DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE RECIBIMIENTO A LOS ONCE
PESCADORES SECUESTRADOS, EFECTUADO FRENTE AL EDIFICIO DE LA EXEMBAJADA DE LOS
ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMERICA EN CUBA, EL 19 DE MAYO DE 1970.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Compañeros
pescadores;
compañeros
trabajadores;
Campesinos;
Estudiantes:
Hace aproximadamente 48 horas, en este mismo sitio se
reunía el pueblo para expresar sus sentimientos y su decisión. En aquellos instantes escuchábamos hablar a
distintas madres, y entre ellas madres de los pescadores, que en aquellos
momentos vivían bajo la angustia de lo que los mercenarios criminales fueran
capaces de hacerles a sus hijos.
Sin embargo, desde el primer instante hubo la
seguridad de que esta batalla se ganaría, desde el primer instante hubo la
seguridad de que esos pescadores regresarían sanos y salvos a nuestra patria y
que serían devueltos sin condiciones de ninguna clase.
Desde el primer instante se le advirtió al responsable
principal de estos hechos —que es el gobierno de Estados Unidos— de que lo
hacíamos en absoluto responsable de la vida de esos 11 pescadores, o de lo
contrario tendrían que asumir también la responsabilidad de cualquier medida
que en cualquier terreno el pueblo de Cuba se viera en la necesidad de adoptar
si los pescadores eran asesinados.
En general nuestro pueblo ha aprendido mucho de
política en estos tiempos, y ha aprendido mucho de cuestiones internacionales y
ha aprendido a saber qué es lo que hay detrás de cada cosa y qué es lo que hay
que hacer en cada caso.
La acción se dirigió en primer lugar a señalar la
responsabilidad del gobierno imperialista de Estados Unidos, a señalar la
responsabilidad del gobierno de Inglaterra —responsabilidad que en este caso no
se deriva de una política hostil por parte del gobierno de este último país
hacía Cuba, sino por las circunstancias de que las posesiones inglesas de las
Bahamas han sido utilizadas reiteradamente como guarida, como punto de escala
de los elementos mercenarios al servicio de la CIA para perpetrar las fechorías
contra nuestro país.
Los mercenarios que desembarcaron en Baracoa se habían
entrenado en la Florida. Esos
mercenarios —como hemos dicho en otras ocasiones— habían intentado llegar en el
mes de enero; tuvieron algunas dificultades en las proximidades de Guantánamo; fueron
rescatados allí por la marina yanki, enviados de nuevo a Estados Unidos;
continuaron su entrenamiento en campamentos que eran visitados por agentes de
la CIA y del FBI, y algunas semanas después volvieron para desembarcar por
Baracoa. Ellos salieron de la Florida e
hicieron escala en Cayo Anguila.
Nosotros conocemos numerosísimos puntos que en un
instante u otro han sido utilizados como escala intermedia entre la Florida y
Cuba por los agentes de la CIA.
De manera que primero era precisar la responsabilidad
de tipo internacional de cada cual.
Lógicamente, el objetivo número uno, el objetivo
fundamental era la devolución de los pescadores sanos y salvos sin condición
alguna. Nuestras unidades navales se
movilizaron; hicimos un cálculo del lugar más o menos, o de la dirección, o en
qué dirección ellos tratarían de ocultarse.
La tarea era difícil (la de localizar esos elementos), porque se trata
de un gran número —cientos de islas y cayos—, y sobre todo la circunstancia de
que se trata de un territorio extranjero, y nosotros considerábamos nuestro
deber primero solicitar de las autoridades del gobierno con jurisdicción sobre
ese territorio que tomara las medidas pertinentes del caso, a fin de localizar
a los mercenarios y rescatar a los pescadores.
Nosotros estábamos completamente seguros de que no
habían regresado a la Florida. Todo el
mundo sabía eso, porque nosotros sabemos perfectamente cómo opera la CIA. La invasión de Girón no salió de la Florida. Se entrenaron en Guatemala, salieron de
Nicaragua, vinieron escoltados por barcos yankis hasta las cercanías de
nuestras costas. Los ataques piratas
muchas veces no salían de la Florida.
Ellos tenían bases en Centroamérica, y tenían los barcos-madre, que hacían
escala de vez en cuando en la Florida, pero realizaban las acciones desde bases
que tenían en territorio de otros países.
Todo el mundo conoce la clásica hipocresía y el
cinismo del imperialismo, cómo trata de guardar algunas veces ciertas formas,
para que los imputen directamente, como si eso cambiara en algo la esencia, como
si cambiara en algo la esencia de que salieran de la Florida o salieran de las
costas de cualquier gobierno títere de América Latina. Y así organizaron Girón e hicieron todas las
cosas.
Además, sabemos también cómo mienten
descaradamente.
Inmediatamente empezó a decir el señor McCloskey que
tenía razones suficientes para asegurar que no estaban en la Florida. ¿Por qué sabía el señor McCloskey que no
estaban en la Florida? Porque sabían
dónde estaban sencillamente, sabían en qué lugar estaban y que no eran las
costas de Estados Unidos.
Eso nos recordaba cuando lo de Girón. Nos bombardean con aviones B-26 al amanecer
del 17 de abril de 1961 e inmediatamente salen las agencias cablegráficas
diciendo que una parte de la aviación cubana se había sublevado, había
bombardeado los aeropuertos y había aterrizado después en Miami.
Y el señor Stevenson, entonces representante de
Estados Unidos ante Naciones Unidas, repitió exactamente ese mismo parte de que
aviones cubanos se habían sublevado y habían atacado las bases y habían
aterrizado en la Florida.
Nos sabemos de memoria ya de tal manera todos los
procedimientos, toda la socarronería y todos los filisteísmos de los
imperialistas, que inmediatamente adivinamos más o menos cómo se van
moviendo.
Eso para nosotros indicaba con toda claridad de que,
aunque los mercenarios habían salido de la Florida, los pescadores estaban
secuestrados en algunos de los cayos o islas de las Bahamas.
Desde luego que cuando McCloskey decía que no estaban
en la Florida, estaba acusando indirectamente indicando que estaban en cayos
ingleses, porque por todo ese territorio lo que no es americano es inglés, en
todo ese territorio. Y McCloskey quería
decir que estaban ya en otro lugar; no estaban en Estados Unidos —aseguraba
él.
En la nota del Gobierno Revolucionario, planteaba la
implicación que podían tener las autoridades inglesas, o la responsabilidad
—más que implicación— que podían tener las autoridades inglesas.
Ciertamente nosotros no considerábamos que el gobierno
de Inglaterra fuese responsable o fuera organizador de esta fechoría.
Aunque los ingleses son antecesores de los
norteamericanos... Vamos a no llamarles
yankis, porque yankis son los imperialistas, y en el pueblo norteamericano hay
muchos combatientes hoy contra la lucha de Viet Nam, combatientes
revolucionarios, por lo tanto no podemos identificarlos (APLAUSOS). Pero sí pudiéramos decir que los
colonialistas británicos fueron los padres de los imperialistas yankis en el
sentido espiritual, en el sentido político.
Pero no hay duda de que, como quiera que sea, es un
país que tiene un poco más de madurez política y un poco más de cordura en sus
acciones.
La historia inglesa es conocida por muchos de nuestros
estudiantes y por nuestro pueblo y tuvo distintas fases y etapas.
Ellos inventaron en un tiempo la piratería, después
fueron poco a poco combatiendo la piratería.
Ellos llevaron a cabo, desarrollaron la esclavitud; en un momento dado
sus intereses chocaban con el tráfico de esclavos. Y así sucesivamente hay una serie de
historias. Pero hay una tradición en
toda la política inglesa.
Pero fundamentalmente ellos no tienen con nuestro país
ningún problema, no tienen problema de ninguna índole. Es incuestionable que la utilización de esas
bases en territorio inglés es un pequeño “favor” —entre comillas— que les hacen
sus aliados los yankis, es un “favor” de esos que les hacen sin consideración
de ninguna clase. Es decir, los implican
en contra de su voluntad en tales fechorías.
Esto que hacen los yankis lo hacen con todo el
mundo. Lo hicieron con México: le reclutaron tranquilamente un funcionario
de la embajada mexicana en Cuba. Y
constantemente estaba pasando cables e informes allá, realizando espionaje
descarado de acuerdo con la CIA.
A sus amigos, los mexicanos, pues los yankis les
colaron un agente, les reclutaron un funcionario. Solo que nosotros desde el primer día
veníamos llevando ya el récord de todos los mensajes con clave y todo, y sabíamos
lo que venía haciendo el individuo.
A los ingleses, con una evidente falta de
consideración, los imperialistas los implican en sus fechorías contra
Cuba.
Algunos elementos mal intencionados, alguna agencia
cablegráfica que voy a citarla bien claro, que se llama la Reuter... Esa agencia se caracteriza porque una buena
parte o por lo menos por lo general los periodistas que mandan aquí están
reclutados por la CIA también, son espías, son agentes enemigos; no les quepa a
ustedes la menor duda, nosotros conocemos bien a toda esta gente. Ese individuo ha estado envenenando desde que
empezaron estas manifestaciones. Pero
entre otras cosas, decía que nosotros estábamos amenazando al gobierno de
Inglaterra.
Al día siguiente, conversamos con el embajador inglés
y le explicamos que nosotros no teníamos la menor intención de amenazar a
nadie; pero que nosotros no podíamos, ante la opinión pública, dejar de señalar
la posibilidad de que estuvieran allí también los pescadores, y los
conocimientos que teníamos de que habían sido utilizadas esas islas reiteradas
veces para acciones contra Cuba.
