CONVERSACION DEL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE
CUBA y PRIMER MINISTRO DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO, CON LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCION,
CHILE, EL 18 DE NOVIEMBRE DE 1971.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Universitarios
de Concepción:
Si plegamos las banderas facilitaríamos mejor la
visibilidad de todos. Desde luego, me
estoy refiriendo a un plegamiento físico de las banderas.
Al fin estamos aquí, en esta famosa Universidad de
Concepción. Había muchas personas
interesadas en este encuentro, al extremo de que, según oí decir, algunos
periodistas decían: “Nos vemos en
Concepción, nos vemos en Concepción y nos vemos en Concepción.” Estaban muy interesados en el encuentro. Yo no sé por qué será. Pero me imagino que piensen que de aquí
pudieran surgir problemas, cosas espectaculares. Mi impresión es que no. Lamentaríamos mucho que fuéramos a
decepcionar a nadie, pero hasta ahora se va desenvolviendo bien este acto.
Por mi parte, yo no voy a pronunciar un discurso. Cuando alguien dice un discurso, en primer
lugar, necesita un poquito de tiempo para prepararlo; en segundo lugar, va a
decir algo que le interese al que habla.
Y en definitiva a mí me interesa hablar de lo que les interese a ustedes
(APLAUSOS).
Mis circunstancias al visitar este país son
circunstancias especiales. Nosotros en
nuestra patria nos reunimos muy frecuentemente con los estudiantes. Pueden ser cinco, pueden ser diez, pueden ser
cincuenta o pueden ser quinientos.
Siempre son improvisadas las reuniones.
Los estudiantes preguntan millones de cosas. Desde luego, uno no siempre puede responder
todas las preguntas, algunas porque no sabe, y otras porque no debe.
En ocasiones algunos periodistas vigilaban que yo
llegara por la Universidad. Y claro,
ustedes saben que en las conversaciones íntimas siempre hay más soltura. Cuando no se está hablando para el gran
público sino con un grupo de interlocutores, uno habla con un poco más de
libertad.
Porque el concepto de la libertad siempre será
relativo, sobre todo para nosotros los que tenemos que asumir no solo a veces
funciones teóricas, que tenemos que encontrar algunas soluciones teóricas a
algunos problemas sociales, sino que tenemos la tarea diaria y la
responsabilidad diaria, y que nos impide actuar con la libertad de un
catedrático, de un profesor, de un escritor.
Esos que no tienen las responsabilidades, que a veces
puede afectar el interés o la seguridad o el porvenir de millones de personas,
esos son los únicos libres de este mundo.
Los demás somos esclavos de muchas obligaciones, de muchos deberes, de
muchas responsabilidades. Y en los
momentos en que sentimos deseos de ser libres, libres, muy libres, y de dar un
grito horrible de libertad que se oiga incluso en el cielo, en esos instantes
nos tenemos que acordar de nuestros deberes y de nuestras obligaciones.
Somos luchadores por la libertad, luchadores por la
libertad de los pueblos, pero nosotros mismos tenemos muy relativas y escasas
libertades.
Y así, por supuesto, aparte de todas las otras causas
que nos obligan a ser circunspectos —¿está bien dicho eso?—, tenemos además
nuestro carácter de visitantes.
Y nuestro deber es que de esta visita, que tiene un
gran valor simbólico, que entraña un gran simbolismo —hay que verlo así—, de
este encuentro —que ha sido posible sin duda de ninguna clase con gran disgusto
de nuestro vecino del Norte y de los que quisieron aislar totalmente a Cuba, y
que les duele este encuentro chileno y cubano—, nosotros en las muy
especialísimas condiciones de Chile tenemos que procurar que algo positivo,
además de simbólico, salga de este ya de por sí fatigoso y difícil viaje.
Fatigoso y difícil no porque falte oxígeno en las
pampas de allá del salitre, o porque falte humedad en el norte, o haya
demasiado frío y lluvia por el sur, sino porque es un peregrinar incesante, sin
descanso físico ni mental. Y a veces un
viajar solitario... Uno quisiera llegar
a un lugar y tener tres profesores que le hicieran rápidamente, en unos
minutos, la historia entera —por ejemplo— de Concepción, y llegar a tener uno
una cierta ayuda cuando se tiene que enfrentar a estos problemas. Pero en la realidad de la vida nos tenemos
que enfrentar solitariamente a la tarea del viajero en esta circunstancia.
Pero a pesar de todo haré lo posible por satisfacer la
curiosidad de ustedes, por responder a cualquier pregunta. Por ahí me enseñaron un programa. ¿Alguien lo tiene? ¿Quién hizo un proyecto de programa? Y entonces decía: “Discurso del Rector, discurso de Nelson.” Y
entonces pregunta y pregunta y pregunta.
Y yo dije: pues preguntas, ¡y que
vengan todas las preguntas! Las
planeadas, y las que cualquiera quiera hacer por añadidura.
Así que estoy a disposición de ustedes y que empiecen
las preguntas (APLAUSOS). Uno nunca
acaba los exámenes. Cuando cree que se
graduó en la Universidad todos los días tiene un examen.
A ver: ¿Quién
es el preguntón?
MODERADOR.- Han
llegado cuatro preguntas, de las cuales dos están escritas.
La primera pertenece a la Juventud Socialista. De acuerdo con el programa.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
¿Viene con título y todo?
MODERADOR.- Con
titulo y todo, compañero.
Quien formula la pregunta podrá subir al estrado a
fundamentarla, y dispondrá para eso de tres minutos.
Voy a proceder a leer entonces la pregunta
correspondiente a la Juventud Socialista.
Posteriormente, si algún compañero de esa organización política quiere
venir a fundamentarla puede hacerlo por tres minutos.
La pregunta dice lo siguiente: Se dice que este gobierno es reformista, y
por lo tanto no se trata de un gobierno revolucionario. ¿Considera usted que nuestra experiencia o
vía chilena es un camino revolucionario que nos llevará a la patria
socialista?
Esa es la pregunta.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Bueno, y si yo digo que no,
¿cómo me puedo quedar aquí?
MODERADOR.- El
jefe de la Brigada Universitaria Socialista, Emilio Villarruel, pide
fundamentar la pregunta.
EMILIO VILLARRUEL.- Compañeras y compañeros: para un estudiante universitario, para un
compañero que milita en una juventud como la juventud socialista, qué honor más
grande en este momento de estar al lado del Comandante Fidel Castro, héroe
legendario de la Revolución Cubana.
Primero, compañeros, saludo al Comandante Fidel Castro, lo saludo en
nombre de la Juventud Socialista.
Nuestra pregunta concreta es: pensamos, como revolucionarios creemos que
estamos desarrollando un proceso revolucionario: y como juventud pensamos también que al igual
que en Cuba queremos integrarnos con nuestra inteligencia al proceso productivo
nacional y con nuestros brazos, al igual que en Cuba, al trabajo concreto de la
revolución chilena. Nosotros le
preguntamos al Comandante Fidel: en este
proceso revolucionario que vive Chile, él, tal cual lo manifestara, qué errores
ve, qué errores cree que son los fundamentales en el proceso que se está
librando en Chile.
Porque, compañeros, pensamos honestamente que
cualquier proceso revolucionario es lo suficientemente fuerte como para
resistir las críticas. Y es lo
suficientemente fuerte como para también aclarar y conducir mucho mejor lo que
se vaya haciendo en un proceso dialéctico con los propios compañeros y con
compañeros que tienen la experiencia, como el Comandante Fidel Castro.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Como tengo un poquito de
experiencia, según dice el compañero, voy a tratar de responder esta difícil
pregunta que me ha hecho. Pero
respondiéndola como debo responderla.
Primero, yo quiero establecer una regla: que cualquier opinión que dé aquí este
alumno, este examinando... —¿cómo les
dicen ustedes a los que están examinando?
¿Examinados? ¿Y el que examina,
quién es? El examinador. ¡Ah!, verdad:
ustedes son los examinadores y yo soy el examinado—, son simples
respuestas que no tienen otro valor que el interés de satisfacer una
curiosidad, una opinión. Pero, por
favor, les agradecería que nadie lo tomara por doctrina ni mucho menos. Y que no se tome ni siquiera como elemento en
las polémicas y en las disquisiciones filosóficas de ustedes.
En realidad yo no soy quien debe juzgar al gobierno
chileno. Yo puedo dar mi opinión sobre
la cuestión de si es un proceso reformista o es un proceso revolucionario. Pero les voy a decir una cosa: está muy bien lo que se dice de discutir, no
hay por qué tener miedo a discutir.
Correctísimo. Pero entre ustedes. La discusión es entre ustedes. Yo no tengo ninguna prerrogativa para
participar en ese tipo de discusiones.
Si ustedes me dicen que un día nosotros formamos ya
una comunidad de países, en que todos los problemas nos conciernen a todos y
tenemos el derecho a opinar, ese día nosotros opinaremos también en cualquier
discusión. Pero en las actuales
condiciones nosotros podemos, si queremos, cuando conversamos con chilenos, dar
una opinión de algo, si nos la piden, exponer un criterio en un terreno de
intimidad, pero no públicamente, no públicamente hacer juicios sobre lo que
está bien o está mal, o sobre lo que a nosotros nos parezcan errores. Porque en realidad estaríamos sembrando un
precedente y estaríamos actuando absolutamente en contra de lo que se supone
son nuestros derechos.
De manera que un análisis de los errores y de los
aciertos del gobierno yo no puedo hacerlo.
