedores, que no tienen siquiera merienda. Hay algunos que están mucho mejor que otros,
los hemos visto. Y una de las cosas que
nosotros tenemos que ver es cómo mejoramos el problema de los comedores, de
manera que con el tiempo cada comedor obrero llegue a ser como un restaurante,
razonablemente agradable y bueno.
No tenemos desgraciadamente todos los
medios, no es esto una cosa fácil.
Hay algunas cosas que el país puede
incrementar relativamente rápido. Crece
la flota pesquera, hay ya un potencial lechero alto que debemos aprovechar,
nuestras cervecerías pueden incrementar notablemente la producción de malta
para los comedores obreros. Hay hoy más
medios que nunca para continuar aumentando la producción de arroz y darle un
drástico impulso a la producción de vegetales y viandas. Mucho más difícil, en los tiempos inmediatos,
será incrementar la producción de carne, puesto que si bien se ha mejorado
genéticamente el ganado para la producción de leche, los pastos no recibieron
toda la atención en los últimos años, los nacimientos no fueron suficientemente
altos y las matanzas, debido a los bajos pesos, han sido elevadas. A esta cuestión, incluido el incremento de la
producción porcina y avícola se le presta ahora el máximo de atención.
De modo que si no en todos, en muchos
renglones importantes de la alimentación podemos aumentar la producción,
relativamente pronto. Y hay que luchar y
ver cómo lo logramos puesto que tenemos necesidad de elevar el número de cuotas
en los círculos infantiles para que las mujeres puedan ir al trabajo, tenemos
que elevarla en los comedores escolares por la misma razón, y tenemos que
elevarla y mejorarla sobre todo en los comedores obreros, muchos de los cuales
no tienen ni siquiera todavía cuotas.
De manera que nosotros vamos a hacer una
política tendiente a ver cómo mejoramos la situación del obrero; primero en la
alimentación, después en las transportaciones. Estamos desarrollando un plan
con los centros genéticos de la provincia de La Habana para suministrar una
cuota de leche a los centros obreros que realizan trabajos duros y cuya salud
exige una alimentación mejor. Nosotros
hemos pedido al Ministerio del Trabajo una lista de cuáles eran aquellos
lugares y centros que por cuestiones de salud debían tener prioridad.
Claro, no debemos atenernos solo a esta
prioridad. Puede haber centros que
aunque no estuviesen en una lista prioritaria, por el tipo de trabajo, hay que
tenerlos en cuenta, pues no tienen absolutamente nada. Si se puede dar aunque sea una merienda: unas galletas de soda con jamón del diablo y
un poco de leche, aunque no sea un centro priorizado por el tipo de trabajo, es
justo hacerlo. Habrá casos de centros
que por sus condiciones sanitarias no sean tan duros como otros, pero mientras
aquellos ya tienen algo, estos no tienen nada.
De manera que tenemos que buscar lo más
equitativamente la distribución de esos productos. Yo creo que nosotros en un
año les podemos llevar a 100 000 trabajadores un tercio de litro de leche,
desde luego, si las lecherías esas las terminamos, esas de las que se habló
aquí que los obreros de la construcción podían terminar más rápidamente con
menos ausentismo. Si las brigadas de
construcción elevan la productividad; si en Niña Bonita, en Nazareno, Flor de
Itabo, en Picadura, en Niña Sierra, en todos esos lugares, las lecherías se
construyen al ritmo adecuado. Porque
tenemos las vacas y tenemos no solo las vacas, ya están llegando los equipos
del ordeño mecánico. Planes similares se
pueden elaborar en todas las provincias del país. Pues en todas hay ya un elevado número de
novillas lecheras, con las que se puede llegar a suministrar no solo a los
comedores obreros, sino también incrementar el consumo de los niños y la
población en general y, además, reducir las actuales importaciones de este
producto. El problema está en las
instalaciones de ordeño y la puesta en producción de las mismas.
Estamos estudiando otra fórmula. Quizás el plan de plátano fruta de Artemisa
pueda organizar la distribución de este producto en los comedores obreros. Del mismo modo, las galletas de soda, desde
la fábrica “Albert Khuntz”, y así podemos ir estudiando formas de ir mejorando
la merienda o la comida.
Nos proponemos organizar algunas brigadas
para construir comedores donde no existen, tomando de modelo el de
CONSTRUIMPORT o alguno similar.
Estando aquí, un obrero me trajo también
un papelito que decía: “Compañero
Fidel: la unidad 209, antigua
‘Edelmira', de San José de las Lajas, lo invitamos a usted y al compañero del
central ‘Lincoln’ que expresó las dificultades con el comedor en ese centro,
para que vean el comedor nuestro construido por trabajadores de la unidad,
donde desde los bloques hasta la construcción del mismo, lo hicimos con trabajo
voluntario.” Es decir que hay posibilidades de hacer.
Entonces nosotros vamos a estudiar
cuántos compresores hacen falta, cuánto corcho, cuánta materia prima para hacer
las neveras o los cuartos fríos que se requieran. Cómo deben ser cuando son hasta 250 obreros,
cuando son hasta 500, 750, cuando son 1 000.
Dentro de unos días vamos a tener todos esos datos y tratar de reunir
los materiales necesarios.
También estamos estudiando los problemas
de transporte en las fábricas. Ya en
algunas fábricas les vamos a asignar algunos transportes. Hemos empezado por Santiago de Cuba. ¿Para qué?
Para complementar el resto del transporte urbano, a los turnos de noche,
para los que tienen más dificultades.
Nosotros tenemos el proyecto —lo que pasa
es que ahora con los 300 ómnibus medios que estamos construyendo este año
apenas alcanzan para nada, pues a las grandes necesidades del transporte rural
se unen ahora las necesidades de las fábricas.
¿Qué vamos a hacer con ese transporte?
Convertirlo en el automóvil colectivo de los obreros. El ómnibus con su chofer, que hace una ruta y
los recoge. Los que tienen un acceso
fácil llegan por las rutas normales. Los
de la fábrica serán para los que tengan dificultades mayores de transporte. Utilizar esos mismos medios en los planes
vacacionales de los obreros y de las familias de los obreros en el verano, en
las horas que no se usen para transportar los obreros. Así que podemos coordinar los planes
vacacionales a través de eso.