El embajador inglés explicaba que eran muchas islas y
que no resultaba fácil custodiarlas. Y
nosotros le dijimos: hay una solución
para que el problema se resuelva en 24 horas:
que el gobierno inglés llame al gobierno de Estados Unidos y le pregunte
dónde están los pescadores, porque ellos saben dónde están los pescadores
(APLAUSOS). De manera que si el gobierno
de Estados Unidos no tiene menos consideración por Inglaterra que por la
pandilla de desalmados que han realizado esta fechoría, evidentemente
instigados por ellos, patrocinados por ellos, pues con seguridad el gobierno de
Estados Unidos tendrá que decirles dónde están los pescadores. Y entonces ustedes, sabiendo el lugar exacto,
mandan allí un helicóptero y traen a los pescadores.
Ignoro, desde luego, qué acciones, qué comunicaciones,
qué actitud adoptó en ese sentido el gobierno de Inglaterra.
Nosotros debemos señalar, desde luego, que la actitud
del embajador inglés fue respetuosa, fue en todo momento atenta y en realidad
amistosa. Nosotros no tenemos —ya que
estamos refiriendo esta anécdota— ninguna queja que exponer acerca de la
actuación del embajador inglés en esta cuestión. Y sabemos que se tomó el mayor interés en
prestarle la debida atención que merecía este caso por sus posibles
implicaciones.
De manera que se fue llevando a cabo la acción
diplomática. Y la cosa estaba bien clara
ya: la responsabilidad fundamental
estaba en el gobierno de Estados Unidos, pero el gobierno de Inglaterra
resultaba implicado por estas actividades.
Debemos decir que en Bahamas, posesiones inglesas, hay
un gobierno con cierta autonomía y un gobernador inglés. Debemos decir que no tenemos el mismo
concepto del gobernador inglés en Bahamas que del embajador inglés en
Cuba.
Bahamas está muy cerca de Estados Unidos. Aquello es un universo de casinos, de
garitos, casas de juego.
Calcúlense: allá van casi un millón
de turistas norteamericanos todos los años.
Allá hay verdaderos imperios gangsteriles. Cuanto brilla en el hampa en Estados Unidos
tiene negocios allí en los casinos de Bahamas, lo mismo que en un tiempo los
tuvieron aquí en Cuba. Y explotan todos
los negocios, desde la prostitución, el juego, el contrabando.
Y hay que decir que nosotros sabemos que el gobernador
inglés de Bahamas, entre otras cosas es un mentiroso —¡un mentiroso!—, porque
declaró que allí no había nadie, y ahora aquí los pescadores han dicho en qué
cayo exactamente estaban; rechazó categóricamente las acusaciones del gobierno
cubano que demostraron ser absolutamente ciertas. Y nosotros sabemos que el señor gobernador
inglés de Bahamas ha sido tolerante con estas fechorías, y que el gobernador
inglés de Bahamas sabe perfectamente que la CIA ha estado usando y los
elementos mercenarios a su servicio han estado usando distintas posesiones de
esas islas.
Quiero en esto señalar responsabilidades prácticamente
individuales, actitudes distintas del gobernador inglés y del embajador
inglés.
A la vez nosotros no consideramos responsabilizado al
gobierno de Inglaterra, como responsables conscientes de las actividades del
gobernador inglés en Bahamas. Son a
nuestro juicio responsabilidades de un funcionario determinado, aunque no por
ello deja de implicar la responsabilidad del gobierno de Inglaterra. Porque si el gobierno de ese país tiene
determinadas posesiones, no es una excusa suficiente decir que no existen
suficientes barcos o suficientes medios para cuidar esa isla. Ese argumento no tiene ninguna validez, ese
argumento no tiene ninguna seriedad. Lo
decimos.
Si tienen posesiones y no las pueden cuidar, entonces
que les den la independencia a esas posesiones, ¡que les den la independencia a
esas posesiones! (APLAUSOS), y por lo
menos que haya un gobierno que se responsabilice con las cosas que allí
ocurren.
De manera que no se puede justificar ese
pretexto.
A nosotros no nos interesan esos cayos. Pero si ellos no los pueden cuidar, entonces
nosotros nos ofrecemos gustosamente para cuidar esos cayos, por lo menos frente
a los mercenarios (APLAUSOS).
De manera que esto no admite vuelta de hoja, esto no
admite vuelta de hoja: no se puede
eludir la responsabilidad por parte del gobierno inglés para que no se usen
esos cayos contra nuestro país. ¡Y
nosotros no amenazamos ni mucho menos!
Nosotros estamos situando las cosas en sus justos términos. Estamos señalando la responsabilidad que
tienen de cuidar esos cayos.
Pero, además, ni siquiera el gobierno inglés necesita
tantos aviones o tantos helicópteros. El
gobierno inglés es aliado de Estados Unidos en la OTAN. Y nosotros no creemos que el gobierno inglés
posea tan poca influencia con relación al gobierno de Estados Unidos como para
no poder exigirle que lo deje de estar involucrando en problemas relacionados
con nuestro país.
Inglaterra y Estados Unidos son aliados de la
OTAN. Y entendemos que el gobierno
inglés debe exigirle al gobierno de Estados Unidos que esas islas no sigan
siendo utilizadas de base para estar atacando a nuestro país.
Ello no quiere decir que sean los únicos lugares que
usa la CIA. Hay un montón de países y de
gobiernos satélites constantemente prestándose a esas fechorías. Pero los tiempos van cambiando y las circunstancias
van cambiando. Y deben ir sabiendo todos
aquellos que se presten a facilitarles bases a los mercenarios que Cuba no va a
adoptar una política cruzada de brazos, que Cuba no va a adoptar una política
pasiva (APLAUSOS).
Desgraciadamente nuestro país no posee una aviación de
largo radio de acción. Estoy seguro de
que si poseyéramos esa aviación, se tomarían un poco más de cuidado algunos de
esos títeres del imperialismo en estar prestando sus bases para actos de
agresión contra nuestro país.
Desgraciadamente nuestros aviones Mig-21 es un armamento que tiene un
radio de acción muy limitado.
Pero desde luego que no vamos a adoptar una política
pasiva —¡y lo advertimos!, ¡y lo advertimos!— con relación a esos países que se
vayan a estar utilizando como bases contra Cuba. ¡Que buscaremos todos los medios para pasar
de la defensiva a la ofensiva! (APLAUSOS
y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel,
aprieta: a Cuba se respeta!”)
Que no se piensen que van a poder repetirse las
historias de Girón y todas esas actividades y nosotros vamos a estar aquí
tranquilamente en una actitud pasiva. ¡Y
ya nos las arreglaremos, ya nos las arreglaremos! Porque cuando se pone la imaginación a
trabajar siempre aparecen medios y siempre aparece la manera. Y si piensan que van a estar organizando
impunemente la guerra contra nuestro país, nosotros buscaremos la manera de
organizarles la guerra en su propio territorio (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, seguro, a los yankis dales
duro!”).
¡En este país no faltan voluntarios para cualquier
misión de esa índole! ¡En este país no
faltan voluntarios para cumplir cualquier deber con la Revolución y con la
patria en cualquier punto donde haga falta cumplirlo! Y es bueno que se vayan adoptando estos
principios y vayan conociendo esta doctrina de la Revolución. Como deben saber también que aquí a la OEA se
le tiene un desprecio infinito, que no asusta a nadie la basura esa
(EXCLAMACIONES). Y que al imperialismo
se le tiene también un gran desprecio, ¡y que a pesar de su poderío no asusta a
nadie en este país! (APLAUSOS)
Y entendemos que de esto hay reiterados ejemplos que
no hace falta enumerar.
Decíamos por eso que en el objetivo de devolver sanos
y salvos y sin condición alguna a los pescadores se movieron nuestras unidades
de guerra, que montaron guardia al oeste de las Bahamas hasta la altura de Miami,
¡hasta la altura de Miami! (APLAUSOS)
Nuestros MPK y nuestras torpederas patrullaron el canal de las Bahamas y se
mantuvieron en la zona oeste, calculando que ellos se habrían introducido lo
más profundamente en el archipiélago, hasta donde nosotros no íbamos a
penetrar, puesto que sencillamente dejábamos a los ingleses la responsabilidad
que les incumbía de resolver el problema.
Y nuestros aviones patrullaron las aguas del canal de
las Bahamas —algunos aviones de combate y algunos aviones de exploración— hasta
las islas del extremo norte de las Bahamas.
¡Y en nuestras bases aéreas estaban en estado de alerta los aviones de
combate para cualquier circunstancia, para cualquier emergencia! (APLAUSOS)
Y los aviones también volaron hasta el máximo de su
radio de acción —los Mig-21. Y les
explicamos bien a nuestros pilotos: si
salen aviones y tratan de intimidarlos, ¡no se dejen intimidar! (EXCLAMACIONES); si salen aviones yankis y
maniobran contra ustedes, ¡maniobren ustedes contra ellos! (EXCLAMACIONES) No disparen, pero si disparan contra ustedes,
¡no vacilen un segundo en disparar contra ellos! (APLAUSOS)
Y fueron instrucciones bien claras y bien
precisas.
Y hay que decir que, desde luego, nuestra aviación no
es poderosa: es pequeña. ¡Pero nosotros sabemos que los hombres que
van en esos aviones tienen un corazón en el medio del pecho, y no se dejan
asustar ni intimidar por el número ni por el poderío del enemigo! (APLAUSOS)
Desde luego que, sin embargo, esta batalla la ganó el
pueblo, ¡la ganó el pueblo! (APLAUSOS)
Esas actividades de nuestra fuerza aérea y de nuestra
marina naturalmente que no se divulgaban, no se publicaban. Ni nosotros publicamos ni ellos
publicaron. Nosotros nos teníamos que
dar cuenta. Pero había una batalla que
se iba librando a la luz pública, y que era a nuestro juicio la principal.
