DIALOGO DEL COMANDANTE
FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE
CUBA y PRIMER MINISTRO DEL
GOBIERNO REVOLUCIONARIO, CON LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD TECNICA DEL
ESTADO DE SANTIAGO DE CHILE, EL 29 DE NOVIEMBRE DE 1971
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUÍGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Autoridades de
la Universidad Técnica del Estado;
Estudiantes de
las Universidades de Chile:
Vamos a hacer un pequeño esfuerzo en aras de la posibilidad
de que se facilite el contacto. Les voy
a rogar a todos, de ser posible —y creo que es posible que puedan—, en este
momento plegar las banderas. Ya se están
plegando. Muchas gracias. Para ayudar un poco a este acto, a este acto
realmente concurrido. Me parece un acto
muy concurrido. ¡Ojalá el sol no los
agote y ojalá yo no los aburra!
(EXCLAMACIONES DE:
"¡No!" )
Trataremos de conversar. Y antes de empezar el diálogo solo quiero
decir una impresión, la impresión que nos da esta masa y esta juventud y este
acto. Las palabras demasiado literarias
están de más, pero hay que decir de alguna manera que este es un hermoso acto,
y que tiene vida, que tiene color, que tiene calor humano, que tiene entusiasmo,
que tiene voluntad, que tiene patriotismo, que tiene espíritu
revolucionario. Y es bueno eso, porque
el espíritu revolucionario debe estar presente, el espíritu revolucionario debe
hacerse ver.
Hay que armar los espíritus. Cuando el espíritu está armado, el pueblo es
fuerte. Y cuando el fascismo asoma,
armar los espíritus revolucionarios: cuando el fascismo se moviliza, cuando
el fascismo se moviliza nace con todas las características de fascismo —y esto
sin palabrería, viéndolo con toda claridad.
Entonces este espíritu que vemos en la juventud es el espíritu que a
nuestro juicio puede dar la batalla. Ese
espíritu de las masas es lo que puede contener la ofensiva fascista que asoma
sus orejas. Y lo digo no a título de
visitante. Si me permiten, lo digo a
título de víctima, porque los he visto en acción, con todos los atributos del
fascismo, despertando sentimientos ruines, agitando los odios de clase,
agitando egoísmos, apetencias, demagogias, intrigas, mentiras, insolencias, sin
ningún limite.
Y eso es lo que se puede esperar de ellos, y mucho
más. Y lo que dije lo digo o lo dije a
título de víctima, porque he sido en cierta forma víctima de las groserías y de
las cobardeas y de las mentiras de los fascistas. Baste decir que en algunos lugares hemos
llegado, después de horas y horas de interminable caminar, batallar, digamos
incluso trabajar... No hemos escatimado
un día de trabajo, un segundo, no nos ha importado dormir o no dormir. El sentido de la amistad, el sentido de la
solidaridad, el sentido de la reciprocidad con el pueblo chileno nos ha
motivado. Si cuando llegábamos a un
lugar de campesinos nos daban un cuerno de vino o un tarro de vino —como lo
llamen ustedes— y decían:
tiene que tomárselo hasta el fondo; si en otro lugar nos daban
una empanada de pino, ahí estaban todos presentes muy democráticamente y muy
libremente. Y hubo quienes se dedicaron a sacar fotos de cuando empinaba
el cuerno o me comía la empanada de pino para venir a relacionar la cosa más
sencilla, más amistosa, más afectuosa del pueblo, con los problemas económicos
o con los problemas del desabastecimiento, o lo que les dé la gana, y de una
manera grosera tomarse la libertad de utilizar todo eso como arma venenosa y
baja (APLAUSOS). Y es de las cosas menos
groseras, y es de las cosas menos groseras y ruines que han dicho y han
hecho.
Y ahí tienen su "libertad", su celebérrima
"libertad":
usar esas armas y esos procedimientos sin que nadie tenga el
derecho de preguntarles a los directores y a los dueños y a los inspiradores de
tales libelos qué hicieron ayer por la noche en sus casas (APLAUSOS).
Por ahí debe haber alguno. Y si ustedes dicen: "No se acerquen, porque estamos
en el acto muy biológico de consumirnos una empanada", van a decir: "¡Ah!
¡Sacrilegio! ¡La libertad de
prensa está en peligro!" (APLAUSOS.)
Por eso, haciendo uso del modesto derecho de réplica
(RISAS), y ajustando el 0,01% de cuentas, permítaseme haber expresado estos
criterios de los farisaicos, de los mercaderes, de los hipócritas que actúan
con ese odio que Martí llamaba "el odio que nace babeante del vientre del
hombre" (APLAUSOS).
Y por lo demás, estamos a disposición de los
estudiantes universitarios para un diálogo libre sobre los temas que deseen,
para responder lo que pueda, lo que sepa o lo que me permitan las circunstancias
(APLAUSOS). Con cualquier
estudiante. No me interesa una pregunta
preelaborada ni nada. Diálogo libre,
incluidos "momios" (APLAUSOS).
Y ojalá sea diálogo, para no verme obligado a largos temas
magisteriales. Responder lo más rápido,
breve y sintéticamente.
He tenido ya un acto en organismo internacional, he
expuesto las ideas. Invertí algunas
energías, algún fósforo, que no ha sido recuperado (RISAS). Pero me queda la mejor disposición de
responder a las cosas que les interesen, con el mayor gusto.
Tienen ustedes la palabra.
JUAN GUTIERREZ (Juventud Socialista).- Compañero
Comandante Fidel:
usted ha dicho también en Chile muchas veces que valora el aporte
que los cristianos pueden y deben hacer al proceso de construcción del
socialismo, y que no es solo una frase esa del Che que afirma, refiriéndose a
la realidad latinoamericana, que cuando los cristianos se comprometan con la
revolución, la revolución será invencible.
La organización de Izquierda Cristiana, a la que
represento en este momento, se formó hace tres meses para reunir y organizar a
todos los cristianos que quieren comprometerse decididamente con la
construcción del socialismo.
Simultáneamente con la integración nuestra al trabajo
en la base, compañero Fidel, que ya estamos haciendo por una invitación de la
Unidad Popular, que conduce el proceso en este momento, hemos decidido
integrarnos también a los organismos de dirección política.
Para dar este último paso, la Izquierda Cristiana ha
planteado la necesidad de corregir algunas deficiencias importantes.
Ellas son: fin a las prácticas sectarias, que
restan apoyo popular a la base del proceso (APLAUSOS); fin al "cuoteo" de los cargos, que conduce a que gente no
idónea ocupe cargos de responsabilidad importante para el avance del proceso
(APLAUSOS): creación de una instancia
superior de conducción política para evitar la dispersión de esfuerzos y
superar las diferencias internas que puedan producirse.
Nosotros quisiéramos saber, compañero Fidel, si en la
Revolución Cubana se dieron estas deficiencias que hoy existen en el proceso
chileno y si a usted le parece una práctica revolucionaria lo que nosotros, los
cristianos de izquierda, estamos haciendo de frente al pueblo por superar estas
deficiencias.
Gracias, compañero Fidel.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Bueno, las circunstancias en Cuba el 1ro de Enero eran diferentes,
derivadas de nuestro camino. Cada camino
tiene sus leyes: el
nuestro tuvo las nuestras, el de ustedes tendrá las de ustedes (APLAUSOS).
Son inobjetables los planteamientos. Hay algunos conceptos que a veces no los
comprendo bien, porque se habla de sectarismo, pero cada uno tiene su
connotación y a cada uno le pregunto qué entiende por eso. Al parecer, no hay todavía acuerdo sobre el
contenido del concepto. Pero no hay duda
de que los sectarismos deben ser combatidos vengan de donde vengan
(APLAUSOS).
