DISCURSO PRONUNCIADO POR
FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN LA CLAUSURA DE LA
PLENARIA NACIONAL DE LA INDUSTRIA BASICA, EFECTUADO EN EL TEATRO DE LA CTC, EL
7 DE DICIEMBRE DE 1970, “AÑO DE LOS 10 MILLONES”.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros delegados de los trabajadores de la
industria básica; Compañeros dirigentes de la industria;
Compañeros todos:
Durante el sábado y el domingo estuvimos,
según las cuentas, 25 horas reunidos. Ayer decíamos que no sabíamos si con
mucha productividad; tal vez habríamos podido hacer una asamblea más
productiva. Pero nuestra impresión es
que fue una buena asamblea, que se trabajó bastante y se trabajó bien, aunque
no fue posible, desde luego —dado el hecho de que estaban representados 260
centros de trabajo—, ver todos y cada uno de los centros. Pero se pudieron analizar algunas ramas, como
es la industria eléctrica, la industria mecánica, e importantes centros de
otras ramas. Y quedamos, desde luego, con
el acuerdo en principio de que aquellas ramas por donde se terminó sean las
ramas con las cuales iniciemos la próxima plenaria.
Tuvimos oportunidad de analizar una serie
de cuestiones importantes. Esta era ya
la cuarta o la quinta asamblea. La primera
fue la de la industria ligera, después vino la asamblea de los maestros,
después vino la asamblea del ICP (Instituto Cubano del Petróleo), después vino
esta asamblea de la industria básica, y cada 15 días proseguirán
desarrollándose estas asambleas.
No van a surgir, como consecuencia de
ello, soluciones milagrosas a nuestros múltiples problemas y dificultades. Pero
nos parece que hemos iniciado un buen camino para enfrentar nuestros problemas,
nos parece que hemos encontrado un buen método para tomar conciencia de esos
problemas, para tener una visión más global de ellos y para buscar
soluciones. Buscar soluciones no quiere
decir hallar soluciones. Algunos de
nuestros problemas no son de fácil solución.
Pero hemos encontrado, sin duda de
ninguna clase, el mejor método para abordarlos.
Y, desde luego, cuando se tiene una visión más global, e incluso cuando
se tiene una visión pormenorizada de todos y cada uno de esos múltiples
problemas en todos los aspectos de la vida económica y de la vida social del
país, se tiene una medida de su magnitud.
En estas plenarias veíamos, en el
análisis de algunas ramas, cómo esos problemas se iban haciendo muy
evidentes: problemas viejos, problemas
nuevos, y además problemas acumulados.
Aparecían los problemas acumulados en la
cuestión del detalle, si se quiere, de las acometidas en la industria
eléctrica, para citar uno. Después yo
mismo no estaba muy seguro de lo que eran las acometidas, aunque me había
imaginado qué eran las acometidas: las
que llevaban la luz a las casas, la corriente a las casas. Si estamos equivocados nos rectifican. Se calculaban unos 15, 20 metros para cada
acometida, y se decía que había —creo que solamente en la ciudad de La Habana—
unas 400 000 acometidas, y que las acometidas había que sustituirlas cada
cierto tiempo porque tenían un período de duración, no sé si dijeron... El santiaguero dice que cinco. A lo mejor en Santiago duran un poco más,
porque como allí no llueve, o llueve menos, ¡aunque fiestean más por lo
general! (RISAS.) Pero bien.
Y que había que sustituir un número de ellas todos los años. Y cuando se analizaba la producción de
Pheldrak, que es la industria nuestra que produce ese tipo de alambre y algunos
otros tipos, se veía la insignificancia de esa producción tanto para las
necesidades nuevas como los reemplazos de esas acometidas, y el déficit en
nuestras importaciones. También esa
misma planta es la que produce los cables telefónicos.
Y en todas estas asambleas, el que más y
el que menos ha pedido un teléfono, ha pedido que le mejoren las
comunicaciones, ha pedido extensiones.
Y, por lo general, casi siempre nos encontramos que las pizarras, o los
pares, las líneas están saturadas. Y en
ocasiones aquí, en broma, hasta se ha llegado a sugerir el empleo del humo como
medio de comunicación.
También los obreros de Pastelillo
planteaban sus problemas de la necesidad de un teléfono y todas las tragedias
derivadas de la falta de un teléfono, cuando la asamblea del ICP. Y aquí también los de la termoeléctrica de
Nuevitas explicaban sus problemas cuando tenían que llamar a un técnico.
El hecho es que había un gran número de
acometidas y de otras necesidades de cable que se han ido acumulando, o en
algunos casos necesidades que han ido surgiendo.
Cuando llegó la hora de discutir las
cuestiones de la industria mecánica, y se habló de las ruedas de ferrocarril,
resultó que había también en el país unas 400 000 ó 500 000 ruedas de
ferrocarril, y que también las ruedas de ferrocarril había que sustituirlas
cada cierto tiempo, y que nuestras producciones de ruedas de ferrocarril eran
bastante limitadas y que nuestras importaciones también eran
insuficientes.
Cuando llegó la hora de discutir los
balones de gas, en ocasión de la intervención de los compañeros de la red de
Matanzas, y se empezaron a hacer los cálculos pertinentes, creo que también el
número de balones de gas era de unos cuantos cientos de miles, creo que
alrededor de los 400 000. ¡Parece que
todo lo que se trató aquí giraba alrededor de cuatrocientos mil! Y las necesidades de reemplazo todos los
años. Y nos encontrábamos también en un gran déficit de ese tipo de
productos.
Y frente a cada uno de esos problemas, de
los cuales nada más he enumerado tres, la búsqueda de posibles soluciones,
partiendo de nuestras posibilidades de producción, de nuestros niveles técnicos
y de nuestros escasos recursos financieros.
En ocasiones decíamos que si se sumaban
todas las cosas que surgían como necesidad del país, harían falta varias minas
de oro para poder resolverlas.
Es precisamente en la búsqueda y en el
análisis detallado de cada uno de nuestros problemas como se toma mejor
conciencia de nuestras dificultades y de nuestras realidades.
En muchas ocasiones ocurre lo que se
suele llamar descubrir el subdesarrollo.
Nosotros lo hemos visto en algunos estudiantes que han ido de visita por
regiones del país, han ido por las montañas, han ido por Baracoa, y han visto
los problemas del campo, las casuchas, los pisos de tierra y las mil y una
necesidades acumuladas en este país, que los traumatizan. Y es sencillamente el hecho de cuando alguien
descubre la pobreza, descubre el subdesarrollo.
Solemos tener una imagen presente muy
clara y muy diáfana de lo que necesitamos, casi constantemente una imagen de lo
que queremos, y muy pocas veces y muy pocos tienen la imagen de la escasez de
los medios y de los recursos de nuestro país para poder satisfacer todas esas
necesidades siempre presentes.
Se suma un conjunto de factores, de tipo
objetivo muchos de ellos. Y siempre la
permanente presencia de los factores subjetivos: nuestros bajos niveles
técnicos, nuestros bajos niveles en eficiencia y en organización de la
producción, las múltiples equivocaciones, descuidos, negligencias; y en el
fondo de todo, desde luego, la ignorancia, unido ello a las condiciones
peculiares en que nuestro país tiene que resolver muchos de esos
problemas.
Por lo general el método que nosotros
consideramos mejor es el método de poner el énfasis en nuestras deficiencias de
orden subjetivo y poner el mínimo de énfasis en los problemas de orden objetivo
que tenemos.
Si se pone el énfasis en los problemas
objetivos la consecuencia puede ser el encuentro de pretextos, de excusas y de
razones para no tratar de vencer las dificultades, para no hacer el
máximo. Poner el énfasis en los
problemas objetivos puede conducir sencillamente a minimizar el peso que tienen
los factores subjetivos.
En la reunión de la Plenaria Nacional que
se celebró no hace mucho, un consejo de la CTC —no recuerdo si fue en el mes de
septiembre—, nosotros planteábamos que los enemigos nos ponían muchas
dificultades; que los imperialistas, por ejemplo, hacían todo lo posible para
que nosotros fracasásemos, por arruinar al país, por sumirlo en la miseria, por
obstaculizar su avance.
Señalábamos también un fenómeno que
afecta mucho a los países como el nuestro, que es el problema del intercambio
desigual en virtud del cual, mientras los países como el nuestro exportan sus
productos a precios cada vez más bajos, los países capitalistas desarrollados
con los cuales tenemos que comerciar, en los cuales tenemos que obtener muchos
de los productos que necesitamos, vendían sus artículos a precios cada vez más
altos, y que el mismo buldócer que hace 10 años valía 15 000, 16 000 dólares,
vale ahora 25 000 ó 30 000. Y así pasa
prácticamente con cada uno de los equipos, cada una de las máquinas, cada uno
sobre todo de los equipos y otros muchos productos industriales.
De manera que el mundo subdesarrollado,
con sus bajos niveles técnicos y su enorme pobreza acumulada, tiene que
enfrentarse a sus problemas con un intercambio de este tipo, lo cual afecta
mucho a un país como el nuestro que por la estructura de la economía que había
desarrollado dependía de una manera decisiva del intercambio comercial con el
exterior, es decir, del comercio exterior.
El peso del comercio exterior en nuestro
país y en nuestra economía es tremendo.
Y lo veíamos. Y se puede precisar
en estas plenarias, en estas reuniones, en los problemas de todas y cada una de
las fábricas, en que todo, prácticamente todo, parte de algún producto, de
algún insumo, de algún equipo, de alguna materia prima. Y no hay planta, no hay unidad, no hay taller
que no esté en dependencia de esos recursos o de esos medios de producción que
vienen del exterior y que hay que adquirirlos o que se adquieren con unos pocos
productos de nuestra economía, ¡con unos poquísimos productos de nuestra
economía!
Pero decíamos también que si el
intercambio desigual es una tragedia de nuestros pueblos y si es muy doloroso
adquirir un equipo que hace 10 años valía 15 000 dólares en el doble de los
precios, y que esos equipos ha sido necesario irlos adquiriendo cuando el
precio de los artículos nuestros, entre ellos el azúcar, ha estado durante muchos
años en dos centavos y hasta por debajo de dos centavos —precios que en otros
tiempos y en otras circunstancias habrían sido catastróficos, pero que en
cualquier circunstancia son precios realmente gravosos—; si nosotros ese equipo
que nos cuesta caro, que nos cuesta el doble, que tenemos que pagarlo con
productos que nos compran barato; si ese equipo en vez de usarlo de una manera
correcta, si ese equipo en vez de mantenerlo, en vez de cuidarlo, en vez de
hacer que nos dure 10, 15, 20 años, y en vez de sacarle el máximo no lo
mantenemos, no lo cuidamos y lo destruimos en dos o tres años, entonces las
consecuencias de ese fenómeno y de esa tragedia del intercambio desigual se
hacen incomparablemente más trágicas y más graves.
Y lo mismo nos pasa con cualquier otro
equipo de construcción, con cualquier materia prima, con cualquier equipo
industrial, con cualquier equipo agrícola.
Y si el imperialismo hace lo indecible
por crear obstáculos a la Revolución, y nosotros los medios que tenemos no los
aprovechamos de una manera correcta, de una manera consciente, de una manera
responsable, si no los economizamos, si no los cuidamos, si no los empleamos de
manera correcta, si hacemos cualquier barbaridad con cualquier cosa, si no nos
molestamos ni siquiera por recuperar el aceite para mandarlo a la planta de
recuperación de aceite, si una goma no la mandamos a recapar, si otra se poncha
y seguimos con ella ponchada, y si a una goma de tractor se le hace un hoyo y
no la mandamos a vulcanizar y sencillamente la sacamos y buscamos otra y
colgamos la máquina; si hacemos todas esas cosas y otras similares, entonces
con ello lo que estamos es ayudando a los que quieren hundir la Revolución,
ayudando a los imperialistas, incrementando las dificultades.
Me acuerdo en los primeros tiempos de la
Revolución ciertas tendencias de minimizar las dificultades. ¿Que surgía una
agresión imperialista? No, no hay problema, eso se resuelve, porque tenemos la
ayuda del campo socialista. Bien: era cierto, teníamos la ayuda del campo
socialista. En circunstancias de la agresión económica cuando nos quitaron la
cuota, todos aquellos problemas, cuando nos quitaron el petróleo, esa ayuda fue
un hecho decisivo, digno de resaltarse.
Pero al lado de eso, el riesgo de crear
la mentalidad o de que se creara la mentalidad de que no había problemas, de
que no había dificultades y de que todas las dificultades podrían resolverse
como por arte de magia.
En lo que se relacionaba con la defensa
también más de una vez nosotros hablamos contra el uso y abuso que algunas
personas hacían de la imaginación o de la suposición de que tampoco había
peligro, y de que en la defensa había que confiarlo todo en la cosa de afuera,
y de que en la defensa todo era depender de los cohetes, y cosas por el estilo.
Y a nosotros siempre nos parecía eso muy
mal, porque lo que se consigue con todo eso es debilitar el propio espíritu,
desarmarse, minimizar los peligros, y no prepararse adecuadamente para la lucha
en todas las condiciones y aun en las más difíciles.
Estos ejemplos que he señalado se semejan
mucho a lo que decíamos anteriormente de cómo si se pone el énfasis en lo
fácil, o si se pone el énfasis en las dificultades que no son culpa nuestra, el
resultado es que olvidemos las dificultades o la culpa nuestra en las
dificultades, en la culpa que tenemos todos en las dificultades, y en que
minimicemos el esfuerzo que debemos hacer por nuestra parte para la superación
de esas dificultades, independientemente de las dificultades objetivas.
De manera que nosotros muchas veces
ayudamos al enemigo, ayudamos el trabajo del enemigo, y no nos comportamos como
debemos comportarnos en esta lucha. ¡No
nos comportamos como debemos comportarnos frente a los obstáculos y a las dificultades
muy reales, a las realidades del mundo en que vivimos, y a nuestras propias
realidades!
Lo decíamos también al principio de la
Revolución. Mucha gente pensaba: “Bueno, el triunfo de la Revolución es por
una especie de arte de magia.” No, no fue por arte de magia. Cuando veíamos a cualquiera darle un mal
tratamiento político a un problema, decíamos:
¿Pero por qué girar contra la fuerza de la Revolución? ¿Por qué girar contra el prestigio de la
Revolución? ¿Por qué? Si la fuerza de la Revolución es grande,
vamos a preservarla, vamos a consolidarla, vamos a agrandarla.
Claro, en la misma medida en que mucha
gente se imaginaba que la Revolución no costó nada, tampoco le costaba nada
meter la pata y hacer un disparate y hacer otro. Y así sucesivamente. Eso lo
vimos muchas veces, y muchas veces tuvimos oportunidad de dolernos de esas
cosas.
Evidentemente que hay mucha gente que
cree que la Revolución la trajeron los Reyes Magos, y casi la tratan como los
muchachos tratan a un juguete el día 6 de enero, que lo desarman incluso, y lo
rompen y no tienen juguete a los tres días.
Y así todas esas experiencias se van viviendo y se van teniendo.
En estas asambleas, todos estos
problemas, todos estos hechos, todos estos detalles ayudan a nuestros
trabajadores y ayudan a los compañeros que tienen tareas administrativas y
ayudan a todos los compañeros que tienen que ver en las distintas actividades
que de una manera o de otra se relacionan, porque todas las actividades del
país están relacionadas; ayudan a tomar conciencia de estos problemas y, a
nuestro juicio, ayudan a energizar a todo el mundo y a ponerlo en tensión, en
permanente tensión en el esfuerzo por un mucho mejor trabajo en todas las
actividades.
Tienen de bueno estas asambleas que nos
traen a todos también al mundo de lo concreto y al mundo del detalle. Nos alejan un poco de lo abstracto, nos
alejan un poco de lo teórico, para llevarnos de la mano a los problemas
prácticos, a los problemas concretos y a las realidades de este mundo.
Las asambleas se han ido desenvolviendo
con una gran amplitud, con una gran fraternidad, con una gran franqueza, con
una gran sinceridad. Han sido reuniones
verdaderamente de trabajo, reuniones serias, en que ha prevalecido la
preocupación responsable por los problemas, la búsqueda honesta de soluciones,
las proposiciones. Y podríamos decir que
se han ido convirtiendo en una escuela, podríamos decir que se han ido
convirtiendo para todos nosotros en una universidad. Escuela en la que han estado participando
miles de representantes de los trabajadores, miles de representantes del
Partido, del movimiento de vanguardia y de la administración.
En esta ocasión se suma un hecho de
especial importancia, y es el hecho de que se constituye a la vez el primer
sindicato nacional en este pujante movimiento que se desarrolla en el seno de
nuestros trabajadores.
Han surgido a la vez formas nuevas de
organización de los trabajadores. Se han
superado viejos esquemas que correspondían a otras épocas y a otras
situaciones. Y ha surgido una nueva
forma de organización que se afinca en la actividad, en la rama en que
desenvuelve su esfuerzo el trabajador.
Ya no es simplemente por oficio:
un chofer por ser chofer, que puede trabajar... Hay choferes en todas las ramas, en todas las
actividades. El viejo esquema separaba a
los obreros artificialmente. El viejo
esquema no nos permitía obtener, en las condiciones de nuestro país y en las
condiciones de la Revolución, el máximo de posibilidad de aporte y de
participación del trabajador.