Nuestros barcos podían jugar el papel que jugaron para
evitar que ellos se salieran de allí de las Bahamas y se marcharan a otra zona;
que utilizando sus lanchas fueran a ir a caer en algún otro territorio
centroamericano. Y nuestros aviones y
nuestros barcos, por tanto, jugaron su papel al mantenerlos allí virtualmente
acorralados, en espera de que los ingleses cumplieran con sus más elementales
deberes internacionales. De manera que
nuestra posición fue patrullar y esperar que actuaran.
Pero aquí se venía librando la batalla del
pueblo. Y hay que decir que ha sido una
batalla formidable, impresionante; hay que decir que ha sido una batalla
inolvidable la que se ha librado en los alrededores de esta guarida. ¡Y hay que decir que lo más impresionante de
todo —lo más impresionante de todo— fue la autodisciplina del pueblo! (APLAUSOS)
Hay dos cosas que asombran: el nivel de conciencia alcanzado por nuestro
pueblo —conciencia desarrollada en estos años de Revolución, que ha sido un
aprendizaje incesante— y la impresionante autodisciplina a pesar del increíble
grado de disgusto, de indignación y de irritación que había en el pueblo. Cómo combinando la indignación con la conciencia
política, la inteligencia y la autodisciplina, libró la batalla por la
liberación de los pescadores (APLAUSOS).
Porque fueron las masas —¡fueron las masas!— las que
impusieron esa liberación. Fue la
actitud impresionante del pueblo, la unión del pueblo, la solidaridad de todo
el pueblo, la solidaridad de todos los trabajadores del país en todos los
frentes: de obreros, de campesinos, de
trabajadores del arte y de la ciencia, deportistas, estudiantes, organizaciones
de masa.
¡Y será siempre un acto inolvidable el de aquel
domingo: insuperable ejemplo de
solidaridad revolucionaria nacional e internacional!
¡Jamás podremos olvidar a aquellas madres que vinieron
aquí, la palabra elocuente y profunda por su contenido humano, sencillez y
sentimiento que entrañaban! ¡Madres de
mártires cubanos y madres de mártires latinoamericanos, que es decir la misma
cosa! (APLAUSOS)
La voz revolucionaria de los representantes de los
combatientes brasileños (APLAUSOS), de los combatientes dominicanos (APLAUSOS),
de los combatientes vietnamitas (APLAUSOS), de los combatientes laosianos
(APLAUSOS), de los combatientes guineanos (APLAUSOS). La voz solidaria de los que luchan y combaten
contra el imperialismo en todo el mundo, y la voz digna, la voz que nos
recordaba algo tan querido para nosotros:
¡la voz del padre del guerrillero heroico, comandante Ernesto
Guevara! (APLAUSOS PROLONGADOS)
No faltó una sola voz representativa de nuestro pueblo
y de los pueblos hermanos que luchan contra el imperialismo.
Nunca en nuestro país se había dado un acto tan
simbólico, símbolo de solidaridad: ¡la
solidaridad de un pueblo de ocho millones de habitantes por la vida y la suerte
de once humildes pescadores, trabajadores del mar! (APLAUSOS)
Insuperable ejemplo. Insuperable
lección de lo que demuestra qué es una revolución, qué es el socialismo, qué es
la fraternidad comunista (APLAUSOS).
Quienes escucharon las voces del pueblo, las voces de
niños, de ancianos, de hombres y mujeres, de cualquier rama de la actividad, de
cualquier frente de trabajo, habrá podido constatar el sentimiento
prevaleciente, el sentido de hermandad, la disposición de dar la vida y la
sangre por esos 11 pescadores (APLAUSOS).
Porque el sentimiento revolucionario no se mide por el
número de vidas en peligro, sino la idea de la solidaridad, la idea de la
hermandad —que caracteriza a nuestro
pueblo revolucionario y trabajador— indica a cada trabajador que este país es
un país de hermanos, que la familia de cualquier hombre o mujer de este país no
es una familia de cinco, de seis o de diez, ¡es una familia de millones! (APLAUSOS) Y si tiene que correr la sangre
del pueblo por defender no a 11 sino a uno solo de sus hijos, el pueblo estará
dispuesto a hacer derramar su sangre (APLAUSOS PROLONGADOS).
Y eso es lo que le da fuerza y le da poder a la
Revolución.
Y lo mismo que existe en escala nacional se desarrolla
también en escala internacional. Es la
solidaridad de los pueblos contra el imperialismo, que aquella noche del
domingo tuvo además algo nuevo, representativo de un fenómeno nuevo, y es que
contra el imperialismo se alzan ya no solo los pueblos pobres, explotados, no:
¡Que frente al imperialismo comienza a alzarse también con energía creciente el
pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica!
(APLAUSOS) Que contra el imperialismo se levantan ya los estudiantes
norteamericanos, se levantan ya sectores de trabajadores norteamericanos, y se
viene levantando el pueblo negro, discriminado y esclavizado en el seno de la
sociedad imperialista de Estados Unidos (APLAUSOS).
Y esas fuerzas se levantan con ímpetu creciente. En estos últimos días el imperialismo ha sido
pródigo en lecciones. La lección del
sudeste de Asia, la lección de Indochina, donde, a la vez que se empantana más
y más hasta el cuello, lleva a cabo la guerra genocida, traicionera y fascista
contra el pueblo de Camboya y revela la personalidad del señor Nixon, la
mentalidad fascista y traicionera del señor Nixon, que también nos recuerda al
señor Adolfo Hitler. Porque cuando toma
la decisión de invadir Camboya no ya dejó de advertirle siquiera a sus aliados,
sino que ni siquiera le advirtió a los propios miembros de su gabinete. ¡A qué extremos va llegando!
Y naturalmente que esto debilita al imperialismo cada
vez más. Lo debilita en Europa, donde
cada día sienten más desconfianza de tales aliados; lo debilita en Asia la
heroica lucha de los pueblos de Indochina; se debilita en América Latina; se
debilita en Africa. Pero lo que es todavía
más grave para el imperialismo: se debilita
en el seno del pueblo norteamericano (APLAUSOS).
De manera que cuando se habla ya de los que luchan y
caen frente al imperialismo hay que hablar ya de las decenas de trabajadores
negros asesinados en Estados Unidos; hay que hablar ya también de los
estudiantes asesinados en las universidades de Estados Unidos (APLAUSOS). Y en estas manifestaciones de protesta
aparecían los retratos de las jóvenes y los jóvenes de 18 y de 20 años baleados
por los S.S. del imperialismo
yanki. ¡Hay que ver esas fotografías! ¡Hay que ver esos documentales! ¡Hay que ver a aquellos esbirros que parecen
hombres de otro planeta, cargados de bombas, de bayonetas, de máscaras —que no
se sabe si están descendiendo en la luna o en otro mundo, porque parecen cosas
irreales, cosas de otro mundo.
Pero es que la protesta en el seno de la sociedad
norteamericana se extiende, y cada vez son más los que se levantan contra los
crímenes del imperialismo y ya no solo van a las universidades y a los centros
de trabajo: están yendo también a los
cuarteles a hablarles a los soldados; están yendo a los cuarteles a hablarles a
los miembros del ejército. Y ya hay
representantes de los alistados norteamericanos hablando también en los mítines
contra la guerra. Y ya hay quienes en
Estados Unidos empiezan a hablar de la posibilidad de una revolución también en
ese país (APLAUSOS).
Y es que el imperialismo, enredado en todas partes,
por ley de su propia estructura, por ley del propio sistema, realizando
fechorías en todas partes del mundo, enviando barcos y aviones y tropas a todas
partes del mundo para defender los intereses del imperio, se aísla cada vez más
y más del resto del mundo y se empieza a aislar seriamente del propio pueblo de
Estados Unidos.
Y si a otros países los amenazan hasta con bombas
atómicas hay que ver cómo se las van a arreglar frente a los combatientes
norteamericanos, cómo se las van a arreglar frente a los estudiantes
norteamericanos, frente a una sociedad que empieza a tomar conciencia de sus
problemas, frente a una sociedad en que la represión no es fácil.
Y por mucho que el señor Nixon pueda recordar a
Hitler, por mucho que sus esbirros puedan recordar a los S.S., no debe
olvidarse de que la represión en el seno de la sociedad norteamericana no es
tan fácil, no hay que olvidarse de que una larga tradición en aquel país —el
capitalismo primero y el imperialismo luego— pudo desarrollarse y ampliarse sin
tener que acudir a los métodos represivos.
Que no es lo mismo aplicar la represión en Nicaragua,
aplicarla en Santo Domingo o aplicarla en Brasil, no es lo mismo aplicarla en
muchos pueblos de América Latina, donde la represión fue el sistema mediante el
cual la oligarquía se mantuvo, que aplicar la represión en Estados Unidos.
Y sin embargo el imperialismo, si quiere mantenerse
como tal imperialismo, no puede prescindir de sus aventuras guerreras, no puede
prescindir de la represión. Y quizás el
problema más serio que confronta ese sistema es tener que empezar ya a aplicar
la represión para sobrevivir en el seno de un gran pueblo donde las tradiciones
de represión clásicas como las que han sufrido otros pueblo no se conocen.
Y si los estudiantes por ejemplo tienen un gran peso
en cualquier país de América Latina, donde son un número muy pequeño, no se
puede subestimar el peso de los estudiantes en Estados Unidos, donde su número
se cuenta por millones. Y en estos actos
de protesta contra la cobarde y criminal guerra de Camboya y contra el vil
asesinato de estudiantes universitarios, cientos, cientos y cientos de
universidades unánimemente se fueron a la huelga y unánimemente mantuvieron la
actitud de protesta y de lucha.