Dos. Usted me
hace una pregunta que se refiere no sé si a algún problema actual. Pero en el terreno pleno de la teoría debe
buscarse, en una situación de lucha del pueblo, el principio máximo de la
eficiencia con espíritu revolucionario.
Es indiscutible que esa palabra que ustedes llaman
"cuoteo", en el sentido que yo la entiendo,
superar este tipo de problema que responde simplemente a viejas normas, no hay
duda de ninguna clase que en un proceso revolucionario, si a mí me preguntan,
yo digo que debe ser superado.
Oí decir algo de instancia superior. ¿De qué?
JUAN GUTIERREZ.-
Instancia superior de conducción política.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
No hay duda:
instancia superior de conducción política.
Hasta ahí estas tres cosas muy buenas. Habría que preguntarse solo si son
suficientes. Pero cuando se logran por
lo menos tres buenas es un buen camino, es un buen comienzo, aunque falten seis
más por lo menos. Pero ese es un
problema de ustedes los chilenos.
Entonces es muy correcta esa frase: lo que significa estratégicamente para
la revolución el que los cristianos tomen conciencia revolucionaria. Porque independientemente de los problemas de
clase, se puede suponer que un superreaccionario apegado a los bienes de esta
tierra, y muy en contra de sus propios preceptos que dicen ser sus preceptos de
conciencia, defienda lo egoísta, defienda lo antipueblo. Puede ocurrir.
Nosotros conocimos algunos tipos de esos
cristianos. Eran cristianos que pensaban
que el reino estaba en este mundo, cristianos que no entrarán en el reino de
los cielos, porque en su propia doctrina escribió, o dijo su inspirador, que "será
más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico en el reino
de los cielos" (APLAUSOS). Y
todavía realmente no hemos podido explicarnos cómo un camello pueda entrar por
el ojo de una aguja.
Ahora, hay muchos cristianos obreros, campesinos,
trabajadores humildes, o estudiantes, o técnicos, hombres y mujeres del pueblo,
pequeños productores, hay muchos a los que tratan de engañar, de crearles una
conciencia anticlase, utilizando incluso si es
preciso los propios sentimientos religiosos.
¡Desconfiar de esos, desconfiar de tales
prácticas!
Y por eso nosotros vemos el papel de los cristianos
revolucionarios, de la izquierda cristiana: ganar a esas masas numerosas de
obreros, de campesinos, de estudiantes, de hombres y mujeres humildes del
pueblo a la causa de los intereses de sus patrias, a la causa de los intereses
de los humildes y de los explotados.
Y será un servicio extraordinario al movimiento
revolucionario en cualquier país y en América Latina, tan importante como
importante es el movimiento en este continente.
Y por eso nosotros decíamos que la alianza no era
táctica, que no se trataba de la teoría de los compañeros de viaje, sino
sencillamente de la alianza estratégica.
Hay que unir esas fuerzas y hay que unir esos elementos, porque el
imperialismo no es débil:
el imperialismo es poderoso.
Y hay que sumar fuerzas para derrotarlos y derrotar a sus aliados.
Esta es nuestra concepción, que con toda franqueza la
expresamos (APLAUSOS).
Por favor, no me retraten que voy a tomar agua
(RISAS).
HERIBERTO PINTO.- Compañero Fidel: reciba el saludo caluroso de las
juventudes comunistas, y aprovechando su presencia en la Universidad Técnica le
pedimos que lleve y exprese nuestro sentimiento de amistad y solidaridad a la
juventud y al pueblo cubanos.
Compañero Fidel, mi pregunta es: según su opinión qué hechos
sobresalientes caracterizan el proceso revolucionario chileno y qué significado
histórico le ve usted al mismo.
Gracias, compañero Fidel.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Hechos sobresalientes: aprovechó las condiciones
específicas, las posibilidades concretas de Chile, dentro de determinadas
circunstancias legales e institucionales.
Aun dentro del Estado capitalista burgués y de sus instituciones,
unieron fuerzas y abrieron una brecha, y la abrieron por vías pacíficas.
Desde luego, no hay que olvidar lo siguiente: que en la historia
los que han aplicado la violencia no son los revolucionarios, sino los
contrarrevolucionarios (APLAUSOS); y que
el estado histórico de clase ha sido un estado de violencia y de represión. Y que no son los revolucionarios los que la
buscan. El movimiento popular se ha
ceñido a esas leyes, a esos principios, a esas instituciones. Pero si buscamos la experiencia histórica, no
tenemos ninguna seguridad de que los reaccionarios, los fascistas, no vayan a
acudir a la violencia (APLAUSOS).
De manera que ese es el primer hecho histórico —y
primera vez en la historia—, de extraordinaria importancia.
Creemos que el deber de los revolucionarios en estas
circunstancias es luchar por esa abertura, por esa puerta que han abierto. Y defenderla: defenderla por los medios legales,
defenderla por los medios de masas, y defenderla por los medios que sean
necesarios (APLAUSOS).
La historia enseña.
La historia y la vida los enseñará a ustedes. Recordemos la historia de Francia, las luchas
civiles en 1848; recordemos el 18 Brumario; recordemos el fascismo en Italia: recordemos el
fascismo en España; recordemos el fascismo en Alemania: en qué base social se apoyaba, en qué
métodos, en qué movilizaciones, en qué ardides, en qué trucos, en qué leyes y
en qué violencia. Los regímenes más
violentos que ha conocido la historia: regímenes carniceros,
sangrientos. La historia enseña
eso.
¡Ojo vizor con las
enseñanzas de la historia! ¡Conciencia alerta,
espíritu vigilante, decisión de luchar y de combatir en los terrenos en que les
presenten la batalla! (APLAUSOS.)
La experiencia chilena es una experiencia singular e
histórica. Los pueblos vuelven los ojos
hacia Chile para ver, para aprender. Han
visto el camino emprendido por ustedes.
Ahora observarán cómo defienden ustedes ese camino; ahora de nuevo
tratarán de observar cómo se comportan en Chile las leyes históricas, qué hace
la reacción, qué hace el fascismo, y qué hace el pueblo.
Esas son, a nuestro juicio, las características más
sobresalientes de esta experiencia y de este momento (APLAUSOS).
LUIS NUÑEZ.-
Compañero Comandante Fidel: Usted en Concepción dirigiéndose a los
estudiantes les dijo que la situación política por la que atravesaba el país
era un proceso revolucionario, pero que no siempre un proceso revolucionario
lleva a la revolución. A nosotros nos
interesa que usted establezca cuáles son las diferencias entre esos dos
conceptos, es decir, entre un proceso revolucionario y una revolución.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Un proceso es un concepto dialéctico.
Un proceso es un camino. Un
proceso revolucionario es una brecha que se abre en la dominación de clase de
los monopolios, los oligarcas y los explotadores. Una revolución es cuando el proceso ha
avanzado, una revolución es cuando el proceso se ha consolidado, una revolución
es cuando los cambios son irreversibles (APLAUSOS).
Nosotros diríamos que hoy ya en nuestra patria la
Revolución está consolidada y que los cambios son irreversibles. Podemos ser aniquilados físicamente, si se
quiere; pudieran intentarlo —y no sería tan fácil— los imperialistas: invadir nuestro
país, matar hasta el último hombre. Eso
es teóricamente posible. Difícil en la
práctica. Lo que ni en la teoría ni en
la práctica será posible:
hacer retroceder las ruedas de la historia. Lo que ni en la teoría ni en la práctica será
posible: volver
atrás.