Creemos además, señores, que podemos
cierta distribución hacerla a través de la fábrica. ¿Cómo distribuir esos
refrigeradores que se están construyendo ya en Santa Clara? Bueno, una parte tenemos que ponerla en los apartamentos
de campesinos en los planes agrícolas, que lo estamos haciendo, cuando hacemos
los pueblos. Pero podemos distribuir 15 000 aproximadamente en 1971. ¿Cómo
distribuir esos 15 000? A mí se me
ocurre que debíamos venderlos a través de la fábrica, mediante cuotas que se
asignen proporcionalmente a los centros de trabajo, con las correspondientes
tarjetas para ser distribuidas en dichos centros, con las cuales los obreros
puedan presentarse a la unidad distribuidora.
¿Cómo debemos vender casi medio millón de ollas de presión? Pues se me ocurre que debemos venderlas
también a través de tarjetas asignadas a los centros de trabajo (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Entonces, ¿qué hacemos? Al ausentista, pues no tiene chance de
refrigerador. Ya se sabe que no lo va a
conseguir de ninguna manera... (APLAUSOS).
Y cuando tengamos producciones
suficientes de muebles y otros productos de consumo duradero, distribuirlos
también a través de la fábrica.
La fórmula que alguien planteó con los
cigarros es algo que se parece a esto, pero sobre los cigarros vamos a tener
que discutir, esa es otra de las discusiones que debemos tener: qué hacemos con el cigarro. Porque yo les planteé a los compañeros que
buscaran los datos de las decenas de miles, de los cientos de miles de gente
que tendríamos que emplear en eso, si queremos mantener las exportaciones y el
consumo con el incremento que va teniendo, al ritmo que llevaba.
De manera que nosotros vamos a tener que
buscar en los cigarros como en la bebida una solución de precio. Hay casos de personas que no fuman. Agarran la caja de cigarros y la cambian a
otro hasta por la comida, señores. Sería
preferible que el obrero pudiera consumir su comida a un precio módico y pagar
el cigarro un poco más caro. Hasta los
muchachos están adquiriendo hábitos de fumar por la posibilidad que tenían de
adquirirlo a 20 centavos. Preferible es trabajar para llevar leche, malta y
otros alimentos a los comedores obreros, que invertir energías adicionales en
un consumo que según se ha probado hasta la saciedad es altamente nocivo.
En fin, creemos que para algunas cosas
como cigarros y bebidas fuertes debemos buscar una solución de precios y no de
racionamiento.
Cuando yo hablé el 26, decía: No nos gusta la solución de precios. ¿Por qué?
¡Ah!, porque entonces tienen ustedes con las desigualdades que hay de
salario vamos a tener la situación en que con precios altos solo una parte de
la población puede adquirir carne, leche, etcétera. Todos necesitan de los productos vitales. No ocurre lo mismo con el cigarro, porque el
primer problema que se plantea es quiénes fuman y quiénes no lo hacen, quiénes
deben recibir cuota y quiénes no. Si lo
hacemos por racionamiento todo el mundo pediría su cuota. Si lo hacemos por la
fábrica solo lograríamos con ello que los obreros fumaran más y preservaríamos
la salud de los vagos. Debemos usar el
refrigerador, usar la alimentación, usar montones de cosas para mejorar a los
obreros, pero no debemos usar el cigarro.
Lo del cigarro debemos resolverlo de otra forma, mediante precios que a
la vez que constituyan un limitante al consumo sirvan para recoger el exceso de
dinero circulante. Desde luego que estas
medidas deben ser bien analizadas y discutidas con los propios trabajadores. Ellos tienen suficiente sentido para decidir
si es correcto o no que el país dedique el trabajo de 100 000 ó 200 000
personas más, que por otro lado no existen, y otros recursos, para seguir
incrementando el consumo de un producto nocivo, a precios ínfimos, y a la vez
mantener un nivel de exportación, al que no puede renunciarse por ser fuente de
divisas para el desarrollo. Lo mismo si
se dice: vamos a racionarlo, bueno, se
raciona. Pero tendremos bolsa negra,
tendremos un hombre cambiando la comida por el cigarro. No se olviden de ese tipo de situación, pero vamos
a discutir y analizar bien el problema.
Volviendo a la cuestión de los
ausentistas. En primer lugar, se les priva del derecho a adquirir bienes de
consumo duradero. Llega el momento de
reparar una casa en el distrito, y decir:
bueno, un momento, tú no te mereces, chico. Vamos a darle prioridad a este, que es un
mejor obrero, cumplidor y todo, primero que tú.
La necesidad solo no es razón suficiente. Vamos a tener en cuenta, entre dos que tienen
la misma necesidad, vamos a darle la preferencia a aquel que es un obrero
cumplidor allí en el distrito. Y en un momento determinado le decimos: bueno,
ya tú estás haciéndote un poquito más remolón, más incumplidor, mira: te vamos a quitar el derecho a la cuota de comida
en este comedor, porque tú estás viniendo tres días a la semana, dos nada
más. Es un arma un poquito más
drástica. Podemos llegar un poco más
lejos y quitarle la libreta de consumo personal.
La cuestión del salario sí se lo vamos a
tener que quitar cuando falta. ¿Si la
familia va a sufrir? No, porque está
seguridad social ahí. Preferible es
coger a la familia de un vago —¿comprenden?— y mandarle una pensión para que
pueda adquirir lo que necesita, a que el vago, siendo vago, se aparezca como el
“chévere” en la casa, que lleva el dinero y que sigue manteniendo
(APLAUSOS).
CAP. JORGE RISQUET.- Cuando esos
elementos no van no se les paga.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- No se paga actualmente, ¿no? Pero nosotros tenemos que ver incluso en la
fábrica vanguardia, que establecimos ciertas disposiciones...
CAP. JORGE RISQUET.- Sí, pero no para él.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Correcto.
