DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ESTADIO REGIONAL DE CONCEPCION, EL
17 DE NOVIEMBRE DE 1971.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Queridos amigos
de Concepción: (EXCLAMACIONES
PROLONGADAS)
Si ustedes no cooperan un poco no va a poder haber
acto, por lo menos en lo que a mí se refiere, esta noche, porque parece que la
garganta se está declarando en huelga.
Nos habría gustado disponer de más tiempo para visitar
esta ciudad. Nos habría gustado, antes
de reunirnos con ustedes en un acto como este, haber tenido más tiempo para
cambiar impresiones con los obreros, con los estudiantes y con el pueblo en
general de Concepción.
En el día de hoy apenas hemos tenido tiempo de visitar
una fábrica después de un recorrido de siete días por las tierras
chilenas. Y lo que ha ocurrido es que
más o menos el programa que yo me imaginaba lo ampliamos; se incluyeron algunos
extraplanes: un acto en todas partes; y entonces,
además, en algunos lugares donde no estaba, un acto también. Así que hay un programa y dos extraplanes y, además, no alcanzan.
A nosotros realmente nos duele que tengamos que
propiamente tener casi encuentros de tipo formal, y mucho más todavía en
condiciones en que hasta la voz, debido a una mezcla de circunstancias: frío, resfriado, cambios de clima, exceso de
conversación, se presenten algunos de estos problemas.
Pero yo creo que por lo menos me alcance la voz para
expresar algunos sentimientos hacia ustedes, los hombres y mujeres de
Concepción.
A veces me acusan de que hablo mucho. Ahora no me quedará más remedio que hablar
poco (EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”).
Primero quiero decirles que a nosotros nos ha
ocasionado una extraordinaria impresión la generosa recepción que ustedes han
brindado a nuestra delegación en el día de hoy.
En ciertos instantes no podíamos comprender de dónde salían tantas y
tantas personas. Nos decían que la
ciudad de Concepción tenía 190 000 habitantes.
Sin embargo, nosotros no nos explicamos, tampoco se lo explicaban los
que nos acompañaban, cómo habían podido reunirse hoy tantas personas.
¿Cómo debemos nosotros interpretar este gesto del
pueblo chileno, este gesto del pueblo de Concepción? En primer lugar, nada más ajeno al espíritu
nuestro que creernos acreedores en el orden personal, ninguno de nosotros, a
tales manifestaciones de amistad y de afecto.
Nosotros entendemos perfectamente bien que esos sentimientos del pueblo
chileno van, en primer lugar, hacia nuestra patria, hacia nuestro pequeño país
que, a 90 millas de otro poderoso país que ustedes conocen, ha tenido que
librar durante estos casi 13 años una larga y dura lucha. Nosotros comprendemos que es el
reconocimiento al esfuerzo de nuestro pueblo por mantener en alto las banderas
de su soberanía y de su revolución.
Nosotros comprendemos, además, la satisfacción que por otro lado implica
para el pueblo chileno haber roto el bloqueo imperialista sobre nuestra patria
(APLAUSOS y EXCLAMACIONES).
Algunos han dicho erróneamente que este viaje
constituía una victoria del pueblo cubano.
Y nosotros entendemos que este viaje, que este encuentro, que esta circunstancia
de que haya sido posible la presencia de una delegación cubana en el seno del
pueblo chileno, no es una victoria de nuestro pueblo, sino una victoria del
pueblo chileno (APLAUSOS). Suponer una
victoria nuestra equivaldría a suponer que el mérito de estar aquí nos
corresponde a nosotros. Y en realidad,
si ha sido posible la presencia de esta delegación en Chile, ha sido porque el
pueblo chileno fue capaz, desafiando las órdenes del imperialismo, de restablecer
las relaciones diplomáticas con nuestro país y tener el valor de invitar y
recibir una delegación de la Revolución Cubana en Chile (APLAUSOS).
De esa forma interpretamos nosotros la visita.
Pero, además, se ha librado en estos 13 años una gran
lucha en el campo de las ideas, una gran lucha en el campo de la política.
Los imperialistas hicieron todo lo posible por romper
todo vínculo, todo contacto entre el pueblo chileno y el pueblo cubano. Los imperialistas hicieron todos los
esfuerzos imaginables por distorsionar la Revolución, por distorsionar su
imagen, por falsear los hechos, por cubrir de lodo y de mentiras el proceso
revolucionario de Cuba. Hicieron todo lo
posible para engañar a las masas de nuestros pueblos de América Latina,
hicieron todo lo posible para evitar que el virus del patriotismo, de la lucha
en defensa de los intereses nacionales, de la lucha por la liberación nacional
y de la lucha por la liberación social se extendiera en este continente. Los imperialistas agotaron todos los medios y
todos los recursos para engañar a los pueblos.