En nuestro país podemos hablar ya de un proceso
consolidado. La Revolución todavía es
mucho más, todavía es mucho más si vamos a su concepto más amplio y más cabal,
porque todos los días descubrimos nuevas formas, nuevas posibilidades de
avance.
Por eso, pensamos que hay todavía infinitas
posibilidades y que la sociedad nueva abre las posibilidades de un cambio
ininterrumpido, de un avance ininterrumpido en la sociedad humana.
Muchas revoluciones han sido procesos. Hemos hablado incluso de la Comuna de París,
para poner un ejemplo. Hay otros muchos
casos. En ocasiones las revoluciones son
aplastadas, e históricamente lo que se sabe es que cobran un precio muy alto en
sangre los reaccionarios cuando aplastan las revoluciones. Y lo que hemos dicho es que aquí se ha
iniciado un proceso revolucionario. Se
concluye de eso que hay que trabajar, hay que luchar, hay que hacerlo avanzar,
hay que consolidarlo, hay que defenderlo, hay que hacer todos los esfuerzos
para que se convierta en lo que nosotros llamamos una revolución, cuando ese
proceso se haya consolidado (APLAUSOS).
La cuestión es realmente de concepto. Ustedes son estudiantes. Sabemos que ustedes deben saber de esto
bastante, más que suficiente. Yo no soy
aquí más que un alumno al que le hacen determinadas preguntas y se ve en el
deber de responder (APLAUSOS).
FRANET VERA (MAPU).-
Compañero Fidel:
en primer lugar queremos saludarlo muy fraternalmente, en nombre
de los estudiantes del MAPU y en usted saludar también al glorioso pueblo de
Cuba.
Queremos preguntarle algo que para la juventud y el
proceso revolucionario chilenos tiene una gran importancia: los trabajos voluntarios.
Los estudiantes chilenos han encontrado en los
trabajos voluntarios una gran fuerza movilizadora y
una fuente de conocimientos y experiencias que les permite tomar conciencia en
la práctica de qué cosas le interesan al pueblo y al desarrollo del país,
entregándole fuerzas para impulsar la transformación de la universidad de
acuerdo con esas necesidades.
Al respecto, sabemos que en la Cuba revolucionaria los
estudiantes universitarios, encabezados por su organización nacional, la FEU,
han recogido una valiosa experiencia.
Nosotros quisiéramos preguntarle lo siguiente: en primer lugar,
cuáles son los factores que han permitido en Cuba el gran desarrollo que los
trabajos voluntarios han alcanzado; cuál es el carácter que tienen esos
trabajos voluntarios; y cómo han influido en el desarrollo de la conciencia de
los estudiantes. Y por último, compañero
Fidel, qué efectos han tenido los trabajos voluntarios de los estudiantes en el
proceso de transformación de las universidades cubanas.
CMDTE. FIDEL CASTRO.- Mira: nosotros vemos el trabajo voluntario
en el contexto del proceso y en el deber que tienen los revolucionarios de
luchar por todos los medios, en todos los frentes, por consolidar sus
posiciones. Entre ellos, contrarrestar
los intentos saboteadores de la reacción a la economía, el intento de
consolidar la economía en las áreas sociales.
Eso es, desde luego, pudiéramos llamar, su fundamento económico. Incluso su fundamento político.
Pero hay además lo siguiente: que nosotros vemos en el trabajo voluntario
un instrumento de formación, un instrumento pedagógico, a fin de evitar que los
estudiantes se conviertan simplemente en trabajadores intelectuales, a fin de
que los estudiantes se familiaricen con las realidades, a fin de que los
estudiantes —en dos palabras— se formen como revolucionarios.
Nosotros lo hacemos por razones políticas, por razones
económicas. Pero cada vez lo hacemos más
por razones pedagógicas. Y digamos que
si el país va a ganar, ya en las condiciones de nuestro país, con la más amplia
participación del pueblo en esos trabajos, desde el punto de vista pedagógico
ganará nuestra juventud.
El trabajo voluntario se ha desarrollado mucho en
Cuba. Che fue el iniciador de esos
trabajos voluntarios. Tiene hoy una gran
fuerza en los estudiantes, en el pueblo en general.
Es más: en las
condiciones de nuestro país, donde falta fuerza de trabajo, donde tenemos que
resolver muchos problemas, ya —por ejemplo— la construcción de viviendas y
otras muchas cosas se están haciendo con trabajo extra, pudiéramos llamarle
plus trabajo de los obreros, como aporte de los mismos obreros para resolver
muchas de esas situaciones.
Nosotros creemos que la situación de ustedes desde el
punto de vista de trabajo es diferente.
Aquí tenemos problemas de excedente de brazos. Pero yo creo que eso no seria un obstáculo,
no debe ser un obstáculo realmente para que los estudiantes participen, para
que los estudiantes se formen, para que los estudiantes forjen una
conciencia.
No se olvide lo que se ha dicho: que el trabajo ha hecho al
hombre. ¡El trabajo hace también al
revolucionario! El proletariado es la
clase revolucionaria, la más revolucionaria, porque precisamente está acostumbrada
a producir con sus manos los bienes materiales, a soportar la disciplina y los
rigores del trabajo.
Nosotros entendemos que el trabajo fortalece a la
juventud. Nosotros entendemos que al
técnico lo fortalece políticamente, lo fortalece moralmente, lo pone en
contacto con la vida, y que además ustedes tienen enormes recursos. En esta batalla frente a la reacción, en este
proceso, desde luego, esos recursos que significan los estudiantes, sus
conocimientos técnicos, sus profesores y sus universidades, pueden dar
realmente un aporte muy grande. En
nuestro país lo están dando.
Claro que hay que ubicarse en las condiciones de
Cuba. Es más fácil de comprender ubicado
en las condiciones de Cuba. En las
condiciones actuales de ustedes, me imagino que todavía los estudiantes oyen
hablar de esas cosas como cuestiones un poco remotas y un poco distantes,
debido precisamente a la situación de ustedes.
También nuestros estudiantes al principio lo oían así. Pero ya todo eso se ha ido sistematizando a
medida que avanza nuestro proceso.
Pero sinceramente ustedes tienen una gran fuerza,
grandes recursos técnicos que nosotros no teníamos, una cantidad de estudiantes
universitarios enorme. Y lo insólito: 90 000 estudiantes
esperando ingresar en las universidades.
Y mientras el problema de ustedes es ver cómo pueden ingresar, nuestra
preocupación son los pocos que ingresan.
Primero, porque la enorme marea que creó la Revolución, empezando desde
la enseñanza primaria, no ha llegado todavía a las universidades; segundo,
porque en nuestro proceso hemos tenido que emplear muchos jóvenes y muchos
cuadros en distintas tareas, en primer lugar, en la defensa del país. En nuestro país, en determinado momento,
hemos tenido que tener 300 000 hombres sobre las armas, hemos tenido que
mantener equipos modernos en estado de alerta, sistemas de defensa antiaérea y
de combate terrestre y de combate marítimo, que son complicados, que emplean la
electrónica, que se necesitan niveles de preparación para manejarlos. Y por lo tanto, muchos jóvenes tuvieron que
salir para esas tareas durante un número de años.
Nosotros, donde más de la mitad de los niños no tenían
escuelas, donde los niveles de enseñanza secundaria eran muy bajos, hemos
tenido que hacer un gigantesco esfuerzo formando maestros, formando profesores,
e incluso improvisando maestros, improvisando profesores.
