CONVERSACION DEL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE
CUBA y PRIMER MINISTRO DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO, CON ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD DEL NORTE, DE LA
UNIVERSIDAD DE CHILE y DE LA
UNIVERSIDAD TECNICA DEL ESTADO, EN EL PATIO INTERIOR DE LA UNIVERSIDAD DE
CHILE, SEDE DEL ESTADIO SOKOL, ANTOFAGASTA, CHILE, EL 12 DE NOVIEMBRE DE 1971.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
MARIO BAEZA.- Ahora,
compañeros, vamos a iniciar el diálogo.
Como primer paso, le voy a ofrecer la palabra al Comandante Fidel Castro
(APLAUSOS).
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Compañeros estudiantes: Aquí realmente nadie tiene que dar las
gracias. En todo caso las tendría que
dar yo, puesto que para nosotros, para nuestra delegación, constituye un
encuentro de un gran valor en todos los órdenes: político, histórico... Bueno, como ustedes lo quieran llamar.
(LE DICEN ALGO AL COMANDANTE FIDEL CASTRO.)
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
¡Eso sí que me ha sorprendido!
Muchas gracias (APLAUSOS).
En todo caso, si ustedes me quieren excusar algunos
inconvenientes, les pediría, en primer lugar, que me excusaran que la voz ande
un poco extraviada, porque parece que hay algunos factores que han estado
conspirando contra el recorrido (RISAS).
Segundo: Me van a excusar que llegamos también
después de casi 72 horas de intenso trabajo.
No les vamos a regatear ni un átomo de energía aquí, y estamos
dispuestos a hacer el esfuerzo que sea necesario. Pero bueno, si somos dialécticos, el espíritu
hace mucho, pero a última hora dependen también de la materia, ¿no?, y la
materia se puede agotar un poco.
En tercer lugar, no debemos ver este encuentro como un
homenaje a nadie, ni como un encuentro protocolar entre nosotros. Si queremos que tenga algún sentido, debemos
sencillamente conversar. Será un cambio
de impresiones, en que yo les contestaré todo lo que les pueda contestar.
Por último, ustedes tendrán que tener en cuenta mi
especial situación de visitante en este especial país (APLAUSOS).
Yo siento que no podré complacerlos a todos porque,
lógicamente, tengo que ser cuidadoso.
¿Ustedes lo entienden?
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Sí!”) Yo trataré de
responderles todo lo que se pueda responder.
No nos olvidemos que yo me siento así como si me estuvieran haciendo una
trampa... (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No!
Ustedes no. Pero, ¿ustedes
piensan que yo pienso que ustedes piensan hacerme una trampa? (RISAS y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
No. Nos
referimos a todos aquellos que quisieran realmente afectar la marcha del
proceso revolucionario en Chile, en Cuba, en América Latina y en el mundo. Los tramposos no están aquí. Los tramposos pueden estar entre los que
puedan utilizar cualquier palabra para echarla en el fuego del chovinismo, de
la demagogia en la cual son en realidad bastante prácticos algunos
(RISAS).
Bueno, hay gran número de banderas. Me recuerda los primeros tiempos de la
Revolución Cubana (APLAUSOS).
¿Conclusión?
Bueno, las conclusiones las sacan ustedes. Entonces, Vicerrector, le damos la palabra a
cualquier estudiante.
MARIO BAEZA (Vicerrector).- Bien, en primer lugar va a hacer una pregunta
Jorge Alvarado.
JORGE ALVARADO.-
Compañero Fidel Castro: Es consabido que los países que son
dependientes, los países que son subdesarrollados, indudablemente que su
superestructura será también dependiente, y será en gran medida alineante.
La pregunta concreta y sencilla es la siguiente: ¿Cómo Cuba ha
logrado nacionalizar su educación?
En Chile nosotros estamos logrando ahora, a través del
gobierno popular, impulsar con la participación de las bases, congresos en los
cuales participan juntos:
vecinos, centro de madres, los colegios medios y
universitarios. Eso es meramente como
ejemplo. Pero deseo saber, como petición
de los compañeros de la Universidad de Chile, cuál es en realidad y cómo ha
sido el proceso por el cual Cuba ha logrado nacionalizar su educación.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
¿Sobre la educación?
JORGE ALVARADO.-
En todos los niveles.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Bueno, en Cuba teníamos parte de la enseñanza, pública; parte de la
enseñanza, privada.
En determinados momentos surgieron conflictos
realmente. Se llegó a la decisión de lo
que se llamó la nacionalización de la enseñanza. Fue una situación que estuvo determinada por
las condiciones concretas de nuestro país.
Y en un momento dado se hizo la nacionalización. Esa fue nuestra ley de nacionalización en el
sentido de que luego ya toda la enseñanza era de carácter público y, por lo
tanto, de carácter gratuito.
Desde luego, en nuestro país eso fue un paso. Ulteriormente fue necesario desarrollar
realmente la enseñanza, tanto la enseñanza primaria como la enseñanza media,
superior y universitaria.
En la universidad se hizo lo que se llamó la reforma
universitaria. Pero realmente nosotros
después vimos que la reforma universitaria que hicimos, era la que respondía a
las demandas de una reforma universitaria dentro de una sociedad burguesa. Eran viejas aspiraciones de la universidad,
donde estaba la autonomía, donde estaba también la cuestión de los profesores
de tiempo completo; algunos aspectos eran de orden económico. Y se hizo lo que se llamó la reforma
universitaria.
Después todo aquello resultó insuficiente.
Cuando hace 12 años nosotros hablábamos de reforma
universitaria, no teníamos ni la menor idea de cuáles serían las ideas de cómo
nosotros íbamos a concebir la universidad de hoy.
Los miro a ustedes, y pienso que ustedes van a ser los
llamados trabajadores intelectuales del futuro.
Y nosotros lo que queremos es que los trabajadores intelectuales se
parezcan a los trabajadores (APLAUSOS).
Nosotros no queremos que los egresados de las universidades se
constituyan en una élite intelectual, divorciada de las realidades de la vida,
divorciada del espíritu de los obreros.
Claro, este es un problema que se puede plantear hoy,
porque todavía los intelectuales son una minoría. Cuando los intelectuales son una minoría las
consecuencias son obvias:
son una especie de hechiceros de la tribu, son los médicos, son
los magos, son los que saben algo. En
nuestro país, por lo general, los médicos eran elegidos alcaldes. Muchas veces los elegían también
representantes. Esto con perdón del
alcalde de Antofagasta, que no es médico, que es estudiante de ingeniería
(RISAS).
En realidad eran los que tenían el privilegio de
contar con algunos conocimientos.
Inmediatamente se enriquecían, se aburguesaban.
Ahora, ¿cómo debe contemplar la sociedad del futuro el
problema del estudio? ¿Cómo debe
contemplar la sociedad del futuro el problema de la formación del hombre? Se ha dicho que la sociedad ideal del futuro
es aquella en que desaparezca la diferencia entre los trabajadores manuales y
los trabajadores intelectuales (APLAUSOS), y que sencillamente todos sean
trabajadores manuales y trabajadores intelectuales. ¿Se tratará acaso de una utopía?
¿Qué hacemos con unos hombres? ¿Los condenamos toda la vida a ser
intelectuales? ¿Y qué hacemos con otros
hombres? ¿Los condenamos toda la vida a
ser animales? ¿Unos tendrán que estar en
las profundidades de la mina de carbón o de cobre, o trabajando físicamente, y
otros tendrán que estar todo el día encerrados trabajando con la
inteligencia? Ambos serán desgraciados. No se concibe un hombre solo intelectual, ni
se puede concebir un hombre solo máquina.
Y el hombre ha sido, desde luego, a lo largo de la historia,
esencialmente máquina, desde el punto de vista físico. La sociedad estuvo dividida en clases y
estuvo dividida en esos dos tipos de trabajadores.
En la sociedad del futuro creemos que todo ser humano
debe tener la posibilidad de desarrollar sus capacidades al máximo, sus
capacidades mentales. Pero para que ello
sea posible, será necesario también que todos los seres humanos participen con
sus brazos en la creación de las riquezas que el hombre necesita para
vivir.
Pero estamos en una fase de tránsito. Los intelectuales, los trabajadores
intelectuales son una minoría, y seguirán siendo durante mucho tiempo todavía
una minoría de la sociedad. Y es por eso
que tenemos que hablar de lograr cuando menos que esos trabajadores
intelectuales se diferencien lo más posible del clásico trabajador intelectual,
y puedan llevar en su ánimo, en su conducta, en su vida, parte por lo menos de
las virtudes de los obreros.
Nosotros aspiramos en nuestro país a universalizar la
enseñanza. Y lo vamos logrando. Por lo pronto empezamos por la enseñanza
primaria. Actualmente en nuestro país
prácticamente toda la población infantil está inscrita en las escuelas; toda la
población infantil tiene escuelas, y toda la población infantil tiene
maestros.
Esto puede parecer una gran cosa, y sin embargo muchas
de nuestras escuelas son todavía miserables edificaciones, y muchos de nuestros
maestros son todavía improvisados educadores.
