DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE DESPEDIDA QUE LE BRINDO EL
PUEBLO DE CHILE, EN EL ESTADIO NACIONAL, SANTIAGO DE CHILE, CHILE, 2 DE
DICIEMBRE DE 1971.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Querido Presidente;
Revolucionarios
chilenos;
Chilenos
todos:
El Presidente nos ha dejado tan impactados con sus
palabras que tenemos que serenarnos un poquito.
El Presidente ha dicho palabras emocionantes y valientes (APLAUSOS),
analizando algunas cuestiones de actualidad.
Pero en mi caso, aunque en estos días haya estado con alguna actualidad,
soy un visitante que no debo ocuparme de tales actualidades. Debemos y podemos hablar de otras
actualidades que son comunes a los intereses de todos nuestros pueblos. Debemos y podemos ocuparnos de otras
cuestiones que son comunes a todos los procesos revolucionarios.
Hay una pregunta, muy común en los chilenos, que nos
hemos encontrado en casi todas partes, y que revela ese gran espíritu
patriótico de los chilenos y un poco de ese orgullo patriótico de los
chilenos. Y es que se llenan los
pulmones de aire, suspiran profundo, y preguntan: "¿Qué le parece a usted este
país? ¿Qué impresiones tiene usted de
este país?" Aun cuando sepan lo que
a uno le parece, aun cuando conozcan de antemano las impresiones. O como cuando preguntan: "¿Cómo lo han tratado en este
país?" Aun cuando puedan conocer la
respuesta de nuestros sentimientos hacia los que aman verdaderamente este
país.
Pero, desde luego, sobre impresiones se pueden decir
muchas cosas, que vayan desde la majestuosidad de las montañas, o el azul del
cielo, o la belleza de la Luna, los recursos naturales, sus paisajes
impresionantes. Pero nosotros no somos
geólogos ni somos naturalistas. Y
lamentablemente, de poeta solo tenemos aquello que dice el refrán que a todos
nos atribuye un poco de poeta y de loco.
Me imagino que los chilenos hayan conocido también ese refrán.
En cambio, hay cuestiones que nos interesan mucho más: nos interesa el
paisaje humano por encima de todo, nos interesa el pueblo por encima de todo,
nos interesan los chilenos por encima de todo (APLAUSOS).
Si a algo hemos dedicado nuestra vida es a la cuestión
humana, a la cuestión social, a la cuestión revolucionaria. Si algo nos despierta el interés por encima
de todo es la lucha de los pueblos y de los hombres, es la marcha histórica de
la humanidad desde que el hombre vivía en hordas primitivas al hombre de
hoy. Si algo nos interesa es el
espectáculo vivo de un proceso en sus momentos críticos.
Porque la marcha de la humanidad ha sido lenta. En ocasiones la marcha se detiene. En ocasiones incluso retrocede. Pero también en ocasiones se acelera. Esos son los momentos de crisis, esos son
momentos de revoluciones.
Hemos visitado a Chile no como turistas. Hemos visitado a Chile como revolucionarios,
como amigos (APLAUSOS), como solidarios de este proceso, como solidarios de
este proceso y de este país. Hemos
visitado a Chile... Y en esto
permítasenos una pequeñita discrepancia con el Presidente, pero no una
discrepancia constitucional ni protocolar, sino simplemente conceptual. El dijo que no habíamos venido ni a aprender
ni a enseñar. Y la discrepancia es que
si bien estamos absolutamente de acuerdo en que no vinimos a enseñar —y no sé
qué clase de miedo tenían esos que andaban con los libelitos diciendo que no
tenía nada que enseñarles, y que tal vez reflejaban una especie de complejo, un
miedo subconsciente—, sin embargo decimos con toda franqueza que hemos venido a
aprender (APLAUSOS).
Pero nadie piense que hemos venido a aprender algunas
de las cosas que nos aconsejaban algunos libeluchos o
algunos sesudos de las teorías políticas reaccionarias, que decían que qué
bueno que veníamos a aprender de elecciones, de parlamento, de libertades
determinadas de prensa, etcétera. ¡Muy
interesante la cuestión! Pero ya
nosotros aprendimos bastante de todo eso.
Durante 50 años conocimos muchas de esas libertades burguesas,
capitalistas; y conocimos sus
instituciones demasiado bien. Y no es
que digamos que no sean buenas. También
en su época fue buena la democracia griega.
También en su época significó un extraordinario adelanto de la sociedad
humana la república romana, con sus millones de esclavos, sus circos de
gladiadores y sus cristianos devorados por leones. También el medioevo se consideró un avance
sobre la esclavitud primitiva, a pesar de la servidumbre feudal. También la Revolución Francesa histórica,
famosísima, significó un avance sobre la sociedad medieval y las monarquías
absolutas que en un tiempo llegaron a gozar de prestigio. Y fueron consideradas altas instituciones en
la marcha del progreso humano. Y
existieron incluso los llamados "déspotas ilustrados".
De manera que el advenimiento de una forma nueva de
producción y la creación de nuevas relaciones de producción y de propiedad y de
apropiación de los productos, determinaron el nacimiento de todas esas
superestructuras, que fueron consideradas buenas en un momento dado de la
marcha de la humanidad.
Pero quienes pretendan que alguna sociedad o algún
sistema social, y la superestructura que tal sistema social representa, sean
eternos, se equivocan, porque eso está desmentido absolutamente por la
historia. Y a una forma social, sucedió
otra; y a esa, otra; y a esa, otra. Y
cada vez por una forma social superior.
La burguesía incluso en su época, cuando no existía el
proletariado, fue revolucionaria, fue una clase revolucionaria, y dirigió al
pueblo en la lucha por una forma social nueva y dirigió a los campesinos, que
eran siervos de los feudales, y dirigió a los artesanos. No existía el proletariado. Y la sociedad humana continuó su marcha.
Pretender que esa forma que surgió hace dos siglos,
pretender que esa forma es eterna, pretender que es la máxima expresión del avance humano, pretender que con ello
culminó el progreso de la humanidad, no constituye desde el punto de vista
histórico y científico sino una completa ridiculez.
Pero, además, todas las sociedades, todos los sistemas
sociales caducos, cuando estaban próximos a ser abolidos se defendieron. Y se defendieron con tremenda violencia a lo
largo de la historia.
Ningún sistema social se resignó a desaparecer de motu
proprio. Ningún sistema social se
resignó a las revoluciones. Y desde
luego, por eso nosotros decíamos que alguna vez fueron buenos. Solo que hoy están condenados por la historia,
están sencillamente caducos, son sencillamente anacrónicos. Y los anacronismos existen mientras pueden
existir. Los anacronismos subsisten
mientras los pueblos no tienen fuerza suficiente para cambiarlos
(APLAUSOS). Los anacronismos subsisten
simplemente mientras no puedan ser cambiados.
Pero el que no puedan ser cambiados en un momento dado de un proceso no
significa históricamente que serán eternos.
En nuestro país, que conocimos aquellas formas del
estado de explotación, aquellos instrumentos de que se valieron los
explotadores para reprimir a los explotados, sus instituciones han sido
cambiadas. ¿Es acaso un secreto? ¿Es acaso un secreto los cambios que han
ocurrido en Cuba?
Y nosotros en la Universidad Técnica respondiendo a
una pregunta decíamos que, efectivamente, nosotros no éramos demócratas
representativos. ¡No éramos demócratas
representativos! ¡Y mucho menos cuando
ustedes saben perfectamente bien a quiénes se les ha llamado demócratas
representativos en este continente!
Y nosotros decíamos: en nuestro país nuestro pueblo no
necesita que lo represente nadie, porque el pueblo se representa a sí mismo
(APLAUSOS).
En nuestro país se han producido cambios muy
profundos, ¡muy profundos!, e incluso difíciles de comprender a distancia. Y muy difícil de comprender sobre todo a
través del prisma de la mentira y de la calumnia, en que tanto se han
especializado a lo largo de la historia los reaccionarios. Porque hay una diferencia entre el
revolucionario y el reaccionario. Y es
que el revolucionario no miente. ¡El
revolucionario no puede mentir! El
revolucionario vive de convicciones íntimas, de motivaciones profundas. Y la mentira es una violación del carácter,
la mentira es una violación de los sentimientos más íntimos del hombre. La mentira es el arma de los que no tienen
razón. La mentira es el arma del que no
tiene argumentos. La mentira es el arma
del que desprecia a los demás y, sobre todo, desprecia al pueblo
(APLAUSOS).
¡El arma del revolucionario es la verdad! ¡El arma del revolucionario es la razón! ¡El arma del revolucionario es la idea! ¡El arma del revolucionario es el
pensamiento! ¡El arma del revolucionario
es la conciencia! ¡El arma del
revolucionario es la cultura! ¡El arma
del revolucionario contemporáneo es la interpretación correcta de las leyes
científicas que rigen la marcha de la sociedad humana!