Ello, desde luego, se refleja todavía en la calidad de
nuestra enseñanza. Nosotros tenemos
todavía muchas deficiencias en nuestra enseñanza, derivadas de ese factor
subjetivo de la falta de suficientes maestros y profesores. Ello se refleja en las promociones de los
estudiantes.
Todos estos factores han limitado el ingreso en
nuestras universidades hasta ahora.
¡Pero qué fabuloso recurso, qué privilegio, digamos, que en su país tengan
esa enorme masa juvenil ansiosa de entrar en las universidades! Desde luego, a la vez refleja,
indiscutiblemente, la falta de oportunidades para la juventud, refleja una
situación social. Porque, desde luego,
no habría un número tan extraordinario. Pero el hecho de que incluso se gradúen más de
80 000 todos los años, refleja, desde luego, un incuestionable avance
educacional.
Ustedes tienen realizados determinados avances que
nosotros estamos realizando ahora.
Nosotros hemos partido de un punto inferior al de ustedes. Y ahí tienen esa enorme masa. Pero no se olviden de que en ese terreno sus
enemigos les van a dar la batalla; en ese terreno van a hacer los más inauditos
esfuerzos por penetrar, porque saben lo que significa para el proceso esa enorme
masa de jóvenes, de futuros técnicos. Y
van a tratar de darles la batalla en ese terreno.
Por eso nosotros creemos en la necesidad de que
ustedes aúnen fuerzas en esa lucha. Es
lógico que haya diferencias de criterios, y es lógico que incluso los criterios
se defiendan con pasión. Pero permítanme
decir una cosa aquí, y es lo siguiente:
mientras fuera de aquí les dan la batalla a ustedes, mientras fuera de
aquí los reaccionarios y los fascistas agrupan fuerzas, ustedes —cualesquiera
que sean los criterios discrepantes— frente a sus adversarios no deben dar esas
sensaciones de división (APLAUSOS). Y al
menos que las divisiones de criterios, al menos que las divisiones de criterios
no deriven en actitudes antagónicas, que no deriven en actitudes hostiles. Se los digo de todo corazón, se los digo con
toda sinceridad, porque me parece un derroche de fuerza, nos parece que alienta
al adversario.
Por eso digo: si, los criterios, los puntos de
vista, defenderlos. Y defenderlos con
convicción, defenderlos con pasión. Pero
guardar un principio:
es la izquierda, es toda la izquierda, cualesquiera que sean sus
matices y sus criterios, que tiene delante un adversario, y un adversario que
avanza o trata de avanzar, un adversario que no es débil.
Eso nosotros lo vemos, y por eso creemos de verdad,
sinceramente, que deben existir esas normas de relaciones y de trato entre
ustedes: que se
discuta todo lo que se quiera, que se expongan los criterios, pero no
desarrollen hostilidades, porque eso a la larga los debilitaría, cualesquiera
que tengan la razón, o que tengan el máximo de razón. Seguramente que será muy importante, a medida
que los criterios se esclarezcan, a medida que las líneas se esclarezcan, que
haya en pos de esos criterios, en pos de esa línea, el máximo de unión y el
máximo de fuerza.
Si ustedes me invitan aquí no para decir solo frases,
no para contestar simplemente preguntas formales, sino para expresar
impresiones, para expresar criterios, les decimos esto, porque estamos pensando
en lo otro, estamos pensando que en este terreno del estudiantado la reacción y
el fascismo les van a dar batalla, porque ellos saben la importancia que tiene
para el país, ellos saben la importancia que tiene esta fuerza. Y nosotros vemos fuerza aquí. La vemos.
Y sabemos lo que significa esa fuerza para el proceso. Y se lo decimos con toda sinceridad: preserven esa
fuerza, increméntenla, únanla.
¡Avancen! (APLAUSOS.)
DAGRAS WELL (Partido Nacional).- (ABUCHEOS)...
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
No te desanimes y pregunta.
DAGRAS WELL.- Señor Fidel Castro, como todos nosotros
sabemos, su país está bajo el régimen de una dictadura, y usted, con un sentido
patriótico y grandes dotes de líder y un alto índice de intelectual, trabajó
por la Revolución Cubana prometiendo al pueblo y a sus seguidores la libertad
tan preciada y elecciones libres y periódicas (ABUCHEOS).
Teniendo usted toda esa experiencia, yo le pido que me
diga con toda sinceridad si en Chile puede realizarse la revolución dentro de
los marcos de la ley, respetando las garantías constitucionales, y si los
poderes del Estado deben mantenerse separados (ABUCHEOS).
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Señores, permítanme arbitrar en esta contienda. Realmente este tipo de pugna me gusta
más. Son campos antagónicos,
irreconciliables (APLAUSOS). Ahora bien,
lo cortés no quita lo valiente.
Si un revolucionario fuera y se reuniera entre la masa
de los fascistas a hablar, posiblemente lo quieran degollar. Con un revolucionario no podrían discutir: no hay argumentos. Por lo tanto, el odio y la desesperación
conducen a los reaccionarios al homicidio del revolucionario.
Pero aquí a la inversa: si alguien con criterios sociales
opuestos, criterios de derecha, viene a hablar, nosotros debemos reaccionar
distinto y alegrarnos. Entramos en la
pugna de las ideas. Lo respetamos como
persona y como hombre (APLAUSOS), y debatimos todo lo que se quiera en el campo
ideológico. Pero algo más: después le doy las
gracias.
UN ESTUDIANTE.-
¡Paredón!
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Por eso sólo, no. Después los
acusan de extremismo, señores. Ganar la
batalla en el campo de las ideas.
Muchas gracias por lo de grandes dotes de líder,
muchas gracias por lo de intelectual, lo cual no ha sido comprobado.
Luchamos contra una tiranía apoyada por los oligarcas,
apoyada por los monopolios yanquis, apoyada por los fascistas, apoyada por los
esbirros, apoyada por los criminales.
Ofrecimos la libertad tan preciada y elecciones libres y periódicas.
Bien: en la
Universidad de Concepción lo explicamos, cuál era nuestro programa en aquella
fase, cuál era el nivel de cultura política de nuestro pueblo, puesto que en
ese instante y en aquellas especiales circunstancias, diríamos
irónicamente: en aquel bello e idílico
mundo para las "libérrimas libertades" y las más "periódicas
elecciones" y las más "superlibres
elecciones", era en el concepto —según la entendían los reaccionarios— del
Estado burgués, los mecanismos burgueses, los recursos burgueses, la cultura
burguesa, la ideología burguesa...
Digamos: se
dice burgués en el término vamos a llamar convencional, un concepto. Pero más claramente, para que se entienda: en la ideología, en
la cultura, en el estado, en las formas reaccionarias, nuestro programa todavía
no era un programa socialista.
Pero si se analizan las medidas expuestas en el juicio
del Moncada, expuestas no en la hora de la victoria sino precisamente en la
hora de la derrota, si se analiza ese programa verán cómo nosotros nos
limitamos en toda una primera fase de la Revolución a cumplir ese
programa. Eso en primer término.
Y lo más bonito: lo más autocrítico que podemos
señalarnos a nosotros mismos es que éramos todavía lo suficientemente ingenuos
al triunfo de la Revolución como para no darnos cuenta del descomunal cambio
que la misma guerra, que duró 25 meses, creó en la conciencia de las
masas. No nos habíamos dado cuenta hasta
qué tanto había avanzado aquella masa en aquella lucha, hasta qué tanto se
había creado un poderoso movimiento, hasta qué tanto se había identificado el
pueblo con ese proceso, hasta qué tanto había avanzado la lucha de clases en
nuestro país.