No se trata de que una revolución no tenga errores, no
se trata de que los revolucionarios no seamos capaces de equivocarnos una vez y
muchas veces; no se trata de que los revolucionarios tratemos de ocultar
nuestras dificultades, nuestras deficiencias; no se trata ni mucho menos de que
los revolucionarios tratemos de ocultar nuestra pobreza. Si nosotros ocultáramos nuestra pobreza, lo
ocultaríamos todo; si nosotros ocultáramos nuestra pobreza, estaríamos
ocultando la causa de las revoluciones.
No se trata de que los revolucionarios tratemos de ocultar nuestra
ignorancia. Si los revolucionarios
ocultásemos la ignorancia de los pueblos estaríamos también ocultando una de
las causas de las revoluciones.
¿Qué es la revolución?
¿De dónde nace la revolución sino de la explotación, de la injusticia,
que engendran la pobreza, la miseria y la ignorancia? Una revolución es precisamente una lucha
contra esas injusticias, contra esa explotación. Por tanto, no es que nosotros creamos que los
procesos revolucionarios son fáciles.
José Martí dijo que en una revolución no todo tiene
olor a clavellinas, que en una revolución no todo es color de rosa. Incluso en una revolución muy poco es color
de rosa. ¡Color de rosa es, en todo caso
el camino que los revolucionarios se proponen para la humanidad del
futuro! ¡Bello y hermoso es el porvenir
que los revolucionarios se proponen para el futuro! (APLAUSOS.) Pero los revolucionarios no
podemos hablar de ningún presente color de rosa. Los revolucionarios no podemos hablar de
ningún bello presente. Los
revolucionarios en todo caso podemos hablar de un presente abnegado, de un
presente de trabajo, de un presente heroico, de un presente de sacrificio, de
un presente de gloria.
Por eso, cuando pretenden presentar las dificultades
de las revoluciones, los imperialistas realmente están presentando la causa de
las revoluciones. Que no tenemos
desarrollo económico, que no tenemos industrias, que prácticamente todo tenemos
que importarlo, que nuestros países eran factorías productoras de materias
primas a bajo costo, consumidores de artículos industriales del mundo
imperialista a un alto costo. ¡Quién lo
ignora! Esa es precisamente una de las
causas de las revoluciones.
Por eso nosotros no hemos intentado jamás en nuestra
patria ocultar las dificultades de nuestra Revolución, no hemos intentado jamás
siquiera tratar de ocultar los errores de la Revolución. Por el contrario: una característica de nuestra
Revolución es siempre señalar nuestros problemas, nuestras dificultades,
nuestros errores, con absoluta honradez (APLAUSOS).
De lo que ningún imperialista podrá acusar jamás a la
Revolución Cubana ni a ningún revolucionario cubano es de la falta de pureza de
intenciones, de la falta de honradez, de la falta de sinceridad. ¡De eso no nos podrán acusar jamás! No podrán acusar jamás a la Revolución de
mentir, de engañar, de presentar la Revolución como un fenómeno idílico, de
exagerar sus méritos.
Nuestro pueblo tiene algunas realizaciones logradas. Nuestro pueblo en algunos campos ha avanzado
considerablemente: en
aquellos campos en que ha estado en nuestras manos avanzar. Y en algunos con notables dificultades.
En nuestro país avanzó, por ejemplo, la medicina, la
asistencia médica, la salud. En nuestro
país se han logrado erradicar numerosas enfermedades. En nuestro país hace diez años que
prácticamente no se conoce un solo caso de poliomielitis. En nuestro país se ha erradicado el
paludismo. En nuestro país se han
erradicado otras numerosas enfermedades infecciosas. En nuestro país se ha reducido
extraordinariamente la mortalidad infantil.
En nuestro país se ha reducido la mortalidad de tétanos. En nuestro país incluso en la actualidad se
están erradicando ya virtualmente enfermedades como la tuberculosis. Ni se sabe cuántos otros tipos de
enfermedades se han combatido con éxito en nuestra patria. Y ello, a pesar de que los imperialistas, de
los 6 000 médicos que había al triunfo de la Revolución, nos llevaron 3 000,
¡tres mil! Es decir, prácticamente
trataron de dejar a nuestra patria sin médicos.
