DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CLAUSURA
DEL II CONGRESO DE LA UNION DE JOVENES COMUNISTAS, EFECTUADA EN EL TEATRO DE LA
CTC-REVOLUCIONARIA, EL 4 DE ABRIL DE 1972.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Delegaciones
invitadas al II Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba;
Compañeros de la
Dirección del Partido, del Gobierno y de las organizaciones de masa;
Delegados al II
Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba:
Quiero, en primer lugar, expresar que acepto esta
Orden no como un galardón realmente merecido, sino como un gesto afectuoso de
los jóvenes delegados que han asistido a este II Congreso (APLAUSOS).
Y deseo expresar nuestra admiración a los jóvenes
condecorados en la noche de hoy por su destacadísima actividad, por su conducta
ejemplar, por sus méritos, por su actitud comunista en las distintas ramas,
como el trabajo, el deporte, el estudio y la cultura, en que han escrito tan
señaladas páginas, y que realmente expresan —de manera muy objetiva y concreta—
el símbolo de la juventud cubana de hoy, sus perspectivas, sus posibilidades,
sus logros y su brillante porvenir.
Después de días de intenso trabajo, se clausura esta
noche el Congreso. Por esta tribuna han
pasado diversos compañeros y han hablado de temas muy variados.
Durante las sesiones, todos ustedes abordaron las
cuestiones más importantes y trabajaron arduamente en elaborar ideas,
soluciones y planes de trabajo.
Nosotros vamos, más que a sintetizar —cosa que resulta
prácticamente imposible— la cantidad de temas, de materiales, de ideas que
fueron elaboradas en este Congreso, vamos a exponer algunas impresiones,
exponer a nuestro juicio algunos de los problemas más importantes dentro de los
problemas considerados por ustedes, y a expresar a nuestro juicio cuáles serán
en los próximos años las misiones más importantes a realizar por la Unión de
Jóvenes Comunistas de Cuba.
Queremos expresar que todos los que han seguido de
cerca este Congreso, todos los que han tenido oportunidad de leer los
documentos, han recibido una magnífica impresión del desarrollo del evento, por
la calidad de la organización; por la profundidad, la seriedad, la objetividad
y el espíritu autocrítico del Informe de Balance; por la calidad y la
profundidad de las ponencias; por la calidad y la seriedad de las discusiones y
los dictámenes; por la calidad y la profundidad de los pronunciamientos.
De manera que nosotros podemos sentirnos satisfechos
de ver los grandes avances que en estos años ha logrado esta Organización.
Recordamos sus primeros tiempos, cuando se organizaba
—muy al principio de la Revolución— la Asociación de Jóvenes Rebeldes, en la
cual puso tanto interés y tanto entusiasmo el Che. Recordamos después cuando en el Primer
Congreso se organiza ya como la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba. Recordamos estos años, desde las dificultades
de los primeros tiempos, con la falta de experiencias y de cuadros, en aquellos
días en que se libraba una gran batalla ideológica en el seno de nuestro país,
cuando todavía no existía la claridad de las ideas que existe hoy, cuando la
conciencia revolucionaria no había alcanzado la profundidad con que hoy
cuenta. Y nos admiramos de ver que a
pesar de esas dificultades, a pesar de las altas y las bajas, a pesar de las
inevitables deficiencias, comprendidas y reconocidas valiente y sinceramente
por el Congreso, ya contamos con esta Organización, ya cuenta nuestro Partido y
nuestro pueblo con este magnífico e indispensable instrumento en la lucha y en
el esfuerzo que nos espera en los años venideros.
Recordamos igualmente con reconocimiento el esfuerzo
realizado por los jóvenes estos años, la respuesta siempre rápida y decidida a
cualquier demanda, el ánimo siempre resuelto a enfrentar cualquier tarea: desde los primeros tiempos, con la campaña de
alfabetización, con las movilizaciones en favor de la defensa del país, con la
participación activa y en los lugares de más riesgo, en los combates en defensa
de la Revolución socialista. Recordamos
con profundo respeto a los jóvenes que en aquellas luchas dieron su vida. Recordamos los esfuerzos en favor de la
producción, en particular a la Columna Juvenil del Centenario, que tan valiosos
servicios ha prestado a la economía del país, que tan difícil y arduo problema
ha contribuido a resolver en la provincia de Camagüey, en las condiciones en que
han tenido que realizarse las zafras y los cultivos de caña en esa provincia
prácticamente despoblada.
Fueron señalados los éxitos alcanzados por los
columnistas: la circunstancia de haberse
convertido en la fuerza de más alta productividad en la zafra de 1971, la más
alta del país; la circunstancia especial de haber logrado forjar 73 Héroes
Nacionales del Trabajo. Estos fueron
notables éxitos.
Y hay que decir, además, que la organización de la
Columna Juvenil del Centenario y el enfrentamiento a las tareas que esa
organización planteó, fueron de extraordinaria utilidad para la Unión de
Jóvenes Comunistas de Cuba; porque es precisamente en esas grandes tareas, en
esas grandes empresas, en esas grandes luchas, que las organizaciones ganan
experiencia, que los hombres van desarrollando sus mejores cualidades, se van
probando y se van curtiendo.
Nosotros creemos que en el salto de calidad que ha
tenido la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba tiene mucho que ver el trabajo
realizado con la Columna Juvenil del Centenario.
En el Informe de Balance se señalaba, desde luego, que
la circunstancia de haber tenido que volcar una gran parte de la atención y el
esfuerzo hacia las tareas productivas había conducido al debilitamiento del
trabajo y de la atención a otros importantes frentes de trabajo. Pero la comprensión de esta circunstancia, la
capacidad de organización adquirida, los nuevos cuadros formados, les permiten
a ustedes de ahora en adelante la posibilidad de atender varios frentes; de
atender simultáneamente diversas tareas, y de atenderlas bien.
Y nosotros estamos seguros, estamos convencidos de que
la organización responderá en los años venideros al trabajo que le espera, y
que será capaz de librar simultáneamente con éxito la lucha y la batalla en los
distintos frentes donde se concentra su actividad.
Aquí se han señalado en el Congreso, y en especial en
las comisiones y en los dictámenes, las tareas y los principios y los objetivos
que regirán el trabajo de la Unión de Jóvenes Comunistas en los próximos
años.
Han señalado las tareas relacionadas con los
campesinos, que son muy importantes, de apoyo a las decisiones del congreso
campesino y a la línea de desarrollo social y político del campesinado
cubano. La tarea de la Juventud en ese
campo es muy importante.
Se han señalado las tareas en relación con los jóvenes
trabajadores en todos los aspectos, enfatizando la cuestión de la
productividad, la producción, los ahorros de materias primas. Este es un campo donde actúan cientos de
miles de jóvenes, y el trabajo de la organización en este aspecto es de suma
importancia.
Se han discutido las normas y principios que deben
regir la selección y la educación de los militantes, el desarrollo del
movimiento.
Se ha prestado toda la atención que merece a la
cuestión de la formación ideológica, del estudio, del desarrollo cultural y
técnico. Se han elaborado también las
ideas, los métodos y los sistemas que deben presidir este trabajo de
superación.
Han analizado lo relacionado con la importantísima
cuestión de la defensa del país; las tareas a desarrollar en el seno del
movimiento juvenil y estudiantil, su vinculación con las Fuerzas Armadas
Revolucionarias y el Ministerio del Interior, para fortalecer en todos los
aspectos al país frente a las agresiones y a las amenazas imperialistas.
Pero, además, en cuatro comisiones han trabajado, han
discutido y han elaborado las tareas relacionadas con la educación, todo lo
relacionado con la escuela primaria: el
niño, el maestro y la Unión de Pioneros de Cuba; lo relacionado con los jóvenes
que tienen de 13 a 16 años y no estudian ni trabajan; los problemas de la
enseñanza media y de los profesores de la enseñanza media; los problemas
relacionados con el estudiantado universitario y los profesores universitarios.
De manera que una importante parte del tiempo y de las
energías del Congreso fue dedicada a la educación.
Ninguno de estos temas, ninguna de estas actividades
puede ser subestimada; ninguna de estas actividades puede ser descuidada. Todas tienen una importancia muy grande y
constituyen el contenido de trabajo de la Unión de Jóvenes Comunistas en los
próximos años.
Pero si nosotros fuéramos a tratar de resaltar o de
señalar una actividad que en los años futuros va a ir cobrando cada vez más
fuerza y que en el desarrollo de la Revolución deberá ocupar la atención
primordial de los jóvenes comunistas de nuestro país, por la enorme incidencia
que tiene en todos los demás campos: en
la producción, en la defensa, en la formación técnica e ideológica. Esa tarea está relacionada con la
educación.
Y me voy a explicar.
Algunas de las actividades señaladas anteriormente,
como la Columna, ocuparon —como decíamos— mucho de la energía de la Unión de
Jóvenes Comunistas. Y la ocuparon con
éxito, la ocuparon con resultado.
La Columna Juvenil ha tenido, tiene y tendrá una gran
importancia. Pero necesariamente con el
desarrollo de la Revolución, las necesidades que determinaron el surgimiento de
esa Columna, las circunstancias que exigieron ese esfuerzo, irán cambiando
obligatoriamente. No será un problema
eterno. Es de esperar que dentro de
seis, siete o a más tardar ocho años, no sea necesario realizar tales misiones,
y que las circunstancias que han determinado esa necesidad sean superadas.
Entiéndase bien que estamos hablando del futuro y no
del presente. Porque en el presente esa
actividad es insustituible, pero que nosotros creemos que en años futuros —a
más tardar en siete u ocho años— ya no exista esa Columna, al menos tal como se
concibe hoy y para llenar las funciones que llena hoy.
Otros recursos, entre ellos el de la mecanización
total de las cañas de Camagüey, nos ayudarán a resolver el problema principal
que determinó el surgimiento de la Columna.
Pero desde luego, no será solamente ese factor.
Muchos de los problemas que hoy se han discutido aquí
—todo ese problema relacionado con los jóvenes que no estudian, de 13 a 16
años, retraso escolar, problema de maestros y profesores, atraso tecnológico—,
esos problemas no deberán existir en el futuro.
Y por lo tanto, inevitablemente cambiará el contenido del trabajo de la
Organización.
Sí seguirán existiendo en el futuro durante muchos
años algunos problemas, como los relacionado con la defensa del país. Porque mientras exista el imperialismo, es
una cuestión que no podemos albergar ninguna esperanza de que pueda ser un
problema resuelto. De manera que algunas
tareas sí van a ser tareas de mucho tiempo.
Y desde luego, la tarea de la formación y profundización ideológicas,
será una tarea de siempre en el futuro de nuestro país. Otras son transitorias. Y en cambio, el problema de la educación es
ahora un problema fundamental, un problema serio, un problema crítico. Y las tareas relacionadas con la educación
nos señalan objetivos muy concretos y muy precisos, que deberemos satisfacer en
los próximos años. Si queremos señalar
una fecha, podemos decir: en los
próximos ocho o diez años; si queremos señalar una marca en el tiempo,
podríamos referirnos al año 1980.
Y cuando decimos que los problemas de la educación son
problemas serios y críticos, no significa, ni mucho menos, que no hayamos
avanzado en el campo de la educación:
significa que lo que hemos avanzado es muy poco todavía con relación a
lo que nos falta por avanzar, que la tarea se hace cada vez más compleja y más
ardua.
Resolver en un principio los problemas de la
alfabetización, en un grado considerablemente alto, a pesar de que fue un
esfuerzo meritorio, duro, no se puede comparar con las dificultades que entraña
la solución de los problemas actuales de la educación.
Y yo quiero fundamentalmente dedicar mis palabras de
hoy a esta cuestión, en la cual la participación de ustedes es decisiva. No será ni podrá ser solo la tarea de
ustedes. El problema de la educación tiene
que ser la tarea de todo el pueblo, no solo del Ministerio de Educación: tiene que ser la tarea de las organizaciones
de masa, del movimiento obrero, del Partido y del pueblo todo, porque es la
única manera de abordar la cuestión.
Pero dentro de las organizaciones políticas y de masa,
la tarea de la Unión de Jóvenes Comunistas es decisiva, puesto que la educación
se relaciona precisamente con los millones de niños y de jóvenes que
constituyen el contenido de trabajo de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Acerca de estos problemas se ha hablado aquí; se han
dado cifras y datos. Pero nosotros
queremos precisar en el campo de la educación cuáles constituyen, a nuestro
juicio, los problemas fundamentales.
Dentro de la gran masa de datos y de elementos de juicio,
nosotros hemos seleccionado algunos. Por
eso ustedes nos van a excusar
—aunque ustedes en estos días hayan escuchado una gran cantidad de
cifras—, que nos permitan a nosotros también exponer algunas cifras, las menos
posibles, pero imprescindibles para entender la cuestión (APLAUSOS).
Estos problemas de hoy no se parecen en nada a los de
hace 10 años ó 12 años. En aquella época
había cientos de miles de analfabetos.
No recuerdo si eran un millón o un millón y tantos. En aquella época la mitad de la población
escolar no tenía escuelas. En aquella
época no había aulas, no había maestros, no había recursos, no había nada para
la educación.
La Revolución en sus inicios se encuentra con una
situación muy dura, muy atrasada. Tiene
que empezar resolviendo todos esos problemas:
cómo llevar un maestro a cada rincón del país, una escuela —improvisadas muchas veces sus instalaciones—
al último rincón del país; cómo enfrentaba los problemas del analfabetismo, de
la incultura en millones de personas.
Los problemas eran la alfabetización, llevar la escuela, iniciar la
educación obrero-campesina. En todo ese
campo se trabajó considerablemente.