Los trabajadores desenvuelven sus
actividades en determinadas ramas de la economía. Este es el caso, por ejemplo, de los
trabajadores de la industria básica, donde hay cientos de oficios diferentes,
pero en que sin embargo todos se coordinan bien en la industria eléctrica, o bien
en la mecánica, o en la industria química, o en la industria de fertilizante o
recuperación de materias primas, o en cualquiera de las actividades en que han
estado aquí agrupados en la industria básica.
En cualquiera de esas ramas, ellos encaminan su acción y su esfuerzo en
una actividad fundamental para el país.
Lo mismo ocurre con los trabajadores de la industria petrolera, del
Instituto del Petróleo, y ocurre otro tanto con los trabajadores de la
educación.
Además, la organización de la economía
está determinada por esas ramas, y la organización de la administración está
determinada por esas ramas.
Y cuando surgía la cuestión de cómo, qué
nueva forma de organización darle al movimiento obrero, resultaba
incuestionable que la forma adecuada de organización era esta. De forma tal que, frente a cada rama de la
actividad, en cada empresa, en cada ministerio, está la correspondiente
organización obrera: la organización obrera
en la fábrica, la organización obrera en la empresa, la organización obrera en
la rama, la organización obrera en el ministerio.
De esa forma, la actividad productiva en
todos sus aspectos tiene al obrero organizado, con la administración, en un
permanente contacto, en una permanente posibilidad de actuar. Se organiza el movimiento obrero a través de
los canales fundamentales de la actividad productiva, y esto va creando la
estructura de la posibilidad de participar de una manera más directa en las
actividades fundamentales del país.
Un periodista nos preguntaba ayer —creo que
anda por ahí— algunas cuestiones sobre este movimiento y algunas ideas.
Nosotros le decíamos que estábamos en la
fase del desarrollo tecnológico de una cuestión político-social muy importante,
y le exponíamos algunos conceptos, algunos criterios. Y decíamos que en nuestra sociedad, y como
consecuencia de su desarrollo, debíamos arribar a una situación en que las
masas trabajadoras podrían participar e intervenir y estar representadas de
múltiples formas diferentes.
Señalábamos nuestro criterio del papel
que cada una de las organizaciones desempeñaba.
Y decíamos que, por ejemplo, en los Comités de Defensa de la Revolución
están representadas las masas trabajadoras con un criterio territorial, como
miembros de una comunidad, como vecinos de una comunidad; que en la Federación
de Mujeres Cubanas estaban representadas las trabajadoras como mujeres; que en
las organizaciones juveniles estaban representados como jóvenes; en las
organizaciones estudiantiles como estudiantes: y en las organizaciones obreras
estaban representados a través de la actividad productiva de la sociedad. De manera que un obrero está representado en
el sindicato, y puede estar representado en el Comité de Defensa por el Comité
de Defensa, y si es mujer puede estar representada por la federación en
consideración a sus intereses peculiares.
Desde luego, algunas de las
organizaciones, como las estudiantiles, no podemos decir que sean
organizaciones de trabajadores, pero sí organizaciones del pueblo en una
sociedad de trabajadores. En muchas de
esas organizaciones, pues, puede participar un jubilado, puede participar un
ama de casa, en fin; pero todo dentro del concepto de un pueblo
trabajador.
En las organizaciones obreras, en el
movimiento sindical, estaban representados los trabajadores como obreros
participando en una actividad productiva.
De manera que el peso específico que el movimiento sindical tiene que
jugar es un peso muy grande, puesto que es el pueblo trabajador representado a
través de una actividad productiva directa. Y que al revés que las formas clásicas
liberales burguesas de representación, nosotros nos encaminábamos hacia formas
de representación múltiples, de manera que el ciudadano estaría representado de
muchas formas.
Que existían los problemas de la comunidad,
y nosotros consideramos que la comunidad debe jugar un papel importante dentro
de nuestra sociedad. Nos referíamos a la
comunidad donde reside el trabajador, donde nos encaminamos hacia la creación
de formas de organización dentro de las ciudades, de las regionales. Algunas de esas formas de organización, como
el distrito que se ha creado ya en algunas ciudades, están demostrando la
posibilidad de cooperar de una manera decisiva en la solución de muchos
problemas.
De la misma forma nosotros, en conversaciones
con algunos compañeros dirigentes, hemos planteado que el Estado, el concepto
del Estado, hay que precisarlo mejor, sobre todo las funciones del Estado. Y decíamos que por qué razón en un distrito o
en una ciudad —pongamos Santiago de Cuba, Camagüey, Santa Clara o La Habana—
todas las cuestiones tienen que estar administradas directamente por el
Estado. Es decir, una rama determinada,
el INIT, comercio interior, cualquier otra actividad, cualquier otra rama
administrativa; aquellas actividades que tienen que ver directamente con la
comunidad: la bodega, la carnicería, la
peluquería, la barbería, el cine, y otros muchos centros que están dedicados
directamente a servir a los vecinos de aquel sitio.
Y poníamos el ejemplo de que si en la
ciudad de La Habana un día había 200 lugares, tanques de esos donde se
expendiera la cerveza, por qué el INIT tenía que manejar y administrar esos 200
centros, que eran centros donde iban los vecinos a consumir un producto
determinado, y tenía que crear todo un aparato administrativo y administrar 200
centros. Inmediatamente surge la
necesidad de la superorganización para ver si aquello está limpio, si aquello
está sucio, si atienden bien al público, si no atienden al público, si el
hombre toma, si no toma, si crea privilegios, si no los crea. Y, claro, si aquello está sucio, el ciudadano
no se siente parte directa de aquello; no siente responsabilidad de si aquello
está sucio o limpio, higiénico o no, bien atendido o no. Y pasa lo mismo con todas las demás actividades
de ese tipo.
Y nosotros entendemos que no es correcto,
no puede ser correcto bajo ningún concepto que el ciudadano deje de sentirse
responsabilizado con cualquier cuestión que le atañe, que le interese; y que
nosotros tenemos que crear los vínculos y los mecanismos mediante los cuales el
ciudadano sienta la ineludible obligación de preocuparse por esas cosas.
En algunas ciudades estamos desarrollando
el criterio de la organización del distrito con la representación de las
organizaciones de masas. La
representación de las organizaciones de masas:
los obreros, los Comités de Defensa de la Revolución, las mujeres, los
jóvenes, los estudiantes, según se trate, para organizar el poder del distrito,
de manera que se empiecen a pasar una serie de funciones que no tienen que ser
funciones del Estado central.
Que el INIT administre un gran hotel, que
trace normas, pero que no tenga que estar haciendo todas aquellas
administraciones. Y lo mismo pasa con
comercio interior y con muchas otras actividades, todas similares. Que comercio interior tenga los almacenes de
distribución y trace las normas de distribución, pero que no tenga que
administrar aquella bodega, o incluso cuando hay un supermercado, ni el
supermercado. Si un distrito tiene un
supermercado, ¿por qué tiene que haber una administración central allí? De manera que los representantes de esas
organizaciones de masas tengan la tarea de atender todos los problemas que se
refieren a la comunidad.
Hay que abandonar por eso algunas ideas,
algunos esquemas, algunos criterios simplistas.
Y entonces toda una serie de problemas, como es el mismo problema en que
ahora ya esa organización está interviniendo más: el problema de la reparación de viviendas,
como se ha estado haciendo en Santiago de Cuba:
los distritos en unos meses han reparado más de 4 000 viviendas, han
reparado cerca de 5 000 viviendas con unos pocos recursos. Lo que no se puede es crear una organización
de estas y no tener ningún recurso, porque lo que se hace es desprestigiar a la
gente que ponen allí. Si crean un
distrito y no tiene ni una concretera ni un camión, pues es un distrito
impotente. Si no tiene recursos es un
distrito impotente.
Hay que movilizar la fuerza de la
comunidad. A título de ejemplo citamos
un pueblecito del interior de la provincia de La Habana que no está ni en el
mapa, y que se llama “Arango”, que se comunica con otro pueblecito que tampoco
está en el mapa, que se llama “Peñalver”, y que está hacia el este de La
Habana, como diría un campesino “en los cabezos del río Bacuranao”.
Allí había un camino muy malo, y los
vecinos también hablaron de un campito de pelota, en un recorrido por allí, y
entonces nosotros hablamos con unos compañeros que tienen algunas
responsabilidades, tareas de mantenimiento de calles, de carreteras, y les
pedimos que fueran al pueblito y reunieran a los vecinos y les dieran alguna
ayuda en lo que fuera algún equipo de movimiento de tierra, pero que reunieran
a los vecinos para que ellos hicieran ese campo de pelota.
Y entonces los vecinos ya están haciendo
un campo de pelota —que no será tan grande, pero es tan bueno como el del
estadio. Se embullaron y están haciendo
también las aceras del pueblito; se han embullado allí y siguen haciendo
cosas. Ya vieron las casas más viejas,
más pobres allí, y también tienen proyectado que les den los materiales que van
a hacerlas. Se reúnen 60, 70, 80
vecinos, y allí está todo el mundo; hay hasta un señor ya de edad, que en sus
tiempos estuvo movilizado, no sé si en Girón o en el Escambray —es un patricio
del pueblito—, revolucionario, retirado, pues es de los que más trabajan allí,
con un martillo, agarra un pico, agarra cualquier cosa, y así muchas personas
que ya incluso no están en la producción.
Y hasta las 10:00 y las 11:00 de la noche, el pueblito trabajando, y en
unas cuantas semanas no se sabe cuántas cosas han hecho, con un poco de apoyo,
con un poco de ayuda, movilizando a los vecinos de allí.
Porque si esperamos a que vaya una fuerza
de las construcciones con alguien allí, se están ocho meses en el pueblito —y
además no existe esa fuerza— para hacer el campo de pelota, las aceras y la
otra casa —método clásico y
convencional.
Como lo que crea la riqueza es el
trabajo, pues con su esfuerzo aquella comunidad está creando toda una serie de
cosas que habían estado ansiando durante años... Bueno, toda la vida deben haber estado
esperando una acera en el pueblo ese. Y
las aceras no son tan caras, el problema de la acera es el trabajo que cuesta
hacer una acera. Incluso un campo de
pelota no es en sí tan caro, es tierra que se mueve, una capa vegetal, un
césped que se pone por encima, pero eso lleva mucho trabajo. El método clásico es esperar a que le hagan
un campo de pelota, un campo deportivo o cualquier cosa.
Pues estaban haciendo allí un garaje para
un yipicito que tenían para casos de enfermedad. A un vecino lo nombraron chofer para que sea
el que se ocupe del vehículo ese. Ya el
vehículo lo han usado como siete, ocho, diez, no sé cuántas veces cuando ha
surgido de noche —cuando ya no hay tráfico, cuando ya no hay nada— una
necesidad. Y empiezan a sentirse
seguros. Ellos vigilan aquello mejor que
nadie. Nadie va a andar correteando con
aquel vehículo por ninguna parte, porque ellos quitan y ponen al que está allí,
y lo controlan, y todo el mundo lo fiscaliza, y todo el mundo ve si está
limpio, si está sucio: se sienten afectados directamente si aquello no lo
atienden. Le están haciendo un
garaje.
Entonces están haciendo cosas allí los
vecinos, y es un pueblo que no está ni en el mapa. No está ni en el mapa. Busquen ustedes ahora resolver los miles de
problemas de ese tipo por el método clásico.
Es incuestionable que nosotros tenemos
que movilizar la energía de la masa, pero saberla organizar. Hablamos de la
masa en abstracto, hablamos de la masa en teoría, y hablamos de las teorías en
teorías. Y hay que acabar de hablar de las teorías en los hechos, en la
práctica.
Es verdad que desgraciadamente no hay
ningún manual donde esos problemas estén explicados. No hay ningún catálogo
—como diría algún compañero de la industria eléctrica o mecánica— donde venga
un modelo de solución de muchos de los problemas de este tipo. Pero decimos lo que se puede hacer cuando hay
un poco de imaginación, cuando hay un poco de iniciativa, cuando vamos a las
masas, cuando las convocamos, cuando apelamos a ellas para resolver algún
problema. De manera que en ese aspecto
que se refiere a la comunidad directamente hay que organizarlas y movilizarlas
para la solución de los problemas fundamentales, y entre ellos el terrible
problema de la vivienda.
Ya nosotros en una reunión con los
compañeros de los Comités de Defensa les hablábamos de que hicieran contacto
con los compañeros del Partido, que teníamos ya que abordar la tarea de empezar
a organizar la Ciudad de La Habana. Ya
en Santiago existen ciertas formas de organización, en Camagüey lo hicieron
también. Les decíamos que si se pasa la prueba de fuego de organizar esta
supercomplicada ciudad de La Habana, si se pasaba esta prueba con éxito no
habría ningún obstáculo al desarrollo de ese movimiento.
Desarrollar un movimiento y para
desarrollarlo bien hay que desarrollarlo con cuidado: no se parta de un esquema, no se vaya
inmediatamente a imaginar la cosa ya perfeccionada. Tiene que ir poco a poco,
tiene que empezar por tareas más elementales, más sencillas, y luego
progresivamente... Y no nos pase como nos ha pasado muchas veces, en que viene
una idea que parece perfecta, la llevan de cabeza y desprestigian la idea,
porque a la hora de aplicarla en la práctica sale desprestigiada, sencillamente
porque de la cabeza la llevaron al mundo de la realidad y en el mundo de la
realidad murió la idea por falta de condiciones mínimas de vida.
Entonces hay que ir de lo sencillo a lo
más complejo. Y les he planteado la necesidad de ir dando los primeros pasos en
ese sentido, y que nosotros creíamos que ese movimiento iba a tener
extraordinarias posibilidades. Igual que
un movimiento que estamos tratando de promover con los trabajadores de las fábricas
en relación con la cuestión de la vivienda.
También queremos ir poco a poco.
Nosotros sabemos que eso es como pólvora, gasolina, que le arrimen un
fósforo: eso arde, eso es inflamable,
¡es inflamable!
Ahora hacia el este de La Habana se ha
ido desarrollando un movimiento, y hay como 31 fábricas en ese movimiento. Nosotros le llamamos movimiento. Todavía no es ni un plan: es un movimiento organizado allí a nivel de
los trabajadores de las mismas fábricas con el terrible problema de la vivienda,
que es un problema terrible. Y nosotros
lo sabemos bien, porque de cada diez personas que se acercan a nosotros con un
problema, nueve son de casas. Y, desde luego, hay que ser no mago para fabricar
una casa y sacarla de un sombrero: hace
falta ser más mago para explicar que uno no puede sacar una casa del sombrero,
hay que ser más mago todavía para convencer a alguien que tiene de verdad una
terrible necesidad, que tiene 6, 7, 8 ó 10 en un cuarto. Que no hay cosa más angustiosa frente a un
problema de esa índole que la impotencia, y a alguien que llegue con una
esperanza, por muy infundada que sea, tener que decirle que no es posible, que
no hay solución a ese problema. Y que no
puede ser un procedimiento de solución.
Pero lo vemos incesantemente.
¿Y este problema? ¿Y cómo se va a resolver este problema? ¿Y dónde están los obreros de la
construcción? ¿Y cuántas decenas de
miles y cientos de miles de obreros de la construcción hacen falta para
resolver este problema?
Y siguiendo el mismo hilo de algunas
ideas —la de los distritos de Santiago y otras ideas similares— empezó a surgir
también la idea de por qué no utilizar la energía de los propios trabajadores,
su deseo, su necesidad de tener la vivienda, para buscar alguna fórmula con la
participación de los propios obreros en la solución del problema. Claro está:
no es fácil.
En el campo nosotros podemos hacer un
tipo de vivienda sencilla: hay espacio,
hay métodos constructivos que se pueden aplicar allí. En las ciudades ya es más difícil: en las ciudades no sobra el espacio, en las
ciudades falta el espacio. Hay que
crecer no solo horizontalmente, hay que crecer hacia arriba, hay que empezar a
hacer viviendas de cuatro pisos, y después 6, 10, 12, hasta donde lo permitan
no diría los terremotos: los
ciclones. En Santiago hay que hacer
viviendas antisísmicas. Ese es un
limitante. Las cosas que se construyan
allí hay que construirlas con cuidado.
Sin embargo, en el resto de la isla el limitante viene a ser
precisamente los ciclones, vaya, el límite en la altura de los edificios. Nuestro limitante actual son los elevadores,
¡los elevadores! Tenemos comprometida
por ahí una fábrica, que les hemos pedido que hagan un elevador, no que lo
inventen, que lo copien.
Pero en las ciudades tenemos que hacer
prefabricados, en las ciudades en que se pueda.
En Santiago de Cuba hay que hacer otro tipo de vivienda, y hay una
fábrica de casas especialmente sólidas, y todo lo que se haga en Santiago tiene
que tener esas características por estar en una región sísmica del país.
Ese movimiento decía que tenemos que
hacerlo con cuidado, porque decíamos que es como pólvora. Porque dada la necesidad de viviendas, si
lanzan la consigna se organizan en todas las fábricas del país en el acto. Y nosotros no queremos lanzar la
consigna: nosotros queremos ir ensayando
poco a poco. Aunque ya vemos claro que
es un movimiento que tiene pólvora, y que ese es el camino de la solución por otras
razones que explicaremos después.