¡Nosotros no mentimos ni mentiremos jamás! y
no tememos enfrentarnos en el campo de las ideas a ningún adversario. La verdad siempre saldrá victoriosa a la
larga. Y la tarea del revolucionario es,
en primer término, armar los espíritus, ¡armar los espíritus! Incluso ningún arma física tiene ningún valor
si antes no están bien armados los espíritus (APLAUSOS).
No intentamos siquiera que desde tal distancia se
puedan comprender los problemas de nuestro país. No lo intentamos. No es incluso una cuestión fundamental. Pero solo decimos que cuando hablamos de que
si vinimos a aprender, no veníamos a aprender cosas caducas y anacrónicas en la
historia de la humanidad (APLAUSOS). Ni
nos interesa fundamentalmente el día o la hora, el cómo o el cuándo los pueblos
deciden barrer con los anacronismos.
Nadie los barrerá en ninguna parte en tanto no puedan. Nadie puede barrerlos antes de tiempo. Y ojalá siempre sean barridos lo más pronto
posible (APLAUSOS).
Hemos venido a aprender en un proceso vivo. Hemos venido a aprender cómo se comportan las
leyes de la sociedad humana. Hemos
venido a ver algo extraordinario, algo extraordinario: en Chile está ocurriendo un proceso
único. Algo más que único: ¡insólito!,
¡insólito! Es el proceso de un
cambio. Es un proceso revolucionario
donde los revolucionarios tratan de llevar adelante los cambios pacíficamente. Un proceso único, prácticamente el primero en
la historia de la humanidad —no
decimos en la historia de las sociedades contemporáneas—, único en la historia
de la humanidad, donde tratan de llevar a cabo el proceso revolucionario por
los cánones legales y constitucionales, mediante las propias leyes establecidas
por la sociedad o por el sistema reaccionario, mediante el propio mecanismo,
mediante las propias formas que los explotadores crearon para mantener su
dominación de clase.
Entonces, es realmente algo único, algo insólito.
¿Y cuál fue nuestra actitud? Nosotros los revolucionarios, que no hicimos
nada único ni hicimos nada insólito...
Porque los revolucionarios cubanos tenemos si acaso el mérito de haber
sido la primera Revolución socialista de América Latina (APLAUSOS). Pero no tenemos el mérito de haberlo hecho en
forma insólita y única.
¿Pero cuál ha sido nuestra actitud? La de solidaridad con ese proceso. La de nuestra solidaridad con los hombres que
quieren llevar ese camino. Nuestra
comprensión, nuestro apoyo moral, nuestra curiosidad, nuestro interés.
Porque es —como hemos dicho en otras ocasiones— que no
son los revolucionarios los inventores de la violencia. Fue la sociedad de clases a lo largo de la
historia la que creó, desarrolló e impuso su sistema siempre mediante la represión
y la violencia. Los inventores de la
violencia fueron en todas las épocas los reaccionarios. Los que impusieron a los pueblos la violencia
fueron en todas las épocas los reaccionarios.
Y nosotros observamos, y el mundo observa con enorme
interés, cómo se desarrolla este proceso chileno en las circunstancias actuales
del mundo, incluso dentro de la actual correlación de fuerzas del mundo.
Ahora, para nosotros eso constituye un acontecimiento
extraordinario.
Nos preguntaron en algunas ocasiones —de un modo
académico— si considerábamos que aquí tenía lugar un proceso
revolucionario. Y nosotros dijimos sin
ninguna vacilación: ¡Sí! Pero cuando se inicia un proceso
revolucionario, o cuando llega el momento en un país en que se produce lo que
podemos llamar una crisis revolucionaria, entonces las luchas y las pugnas se
agudizan tremendamente. Las leyes de la
historia cobran su plena vigencia.
Y cualquiera que haya vivido en este país tres
semanas, cualquiera que haya visto y analizado los factores, las medidas
primeras tomadas por el gobierno de la Unidad Popular —medidas que golpearon
fuertemente a poderosos intereses imperialistas, medidas que culminaron con la
recuperación de riquezas fundamentales del país, medidas que se caracterizaron
por el avance de las áreas sociales, medidas que se caracterizaron por la
aplicación de una ley de reforma agraria (que no la hizo el gobierno de Unidad
Popular, y que fue una ley de reforma agraria concebida con otros
objetivos: una ley de reforma agraria
muy limitada, y realmente muy tibiamente aplicada cuando se aprobó)—, esas
medidas han comprobado, puede decirse, la gran verdad histórica de que el
proceso de cambios genera una dinámica de lucha. Y las medidas realizadas ya, y que
constituyen el inicio de un proceso, han desatado la dinámica social, la lucha
de clases; han desatado la ira y la resistencia —como en todos los procesos sociales de
cambio— de los explotadores, de los reaccionarios.
Ahora bien: la cuestión que obviamente se plantea
—visto por un visitante este proceso— es si acaso se cumplirá o no la ley
histórica de la resistencia y de la violencia de los explotadores. Porque hemos dicho que no existe en la
historia ningún caso en que los reaccionarios, los explotadores, los
privilegiados de un sistema social, se resignen al cambio, se resignen
pacíficamente a los cambios.
De manera que esta es una cuestión a nuestro juicio
esencial, y un aspecto que ha ocupado nuestro interés, y algo en lo cual hemos
estado aprendiendo, y aprendiendo mucho en estos días. Sí, señores —sobre todo los que me pedían que
viniera a aprender—: ¡He
aprendido mucho!: cómo funcionan las
leyes sociales, cómo funciona un proceso revolucionario, cómo reacciona cada
sector y cómo luchan las diversas fuerzas (APLAUSOS). Lo hemos vivido. Y lo hemos vivido aun en nuestra propia
piel. Y no porque me hayan atravesado la
piel con ninguna pedrada, o con ningún balazo, o porque me hayan quemado un
pelo —no he visto pasar ni de lejos una piedra.
He sentido, como visitante, como amigo, como solidario, he sentido otro
tipo de agresiones harto conocidas: de insultos, de campañas.
No somos tampoco ajenos posiblemente a la agudización
de algunos problemas. Y quizás hasta
incluso nuestra visita constituyera un elemento de estimulo a los que querían
crear dificultades al gobierno de la Unidad Popular. En un momento en que realmente había aquí, se
dice, cientos y cientos de periodistas de todo el mundo para reportar sobre
esta visita; en un momento en que en el mundo entero —en todos los países de
Europa, de Asia, de Africa, de América Latina— se hablaba de esta visita, de
este encuentro entre chilenos y cubanos, de este encuentro entre dos procesos
que se iniciaron en formas tan diferentes, cuando Chile y la imagen chilena recorrían
ampliamente el mundo, es obvio que eso podía producir cierta irritación, cierto
malestar, cierto exacerbamiento, y se condujera a la aceleración de
determinadas actitudes.
De modo que como visitante he recibido en nombre del
pueblo de Cuba extraordinarias pruebas de afecto. Pero hemos tenido oportunidad de apreciar y
de ver cómo se manifiestan estos fenómenos.
Indiscutiblemente que quien visitaba este país no era
Benito Mussolini (ABUCHEOS). Quien visitaba este país no era Adolfo Hitler
(ABUCHEOS). Quien visitaba este país no
era un fascista. Quien visitaba este
país no era un instrumento de los monopolios yankis. Quien visitaba este país no era un amigo de
los poderosos y de los privilegiados.
¡Quien visitaba este país era un amigo de los humildes, un amigo de los
trabajadores, un amigo de los campesinos, un amigo de los estudiantes, un amigo
de los pueblos! (EXCLAMACIONES: "¡Fidel,
Fidel!")
Por eso cuando nosotros hablábamos y cambiábamos
impresiones con los compañeros chilenos a raíz de la invitación del Presidente,
y nos preguntaban qué deseábamos ver, pues nosotros les decíamos: deseamos conocer las minas, el salitre, el
cobre, el hierro, el carbón, los centros de trabajo, los centros agrarios, las
universidades, las organizaciones de masa, los partidos de izquierda: deseamos hablar con los revolucionarios y
hablar incluso con aquellos que aunque no se pueden considerar revolucionarios
son personas decentes (APLAUSOS). No se
nos podía ocurrir otra cosa.
Y, efectivamente, se organizó ese tipo de visita.
Pero, ¿por qué?
¿Por qué? Porque nosotros sabemos
dónde están nuestros amigos, en qué clase social. Y nosotros sabemos que donde están los
obreros y los campesinos y los humildes están nuestros amigos (APLAUSOS).
Y por eso el recibimiento que hemos tenido en todos
los pueblos, en todas las universidades, en los campos: el recibimiento extraordinariamente
afectuoso que hemos tenido en todos los centros de trabajo, ¡en todos!, sin una
sola excepción. Ni aun en aquellos
sitios donde los reaccionarios se empeñaron más en deformar la conciencia del
obrero, ¡ni en esos!
El espíritu del obrero, del hombre humilde, del
creador de las riquezas con su sudor y con sus manos, fue el mismo espíritu que
dicen las leyes de la historia.