Los problemas de ahora no son esos. Los problemas de ahora son en parte resultado
de esos avances, y en parte también resultado de los atrasos que tenía
acumulados nuestro país. De la
experiencia, o digamos de la falta de experiencia, de la falta de cuadros, de
las circunstancias en que nuestro país se vio obligado a enfrentar los
problemas de la Revolución. Cuando
incluso muchos de los técnicos, profesionales, gente con conocimientos, tanto
en niveles universitarios, en niveles medios, como incluso en la enseñanza
primaria, muchos de aquellos cuadros, fueron sustraídos del país por falta de
convicción política, por temor, como consecuencia de las campañas
imperialistas. De manera que si cuando
la Revolución triunfó había decenas de miles de maestros sin empleo —no
recuerdo si eran 10 000 ó 12 000— y a pesar de que inmediatamente una de las
primeras cosas que hizo la Revolución fue darles empleo a todos los maestros,
no obstante eso han sido miles y miles los de los antiguos maestros y
profesores que marcharon del país. No,
desde luego, una mayoría. Hay que decir
que la mayoría de los maestros y profesores permanecieron en el país. Pero las necesidades eran tan abrumadoras,
que la emigración de una parte del personal docente se hacía sumamente dura
para el país.
Unido a esto estaban las circunstancias de que había
que llevar la escuela a los lugares más apartados, a las montañas. Y desde luego, no todo el mundo estaba
dispuesto a marchar hacia aquellos lugares.
Y aunque los problemas son hoy problemas distintos, no
obstante, son problemas muy serios y que requieren toda la atención de nuestro
país.
Ahora, en cuanto a algunos índices: por ejemplo, la escolarización. ¿Qué porcentaje de estudiantes o de niños en
la enseñanza primaria —digamos— se
matricula? Ese índice es un índice
satisfactorio, un índice positivo. Ese
índice ha ido creciendo en estos años.
En la actualidad hay un 96.4% de niños de seis a doce años matriculados
en las escuelas. Es una cifra
razonablemente alta. Por eso la
matricula alcanza más de un millón y medio de estudiantes en primaria.
Desde luego, el número aquí obedece en parte no sólo
al porcentaje de matriculados entre los seis y los doce años, sino también a la
gran cantidad de retrasados escolares que matriculan en la primaria. Esa es la causa por la cual aparecen más de
400 000 en el primer grado. Y todos los
años la cifra es así, y crece incluso.
Porque están matriculados no solo los de las edades
correspondientes.
Hay una cifra todavía superior al doble de los que
realmente deben estar matriculados, o aproximadamente es el doble de los que
deben estar matriculados si funcionara óptimamente el sistema y si fuesen
promovidos los alumnos de curso, y además si ingresaran en la escuela a la edad
correspondiente.
El número de matriculados es alrededor de 1 700
000. Si ustedes quieren les doy la cifra
exacta: fue este año 1 759 167. La enseñanza primaria. Este número debe ser unas dos veces y media o
más de los que estaban matriculados antes de la Revolución.
En algunas edades, como en la edad de ocho años, la
escolaridad es muy alta. De la edad de ocho
años están escolarizados el 99,8 de los niños, ¡noventa y nueve coma ocho! Casi el 100% a la edad de ocho años. Es alta a los nueve años, a los diez. A los diez es 97,6. A los 12 ya es 94,5. Y desde luego, ya aquí empiezan a surgir
algunos de los más serios problemas. A
los 13 años todavía es de 86,9; a los 14 años, 76,7; a los 15 años, 55,7; y a
los 16 años, 39,8. De manera que hay 20
804 de 13 años no matriculados; 35 428 de 14 años no matriculados; 68 042 de 15
años no matriculados; y 91 239 de 16 años no matriculados. Que hacen ese total de 215 443 de que se ha
hablado, que no estudian ni trabajan.
Aunque no se pudiera decir en términos absolutos, sí en términos casi
absolutos. Porque algunos se declara que
hacen algunos quehaceres, que ayudan al padre en alguna cosa; pero los hechos
demuestran que se pueden calificar en la categoría de jóvenes que no estudian
ni trabajan.
Eso empieza a convertirse en un problema serio con
vistas a las perspectivas futuras.
Viene un segundo problema, que es la cuestión de las
promociones. Las promociones son bajas,
y han estado alrededor del 70%. Y en
algunos cursos, como el cuarto año, apenas el 60%, alrededor del 60%. Quiere decir que ya se produce un gran número
de retrasados, se incrementa el retraso en el cuarto grado. Por eso se va produciendo una gran
acumulación de atrasados escolares, y así aquí tenemos algunos datos. En total los atrasados escolares se
consideran con dos o más años de retraso escolar. Hay 719 870.
En primer grado hay 128 804; en segundo grado 114 516; y así
sucesivamente en cifras de este orden. Y
en total en la enseñanza primaria y media, las cifras señaladas.
Esto va creando una serie de problemas que se
acumulan. Así tenemos el problema
relacionado con la retención escolar, es decir, cuantos de los que comienzan en
un año el primer grado se gradúan de sexto a los seis años. Y aquí entre los distintos cursos se ha
tomado uno representativo: el curso
1965-66, donde se matricularon 387 000 en primer grado —aquí doy cifras
redondas— y llegaron a sexto grado
124 000: 384 000 en primer grado
—1965-66— y llegaron a sexto grado 124 000.
De los 124 000 aprobaron el sexto grado 82 300. Así es que
387 000 en primer grado: 82 300
en sexto grado aprobado. Todos los demás
se fueron rezagando o abandonaron la escuela.
Es decir, el 21,2% aprobó el sexto grado, el 21,2%.
Si se analizan los índices de países desarrollados, si
se analizan los índices de países que han logrado impulsar la educación, si se
analizan, por ejemplo, los índices de la Unión Soviética, se podría comparar en
este problema de las promociones las deficiencias que todavía tenemos en
nuestro sistema educacional.
Ahora bien: si
fue el 21,2% nacionalmente, se producen ciertas diferenciaciones entre la
primaria urbana y la primaria rural. En
las primarias urbanas fue de un 34,2%; en las primarias rurales, un 11,7%. Quiere decir que si el problema es grave, lo
es en mucho mayor grado en el campo, donde de cada 100 jóvenes 11,7% de cada
100 que comenzaron en primer grado llegan en su curso normal a sexto
grado.
Este problema sigue agravándose en la secundaria. Tomando un curso de secundaria —el año
1966-67— en que había 59 300 en el séptimo grado, es decir, primer año de
secundaria, llegaron al décimo 17
213, y aprobaron el décimo grado 8 073 de aquellos 59 300.
Esta cifra que acabo de señalar equivale a un
13,6%. Desde luego, hay que tener en
cuenta que en la secundaria muchos alumnos salen a otros estudios, son
promovidos, por ejemplo, para el Instituto Pedagógico o cursos de emergencia
para formación de maestros; de manera que para poder precisar la magnitud de
las pérdidas o del retraso, o de la deserción, hay que tomar en cuenta estas
circunstancias; pero de todas maneras es muy alta.
Esto, desde luego, explica en parte el mínimo ingreso
al nivel medio superior, es decir, preuniversitarios e institutos
tecnológicos. Vean cómo en un año se
graduaron solo 8 073.
¿Qué factores son los que determinan estas
dificultades? Son numerosos. Digamos, por ejemplo, los recursos
materiales, las instalaciones escolares, la base material de estudio —para
citar uno—, las dificultades para incorporarse en una escuela en las montañas,
las distancias, la escuela aislada, la escuela pobre, la escuela en un bohío,
la escuela en una casa de guano. Otros
problemas: el ambiente, el medio
ambiente, el nivel cultural de la población, la baja conciencia que se tiene
todavía acerca de la importancia de la escuela, de la importancia de la
educación, de la disciplina en la escuela, de la asistencia a la escuela, de la
cooperación con la escuela por parte de la población en general, y en especial
de los padres de los alumnos. Ese es un
problema que influye.
Otro aspecto que influye en un grado considerable es
la cuestión relacionada con la calidad y la eficiencia del personal
docente. Muchas veces se señala este
aspecto. A nuestro juicio es uno de los
más importantes, pero no es el solo aspecto.
Hay un conjunto de problemas.
Ahora, de un total de 79 968 trabajadores docentes, es
decir, maestros y profesores, solo 24 265 son titulados; y hay 50 000
aproximadamente no titulados, algo más de 50 000. El número de titulados es 30,4%. De cada 100 profesores y maestros solo 30,4%
son titulados. En la primaria el 61,3%
no tiene título; y en la secundaria el 73,7% no tiene título.
Este problema además en la secundaria, con el
incremento del número de graduados del sexto grado, porque a pesar de estos
números, a pesar de estos porcentajes es tan alta ya la escolarización, es tan
alto el número de alumnos de la primaria, que cada año aumenta el número de los
que se gradúan de sexto grado. Y a pesar
de estos problemas hay ya 185 000 alumnos en secundaria básica, ¡a pesar de
estos problemas! y el año próximo serán unos 220 000, y en el año 1975 serán
unos 300 000 (APLAUSOS). ¿Cuantos
serían, cuantos serían si realmente tuviéramos una promoción alta y una
retención escolar alta? Y eso aumenta la
demanda de profesores.
De modo que la cuestión en la secundaria tiende a
agravarse, y es uno de los problemas a los cuales tenemos que encontrarle
solución y que ustedes tendrán que encontrarle solución. O digamos:
tendrán que aplicar la solución, porque nos parece que pueden existir
soluciones.
Esto se refleja en el déficit, por ejemplo, de
profesores de secundaria, en el déficit perspectivo. De manera que se calcula que entre 1972 y
1976 se necesiten unos 20 000... Voy a
buscar la cifra exacta. Se necesitan 22
477 nuevos profesores de secundaria. ¿Y
saben cuantos se van a graduar en esos años?
Mil novecientos noventa. Si a
esto se le suma por prácticas docentes unos 2 000, el déficit es de 18 548
profesores de secundaria de 1972 a 1976.
De manera que no constituye un pequeño problema saber
que en 1976 tendremos, por lo menos en 1975, unos 300 000, en 1976 una cifra
mayor: más de 300 000 estudiantes de
secundaria, y que no tenemos los profesores para esas secundarias.
La enseñanza primaria sí tiene un número alto de
jóvenes preparándose entre cursos regulares y cursos de emergencia. En el plan regular había al principio de este
curso 24 049. De maestros primarios eran
—esto es en total: maestros y profesores—
20 189. En el plan acelerado había 3
298.
De manera que hay unos 23 000 preparándose en la
escuela primaria. Desde luego, es
necesario seguir nutriendo las escuelas de maestros primarios de grandes
promociones todos los años para resolver el problema en la primaria. Por donde no se ve solución, de acuerdo con
los cursos regulares, es en la secundaria.
Pero estos no son los únicos problemas. Hay uno que se ha mencionado aquí, pero no
creo que se haya resaltado lo suficiente:
el problema de la enseñanza técnica y profesional.
En las escuelas técnico-profesionales de la rama
industrial se matricularon 16 203 alumnos, y en la rama agropecuaria 7
757. De manera que había 23 960 jóvenes
matriculados en la enseñanza técnico-profesional industrial y agrícola. Y si se tiene en cuenta que el país tiene que
vivir de la industria y de la agricultura, si se tiene en cuenta que todo el
mejoramiento de los niveles de vida y de la economía estarán en dependencia del
desarrollo industrial y agrícola, esta cifra de 23 960 pudiera parecer una
cifra de Luxemburgo, de Montecarlo, de no sé qué país, pero no de este país,
¡no de este país! Esta no es una cifra
lógica para un país como Cuba, que tiene que salir del subdesarrollo, que tiene
que enfrentar tantas dificultades en todos los órdenes: desde la pobreza de sus recursos naturales
hasta el bloqueo económico, más la pobreza y la miseria acumuladas durante
siglos. Esta cifra no parece una cifra
cubana.
Es cierto que durante un número de años se hicieron
grandes esfuerzos por atraer jóvenes, no de la enseñanza regular, sino jóvenes
obreros y campesinos, a los institutos tecnológicos agrícolas principalmente, y
que se llegaron a inscribir, y en determinado momento estuvieron estudiando
decenas de miles de jóvenes campesinos y obreros, con niveles —desde luego— muy
bajos: a veces segundo grado, tercer
grado, cuarto grado, para promover la enseñanza técnica y profesional, sabiendo
que de la enseñanza regular era difícil con los prejuicios, la incultura, las
desorientaciones que todavía existían en el país, más con los bajos números de
graduados de secundaria nutrir los institutos tecnológicos agrícolas. Pero lo que es en cierta medida desalentador
es que ya en 1971, 1972, sean cada vez menos los que prefieran optar por el
estudio de técnicas industriales y agrícolas.
No digamos que estamos en condiciones de convertirnos
en un país de filósofos —¡con todo respeto por la filosofía! Simplemente quiero llamar la atención hacia
los jóvenes y hacia su organización juvenil acerca del significado que esto
puede tener, acerca del significado que esto tiene, acerca de la inmensa falta
de realismo que esto entraña, y acerca de una laguna incuestionable de la que
todos somos responsables, todos, todos los que de alguna manera podemos tener
alguna influencia sobre la juventud. Y
aquí van incluidas organizaciones de masa, organizaciones políticas, medios de
comunicación masivos; en fin, todos los factores que pueden llevar a una
comunidad humana a tener una actitud real ante la vida y ante el futuro. Todos esos factores, de una forma o de otra,
están implicados en el hecho de que en este país agrícola, y que tiene que
vivir de la agricultura durante muchos años; en este país pobre de recursos
naturales, donde ganarse el pan es una tarea dura y difícil; en este país, que
ha tenido que estar empleando más de medio millón de hombres históricamente
para producir su cosecha azucarera, de la cual depende la economía; en este
país, que se industrializa y tendrá que industrializarse a un ritmo mayor, sean
pocos los jóvenes que tengan el pensamiento puesto en adquirir capacitación
técnica profesional en el campo de la industria y de la agricultura.
