DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CONCENTRACION REALIZADA EN PUNTA
ARENAS, CAPITAL DE LA PROVINCIA DE MAGALLANES, CHILE, EL 21 DE NOVIEMBRE DE
1971.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Querido Presidente Salvador Allende (APLAUSOS);
Autoridades
civiles y militares;
Representantes
de las organizaciones políticas y sociales;
Queridos
trabajadores y vecinos de Magallanes y de Punta Arenas (APLAUSOS):
Hay una agüita que está amenazando aquí. Ustedes me dirán en qué momento yo debo
terminar, porque yo no sé... Es la
primera vez que me reúno en Magallanes, y no sé si esta lluvia está
contraindicada por los médicos para los vecinos, o qué trastorno puede
tener. Pero, bueno, mientras no sea
demasiado fuerte, yo voy a tratar de cumplir mi cometido de hablar con ustedes.
Todavía sobrecargado de las emociones de la llegada,
nos reunimos aquí con ustedes. Quiero en
primer término expresar al querido Presidente, al querido compañero y amigo
Salvador Allende (APLAUSOS), nuestro agradecimiento por habernos dado la oportunidad
de conocer esta región de Chile.
Hemos llegado aquí a esta tierra legendaria e
histórica navegando por los mares y los canales del sur de Chile en un barco de
la armada chilena, "Almirante Riveros". Durante 48 horas hemos tenido oportunidad de
compartir con sus oficiales, suboficiales y tripulantes. Y en esos mares, donde hemos tenido la
oportunidad de conocer una de las regiones, o quizás una región única en el
mundo, por su naturaleza, por sus características, hemos tenido la oportunidad
de recibir todas las atenciones, todas las amabilidades y todos los mayores
gestos de amistad por parte de los oficiales y tripulantes de esa nave de la
armada chilena, a los cuales les expresamos nuestro más profundo
reconocimiento.
A la llegada a Punta Arenas hemos sido recibidos,
junto al Presidente, al igual que en las demás ciudades de Chile, por las
autoridades militares; en esta ocasión marinos, soldados y carabineros junto a
las autoridades. Y además, como ha
ocurrido en todas partes, en todas las ciudades que hemos visitado, con el
inmenso cariño de los trabajadores y los vecinos de esta comunidad.
En realidad, ustedes tienen que comprender
perfectamente las impresiones que puede recibir al llegar a esta tierra un
visitante cubano. Desde muchos puntos de
vista. Si pensamos en el aspecto meramente
humano del problema, recuérdese que nuestra pequeña Isla se encuentra a 10 000
kilómetros de distancia de Magallanes.
(EXCLAMACIONES DE:
"¡Viva Cuba!")
Recuerden que vivimos en una tierra tropical y nos
trasladamos, a lo largo de estos 10 000 kilómetros, a una tierra que está en
los linderos de la Antártida, de una naturaleza diferente por completo. Se decía que fríos la tierra y el mar.
Según nos contaban los marinos, quien tuviera el
infortunio de caer en las aguas del Estrecho dicen que vive 3 minutos. Si, además, se consulta el termómetro se
encuentra una temperatura —esta mañana— de 6 punto
grados centígrados... Bueno, no voy a
decir de frío ni de calor; de temperatura (RISAS). Lluvia pertinaz, cielos nublados. Y se dice que además en estas tierras soplan
vientos fuertes.
Hace dos días llegaban noticias de Cuba sobre un
ciclón sobre nuestras tierras. Pero
también nos cuentan que aquí, con alguna frecuencia, soplan vientos fortísimos
que en ocasiones alcanzan hasta 120 kilómetros por hora. Que eso es de alguna frecuencia en esta
región chilena.
Llegamos y, sin embargo, nos encontramos un pueblo que
es el mismo pueblo de Antofagasta, de Iquique, del salitre, del cobre, de
Santiago, de Concepción, de Puerto Montt.
