DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CONCENTRACION CELEBRADA EN PLAYA
BLANCA, LOTA, CONCEPCION, CHILE, EL 18 DE NOVIEMBRE DE 1971.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Obreros y
vecinos de Lota y Coronel:
Ustedes me van a excusar de que
trate de ser breve en consideración al tiempo, al programa y, sobre todo, a la
voz.
(DEL PUBLICO: "¡Sin protocolo!")
Dicen que hable sin protocolo.
Yo quiero decirles breves palabras para expresar
nuestros sentimientos hacia los obreros de Lota y
Coronel.
En primer lugar, cuando nos invitaron a este acto
estaba supuesta también una visita a la mina.
Pero las cuestiones de tiempo estaban muy escasas. Entonces de todas formas nosotros insistimos
antes del acto en tener algún contacto con el centro de trabajo. Nos parecía impropio venir aquí a reunirnos
con los obreros de estas minas...
¿Un tren?
(EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO ES INTERRUMPIDO POR LA LLEGADA DE UN TREN CON OBREROS DE LOTA,
CORONEL Y CURANILAHUE.)
(EL PUBLICO COREA CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS.)
En el momento en que ocurría ese hermoso espectáculo
de ver un tren de obreros llegando al acto...
¡Esto es una fiesta!
(EL COMANDANTE FIDEL CASTRO ES INTERRUMPIDO POR LA
LLEGADA DE UN CONJUNTO FOLCLORICO QUE VIENE A SALUDARLO CON UNA CANCION.)
Bueno, ¿nos ponemos de acuerdo y comenzamos el
acto?
No sabemos si llegan más trenes, más grupos
artísticos, o qué es lo que va a pasar aquí.
De todas maneras, como les decía, es breve lo que podemos estar aquí,
por el tiempo y por la voz.
Les estaba diciendo que cuando me invitaron a este
acto estaba programada una posible visita a las minas. Después surgieron dificultades por cuestiones
de tiempo, de clima, de no sé cuántas cosas.
Y de todas maneras nosotros insistimos en hacer una visita a la mina,
porque es que nos parecía que venir aquí a hablar con los mineros y no tener ni
siquiera la menor idea de cómo son las condiciones en que desempeñan su trabajo
era una cosa absurda. Iban a decir que
nosotros hemos venido aquí a esta playa a reunirnos con ustedes.
Desde luego, fue breve la visita a la mina. No me puedo ganar ni el título de aprendiz de
minero (RISAS). Me pusieron un uniforme
—para mí muy honroso pero muy inmerecido—, me pusieron el casco, la linterna y
todas esas cosas. Pero esta es la hora
en que yo no he producido una libra de carbón (RISAS), demostrando que como
minero, hasta este momento, a estas minas les he resultado incosteable
(RISAS). Además de eso, me dicen que los
obreros hoy no trabajan.
(DEL PUBLICO LE DICEN: "Hoy es el día de la
Purísima.") Dicen que es la Purísima.
¿Cómo? ¡A eso
mismo me iba a referir! Que nos habían
contado que los obreros habían decidido resarcir el déficit de producción del
día de hoy trabajando el día feriado.
Nosotros nos alegramos de esta reunión aquí con los
obreros de estas dos minas.
Los obreros son la columna fundamental de la vida de
un país, son la columna fundamental de la economía de un país y son la columna
fundamental de la historia de un país. Y
serán la columna fundamental del futuro de este país.
Nosotros hemos oído muchas cosas de estas minas, de
las luchas de los obreros de estas minas, de las páginas de sacrificio que
escribieron durante decenas y decenas de años.
Alguien nos explicaba que esos largos túneles
subterráneos, por debajo de las profundidades del mar, donde hoy se transita en
locomotoras, en el pasado todo ese camino tenían que hacerlo los obreros a pie;
que tenían que caminar por los túneles 4 ó 5 horas y que ese tiempo no se
contaba para nada en su salario.
Nos han contado la historia de las luchas de los
obreros, de los abusos, de las injusticias que se cometieron con ellos. Nos contaban que incluso en estos últimos
meses se han reintegrado a estos centros de trabajo obreros que hacía muchos
años habían sido expulsados de las minas.
Nos contaban igualmente que hay obreros que llevan hasta 45 años
trabajando en esas minas. Y el
responsable de las minas que nos acompañó hoy nos decía que él llevaba 32 años
trabajando en esas minas. Treinta,
cuarenta años trabajando bajo tierra, en ese clima, en esa temperatura, en esas
condiciones, ¡eso es lo que se puede llamar heroísmo!