Cuando la Revolución triunfa había en el país 10 000
maestros sin escuelas, es decir, 10 000 maestros sin aula. Claro, la Revolución abrió las puertas al
empleo de todos los maestros, porque había aproximadamente 700 000 u 800 000
niños que no tenían maestros. Pero era
fácil dar clases en las ciudades; lo difícil era llevar el maestro a las
montañas. Pero nuestras montañas no eran
como estas montañas de ustedes. Estas
son montañas desérticas. Nuestras
montañas, que son tropicales, están pobladas, los campesinos viven aislados a
lo largo de todas esas montañas. Lograr
maestros para enseñar en las montañas era muy difícil.
Por eso surgieron los llamados maestros
voluntarios. Muchas veces eran estudiantes
que estaban dispuestos a inscribirse como maestros para ir a enseñar a esos
lugares. Y a pesar de que había 10 000
maestros sin empleo, fueron muy pocos los maestros, de los que estaban sin
empleo, dispuestos a ir a enseñar a las montañas. Ahí mismo se manifestaba ya una falta de
formación, una falta de temple, una falta de hábito de trabajo y de
sacrificio. Teníamos un nutrido grupo de
trabajadores intelectuales que no estaban dispuestos a salir de las ciudades
para ir a enseñar a las montañas. Ese
fue uno de nuestros primeros problemas.
Entonces nosotros, una de las soluciones que ideamos,
fue organizar las escuelas de maestros en las montañas. Y en plena montaña, un campamento que había
sido escuela de instrucción guerrillera, organizamos la escuela de
maestros. Fuimos extremistas. ¿En qué sentido? Suspendimos todas las escuelas de maestros en
las ciudades (RISAS). Pero realmente no
lo hicimos del todo bien. Fuimos
idealistas y creíamos que íbamos a tener suficientes candidatos a aquella
escuela de maestros. Pero el tiempo
demostró dos cosas:
que el número de maestros que necesitábamos era mucho mayor que
el que inicialmente habíamos imaginado...
En nuestro país no había realmente datos estadísticos acerca del número
total de niños y empezaron a inscribirse e inscribirse los que estaban dentro
de la edad escolar y los que estaban un poco más allá de la edad escolar, pero
estaban en segundo grado, tercer grado o cuarto grado.
Tal vez me falte señalar que uno de los primeros
esfuerzos que hicimos fue el de alfabetizar.
Porque teníamos —se dice— un 30% de analfabetos o un 35%, y se realizó
una campaña —que yo creo que fue un gran esfuerzo de la nación y sobre todo un
gran esfuerzo de la juventud— para alfabetizar en un año el 35% de
analfabetos.
Desde luego que nuestro idioma no es el idioma
chino. Si hubiese sido un idioma difícil
nadie habría podido pensar en enseñarlo en un año. Pero por lo menos a leer y escribir en
español se habría podido enseñar en un año.
Y se hizo el esfuerzo. Y se
movilizaron 100 000 jóvenes a lo largo y ancho del país. Se produjeron todo tipo de hechos: casos de enseñar a
personas ancianas de 80, 85, 90 años.
Aquella fue una gran campaña. Y
se logró, según se dijo, alfabetizar a todos.
Y digo “según se dijo”, porque cuando nosotros creíamos que teníamos a
todos alfabetizados, a cada rato hemos encontrado buenos números de
analfabetos. Pero, ¿qué
analfabetos? ¿Estábamos mintiendo? ¡No!
Hay algunos que se les olvidó (RISAS).
Sí.
Ciertamente se organizaron escuelas de seguimiento de
adultos y se inscribieron cientos de miles de personas, porque se trataba
entonces de llegar al sexto grado como objetivo. Se hizo también un gran movimiento ulterior. Pero ocurrió una cosa: cuando después vino el servicio
militar u otros tipos de organizaciones —Columna Juvenil del Centenario— para
trabajar en las regiones despobladas del país, íbamos a ver y había un número
de analfabetos respetable. Vaya,
respetable relativo, ¿no? En nuestro
país debe haber en total tal vez un 4%, un 5% de analfabetos. Pero a veces llegábamos y, en jóvenes
reclutados, había un número más alto; o en la columna juvenil, un número más
alto.
Y, ¿qué ocurrió?
Cuando se hizo la campaña de alfabetización se consideraban analfabetos
los que tenían 11, 15 años, los que estaban fuera de la edad escolar. Pero cuando se hizo esa campaña había muchos
niños de 8, 9, 10, 11, 12, 13 años, que estaban fuera de la escuela, porque fue
al principio de la Revolución, en el año 1961.
Precisamente en medio de la campaña de alfabetización
se produjo la invasión de Girón. Y una
de las cosas que nos dolía a todos nosotros era que si íbamos a interrumpir
aquella campaña, dijimos:
¡No! Sería una
derrota. Sería una victoria del enemigo
si entre otras cosas nos obliga a suspender la campaña de alfabetización. Y se mantuvieron, a pesar de la situación de
guerra, todos los jóvenes enseñando.
Hay que decir también que hubo heroísmo, mucho
heroísmo por parte de nuestra juventud, porque cuando estaban en las montañas
enseñando, sobre todo en las montañas del centro del país, había cientos de
bandidos contrarrevolucionarios en las montañas que cometían asesinatos de
campesinos, de obreros. Incluso hubo un
caso muy famoso de un joven, Manuel Ascunce, que estaba en una casa de
campesinos enseñando. Porque esos
estudiantes se fueron para casas aisladas, cada uno enseñaba a una familia o
varias familias. Llegó un grupo de bandidos,
los arrestó y se los llevó a un monte —cuando yo les hablo a ustedes de monte,
no sé si ustedes tendrán idea de lo que es un monte, igual que es muy difícil
tener una idea de un desierto como este; me imagino que cuando les digo un
monte... Entonces lo llevaron,
torturaron al estudiante. Pero solo por
ser alfabetizador. Desarrollaron una
guerra contra los alfabetizadores, la contrarrevolución; a él y al campesino, y
después los ahorcaron. Propósito: sembrar el terror y
obligar a las familias a llevarse los hijos.
Claro, la Revolución respondió denunciando. Una enorme movilización popular: 200 000, 300 000,
400 000 personas desfilaron tras el féretro de aquel estudiante asesinado y
ninguna familia mandó a buscar a sus hijos.
De manera que aquella fue una página realmente
gloriosa de nuestra juventud al principio de la Revolución.
Pero muchos muchachos, repito, no estaban en la
categoría de analfabetos, sino de escolares, no fueron a la escuela, y todavía
aparece un porcentaje de jóvenes analfabetos en nuestro país.
Ahora, nosotros estamos viviendo una etapa: nuestras
universidades no crecieron grandemente.
Mejoraron de calidad, pero nuestra masa estudiantil es reducida en la
universidad, a pesar de todas las facilidades.
¿Razones? La Revolución
misma. Cuadros juveniles que realizan
tareas en organizaciones de masas, en organizaciones de trabajo; la necesidad
de la defensa del país, puesto que nosotros hemos tenido la mala suerte de
contar con un vecino poderoso, a 90 millas de nuestras costas, constantemente
amenazándonos. Eso nos obligó a
desarrollar al máximo nuestras fuerzas, desarrollar al máximo los mecanismos
defensivos del país. Eso empleó decenas
de miles de jóvenes. Y cuando ya la
técnica era una técnica más moderna, de equipos mucho más complicados,
distintos tipos de armamentos —entre ellos armamentos electrónicos, armamento
antiaéreo, la aviación, los radares, los cohetes tierra-aire—, toda una serie
de armamentos que requerían un conocimiento, lo mejor de las universidades
salió a formar parte de las unidades que fue necesario organizar.
Luego, otra serie de actividades revolucionarias de
todo tipo hicieron una gran extracción de jóvenes de la enseñanza media, y
también la misma educación, porque muchos estudiantes de enseñanza media
pasaron a ser maestros improvisados.
Todo eso limitó el número de graduados.
Si se añade esto a la circunstancia de que en nuestro
país había un déficit de fuerza de trabajo grande... Ese déficit, a pesar de que cuando la
Revolución triunfa había algunos cientos de miles de desempleados, se debe
fundamentalmente al hecho de que nuestra economía, nuestras divisas se obtienen
mediante la agricultura, circunstancia histórica heredada por la Revolución,
dependencia de la caña de azúcar que nos obligaba a trabajar, a emplear medio
millón de trabajadores, ¡medio millón de trabajadores!, para obtener el 70% de
las divisas que ustedes obtienen con 30 000 ó 40 000 obreros del cobre. Y claro, con el triunfo de la Revolución el
ejército de la reserva, de los desempleados, desapareció. La caña la cortaban aquellos que si no
cortaban caña se morían de hambre: cientos de miles de hombres que
estaban sin trabajo la mitad del año, y cuando llegaban las zafras iban allí
desesperadamente a hacer “colas” —”¡colas!”— en los cañaverales.
El pequeño agriciultor tenía que trabajar 12, 15, 16,
17 horas en la zafra. Y siempre cuando
empezaba la zafra no había que organizar a nadie para cortar caña. Además, la población crecía. Si había unos 700 000 que iban a la escuela primaria,
si solamente un 5%, un 10% —la minoría— llegaba al sexto grado, quedaban otros
cientos de miles completamente analfabetos, que iban a nutrir las filas de los
que tenían que ir a hacer un trabajo bruto para ganarse la vida.