Hay obreros de una fábrica que terminan a
las 3:00 de la tarde. Ellos decían: No, no, nosotros a las 3:00 nos vamos para
allá a trabajar. La fábrica tiene en el
turno como 100 obreros. Si los obreros
industriales les caen a las construcciones, tengan la seguridad de que avanzan
a millón, ¡a millón! Porque sería un
turno de 60 u 80 obreros, que cuando terminan van a trabajar en sus viviendas,
es una fuerza terrible, una fuerza con la que no se cuenta hoy, que a partir de
ese turno hacen otras actividades. Y
nosotros estamos tan seguros de que las necesidades de la vivienda son tan
apremiantes que los obreros se movilizan de verdad en masa y trabajan 2 ó 3
horas más allí, seguro, seguro, seguro.
Hay que aguantarlos, ¡hay que aguantarlos! Y que en otras que terminan a las 6:00 de la
tarde pueden tener un grupito pequeño allí y va el resto a trabajar una hora o
dos, y va el sábado y el domingo.
Entonces, claro, nosotros no queremos
darle demasiado impulso, no demasiado ni poco impulso. Queremos no salirnos de los límites del
ensayo. No tenemos ninguna duda de la
fuerza, pero si toma mucha fuerza se nos puede producir entonces un cuello de
botella tremendo en los materiales y en todas las demás cosas, y pueden faltar
grúas y pueden faltar todas las demás cosas.
Y queremos ir poco a poco.
Ya en Santiago de Cuba en conversaciones
con los obreros de una fábrica de cemento nosotros les habíamos sugerido si
ellos podían dar una fuercita de unos 20 ó 25 hombres para empezar a
trabajar. Así fueron surgiendo estas
ideas. Las señalo porque esto está
emparentado con todo este movimiento de vincular las masas a la solución de los
problemas de una manera concreta.
Claro está que aquí estamos hablando de
los obreros. Hay industrias que son muy
poderosas. Claro que los compañeros de
allá de la industria metalúrgica y de refinería, de por allá de cerca de
Guanabacoa, son muy caballerosos, y se encontraron que había un centro de
trabajo en que había un número crecido de mujeres y dijeron: nosotros vamos a tener que hacer este
trabajo. Ellos mismos lo decían, como
una cosa justa, porque las mujeres no podían aportar la fuerza que ellos
tenían. A nosotros nos pareció muy
bien y muy noble, pero también les recordamos que podían tener algún familiar
que pudiera dar su manito allí si va a vivir en la casa que vamos a hacer para
la compañera que trabaje en esa fábrica (APLAUSOS). O si es una muchacha joven, puede ir el novio
también en sus horas extra a hacer su trabajito allá.
Ahora, nos encontramos un obrero en una
fábrica, la fábrica “Mella”, que nos habló de que en “Ingelmo” —cuando
hablábamos de “Ingelmo”, es un edificio que les íbamos a dar a los obreros de
“Ingelmo”, que se les estaba cayendo el edificio y se les va a hacer nuevo; un
edificio que estaban haciendo, de una tecnología nueva, que quedaba al
lado. Entonces yo le pregunté: ¿y tú para dónde vas? Si ustedes hacen casas para acá y le toca a
tu señora una para allá, ¿para dónde te mudas tú? Y yo dije: Bueno, es una gran cosa el que las
posibilidades para la familia empiecen a aparecer a través de los centros de
trabajo y empiece a aparecer más de una posibilidad, que empiece a aparecer más
de una posibilidad, como en ese caso, que puede surgir la posibilidad por la
fábrica donde trabaja la señora o por la fábrica donde trabaje él.
En la comunidad, en el barrio... Nosotros
decíamos: ahora la ciudad tiene que
extenderse un poco hacia afuera, pero un día tienen que crecer dentro. Llegará el día. Ahora no se puede derrumbar ni un cajón de
madera, ¡ni un cajón de madera!, no se puede tocar nada. Pero llegará un día, cuando se esté un poco
más holgado, que una manzana vieja se pueda derrumbar, y se empiece a construir
lo nuevo. Porque si aquí la vivienda
empieza a extenderse horizontalmente, ocupa toda la superficie de esta provincia,
para poner un ejemplo. Es decir que tenemos que buscar fórmulas constructivas
hacia arriba, en los lugares de mucha concentración de población con poca
superficie; en otras zonas del país pueden extenderse.
Y, desde luego, ya hay algunas ciudades
de mayor dimensión: las dos mayores son
La Habana y Santiago, y pudiera decirse que ambas carecen de mucha superficie
donde extenderse, porque Santiago tiene inmediatamente las montañas, además del
problema de que las construcciones tienen que tener allí un carácter especial;
pero aparentemente hay espacio también en Santiago.
La comunidad tiene que empezar
resolviendo problemas de reparaciones de viviendas, y tiene que terminar
construyendo edificios, incluso edificios grandes. Algún día tendrán que estar las pequeñas
brigadas también con su grúa, y algunos obreros especializados, y el apoyo de
la comunidad, porque es la forma de incorporar a muchas personas, incluso
personas que se han retirado ya pero que pueden trabajar dos horas, tres horas,
que hasta les es saludable hacerlo, y lo hacen gustosamente. Y poníamos el ejemplo del pueblito
anteriormente.
En un momento dado tenemos que poner la
comunidad a construir.
Viene otro problema entonces: el control de las viviendas. Es imposible
controlar desde un centro las viviendas de toda una ciudad tan grande como esta
ciudad. ¿No sería mejor que actividades
de este tipo estuvieran controladas por la comunidad y en la comunidad, en el
distrito? Y se evitaban los mil y tantos
problemas que con relación a eso surgen.
Claro está que en el futuro será muy
difícil que haya una casa vacía, porque las casas vacías en muchos casos eran
de las personas que emigraron, y que tienen un número limitado, cuando se abrió
el banderín para que todos los que quisieran expresar su deseo de irse allá a
Estados Unidos se fueran, nos dejaran aquí a los que no queríamos irnos. Entonces esas eran las casas que se quedaban
vacías. Cuando ya se termine ese
fenómeno migratorio, ¿qué casa se va a quedar vacía aquí? ¡Ninguna!
Porque se quedarán si se mudan para otra casa, únicamente.
Pero nosotros hemos estado pensando que
junto a este movimiento, en que participen los obreros en la solución de la
vivienda, las fábricas controlen las viviendas, ¡las fábricas!, las que están
haciendo; incluso si hacen un edificio,
si dispone de 30 viviendas y algún obrero deja una casa más distante en otras
condiciones, la fábrica la controle para otro obrero. Que no pase a un fondo universal.
En todo caso, las situaciones que no son
obreros de fábricas, sino de servicios y de otro tipo en la comunidad, el
distrito puede controlar esa vivienda allí, cuando no son casos de obreros
industriales; o de personas retiradas; en fin, en esos casos en que pueda quedarse
una vivienda deshabitada porque ocupen otra.
Pero que todos esos problemas de la vivienda se controlen a través de la
fábrica, y se controlen los casos que no estén comprendidos en las fábricas a
través de la comunidad donde residen los vecinos.
¿Porque qué es el Estado? El Estado es todo, y sus atribuciones, sus
funciones tienen que ser divididas. ¿Por qué tiene que estar metido en los
problemas allí de la comunidad?
¿Quién mejor que la comunidad puede
atender todos los problemas que le atañen de cerca? Lo otro solo puede ser a
través de enormes aparatos administrativos. Y siempre que se puedan ahorrar
esos enormes aparatos administrativos, ahorrárselos.
Son innecesarios y suelen ser
ineficientes; aunque usted busque a la gente más inteligente del mundo y la
ponga allí, y más eficiente, suelen ser ineficientes.
Que se administren a través de los
organismos centrales todas las cosas que son de orden nacional, que solo pueden
ser administradas por su carácter nacional.
Debe llegar el día en que la ciudad administre muchas cosas. El transporte urbano, ¿por qué no
administrarlo la ciudad? Y que sea la
ciudad y sean los vecinos de la ciudad los que tengan que ver con ese problema. ¿Por qué tiene que haber un organismo
nacional que administre ese transporte urbano?
Que se administre, en todo caso, una empresa interprovincial, los
ferrocarriles, que se administren los barcos, todos aquellos centros, todas
aquellas instituciones que por sus características solo pueden ser
administrados nacionalmente. ¿Pero por
qué administrar una guarapera, para poner un ejemplo? Y no es menospreciar la guarapera. La guarapera puede ser de una gran utilidad
para los vecinos de la guarapera, y que esté bien atendida y un vaso
limpio.
Y así por el estilo todo. Si no, todo el que pasa echa pestes: mira como anda esto. El no se siente parte del problema, no.
Cuando todos esos problemas de la
comunidad sean de la comunidad, nadie puede sentirse ajeno al problema, porque
va para allí para el comité y dice:
“Oye, mira como anda eso.” Y como
tienen a los representantes allí... Representantes no profesionales,
señores. ¡Mínimo de profesionales en el
distrito, mínimo! y allí nombran un
presidente del distrito, y lo nombran y lo quitan en cualquier momento. Y hacer esa organización también en la
regional, en la ciudad, y seguir con este movimiento hasta tan lejos como se
pueda llegar.
Nosotros no queremos ir anticipando
ideas, no queremos ir demasiado rápido.
Pero nosotros entendemos que es una magnifica oportunidad de dar un
amplio desarrollo, amplio impulso a este movimiento, y un amplio desarrollo
institucional a este movimiento a que nos estamos refiriendo, en todos los
órdenes y por todas las vías.
Es muy bueno aprender de la realidad, es
muy bueno partir de los hechos. Si se
parte de los esquemas y quiere vestir la realidad con un esquema, lo más
probable es que le pase lo que le pasaría a un muchacho de 15 años si le ponen
un traje de un muchacho de cinco:
¡Revienta, no se ajusta, no le sirve!
Si hasta en una fábrica de zapatos dos milímetros de diferencia en un
molde le produce un callo a todo el mundo, ¡dos milímetros de diferencia! Moldes de una fábrica de zapatos plásticos
hubo que devolverlos por diferencia de milímetros, porque si no a todo el mundo
le sacaban si no un callo una ampolla. Y
luego queremos ajustar la vida a cualquier molde, sin más ni más, en vez de
desarrollar las realidades y después vestirlas.
Y nosotros tenemos que profundizar mucho
en todo eso. Nosotros las ideas tenemos
que convertirlas en realidades y las abstracciones tenemos que convertirlas en
hechos, y las teorías hay que vestirlas de realidades.
Yo no tengo la menor duda de que en
realidad podemos llegar pero lejos, lejos, lejos por este camino en la
organización de la vida social e institucional del país, y que nuestra
Revolución encontrará las formas más idóneas y más adecuadas a su
característica, a su historia, y llegaremos a ser una sociedad avanzada. Vamos a limitarnos a eso: llegaremos a ser una sociedad avanzada por
ese camino. Nosotros no hemos más que
insinuado algunas ideas que son derivadas o que son el punto de partida de un
movimiento que, partiendo de las organizaciones de masas y del movimiento
obrero, llegue a crear una forma de vida social y política realmente avanzada,
nada burocrática. No hablemos ya de la
forma de vida económica y social harto definida que es el socialismo y el
comunismo. Vamos a darle forma al
socialismo, vamos a darle forma a nuestro comunismo.
Y cuando decimos nuestro no tiene el
sentido de apartarnos de la teoría o de la doctrina. ¡No!
Al contrario: a las ideas
socialistas, a las ideas comunistas, a las ideas revolucionarias darles el
máximo desarrollo en la realidad, y el concepto de las masas y la participación
de las masas.
No teman los teóricos. No estamos en ninguna competencia con
ellos. No teman los liberales, no teman
los fabricantes de teorías abstractas, que los hay por el mundo con unas
terribles inquietudes. Son gente que no
han padecido ni diez minutos la fiebre de una revolución. Si viven diez minutos
de verdad una revolución se achicharran más pronto que si sueltan una mariposa
en un arco eléctrico, porque de todo esto lo que han vivido nada más que son
los idilios fantasiosos e imaginativos.
Vamos a dejar que sean los historiadores
los que escriban las teorías. No es el
desprecio de la teoría. ¡No! Es el desprecio de los que quieren convertir
las realidades de la vida en una simple especulación abstracta. No, no, la
teoría tiene un valor extraordinario.
Ahí están las teorías de Marx, de Engels y de Lenin (APLAUSOS); ahí están las leyes científicas de la
política y del desarrollo. Y lo esencial
en las ideas de Marx era precisamente la idea del desarrollo. Y los
acontecimientos históricos los analizaban con una gran profundidad, incluso
ansiosos por saber qué formas concretas tomaba ese desarrollo en medio de la
revolución social.
Y de ahí la extraordinaria admiración de
Marx por la Comuna de París. Y
dijo: “En la Comuna: he ahí una forma de organización nueva que surge
en la Revolución.”
Y después, cuando surgen en la Unión
Soviética los soviets, Lenin dice: “He
ahí una forma de organización nueva”, que no la inventó nadie, sino que surgió
de la realidad de la lucha de clases y de la batalla revolucionaria.
Los verdaderos teóricos no se empeñan en
querer sacar las realidades de sus cabezas, sino tratan de sacar por lo menos
su cabeza de las realidades. Es decir,
llenar la cabeza con las ideas que emanan de las realidades y con los
principios que emanan de las realidades y con las leyes que emanan de las
realidades.
Hay algunos que pretenden a la
inversa: imponerle a la realidad las
ideas de su cabeza y no imponerle a su cabeza las ideas de las realidades, los
principios de las realidades.
Lo inverso es el triste papel de muchos
que pretenden, allá en una elucubración, en una noche trasnochada y febril,
traer un principio y ponerlo allí e imponérselo a la realidad. Eso es antidialéctico, eso es antimarxista.
De manera que decíamos: no teman. Lo que sí tenemos una seguridad
absoluta de que vamos encontrando esa forma y vamos encontrando esos
caminos. No hay que apurarse. Y no hay que apurarse, o mejor dicho: hay que ir despacio porque estamos apurados,
como diría o dicen que dijo no sé qué inglés (RISAS). No sé si era un Lord inglés o no sé qué, que
dicen que dijo: vísteme despacio que
estoy apurado. Y así estamos
nosotros: vamos despacio porque estamos
apurados.
Pero al menos ya hoy se ha constituido
aquí el primer sindicato, y es una forma nueva de organización sindical. He aquí ya una organización nacional, un
sindicato nacional paralelo, semejante en todo al Ministerio de la Industria
Básica, la representación obrera a través de la rama. Y aquí está ya la representación
de la electricidad, la química, cada una de las industrias principales o de las
industrias que están representadas en esta asamblea, de los 260 centros.
De manera que ya cada uno tiene con quién
hablar. El Ministro tiene con quién
hablar y el sindicato tiene con quién hablar:
los dos. Ya pueden empezar a
hablar de los problemas de la industria básica (APLAUSOS).
Vamos viendo que cada ministro va a ir
teniendo con quién hablar. Lo lamentable
es que yo no tenga con quién hablar, porque es que el premierato ese es un
premierato en abstracto, es en abstracto (RISAS). Bueno, yo sí tengo con quién hablar: son los compañeros del grupo de taquigrafía
de allí que toman mis discursos, son los empleados de allí.
No, yo sí, yo trataré de hablar, por lo
menos tengo que tener alguien con quién hablar.
Pero veía el caso, ¿no?, porque decía:
cada uno va teniendo ya con quién hablar.
Es decir, lo que pasa es que ellos están
en actividades concretas y yo ando en actividades abstractas. Yo tengo que
tener un poquitico de cada una de las actividades, aprender algo de cada una de
las cosas de ellos.
Sí, con quién hablar en estos días hemos
tenido bastante. Cada asamblea de estas
el mínimo que ha durado son 25 horas. Y
parece que van a seguir. Así que esa es
la situación.
Pero bueno, volviendo al terna: ya tenemos constituido un sindicato
nacional. Son pasos de avance que
sucesivamente se van a ir dando. Y digo que no queremos adelantar mucho,
anticipar mucho las ideas, pero ese es un camino que puede y que debe llegar
muy lejos.
En la conversación con el periodista
nosotros decíamos qué es el administrador.
Decíamos: el administrador es
representante indirecto de los obreros, representa a todos los trabajadores del
país él allí en la fábrica. Es decir que
su carácter no era un carácter electivo por eso. Tenía que tener sus funciones
muy específicas. Mientras que el
sindicato allí representaba a los obreros de la fábrica, una representación
directa de los obreros de la fábrica. De
la misma manera, cuando viene aquí representa la fábrica y cuando designa un
delegado, ya ese delegado o ese representante representa directamente a los
obreros de esa industria, es decir, de ese ministerio, en este caso industria
básica. Entre todos van representando a
los obreros directamente en la producción.
Me decía: ¿Y no hay contradicción? Digo:
No. Es bueno que haya
contradicción. Ahí todo el mundo
representa a alguien. El administrador, como administrador de aquella fábrica,
la está administrando en nombre de la sociedad; el sindicato es el colectivo
que representa a todos los obreros; el Movimiento de Avanzada representa a los
obreros de avanzada; el secretario del núcleo representa a los militantes del
núcleo; el de la juventud representa a
la juventud, aunque su representación no termina ahí. Y, en definitiva, el administrador es el
representante indirecto de los trabajadores, que tienen que estar representados
en todos los niveles de la administración.
Y a nuestro juicio —y adelanto simplemente un concepto, una idea sobre
este particular—, tenemos un día que llegar a institucionalizar eso, y a hacer
que esa representación directa participe en la confección de las leyes del país
y de las medidas del Gobierno Revolucionario (APLAUSOS). Aunque las medidas fundamentales tienen que
tener todavía una elaboración aun más compleja, como es la discusión con los
centros de trabajo, las leyes fundamentales en discusión con los centros de
trabajo.