Muchas veces el hombre arriesga su vida un día,
arriesga su vida en una batalla, y lo llaman héroe. El obrero que durante 40 años ha trabajado en
esas condiciones ha estado arriesgando su vida prácticamente todos los años,
todos los meses, todos los días, durante 40 años. Y esa es la historia del obrero, ese es el
porqué la clase obrera es vanguardia de la sociedad, ese es el porqué la clase
obrera está llamada a escribir la historia revolucionaria de los tiempos
contemporáneos.
Los obreros saben lo que es el trabajo, saben lo que
es el sacrificio, saben lo que es la disciplina del trabajo. Esos sacrificios y esa disciplina les fueron
impuestos por la vida, por la necesidad de vivir en las condiciones a veces más
duras, más increíbles, de más inicua explotación. Por eso en los obreros se desarrollan
rápidamente la conciencia de clase y el espíritu revolucionario.
¡Sí! Eso es lo
que hemos leído en los libros, pero lo que hemos visto también en la realidad
de la vida.
A nosotros nos conmueve profundamente recordar que
cuando nuestra patria, aquel 17 de abril, cuando los mercenarios armados y
dirigidos y apoyados por los imperialistas invadieron nuestra patria, los
obreros de estas dos minas, a 8 000 kilómetros de distancia, que solo conocían
de Cuba el nombre, que solo conocían de la Revolución Cubana las noticias que
de allá llegaban —tal vez fragmentarias, tal vez tergiversadas—, decretaron 48
horas de huelga en apoyo de la Revolución Cubana en aquel momento crítico de su
vida, cuando era criminalmente agredida.
¿Qué significa eso?
Eso significa internacionalismo.
¡Eso significa internacionalismo proletario! No fueron los aristócratas, no fueron los
millonarios en ninguna parte del mundo los que podían expresar ni habrían
expresado jamás la solidaridad con el pueblo cubano, sino precisamente los
obreros que trabajan en las más duras condiciones en el fondo de la
tierra. Fueron ellos los que expresaron
de esa forma su solidaridad.
Y qué emocionante, un día como hoy, cuando esas minas
son ya por entero del pueblo chileno, poder venir aquí, reunirnos con ustedes,
y en nombre de nuestro pueblo darles las gracias (APLAUSOS).
Sabemos también que en este mismo sitio se reunieron
por primera vez junto a Recabarren los obreros de las
minas de Lota y Coronel, en el año 1920. Sabemos que los obreros del carbón han sido
baluarte del movimiento revolucionario, del movimiento obrero y del movimiento
popular de Chile. Y sabemos además la
magnífica actitud que tienen los obreros de este centro, según nos cuentan los
chilenos, su disposición a luchar, su disposición a trabajar para echar
adelante estas minas. Y cómo están
elevando la producción. Y cómo ya en
diez meses de este año han producido tanto carbón como el año pasado en todo el
año. Y cómo han elevado la productividad
en un 15%. Y cómo tienen la actitud de
hacer marchar adelante el proceso chileno; cómo tienen la actitud de hacer
marchar adelante esas minas nacionalizadas, cualesquiera que sean las
dificultades que se presenten. ¡Y eso es
conciencia proletaria, conciencia revolucionaria!
Porque ahora es la hora en que los trabajadores,
cuando ya no están produciendo para los explotadores, cuando ya no están
produciendo para un propietario, cuando ya no están produciendo para el
americano, que vivía en esos fabulosos palacetes, sino que están produciendo
para la nación chilena, para el pueblo chileno, hagan su máximo esfuerzo en
favor de la producción. El camino de la
liberación es largo, el camino del progreso es difícil. El bienestar no está a la vuelta de la
esquina. Y el hombre no solo lucha por
bienes de tipo material. Lucha, desde
luego, por los bienes materiales, porque son indispensables para la vida. Pero el hombre lucha también por bienes
espirituales, por bienes morales.
¿Y quieren saber un ejemplo de qué es el bien
moral? Ahí lo tienen como le pasa a
nuestro país: somos
todavía pobres, tenemos todavía muchas dificultades, tenemos deficiencias; sin
embargo ya no trabajamos para los explotadores, ya no trabajamos para
enriquecer monopolios extranjeros:
¡Trabajamos para nosotros mismos, trabajamos para nuestra patria,
trabajamos para nuestro futuro! ¡Y eso
significa ser un trabajador verdaderamente libre!