Las compañías imperialistas, propietarias de los
centrales azucareros y de las plantaciones de caña, mantuvieron esas
condiciones en nuestro país. Y el
trabajo del corte de caña en el trópico no es un trabajo fácil. Nuestro clima es caluroso, además, es húmedo. El trabajo del corte de caña es un trabajo
duro.
La población aborigen de nuestro país fue aniquilada
realizando, precisamente, ese tipo de trabajo y trabajos en las minas. La caña fue la causa originaria del
resurgimiento del sistema esclavista en este continente. Con todo y lo que los europeos se
consideraban fuertes y trabajadores, buscaron los obreros para la caña haciendo
cacerías en Africa, llenando los barcos de africanos, llevándolos encadenados
para cortar la caña.
Cuando la Revolución triunfa —o mejor dicho, la Guerra
de Independencia— y se instaura una semirrepública o una república mediatizada,
los problemas los resolvieron con inmigraciones.
Pero como creció la población cuando la Revolución
triunfa, la caña la cortaban ya los cubanos.
Y aun así, sobraban hombres.
Tales eran las condiciones de vida de nuestro pueblo y
los factores de presión social, económica; presiones inhumanas para encontrar
al hombre que cortara la caña.
Ahora, cuando la Revolución triunfa, con todas las
alternativas, dejó de existir el cortador habitual; con todas las alternativas
de la Revolución no se nutrió más de fuerza de trabajo el sector cañero. Muchos se hicieron... bueno, de todo. Se hicieron soldados, se hicieron operadores
de equipos, se hicieron constructores.
Pero era el trabajo marginal. Y
eso determinó en nuestro país que empezara a surgir un fenómeno de escasez
grande de brazos. Eso afectó toda la
economía. Y eso trajo como consecuencia
una gran demanda de jóvenes en casi todas las industrias. Y nosotros tuvimos que tomar medidas, porque
las fábricas —las fábricas estatales— reclutaban estudiantes, les daban un
empleo.
La medida que tomamos fue prohibir el reclutamiento de
estudiantes. Y cuando surgía un caso de
necesidad social, le dábamos un subsidio al estudiante. Pero fue terminantemente prohibida la
contratación de estudiantes por las empresas del Estado. Ese tipo de medida tuvimos que tomarla. Ahora las medidas que tomamos son otras.
Pero esa fue la historia. Y por eso nuestras universidades aún hoy no
tienen un número crecido de estudiantes, y es uno de los problemas que
tenemos. Ahora, la enorme masa viene
ahora, y está entrando ya en los niveles medios. Por ejemplo, este año tenemos 40 000
estudiantes de secundaria más que el año anterior. El año que viene tendremos unos 50 000 más.
De manera que viene una enorme, gigantesca masa de la primaria a la
secundaria y a los niveles medios. Y en
un momento dado nuestras universidades crecerán como la espuma.
Ahora, ¿cómo afrontamos nosotros ese problema del
crecimiento de los estudiantes, de toda la juventud estudiando? ¿Cómo un país pobre —que no debemos olvidarnos de eso— puede
aplicar la enseñanza universal?
La economía de nuestro país tan atrasada, era tan poco
productiva, estaba tan deformada, que hablar de educación universal y de salud
pública universal o asistencia médica universal era prácticamente una
utopía.
¿Cómo se concilian esas dos cuestiones: hacer que todos los
jóvenes estudien y hacerlo de manera que la economía del país lo permita? ¿Cómo resolver esa contradicción? Ese fue uno de los problemas que se nos fue
planteando a nosotros a lo largo de estos años hasta encontrar soluciones que,
a nuestro juicio, van a resolver este problema.
A nosotros nos parece que en educación
realmente... Y no porque los cubanos
vayamos a pretender que somos más hábiles que los demás, sino porque la
necesidad nos obligó a buscar soluciones, porque los problemas concretos de
nuestro país nos obligaron a buscar soluciones. Y nuestro país, que se enfrentó a esta
situación de que hablamos —su economía dependiente de un trabajo manual de muy
poca productividad, más la necesidad de defenderse del imperialismo—, nos
obligó a buscar soluciones a esa situación.
Y hemos encontrado algunas soluciones que, a nuestro juicio, van a
constituir una innovación, o van a constituir una especie de revolución en este
campo de la educación.
Y sencillamente nosotros marchamos hacia un concepto: la combinación del
estudio y del trabajo en todos los niveles:
en la secundaria, en la media superior y en la universidad. Y ya estamos haciendo escuelas primarias
donde desde cuarto grado se empiezan a desarrollar tareas productivas.
Había una asignatura que era educación laboral, pero
no pasaba de ser una asignatura. Y ahora
ya estamos pensando en desarrollar esas instituciones en que el hábito del
trabajo lo empezamos a crear desde la enseñanza primaria. Y creemos que realmente tendrá sus frutos el
hecho de que nosotros lleguemos a establecer ese principio de la combinación
del trabajo con el estudio dentro de todo el sistema educacional.
Nosotros corremos un riesgo, y es una Revolución
socialista, la primera Revolución socialista de América Latina, todas esas
cosas que a ustedes les admira y por las cuales han expresado su simpatía a la
Revolución Cubana. Pero la Revolución
Cubana tiene sus riesgos. Y si nosotros
no descubrimos todos estos fenómenos a tiempo, bien puede ocurrir que nosotros
eduquemos una juventud burguesa y que simplemente hayamos sustituido al hijo
del rico... Yo no sé si ustedes son
hijos de ricos. Me parece que no debe
haber muchos ricos por acá. Pero nuestro
país...
En realidad lo que quiero decir con esto es que a la
universidad arribaban realmente no hijos de obreros, sino de sectores medios,
sobre todo cuando teníamos una sola universidad, la Universidad de La
Habana. ¿Y quién podía ir desde Oriente,
desde Camagüey a estudiar a La Habana en una universidad, si su padre era un
obrero?
Ahora, nosotros corríamos el riesgo de sustituir al
papá por el Estado. Antes era el papá el
que le pagaba todos los gastos al estudiante, y después era el Estado el que
pagaba todos los gastos del estudiante.
Y el estudiante era igual. Mucha
prédica revolucionaria, mucha instrucción política, mucho adoctrinamiento, si
ustedes quieren. Pero al fin y al cabo
lo que hace al hombre no es simplemente la especulación, las ideas en
abstracto. Es su vida, sus hábitos, el
quehacer de todos los días es el que hace a un hombre (APLAUSOS).
Y estábamos corriendo el riesgo ese: que nosotros perdiéramos los mejores
hábitos y las mejores virtudes de la clase obrera. ¿Porque saben lo que creó las mejores
virtudes de la clase obrera? La lucha,
el sufrimiento, el sacrificio.
Creemos que el Estado revolucionario debe velar por
esas virtudes y seguirlas desarrollando.
Pero, ¿qué es educar?
¿Qué es educar? Es preparar al
hombre desde que empieza a tener conciencia para cumplir sus más elementales
deberes sociales, para producir los bienes materiales y los bienes espirituales
que la sociedad necesita y a producirlos por igual, con la
misma obligación todos.
¿Y acaso creen ustedes que una universidad puede
superar a una fábrica como centro de educación?
Una universidad podrá ser un magnífico centro de enseñanza teórica. Incluso puede llegar a más —y espero no contradecir
al Rector con esto. Una universidad
puede tener laboratorios, centros de investigación. Pero una universidad nunca podrá educar a un
hombre más que una fábrica (APLAUSOS).
Y bien expresadas las cosas, la educación debe ser la
combinación del centro de trabajo y del centro de estudio. Combinar las fábricas con las universidades y
las universidades con las fábricas.
¡Hacer que todos los obreros se vuelvan estudiantes y hacer que todos
los estudiantes se vuelvan obreros!
(APLAUSOS.)
Esos son, a grandes rasgos nuestros conceptos, no de
la nacionalización de la enseñanza —que eso es un paso de los primeros—, sino
de lo que pudiéramos llamar la revolución de la enseñanza. Claro que nosotros no hemos podido implantar
esto todavía. Pero nosotros tenemos hoy
la seguridad de que lo vamos a lograr y que vamos a ir a pasos rápidos en este
sentido. De manera que no como concepto
de nacionalización, sino como concepto de revolución educacional en la sociedad
que nosotros queremos desarrollar.
Ustedes me perdonan que yo haya sido tan extenso,
porque fue un monólogo y no un diálogo (APLAUSOS).
PREGUNTA.-
Compañero Fidel:
¿Cómo supera Cuba el bloqueo económico y tecnológico impuesto por
el imperialismo una vez que triunfa la Revolución?
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Bueno, el bloqueo económico no lo hemos superado, lo estamos
superando. El bloqueo tecnológico, es
cierto, constituye uno de los problemas serios.
Estamos también tratando de superarlo.
En esencia, podemos decir que un país como el nuestro,
pequeño, de menos extensión territorial que la provincia de Antofagasta... Creo que ustedes tienen algo más de 120 000
kilómetros cuadrados y Cuba tiene 111 111 kilómetros cuadrados. Esa cifra no es exacta, pero a algún profesor
de geografía se le ocurrió para que se acordaran los estudiantes (RISAS y
APLAUSOS). Y por lo menos a mí me sirvió
para tener una idea de la superficie del territorio.
