DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA y PRIMER
MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA PLAZA DE ANTOFAGASTA, CHILE, EL 12
DE NOVIEMBRE DE 1971.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Autoridades
civiles y militares;
Representantes
de las organizaciones obreras y sociales;
Estudiantes;
Chilenos de
Antofagasta:
Nosotros vemos desde aquí un espectáculo maravilloso
del pueblo y de sus banderas. También
así ocurre en nuestro país. Pero cuando
el acto comienza, las banderas se pliegan para que todos puedan ver.
“Brigadas Socialistas”, “Institutos”, todos. Ya hemos visto las banderas. Ahí dice: “El salitre es nuestro”. Bien.
Ya hemos leído todos los letreros, hemos visto todas las banderas. Les rogamos que contribuyan a que todos
puedan participar del acto y no haya ninguna protesta. Hay un letrero que dice: “Reconquistamos nuestro salitre”. Ya todo lo hemos visto. Ahora, lo enrollamos. Muchas gracias, compañeros.
Bien: vamos a dejar las dos banderas. ¿Y dónde está la bandera chilena? Hay que levantar una bandera chilena aquí, en
primera fila. Vamos a avanzar hacia la
primera fila la bandera chilena (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Fidel Castro!” Y DE: “¡Cuba, Cuba, Chile
te saluda!”). (Una niña le entrega un
ramo de flores).
Muchas gracias.
Nosotros queremos señalar algo que recordaba hoy el
alcalde de esta ciudad, y es que hoy precisamente, 12 de noviembre, se cumple
el primer aniversario del restablecimiento de las relaciones oficiales entre
Chile y Cuba (APLAUSOS).
Aquel hecho constituyó para nuestro pueblo un motivo
de profunda alegría y de eterna gratitud.
Pero en aquella ocasión no habríamos podido imaginarnos que en el día de
hoy, al cumplirse un año, nos íbamos a encontrar para conmemorar esta fecha
junto al pueblo chileno de Antofagasta.
Nos quisieron desunir, nos quisieron separar
(EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”).
¡Nunca! —como
dicen ustedes. Nunca habría podido
perdurar aquella anómala situación en que dos pueblos como el cubano y el
chileno pudiesen vivir alejados, apartados el uno del otro.
Y se han unido dos pueblos que tienen vínculos
históricos, dos pueblos cuyas banderas tienen prácticamente los mismos
colores. Porque cuando el pueblo chileno
había conquistado su independencia hace un siglo y medio, nuestra pequeña isla
era todavía —y seguiría siendo durante muchas décadas— una colonia. Y cuando en 1868 comenzó nuestra primera
guerra de independencia, que duró 10 años, la bandera que enarbolaron los
combatientes prácticamente era una copia de la bandera chilena (APLAUSOS). Y cuando casi 30 años más tarde los cubanos
iniciaron su nueva lucha por la independencia y adoptaron esta definitiva
bandera, esa bandera seguía teniendo los mismos colores que la bandera
chilena. Y esa bandera, como la chilena,
es la bandera de una estrella, y en nuestra patria se le conoce como la bandera
de la estrella solitaria (APLAUSOS). Y
ciertamente durante largas épocas de la historia nuestra bandera fue una
bandera de una estrella solitaria.
En las luchas por la independencia se enfrentó nuestro
país a los ejércitos coloniales durante muchos años. Y cuando en 1895 —a fines de siglo— se
llevaba a cabo la última batalla, en Chile libraban también su batalla por la
soberanía, por la reconquista de sus recursos naturales, por la reconquista del
salitre. Y factores exteriores
intervenían en los destinos del país para saquear las riquezas de Chile.
Cuando más tarde nuestro pueblo, después de larga
lucha, esperaba obtener su definitiva independencia, no ocurrió
desgraciadamente así. Factores
exteriores, extraños a nuestra patria y con la ambición de apoderarse de
nuestro suelo, intervinieron al final de la lucha. Y cierto es que nos dejaron la bandera,
cierto es que nos dejaron el himno, pero prácticamente fue lo único que nos
dejaron.
Se apoderaron de nuestras tierras, de nuestras mejores
tierras; se apoderaron de nuestras minas; se apoderaron de nuestros recursos
naturales y convirtieron a nuestro país en una nueva colonia, en una nueva
factoría. Hasta que en 1959, al fin
pudo, por primera vez, ondear de manera absolutamente libre y soberana sobre
nuestra patria esa bandera (APLAUSOS).