Eso es algo que les corresponde en sí por entero a los chilenos
(APLAUSOS).
Ahora bien: si
a mí me preguntan qué está ocurriendo en Chile, sinceramente les diría que en
Chile está ocurriendo un proceso revolucionario (APLAUSOS). Y nosotros incluso a nuestra Revolución la
hemos llamado un proceso. Un proceso
todavía no es una revolución. Hay que
estar claros: un proceso todavía no es
una revolución. Un proceso es un camino;
un proceso es una fase que se inicia. Y
si en puridad de concepto la debemos caracterizar de alguna forma, hay que
caracterizarla como una fase revolucionaria que se inicia.
Hay que tener en cuenta las condiciones en que se
desenvuelve ese proceso: con qué medios,
con qué recursos, con qué fuerza, qué correlación de fuerzas. No es nuestro proceso.
Al triunfo de lo que nosotros llamamos la
Revolución... Y esto fue motivo casi de
discusiones de tipo gramatical. Porque
un día se me ocurre decir que el primero de enero había sido el triunfo de la
rebelión, no el triunfo de la Revolución y que solo al cabo de muchos años
podíamos hablar de triunfo de la Revolución.
Pero aun hoy día nosotros no podemos hablar de triunfo definitivo de la
Revolución en nuestro país. De manera
que en una declaración, por estar también un día definiendo, dije eso. Entonces se creó un enredo. Porque todo el mundo decía: el primero de enero el triunfo de la
rebelión. Y aquello había que
explicarlo, no se entendía bien.
Hasta que un día dije:
miren, vamos a ponernos de
acuerdo. Porque también cuando triunfa
la revolución bolchevique, en tal fecha llaman el triunfo de la revolución
bolchevique, y el triunfo de la Revolución Francesa, y el triunfo de tal y más
cual. Y para que nos entendieran,
dijimos: el triunfo de la
Revolución. Pero el primero de enero no
había triunfado la Revolución. Se había
abierto un camino, se había creado una posibilidad, se iniciaba un
proceso. Eso es lo que ocurría en
nuestro país el primero de enero.
Pero recuerdo la cantidad de discusiones que había en
el mundo. Todo el mundo nos interpretaba
y nos juzgaba: que si es una revolución
antiimperialista, que si es una revolución pequeñoburguesa de no sé cuánto,
etcétera, de la Revolución Cubana.
Y la Revolución Cubana había hecho incluso muchas
medidas avanzadas, y todavía no se llamaba Revolución socialista. Incluso no lo éramos.
¿Saben cuándo se declara el carácter socialista de la
Revolución? Se declara el 16 de abril de
1961, al otro día del bombardeo, víspera del ataque a Girón. Fue la proclamación de un carácter, de un
propósito.
Ahora, si ustedes analizan todo lo que habíamos hecho
hasta ese día, todavía no era una Revolución socialista, todavía no se le podía
dar el carácter de una Revolución socialista.
Era un avance, era una marcha.
Pero si nuestro pueblo iba a combatir, porque se había dicho que si la
Revolución había sido traicionada... Y
cuando nuestro pueblo fue a librar su batalla contra el imperialismo, víspera
de la batalla se declararon los objetivos de la Revolución. Y el pueblo combatió y luchó por aquellos
objetivos.
Eso depende de en qué momento se analice la fase de la
historia de un país.
Al niño ustedes no le pueden llamar joven, no le
pueden llamar hombre, y mucho menos lo pueden llamar abuelo. Pero es posible que un día llegue a ser bisabuelo. La Revolución tiene distintas fases. Nuestro programa en la lucha contra Batista
no era un programa socialista ni podía ser un programa socialista, realmente. Porque los objetivos inmediatos de nuestra
lucha no eran todavía, ni podían ser, objetivos socialistas. Habrían rebasado el nivel de conciencia
política de la sociedad cubana en aquella fase; habrían rebasado el nivel de
las posibilidades de nuestro pueblo en aquella fase.
Nuestro programa cuando el Moncada no era un programa
socialista. Pero era el máximo de
programa social y plantearse.
Ahora, un camino de la Revolución significa
precisamente el propósito de ir aprovechando cada coyuntura y cada posibilidad
de avanzar. Algunos de los impugnadores
de la Revolución Cubana decían que había sido engañada. Nosotros les explicábamos que un
revolucionario verdadero siempre busca el máximo de cambio social. Pero buscar el máximo de cambio social no
significa que en cualquier instante se pueda proponer ese máximo, sino que en
determinado momento —y en consideración al nivel de desarrollo de la conciencia
y de las correlaciones de fuerzas— se puede proponer un objetivo
determinado. Y una vez logrado ese
objetivo proponerse otro objetivo más hacia adelante.
El revolucionario no tiene el compromiso de quedarse
en el camino (APLAUSOS). ¡No tiene el
compromiso de quedarse en el camino! Y
yo les digo que ya hoy en nuestro país hay cosas que superan como ambición o
como objetivo social a lo que nosotros mismos habríamos podido imaginarnos cuando
ya nos considerábamos revolucionarios.
La propia vida ha ido enseñando a elevar los objetivos, a perfeccionar
nuestras ideas, nuestras concepciones y a marchar más lejos.
Y sinceramente nosotros creemos que el pueblo chileno
se encuentra hoy en esa fase, se encuentra hoy en esa etapa. Y sin duda
—para poner un ejemplo—, la mera presencia nuestra aquí en esta ciudad y
en esta universidad, a pesar de la OEA —para poner un ejemplo—, del
imperialismo, de las condenas, de los aislamientos de todo tipo, ¿no es un
hecho revolucionario? ¿Habría sido
posible esta visita sin estas condiciones en Chile? ¿Habría sido posible la nacionalización del
cobre en la forma en que se ha hecho?
¡De ninguna manera!
Pensándolo muy objetivamente, creemos que en este país
se ha iniciado un proceso revolucionario (APLAUSOS).
Esa pregunta me la hicieron en otros sitios, y es la
respuesta que nosotros hemos dado y es sinceramente lo que creemos.
MODERADOR.- A continuación, Martín Silich, en
representación de la Democracia Cristiana Universitaria, hará una pregunta al
Comandante Fidel Castro.
MARTIN SILICH.- Comandante Fidel Castro: Los cristianos en América Latina desde hace
muchísimos años han comenzado una lucha frontal para liberar a su pueblo de la
dominación del imperialismo norteamericano.
Nosotros sabemos que en Cuba los cristianos aportaron lo mejor de ellos
a la Revolución. También sabemos que
muchos de ellos la traicionaron.
Antes de formularle la pregunta, quiero citar una
frase del Che:
“Déjenme decirles, a riesgo de parecer ridículo, que
el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Todos los días hay que luchar porque ese amor
a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan
de ejemplo y de movilización.”
Pero, Comandante, usted bien sabe que son muchos en
América Latina los que repiten quejumbrosamente que estos valores han sido
traicionados en Cuba después de la instauración de un régimen marxista. Repiten que los cristianos han sido relegados
a un segundo plano o marginados de Cuba.
Nosotros, los jóvenes Demócratas Cristianos, queremos
que usted nos diga cuál fue la participación de los cristianos en la Sierra
Maestra, en los albores de la Revolución, y cuál es hoy la participación de ellos
—como cristianos y como cubanos— en la construcción del socialismo.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Bueno: yo voy a decirle en realidad que no puedo
aceptar la afirmación que aparece en el primer párrafo de que “los cristianos
en América Latina desde hace muchísimos años han comenzado una lucha frontal
para liberar a su pueblo de la dominación del imperialismo norteamericano”
(APLAUSOS).
En este terreno, un poco más en la cosa general, puedo
hablar con toda claridad. El movimiento
de lucha de los cristianos en América Latina no data de “hace muchísimos años”,
sino es más bien un fenómeno reciente —es más bien un fenómeno reciente—, que
nosotros apreciamos y saludamos y lo vemos como un acontecimiento altamente
positivo. Pero es un fenómeno reciente.
No podemos decir que en Cuba los cristianos aportaron
lo mejor de ellos a la Revolución. Hay
que decir que los elementos religiosos, los factores religiosos, no jugaron un
rol como tal en el proceso revolucionario cubano o, digamos, en la fase de la
lucha por la conquista del poder.
Nosotros entendemos que hubo una opinión generalizada de la nación de
apoyo al movimiento revolucionario, entre los cuales obviamente estaban los
cristianos, pero estaban también los que no eran cristianos, y estaba en
general todo el pueblo, la inmensa mayoría del pueblo. Solo las capas más groseramente reaccionarias
apoyaban el régimen de Batista —una minoría—, que era un régimen
proimperialista ciento por ciento, sostenido por instrumentos de
represión.
Ahora, hubo cristianos que ingresaron, aislada e
independientemente: hubo sacerdotes que
cooperaron. Incluso en nuestra tropa se
presentó un sacerdote: el padre
Sardiñas, que se unió y estuvo en nuestra tropa meses enteros. Y nosotros le teníamos mucho respeto.
Allá se presentaban los campesinos que querían que les
bautizáramos los hijos, y el padre Sardiñas los bautizaba y yo era el padrino
(RISAS). Así que tengo muchos ahijados
en la Sierra Maestra. Me dirán: “Este era un farsante.” No. Era una costumbre de los campesinos el
bautizar a los hijos, porque ese era el tipo de cristianismo que había en
nuestros campos. No pasaba de eso. No pasaba de bautizar a los hijos. No recibían ninguna otra enseñanza
religiosa. Y allá venían: los hijos, la madre, el otro, como un gesto
de confianza, de amistad hacia nosotros.