Esto con relación a los que pueden inscribirse. Y hay institutos tecnológicos vacíos,
tecnológicos industriales y tecnológicos agrícolas. Y cuando cualquier hombre consciente, cualquier
revolucionario pasa por una de esas instituciones y las encuentra vacías, tiene
que meditar y tiene que analizar y tiene que considerar eso un llamado de
atención, y es una advertencia de que algo no anda bien, de que en lo
relacionado con la formación de la juventud hay cosas que no marchan del todo
bien, y que estamos a mil leguas de las realidades.
Pero vuelvo a repetir:
este es un conjunto de cosas.
Para que tengamos jóvenes que ingresen en los tecnológicos, primero
necesitamos jóvenes que sean promovidos en la primaria, que pasen de grado, que
lleguen a sexto grado, que lleguen a la secundaria y que sean promovidos en la
secundaria, y que están en condiciones de optar.
Claro está que eso obliga también a otra forma de
realismo: ¿Cómo vamos a abordar este
problema, si el número de graduados es de 8 000 en secundaria y si las
capacidades en institutos tecnológicos son muy superiores?
No quiero menoscabar ninguna otra actividad, pero aquí
pongo un ejemplo: idiomas... Claro, es enseñanza de adultos. Hay 24 033 estudiando idiomas. Muy bien:
tenemos que alegrarnos de que haya muchas personas que comprendan la
importancia de los idiomas y estudien los idiomas. Eso forma parte, eso pudiera considerarse
como un índice positivo.
Lo que me pregunto por qué 7 757 en agricultura y 16
203 en enseñanzas industriales. Y
pregunto: ¿Quiénes van a producir en el
futuro los bienes materiales? ¿Y cómo
los van a producir? ¿Cómo van a
tecnificar la agricultura, cómo van a tecnificar la industria? ¿Quién trabajará, y cómo, en la producción de
los bienes materiales?
Y en un país que necesita cada vez más máquinas, cada
vez más mecánicos, cada vez más técnicos en todos los campos, desde la
industria azucarera a cualquier otra actividad.
Veamos un ejemplo:
la planta de nitrógeno de Cienfuegos tiene 52 ingenieros, algunos
cientos de técnicos de nivel medio que están realizando los estudios
superiores. ¡Una planta!
Muchas veces se llega a donde están las fuerzas
trabajando: brigadas de construcción de
caminos, de presas, de movimiento de tierra, grandes agrupaciones de equipos, y
el mecánico no aparece, ¡no hay mecánicos!
Mecánicos automotrices, mecánicos electricistas, no aparecen. Y hay otros oficios en que todavía escasean
más. Preguntan por los carpinteros en
una presa donde hay que hacer el encofrado, un importante trabajo económico, y
el carpintero no aparece, y el albañil no aparece. Tal como si fuesen oficios desdeñables,
indignos de una revolución proletaria.
Esas son realidades.
Y sin embargo necesitamos industrias, necesitamos
presas, necesitamos viviendas, necesitamos todo. Y está probado, además, que cuando se quiere
se puede. Y lo han demostrado los
obreros de las fábricas, construyendo las viviendas: se han hecho albañiles, electricistas, plomeros,
carpinteros, de todo, y se han hecho relativamente pronto.
Pero bien: hay
que pensar a fondo en estas cuestiones.
Y al lado de eso, 200 000 entre los 13 y los 16 que no
estudian ni trabajan. Pero al lado de
eso, cientos de miles que tienen 13, o puede ser 14, 15 ó 16, que están
atrasados escolares.
Un ejemplo es la provincia de La Habana, que es la que
tiene los más altos niveles de promoción, la que tiene la mejor situación
educacional —es lógico— por las instalaciones y por determinadas circunstancias. Pero en la provincia de La Habana, del total
de 13 a 16 años que no asisten a la escuela, había 27 758. Pero, además, jóvenes de 13 a 16 años con dos
años o más de retraso escolar y que asisten, hay 26 176.
Pero veamos: de
13 a 15 años, en primer grado, 94; de 13 a 16, en segundo grado, 315; de 13 a
16, en tercer grado, 1 074; en cuarto grado,
3 237; en quinto grado, 7 615; y en sexto grado, 13 841, de 13 a 16, que
están en sexto grado, con dos o tres años de atraso escolar; y 7 615 en quinto.
Están por un lado los que no asisten, y por otro lado
los que asisten con un gran atraso escolar, y por otro los que asisten y no son
promovidos, y por otro lado los que comienzan en primer grado y no llegan a
graduarse de sexto. Están esos problemas,
a los cuales nosotros calificábamos de los problemas actuales de la
educación.
Todo esto se refleja más hacia arriba, en el nivel
medio superior, y más hacia arriba, en la universidad.
De manera que no queda la menor duda de que todas
estas circunstancias configuran la necesidad de realizar una verdadera
revolución educacional. Por eso nosotros
nos referimos a esa revolución, a una revolución que en cierta forma se ha
venido haciendo, que ha venido comenzando.
Porque no me he referido, desde luego, a todos los
problemas. Pudiéramos referirnos a las
circunstancias reales de que a veces a un graduado tecnológico de nivel medio,
de un instituto agropecuario, no se le puede mandar a una lechería porque no
produce leche, porque no es capaz de hacer funcionar la lechería. Es decir que ha adquirido una preparación
intelectual.
Pero voy más lejos:
podríamos hablar de graduados en la universidad a los cuales los mandan
a un plan y fracasan irremisiblemente.
No están mentalmente preparados para enfrentarse a los problemas de la
producción en las condiciones en que la producción tiene lugar, con sus
dificultades, sus problemas. Es
indiscutiblemente un caso de idealización de la vida, de la realidad; de impreparación para enfrentarse a esa realidad y a sus
problemas, en algunas profesiones más; en otras menos.
Afortunadamente, en el campo de la medicina, la
aplicación de una concepción muy correcta que combinó el estudio y el trabajo
condujo a la posibilidad de graduaciones importantes de médicos de magnífica
calidad; porque es que estaban en el hospital desde el tercer año, estaban allí
aprendiendo en los hospitales, ayudando en los hospitales, participando en la
solución de los problemas de salud en las condiciones en que la salud se
desenvuelve. Y después, la medicina
rural, que los llevó a las entrañas de nuestras montañas y de nuestros campos,
con sus condiciones de incultura, sus condiciones de pobreza, las dificultades
objetivas para desempeñar sus funciones.
Es preciso decir, desde luego, como una cuestión de
elemental justicia, de que en todas las ramas también hay jóvenes que, no
obstante haber recibido una educación si se quiere académica, intelectual; no
obstante ello, han realizado ingentes esfuerzos y los han realizado con éxito,
y han podido enfrentarse a los problemas.
Pero con sinceridad decimos que nadie puede afirmar
hoy día que quien termine sus estudios en una institución de nivel medio o de
nivel superior está realmente capacitado para la tarea. Aunque pueda estarlo en el orden teórico, no
lo está en el orden práctico.
Entonces los problemas son más. Son los que se matriculan y no son
promovidos, los que comienzan por el primero y no llegan al sexto, los poquitos
que llegan a la secundaria, los menos que se gradúan de los que llegan, y luego
la utilidad de los que salen de nuestras instituciones educacionales.
Luego, es necesario ir a fondo. No todo es un problema de querer, no todo es
un problema de voluntad.
No he mencionado aquí algo que sí ustedes han
mencionado mucho, que son los estudiantes que no estudian, además.
De manera que de los pocos que van llegando habrá que
ir descontando a los que estudian de una manera superficial o frívola.
Y eso sí, hay algo que está demostrado: haga usted un llamado, toque un clarín porque
la patria está en peligro, y no queda uno.
Hay que decir que patriotismo hay en este país, y de sobra; entusiasmo
para determinadas formas de heroísmo hay en este país, y de sobra. Pero virtudes para el trabajo sistemático y
cotidiano, las pequeñas muestras de heroísmo diario, la constancia en la
actitud, es lo que no pudiéramos decir que ha abundado todavía en nuestro
país.
He aquí sin duda un campo claro, objetivo, visible, en
el cual tendrá que invertir grandes energías la Unión de Jóvenes
Comunistas.
¿Cómo abordar, cómo enfrentar estos problemas? Porque al lado de estas circunstancias se ve,
por otra parte, en las escuelas primarias, en las escuelas secundarias que van
al campo, que van a realizar cualquier actividad, una actitud impresionante. Digamos que cada vez que llaman a los
muchachos para ir a la escuela al campo, a cualquier tarea, están allí, y
trabajan bien, y trabajan duro, y tienen una actitud impresionante.
Hay que decir que el despertar de las virtudes, del
entusiasmo, de las perspectivas que una revolución produce en el seno del
pueblo es increíble. Y es increíble
porque, a pesar de todas estas deficiencias y de todos estos factores
negativos, cualquiera se encuentra en cualquier escuela una materia prima
impresionante y una calidad extraordinaria.
Porque puede decirse que la Revolución ha despertado en los jóvenes
algo: una fe, un entusiasmo, una
situación nueva, absolutamente nueva.
Porque la Revolución ha hecho que el joven sea algo, y algo sumamente
importante, en la sociedad, algo extraordinariamente apreciado en la
sociedad. La Revolución ha hecho que los
niños y los jóvenes se conviertan casi en su razón de ser, ¡en su razón de
ser!, porque son el objetivo de la Revolución, los continuadores de la
Revolución, los que tienen precisamente que llevar al país hacia las etapas que
las primeras generaciones revolucionarias no las podrán llevar. ¡Hay una materia prima extraordinaria! Si esa materia prima existe, entonces tiene
que haber alguna forma de encontrarle solución a estos problemas.
La experiencia revolucionaria, que es una gran escuela
—lo que la vida nos dice y nos indica— incesantemente señala la necesidad de
revolucionar hasta los cimientos los conceptos de la educación.
Se han dado pasos importantes, pasos positivos. No hay ninguna idea de hoy que no tenga sus
orígenes en ideas que las precedieron y que, en definitiva, no sean la
evolución consecuente de determinadas ideas anteriores. Y hay una idea que no es nueva —es una idea
marxista, es una idea martiana—, que es la idea de la combinación del estudio y
el trabajo.
Es verdad que nuestros jóvenes estudiantes —los
becados, los estudiantes en general— siempre han tenido una respuesta positiva
a todo. Su disposición ha sido magnífica
—en general, digamos— a todo menos a estudiar a fondo. Pero se entusiasman para el trabajo, para el
heroísmo, para cualquier tarea.
Pero a veces, en términos generales, si antes teníamos
a los hijos ricos del padre rico, después de la Revolución teníamos al hijo rico
del pueblo pobre, ¡el hijo rico del pueblo pobre!
¿Pero es que acaso tenían la culpa los jóvenes? ¡No! Esos eran los jóvenes que eran
alfabetizadores, los jóvenes que iban a la zafra, que iban a lo que fuera. ¿Es que, desde luego, podía hacerse otra cosa
para desarrollar la educación y para darles oportunidad a los jóvenes que
vivían en centrales azucareros y en lugares donde no había ni una secundaria,
ni una preuniversitaria, ni un tecnológico?
¿Se podría hacer otra cosa que organizar un importante plan de
becas? ¡No!, no se podía hacer otra
cosa. ¿Teníamos bienes materiales,
recursos, instalaciones? ¡No! Si solo para atender las necesidades de la
enseñanza primaria, prácticamente se utilizaban cuantos recursos había en el
país.
Hay que recordarse cómo al principio de la Revolución
casi todos los cuarteles fueron convertidos en escuelas.
Hay que considerar, además, la importancia de que en
un momento dado se dieran los pasos de la incorporación de la escuela al
trabajo, mediante el sistema de la escuela al campo.
El problema, a nuestro juicio, es una cuestión de
concepción de la educación y una cuestión de cultura, de niveles de cultura, y
la cuestión de la influencia de las viejas ideas, de los prejuicios; la
influencia todavía que recibimos de otras sociedades, las tendencias a las
idealizaciones, la tendencia a rehuir ciertas realidades.
¿Quién quiere ir al campo? El campo es duro, el campo es pobre. Pero, además, ese campo duro y pobre no
cambia de un año para otro, y tendremos campo duro y pobre todavía años. Todos esos factores se concitan, todos esos
factores se conjugan y promueven determinadas evasiones.
Se había llegado a la concepción de los trabajos y a
la participación, durante un periodo del año, en los trabajos. Pero todavía realmente no era la aplicación
de la concepción marxista del estudio y del trabajo.
En algunas escuelas, en algunas facultades
aisladamente se comenzó a aplicar ese principio. Y los resultados fueron buenos. Actualmente ese principio se está aplicando
en la Universidad de La
Habana, con el resultado de que se han incorporado 12 000 estudiantes a los
centros de trabajo, trabajando media jornada.
Pero, a la vez, se han incorporado cerca de 12 000 obreros a las
facultades obreras, que se encaminan hacia los estudios universitarios,
combinando ellos también el trabajo con el estudio.
Esto ha significado una gran inyección de nivel
técnico y de capacidad a los centros de trabajo. Pero va a significar también una inyección de
espíritu obrero a la universidad.
Esto ha significado, además, que allí en la
universidad, donde se forma al hombre precisamente para resolver esos problemas
que se le presentan en la producción, la educación vaya dirigida precisamente a
enfrentar y resolver esos problemas, y no como dos mundos apartes, distantes y
diferentes.
Y hay una cosa real:
una universidad no es una fábrica.
Una universidad puede llegar a tener un gran nivel, un gran nivel
teórico, incluso un gran nivel moral, nivel intelectual, académico, con
profundas convicciones revolucionarias, partiendo de ideas abstractas,
partiendo de la teoría. Pero una
universidad no es una fabrica. El
espíritu obrero no se va a encontrar en una universidad.