Pero aquel era un mal ejemplo. Era un mal ejemplo. Aquel deseo del pueblo cubano tenía que ser
castigado. Y empezaron los intentos de
aislamiento de Cuba:
separar a Cuba del resto de sus pueblos hermanos. Dividirla.
Sepultarla en la calumnia y la mentira.
Presentar a Cuba como algo diferente.
Castigar a Cuba. Tratar por todos
los medios de engañar a los pueblos, tratar por todos los medios de destruir la
comunicación. Usar todos los recursos
habidos y por haber por destruir en los pueblos hermanos el sentimiento de
solidaridad hacia Cuba.
Y por eso, durante años, de manera oficial, volvió
nuestra bandera a ser la bandera de la estrella solitaria. Hasta que un día, hace un año, el pueblo
chileno —que nunca estuvo ajeno a la solidaridad con Cuba; que siempre, desde
el principio, expresó su solidaridad hacia la Revolución Cubana— rompe esa
especie de bloqueo moral y a través de su gobierno, de su presidente Salvador
Allende (APLAUSOS PROLONGADOS), restablece las relaciones diplomáticas con Cuba.
Y por eso en días recientes un periódico chileno pudo
escribir una bella frase:
“Ahora las estrellas de las banderas de Cuba y de Chile no están
solas” (EL PUEBLO COREA: “¡Los pueblos unidos jamás serán
vencidos!”).
(EL COMANDANTE
FIDEL CASTRO SE UNE AL CORO y
EXCLAMAN AL UNISONO DURANTE ALGUNOS MINUTOS: “¡Un pueblo unido jamás será
vencido!”).
¡Y esa amistad, esos símbolos de amistad, sabremos
defenderlos! Esa amistad sabremos
desarrollarla, ¡sabremos desarrollarla!
Y por eso nosotros les decimos a los representantes
del pueblo de Antofagasta que nosotros no venimos aquí a recibir un
homenaje. ¡Nosotros venimos aquí a
tributar un homenaje! Nosotros no
venimos aquí a recibir las gracias.
¡Nosotros venimos aquí a expresar, un día como hoy, la gratitud de
nuestro pueblo hacia el pueblo de Chile!
(EL PUBLICO COREA:
“¡Cuba, Cuba, Cuba, Chile te saluda!”)
(EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RESPONDE: “¡Chile, Chile, Chile, Cuba te
saluda!”).
(EL PUEBLO CONTINUA
EXCLAMANDO VIVAS AL COMANDANTE FIDEL CASTRO y
AL PUEBLO DE CUBA).
¡Viva el cobre chileno! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!)
¡Viva el salitre chileno! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)
¡Viva la revolución chilena! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”) (UN CHILENO EXCLAMA: “¡Viva la caña de azúcar!”)
Viva la caña de azúcar. Realmente esa frase... (EXCLAMACIONES DE: “¡Que los periodistas digan la
verdad!”)
(EXCLAMACIONES DE: “¡Cuba sí, yankis no!” “¡Fidel, seguro, a los yankis da les
duro!” “¡Fidel, Allende, al yanki no se
venden!” “¡Fidel, Allende, el pueblo los defiende!” y DE:
“¡Chile y Cuba de la mano, contra momios y gusanos!”)
Ustedes decían, creo que era una consigna... ¿Cómo era eso de los periodistas? (EXCLAMACIONES DE: “¡Que los periodistas digan la
verdad!”).
Bueno, yo les voy a decir algo: Yo tengo la impresión de que estos
periodistas que han venido hasta aquí deben haber hecho un esfuerzo grande,
¿no? Aquí hay periodistas de Europa,
periodistas de todos los países de América Latina, periodistas de Estados
Unidos; periodistas de todas partes, han viajado desde lejos (EXCLAMACIONES DE: “¿De Estados
Unidos?”).
Sí.
¿Saben? Les voy a decir, aquí hay
algunos. ¡Ya ustedes ven la
desconfianza! Hay algunos periodistas
también norteamericanos aquí (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”).