Por eso nosotros tuvimos la oportunidad de comprobar
ese fenómeno y cómo se produce el fenómeno, a pesar del extraordinario diluvio
de campañas, de calumnias, de mentiras, que las agencias cablegráficas de los
monopolios yankis han regado sobre Cuba.
Y sin embargo, ¿de qué sirvió todo eso?
Desde luego, no podíamos nosotros ni siquiera
imaginarnos, y habría que estar absolutamente loco para creer que íbamos a ser
recibidos afectuosamente por los intereses opuestos de los obreros, de los
campesinos y de los humildes de este país.
Nosotros no íbamos a ser bien recibidos por los poderosos, los
terratenientes, los reaccionarios.
En dos palabras, chilenos: nosotros no esperábamos ser bien
recibidos por los fascistas (APLAUSOS).
Pero, repito, hemos aprendido otra cosa: hemos aprendido la
comprobación más de otra ley de la historia:
hemos visto el fascismo en acción.
Y hemos podido comprobar un principio contemporáneo: que la desesperación de los
reaccionarios, la desesperación de los explotadores en el mundo de hoy —como ya
se ha conocido nítidamente por la experiencia histórica— tiende hacia las
formas más brutales, más bárbaras de violencia y de reacción.
Y todos conocen la historia del fascismo en diversos
países, en los países que fueron la cuna de ese movimiento, cómo surgieron; y
cómo los privilegiados, los explotadores, cuando aun sus propias
instituciones —cuando aun sus
propias instituciones—, inventadas y creadas por ellos para mantener el dominio
de clase no les sirven, las destruyen ellos mismos. Inventan una legalidad, inventan una
constitución, inventan un parlamento.
Cuando digo inventan una constitución, digo: inventan una constitución burguesa,
porque las revoluciones socialistas establecen sus propias constituciones y sus
propias formas de democracia.
Pero, ¿qué hacen los explotadores cuando sus propias
instituciones ya no les garantizan el dominio?
¿Cuál es su reacción cuando los mecanismos con que han contado
históricamente para mantener su dominio les fracasan, les fallan? Sencillamente los destruyen. No hay nadie más anticonstitucional, más
antilegal, más antiparlamentario y más represivo y más violento y más criminal
que el fascismo (APLAUSOS).
El fascismo, en su violencia, liquida todo: arremete contra las
universidades, las clausura y las aplasta; arremete contra los intelectuales,
los reprime y los persigue; arremete contra los partidos políticos; arremete
contra las organizaciones sindicales; arremete contra todas las organizaciones
de masa y las organizaciones culturales.
De manera que nada hay más violento ni más retrógrado
ni más ilegal que el fascismo.
Y nosotros hemos podido ver en este insólito y único
proceso cómo se manifiesta esa ley de la historia, que los reaccionarios, los
explotadores en su desesperación, apoyados fundamentalmente desde el exterior,
generan y desarrollan este fenómeno político, esa corriente reaccionaria que es
el fascismo.
Y lo decimos con toda franqueza: que hemos tenido la oportunidad de
aprender y de ver el fascismo en acción (APLAUSOS). Y sinceramente creemos que no habrá nada que
pueda enseñarnos tanto a nosotros como esta visita.
Pero también se dice que no hay nada que enseñe a los
pueblos tanto como un proceso revolucionario.
Todo proceso revolucionario enseña a los pueblos en unos meses lo que a
veces dura decenas de años en aprender.
Hay una cuestión: ¿Quién aprenderá más y más
pronto? ¿Quién tomará más conciencia y
más pronto? ¿Los explotadores o los
explotados? ¿Quiénes aprenderán más rápidamente
en este proceso? ¿El pueblo o los
enemigos del pueblo? (EXCLAMACIONES DE: "¡El
pueblo!") "
¿Y están ustedes completamente seguros, ustedes que
son protagonistas, que son actores de esta página que escribe su patria; están
completamente seguros de que ustedes han aprendido más que sus
explotadores? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!")
Permítanme entonces discrepar en este caso no del
Presidente sino de la masa (APLAUSOS).
Mañana dirán en algún cintillo, en algún lugar del
mundo las agencias:
"Discrepa Castro de la masa." Discrepamos de una
apreciación de la situación.
Y en esta especie de diálogo sobre cuestiones
científicas e históricas, nosotros podemos decir que no estamos completamente
seguros de que en este singular proceso el pueblo, el pueblo humilde —que es la inmensa mayoría del pueblo—
haya estado aprendiendo más rápidamente que los reaccionarios, que los antiguos
explotadores.
Pero hay, además, algo: los sistemas sociales que las
revoluciones están cambiando llevan muchos años de experiencia, ¡muchos años de
experiencia! Acumularon experiencia,
acumularon cultura, acumularon técnicas, acumularon trucos de toda especie para
actuar frente a los procesos revolucionarios.
Y mientras, se presentan a la masa del pueblo, que no tiene esa
experiencia, que no tiene esos conocimientos, que no tiene esas técnicas, se
enfrenta con toda la experiencia y las técnicas acumuladas de los otros.
Y si ustedes desean que nosotros seamos
francos... Y hemos dicho que nosotros no
podemos expresar una mentira. Podemos
equivocarnos, hacer una apreciación falsa, pero jamás decir algo que no
creamos. Y nosotros creemos sinceramente
que el aprendizaje de la parte opuesta, el aprendizaje de los reaccionarios ha
ido más rápido que el aprendizaje de las masas (APLAUSOS).
¿Es que acaso le faltarán cualidades a este
pueblo? ¿Es que acaso el pueblo chileno
fuera un pueblo que careciera de las mayores virtudes patrióticas, de las
mayores virtudes de carácter, de valor, de inteligencia y de entereza? ¡No!
Nosotros estamos impresionados extraordinariamente por las
características del pueblo chileno. Y
nosotros en todas partes, a veces
en contacto con campesinos, después de hablar media hora con ellos, les
preguntábamos en qué grado estaban y nos decían: "No sabemos leer ni escribir."
Nos impresionaba extraordinariamente lo apasionado del
carácter chileno: en
las recepciones, en los recorridos, el valor, la decisión; cómo los hombres se
lanzaban delante de los carros. Pero
algo más: ¡Cómo
se lanzaban las mujeres! Pero algo más: ¡Cómo en numerosas
ocasiones vimos madres con los hijos en los brazos atravesarse delante, con una
decisión y un valor impresionante!
Hemos visto en el pueblo chileno cualidades que
nuestro pueblo no tenía al comienzo de la Revolución: más nivel cultural, más cultura
política —escúchese bien—, más cultura política, ¡mucha más cultura
política! Porque en nuestro país no
existía la situación de Chile hoy día: la victoria en las urnas de los
partidos marxistas —es decir: Partido
Comunista, Partido Socialista—, y otras organizaciones que apoyaban a esos
partidos (APLAUSOS).
En el orden de la cultura política ustedes han partido
de un nivel mucho más alto que nosotros.
Pero algo más:
ustedes han partido de una tradición patriótica de 150 años y una
tradición nacional de 150 años. Ustedes
han partido de un nivel de patriotismo mucho más alto, de una valoración
superior de las cuestiones de su país, de su patria.
Nuestro país estaba demasiado penetrado por la
ideología del imperialismo. Nuestro país
había sido demasiado invadido por la cultura imperialista, por el modo de vida,
por todos los hábitos de aquella sociedad tan vecina a nosotros que era Estados
Unidos.
De manera que por eso nosotros en ese sentido éramos
mucho más débiles que ustedes. Es decir,
en toda una serie de aspectos este pueblo parte de un nivel superior al
nuestro. Desde el punto de vista
económico Chile tiene más recursos económicos que Cuba, tiene un mayor
desarrollo económico incomparablemente al que tenía Cuba. Disponía de un recurso nacional que ahora es
suyo. Es decir, dispone ahora de un
recurso nacional como el cobre, en el que 30 000 obreros producen casi 1 000
millones de dólares en moneda exterior, en divisas (APLAUSOS). Recursos energéticos: casi 2 millones de toneladas de
petróleo. Recursos hidroeléctricos,
hierro, carbón, industria alimenticia mucho más desarrollada que Cuba: industria
textil. Es decir que parten ustedes de
un nivel de desarrollo técnico y de desarrollo industrial muy superior al que
había en Cuba.
De manera que en este país están dadas todas las
condiciones de carácter humano, todas las condiciones de carácter social, para
el avance.
Pero ustedes tienen algo también que no teníamos
nosotros. En nuestro país los oligarcas,
los terratenientes, los reaccionarios, no tenían la experiencia de esa
contrapartida de ustedes aquí. En
nuestro país, además, los terratenientes y los oligarcas no se preocupaban de
que pudiera haber cambios sociales, porque decían: los americanos —ellos llaman los americanos
a los norteamericanos— se encargan de esto.
¡Aquí no puede haber ninguna revolución!
Y se dormían sobre los laureles.