Vamos a excluirlo. Toda esa gama
de cosas por las cuales nosotros podemos ir combatiendo, aislando y arrinconando
al elemento antisocial, y llegado el caso aplicar las medidas más enérgicas, de
modo que no vuelva a repetirse el caso del individuo que hace nueve meses le
dieron el decimoséptimo consejo y todavía no se ha aparecido por la
fábrica. No es solo lo que le roban a la
sociedad con su conducta, sino también el tiempo que les hacen perder a los
demás.
Hay que ser un poquito más enérgicos.
Pero hoy lo podemos ser, porque tenemos suficiente conciencia en la mayoría de
los trabajadores. Las dificultades, los
problemas, la complejidad del proceso revolucionario nos ayuda a formar
conciencia. Porque lo que si hay que
decir es que es un proceso muy difícil, ¡sumamente difícil!
Ahora, otra cuestión: las batallas por la solución de los problemas
económicos y de la producción tenemos que librarlas en concreto, no en
abstracto. Los problemas hay que
resolverlos fábrica por fábrica. Lo
mismo allí, donde está el problema de artes gráficas, que en la fábrica
“Téllez”, donde se señalaban diversas dificultades. Hay que librarla concretamente en los miles
de centros de producción del país. Los
órganos administrativos tienen que hacer un trabajo en concreto, y todos
tenemos que realizar un trabajo concreto, problema por problema. Los problemas —repito— no se resuelven en
abstracto sino en concreto.
A nuestro juicio esta plenaria ha sido de
una gran experiencia, muy rica en experiencia. Yo me pregunto qué habría sido
si hubiéramos tenido la reunión del sector en cuestión —por ejemplo—, de la
construcción, o de la industria ligera, con los representantes de la administración
correspondiente.
Claro, todavía es mejor si están
presentes los diversos sectores, porque hay interrelación entre unos y
otros. Y muchas veces el problema se ve
mejor y se discute mejor cuando están representadas distintas ramas. Pero
imagínense que aquí estuvieran reunidos 8 ó 10 de los sectores más importantes
de la economía, y que estuvieran los ministros y los viceministros
correspondientes aquí reunidos también y se hiciera un tipo de asamblea de
problemas en concreto de cada uno de los centros de producción (APLAUSOS).
Que ya no fuera discutir del ausentismo,
que ya no fuera discutir del trabajo voluntario, o discutir —como vamos a tener
que discutir— la ley, o qué hacemos con el cigarro.
Desarrollar ese tipo de análisis y
discusiones sería de un interés tremendo, porque entonces los compañeros
podrían plantear todos los problemas, y el ministro, o el viceministro, o el
director de empresa, o el funcionario correspondiente, de comercio exterior o
de cualquier servicio, podría brindar la información que posea, explicar qué se
está haciendo, qué no se hace y por qué, qué puede hacerse y qué se va a
hacer.
Se podría ayudar a mejorar el Estado
extraordinariamente por esa vía, hacer que todos tomemos conciencia de nuestras
realidades.
Yo les digo a ustedes que a mí me duele
mucho ver una fábrica de esas que se está mojando. Porque pienso que ningún ministro tiene
derecho a arreglar el techo de su edificio, ni a tener siquiera edificio,
mientras el edificio de los obreros les puede caer sobre la cabeza. ¡De verdad lo creo! ¡Lo creo sinceramente! (APLAUSOS.)
Nosotros tenemos que hacer que nuestros
funcionarios tengan una idea más clara, más precisa y una realidad mucho más
viva de lo que está pasando. Tenemos que
hacer que los ministros vayan a los centros de trabajo, señores. Que vayan allí, porque allí es donde se
aprende. Y de verdad, si yo quiero
enterarme del problema no voy al ministerio, voy al centro de trabajo. Allí
es donde aprendo sobre las dificultades y los problemas. Allí es donde uno saca lecciones, allí es
donde saca experiencia, allí es donde se toma espíritu proletario.
Nosotros hablamos de inculcar espíritu
proletario, crear conciencia. Es
mentira. Estamos en una situación hoy
día en que nosotros tenemos que ir a las fábricas donde están los obreros a
tomar conciencia de los obreros, no a llevarles conciencia. Porque el hombre que está cargando un saco
allí durante ocho horas, a la carrera, en la espalda, o está encaramado en un
andamio, o está martillando constantemente, o trabajando con el fuego y el
hierro, tiene más conciencia proletaria que nosotros, porque está allí en el
trabajo, en la lucha, viviendo todos los problemas y todas las realidades,
sufriendo allí de cerca la impotencia de ver muchas cosas que nadie se las
explica y que no las puede resolver.
Entonces nosotros yendo a las fábricas
podemos llevar los elementos de juicio que tenemos y que puedan no tener los
obreros, y recoger los elementos de juicio que tienen los obreros y que no
tenemos nosotros. Y sobre todo allí en
la necesidad, en la lucha, viendo a un obrero con el pantalón roto, viendo a un
obrero con las botas rotas. Estoy seguro
de que cuando un hombre ve eso y tiene sensibilidad, inmediatamente se va a
preocupar el triple, el cuádruple por el problema; se va a enterar, en primer
lugar, si es que no lo sabe.
Entonces también promover entre los
obreros: he aquí las consecuencias de
los zapatos rotos —a los obreros del calzado.
Promover conexiones entre las fábricas, gestiones entre las
fábricas. Porque a veces están
dependiendo de tal fabriquita. No ir a
un consolidado, ir directo allí. Mire: esta es la unidad que, según el plan, me
tiene que producir este producto.
¿Cuándo me lo produce? ¿Cuándo
está? Si le falta fuerza de trabajo como
en el caso del pequeño taller que produce los rodillos para artes gráficas,
decirles: miren, aquí les mandamos tres
hombres de la fábrica para que ustedes nos hagan este rodillo, sin el cual se
nos para la producción. Si es un pequeño
buje ir a la unidad que tiene que producirlo.
Establecer interconexiones entre las fábricas, gestiones entre obreros,
luchando por la producción. El deber
fundamental del obrero es luchar por la producción. ¿Por qué?