No, pero a lo mejor cometemos una injusticia, a lo
mejor los confundimos con otros. No hay
que pensar ni mucho menos que por el hecho de ser norteamericanos tengan que
ser unos mentirosos. Los mentirosos son
los imperialistas. Por el hecho de ser
imperialista, cualquiera es mentiroso.
Pero no por el hecho de ser periodista tiene necesariamente que ser
mentiroso.
Yo tengo la impresión de que por el espíritu
prevaleciente en este colectivo de periodistas —¿han
visto la palabra?: “Colectivo de periodistas”—
van a tratar de reflejar lo más posible todo lo que ustedes están viendo, o
mejor dicho: todo lo que ellos están
viendo. Además, les voy a decir una cosa: ¿Ustedes creen que
si la mentira hubiera podido separar a los pueblos habría sido posible este
acto de hoy? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
¿Qué demuestra este acto de hoy? (EXCLAMACIONES DE: “¡La verdad!”)
¿Qué demuestra?
¿No es realmente como para reflexionar que toda la mentira interesada,
toda la mala fe, todas las campañas que se hicieron para separar a nuestros
pueblos han sido destruidas, han sido deshechas? ¿Cuántas cosas no se escribieron? ¿Cuántas cosas no se dijeron? ¿Y acaso pudieron engañarlos a ustedes? ¿Acaso pudieron destruir los lazos entre
nuestros dos pueblos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Nunca!”)
Entonces, ¡tenemos razones para sentirnos
optimistas! (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Tenemos razones para pensar que otros pueblos tampoco
podrán ser engañados. Tenemos razones
para pensar que los vínculos de hermandad entre nuestros pueblos prevalecerán y
triunfarán. Y que los lazos de
solidaridad entre nuestros dos pueblos serán indestructibles, y que los lazos
de solidaridad entre los pueblos de América Latina harán posible que se nos deje
de considerar como pueblos atrasados, colonizados y objeto de desprecio y de
explotación.
Alguno de ustedes hace unos instantes habló de la
caña. Alguien dijo: “¡Viva la caña de azúcar!” ¡Una bella
frase! Pero sobre todo una bella frase
aquí en Antofagasta.
Cuando nosotros mirábamos esas montañas, la costa,
veíamos estos espacios, podíamos comprobar hasta qué punto la naturaleza, el
paisaje, es diferente. Nuestro país en
general está cubierto de vegetación. Campos
de caña a veces lucen tan extensos como estos desiertos.
Nosotros no conocemos el desierto. A nosotros nos impresiona extraordinariamente
este paisaje. Y nosotros admiramos lo
que ustedes han hecho en esta región. Y
nosotros admiramos el esfuerzo que aquí ustedes realizan enfrentados a una
naturaleza dura y hostil, que no conoce la lluvia, que no conoce la
vegetación.
Ustedes han edificado esta ciudad, ustedes han
desarrollado las industrias, han desarrollado las minas en medio del desierto,
en medio de un clima adverso. No
llueve. Pero todos dicen además que hay
unos grandes cambios de temperatura: que por el mediodía hace calor —yo no
sé cuándo, porque nosotros en el mediodía de hoy no hemos sentido calor—; que a
las 8:00 de la noche, me dijeron los estudiantes, comenzaba el frío. Pero dicen además que el frío comienza con
una gran puntualidad. Vamos a ver si
efectivamente a las 8:00 de la noche comienza el frío (RISAS). Desde luego, yo tengo esperanzas de que
ustedes no sientan frío. Primero, porque
se les ve que son gente curtida; segundo, porque se les ve que tienen una gran
cantidad de energías; tercero, porque están unidos, y la unidad es buena
incluso contra el frío (APLAUSOS).
Nosotros, que no estamos tan acostumbrados a los
cambios esos ni tan acostumbrados a ese frío, pues hemos tenido que acudir a la
ayuda de este poncho, ¿no? Lo único que
está un poco finito (RISAS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Que lo deje de recuerdo!”)
¿Lo dejo de recuerdo?
¡Seguro que lo dejo de recuerdo!
Con mucho gusto, pero mañana al mediodía (RISAS). Es de ustedes ya; pero si me lo prestan hasta
mañana, se lo voy a agradecer mucho.
Y les decía que a nosotros nos impresionaba este
paisaje y el gran contraste entre la geografía de esta región de Chile y la de
nuestro país.