¿Pero creen que acaso en aquel país, si vamos incluso
con la constitución capitalista, con las instituciones capitalistas a unas
elecciones, no se ganaban aquellas elecciones?
Habría sido una verdadera paliza increíble.
No se trataba, señores, de conquistar el poder, o de
someterlo a plebiscito, o de someterlo a la consideración pública
(APLAUSOS). Era tan abrumador, tan
tremendo el apoyo de masas, que eso no lo discutía nadie.
Y entonces fue cuando las masas —¡no nosotros!— vieron
con claridad que era hora de avanzar más, de abandonar toda aquella
superestructura capitalista y burguesa (APLAUSOS), de abandonar toda aquella
mentira y toda aquella intriga, de abandonar todos aquellos cuentos.
Señores, vamos a hablar en un lenguaje revolucionario: eso es el cuento de
la Caperucita Roja para niños de kindergarten (APLAUSOS). Habría que empezar por ver qué es libertad,
qué es democracia, qué son derechos humanos.
Y quiero que me digan qué es la igualdad, qué es la fraternidad, qué es
la libertad.
Porque la filosofía en que se basa todo el proceso
liberal burgués en el último siglo, cuando la burguesía adquiere el poder como
fuerza que se desarrolla, incluso como fuerza que dirige a toda la sociedad,
que desempeñó en un momento el papel que el proletariado juega hoy, y lo
desempeñó como clase revolucionaria frente al feudalismo... ¿O es que nos hemos olvidado de la Revolución
Francesa, inspirada en las ideas de los enciclopedistas y de los filósofos del
liberalismo: Voltaire,
Rousseau, etcétera, etcétera y demás cosas que dejo
para las clases de historia de las doctrinas sociales de sus profesores? y se hace la primera
Revolución, y se proclama la igualdad, la fraternidad y la libertad. Ninguna de las tres cosas realmente ha
existido. Aquella fue la expresión
ideológica de una clase que sustituyó a otra y estableció un sistema de dominio
de clase.
No olvidar aquella revolución, la Asamblea Nacional,
la Convención, Mirabeau, Danton,
Robespierre: aquellos ídolos que surgieron y
pasaron, y pasaron rápido. Porque los
liberales, los revolucionarios del liberalismo, acudían a métodos expeditivos,
y más expeditivos que los métodos socialistas.
Y a muchos de estos personajes, y a cada uno de estos personajes, los
fueron pasando por la guillotina. No
vayan a creer que los marxistas inventaron eso: fueron los burgueses, fueron los
revolucionarios de la burguesía en su tiempo.
Y pasaron por la cuchilla a casi todos sus más prominentes prohombres,
de tal manera que surgió una frase: "La Revolución, como Saturno,
devora a sus propios hijos."
Y se inicia una nueva era, un nuevo sistema social,
con su filosofía, que respondía a toda una filosofía de clase, y de clase
dominante. Y comienza a desarrollarse la
sociedad burguesa, a dar de sí todo lo que era capaz. Rompió las ataduras y liberó ampliamente el
desarrollo de las fuerzas productivas. Y
esa fue una verdad tan clara vista por los teóricos, que la vemos hoy. Como al romper el molde feudal se abrieron
posibilidades ilimitadas de desarrollo de las fuerzas productivas, surgió una
nueva clase.
En la época de Danton, Mirabeau, Robespierre y demás, no
existía el proletariado, no existía la gran industria, no existía la técnica en
el desarrollo. Y surge una nueva clase: el
proletariado. ¿Quién tiene la
culpa? Surge una nueva filosofía del
proletariado: el
marxismo. ¿Quién tiene la culpa? (APLAUSOS)
y la nueva clase, la nueva
filosofía tiene sus conceptos sobre el hombre y sobre las libertades, sobre la
igualdad, la verdadera igualdad. Porque
a la larga las revoluciones proletarias van a darle a la humanidad lo que las
revoluciones burguesas le dieron nada más que en el papel: ¡igualdad!, caballeros,
¡caballeritos! (RISAS.)
¿Qué igualdad puede haber entre el pordiosero y el
millonario? ¿Qué igualdad de
oportunidades? ¿Qué igualdad de
posibilidades? ¿Qué igualdad
humana? ¿Qué igualdad cultural? ¿Qué igualdad de vida puede haber entre el
pordiosero y el millonario, entre el explotador y el explotado, entre el
terrateniente que venia unos meses y se marchaba a París, a Roma, a Londres, a New York, a Miami?
Mientras allí quedaba el paria descalzo, hambriento, sin trabajo, los
hijos del otro hablaban francés, inglés, adquirían titulos
doctorales, modales, finuras. Los hijos
del paria que trabajaban en aquella tierra del terrateniente se morían de
hambre, se morían de desnutrición; las epidemias se encargaban de acabar con
ellos: la
neumonía, la poliomielitis, el parasitismo, la gastroenteritis. ¡Ni médicos, ni medicinas, ni ropas, ni
alimentos, ni dinero!
Esa era la igualdad que dieron a la humanidad los
burgueses, los explotadores, con sus "elecciones superlibérrimas"
y sus "constituciones supersagradas."
¿Y quién ha dicho que hay nada eterno? ¡Lo único eterno es el hombre y su afán de
progreso! (APLAUSOS.) ¡Lo único eterno es el camino de la humanidad
hacia fases superiores de convivencia!
Los esclavistas de Grecia y de Roma, los patricios
frente a los plebeyos y a los esclavos creían que su régimen superjurídico era justo y era eterno. Y en nombre de esa justicia y de esa
eternidad lanzaban a los gladiadores, que eran los esclavos, a matarse en el
circo, para divertirse; lanzaban a los cristianos, que eran los revolucionarios
en aquella sociedad, porque se acogieron a una filosofía que hablaba del pobre
y del humilde, y se los lanzaban a los leones.
Y habrían querido que aquella sociedad fuese inmutable y eterna.
Y surgieron después los estados feudales con sus
señoríos y con sus siervos de la gleba, hambrientos, abandonados. Surgieron los privilegios feudales, incluido
el derecho de pernada, que disfrutaban con relación a las mujeres de aquellos
siervos y las hijas de aquellos siervos, para citar un caso, para poner un
ejemplo humillante de los tantos que vivieron aquellos seres humanos. Y creían también que aquel sistema iba a ser
inmutable y eterno. ¡Orden social
"maravilloso" que quién sabe cuántos crímenes y cuánta sangre costó a
la humanidad!
Y después vino la revolución burguesa, todavía dentro
del esquema de las clases y el predominio de las clases, y establecieron su
Estado y sus instituciones y sus mecanismos de dominio de clase.
Y no se olvide aquello que dijo Marx del Estado
burgués: la
burguesía surge a la vida política chorreando sangre de pies a cabeza. Pero si antaño era la sangre de los esclavos
y de los cristianos, si después era la sangre de los siervos de la gleba, luego
fue la sangre de los obreros. Y el Estado
burgués ha derramado sin piedad sangre de campesinos y obreros a lo largo de su
vida agitada, a lo largo de su sistema de opresión y de dominación.