Porque solo de la producción puede salir el mejoramiento de las
condiciones de vida. Solo de la
producción puede haber más calzado, más ropa, más de todo.
Estos problemas, desde luego, no crean
ustedes que son tan fáciles.
Con los zapatos tenemos más
soluciones. El plástico nos va a ayudar mucho,
porque ya el año que viene tenemos la posibilidad de producir unos 20 millones
de pares de zapatos plásticos. Con ellos
los problemas de calzado de mujer y de niños se aliviarán mucho. De manera que
entre plástico, cuero y otros tipos podemos acercarnos a los 40 millones de
pares. Ya son más de cuatro pares, per
cápita. Ahora, hay que luchar por la
calidad, especialmente en el calzado de cuero.
Que no se rompan en dos minutos, que no se despeguen, que no sea una
basura. Y estudiar todos esos factores
que están incidiendo en eso.
Con relación al tejido el problema es más
difícil. Aun resolviendo los problemas
de fuerza de trabajo, la capacidad instalada es insuficiente, las máquinas y
fábricas llevan muchos años en producción, gran parte son de procedencia
norteamericana y no siempre la materia prima está a nuestro alcance. Agrava los problemas del tejido la cantidad
de ropa que se distribuye para determinadas actividades, como las zafras, que
insumen cantidades considerables de telas y confecciones. Y ha crecido la población, se han importado
menos tejidos, porque tuvimos problemas para mantener determinados niveles de
importación que venían haciéndose. Y el per cápita es bajísimo, señores. Es impresionantemente bajo el per cápita de
ropa confeccionada y de telas que están tocándole a la población. Y es uno de los problemas que nosotros
debemos prestarle preferente atención.
Hay dos problemas tremendos en este
momento: uno de ellos es la vivienda, y
otro es el de tejidos. El gobierno, los
órganos de dirección del país, los que manejan la economía, todos, tenemos que
ver de qué manera a la cuestión de la vivienda, que se está convirtiendo en
supercrítica, y además a la cuestión de los tejidos le buscamos alguna
solución, algún paliativo en estos dos, tres o cuatro próximos años, mientras
creamos las nuevas capacidades industriales, y damos solución definitiva al
problema.
Es decir que algunos de estos problemas
requieren esfuerzos muy especiales por parte de la nación y una óptima utilización
de los medios y recursos.
Cuando yo veía hoy allá en el almacén del
MINAZ la cantidad de hierros que tenía ahí, veía con toda claridad cómo a
título de los 10 millones el MINAZ, un sector de la economía, se despachó con
el cucharón gordo, recibió acero que no ha podido utilizar, máquinas que no ha
podido todavía instalar. No hallan ni
qué hacer con todo lo que recibieron, mientras se encontraban otras fábricas
que pudieran haber sido mejoradas, con una mejor distribución de esos recursos
que se dedicaron al plan de los 10 millones.
Ahora, los tecnócratas, los
“inteligentes”, los “sabios”, los “supercientíficos”, ellos sabían qué es lo
que había que hacer para producir 10 millones.
Se demostró en primer lugar que no sabían realmente qué es lo que había
que hacer; y en segundo lugar, que explotaron la economía, se despacharon
sectorialmente grandes cantidades de recursos.
Muchas veces faltaban planchas de acero para hacer una sembradora de
caña y ellos tenían decenas de miles de toneladas de acero.
Entonces tiene que haber un trabajo en la
planificación y en la distribución de los recursos muy superior al que hemos
logrado hasta hoy.
Quiero decirles que los problemas no son
fáciles: los problemas son difíciles,
los problemas son complejos. Hay algunas
dificultades que son objetivas, con las cuales tenemos que ver cómo nos
enfrentamos, y otras que son absolutamente subjetivas. Son en estas cuestiones de orden subjetivo
—la actitud del trabajador, la productividad, la organización, la administración,
la dirección, la conducta del dirigente— donde nosotros tenemos que arremeter
con toda nuestra fuerza en este futuro inmediato, porque ahí es donde nosotros
podemos avanzar.
Entonces les decía que esta asamblea ha
sido extraordinariamente ilustrativa, que debemos seguir efectuándolas. De esta experiencia vamos a sacar la
posibilidad de una asamblea del otro tipo, ya no para discutir sobre trabajo
voluntario o ausentismo —repito— sino para discutir los problemas en concreto
de cada centro importante de trabajo.
Lástima que no tengamos más desarrollado
el movimiento obrero, porque si pudiéramos traer de todas las fábricas
principales el representante de la sección sindical; es decir que venga aquí el
del sindicato, que venga el de avanzada y que venga el del núcleo, incluso,
señores, pueden traer al administrador de la fábrica también a la reunión, y se
pueden analizar todas estas cosas (APLAUSOS).
Está demostrado que con unos cuantos
micrófonos ahí y unas cuantas compañeras, llevándolos de un lado para otro,
habla todo el mundo. Y si ponemos un
poco de luz allá abajo, vemos a los que estén en el fondo. Y si hay que estar tres días discutiendo,
¡son tantas las lecciones y las cosas que se pueden sacar y tantas las
ideas!
¿Qué estaríamos haciendo con eso? Estaríamos enseñando además a nuestros
trabajadores a resolver los problemas, a aportar sus ideas, a discutir, a
meditar, a tener una idea más global de la interrelación que tienen todas las
industrias, todas las ramas, a conocer mejor los problemas, a disponer de
argumentos para combatir, para hablar, para luchar.
Comprendo lo duro que tiene que ser para
los compañeros del sindicato allí y del Partido, en aquella fábrica donde el
agua está cayendo y hace cinco años que están esperando que alguien vaya allí;
comprendo. Tiene que ser muy
difícil. Tiene que ser un
superrevolucionario, un genio, para estar allí esgrimiendo un buen argumento,
porque todas esas cosas son difíciles de comprender.
Porque decía que hay personas que no
tienen idea de la complejidad de un proceso, no se explican todas las
dificultades e ineficiencias, y lo que hacen es que pierden la fe.