Y los rebeldes, pues sencillamente, hemos sido padrinos de muchos
campesinos de la Sierra Maestra. Y el
cura Sardiñas venia con nosotros. Desde
luego, no tenía tiempo de darles el catecismo, solo el bautismo.
Aparte de eso, en nuestro país no existía el tipo de
cristianismo que existe en otros países latinoamericanos. ¿Por qué?
Porque la religión se llama cristiana, y en ese sentido si nos
encontramos nosotros algunos campesinos que eran no católicos, sino
adventistas, de todas esas religiones que generalmente se portaron muy
bien.
Nosotros decimos que con nosotros se portó bien el
cristiano católico, el cristiano adventista, el espiritista, el que creía en
las estrellas, en el Sol, en la Luna, en los animales, en los demonios, en los
buenos, en los malos: y el que no creía
en nada. Y nos apoyaron. Así que no podría eso enmarcarse sino dentro
de un fenómeno político nacional.
En nuestro país no existía el cristianismo en el
sentido que existe en muchos países latinoamericanos, porque la religión
católica no era una religión popular.
¿En qué sentido? Era
fundamentalmente la religión de los ricos en nuestro país. Hay otros países latinoamericanos en que la
religión católica es también religión de los pobres. Y no se olviden de que el cristianismo empezó
siendo la religión de los esclavos y perseguidos de Roma, algo parecido a lo
que sufrió después el comunismo.
Ahora bien, la religión más bien se predicaba a través
de los colegios privados, que eran colegios de clase media y rica, y solo por
excepción a algún pobrecito le daban algún puestecito en la escuela y lo ponían
a limpiar la escuela, en una especie de plustrabajo. Había algunas instituciones religiosas que si
hacían caridad. Hay que decir que, por
otro lado, existían en nuestro país instituciones religiosas que estaban con
los leprosos, con los enfermos, en actitudes de carácter humano que yo siempre
he admirado, extraordinariamente apreciables y admirables, monjitas que se iban
a trabajar con los leprosos. Hacia esas
instituciones y hacia esas religiosas siempre sentí un gran respeto y una gran
admiración, porque significa desprendimiento, capacidad de sacrificarse por los
demás, en nombre de una idea, de un sentimiento, de una creencia, de un
principio; pero actuar consecuentemente con ese principio, actuar
consecuentemente con esa creencia. Y
trabajaban en hospitales y en trabajos duros.
Hay que decir que nosotros decimos que cualquiera de
esas personas, haciendo esos trabajos abnegados, peligrosos, es lo que
pudiéramos considerar el ideal de la conducta de un comunista. Así que para esclarecer unas cosas, quiero
también esclarecer las otras. En esas
actividades sí eran beneficiados los pobres, los que no tenían un enfermero que
los cuidara. Esa era la situación de
nuestro país.
Ahora, surgen conflictos, que no eran religiosos,
entre la Revolución y la Iglesia. O no
entre la Revolución y la Iglesia, sino entre la Revolución y los burgueses, los
grandes burgueses, los grandes terratenientes, los grandes propietarios. Porque ellos tenían la religión católica —no
practicaban la caridad cristiana, pero se decían católicos—, y entonces
utilizaron el problema religioso como instrumento político de resistencia a la
Revolución. Hay que estar bien
claros. Ellos fueron los que utilizaron
la religión como instrumento contra la Revolución, basándose en la
circunstancia de que la clase afectada por la Revolución tenía su religión
oficial. Y acudieron al procedimiento de
usarla contra la Revolución. Y esos
fueron los motivos de los conflictos de la Revolución y elementos católicos,
con parte del clero y con parte de la Iglesia.
Pero nuestra Revolución nunca se caracterizó por el
anticatolicismo, el anticristianismo ni por ninguna forma de
antirreligiosidad. Nuestra Revolución no
se caracterizó nunca por ninguna forma de antirreligiosidad. Es más:
a nosotros nos parecía que toda aquella gran campaña obedecía al
mecanismo para confundir a los pueblos latinoamericanos también. Es decir, presentar ante los ojos de la
América Latina, donde sí había países donde la religión católica tenía amplio
carácter popular, y utilizar toda esa leyenda y toda esa campaña contra el
movimiento revolucionario en América Latina.
Y nosotros nos hemos cuidado mucho siempre de evitar
en nuestro país cualquier forma de persecución y de lucha antirreligiosa. Es más:
la línea que ha seguido la Revolución con los sacerdotes que han estado
implicados en hechos y faltas contrarrevolucionarias ha sido, por lo general,
la de la generosidad. Hemos preferido el
sacrificio de la ejemplaridad a los beneficios que podía sacar el imperialismo
de su política de presentar a la Revolución Cubana contra la religión.
Bien: en un
periodo ulterior, cuando ya realmente la burguesía y los imperialistas no
tenían nada que perder, en que ya dejaron de ser una fuerza social, en que esta
cuestión religiosa, o los conflictos que habían surgido al inicio de la
Revolución se fueron apaciguando, en nuestro país quedaron las iglesias, que
funcionan libremente. En nuestro país
hay un colegio de seminaristas también, que forma religiosos. Y existe paz y armonía, no obstante los
intentos que de cuando en cuando resurgen desde fuera, de alguna campaña
contrarrevolucionaria, apoyándose en elementos religiosos. Hay que decir que esta paz se logró, por un
lado, por la actitud de la Revolución —por lo que explicábamos anteriormente— y
por algunos dirigentes religiosos que tuvieron especial interés y cuidado en
buscar fórmulas de acercamiento y de solución a los problemas que habían
surgido en nuestro país. De manera que
la situación es de paz y de armonía.
Ahora bien: en
los últimos tiempos si han ido surgiendo en América Latina y en el seno del
movimiento cristiano corrientes revolucionarias, o si quieren llamarlas
corrientes progresistas, que van derivando hacia posiciones
revolucionarias. Y hay un gran número de
sacerdotes y de religiosos que tienen una decidida posición en favor del
proceso de liberación de América Latina.
Algunos son perseguidos, otros han muerto, como murió Camilo Torres
(APLAUSOS).
Y en realidad, si nosotros analizamos las cosas
objetivamente, si analizamos el futuro de todo nuestro continente, nosotros
debemos saber apreciar en todo su valor la importancia que tiene esa toma de
conciencia política de amplias masas cristianas en este continente. Porque permítanme decirles algo: la revolución es el arte de unir fuerzas: la revolución es el arte de aglutinar fuerzas
para librar las batallas decisivas contra el imperialismo. Ninguna revolución, ningún proceso se puede
dar el lujo de excluir a ninguna fuerza, de menospreciar a ninguna fuerza: ninguna revolución se puede dar el lujo de
excluir la palabra sumar. Y uno de los
factores que determinó el éxito de la Revolución Cubana —donde nosotros éramos
un pequeño grupo inicialmente, ¡un pequeño grupo!, que en condiciones difíciles
llevó a cabo la lucha— fue la política de unir, unir, unir. Sumar incesantemente. Y no era fácil. ¡Miren que nosotros teníamos grandes discusiones
entre nosotros mismos!
Nosotros estábamos en la Sierra, llevábamos 18 meses
de guerra —y de guerra violenta— y sin
embargo, nos encontramos en el seno de nuestra propia organización tendencias
fuertes de tipo exclusivista, en algunas ocasiones, y los conservadores
parecíamos los que estábamos en la montaña.
Muchas veces nos pasó eso: que
parecíamos conservadores. A veces había
políticos que habían mantenido su línea contra la tesis nuestra en las
condiciones de Cuba, elementos que habían estado haciéndole el juego a la
estrategia de Batista, de convalidar su poder mediante elecciones
fraudulentas. Y nosotros manteníamos la
tesis de la lucha armada. Y llevábamos
18 meses de guerra.
Pero en determinados momentos todas esas corrientes se
iban desmoronando. Gentes que durante
mucho tiempo habían mantenido posiciones opuestas querían pasarse a las
posiciones que habíamos defendido. ¿Y
cuál era la tesis nuestra? Que se sumen,
que se sumen. ¿Cuál era la tesis de
otros compañeros? Que no, que se les
tire las puertas por la cabeza, que no se sumen.
Señor, si usted está defendiendo una tesis, una idea,
un principio, el día que incluso los más caracterizados voceros de la tesis
contraria se pasan a sus filas, estarán señalando que su tesis, su teoría, su
idea ha triunfado. ¡Y fortalecerá la
revolución! (APLAUSOS.)
Nuestro movimiento se caracterizó... No nuestro movimiento, puesto que nosotros
teníamos bastantes discusiones, en honor a la verdad, como tiene que pasar en
todo. Pero nosotros fuimos dentro del
movimiento defensores de las tesis de la amplitud y de la suma, ¡de la suma de
fuerzas! Y así fuimos creciendo, y
fuimos creciendo, y fuimos creciendo. Y
eso nos condujo a la victoria. Si
nosotros, un pequeño grupo, hubiéramos realizado una política de puertas
cerradas, nos habríamos aislado, no habríamos triunfado jamás.
De la misma manera yo creo que en nuestro continente
nosotros tenemos que unir. Nosotros no
le podemos tirar las puertas a nadie.