Y se cultiva en nuestro país caña de azúcar, mucha
caña de azúcar. Pero vamos a cultivar
más caña de azúcar todavía. De manera
que por lo menos azúcar los chilenos pueden estar seguros de que no les faltará
(APLAUSOS).
Además de azúcar, tenemos barcos que pueden trasladar
esa azúcar. De manera que si aquí no
puede cultivarse caña de azúcar, en Cuba se puede cultivar caña de azúcar. Y los cubanos cuando cultiven las cañas
estarán pensando que en parte esas cañas son también de los chilenos
(APLAUSOS).
Nosotros no éramos dueños de las mejores tierras del
país. Las cañas tampoco eran
nuestras. Y con la Revolución las cañas
todas se convirtieron en cañas cubanas.
Igual que ustedes han tenido que recuperar el salitre,
igual que ustedes han tenido que recuperar el cobre, igual que ustedes han
tenido que recuperar el hierro...
(EXCLAMACIONES DE:
“¡Ahora sí es de nosotros!”).
Al igual que ustedes han tenido que recuperar los
bancos, al igual que ustedes han tenido que elevar al máximo la dignidad y la
soberanía de Chile, nosotros tuvimos que recuperar las cañas, los centrales
azucareros, los ferrocarriles, las minas de níquel, los sistemas eléctricos,
los sistemas de transporte por ferrocarril, los servicios de comunicaciones
telefónicas y las grandes industrias para ponerlas al servicio del país.
La naturaleza los dotó a ustedes de grandes recursos
con el cobre. Chile tiene las mayores
reservas de cobre. Y Cuba tiene las
mayores reservas de níquel. De manera
que cobre y níquel constituyen dos productos importantísimos de la economía
mundial. Y ahora el cobre pertenece a
Chile y el níquel pertenece a Cuba.
Si un día los chilenos en su desarrollo económico
necesitan níquel, tendrán asegurado también el níquel cubano en cualquier
circunstancia (APLAUSOS).
Nosotros hemos dicho públicamente que se ha establecido
un intercambio comercial entre nuestros dos países. De manera que nosotros enviamos algunos de
nuestros productos y Chile envía otros productos a Cuba. Pero que si en cualquier circunstancia, por
cualquier razón, Chile no pudiera mandar nada a Cuba, no por eso dejaría de
recibir el azúcar cubano (APLAUSOS).
Es que la solidaridad de los pueblos los
fortalece. La solidaridad internacional
fortaleció a nuestra patria.
Hoy nosotros les explicábamos a los estudiantes cuál
fue inicialmente la situación de nuestro país.
Todo el petróleo lo recibíamos de Estados Unidos. Todo el azúcar, prácticamente, la mayor
parte, la vendíamos en Estados Unidos. Y
cuando con motivo de la Revolución nos privaron del abastecimiento de petróleo,
nos privaron de los mercados, la solidaridad del campo socialista fue
decisiva.
Nosotros consumíamos 4 millones de toneladas de
petróleo. Y cuando nuestro país estaba
amenazado de ser asfixiado por la falta de combustible... Ustedes se imaginan un país que no producía
nada de petróleo, ¡absolutamente nada!, y que todo lo que se movía en ese país
era a base de petróleo, y lo dejaron sin una gota de petróleo. ¡Lo que habría significado ese golpe para
Cuba! Y en esa circunstancia, nosotros
recibimos 4 millones de toneladas de petróleo de la Unión Soviética
(APLAUSOS).
Y cuando nos quitaron el mercado azucarero y nuestro
país se veía amenazado con la ruina económica, la Unión Soviética —que tenía
azúcar y que producía azúcar— adquirió todo el azúcar que nosotros vendíamos en
el mercado que habíamos perdido.
Y de esa manera los golpes principales pudimos
resistirlos.
Y cuando nuestro pueblo virtualmente desarmado era
amenazado de agresión militar y no teníamos ni con qué comprar las armas,
nosotros también del campo socialista recibimos todas las armas necesarias para
defender nuestra patria (APLAUSOS).
En esas condiciones nosotros sabemos muy bien lo que
significa la solidaridad internacional.