Nadie piense que los crímenes que los imperialistas
han cometido contra nuestro país son solo la invasión de Girón, las amenazas,
los bloqueos, las fechorías en el campo económico, sino también las que han
cometido de otro tipo, no tan notorias y no tan conocidas.
La respuesta de nuestro país fue impulsar el estudio
de la medicina, elevar la calidad y elevar la conciencia moral de nuestros
médicos, hasta disponer hoy de 8 000 médicos, de cerca de 30 000 auxiliares de
los médicos, técnicos de distintos niveles, y casi 100 000 personas trabajando
en los servicios de salud.
En nuestro país la educación ha avanzado
extraordinariamente. Cuando la
Revolución triunfa había 10 000 maestros sin empleo, pero la mitad de la
población infantil de Cuba —unos 700 000 u 800 000 niños— no iba a la
escuela. Y la inmensa mayoría —el 85%—
no llegaba siquiera al sexto grado, es decir, el 85% de los que matriculaban en
la escuela.
Hoy en nuestro país hay más de un millón y medio de
niños matriculados en las escuelas primarias.
No hay una sola región del país, por apartada que se encuentre, que no
tenga su escuela primaria.
Hoy nuestro país desarrolla un enorme plan de
construcción de escuelas secundarias y de escuelas de maestros y de institutos
de nivel medio y desarrolla sus universidades.
Hoy nuestro país lleva adelante un programa
revolucionario de combinación del estudio con el trabajo, partiendo del
concepto de que no puede haber educación universal, porque somos demasiado
pobres para permitirnos el lujo de la educación universal, si nosotros no
combinamos la educación con el trabajo.
Y marchamos ya en un programa que en el próximo año significan
capacidades para 20 000 becarios más; que en el año 1975 serán capacidades,
construidas ese solo año, para 50 000 becarios más; y que nosotros, de 1970 a
1980, tendremos medio millón de estudiantes de secundaria básica becados
compartiendo el estudio con el trabajo. ¡Medio
millón de brazos juveniles aportando sus recursos a la patria y medio millón de
inteligencias juveniles desarrollándose para el futuro de la patria! (APLAUSOS.)
Nosotros iniciamos programas de solución de la
vivienda en los últimos tiempos, que también nos permitirán en los próximos 10 años
resolver en lo esencial ese difícil problema con el esfuerzo de nuestros
obreros. Porque en nuestro país no
sobran brazos, en nuestro país no hay desempleados, porque nuestra economía
depende de la caña.
La caña era un trabajo muy artesanal. La caña trajo a Cuba incluso el problema de
la esclavitud, porque fue mediante trabajo esclavo que en el pasado se
desarrolló la agricultura cañera manual.
En nuestro país en el pasado los obreros se oponían a
las máquinas, puesto que les quitaban el único sustento durante una parte del
año. Desde que la contradicción
existente entre la propiedad de los medios de producción y los intereses de los
trabajadores desapareció en nuestra patria, el defensor número uno de la mecanización
y de la tecnificación en nuestro país, hoy, es el propio trabajador.
Por eso hoy en nuestro pueblo se libra una lucha para
mecanizar las actividades de cosecha de la caña. En el mundo prácticamente no existían
máquinas de ese tipo. Y nosotros empleábamos
medio millón de hombres para producir menos divisas que las que Chile produce,
con unos 30 000 hombres, con el cobre.
Más de 100 000 obreros industriales en los centrales azucareros, 350 000
macheteros, más los aseguramientos de albergues, comedores, transporte del
personal, y, además, decenas de miles de obreros trabajando la
transportación. ¡Medio millón de
hombres!
Eso unido a la circunstancia de que durante años
enteros en nuestro país fue necesario emplear, tener sobre las armas
constantemente a 300 000 hombres,
¡trescientos mil hombres!, como consecuencia de las incesantes amenazas del
imperialismo. En eso nosotros hemos
tenido que invertir enormes recursos económicos, enormes recursos materiales y,
sobre todo, enormes recursos humanos.
En esas condiciones hemos tenido que idear nuevas
formas para superar las dificultades, a fin de resolver muchos de los problemas
económicos y sociales que tenemos.
Durante muchos años nuestro país luchó, no para
desarrollarse: luchó
virtualmente para sobrevivir. Hoy
nuestro país tiene una sólida organización, una sólida fuerza que le permite
defenderse, y, además, trabajar por el desarrollo.