A la vez, la fábrica suele carecer de conocimientos técnicos,
de conocimientos intelectuales, de conocimientos teóricos; desarrollar las
virtudes del obrero que allí junto a las máquinas, junto a los hornos, a veces
en condiciones muy duras, desempeña su actividad todos los días.
Pero una universidad sola y como tal puede producir
solo intelectuales, en la vieja concepción de la universidad. Y un centro de trabajo no producirá
intelectuales: producirá obreros.
Y era necesario que la fábrica y la universidad se
encontraran, para que la universidad aportara a la fabrica sus conocimientos
técnicos, su intelecto, y los centros de trabajo, las fábricas, aportaran a la
universidad su espíritu obrero.
Incluso fue necesario modificar la concepción de la
facultad obrera, porque antes si un obrero se distinguía, estudiaba, iba a la
universidad; al llegar a la universidad, se matriculaba. Y desde el momento en que se matriculaba, la
fábrica lo perdía como obrero.
¡Estudiante nada más!
Intelectualizábamos al obrero, sin proletarizar al estudiante.
Claro que aquello tenía sus orígenes en otros
problemas. Durante los primeros años de
la Revolución, los organismos administrativos hacían trampas: empleaban enseguida al estudiante; un estudiante
de ingeniería o de arquitectura, se lo llevaban, le daban un trabajito
cualquiera, para tener un derecho de propiedad sobre aquel estudiante. Porque aunque la propiedad privada
capitalista es abolida, antes de que se establezca la propiedad verdaderamente
socialista, la vida nos enseña que pasamos por diferentes concepciones de
propiedad. Entonces, los más diligentes
contrataban estudiantes para quedarse con ellos, afectando su formación; muchas
veces promoviendo la deserción del estudiante, puesto que ya tenía un sueldo.
Eso estableció la necesidad de plantear que no se
podía contratar estudiantes. Que si una
necesidad económica surgía, preferible que fuese resuelta. Porque aquello no tenía un sentido de
combinar estudio y trabajo.
Pero lógicamente, ese principio se aplicó
mecánicamente al obrero que llegaba a la universidad.
Por otro lado, los centros de trabajo que tenían pocos
obreros con capacidad, es decir, con nivel alto, no estaban muy interesados en
promover que ese obrero llegara a la universidad, porque lo perdía como obrero,
¡lo perdía como obrero! El resultado era que, cuando mandaban las fábricas por
lo general a estudiar a la universidad, mandaban muchas veces a un
conflictivo. Ya no lo querían en la
fábrica y lo mandaban para la universidad.
Ese sistema no funcionaba. Ese sistema iba haciendo languidecer el
concepto de la facultad obrera y la promoción del estudio entre los
obreros. Era necesario superar esta
situación.
Hoy el centro de trabajo recibe estudiantes, recibe un
aporte. Y además, forma a sus obreros y
no los pierde como obreros. Siguen
siendo obreros de la fábrica, y allí seguirán trabajando en la fábrica. Y si un día la necesidad nacional de una rama
determinada, de una rama determinada, requiriera obreros, técnicos, de una
fábrica que tuviera un número superior a sus necesidades —y no así una nueva
fábrica—, entonces, discutiendo con el colectivo de trabajadores; pero
entiéndase bien: discutiendo con el
colectivo de los trabajadores y previa aprobación del colectivo de los
trabajadores, podrá moverse ese técnico que era obrero de aquella fábrica. En definitiva, conciliamos los intereses del
estudio con los intereses de los centros de trabajo.
De manera que este movimiento se viene realizando hace
meses en la universidad. Los estudiantes
están demostrando ser magníficos obreros una vez más, aunque todavía no hayan
demostrado que pueden ser magníficos estudiantes.
Sin embargo, nosotros tenemos una seguridad: que las promociones serán más altas, que los
estudiantes estudiarán más. No tenemos
la menor duda.
Aquí nosotros hemos leído algunos documentos del
Congreso, y algunos señalan: "es
necesario que los estudiantes tengan conciencia de lo que cuesta satisfacer sus
posibilidades de estudiar". Y esa
bandera se ha levantado aquí. "Es
necesario que los estudiantes tengan conciencia". Pero, ¿por qué a un estudiante hay que
formarle conciencia de lo que cuesta estudiar?
Hay que formarle conciencia solamente a un estudiante que no sabe lo que
cuesta producir, a un estudiante que no es productor. Porque solo los que no son productores pueden
ignorar lo que cuesta estudiar, lo que cuesta sufragar los gastos de los
estudios.
Entiéndase bien que esa educación la requiere un
estudiante donde el estudio y el trabajo no están combinados.
A la vez se habla y aparece en algunos documentos del
Congreso: "Es necesario que los
estudiantes respeten la propiedad socialista". ¿Y a quién hay que enseñarle a respetar la
propiedad socialista? A un ciudadano
enajenado, a un obrero enajenado o a un estudiante enajenado. Es decir, a un estudiante que no sabe lo que
es producir, a un estudiante que no combina el estudio con el trabajo.
Al que crea la propiedad socialista, nadie tendrá que
decirle que la cuide. Ahí tenemos a los
obreros construyendo sus casas: no habrá
que decirles que las cuiden. Ya no es el
obrero que antes la alquilaba, era de un dueño, otro la produjo, y no le
importó qué pasó con ella. A lo mejor se
pasó 30 años construyendo casas y nunca consiguió una casa. Era la casa en que vivía propiedad de otro,
el que la alquiló, y no la cuidó ni le importó cuidarla. Ahora que los obreros participan en la
creación de esos bienes y saben lo que cuesta hacer una casa, no habrá que
educarlos en la idea de que cuiden la casa.
Algo anda mal cuando tenemos que educar a la juventud
en el cuidado de la propiedad socialista.
Y es que sencillamente se trata de un joven enajenado, que no tiene idea
de lo que es la propiedad socialista, que no es creador de propiedades
socialistas.
Y volvemos a repetir lo que hemos dicho otras
veces: si se quiere que un niño cuide el
jardín, enséñenlo a sembrar el jardín, enséñenlo a regar el jardín (APLAUSOS);
hagan que el niño produzca el jardín, y nadie tendrá que enseñarle que lo
cuide, nadie tendrá que caerle atrás con un palo para que no destruya el
jardín; enséñenlo a sembrar un árbol, y nadie tendrá que castigarlo por
destruir árboles.
Destruyen los que no crean. Destruyen los que no tienen la menor
sensación de lo que es crear. Destruye
un vago, que no trabaja. Destruye un
lumpen, destruye un delincuente.
¿Y acaso no vemos al obrero que hace una máquina,
acaso no vemos al obrero que construye un ómnibus cómo se indigna y cómo se
irrita cuando ve que el ómnibus lo chocaron?
Los obreros que crean los instrumentos de trabajo sufren cuando ven el
instrumento de trabajo mal empleado, cuando lo ven subutilizado. Muchas veces en una fábrica que produce algo
escaso, y sencillamente por dificultades del transporte no se recoge lo que hay
allí, y el obrero está siendo alentado a trabajar más y más duro para producir
aquel producto, cuando ve que no lo recogen, cuando ve que se amontona, se
desalienta. Es como si de repente
tuviera la sensación de que aquello no se aprecia, de que aquello no vale, de
que aquello se abandona.
Es que el obrero en el socialismo, en el comunismo, no
puede ser un obrero enajenado, es decir, divorciado de lo que hace, que no le
importe aquello que hace. Porque
nosotros hemos visto cómo sienten los obreros con relación a su fábrica, a sus
máquinas, y al producto que crean; el orgullo, la satisfacción que experimentan
con lo que crean.
De manera que algunas de nuestras consignas
correctas... Porque si están rompiendo
la propiedad hay que hacer una campaña contra eso, pero tenemos que
preguntarnos por qué: por qué puede haber
un niño, por qué puede haber un joven, por qué puede haber un ser humano que
destruya el bien de todos, el bien suyo incluso; cuáles son los factores
sicológicos, cuáles son los factores mentales que determinan esa actitud.
Luego es incuestionable que el principio de la
combinación del estudio y el trabajo es la única fórmula de educación
comunista. No hay otra. Nadie aprenderá a nadar sobre la tierra, y
nadie caminará sobre el mar (APLAUSOS).
Al hombre lo hace su medio ambiente, al hombre lo hace
su propia vida, su propia actividad. Y
aprenderemos a respetar lo que crea el trabajo creando. Enseñaremos a respetar esos bienes
enseñándolo a crear esos bienes. Y no
hay otro camino.
Si nosotros comprendemos esto y actuamos
consecuentemente, nosotros creemos que resolvemos estos problemas, y otros
muchos problemas.
Una revolución no es ni será nunca cosa fácil. Está demostrado que no es fácil. Pero para ser revolucionario hay que saber
eso, y prepararse a resolver esos problemas difíciles.
Repito que son complejos y que son muchos factores los
que determinan esta cuestión que nosotros estábamos señalando. Uno de ellos es nuestra propia pobreza: ¿cuántas escuelas teníamos?, ¿qué
posibilidades teníamos de construir en años anteriores escuelas? Ni escuelas, ni casas, por una serie de
razones.
Hemos tenido que emplear enormes recursos en la zafra,
recursos humanos, porque ya la zafra no la hace el hombre trabajando 16 y 17
horas, cortando y alzando, y llevando el almuerzo en un cartucho y durmiendo en
un barracón; ya la zafra no la hacen ni siquiera los antiguos profesionales del
corte de caña. Las circunstancias que
promovían la asistencia al corte de una manera espontánea desaparecieron. ¿Quién lo sabe mejor que ustedes, los
columnistas, que han tenido que realizar esa actividad, sustituyendo a los que
antes iban solos a cortar la caña?
Hemos tenido que enfrentar la agresión imperialista,
empleando cuantiosos y valiosísimos recursos humanos en la defensa del
país.
También es cierto que durante muchos años la atención
fundamental se concentró —y era lógico que se concentrara— en sobrevivir. Porque así fueron los primeros años de la
Revolución. Todavía y durante muchos
años tendremos que preocuparnos por sobrevivir.
Pero además tendremos que realizar las otras tareas.
Unido a todo eso, la desorganización, el desorden que
una revolución crea en su primera fase —que hay que decirlo: el desorden que crea—, muchas veces crea caos
antes de crear el orden, por múltiples causas.
La experiencia lo ha demostrado.
Muchas veces se perdía la disciplina del trabajo, se relajaban los
controles, se promovía el ausentismo, todas esas cosas; se desaprovechaba la
jornada laboral, de 8 horas se trabajaban 7, 6, 5 y media. Todos esos factores conocidos.
En fin, que construir una escuela era prácticamente un
imposible. Esa no es la situación de
ahora.
Por otro lado los movimientos distintos que se
realizaron de aprendices, escuelas talleres, que muchas veces chocaban con la
incomprensión, otras veces chocaban con la falta de los más elementales
recursos, las instalaciones, para poder impulsar esas actividades.
La situación de ahora no es esa. Nosotros creemos que el país en este momento
dispone de los medios y de los recursos materiales y de la fuerza para apoyar
esta revolución educacional.
En síntesis, ¿cómo vemos la cuestión? Aquí hay un librito que nos puede ayudar
mucho. Yo no sé si este librito es muy
popular. No es una novela, no es una
historia, no es un cuento, no es un libro de texto, aunque puede enseñarnos
mucho. Son los datos del censo de
población. Aquí están los datos. Creo que ahora podemos comprender de manera muy
objetiva la importancia que tienen estos datos.
Aquí está la población por edades hasta los 16 años, en una categoría de
17 a 64 y otra de 65 y más. Está por
provincias, está por regiones.
Aquí nosotros tenemos, por ejemplo, los datos de los
jóvenes que ahora están entre 12 y 18 años.
Son aproximadamente un millón de 12 a 18 años, ¡un millón! Es decir, los jóvenes comprendidos en las
edades de la enseñanza media, en los siete niveles de la enseñanza media: secundaria básica y preuniversitarios, o
secundaria básica e institutos tecnológicos.
De estos habrá muchos matriculados en cuarto grado, quinto grado, sexto
grado; estarán en la primaria indebidamente.
Ya se vio que entre 13 y 16 había unos 200 000 que no estaban
matriculados, que hay 200 000 de este millón que no están matriculados. En este millón, lógicamente, estarán algunos
de los que comenzaron a trabajar y está una parte de los incluidos en el
Servicio Militar Obligatorio. Este
millón es de hombres y mujeres.
Con relación a los hombres, ya sabemos: los que llegaron a sexto grado fue un 20% de
los que estaban en primero. Los que
llegaron a décimo grado era un 13% de los que habían llegado al primer año de
secundaria, es decir, al séptimo grado.
Otros no están inscritos: ni
estudian ni trabajan.
Y cuando se trata de mujeres, cuando se trata de
muchachas, van emigrando de la secundaria:
para su casa, ama de casa, distintos quehaceres; se apartan del estudio
y se apartan de la producción en absoluto.
Ese es el camino.
Este es un millón de jóvenes de ambos sexos. ¿Cuántos, sin embargo, están en el nivel
medio estudiando? Hay unos 250 000. Del millón, 250 000 están estudiando nivel
medio: secundaria, preuniversitario o
tecnológico, o maestros o profesores; distintas enseñanzas. Y de esos 250 000, 23 000 están en actividades
industriales y agrícolas; y 750 000, una parte son atrasados escolares en
primaria, otra parte ni estudia ni trabaja, otros estarán trabajando —ya
mayores de 16 años—, otros —una mínima parte— están en el Servicio o en las
Columnas o en las Pre Columnas.