No fueron los únicos golpes. A nuestro país trataron de llevarle todos los
técnicos, los ingenieros, los obreros calificados. A nuestro país trataron de llevarle hasta los
médicos. Baste decir que cuando la
Revolución triunfa había en Cuba aproximadamente 6 000 médicos, y se realizó un
esfuerzo especial para dejar al país sin médicos, tratando de ofrecerles
“villas y castillas” (UNA COMPAÑERA DEL PUBLICO EXCLAMA: “¡No eran cubanos!”).
Esos no eran cubanos, como dice una compañera.
Se puede concebir que dejar un país sin petróleo es un
crimen, quitarle sus mercados es un crimen; pero, además, dejar a un país sin
médicos es un crimen y medio.
Prácticamente la mitad de los médicos.
Lograron ablandar un 50%, pero no pudieron ablandar el otro 50%. Y nos vimos enfrentados a la necesidad de
desarrollar programas especiales para formar nuevos médicos. Y ya hoy día nuestro país cuenta con más de 8
000 médicos —¡y médicos revolucionarios!— que no están
solo en la capital sino que prestan sus servicios a lo largo y ancho del país
(DEL PUBLICO LE DICEN: “Mande un poquito
para acá, compañero Fidel”).
Una compañera dice que le mandemos unos poquitos para
acá. En realidad nosotros creemos que en
Chile hay médicos, y buenos médicos. Y
estamos seguros de que el gobierno les mandará todos los que necesitan. Pero si se refiere a la disposición de
nuestros médicos, ¡ustedes dan una voz y se les llena esto de médicos
cubanos! (APLAUSOS.)
A los cubanos cuando se hace necesario prestar su
ayuda a un país hermano no hay que estarlos convenciendo de que vayan, sino que
hay que convencerlos de que no pueden ir todos.
Por eso en cualquier lugar, en cualquier circunstancia, siempre se puede
contar con ellos. Y ustedes, el pueblo
chileno, pueden contar como nuestro propio pueblo con nuestros médicos.
Lástima que no tengamos especialistas en otras cosas
que posiblemente necesiten ustedes. Pero
si nosotros no tenemos, otros países tienen esos especialistas. Y además de esos 8 000 médicos tenemos miles
de estudiantes en las escuelas de medicina.
Y médicos que salen con una gran preparación, porque comparten el
estudio en la universidad con el trabajo en los hospitales.
Antiguamente se graduaban médicos en nuestras
universidades, y se daba el caso de un médico que era primer expediente y
primer premio en partos, y nunca había visto un parto. Era teórico, teórico. Primer premio en cirugía, y nunca había visto
una operación. En esas condiciones se
imaginan cómo sería cuando tenían que atender a un enfermo.
A lo largo de los años, los que tenían amigos, los que
tenían padrinos, podían ir aprendiendo.
Sin embargo, nuestros médicos hoy, desde que ingresan en la universidad,
empiezan a prestar servicio en los hospitales y salen con una gran
calidad.
Eso nos ha permitido ya hoy día colocar la asistencia
médica en nuestro país en niveles muy altos.
Nosotros podemos decirles que, por ejemplo, hace años no existe un caso
de poliomielitis en Cuba. Antiguamente
cientos de muchachos, de personas, morían de tétanos. Es muy raro que en nuestro país alguna
persona perezca de tétanos. Todas esas
enfermedades... Paludismo y tétanos han
sido erradicadas, y otras más. La
mortalidad infantil ha disminuido extraordinariamente. Y además, una enfermedad que siempre fue un
flagelo de nuestro país, la tuberculosis, está siendo virtualmente
erradicada. Actualmente en nuestro país
muchos hospitales que eran de tuberculosos ya se están dedicando a otras
actividades sanitarias.
En nuestro país trabajan 100 000 ciudadanos en los
servicios médicos, entre médicos, enfermeras, auxiliares, personal que trabaja
en los hospitales. ¡Cien mil
personas! En la educación trabajan 200
000 personas. De manera que en esos
servicios —educación y salud pública— trabajan 300 000 personas. Solo en esos servicios, en nuestro país.
No quiero hacer lo que llaman propaganda. Les contaba esto con relación a los médicos,
porque incluso trataron de dejarnos sin médicos. Y eso era muy doloroso. Todo el mundo sabe la angustia de una familia
cuando se enferma un hijo o un familiar allegado cualquiera; la tragedia que
eso significa, el dolor que eso significa, lo terrible que es tener un familiar
enfermo sin asistencia médica. E incluso
nuestro pueblo se vio en la situación de afrontar ese tipo de problema.