Nosotros tenemos que abrir de par en par las puertas para que la lucha
de liberación de este continente, cuyo principal fenómeno es la opresión
imperialista... Igual que durante toda
aquella fase la lucha nuestra era el derrocamiento de la opresión en nuestro
país, y en aquella lucha la política fue de amplia unión —y aun después, frente
a cada uno de los objetivos, política de amplia unión—, en América Latina
nosotros tenemos que realizar una política de amplia unión con todas las
fuerzas que tomen conciencia de la situación objetiva de explotación en que ha
vivido nuestro continente, ¡que tomen conciencia! No hay que esperar que sea una conciencia
avanzada o superavanzada o marxista. Hoy
una conciencia nacionalista es positiva, una conciencia progresista es
positiva. Ojalá estuviéramos todos de
acuerdo, por lo menos, en una cosa: en
librarnos del imperialismo. ¡Todos
nuestros pueblos! Que estuviéramos ya de
acuerdo en eso (APLAUSOS).
Si todos los cristianos, si todas las religiones, si
todos estuviéramos de acuerdo en que hay que librarse del imperialismo como
cosa fundamental, ya tendríamos algo que nos uniría a todos. Un mínimo esencial, pero no de poca
monta.
Si todos en este continente hubiésemos tomado
conciencia de la necesidad de librarnos del imperialismo, si fuéramos capaces
de poner un granito de arena en ese sentido, ya eso sería un extraordinario
paso de avance en la liberación de este continente.
Desde ese punto de vista, nosotros saludamos y vemos
con simpatía y apreciamos extraordinariamente el movimiento que se ha
desarrollado en los últimos años en el seno de los cristianos. Y consideramos que tiene un gran valor en el
camino de la liberación de nuestros pueblos y en el camino de la lucha
revolucionaria. Y ese movimiento debemos
recibirlo con respeto, con satisfacción, y es nuestro deber de revolucionarios
alentarlo.
Así, de esta manera, nosotros expresamos cuál es
nuestra posición respecto a lo que pasó en Cuba y nuestra posición respecto a
esta cuestión en el ámbito latinoamericano (APLAUSOS).
(DEL PUBLICO COREAN CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS)
UN REPRESENTANTE DEL MOVIMIENTO CAMPESINO
REVOLUCIONARIO.- Comandante: en representación del Movimiento Campesino
Revolucionario queremos invitarlo a la provincia de Cautín para que conozca
allí la lucha campesina (APLAUSOS), porque creemos que nuestro pueblo hermano
de Cuba no conocerá bien el proceso de Chile si el compañero Comandante no va a
la provincia de Cautín a conocer cuál es el objetivo del Movimiento Campesino
Revolucionario (APLAUSOS).
(DEL PUBLICO COREAN CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS)
MODERADOR.- A
continuación, un representante de las Juventudes Comunistas, Antonio Leal, le
formulará una pregunta al Comandante Fidel Castro.
ANTONIO LEAL.-
Yo quiero, en nombre de las Juventudes Comunistas de la Universidad de
Concepción, formular una pregunta muy concreta.
Querido Comandante:
nosotros estamos convencidos de que lo más decisivo para nuestro pueblo,
para los trabajadores, para Chile entero, es asegurar el éxito irreversible del
gobierno popular.
En este marco, pensamos que es necesario,
absolutamente necesario analizar cuidadosamente, estudiar profundamente las
ricas experiencias que la Revolución Cubana nos deja.
Yo quiero formularle, querido Comandante, camarada
Fidel Castro, la siguiente pregunta: Nosotros
estamos empeñados hoy día en Chile en colocar al movimiento estudiantil en su
conjunto —no a un sector, a la inmensa mayoría—, junto a los obreros, a los
campesinos, a los trabajadores de nuestra patria para empujar el carro de la
Revolución. Queremos, Comandante, saber
cuál ha sido el aporte del movimiento estudiantil, de la intelectualidad en su
conjunto, al proceso revolucionario cubano.
Queremos conocer cuáles fueron y cuáles son
actualmente las tareas, en el terreno específico, que el movimiento estudiantil
emprende, pero también aquellas tareas que emprendió ayer y que emprende hoy
día para erradicar totalmente el analfabetismo de Cuba, y para poder consolidar
la gran tarea de la batalla de la producción y el abastecimiento.
Esa es nuestra pregunta. Y saludamos de corazón, con ardiente
compromiso revolucionario, a nuestro querido camarada Fidel Castro.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Bueno, lo más breve
posible. Los estudiantes jugaron un rol
importante en la lucha contra Batista, a través del movimiento de masas,
manifestaciones, que en ocasiones alcanzaron un grado muy alto de
heroísmo. Desde el primer momento en la
universidad, principalmente en la Universidad de La Habana, se organizaron los
focos de resistencia al golpe del 10 de marzo.
Y ulteriormente fueron bases los estudiantes de algunas organizaciones
que participaron en las acciones armadas, tales como la del Palacio
Presidencial, y en la organización de un frente guerrillero en la zona central
de Cuba (APLAUSOS).
De manera que se fueron creando las bases mediante las
cuales las relaciones de los estudiantes con el movimiento revolucionario
fueron muy estrechas. En nuestro país,
desde el principio, han existido óptimas relaciones entre el proceso
revolucionario y los estudiantes.
Hay que decir que los estudiantes le dieron un apoyo a
la Revolución desde el primer momento y en todo instante. Es curioso, porque en nuestra Universidad, en
aquella primera fase de la Revolución, había una composición eminentemente
burguesa, o de origen burgués, origen de clase media. Los estudiantes de nuestra Universidad, al
principio de la Revolución, no eran de origen obrero. Y no obstante, las contradicciones fueron
mínimas. Los factores subjetivos, es
decir, de conciencia, prevalecieron en nuestra Universidad. Y se logró una unión muy estrecha de obreros,
campesinos y estudiantes a lo largo de todo el proceso revolucionario.
Los estudiantes jugaron un rol importante frente a las
agresiones imperialistas. Muchos
estudiantes de Ingeniería Eléctrica, Ingeniería Mecánica, Ingeniería Civil,
constituyeron las primeras dotaciones de proyectiles tierra-aire de defensa
antiaérea, de armamento electrónico moderno, que nadie sin un nivel de
preparación habría podido manejar. Los
estudiantes se enrolaron en nuestras unidades de combate.
Y desde luego, ulteriormente la composición del
estudiantado fue cada día cambiando más:
se desarrollaron programas de superación obrero-campesina; facultades
obreras. Y hoy día en nuestra
Universidad hay una composición eminentemente de origen social humilde, de
trabajadores, de obreros, de campesinos, por la enorme facilidad que tiene
cualquier joven en nuestro país hoy día para estudiar.
En cierto momento de nuestro proceso revolucionario
hubo cierto descuido en el desarrollo de las organizaciones de masas. Hubo una fase de nuestra Revolución en que se
produjo un cierto languidecimiento de las organizaciones de masas, incluso del
Partido, porque enfrentados a determinadas tareas cayeron prácticamente todos
en una situación de comprometimiento con las actividades de desarrollo,
actividades económicas.
Ello nos obligó a nosotros a rectificar ese vicio o
ese problema que se había creado. Y en
los últimos tiempos hemos dado un enorme impulso al movimiento de masas en
nuestro país.
Saben ustedes perfectamente bien que nosotros tenemos
un Partido. Que el Partido dirige la
política de la Revolución, pero que los instrumentos de la Revolución, de la
dirección revolucionaria, del Partido revolucionario, son las organizaciones de
masas (APLAUSOS).
Nosotros tenemos a todo el pueblo organizado, ¡todo el
pueblo organizado! Las organizaciones
obreras, en primer lugar; las organizaciones campesinas; las organizaciones de
vecinos, que son los Comités de Defensa de la Revolución, organización que
tiene más de 3 millones de
miembros. Un obrero puede ser miembro
del Sindicato del centro donde trabaja y miembro del Comité de Defensa del
barrio donde vive. Si es mujer puede ser
miembro además de la organización femenina.
Si es joven puede ser, además, miembro de la organización juvenil
correspondiente.
En nuestro país la Juventud es la escuela de formación
de los futuros militantes del Partido.
Ustedes saben que nosotros seleccionamos a los militantes del Partido,
en las condiciones de Cuba, mediante asambleas donde se escogen los obreros más
abnegados, más destacados, más decididos, que muestran un mejor espíritu de
clase. En las filas de la clase obrera
esencialmente reclutamos nosotros a los militantes de nuestro Partido.
Nosotros tenemos organizados a los estudiantes
totalmente. Es decir, nuestro país es un
país donde la masa estudiantil crece y crece y crece, y se le ha dedicado a la
cuestión de la educación enorme recursos.
Tiene una gigantesca fuerza juvenil que es, sin duda, el futuro de la
patria. Nuestro país realiza enormes
esfuerzos en la educación de la juventud.
Y la juventud participa en todo, ¡en todo!: en la defensa, en el desarrollo, en la
producción, en la zafra, en todo prácticamente.
Hasta los niños en Cuba tienen su organización.
Yo les digo sinceramente: no estoy recomendando esa receta. Y sería ridículo tanto de quien lo
pretendiera como de quien nos lo imputase.
Las circunstancias en que se desarrolló nuestra Revolución son
circunstancias especiales, nos situaron en una lucha de vida o muerte, tuvimos
que defendernos muy duramente. En esa
lucha se fueron creando los instrumentos de defensa y de desarrollo de la
Revolución. Y hoy tenemos un pueblo muy
unido. Cuando ustedes vayan a nuestro
país no verán, es imposible ver, este tipo de cosas que vemos a lo largo y
ancho de Chile en el seno del movimiento popular y de las fuerzas de izquierda
que es, pues, cierta fragmentación de las fuerzas. No digo que de eso haya que culpar a
nadie. Señalo el fenómeno.