En el año 1980 los jóvenes entre 12 y 18 años serán
más de un millón y medio. Estos que
ahora tienen de 12 a 18 estarán ya entre 18 y 25, y una nueva masa de un millón
y medio vendrá a ocupar su lugar. Y
detrás, de menos de 12, quedarán 2 millones y medio de las distintas
edades. De manera que ustedes tendrán de
menos de 25 años, hasta 25 años —es decir, entre niños, adolescentes y jóvenes—
tendrán una masa de alrededor de 5 millones de personas. Es con relación a esa masa que la Unión de
Jóvenes Comunistas tiene que trabajar.
Esa es su masa. Ese es el gran
objetivo de su trabajo, ese es el contenido de su trabajo: esos 5
millones que constituyen esa nueva generación en el sentido más cabal de la
palabra. Sobre esa masa ustedes tienen
que trabajar en esta próxima década.
Tienen una, que es este millón de ahora, que todavía
les dará muchos problemas, de la cual solo tienen 250 000 estudiando, de la
cual militando en la Juventud tienen muy pocos.
Y será difícil resolver el problema de ese millón de ahora, porque ahora
no tenemos las bases materiales, los recursos.
En fin, no podemos impedir que esa avalancha nos
sobrepase y sigan los atrasados escolares, y sigan los que no estudian ni
trabajan de 13 a 16 años, y sigan los que se desvíen, los que queden sin
adquirir hábitos ni de estudio ni de trabajo, ni disciplina ni nada.
Es una situación verdaderamente especial la que nos
espera en los próximos años. ¿Por
qué? Porque como decíamos recientemente
en la provincia de Camagüey en una reunión de dirigentes, vivimos en una
situación de tránsito, en que todavía no tenemos el hombre nuevo y en que ya no
tenemos el hombre viejo. Ese hombre
nuevo todavía no existe, porque no podemos llamar hombre nuevo al que anda con
un camión corriendo a 100 kilómetros y matando gente. El irresponsable que destruye un equipo, el
irresponsable que no asiste al trabajo, el irresponsable que no estudia,
¡todavía no es un hombre nuevo! y el hombre viejo, aquel que vivió en
el capitalismo, aquel que conoció las dificultades para encontrar un empleo,
aquel que aprendió a manejar una centrífuga en un central, o a manejar un
buldócer durante 10 años como aprendiz; aquel que aprendió la disciplina porque
se lo impuso la vida, se lo impuso la fábrica, se lo impuso el hambre... Muchos de esos hombres de los centrales
azucareros ya fueron rebasando la edad de la jubilación: se fueron jubilando.
Y ustedes llegan hoy a un central y no ven aquella
disciplina, porque no está la disciplina del hombre viejo y no tenemos al
hombre nuevo con la correspondiente disciplina, la autodisciplina, la conciencia
de sus obligaciones, de sus tareas. Y al
lado de un compañero dispuesto, entusiasta, se encuentra al otro que
todavía... Claro que con los años la va
adquiriendo.
Y por eso vemos los problemas de manejo de los
centrales azucareros muchas veces, de operación de los centrales. ¿Quién fue allí? Alguien con un tercer grado, alguien que se
quedó rezagado del estudio, alguien que desertó de la escuela muchas veces en
esos casos. ¿Elemento disciplinador de la masa de varones fundamentalmente, que
no pudo ser ganada, que no pudo ser moldeada por el sistema educacional? Una gran parte de esa masa, con relación a
ella ha habido dos factores disciplinadores: el Servicio Militar y la Columna. Han sido los dos factores disciplinadores
y formadores de esa gran masa que rebasaba el sistema educacional, que no
estudiaba ni trabajaba, que no adquiría un oficio, que no adquiría una
capacitación.
Esa masa ha tenido esos dos factores disciplinadores.
Pero, por ejemplo, con relación a las muchachas no
estaba ni el Servicio ni la Columna; los elementos disciplinadores
no existían. Esa que no estudió ni
trabajó, no adquirió habito de industria, no adquirió habito de obrero, no
adquirió oficio, no adquirió nada. Ese
50% que no pudo pasar por el sistema educacional... Y vean, de un millón, solo el 25% esta en la
enseñanza media; los otros 750 000, la mitad son mujeres. ¡Ni oficios ni hábitos de trabajo! Ese es un problema serio, y más en un país
donde existen viejas tradiciones de no trabajo de la mujer.
Es decir que
hemos pasado de la vieja sociedad, que les imponía a las mujeres la
discriminación, muchas veces los oficios más duros; se tenían que ganar la vida
en forma denigrante, en muchas ocasiones venderse, a otra situación en que no
existe aquella despiadada sociedad que imponga tales onerosas condiciones para
vivir. Y, en cambio, esta sociedad no ha
encontrado todavía la fórmula de educar a esa masa femenina a través de
sistemas educacionales, a través de instrumentos revolucionarios.
Y la mitad de esos 750 000 son mujeres, que no
estudian, que no adquieren un oficio, y que trabajarán si quieren o no, si lo
necesitan más o menos o no, si en su casa entienden que deben trabajar o no, si
alguien influye de manera positiva sobre ellas o no, si alguien las educa o
no. No están ni en la escuela, ni están
en la fábrica, ni son estudiantes, ni están en la Juventud. ¿Quién las educa? ¿Cómo las educan?
Y esos son problemas reales, que tenemos que
encontrarles solución.
Pero queda claro que ustedes tendrán la
responsabilidad de formar y de velar por la vida, el futuro y la preparación de
5 millones de niños, de jóvenes y de adolescentes. Que en el año 1980 —dentro de ocho años—, la
tarea, la eficiencia de la Unión de Jóvenes Comunistas se medirá por lo que hayan
hecho con relación a esa masa. Y serán
los datos de 1980, cuando el Ministerio de Educación saque sus cifras y vea el
número de escolarizados y de los que no están; los que no estudian ni trabajan
y de los que estudian y trabajan; del número de maestros capacitados y con
título y del número de maestros sin título; del porcentaje de los que se
promueven y de los que no se promueven en la primaria y en la secundaria; de
los que empiezan en el primero y llegan al sexto, y de los que empiezan en el
séptimo y llegan al décimo; por el número de estudiantes en la enseñanza media
y en la enseñanza superior; por la distribución de esos estudiantes; por el
número de los que estén estudiando en la rama industrial y en la rama agrícola. Doy por supuesto, desde luego, que otras
ramas, como la de maestros, tienen que ser plenamente satisfechas.
Ahora, ¿cómo lo vamos a hacer? Aplicando consecuentemente el principio de la
combinación del estudio y el trabajo, aplicándolo en todos los niveles de la
enseñanza: en la primaria, en la
secundaria, en la preuniversitaria y en la universidad.
Ya han surgido las primeras escuelas primarias, en que
combinan dos horas de trabajo: de
cuarto, quinto y sexto grados. Pero una
cosa curiosa: en la escuela de Meneses,
cuando la escuela de Meneses empezó a funcionar, los de primero, segundo y
tercero se indignaban de que no los llevaran al campo, ¡se indignaban! (APLAUSOS)
Ya han cosechado los primeros frutos, y les sobra para
la escuela y pueden darles a los comedores obreros, ¡y hasta incluso podrán
llevar al pueblo! ¡Trabajando dos
horas!
En los próximos años deberemos desarrollar ese tipo de
escuela en el campo.
Y en el campo es más fácil encontrar una actividad
para el muchacho en el campo, y actividad de mucho contenido, como es la
agricultura, las plantas, los fenómenos biológicos, los fenómenos químicos;
todo eso constituye incluso una base material para muchas de las asignaturas de
la primaria.
En la ciudad un equivalente de esa institución está
por desarrollar, donde se combinen dos horas de trabajo —cuarto, quinto y sexto
grados— con el estudio. Porque no es tan
fácil en la actividad industrial. Porque
cuando se habla de trabajo, no se habla de cualquier trabajo: se habla de un trabajo útil, porque no se
puede poner a nadie a invertir energía física para algo que no sea útil. Y es muy importante la sensación plena que
debe tener el estudiante de que lo que está haciendo es útil.
Ahora, para la mitad de la población, y en todos los
centrales azucareros, y en los pueblos pequeños, el tipo de instituciones
escolares a desarrollar es ese tipo de institución.
Ya existen las primeras escuelas.
En la enseñanza secundaria están las escuelas en el
campo, que comenzaron las primeras el pasado año. Ya hay aproximadamente 10, ya se perciben los
primeros resultados.
La escuela de Ceiba Uno es la de más alta promoción de
Cuba (APLAUSOS), y están luchando por alcanzar un 90% de promoción en este
curso.
Y las escuelas en el campo ya se distinguen de las
demás escuelas, por su calidad.
Sencillamente tienen la concepción y la base material.
Pero hay síntomas muy halagadores: en encuentros nuestros con estudiantes de
Santiago y de Manzanillo, de las secundarias y de las preuniversitarias, en
unos planes donde se están construyendo las primeras escuelas de este tipo, los
estudiantes tenían verdadera ansiedad por saber si les iba a tocar una de esas
escuelas; demandaban los estudiantes de bachillerato de Santiago, y de
secundarias, pedían, imploraban casi, que les asignaran algunas de esas
escuelas, que ellos querían estudiar en esas escuelas. Eso es, desde luego, un síntoma muy
positivo.
Pero no podemos ni debemos detenernos en las
secundarias. Hay que llevar ese
principio a los tecnológicos. Y ya en
Oriente se comienzan a construir las primeras escuelas politécnicas en los
centrales azucareros. Vamos a empezar
por los centrales azucareros. Y después,
cuanta fábrica se construya en este país, con la industria hay que construir al
lado el politécnico.
Se está proyectando una industria textil para Santiago
de Cuba de 80 millones de metros
cuadrados, para construir de aquí a 1975 ó 1976. Al lado de esa fábrica textil hay que
construir el politécnico.
Se desarrolla la automotriz. Al lado de la fábrica automotriz tiene que
estar el politécnico; fábrica de equipos, el politécnico al lado. Cuanta fábrica importante se haga en este
país hay que construirle la correspondiente instalación escolar al lado, para
que se combine allí el estudio y el trabajo.
Planta Mecánica de Matanzas, hay que construirle su
politécnico; Fabrica de Fertilizantes, que se construye en Nuevitas, hay que
construir el politécnico al lado. Cuanta
industria importante se haga, el correspondiente instituto politécnico.
Y en el futuro, los preuniversitarios, o al lado de
una fábrica, o en el campo también. Cada
uno al lado del taller.
Y en las universidades, por supuesto, el principio que
se está aplicando ya en la universidad de La Habana.
El país dispone actualmente de la capacidad de construir,
en 1973, 1974 y 1975, unas 300 instalaciones escolares del tipo de Ceiba
Uno. Actualmente hay 80 brigadas
construyendo ya instalaciones escolares.
El movimiento de microbrigadas obreras se encargará de ahora en adelante
de construir las escuelas primarias y los círculos infantiles en cada zona de
viviendas obreras que construya.
No podremos rebasar esta cifra hasta después de 1975
en que entrarán a funcionar nuevas fábricas de cemento que están en trámites de
adquisición, y tendremos nuevas capacidades de producción de cabillas y otros
materiales de construcción. Pero los
recursos actuales del país permiten desarrollar el plan de viviendas, el plan
de construcciones industriales, el plan de presas, de caminos; los planes de
lecherías, los planes agrícolas en general y los planes de escuelas. Y los planes de escuelas —repito— a un nivel
de 300 instalaciones anuales.
En septiembre de este año, en un mismo día, a una
misma hora, se inaugurarán 40 secundarias básicas en el campo; capacidad para
20 000 (APLAUSOS). Y en septiembre de
1973, al iniciarse el curso, entre escuelas de maestros, escuelas politécnicas,
escuelas o institutos politécnicos —ahora serán escuelas y después serán
institutos—; escuelas de monitores, institutos tecnológicos y secundarias, en
el mismo día y a la misma hora, en septiembre de 1973, se abrirán capacidades
para 80 000 nuevos estudiantes (APLAUSOS).
Y en 1974 las capacidades nuevas, al inicio del curso, de estas
instituciones de nivel medio, no bajarán de
100 000 por año.
En las 300 instalaciones escolares hay que contar
escuelas primarias también —no las cuento en estas capacidades— y, además,
construcciones universitarias.
De manera que el país está en condiciones de crear la
base material. A ustedes les corresponderá
crear la base humana, el factor subjetivo para el cual existen todas las
posibilidades.
Naturalmente que tendremos que auxiliarnos también de
la ley. Habrá que legislar, habrá que
promover una legislación con relación al problema del estudio en el nivel
medio.
Existe una vieja ley que establece la obligatoriedad
de la enseñanza hasta el sexto grado.
Pero no hay ninguna obligatoriedad de la enseñanza después del sexto
grado y de los 12 años; no existe ley.
Los de 13, 14, 15 y 16, si quieren estudian; si quieren no
estudian. Es decir, si quieren sus
padres, o si no quieren; o si son débiles sus padres y no les exigen. Muchas veces no le exigen ni al que tiene 10
que vaya a la escuela.
Habrá que estudiar y discutir con todo el pueblo una
legislación.
Ahora a nuestro juicio no hace falta, de
inmediato. ¿Por qué? Porque si mañana se hace una ley que
establece la obligatoriedad de la enseñanza de los 13 a los 16 también, hasta
los 16, o hasta los 18 años, no tendríamos instalaciones donde enviarlos, no
tendríamos instrumentos de estudio, no tendríamos profesores. ¿Dónde pondríamos a estudiar estos cientos de
miles de jóvenes de ambos sexos que ni estudian ni trabajan, entre los 12 y los
18 años? No tendríamos donde
enviarlos.
Naturalmente que nosotros no podemos esperar por esa
ley, por esas instituciones, por esas soluciones que se van produciendo por
año. Hay que llevar a cabo los acuerdos
del Congreso sobre el movimiento juvenil, sobre el sistema paralelo de estudio,
sobre las escuelas talleres, sobre el movimiento de aprendices; hay que darle
el máximo de fuerza a ese movimiento, ¡el máximo! (APLAUSOS), puesto que esa es
la solución inmediata, la única solución que tenemos inmediata.