Por eso nosotros creemos que hay
extraordinarias posibilidades, porque entonces sí que nadie podrá venir a
hablar de democracia. Pero, desde luego,
entiéndase bien: democracia obrera, no
democracia burguesa ni liberal. Los
liberales, los burgueses no tienen ningún derecho, excepto el derecho a
desaparecer como clase (APLAUSOS).
Los derechos son derechos de los obreros,
de los trabajadores y de los familiares de los obreros. El estudiante, hijo de un obrero, de un
trabajador, tiene los derechos de un estudiante dentro de la sociedad
trabajadora, y los familiares y los ancianos.
De manera que iremos desarrollando esos
tipos de formas, que parten de nuestras realidades y que parten de nuestro
proceso. Y responsabilidad nuestra, los
que hemos tenido un derecho de facto, los que dirigimos la Revolución por
razones de facto, de hecho. Es así. Esto empezó con una pequeña guerrilla en unas
lomas. Antes de las lomas, con algunos
tiros, con algunos fusiles. Y así se fue
gestando un proceso revolucionario. Ese
proceso tiene que seguir. El proceso a
todos nos dio papeles de facto. No fue
una institucionalización, no partió de una institución. De los hechos tienen que partir las
instituciones, y tienen que irse desarrollando las instituciones.
Nuestra misión fundamental, de todos, es
perseverar por este camino, avanzar por este camino, despacio para llegar pronto,
despacio para llegar bien. ¡Despacio
para llegar pronto, despacio para llegar bien, despacio para llegar
seguros!
Y realmente nos sentimos optimistas,
aunque el trabajo es largo, es laborioso, y tienen que haber asambleas,
asambleas y más asambleas. Y asambleas
con productividad, digamos, con productividad social y sin afectar la
productividad económica. Además, tienen
que ser asambleas con productividad económica.
En esta asamblea se habló de está
cuestión de la productividad.
Nosotros en la reunión del Consejo de la
CTC también abordamos fundamentalmente ese problema: la cuestión de la productividad. Claro está, no todos los discursos se
publican. Y no es que haya que ocultar
nada, sino que sencillamente cuando se habla... En este caso yo les rogué a
ustedes que tuvieran en cuenta la necesidad de hablar públicamente para todo el
país. Pero el problema es que cuando
usted habla para todo el país, habla para todo el mundo. No es que nosotros estemos interesados en
hablar para fuera, ni andar divulgando.
No. Ese no es un problema
fundamental.
A nosotros nos interesan los problemas en
el marco nacional, pero a la vez que una cosa se hace nacional, se hace
internacional también. Ese es el
problema. Y hay más libertad cuando se
habla en el marco donde se tiene que hablar, y se analiza todo y no hay que
darle al enemigo datos de ninguna clase.
Cuando se habla ampliamente el enemigo puede tomar algunos datos y la
información le puede ser de utilidad para su estrategia. Hay veces que las circunstancias señalan la
imperiosa necesidad de hablar para todo el país, y entonces también el enemigo,
si le viene al caso, saca algún provecho de lo que se dice.
Nosotros recordamos perfectamente cómo el
enemigo quiso sacar provecho del discurso del 26 de Julio para desalentar y
hacer una gran campaña —estaba el proceso electoral en Chile— y para utilizar
todo eso con un objetivo contrarrevolucionario.
Parece que el disparo les salió mal.
Parece que el disparo les salió mal, porque fue tan burda y tan
desvergonzada la actitud que asumieron, que en realidad no lograron para nada
sus objetivos, y después parece que andaban incluso medio arrepentidos de haber
tratado de sacar tanto provecho de eso.
Porque en definitiva a las masas les permitieron también ver una actitud
y una conducta y un método revolucionario y franco y sincero y honesto
(APLAUSOS).
Afortunadamente tenemos aquí un auditorio
integrado por obreros, en su inmensa mayoría, de la industria básica. Vale decir de los obreros que tienen entre
los trabajos más duros, obreros que trabajan con un nivel de técnica bastante
elevado, trabajan con el hierro. Es
decir, con un público realmente proletario.
Y eso es muy bueno, porque nosotros queríamos hacer algunos análisis
proletarios aquí, es decir, algunos análisis de nuestros problemas, nuestras
dificultades actuales.
Cuando el 26 de Julio, que mencioné
anteriormente, hablábamos de los problemas...
Ha habido dos intervenciones:
primero fue cuando el problema de la zafra de los 10 millones, cuando se
hizo evidente que no llegábamos a los 10 millones y había que afrontar esa
realidad; después vino el 26 de Julio, cuando se plantearon todas las
cuestiones que se hacían evidentes, donde había problemas en producciones de
artículos fundamentales, incumplimientos grandes de planes y dificultades
serias en aquel momento. Y desde
entonces se ha venido trabajando duro; han pasado unos cuatro meses, pero se ha
venido haciendo un esfuerzo serio en todos los frentes, en la medida de lo que
humanamente es posible. Lo humanamente posible tiene algunos límites. Ayer se demostraba ya, cuando era la 1:00 de
la mañana y todo el mundo se estaba durmiendo, y algunos todavía querían
plantear sus problemas. O no su problema, sino hablar, plantear los problemas;
hacer sus planteamientos, no sus problemas, que no es lo mismo.
Es decir, se ha venido haciendo un
trabajo muy serio, un esfuerzo grande.
En ese esfuerzo se ha ido vertebrando cada vez más un número mayor de
compañeros, un número mayor de organismos, y yo creo que en ningún otro momento
de la Revolución, en ningún otro momento, se ha estado trabajando más
seriamente, y con más preocupación, y con más conciencia de los problemas, y
con más deseo de vencer las dificultades pasadas y presentes acumuladas, y
futuras.
En aquella ocasión se planteó la
necesidad de elevar la producción, y abordar en serio toda una serie de
producciones que estaban muy deficitarias:
producciones de tejido, de calzado, de distintos tipos de productos.
El déficit en algunas de esas
producciones se hizo evidente ayer aquí, cuando hablábamos, por ejemplo, del
problema de la producción de vidrio, de envases de vidrio, de la “Orlando
Cuéllar”. También se hizo evidente aquí
el esfuerzo que se está realizando, tanto por el compañero que enviaron para
aquel centro, como por el ministerio, como por todo el mundo, para empezar a
sacar del atolladero a esa fábrica.
También se habían hecho patentes en la reunión del ICP los problemas con
la planta de gas, por los años y por todo, porque estaba todo en espera de una
planta nueva que se estaba haciendo, que después tuvo dificultades
tecnológicas, y mientras se encontraba una nueva solución para hacerla...
Es decir, en las distintas asambleas han
aparecido algunas industrias importantísimas con problemas. También se hizo
evidente en la industria ligera algunos de los problemas en artículos que
inciden mucho sobre la población: la
cuestión textil, la cuestión de la fábrica de Ariguanabo, los millones de
metros cuadrados de tela que se habían dejado de producir, los problemas que
tenía Ariguanabo, problemas de fuerza de trabajo y problemas administrativos y
de distinta índole; los problemas de Alquitex y de distintas plantas. Se ha venido haciendo un esfuerzo serio
también en esa industria que tiene un peso muy grande en la disponibilidad de
tejido que tenga el país. En fábricas de
calzado...Es decir, se han estado buscando todas las industrias que inciden
mucho en los consumos de la población, haciendo un especial esfuerzo en
ellas. Y en muchos centros se ha ido
levantando la producción.
En algunos centros, por ejemplo, como la
fábrica de harina de Santiago de Cuba, no sé si fue ya en el mes de septiembre,
rompió los récords históricos de producción.
Otras plantas iban levantando la producción.
Se inició un movimiento fuerte contra el
ausentismo. Claro que todavía no es ley, y los obreros están pidiendo leyes y
leyes duras contra el ausentismo. Pero
todo eso es un proceso en que se tomaron las opiniones, se iba a discutir en
todos los centros de trabajo. Más que
leyes contra el ausentismo, leyes contra la vagancia, y entre las formas de
vagancia, el ausentismo ese consuetudinario y vicioso. Y todo eso está por cubrir algunos trámites
de análisis de los proyectos.
Aquí se ha hecho todo tipo de
proposiciones. Ustedes recordarán al
santiaguero de la fábrica “Héctor Pavón” (APLAUSOS), lo que él proponía
ahí. Y decía eso: “Hierro con el ausentista y no sermones con
el ausentista” y cosas por el estilo. Y
también la fórmula que estaban proponiendo allí de poner un cuartico con una
camita, y al ausentista decirle: “Bueno,
ahora vas a vivir en la fábrica para que no te ausentes” (RISAS). En fin, múltiples sugerencias de todo tipo,
que lo interesante de todas es que revelan una voluntad del obrero de enfrentar
el problema del ausentismo, el problema de la vagancia y el problema del
parasitismo en todas sus formas, ¿no?
Porque, ¿quién sino el obrero, que trabaja con sus manos, suda su
camisa, puede tener conciencia de este problema?
Como también en los maestros aquí en la
reunión se evidenciaba su preocupación por actividades que obstruían su
trabajo, la influencia que ciertas manifestaciones —la influencia que puede
tener la televisión—, ciertas actividades culturales ejercían, es decir, no la
televisión, no la televisión en sí; la televisión es un gran instrumento. Ahora mismo la televisión está sirviendo de
instrumento para la divulgación de las ideas que estamos haciendo aquí. Pero
ciertas desviaciones y ciertas actividades que ejercían una influencia negativa
y que ellos llamaban el efecto del medio ambiente sobre el niño. Y tenían los maestros una posición dura sobre
ese problema; como el agricultor que ve que la bibijagua llega, y él está cultivando
la matica y se la comen. Pues el maestro
también tenía una participación...
Bueno, yo pienso que los maestros tengan
la oportunidad de expresar todos esos criterios en un congreso de educadores
que va a tener lugar. Habríamos querido
que fuera en diciembre, pero parece ser que va a ser en el mes de abril, un
congreso de educadores.
Fue muy interesante la asamblea de los
maestros y se revelaron muchos directores de escuela, es decir, directoras y
directores de escuela de gran carácter, de gran capacidad, gran preocupación;
gente que han estado ahí a brazo partido en otra forja, que es la forja de
caracteres, la forja de revolucionarios en la escuela, y luchando en
condiciones muy difíciles (APLAUSOS).
Ese congreso de los maestros va a ser un
acontecimiento muy importante, porque creo que se van a establecer pautas sobre
la educación y se irán desarrollando también ideas muy revolucionarias sobre la
educación. Y desde luego que es imprescindible que en ese congreso haya una
fuerte representación de los obreros, del movimiento obrero, porque la
educación es una tarea que requiere el apoyo de todos y es decisivo el apoyo de
los obreros. Y los maestros tienen
problemas que necesitan el apoyo de toda la sociedad.
Ese congreso será aproximadamente en el
mes de abril, pero van a tener un encuentro, un encuentro a fines de año
preparatorio del congreso.
Decíamos que los obreros tienen una
posición dura contra la vagancia, el ausentismo y el parasitismo, como los
maestros la tenían en el otro problema.
Y los obreros sienten las consecuencias que trae: la carga de trabajo peor se la dan al mejor,
en fin, múltiples ejemplos de ese tipo. Además, es un gravamen, es un
consumidor que no produce. Y nadie más que los obreros pueden desarrollar ese
sentido de lucha y tener una actitud dura frente al parásito, y frente al
consumidor que no produce porque no le da la gana, porque quiere vivir de los
demás. Y que hemos dicho que ese es un
ladrón, ¡un ladrón!
Los niños, los ancianos, los enfermos,
esos lo tendrán todo. Se trabaja para ellos, para los que no pueden producir,
para los que lo necesitan. Para el vago
no. Porque no se van a convertir en
nuestros explotadores, nuestros nuevos explotadores.
Nosotros sabemos los pensamientos que
tienen los obreros sobre esos y otros problemas, de una actitud dura y firme
frente a ese tipo de manifestaciones. Y
si algunos todavía no han tenido oportunidad de conocer del brazo obrero tal
vez tengan oportunidad de conocerlo, ¡y recio y duro! (APLAUSOS), cuando golpee como un mandarriazo
sobre los vicios burgueses que nos quedan, como un mandarriazo.
Y decíamos que se ha estado librando una
batalla, y se hizo el Bono de los 100 días.
En fin, un esfuerzo serio por elevar la producción y superar los
problemas que tenemos. Aliviarlos, no
vamos a superar todos nuestros problemas, y estaremos años con problemas. Pero, en fin, en la medida de lo posible
aliviarlos y mejorarlos y dondequiera que una situación pueda ser superada,
superarla.
Bien:
en esa situación hemos estado.
¿Pero cuál es en este momento nuestro más difícil problema y una de las
más difíciles pruebas? Nuestro más
difícil problema, una de nuestras más difíciles pruebas es esta zafra, es esta
zafra. ¿Y por qué?
La otra zafra era una zafra grande, y
estuvo precedida de una gran campaña, de una gran toma de conciencia del
problema; y todo el mundo estaba mentalmente preparado para aquella zafra. Lo difícil de esta zafra es que nosotros
tenemos que hacer esta zafra porque es imprescindible, y a la vez no echar por
tierra todo este esfuerzo que hemos venido haciendo en estos meses por mejorar
problemas que teníamos, elevar la producción en una serie de fábricas
fundamentales. En la asamblea aquí se
veía cuántos trabajos hay que hacer de mantenimiento, en industrias, por
ejemplo en la misma industria eléctrica, y todos los problemas derivados de
eso.
Este es un momento en que estamos
realizando una serie de construcciones industriales, en que nos proponemos
llevar a cabo una política de instalar hasta el último hierro que ha entrado en
este país, todas las plantas termoeléctricas que tenemos y todas las máquinas
que han llegado, como cosa fundamental y principalísima. Hay que montar un montón de máquinas,
frigoríficos, fábricas de hielo, pasteurizadoras de leche, que las necesitamos
para el proceso de la leche, para el hielo en la pesca, hielo para la
población, para la conservación y distribución del hielo; frigoríficos también para la agricultura,
para conservar los productos, instalaciones de todo tipo que tenemos que montar
y que estamos seriamente decididos a llevar a cabo.
Además, la instalación de 150 centros de
acopio sin parar ninguna inversión industrial.
El criterio es que inversión industrial que se empiece a hacer no se
pare. Hay que hacer molinos de arroz,
secaderos de arroz. En fin, hay una
cantidad de trabajo serio que realizar.
Si ustedes se ponen a analizar, por
ejemplo, los puertos, verán que esos puertos revientan, no pueden aguantar la
carga que entra y sale, que ha crecido, igual que ha crecido nuestra población.
Y son los mismos puertos, y los problemas de dragado de esos puertos, de
muelles, de almacenes —hay almacenes ahí que tienen 50 años.
Y todos estos problemas son juntos: el de
la vivienda, el de la escuela, el del almacén, el de la fábrica, el del camino,
el de la presa, el del acueducto, el del alcantarillado, el del pavimento de
calles, el del transporte. Todos esos problemas están juntos. El mantenimiento
de las líneas de ferrocarril, la reconstrucción de algunos tramos. Todos esos
problemas están ahí.
Que no tenemos la existencia que existía
en el pasado de madera dura para polines, las adquisiciones que hacemos no
resuelven el problema, es un tipo de madera que no es apta, la necesidad de
meter ahí el hormigón en el ferrocarril, con técnicas que ya se han
desarrollado en Cuba, pero perfeccionarlas; control de calidad de todos esos
productos, de manera que puedan llenar su función. El país tiene un montón de
acumulaciones que no son solo las acometidas de la electricidad, ni los balones
de gas, ni las ruedas de los vagones del ferrocarril. Tiene otras mucho más
grandes que todas estas. Yo les señalé algunas.
En puerto solo, lo que tiene que hacer de
dragado... y las dragas que hay son viejas, y no alcanzan, y son costosas las
nuevas dragas; y además de las dragas los remolcadores, y además de los
remolcadores es hasta el problema del botecito del práctico, porque en materia
de puerto hay que atender desde las boyas y los faros, todo, hasta los dragados
de todos los puertos. Los remolcadores, los muelles, los equipos para descargar
los barcos, los almacenes. En fin, es una cadena seria, seria, seria, todas
esas cosas acumuladas, y hay que hacer grandes trabajos en todos esos campos,
algunos de ellos impostergables.
Y en industrias hay que montarlas todas, y
además los 150 centros de acopio que están haciendo en “Cubana de Acero”,
montarlos. Y los 150 más que van a
construir de aquí a abril, ellos los construirán en el primer semestre. Y todo eso hay que estarlo montando durante
el año 1971 sin parar una sola inversión industrial, y es más: abriendo nuevas inversiones
industriales.
Hay que terminar la instalación de la
planta de O'Burke, la segunda unidad de Nuevitas, la terminación de la primera
—que se planteó aquí que necesitaba terminación—, la de fertilizantes de
Nuevitas, la mezcladora de Felton, el semiacero de Felton, terminar la de
nitrógeno de Cienfuegos, que ya se termina ahora a fines de este año o
principios del otro, venir a montar una serie de industrias que hay que hacer. Y todos esos trabajos hay que hacerlos, no se
pueden parar. Y una serie de industrias
fundamentales no se pueden parar. Pero a
la vez tenemos que hacer una zafra grande.
Ese es el problema.