En Chile no es así.
¡En Chile no es así!
La reacción, la oligarquía está mucho más preparada de
lo que estaba la de Cuba, mucho más organizada y mucho más equipada para
resistir los cambios, desde el punto de vista ideológico. Han creado todos los instrumentos para librar
una batalla en todos los terrenos frente al avance del proceso. Una batalla en el campo ideológico, una
batalla en el campo político, una batalla en el campo de masas —fíjense bien—
¡una batalla en el campo de masas contra el proceso!
Ahora bien: esa es la diferencia fundamental. Hay otras, ¡hay otras! No me refiero a las otras, porque eran
caminos totalmente diferentes.
Pero cuando la Revolución en nuestro país triunfa,
cuando se inicia —nosotros llamamos triunfo de la Revolución el primero de
enero, pero lo consideramos históricamente como el inicio del proceso—, cuando
se inicia ese proceso también tuvimos resistencia. No vayan a creer que no tuvimos
resistencia. No vayan a creer que en
Cuba no hubo resistencia de la reacción y de la oligarquía. Hubo resistencia, ¡y fuerte! Acudieron a todos los recursos que tenían a
mano, a todas las armas, ayudados muy directamente por los imperialistas. Y en todos los campos —fíjense bien—, en todos los campos nos presentó
batalla. La presentó en el campo
ideológico, la trató de presentar en el campo de masas, la presentó en el campo
armado.
A nosotros se nos puede decir que iniciamos un proceso
de lucha armada en Cuba. Pero nosotros
no inventamos la resistencia armada.
Y la resistencia armada nos costó muy cara. La resistencia armada de la reacción le costó
a nuestra patria más sangre y más víctimas que la guerra revolucionaria. ¡Vean!: murieron más hombres frente a la
violencia reaccionaria que los que habían muerto en los combates de la guerra
revolucionaria. Nos costaron cientos y
cientos de vidas, nos costaron cientos y cientos de millones de dólares. Porque las medidas de sabotaje, la creación
de bandas mercenarias armadas en casi todo el país, las infiltraciones
constantes de espías, los lanzamientos constantes de armas nos costaron a
nosotros años de lucha. La invasión
mercenaria de Girón, después las amenazas de la Crisis de Octubre, instigada
por los imperialistas... Nosotros hemos
tenido que estar luchando durante todos estos años.
Ahora bien: nosotros les hemos ganado la batalla
en todos los terrenos (APLAUSOS). Les
hemos ganado la batalla, en primer lugar, en el terreno ideológico; en segundo
lugar, en el terreno de masas; y, en tercer lugar, les ganamos la batalla en el
terreno de las armas (APLAUSOS).
A nuestro juicio el problema de la violencia en estos
procesos —incluido el de Cuba—,
una vez que se ha instaurado el régimen revolucionario, no depende de los
revolucionarios. Sería absurdo, sería
incomprensible, sería ilógico que los revolucionarios cuando tienen la
posibilidad de avanzar, de crear, de trabajar, de marchar adelante, vayan a
promover la violencia. Pero no son los
revolucionarios los que en esas circunstancias crean la violencia. Y si ustedes no lo saben, seguramente que la propia
vida se encargará de demostrárselo (APLAUSOS).
Esa fue nuestra experiencia cuando el movimiento
revolucionario cubano triunfa.
El trabajo no fue fácil. ¡Nadie se lo imagine fácil! Créannos que en nuestro país había más
partidos que en Chile, ¡había más partidos que en Chile! En nuestro país hubo de todo. Por eso no hay por qué desanimarse. Existieron todo tipo de discrepancias. Pero al lado de eso había una fuerza
unificadora, al lado de eso había un propósito de unir y una conciencia de unión
y de fuerza, de fuerza. Eso no faltó
nunca.
Y ustedes deben saber que en nuestro país la fusión de
los partidos no se hizo por decreto.
Nadie se imagine que en Cuba alguien decretó una ley fundiendo los
partidos. ¡No! En Cuba se fueron uniendo progresivamente las
fuerzas revolucionarias, se fueron fundiendo progresivamente. Fue un proceso de años.
Hoy en nuestro país hay una sola fuerza
revolucionaria, que es la fuerza revolucionaria del pueblo de Cuba
(APLAUSOS).
Yo no sé cuántas decenas de miles de personas hay
aquí. No sé. Ustedes deben tener más o menos una idea. Pero tantas personas como hay aquí se reúnen
en Cuba en 10 minutos. Y en dos horas se
reúnen diez veces todas las personas que están aquí. ¡En dos horas! Y nuestra capital tiene dos tercios de la
población de Santiago.
En nuestro país se ha llegado a un gran nivel de
unidad, a un gran desarrollo de la conciencia revolucionaria. Se ha generado una forma nueva de patriotismo
muy sólida, ¡muy sólida!, que ha hecho de nuestra patria un baluarte de la
Revolución y una trinchera entre las naciones de este continente que el
imperialismo no podrá destruir (APLAUSOS).
Hemos escuchado con asombro lo que explicaba el
Presidente de que por allá por Washington o Nueva York un periódico de mucha
circulación publicó una declaración de un alto funcionario, que decía "que
las horas del gobierno popular en Chile estaban contadas" (ABUCHEOS).
Pues bien: hace
mucho rato —aparte la grosería, aparte la intromisión, aparte el insólito
augurio, aparte la ofensa, aparte la insolencia—, quiero señalar que hace
muchos años que a ningún loco funcionario en ese país se le ocurre decir que
las horas de la Revolución Cubana están contadas (EXCLAMACIONES).
Habrá que no solo indignarse. Habrá que no solo enfadarse. Habrá que no solo proclamar la dignidad
herida, protestar de la ofensa, sino que habrá que preguntarse por qué creen
eso, y por qué se sienten tan seguros.
¿Qué cálculos han hecho? ¿Qué
computadoras han introducido en la cuestión?
No quiere esto decir que las computadoras yankis no se equivoquen. Nosotros tenemos buenas experiencias de que
se equivocan. Y en Girón, en Girón se
equivocaron las computadoras del Pentágono, de la CIA, del gobierno, de todo el
mundo. Se equivocaron. Y se equivocaron por millones de
diferencia. Es decir, las computadoras
se equivocan.
Pero hay que preguntarse por qué ese optimismo, por
qué esa seguridad, en qué bases se apoyan, qué los alienta. Habrá que preguntárselo. Y serán ustedes los únicos que podrán dar la
respuesta.
¿Pero acaso les interesa la opinión de un visitante no
turista? ¿Me autorizan? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!")
Que levanten la mano los que están de acuerdo (EL
PUBLICO PRESENTE LEVANTA LA MANO).
Bueno, ante esa autorización, ante esa autorización
plebiscitaria (EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel!",
"¡Fidel!", "¡Fidel!") les digo —ante esa autorización
plebiscitaria, en materia de conceptos, en materia de conceptos—, les digo que
por debilidades en el propio proceso revolucionario, por debilidades en la
batalla ideológica, por debilidades en la lucha de masas, por debilidades
frente al adversario (APLAUSOS). Y el
adversario exterior, apoyando al adversario interior, trata de aprovechar todo
resquicio, toda debilidad.
Podíamos decir: por debilidades en la consolidación de
fuerzas, en la unión y la ampliación de fuerzas.
Ustedes viven un proceso muy especial, pero que no es
nuevo en lo que se refiere a procesos de lucha de clases. La historia tiene incontables ejemplos. Están viviendo el momento del proceso en que
los fascistas —para llamarlos como
son— están tratando de ganarles la calle, están tratando de ganarles las capas
medias de la población. En determinado
momento de todo proceso revolucionario los fascistas y los revolucionarios
luchan por ganar el apoyo de las capas medias de la población.
Ahora, los revolucionarios son honrados, los
revolucionarios son honestos, los revolucionarios no andan con mentiras, los
revolucionarios no siembran el terror, no siembran la angustia ni inventan
cosas truculentas y tenebrosas.
¡Ah!, pero los fascistas sí que no se detienen ante
nada. Tratan de tocar cualquier
sensibilidad, inventar la calumnia más increíble: tratan de sembrar el miedo, el temor,
la intranquilidad en amplias zonas de las capas medias de la población: tratan de hacerles creer las cosas más inverosímiles: tratan de despertar los mayores temores en
todos los órdenes. Tiene un objetivo: ganarse las capas
medias. Algo más: utilizan los sentimientos más ruines y
más bajos. El chovinismo —ese
nacionalismo estrecho—, esos egoísmos, los tratan de desatar por todos los
medios, ¡por todos los medios! El
chovinismo, los egoísmos, las pasiones más bajas, los temores más
infundados. No se detienen ante nada.
y nosotros lo hemos visto, porque de vez en cuando
tenemos tiempo de ver algo en este viaje agitado y largo, largo en kilómetros y
largo en días —en lo cual nosotros estamos coincidiendo plenamente con los
quejosos—, y lo hemos visto:
qué tipo de mentiras, de cosas, se dicen; ¿a dónde van
dirigidas? Con relación a nuestra misma
visita, ¿a qué iban dirigidas todas?