Ahora, en 1975, septiembre de 1975, ya las nuevas
capacidades creadas pasarán de 300 000; serán unas 300 000 por lo menos en
septiembre de 1975. Ahora, de 1975 a
1980 se vislumbra la posibilidad de crear capacidades hasta alcanzar la cifra
de un millón en 1980.
Cuando ese momento llegue, prácticamente habremos
creado la base material completa para esa revolución educacional; digamos que
podrá ser el punto culminante de esa revolución, tanto en la primaria como en
la secundaria. Pero cuando hablamos del
millón, nos referimos al nivel medio. De
manera que en 1980 podemos tener un millón de jóvenes de ambos sexos estudiando
y trabajando, entre los 12 y los 18 años.
En Camagüey, por ejemplo, ¿cuántos podrían ser? Es un dato que seguramente a los de la
Columna les interesa y les ayudará a comprender por qué decíamos que irán
desapareciendo determinadas instituciones de ahora. Sumando los que en el año 1980 tendrán de 12
a 18 años en Camagüey, pasan de 140 000.
Suponiendo que algunos, por determinadas razones no puedan ir a una
escuela en razón de algún impedimento; suponiendo que algunos estén en el
Servicio —en Camagüey se llaman muy pocos al Servicio—, se podrían tener en
Camagüey, entre los 12 y 18 años, 120 000 jóvenes combinando el estudio y el
trabajo.
Y todos los planes que hoy consumen gran fuerza de la
Columna —de vegetales, cítricos,
piñas, todo eso— estarían atendidos.
Pero, además, todas estas fábricas que hoy consumen personal de la
Columna... Cada central azucarero de
Camagüey tendría un politécnico de 500 jóvenes allí, estudiando y
trabajando. Cada central.
Ustedes mencionaron en la Columna cómo en Camagüey les
dieron algunos centrales. Con este
movimiento se podría tener un politécnico en cada central azucarero, y los 150
centrales azucareros tendrían 75 000 jóvenes con un politécnico allí. No se trata de formar allí los que van a
trabajar en los centrales. Está toda el
área agrícola, de una agricultura mecanizada, con regadío, los complejos agroindustriales,
el central y sus áreas cañeras con todas sus combinadas, sus centros de acopio,
sus redes eléctricas, su sistema de regadío.
El personal para atender toda esa demanda de esos complejos se formaría
en esos politécnicos. Pero aun para
otras industrias del país. No se trata
de que allí se van a formar únicamente para el central o para la
agricultura: torneros, fresadores,
obreros calificados, pueden ir a otras industrias. Simplemente en el central es uno de los
lugares donde se aplicaría el principio de la combinación del estudio y el
trabajo a los jóvenes entre 15 y 18 años, o entre 16 y 18 años; es decir, tres
niveles. Porque, lógicamente, a esos
institutos politécnicos no se mandaría un muchacho de 12 o de 13 o de 14. Hay que enviarlo de 15, 16, 17 ó 18, porque
ya debe estar en condiciones mentales y en condiciones físicas de desempeñar
algunas responsabilidades en las fábricas.
Los primeros politécnicos se van a construir en
Oriente, para septiembre de 1973.
Oriente es una de las provincias con más problemas de fuerza de trabajo
calificada para los centrales. Pues
Oriente en dos años tendrá un politécnico en cada central. Claro está que Camagüey también tiene
problemas, lo que ocurre es que Camagüey no tiene los recursos de construcción,
recursos humanos que tiene Oriente.
Con este sistema —entre estudiantes de secundaria,
estudiantes de maestros, estudiantes de preuniversitario y estudiantes de
institutos tecnológicos y escuelas politécnicas— en el año 1980 podríamos tener
un millón de jóvenes.
Si se analiza, además, el costo de la educación,
tenemos que actualmente el país gasta más de 400 millones de pesos en la
educación. Ese gasto lógicamente
crecerá. Somos un país en desarrollo,
somos un país pobre. Y si la educación
en el año 1980 cuesta 600, 700, 800 ó 1 000 millones, ¿cómo podría la economía
del país responder de esa demanda, cómo podría la economía del país responder
de ese gasto?
¡Ah!, entonces viene otra cuestión: el subproducto de la combinación del estudio
y el trabajo, nos permitiría crear cuantiosas riquezas con esa masa de jóvenes
trabajando tres y cuatro horas diariamente.
El valor de su producción deberá rebasar ampliamente los 1 000 millones
de pesos.
Por lo que el país resolvería otra importante
contradicción: la contradicción entre su
pobreza y la necesidad de desarrollar de la forma más amplia la educación de la
juventud.
Ahí estaría la solución económica del problema.
Y ahí tienen ustedes una tarea para estos años
—ustedes, las organizaciones estudiantiles y la Unión de Pioneros de
Cuba—: una tarea relacionada con 5
millones de ciudadanos de este país.
Y esa es la tarea que nosotros queríamos
enfatizar.
Para realizar esa tarea, los apoyos del país, los
recursos para el desarrollo de la base material de esta revolución en la
educación.
Ahora, lógicamente, si ustedes tienen en la escuela
hoy cientos de miles de retrasados escolares, ¿qué hacer con los que tienen 13,
14 y 15 años y están en tercero, cuarto y quinto grados de primaria? Los maestros saben los problemas que
confrontan con los atrasados escolares y los niños de otras edades, los
obstáculos que eso implica para la educación.
La fórmula será, cuando tengamos suficientes
instalaciones, establecer escuelas en el campo para alumnos de primaria que
tengan 13, 14 y 15 años de edad; es decir, separar los de los muchachos que
tienen 6, 7, 8, 9 y 10 años y enviarlos a instituciones similares a los de
secundaria en el campo. Solo que en
secundaria estarían los cursos normales, y en estas escuelas estarían los
atrasados escolares. Pero todos entre
compañeros de su edad y combinando allí también el estudio y el trabajo, igual
que en la secundaria.
¿Qué hacer con los atrasados escolares de secundaria,
de los que tienen 16 y 17 años y están en séptimo o en octavo grado? Enviarlos a las escuelas politécnicas. De manera que las escuelas se dividirán por
niveles de conocimientos y por niveles de edad, ¡niveles de conocimientos y
niveles de edad!
¿Pero si se quiere elevar la calidad de la enseñanza
además de la base material, el personal docente? Hay dos caminos: el desarrollo del movimiento de guerrilleros
de la enseñanza para ingresar más jóvenes en las escuelas de maestros (la
construcción de las escuelas de maestros que ya se está llevando a cabo) y
—¡muy importante!— los cursos de superación de los maestros no titulados. Hay que hacer un especial esfuerzo con los
maestros no titulados. Es decir,
formación de nuevos maestros, elevando su calidad; desarrollo de la superación
entre los actuales maestros.
¿Y cómo vamos a resolver el problema de los profesores
de secundaria básica, si este año se inician 40 nuevas escuelas, si en el año
1973 no menos de 120; si cada escuela lleva no menos de 40 profesores; si
aumenta el número de alumnos, no solo de escuelas secundarias sino de
alumnos? ¿Cómo resolver este
problema?
Es necesario desplegar un movimiento entre los
graduados de secundaria básica desde este año.
En todo el país hay 20 000 estudiantes de secundaria básica en décimo
grado. Hay que desarrollar, a través de
las organizaciones estudiantiles y de la Juventud, un movimiento de captación
de jóvenes de décimo grado para que marchen a enseñar a las secundarias en el
campo, bajo la dirección de profesores con más experiencia, e inscribiéndose en
el Instituto Pedagógico. De manera que
un graduado de décimo grado podría marchar a una escuela secundaria, a trabajar
ya bajo la dirección de profesores de experiencia, y realizar allí sus estudios
correspondientes al Pedagógico. Es
decir, iniciar un amplio movimiento con esos jóvenes, que combinarían también
la enseñanza en la secundaria con el estudio superior en el Pedagógico. De momento no hay otra fórmula que acudir a
los alumnos del décimo grado, y reclutar no menos de 2 000 de ellos este año, y
reclutar no menos de 5 000 el próximo año.
Y así sucesivamente.
Hay que buscar una solución de emergencia, pero una
solución de emergencia que brinda la perspectiva de superar a esos jóvenes, de
hacerlos realizar los estudios superiores.
Esa es la única fórmula mediante la cual nosotros podemos resolver el
problema del déficit de 18 000
profesores que vamos a tener en el año 1976.
Hay que resolverlo por esa vía. Y
esa es una de las tareas que es necesario que ustedes tomen en sus manos.
Y este programa puede llenar el contenido del trabajo
de la Unión de Jóvenes Comunistas en la próxima década. Pero fíjense bien: sin abandonar las tareas que tenemos en
nuestras manos, sin abandonar una sola de las tareas, sin disminuir un ápice la
atención que debemos prestarles a la Columna Juvenil, al movimiento de
aprendizaje y a todas las tareas que ustedes han acordado en el Congreso.
Cuando este movimiento avance, tendremos entonces otra
cuestión: el problema del Servicio
Militar.
En la actualidad no es parejo el sacrificio que hacen
los jóvenes. Unos estudian, quedan exonerados
del servicio; luego a lo mejor abandonan los estudios, ingresan a la
universidad o no ingresan, y sin embargo no han hecho el servicio porque
quedaron por ley exonerados. Por una
parte, no han recibido la preparación militar.
Y por otro lado, un numeroso grupo de jóvenes tiene que ir a la Columna,
otros tienen que hacer el servicio —en muchos casos interrumpiendo sus
estudios. De manera que no es pareja la
participación o no es parejo el sacrificio que hacen todos los jóvenes.
Si nosotros aplicamos este sistema, en el futuro
tendremos otra situación. Debemos tener
en cuenta que, por el volumen de nuestras necesidades militares,
aproximadamente un tercio de los varones que arriban a la edad de 16 ó 17 años
son llamados al servicio. Si nosotros
aplicamos consecuentemente este programa, ocurriría que muchos estudiantes
tendrían que interrumpir sus estudios.
¿Qué es a nuestro juicio lo ideal?
Si nosotros establecemos la obligatoriedad de la enseñanza media, hasta
los 18 años, de 12 a 18, que una vez terminada su capacitación, haga el
servicio. Tendríamos, desde luego, un
joven mas maduro, con más nivel, con mas conocimientos.
La cuestión de los rudimentos de la disciplina militar
se puede ir enseñando en las distintas fases de la enseñanza, de manera que,
una vez realizados los estudios correspondientes a la enseñanza media,
cualquier joven pueda ser llamado al servicio.
No como hoy, que unos estudian, otros van a la Columna, otros van al
servicio. En el futuro, terminados los
estudios obligatorios a esa edad, entonces se podría cumplir con el servicio
militar, y habría posibilidades variadas.
Porque hoy es una cantidad de tiempo, tres años. Pero tres años por qué. Porque son muy nuevos, porque no tienen
conocimientos, porque no tienen nivel.
Cuando el servicio lo realicen jóvenes que han realizado sus estudios
medios, será un personal mucho más calificado, mucho más preparado, y hasta
incluso en muchos casos el servicio militar podría reducirse en tiempo.
Pero de manera que cada joven en este país ya supiera
cuál va a ser su vida desde los seis hasta los veinte años, las obligaciones
que le corresponden entre los seis y los dieciocho, y las obligaciones que le
corresponden cuando termina sus estudios medios.
Esta es la idea, el esquema de esta concepción y de
sus posibilidades.
Y podemos sintetizarlo en esta tarea para la Unión de
Jóvenes Comunistas: la meta de
incorporar desde ahora a 1980 un millón de jóvenes al estudio y al trabajo (APLAUSOS PROLONGADOS).
Analizar en el seno de la Unión de Jóvenes Comunistas
y en cooperación con las organizaciones de masa, el Ministerio de Educación, el
MINFAR y el MININT, cuándo deberá plantearse la cuestión de la enseñanza
obligatoria entre los 12 y los 18 años; cuándo estaremos en condiciones de
responder a esa legislación y aplicarla —que desde luego tendrá que ser
progresivamente. En algunas regiones se
habrán creado primero los medios que en otras, es posible que entre ellas
Matanzas, es posible que Camagüey.
Tardará más Oriente. ¿Porque
saben cuánto tendrá Oriente en 1980, entre 12 y 18 años? Cerca de 600 000. De manera que en Oriente, por mucho que se
construya, la posibilidad de aplicar una legislación de ese tipo será más
difícil de inmediato.
Ahora, en relación con esto nosotros hablábamos con el
compañero Jaime y sugeríamos una idea:
si Camagüey ha ocupado la mayor parte de la energía de la Unión de
Jóvenes Comunistas y de sus cuadros, si Camagüey hoy ocupa y durante años
ocupará muchas de sus energías por la Columna Juvenil del Centenario, y si en
Camagüey sabemos que ahora mismo hay más de 100 000 jóvenes en estas edades, y
que en 1980 serán más de 140 000, ¿por qué no impulsar la construcción de
escuelas politécnicas y de secundarias básica en Camagüey para incorporar al
estudio y al trabajo a esa enorme masa de jóvenes camagüeyanos? (APLAUSOS PROLONGADOS)
¿Qué necesidad tendremos de que un joven de Baracoa en la Columna Juvenil vaya a producir los tomates
que se consumen en Camagüey, o atender allí los cítricos de consumo o de
exportación? ¿Qué necesidad tenemos de
que un joven de Pinar del Río vaya a un central azucarero, si en Camagüey
tenemos más de 100 000 jóvenes entre los 12 y los 18 años, de ambos sexos, si
podemos hacer instalaciones del tipo de Ceiba Uno, como escuela secundaria, si
podemos hacer escuelas politécnicas en cada central azucarero? ¿Qué es lo que necesitamos para hacerlo? Fuerza de trabajo. En Camagüey hay dos brigadas de construcción
de secundaria. El MINFAR va a organizar
dos, el cuerpo de ejército de Camagüey.