De manera que nosotros hemos conocido las
agresiones. Nosotros hemos conocido el
precio de la libertad. Nosotros hemos
conocido el precio de la soberanía.
Nosotros hemos conocido el precio de la Revolución.
Hablamos en una ciudad que ha sido baluarte del
movimiento obrero, que ha sido baluarte de la lucha por los intereses de la
nación chilena. Estamos en un pueblo que
en este instante está jugando un rol decisivo en el proceso chileno, porque
aquí están las minas fundamentales de cobre, aquí está el salitre. No tiene hoy el peso que tuvo en el siglo
pasado, pero juega un papel importante y es todo un símbolo de las luchas del
pueblo chileno por su porvenir.
Hoy Chile es dueño del cobre. Eso es sin duda una gran conquista y una
conquista irreversible. Pero eso también
implica necesariamente esfuerzos. Los
chilenos seguramente tendrán que afrontar las consecuencias de su lucha, de su
legítimo derecho a recuperar sus riquezas.
Los chilenos sin duda de ninguna clase tendrán que trabajar duro. Sabemos de los esfuerzos y de los compromisos
de los obreros por elevar la producción de salitre. Sabemos de los compromisos y los esfuerzos de
los obreros por elevar la producción del cobre.
Cuando un obrero nos trajo el obsequio —un relieve en
cobre de la mina de Chuquicamata— yo lo saludé. Estaba buscando al otro representante de los
mineros para saludarlo, pero no lo encontraba por ninguna parte, y me dijo: “El otro está
cumpliendo allá las tareas de la producción.
Por eso no vino.”
¡Y esa es la actitud que corresponde a un buen obrero
del cobre! ¡Esa es la actitud que corresponde
a un obrero revolucionario!
Los que nos robaron nuestras riquezas, los que se
llevaron lo mejor de nuestro esfuerzo y de nuestro sudor, no solo practicaban
esa explotación contra nuestros pueblos: trataban de sembrar el camino de
dificultades, trataban de crear obstáculos de todo tipo en el futuro, trataron
incluso de corromper a los trabajadores.
La esperanza de los enemigos de nuestro país cuando
triunfa la Revolución, es que los obreros no sabrían manejar su economía. Claro, los que tenían experiencia de muchos
años, los mejores especialistas, hombres de confianza de las empresas, se los
llevaban. Y ellos decían: Nunca más van a
poder recuperar los niveles de producción, nunca más van a poder echar a andar
esas fábricas.
Desde luego, no se deben menospreciar jamás los
conocimientos. Debemos tener en cuenta
que el manejo de esas industrias requiere niveles de preparación, obreros
calificados, técnicos revolucionarios y patrióticos. No basta la buena fe, no basta la pasión
revolucionaria. Hay que combinar eso con
el estudio, con la superación; hay que unir universidades y centros de
trabajo. Eso hemos hecho nosotros: cuando no teníamos
técnicos acudíamos a los estudiantes universitarios y les decíamos: Ayúdennos.
Pero no basta con que los estudiantes universitarios
ayuden a los obreros con sus conocimientos técnicos. Hay que prestar la cooperación para ayudar a
superarse a los obreros, para que los obreros adquieran más calificación y más
preparación.
Los trabajadores chilenos tienen delante un gran
porvenir, pero tienen también grandes responsabilidades. En manos de los obreros que manejan los
recursos fundamentales del país está el porvenir de Chile.
Y por eso si nosotros, que somos revolucionarios y que
hemos vivido esas experiencias, tenemos algo que decirles, es sencillamente que
cuando el pueblo conquista el poder, cuando el pueblo tiene el control de su
destino, cuando el pueblo tiene el porvenir de su país en sus manos, no quiere
decir que ha conquistado el cielo, no quiere decir que ha conquistado un mundo,
sino que ha conquistado la oportunidad de empezar a crear el bienestar, la
oportunidad de empezar a trabajar para el porvenir.