Nosotros hemos perdido un poco el hábito de presenciar
este tipo de fenómeno, fenómeno por lo demás muy interesante y de mucho
colorido. Pero en nuestra masa —y el
Rector lo sabe— puede haber una multitud de 100 000, 200 000, medio millón de
personas: ya todos nos hemos puesto de
acuerdo en los objetivos que buscamos. Y
lo que todo el mundo enarbola ya son esos objetivos. Hemos afortunadamente rebasado esta fase, que
es una fase necesaria como todas las fases:
la niñez, la adultez, la vejez y la muerte. Pero es mejor llegar a viejo que no llegar a
nacer. Quiero decir con esto que muchas
veces las revoluciones o los procesos, o las posibilidades revolucionarias se
frustran, porque los mismos revolucionarios se encargan de hacerlas fracasar,
los mismos revolucionarios se encargan de frustrarlas.
En nuestro país ni nosotros mismos creíamos que
llegaríamos a tener la situación que tenemos hoy. Cuando la Revolución triunfa, aquello era una
situación compleja, pero muy compleja.
El trabajo de unión que se hizo en Cuba durante años fue cosa seria, y
los problemas que teníamos al principio eran cosa seria. Ahora, en otra fase de la historia de Cuba,
las divisiones en el seno del movimiento revolucionario fueron mortales,
¡mortales! Ahora, afortunadamente,
nosotros hemos superado esa etapa.
¡Ojalá ustedes un día la superen!
Ojalá desarrollen el supremo arte y la suprema ciencia de llevar
adelante el proceso de su patria aun en medio de esas condiciones, y que sean
capaces de salir victoriosos a pesar de esos inconvenientes, o tal vez por esos
mismos inconvenientes.
A mí me parece realmente que las sociedades en una
fase reflejan las divisiones inevitables, el movimiento revolucionario refleja
las divisiones inevitables de la sociedad de donde surgen.
Miren, al menos ustedes tienen 4 ó 5
organizaciones. Pero la juventud
americana tiene 200 ó 300. A nuestro
país van las brigadas “Venceremos” y a veces van miembros de 100 organizaciones
diferentes. Desde luego, hay una cosa en
que están de acuerdo: en ir a Cuba, en
combatir lo de Viet Nam, y una serie de cosas en común. Ahora, sin duda que esa situación terrible de
fragmentación de fuerza en la sociedad americana obedece al tipo de sociedad
donde se han formado, donde han nacido, y a los problemas que esa sociedad ha
creado.
Pero en nuestro país, como les decíamos —y
respondiendo a la pregunta, que es lo esencial—, hay una gran unidad en todos
los órdenes. Y nuestro movimiento
estudiantil es un movimiento sólido, disciplinado, de una fuerza tremenda, que
participa junto a los demás jóvenes.
Porque nosotros tenemos también una masa juvenil que no es
estudiante: jóvenes de 17, 18, 20 años,
jóvenes obreros. Y ese movimiento
juvenil participa de manera decisiva en todo:
la defensa, la producción, el desarrollo, la batalla ideológica. Y eso es un resultado de nuestro
proceso. Y allí la juventud juega ese
papel.
Nosotros sabemos que aquí la juventud juega también un
gran papel. No estoy ni mucho menos
minimizando el papel y el rol que juega la juventud chilena. Sólo explico cómo es nuestra situación y
respondiendo a la pregunta de ustedes (APLAUSOS).
MODERADOR.-
Debo manifestar que hasta el momento están inscritos el Sindicato de
Empleados Subalternos de la Universidad, una pregunta del Movimiento
Universitario de Izquierda, del MAPU, Frente de Trabajadores Revolucionarios,
Izquierda Cristiana, Juventud Nacional y Juventud Radical Revolucionaria.
Voy a proceder a leer la pregunta entregada por el
Sindicato Profesional de Empleados Particulares y Obreros Subalternos de la
Universidad de Concepción.
Dice así:
“Compañero Comandante Fidel Castro Ruz: como usted se habrá informado por el pueblo y
los dirigentes de nuestro gobierno, a un año del gobierno popular en Chile se
han cumplido las siguientes medidas señaladas en el programa de la Unidad
Popular: se ha nacionalizado el cobre,
el salitre, el hierro, el carbón, el monopolio textil. El 65% de la banca privada ha pasado a
control del Estado. Se han llevado a la
práctica varias medidas de carácter social, como el medio litro de leche para
nuestros hijos, por ejemplo: se ha dado
un trato más justo a los ancianos:
pensión, jubilación, pensión de viudez, etcétera. El próximo año se terminará con el
latifundio, etcétera.
“A juicio suyo, compañero Fidel, ¿cree usted que en
base a estas realizaciones nuestro gobierno popular puede ser señalado como un
auténtico gobierno popular y revolucionario que abre las puertas del socialismo
a nuestra patria?”
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Esa pregunta está más o menos
contestada dentro del contexto de la primera cuestión que se planteó. Te advierto una cosa: que se van a marchar los estudiantes por la
hora, por la cantidad de preguntas, por culpa mía...
(EXCLAMACIONES DE:
“¡No!”).
MODERADOR.- En
el orden de inscripción corresponde ahora al Movimiento Universitario de
Izquierda, Remigio Castro.
REMIGIO CASTRO.-
Comandante: el Movimiento
Universitario de Izquierda de esta Universidad, que ha sido un puntal en la
lucha revolucionaria del movimiento estudiantil, quiere consultarle su parecer,
un breve análisis general acerca de la situación de la lucha por la liberación
en América Latina, y en qué medida la tesis del Comandante Che Guevara de la
vietnamización de América Latina, el crear uno, dos, tres, muchos Viet Nam,
sigue vigente aun.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Mira, yo te voy a decir una
cosa: yo creo que el imperialismo
empieza a vivir una fase de deterioro en su dominio en América Latina. Eso es resultado de una situación objetiva.
Pudiéramos decir que en este continente los factores
subjetivos han estado por detrás de los factores objetivos, porque causas y
factores objetivos suficientes para la revolución existían más de los
necesarios, para que el movimiento revolucionario se hubiera impulsado.
En realidad, los factores subjetivos han estado
subdesarrollados con relación a los factores objetivos. Pero es de tal manera crítica la situación
económica y social de América Latina, son tan graves las contradicciones de
nuestros pueblos con el imperialismo, que las posibilidades y las variantes en
que se están expresando esas contradicciones son tantas que podemos decir que
hoy día tenemos una situación diferente a la que teníamos en el año 1959, 1960
y 1961, cuando se hicieron los primeros pronunciamientos sobre la lucha
revolucionaria armada.
Es decir: las
condiciones de orden objetivo no han cambiado, sino que se han agravado. En el orden subjetivo nuevas fuerzas y nuevos
factores entran en escena, ¡entran en escena!
Y nosotros poníamos un ejemplo en el caso del movimiento cristiano. Pero nosotros podemos poner otro
ejemplo: el caso del gobierno militar
peruano.
No pretendemos que todos comprendan y entiendan este
problema, pero nosotros lo consideramos, desde nuestro punto de vista político,
una manifestación de esas contradicciones objetivas que existen entre nuestros
pueblos y el imperialismo, y que han determinado acontecimientos como los que
están ocurriendo en el Perú.
Es decir que el imperialismo está en crisis, sufre un
deterioro cada vez mayor, y las variables de lucha, las variables de lucha pues
aumentan. No ha cambiado absolutamente
nada en sentido negativo en cuanto a las posibilidades revolucionarias de este
continente, sino que se han producido fenómenos de carácter positivo.
Nosotros estamos de visita en este país, y
considerando y respetando las características especiales de este país y la
política exterior de este país, hemos evitado por todos los medios hacer
manifestaciones en concreto en lo que se refiere a la luchar armada
revolucionaria. Ese tipo de
manifestación en cualquier circunstancia, con relación al movimiento
revolucionario, la haremos en nuestro país.
Y eso se comprende perfectamente bien.
Pero sí digo que no ha habido ningún cambio en sentido negativo, y que
sí han tenido lugar en el ámbito de América Latina cambios en sentido
positivo.
Ahora mismo está presente el Frente Amplio en el
Uruguay, que tiene las elecciones el 28 de noviembre, de este mes. Frente Amplio que está librando una batalla
electoral y en el que está participando toda la izquierda: todas las fuerzas de izquierda están
participando en ese Frente Amplio.
Son situaciones, posibilidades que van surgiendo.
En ocasiones han tratado de presentar a Cuba, o a la
Revolución Cubana, o a las tesis que se han expuesto por la Revolución Cubana
en un momento determinado, en contradicción con los fenómenos que han estado
ocurriendo en algunos países como Chile, como Uruguay. Y nosotros recomendamos, a fin de que se vean
cuáles eran las posiciones desde siempre, que se lean la Primera y Segunda
declaraciones de La Habana. Ahí están
las posiciones de la Revolución. Y cosa
interesante: cuando ese movimiento
cristiano, esa toma de conciencia del movimiento cristiano no existía todavía,
cuando no se habían manifestado fenómenos de toma de conciencia en sectores
militares de América Latina, en la Declaración de La Habana se señalaba con
espíritu amplio la necesidad de ganar y sumar fuerzas, y se hablaba de la
necesidad de la unión con participación de las fuerzas: y se hablaba de los cristianos y se hablaba
de los militares. Por eso nosotros
recomendamos, para refrescar algunas de estas cuestiones, que se revisen esos
documentos.