Nosotros decimos esto para que los chilenos comprendan
la hipocresía, la ruindad, la mezquindad de los imperialistas cuando hablan de
las dificultades económicas de Cuba.
El 80% de nuestro mercado estaba en Estados Unidos, y
nos arrebataron de la noche a la mañana ese mercado.
El 90% de nuestros transportes y de nuestras
industrias provenía de Estados Unidos, y de la noche a la mañana nos
suprimieron toda venta de piezas de repuesto, de maquinarias de cualquier tipo
para reemplazar o modificar nuestra industria.
Casi el ciento por ciento de la materia prima que
empleaban nuestras fábricas, provenía de Estados Unidos, y la tecnología estaba
adaptada a esas materias primas, y de la noche a la mañana nos impidieron
terminantemente la adquisición de esas materias primas.
El comercio de nuestro país se realizaba a
determinadas millas de nuestras costas, cientos de millas. Como consecuencia del bloqueo imperialista,
las mercancías nuestras a exportar o importar tuvieron que ser trasladadas a
miles y miles de kilómetros. Baste decir
que teniendo nosotros ya una flota mercante de 50 unidades, las distancias son
tales que nuestra flota mercante prácticamente solo puede transportar el 7% del
total de mercancías que se llevan y se traen desde nuestro país o a nuestro
país, es decir que solo el 7%.
Nosotros creemos que esto puede darles a los chilenos
algunas ideas de las dificultades por las que nosotros hemos tenido que
atravesar.
Además, el imperialismo, que trata de sustraerles a
los pueblos de América Latina sus mejores inteligencias, hizo una especial
campaña para sustraer del país a ingenieros, técnicos, obreros calificados, es
decir, privarnos de cualquier tipo de recursos humanos que pudieran contribuir
al desarrollo de la nación.
Hemos tenido que enfrentarnos a todos esos tipos de
problemas en todos estos años.
Seríamos por otro lado insinceros, estaríamos
atribuyéndonos inmerecidamente el mérito de nuestras victorias, si no dijéramos
que para nuestra patria fue decisiva la ayuda del campo socialista en esas
horas difíciles, y fue especialmente decisiva la ayuda de la Unión Soviética
(APLAUSOS).
Nosotros, conversando hoy sobre estos problemas con
los obreros de la siderurgia, les poníamos un ejemplo: era el caso de un elefante que le puso
la pata encima a una hormiga, y entonces decían: “Miren qué dificultades tiene esta hormiga;
no se puede mover la hormiga.” Y el
elefante tenía la pata puesta sobre la hormiga.
No solo eso. Decíamos también
nosotros que los imperialistas llamaron a las demás hormigas para que también
le pusieran la pata encima a la hormiga cubana.
Esas fueron todas las maniobras y todos los planes que
hicieron, para tratar de que otros gobiernos de América Latina se sumaran al
bloqueo y a las agresiones contra nuestra patria.
Y a nosotros nos acusaban de subversivos. ¡Hay que ser desvergonzados! No hay país en el mundo contra el cual se
haya practicado más la subversión como se practicó contra nuestro país.
En cientos de ocasiones aviones imperialistas lanzaron
armas, bombas y explosivos contra nuestro territorio, tratando de organizar
bandas de mercenarios para cometer crímenes y cometer sabotajes.
Cientos de veces desembarcaron grupos de espías y de
terroristas en nuestras costas.
Cientos de actos de sabotaje y de asesinatos se
cometieron en nuestro país, sabotajes contra fábricas, crímenes contra obreros,
contra campesinos, contra maestros, contra estudiantes que alfabetizaban a los
campesinos en nuestras montañas y en nuestros campos.
Todos esos hechos se perpetraron contra nuestro
país.
Y cuando en un momento dado no se trataba de Cuba,
sino que en cualquier otro país hermano se producían determinados
acontecimientos políticos, ¡allá iban las tropas invasoras imperialistas, sin
pedirle consejos ni acuerdos a nadie! Y
después que los hechos estaban consumados, entonces después venían los
“consejos”, después venían los “acuerdos”, después venían las
“aprobaciones”. Siempre invocando el
mismo fantasma: el
famosísimo fantasma de la revolución, el famosísimo fantasma del
comunismo.
Porque desde hace mucho tiempo los imperialistas en
este continente se arrogaron el derecho de decidir qué tipo de filosofía
política podían tener nuestros pueblos, qué tipo de sistema social, qué tipo de
gobierno.