Un país que no tiene energía hidroeléctrica, es decir
que no tiene grandes ríos; un país que no tiene carbón; un país que no tenía
acero; un país que no tenía madera; un país que no tenía industria mecánica; un
país que dependía de un solo producto fundamentalmente, cuyo único mercado era
Estados Unidos, se habría enfrentado a problemas realmente muy difíciles, tal vez
insolubles, de no mediar una circunstancia, que fue sencillamente la existencia
del campo socialista.
Ustedes nos podrían preguntar a nosotros: “¿Ustedes
planificaron la ayuda del campo socialista?”
Y nosotros les diríamos: No.
Nosotros no planificamos ninguna ayuda del campo socialista.
“¿Ustedes cuando hicieron la Revolución y empezaron
sus primeros enfrentamientos con el imperialismo estaban pensando recibir ayuda
exterior?” Nosotros les diríamos: No. Nosotros no estábamos pensando en nada de
eso.
“Entonces, ¿en qué estaban pensando ustedes?” Pues nosotros cuando surgieron aquellas
complicaciones y surgieron aquellos problemas, pensábamos que los imperialistas
nos iban a invadir, y lo que estábamos era pensando en armas, en acumular armas
en las montañas, en prepararnos para la guerra y en prepararnos si era
necesario para morir. En definitiva, en
aquella fase no había ninguno de esos planes.
Era un enfrentamiento apasionado, violento, entre un movimiento
revolucionario y el imperialismo, del cual habíamos oído hablar por los libros
pero que no lo conocíamos bien. Teníamos
un conocimiento del imperialismo en abstracto, hasta que un día empezamos a
descubrir el imperialismo en concreto (RISAS).
Podríamos decir incluso que descubrimos en concreto el
apoyo socialista.
Hay que decir —y yo pongo un ejemplo— que la situación
cuando la Revolución Cubana triunfa... Y
yo creo que si triunfa un día antes, un mes antes, una hora antes, un minuto
antes, un segundo antes, habría podido ser aplastada. Aplastada significaba... Bueno, ya se sabe lo que significaba. Los que estábamos en aquella lucha habríamos
terminado igual que el polvo del desierto de Antofagasta. En realidad nosotros preferíamos terminar
convertidos en polvo, realmente. Era una
cuestión de preferencia (APLAUSOS).
Pero en el momento en que se produce el triunfo de la
Revolución Cubana, la correlación de fuerzas imperialismo- socialismo no era
así. El imperialismo estaba arriba, la
correlación de fuerzas estaba superior. podíamos decir que realmente, desde un punto de vista
objetivo, la correlación de fuerzas favorecía al imperialismo. Pero se iba acercando la fuerza
socialista.
Ahora, ¿cómo a pesar de una correlación de fuerzas
desfavorable, y estando nosotros tan próximos a Estados Unidos, no pudieron
aplastar a la Revolución Cubana? Ello se
debió a que se unieron dos factores: la audacia de los revolucionarios
cubanos, y podríamos decir también la audacia de la Unión Soviética.
¿Y por qué? Yo
les voy a citar un ejemplo:
Todo el petróleo nosotros lo recibíamos de Estados Unidos. Todo.
La Unión Soviética producía en aquella época ciento y pico de
millones... ciento y tantos
millones. Me dijeron que no dijera esa
palabra (RISAS y APLAUSOS). Lamentablemente me acordé un poco tarde,
¿no? Esta producción de petróleo, si
ustedes la comparan con la de Estados Unidos es insignificante. No tenía una flota transportadora de
petróleo, y a pesar de eso nos mandaron los 4 millones de toneladas de petróleo
que nosotros necesitábamos, desde el momento en que los norteamericanos
hicieron así (hace un gesto con la mano) y nos cerraron el petróleo.
y cuando los norteamericanos decidieron suprimir la
cuota azucarera completamente, los soviéticos llegaron y compraron el azúcar. Lo curioso es que llegaron, compraron el
azúcar y eran los grandes productores de azúcar.
Bueno, realmente en una situación de un país que le
suprimen ciento por ciento el petróleo y le suprimen ciento por ciento su
mercado, ¿qué habría podido hacer? Es
decir, para salir victorioso. ¿Qué
alternativa tenía a la victoria? ¡La
muerte! Por eso es que alguien un día
dijo: “¡patria o Muerte!”, y bueno: “¡patria
o Muerte!” Y se quedó esa consigna,
porque era de verdad una realidad, reflejaba una realidad.
Pero además...
Bueno, los imperialistas habían inventado algunas cosas, siempre
resolvían los problemas así. Quitan el
petróleo —”bueno, eso es suficiente para que vaya abajo cualquier
gobierno”. Le quitaron el
combustible. Le quitaron el mercado. Eso es suficiente para arruinar a cualquier
país y liquidarlo.
Pero bueno: Surgieron aquellas posibilidades, y
entonces empezaron la conspiración, la invasioncita, la historia aquella. Bueno, fueron a aplicarnos el remedio de
Guatemala:
inmediatamente la CIA, ejército mercenario, aviones, tanques y
toda aquella historia.
Nuestras primeras armas ni siquiera nosotros las
habíamos comprado en el campo socialista, las habíamos comprado en
Bélgica. Habíamos comprado unos fusiles
FAL. Al poco tiempo estaban los
convenios que creo que eran de unos 25 000 ó 30 000 fusiles automáticos. Y cuando estaban un día nuestros obreros
descargando un barco, el barco “La Coubre”, francés, estábamos nosotros en el
edificio del INRA —un grupo de compañeros— y se produce una tremenda explosión
que hizo retumbar el edificio aquel.
Cuando miramos, vimos una columna norme de humo, y en el acto
instantáneamente, instintivamente nos dimos cuenta de que había explotado el
barco que estaba transportando aquellas armas, que estaba siendo
desembarcado. Un barco lleno de
granadas, de fusil antitanque y antipersonal, con miles de toneladas, ¡miles de
toneladas! —no
recuerdo, 2 000 ó 3 000—, explotó.
La carnicería que se produjo en aquel muelle fue
espantosa. Se sucedieron escenas de
heroísmo, como en todas esas circunstancias.
Había obreros del puerto y soldados descargando el barco. Al producirse la primera explosión, otra masa
de obreros y soldados entra a tratar de sacar de entre el fuego a los heridos,
y en ese momento se produce una segunda explosión. Perecieron no menos de 80 obreros y soldados
en aquel hecho. Fue una de las primeras
cosas que la CIA le hizo al país.
Bueno, ¿aquel barco, por qué había explotado? Se cargó en un puerto de Amberes. Nosotros todavía no sabíamos en concreto
hasta qué grado los imperialistas eran dueños de Europa, de los puertos. Lo más sencillo del mundo era poner una
bomba. No se necesitaba ninguna tecnología
avanzada para hacer explotar un barco de esos: cualquier agente de la CIA allí, en
los muelles o en la fábrica, o en donde les diera la gana, y al descargar una
caja explotaba aquello. Y explotó el
barco. ¿Cuántos barcos habían llegado de
Europa? Cuatro o cinco cargamentos.
Nosotros éramos bastante ingenuos. Por otro lado, estábamos tratando de comprar
algunos cañones, y les compramos a los italianos seis cañones, seis obuses de
120, si mal no recuerdo. Y llegaron las
balas. Les compramos algunos proyectiles
de morteros. Y empezaron a llegar. Primero las balas, y después nos llegaron los
cañones (RISAS). A decir verdad, después
las mandamos a Argelia. Nosotros
esperamos que hayan sido de alguna utilidad de todas maneras aquellas balas. Después hubo necesidad de ayudar a otros
pueblos.
Pero recuerdo que llegaron las balitas de morteros
aquellas y las otras, e inclusive nosotros no teníamos ni los cañones.
Esa era la circunstancia nuestra tratando de armarnos
frente al imperialismo.
Y después íbamos descubriendo las realidades. Y empezamos a recibir armamento socialista,
primero armamento de Checoslovaquia, y después armamento soviético. Ya empezamos a recibir tanques, artillería de
todo tipo, armas antiaéreas, cañones antitanques, fusiles de todos los tipos,
millones de balas. Bueno, a mí me parece
que desde la explosión de “La Coubre” hasta hoy, a nuestro país deben haber
llegado más de 1 000 barcos cargados
de armas, mucho más de 1 000 barcos.
Nunca más volvió a explotar ni una granada. ¡Nunca más!
¡Qué diferente!, ¿verdad?
Ahora, ellos estaban preparando su expedición. Esa fue una herencia de Eisenhower. Ellos habían hecho su plancito, y dejaron eso
organizado. En 1961 nosotros nos dábamos
cuenta, porque los imperialistas son tan zorros, que sabe uno lo que van a
hacer. Nos dimos cuenta por todas sus
declaraciones de lo que estaban planeando.
Pero estaban llegando las armas soviéticas. Había un programa de entrenamiento: había un grupo de
técnicos enseñando el manejo de una batería antiaérea, había otro grupo
enseñando el uso de los cañones de 75, otro estaba enseñando los tanques por
allá, una batería. Un programa de
entrenamiento que iba a durar un año y medio, poco a poco. Pero los cañones habían llegado, y nosotros
veíamos que se acercaba la cosa. Y
entonces dijimos: “Bueno...”
