DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA COMIDA
OFRECIDA A LA DELEGACION CUBANA EN VORONEZH, URSS, EL 1º DE JULIO DE 1972.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Querido
compañero Kosiguin;
Querido
compañero Katushev;
Compañero primer
secretario;
Compañero
Ministro de Energética;
Compañeros del
Buró Político y del Comité de Voronezh;
Compañeros del
Soviet de Voronezh;
Compañeros
héroes del trabajo;
Compañeros
soviéticos;
Compañeros
cubanos:
Está a punto de finalizar la jornada de hoy, y yo
quiero decirles algunas palabras sobre nuestro día en Voronezh.
En primer lugar, una interesante coincidencia: cuando el compañero
Kosiguin visitó Cuba la última vez, nosotros fuimos
juntos a la ciudad de Santiago de Cuba, y a pesar de que estábamos en la
temporada de seca, ese día nos esperó un gran aguacero (RISAS y APLAUSOS). Y en un carro abierto como aquí, nosotros
viajamos varios kilómetros bajo las lluvias torrenciales. Y nos mojamos, y se mojó todo el pueblo, pero
el entusiasmo no decayó.
En aquella ocasión hablamos de la visita a la Unión
Soviética. Pero ni él ni yo habríamos
podido imaginarnos que al llegar a Voronezh, después
de un período de dos meses de sequía, las lluvias nos iban a estar esperando
también (RISAS), y en el carro abierto nos íbamos a mojar.
Nosotros estamos contentos de la lluvia porque ayuda
un poco a la agricultura; estamos contentos porque fue una prueba más del
espíritu del pueblo:
hizo mucho más emocionante la recepción de los trabajadores.
Es cierto que hemos visitado solo dos fábricas, pero
las dos fábricas que hemos visitado hoy son magníficas. Para nosotros significó la posibilidad de ver
por primera vez una fábrica de aviones, la primera oportunidad de ver una
industria electrónica. Pero comprendemos
perfectamente bien lo avanzado de la técnica, los tornos programados, la
calidad y el nivel de la producción.
Tuvimos oportunidad de conocer el TU-144, y conversar
con el director de la fábrica, con los proyectistas. Y tuvimos oportunidad, además, de ver cómo se
monta el avión y de verlo terminado también.
Y sin duda que es una máquina extraordinaria.
También en la fábrica electrónica pudimos ver los
equipos que allí operan, la organización, la calidad de la producción.
Ahora, para nosotros lo más significativo es el hecho
de que todas esas máquinas automáticas, todos esos diseños, todos esos equipos
de la industria electrónica, que son equipos complejos, que son equipos de
precisión, han sido todos elaborados en la Unión Soviética.
Los capitalistas han desarrollado su industria desde
el siglo pasado, y contaron con muchos recursos, y explotaron a cientos de
millones de hombres, y acumularon mucho capital, y controlaron el oro del
mundo, controlaron los recursos naturales, controlaron el comercio,
desarrollaron las investigaciones y se llevaron muchas inteligencias de todos
los países. De la América Latina durante
40 ó 50 años Estados Unidos se ha estado llevando las inteligencias más
destacadas. Además, los imperialistas y
los capitalistas no conocieron bloqueo, no conocieron intervenciones, no
conocieron invasiones, no conocieron el aislamiento. Ellos se beneficiaban de la técnica y de la
ciencia de todo el mundo:
una cierta forma de cooperación internacional.
Sin embargo, cuando se piensa que la Unión Soviética
ha tenido que desarrollar todo eso partiendo de un país agrícola
fundamentalmente, con limitado desarrollo industrial y con la destrucción de la
primera guerra imperialista, las intervenciones, la guerra civil; cuando se
piensa que la Unión Soviética ha alcanzado estos logros sin quitarle nada a nadie,
sin robarle nada a nadie, sin explotar a ningún trabajador en ninguna parte del
mundo, sin disponer de los recursos naturales de otros países sino de sus
propios recursos; cuando se piensa que ha tenido que hacer esto en medio de las
intervenciones, de las agresiones, de las invasiones, en medio del bloqueo, en
medio del aislamiento —el aislamiento técnico, el aislamiento científico—, y
solo con sus propias fuerzas, con sus propios recursos, con sus propios
técnicos, con sus propios científicos; y que la Unión Soviética tuvo que
hacerle frente al peligro de la reacción, al peligro del fascismo, y después
tuvo que hacerle frente además al peligro del imperialismo dirigido por Estados
Unidos, y que rodeó al país de bases; cuando se piensa que la Unión Soviética
tuvo que asumir la cuestión del fortalecimiento de su propia defensa, empleando
un porcentaje alto de sus recursos económicos, frente a todo el mundo
capitalista —un mundo capitalista que al final de la segunda guerra no había
sufrido apenas destrucción, porque la industria del baluarte principal que era
Estados Unidos estaba intacta, y tenia todos los recursos financieros—; cuando
se piensa en todos esos factores, es cuando se tiene una idea de la magnitud de
los avances que la Unión Soviética tuvo.