Bueno: había
una sola forma de visitar este país, y era:
un mudo. ¡Un mudo que no hablara
ni por señas!, porque por señas se pueden decir muchas cosas (RISAS Y
APLAUSOS). Cualquier tema, cualquier
detalle... Primero el fariseísmo. Bien: "Ha llegado, ha sido
recibido. Esperamos que no confunda, que
no se meta." Después, poco a poco, allá, una empanada: "El hombre comiendo una
empanada." En otro lugar, allá: "El hombre retratado al lado de
las niñas del hot pant." Es decir, allá, la
mentira: "Abuchean
a Fidel en Los Andes." Otra mentira: "Frío recibimiento en Chuquicamata."
Pero bien: tratando de despertar el chovinismo,
tratando de presentar cualquier actitud, cualquier palabra, cualquier respuesta
a un estudiante como un entrometimiento.
De manera que hemos visto en todo, todos estos días, cómo cualquier
pretexto es utilizado para despertar un recelo, un temor, un
resentimiento. Y en esa lucha son
duchos, son hábiles. Y en estos
instantes, desde nuestro punto de vista, de observadores de este proceso, vemos
que el fascismo trata de avanzar y ganar terreno en las capas medias y tomar la
calle. Algo más: trata de desmoralizar a los
revolucionarios. En algunos lugares
nosotros hemos visto a los revolucionarios algo así como golpeados;
en algunos lugares los hemos visto incluso desalentados.
Si nosotros no fuésemos un hombre franco, si no
fuésemos hombres que creyésemos en la verdad, no nos atreveríamos a decir
esto. Pudiera parecer incluso que se
dice algo que el adversario utiliza y gana terreno. ¡No!
El adversario gana terreno en el engaño, en la confusión, en la
ignorancia, en la falta de conciencia de los problemas (APLAUSOS).
Si quieren saber una opinión: el éxito o el fracaso de este insólito
proceso dependerá de la batalla ideológica y de la lucha de masas; y dependerá
de la habilidad, del arte y de la ciencia de los revolucionarios para sumar,
para crecer y para ganarse las capas medias de la población (APLAUSOS). Porque en nuestros países de relativo desarrollo
esas capas medias son numerosas, y muchas veces son susceptibles de la mentira
y del engaño. Ahora, en la lucha
ideológica no se conquista a nadie sino con la verdad, con los argumentos, con
la razón. Eso es una cosa
incuestionable.
(DEL PUBLICO EXCLAMAN: "¡Venceremos!").
Espero que venzan.
Deseamos que venzan. ¡Y creemos
que vencerán! (APLAUSOS.)
Hay algo que nos impresionó hoy profundamente, y
fueron las palabras del Presidente (APLAUSOS), en especial cuando reafirmó esa
voluntad de defender la causa del pueblo y la voluntad del pueblo. En especial cuando pronunció esa épica frase: que era Presidente
por voluntad del pueblo y que su deber lo cumpliría hasta el día en que
cumpliera su mandato o lo sacaran muerto del Palacio Presidencial (APLAUSOS). Y quienes lo conocemos, quienes lo conocemos,
sabemos que el Presidente no es hombre de frases, que es hombre de hechos
(APLAUSOS). Quienes conocemos su
carácter sabemos que así es.
Y cuando se cuenta con ese sentido de la dignidad,
cuando el pueblo sabe que puede confiar en el hombre que hoy lo representa y
que de tal manera pronuncia en esa lacónica frase su decisión de resistir los
intentos del enemigo exterior, en complicidad con los reaccionarios interiores: cuando el pueblo
puede contar con eso y cuando los enemigos saben eso, ya eso constituye una
seguridad, una confianza, una bandera.
Y nosotros como latinoamericanos felicitamos de
corazón al Presidente por esa valerosa y digna afirmación (APLAUSOS).
Pudimos ver cómo reaccionó el pueblo, pudimos ver cómo
reaccionó el pueblo ante esas palabras.
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).
No diría de esa manera: "por la razón o la
fuerza". Hay frases que son
históricas y tienen un valor por sí mismas, por su carácter histórico, y se han
convertido en símbolos. ¡Por la razón,
por la fuerza de la razón y por la fuerza física y de pueblo que acompaña a la
razón! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Viva
Cuba!")
¡Cuando los jefes, cuando los dirigentes están
dispuestos a morir, junto a ellos están dispuestos a morir también los hombres
y mujeres del pueblo! (APLAUSOS.)
El pueblo es el gestor de la historia. Los pueblos escriben su propia historia. Las masas escriben la historia. ¡Ningún reaccionario, ningún enemigo
imperialista podría aplastar al pueblo!
(APLAUSOS.) Y la historia
reciente de nuestro país lo demuestra, ¡lo demuestra!
¿Cómo hemos podido resistir y por qué? Por la unidad de nuestro pueblo, por la
fuerza que esa unidad engendra.
Decíamos que en dos horas se reunían diez veces las
personas que están aquí. ¡Pero decimos
también que en menos de veinticuatro horas ponemos seis cientos mil hombres
sobre las armas! (APLAUSOS.)
En nuestro país, se ha creado una estrecha e
indisoluble unión entre pueblo y fuerzas armadas. Y por eso nosotros decimos que somos fuertes
en la defensa.
Hay algo que los conocedores de la guerra y de la
historia, los profesionales de las armas saben, y es que en el combate el
hombre es decisivo; en el combate los factores morales son decisivos; en el combate
la moral del hombre es lo que decide.
Los que conocen de la historia y los que conocen de
las grandes proezas militares saben que cuando la fuerza está unida y está
inspirada y está profundamente motivada, es capaz de vencer cualquier
obstáculo, de tomar cualquier posición, de hacer los más increíbles
sacrificios.
¿Qué es lo que da esta motivación profunda a nuestro
país en su defensa frente al peligro exterior?
¡Ah!, es que cuando llega la hora de defender la patria, la patria no
está dividida en millonarios y pordioseros, grandes terratenientes repletos de
privilegios e infelices campesinos sin tierra y sin trabajo, pasando miseria de
todo tipo. Es que la patria no está
dividida entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados; las grandes
señoronas repletas de joyas y riquezas y las infelices mujeres que tienen que
ir a ganarse la vida en un prostíbulo (APLAUSOS). La patria no está dividida entre
privilegiados y desposeídos.
Y cuando nuestro campesino es llamado a integrar las
unidades del ejército en nuestro país, sabe que no está defendiendo la patria
de los explotadores, la patria de los opresores. Sabe que no está defendiendo la patria de los
privilegiados, sino la patria que es realmente de todos y para todos. La tierra que les da pan a todos y no
abundancia a unos y hambre a otros; honores y grandezas a unos y humillaciones
a otros.
Y nosotros lo hemos podido ver, lo hemos podido vivir
y conocemos por nuestra propia experiencia las tremendas motivaciones, el
espíritu de nuestro pueblo en el combate, de hombres y de mujeres y de
todos. Saben lo que defienden. Han adquirido un gran sentido de la
dignidad. ¡Es un pueblo unido tras una
causa justa que defiende una patria suya, que defiende una bandera que tiene
más contenido que nunca!
Los pueblos son tan nobles y de tal manera se siembran
en ellos los sentimientos patrióticos, que aun en las sociedades de clase, de
explotadores y de explotados, han sido capaces de combatir y de morir, porque
han tenido los símbolos de la patria, la idea de la patria y han estado
dispuestos a defenderla. Aun cuando
hayan sido humildes y humillados y explotados en aquella tierra, ¡aún así la
defienden!
Calculen sus motivaciones, sus impulsos, su grado de
heroísmo cuando están defendiendo una patria que es realmente suya en el más
cabal sentido de la palabra (APLAUSOS).
No habrá pueblo tan poderoso ni fuerza armada tan
poderosa para cumplir la sagrada misión de defender la patria, que aquel donde
han desaparecido los explotadores y los explotados. Es decir, que ha desaparecido la explotación
del hombre por el hombre (APLAUSOS).
No en balde la historia nos dio una lección bastante
reciente.
En la Segunda Guerra Mundial, cuando poderosos
ejércitos se vinieron abajo, ¿qué había hecho el fascismo para atacar a Europa,
para invadir Francia, para invadir Bélgica, Holanda, casi todo el mundo
occidental? Sembró su quintacolumna,
exaltó las divisiones. Y en aquella
situación desarmó moralmente al pueblo.
Y cuando las hordas fascistas atacaron con sus blindados y sus
divisiones motorizadas rompían las líneas, sacaron el máximo provecho de la
desmoralización del pueblo.
¡Ah!, cuando un día, dos años después, en el mes de
junio de 1941, 4 millones de aguerridos veteranos de ese mismo ejército fascista
invaden la Unión Soviética por sorpresa, ¿qué se encontraron? Se encontraron una resistencia desde el
primer momento, desde el primer día, desde las primeras horas. Un pueblo que estuvo dispuesto a pelear y a
morir; que dio 18 millones de vidas, que acumuló la más extraordinaria
experiencia guerrera de los últimos tiempos.