Un técnico siempre es un técnico, como ustedes saben. Los técnicos son los técnicos. Un técnico dice: “Bueno, esto hay que hacerla así,
lleva tanto tiempo y más cuanto tiempo, porque los parámetros, los
programas...” y nosotros veíamos que los imperialistas venían, había una gran
cantidad de cañones y nadie los sabía manejar.
Y nosotros les dijimos a los milicianos: “Oiganme, ¿ustedes lo que están
aprendiendo por la mañana lo pueden enseñar por la tarde?” (RISAS.) “¿Sí?” Reunimos gran número de obreros y les dijimos: “Los que quieran ir
para las antiaéreas, la artillería...” Organizamos todos los batallones y
empezaron así: iban
por la tarde, estaban en un lugar, y lo que los otros habían estudiado por la
mañana se lo enseñaban por la tarde. Los
técnicos se entusiasmaron y empezaron a enseñar rápidamente. Eso duró unas cuantas semanas.
Cuando los invasores de Girón llegaron a nuestro país,
los milicianos tenían más de 100 baterías de cañones con sus artilleros, entre
cañones antiaéreos, ametralladoras antiaéreas, abuses pesados, tanques;
realmente todas esas armas... Todavía no
teníamos aviación. Pero nosotros
habríamos podido destruir unas 10 expediciones como la de Girón.
Cuando atacaron por Girón, nosotros dijimos: Bueno, ¿cuál será
la dirección principal? Cuando vimos que
tiraron los paracaidistas en Girón, dijimos: La dirección principal es esta. Pero de todas maneras, el 80% de las fuerzas
quedaron allí en La Habana, de las fuerzas de La Habana, y una parte pequeña de
la tropa fue la que combatió contra ellos allí.
Y así fue como los imperialistas, la fórmula de
Guatemala, no se la pudieron aplicar a nuestro país.
Les hicieron creer a los mercenarios, porque es
increíble cómo la mentira, la propaganda de la reacción llega... Porque los primeros que se lo creen son ellos
mismos. Hay un fenómeno, no de
autogestión, sino de autosugestión (RISAS) en la mentalidad reaccionaria. Toda aquella gente creía que los iban a
recibir como libertadores. Fueron
latifundistas, esbirros, todo tipo de escoria y de explotadores de toda
clase. Iban allí con los yankis detrás y
organizados por la CIA; se llegaron a creer que eran unos libertadores. ¿Ustedes se imaginan eso? Hay que tener una imaginación realmente
fértil para eso (RISAS). Y entonces
creyeron, además, que todo el pueblo iba detrás, creyeron eso. Y así se produjo aquella...
Pero yo les he contado los aspectos desde el punto de
vista de los abastecimientos fundamentales del país y desde el punto de vista
del armamento, cómo fue que nosotros pudimos enfrentarlos —por eso explicaba
ese factor— cuando la situación correlación de fuerzas socialismo-imperialismo
estaba a favor del imperialismo.
Cuando se produce la derrota de Girón, bueno, ¡había
que ver cómo estaban los imperialistas!
Estaban furiosos, no se resignaban a aquello. Después salieron montones de publicaciones: que si este tenía
la culpa, o el otro, porque no metieron la aviación yanki. Nosotros tenemos la secuencia de cómo se
produjeron todos los acontecimientos y la secuencia de cómo se produjeron los
hechos en la Casa Blanca. Pero la
contraofensiva revolucionaria iba mucho más rápido que las reuniones en la Casa
Blanca. Ellos dicen que si hubieran hecho
un segundo ataque aéreo el 17 de abril —hicieron el primero el día 15, desembarcaron
el 17—, habrían destruido los pocos aviones que nos quedaban. Nosotros teníamos ocho aviones y seis
pilotos. Y eran aviones viejos, no
tenían piezas de repuesto. Ellos habían
destruido algunos aviones en el ataque anterior, pero había algunas defensas
antiaéreas. Pero los pilotos que
quedaron y los aviones que quedaron al amanecer del día 17 estaban en el aire y
llevaban una dirección:
Girón; y un objetivo: los
barcos que estaban transportando. Pero
no habría habido aviones si ellos hubieran hecho el famoso ataque, porque los
aviones les hundieron prácticamente toda la flota, los ocho avioncitos y los
seis pilotos aquellos. Les hundieron
prácticamente todos los barcos y después que los barcos se hundieron, bueno,
quedaban ellos.
Entonces, cuando ellos dicen que habrían podido
resolver el problema mandando la aviación, ya no había mercenarios, porque se
terminó en 68 horas realmente la lucha.
¿Qué hubieran hecho los aviones solos si no había nadie en tierra
ya?
Aquello les dejó una cosa terrible de irritación, de
odio, de todo. Entonces empezaron a
planear la invasión en grande.
Esto realmente fue el origen del problema de la Crisis
de Octubre: el
estado de ánimo y la intención con que quedaron ellos después de Girón.
Si ustedes revisan todo esto desde el 1959, 1960,
1961, 1962, se va a producir entonces una especie de emparejamiento. ¿Comprenden?
Hoy la situación es así. Fíjense: la correlación de
fuerzas hoy favorece al campo socialista frente al imperialismo. Esto de una manera objetiva. Pero no es que lo favorezca solo en el campo,
digamos de la fuerza propiamente. Ambas
partes son muy poderosas y poseen armamentos de destrucción masiva. Pero no está solo el problema hoy día de
armamento, sino que está el problema social, el problema económico y la
debilidad que entraña para Estados Unidos ser una sociedad de consumo. Un país que gasta 1 000 millones de toneladas
de petróleo —que es lo que creo que gasten si es que no gastan un poco más—, un
país que no solo tiene que destruir toda la reserva que tenía de petróleo en su
propio territorio, sino que tiene que saquear además el resto del mundo para
mantener 100 ó 150 millones de automóviles, que ha montado un aparato de
gendarmería en todo el mundo. Gastos
increíbles por encima de cualquier economía, y arriba de todo eso el
despilfarro más increíble. Es imposible
en esas condiciones que pueda mantenerse, digamos, la correlación de
fuerzas.
La URSS, por ejemplo, nos ayudó a nosotros cuando
producía nada más que ciento y tantos millones de toneladas de petróleo. Ya debe estar como por 300. En el año 1975 tendrá 500 millones de
toneladas. Irá creciendo toda la
producción de esos elementos esenciales.
Hay que tener en cuenta que el imperialismo ha tenido
en estos instantes que hacer empleo de medidas drásticas: impuestos del 10% con posible
elevación hasta el 15% de las importaciones; una crisis monetaria en el mundo
que ha afectado los intereses de prácticamente todo el mundo, ¿para mantener
qué? Una economía de despilfarro. Desde el punto de vista económico es débil
ya. El imperialismo ya prácticamente no
está en condiciones de seguir ejerciendo su papel de gendarme. Tratará de seguirlo siendo, pero ya no tiene
realmente la fuerza ni las posibilidades que tenía hace 20 años, hace 15 años,
hace incluso 10 años para ejercer ese papel de gendarme. Por eso ya la correlación de fuerzas campo
socialista, campo capitalista favorece y favorecerá cada vez más al campo
socialista.
Y por eso nuestro país pudo superar esos problemas de
bloqueo económico, tecnológico y amenazas militares. Desde luego, ha podido sobrevivir, porque
después que se aprende a sobrevivir hay que aprender otra cosa, hay que
aprender otra cosa más difícil, que es vivir.
Y vivir es más difícil que sobrevivir.
Cuando decimos vivir lo decimos en el concepto de cuál es el futuro de
un país como el nuestro o cuál es el futuro de nuestros países, con la
tecnología moderna, con la gran escala, con todas las perspectivas del mundo
del mañana. Somos demasiado pequeños,
demasiado débiles casi para poder vivir en el mundo de mañana. Pero, bueno, si ya podemos vivir o podemos
sobrevivir, mejor dicho, tal vez algún día, pues podamos vivir. Mientras tanto, a la Revolución hay que irle
dando un mantenimiento.
Quienes crean que vamos a sacar de la nada, o de la
lámpara de Aladino, o de un sombrero por fórmulas mágicas las maravillas del
mundo moderno, o, si ustedes quieren, esas maravillas —entre comillas— de la
sociedad de consumo, ¡que nadie lo espere!
Si creen que como desarrollo de la Revolución vamos a tener un país con
medio millón o un millón de automóviles, y que eso fuera nuestro objetivo, ¡que
nadie lo espere!, porque eso es sencillamente una quimera.
¡Ah!, pero si nosotros logramos darle una educación
fundamental a cada niño que nace en nuestro país y a cada niño que ya está en
la edad primaria, y lo llevamos a los niveles medios, a los niveles superiores;
si nosotros resolvemos los problemas de la salud; si nosotros resolvemos los
problemas, digamos de la vivienda en nuestro país, si nosotros incluso —no un automóvil a cada trabajador, porque
no íbamos a terminar... ¡Si los
imperialistas ya no pueden mantener eso!