Y es inconcebible que en nuestro país, cuando estaba
allí dominado por los monopolios yankis, cuando estaba oprimido, cuando se
cometían crímenes todos los días, cuando se derramaba sangre de jóvenes, de
estudiantes, de obreros, de mujeres y hasta de niños; cuando se cometían
millares de crímenes y había más de medio millón de desempleados y se
succionaba la riqueza de nuestro país, ¡ah!, aquel sistema social era bueno,
aquel sistema social era justo, aquel sistema social tenía la bendición del
imperialismo.
Y cuando en nuestro país se pone fin a aquel sistema
inicuo, se recuperan las riquezas nacionales, se acaban todas aquellas
increíbles injusticias, entonces el sistema social que el pueblo de Cuba por su
voluntad libre estableció... ¡ah!, entonces ese régimen social y
político tiene que ser proscrito, tiene que ser prohibido, tiene que ser
condenado y tiene que ser bloqueado. ¿Y
quién les ha dicho a los imperialistas que ellos son los que tienen que decir
qué sistema político deben tener nuestros pueblos? ¿Quién les ha dado ese permiso? ¿De dónde lo han sacado? (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Claro que en el fondo de todo eso estaba la filosofía
del saqueo, la filosofía de la explotación, la filosofía de la piratería, la
filosofía de convertirnos en esclavos productores de materias primas, la
filosofía de arrebatarnos nuestro níquel, la filosofía de arrebatarles el
petróleo a los pueblos de América Latina, el cobre, el salitre, el hierro, los
minerales; y hasta los recursos, en ocasiones, de la agricultura. En el fondo lo que había era eso.
Y para explotar a nuestros pueblos, tenerlos
divididos, para explotar a nuestros pueblos, hacerles vivir en la ignorancia. Para explotar a nuestros pueblos, hacerles
vivir en la miseria, hacerles vivir en medio del engaño y de la mentira.
Hace 150 años comenzaron las luchas de nuestros
pueblos por su independencia. Y desde
entonces hasta hoy fue un proceso ininterrumpido de expansión, un proceso
ininterrumpido de sometimiento.
Y recordemos la historia de cómo aquellas 13 colonias
que un día se levantaron en armas en nombre de la libertad, que un día se
levantaron en armas en nombre de los principios más avanzados de aquella época,
más adelante fueron deviniendo —a lo largo del siglo pasado— en potencia
imperialista. Que le arrebataron a un
hermano pueblo, el pueblo mexicano, las dos terceras partes de su territorio;
que le arrebataron al Caribe la isla de Puerto Rico; que le arrebataron a
Centroamérica la zona del Canal de Panamá.
Que se fueron apoderando progresivamente de todos los recursos de
nuestros países, sobre todo los recursos más importantes, más decisivos, las
fuentes energéticas:
el petróleo, el cobre, el níquel, el hierro y todos los minerales
fundamentales. Que poco a poco
convirtieron a nuestros países en factorías a las que les compraban barato el
producto de su trabajo y les vendían muy caro el producto de sus
industrias.
Esa fue la historia hasta un momento en que, hace
aproximadamente unos 15 años, los imperialistas tenían un enorme control sobre
todos nuestros pueblos.
Si algún mérito puede tener la Revolución Cubana es
que marcó un momento de viraje en la historia de este continente. Desde el momento en que nuestro país enarboló
las banderas de su plena soberanía, un país que fue el último en librarse del
coloniaje europeo, al que se le impuso una Enmienda Platt, es decir, una
enmienda constitucional... Porque una
vez que se acabó la guerra, cuando las fuerzas colonizadoras estaban agotadas,
virtualmente derrotadas, se produce la intervención en nuestro país. Una vez producida la intervención le imponen
al pueblo de Cuba una enmienda: la
Enmienda Platt, que les daba derecho a las tropas de Estados Unidos a
intervenir cuando les diera la gana en nuestro país para establecer el “orden”
—por supuesto un orden entre comillas—, el “orden” imperialista.
De esa manera se apoderaron de nuestras tierras, de
nuestros recursos naturales y de todo. Y
cualquier protesta, cualquier lucha, se hacía pesar sobre nuestra patria la
amenaza de perder totalmente su independencia.
Ese era el tipo de relaciones entre nuestro pequeño
país y el poderoso coloso y goloso del Norte (EXCLAMACIONES).
En esas condiciones se produce la Revolución en
1959. Pecaríamos de inmodestos, de
insinceros, si pretendiéramos los revolucionarios cubanos atribuirnos el mérito
de haber sido el país que marcó el viraje histórico. No.