De manera que nuestros pueblos tienen que saludar con
emoción y tienen que saludar con optimismo la lucha de nuestros hermanos negros
en Estados Unidos (APLAUSOS), la lucha de nuestros hermanos estudiantes en
Estados Unidos (APLAUSOS), la lucha de nuestros hermanos trabajadores en
Estados Unidos. Porque aunque se haya
practicado mucho el soborno, la corrupción, y aunque los monopolios hayan ganado
experiencia en desarrollar la aristocracia obrera, nosotros confiamos también
en el despertar de los obreros norteamericanos (APLAUSOS).
Esta es la situación internacional, este es el marco
en que se desenvolvió este episodio canallesco, indignante, cobarde, del
secuestro de los pescadores.
Y el país dijo que los pescadores tenían que ser
devueltos sanos y salvos, y el país estaba dispuesto a hacer lo que fuera
necesario para que los pescadores regresaran sanos y salvos (APLAUSOS).
Y el país fue preparándose sicológicamente para
cualquier medida: las medidas que
hubiese que tomar, la lucha que fuera necesario desarrollar. Y ese sentimiento de solidaridad de todo el pueblo
llegaba a todos nuestros pescadores en todos los mares donde trabajaban,
llegaba a barcos que producen alimentos para nuestro pueblo a miles de
kilómetros de nuestro país, llegaba a nuestra creciente marina mercante que
surca todos los mares del mundo transportando nuestros productos, nuestras
exportaciones y nuestras importaciones.
Ese sentimiento caluroso de solidaridad los alienta en
su lucha, los alienta en su trabajo. Y
de ellos se recibían también incesantemente los mensajes expresando la
indignación y el sentimiento de todo el pueblo.
Estas manifestaciones se han desarrollado a la luz
pública. ¿Cómo ocurrían?
El señor representante de los intereses de Estados
Unidos en Cuba en alguna de sus notas llegaba a decir que si en estas
manifestaciones la indignación del pueblo era espontánea, las manifestaciones
eran organizadas. Nuestro Ministro de
Relaciones Exteriores le respondió que lo que organizaban las autoridades era
el orden, que lo que organizaban las autoridades era evitar un desenlace más
drástico de lo que aquí ocurría.
Y en realidad, ¿qué ocurría? Que cada día venían más personas, cada día
venían más ciudadanos a protestar en este sitio. Y lo que hacían las autoridades como
autoridades era prácticamente nada. Las
organizaciones de masa, los comités de defensa y los propios manifestantes se
organizaron aquí: se pusieron sus
brazaletes y se dedicaban a apagar pequeños fuegos que pudieran engendrar una
gran llamarada. Porque, señores, la
indignación era tremenda.
Pero es el propio pueblo quien organizó aquí el orden,
es el propio pueblo quien lo organizó todo.
Y eran los bomberos el pueblo.
Porque cuando aparecía una chispa, algunos cuantos ciudadanos con
cabillas, algunos cuantos ciudadanos con piedras, algunos cuantos ciudadanos
con deseos de poner la bandera allá arriba en lo alto de ese edificio (APLAUSOS),
entonces los propios hombres y mujeres del pueblo, apoyados por la masa, se
encargaban de mantener la protesta dentro de los límites que debían ser
mantenidos.
Y decíamos por eso que nos impresionaba de tal manera
esa autodisciplina de nuestras masas.
Las autoridades intervinieron, sí, puesto que se decía
que había un funcionario suizo sitiado aquí, y otro más que decían que era el
sereno. Y que si no tenían agua, y que
si no tenían comida. Y vinieron los
compañeros de Relaciones Exteriores a conversar y a explicarles la opinión del
ministerio, la opinión del gobierno, de que lo correcto era evacuar a esos
individuos. Y, sencillamente, las
autoridades intervienen para ayudar.
¿Qué se creían los señores representantes de los
intereses yankis en Cuba? ¿Que aquí
estamos en Brasil, en Santo Domingo, en Estados Unidos? ¿Que aquí va a aparecer una tropa rara, de
gente llena de máscaras, gases lacrimógenos o bayonetas? ¿Que aquí va a aparecer una milicia? ¡Señores, pero si la milicia aquí es todo el
pueblo, si el ejército de este país es todo el pueblo! (APLAUSOS) ¿Qué? ¿Iban a poner al pueblo a disparar contra el
pueblo? ¿Cómo puede ser eso? Que son dos, y una misma cosa. Y cuando el pueblo está en un lugar de
verdad, el pueblo revolucionario, ahí no hay otra cosa ni puede haber otra cosa
que pueblo.
Están tan acostumbrados a las fotografías, el cine y
todo de todo lo que pasa en el mundo, que les costaba trabajo entender
eso. Y entonces se quejaban. ¿Pero qué?
Que no podían entrar. ¡Bueno: había demasiada gente! A mí también me costó un gran trabajo entrar
aquí, y a los pescadores, y a los dirigentes de la Revolución. ¡Estaba lleno! Ahora, nadie estaba dentro de la embajada,
nadie se metía en el interior de lo que se puede llamar defendido por ese tenue
hilo de la legalidad, de la llamada inmunidad diplomática. Pero el pueblo no quería romper ese hilo, el
pueblo entendía que en ese momento y en esa fase de su batalla ese hilo no
debía ser roto. Y se mantenía en esos
límites.
Ahora bien:
crecía y crecía. ¿Quién iba a
pensar que ayer se iban a reunir más de 100 000 personas aquí? Y a nosotros nos llaman los compañeros,
dicen: están moviéndose muchas personas
para allá; preocupados. Y nos
decían: “incluso de las fábricas, están
saliendo de las fábricas, están saliendo de las escuelas, están saliendo de
todas partes, y eso va a afectar la producción, me decían.” y
yo les decía: “¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer? ¡Es más importante el sentimiento del
pueblo! ¿Qué vamos a hacer? ¿Ponernos a organizar mítines? ¡Pues no!
si se mueven para allá, se
mueven para allá, sencillamente.”
Y se reunieron ayer más de 100 000 personas. Si no hubieran estado libres los pescadores,
no se sabe lo que hubiera sido mañana y pasado, ¡no se sabe, no se sabe! (APLAUSOS)
El señor representante de los intereses de Estados
Unidos en Cuba sufrió algunas molestias.
Pero, señores, si usted es funcionario y tiene deberes diplomáticos, y
representa los intereses de Estados Unidos, y quiere además vivir sin molestias
en este mundo, en realidad eso es un sueño, esa es una ilusión.
Dice que lo han ofendido. ¿Ofendido?
En nuestros periódicos hemos leído párrafos que decían que eran
funcionarios eficientes, y que eran más eficientes y más económicos que los
propios funcionarios de Estados Unidos.
Claro, hay que tener en cuenta, desde luego, lo que es
representar los intereses de Estados Unidos aquí, los intereses de un gobierno
pirata, que viola todas las leyes internacionales, y entonces venir a hablar de
leyes internacionales.
¡Leyes para los que respetan las leyes
internacionales! ¡Derecho internacional
para los que acatan el derecho internacional!
¿Pero desde cuándo la piratería está protegida por el derecho? Es una doctrina reconocida por todo el mundo,
es un principio de la filosofía del derecho, que la piratería internacional no
puede contar con la protección del derecho internacional, no puede contar. Y por eso hablábamos del tenue hilo.
El hilo es tenue por razones que ustedes conocen, y
que no pueden desconocer los representantes...
Que aquí mismo está, en un discurso del 26 de Julio de 1963, en que
nosotros expusimos cómo frente a la congelación de fondos se había dictado un
decreto-ley confiscando ese edificio. Y
decíamos hace siete años:
“Como ustedes saben, ellos tomaron el
acuerdo de bloquear fondos cubanos para obstaculizar nuestro comercio, y
nosotros tomamos un acuerdo nacionalizando lo único que les quedaba aquí, que
era el edificio de la embajada. Ahora
dicen, dicen que eso es ilegal, que eso no está de acuerdo con los
convenios. ¡Qué descarado es este
gobierno de Estados Unidos!, decíamos entonces.
“Ellos no han respetado ningún convenio,
ninguna ley internacional, constantemente están violando nuestro espacio aéreo,
infiltran saboteadores, agentes, espías, preparan bases de agresiones, han
perpetrado cientos de violaciones de las leyes y de los convenios, y ahora
hablan de que el gobierno de Cuba, en justa y legitima defensa, no les puede
nacionalizar la embajada. Bueno: ¡pues se la hemos nacionalizado, y ese
acuerdo tiene que cumplirse!
“Ese edificio está a cargo de la
representación diplomática de Suiza, y nuestro país está en disposición de
brindarle todas las facilidades a la representación diplomática suiza para que
oportunamente proceda a trasladar a otro sitio todos los archivos y entregue el
inmueble al gobierno de Cuba” (APLAUSOS).
¡Esto fue hace siete años!
“Esperamos que la representación
diplomática de Suiza reconozca este acto legitimo y soberano del pueblo de
Cuba; esperamos. Porque este problema no
es un problema contra Suiza, es un acto de muy legítima defensa. Y cuando quieran discutir, vamos a discutir
quién tiene la razón, quién tiene derecho, quiénes son los violadores de las
leyes, quiénes son los agresores, y quiénes son los que en realidad se están
defendiendo con legítimo derecho, que somos nosotros.”
En aquella ocasión las autoridades o los funcionarios
suizos se negaron a acatar el acuerdo.
Nos pusieron en una situación de o de cierta tolerancia o actuar. Bien:
se optó por la tolerancia. Pero
que nadie les haga el cuento a los representantes de los intereses de Estados
Unidos en Cuba de que aquel desacato puede ser origen de ningún derecho con
relación a ese edificio.
Existe un llamado convenio sobre el derecho
diplomático. Convenios hay en el mundo
muchos. El convenio de las Naciones
Unidas, los tratados internacionales más sagrados han sido hechos trizas por
los imperialistas. Pero los
imperialistas digamos que son los benefactores número uno de esos
convenios. Por favor, que no se
horrorice ningún funcionario diplomático por estas cosas que quiero razonar
aquí.