Habría que estar loco para proponerse como objetivo social tales
cosas. Si le damos por lo menos unos
cuantos ómnibus a cada centro de trabajo —como estamos haciendo hoy— para que
ayuden al transporte colectivo en las zonas de trabajo, para cuando lleguen las
vacaciones llevar los familiares a las vacaciones, o llevar a los familiares a
las playas, y brindarles los medios de acceso a los planes de vacaciones y a
los centros de recreación; si logramos eso pueden tener la seguridad de que
estaremos logrando objetivos altamente apreciados por nuestro pueblo. Porque a nuestro pueblo nosotros no le
desatamos el ansia del consumo, porque creemos que ese es un problema
importante en que hay que pensar. ¿Y qué
objetivo tendría para nuestra Revolución, país pequeño, país subdesarrollado,
país pobre enfrentado a todas esas dificultades, que nosotros tuviéramos como
motivación de la sociedad cubana el ansia de consumo? Y creemos que ese es un problema muy
importante.
Nosotros sabemos los objetivos que vamos a
lograr. Y les puedo asegurar que
nosotros tenemos un país donde la Revolución está muy sólida, y que tiene un
respaldo muy sólido del pueblo, un país capaz de movilizarse, capaz de luchar,
capaz de enfrentar cualquier problema.
No decimos que nuestra Revolución sea un modelo —entiéndase bien—, no
decimos que carezcamos de defectos, no decimos ni mucho menos que hayamos
dejado de cometer errores. ¡No! Pero que en los lineamientos esenciales, en
la estrategia, en la cuestión fundamental de la Revolución, ha marchado por un
camino correcto, partiendo desde luego de nuestras condiciones.
Es ridículo que nosotros vayamos a decirles: Hagan lo que
hicimos nosotros. Por ahí hay algunos
que han pretendido, soltando unos papelitos, que yo venía de maestro aquí. No sé si a alguien se le ocurrió contratar
los servicios míos por una semana o algo de eso. Pero hasta ahora ninguna universidad me ha
hablado de ello (APLAUSOS). Nosotros
simplemente podemos cambiar impresiones dentro de los limites
posibles con los estudiantes universitarios.
Eso es lo que estamos haciendo.
Me volví a extender.
ESTUDIANTE.-
Compañero, tenemos dos preguntas.
La primera pregunta, compañero, es que en el mes de abril se realizó un
congreso nacional de educación en Cuba, donde se analizaron problemas de
educación sexual, problemas de delincuencia juvenil y otros problemas más. Chile tiene indudablemente similares
problemas. Esa es una pregunta.
La otra pregunta la tenía que hacer el compañero
Presidente de la Universidad del Norte.
____________.- Quisiera
hacer una pregunta difícil de hacer y me parece que también difícil de
contestar.
Esta pregunta se refiere al hecho de que para la
conquista del poder por la clase trabajadora y los explotados de cualquier país
es necesario que exista una posición de vanguardia, que son los partidos
revolucionarios.
Ahora, la pregunta va en este sentido, que creo que
interesa tanto a los compañeros que tienen filiación política como aquellos
otros compañeros —en esta oportunidad son la mayoría— que no tienen filiación
política. La pregunta va en el sentido
del problema que nosotros conocemos con el nombre de sectarismo, que muchas
veces se produce entre compañeros de los propios partidos de izquierda
(APLAUSOS).
En este sentido, la pregunta, que fue entregada por
escrito, cita hechos verídicos producidos en la propia Revolución Cubana: el caso de la calle Humboldt 7, Escalante y
la microfracción.
Esa es la pregunta.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Bueno, las dos preguntas son largas, ¿no?, yo no creo que tan difíciles
de contestar.
Pero yo quiero de la primera pregunta que se me hizo
sobre el congreso de educación y cultura...
No sé si ustedes tendrán los materiales de ese congreso, los análisis de
ese congreso.
(LE RESPONDEN QUE NO HAN LLEGADO.)
No han llegado.
Pudieran hacerlos llegar. Pero
consiste en esencia en el intento de resolver un problema superestructúrico,
¿comprenden? Porque es que nosotros sin
darnos cuenta, inconscientemente, hemos ido cayendo en un proceso de
colonización cultural. Entre las muchas
armas, los muchos medios, los muchos elementos que el colonialismo y el
imperialismo han usado, está el coloniaje cultural: trazar los patrones, las pautas
prácticamente del desarrollo cultural de nuestros países. Y nosotros hemos sido víctimas de eso. ¿Por qué?
Porque ellos son productores de las obras, de la literatura, del cine,
de la música, de todo prácticamente. Y
muchas veces en nuestros países... Como
realmente ocurría en nuestro país, que se caía en una posición de absoluta
subordinación intelectual y cultural a las “eminencias” de Europa o de Estados
Unidos. Yo no sé hasta qué punto ustedes
pueden estar afectados por esos males.
.
Pero hay que tener en cuenta que el reblandecimiento,
la introducción de hábitos individualistas es una de las armas esenciales que
el imperialismo usa contra los pueblos.
Es algo en lo que el socialismo tiene que librar una batalla muy dura
contra la reacción y contra el imperialismo.
En el imperialismo, la sociedad capitalista implica el
estímulo de todo egoísmo, del individualismo, de los vicios. Al hombre no hay precisamente que estimularle
los instintos negativos. Todos sabemos
los orígenes del hombre —al menos esperamos que en esta universidad todos sepan
más o menos los orígenes del hombre. No
es difícil despertar los apetitos, los instintos, los egoísmos del hombre. No es difícil. Y nosotros hemos tenido oportunidad de
conocer esa experiencia.
El hombre debe ser educado. Nosotros lo decimos con estas palabras: el vicio es
espontáneo; la virtud hay que cultivarla.
En la competencia entre el socialismo y el
capitalismo, el socialismo está hablando de sacrificios, de austeridad, de
educación, de control; mientras el imperialismo está siempre hablando
precisamente de todo eso, ofreciendo al hombre las más fabulosas ambiciones de
tipo personal, ofreciéndole todos los medios, es decir, tratando incesantemente
de corromper al hombre.
Pero eso ustedes lo ven, lo han visto en nuestro
país. ¿Qué le ofrece nuestro país a la
juventud? Trabajo, estudio, sacrificio,
esfuerzo. Le está ofreciendo objetivos
de tipo superior, objetivos sociales, objetivos revolucionarios. ¿Qué le ofrece el imperialismo?
A Cuba llegan decenas de miles de cartas de Estados
Unidos de individuos que optaron por emigrar —no se sabe si es bueno o es
malo—, es decir, de los que se fueron.
Pero escriben cartas enseñando las fotografías, el automóvil, tal cosa,
los placeres, las diversiones. Les están
llenando la cabeza ofreciéndoles todo aquello.
Es lo que la Revolución ofrece por un lado y lo que el imperialismo les
ofrece por el otro lado.
La filosofía y la moral del imperialismo es la filosofía y la moral de la corrupción, del egoísmo y
el individualismo. Y esas son poderosas
armas de las que se vale en su lucha ideológica contra la Revolución.
Es por eso que en nuestro país nosotros hemos tenido
que vivir esa experiencia y hemos tenido que plantear una lucha en todos los
campos, que en definitiva es una lucha ideológica frente a lo que nosotros
hemos calificado de “coloniaje cultural”, porque nos introducen de contrabando
todos los hábitos, todas las ambiciones y todas las deformaciones de la
sociedad capitalista.
Y es por eso que nosotros tuvimos que reunir a los
maestros. Ahora, ¿quiénes tenían una
actitud más seria, más combativa, frente a todos esos problemas? Precisamente los educadores, porque ellos
estaban en la escuela educando a los muchachos todos los días, y tenían que
enfrentarse a todas las influencias de lo que ellos llamaban “los factores
ambientales en la educación”. Esos
factores venían por la televisión, venían por el cine, venían otras veces por
la casa. Distintos tipos de problemas,
¿no? Porque en el congreso se estudiaron
ampliamente todas estas cuestiones. Por
ejemplo, hay padres que llegan a la escuela a quererse fajar con el maestro
porque no le dieron una nota al muchacho, porque le quitaron un punto. Esos problemas se sentían, se palpaban,
estaban afectando el trabajo de los maestros.
Y, desde luego, nuestra educación se veía influida por
todos esos factores de tipo externo.
Esa fue la causa de que se organizara este congreso de
educación y cultura que, a nuestro juicio, hizo un trabajo serio y
profundo.
Yo no sé si todavía la juventud de Chile estará en
condiciones de entender esos problemas.
Por lo menos nosotros tuvimos necesidad de enfrentarnos a esas
dificultades y a esos problemas y hemos decidido desarrollar una política en
ese sentido.
Desde luego, nosotros pensamos entre otras cosas,
hacer la más amplia divulgación de todos los valores culturales y espirituales
de los pueblos que son afines a nosotros.
Les voy a poner un ejemplo: música chilena prácticamente nadie
conocía en Cuba. Nadie. ¡Ah!, música americana, música inglesa,
música francesa, música italiana, esa sí.
Música chilena, peruana, ecuatoriana, latinoamericana: ninguna. Conocimientos de la literatura revolucionaria
de América Latina:
ninguno.
Y desde luego, una serie de desviaciones mezcladas con
todo esto. Son problemitas bastante
complejos, pero que realmente se produjeron.