Que no nos digan que los occidentales aprendieron a
pelear. Con una superioridad fabulosa, y
cuando el ejército nazi estaba destruido, desembarcaron por Normandía, llegando
fácilmente hasta las fronteras. En el
episodio de las Ardenas famoso, unas cuantas
divisiones blindadas los hicieron retroceder rápidamente decenas y decenas de
kilómetros.
Pues bien: los fascistas lanzaron más de 300
divisiones contra la Unión Soviética. Y
aquel pueblo resistió, peleó. ¡Cómo se
engañaron! ¡Creían que era un paseo
militar! Pero aquel ataque cobarde y
artero terminó en Berlín. ¡Y fue el
ejército soviético quien aplastó las hordas fascistas! (APLAUSOS.)
Una clara lección de la historia. Nunca jamás, a pesar del proverbial
patriotismo de esa nación, a pesar del proverbial patriotismo, nunca jamás en
la historia se produjo una resistencia tan heroica, tan decidida. Porque ya no era la sociedad de los señores
feudales ni de los siervos de la gleba, de los zares con sus poderíos
absolutos. El Estado socialista resistió
más. ¡Y lo extraordinario es que aquel
Estado socialista, de campesinos prácticamente, sea hoy la poderosa potencia
industrial que es! Y sea el país que
haya podido ayudar a naciones pequeñas como Viet Nam y como Cuba para resistir
peligros tan grandes como fue el peligro imperialista.
Los hombres de armas saben lo que implica un pueblo
unido y combatiente, un pueblo con su motivación desarrollada al máximo. Porque esos son los hombres que hacen posible
la victoria. Son los hombres que pueden
resistir cualquier desproporción de fuerza.
Son los hombres capaces de cualquier heroísmo.
Nosotros mencionábamos la Revolución Francesa. Cuando la burguesía era clase revolucionaria,
y dirigía al pueblo, recordarán también cómo se repitió la historia: cómo ese país,
invadido por numerosas naciones, resistió y derrotó a sus agresores. Es que en las revoluciones los pueblos se
unen cuando desaparecen las injusticias seculares y surgen fuerzas que nada ni nadie puede aplastar.
Alguien dijo una vez, un historiador de aquella
revolución dijo que "cuando un pueblo entra en revolución no hay fuerza en
el mundo que pueda detenerlo". Por
eso nosotros decimos que nuestro país es fuerte y unido. Hemos avanzado, y nos sentimos satisfechos
(APLAUSOS).
Pero si me permiten expresarles con toda sinceridad
una de nuestras conclusiones y una de nuestras impresiones a ustedes, los
chilenos —que son tan curiosos, que les interesan tanto las impresiones—, les
digo una impresión que me nace de lo más profundo del alma: cuando veo la historia en acción, cuando veo
estas luchas, cuando veo hasta qué punto los reaccionarios tratan de desarmar
moralmente al pueblo, cómo se valen de tantos y tantos medios, desde el fondo
de mi corazón sale una conclusión, ¡y es que regresaré a Cuba más
revolucionario de lo que vine!
(EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
¡Regresaré a Cuba más radical de lo que vine! ¡Regresaré a Cuba más extremista de lo que
vine! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)
Expreso palabras que quieren dar una idea. Cuando nosotros queremos expresar, tratamos
de buscar una palabra que dé una idea.
Las lecciones, las experiencias me hacen sentir más profundamente
identificado con el proceso que ha vivido nuestra patria. Y me hacen sentir más profundo amor por
nuestra Revolución. Y apreciar los
logros y los avances que hemos alcanzado.
No quiero extender mucho más estas palabras.
(DEL PUBLICO LE DICEN QUE CONTINUE).
(EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel!", "¡Fidel!",
"¡Fidel!").
Agradezco mucho la amabilidad y la paciencia de
ustedes. Ustedes saben bien que tengo
que irme (EXCLAMACIONES DE:
"¡No!"). Ustedes
saben, además, que no me necesitan aquí (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!" y "¡Que se
quede!").
Les agradezco esas exclamaciones como un intento de
desagravio por aquellos que trataron de agriar la visita, exigiendo la partida
y poco más que promoviendo una ley para botarme (ABUCHEOS).
Ayer nosotros decíamos en broma, y hasta ayer
bromeábamos... Hoy no podíamos estar en
ánimo de bromear leyendo las noticias de los sucesos, que no quiero
comentar. Solo con relación al
ánimo. Cuando se leen noticias de
heridos, de incendios, cosas que ocurrieron precisamente cuando nosotros en la
embajada cubana celebrábamos una recepción, donde estaban presentes más de 6ó00
personalidades chilenas. Y hasta
aquellos momentos bromeábamos, y decíamos: ¿Cuáles son los requisitos para
hacerse ciudadano chileno?
(APLAUSOS.) Y habla un abogado
por allí. Y le decíamos: ¿Cuántos días
son? ¿Cuánto tiempo de residencia? ¿Dónde están las planillas?, que quiero
llenar una planilla.
Frente a las frases, a los insultos y a todo eso se
podía bromear. Y se bromeaba con
eso. Y no me faltaron deseos de hacer la
broma en grande. Porque al fin y al cabo
no le negarían ustedes a un latinoamericano que cumpliendo todos los requisitos
constitucionales se hiciera ciudadano chileno.
¿En 10 años, en 20 años? Yo no
sé. Eso era absolutamente en broma.
Nosotros nos sentimos en cierto modo hijos de toda una
comunidad, parte de un mundo que es mucho mayor que Cuba y que Chile: que es la América
Latina (APLAUSOS).
Llegarán los tiempos en que todos tengamos la misma
ciudadanía, sin perder por ello un ápice de amor a nuestra tierra, al rincón de
este continente donde hayamos nacido, a nuestros símbolos: a nuestras banderas, que serán
banderas hermanadas; a nuestros himnos, que serán himnos hermanados; a nuestras
tradiciones, que serán tradiciones hermanadas; a nuestras culturas, que serán
culturas hermanadas. Y cuando tengamos
el poder suficiente entre todos los pueblos para ocupar un lugar digno en el
mundo, para que los poderosos no nos insulten, para que no venga el imperio
arrogante y orgulloso a anunciarnos tragedias y caídas, ni amenazarnos de
ninguna manera... No es lo mismo
amenazar a un pueblo pequeño que a una unión de pueblos hermanos que puede ser
una grande y poderosa comunidad en el mundo de mañana (APLAUSOS).
Llegarán esos tiempos, llegarán esos tiempos cuando
haya sido derrotada la ideología reaccionaria, cuando hayan sido derrotados los
nacionalismos estrechos, los chovinismos ridículos, que son los recursos que
los reaccionarios y los imperialistas utilizan para mantener la hostilidad y la
división entre nuestros pueblos (APLAUSOS), entre pueblos que hablan el mismo
idioma y que son capaces de entenderse, como nos entendemos nosotros. Las ideologías reaccionarias tienden a la
división.
Para que un día América pueda unirse, la América
nuestra que decía Martí, será necesario derrotar hasta el último vestigio de
esos reaccionarios, que quieren pueblos débiles para mantenerlos en la
opresión, para mantenerlos sometidos a los monopolios extranjeros. Porque en definitiva todo eso no es más que
expresión de una filosofía:
de la filosofía reaccionaria, de la filosofía de la explotación y
de la opresión.
Permítanme no la prolongación de esta visita, sino
expresar algunas ideas más, si se desea (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!").
¿Qué queremos decir?
Entre otras, una elemental expresión de agradecimiento a todos los que
hemos tratado —y hemos tratado ampliamente con el pueblo chileno. Hemos tratado y hablado ampliamente con los
obreros, los estudiantes, los campesinos, el pueblo en general, que nos recibió
en tantos sitios. Hemos conversado con
periodistas, hemos conversado con trabajadores intelectuales, con economistas y
técnicos como los de la CEPAL. Nos hemos
reunido y hemos conversado con diputados, con los dirigentes de los partidos de
la Unidad Popular y de las organizaciones de izquierda. Con todos...
(DEL PUBLICO LE DICEN:
"¡Las mujeres!").
No las he olvidado.
Nos hemos reunido con las representaciones obreras. Nos hemos reunido con las mujeres chilenas
(APLAUSOS). Hemos sostenido entrevistas
con el Cardenal de Chile (APLAUSOS). Nos
hemos reunido con más de 100 sacerdotes progresistas, que constituyen un
impresionante movimiento. Hemos
dialogado con hombres del ejército, de la armada y de los carabineros
(APLAUSOS). En todas partes con espíritu
amistoso, con respeto. Hemos tratado de
responder todas las preguntas y todas las cuestiones que hayan estado a nuestro
alcance.