Nuestro pueblo hizo un esfuerzo, un gran esfuerzo, como han hecho otros
muchos pueblos. Pero el esfuerzo de
nuestro pueblo ocurre en un momento histórico especial, en una situación
especial en el mundo, en que la correlación de fuerzas entre el campo
imperialista y el campo revolucionario en el mundo empezaba también a cambiar,
en que había una situación especial.
Nosotros hemos definido esto diciendo que la
Revolución Cubana tiene lugar el año exacto, el mes exacto, el día exacto, la
hora exacta, el minuto exacto, el segundo exacto en que una revolución allí, a
90 millas de Estados Unidos, podía realizarse y mantenerse. Quiere decir que tal vez un segundo antes, y
la correlación de fuerzas no habría podido permitir que nuestra Revolución se
mantuviera. Bueno, habría podido
permitir que muriéramos todos nosotros, porque —puestos en una opción—
cualquier revolucionario prefiere la muerte a la explotación imperialista. Fue por eso que surgió nuestra consigna de
“¡Patria o Muerte!” (APLAUSOS
PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!” y otras consignas
revolucionarias.)
Esa situación especial en el balance de fuerzas en el
mundo fue factor fundamental y decisivo para que la Revolución Cubana
emprendiera la terrible tarea de enfrentarse al bloqueo imperialista. Ese balance de fuerzas le permitió a nuestro
país contar con las armas necesarias para defenderse. Y le permitió contar con la materia prima,
los combustibles, los mercados y los recursos indispensables para sobrevivir a
aquella dura prueba.
Pero por eso decimos que fue la coincidencia de
nuestra Revolución con aquella circunstancia.
De manera que no constituye un mérito especial de los revolucionarios
cubanos ni un mérito especial de nuestro pueblo. Nosotros creemos que nuestros pueblos son
pueblos iguales, que todos han escrito grandes páginas en su historia en la
lucha por la independencia, en la lucha por la justicia. Nosotros nos consideramos parte de los
pueblos de América Latina.
Cuando nosotros trabajamos, cuando nosotros luchamos,
cuando nosotros formamos técnicos, nosotros pensamos no solo en cuáles puedan
ser las necesidades dentro de 10, 15, 20 ó 30 años de nuestros propios pueblos,
sino pensamos cuáles pueden ser las necesidades de otros pueblos de América
Latina que un día puedan necesitar también, como los necesitamos nosotros,
técnicos y personal preparado. Nosotros
educamos a nuestro pueblo en una conciencia internacionalista, y educamos a
nuestro pueblo en una conciencia latinoamericanista (APLAUSOS). Nosotros queremos educar a nuestros niños y a
nuestros jóvenes en la idea de que ellos pertenecen a un gran conjunto de
pueblos latinoamericanos, de que ellos tendrán que pertenecer un día a esa gran
comunidad de pueblos latinoamericanos.
No somos utopistas, no somos soñadores que creamos que
mañana, que pasado mañana, nuestros
pueblos van a tener ya la suerte de ver esa realidad. Tal vez ni siquiera nuestra propia generación
tenga posibilidad de contemplar ese hecho.
Tampoco somos pesimistas. Pero
entendemos que nuestro deber elemental es preparar a nuestros pueblos para ese
futuro.
Vean ustedes esta circunstancia: nosotros estamos hablando aquí con
ustedes, nuestros hermanos chilenos, sin ningún intérprete, en español, y nos
entendemos perfectamente bien (APLAUSOS).
Claro está que hay algunos modismos, claro está que hay algunas palabras
que no pueden pronunciarse por aquí, y que nosotros común y corrientemente
empleamos por allá. Pero para eso no
hace falta más que un mínimo técnico y que le digan a uno: “Esta y esta y esta y esta y esta y la
otra —unas 10 ó 12—, no las
pronuncie” (APLAUSOS). Esa es toda la
dificultad que tenemos en nuestra comunicación más elemental, que es la
comunicación verbal.
¡Cuánta riqueza se encierra en la inteligencia, en la
sensibilidad de nuestros pueblos! ¡Cuántas maravillas de la inteligencia, del
cerebro, de la cultura, del arte, pueden salir de nuestros pueblos!, de modo
tal que nosotros no seamos colonizados, no seamos ideológicamente convertidos
en satélites culturales de los imperialistas como un instrumento más de
dominación.