¿Qué habría sido de Chile hoy si desde el siglo pasado
todas aquellas fabulosas cantidades que salieron de Chile a través del salitre
hubieran permanecido en este país, se hubiesen podido dedicar al desarrollo del
país? ¿Qué habría sucedido si los miles
de millones que salieron del cobre se hubiesen podido invertir en el desarrollo
de Chile? Chile sería sin duda hoy el
país de más desarrollo en toda la América Latina, Chile sería hoy un país con
condiciones de vida absolutamente diferentes, Chile
sería un país que no tendría que envidiarle nada a ningún país desarrollado de
Europa. Claro está que en las
condiciones del pasado, claro está que en las condiciones en que vivíamos en el
mundo del ayer, donde las potencias colonialistas e imperialistas dictaban su
ley al mundo, nuestros pueblos, solos y pequeños, no podían sobrepasar el
complejo de dificultades que tenían delante.
Pero esa oportunidad ustedes la tienen hoy, ustedes la
tienen en sus propias manos. Será
necesario —¡y hay que decirlo valientemente!— luchar
contra las confusiones, luchar contra los vicios que los explotadores quisieron
introducir en el seno de las masas trabajadoras (APLAUSOS).
Nosotros nos hemos reunido hoy con los estudiantes, y
cuando los estudiantes nos hacen cualquier pregunta nosotros con sinceridad
absoluta les respondemos. No vamos a las
universidades nosotros a buscar el halago o el aplauso de los estudiantes. Nuestro único deber como invitados, nuestro
único deber como visitantes, nuestro único deber como amigos, nuestro único
deber como revolucionarios, será siempre decir con entera honradez la opinión. Si esa opinión no coincide con el criterio de
los demás, eso no importa. Lo importante
es ser consecuente y decir la verdad.
Nosotros conversando con los estudiantes les
explicábamos nuestras experiencias. Y
les decíamos nuestros conceptos, tal como vemos nosotros que deben
desarrollarse los futuros trabajadores intelectuales, cómo deben ser los
futuros técnicos.
Nosotros visitaremos pronto, en el día de mañana, las
minas de salitre. Tendremos un inmenso
placer en reunirnos con todos los trabajadores.
Visitaremos después a los obreros del cobre. Iremos a las minas, hablaremos con los
obreros, dialogaremos con ellos.
Y hay algo que nosotros siempre tendremos presente, y
es decir la verdad. A los obreros les
hablaremos con lenguaje revolucionario, porque nosotros tenemos una experiencia: ¡Que la
inteligencia y el corazón de los obreros siempre están abiertos a la
verdad! ¡Siempre están abiertos al
espíritu revolucionario! ¡Por algo de la
clase obrera se ha dicho —y se ha dicho con toda razón—, que es la clase más
revolucionaria de la sociedad contemporánea y la llamada a transformar esta
sociedad y la vanguardia de esta sociedad!
(APLAUSOS. )
Nos reuniremos con los obreros, les explicaremos las
experiencias de nuestra patria.
Simplemente eso. Les llevaremos
la solidaridad de nuestro pueblo. Y,
desde luego, quede bien claro que nosotros no hemos venido aquí —como han dicho
algunos— en pose de profesores. Porque
cuando se anunciaba la proximidad de la visita mucha gente... No, ¡qué mucha gente! Dije mal: Muchos panfletos fueron regados por
alguna gente. Decían: “Fidel no tiene nada que enseñarnos de
esto ni de lo otro. No tiene que
decirnos nada de esto.” No sé de dónde demonios sacaron que nosotros veníamos
aquí en plan de maestros (EXCLAMACIONES DE: “¡Los momios!”).
Además, no sé que miedo. ¿Qué les vamos a enseñar nosotros a
ustedes? Ustedes, que en este desierto
han construido esta industria, que han construido esta riqueza, que se han enfrentado
a esta naturaleza hostil, que han creado las bases del porvenir de la nación
chilena. ¿Qué podemos nosotros
enseñarles a ustedes? Si se tratara de
caña, pues nosotros tal vez tendríamos algunas informaciones técnicas que
ofrecerles sobre caña.
Sobre los problemas chilenos, ¿qué tenemos nosotros
que enseñarles a ustedes sobre los problemas chilenos, ni acerca de la forma en
que los chilenos deben resolver sus problemas?
Nosotros traemos otra cosa que se llama solidaridad. Nosotros traemos otra cosa que se llama
solidaridad. Nosotros traemos otra cosa
que se llama amistad. Nosotros traemos
una cosa que se llama hermandad con los chilenos (APLAUSOS). Nosotros traemos una cosa que se llama
confianza en nuestros pueblos. Nosotros
traemos el entusiasmo revolucionario, la fe revolucionaria y la seguridad de
que nuestros pueblos marcharán adelante victoriosamente.