El Ministerio del Interior, con el plan de
rehabilitación de reclusos, otras dos.
Hablábamos precisamente con el compañero Jaime la conveniencia de
organizar otras dos con columnistas. Ya
serían ocho. Y este año organizar con el
nuevo contingente de Seguidores de Camilo y del Che... (APLAUSOS PROLONGADOS). Ya serían 14.
Y dos que van a organizar el sector de zafra para construcción de
politécnicos azucareros, serían 16.
Se podrían dedicar perfectamente tres generaciones de
seguidores: la de 1972, 1973 y 1974,
para construir estas instalaciones, para impulsar la revolución educacional en
Camagüey. Y les digo que en unos pocos
años se podría disponer de las 200 instalaciones que se requieren para incluir
100 000 camagüeyanos en este movimiento, 100 000 jóvenes de Camagüey.
Cuando ese momento haya llegado, más la mecanización
de la cosecha de caña, no hace falta en Camagüey ningún baracoense, ningún
guantanamero, ningún pinareño, ningún habanero.
Los objetivos que hoy tiene la Columna Juvenil del Centenario habrán
desaparecido.
No hacemos nada con pasarnos año tras año organizando
columna tras columna. Esta es una
solución, y es una solución definitiva.
Y si la Columna ha sido una solución revolucionaria —muy
revolucionaria—, esta será una solución más profunda y más revolucionaria
todavía.
Y por eso, al lado de la tarea en general de impulsar
y apoyar este movimiento en los próximos ocho años, la tarea especial de
impulsar de manera concreta la creación de la base material de este movimiento
en Camagüey. Y no creo que sea difícil
mover los jóvenes para esa tarea. Y la
prueba es que este año en cada provincia los Seguidores de Camilo y el Che
están construyendo una secundaria básica.
Claro, el anuncio de estas intenciones les va a
dificultar a ustedes el reclutamiento de los jóvenes Seguidores de Camilo y el
Che. Aumentará la resistencia de los
afectados cuando les pidan un joven.
Pero sabiendo los altos fines que vamos a perseguir esperamos la
comprensión de los que resulten levemente afectados (APLAUSOS), la comprensión
de los centros de trabajo y de los organismos administrativos.
Este tema que se plantea en la noche de hoy deberá ser
recogido por el movimiento obrero, meditar sobre estas cuestiones, analizarlas,
al objeto de que en el congreso obrero se profundice todavía más en esta
cuestión relacionada con los problemas de la educación y de la revolución
educacional. Quizás ya para esa fecha se
puedan hacer algunos dictámenes relacionados sobre la forma y la oportunidad de
establecer por ley la obligatoriedad de la enseñanza para los jóvenes de ambos
sexos entre 12 y 18 años también.
Antes de terminar queremos señalar un hecho doloroso
ocurrido en la madrugada de hoy —o de ayer—, es decir, del propio día 4,
mientras ustedes se disponían a clausurar el Congreso, antes de finalizar el
Congreso y clausurarlo. Y es la noticia
de que en la Oficina Comercial de Canadá elementos contrarrevolucionarios, sin
duda movidos por la Agencia Central de Inteligencia, llevaron a cabo un
atentado terrorista con explosivos plásticos y virtualmente destruyeron la
Oficina Comercial de Cuba en Canadá.
Durante el día fueron llegando noticias a través de la
representación diplomática cubana, y también a través de los cables, con las
circunstancias infortunadas de que un compañero perdió la vida, un compañero
joven que desempeñaba sus funciones allí en la Oficina Comercial, un compañero
joven y de brillante historia, que fue de los fundadores de la Asociación de
Jóvenes Rebeldes. Desde entonces
militaba en la organización. Un joven de
la provincia de Oriente, del central "Loynaz Hechavarría", que a los 13 ó 14 años había ingresado
en la Asociación de Jóvenes Rebeldes y, además, en las baterías antiaéreas —las
"cuatro bocas"—, de aquellas que se organizaron en aquella
época.
Las noticias que dan los cables —de los muchos cables
para leer uno aquí— de la agencia France Presse dice:
"La explosión de dos potentes bombas en la misión
comercial de Cuba en Montreal causó esta mañana la muerte de un cubano y
heridas de consideración a otro.
"Según las primeras indicaciones, el atentado,
segundo que se intenta en 24 horas contra sedes diplomáticas cubanas en Canadá,
habría sido cometido por exiliados anticastristas, puesto que la policía
encontró una página anotada de un diario de Miami muy cerca del lugar de las
explosiones. Estas se sucedieron con
apenas segundos de intervalos. La
violencia de las deflagraciones arrancó el tejado del inmueble —la misión
cubana se ubicaba en el duodécimo y último piso—, y esparció dentro de un radio
de 50 metros ladrillos, tejas y cascotes.
Numerosos automóviles aparcados en los alrededores resultaron
deteriorados.
"Se cree que las dos víctimas eran estudiantes de
seguridad de la misión.
"Los daños materiales ascendieron probablemente a
varias decenas de miles de dólares.
"Poco después del atentado, un rápido incidente
opuso a los agentes de la brigada antiterrorista canadiense y a los restantes
guardianes cubanos, quienes, según parece, trataron de impedir a los primeros
la entrada en los locales. Según fuentes
policiales, ese incidente dio lugar a una confusión de los agentes, que
condujeron a cuatro de los cubanos a la Comisaria. Una hora después serian liberados, tras
verificación de identidad".
Estas son las noticias en general, las que dan los
cables. Sin embargo, hay otras que
nosotros sabemos, y es que después del atentado que costó la vida a este
compañero, la policía canadiense de Montreal procedió con métodos brutales y
fascistas.
Debemos señalar que, por la información que poseemos,
una vez producido el atentado penetraron en la Oficina Comercial, violando la
inmunidad de esa oficina, cosa que no pueden hacer; rompieron puertas,
utilizando hachas, y arrestaron además a varios compañeros, algunos de ellos
que gozan también de inmunidad diplomática.
Se presentó la protesta al gobierno de Canadá, que dio
sus excusas con relación a los incidentes, alegando incluso que la policía de
Montreal es municipal y que ellos —al parecer— no tienen demasiado control
sobre esa policía.
Se requiere una buena dosis de paciencia en un día
para recibir noticias de atentados terroristas, de compañeros vilmente
asesinados en el atentado; encima de eso, transgresiones a la inmunidad del
edificio, utilización de hachas para derribar puertas, violación del local,
arresto de cubanos; y encima de todo eso, cuando ya parecía que hubieran
entrado en cordura los policías de Montreal, se sigan recibiendo noticias de
compañeros que, además, en la estación de policía fueron golpeados por la
policía canadiense. Han estado llegando
más informes de los representantes cubanos allí, acerca de fechorías de ese
tipo, tan graves y tan indignantes como las cometidas por los terroristas.
Y es verdaderamente extraño que una policía, en una
ciudad donde pusieron una bomba hace 24 horas, que no ha sido capaz de darle
protección a la sede cubana, encima de eso viole la oficina, arreste
diplomáticos cubanos, y encima de eso los golpee. Al parecer no quieren ni siquiera acordarse
de que aquí hay una embajada canadiense (APLAUSOS), y que este país ha dado
sobradas pruebas de no albergar temores de ninguna índole con relación a
poderes muy superiores a los poderes de los polizontes de Montreal.
Será necesario que el gobierno de Canadá adopte las
medidas pertinentes para controlar a los policías de Montreal, y que cesen
definitivamente este tipo de atropellos y de acciones bandidescas
contra los funcionarios cubanos y su sede diplomática, o en todo caso a la
embajada de Canadá en Cuba no le quedará otra seguridad que la que se derive de
la decencia de este Gobierno Revolucionario (APLAUSOS).
Quiero decir que en todo caso las seguridades con que
cuente esa embajada ya no estarán derivadas del derecho internacional, ni de
ninguna otra garantía que sea capaz de ofrecerle el gobierno de Canadá, sino
única y exclusivamente de las que se deriven de un país que sabe respetar las
leyes internacionales y que sabe respetar los convenios internacionales.
De más está decir que esas garantías son superiores a
las que pueda dar ningún gobierno o ningún acuerdo. Es el hecho de que este país no acostumbra
jamás a tomar venganza, o a tomar revancha, con gente indefensa, con gente que
no tenga responsabilidad directa de los hechos.
Pero que ya esto implicará, desde el punto de vista moral, que un
gobierno que no sea capaz de darle garantía a la seguridad de los funcionarios
de otro país, es moralmente incapaz de darle esa garantía a sus propios
funcionarios.
Esa es la declaración que nosotros queremos hacer con
motivo de los hechos inusitados que se han producido en el día de hoy.
Los cables dicen fácilmente: "un cubano muerto". Pero ese cubano muerto es un joven de 25
años, que deja una esposa y un hijo de dos años de edad, con la circunstancia
de que este joven nació muy próximo al lugar donde nacimos nosotros; lo
conocimos prácticamente cuando tenía un año o dos. Era vecino nuestro en aquella región. Nos imaginamos en este momento los
familiares, los padres, los hermanos.
Se dice fácil:
"un cubano muerto".
Pero esa noticia ha llevado la indignación a un pueblo, y el luto más
desgarrador a una familia humilde.
Había nacido el 27 de octubre de 1946, en el central
"Loynaz Hechavarría". De familia campesina, vivió durante sus
primeros años de edad en el barrio La Bomba, de dicho central, conjuntamente
con cinco hermanos y sus padres.
Comenzó a estudiar a los 8 años de edad, en medio de
las dificultades del sistema, teniendo que trasladarse cinco kilómetros a pie
para la escuela, con falta de maestros, en ocasiones sin zapatos que ponerse, y
teniendo que ayudar a su familia cargando agua, cuidando animales, y llevándole
el almuerzo a su padre, único sostén de la familia.
En 1960, contando 14 años, ingresa en las patrullas
juveniles y en la Asociación de Jóvenes Rebeldes, donde subió los cinco picos,
y desarrollando las actividades propias de dichas organizaciones.
A mediados de 1960 salió a estudiar a Santiago de
Cuba, cursando el cuarto grado. No
terminó, por tener que operarse, regresando posteriormente al central y
comenzando a trabajar como lechero.
Fue movilizado por la milicia en la Crisis de Octubre,
donde pasó un curso de morteros en el batallón 84 de la división 56, pasando a
ingresar en las FAR posteriormente a la Crisis, y cursando en la escuela de
Managua la especialidad de tanques T-34.
En marzo de 1963 sirve como tanquista en la unidad
militar 3234, de Artemisa, Pinar del Río, donde causa baja por haber sufrido
una caída de un tanque y desviándose la columna vertebral.
En 1970 es designado para trabajar en la oficina
comercial de Canadá.
Todos los que lo conocieron, compañeros en diversas
actividades, tienen una magnífica opinión de este compañero.
¿Asesinado por qué?
¿Y asesinado por quiénes? ¿Y
asesinado para qué?
Claro está que ya empiezan a surgir, como siempre, los
facinerosos, los cobardes, a atribuirse la "hazaña" del asesinato,
como en Samá y como en otros tantos lugares.
¿Acaso piensan que van a sembrar el terror en este
país? ¿Acaso piensan que van a asustar a
los funcionarios cubanos y a los revolucionarios cubanos? ¿Y acaso creen que perpetrando cobardes
atentados de ese tipo van a conseguir algún propósito?
En este país se sobra gente para ir a donde sea, para
correr los riesgos que se requieran en cualquier parte; en este país por cada
uno que cae hay 10 000 dispuestos a ocupar su lugar (APLAUSOS).
¿Es que creen que la Revolución es impotente? El día que este país decida ajustar cuentas
con todos esos bandidos, no encuentran lugar bajo la tierra donde meterse, ¡no
encuentran lugar bajo la tierra donde meterse!
(APLAUSOS) Porque en materia de armas, de bombas y de lo que sea
necesario, en este país se sabe largo trecho más que todos esos bandidos
(APLAUSOS). ¡Y valor se sobra para
ajustarles cuentas a ellos y a los que les pagan!
Más vale que no abusen demasiado de la paciencia de
este país perpetrando fechorías de esa índole y esperando que siempre nos
quedemos con los brazos cruzados.
¿Pero qué puede esperarse del imperialismo y de sus
secuaces? Han venido precisamente hoy a
recordarnos de manera elocuente, y a confirmar lo que siempre se ha dicho: que la guardia no se puede bajar jamás y que
tendremos enemigo para largo rato.
Pero, además, no nos desanimamos por eso; ¡porque con
el imperialismo no queremos arreglos de ninguna clase! (APLAUSOS)
Eso lo saben sobradamente los imperialistas. Saben bien la posición de la Revolución
Cubana. Y saben que es una posición
sólida, firme, inquebrantable.
¿Qué podemos esperar de los imperialistas, cada vez
más desesperados?
Ahora mismo vemos lo que ocurre en Viet Nam, llegan
noticias de los combates victoriosos de las fuerzas patrióticas, llegan
noticias de las aplastantes derrotas de los títeres imperialistas. Y de nuevo insinúan y amenazan con reanudar
los bombardeos sobre la República Democrática de Viet Nam; bombardeos que han
estado realizando. Y de nuevo amenazan
con reanudar los bombardeos sobre la capital de la República Democrática de
Viet Nam.
Esto puede dar idea de su derrota y de su
desesperación.
Aprovechamos esta ocasión para expresar nuestra
solidaridad al pueblo de Viet Nam, y expresar nuestra más enérgica condena de
las amenazas belicistas y de las amenazas de bombardear de nuevo las ciudades y
la capital de la República Democrática de Viet Nam.