Los derechos siempre protegen determinados
intereses. Bueno: los convenios sobre diplomacia protegen también
los intereses de Cuba, ¡pero son tan pequeñitos, es tan poquito el número de
embajadas que tiene nuestro país, unas pocas!
¿Por qué? Porque los
imperialistas les impusieron a muchos países el rompimiento de relaciones con
nosotros. Quisieron aislarnos, y nos han
colocado en la situación de que tenemos muy pocas embajadas en el mundo.
Pero, además, nosotros, si no existiera convenio sobre
inmunidad diplomática, no lo necesitamos.
Nosotros tenemos gente revolucionaria que está dispuesta a ir de embajador
a cualquier país sin inmunidad diplomática (APLAUSOS).
La inmunidad diplomática es algo a lo cual Cuba puede
renunciar, porque tiene gente más que suficiente para ir a cumplir su
deber. Si ha habido cubanos que han ido
a luchar y han dado su vida en las selvas de otros países (APLAUSOS), aquí se
sobran los cubanos dispuestos a ir a ejercer la representación de Cuba, a
cualquier riesgo, en cualquier capital.
Con esto queremos decir que el convenio de inmunidad
diplomática beneficia más que a nadie al imperialismo yanki, que tiene miles y
decenas de miles de funcionarios diplomáticos en todo el mundo y por todas
partes.
De manera que a nosotros no nos pueden estar invocando
convenios de inmunidad diplomática, porque en realidad es muy poco lo que tienen
que proteger de los intereses de este país.
Y convenios mucho más sagrados, como es el derecho a
la vida de un pueblo... Porque si
sagrada es la vida de un diplomático —y lo admitimos... Y aquí pueden estar seguros todos los
diplomáticos, que aunque no existiera convenio de inmunidad diplomática, serían
absolutamente respetados; pueden estar seguros.
El hecho de que nosotros digamos que no necesitamos
para vivir en este mundo la inmunidad diplomática, no significa que tengamos
intención de privársela a los funcionarios que trabajen en nuestro país. Ese derecho hasta lo podemos dar gratis,
incluso sin reciprocidad si quieren, aunque, desde luego, siempre sería mejor
la reciprocidad.
Ahora bien: eso
no se refiere a los representantes de otros países que estén aquí que siempre
serán respetados. Pero quienes tienen
más que perder con todas estas fechorías son los imperialistas yankis; eso es
incuestionable.
Ahora, ¿qué hacen los imperialistas? Hay algo mucho más sagrado —repito— que la
vida de un diplomático o que la inmunidad de un edificio muerto —y este está
casi muerto de miedo, por lo menos—; mucho más sagrada es la vida de un pueblo,
mucho más sagrada es la vida del pueblo de Viet Nam, de Camboya, de Santo
Domingo, de Cuba (APLAUSOS).
¿De qué derecho internacional público nos van a
hablar? ¿Está acaso de acuerdo con el
derecho internacional público bloquear económicamente a un país como Cuba,
tratar de matar de hambre a un país como Cuba?
¿Está acaso acorde con ninguna norma del derecho bombardear con cientos
de miles y millones de toneladas de dinamita a un pueblo como Viet Nam, a
Camboya? ¿Está acaso de acuerdo con el
derecho internacional público desembarcar los marines en Santo Domingo, desembarcar
40 000 marines? ¡Ah!, y no se horrorizan
los leguleyos, no se horrorizan los juristas burgueses! Eso no importa. ¿Matar mil, diez mil, un millón? Eso no importa.
¿A qué van a venir a hablarle a un pueblo
revolucionario que está viendo el espectáculo del mundo e invocar, en defensa
de los intereses de esos violadores de todos los derechos, el derecho
internacional público?
Bien: nosotros,
con relación a Suiza, nuestra posición es de respeto absoluto a la integridad
de los funcionarios, de sus edificios y desde luego de sus personas y de sus
bienes y documentos y todo eso; esa es nuestra posición con relación a Suiza,
con relación a todos los demás países a los cuales no podamos hacer
imputaciones de violadores sistemáticos del derecho internacional. ¿Pero en nombre de los intereses de Estados
Unidos hablarnos del derecho internacional público? Eso de verdad que es un pelito, una telaraña,
pero el hilo de una telaraña de verdad.
Desde luego, ¿cuál ha sido nuestra actitud y cuál debe
ser? Y a nuestro juicio, ¿qué debemos
hacer?
Muchos compañeros hemos oído que estaban esperando que
nos dirigiéramos al pueblo, que expresáramos el pensamiento del Gobierno
Revolucionario, de la dirección revolucionaria.
Si ustedes le preguntan a cualquiera de nosotros qué
quisiéramos; bueno pues tengan la seguridad de que quisiéramos lo mismo que
ustedes, exactamente (EXCLAMACIONES).
Yo quiero que me dejen exponer nuestro punto de
vista.
Y algunos compañeros consideraban que esta era una
tarea un poco compleja. Pero realmente
si nosotros los problemas complejos no los podemos discutir con este pueblo,
¿con quién los vamos a discutir?
(APLAUSOS)
A nosotros nos gustaría ver en ese edificio un letrero
que dijera: “Instituto Cubano de Pesca”
(APLAUSOS). No estoy haciendo
proposiciones, estoy diciendo lo que nos gustaría. Es decir que nosotros tenemos, como personas,
la misma indignación.
¿Acaso en la respuesta de la mayor parte de la gente
centraban la cosa en el edificio?
¡No! Lo que el 70% o el 80% de
las personas decían es que estaban dispuestos a dejar el machete, lo que fuera,
y que les dieran el fusil e ir a buscar los pescadores a donde fuera; estaban
diciendo: “Estamos dispuestos a hacer lo
que sea.”
Y todo el mundo comprendía que tomar ese edificio,
tomarlo físicamente, romper el mito de la telaraña de legalidad que le queda y
entrar ahí y poner una bandera allá arriba igualito que aquel soldado soviético
que puso una bandera sobre el Reichstag, eso, eso es facilísimo
(APLAUSOS). La gente decía cosas mucho
más dignas todavía, mucho más valerosas:
“Estamos dispuestos a dar la sangre.”
Y lo decían hombres y lo decían mujeres.
No querían fajarse con un edificio, sino buscar al enemigo, ir donde
fuera. Estaban ofreciendo su sangre y su
vida: esa era la actitud del
pueblo.
De manera que eso era prácticamente un
subproducto.
Ahora bien: se
estaba empezando a librar una batalla por los pescadores, ¡empezando! ¿Hasta dónde iba a llegar? ¡Hasta donde fuera necesario! ¿Pero qué batalla libraba el pueblo? ¡Una batalla inteligente! Impresionaba sobre todo por su
inteligencia. Solo casos muy aislados,
muy excepcionales, se salían un poco, en la natural y lógica indignación, de
—digamos— la táctica y la estrategia que las masas estaban siguiendo.
Entonces esta era una batalla que comenzaba.
¿Y qué ha ocurrido?
¿Qué ha ocurrido? Que el enemigo
se rindió a las primeras salvas. En el
arsenal del pueblo quedaban todavía incontables armas.
¿Objetivo número uno?
No era el edificio; era la vida de los pescadores: ¡ese era el objetivo fundamental, el objetivo
principal, el objetivo número uno!
(APLAUSOS); que regresaran sanos y salvos, sin condición alguna y sin
cambio con mercenarios ni con criminales.
Ese era el objetivo.
Y nos alegramos realmente de que se haya rendido el enemigo
a las primeras salvas.
Se dice que fueron liberados los pescadores. ¡Mentira!
Los mercenarios no liberaron a los pescadores, sino que se liberaron de
los pescadores realmente (APLAUSOS).
Dejaron a los pescadores donde estaban y salieron huyendo hacía su
guarida de Miami. Es decir que no fue
que los mercenarios liberaran a los pescadores sino que ellos se liberaron de
los pescadores sencillamente.
Desde luego, tenían la comunicación con Estados Unidos
constantemente. Allí fueron —como dicen
ellos— periodistas a interrogarlos. Y
allí sin duda el imperialismo les dijo:
“Esto está poniéndose malo, esto se está poniendo muy serio.” Y les dieron las instrucciones de abandonar
la isla. Es decir, perdieron la batalla,
perdieron la batalla cuando se habían disparado no más que las primeras salvas
y cuando quedaban gran número de recursos y de armas en el inagotable arsenal
del pueblo.
Entonces se planteaba un problema. Estábamos dispuestos a llegar hasta donde
fuera necesario. Ahora bien: el objetivo fundamental se había logrado, el
objetivo fundamental. ¿Debemos echar
mano del arsenal de las armas que le quedan al pueblo y disparar las
salvas? ¿Qué es más táctico? ¿Qué es más táctico realmente? Si hemos ganado la batalla, ¿gastar las armas
que nos quedan? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
¡Sin duda que no!
Si nos dejamos llevar por nuestro enardecimiento y
nuestro ánimo, disparamos unas cuantas salvas más de las que estaban en
reserva. Y tengan la seguridad de que se
ganaba esta batalla y se llegaba, como decía yo... si por un hijo de este país, un verdadero
hijo, no hablo de una gusanera. Esos no
tienen nada: esos son los cuatro de su
familia y no siempre; esos no conocen la fraternidad humana ni luchan por nadie
ni nadie lucha por ellos. Pero ese
hermoso principio de sí por la vida, sí por el derecho —digamos— de un solo
hijo de este país hay que dar la vida de todos los cubanos, se da la vida de
todos los cubanos por el derecho de ese solo hijo de este país (APLAUSOS). La dan por uno como por 100, como por 1 000,
como por los que sean. Y esa es la
verdadera fraternidad revolucionaria.
Y eso es lo que se puso en evidencia aquí, eso es lo
que se puso de manifiesto aquí: la
disposición del pueblo, llegar hasta donde fuera necesario.