Pero a pesar de haber recorrido 10 000 kilómetros para llegar hasta
Magallanes, nos encontramos un pueblo que habla el mismo idioma que hablamos en
nuestra patria, que se expresa de la misma forma, que demuestra la misma
sensibilidad humana, el mismo afecto, la misma alegría, las mismas
emociones.
Nosotros hemos dicho otras veces que nuestra Isla es,
digamos, algo así como el Magallanes del Norte.
Porque si navegamos o caminamos 90 millas nos encontramos ya con una
población diferente, con un idioma diferente, con una cultura diferente. Somos algo así como el Polo Norte de la
latinidad.
Esas cosas tienen que, desde el punto de vista humano,
producir una gran impresión, una gran emoción.
Llegar a esta ciudad histórica, llena de historia,
esta ciudad aquí en las márgenes del Estrecho, que fue hace cuatro siglos
escenario de una de las más grandes proezas humanas en el intento del hombre
por encontrar una salida hacia el Pacífico y poder por fin darle la vuelta al
mundo.
Si Colón demostró que la tierra era redonda y en su
intento precisamente de avanzar hacia las Indias descubrió un continente, aquí,
por este Estrecho, se llegó a demostrar cabalmente esa teoría. Y se hizo posible que por primera vez el
hombre circunvalara la tierra y en qué condiciones, y frente a qué obstáculos,
frente a qué mares bravíos, frente a qué clima, qué temperatura. ¡Qué extraordinaria hazaña!
Mucho tiempo después, de nuevo estas tierras de
Magallanes fueron escenario de una de las más grandes hazañas científicas en la
historia de la humanidad, protagonizada por Darwin, que aquí en estas tierras
encontró elementos probatorios definitivos de sus teorías científicas, que han
tenido un extraordinario alcance en la vida contemporánea y en la ciencia
contemporánea.
Pero aquí también en esta tierra, dura, en esta tierra
de clima adverso, en esta tierra de naturaleza hostil, se ha creado una
comunidad humana como esta que hemos conocido en el día de hoy. Se ha fundado una ciudad como esta, que
alcanza ya unos 70 000 u 80 000 habitantes.
Se han creado riquezas importantes para la nación chilena. Se ha encontrado y se ha desarrollado el
petróleo, que sirve a la economía chilena y que, además, tal vez un día pueda
permitir abastecerle totalmente. Si se
encontrara, si se extrajera petróleo suficiente para abastecer a Chile, el país
se ahorraría de 60 a 80 millones de dólares en importaciones de petróleo.
En estas tierras se ha desarrollado una riqueza
ganadera que ha servido para abastecer de lana a la industria textil chilena, y
ha servido también como fuente de suministro de carne a la nación chilena. De manera que ustedes han sido pioneros,
fundadores, creadores de una riqueza en las condiciones más adversas, en las
condiciones más difíciles.
Por eso nosotros tenemos que rendir un tributo de reconocimiento
y admiración a esta población de Magallanes.
Hemos visitado el norte —las pampas—, hemos visitado
el salitre, hemos visitado el cobre, hemos visitado los lugares desérticos,
hemos cruzado por encima de las zonas de vegetación, de agricultura. Esperamos tener oportunidad también de llegar
a aquellos lugares. Y al fin hemos
podido llegar aquí.
Para cualquier hombre —no ya para un revolucionario—
que sea capaz de admirar la obra de otros hombres, esto constituye realmente un
inmenso honor, un extraordinario privilegio.
Nos recibió hoy el alcalde de la ciudad con el título
de Hijo Ilustre de Punta Arenas (APLAUSOS).
Pero sobre todo las palabras tan emotivas, tan bellas con que nos
recibió, tan expresivas, tan sentidas, tan cariñosas hacia nuestra patria, nos
conmovieron profundamente. Y la
presencia misma del pueblo en las calles saludando al presidente Allende y al
visitante; el aspecto de la ciudad, sus calles, sus casas, sus árboles —pero
sobre todo su pueblo—, nos han dejado una impresión que nosotros no podremos
olvidar jamás.