Los imperialistas han usado el término de
"trabajadores libres".
Pretenden llamar trabajador libre al obrero que trabaja para los
explotadores, que trabaja para los millonarios; al obrero que no saca de allí
más que su salario; al obrero que cuando protesta lo expulsan, o lo maltratan,
o lo sancionan, o le cierran las puertas.
¡Y hablan de "mundo libre"!
¿Cómo se puede llamar un mundo libre donde los obreros solo a base de
látigo, a base de hambre y a base de todo tipo de presiones van a la
producción?
Por eso para nuestros trabajadores es un bien
moral. Revolución no significa ser rico
mañana, ni ser rico pasado mañana, ni ser rico el año que viene. Porque lo que se dejó de hacer en decenas de
años, los pueblos, por mucho que quieran, no lo pueden hacer en un día ni en un
año. La pobreza que nos dejaron, la baja productividad en que nos sumieron, la falta
de elementos técnicos. Nuestra
productividad no se puede comparar con la productividad de los llamados países
ricos. Eso lo veíamos ayer en la fábrica
de Huachipato.
Decíamos: ¿Cuánto
se produce por obrero al año? ¡Ah!, 108
toneladas. Pero hay industrias yankis
que producen 300 toneladas. Industrias
muy grandes, muy modernas, muy mecanizadas, muy especializadas; mientras que en
Huachipato son industrias relativamente
pequeñas. Y un país que tiene que
producir ahí casi todos los renglones de acero, pues no puede tener hoy esas
productividades. Y lo mismo pasa en
muchas otras actividades:
en las construcciones, en las minas en general.
Ustedes tienen algunos centros de alta productividad
en el país, desde luego. No hay duda de
que las minas de cobre son centros tecnificados de alta productividad. Pero la economía del país se hace con el
esfuerzo de todos: con
el obrero que tiene una productividad alta, como con la del obrero que tiene
una productividad baja. Porque sin ese
acero que sale de Huachipato no podrían funcionar
posiblemente las construcciones, no podrían funcionar muchas industrias. Sin ese carbón que ustedes extraen de la
tierra, bajo el agua, a veces mil metros de profundidad, no podría funcionar la
fábrica de acero; o tendría que funcionar con productos importados. No podrían funcionar, por ejemplo, algunas
unidades termoeléctricas que posiblemente —es una presunción— empleen ese
carbón. O no podrían funcionar las
industrias que emplean esa materia prima que ustedes extraen de esa mina.
No puede haber una economía de una industria
independiente, porque prácticamente todas las industrias dependen de las demás
industrias. Y esa industria productora
de carbón es una industria básica del país; ese 1 600 000 ó el 1 800 000, o los
2 millones de toneladas de carbón que ustedes produzcan, son indispensables
para la economía de Chile, son indispensables para el desarrollo de Chile.
Nuestro país desgraciadamente no produce ni una
tonelada de carbón. En nuestro país no
ha aparecido nunca una mina de carbón.
De manera que nosotros todo el carbón que utilizamos en un taller
cualquiera, en un horno cualquiera, en una fragua cualquiera, tenemos que
importarlo, tenemos que traerlo del exterior, tenemos que invertir recursos
económicos en eso.
Por eso, aunque ustedes tengan que extraer ese carbón
a esas profundidades, y en condiciones duras y difíciles, es de todas formas
una suerte para el pueblo chileno y para la economía chilena disponer de esos
recursos, y que ustedes no tengan que importar al menos una parte del carbón
que necesitan para la siderurgia y para otros usos de la economía
nacional.
Hemos visto esas minas. Hemos visto qué duro es allí el trabajo. Hemos visto qué esfuerzo tienen que hacer
allí los hombres para extraer las riquezas de la naturaleza, para ganar el
sustento, para ayudar a la familia, para sostener el país. Pero, ¡qué triste habría sido visitar esa
mina sabiendo que era de don Fulano de tal o de la Compañía tal y más cual; y
que miles de hombres estaban trabajando allí para enriquecer a don Fulano y a
don Mengano!