Que nuestro país haya llegado hasta hoy,
que nuestro país haya resistido durante 11 años al país imperialista más
poderoso del mundo, el que podía hacernos más daño económicamente,
militarmente, ideológicamente, un país que nos tenía completamente adoctrinado
incluso, nos había inculcado su cultura capitalista, egoísta, reaccionaria por
dondequiera, sus vicios, todo: el hecho
de que nuestro país haya podido resistir demuestra la fuerza de una revolución,
la potencia de una revolución. Pero
hemos demostrado mucha más capacidad para enfrentarnos al enemigo, estar
dispuestos a morir, estar dispuestos a hacer cosas, incluso para los grandes
sacrificios, que nuestra capacidad para desarrollar y emplear frente a las
dificultades la tremenda energía e iniciativa de las masas.
Yo diría que esa es una especie de
energía atómica, que si nosotros la liberamos no habrá nada que no se derrumbe
ante su empuje. Entonces tenemos que
aprender a desarrollar la ciencia de liberar la energía nuclear de las
masas.
Nuestro Partido y nuestras organizaciones
revolucionarias tienen que desarrollar esa tecnología.
Hoy el compañero panadero decía que
tenemos una carta de seguridad social y derechos tan generosos que ni siquiera
los hay iguales en otros países comunistas.
¡Ah!, qué vergüenza para la Revolución si tuviera que retroceder de ese
camino, qué vergüenza si tuviéramos que empezar a cobrar la educación, la
atención médica, la vivienda a todos, el círculo infantil, el comedor escolar,
la pelota... ¡No!
Nosotros llegaríamos muy lejos si con el
trabajo de masa ganamos esta batalla.
Nosotros llegaríamos muy lejos si introducimos hasta su grado máximo la
democratización del proceso. No puede
haber ningún Estado más democrático que el socialista, no puede; ni debe
haberlo. Es más: si el Estado socialista no es democrático,
fracasa. Porque el Estado socialista es
la sociedad organizada para la solución de los problemas de las masas, y
mediante resortes que son de conciencia y no de vida o muerte como en el
capitalismo.
Si nosotros usáramos los resortes
capitalistas para resolver nuestras dificultades, qué hombre comunista, qué
hombre de mentalidad, de cultura, de conciencia superior, íbamos a crear por
ese camino. ¡De ninguna manera! No podemos ser socialistas con métodos
capitalistas.
Luego, el socialismo si no es de masas
fracasa, porque tiene que trabajar para las masas y los problemas solo los
puede resolver con las masas. Porque ya
no es el capitalista que está ganando dinero cuidando su timbiriche, cuidando
su fábrica, cuidando lo que sea, todo el día metido allí y utilizando los
resortes de la economía capitalista; ya es la administración de la economía por
todo el pueblo, es el trabajo de todo el pueblo.
Y entonces sin las masas el socialismo
pierde la batalla: se burocratiza, tiene
que usar métodos capitalistas, tiene que retroceder en la ideología. Así que no puede haber sociedad más
democrática que la socialista sencillamente porque sin las masas el socialismo
no puede triunfar.
Ahora, si no hay contradicción dentro de
la sociedad, si no hay partidos que representen terratenientes, ni
propietarios, ni burgueses, ni banqueros, ni nada, si es un solo partido, si es
una sola ideología, si es una sola sociedad, a medida que vamos eliminando
todos los residuos que nos van quedando, ¿por qué no establecer la máxima
participación de esa sociedad en su lucha por su vida si es —a mi juicio— lo
más hermoso que puede tener la sociedad socialista?
No se trata de que un grupo de hombres
super inteligentes dirigieran a las masas, que fueran pasivas, hacia su
bienestar. Eso no es una
revolución. Además, eso no podría existir
en la realidad de la vida, porque nadie con métodos administrativos —repito—
podría resolver los problemas.
Las batallas solo se ganan, dentro de una
sociedad colectivista, con la más amplia participación de las masas en la
solución de sus problemas. Recuérdese
esto.
El socialismo solo puede ir adelante, los
obstáculos inmensos que tiene delante el socialismo, y muy en especial si se
trata de una economía subdesarrollada como la nuestra, solo los puede vencer
con la más amplia participación de las masas.
Nosotros tenemos que erradicar los
métodos administrativos, porque nunca conduciría a soluciones verdaderas. Se
comprende en la primera fase de la Revolución, señores. En la primera fase de la Revolución no había
ni una ideología siquiera. ¿Qué
teníamos? Una confusión ideológica
terrible: mucha gente estaba influida
por las ideas reaccionarias, capitalistas, egoístas, todas esas cosas. Hoy no, hoy tenemos un pueblo que ha avanzado
extraordinariamente. Entonces nosotros tenemos que erradicar completamente los
métodos administrativos y establecer los métodos de masa dondequiera: en el
distrito, en la ciudad, en la regional, en la provincia, nacionalmente.
No lo vamos a hacer de un día para
otro. Sería ridículo que unos cuantos de
nosotros nos encerráramos a redactar una constitución, todo esto, para que
funcionara a las mil maravillas. Yo creo
que no, que tenemos que ir progresivamente; pero en un periodo relativamente
breve. El decir progresivamente no
quiere decir que vamos a ponernos a esperar 10 años para hacer eso. ¡No!
Ir empezando por algunos de esos mecanismos: organizando el distrito, haciendo reuniones
de plenarias como esta con los principales funcionarios responsables de la
administración en los frentes de la producción.
Todos esos son pasos.
Uno de los pasos fundamentales: crear un poderoso movimiento obrero, para
poder decir, junto a los Comités de Defensa, junto a la federación, tenemos un
poderoso movimiento obrero. Ese es uno
de los primeros pasos de democratización.
Empezar por los trabajadores, empezar por los sindicatos, hacer
elecciones absolutamente libres.
Donde nos encontremos que un centro de
trabajo elige un mujalista, es una luz roja política sobre el atraso, sobre la
confusión, sobre el mal trabajo político que hay allí; donde nos encontremos
que eligen un tipo ausentista o un tipo que no es un trabajador de condiciones,
es una luz roja también; donde elijan un demagogo, un agitador, que puede
aparecer explotando alguna justificada irritación demostrará en qué medida es
débil nuestro trabajo político en ese centro.