De estas reuniones, dos fueron las que produjeron más
irritación y fueron más motivos de crítica: la reunión con el Cardenal, la reunión
con los sacerdotes progresistas, y los diálogos con los hombres del ejército,
la armada, la aviación y los carabineros (APLAUSOS).
Es preciso que nosotros digamos con franqueza cuáles
fueron los fundamentos de esos diálogos, y por qué y cómo se produjeron.
¿Es que acaso nosotros hemos estado haciendo demagogia
o contraviniendo nuestras convicciones?
Porque hemos visto cómo se ha tratado de golpear sobre algunas de esas
cuestiones.
Puede decirse realmente que si alguien compitió o
emuló conmigo en materia de recibir insultos, fue precisamente el
Cardenal. Teníamos muchas cosas que
conversar con la izquierda cristiana y con los sacerdotes chilenos, amplias
cosas (APLAUSOS), fundadas no en oportunismos sino en principios; no en
ventajismos sino en razones profundas, en convicciones; en la convicción de la
conveniencia, de la posibilidad y de la necesidad de unir en el ámbito de esta
comunidad latinoamericana a los revolucionarios marxistas y a los cristianos, a
los revolucionarios marxistas y a los revolucionarios cristianos
(APLAUSOS).
Ampliamente conversamos esto con los sacerdotes, los
fundamentos de esa convicción de hoy y de siempre. ¡Que no se confundan los problemas que
crearon los oligarcas en nuestro país tratando de usar la Iglesia contra la
Revolución!
Nosotros muchas veces nos hemos referido a la historia
del cristianismo, al cristianismo aquel que engendró tantos mártires, tantos
hombres sacrificados por la fe. Y
siempre tendrán nuestro más profundo respeto los hombres que son capaces de dar
su vida por su fe (APLAUSOS). Por los
que no sentiremos ningún respeto jamás es por los hombres que como defienden
bastardos intereses —sus egoísmos, su estómago repleto—, no son capaces de dar
la vida por nada ni por nadie (APLAUSOS).
Examinamos los enormes puntos de coincidencia que
puede haber entre los preceptos más puros del cristianismo y los objetivos del
marxismo. Porque muchos han querido
tomar la religión para defender, ¿qué?
La explotación, la miseria, el privilegio. Para convertir la vida del pueblo en este
mundo en un infierno, olvidándose que el cristianismo fue la religión de los
humildes, de los esclavos de Roma, de los que por decenas de miles morían
devorados por los leones en el Circo, y que tenía expresiones terminantes
acerca de la solidaridad humana o amor al prójimo, condenatorias de la
avaricia, la gula, los egoísmos.
Religión que llamó hace 2 000 años mercaderes a los
mercaderes, fariseos a los fariseos. Que
condenó a los ricos, y que dijo virtualmente que no entrarían en el reino de
los cielos (APLAUSOS). Que multiplicó
los peces y los panes, precisamente lo que el hombre revolucionario de hoy se
propone con la técnica, con sus brazos, con el desarrollo racional y
planificado de la economía.
Cuando se busquen las similitudes entre los objetivos
del marxismo y los preceptos más bellos del cristianismo, se verá cuántos
puntos de coincidencia, y se verá por qué un párroco humilde, que conoce el
hambre —porque la ve de cerca—, la enfermedad y la muerte, que conoce el dolor
humano... O como algunos de esos
sacerdotes que trabajan en minas o trabajan entre humildes familias campesinas,
y se identifican con ellos y luchan junto a ellos. O personas abnegadas que consagran su vida a
atender enfermos que padecen las peores dolencias.
Cuando se busquen todas las similitudes se verá cómo
es realmente posible la alianza estratégica entre marxistas revolucionarios y
cristianos revolucionarios (APLAUSOS).
Los interesados en que tales alianzas no se produzcan
son los imperialistas. Y son, por
supuesto, los reaccionarios.
Con los militares —y cuando decimos militares
comprendemos todas las armas, todos los institutos— dialogamos también
ampliamente. Pero tales diálogos se
produjeron de manera absolutamente espontánea.
Nadie los planificó. Fue el
resultado de las atenciones oficiales, de las extraordinarias atenciones con
que el Presidente, los ministros, y las autoridades del gobierno quisieron
rodear la visita. Y en todas partes, en
todos los aeropuertos, en todos los sitios, estaban presentes también los
hombres de uniforme y sus representantes (APLAUSOS). Y espontáneamente surgieron en muchas
ocasiones los diálogos:
en las recepciones, en los encuentros con las autoridades. Y entre los hombres de uniforme de Chile y
nuestra delegación se vio con toda claridad que había muchas cuestiones sobre
las cuales se podía conversar.
En primer lugar, nuestro país ha tenido que vivir una
experiencia tremenda. Los
revolucionarios cubanos hemos tenido que pasar por singulares experiencias en
diversas fases de la lucha. Primero,
como combatientes irregulares en sus inicios; después, con el desarrollo de
determinadas concepciones y tácticas de lucha.
Los revolucionarios cubanos nos vimos obligados a participar en
numerosas batallas en condiciones muy desiguales, en desproporciones muy
grandes, a lo largo de nuestra guerra revolucionaria.
Pasamos por las más diversas fases: fases de adversidad, fases de
éxito. Desde momentos sumamente
difíciles hasta victorias completas, la victoria completa.
Vivimos después experiencias de todo tipo: de cuando nos
invadieron el país con bandas mercenarias en todas las provincias y nos
hicieron combatir contra ellas durante años.
Estaban equipadas con las mejores armas de Estados Unidos, equipos de
radio y todas sus técnicas.
Hemos vivido la experiencia de Girón y hemos vivido la
experiencia de la Crisis de Octubre, en que nuestro país tuvo que atravesar
momentos de suma tensión, de extraordinario peligro, en que nuestro país estaba
virtualmente amenazado por decenas de proyectiles nucleares.
Hemos tenido que pasar por la experiencia de
constituir nuestras unidades de combate para contemplar un peligro real y
grande. Hemos tenido que desarrollar
poderosas fuerzas armadas, crear escuelas, aprender la utilización de nuevos
armamentos, de nuevas técnicas. Hemos
tenido contacto con la experiencia más profunda de la última guerra, los
informes y los documentos.
Es incuestionable que desde el punto de vista técnico,
desde el punto de vista profesional había muchas cuestiones que podían ser
objeto de diálogo. El interés de la
experiencia de Cuba, del proceso de Cuba, la natural curiosidad por los
acontecimientos históricos que todos los hombres tenemos. También las cuestiones de carácter humano, la
competencia, la eficiencia, las tradiciones, la historia de cada país, el
presente y el futuro. Cuál será el
destino de nuestros pueblos en el mañana, frente a los abismos tecnológicos que
crecen, frente a las naciones desarrolladas y las que se han quedado rezagadas. Cuáles son las concepciones futuras de las
armas, de los nuevos sistemas de armamento.
Es decir que tanto desde el punto de vista profesional
como humano, como cosas que tienen que ver con el destino futuro de nuestros
pueblos, había amplios temas de este género, sobre los cuales se desarrollaban
los diálogos.
Y tuvimos oportunidad de conocer muchos hombres de
gran talento, de carácter, de eficiencia.
Hemos tenido oportunidad de conocer muchos hombres valiosos, gracias
precisamente a esos diálogos. Hemos
tenido oportunidad de referirnos a cuestiones relativas a nuestras
tradiciones. Hemos aprendido, digamos,
mutuamente, muchas cosas.
¿Era acaso una falta?
¿Era acaso una conspiración? ¿Era
acaso un delito? ¿Había razón para que
alguien se sintiera ofendido? ¿Y por qué
si conversábamos con los sacerdotes, y con el Cardenal y con los técnicos de la
CEPAL no podíamos dialogar con los hombres de uniforme de Chile? ¿Y por qué temían tanto esos diálogos? ¿A quién se ofende con eso?
Hemos dialogado incluso en la guerra. Cuando combatíamos dialogábamos con el
adversario, discutíamos. Cuando
combatíamos analizábamos razones: quién la tenía y quién no la
tenía. Si hemos dialogado incluso con
hombres combatiendo frente a nosotros, ¿por qué no íbamos a dialogar con
hombres que nos atendieron con toda caballerosidad, con toda amabilidad, con
toda consideración y con todo respeto?
(APLAUSOS.)
Por eso en el día de hoy a ellos queremos expresarles
también nuestro agradecimiento por sus atenciones, en este día precisamente, 2
de diciembre, que ha querido la casualidad —porque nadie lo organizó así— que
coincidiera con el XV aniversario del desembarco del "Granma"
(APLAUSOS), en que un grupo de 82 hombres arribamos a costas pantanos as de
Cuba.
La correlación de fuerzas totales de Batista contra
nuestras fuerzas era de 1 000 a 1. En
total tenían, entre las diversas armas, unos 80 000 hombres. Algunos días después la adversidad hizo mucho
más difícil nuestra situación, y solo siete hombres con armas nos volvimos a
reunir. Correlación de fuerzas: 10 000 a 1, por lo
menos. Un poco más de 10 000. ¡Diez mil a uno! Y en aquellos instantes nosotros no nos
desalentamos, ¡no nos desalentamos!