Y a nosotros nos decía un compañero chileno hace unos
minutos que esas minas las venían explotando hace 200 años y que una de las más
grandes fortunas del mundo salió de esas minas de carbón. ¡Cuántos obreros en esos doscientos años
dejarían ahí su salud, dejarían ahí su vida, dejarían ahí sus huesos o
acortarían la vida o morirían prematuramente!
¡Cuántas mujeres se quedaron viudas, cuántos hijos se quedaron huérfanos
para eso: para
reunir y para crear una de las más grandes fortunas del mundo!
Por eso nuestra Revolución, la revolución moderna, la
revolución socialista, es considerada históricamente la más noble, la más alta
aspiración del hombre. Porque tiende a
poner fin a esas cosas increíbles, a esas cosas absurdas, a esas cosas que cada
vez parecen más inconcebibles de que masas humanas, pueblos enteros, trabajen
para enriquecer a unos pocos.
Pero es que en la vieja sociedad de explotadores no
solo se comercia con el carbón, no solo se explota al obrero: se explota todo, se comercia con todo;
se explota incluso a los niños. Es
conocida la historia del desarrollo industrial en Inglaterra, cómo se
acumularon grandes fortunas explotando niños de 8 años, 9 años, 10 años, 12
años, haciéndolos trabajar hasta 15 horas en las minas o en las
textileras. A aquella sociedad
despiadada le importaba solo la ganancia.
No le importaba el hombre ni el alma del hombre; no le importaba la
salud del hombre ni la cultura del hombre.
Por eso Carlos Marx dijo que el régimen capitalista
estaba chorreando sangre y lodo de pies a cabeza. A base de la explotación de hombres y
mujeres, de las mayores injusticias, se desarrollaron grandes fortunas. ¡Ah!, qué distinto hoy, cuando el objetivo
fundamental de un régimen popular es velar por el futuro, velar por la
educación de los niños y los jóvenes;crear las
condiciones para que ningún niño quede sin escuela, crear las condiciones para
que ningún joven quede sin posibilidades de desarrollar al máximo sus
capacidades físicas y mentales.
Aquella sociedad comerciaba con todo, comerciaba
incluso con los valores más elementales del hombre, comerciaba con el sudor del
hombre, del ser humano. Porque ustedes
saben que aquellas sociedades han ido acompañadas de toda una serie de vicios,
como es la mendicidad, el analfabetismo, y en ocasiones pues también algunas
cosas más dolorosas, como ocurría en nuestro país: que decenas de miles de mujeres, por
no tener empleo, tenían que dedicarse a la prostitución. ¡Y qué cosa tan
terrible, tan dolorosa, que una mujer tenga que venderse todos los días y a
todas horas para poder vivir!
Todas esas grandes llagas, todas esas grandes penas humanas,
son precisamente las que las revoluciones tratan de superar.
Nuestro país lleva algunos años más. No pudo el primer día ni el primer año, ni el
segundo, ni el tercero, resolver todos esos problemas. Pero a lo largo de estos años los ha ido superando. Y en nuestro país, por ejemplo, ya hoy no se
conoce la prostitución, ¡no se conoce!
Si a alguien le hablaran de aquello le parecería una cosa monstruosa,
absurda. En nuestro país ya no se ve un
niño mendigo. Ya esas cosas han
desaparecido. ¡No! No hay opulencia. ¡No!
No es una sociedad de consumo.
Pero no hay un solo ser humano olvidado, no hay un solo ser humano
desamparado, no hay nadie absolutamente abandonado a su suerte. Lo que tenemos sirve para ayudar a todos,
para dar les seguridad a todos, para darles aliento a todos. ¡Somos pobres, pero somos hermanos; somos
pobres, pero lo que tenemos es de todos en nuestra patria! (APLAUSOS.)
La situación nuestra no es exactamente igual a la de
Chile, porque nuestra Revolución lleva más tiempo, lleva más años. Pero nosotros, cada vez que pasaban los
recursos naturales a manos de la nación, cada vez que una gran industria pasaba
a manos del pueblo, lo considerábamos una victoria. Y nuestros trabajadores se alegraban y
cooperaban.
En nuestro país la conciencia revolucionaria se ha
desarrollado mucho, la conciencia de nuestros obreros se ha desarrollado
mucho. Y ustedes ven que, por ejemplo,
en la zafra —puesto que en nuestro país no hay desempleo— decenas de miles de
obreros se incorporan a las brigadas para el corte de caña. Y muchas veces se pueden incorporar porque
otros obreros en las fábricas realizan el trabajo de aquel obrero. De manera que tienen una disposición
extraordinaria de ayudar y apoyar la economía.