¿Y cómo nos la arreglamos dentro de esa
situación: no echar por tierra todo el
esfuerzo que venimos haciendo y además hacer la zafra? Porque de la zafra, desde luego, señores, no
se puede prescindir. Y hay muchas
personas que piensan que de la zafra se pudiera prescindir,
tranquilamente. Los problemas de la
zafra se comprenden perfectamente bien si se tienen en cuenta los siguientes
hechos, nada más que algunos datos: si
partimos del año antes de la Revolución, con una población de casi 2 millones
menos de habitantes, había sin embargo una fuerza de macheteros habituales, que
nadie los contó nunca pero que se calculan entre 350 000 y 400 000. Es decir, en un determinado momento del
período republicano los macheteros habituales nunca faltaron.
La caña tiene su historia, la caña está
relacionada con uno de los más inhumanos episodios y uno de los más inhumanos
dramas de la humanidad, que fue el problema de la esclavitud. Y al lado de la agricultura cañera metieron
la esclavitud. Al principio de la república,
cuando el gran desarrollo cañero, vinieron inmigraciones de otros países. Al final, nada; al final, el hambre resolvía
el problema de la caña, ¡el hambre! El
tiempo muerto y el desempleo se encargaban de resolver el problema de la caña. Eso neto, esa cosa neta que se llama hambre y
desempleo.
Una reserva de trabajadores sin empleo, y
no faltaba ningún machetero en ningún cañaveral ni en ningún central de
Camagüey, ni en ninguna parte; ni de Camagüey ni de ninguna parte. Ahora, al cabo de ocho años de Revolución de
aquella fuerza de unos 350 000 ó 400 000 macheteros habituales quedaban en 1967
—y parece que alguien los contó— 143 368.
Pero en 1968 quedaban 105 598. Y
88 300 en 1969. Y en 1970, habituales
quedaban 79 752. Y parece que para 1971
quedan 72 986. Esos son los habituales
cañeros que quedan en este país.
Aquí el problema de la necesidad de
mecanizar el corte sí se hizo evidente desde que empezó a reducirse todo esto.
Y se empezaron a hacer las primeras maquinitas y los primeros esfuerzos y las
cortadoras. Y además, no había
cortadora de caña por ninguna parte.
Ha sido un período de esfuerzos. Los soviéticos trataron de ayudar y han ido
desarrollando máquinas cada vez mejores, pero todavía no del tipo de máquina
que se pueda decir: el problema está
resuelto, a producirla en masa.
Aquí se han desarrollado máquinas
buenas. Voy a decir algo más: a nivel de taller y de diseños allí, en el
Ministerio de la Industria Básica han llegado a producir máquinas incluso
óptimas. Pero entre una máquina que se
produce ahí, incluso con una limita si quieren, haciendo artesanalmente todas
las piezas, y una máquina que funcione satisfactoriamente, con todos los
sistemas de hidráulico y todo el complicado mecanismo que tiene, hay un gran
trecho.
En eso en realidad hubo un cierto momento
que nos hicimos la ilusión de que la industria podía resolver el problema. Se
inventaron los centros de acopio, se inventaron las combinadas Henderson, que
cortan, aunque, desde luego, hay que traer el buldócer, que es caro.
Este problema de la mecanización ha sido
realmente una preocupación, pero también ha sido una tarea muy difícil de
vencer. Y sin embargo, la disminución, el éxodo, la emigración del cañaveral
como trabajo habitual fue incomparablemente más rápido de todo lo que puede
haber ido la mecanización. Y es el hecho de los recursos fundamentales del
país, o el recurso fundamental del país es la caña.
Hablábamos de que la inmensa mayoría de
todo lo que usamos tenemos que importarlo.
Eso depende de la estructura de nuestra producción, estructura que,
además, no se puede cambiar así en un abrir y cerrar de ojos. Hay algunas industrias que se vienen
desarrollando. La misma industria
mecánica se está desarrollando en Cuba por primera vez. La producción de fertilizantes —y sin
discrepancia con los compañeros de Cubanitro de Matanzas— se empieza a
desarrollar, y ellos fueron los primeros que produjeron fertilizante
nitrogenado. Antes se mezclaba, pero por
fin creo que ayer quedó claro que aquello no era una mezcladora sino una señora
planta productora de fertilizantes (APLAUSOS).
Afortunadamente, aparte de esa planta la gran planta de Cienfuegos, y
una planta llamada a terminarse en 1973 que debemos hacer un esfuerzo por
terminarla en 1972, donde en conjunto el país estará produciendo fertilizante
ya propio no lejos del millón de toneladas, pero por lo menos unas 800 000
aproximadamente, cerca de 800 000 toneladas, independientemente de la
mezcla.
Hay que decir algo también: que los compañeros de la planta de
fertilizantes que tenemos allí en Regla, o en las proximidades de Regla,
también producen superfosfato partiendo de la roca fosfórica, lo cual no es una
simple mezcla. Ellos producen el
superfosfato y después lo mezclan con otra cosa, pero primero lo producen —es
la verdad— y en condiciones bastante duras, según atestigua el compañero que
vino a representarlos aquí, aunque con algunas mejoras que últimamente se han
producido por allá.
De modo que empiezan a desarrollarse
algunas ramas industriales aquí. Y ese
proceso es lento.
Nosotros dependemos del comercio exterior,
renglón fundamental: el azúcar. Luego hay una conclusión clara, clara, clara,
que tenemos que ponérnosla en la cabeza, y es que no podemos prescindir de la
zafra. Eso es muy importante. Y que desgraciadamente la zafra tenemos que
hacerla fundamentalmente cortando caña.
Es decir que el proceso de mecanización es lento.
Los 150 centros de acopio esos solo
algunos entran en esta zafra, pero se irán montando a lo largo ya del primer
semestre y en el segundo semestre se montarán los otros 150. Será en 1972 que esos centros de acopio
ayuden; las máquinas Henderson será casi prácticamente en la próxima
zafra. De esta forma se ha ido
produciendo el éxodo del cañaveral.
Ahora, ¿dónde están los macheteros? Todos no se han puesto viejos. Es verdad que, desde luego, nadie ingresa en
el sindicato de macheteros (RISAS), a no ser por necesidad, como hemos tenido
que ingresar todos de alguna manera. Yo
creo que cuando se haga ese sindicato va a ser el más grande de todos, porque
por lo menos a título de haber cortado alguna caña alguna gente, todo el mundo
ha cortado algo, o casi todo el mundo.
Sería interesante, y yo creo que el
Ministerio del Trabajo tiene que averiguar dónde están todos los macheteros
(RISAS), aunque sea a título de información, para que conozcamos todos. Aunque les vaya decir, en realidad el
problema es que parte ha envejecido, no hay ningún ingreso, y muchos han
adquirido otro oficio y otras actividades.
Por aquí yo tenía un estudio de 1968 en
una granja que faltaban 103 macheteros, y tenía: en mecanización y taller de mecánica, 9;
agricultura no cañera, 5; ganadería 1; forestal, 2; cargos de dirección, jefe
de brigada, lote y departamento, 10; cargos administrativos en la agricultura,
listeros, 3; transporte agrícola, carreteros, 3. De los macheteros, desde luego, se han ido
nutriendo otras muchas actividades, sin duda.
Así que habían ido pasando a distintos sectores, algunos habían ido a
estudiar, otros habían ido a maquinaria, otros habían ido a transporte. En fin, una cosa natural: siempre fue la aspiración de todo ciudadano
el mejorar del tipo de trabajo que venían haciendo. Eso es una realidad. Eso era lógico que ocurriera así.
Ahora bien, ¿acaso la gran migración de
obreros del campo a otras actividades ha implicado un gran incremento de
producción? ¡No! Hay para nuestro país el muy serio problema
de la fuerza de trabajo. Claro, este fue
un problema que prácticamente sorprendió a todo el mundo, porque al triunfo de
la Revolución, con una población mucho más pequeña, era el problema de medio
millón de desempleados. Ese era el
problema. Bueno, en aquellos primeros
años casi se inventaban algunos trabajos para emplear a la gente. De manera que ese problema se presenta de
forma abrupta: nadie planteó el problema
de la productividad del trabajo como cosa fundamental. El desempleo era el problema, al revés que
hoy. La falta de fuerza de trabajo para
actividades fundamentales es el problema.
Sin embargo, la población ha crecido; sin
embargo, en algunos renglones la producción no es más alta, en algunos incluso
ha bajado, y aquí se hizo evidente en algunos, en otros ha subido mucho. Hay actividades absolutamente nuevas, que no
existían. Hay actividades de servicio,
como son la educación y la salud pública, que han crecido
considerablemente. Pero hay muchas
actividades, y todos esos hombres están haciendo algún trabajo.
¿Cuál es el barril sin fondo que se traga
los recursos humanos del país hoy?
Sencillamente la ineficiencia y la improductividad, la baja productividad
(APLAUSOS).
A pesar de que en el año 1959 nosotros
estábamos muy lejos de imaginarnos los problemas de ahora, el tipo de problemas
que tendríamos ahora, recordamos que defendimos algunos criterios relacionados
con la productividad y con el empleo. Vamos
a poner una industria —esto puede pasar con casi todas las industrias— y les
pido a los compañeros del sector del MINAZ, que nosotros vamos a señalar, que
no vayan a tomar esto como un motivo; el hecho de que los tomemos de ejemplo,
no se crean los únicos culpables de este país, puesto que todos somos
culpables, ¡la culpa está en todas partes, en todas las ramas y en casi todos
los centros de trabajo!
El MINAZ se calcula que tenía 91 655
trabajadores en el año 1958; ya en 1966 había aumentado algo, pero no
mucho: 94 759; en 1969, 114 519; en junio de 1970, 126 643, ¡ciento
veintiséis mil! Es verdad que tienen
algunos casos como centros de acopio, que absorben más personal que el que las
grúas absorbían; algunas ampliaciones en algunos centrales. Pero no hay proporción: unos 36 000 trabajadores más que en 1958, sin
que haya habido esas ampliaciones ni mucho menos que justifiquen ese
incremento, y que implican una considerable baja en la productividad de los
centrales azucareros.
Se está haciendo un estudio comparativo
también, central por central, los trabajadores que tenía en la época del
capitalismo allí, descontando centros de acopio, y los que tiene ahora cada
central, porque es una manera de ver cómo ha crecido o cómo ha disminuido la
productividad del trabajo.
Desde luego, hay estudios aquí sobre
productividad por hombres/día en azúcar.
Pero en la productividad por hombres/día a veces influye si el central
molió un 60% porque no le abastecieron caña; si es una zafra más larga,
lógicamente al tener menos rendimiento la caña, en fecha más temprana y más
tardía, eso influye en la productividad de azúcar por hombres/día. Pero el dato concreto del personal de los
centrales azucareros, ese crecimiento de 36 000, es una cifra respetable. Y por lo general esos centrales se nutren de
fuerza que va también del campo.
Nosotros citamos este solo ejemplo, y lo
citamos porque nos acordamos de que a pesar de que en el año 1959, como les
decía, estábamos muy lejos de imaginarnos los problemas de ahora, tuvo lugar en
este mismo teatro —todavía no reformado— una épica contienda de criterios, que
fue un acto —que tal vez algunos lo recuerden, porque ustedes aunque son
jóvenes la inmensa mayoría, pues de todas maneras no hace tanto, tanto, tanto
tiempo, ¡hace nada más que once años!—, fue en 1959, en que en una asamblea
plenaria de representantes de todos los obreros azucareros aquí se planteó el
problema de los cuatro turnos en la industria azucarera. Y yo me tengo que parar ahí frente a una
masa, lleno este teatro, que durante cinco minutos frenéticamente aplaudió la
consigna de los cuatro turnos en los centrales azucareros. Entonces mi papel era un papel de verdad
desagradable: pararme ahí a argumentar
frente a esa consigna. Y argumentar
cuando los centrales no eran del pueblo todavía, y que ni siquiera se podía
decir que esos centrales iban a ser del pueblo, además, ¡además!
¿Y cómo convencer a aquellos
trabajadores, frente a la situación de desempleo, que no se metieran cuatro
turnos, cuando era la demanda unánime? Y
hubo que argumentar desde el punto de vista económico el problema, y decir que
aunque los centrales eran de los capitalistas, el dinero que ingresaba no era
de ellos, que eso tenía que invertirse en el desarrollo del país; que si no lo
invertían en el desarrollo del país, lo invertía la Revolución en el desarrollo
del país.
Hubo que explicar cómo nosotros no
resolveríamos nuestros problemas repartiendo el empleo que teníamos sin crear
nuevas riquezas, y que nuestro problema era desarrollar la economía del país,
crear nuevos empleos para crear nuevas riquezas. Y que ese camino, el camino de repartir el
empleo que había, era un suicidio, un engaño y un suicidio. Así, claro.
Y argumentamos con los obreros, y los
obreros comprendieron. Y, por supuesto, la prensa burguesa estaba contentísima
al otro día; decía: ¡Qué muchacho más sensato (RISAS), qué bien razona, como
defiende la economía! Claro: ¡Nosotros estábamos defendiendo la economía
de la Revolución, no la de los burgueses!
Pero ellos por un instante se imaginaron todo eso.
Nosotros no nos olvidamos de aquello,
porque es que en realidad si se hubiera podido argumentar, se habría podido
argumentar razones decisivas para eso, mucho más sólidas: Miren, señores, todos estos centrales van a
ser del pueblo, y todos estos centrales los vamos a nacionalizar. Pero no se podía decir aquello. Y, sin embargo, aun dentro de esas
condiciones, el argumento era válido.
¿Cómo no habría de ser diez veces más válido ese argumento si los centrales
esos iban a pasar a formar parte de la economía de todo el pueblo?
Y ya ven ustedes lo que son las
cosas: aquel rato, aquel titánico
esfuerzo —hay que llamarlo que era titánico, porque hay que ver lo que era una
asamblea llena de delegados de todos los centrales, que además creo que andaban
en huelga y pidiendo los cuatro turnos—; y ya ven ustedes: si en aquella época se hubiera aceptado los
cuatro turnos, habrían ingresado como 25 000 ó 30 000 obreros en la industria
azucarera. ¡Y al fin y al cabo han
ingresado cuatro turnos y medio! ¡Cuatro
turnos y medio han ingresado! ¡Han
ingresado treinta y seis mil!
Y eso que pasó en la industria azucarera
ha pasado en muchas industrias, en muchas industrias. Y eso, desde luego, no es desarrollar la
riqueza; eso, desde luego, no es desarrollar las fuerzas productivas. Lo que así se produzca, ni se come, ni se
calza, ni se viste, ni se digiere; lo que así se produce, no le resuelve
problemas a nadie. Y problemas tenemos,
¿verdad?, y los conocemos, y los vemos incesantemente y en todas partes. Lo mismo cuando se pide zapatos, ropa,
medias, cualquier cosa, que todo el mundo ve —como decimos— la necesidad al
lado y los problemas no los ve tan cerquita, las cuestiones fundamentales.
Es decir que ese éxodo hacia muchas
industrias, ese gran éxodo, una buena parte del éxodo ha pasado hacia la
improductividad.
Y ese es, señores, el barril sin fondo
que se puede tragar todos los recursos humanos del país. Y lo que se traga los recursos humanos del
país, se traga la riqueza del país, se traga el bienestar del país, se traga
los bienes materiales que tan imperiosamente necesitamos. Porque si bien es cierto que muchos, o una
parte importante de nuestros problemas no los resolvemos solamente con recursos
humanos, hay que decir que una gran parte de nuestros problemas hoy están en
dependencia de los recursos humanos y del uso adecuado y correcto de los
recursos humanos en renglones que son decisivos y que son prioritarios para la
economía.
Nosotros no podríamos quejarnos nunca de
los recursos humanos que han ido a escuelas, a hospitales y a servicios por el
estilo, ¡no! Muchos de ellos han sido
también recursos humanos femeninos, los que han ido sobre todo a la educación y
a la actividad también de los servicios médicos.
Y nosotros repetimos: tenemos una economía que depende de un
producto donde la productividad es baja, que es la caña.
Si nosotros como otros países, países
subdesarrollados, tuviéramos grandes recursos naturales de otro tipo —porque
nosotros tenemos recursos naturales, pero son de un tipo específico... Hay países que tienen enormes recursos
mineros, petróleo por ejemplo, que con 10 000, 15 000, 20 000 personas producen
1 000 millones en divisas; otros países, tenemos el caso de Chile que tiene el
cobre, con algunas decenas de miles de obreros produce 1 000 millones en
divisas.
Nosotros tenemos un gran recurso mineral,
el níquel. Pero, ¿cuánto requeriría el
níquel en inversiones? Enormes
inversiones de complejidad técnica.
Nosotros podríamos también con el níquel
teóricamente, suponiendo mercado para todo ese níquel, con unos 25 000 a 30 000
obreros, producir 1 000 millones en divisas:
pero habría que invertir 1 000 millones en tecnología costosísima, 1 000
millones de dólares.
Nuestro sol es un recurso natural
valioso, la caña es un recurso natural valioso.
Tiene algunos inconvenientes. Son
industrias que pueden producir la mitad del año. Es uno de los problemas ya: que crea un tipo de trabajo cíclico.
Ahora, después vinieron las teorías del
trabajo permanente en los centrales azucareros y todos estos 123 000
permanentes. Ahora hay que buscar la
manera de verdad de cómo utilizamos nosotros esos recursos humanos en el tiempo
que no trabajan los centrales. Hay que
revisar todas esas teorías y todas esas cosas, porque es el tipo de industria
que la desarman todos los años, cuando por lo general la industria trabaja todo
el año; todos esos conceptos del tipo de reparaciones que se hacen.