Yo estoy seguro de que un centro de
trabajo proletarizado y con conciencia no elige un vago, ni elige un mujalista,
ni elige un demagogo, ni elige un mentiroso, ni elige un politiquero, porque
los obreros tienen suficiente instinto, claridad mental, para distinguir a todo
ese tipo de gente.
Señores, vamos a confiar en nuestros
trabajadores y rápidamente llevar a cabo las elecciones en todas las secciones
sindicales —vamos a llamarlas secciones ahora—, es decir, en todas las
fábricas, ¡en todas las fábricas!
(APLAUSOS.) Y vamos a llevarlas de manera absolutamente libre, en que se
postule a quienes los obreros deseen postular.
Nadie puede comprar las masas, ningún demagogo puede engañar las
masas.
Hacer igual que cuando se eligen los
obreros ejemplares. Y después, señores,
someter a votación absolutamente democrática, de manera que los obreros con
absoluta libertad elijan sus dirigentes.
Cuando elijan un hombre indigno de representar la causa y el espíritu
del proletariado —y yo estoy seguro de que esto podría ocurrir solo muy
excepcionalmente— ello dará la medida de la situación política del centro, y
podremos decir: este centro está mal
políticamente, no hay suficiente conciencia, se han dejado engañar, se han dejado
engatusar por este que es un demagogo, que es un mentiroso, que es un farsante,
que es un descarado, que es un ambicioso, que es un vanidoso, que es cualquier
cosa. Y esto no debilitaría a la Revolución, sino que ayudaría a mantenerla
alerta, vigilante y combativa en el seno de las masas.
Vamos a empezar por democratizar el
movimiento obrero. Si el movimiento
obrero no es democrático, no sirve.
Si es un obrero que han elegido de verdad
los trabajadores por mayoría, cuando llega allí tiene autoridad, no llega “Don
Nadie”, no llega el tipo señalado de dedo.
Llega el individuo que tiene la autoridad moral de que lo eligieron, y
cuando la Revolución traza una línea él va allá a defender aquella línea, a
propugnarla, a luchar por ella. Si ese
dirigente se aparta del espíritu de la Revolución, las masas lo pueden barrer
en cualquier instante.
Porque debemos establecer que cualquier
funcionario pueda ser renovado en cualquier momento de la noche o la
mañana. Una elección, convocar a
elección a aquel centro para someter, ratificar o no esto, de manera que nadie
se sienta que porque lo eligieron un día ya va a estar un año allí haciendo lo
que le da la gana. No. A los tres meses o en cualquier instante
puede haber otra asamblea, otra elección en aquella sección —¡y se acabó!— y
nombraron a otro o lo ratificaron a él.
Pero seguir los procedimientos democráticos. Si el movimiento obrero no es democrático,
repito, no sirve.
Podemos aplicar el mismo principio de que
si la sociedad socialista no se apoya en las masas, fracasa. Y para apoyarse en las masas tiene que
democratizarse al máximo, tiene que acabar con los métodos
administrativos.
Si ponemos millones de personas a pensar,
no habrá problema que nosotros no resolvamos.
Si ponemos millones de personas conscientemente a trabajar, no habrá
problema administrativo que no se resuelva.
Porque no podrá perdurar un tipo que esté haciendo mal las cosas, un
ministerio que esté trabajando mal, una regional que está abusando de la
gente... Ninguna de las cosas esas que se plantearon aquí pueden perdurar,
señores, si están las masas participando.
Entonces habrá arena en la playa, no habrá erizos, no habrá esto, no
habrá lo otro, no se pudrirá lo que no debe podrirse, no se malgastará lo que
no debe malgastarse, no quedarán los sacos de yute allí tirados, no se
deteriorarán los materiales allí en un muelle.
¡Nada de eso ocurrirá el día que
realmente nosotros tengamos a las masas de manera consciente pensando y
actuando! (APLAUSOS.)
Nosotros creemos ciegamente en eso, y
pensamos en la riqueza de inteligencia que hay en los hombres del pueblo. Aquí
ha habido una serie de manifestaciones, compañeros que han hablado con
magnífico espíritu, concisos, con una idea clara, que nos han impresionado a
nosotros en la forma en que han expuesto aquí sus problemas. De manera que hay infinitas inteligencias
pensantes en nuestra clase obrera.
La capacidad de pensar no es de una
minoría dirigente. ¡Mentira! La capacidad de pensar está en todo el
pueblo. Y nosotros pudiéramos buscar todas esas inteligencias. No es necesario que posea un cargo.
¿No puede venir un obrero de avanzada
aquí a expresar, a exponer un problema, como ha ocurrido ahora? Que yo creo que cuando demos reuniones de
estas, además del Partido, el sindicato, debemos traer, como hemos hecho ahora,
obreros de avanzada invitados, aunque no tengan cargos en las
organizaciones.
Claro que lo más probable que va a
ocurrir es que a los obreros más talentosos e íntegros los van a escoger. Lo
más probable es que van a estar en el buró de avanzada, o van a estar en el
sindicato. Pero, puede haber un obrero
muy preparado y revolucionario y no esté en un cargo. Porque incluso por la tarea que desempeña en
la fábrica no es aconsejable darle un cargo sindical. Puede haberlo. Puede haber obreros que lo mejor es
liberarlos de todo tipo de actividad de esa índole y puedan sin embargo venir
aquí a exponernos cuestiones muy importantes.
Ahora, si nosotros marchamos por ese
camino, ganaremos la batalla. Y creemos
que las 8, 10, 12 batallas que tenemos que dar las vamos a ganar por este
camino.
Para los trabajadores su aporte número
uno, primero —me refiero a la fase de democratización del proceso
revolucionario—, es autodemocratizarse.