No nos cabe la menor duda de que algún día nuestros
pueblos, con su historia común, su idioma común, tendrán las ventajas de formar
parte de una gran comunidad, que en el mundo de mañana podrán no solo
sobrevivir sino vivir; y no solo vivir, sino desarrollarse y ocupar un lugar
decoroso en el mundo.
Nuestro país viene a ser algo así como el Polo Norte
de la latinidad, dado que por nuestra circunstancia geográfica...
Si el avión nuestro, o el avión prestado... Porque nosotros vinimos en un avión
prestado. No a Concepción. A Concepción vinimos en un avión nuestro, a
crédito, ¿no?, pero nuestro (APLAUSOS).
Pero desde Cuba, para llegar en vuelo directo, se necesitó un avión
prestado, y eso sirvió para decir: “Castro llegó con avión soviético,
tripulantes soviéticos”, etcétera, etcétera.
No les faltó más que decir que venía alquilado para hacer propaganda en
favor de la Unión Soviética. Pero como nosotros
no tenemos prejuicios, como no tenemos prejuicios —y si algo ha caracterizado a
los revolucionarios cubanos es la honradez—, cada vez que ha sido necesario
resaltar como cuestión de elemental justicia lo que hizo la URSS por nosotros,
lo ponemos por delante. Que no en balde
nuestro país cuando lo de Girón, cuando llegaron allá con sus aviones de
bombardeo pintados con banderas cubanas y diciendo allá en las Naciones Unidas
que era un grupo de aviones de la fuerza aérea que se había sublevado y había
bombardeado; cuando vinieron con todos sus tanques y sus barcos de guerra, sus
cañones antitanques y sus armas automáticas a invadirnos, lo que les cayó
arriba fue un diluvio de balas, de cañonazos, de tanques y de todo, y esos
tanques y esos cañones los habíamos recibido de la Unión Soviética unas cuantas
semanas antes (APLAUSOS). El poco mérito
nuestro es que los aprendimos a manejar rápido (RISAS), y los aprendimos a
manejar rápido por la necesidad. Y eso
lo hace cualquiera. Nosotros, además,
estábamos defendiendo una causa, y nuestro pueblo estaba dispuesto a morir por
una causa. Y cualquier pueblo es capaz
de morir por su causa (APLAUSOS).
Pero les decía eso: las imputaciones que se nos
hacen.
Pero si ese avión prestado, en vez de venir para el
sur va para el norte, a los 15 minutos ya hubiéramos estado en territorio de
habla inglesa. Pero el avión tomó hacia
el sur, caminó casi 8 000 kilómetros, y se seguía hablando español. Después de eso, volvimos a caminar otros —no
sé cuántos kilómetros, ustedes lo deben saber mejor que yo— 500, 600, 700, Y se
seguía hablando español. Y cuando
después de eso continuamos hacia el sur, hasta allá hasta Punta Arenas, bueno,
se seguirá hablando español.
Se pueden caminar 10 000 kilómetros hacia el sur y
hablar el mismo idioma, y entendernos.
Es la misma sensibilidad, los mismos sentimientos, los mismos afectos;
ser capaces de la misma admiración, del mismo cariño. Y eso somos nosotros.
¿En qué podemos nosotros distinguir a nuestro pueblo
de ustedes? ¿Cómo podemos saberlo así,
qué medios, qué cosa hay que nos diga que estamos tratando con
extranjeros? ¿Cómo nosotros los podemos
tener a ustedes por extranjeros? Si me
pasó hace unos minutos algo...
Se acerca alguien y saluda muy entusiasmado, muy
contento. Dice: “Ahí estamos descargando azúcar.” Y otro más: “Sí, estamos descargando azúcar.” Digo: “¡Ah, sí! ¿Ustedes son obreros portuarios?” Dicen: “No, nosotros somos
del barco cubano que vino a traer azúcar” (APLAUSOS). Creíamos que se trataba de dos obreros
portuarios de aquí de Concepción, y eran dos marineros cubanos que, por cierto,
estaban trayendo azúcar, de lo cual nos alegramos mucho. Nos alegramos, porque eso significó también
una gran victoria del pueblo chileno.
Porque, como ustedes saben —bueno, ya lo he dicho varias veces—,
nosotros no les podíamos vender azúcar.