Lo que nosotros traemos a Chile es eso: el cariño de nuestro pueblo, un cariño igual
al cariño de ustedes hacia el pueblo cubano; la solidaridad de la Revolución
Cubana hacia el pueblo chileno, hacia la revolución chilena, de la misma forma
que ustedes expresaron siempre su cariño y su solidaridad hacia la Revolución
Cubana. Eso es lo que nosotros
traemos.
Y decirles a los chilenos que pueden y podrán contar
siempre con Cuba. Y decirlo aquí. Porque a veces nosotros hemos hablado en
nuestra patria y las palabras han sido tergiversadas. A veces hemos dicho que se puede contar con
nuestros recursos cuando los necesiten y que se puede contar con nuestra propia
sangre cuando se necesite (APLAUSOS). Y
eso lo han tomado y lo han tergiversado. Han tratado de insinuar que nosotros quisimos
decir que necesitaran de esa ayuda, que el pueblo chileno y sus instituciones
armadas no fuesen capaces de defender este país. Semejante interpretación, semejante
conclusión, es mentirosa, es pérfida.
Cuando nosotros decimos que el pueblo chileno puede
contar con Cuba, que puede contar hasta con nuestra propia sangre, no decimos
sino lo que hemos dicho a los pueblos por los que sentimos nuestro cariño,
hacia los cuales nosotros expresamos nuestra solidaridad. Y esta frase, de que se puede contar con la
sangre nuestra, la primera vez que se pronunció fue con motivo del pueblo de
Viet Nam. Y que un día se dijo: “¡por Viet Nam estamos dispuestos a dar
hasta nuestra propia sangre!” (APLAUSOS.) Los vietnamitas no han necesitado de
nuestra sangre. Los vietnamitas han
combatido, han librado una de las más gloriosas páginas de la historia de la
humanidad, una de las más gloriosas luchas de un pueblo por su soberanía y su
independencia. Pero cuando nosotros
expresábamos de esa forma nuestra solidaridad, nunca, jamás a nadie se le
ocurrió pensar que nosotros creyéramos que los vietnamitas no eran capaces de
defenderse.
Aprovecho esta ocasión para explicar esto, para
esclarecer nuestras palabras. Porque nos
ocurren dos cosas:
cuando hablamos en Cuba, no se sabe qué barbaridades algunas
gentes publican; no se sabe qué mentiras escriben; no se sabe qué campañas
chovinistas se desatan. Y cuando hablamos
aquí, tenemos que hablar con un cuidado extraordinario. Es nuestro más elemental deber para que nadie
pueda estar diciendo después que andamos en papel de profesores, que andamos
inmiscuyéndonos en los asuntos internos de la política
chilena.
Por eso nosotros decíamos en broma: “El único que no tiene libertad de
expresión aquí, soy yo.” Claro, hablando en términos relativos. Para hablar con ustedes, transmitirles estos
pensamientos; para hablar sobre cuestiones revolucionarias he tenido una enorme
libertad. Pero es una libertad
autolimitada, cuidadosa, para que nadie pueda tomar una sola palabra, un solo
punto o una sola coma para intrigar, para tratar de empañar nuestra hermosa
amistad, para tratar de obstaculizar nuestra solidaridad y para tratar de
perjudicar el proceso revolucionario chileno.
Nosotros, para finalizar, queremos expresarles nuestra
gratitud por el recibimiento; por el cariño que ustedes, a través de nuestra
delegación, han expresado a nuestro pueblo.
Queremos expresar nuestro agradecimiento a los
trabajadores de Antofagasta, a los estudiantes de Antofagasta, a las
instituciones juveniles, a todas las organizaciones de masa.
Queremos expresar nuestro agradecimiento a las
autoridades militares por su magnífica cooperación, por su extraordinaria
gentileza con nuestra delegación.
Y queremos expresar nuestro agradecimiento a las
autoridades civiles de Antofagasta, a las autoridades civiles de la ciudad y de
la provincia, por el inmenso honor que ha significado para nuestro pueblo este
encuentro en el día de hoy.
Muchas gracias.
(OVACION)