Porque ya no es la economía de los explotadores: es la economía del pueblo. Ya no es para enriquecer a nadie: es, en todo caso,
para mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Y los países, cuando superan esas contradicciones,
tienen realmente la oportunidad de marchar adelante.
El socialismo ha sido muy calumniado, muy
difamado. Pero, ¿qué hicieron
históricamente los imperialistas?
Bloqueaban a los países socialistas, suprimían todo el comercio. Eso hicieron con el primer Estado socialista: la Unión
Soviética. Después de una guerra
devastadora la agredieron, más de 10 países la intervinieron, la atacaron como
desde 15 ó 16 direcciones diferentes, le desarrollaron durante años una guerra
civil. Y después, cuando al fin habían
logrado la paz, cuando se dedicaron al trabajo durante 12 ó 15 años, la
invadieron de nuevo, le desataron una feroz guerra que les costó la vida a 18
millones de personas.
Lo mismo hicieron también con nuestro país: medidas de bloqueo,
de aislamiento, crearle dificultades de todo tipo.
Porque los imperialistas han tenido mucho interés en
que el nuevo régimen social fracase. Han
hecho todo lo posible y lo imposible por hacerlo fracasar. Los imperialistas están empeñados en
demostrar que es mejor la explotación del hombre por el hombre. Los imperialistas están empeñados en
demostrar que el hombre tiene alma de esclavo, que no hay diferencia entre un
rebaño de ovejos y una sociedad humana; que el hombre solo es capaz de trabajar
cuando tiene el látigo arriba, el mayoral, el propietario; que el pueblo no
tiene suficiente inteligencia para organizar su economía y dirigir sus
industrias, porque eso es privilegio de una minoría superinteligente.
Esa es la mentalidad, esa es la filosofía de los
imperialistas. Y por eso hacen todo lo
posible por hacer fracasar a las instituciones socialistas. Pero no solo eso. Los imperialistas nos dejan también una serie
de problemas de orden moral:
tratan de sembrar cizaña, divisiones, malos hábitos, aparte de
toda la ignorancia.
¿Cómo se podían preocupar los imperialistas de que los
niños estudiaran, si necesitaban una masa de ignorantes, una masa de
analfabetos para cada vez que necesitaran fuerza de trabajo ir al mercado a
comprarla? ¿Qué interés podrían tener en
que la juventud se educara, en que la juventud se desarrollara
técnicamente? Como ocurría en nuestro
país: necesitaban
300 000 cortadores de caña. Si hubieran
puesto escuelas en Cuba, el cortador de caña no aparecía por ninguna
parte.
Si hubieran puesto escuelas primarias, escuelas
secundarias, si le hubieran dado facilidades a la juventud para estudiar, para
hacerse técnicos, ningún joven habría ido a trabajar en los cañaverales. A ellos les convenía mantener al pueblo en la
ignorancia, para tener una reserva de desempleados. Siempre despreciaron a los pueblos.
Por eso es tan decisivo, es tan importante, es tan
esencial, que cuando los obreros —en cualquier centro que pasa a ser propiedad
de la nación— asumen las responsabilidades de la producción, no se olviden que
están librando una batalla histórica por su país y por su clase. No se olviden de que se están poniendo a
prueba las ideas revolucionarias, de que se están poniendo a prueba los ideales
del hombre, los mejores ideales del hombre, los mejores ideales de la
humanidad.
Y quienes tienen el deber de defender eso, quienes
tienen el deber de hacer el máximo, y de quienes la patria espera ese esfuerzo,
no es de los burgueses que queden o puedan quedar, no es de los
reaccionarios. ¿Qué interés puede tener
un antiguo explotador, qué interés puede tener un reaccionario en que prospere
el ensayo, en que prospere el nuevo sistema social?
El interés de ellos es que fracase. ¿Quiénes tienen el máximo interés en estos
centros que han pasado a manos de la nación?
¡Los obreros!
El futuro no es de los burgueses. El futuro no es de los reaccionarios. ¡El futuro es del pueblo! ¡El futuro es de los trabajadores!