Aun suponiendo que utilicemos en el
mantenimiento una parte de estos obreros, pero de ninguna manera puede ser más
del 50%. Y hay que pensar, aunque sea en fórmulas de ese tipo, resolver
problemas con esa fuerza de trabajo, sobre todo en construcciones, en
soluciones similares de problemas de viviendas, de escuelas, de viviendas en
los centrales y en el campo, de industrias y de otro tipo de cosas, porque hay
que pensar ese recurso humano utilizarlo.
Pero si esto es solo en la industria.
Ahora calculen todo el transporte, los embarques de esta azúcar, más los que la
tienen que cortar, más los que tienen que transportar a los que la cortan.
En la industria azucarera, en un cálculo
que hizo el Ministerio del Trabajo, había no sé si era unos 600 000
hombres/año.
JORGE RISQUET.- Quinientos mil.
CMDTE FIDEL CASTRO.- Me parece que
ustedes sacaron un cálculo mayor. Pero
bueno: 500 000 hombres/año para producir
menos de 1 000 millones en divisas, para producir menos de 1 000 millones en
divisas.
Luego tenemos la circunstancia
especialísima de que el producto fundamental de nuestra economía deviene de una
producción que, en tanto no se logre dominar completamente su tecnificación,
emplea medio millón de hombres/año.
Aun así.
Vean solo en la industria: si
tuviéramos 90 000, si tuviéramos 100 000 en la industria, aunque la caña se
cortara toda en máquina todavía tendríamos 100 000 hombres trabajando en la
industria. Y desde luego, siempre habrá un número alto; cuando todo estuviera
mecanizado, algunas decenas de miles de hombres.
Pero, desde luego, el problema está en la
magnitud del volumen de hombres que el país tiene que emplear en su actividad
fundamental, y que lógicamente esos hombres entonces no pueden estar ahí y a la
vez construyendo o haciendo un montaje industrial o en una fábrica. Aunque, desde luego, es esta escasez de
hombres hoy por hoy una cosa inevitable, era inevitable esa escasez. ¿Tenía el país alguna manera de
evitarlo?
Nosotros tenemos otra actividad en que
hemos tenido que invertir grandes recursos humanos además de la zafra, es decir
además de la producción azucarera, que es la defensa del país. Son dos factores en los cuales nosotros hemos
tenido forzosamente que invertir grandes recursos humanos, aunque es cierto
también que en parte hemos conciliado ambas cosas y que los soldados han estado
participando en número elevado en el corte de caña determinado período, porque
tienen que realizar otras actividades después relacionadas con la defensa.
Pero nosotros a través de la agricultura
tenemos que producir los productos alimenticios fundamentales, además de la
caña. Y sobre todo lo difícil es cuando
viene este momento crítico.
En realidad en el país se han mecanizado
unas cuantas actividades, en realidad en nuestro país se ha disminuido el
esfuerzo que los hombres tenían que hacer en el pasado en una serie de
actividades. Hoy nadie de hecho tiene
que cortar y alzar la caña. La inmensa
mayoría de la caña, un porcentaje altísimo —no sé si es el 80%, el 85% o el
90%— hoy se alza con máquinas, hoy se alza con alzadoras. En el pasado toda esa caña tenía que cortarse
y alzarse a mano.
En el país, por ejemplo, ya una gran
parte del azúcar se embarca a granel. En
el pasado todo el azúcar tenía que embarcarse a hombros de hombres, y no había
ni un solo equipo de azúcar a granel, ni lo habrían permitido los obreros. Y, sin embargo, hoy una gran parte del azúcar
se embarca a granel. Y se seguirán
construyendo almacenes de azúcar a granel.
En el país hoy una gran parte de la
construcción se hace con grúas y se va mecanizando el proceso de la
construcción. En el país hoy nadie hace
carreteras con picos ni con palas. Se
hace con buldóceres y con equipos todos los trabajos que se hacen en el campo.
En el país hoy prácticamente es muy poca
la tierra que se are a mano, es decir se are con bueyes; en el pasado la
inmensa mayoría de la tierra la tenían que arar los hombres con bueyes: el buey delante y el hombre detrás agarrado
al arado, casi sin ninguna diferencia con el animal. Y así era como se preparaba la tierra en
nuestros campos.
Es decir que casi todas las actividades
fundamentales se hacían a través de penosísimos trabajos. La zafra se hacía con 15, 16 y 17 horas de
trabajo diario. Y así: construcción, zafra, aradura de tierra,
embarques de azúcar.
En el país casi toda la caña se tiraba
con bueyes y con carretas, que tenían que levantarse los hombres a las 2:00 de
la madrugada a buscar los bueyes en el potrero, enyugarlos y acostarse quién
sabe a qué hora de la tarde. Hoy la inmensa
mayoría de la caña y de todas las transportaciones agrícolas se carga en
camiones y en tractores.
De manera que cuántas actividades no se
han humanizado, cuántas actividades no se han suavizado y han exigido menos
esfuerzo del hombre.
Y, sin embargo, ¿cómo ahora que somos dos
millones más de habitantes, cuando ya no hay que alzar la caña, resulta un
serio problema hacer la zafra? A pesar
de centros de acopio, porque aun con eso, que ha permitido elevar la
productividad del trabajo o del machetero.
Entonces, a pesar de eso, estamos ante la
situación de que la zafra se convierta en un problema fundamental, decisivo y
serio del país.
Y decíamos que las demás actividades han
ido absorbiendo fuerza de trabajo. La
productividad prácticamente se olvidó, y la improductividad es el abismo que
amenaza tragarse los recursos humanos y la riqueza del país. Y, desde luego, tenemos que tomar conciencia
y, ustedes, los trabajadores, tienen que tomar conciencia de este problema. Son obligaciones que no se pueden soslayar,
son realidades que no se pueden rehuir.
Los compañeros del ministerio están
estudiando el problema de la normación de 660 centros de trabajo. Así, por ejemplo, aquí hay algunos casos
donde se ha estado trabajando en la cuestión de la normación. Ellos escogieron algunos centros de trabajo,
donde este fenómeno de la productividad cobra especial importancia. Aquí tienen:
“Fábrica de calzado Amadeo. La plantilla que había era de 234
trabajadores; la plantilla que proponen los normadores es 180 trabajadores, es
decir, 54 menos. La producción
diaria: 600 pares de zapatos; la
producción diaria en el proyecto es 900 pares de zapatos. La productividad por
trabajador: 2,56; la productividad que
proponen ellos es 5 pares de zapatos diarios, es decir, un 95% de incremento en
la productividad.
“Medidas:
a) Normas a cada puesto de trabajo;
b) Armonización del proceso, introducción
de equipos sencillos de
calzado;
c) Construcción área de almacenaje, ya
que perturba u obstruye los movimientos la forma actual, pues la poca capacidad
de los almacenes de materia prima y de productos terminados estorba el mejor
desenvolvimiento del proceso y de los trabajadores;
d) Cambiar de lugar la cantina por los
mismos motivos. Se aprovechará mejor el
tiempo;
e) Instalación de una nevera en la planta
alta para evitar pérdida de tiempo de los trabajadores por concepto de tomar
agua y tener que bajar.
“Otro centro de trabajo del MINSAP: Laboratorios 'Saúl Delgado', antiguo
Sarrá. Elaboración de productos
farmacéuticos. Antes: plantilla, 456 trabajadores. Proyecto:
plantilla, 456 trabajadores. Producción mensual antes: 4 618 494 unidades; producción mensual en el
proyecto: 8 400 312 unidades. Productividad por trabajador: 10 121 unidades mensuales. Eso era antes. En el proyecto: productividad por trabajador,
18 421 unidades mensuales. Aumento de la
productividad por trabajador: 82%.
“Medidas que se tomaron:
1.- Instalación de cuatro lavadoras de
frascos de producción nacional.
2.- Instalación de tres retapadoras de
frascos de importación.
3.- Organización del trabajo, eliminando
pérdidas y armonizando el flujo de producción.
4.- Establecimiento de normas.”
Este plan ha sido ya aplicado y
comprobada su veracidad durante dos meses.
Aquí tienen otro donde todavía la
elevación es más alta entre lo que hay y lo que proponen:
“Preparadora de calzado La Habana. Antes:
plantilla aprobada, 115 trabajadores; plantilla cubierta: 99 trabajadores.
Producción diaria: 375 pares.
Aprovechamiento jornada: 73,3%. Pérdidas organizativas: 18,2; pérdidas
de indisciplina: 8,5. Productividad por
hombre: 3,68 pares diarios. Proyecto aprobado por los trabajadores: plantilla, 64 trabajadores —51 menos que la
aprobada, 35 menos que la cubierta. Producción diaria: 1 200 pares; producción
por hombre: 18,75 pares diarios. Aumento
de la productividad, 509%.”
Claro, este no es el típico, ¿no? Hay otros que pueden ser 20, 25, 30. Y estos son normadores sin una gran
experiencia. Diríamos que posiblemente
sin todavía encontrar el óptimo.
De manera que estos son ejemplos claros
que ya no dependen de factores ajenos, sino que están en nuestras manos. Hay así algunos otros casos.
De manera que aquí se ve que hay una
posibilidad enorme, que tenemos todavía recursos enormes, que nosotros tenemos,
con la productividad que se puede alcanzar, y productividad prácticamente con
ninguno o muy poco esfuerzo adicional, con algunos cuellos de botella que se
resuelvan, con una mejor organización, con un mejor aprovechamiento de la
jornada de trabajo, con más disciplina, con cierta racionalidad, con cierto
sentido común, con una serie de detalles.
Hay otros ejemplos que nosotros podríamos
citar en algunas brigadas de caminos, que tenían el doble turno, y que
realmente ahora con la tercera parte de los hombres que tenían el año pasado
están construyendo más. Es decir que aquí se habló de algunos lugares. En otra serie de actividades se puede aplicar
este mismo principio y puede haber un gran ahorro de fuerza de trabajo.
De manera que pudiéramos repartirnos la
tarea. No se trata de que algunos
hombres tengan que cargar todo el peso, ir a hacer los trabajos más duros. No.
Pero que entre todos pudiéramos repartirnos las tareas, de cualquier
tipo que sean. Y de verdad que creo que
todos podemos y debemos participar en la producción de bienes materiales. Todos podemos y debemos hacerlo, de cualquier
cosa: lo mismo se corta caña un día, que
se hace otro día otro trabajo, que se hace una asamblea, que es de los trabajos
en realidad que debieran de racionalizar, porque resultan de los más duros,
¿no? Yo quisiera que me racionalizaran
de las asambleas. Si me piden un trabajo
voluntario voy para otro. Pero
bien: las asambleas hay que aceptarlas
porque son útiles y hay que seguirlas haciendo.
Queremos decir ciertamente que entre
todos tenemos que repartirnos el trabajo.
Claro está, resulta absurdo un obrero
altamente calificado que maneja una máquina, ir y mandarlo a cortar caña. Si a cualquiera de nosotros, que pudiera
considerársenos calificados para algunas tareas políticas, nos mandan a cortar
caña nos hacen un favor, porque por lo menos mentalmente nos refrescamos,
sudamos, nos desintoxicamos, hacemos ejercicio, todas esas cosas. Se hace más daño si sacan a un obrero altamente
calificado que maneja una máquina y lo ponen a cortar caña.
No es racional que hagamos eso. Pero somos bastante gente no altamente
calificada, somos bastantes, que podemos de una manera o de otra repartirnos
las tareas, y resolver este problema.
Hoy el corte de caña, cuando ya los
habituales de la caña desaparecieron, no se puede resolver diciendo: bueno, aquí 200 000, 300 000 ciudadanos de
todas maneras, a la cañona, tienen que ser cortadores de caña. No, así no se puede resolver el
problema. Esa no es solución. La solución está a largo plazo en las
máquinas, pero a corto plazo está en la comprensión del problema, en la
comprensión por los trabajadores, en la comprensión por el pueblo de este
problema, y en la comprensión de todos.
Comprensión de todos es todo: los
obreros, los organismos, los ministerios, ¡todo el mundo! La zafra no es un problema de los centrales
solo, del MINAZ y del otro, ni del que está en una granja cuidando un lote de
caña: la zafra es problema de todos, y
cuando es problema de todos, todos tenemos que participar en ese problema y
todos tenemos que preocuparnos por el problema y todos tenemos que hacer un
esfuerzo en el problema. Nadie puede
rehuir esa obligación. Ese es un tipo de
obligación que nadie puede tomarse el lujo de rehuirla, igual que nadie
rehuiría aquí el peligro, ¿no?, si nos amenazan, si viene una invasión. Ningún revolucionario, ningún trabajador
consciente rehuiría el peligro, y sentiría una vergüenza muy grande en decir: no, yo no me movilizo, yo no tomo un arma, yo
voy para mi casa.
Bueno, lo que pasa es que para arriesgar
el pellejo, en realidad, no hay que sudar tanto para eso, y se pasa mucho menos
trabajo que para cortar caña. La gente
tiene esa virtud del heroísmo, por lo general. Y tiene la otra también, pero
siempre tiene muchos más voluntarios el peligro. Cuando la llamada es al
patriotismo, en lo más hondo, es casi unánime.
Cuando llegan las otras obligaciones no son unánimes.
Somos un poco unilaterales en la forma en
que cumplimos nuestros deberes: para
algunos, todo, y para otros deberes entonces no. Y, desde luego, quiero dejar constancia de
eso, de cómo vemos nosotros la cuestión:
el problema de la zafra es un deber de todos. Pero no solo es un deber de todos, no se
trata de que digamos: “Hemos tomado
conciencia de la zafra y para allá va todo el mundo.” No. No es así.
Es mucho más complicado y mucho más complejo que eso.
Nosotros tenemos que resolver el problema
de la zafra, y resolverlo sin echar a perder ni echar por tierra el esfuerzo
que hemos venido haciendo en el resto de la industria. Y sencillamente esta es la cuestión que se
les plantea a todos los ministerios, a todos los organismos y a todo el mundo
aquí. No soluciones desesperadas, de
correcorre y eso, ¡no!
Hablando de ese tipo de cosas, queríamos
explicar nosotros un problema en que algunos obreros nos preguntaron sobre la
cuestión de la quema de caña. Entonces,
se va a seguir una política nacional en la caña que se va a demoler y también
en la caña que tenga regadío, en general como política nacional.
En la zona occidental, en la provincia de
La Habana, nosotros hemos defendido el criterio de que se emplee la quema. ¿Por qué?
Yo creo que se hizo mal en hablar del problema sin explicar los
fundamentos, y que dio lugar a que muchos trabajadores se preocuparan. Porque hay incluso una cultura antiquema, y
es lógico.
Ahora, ¿qué ocurre y a qué se debe la
política por la cual en un porcentaje más alto en la provincia de La Habana
podrá ser quemada?
Una de las razones fundamentales —y nosotros
se lo hemos planteado a los compañeros de esta provincia— es que en esta
provincia tenemos que hacer la zafra con la mitad de los macheteros con que la
hicimos el año pasado, ¡la mitad!
¿Por qué?
Aquí está el 70% de la industria no azucarera del país. Aquí están las grandes textileras, grandes
fábricas de zapato, grandes centros de productos industriales. Y nosotros tenemos que velar por el hecho de
que esas producciones no se afecten.
¡Eso es importantisimo!
En segundo lugar, si se quiere tener una
productividad alta por caballería de caña, hay que renovar la cepa con bastante
frecuencia. La provincia de La Habana
tiene sembradas casi 2 500 caballerías nuevas con relación a la zafra de 1970
—entre frío de 1969, primavera de 1970, frío de 1971—, y posiblemente antes del
31 de diciembre se acerque a las 3 000.
Posiblemente ya en la primera quincena, en enero, las pueda hacer.
Esa es una reposición del 25% de su
cepa. Y con una reposición anual del 25%
de la cepa se pueden obtener altos rendimientos en caña, ¡altos rendimientos en
caña!, y se puede quemar una extensión mayor.
Además, el microclima de la provincia,
con sus lluvias invernales derivadas de los fríos y de los nortes, que si bien
a veces afectan la producción azucarera —como nos pasó el año pasado—, sin
embargo son lluvias que ocurren con gran seguridad, y permiten inmediatamente
cultivar, fertilizar, cultivar con grada entre surcos, e incluso la posibilidad
de ahorrar herbicidas para usar el herbicida solo en el hilo de la caña. Es decir, darles un buen cultivo a las
cañas.
En tercer lugar, parece ser una cuestión
indudable que la mecanización en los próximos 10 años solo se puede hacer
realidad a través del empleo de la quema de la caña. Es decir, el problema más difícil nuestro ha
consistido no tanto en encontrar una máquina idónea para cortar la caña, como
en encontrar una máquina que corte la caña verde.
La Henderson, que corta la caña verde y
la mete en un centro de acopio, casi la mitad de lo que llevan esas carretas y esos
tractores es paja. Entonces, el costo y
la inversión en maquinaria, en carretas, en gomas, hombres llevando todo eso,
es enorme. De manera que, cuando usted
viene a ver, el efecto mismo de la mecanización lo va reduciendo por los gastos
de otro tipo y los hombres que tiene que emplear en la otra actividad. Aunque,
desde luego, hay un incremento de la productividad.