Constituir un fuerte y poderosísimo movimiento obrero, que para que sea
fuerte, sea poderosísimo y sea movimiento obrero, tiene que ser ciento por
ciento democrático. No se olviden de
eso. Para que sea movimiento obrero,
fuerte, poderoso, eficiente, tiene que ser absolutamente democrático. Que las batallas se den con ideas, con
palabras, no con el dedo. Que al
demagogo se le combata con argumentos; que el revolucionario no ande con
timideces. Incluso que el revolucionario
se entrene en el arte de discutir y de decir la verdad.
Aquí hemos visto compañeros que han
discutido: unos un argumento, otros
otro, otros otro. Hay que entrenar
incluso a los dirigentes, a los cuadros, a los militantes en el arte de
discutir, de defender su punto de vista, su posición, de razonar, de ver todos
esos problemas.
Así que creo que de verdad esta plenaria
va a ser una especie de histórica plenaria.
No le vamos a poner el título nosotros.
Vamos a dejarla. Va a ser
histórica en dependencia de cómo nosotros sigamos trabajando por este
camino.
De esta plenaria se van a publicar las
discusiones, todas las cosas. No es lo
que yo diga aquí, que uno habla con más libertad, sinceramente, que cuando
tiene la televisión, o tiene el radio delante.
Porque cuando uno está hablando para la televisión, hay miles de gente,
el enemigo te está oyendo, el de afuera te está oyendo, lo que tú dices lo va a
tener ahí a mano. Todas esas cosas. Aunque, desde luego, yo entiendo que la Revolución
no tiene que tener miedo a decir nada en ningún sentido.
Entendemos que se ha trabajado bien. Es
verdad que se prolongaron demasiado algunos turnos. Es verdad que los compañeros que se quedaron
para el final apenas pudieron hablar y estaban bajo la presión del tiempo. Y es lamentable, porque quizás muchos de esos
compañeros hubieran hablado antes y hubieran aportado ideas, como las aportaron
los otros. Lo que vamos a tener que
hacer, ya por la experiencia sacada de esta vez, es acogernos a un reglamento
de tiempo. Cuando haya interrupciones,
aquí con un cronómetro, las interrupciones no se cuentan porque a veces hay que
hacer una pregunta, otra y otra, de las cuales se sacan cosas útiles. Establecer la cosa del tiempo. Y creo que lo podemos hacer, sin llegar a las
3:00 de la mañana. A lo mejor se agarra
un domingo, y decimos: trabajo
voluntario, reunión en la CTC (RISAS y
APLAUSOS).
Entonces una de esas reuniones se puede
efectuar un domingo desde las 8:00 de la mañana. De 8:00 a 12:00, de 2:00 a 7:00 y de 9:00 a
12:00 otra vez, y sacamos 12 horas (APLAUSOS).
CAP JORGE RISQUET.- Y un acto artístico.
CMDTE FIDEL CASTRO.- Bueno, a lo mejor
con una música indirecta, por lo menos, ¿no?
A lo mejor invitamos a alguno de los 150 artistas que tienen sin
trabajar para que toque una guitarra por aquí.
¿Se dan cuenta? Y podemos
discutir.
En general, ¿por qué les hemos cogido
fobia a las reuniones? Porque hemos
tenido reuniones mecánicas, tontas, se hablan boberías, las mismas cosas. Pero
reuniones como esta, señores... Miren:
llevamos un montón de horas aquí, y yo les juro que prefiero esta
reunión a la mejor película. Aquí de
verdad que aprendemos. Es la vida ahí
revelada.
Los que tenemos pasión por toda esa cosa
social, por toda esta cosa política, recibimos unos estímulos tremendos
aquí. Descubriendo cosas, viendo cosas,
aprendiendo cosas.
Es verdad que nosotros quisiéramos
multiplicarnos. Ojalá pudiéramos ir a
todas las fábricas, a todos los lugares.
Ojalá pudiéramos ser trompos; no yoyos del tipo que señalara un obrero
aquí, sino trompos (RISAS). No es lo
mismo: el yoyo da vueltas, pero es otra
cosa (RISAS). (DEL PUBLICO LE
DICEN: “¡Sube y baja!”)
Entonces, no se puede dar tanta
vuelta. Pero yo haré el máximo por ir a
las fábricas. ¿Por complacer a los
obreros? No se trata de eso. Por aprender, ver los problemas, por recoger
esa experiencia. Es decir que en cada
uno de esos lugares uno aprende montones de cosas todos los días.
¿Y saben cómo nosotros podremos llegar a
aprender a ser eficientes, y cómo nuestros ministros pueden aprender a llegar a
ser funcionarios eficientes del pueblo?
¿Saben cómo? Yendo a las
fábricas, ¡yendo a las fábricas! (DEL
PUBLICO LE DICEN: “¡Como hacía el Che!”)
(APLAUSOS.)
El Che, que fue uno de los máximos
defensores del estimulo moral, de los méritos de los obreros, y además del
trabajo voluntario, y además de las conexiones entre los trabajadores, y además
de los procedimientos democráticos; él sentía todas estas cosas muy
profundamente. Por eso es muy lógico la
frase que recordaba el panadero del Che, que decía: “Hay muchos desocupados todavía.” Es decir, estamos metidos en una fábrica,
pero no estamos produciendo. ¿Cómo era
exactamente la frase?
PANADERO.- “Que ya se había acabado la desocupación,
pero que había muchos desocupados todavía que estábamos cobrando.”
CMDTE FIDEL CASTRO.- Muchos desocupados, sí, exactamente. Esa es la verdad.
Y él tenía todos esos problemas y vivía
todos esos problemas. Y estaba siempre tratando de dar el ejemplo de cómo hay
que actuar.
Yo hoy estaba hablando allí en la fábrica,
y decía: “Tienen que establecer
conexiones.” Y me decían: “Esos son los
CILOS (Comités de Industrias Locales).”
Digo: “¿Qué quieren decir los
'CILOS'?” “No, los CILOS que decía el
Che que había que establecer entre las fábricas.” Incluso, esa misma cosa de
establecer las interconexiones entre las fábricas.
Entonces, en realidad, repito esta
idea: para ser eficientes funcionarios
del pueblo, lo mejor que podrían hacer los hombres de la administración es ir a
la fábrica. Descubren las realidades,
descubren las dificultades, le pueden dar un aliento al obrero, le pueden dar
una explicación.