Y les digo que nuestras posiciones y nuestras tesis, y
que eran las tesis del Che, siguen teniendo plena vigencia (APLAUSOS).
Afortunadamente estamos en un momento de mayor avance,
estamos en un momento en que el dominio imperialista se resquebraja, el poderío
imperialista se resquebraja golpeado tremendamente por el heroico pueblo de
Viet Nam, arruinado en sus finanzas con las aventuras bélicas, con la estafa de
imprimir sin medida decenas de miles de millones de papeles verdes sin respaldo
posible en oro, que es lo mismo que estafar con cheques sin fondo. Debilitado por la lucha de los pueblos y
virtualmente arruinados, agudizadas las contradicciones, nuestros pueblos se
pueden beneficiar de una situación mucho mejor que la que existía en 1959
cuando triunfa la Revolución Cubana. En
ese momento la fuerza y el poderío político y militar del imperialismo en el
mundo era tremendo, la fuerza y el dominio del imperialismo en América Latina
era tremendo. Y esa no es la situación
de ahora.
De manera que tenemos que mirar con optimismo el
futuro. Y no existen solo las
posibilidades de hace 12 años, sino que existen las que había antes y otras
nuevas posibilidades que han ido surgiendo en esta fase (APLAUSOS).
MODERADOR.-
Fernando Roble, del MAPU.
(DEL PUBLICO COREAN CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS).
FERNANDO ROBLE.-
Comandante Fidel Castro: nosotros
queremos formularle concretamente una pregunta.
Es cuestión sabida en la teoría revolucionaria de que
la clase obrera y el pueblo necesitan de la organización de sus elementos más
avanzados para poder construir el partido de la revolución y poder, por lo
tanto, a través de su acción, arrastrar a las masas y llevarlas al poder y a la
construcción del socialismo.
Nosotros queremos preguntarle si hoy en América
Latina, en las condiciones actuales de desbarajuste y de debacle imperialista,
y de avance de los pueblos, continúa vigente la tesis del partido único de la
revolución, o nuevas formas de organización nacen y se ponen en el tapete de la
lucha.
Yo no puedo desaprovechar esta oportunidad para
expresar el saludo cariñoso y combatiente del MAPU al Comandante Fidel
Castro. Y es precisamente nuestro
emblema color verde olivo el que simboliza la unidad y la profunda solidaridad
que une a nuestro partido con la lucha revolucionaria del pueblo de Cuba.
(DEL PUEBLICO COREAN CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS)
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Miren: desde nuestro punto de vista hay una cosa que
se llama lo ideal en la vida y otra cosa que se llama lo real. Muchas veces tenemos que marchar no con lo
ideal sino con lo real, muchas veces tenemos que marchar no con lo perfecto
sino con lo que tenemos.
Lo ideal en política es la unidad de criterios, la
unidad de doctrina, la unidad de fuerzas, la unidad de mando como en una
guerra. Porque una revolución es
eso: es como una guerra. Es difícil concebir la batalla, que se esté
en el medio de la batalla con 10 mandos diferentes, 10 criterios diferentes, 10
doctrinas militares diferentes y 10 tácticas.
Lo ideal es la unidad. Ahora, eso
es lo ideal. Otra cosa es lo real. Y creo que cada país tiene que acostumbrarse
a ir librando su batalla en las condiciones en que se encuentre. ¿No puede haber una unidad total? Bueno, vamos a buscar la unidad en este criterio,
en este otro y en este otro. Hay que
buscar unidad de objetivos, unidad en determinadas cuestiones. Puesto que no se puede lograr el ideal de una
unidad absoluta en todo, ponerse de acuerdo en una serie de objetivos.
El mando único —si se quiere—, el estado mayor único,
es lo ideal, pero no es lo real. Y por
lo tanto, habrá que adaptarse a la necesidad de trabajar con lo que hay, con lo
real (APLAUSOS).
REPRESENTANTE DE LOS CAMPESINOS DE LINARES.- Compañero Fidel: nosotros, los campesinos de Linares desde su
llegada a Chile hemos hecho diferentes gestiones para que usted nos visite en
nuestra provincia.
Hoy estamos aquí una delegación de campesinos de
Linares, y en nombre del Consejo Provincial Campesino, que agrupa a más de 7
000 campesinos en la provincia, queremos reiterar esta invitación
(APLAUSOS).
(DEL PUBLICO COREAN CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS).
PREGUNTA.- Comandante:
Quiero hacer una pregunta en nombre de los militantes del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR) de nuestro centro (APLAUSOS).
Comandante:
Nosotros sabemos que una de las tareas principales que se plantea toda
revolución es destruir el antiguo Estado burgués. Pues bien:
nos gustaría saber cómo enfrentó la Revolución Cubana la tarea de ir
destruyendo ese viejo Estado e ir construyendo el nuevo, el Estado
socialista.
Nada más.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Bueno, es que cuando la
Revolución toma el poder ya no había Estado burgués (APLAUSOS). La Revolución se desenvuelve en nuestro país
en determinadas condiciones. Y una
guerra violenta. No porque nosotros
quisimos esa guerra. Eso es muy
importante. Está la historia de los
documentos de la Revolución Cubana. A lo
mejor un día nosotros los publicamos, porque es que todo el mundo ha escrito de
la Revolución menos los revolucionarios cubanos. Porque nosotros siempre... Y esa tradición nos venía desde Martí. Cuando hablaba de la guerra explicaba: “la guerra inevitable, la guerra
necesaria”. Pero fue toda una filosofía
para justificar por qué y explicar por qué en nuestro país se acudía a la forma
extrema de lucha, puesto que a la patria no le quedaba ninguna otra alternativa
de obtener la libertad.
Nuestra Revolución siguió siempre en esa tónica, en
esa prédica y en ese estilo martiano.
Cómo la lucha de nuestro país fue consecuencia de una situación en que
todos los caminos estaban absolutamente cerrados, de un país que no tenía
absolutamente ninguna alternativa. Y en
esas condiciones fue que se desarrolló una lucha muy violenta en nuestro país,
una lucha sangrienta.
Si nosotros nos hubiéramos podido ahorrar esa lucha,
nos la habríamos ahorrado. Tengan la
seguridad. Si nosotros hubiéramos podido
ahorrar sangre, habríamos ahorrado sangre.
¡Seguro! (APLAUSOS.)
Ahora, después no quedó —eso en una primera fase—
poder legislativo clásico, ni poder judicial ni nada porque todo eso desapareció
el día primero de enero con el desplome del régimen batistiano. Entonces se establece un gobierno
revolucionario de facto, y en esas condiciones se establecen las leyes por
decreto. Se implanta la Constitución, se
le establecen las modificaciones que parecieron pertinentes y se le dio al
Consejo de Ministros la facultad de hacer las leyes. Y eso era una facilidad tremenda para nuestro
país. Eran circunstancias muy especiales. También hay otros países en que ha aparecido
no un proceso igual, pero las leyes se han hecho por decreto. Eran las circunstancias específicas de
Cuba.
Nosotros no nos vimos en la tarea... Nosotros hemos vivido la experiencia de
ustedes. Nosotros, si se quiere,
observamos con una gran curiosidad y un gran interés esa experiencia. Porque algunos periódicos lo han dicho: que no había ninguna experiencia en ese
campo.
Si nosotros nos hubiéramos visto en la situación de
ustedes, habríamos tenido que pensar mucho qué hacíamos y cómo lo
hacíamos. Pero, por suerte o por
desgracia, no nos vimos en esa situación y no enfrentamos ese tipo de
dificultades o de problemas con que se enfrenta hoy el proceso chileno. No tenemos fórmulas para eso. Pero yo creo que los chilenos irán
encontrando su fórmula de cómo ir resolviendo las dificultades, cómo
enfrentarse a las trabas que subsistan al ulterior desarrollo del proceso.
Pero en realidad cuando ya —nosotros— los factores
elementales existían, constituido el poder revolucionario, las leyes se hacían
por decreto. Y en esa situación, sí,
quedaban reminiscencias del Estado burgués:
el aparato administrativo...
¿Quedaban? Yo creo que todavía
quedan reminiscencias del Estado burgués en Cuba. Ojalá hubiéramos podido decir: bueno, ya allí no queda nada.
Es posible que algunos de los organismos que nosotros
creamos fueran más burgueses todavía que el viejo Estado burgués. Nosotros hicimos un intento, desde luego, de
cambiar muchas estructuras administrativas.
Pero ya estamos hablando en el terreno
administrativo. Habíamos logrado crear
las condiciones para los cambios de estructura económicos y sociales. Y aun, todavía, en ese terreno nosotros
tenemos que trabajar mucho, porque realmente nuestro país tuvo que invertir el
90% de su energía en defenderse, no en crear instituciones jurídicas,
organismos perfectos: trabajar
determinados campos: la educación, la
salud. Creó organismos para eso.
Yo creo que donde nuestra Revolución avanzó mucho fue
en las masas y con las masas, en el aspecto de su aparato político.
No estatal, sino político partidista, político como
instrumento de los revolucionarios, y las masas como instrumento de la
Revolución. Más que en el campo
propiamente después del viejo Estado burgués, con sus ministerios y eso,
nuestra Revolución avanzó en el campo político y de las organizaciones de
masas. En lo otro se habían creado las
bases, resultado de la lucha que nuestro país había sostenido, de las
especiales circunstancias de Cuba que nos hicieron partir de una situación
diferente.