Ustedes se gastaron decenas de millones de dólares comprando azúcar en
otros mercados, y nosotros nos gastamos decenas de millones de dólares
comprando en otros mercados cosas que podíamos comprar aquí; gastando dinero en
madera, en porotos, en nitrógeno, en montones de cosas. No, verdad que vino no tomábamos mucho
(RISAS). El vino forma parte, digamos,
de la política comercial. En realidad,
necesitamos más de los porotos que del vino (RISAS). No es que no nos guste el vino, no es que no
nos guste el vino; pero es que el vino tiene calorías nada más y los porotos
tienen proteínas (RISAS).
Entonces nos produce mucha satisfacción ver cómo se
estrechan los vínculos entre nuestros pueblos, cómo nuestros barcos visitan a Chile, cómo cada vez más chilenos
visitan a Cuba y cómo cada vez más cubanos visitarán a Chile (APLAUSOS). Desde luego, ojalá que las visitas no sean
como la de nuestra delegación, porque son muy costosas; son incosteables. Dicen algunos chilenos: “Vuelva.” Y digo: “Fíjense bien en lo que están
diciendo: lo caro que resultan estos
viajes para ustedes, el tiempo y las energías que les hacemos gastar. Y por eso las visitas estas no pueden ser con
mucha frecuencia. Es una y es
larga. Y si a mí me parece larga, ¿qué
les parecerá a ustedes? Figúrense que
estaba viendo la fecha y hace siete días que nosotros salimos de La
Habana. Oiganme,
ustedes no lo querrán creer:
a mí me parece que hace dos o tres meses que salimos nosotros de
Cuba. Es que esta ha sido una película
ininterrumpida. ¡Imagínense que a
alguien lo lleven a un cine, lo sienten en el cine, y lo tengan siete días
viendo la misma película! (RISAS.)
Alguno de ustedes ha ido al cine a ver una
película. Y si la película es buena,
cuando está allí se concentra en la película y se olvida de todo; entonces,
cuando por fin se acaba la película y las luces se encienden y se levanta se
empieza a acordar otra vez de los problemas.
Y muchas veces son esos momentos amargos en que uno vuelve a acordarse
de sus problemas. Pero a mí me han
tenido durante siete días en una película, ¡en una buena película! Entonces es lógico que me parezca que hace
tiempo realmente que hemos salido. ¡Hemos visto tantas personas, tantos miles y miles de
personas; hemos conversado con tantos chilenos, hemos visitado tantos lugares,
siempre en un apuro, siempre en una precipitación, siempre en un correcorre que, bueno, ¡es imposible! ¡Yo no he podido leer ni los mensajes de
Cuba! Y en esa situación nos ha pasado
eso. Y por eso decimos a ustedes que la
visita esta, la de nosotros solo no, pero la de muchos cubanos estoy seguro de
que les hará mucho bien a nuestros pueblos.
Hemos podido comprobar cuánto es de útil el
intercambio entre nuestros pueblos: cuando van obreros, cuando van
profesores, cuando van técnicos. Y en
realidad es que tenemos nosotros los cubanos y los chilenos muchas cosas en
común. Y tenemos la esperanza de que un
día será igual con los demás pueblos de América
Latina.
Y decimos que nosotros prácticamente no podemos ver la
diferencia. Si acaso hay la
circunstancia de que nosotros llevamos 13 años de Revolución, y nos hemos
tenido que enfrentar a problemas muy difíciles, muy serios. La lucha nos obligó a forjar una muy sólida
unidad en nuestro pueblo, ¡muy sólida unidad!
De manera que hay una estrecha e indestructible unión entre todos los
cubanos; los obreros estrechamente unidos como un solo hombre, los estudiantes
estrechamente unidos, las mujeres, los vecinos, los campesinos. Todo el mundo. En nuestro pueblo hay una unión muy estrecha
de todos. Nosotros lo definimos de esta
manera en nuestra patria:
todos somos obreros, todos somos estudiantes, todos somos
soldados (APLAUSOS).
Sin esa unión habría sido imposible librar la dura
lucha que nosotros hemos librado. Habría
sido imposible marchar adelante victoriosamente. A nosotros nos satisface y nos enorgullece
hoy esa sólida unión de nuestro pueblo, nos satisface y nos ayuda mucho.
Y así, nosotros pensamos que también en la marcha del
proceso de los demás pueblos de América Latina los pueblos irán descubriendo
esta verdad: ¡de
que en la unión está la fuerza, en la
unión está la victoria! (APLAUSOS.)
Sólo nos resta, queridos amigos de Concepción,
expresarles, en nombre de nuestro pueblo, nuestra más profunda gratitud (APLAUSOS
y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel!, ¡Fidel!,
¡Fidel!”).