A mí me preguntaron por una cuchilla allí
de la guillotina, pero, ¿qué yo les puedo contestar? En ese momento hubiera querido ser de
MAQUIMPORT, de un organismo de esos, o de la empresa, para decir: “Sí, señores, estas cuchillas se pidieron,
vienen de tal punto, o no vienen, o han venido tantas, o estamos haciendo tal
gestión.” Porque lo que no se supone es
que se pueda cortar allí sin cuchilla.
Esa es la verdad.
Entonces, nuestros ministros lucharían
por las mejores soluciones en los niveles donde se tomen las decisiones
pertinentes. Dirían: “Señores, ruego se tome en cuenta esto, esto
y esto otro, porque está incidiendo en esto, en esto, en esto.” Constantemente, porque puede ocurrir que haya
un problema grave, y si no se toma conciencia de ello en la dirección del
Estado, ¿qué podemos hacer? Si a la hora
de decidir los recursos no tenemos conciencia del problema, de una necesidad
priorizada, tremenda, allí, entonces se hacen planes mecánicos e
ineficientes. ¿Por qué? Porque empiezan todos los ministros a pedir
el cielo y la tierra, y tantos millones.
Y cuando usted cuadra, dice:
“Esto es imposible.” A cortar, a
cortar, a cortar y a cortar. Y a veces
se corta hasta una cuchilla. Cuchilla
que tal vez recibió terrible corte a la hora de hacer el plan de importaciones.
Sí, sí: una cuchilla cortada antes de
ser cuchilla (RISAS). Ese es el
problema. Entonces, no hay cuchilla de
guillotina. Pero yo no concibo que aquel
lugar funcione sin cuchilla. Es como
concebir la textilera sin hilo, o sin huso.
No puede. O si no tiene papel, o
si falta alguna de las otras cosas.
Entonces, si estuvieran mucho más
informados los ministros y estuvieran más al tanto de las realidades, se
pudiera hacer un plan mucho más eficiente y mucho más equilibrado. Y se harían todas las gestiones, y todo el
mundo sabría más de los problemas.
A ustedes les parece que a veces cuando
uno habla de un problema de una fábrica sabe algo, ¿no? No, hombre.
Lo que tenemos es una ignorancia enciclopédica de los problemas de las
fábricas. Ojalá pudiéramos saber de
verdad sobre todos los problemas de las fábricas. Porque estamos seguros de que en la misma
medida en que tuviéramos información sobre esos problemas, podríamos ayudar a
resolver algunos de esos problemas. Pero
lo digo también de todos los demás compañeros:
en la misma medida en que estuvieran informados de los problemas, estoy
seguro de que podrían hacer algo y harían algo por resolverlos. Pero no creo que nadie haga nada por resolver
un problema del cual no está ni enterado.
Esa es la realidad.
Ya creo que hemos abusado bastante de la
paciencia de ustedes. Esperamos que
ustedes salgan alentados de aquí a trabajar.
No con las ideas de que hemos resuelto nada. Eso llévenselo: no hemos resuelto nada; hemos dado un pequeño
paso. Ahora, ese pequeño paso, llévenlo
hacia adelante, ese pequeño impulso de ustedes llévenlo hacia adelante; que no
es más que un comienzo. Empiecen a
trabajar en las cosas más importantes y más urgentes, empiecen a meditar, a
pensar, a ver. Todas las experiencias,
todos los asuntos, todas las cuestiones. Empiecen a prepararse, digamos para
cuando volvamos a tener otra reunión para abordar los problemas concretos de la
producción. Pero concretos aquí, sin
periodismo... Es decir, con periodistas,
pero sin publicidad; o con la mínima publicidad.
Yo estoy seguro de que los periodistas
están más interesados aquí en este acto por lo que aquí se discute que por lo
que ellos puedan escribir. Estoy
completamente seguro, porque ayer los vi muy interesados por la reunión y por
todos los temas de la reunión.
Y nosotros lo que haremos es eso: sin espectacularidad, sin publicidad, hacer
estos trabajos. Está demostrado que una
masa grande puede razonar. Lo único que
hay que establecer el procedimiento para que todo el mundo hable, explique;
desarrollar algunas controversias, algunas discusiones dentro de ese marco, y
que todo el mundo se exprese con absoluta libertad. Que cuando llegue la hora
de los problemas, traigan los problemas concretos. Pueden traer de esa fábrica, pueden traer de
otra. Es decir, si nosotros nos reunimos
en un momento dado, si tenemos en la provincia de La Habana, por ejemplo, el
67% de la industria no azucarera y traemos las industrias de este tipo que
tienen el 60% ó el 70% de la producción nacional, y los problemas de esas
industrias los resolvemos y libramos una batalla en concreto uno por uno... Pero, señores, una batalla en concreto no la
puede librar nadie solo aquí. Ni Risquet
solo. Risquet trata de buscar la fuerza
de trabajo que le solicitan, y yo puedo hacer por mi parte algo. Pero si aquí están todos los demás
compañeros, y ministros y viceministros, librando la batalla en concreto en
cada uno de esos lugares, ¡ah!, yo estoy seguro de que nosotros dentro de un
año podemos tener una situación radicalmente diferente a este año.
Sería interesante ver qué nosotros
hacemos y qué nosotros avanzamos en un año con esta política. Y poder medirlo así: poder decir como con las ollas de presión,
que ya están haciendo mil y pico diarias; y poder decir como con los
refrigeradores, que ya están haciendo 60 diarios. Ya eso es algo. Todo el mundo aplaudió aquí cuando se habló
de los refrigeradores, porque los refrigeradores son refrigeradores, son 15 000
familias que pueden recibir el beneficio de tener un refrigerador en su
casa. Y 400 000 familias que puedan
recibir el beneficio de tener una olla de presión en la casa. Pero si, además, tienen algo que cocinar en
la olla, ¡mucho mejor, por supuesto!
(RISAS.)
Bueno, compañeros: eso es todo.
Nos veremos próximamente.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)