De manera que nosotros la experiencia que vivimos fue
de otro carácter.
No creo que el camino de ninguna revolución sea
fácil. Y espero que los chilenos
encuentren las soluciones a esos problemas.
Es todo lo que le puedo decir, compañero
(APLAUSOS).
MODERADOR.-
Corresponde ahora hacer la pregunta a un representante de la Juventud
Nacional Universitaria.
PREGUNTA.- Compañeros universitarios: Comandante Fidel Castro, Primer Ministro de
Cuba: Usted visita nuestra Universidad y
usted ha pedido preguntas. Se la vamos a
hacer.
Le decimos a usted, señor Fidel Castro, que nos
interpreta su lucha en la Sierra Maestra y su partida como nacionalista, sin
compromisos con el capitalismo ni con el socialismo marxista.
Señor Fidel Castro:
Nosotros en este momento no estamos de acuerdo con usted. Sabiendo que en la guerrilla de Sierra
Maestra (EXCLAMACIONES DE PROTESTA)...
sabiendo que en la guerrilla de Sierra Maestra estuvieron junto a usted
trabajadores y estudiantes de diversos partidos y movimientos políticos
cubanos, nosotros le preguntamos: ¿Qué
razones ha tenido usted, señor Fidel Castro, para que en Cuba no haya
elecciones como en Chile? (EXCLAMACIONES
DE PROTESTA.)
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Fíjate: en primer lugar la mentira histórica...
(LE DICEN ALGO AL COMANDANTE FIDEL CASTRO).
¿Cómo yo no le voy a dar personalidad? ¿Vamos a negar la mentira? La mentira existe.
Dice: “Sabiendo
que en la guerrilla estuvieron junto a usted trabajadores y estudiantes de
diversos partidos y movimientos políticos...” Esa no es la verdad. Nuestro primer núcleo guerrillero se organizó
con gente que no era de diversos partidos políticos, sino gente que nosotros
habíamos reclutado con nuestro movimiento.
Y los que constituyeron el núcleo de nuestro Ejército Rebelde, obreros y
campesinos sin partido, ¡sin partido!
(APLAUSOS.) O que habían sido
alguna vez incluso de partidos tradicionales.
Porque sabido es que los partidos tradicionales a veces tienen a un
guajiro en su partido y a un obrero en su partido, por la mentira. Porque son irreconciliables los intereses del
explotador y del explotado. ¡Son
irreconciliables! (APLAUSOS.)
Sin embargo, en nuestro país veíamos muchas veces a un
campesino, a un obrero, afiliado a un partido de derecha, afiliado al partido
de sus enemigos de clase. ¿Qué es
eso? Falta de conciencia política. Nuestra Revolución les dio conciencia
política a los obreros y a los campesinos.
Ahora, ustedes posiblemente ignoren que al triunfo de
la Revolución todavía nosotros manteníamos la consigna de elecciones, ¡la
manteníamos! ¿Por qué? Por lo que dijimos: el programa del 26 de Julio todavía no era un
programa socialista. No quiere decir que
nosotros no fuéramos socialistas. Yo no
voy a decir que era comunista, pero yo había tenido la gran suerte de haber
pasado un proceso intelectual especial:
hijo de terrateniente —tenía razón para ser reaccionario—: educado en colegios religiosos donde iban los
hijos de los ricos —una segunda razón para ser reaccionario—: viviendo en un país como Cuba, donde todas
las películas, donde el cine, todo lo que se publicaba y se exhibía era “Made
in USA” —tercera razón para ser reaccionario—:
ingreso en una universidad donde de 20 000 estudiantes solo había 30
estudiantes antiimperialistas, y entre esos 30 estaba yo, al final. Cuando ingresé había acabado de salir del
colegio el hijo del terrateniente, analfabeto político por añadidura. ¡Y estudiando economía política burguesa!
Y óigase esto:
A mí sí que no me agarró un miembro del partido, un comunista, un socialista,
un extremista y me adoctrinó. ¡No!
A mí me dieron a leer un libraco así, infernal,
infumable, insoportable, donde se pretendía explicar la economía política —¡y
se llamaba economía política! Pero aquel
libro infumable, insoportable, no dejaba de señalar como la ley más natural del
mundo las crisis de superproducción, etcétera; y no dejaba de mencionar aquel
fenómeno de cómo en Inglaterra cuando había mucho carbón había obreros que no
tenían carbón, porque en virtud de las leyes inexorables, naturales e
inmutables de la historia de la sociedad y de la naturaleza, se producen
inevitablemente las crisis de superproducción, y cuando viene la crisis viene
el desempleo, y cuando viene el desempleo el obrero no gana. Habiendo mucho carbón, un obrero se muere de
frío o se muere de hambre. Y así por el
estilo.
Y aquel hijo de terrateniente, educado en colegios
burgueses, en la literatura yanki, empezó a pensar que algo andaba mal allí,
que aquello era un poco disparatado.
Pero como tenía un espíritu que pudiéramos llamar noble... Hay que decir que la enseñanza cristiana era
bastante atrasada. No obstante, los que
a mí me educaron debo decir con honestidad que ciertos rasgos positivos del
carácter humano los desarrollaron. Y hay
que decir que yo debo haber tenido alguna influencia en que los rasgos
positivos que todos tenemos se desarrollaran.
Por suerte no se desarrollaron los negativos que habrían podido
desarrollarse.
Yo por eso me siento afortunado de ser hijo y no nieto
de terrateniente. Porque siendo hijo de
un terrateniente que surge, por lo menos nací en el campo, viví mucho con los
campesinos, con la gente humilde, que eran todos mis amigos. Todavía si yo hubiera sido nieto de
terrateniente, ya posiblemente mi padre me hubiera llevado a la capital,
hubiera vivido en un barrio superaristocrático, y mis factores positivos no
habrían podido rebasar la influencia del medio, y habría prevalecido el egoísmo
y todas esas cosas que los seres humanos tenemos (APLAUSOS y EXCLAMACIONES).
Por suerte, yo entiendo que en esa escuela se
desarrollaban algunos de los factores positivos. Cierta racionalidad idealista, cierta idea
del bien y del mal, muy sencilla, muy elemental; cierta idea de lo bueno o de
lo malo, lo justo o lo injusto: cierto
espíritu de rebeldía contra la imposición, la opresión, me condujeron
sencillamente a ponerme a racionalizar la sociedad humana, y terminar
convertido en lo que después me di cuenta que yo era: un comunista utópico. No había tenido la suerte todavía ni de
encontrarme con un comunista, ni con un documento comunista.
Hasta que un día me cayó en las manos el Manifiesto
Comunista, ¡el Manifiesto Comunista!, el famosísimo Manifiesto Comunista
(APLAUSOS). Y cuando leo alguna de
aquellas frases que nunca se me podrán olvidar, como aquellas: “Ustedes los burgueses nos queréis acusar de
querer abolir la propiedad privada, pero es que la propiedad privada está
abolida para las nueve décimas partes de la población, y solo puede existir
para el resto a condición de que no exista para los demás” (APLAUSOS). “Ustedes los burgueses nos acusáis de querer
comunizar a las mujeres...” —¡qué frase aquella!— “nos acusáis de querer
comunizar a las mujeres y es que ustedes los burgueses ven en las mujeres un
instrumento de producción, virtualmente una cosa, y no conformes con prostituir
a las hijas y a las mujeres de los obreros se complacen en mancornarse
mutuamente” (APLAUSOS).
¡Qué frases!
¡Qué verdades! ¡Qué verdades que
veíamos todos los días! ¡Qué
verdades! Y así por el estilo. Cuando explica la sociedad de clases, cuando
explica todo aquello, para mí fue como una revelación, a un comunista utópico
que creía que el mundo podía funcionar de una manera: en virtud de la racionalidad. Estaba muy lejos de poder imaginarme la sociedad
humana producto de la evolución, producto de las leyes de la historia, de las
leyes dialécticas, no de las leyes inmutables.
Entonces, cuando veo todo aquello: el origen de la sociedad humana, la división
en clases, todo, fue tan persuasivo para mí que me quedé maravillado, me quedé
convertido a aquellas ideas. Ahora, ¡qué
lejos estaba de ser un comunista!
Tenía bastantes ideas en la cabeza. No pertenecía a ningún partido. Me había autoadoctrinado yo mismo. No tenía ni una idea clara de lo que era el
imperialismo. No había leído todavía El Estado y la revolución, ni había
leído El imperialismo, fase superior del capitalismo, dos libros de Lenin
superfenomanales, que me dieron luz sobre aquel bosque en que yo vivía. Porque yo me sentía algo así como un
animalito que nació en un bosque, pero no entendía aquel bosque; y de repente
surge un plano del bosque, una descripción del bosque, una geografía del
bosque, de todo aquello. Y me orienté. ¡Y fíjense si estaba claro Marx, que si
nosotros no hubiéramos tenido esa orientación, no estaríamos aquí en este
momento! ¡No estaríamos aquí! (EXCLAMACIONES.)
Ahora, ¿era un comunista? No.
Era un hombre que tuvo la fortuna de descubrir una serie de ideas. Y mucho antes de acabar de ser un comunista
hecho y derecho, ya estaba envuelto en la vorágine de la crisis política de
Cuba. Ya estaba envuelto en la vorágine,
y todavía no me habían ni reclutado. Me
autorrecluté yo mismo. Y empecé a
luchar.