Si un libro era revolucionario, descartado: ese libro no hay
que leerlo. Si un libro exhortaba al
trabajo, al combate, a la lucha, descartado: ese libro no hay que leerlo. Si un libro se dedicaba a cualquier tema
intrascendente, a cualquier fantasía; es más, si era contrarrevolucionario: ¡Ah, qué magnífico
libro, qué gran cosa, qué gran libertad de crítica!, etcétera, etcétera. Si un libro enaltecía a los bandidos
contrarrevolucionarios, ¡ah, qué gran libro, qué gran libertad!
¿En definitiva qué se pretendía con eso? ¿Era acaso la expresión de una literatura
revolucionaria? ¿Era acaso la expresión
ideológica de un pueblo en lucha decisiva por su existencia, de un pueblo en
lucha decisiva frente a un enemigo poderoso, como es el caso de nuestro
país? ¿Podemos realmente gastarnos esos
lujos: una
educación reblandeciente de nuestro pueblo?
Todos estos problemas estaban implicados.
Lamentablemente, por mucho que sean largos los
monólogos, todos estos temas requerirían un análisis más exhaustivo. Creo que esto requeriría no dos horas de
discusión aquí, sino un día, o dos, o tres.
Pero les explico en esencia cuáles fueron los orígenes de esto.
Ahora nosotros decimos: Bueno, ¿por qué no hay premios a la
literatura revolucionaria de América Latina, aparte de los premios de literatura? ¿Por qué no se premia la literatura
revolucionaria? ¿Por qué no se toma en
cuenta, y siquiera, se hacen concursos sobre ese tipo de problemas? ¿Por qué no se hacen concursos sobre
literatura infantil? ¿Por qué existiendo
cientos de miles, tal vez más de un millón de maestros en América Latina, no se
considera al maestro y al educador un trabajador intelectual? ¿Por qué no se desarrolla la literatura o los
libros de texto? ¿Por qué no se hace un
trabajo intelectual para educar? ¿Qué
ocurre en el mundo, por ejemplo, con el cine?
¿Cuántas películas infantiles existen en el mundo, películas para
niños? ¿Qué determina la producción de
películas en todo el mundo? El
mercantilismo más burdo, la búsqueda de entradas, de taquillas, de
ganancias.
Cuando precisamente en el Congreso de Educación y
Cultura de La Habana se planteó el problema de que sería bueno disponer de
películas, porque no es lo mismo la mentalidad de un muchacho de 7, 8 ó 10
años, a una persona de 30 ó 40, no es lo mismo los problemas que tiene el
adulto; cuando se planteó que por qué no se exhibían en la televisión más
películas para niños; cuando se planteó por qué no existían en los cines
películas para niños y por qué no existía literatura infantil, se vio
clarísimamente que no se producía ninguna de esas cosas: ni literatura de niños, ni programas
televisados para niños, ni películas para niños —excepto, desde luego, la conocida
literatura que nosotros recibíamos del Norte y que ustedes saben que era una
cosa completamente deformante.
Entonces en todo ese inmenso campo es donde nuestros
pueblos subdesarrollados tienen que trabajar para el hombre y no para explotar
al hombre; para superar al hombre y no para envilecer al hombre; para hacerlo
elevar en la escala social y humana por la única vía, porque ya la selección
natural en la especie humana no existe ni puede existir, porque la selección
natural fue el resultado de una ley biológica del imperio de las leyes ciegas
de la naturaleza, y el hombre no tiene otro camino de superación que su propia
racionalidad, que su propia cultura.
¿Acaso nuestros pueblos, que tienen como ningún otro esos problemas por
delante, que tienen corno ningún otro esos problemas de tipo humano que
enfrentar y que resolverlos de una manera racional, tienen sencillamente que
padecer todas las anomalías, todas las locuras, todos los disparates y todas
las excrecencias de la sociedad capitalista que se manifiestan en muchos de sus
intelectuales. Esa es la realidad. Y con esos problemas nos hemos enfrentado
nosotros, y creemos que también con esos problemas se tendrán que enfrentar
ustedes algún día.
Hay algunos otros problemas, pero, por favor, no vayan
a considerar a la Revolución Cubana enemiga del amor, no la vayan a considerar
una revolución oscurantista. Nada de
eso. Lo que queremos es trazar nuestro
propio camino en el campo de la cultura y no que nos lo tracen desde París o
desde Roma. Claro, se nos ha acusado de
xenofobia cultural. Pero son los
recursos que les queda a alguna gente que pretende desde París, desde Roma,
desde Europa, dar respuesta a los problemas que tenemos todos los días en
nuestro propio pueblo. Y dudo realmente
que desde París se pueda brindar soluciones a los problemas de Antofagasta
(APLAUSOS).
La cuestión del sectarismo ha existido.
Iba a decir lo siguiente: El problema del sectarismo ha
existido, existe y existirá en todos los procesos revolucionarios. Creemos que es un gran mal, no hay duda de
eso. Pero sería idealismo puro pensar que
esos problemas no van a existir. Nuestro
deber es combatir las manifestaciones de sectarismo, pero no debemos hacernos
ilusiones de que por ello vaya a desaparecer el sectarismo.
Nosotros fuimos reuniendo una amplia experiencia en
este campo. Vivimos el proceso
revolucionario desde muy al principio, desde que se empezaron a organizar los
jóvenes, los estudiantes para la lucha en Cuba.
Y creo que el éxito de la Revolución Cubana, uno de los factores en el
éxito... Como yo les dije otros factores
que no eran cuestiones de sectarismo, pero yo les podría decir que el
sectarismo, si nosotros no lo hubiéramos superado, habría podido liquidar a la
Revolución, no tener que esperar que surgiera el imperialismo, las invasiones,
porque la propia Revolución se habría podido autodestruir.
Yo no sé qué tipo de problema de sectarismo pueden
tener ustedes. Pero yo creo que ustedes,
los chilenos, a pesar de todo, tienen más hábito de coordinación y de trabajo
en común del que teníamos en Cuba. Yo
creo, sinceramente, que ustedes tienen un nivel más alto de cultura política
del que tenía nuestro país cuando comenzó la Revolución. Esa es la impresión que nosotros
tenemos. Creo que algún día, ¡algún
día!, quizás dentro de 20 ó 30 años, pues ustedes vayan encontrando la
uniformidad de sus objetivos políticos y revolucionarios.
En nuestro país la fuerza de la Revolución está en la
unidad, ¡la fuerza de la Revolución está en la unidad! Claro, nosotros no pretendemos ni mucho menos
que cada cual vaya a renunciar a sus criterios, a sus ideas, a sus cosas. Pero creemos que hay que tener conciencia muy
clara de la importancia que tiene la unidad de la fuerza revolucionaria.
No sé si son los uruguayos los que tienen una divisa
para las elecciones del 28 de noviembre, que dicen que un pueblo unido jamás
será vencido. Pudiera decirse también
que si las fuerzas revolucionarias se dividen, serán vencidas. Las fuerzas revolucionarias unidas no podrán vencerlas nada ni nadie. Eso es lo que realmente puedo decir con
relación a estos problemas.
Pero piensen ustedes: Nosotros hemos vivido toda esa fiebre,
todos hemos vivido esa fiebre; además sabemos que en este problema está por
delante una cosa: la honradez, la pasión
con que cada cual está defendiendo un criterio, una idea, un punto de
vista. Hemos vivido todo esto. Y nosotros tenemos una organización que
estuvo...
Uno de los primeros sectarismos a que nosotros tuvimos
que enfrentarnos fue el problema de la Sierra y del llano. Como se había producido la lucha en las
montañas y se había producido la lucha en el llano, entonces estaba el
sectarismo de la Sierra Maestra, de los que habían estado en las montañas, que
miraban con cierto desdén o pretendían convertir aquello en un especial mérito,
en un especial factor de prepotencia o algo así. Ese fue uno de los primeros sectarismos. Porque dio la casualidad de que los que
habían estado en la montaña éramos muy pocos.
Nuestro Ejército Rebelde llegó a tener un máximo de 3 000 hombres, y las
batallas decisivas las libró con 300 hombres.
Calculen si nosotros hubiéramos establecido una especie de secta de los
guerrilleros de las montañas. ¿Dónde
habría tenido cabida el resto del país?
Ahora, la historia de nuestro país no la escribió un
grupo de hombres. La ha escrito
realmente un pueblo entero.
¿Qué ocurrió al triunfo de nuestra Revolución? La Revolución tenía un gran apoyo, un apoyo
entusiasta. Ahora, era un apoyo casi
universal. Pero una revolución no puede
tener un apoyo universal. Eso es
imposible en un país dividido en clases, en un país con intereses antagónicos
irreconciliables de orden social.
Ahora, sin embargo, cuando la Revolución triunfa,
muchas personas giraban contra el caudal de la Revolución. La Revolución tenía una cuenta enorme en el
crédito del pueblo. ¿Qué hacía mucha
gente? Había gente que cometía abusos,
actitudes sectarias, por aquí, disparates por allá, exceso de autoridad por el
otro lado. Todo. No se sabe la cantidad de personas que en un
proceso revolucionario, cuando comienza, conspiran contra el apoyo y contra la
fuerza de la Revolución por los disparates que cometen. Muchas veces nosotros decíamos: Bueno, en realidad
mientras menos participó una persona en la Revolución más descuidada es en las
cosas que hace que debiliten a una revolución que ha costado tanto esfuerzo,
tanto sacrificio y tanta lucha. Mucha
gente procedió, muchos compañeros procedieron de esa forma.