Preguntémonos qué pasó con la Comuna de París, qué
pasó con los obreros que quisieron "conquistar el cielo por asalto": cómo los asesinaron
en masa, cómo los reprimieron de la manera más violenta. Estúdiese la historia del colonialismo, del
capitalismo y del imperialismo, fase superior de esa sociedad capitalista; lo
que hicieron en asía, lo que hicieron en Africa, lo que hicieron en América
Latina. ¡Cuánto sacrificio, cuánto
sudor, cuánta explotación, cuánta humillación, cuánta sangre! Se paraban con sus barcos de guerra frente a
cualquier país e imponían su ley, y se apoderaban como fieras de sus recursos
naturales y establecían sus repúblicas bananeras, o mineras o cañeras, con sus
instituciones burguesas mediatizadas y con todos los resortes para mantener su
dominio. Si lo podían mantener
legalmente, bien; pero cuando no lo podían mantener legalmente, lo mantenían
por la fuerza y lo mantenían por la violencia.
Han cambiado más gobiernos quinientas veces los
propios burgueses de lo que los han cambiado los proletarios en el mundo; han
suprimido más constituciones y más leyes los burgueses de las que han suprimido
los proletarios (APLAUSOS).
¡Más valía que el proletariado y el campesinado y los
humildes hubieran tenido chance de cambiar un poco más de leyes y de
constituciones! Pero no fueron
ellos. Son instrumentos llevados y
traídos para mantener la dominación de clases, creando en los pueblos los
peores vicios, los mayores antagonismos y divisiones.
¿Qué igualdad?
Díganme: ¿El
humilde obrero tenía oportunidad de gobernar el país? Díganme: ¿El humilde campesino tenía
oportunidad de hacer leyes y de gobernar el país, en ese Estado tan acariciado,
tan idolatrado?
Claro, ¿quiénes gobernaban? ¿Quiénes legislaban? ¿Quiénes se elegían de cualquier manera,
movilizando los recursos económicos de clases?
¿El terrateniente, o el campesino ignorante y descalzo? ¿El millonario, o el obrerito que tenía que
luchar por su sustento? ¿El poderoso y
rico, o el humilde? ¿El culto, o el analfabeto?
Históricamente conocemos demasiado bien todo ese
proceso para que con tamaños cuentos puedan venir a engatusar a nadie.
El problema es que los parias, los plebeyos, los
explotados, los obreros, los campesinos, los humildes, han tomado conciencia de
estas realidades (APLAUSOS).
Y con las nuevas revoluciones sociales, con las nuevas
revoluciones sociales, con la nueva ideología, ¡adiós las formas de dominio
burgués, adiós sus instituciones, adiós sus mecanismos falsos y demagógicos,
adiós sus instrumentos de explotación!
Pero los pueblos no dan ese adiós sino cuando
pueden. Y cuando nuestro pueblo pudo
darles el adiós, y cuando las masas vieron eso —y lo vieron primero que
nosotros— les dieron el adiós definitivo a tales formas. Porque nuestra Revolución implica, por
primera vez en la historia, la desaparición de esa forma de división de la
sociedad entre explotadores y explotados.
Surge el proletariado con la aspiración de convertirse
no en clase dominante como los esclavistas de la antigüedad o los señores
feudales de la Edad Media o los burgueses de fines de siglo XVIII; surge con la
aspiración de crear una comunidad humana justa, sin explotadores ni
explotados. Pero no surge como
consecuencia de la idea noble y buena de los hombres. No surge como consecuencia de los utopistas. No surge como consecuencia de los sueños de
Tomás Moro.
Tomás Moro habló de una revolución comunista cuando no
había proletariado, cuando no había desarrollo de las fuerzas productivas,
cuando no había una clase que pudiera ser portadora de ese cambio y que tenía,
además, que hacerlo en virtud de las leyes de la historia. Y puesto que no era ni podía ser eterno, se
planteó la revolución con su filosofía, que aspira a algo más, porque aspira a
crear entre los hombres verdadera igualdad.
Y nosotros lo hemos visto. En nuestro país ya no hay millonarios, pero
tampoco hay pordioseros; en nuestro país ya no hay explotadores ni explotados;
en nuestro país no hay ya señores oligarcas ni terratenientes que se paseaban
por Europa mientras sus infelices obreros y campesinos se morían de hambre; en
nuestro país ya no hay un solo ser humano abandonado a su suerte. Lo que tenemos, lo poco que tenemos, lo
repartimos. Somos un país pobre, no
somos un país rico. Pero nadie se
acuesta sin comer, nadie está descalzo, nadie se muere por falta de médico o de
medicinas, nadie se queda analfabeto, y todos los niños tienen escuelas y todos
los jóvenes tienen su centro de enseñanza y tienen posibilidad de llegar a los
cursos superiores y a las universidades.
Nuestra Revolución no es perfecta. No.
Todavía no hemos llegado a formas superiores. Todavía no hemos llegado a formas de
expresión de lo que pudiéramos llamar la democracia, la nueva democracia
proletaria. Pero sí decimos que en
nuestro país el pueblo se siente parte de la Revolución, se siente parte del
Estado. En nuestro país hay una sólida
unión. En nuestro país nosotros decimos: todos somos
estudiantes, todos somos trabajadores, todos somos soldados. El hombre adquiere una dignidad nueva, una
dimensión nueva.
¿Cómo puede sentirse hombre aquel que ve por encima de
su cabeza a los explotadores que lo escupen, que lo humillan, que lo
desprecian, que lo matan de hambre? ¿Qué
clase de igualdad es esa? ¿Qué clase de
igualdad es esa que mientras las hijas de los poderosos y los ricos se paseaban
por Europa e incluso buscaban títulos nobiliarios o matrimonios de millonarios,
a muchas hijas de campesinos y obreros no les quedaba otro camino que el
prostíbulo?
¿Y por qué no se habla de eso? ¿Por qué los reaccionarios no hablan de
eso? ¿Tan cristianos como luego
pretenden llamarse, tan humanos como pretenden llamarse, y admiten
tranquilamente esas lacras, esos horrores dentro de la sociedad humana? ¿Por qué?
(APLAUSOS.)
¿Qué derechos humanos son esos? ¿Qué derechos humanos son esos en que un
hombre tiene que extender la mano para pedir una limosna, en que un niño tiene
que andar descalzo y limosneando, en que una mujer tiene que venderse como
mercancía en la plaza pública? ¿Qué
derechos humanos son esos de un Estado y de una sociedad que no trabaja para el
hombre y sus necesidades sino para las ganancias de los intereses
privados? ¿Qué derechos humanos y qué
Estado y qué libertad es esa en que los ricos y los poderosos envuelven todos
los recursos naturales y humanos no para un fin social, sino para sus intereses
egoístas; en que los ricos y los poderosos imponen sus condiciones, imponen sus
leyes y lo imponen todo, y el hombre entonces no trabaja para la
necesidad?
¿Qué sociedad es esa que crea necesidades ficticias,
que despierta en los hombres ansias de consumo que no pueden satisfacer? ¿Qué sociedad es esa en que mientras hay
cientos de miles de analfabetos y decenas de miles de niños que se mueren de
hambre, de enfermedad o de desnutrición, quieren importar los lujos de las
sociedades desarrolladas?
¿Qué Estado era aquel, el de nuestra patria, donde
teníamos 300 000 automóviles, 60%
de los niños sin escuela, ni un solo hospital en nuestros campos? ¿Qué Estado, qué libertades, qué derechos humanos
que de tal manera ultrajaba al hombre, prostituía al hombre, envenenaba al
hombre? ¿Qué Estado ese que usaba todos
sus medios de comunicación masivos para vender mercancías, comerciar con todo: con los valores más
apreciados del hombre, con la dignidad del hombre, con el sexo, con todo? ¿Qué Estado es ese —dedicado por entero los
medios de comunicación masivos a defender los intereses de una filosofía de la
ganancia—, que no le pide permiso a nadie para entrar en su casa, en su hogar,
a tal hora del día o de la noche con su propaganda mercantilista? Medios de comunicación masivos en manos de
los propios oligarcas, de los propios burgueses.