Y decía que si consultábamos el enardecimiento,
entonces unas cuantas salvas más. El
problema que se nos planteaba a todos nosotros —a mí y a los demás compañeros
dirigentes revolucionarios— era en este punto y hora donde la indignación había
crecido tremendamente, donde nosotros sabíamos cuál era el ánimo de las masas,
¿cuál era la medida correcta a adoptar, cuál debía ser nuestra posición?
Y creo que no habrá contradicción entre nuestra
posición y la posición de ustedes. Hemos
ganado esta hermosa batalla, la hemos ganado sin derramar una sola gota de
sangre, la hemos ganado con las primeras salvas frente a un enemigo que
abandonó el campo, de lo cual nos alegramos, porque lo más importante era la
vida de esos pescadores, llevar a esas madres la tranquilidad (APLAUSOS). ¡Esas madres que tuvieron tanta confianza en
el pueblo, esas madres que dieron tal ejemplo de dignidad, esas madres que se
mostraron con ese impresionante valor que es el valor que nace de saberse parte
de un pueblo entero que está en pie de lucha defendiendo a sus seres
queridos! Porque tan indignadas como
ellas hemos visto miles, decenas de miles, cientos de miles de madres, como si
fueran sus propios hijos.
Lo importante:
que hemos traído a los pescadores aquí y aquí los tenemos.
No estamos en una lucha corta; estamos en una lucha
larga, prolongada. Esta es una batalla
más y no será la única ni mucho menos.
Debemos saberlo: los
imperialistas están preparando nuevos planes contra nosotros y planes en
grande.
¿La gusanera se alienta? Bueno:
¡Pues la Revolución se encargará de cortarle las alas! (APLAUSOS)
No andaremos con consideraciones de ninguna índole. Esta Revolución no se caracteriza por
espíritu de crueldad y no se caracterizará nunca por ello, pero sí se
caracteriza por su firmeza, sí se caracteriza por su actitud. Y desde luego que frente al pueblo
revolucionario sus enemigos no deberán esperar consideraciones de ninguna
clase.
Lo decimos porque cuando el imperialismo empieza a
organizar planes se agita la gusanera afuera y se agitan algunos gusanillos
dentro también.
Entonces, los imperialistas están preparando planes en
grande. Estos planes son planes
colaterales de su acción principal, que la vienen organizando hace unos cuantos
meses. La denunciamos el 22 de abril, la
volvimos a denunciar en el comunicado que informábamos.
¡Ah!, el imperialismo no dice una palabra.
¿Por qué no habla el imperialismo de la denuncia de
Cuba? ¿Por qué se calla cuando nosotros
decimos que Nixon y sus allegados están financiando y preparando una acción
contra nuestro país, que la vienen preparando hace meses?, por personas muy
allegadas al señor Nixon y por el Pentágono.
Y no dicen una palabra. Dan la
callada por respuesta.
Pero nosotros los conocemos bien, los conocemos demasiado
bien, y lo que debemos hacer es sencillamente irnos preparando
progresivamente.
Entre las muchas canalladas se han estado diciendo
todo tipo de mentiras: que si íbamos a
terminar la manifestación tomando el edificio, que si íbamos a hacer esto...
Desde luego, hay que distinguir: había algunas agencias que informaban más
objetivamente y otras que estaban haciendo el papel de agentes de la CIA.
Entonces, inventaron que nosotros habíamos organizado
toda esta movilización buscando un incidente con motivo de las dificultades de
la zafra.
Aquí a nadie se le han ocultado las dificultades de la
zafra. Aquí se ha publicado y se está
publicando y se seguirá publicando hasta el último día tonelada por tonelada
toda la que se produce. Se han estado publicando
los rendimientos de la caña: los
rendimientos programados, los rendimientos realmente encontrados. Hemos estado publicando esas dificultades
desde el principio: las dificultades en
Oriente, las dificultades industriales muy serias que hemos tenido a lo largo
de la zafra. Aquí no se le ha ocultado
eso a nadie. Y aquí, además, está el
país entero haciendo un esfuerzo descomunal, un tremendo esfuerzo, como jamás
lo ha hecho nunca.
Y ciertamente tenemos dificultades. Eso no se le va a ocultar a nadie y se
publica todos los días.
¿Qué cálculo han hecho los imperialistas? Ellos calculan que si no logramos la victoria
suprema de los 10 millones, entonces ese será el momento sicológico para
agredir el país y para elevar la cosa de la contrarrevolución.
Yo les debo decir con toda franqueza que las
dificultades que tenemos son muy serias.
Y que era nuestro propósito en esta segunda quincena de mayo hacer una
amplia exposición sobre la marcha de la zafra, y que hemos tenido todos estos
problemas, toda esta situación.
¿Qué han estado elaborando? La tesis de que queremos crear un
incidente. ¡Cómo si este país cada vez
que le han agredido a los pescadores no hubiera respondido!
Hace cinco o seis años capturaron unos barcos de pesca
en Estados Unidos. Y en aquella ocasión
le cortamos el agua a la base naval de Guantánamo. ¡Se acabaron los suministros de agua! Incluso sacaron a miles de obreros que
estaban allí. Y este país sin importarle
el riesgo sencillamente los obligó a hacer una planta allí para desalinizar el
agua de mar.
Cuando secuestraron el “Alecrín” nosotros teníamos
medidas preparadas. ¿Por qué no las
tomamos? Porque siempre no se puede
tomar, en cada caso, la misma medida. A
veces no se puede tomar inmediatamente.
Y nosotros calculamos: todo esto
es una jugarreta electorera, en medio de un proceso electoral, para que cuando
nosotros tomemos alguna acción agitar eso en favor de la pandilla de ladrones
que están allí. Y sencillamente
esperamos. Pero nosotros, como dijimos una
vez, hubiéramos podido tomar unas cuantas acciones.
Y estos miserables cuando desembarcan por Baracoa y el
país lo denuncia, cuando secuestran a 11 pescadores, la tesis que ha estado
elaborando ese agente espía que tenemos aquí a nombre de la Reuter es que todo
esto era resultado de que la Revolución tenía dificultades y que por eso —para
apartar la atención de la zafra— estábamos inventando estas
movilizaciones. Y no puedo concebir nada
más canallesco.
Y no lo puedo concebir —como les decía anteriormente—
porque ahí están a la luz pública todos los datos, y ahí está la historia de
esta Revolución, y el sentido de la responsabilidad de los hombres de esta
Revolución. Y creo que algo más: el valor de nuestro pueblo y el valor de los
hombres de esta Revolución (APLAUSOS).
Y lo que puede decir nuestro pueblo y lo que podemos
decir todos nosotros es que jamás en la historia de este país se ha estado
llevando un esfuerzo como el que se ha estado haciendo, se ha estado realizando
un esfuerzo sobrehumano como el que estamos realizando.
Nos hemos encontrado dificultades. ¿Le vamos a echar la culpa a alguien? ¡No!
¿Se la vamos a echar a los imperialistas? ¡No!
No se la vamos a echar ni siquiera a los mercenarios que
desembarcaron. Ellos querían interrumpir
la zafra. No se la vamos a echar a estos
miserables de la CIA que secuestraron a los pescadores. ¡No!
¡Nos tendremos que echar nosotros mismos la culpa!
Un pueblo revolucionario no tiene que estar culpando a
nadie de sus dificultades. Y si nosotros
la victoria suprema no la alcanzamos, no habrá que buscar a nadie más culpable
que nosotros mismos. Y sencillamente no
andaremos ni inventando incidentes. Eso
es de criminales. No andaremos
inventando excusas.
Reveses ha sufrido la Revolución, y los ha sufrido más
de una vez, ¡y reveses de verdad! ¿Y los
sufrimos cuántas veces a lo largo de la historia revolucionaria? En el Moncada, en el Granma nos quedamos seis
o siete con unos pocos fusiles, cuando la Huelga de Abril. ¡Montones de veces!
Si nosotros no hacemos los 10 millones tendremos dos
cosas: una derrota moral
incuestionable. No hay duda. ¿Y eso por qué? Porque nosotros creemos sinceramente que
existían las condiciones objetivas para imponerse y alcanzar una meta de esa
naturaleza.
Si esa meta no se alcanza, solo sobre nosotros mismos,
sobre los revolucionarios, habrá que buscar las causas, las razones, que no son
objetivas y que son subjetivas.
Tendríamos que hacer el recuento de todas nuestras debilidades,
ineficiencias, que todavía nos quedan en el proceso revolucionario. Tendríamos que sacar esa cuenta, pero con
valentía. Afrontar una derrota. Sí.
Moralmente no alcanzar los 10 millones sería una derrota. No hay la menor duda.
Subjetivamente para nosotros significaría que
estuvimos por debajo de las posibilidades, significaría que no fuimos capaces
de alcanzar esa meta. Objetivamente
no. Nosotros no tenemos la menor duda de
que lo que el país está haciendo hoy y lo que el país está logrando hoy
significará un récord de incremento de producción que no se ha logrado jamás en
la historia económica de ningún país, incluso un récord que ni nosotros mismos
volveremos a alcanzar jamás. Y una buena
prueba de ello es que dos meses antes ya hemos dejado atrás el máximo de producción
de los capitalistas (APLAUSOS), cuando en este país había medio millón de
desempleados, medio millón de hombres esperando angustiosamente que empezara la
zafra.
Y nos quedan más de 20 000 caballerías de caña todavía
por cortar y por moler.
Hemos estado haciendo caminos para enfrentarnos a la
zafra en condiciones de lluvias; hemos estado haciendo esfuerzos
sobrehumanos. ¡Y mantendremos esta
batalla hasta la última caña, hasta la última caña! (APLAUSOS)
Hemos encontrado el problema de los rendimientos. Ha sido la más grave de las dificultades que
hemos encontrado, derivadas de las inversiones industriales en primer lugar, y
también de los problemas operacionales en los centrales. Y esta cuestión la analizaremos
ampliamente.