Prácticamente se ha visto obligada a desarrollar todas
las ramas de la técnica, se ha visto obligada a inventar otra vez las cosas que
ya estaban inventadas, y sin ninguna cooperación internacional: porque,
lógicamente, los capitalistas no tenían ningún interés en cooperar con la Unión
Soviética.
Es cierto que eso es un mérito extraordinario. Y eso es lo que nosotros pensábamos cuando
veíamos las producciones en serie de los aviones, la metalurgia desarrollada,
la química desarrollada, la mecánica desarrollada, los metales raros, la
posibilidad de construir un avión que volara a 2 500 kilómetros por hora, y las
posibilidades de desarrollar entre los años 1969 y 1972 una industria como esa
industria de electrónica.
Ciertamente que ningún pueblo, ninguna comunidad
humana, ninguna sociedad alcanzó logros tan extraordinarios.
Ahora bien: a nosotros nos admiran los éxitos
científicos y técnicos de la Unión Soviética, nos admira eso mucho, y la forma
en que lo hicieron.
Hoy en el museo de la fábrica de aviación aparecía el
terreno donde se construyó esa fábrica.
No había grúas, no había buldóceres, no había excavadoras: hombres y mujeres
trabajando con sus brazos, caballos, carretas.
Y así se hizo esa fábrica. Y luego después vimos las fotografías de cómo
quedó destruido todo cuando la invasión fascista. A eso hay que sumarle los miles de hombres
que perdieron su vida, de obreros calificados, de técnicos. Y sin embargo, cómo otra vez se volvió a
construir. Si todo eso es admirable, es
aun más admirable el pueblo que logró eso y el hombre que logró eso.
Nosotros hemos tenido oportunidad hoy de ver a ese
pueblo, de ver su extraordinaria calidad humana, su extraordinaria conciencia
revolucionaria, su espíritu internacionalista.
Lo hemos visto a lo largo de todo el día, en la calle mojándose. Mujeres y niños tenían hoy el día de
descanso. Lo vimos en la fábrica, en el
grupo de compañeros que fueron allí a poner en producción la fábrica
simplemente para que nosotros pudiéramos ver cómo funcionaba todo aquello.
Hemos tenido oportunidad de ver los sentimientos
fraternales y amistosos de ese pueblo, y especialmente sus manifestaciones
entusiastas de simpatías a la Revolución Cubana, que demuestran su espíritu
internacionalista y demuestran elocuentemente lo que decía el compañero primer
secretario: cómo este pueblo se ha
educado en las ideas y en los sentimientos, en los principios del
leninismo.
Tuvimos oportunidad de conversar con ustedes sobre el
Partido, sobre el trabajo del Partido, los métodos de dirección, la experiencia
acumulada.
Debemos tener en cuenta que ese Partido fundado por
Lenin fue quien educó al pueblo soviético y quien lo condujo en la batalla por
la revolución, en la lucha contra el intervencionismo; lo condujo en la Gran
Guerra Patria y lo condujo en la construcción del socialismo y en la
reconstrucción del país, y lo educó en esos sentimientos.
La obra de un partido se mide por sus frutos, se mide
por sus resultados. Y nosotros tenemos
suficiente pupila para comprender lo que es un pueblo revolucionario y lo que
es la obra de un partido revolucionario.
y es muy satisfactorio poder decir, como nosotros
decimos aquí con absoluta convicción: que el pueblo soviético tiene el
temple, el mismo temple de los tiempos de Lenin, de los tiempos de la lucha en
defensa de la patria socialista; un pueblo que ha conservado ese temple
revolucionario y ha enriquecido extraordinariamente su cultura y sus
conocimientos políticos.
Hoy, al salir de la fábrica de electrónica, una
trabajadora que atiende una de las secciones, una modesta trabajadora de
aquella fabrica, nos hablaba y nos explicaba que hacía muchos días que no
llovía, que hacía dos días que no llovía.