En otros países como Australia, Hawai,
todos los países que tenían más desarrollo industrial, siempre trabajaron con
caña quemada. Claro está que en la quema
de caña la cepa no dura 20, 25 años. Pero también, si usted quiere una
agricultura cañera de alta productividad, no puede dejar una cepa 25 años. En la quema hay ciertas pérdidas de nitrógeno
de la paja; en cambio, hay cierta recuperación más rápida del potasio, del
fósforo y de los demás elementos minerales.
Es decir que, a nuestro juicio, la no
quema de la caña con máquina tardará años en lograrse técnicamente; puede
tardar 10, 15, 20 años —una. Dos: se justificará desde el punto de vista
económico cuando ya la paja se emplee en un proceso industrial, como puede ser,
mediante un proceso de fermento, la producción de levadura, es decir, de
proteína. Porque, mientras tanto, se
reúnen dos cosas: una enorme dificultad
técnica para cortar caña verde y limpiarla, lo cual implica casi llevar un
centro de acopio sobre cada máquina —una enorme dificultad de tipo técnico para
resolver eso—: y los enormes costos que
se derivarían de esa mecanización para cargar un producto que no va a tener un
uso industrial.
De manera que, como no podemos seguir en
esta desesperada situación de corte a mano, como es desesperadamente necesario
mecanizar el corte, nosotros tendremos que aceptar la realidad de ayudar a la
mecanización —como han hecho los otros países— empleando la quema.
Todo esto, desde luego, tiene limitantes
hoy día, en la misma medida en que hay zonas del país donde no llueve, en que
el daño a la cepa es mayor. Pero en la
medida en que vayamos extendiendo los sistemas de regadío, a la vez que también
vamos desarrollando las siembras de caña en áreas llanas, iremos creando las
condiciones para facilitar la mecanización empleando la quema de la caña.
Hay, desde luego, un limitante que es el
único que debemos tener en cuenta, el fundamental. El limitante ha de ser allí donde vaya a
ocasionar daño al machetero. De manera
que una parte se corte quemada, un número de días, y otra en caña verde.
Desde luego, en experiencias que se
hicieron el año pasado se demostró que los macheteros preferían la quemada,
tenían productividad mucho más alta. Es
decir, una grúa se convierte en un centro de acopio. Ahora, tiene también sus
inconvenientes: no puede estar siempre o
no se debe estar siempre cortando en caña quemada; la industria tiene que tener
más cuidado en el procesamiento de esa caña; la organización tiene que ser
mucho más eficiente.
Porque ocurre el siguiente fenómeno: si la caña se quema y se queda en pie,
aumenta de peso y baja de rendimiento, porque hay una absorción de humedad a
través de las raíces; si la caña se quema y se corta enseguida, disminuye en
peso y aumenta en rendimiento de azúcar.
En todos los casos, si se tarda, tanto parada como en el suelo, puede
crear dificultades en el proceso industrial.
De manera que lo ideal es cortarla lo más rápido posible después de
quemada, y trasladarla lo más rápidamente posible al central. E incluso se puede lograr un mayor
rendimiento industrial, por el fenómeno de que si se quema y se corta
enseguida, disminuye de peso y aumenta la proporción de azúcar. Esos son estudios científicos que se han
hecho en otros países, se comprobaron aquí en Cuba y, desde luego, de esos
estudios se hicieron también algunas pruebas el año pasado.
Nosotros creemos que aquí en esta
provincia es muy importante, muy importante, reducir al mínimo, de ser posible
a la mitad, el número de obreros industriales que se tuvieron que ir a cortar
caña el pasado año.
De manera que esa es la explicación para
los trabajadores de esta cuestión que se ha estado debatiendo. La otra
alternativa... Porque algunos plantean los inconvenientes que tienen, pero
nadie plantea la solución del problema. ¿Qué hacemos? ¿No hacer zafra? La medida, desde luego, no es ningún tipo de
medida desesperada. Es una medida
racional y perfectamente aplicable a las condiciones ya de la provincia. En las demás provincias tendrá que ser más
limitado. Pero lo único incuestionable
es que tenemos que hacer la zafra.
Alrededor de todo esto van unidas otras
cosas. Recordábamos la ocasión anterior, aquel acto de la CTC en que nosotros
tuvimos que pasar por aquel desagradable momento en que tuvimos que argumentar
frente a una enorme masa de delegados de los trabajadores que pedían los cuatro
turnos. Y en esta ocasión nosotros también tenemos que aclarar algunas
cuestiones en las que vamos a discrepar también, si no de todos, de una parte
de la población. Y son las siguientes
cuestiones que han estado esperando definiciones, ha habido algunas conclusiones
o algunas cosas, y yo con toda sinceridad las voy a expresar.
Una de ellas se refiere a las fiestas. Se
han oído rumores, teorías sobre si la fiesta es ahora o si la fiesta es en
julio. Ahí se habló de la primera vez
que yo hablé del problema, en que habíamos dicho que no queríamos cambiar las
tradiciones y que las máquinas algún día tendrían que venir para restablecer
las tradiciones del país. Después se
volvió a hablar del problema de que tendríamos las fiestas a fines de año. Eso es lo que se dijo.
Sobre estas cosas que se hayan dicho o
no, en realidad las cosas que nosotros decimos con las mejores intenciones del
mundo y en cualquier instante, la objetividad de lo que se diga es
independiente de la honestidad con que se diga.
Nosotros tratamos de decir cosas objetivas y siempre honestas. Quiero decir con esto que lo que uno dice no
se convierte por ahí en una ley ni mucho menos, ni en un mandato. No.
Nosotros tratamos de encontrar la fórmula de exponer los problemas. Eso se dijo.
Voy a volver a hablar del problema en esto.
Entonces, algunos decían: “¿Hay o no hay la fiesta este año?” Este año, en nuestra opinión —voy a empezar
por delante a decirlo—, creemos que la fiesta debemos hacerla igual que el año
pasado, igual que el año pasado.
Este año hay, desde luego, vacaciones. Las que les tocan a los obreros en muchas
fábricas, se han organizado y van esas vacaciones. Es decir, las vacaciones esas anuales, que se
dividieron, el año pasado se habían pospuesto; eso no se altera: sigue la cosa de las vacaciones.
Creo que educación tiene también unos
días a fines de año, que es el día que se van a reunir los maestros
también.
Ahora, nosotros creemos que es una
ilusión si tratamos de rehuir a la realidad, y sería realmente una debilidad, y
sería una política de avestruz, y sería incluso una cobardía y sería una
indignidad que nosotros viniéramos aquí a decir: “No, bueno, puesto que mucha gente lo piensa,
y hay embullo por aquí y por allá por las fiestas...”, y puesto que es muy
desagradable el papel de aguafiestas, y ser abogado de las cosas que
desagradan, entonces rehuir esa responsabilidad. Y yo les digo sinceramente que jamás en mi
vida haré eso, jamás.
Y debo decirles con toda seguridad lo que
creo sobre este problema. Ya nosotros
hemos empezado la zafra y estamos atrasados en la zafra. Nosotros tenemos algo más de 5 000 millones
de arrobas de caña, no obstante la gran sequía que hubo. Es decir que hay caña para alrededor de 7
millones de toneladas de azúcar; y 7 millones de toneladas de azúcar es lo
mínimo que el país necesita, alrededor de 7 millones; alrededor de 7 millones
es la cifra mínima que el país necesita.
Son realidades, y ustedes los obreros lo saben bien, y ustedes los
compañeros que han discutido en esta asamblea saben cuántas necesidades tiene
el país.
Desde luego, nosotros no podemos aspirar
a vivir de que nos regalen las cosas. ¿Y
qué alternativa tenemos nosotros de producir ese azúcar? Mínima.
Aun con los incumplimientos que tenemos. Nadie crea que haciendo 7
millones cumplimos espléndidamente todas las obligaciones. No.
Tenemos grandes desbalances; sobre todo tenemos grandes desbalances con
la Unión Soviética. Es decir que las necesidades de nuestro país han llegado a
un nivel de 7 millones, si queremos tener unas cantidades de pan, combustible,
alumbrarnos, esa electricidad que está consumiendo el país, el desarrollo del
país. Mínimo, mínimo, 7 millones; y 7
millones tienen grandes desbalances. Y
si bien puede ser correcto que un país en un período de desarrollo tenga
desbalance —y tiene que tenerlo, y no tiene otro recurso que el desbalance—,
tiene que tenerlo, pero nuestros desbalances son grandes. Nuestros desbalances son grandes y con 7
millones son bien grandes nuestros desbalances.
Y este país tiene el azúcar, el níquel,
un poco de camarón y de langosta que se exporta, y el tabaco limitado, limitado
por los crecimientos del consumo y los descensos en la producción de Pinar del
Río, que a los compañeros de esa provincia lo menos que podemos pedirles es que
produzcan tabaco, a los trabajadores y a los campesinos de Pinar del Río; y que
recuperen los niveles y eleven la producción de tabaco, porque es un problema
que sabemos lo que es el tabaco y sus implicaciones, pero para nosotros tiene
una implicación económica también. Se ha
divulgado todo lo necesario la historia real y muy verídica de sus
consecuencias nocivas a la salud; a pesar de eso tenemos los líos en el consumo
interno y tenemos los líos en la exportación.
Es uno de los problemas que nosotros hemos planteado que lo discutan con
los trabajadores y planteen una política de precios con los trabajadores,
porque si no aquí en el reparto del cigarro hasta los vejigos andan con una
caja de cigarros, y otros las venden a cinco pesos por ahí, y cuatro pesos en
bolsa negra. Es preferible que se ponga
un precio, que establezca una regulación normal y que de todas maneras sirva
por lo menos para recaudar, nos ayude a salir de la situación inflacionaria de
exceso de circulante que tenemos en el país y que constituye un serio problema. Yo no digo los productos alimenticios
fundamentales (APLAUSOS).
A nosotros los obreros nos
plantean... Yo siempre me veo en un
dilema. Digo: “Bueno, si es un problema de cualquier otra
cosa...” Siempre uno tiene esa contradicción, porque cualquier otra cosa
hacemos lo imposible por resolverla; cuando llega el lío del cigarro es donde
nosotros tenemos un trauma de conciencia, porque decimos: “Bueno, si nosotros dijéramos ahora...” Sí, ahora se van a empezar a vender, ya
tienen un programa de venta de televisores, refrigeradores, ollas de presión,
todo a través de los centros de trabajo.
Bien. Pero si ahora nosotros
seguimos con el cigarro a través del centro de trabajo, ¿qué vamos a hacer,
matar a los obreros, promoverles a ello?
Vamos a buscarles todas las demás cosas; lo demás, que cada uno escoja y
que se establezca un limitante. Pero
racionar el tabaco es la cosa más difícil del mundo, porque a quién le toca y a
quién no le toca. Bueno, con gusto
nosotros podríamos decir: vamos a
meterlo en los centros de trabajo todos, ¿pero sería en conciencia una fórmula
correcta? ¿Vamos a promover el cáncer
dentro de los trabajadores? No. De verdad que es un problema distinto a
cualquier otro tipo de producto, a todo el esfuerzo por mejorar la
alimentación, los comedores obreros, todo eso.
Pero ya el otro es un problema de otra índole. Y, bueno, que lo discutan con los obreros, yo
creo que son los obreros los que deben tomar la decisión que quieran sobre este
problema, y les van a proponer un documento para que lo analicen. Esa es la cuestión.
Esa no puede ser una solución
administrativa, ese tiene que ser un problema que se decida producto del grado
de conciencia, de madurez que haya sobre estas cuestiones. Pero uno de los problemas es que tiene que
haber aumento de producción de tabaco en Pinar del Río, que lo del cáncer puede
ser para no fumarlo, no para no producirlo; no para no producirlo, porque
entonces sí que nos puede producir dolor de estómago el no producirlo y
privarnos de la salud también, porque el país tiene que invertir decenas de
millones de dólares en medicinas, solo en medicinas todos los años, y
necesitamos recursos para comprarlas. Y
bastantes dificultades ha tenido que pasar el país y bastantes, pero bastantes
esfuerzos ha tenido que hacer y bastantes tensiones que ha tenido que pasar el
país. Porque nosotros sí que no tenemos
fondo monetario que nos preste cuando el azúcar se pone a un centavo y
medio. Se ha mantenido el país por ahí
pagando escrupulosamente cada centavo teniendo en cuenta las necesidades de
divisa convertible, que nuestro país tiene que hacer todos los años, y que
sobre eso el enemigo ha dirigido sus principales golpes: para dificultarnos la venta del cobre, para
privarnos de divisas.
Entonces, lo del tabaco nos está
afectando en las divisas. Y lo menos que
podemos esperar de los pinareños es que produzcan tabaco (APLAUSOS).
De manera que nosotros necesitamos
alrededor de 7 millones. Y ya estamos
atrasados en la zafra, ¡ya estamos atrasados!
Centrales que tenían que haber arrancado no han arrancado. Estamos acumulando un atraso. Y el problema... Aquí no se trata de si un día o dos o tres
pueden afectar una zafra; no se trata de eso.
¿Podría ser un capricho?
Quisiéramos celebrar el Año Nuevo, el 1ro de Enero y el 2 de enero. ¡Sí, cómo no!
¿Y quién no lo quiere? ¿Acaso
tenemos el deseo de estarnos mortificando?
¿Quién no tiene el deseo? Pero,
¿es que acaso nosotros podemos permitirnos esos lujos, ahora en estas
situaciones?
Dije una vez que las máquinas tendrían
que venir en rescate de las tradiciones.
Pues yo creo que no, que no debieran venir en rescate de las
tradiciones. Lo digo sinceramente. Yo no voy a decidir sobre ningún problema de
estos ni mucho menos. Simplemente
explico los puntos de vista.
Pero, hay una realidad: ¿Hay tradiciones? ¡Sí!
¿Muy cristianas? ¡Sí! ¿Muy bellas?
¡Sí! ¿Muy poéticas? ¡Sí, cómo no!
¿Nos hemos educado en eso?
¡Sí! ¿Que cuando llegaba el 24
empezábamos a pasarnos hasta el arbolito de Navidad dando vueltas por la
cabeza? ¡Sí! Pero, señores, no estamos ni en Suecia, ni en
Bélgica, ni en Holanda. Estamos aquí, en
el Trópico. Las tradiciones nos las
trajeron de Europa, muy respetables si quieren, pero nos las trajeron. Entonces viene la realidad de este país: somos cañeros. No tenemos el golfo de Maracaibo de petróleo
allá abajo. ¡No! Hay petróleo y posibilidades de petróleo,
pero su trabajito cuesta encontrarlo y, además, extraerlo. Se está trabajando en eso, nadie se
piense... Ya no se hace como antes. Ahí han aparecido pozos con bastante
petróleo, pero ya no se ve el anuncio, ¿para qué? Para no crear ilusiones, porque un pozo no
hace un campo, un pozo no hace una riqueza.
Entonces, más bien la discreción petrolera para no despertar ilusiones, porque
una vez aquel pozo... Pues ahí salió uno
mucho más grande que ese, quiero que lo sepan.
Y ahí hay pozos grandes, grandes.
Pero, desde luego... Ojalá poco a
poco y afanosamente ir obteniendo algún petróleo nuestro.
Pero lo que quiero decir es que este país
es cañero, y la caña se cosecha en seca, en frío que digamos. Además, como tenemos lluvia la mitad del año
por lo menos, y como un central es una inversión muy costosa, y todos los
equipos de la zafra: trenes,
locomotoras, tractores, son inversiones muy costosas, si nosotros nos limitamos
a hacer zafra cuatro meses es ruinoso en la realidad. Hacían cuatro meses antes a costa del hambre
del pueblo y pagando los salarios que pagaban y teniendo a la gente sin médico,
sin escuelas, y descalzo todo el mundo en el campo. Los capitalistas se podían
permitir ese lujo, y cortaban nada más que tres meses porque tenían
limitaciones de mercado. Pero nosotros
en diciembre tenemos que cortar caña, y cuando tengamos los centrales bien
abastecidos de caña en todas partes ninguno empezará en enero: todos tendrán que empezar en diciembre.
Pero, ¿qué ocurre? Es que los meses óptimos de trabajo, por su
clima, la temperatura, el tiempo, la lluvia, son los meses en que en roturación
de tierras se adelanta bárbaramente, construcción de presas se adelanta
bárbaramente, construcción de caminos se adelanta bárbaramente. ¿Decenas de miles de máquinas cuánto
adelantan de noviembre en adelante?
Noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo, abril y mayo. Después se paran todas las máquinas, y se
paran las construcciones de presas, y se paran las construcciones de caminos, y
se paran las construcciones de todo tipo, y se para la zafra. Y únicamente que usted tenga un tractor casi anfibio
puede sacar la caña de los cañaverales.
Entonces, esa es la realidad.
¿Cuáles son los mejores meses de trabajo
desde el punto de vista del clima, del producto principal del país, de las
construcciones? De noviembre a
mayo. Los que pusieron la tradición... Miren:
si nos hubieran puesto el 24 de julio la Nochebuena, nosotros estaríamos
encantados, no protestaríamos. Pero le
han puesto universalmente la misma tradición a todo el mundo. Entonces, ¿estamos obligados? ¿Las condiciones del capitalismo son
iguales? ¿Y tenemos que ponernos de
rodillas frente a determinadas tradiciones?