Pero sí deben saber nuestros enemigos que se anden
quitando ilusiones. ¡Ellos no saben lo
que es una revolución!
Claro, que si una revolución se propone un objetivo y
no lo alcanza, eso a todos nos duele en lo más profundo de nuestros corazones y
nos hiere en lo más profundo de nuestra vergüenza y de nuestra dignidad. Pero de creer que un revés revolucionario
sería la hora de ajustar cuentas con la Revolución, sería la hora del regreso
de los criminales, de los explotadores, de los vendepatria, ¡ah, de ahí allá
hay una distancia sumamente grande!
(APLAUSOS)
Un pueblo revolucionario sabe sacar lecciones de las
victorias, pero incluso las sabe sacar mejor también de los reveses.
De manera que la línea que ha seguido la Revolución es
la más amplia publicidad de toda la marcha de la zafra. No hay ningún fundamento. Y solo los miserables pudieran haberse
imaginado que los esfuerzos que la Revolución realiza —el esfuerzo realizado
para combatir a los mercenarios de Baracoa, o para rescatar a los pescadores—
hayan sido invenciones para ocultar nuestras debilidades o para ocultar
nuestras dificultades. Y esa ha sido una
de las cosas.
Y nosotros sobre este problema hablaremos
oportunamente y explicaremos. No creo
que sea este el momento de hacer la completa y exhaustiva explicación acerca de
la marcha de la zafra.
Pero si ustedes quieren que les diga con toda claridad
la situación, es sencillamente que no haremos los 10 millones. Sencillamente. No voy a andar con rodeos para decirlo.
Creo que para mí, igual que para cualquier otro cubano
en un grado muy alto, significa realmente algo muy duro. Significa algo muy duro, tal vez más duro que
ninguna otra experiencia en la lucha revolucionaria.
Porque a veces hemos sufrido la derrota. La sufrimos en el Moncada —éramos todavía
unos cuantos—; la sufrimos en el Granma —éramos todavía unos cuantos—; nos
dispersaron unas cuantas veces —éramos unos cuantos. Eramos muchos más, pero todavía no muchos, y
derrotaron a nuestro movimiento revolucionario en abril. Pero todavía éramos unos cuantos.
Esta vez no somos unos cuantos. Esta vez somos un pueblo entero —¡entero!—
dedicado con un honor y con una dignidad tremendos a una tarea, trabajando de
una manera sobrehumana en conseguir un objetivo en que veíamos una bandera de
nuestra causa, en que veíamos una bandera del socialismo, en que luchábamos con
el ardor con que los revolucionarios deben luchar por sus objetivos.
Muchos no estarán de acuerdo con que se hable de
derrota. Muchos dirán que no tiene que
hacerse ningún tipo de comparación con otras experiencias y otros
acontecimientos.
¡El hecho de que se hable así es para que se sepa
nuestra actitud revolucionaria! ¡Es para
que se sepa que nosotros no trataremos de encontrar pretextos, no trataremos de
encontrar excusas! (APLAUSOS) No
trataremos de aminorar la critica que nos merezcamos todos, sin ninguna
excepción.
Ahora, nunca se engañó al pueblo, ni se le engaña en
este momento, cuando todavía queda mucha caña por cortar y todavía queda mucha
azúcar por producir; pero siempre dije:
“El día y hora que de acuerdo a la situación y tengamos todos los
cálculos, sepamos que no alcanzamos
—por las razones que sean— los 10 millones, se lo diremos al pueblo.” No
mantendremos una ilusión hasta última hora.
No la mantendremos porque no sería honesto. No es por esos medios con los que nosotros
tenemos que movilizar al pueblo para realizar el esfuerzo, ¡y no lo haremos
jamás! (APLAUSOS) y
lo dije.
La última vez que hablé sobre la zafra fue en febrero,
y expliqué allí con todo lujo de detalles, central por central, la situación,
los problemas, los movimientos de caña, los caminos; todos esos esfuerzos se
han venido realizando meticulosamente.
Ahora, los rendimientos estaban una arroba o más por debajo de lo que
debían estar los rendimientos en azúcar.
Teníamos más caña, y tenemos más caña que la caña que se programó para
los 10 millones: teníamos y tenemos más
caña que la caña que se programó para los 10 millones. Y estamos cortando y cortaremos más caña que
la caña que se programó para los 10 millones.
Pero en una sola provincia —donde hemos tenido los problemas
industriales más serios—, que es en la provincia de Oriente, tendremos un
déficit de 700 000 toneladas de
azúcar. Esa provincia tenía que producir
no menos de 3,2 millones de toneladas de azúcar.
Quedaremos por debajo también en la provincia de
Camagüey —aunque no en igual
escala. Quedaremos en el plan en Las
Villas; por arriba del plan en Matanzas —del plan que se hizo en Santa Clara,
donde se estipuló toda la caña por provincia—; y unas 70 000 toneladas estará
por arriba la provincia de La Habana. Un
sobrecumplimiento del plan que, sin embargo, está por debajo de lo que se había
proyectado.
En estas dos provincias: Matanzas y La Habana, sobrecumplen
ampliamente sus metas: Las Villas
alcanza las metas: Pinar del Río las
cumple: Camagüey está haciendo ahora un
magnifico trabajo, un magnifico esfuerzo, sin embargo, quedará por debajo: y Oriente tendrá un déficit de 700 000
toneladas de azúcar. Camagüey tendrá un
déficit de unas 400 000. Entre La Habana
y Matanzas un incremento de unas 150
000 por encima de las metas. De manera
que la lucha por los 10 millones en este momento se vuelve la lucha por los
nueve millones.
¿Y qué debemos hacer?
¿Ocultar al pueblo esto? Sería
indigno de nosotros.
¿Desmoralizarnos? Sería indigno
de nuestro pueblo. ¿Qué debemos
hacer? Sencillamente primero esto: conocer la realidad, pelear hasta la última
caña —miles de obreros están listos para salir a apoyar la provincia de
Oriente, miles de obreros (APLAUSOS). Y
hay que cortar hasta la última caña, ¡hay que cortar hasta la última caña, y
pelear como pelearía este pueblo en cualquier circunstancia! ¿Si nos invadiera el enemigo qué
haríamos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Pelearíamos!”) ¡Pelearíamos hasta la última gota de
sangre! Pelearíamos todos. Y cuando fuésemos la mitad, pelearíamos la
mitad; y cuando quedara uno, ese uno tiene que seguir peleando (APLAUSOS).
Tiene muchos más incentivos sin duda luchar cuando se
está cerca de la meta, cuando está a la vista, como el corredor de una
distancia larga, que ve la meta y tiene a la vista de esa meta las energías
para la lucha final. Creo que será una
demostración de valor y de condición revolucionaria luchar cuando incluso esa
meta no está a la vista, cuando incluso sabemos que esa meta no será
alcanzada.
Desde el punto de vista objetivo nuestros enemigos
hasta la saciedad explotarán el no cumplimiento de esta meta. Meta que mostró el límite de nuestra
capacidad, que mostró el límite de nuestras fuerzas; que nos demostró a
nosotros que estábamos por debajo de lo que creíamos; que nos demostró o que
demostró a nuestra Revolución que no estaba todavía tan alta como suponíamos;
que nos demostró a todos nosotros nuestras limitaciones.
El enemigo sacará todo el partido de eso. Y no debemos culpar a nadie, sino a nosotros
mismos. Para nosotros, para adentro,
para los revolucionarios, habremos de tener en cuenta también el esfuerzo
tremendo realizado por el pueblo; habremos de tener en cuenta que alcanzaremos
—aun sin llegar a los 10 millones— elevar a un ciento por ciento, cuando menos,
la producción azucarera del pasado año y elevar en un 70% el promedio de
producción de azúcar de los últimos 10 años.
Y nosotros podemos decir aquí que tal proeza, que tal
proeza no la ha hecho jamás en el desarrollo agrícola ningún país del
mundo. Pero nosotros podemos decir
también que tal proeza no la volverá a hacer ningún país, ni nosotros
mismos. Es proeza porque se partió de un
nivel alto. Seremos dos veces el mayor
productor de azúcar de caña en el mundo, dos veces; el que produzca detrás de
nosotros estará por la mitad debajo de nosotros. De manera que habremos escrito una
página. Eso es para nosotros: eso no es para afuera.
Y debemos saber tener la entereza de revolucionarios
para convertir el revés en una victoria (APLAUSOS). La victoria habría podido conducir al
relajamiento. La victoria habría podido
conducir a la idea de que todos los problemas estaban resueltos. El revés debe conducirnos a la realidad; debe
conducirnos a la conclusión de que estamos lejos de haberlo hecho todo. En la victoria habríamos tenido que cuidarnos
del exceso de optimismo; en el revés debemos multiplicar nuestras energías, multiplicar
nuestra fuerza.
No tendremos que preocuparnos de la
desmoralización. Se desmoralizan los
pequeñoburgueses, se desmoralizan los gusanos.
¡Los revolucionarios no se desmoralizan jamás! (APLAUSOS) Sacan fuerzas de sus reveses,
sacan fuerzas de sus dificultades, y siguen adelante.
Y esto es lo que nos enseña la historia de nuestro
país desde las primeras luchas por la independencia, desde la Guerra de los
Diez Años —¡diez años!—, que terminó en
la derrota total —¡diez años!—, que terminó en el Zanjón. Y, sin embargo, se volvieron a levantar y
prosiguieron adelante y llegaron a lo que hemos llegado hoy.