Tal vez esto les ayude a comprender por qué no tenemos
temor de señalar cuáles pueden ser las debilidades de los revolucionarios o de
un proceso en un momento dado.
¡Diez mil a uno!
Y aquellos hombres no se desalentaron.
Siguieron adelante, atravesaron muy difíciles
circunstancias, y lucharon siempre con una correlación de fuerzas muy
adversas.
Cuando incluso finaliza la guerra, la correlación es
de más de 20 a 1. Por esos períodos
atravesó nuestro proceso. De manera que
esto, revolucionarios chilenos, lo cito en relación con este día, que es para
nosotros un deber recordar, para sacar la conclusión de que un pueblo
revolucionario, un pueblo armado con una doctrina, con una idea, decidido a
defender una causa, no habrá forma de aplastarlo, no habrá forma de derrotarlo
(APLAUSOS).
¡Decimos esto para que jamás haya desaliento en las
filas revolucionarias! ¡Para que jamás
haya desaliento! ¡Para que jamás la
moral baje un ápice! ¡No importa la
acción del enemigo! ¡No importan incluso
sus éxitos parciales! Hay que decir: ¡Adelante!
Los revolucionarios se mueven por motivaciones
profundas, por grandes ideas. No incitan
el temor. ¡No! Aunque, desde luego, los revolucionarios saben
el destino de las revoluciones aplastadas.
Para citar ejemplos, dos: la revolución de los esclavos de Roma,
la revolución de Espartaco, aplastada por los oligarcas, costó la vida a
cientos de miles de hombres que fueron crucificados a lo largo de los caminos
que conducen a Roma; la revolución de los comuneros de París, ahogada
ferozmente en sangre.
Y se pueden citar varios ejemplos modernos. Cuando un proceso revolucionario se desata,
por un lado surge el fascismo, con todos sus trucos y todas sus artes, todas
sus técnicas de lucha, todas sus hipocresías, sus fariseismos, sus tácticas de
despertar el miedo, de usar la mentira, sus ruines e inescrupulosos
métodos. ¡No hay que temer! ¡Luchar con argumentos! ¡Luchar con la razón! ¡Luchar con la verdad! ¡Luchar con convicción! ¡Y luchar no por temor a las consecuencias de
la derrota! Saber, sí, lo caro que cuestan
las derrotas a los pueblos. ¡Luchar por
el ideal! ¡Luchar por la causa
justa! ¡Luchar sabiendo que la razón
está de su parte! ¡Luchar sabiendo que
las leyes inexorables de la historia están de su parte! ¡Luchar sabiendo que el futuro les pertenece! ¡Avanzar con las masas! ¡Avanzar con el pueblo! ¡Avanzar con las ideas! ¡Avanzar sumando! ¡Avanzar creciendo! (EXCLAMACIONES y APLAUSOS.)
y esto que digo hoy, en que he hablado ampliamente
—gracias a la paciencia y consideración de ustedes—, esto a que nos hemos
referido sobre tácticas, sobre unión, sobre posibilidades de participación de
todos en esta gran cruzada por la América de mañana, esto no lo he inventado al
venir aquí a Chile, estas no son ideas de ocasión, porque aquí tenemos nosotros
este documento, proclamado hace 10 años, que se llama Segunda Declaración de La
Habana (APLAUSOS), y que nosotros consideramos conveniente referir leyendo unos
párrafos, y que resumen la concepción estratégica revolucionaria desde
entonces. Y tal vez estos párrafos
puedan ser de utilidad para ustedes.
Al despedirnos, ¿qué podemos darles? Si tan siquiera pudieran ser de utilidad
algunas ideas, algunos conceptos, nos sentiríamos satisfechos, si al menos
espiritualmente hemos reciprocado de alguna manera el afecto de ustedes.
Los párrafos son estos, y están a continuación uno de
otro.
"El imperialismo, utilizando los grandes
monopolios cinematográficos, sus agencias cablegráficas, sus revistas, libros y
periódicos reaccionarios, acude a las mentiras más sutiles para sembrar el
divisionismo e inculcar entre la gente más ignorante el miedo y la superstición
a las ideas revolucionarias, que solo a los intereses de los poderosos
explotadores y a sus seculares privilegios pueden y deben asustar.
"El divisionismo, producto de toda clase de
prejuicios, ideas falsas y mentiras; el
sectarismo, el dogmatismo, la falta de amplitud para analizar el papel que
corresponde a cada capa social, a sus partidos, organizaciones y dirigentes,
dificultan la unidad de acción imprescindible entre las fuerzas democráticas y
progresistas de nuestros pueblos. Son
vicios de crecimiento, enfermedades de la infancia del movimiento
revolucionario que deben quedar atrás.
En la lucha antimperialista y antifeudal es
posible vertebrar la inmensa mayoría del pueblo tras metas de liberación que
unan el esfuerzo de la clase obrera, los campesinos, los trabajadores
intelectuales, la pequeña burguesía y las capas más progresistas de la
burguesía nacional. Estos sectores
comprenden la inmensa mayoría de la población y aglutinan grandes fuerzas
sociales capaces de barrer el dominio imperialista y la reacción feudal. En ese amplio movimiento pueden y deben
luchar juntos por el bien de sus naciones, por el bien de sus pueblos y por el
bien de América, desde el viejo militante marxista hasta el católico sincero
que no tenga nada que ver con los monopolios yankis y los señores feudales de
la tierra.
"Ese movimiento podría arrastrar consigo a los
elementos progresistas de las fuerzas armadas, humilladas también por las
misiones militares yankis, la traición a los intereses nacionales de las
oligarquías feudales y la inmolación de la soberanía nacional a los dictados de
Washington."
Estas ideas fueron expresadas hace 10 años y no se
apartan un ápice de las ideas de hoy.
Nuestra Revolución ha sido consecuente con sus
posiciones. No ha sido dogmática. Progresa, avanza. En un momento dado puede tener algunas fases
y algunos desarrollos superiores a los de atrás. Pero sigue una línea, sigue un principio,
sigue un camino. Se ha caracterizado por
su confianza en el pueblo, por su confianza en las masas, por su confianza en
las ideas, por la seguridad en la victoria.
Se ha caracterizado por su firmeza y por su intransigencia. ¡Amplitud y suma por un lado, intransigencia
con los principios por otro lado!
Hemos hablado con muchos chilenos. Hemos dialogado ampliamente. Con los únicos que no hemos dialogado ni
dialogaremos jamás es con los explotadores, con los reaccionarios, con los
oligarcas y los fascistas (APLAUSOS).
¡Con los fascistas no hemos dialogado ni dialogaremos
jamás!
Con todos los demás chilenos hemos sentido el inmenso
honor de haberlos tratado, de haberlos conocido, de haber cambiado impresiones,
de haber dialogado con ellos (APLAUSOS).
Querido compañero Salvador Allende: pronto ya partiremos de este hermoso y
magnifico país. Pronto nos despediremos
de este pueblo acogedor, hospitalario, magnifico y caluroso. Una cosa nos llevamos: el recuerdo imborrable de esta visita,
de los afectos, de las atenciones, de los honores que a nuestra delegación
ustedes hicieron como representante del pueblo cubano y de la Revolución
Cubana.
Solo queremos decirle, querido Presidente, a usted y a
los chilenos, que con Cuba pueden contar (APLAUSOS), con su solidaridad
desinteresada e incondicional, con lo que esa bandera significa, con lo que esa
patria significa. ¡No la patria de los
explotados, sino la patria de los hombres libres! ¡La patria donde una Revolución ha llevado la
igualdad y la justicia! ¡La patria donde
se ha reivindicado al hombre y se le ha dado un contenido inmenso de
dignidad!
A los que pretenden impugnar la legitimidad de esa
Revolución, que vean su fuerza y que expliquen cómo si no tenemos un pueblo
consciente y unido —un pueblo que sabe lo que es la dignidad y la libertad—,
cómo hemos podido resistir culturalmente, políticamente y militarmente al
poderoso imperio yanki (APLAUSOS).
¡Ahí está nuestra patria sólida y firme! ¡Ahí está su bandera! ¡Bandera que significa la dignidad de Cuba,
que significa la nación en su sentido más amplio, que significa el patriotismo
en su sentido más solidario como hijos de Cuba, como hijos de América!
En esos símbolos que hoy flotan en este sitio, en esa
proximidad física está también el símbolo de la proximidad de nuestros pueblos,
de nuestra idea, de nuestra causa y de nuestra razón.
Y por ser hoy 2 de diciembre, permítaseme terminar
estas palabras como las terminamos siempre en Cuba!
¡patria
o Muerte!
¡Venceremos!
(EXCLAMACIONES DE:
"¡Fidel!", "¡Fidel!")
(OVACION).