Y si miles de obreros dejaron sus vidas cuando
trabajaban para enriquecer a otros, ahora que se trabaja para el país en estos
centros nacionalizados, donde el trabajador tiene el respeto, la seguridad;
donde el trabajador recibe el tratamiento humano; donde el trabajador ya no es
objeto de explotación, puesto que desde ese momento ya todos los problemas
relacionados con su salud, el tiempo que debe estar trabajando en las minas,
los años que físicamente son soportables...
Estas son las primeras cosas que en las industrias nacionalizadas se
hacen siempre. Es lo que nosotros hemos
hecho en nuestro país.
Y a nosotros nos decían algunos chilenos que están
estudiando cuál es el máximo de años que se debe permitir que un obrero trabaje
bajo las minas, cuál es el máximo de años, teniendo en cuenta las condiciones
de salud.
Cuando el sistema social cambia, el objetivo no es la
ganancia, el objetivo no es la acumulación de riquezas. El objetivo es el hombre. El objetivo que se busca es el bienestar del
hombre. Y se trabaja precisamente para
el bienestar del hombre.
Por eso en nuestro sistema el hombre no es sacrificado
por obtener riquezas. No se sacrifica la
salud del hombre por obtener riquezas.
¿Por qué? Porque se tiene en
cuenta que todo el objetivo de la producción y del trabajo, es precisamente el
hombre. Las condiciones cambian
totalmente.
Y es por eso —porque esas son las nuevas condiciones
de la producción— que decimos que el porvenir es para los trabajadores y para
sus hijos. Y que son precisamente los
obreros los únicos que serán los beneficiarios de ese futuro. No los reaccionarios. No los burgueses.
Y eso lo comprendió perfectamente nuestro pueblo. Y a nosotros nos satisface mucho ver que aquí
también los obreros de esta mina, exactamente igual, tienen la misma reacción,
tienen el mismo pensamiento. Por eso nos
satisface mucho oír decir que los obreros en esta fábrica nacionalizada han
elevado la producción en un 15%; que los obreros, en estos centros de trabajo
nacionalizados, han producido este año en 10 meses lo que el año anterior
habían producido en un año. Y eso nos satisface
no solo por lo que significa de bienestar para la nación chilena, sino por lo
que significa de conciencia para los obreros, de ejemplo para los obreros. Y por lo que significa de victoria para las
ideas revolucionarias y para la causa del socialismo.
Nosotros podemos asegurarles —por todas las
referencias que hemos oído de los obreros de estas minas—, que ustedes tienen
un gran prestigio ante la clase trabajadora chilena, y que se sabe que los
obreros de estas minas no solo estuvieron dispuestos a ser vanguardia en el
pasado, luchando por sus reivindicaciones y sus derechos, sino que también hoy
siguen dando el ejemplo, siguen siendo centros vanguardia de la clase obrera,
ayudando a consolidar el gobierno popular, ayudando a consolidar el proceso
revolucionario que se inició en Chile.
Por eso, cuando nosotros regresemos a nuestra patria y nos reunamos con
nuestros trabajadores y nos reunamos con nuestros mineros, tendremos mucho
gusto de hablarles de ustedes, de contarles las condiciones en que ustedes han
trabajado, de contarles la historia de estos centros, y la magnífica reacción
de apoyo y de espíritu revolucionario y de conciencia revolucionaria que
ustedes están dando en este momento.
Les contaremos también este bello paisaje donde nos
hemos reunido: el
mar, los árboles, los bosques, esa colina que parece un anfiteatro lleno de
colorido y, sobre todo, lleno de banderas revolucionarias. Y por encima de todo, este acto lleno de
conciencia revolucionaria.
Y les diremos: allá, en Lota
y Coronel, tuvimos el altísimo honor de reunirnos con los miles de obreros que
trabajan en esas minas de carbón; tuvimos el altísimo honor de conocer aquellos
hombres que el 17 de abril de 1961 no solo declararon una huelga de 48 horas,
¡sino que en número superior a quinientos se inscribieron como voluntarios,
expresando su disposición no solo a ir a una huelga, sino también a combatir y
a dar su sangre por defender a la Revolución Cubana! (APLAUSOS.
)
(EL PUBLICO
COREA CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS).
Y le contaremos a nuestro pueblo qué bello día, qué
bello acto proletario este, en que nosotros, al cabo de más de 10 años, tuvimos
la oportunidad de venirles a expresar nuestro reconocimiento, nuestra
solidaridad y nuestra gratitud.
Muchas gracias (APLAUSOS).