Claro está que nosotros decíamos siempre que estamos
haciendo un incremento de arroz extraordinario —incremento que bate todos los
récords—, porque en dos años estamos elevando seis veces la producción de
arroz. En pesca, en diez años, este año
estaremos elevando ocho veces la producción del pescado que encontramos al
triunfo de la Revolución. Pero nosotros
decíamos: no nos medirán por lo que
pesquemos, no nos medirán por el arroz que produzcamos, no nos medirán por las
carreteras, escuelas, ni presas que construyamos. Nos medirán por los 10 millones, porque hemos
convertido esta cuestión en la cuestión principal, fundamental.
Hemos concitado la solidaridad de todo el mundo: han venido de todos los rincones del mundo a
ayudarnos, llenos de ilusión, combatientes vietnamitas entre ellos (APLAUSOS);
jóvenes de países capitalistas, jóvenes de países socialistas. Dos brigadas de jóvenes norteamericanos
estuvieron aquí también ayudándonos (APLAUSOS).
Nos medirán por los 10 millones y, en consecuencia,
esa será la medida de la Revolución. Y
nos mediremos nosotros también por los 10 millones: mediremos nuestras debilidades, tomaremos
conciencia de que estamos por debajo; pero sobre todo nos mediremos con la
actitud ante el revés, con la actitud ante el dolor, con la actitud frente al
golpe, incluso digámoslo: con nuestra
actitud ante la humillación.
Ciertamente no era nuestro propósito en la noche de
hoy plantear este problema. Nuestro
propósito era explicar algunos de los argumentos que se han usado contra la
movilización. ¡Si nosotros quisiéramos
crear un conflicto, si nos faltaran a nosotros posibilidades y ocasiones para
crear un conflicto...!
Y la política de la Revolución ha sido siempre la de
ir adelante, resolver los problemas de manera responsable, de manera
honesta.
Pero hay algo dentro de nosotros frente al pueblo,
algo que siempre será demasiado poderoso, y es la lealtad al pueblo, el respeto
al pueblo. La mera idea de que la simple
alusión a las dificultades pudiera parecer aquí, pudiera parecerle a cualquiera
que se intentaba disimular esas dificultades, de que se intentaba ocultar una
verdad o una realidad, nos decidió a introducir estas informaciones que les
acabo de dar.
Hablaba de qué es lo que debíamos hacer ahora al
regreso de los pescadores. Eso
explicaba. Algunos han dicho distintas
medidas: Cortemos la salida de la
gusanera. Otros han dicho: ocupemos el edificio.
Y sobre esto lo que nosotros queremos decir es lo
siguiente: no debemos gastar una sola de
las armas del arsenal que nos queda. La
batalla es larga. Para tomar posesión de
esa embajada, en el instante que lo creamos conveniente, basta con que el
Gobierno Revolucionario le retire a la embajada suiza su condición de
representante de los intereses de Estados Unidos en Cuba (APLAUSOS). ¡Basta eso!
Una sola medida legal y el hilo de la telaraña se...
(DEL PUBLICO LE
DICEN: “¡No se oye!”) Parece que se
cortó algún micrófono.
Lo leen mañana en el periódico. No hay otra solución. Dicen que no se oye, yo lo siento mucho. Pero si no oyen esto, pues seguirán gritando
allá. Los que oigan algo que les pasen
la voz, y que esperen al periódico. Porque
queda el resto del público y quedan algunas cuestiones por plantear.
Decíamos que con una simple medida es prerrogativa del
Gobierno Revolucionario de Cuba cancelar cuando lo desee el carácter de
representante de los intereses de Estados Unidos en Cuba de la embajada
suiza. Y entonces este edificio cae como
una hoja seca. Y con eso legalmente no
tendrán nada con qué defender este edificio.
Ahora, nuestra opinión, no es este el instante de
tomar esa medida. Sería gastar una salva
más por gusto cuando el objetivo fundamental está logrado. De manera que los enemigos no puedan aparecer
usando el argumento de que la Revolución se excedió innecesariamente. Esa debe ser nuestra estrategia.
Hemos ganado una batalla política importante, y la
hemos ganado empleando un mínimo de nuestros recursos. Conservemos las demás armas en nuestros
arsenales para cuando tengamos necesidad de usarlas.
Ese edificio por ley es nuestro. Ese edificio con una simple disposición, con
un simple decreto, y sin necesidad de movilizar las masas, pasa y tiene que
pasar con la simple expedición del decreto al Gobierno Revolucionario
(APLAUSOS). De manera que no hay que
entrar en el patio, no hay que romper ninguna puerta. Tenemos todos los medios legales para que ese
edificio pase a nuestras manos.
Cuando desaparezcan los intereses o la representación
de los intereses, no aceptaremos que ningún otro país represente tales
intereses. Cancelaremos la
representación de los intereses de Cuba en Estados Unidos, ¡que no tenemos ninguno,
además!, y no es más que un mero formulismo.
Y, desde luego, cae también, viene abajo la salida de la gusanera y
todas las demás cosas (APLAUSOS).
De manera que si en el momento en que los pescadores
están aquí entre nosotros, en el momento en que hemos ganado esta batalla
empleamos muchas de las armas que nos quedan en el arsenal de la Revolución, si
las empleamos ahora las estaríamos empleando de más.
Y por eso nosotros proponemos al pueblo que lleguemos
hasta aquí y que guardemos en el amplio arsenal de la Revolución las demás
medidas para cuando las circunstancias lo exijan (APLAUSOS).
Eso es lo que nosotros venimos a plantear al pueblo
hoy.
¡Duro papel este papel de moderador! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Fidel!”) ¡Duro papel!
¡Duro papel este de venir a hablarle al corazón indignado de nuestro
pueblo!
Apliquemos la inteligencia. Esperemos.
Conformarnos con esta gran victoria del pueblo. No gastemos un solo cartucho más, guardémoslo
para cuando lo necesitemos. Evitemos
aparecer ante la opinión internacional excediéndonos, yendo más allá de lo
necesario. Eso es inteligencia
revolucionaria.
Y nadie se entristezca si cree que esta es la última
batalla. A nuestra Revolución le quedan
muchas batallas por delante, le quedan por delante muchas oportunidades de
probar la entereza, el valor y la decisión del pueblo.
¡Duro papel este de venir a expresar todas estas
cosas, de decir incluso lo que el deber impone por encima de lo que el
sentimiento reclama! ¡Pero nosotros
venimos a cumplir ese deber!
¡A nosotros no nos queda nunca otra alternativa que
saber cumplir el deber, en cualquier circunstancia, no importa lo difícil que
sea!
Era difícil decirle al pueblo esto. Era difícil, porque todo el mundo ha oído
hablar miles y cientos de miles de veces.
Sin embargo, está dicho, explicado.
Y entendemos y creemos que el pueblo lo entiende.
Más duro todavía, créanmelo —¡y eso si es duro!—, es
la noticia de los 10 millones.
¡Duro! Y creo que nunca más,
ojalá que nunca más me vea en el amargo deber de dar una noticia como esa.
Hemos trabajado como los más por esto, hemos dedicado
hasta el último átomo de nuestra energía, de nuestro pensamiento, de nuestro
sentimiento. Y lo único que me resta por
decirle a cualquier cubano, a aquel que en lo más hondo le duela, o a aquel que
en lo hondo más le duela esta noticia, decirle que ese mismo dolor es el dolor
que sentimos nosotros, es el mismo dolor que yo siento en este instante. Y decirle a aquel cuya vergüenza y cuyo honor
revolucionario se sienta más profundamente lastimado, que esa herida profunda
que él siente en su dignidad, en su honor, en su orgullo si se quiere que se
diga, es el mismo dolor que yo siento al comunicar a nuestro pueblo esta
noticia, y es el mismo dolor de todos nuestros compañeros (EXCLAMACIONES
DE: “¡Fidel, Fidel!”).
Y frente a esto, frente a esto: ¡seguir trabajando más que antes!
Nunca se nos podrá olvidar un día triste en las
montañas, cuando quedábamos 12 hombres y por un radio de pilas escuchamos un
parte del Estado Mayor General del ejército enemigo que decía: “Han sido perseguidos incesantemente” —¡era
verdad! “Solo quedan 12 hombres y no les
queda más alternativa que rendirse o escapar, si es que pueden.” Y éramos —acertaron en su mentira—, éramos en
ese momento 12 hombres: unas horas antes
habíamos quedado solo 12 hombres.
Me acuerdo en aquel momento la reacción de todos
nosotros: “Quedamos 12, pero no nos
rendiremos jamás, no pensaremos jamás en escapar. Seguiremos la lucha y la llevaremos hasta el final,
seguiremos la lucha mientras quede un hombre, seguiremos la lucha hasta el
último aliento.”
Y así también nuestro sentimiento ahora. El sentimiento del revolucionario solo puede
ser uno.
Hemos de trabajar más.
Hemos de esforzarnos más. Hemos de
engrandecernos.
No hemos de disimular nuestras deficiencias. No hemos de disminuir un átomo nuestras
responsabilidades. No vamos a exaltar
nuestros éxitos objetivos. Pongamos el
acento no en los récords, que quedarán para la historia y que nunca más serán
superados: ¡pongamos el acento en el
revés y empinémonos sobre el revés, para engrandecernos, para multiplicar
nuestras energías, para multiplicar nuestro esfuerzo! (APLAUSOS)
Levantemos la frente, ¡levantemos la frente!, que nos
queda mucho por luchar, nos queda mucho por hacer. ¡Levantemos la frente en este instante
amargo! Y frente a nuestros enemigos y
junto a nuestros deberes más elementales digamos, con más fuerza que nunca —en
este minuto feliz por un lado y triste por otro, en este minuto de victoria y
de revés—, digamos: ¡adelante, pueblo
revolucionario! (APLAUSOS
PROLONGADOS) ¡Adelante, con más coraje y
con más valor que nunca! (APLAUSOS) y
digamos con más profundidad, digamos más alto que nunca:
¡patria
o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)