Pero en realidad la Revolución fue nutriendo sus
filas, fue ganando en profundidad, en militancia. Y nosotros decíamos que se producía este
fenómeno: decrece
en extensión el apoyo a la Revolución, pero crece en profundidad.
De esta forma, se fue escribiendo la historia en estos
años. Y no está escrita todavía toda la
historia. Pero unos lucharon en la
Sierra Maestra, otros en el llano, otros se organizaron y lucharon contra los
bandidos. Hubo un momento en que había
bandidos hasta en la provincia de La Habana, ¡hasta en la provincia de La
Habana! Había bandidos en todas las
provincias. ¿Qué ocurría? Incesantemente desembarcaban. Porque lo de Girón fue una cosa espectacular,
pero cientos de veces los imperialistas tiraron armas en paracaídas sobre
nuestro país; cientos de veces introdujeron elementos clandestinamente;
estuvieron tratando por todos los medios de alentar las bandas contrarrevolucionarias
durante años. La lucha en nuestro país
contra los bandidos de la CIA duró años.
Nosotros podemos decir lo siguiente: que murieron muchos más cubanos
luchando contra las bandas que los que murieron en la guerra, en la guerra
revolucionaria por el derrocamiento de Batista.
Otros participaron en los combates de Girón, otros se movilizaron cuando
la Crisis de Octubre; un pueblo entero movilizado, en una situación tensa, en
un peligro mortal, con quién sabe cuántas armas nucleares apuntando contra
nuestro país. Y aquellos obreros,
aquellos campesinos, los jóvenes, los estudiantes, el pueblo entero firme, sin
ninguna vacilación.
¿Alguien podría negar que ese pueblo estaba escribiendo una página en la historia?
Así han transcurrido estos años y la Revolución debe
tener un objetivo:
ganar, sumar, fortalecerse.
Nosotros creemos que estos son principios esenciales
que no pueden violarse. Lo creemos
firmemente. No significa que creamos que
esos problemas no van a existir. Esos
problemas existirán.
El problema a que se refirieron aquí, Humboldt 7. Humboldt 7 fue el caso de un grupo de
compañeros estudiantes del Directorio.
Entonces uno de los miembros de la organización se había convertido en
delator; delató los estudiantes a la policía y los asesinaron. Lo que nadie sabía. Eso se viene a descubrir últimamente, mucho
tiempo después. Es verdad que los
problemas del sectarismo influyeron ahí, puesto que sencillamente el individuo
se hizo pasar por revolucionario, izquierdista, más comunista que nadie, y
entonces eso impidió que ciertos elementos de sospecha pudieran permitir
descubrir el papel que había jugado en el asesinato de aquellos
compañeros. Cuando en cierto momento
hubo algunos indicios, entonces también esas circunstancias, digamos, de orden
sectario, dificultaron eso hasta que se llegó realmente a tener evidencias y se
procedió.
¿El otro caso que mencionaron
cuál fue? ¿El de Aníbal Escalante? Ese fue un fenómeno incuestionable de
sectarismo que se produjo desde antes de la Revolución, porque Aníbal Escalante
había introducido el sectarismo dentro del Partido Comunista. Es decir, fue un fenómeno —no podemos llamar
de sectarismo—, fue un fenómeno de ambición personal, de intento de control del
Partido, que lógicamente, desde luego, todo eso estuvo asociado a una política
sectaria.
Nosotros hemos definido el fenómeno sectario. En nuestro país son diferentes las
condiciones a las de Chile. En nuestro
país los comunistas estuvieron muy perseguidos, estaban como los cristianos en
las catacumbas de Roma. Si eran
comunistas no les daban trabajo, si eran comunistas no les daban pasaporte, si
eran comunistas no tenían posibilidad: eran perseguidos, molestados
incesantemente, sobre todo en la época del maccarthismo.
Yo recuerdo que eso desarrollaba una especie de
mentalidad de catacumbas:
desconfianza de los demás y confianza única y exclusivamente en
los compañeros de militancia. Eso fue un
problema especifico de Cuba, y derivado de un fenómeno
objetivo de persecución, de aislamiento.
Porque de verdad que en nuestro país desde el año 1945 hasta el año
1959, ser comunista era un mérito muy grande, porque los jóvenes, los miembros
de la Juventud Comunista, realmente eran perseguidos, eran maltratados por
todos los medios, por el maccarthismo y por toda aquella política que
había. Bueno, casi tenían problemas con
la familia.
Si yo les cuento a ustedes algo, ustedes no lo
creen. ¡Ustedes no lo creen! Ustedes, aun en aquella época —en 1955—
llegaban a una universidad de Panamá, de Venezuela, de cualquier país de
América Latina, y había mucho más antimperialismo que en Cuba.
Si les cuento una cosa. Les voy a hacer una pregunta: ¿Cuántos
estudiantes hay en estas tres universidades?
(LE RESPONDEN QUE 6 000.)
Seis mil.
¿Cuántos estudiantes antimperialistas hay en estas
tres universidades? ¿Cuántos? (UN CORO DE VOCES: “¡Seis mil!”)
¿Saben cuántos estudiantes antimperialistas había en
Cuba en el año 1948, en el año 1950?
¡Treinta estudiantes antimperialistas entre quince mil estudiantes! Todo fue antes del proceso de lucha contra
Batista.
La campaña reaccionaria en Cuba había penetrado de tal
manera a través de los medios masivos de divulgación —radio, televisión,
prensa, revistas, cine—, pero de tal manera...
Y de tal manera nuestra universidad era en aquella época expresión,
digamos, de un privilegio de clase. Pero
eso no lo explica solo, porque en muchos lugares también hay universidades que
son de jóvenes de clase media y la mayoría son antimperialistas, tienen una
posición ideológica en contradicción con la propia posición social. Pero en nuestro país la combinación de los
dos factores trajo como consecuencia esa circunstancia: había 30 estudiantes
antimperialistas. No quiero decir 30
comunistas. Comunistas había como 15 ó
16, militantes de la Juventud Comunista.
Es que en nuestro país, que en los años 30 había
tenido un fuerte movimiento antimperialista, ese movimiento fue perdiendo
fuerza. Había un partido comunista, que
era un partido comunista que tenía influencia en los obreros, un partido
comunista que tenía fuerza en los obreros, que tenía militancia. Sin embargo, en los medios universitarios,
¡en los medios universitarios!, 30 estudiantes de 15 000 eran
antimperialistas. Eso se reflejaba en el
resto del país: de
cada 100 personas habrían unas 10 personas antimperialistas.
Desde el punto de vista del desarrollo de la
conciencia política, posiblemente nuestro país era uno de los más atrasados de
toda la América. Por eso también dicen
que si la Revolución traicionada y todas esas historias, ¿no?
Porque los burgueses pensaban que... Bueno, la posición de los burgueses en
nuestro país era la de pensar que allí no podría haber ninguna revolución
social. Porque, ¿quién demonios podía
imaginar la revolución social en Cuba, a 90 millas de Estados Unidos? Los burgueses de nuestro país, desde luego,
eran unos burgueses muy acomodados, muy gastadores, muy despilfarradores. No creemos que fueran muy inteligentes. Y vivían además confiados ciento por ciento
en el poderío de Estados Unidos: terratenientes, monopolistas; estaban
completamente convencidos de que en Cuba sería imposible una revolución
social.
De manera que en nuestro país las ideas no estaban
desarrolladas como están ahora en Chile.
Y todos estos fenómenos tuvieron lugar.
Ahora hay que comprender la situación de un partido
marxista en un ambiente como ese: 16 comunistas entre 15 000. Es imposible que eso no generara
sentimientos, tendencias a desconfiar del que no fuera militante del
partido.
Ahora, ¿fueron los únicos sectarios? ¡No!
El sectarismo estaba en todas partes, el sectarismo estaba en todas las
organizaciones. Esto es una cosa que les
digo aquí, una verdad histórica, de que ese fenómeno desgraciadamente se
desarrolló. Fue la propia Revolución, el
desarrollo de la Revolución victoriosa, la que fue superando esos
fenómenos. Si no lo hubiera superado,
desde luego, pues posiblemente no habría podido marchar adelante la Revolución
a pesar de los demás factores.
Eso es lo que les digo a ustedes, pero creo que
ustedes van a tardar tiempo en entender eso.
Quizás vayan un día, poco a poco, llegando a conclusiones acerca de los
objetivos. Pero eso sí que es un
problema de ustedes. A mi no me
pregunten cómo. Y, además, no me afilien
(EXCLAMACIONES). Quiero decir: no me inscriban en
ninguna de las organizaciones, con lo cual todos van a quedar disgustados.
Bien. Se
cansaron ya, ¿no? (EXCLAMACIONES.)
Parece que nosotros tenemos que marcharnos, porque
tenemos otro acto ahora de tipo popular.
Rector, ¿usted quería decir algo? (APLAUSOS.)
Aquí piden que los inviten a ustedes a la Plaza. Pero, miren, a mí me parece que ustedes han
tenido ya un largo monólogo. ¡No! Se van a aburrir allá en la Plaza.