¿Qué libertades son esas que mientras ellos tienen la
cultura, los medios, el dinero, lo tienen todo, el modo de expresarse, el
infeliz campesino no tiene la cultura ni el medio de expresarse? ¿Qué libertades son esas, las libertades de
ser propietario de los medios de divulgación de prensa, de los medios de
divulgación de masas, y la libertad de usarlos en beneficio de sus intereses de
clase?
Hoy en nuestro país todos los medios de comunicación
de masas pertenecen al pueblo, ¡están al
servicio del pueblo! (APLAUSOS.)
Allí no se despiertan ansias de consumo; allí se trata
de educar: campañas
de salud, lucha contra los grandes problemas que tiene la sociedad humana, que
son muchos, que son infinitos, creando una conciencia solidaria,
internacionalista.
Y por eso, cuando se produjo el terremoto del Perú,
que hizo falta sangre y plasma, nuestras reservas se enviaron. Y cuando llamamos al pueblo a hacer
donaciones de sangre para Perú, país con el que no teníamos siquiera
relaciones, ¡cien mil personas en diez días donaron su sangre! (APLAUSOS.)
En nuestro país hoy no se comercia con la sangre, no
es un artículo que se compra o se vende.
Antes, en el pasado, una transfusión: 50 pesos. Para pagarle a alguien que se dedicaba a
vender sangre.
Esa es la sociedad humana, ese era el Estado burgués: el tipo vendiendo
la sangre y viviendo de la sangre vendida.
En nuestro país la sangre se regala, el pueblo les da
la sangre a sus hermanos. Un cubano le
da su sangre al cubano que la necesite; un cubano le da lo que necesite, ¡y si
tiene que dar la vida por el cubano que la necesite, la da! (APLAUSOS.)
Pero cuando ya no se trata solo de la solidaridad
dentro de las fronteras, cuando hace falta sangre para donarla a otros pueblos,
aparece inmediatamente. Porque se han
dedicado los medios a hacer conciencia, a ennoblecer al hombre, a levantar los
valores morales y los valores humanos. Y
si en vez de 100 000, se hubieran necesitado 500 000, habríamos tenido las 500
000 donaciones. A nuestro pueblo se le
puede pedir lo que se quiera, ¡lo que se quiera!, porque se ha educado en eso
(APLAUSOS).
Ahora ya en nuestro país las decisiones fundamentales
no se discuten en un parlamento.
¡No! Pero se discuten en los
centros de trabajo, se discuten en las organizaciones de masas (APLAUSOS). En nuestro país el Gobierno Revolucionario
comenzó gobernando por decreto. Pero ya
en nuestro país cualquier ley importante que tiene que ver con los intereses
fundamentales del pueblo, la discuten millones de personas a través de nuestros
centros obreros, nuestras organizaciones de masas, nuestras unidades
militares. Todos. Porque todos formamos parte, a todos nos
interesan esos problemas. ¡Ahora qué nivel
de conciencia! ¡Y cómo ya en ese país
para hacer una ley —aun cuando pueda tocar transitoriamente un interés del
pueblo— es el pueblo el que la discute, es el pueblo el que la analiza!
¡Díganme ahora que el parlamentarismo burgués es más
democrático que eso! ¡Díganme! (APLAUSOS.)
¡Díganme que elegir a unos representantes, díganme que elegir a unos
representantes por equis años, sin que nadie después los controle, es más
democrático, a las circunstancias en que un pueblo todo es legislador! ¡Allí todos pertenecemos al parlamento, todos
somos parlamentarios, todos somos legisladores, y lo somos constantemente! (APLAUSOS.)
No hay representación directa. No: el pueblo no necesita quien lo
represente, ¡porque el pueblo se representa a sí mismo! (APLAUSOS.)
El pueblo no necesita quienes tomen decisiones por él. ¡El pueblo toma decisiones por sí mismo! Y nosotros, revolucionarios —nosotros,
revolucionarios—, conducimos a nuestro pueblo por ese camino. ¡Esa es nuestra misión! Y creo que es lo único que da derecho a
llamarnos revolucionarios. Y no
pretendemos ningún tipo de ambiciones personales.
Como hemos dicho en otras ocasiones nosotros no
buscamos glorias ni buscamos honores. No
nos consideramos mejores que los demás.
¡No! ¿De dónde nacen los
sentimientos nobles que podamos tener?
¡Del pueblo! Todos los hombres
nacemos con tendencias buenas y tendencias malas, con tendencias egoístas y con
tendencias generosas, con tendencias nobles y con tendencias innobles. La sociedad desarrolla unas u otras. La capitalista, desgraciadamente, desarrolla
por todos los medios las tendencias egoístas, las tendencias innobles, las
bajas pasiones, y las utiliza por todos los medios con un objetivo mercantil.
Nosotros tratamos de desarrollar las pasiones
nobles. Pero nosotros mismos, los
revolucionarios, lo que expresamos son los más nobles sentimientos del
pueblo. No somos más que portadores de
su propia nobleza, de su propia bondad.
Nosotros no tenemos nada de nosotros mismos. ¡Lo que tenemos y sentimos los
revolucionarios lo recibimos del pueblo y lo llevamos al pueblo! ¡Y es el pueblo quien nos ha hecho mejores,
es el pueblo quien nos ha hecho más nobles, es el pueblo quien nos ha hecho más
revolucionarios! (APLAUSOS.)
Nuestras formas pueden ser todavía más o menos
perfectas. Y digo que todavía son más
imperfectas que perfectas. Pero nada nos
impide racionalizar, trabajar, luchar.
Un pueblo absolutamente identificado y unido buscando lo mejor, con todo
su vigor y toda su fuerza. ¡Esa es nuestra
patria! Pero lo demuestra un hecho: que siendo un país
de 8 millones de habitantes, ayudado, sí, por la solidaridad internacional,
ayudado amplia y generosamente... Pero
allí, en aquel país y en aquella trinchera ha sido el vigor del pueblo, el
nuevo sentido del patriotismo, el nuevo sentido de la dignidad, el nuevo
sentido de la moral, lo que nos ha hecho defender esa tierra, defender esas
ideas, defender esa bandera.
Esa bandera es la misma de nuestros libertadores, ante
la cual siempre se inclinaron con veneración y respeto. Sus colores no han cambiado. Lo que ha cambiado es el contenido de nuestra
patria, lo que ha cambiado son las ideas que simboliza esa bandera que ya no es
de explotación, que ya no es de sometimiento, que ya no es de injusticia, sino
una bandera que significa para hoy todo lo que es la patria, las luchas del
pueblo, sus grandes conquistas, sus grandes avances.
¡Y esas mismas banderas de los libertadores seguiremos
llevándolas para elevarlas a su punto más alto!
¡Y esas mismas banderas esperamos hermanarlas con banderas iguales de
América Latina, como hoy se hermana con la de Chile! (APLAUSOS.)
¡Y esas mismas banderas, a medida que los pueblos
avancen y a medida que simbolicen la justicia y la liberación y la solidaridad
y la unión, se irán hermanando con todas las demás banderas de los pueblos de
América Latina, que algún día ondearán también, unidas, más alto de lo que han
ondeado siempre!