Ella estaba completamente informada de los problemas del tiempo, de los
problemas de la agricultura.
El pueblo soviético ha podido unir a esa tradición y a
ese espíritu revolucionario una gran cultura política, una gran cultura
socialista.
Es muy difícil que los mismos soviéticos puedan tener
una dimensión de lo que han avanzado en ese camino. Para eso es necesario tener una idea de cómo
es el mundo capitalista:
cuánta división, cuánto egoísmo, cuánta crueldad encierra esa
sociedad. Para eso es necesario haber
conocido las experiencias de los procesos donde la conciencia revolucionaria no
se ha desarrollado plenamente. Y son
estas cualidades del pueblo soviético, de los comunistas soviéticos, del
Partido soviético, de los dirigentes del Partido soviético, las que permiten
experimentar una confianza infinita en el futuro de este país y en el futuro
del movimiento revolucionario, y la enorme conquista que ha significado en
todos los órdenes para la humanidad el primer Estado socialista y la creación
de la Unión Soviética.
Y por delante hay mucho que hacer todavía en todo el
mundo. Grandes esfuerzos hay que
realizar. Y hemos estado viendo, desde
que veníamos en el avión, los problemas de la sequía: los enormes campos de trigo afectados
por la falta de agua; el maíz que había crecido poco. Ese solo hecho nos demuestra cuánto nos queda
por hacer; cuánto nos queda por hacer a todos, pero incluso a la Unión
Soviética. Cómo el hombre todavía
depende de los factores naturales, cómo el trabajo y el fruto del trabajo
dependen de factores que se escapan al control del hombre. Pero nosotros estamos seguros de que esos
factores se dominarán también.
Hay algo que no se ve materialmente: son las decenas de millones de hombres
estudiando que hay aquí, los millones de técnicos que el poder soviético ha ido
formando durante todos estos años. Ese
cúmulo de inteligencias que ha resuelto problemas muy importantes: problemas
energéticos, problemas nucleares, problemas del espacio, problemas de la
cibernética, de la electrónica y muchos problemas de la ciencia. Nosotros estamos seguros de que vencerán las
demás dificultades también.
Y lo más importante es que a pesar de los inmensos
logros, uno tiene la sensación de que se marcha por un camino donde apenas se
ha comenzado, y que al hombre le esperan grandes victorias. En este país se ha reunido todo lo necesario
para ello: la historia, la experiencia,
la inteligencia, la doctrina revolucionaria, el hombre revolucionario y el
partido revolucionario, que ha ido perfeccionando sus métodos, ha ido perfeccionando
su estilo de trabajo. Se ha reunido todo
lo necesario para la victoria del futuro.
Por esa victoria debemos trabajar todos, y por esa victoria debemos
hacer todos los esfuerzos que están en nuestras manos. Son victorias para toda la humanidad.
El compañero primer secretario habló de la simpatía
del pueblo soviético hacia Cuba y de su amistad. Hay que decir algo más: que el pueblo soviético nos prestó su
cooperación decisiva, que nos permitió sobrevivir frente a las agresiones y a
los bloqueos imperialistas. Y por eso
allá, muy cerca de Estados Unidos, se ha podido mantener levantada la bandera
del socialismo, y nuestro pueblo ha podido iniciar también su camino del
socialismo, del desarrollo de una cultura nueva y de una sólida y profunda
conciencia revolucionaria, una conciencia internacionalista basada en los
principios del marxismo-leninismo.
Y nada más justo que, de todo corazón, una vez más les
expresemos nuestro infinito agradecimiento.
Los hechos han tenido lugar. Las palabras con que se expresan estos hechos
son realmente palabras hermosas. Y las
palabras del compañero primer secretario han expresado precisamente lo que ya
con los hechos y las realidades se había llevado a cabo.
Por eso nosotros deseamos brindar, en primer término,
por el gran pueblo soviético, por su gran Partido Comunista, por sus
dirigentes, por su Buró Político, por su Comité Central.
Deseamos brindar por el heroico pueblo de Voronezh, que junto con los demás pueblos de la Unión
Soviética escribió grandes hechos de heroísmo, ayudó a salvar la patria
socialista y a derrotar al fascismo.
Brindemos por los héroes del trabajo.
Brindemos por los compañeros del Soviet de Voronezh, por los compañeros del Comité del Partido de Voronezh.
Brindemos por el compañero primer secretario, por el
compañero Katushev, por los compañeros ministros y
por el compañero Kosiguin (APLAUSOS).