Las tradiciones son, sí, históricas:
vienen de atrás, pero también son un fenómeno subjetivo. Y nosotros podemos cambiar una por otra. Digo que aun cuando haya máquinas, me
pregunto si nosotros podremos interrumpir el trabajo en el mes de diciembre; me
lo pregunto así, honradamente, aun cuando haya máquinas (APLAUSOS PROLONGADOS Y
EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).
Y nosotros algún día, algún día hasta los
Reyes los pasaremos para julio. Porque
en realidad el día del niño en este país...
¡Los niños nacieron en este país el día que comenzó la Revolución en
este país! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Antes, en realidad, eran los Reyes de los ricos, y los muchachos de las
familias pobres se morían en pueblos y ciudades y en todas partes de
poliomielitis, de gastroenteritis, de tétano y de todas las epidemias y de
todos los males habidos y por haber y de hambre. Claro está que eso, desde luego, cuando
podamos hacerlo, el día que podamos repetir dos, el día que podamos repetir
dos. Ahora están los juguetes y todas
las demás cosas.
De manera que no me tomen a mí... Bueno, si me quieren tomar los gusanos por un
blasfemo que me tomen si les da la gana, qué demonios (RISAS).
Entonces, esas son las realidades, que es
un pueblo revolucionario. No vendrán a
inventar ahora que nosotros somos unos superdogmáticos, que queremos las
tradiciones cambiarlas. ¡No! Lo que somos es revolucionarios. Somos revolucionarios y nos paramos delante
de cualquier cosa y la analizamos, porque no estamos obligados a creer en
nada. Estamos obligados a pensar, a
razonar, a hacer lo que más les convenga a nuestro pueblo y a la
humanidad. ¡Ese es nuestro deber fundamental! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y que nadie lo tome como una vanagloria
revolucionaria que nosotros hablemos de julio.
Hablamos de julio, sencillamente, porque julio es el mes de verdad bueno
para vacaciones, y para fiestas, y para todo.
Sí: es el mes en que entonces
vienen las lluvias en general, no pueden trabajar las máquinas, no pueden
trabajar los obreros de la construcción, no se puede trabajar en presas, en
caminos, no se puede hacer la zafra, no se puede hacer nada, hace calor. Hay que ver lo que un hombre trabajando en
ese mes sufre comparado con diciembre.
Todos han tenido que hacer algún trabajo físico, y saben que los meses
estos son los mejores meses para trabajar, dondequiera, lo mismo en una
fábrica, que en la caña, que en el campo, que en una construcción, que en
cualquier parte; lo saben. Y que julio
es mes húmedo, mes de calor, mes de playa, mes de parque, mes de todo.
Hagamos parques, hagamos centros de
recreación, creemos todas las condiciones.
Creemos las condiciones. Son
pocas todavía, son muy pocas, pero algunas las estamos haciendo y las vamos a
seguir haciendo con el esfuerzo de todos.
Y entonces: mes de vacaciones de los muchachos, mes de
vacaciones de los padres, mes de descanso casi de todo el mundo. Pues podemos tener ese mes, julio, y si no
alcanza... Bueno, un mes, podemos tener
un buen mes, con su 24, su 26, su 28, su 30, su 6, su todo. ¡Más fiesta incluso! Si quieren:
¡El doble! Nadie está contra las
fiestas, no señor, nadie está. Pero
vamos a poner las cosas en orden: no hay
nada eterno, ¿no?, no sabemos si puede haber otra circunstancia cambiante. Pero en realidad me luce a mí a largo plazo,
en realidad. Y por eso más claramente,
lo veo con más claridad.
A mí ustedes saben que no me gusta andar
diciendo cosas poco a poco. Si yo alguna
vez dije algo, y no expresé completa una idea, fue sencillamente porque todavía
no la vi con toda claridad en un momento determinado. Y entonces, la vemos con toda claridad, la
estamos viendo, la estamos palpando, la estamos sintiendo.
La economía esta es nuestra economía, es
la economía del pueblo; no es de los monopolios, no es de los magnates. Nadie ahora... Ellos podrán tratar de reventarnos por allá,
por fuera, pero aquí somos nosotros. Tenemos esas fábricas, esas instalaciones,
son nuestras, producen para el pueblo. Nuestro deber es sacar lo más de ellas,
lo más posible, lo mejor posible, cuidarlas, optimizar todo nuestro esfuerzo
económico. Es que no es fácil, desde
luego, y quizás es una tarea peliaguda, una tarea difícil encontrar todos los
resortes, los mecanismos, crear las coordinaciones, la cooperación, coordinar
el esfuerzo de una manera óptima. Para
eso se requiere gran cantidad de esfuerzo de todo el mundo.
Había otro problema también que se
hablaba, como consecuencia en este caso no de interpretación, sino de un
planteamiento que nosotros hicimos una o dos veces, que se refería al problema
de la reforma urbana y que nosotros lo dijimos con relación a 1970, y algunos
han estado preguntándose. También los
compañeros de la reforma urbana empezaron allí ya: pues dejaron de imprimir hasta recibos. Y yo dije:
pero, ¿cómo ustedes hacen eso?
Este es un problema económico serio.
Bueno: ¿Qué es lo que está
comprometido aquí? ¿Mi palabra? ¿Mi prestigio? Bueno, eso no es lo que importa, ese no es el
problema, no se trata de eso. Así que
qué problema nosotros tenemos hoy:
¿Debemos o no debemos adoptar esa medida? Y en realidad nosotros no debemos adoptar esa
medida. ¿Por qué? Se explicaba, si no existieran todas las
demás circunstancias que estábamos planteando anteriormente, del trabajo, de la
productividad, de la riqueza.
Tenemos un enorme exceso de circulante,
de dinero en la calle, un enorme exceso de circulante en la calle (APLAUSOS).
Un país no puede andar creando ilusiones.
Las riquezas no se crean mediante leyes ni mediante decretos. Usted, mediante un decreto, puede repartir lo
que hay; mediante ningún decreto puede repartir lo que no hay.
¿Más dinero en la calle para qué? Aumenta la caja de cigarro esa de bolsa
negra, del que la coge por ahí, que no se la fuma, y la cambia por arroz, y la
vende más cara. Y fomentamos el vicio
con eso.
La Revolución se ha preocupado de muchas
cuestiones muy justas, como es el caso de los jubilados que tenían una pensión
muy baja: 10, 15 pesos; las ha puesto en
60. Hay ciertos límites en que sí a la
gente no le sobra; fíjense, hay ciertos límites.
El problema no está en las personas que
están en esos límites, sino en aquellos donde hay gran exceso de
circulante. Promueven, pues, un
correcorre, todo se hace más difícil.
Nosotros lo que sí creemos que hay una
situación: que el ministerio ha
estudiado toda una serie de casos y hay familias que tienen menos de 25 pesos
per cápita en el núcleo; es decir que son siete y el salario que entra es menos
de 25 pesos, y no les alcanza para sacar lo que les toca. Entonces, lo que nosotros creemos que sí
debemos hacer es tener en cuenta esa situación, que no es un montante
grande. Lo otro puede elevarse a 70 u 80
millones. Esto puede ser 10, una
cantidad limitada, más limitada, que sí puede ser, no se convierte en un...
Porque hay gente, puede haber, que hasta compra algo, lo saca y lo vende
después; para poder comprar tres cosas, nada más puede comprar dos. .
Que nosotros apliquemos, a través no de
una ley, sino a través del Ministerio del Trabajo, y tal como se hace en los
casos en que el ministerio, a través de la legislación social, de la asistencia
social, casos por ejemplo de mujeres que se han quedado viudas, esposas digamos
de un chofer de alquiler que no está en una jubilación, por ejemplo, ha muerto,
se han quedado desamparadas. Y existe un
principio en el cual el ministerio, a todos esos casos los ayuda. Y que el ministerio le proponga que, dentro
de la legislación existente, haga un estudio de los casos de trabajadores. Y, por supuesto, cuando decimos trabajadores
es cumplidores. Y una medida que
beneficie a los trabajadores cumplidores, donde no haya casos de parasitismo;
es decir que sean trabajadores, núcleos proletarios, que estén en la situación
en que tengan menos de 25 pesos per cápita, y entonces le proponga al
ministerio, a través de asistencia social, a la reforma urbana estos casos,
para que sí los exonere del pago del alquiler (APLAUSOS).
Nos parece que esa es una cosa justa, y a
nosotros nos alegra mucho saber que ustedes han tenido esa reacción y ese
apoyo, lógico por demás, precisamente por el carácter obrero de ustedes, con
relación a estos problemas.
En realidad son las cosas... Había algunos compañeros preocupados por
estos problemas, y me decían, el mismo Risquet me decía: “Tú tienes que estar diciendo cosas
desagradables.” Digo: Sí, yo tengo que
estar aguando fiestas. Yo en realidad no
voy a aguar la fiesta de un obrero.
Puede haber un obrero que sí, de buena fe... Porque es que hay hasta los reflejos
condicionados.
Yo había estado en muchas fábricas, y
no... El problema me sorprende, porque después algunos compañeros me lo dicen,
y digo: qué raro que hemos hablado
tantos problemas y no se ha planteado.
Pero parece que de un día para otro, del 30 al día 1ro, se puso a la
orden del día este problema, y en el interior se puso más.
En realidad les voy a decir una
cosa: Esta zafra es más corta, tiene que
ser más corta, lo que va a tener más rendimiento en azúcar, desde luego, y ya
está teniendo más rendimiento en azúcar.
Pero, miren, el problema, como yo les
decía que si el problema fuera dos o tres días.
¿Pero qué nos ocurre a nosotros?
Cuando hacemos una interrupción, eso es terrible: los trenes esos se llenan; las estaciones se
vuelven un infierno, de ómnibus, de ferrocarril, de todo; el viaje de un lado
para otro de este país, más que aquí hay orientales cantidad, en La Habana, y
todo el mundo tiene un pariente. Las dos provincias más emparentadas son La
Habana y Oriente (RISAS). Entonces, todo
el mundo viaja de un lado para otro, y no se restablece el trabajo; ese es el
problema: no se restablece el
trabajo.
Yo no sé si algún día... Bueno, es el problema. Cuando nosotros tendremos condiciones de
restablecer el trabajo, digo: señores,
paramos tres días. ¡Pra!, tres días, y a
las 72 horas todo el mundo: ¡Ra! ¿Cuándo será?
Entonces, podremos celebrar el 2 de enero, podremos. Pero, mientras tanto no lo celebramos.
¿Nosotros acaso no pudiéramos sentir el
deseo de hacerlo? ¿No? ¿No es natural y lógico de todos los
revolucionarios, de todo el mundo?
Bueno, pues sencillamente nosotros entendemos que nos sentimos más
tranquilos, más satisfechos, más felices, ese día, yendo al cañaveral.
Por eso nosotros planteamos que no haya
conmemoración tampoco el 2 de enero.
Vamos a dejar julio, conmemoramos julio.
Mientras tanto no podemos, porque no podemos decir: vamos a parar tres días, vamos a parar tres
días: el 31, el 1ro y el 2, y el 3
estamos allí todo el mundo a las 6:00 de la mañana. Es que en realidad con nuestros problemas de
transporte, nuestros problemas de organización, todavía no podemos hacer eso,
¡no podemos hacerlo!
Y para que se entienda bien: nosotros creemos que el día que haya niveles
de organización y otras condiciones totalmente distintas, si a ustedes les
parece, entonces creo que se podrá hacer una celebración de ese tipo, se podrá
hacer. Ya eso es de otra índole, porque
tiene que ver hasta con nuestra propia cosa revolucionaria. El día que se pueda decir: se para tres días. Y eso no quitaría las fiestas de julio, eso
no quitaría las fiestas de julio.
Pero nosotros estamos lejos por ahora de
poder garantizar eso. Y en eso consiste el problema: que tenemos demasiada experiencia de lo que
son las parálisis. Y la tuvimos, la
tuvimos incluso en estas fiestas de julio.
No vayan a creer que se acabaron en julio.
Yo les digo que ciertas cantidades de
caña que tenían que sembrarse en todas las provincias no se sembraron. Por ahí hay datos de cuáles eran las
metas. Y Pinar del Río creo que tenía
300 y tenía sembradas 86 en noviembre 30; La Habana 1 565 y ya tenía 787 en
noviembre 30; Matanzas se había propuesto 1 100 y tenía 500; Las Villas 2 500 y
tenía 804; Camagüey 2 250 y tenía 634, y Oriente 3 527 y tenía 927.
Arriba de eso, sobre todo en la provincia
de Oriente las fiestas fueron largas.
Los carnavales empezaron por Santiago —por eso yo decía en broma que los
santiagueros eran fiesteros—, pero cuando se acabaron los carnavales en
Santiago empezaron en Manzanillo, y cuando se acabaron en Manzanillo siguieron
en Bayamo, y cuando se acabaron en Bayamo siguieron en Holguín, y cuando se
acabaron en Holguín terminaron en Las Tunas. ¿Saben cuándo fueron los
carnavales en Las Tunas? En
octubre. Han estado casi tres meses de
fiesta. Claro, no todos los obreros ni
mucho menos.
Pero, había que roturar, había que
trabajar, había que construir, había que trabajar en el plan de arroz, en la
caña, en montones de cosas.
Y hubo quienes estuvieron de fiesta en
Santiago, en Manzanillo, en Bayamo, en Holguín y en Las Tunas.
(UN OBRERO LE DICE: “Aquí lo que hay que producir más cada
día. Yo no cogí vacaciones, y sigo
manteniéndome como sea.”) (APLAUSOS.)
Nosotros no tenemos la menor duda de los
trabajadores de la “Héctor Pavón”, porque te mandaron a ti aquí, que eres un
buen representante del espíritu de los trabajadores aquellos de allí
(APLAUSOS).
Pero ocurrió. Y sobre todo en la
maquinaria. ¿Dónde tenemos menos disciplina?
En el campo tenemos menos disciplina.
En una industria siempre hay más disciplina, pero en los trabajos de
construcción, en la maquinaria agrícola.
No es el obrero ya con un hábito, una tradición de disciplina; es más
suelto. Y está el mecánico que tiene que
reparar algo, y si hay fiestas por los alrededores... Ustedes lo saben. Si está en un plan de caña o de arroz por el
medio y suenan las maracas por allá por Manzanillo y después suenan por Bayamo
a los cuatro vientos... Y el embullo de
los que van para la fiesta.
Esa es la realidad, esa es nuestra
experiencia. ¿Vamos a cerrar los ojos a
estas realidades?
Entonces, mantendrán las vacaciones los
obreros, los que les toque, los que les corresponda, todo. Pero debemos guardar... Además, señores, el turrón se compra con
azúcar, con azúcar, y el vino se compra con azúcar, y todas esas cosas. Son realidades.
Nosotros daremos una gran prueba
realmente de seriedad, de valentía, todo el pueblo, de actitud digna para
encarar problemas, haciendo estas cosas que se están planteando.
Los administradores, los ministerios, los
organismos, todos tienen una tarea difícil.
El problema consiste en esto: no
destruir el trabajo que hemos hecho, no echarlo por tierra, que hagamos la
zafra y que no nos vuelva a pasar lo del año pasado: que no se nos pare ni un centro de acopio en
montaje ni una obra en producción, que no se nos pare ninguna fábrica. Incluso el año pasado se pararon
fábricas. No deben pararse. Se paró la fábrica de “Amancio”, la fábrica
que hacía material para todos los pizarrones de las escuelas; se para la
fábrica de La Salud, se para la fábrica de por allá de La Esperanza, de bagazo,
y después lo necesitamos; se para la fábrica “Casio Martínez”, donde hacen los
sanitarios para la construcción.
No debemos parar algunas fábricas, es
malo parar una fábrica.
Después para echarla a andar cuesta
trabajo: los obreros tienen la impresión
de que no fuera buena su industria, que no tuviera importancia social; les
afecta moralmente.
Entonces, nosotros podemos unas no
tocarlas por su importancia; otras, hacer un esfuerzo con la cosa de la
productividad; unas sacarles más; otras, menos.
Pero fábricas paradas no debemos tener, porque aquí no hay ninguna
fábrica que no juegue un papel. Y en una
provincia no se debe tomar la decisión de que aquella fábrica no es importante,
porque si nos paran una fábrica de pizarrones después viene educación a
principios de año necesitando 10 000 pizarrones y los maestros necesitando
pizarrones. Entonces, no se puede parar una fábrica, esas si son medidas
desesperadas.
Entonces, hay que ajustar, reajustar,
racionalizar, cada acto pensarlo.
Es imposible dar una directriz. Sobre eso los compañeros de la Junta han
estado dando directrices. Pero ahí sí que tienen que resolverlo entre los
obreros, la administración, el ministerio, todos analizando: qué hacemos aquí, qué hacemos allá, qué
hacemos en este caso, qué hacemos en este otro caso.
Y de verdad que el criterio es que todos
debemos de tomar estos problemas en serio, todos debemos tomarlo como asunto
nuestro.
No se plantea nada que todos no debamos
estar en situación de hacer. Y yo les
puedo decir aquí, en nombre de todos los compañeros, que nosotros estamos
dispuestos a hacer las mismas cosas que le estamos proponiendo a cualquier
obrero, las mismas cosas que les estamos proponiendo a los trabajadores. Si fuera posible más, más; pero por lo menos
las mismas cosas.
Y todos nosotros, obreros no calificados
y dedicados en general a trabajos intelectuales, nos ofrecemos gustosamente a
participar con ustedes en todas las tareas que sean necesarias, ¡en todas las
tareas que sean necesarias! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Eso es todo lo que nosotros teníamos que
expresarles.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION.)