Pero no pensando ya en la cuestión desde el aspecto
humano, pensando como revolucionarios, este encuentro con ustedes no lo
podremos olvidar. Y tiene un simbolismo
y un contenido muy altos:
¡Es el abrazo por primera vez en la historia de nuestra isla del
Caribe, de nuestra patria cubana, con las tierras de Magallanes! (APLAUSOS.)
Es la primera vez que una delegación de Cuba, la
representación de nuestro pueblo, se encuentra con este pueblo de
Magallanes. Pero hay algo más que eso: cada encuentro
tiene lugar no sólo entre dos pueblos hermanos, sino también entre dos pueblos
revolucionarios. ¡Es el encuentro de la
Revolución cubana con la
Revolución chilena en las tierras
de Magallanes! (APLAUSOS.) ¡Es el encuentro de los dos extremos de
nuestra inmensa patria latinoamericana!
¡Es el abrazo de dos símbolos! ¡Y
cómo es de elocuente el hecho de que podamos comprendernos y comunicarnos tan
fácilmente a través de tan inmensa distancia!
Y cuando pensamos ya no sólo en la patria cubana y en
la patria chilena, cuando pensamos —como decía el Presidente— con espíritu de
hombre desde Latinoamérica, cuando pensamos en el continente, cuando vemos una
fuerza potencial tremenda de nuestros pueblos —fuerza potencial en el orden
humano, en el orden moral, en el orden espiritual, en el orden de los recursos
naturales y de los recursos económicos—, es claro el camino del futuro, es
esperanzador el porvenir de nuestros pueblos.
Y cuando vemos un espectáculo como el de hoy, hay que sentirse
optimista. Nos sentimos optimistas, en
primer lugar, con relación al proceso chileno, cuando hemos conocido a lo largo
de esta tierra de 4 000 kilómetros a
un pueblo tan formidable como el que hemos visto en todas partes.
Ustedes pueden estar seguros —y sé que están seguros—
de que nosotros seríamos incapaces de pararnos en este balcón a decir una
palabra con el pretexto de halagar, a decir una sola palabra con sentido
demagógico. Cuando nosotros decimos
algo, como hemos hecho toda nuestra vida, no hemos podido hacer otra cosa que
decir lo que realmente sentimos, lo que realmente experimentamos. Y cuando nosotros vimos este pueblo de aquí
de Magallanes, cuando los vemos a ustedes, sentimos una enorme confianza en el
porvenir de la nación chilena, una enorme confianza en el porvenir del proceso
revolucionario chileno. Cuando vemos
hombres y mujeres como ustedes, de este temple, de este espíritu, de este
calor, de esta calidad humana, nos sentimos también optimistas acerca del
porvenir de este continente.
Es imposible, cuando se han recorrido tantos miles y
miles de kilómetros y se ha tenido oportunidad de ver este aspecto humano de
nuestros pueblos, no tener una gran confianza en el porvenir de nuestros
países, en el porvenir de nuestro continente.
Si algo queremos decirles a ustedes hoy, trabajadores
y vecinos de Magallanes y de Punta Arenas; si algo les puede decir un visitante
de Cuba, un representante de nuestro pueblo revolucionario, un luchador —y los
luchadores nos alimentamos de ideas, nos sentimos estimulados en los ideales de
justicia, de renovación, de progreso, de liberación humana; y a nosotros lo que
nos alienta y nos impulsa son siempre esos estímulos morales y espirituales—;
si algo les puede decir este visitante a ustedes es: ¡Gracias por la impresión extraordinaria que
nos han hecho! ¡Gracias por el aliento
inmenso que ha significado para nosotros como revolucionario este encuentro y
este abrazo en el día de hoy!
¡Gracias por el recibimiento! (APLAUSOS.)
¡Gracias por los honores! (APLAUSOS.)
¡Gracias por el privilegio! (APLAUSOS.)
¡Y gracias mil veces, gracias a todos! ¡Y gracias a ustedes por el título de Hijo
Ilustre que nos han concedido en el día de hoy!
(APLAUSOS.)
¡Gracias! ¡Mil
gracias! (APLAUSOS.)