Ese es el objetivo de nuestra lucha como
revolucionarios patrióticos y como revolucionarios que nos hemos acogido a la
ideología del proletariado, a los sentimientos del proletariado, a la
solidaridad latinoamericana y a la solidaridad mundial. Eso es lo que representan nuestras ideas de
hoy, nuestro Estado de hoy, nuestras instituciones de hoy, nuestros conceptos
de hoy.
Nosotros si hemos llevado a la realidad los principios
de igualdad, fraternidad y libertad que ningún otro proceso revolucionario pudo
llevar. Y en cuanto a la forma en que
deben hacerla los chilenos, en cuanto a si lo harán con ese Estado o sin ese
Estado, con ese parlamento o sin ese parlamento, les digo que ustedes sabrán
resolver correctamente el problema.
Muchas gracias (APLAUSOS).
JUAN GUTIERREZ (Juventud Socialista).- Comandante Fidel Castro: en nombre de los estudiantes
socialistas queremos hacerle la siguiente pregunta: La clase obrera es la clase conductora del
proceso revolucionario. Mas, es claro
que los estudiantes en la Revolución Cubana estuvieron en la Sierra y en la
lucha urbana y en el asalto al cuartel Moncada.
¿Cómo y en qué medida los estudiantes se transforman en aliados de la
clase obrera en la lucha por el poder?
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Lo vaya decir bien claro. Por su
origen de clase los estudiantes suelen ser de clase media, a veces incluso de
clase alta, y muy rara vez incluso de clase humilde. Esa era la situación del país. Pero hay lo que se llama factores subjetivos,
hay lo que se llama conciencia. Y
precisamente esos factores subjetivos en la lucha se desarrollaron con nuestros
estudiantes. Y a pesar de tener un
origen de clase que no era obrero, la inmensa mayoría de los estudiantes
universitarios tomaron conciencia, con ese espiritu
juvenil, con ese entusiasmo, con esa generosidad de los jóvenes, y abrazaron la
causa de la Revolución.
Fue sencillamente un problema subjetivo, un problema
de conciencia (APLAUSOS).
ELMUS CHAD (Juventud Demócrata Cristiana).- Comandante Fidel Castro...
(EXCLAMACIONES DE: "¡Puerto Montt, Puerto
Montt!")
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
¿Qué quiere decir eso de Puerto Montt?
(EXCLAMACIONES DE:
"¡La matanza!")
____________.-
Es un suceso muy lamentable que ocurrió en el gobierno pasado.
(EXCLAMACIONES DE: "¡Asesinos, asesinos!").
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
El no mató.
ELMUS CHAD.-
Ningún joven demócrata cristiano tampoco está de acuerdo con que hayan
muerto pobladores en Puerto Montt (ABUCHEOS).
Comandante Castro: a la juventud demócrata cristiana de
la Universidad Técnica del Estado le interesa vuestra opinión sobre un tema
bastante especifico. Para resolver el
dilema trabajo-capital, explotadores y explotados —como decía el Comandante—,
la república yugoslava ha instituido un régimen de autogestión obrera donde
trabajo y capital se unen en una sola mano:
la de los trabajadores.
Queremos saber, Comandante, si usted comparte la tesis
china que coloca a la autogestión obrera como una forma de capitalismo.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
¿Qué tesis? ¿De qué tú estás
hablando? ¿Tesis china o tesis
yugoslava?
ELMUS CHAD.-
Tesis que afirman que la autogestión...
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
¿Pero qué tesis? ¿De qué país?
ELMUS CHAD.-
China.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
¿Tú no decías yugoslava?
ELMUS CHAD.- La
autogestión obrera se practica en Yugoslavia.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
¿Y a cuál de las dos tú te refieres?
ELMUS CHAD.- Yo
quiero saber si usted comparte la tesis china que afirma que la autogestión
obrera pertenece a una forma de capitalismo.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Bueno, ¿dónde tú oíste decir eso?
ELMUS CHAD.- Lo
he leído, Comandante.
CMDTE. FIDEL CASTRO.-
Bueno, yo no sé cómo será la forma china. Yo te digo la cubana. Fíjate bien: nosotros tenemos ideas muy claras
sobre eso. Yo he estado hablando
ampliamente... Yo no conozco ninguna
fábrica china en que la fábrica sea propiedad de los obreros que trabajan en
esa fábrica china. No conozco
ninguna. Son propiedad de todos los
obreros de China, según yo conozco (APLAUSOS).
Nosotros hemos estado hablando de los sistemas
sociales, los sistemas de propiedad.
Nosotros no queremos crear egoísmos en el seno del pueblo. Nosotros no queremos crear privilegios en el
seno del pueblo. Nosotros no queremos
corromper a la clase obrera (APLAUSOS).
Nosotros nunca hemos aplicado ese principio. No sé si alguien lo ha aplicado por ahí. Pero yo digo qué es lo que nosotros hacemos y
por qué.
Todo el mundo sabe que todas las fábricas no tienen
los mismos niveles tecnológicos, que unas tienen una tecnología muy avanzada y
una productividad muy alta. Todos saben
que no todos trabajan en las fábricas.
En las escuelas trabajan los maestros, en la enseñanza de nivel medio
trabajan los profesores, en las universidades trabajan los profesores y los
estudiantes y los empleados de esas universidades, que no producen bienes
materiales, que producen bienes espirituales.
Como nosotros explicábamos, en Cuba sólo en salud y
educación trabajan 300 000 personas, pero también decenas de miles de cubanos
tienen que estar con las armas en la mano defendiendo la patria
(APLAUSOS). No producen bienes
materiales y tienen que gastar, tienen que prepararse para el combate, tienen
que prepararse para defender el país. No
están produciendo bienes materiales. En
nuestro país están los niños, que necesitan atención, que necesitan centros de
recreación. El país necesita desarrollo,
necesita recursos, necesita inversiones.
Están todos los trabajadores del país.
En nuestros países subdesarrollados desgraciadamente solo una pequeña
parte trabaja en la producción de bienes materiales.
Respondiendo a esa pregunta, le digo que es
maquiavélico, es diabólico, es de una demagogia criminal en cualquier sociedad
tratar de introducir en los obreros esas ambiciones, esas corrupciones
(APLAUSOS). Es demagógico y es criminal
hablar de regalarles las fábricas a los obreros. Es convertir en pobres a los que están
haciendo utilísimos servicios a la patria, aunque no estén trabajando en bienes
materiales.
¿Y los enfermos?
¿Y los hospitales? ¿Y los
niños? ¿Y las escuelas? ¿Y los jubilados? ¿Y los ancianos? ¿Y los que defienden la patria? ¿Y todos los que tienen que prestar servicios
que no se traducen en la producción de bienes materiales y que no tienen
fábricas?
¿Vamos a cambiar el esqueleto burgués por otro
esqueleto tan burgués como el otro?
¿Vamos a trabajar mediante procedimientos fiscales, impuestos,
luchas? (APLAUSOS.) ¿Sustituir las clases históricas por clases
artificiales y tener obreros ricos y obreros pobres, y trabajadores que porque
no trabajan con las máquinas no tendrían nada?
¿O vamos a introducir el mercantilismo en las escuelas, y cobrarlas, en
las universidades?
No hablen de regímenes de impuestos, que en el fondo
todo eso es una mentira.
Y puesto que me hicieron la pregunta sobre esta
cuestión, digo con toda claridad que es maquiavélico, que es diabólico, que es
irresponsable, que es criminal cualquiera que en nuestra patria —o, a nuestro
juicio, en cualquier parte— se le ocurriera semejante locura.
(APLAUSOS).