Ahora, yo seguí avanzando ulteriormente. Después aprendí mucho más, porque después vi
toda la teoría convertida en realidad, y al imperialismo tuve oportunidad de
conocerlo algo más concretamente que en el libro de Lenin: lo conocí desde Cuba, a 90 millas. He tenido oportunidad de conocer al
imperialismo, y al peor y más agresivo de todos. Porque el inglés, que fue el que estudió
Lenin —los imperialismos de fines de siglo fundamentalmente, entre ellos estaba
también el americano, y de la primera fase del siglo presente—, era un
imperialismo benigno comparado con este imperialismo que hemos conocido
nosotros. Y la vida me ha ido haciendo,
a mi juicio, comprender mejor la realidad.
Me ha ido haciendo más revolucionario, más socialista, más
comunista.
Ahora, yo decía aquí que nuestro programa no era todavía
un programa socialista. Era un programa
burgués, digamos, un programa avanzado...
No voy a decir tampoco burgués.
No sería en puridad de concepto exactamente eso. Era un programa social avanzado. Ese era el programa que nosotros teníamos
cuando el Moncada.
¿Era el programa que yo habría querido? ¡No!
En la sociedad humana hay individuos que tienen las ideas mucho más
claras, están más avanzados ya en una fase determinada. Era a nuestro juicio demasiado ambicioso en
aquella circunstancia —y tendría que explicar largamente por qué, con todos los
detalles— proponerse un programa más elevado, un programa más avanzado en
aquella época. No era realista en
absoluto, no lo habría entendido nadie:
apenas habría podido conquistar a nadie.
Hicimos el programa máximo que a nuestro juicio estaba
en condiciones de comprender un país cuyo estudiantado, de 15 000, nada más
tenía 30 antimperialistas en su seno. Yo
creo que da idea del atraso político en que vivía Cuba en aquella época. Por eso nuestro programa no era más
avanzado.
Nosotros éramos más avanzados: pero nosotros andábamos con nuestros libros
de Marx, de Engels, de Lenin. Estábamos
estudiando. Yo lo primero que le hacía a
cada uno de los compañeros de la organización era un adoctrinamiento —lo que llaman adoctrinamiento. Pero me resultaba fácil, porque manejando las
verdades esenciales, ante cualquier corazón noble, ante cualquier inteligencia
clara, ante cualquier ser honesto, las verdades del marxismo son irrebatibles y
conquistan a cualquiera. ¡Son
irrebatibles y conquistan a cualquiera!
(APLAUSOS.) Y cuando nosotros
fuimos al Moncada íbamos leyendo esos libros.
Ahora, todavía nosotros estábamos en el marco de la
democracia burguesa y del parlamentarismo.
Todavía estábamos en esa fase. ¿Y
habríamos seguido en esa fase? Sí. Habríamos seguido. Porque nosotros mismos después no nos dimos
cuenta, cuando la Revolución se desató, hasta qué grado las masas habían
avanzado. ¿Y saben quién no quería las
elecciones? ¡No lo van a creer! ¡No lo van a creer! El pueblo.
La primera vez que a nosotros nos llama la atención el
fenómeno del avance que había dado el pueblo, es en una concentración
multitudinaria, y sin que nadie lanzara ninguna consigna, ninguna cosa, se
habla de elecciones. Y empieza a decir
todo el mundo: “¿Elecciones para
qué?” “¿Elecciones para qué?”
“¿Elecciones para qué?” La masa sola
(APLAUSOS).
Al fin y al cabo yo soy un señor que tiene
responsabilidades políticas en Cuba —al fin y al cabo—: al fin y al cabo yo puedo ser un enemigo
interesado de la democracia: al fin y al
cabo va y yo soy un individuo que tengo una ambición de poder terrible y que no
quiero que me muevan de un cargo, y, por lo tanto, soy por ello un enemigo
jurado de las elecciones. Yo creo que
sería mucho mejor que cualquiera de los lectores de algunas de esas
bibliografías que tanto nos menoscaban, que nos insultan y nos llaman tiranos,
etcétera, etcétera, etcétera, lo mejor que puede hacer... Y sobre todo, tú mismo, una persona que ha
tenido el valor de venir aquí a hacer su pregunta. Te han criticado algunos, pero yo te
apoyé. ¿Por qué? Porque prefiero a la gente que tiene el valor
de venir y discutir y plantear una cosa, y la respeto. Pero yo te propongo lo siguiente: que organices un viaje a Cuba, te metes en
todas las fábricas, en todos los sindicatos, con los campesinos, con los
estudiantes, y les hagas a ellos la pregunta de por qué en Cuba no hay
elecciones (APLAUSOS y
EXCLAMACIONES).
MODERADOR.-
Francisco Pérez, en nombre de la Izquierda Cristiana. Posteriormente, un miembro de la Juventud
Radical Revolucionaria.
FRANCISCO PEREZ.-
Compañero Fidel Castro: la
Organización de Izquierda Cristiana es una organización nueva, que nace
fundamentalmente en los momentos en que un grupo de demócratas cristianos
comprenden que desde dentro de la democracia cristiana, a pesar de tener una
serie de postulados ideológicos, no es posible —por su inconsecuencia en la
práctica, que a la larga la está llevando a ser el nuevo baluarte de la reacción
en Chile—, no es posible construir ni ayudar a construir el socialismo en
nuestro país, del cual tanto y tanto se habla en las formulaciones doctrinarias
de la democracia cristiana.
La Izquierda Cristiana la conforman un grupo de
cristianos y no cristianos que aceptan los valores de inspiración cristiana y
humanista, y que por lo tanto saben que el primer deber de los laicos en
política y de los cristianos en política es comprometerse con la liberación de
su pueblo, y la liberación de su pueblo —de nuestro pueblo— hoy día se llama
socialismo.
A nosotros nos interesa una cosa, Comandante Fidel
Castro, usted que es una persona que ampliamente conoce la realidad en el
terreno de la teoría y de la práctica, ¿son los cristianos, Comandante Fidel
Castro, solo un aliado táctico en el proceso revolucionario? ¿O son los cristianos, a su manera de ver,
aliados estratégicos de la revolución en la medida en que los cristianos sean
cristianos de izquierda?, porque los hay de derecha y de izquierda.
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Le digo sin vacilación mi
pensamiento: nosotros debemos ver a los
cristianos de izquierda, a los cristianos revolucionarios como aliados
estratégicos de la revolución. No
compañeros de viaje ni cosas de esas.
¿Está claro?
(APLAUSOS.)
MODERADOR.- La
última pregunta corresponde a un miembro de la Juventud Radical
Revolucionaria.
ESTUDIANTE.-
Compañero Fidel Castro: en el día
de ayer usted se refirió en el estadio regional a que uno de los principales
problemas que deben superarse en el proceso revolucionario es el
sectarismo. ¿En qué forma usted supera o
superó en el proceso revolucionario cubano el sectarismo? ¿Cómo y dónde ve el sectarismo en Chile?
CMDTE. FIDEL
CASTRO.- Yo creo que los sectarismos son
consustanciales de todos los procesos, y están presentes como el
resfriado. Así es que yo creo que hay
que dar les un tratamiento: tomar
conciencia de ellos, ¡tomar conciencia!
Y yo creo que si se toma conciencia de lo que es, en
qué consiste, los problemas que pueda tener, esto es independiente de los
puntos de vista ideológicos y de las posiciones ideológicas. Porque comprendo que hay análisis y más
análisis, y lucha por encontrar una mejor solución y que hay que discutir y
tratar mucho. Pero es casi consustancial
de una fase del proceso.
Yo creo que nosotros seríamos idealistas si llegamos a
decir: no va a haber ningún sectarismo
en ninguna organización, porque en general va a haber sectarismo y lo va a
haber en todas. Nuestra organización era
sectaria. Y yo les digo que nosotros en
nuestra organización teníamos a los que estaban en el llano y a los que estaban
en la Sierra, y a veces no coincidíamos.
Y teníamos discrepancias y problemas, todo ese tipo de cosas. Yo creo que es como el resfriado. Nosotros seríamos unos idealistas si
decimos: no va a haber.
Yo digo que debemos tomar conciencia de que existe, de
las consecuencias que acarrea y de la necesidad de luchar contra el
sectarismo. Pero hay una cosa peor: la necesidad de luchar contra la
desunión. Yo no digo que se pretenda
unificar los criterios. Eso no sería
realista. Pero sí que es imperioso para
toda la izquierda buscar de alguna manera acuerdos sobre los puntos fundamentales
que tienen que ver con el presente y el futuro de Chile. Bueno, eso es inobjetable. Yo no tendría que estar hablando sobre
esto. Pero me hacen la pregunta y yo
digo de verdad qué cosa sería lo más importante, lo más decisivo en medio de
todos los problemas que puede tener el país.
Y yo diría: que su izquierda
busque coincidir en las cuatro o cinco cuestiones esenciales del presente y el
futuro del país.
Si me fueran a preguntar yo diría eso. En medio de todos los demás problemas. Porque yo sí sé que todo proceso social,
político, revolucionario, es muy complicado y es muy difícil. Si encima de eso muchas energías se
dispersan, entonces las consecuencias pueden ser muy malas, las consecuencias
pueden ser muy dañinas para el proceso.
Es todo lo que yo, a grandes rasgos, quisiera
responder de esa pregunta. En
conversaciones más íntimas, más cerca, no públicas, pues yo puedo extenderme
más en análisis, en argumentos, en criterios, si me hablan sobre este
tema. Públicamente no tengo por qué
añadir nada más (APLAUSOS).
MODERADOR.-
Muchas gracias, Comandante.