Pero los imperialistas están en un callejón sin
salida. En Viet Nam no podían quedarse,
fueron derrotados, tuvieron que comenzar a retirar sus tropas. Pero todavía se empecinan y, aun sabiendo
perdida su causa, se empeñan en cobrarle al pueblo de Viet Nam el precio más
elevado en sangre y sacrificios.
Estos hechos dolorosos servirán para endurecer más el
espíritu, el espíritu ya duro de nuestro pueblo y de nuestra juventud.
Una pérdida dolorosa, un combatiente más caído, un
nombre más entre los mártires de la Revolución, entre los que han dado la vida
por la Revolución. Es un camino largo, y
empezó hace mucho tiempo. Y se señalaba
aquí cuando se hablaba de la historia de los 100 años, cuando aparecía el
fusilamiento de los estudiantes de medicina.
Desde entonces hasta hoy, larga historia, larga lucha, grandes
sacrificios que inevitablemente tendrán que seguir realizándose.
Pero sin embargo, hoy no es ayer. Ayer fue o fueron los sacrificios, los
reveses, los 30 años de lucha sin lograr alcanzar su independencia, los
cincuenta y tantos años de frustración y de neocoloniaje. A partir del primero de enero
de 1959, nuestro pueblo, recogiendo toda su historia, su tradición de heroísmo,
sus experiencias, alcanzó la victoria. Y
alcanzó una victoria definitiva.
Hemos tenido que pagar un alto precio; tendremos que
seguir pagando el precio. Pero la
victoria es definitiva.
Nuestros problemas ahora son otros. Son estos problemas que se han discutido en
el Congreso, son nuestros programas:
cómo elevar la eficiencia, cómo resolver esas dificultades, cómo
alcanzar tales objetivos.
Si ustedes analizan toda la documentación del Congreso
y meditan sobre su contenido, es un congreso y es un contenido que nadie habría
podido tal vez imaginar hace 15 años, tal vez ni soñar: que un día como hoy nuestra juventud se
reuniera para analizar esos problemas; que un día como hoy nuestra juventud,
armada de toda una ideología, de toda una pasión y una firmeza revolucionarias,
analizara todos esos problemas, elaborara fórmulas de solución.
Si a alguien le hubiesen descrito un congreso como
este hace 15 años, le habría parecido obra del más febril e imaginario de los
novelistas. Habría parecido de verdad
una ciencia-ficción que hoy toda una juventud, recogiendo lo mejor del
pensamiento revolucionario, recogiendo lo mejor de la conciencia
internacionalista, recogiendo lo mejor de las virtudes de nuestro pueblo,
trabajara enarbolando un programa de este tipo para los próximos años, con tan
profundo contenido moral, tan profundo contenido revolucionario, tan lleno de
entusiasmo, de optimismo, de convicción, de seguridad en el futuro.
Todo eso habría parecido increíble. Que a esta reunión asistieran
representaciones de los países y los movimientos revolucionarios; que en una
reunión como esta se encontrara una brigada internacional de constructores,
construyendo precisamente una secundaria básica que simboliza uno de los
pilares de la revolución educacional de que hablábamos.
Todo esto que refleja lo mejor de los vínculos
internacionalistas, las estrechas relaciones de amistad y de solidaridad entre
nuestros países; todo esto que habría parecido increíble hace 15 años, es
precisamente lo que resalta: la magnitud
y la importancia de la tarea que tienen los jóvenes en nuestro país, del
privilegio —en el mejor sentido de la palabra— que hoy tienen los jóvenes de
nuestro país; de la hermosa tarea que tienen delante.
¡Y este país cree en los jóvenes! ¡Esta Revolución cree en los jóvenes, en sus
magníficas calidades, en sus grandes perspectivas!
En 1953, el 26 de Julio, los combatientes que
participaron en el ataque al cuartel Moncada tenían el promedio de edad que
tienen ustedes. Es posible que si algún
investigador histórico analiza las edades de todos los combatientes, el
promedio esté alrededor de los 22 ó 23 años.
Algunos más, otros menos.
Si se analizan las edades de los expedicionarios del Granma, es posible que también hubiesen
podido estar incluidos en la Unión de Jóvenes Comunistas.
¿Qué quiero decir con esto? Que ustedes están precisamente en la edad en
que nuestro país ha realizado con sus jóvenes grandes tareas. Ustedes corresponden a ese sector de la
población que están en una edad similar a la de otros hombres que en otras
épocas revolucionaron a la sociedad.
Si se analiza la edad de los que hicieron la Guerra de
los Diez Años, la edad de los Maceo y de los grandes combatientes de aquella
época —las edades de los
revolucionarios de todas las épocas de la historia de nuestro país—, se vería
que podían haber sido miembros de la Unión de Jóvenes Comunista si vivieran
hoy.
Es decir, que históricamente en nuestra patria los
hombres de la edad de ustedes fueron gestores y ejecutores de las grandes
revoluciones.
Las cualidades que se requieren en esta hora las han
demostrado nuestros jóvenes en el trabajo, en esos héroes nacionales, en los
combates, en el cumplimiento de las tareas que corresponden a este
momento.
Pero nosotros creemos firmemente que si a otras
generaciones les tocó desempeñar otras tareas, ustedes tienen en esta época
grandes tareas. Ustedes tienen hoy no
que luchar por tomar un poder que el pueblo conquistó de los explotadores. Ya ustedes no tendrán que derramar su sangre
en nuestro país para hacer una revolución.
¡Ustedes tienen en sus manos una revolución! Llevarla adelante hasta sus últimas
consecuencias; insuflarle su espíritu, su fuerza, su intransigencia, su pureza
de principios, sus convicciones; llevarla tan lejos como sea posible: esa es la tarea de ustedes. Continuar la obra de la revolución en Cuba y fuera de
Cuba. En Cuba, cumpliendo con los
deberes elementales de ahora. Y fuera de
Cuba, apoyando con la solidaridad, con la solidaridad moral y práctica y de
cualquier tipo, como decían aquí en la declaración final: como combatientes o como constructores.
Nos parece bien que se haya resaltado la proyección
latinoamericana de la lucha revolucionaria.
Nos parece bien que se haya planteado en esa declaración final la idea
de la unión de los pueblos de América Latina a través de la revolución. Porque sencillamente en ese marco se
desenvolverá la actividad de esta generación en las décadas venideras.
Ustedes deberán llevar la revolución adelante en Cuba, y ustedes deberán desempeñar su
rol en la revolución de América Latina.
Pero esa solidaridad con los pueblos hermanos no la vamos a apoyar solo
con declaraciones. No debe ser apoyada
solo con nuestra oferta generosa de luchar y de combatir y de expresar nuestra
solidaridad en todos los campos.
Hay algo en lo que nosotros estamos muy en deuda con
los pueblos latinoamericanos. Hemos sido
la primera revolución socialista,
hemos sido los primeros en enfrentarnos a problemas muy serios y muy difíciles
y muy complejos. Resolver de manera
correcta esos problemas, encontrarles solución, es uno de nuestros deberes
fundamentales con los demás pueblos.
Por ser la primera revolución,
debemos encontrar soluciones sabias e inteligentes, y eficientes, a esos
problemas. Con lo que nosotros hagamos
aquí, si lo hacemos bien, estaremos ayudando extraordinariamente a los demás
pueblos latinoamericanos, estaremos dándoles soluciones a muchos de los
problemas.
En el futuro ellos, que tendrán que recorrer este
largo camino, volverán los ojos hacia nosotros para preguntarnos qué hicimos
sobre cada una de las cuestiones y qué soluciones encontramos. En todos los terrenos, en los innumerables
terrenos en que la Revolución ha tenido que enfrentarse a problemas serios: en el trabajo, en la educación de la
juventud, en todos estos aspectos.
Nosotros tenemos la obligación de hacer bien las cosas. Nosotros tenemos la obligación de
encontrarle, soluciones a los problemas.
No solo por nosotros, sino también por los demás pueblos de América
Latina.
Ese mismo deber que nos llama a la solidaridad, al
combate, a cualquier sacrificio, debe llamarnos también a la responsabilidad y
a la seriedad en el cumplimiento de las tareas que tenemos que hacer aquí
también, y no solo por nosotros sino por el hecho de haber sido nosotros la
primera revolución socialista de
este continente.
Queremos aprovechar la ocasión para expresar nuestro
agradecimiento a todo, los representante, de los países aquí presentes. Queremos expresar nuestro agradecimiento por
la solidaridad.
Hemos hablado de las dificultades, de las grandes
dificultades. Hemos hablado de las
posibilidades de enfrentarnos a esas dificultades. Hemos hablado de nuestra pobreza en recursos
naturales. Hemos hablado de tareas para
los próximos años. Pero debemos señalar
que en medio de esa pobreza, en medio de los bloqueos, en medio de las
agresiones, hemos podido ir enfrentando esas dificultades y hemos podido irlas
venciendo. Además, en medio de nuestros
propios errores, en medio de nuestras propias deficiencias, en medio de nuestro
propio aprendizaje, hemos contado con algo valiosísimo, que ha sido factor
decisivo, la solidaridad internacional, la ayuda del campo socialista, y en
especial de la Unión Soviética (APLAUSOS PROLONGADOS).
La situación en nuestro país actualmente, a pesar de
las dificultades, puede decirse que podemos mirarla con optimismo. La Revolución está sólida, consolidada. La conciencia revolucionaria ha crecido
extraordinariamente en nuestro pueblo.
El imperialismo es más débil.
Nuestro vínculo con el movimiento revolucionario es sólido. Nuestras relaciones internacionales con el
campo socialista son sólidas y se consolidan cada vez más. Han pasado estos años, se han ido
desarrollando nuestras organizaciones, las organizaciones de masa se han revitalizado
extraordinariamente, en menos de dos años han cobrado nueva y extraordinaria
vida, han unido y han sintetizado sus experiencias, y tenemos hoy el poder
revolucionario más consolidado que nunca. Nuestras organizaciones han crecido
extraordinariamente en fuerza, en conciencia, en eficiencia. Nuestra capacidad de enfrentarnos a las
agresiones imperialistas es mayor que nunca.
Nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias han alcanzado un alto nivel de
eficiencia técnica, de preparación combativa, nuestro armamento es óptimo. Muchas de las dificultades que tuvimos hace
dos años han empezado a resolverse exitosamente. Nuestra capacidad de avanzar en estos
momentos es mayor que nunca; nuestras posibilidades constructivas son mayores
que nunca. Todas las condiciones están
dadas para el trabajo de los próximos años.
Todas las condiciones están dadas para que ustedes los jóvenes puedan
dar el máximo de sí mismos. Todas las
condiciones están dadas para que ustedes puedan cumplir los acuerdos del
Congreso y las tareas enfatizadas en la noche de hoy. Todas las condiciones están dadas para que
nuestra juventud pueda seguir adelante.
Y nosotros podemos proclamar nuestra satisfacción de
que la Revolución, de que nuestro Partido pueda contar hoy con una organización
juvenil como esta.
Si hace varios años se sugirió que se llamara a esta
organización Unión de Jóvenes Comunistas, y efectivamente se adoptó ese nombre,
por el trabajo realizado, por los análisis que se han hecho, por la
organización del Congreso, por los dictámenes del Congreso, por la seriedad,
por la objetividad, por la sinceridad, por la honestidad de los análisis y de
la autocrítica, hoy se puede afirmar que esta organización se ha merecido
verdaderamente el nombre de Unión de Jóvenes Comunistas (APLAUSOS PROLONGADOS).
y que a pesar de las deficiencias señaladas, a pesar
del aprendizaje, nosotros nos sentimos satisfechos de lo que han hecho, nos
sentimos orgullosos de esta organización, y nos sentimos confiados acerca del
trabajo que desempeñarán en el futuro.
Nos sentimos
satisfechos de la firmeza demostrada en este Congreso, de las convicciones, de
las ideas, de la línea. Porque este
Congreso se ha caracterizado por haber tenido actitudes y posiciones y líneas
revolucionarias, firmes, intransigentes.
Este Congreso es un rechazo a la blandenguería. Este Congreso es un rechazo al
aburguesamiento. Este Congreso ha
expresado el espíritu de nuestros jóvenes, que es el espíritu histórico de
nuestros jóvenes en todas las épocas. Y
ahora más que nunca. Porque nunca
nuestra juventud estuvo armada como ha estado armada hoy de una gran causa, de
una gran bandera por la cual luchar, de una ideología sólida como la que hoy
posee. Jamás, en ninguna época de
nuestra historia. Y en todas las épocas
la juventud defendió los principios con vehemencia, con pasión, con
intransigencia; en todas las épocas la juventud se caracterizó por ese
espíritu.
Y es ese espíritu el que nosotros hemos visto
reflejarse en las discusiones y en los acuerdos del Congreso, y en los
dictámenes y en las declaraciones. Esa
línea revolucionaria, intransigente, internacionalista, de principio,
firme. Esa línea es la que nosotros
hemos visto reflejarse en este Congreso.
Es decir, una línea como la que le corresponde a los jóvenes: una línea de lucha intransigente contra los
problemas, contra las deficiencias, contra las fallas, contra los vicios que
subsistan. Una línea intransigente, una
línea dura.
Y nosotros nos sentimos realmente satisfechos de ver
que este ha sido el espíritu que se ha reflejado aquí.
Y estamos completamente seguros de que si el Che, que
fue inspirador de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, que fue crítico de sus
errores, y que fue gran entusiasta de las posibilidades de nuestras
organizaciones juveniles, si estuviera aquí presente hoy, si hubiese podido ver
este espectáculo, lo que ha llegado a ser esta organización, en la cual él
trabajó en los primeros tiempos, nosotros estamos seguros de que se sentiría
satisfecho y se sentiría orgulloso de los avances que ha tenido esta
organización (APLAUSOS PROLONGADOS).
¡Que viva la nueva generación revolucionaria! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!")
¡Que viva la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!" )
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)