DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN LAS CONCLUSIONES DEL ACTO DE GRADUACION DE 2 095 ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA, EFECTUADO EN EL TEATRO DE LA CTC, EL 8 DE DICIEMBRE DE 1972.

 

(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS

DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)

 

Compañeros dirigentes de la educación;

Compañeros profesores;

Compañeros graduados;

Compañeros estudiantes: 

 

A mí también se me ha encargado en la noche de hoy decir algunas palabras con motivo de esta graduación, algunas breves palabras. No creo que serán tan breves como las del compañero Rector, pero voy a tratar de emular con él, sin que ustedes se vayan a desanimar por los papeles que yo traigo aquí, que son simplemente algunos informes, datos relacionados con la graduación de hoy. 

El compañero Hermes habló de distintos aspectos que recordaban la vida estudiantil de los jóvenes que se gradúan en la noche de hoy. También a esos aspectos se refería el compañero Lage en sus hermosas, profundas y emotivas palabras, expresivas del alma, de los sentimientos de nuestros jóvenes que hoy egresan de las universidades.  A todos nos ha producido mucha satisfacción poder ver, poder palpar ese espíritu. 

No hay duda de que hemos adelantado, y no hay duda de que nuestra universidad hoy es incomparablemente mejor de lo que era en los primeros años de la Revolución y es infinitamente superior a la universidad de antes de la Revolución. 

Aquella universidad del pasado escribió páginas gloriosas, pero las escribió precisamente por tratar de cambiar aquel pasado, como las escribieron en los años 20, en los años 30, como las escribieron en los días de la lucha contra la tiranía batistiana. 

Siempre existió una vanguardia de jóvenes que tomaron conciencia de los problemas de aquella universidad, y tomaron conciencia de los problemas del país, y conciencia de los problemas del mundo. 

Hoy puede decirse que esa conciencia no es solo la conciencia de una vanguardia, sino es conciencia de la inmensa mayoría de la masa de nuestros estudiantes. 

Nosotros queremos referirnos en la noche de hoy esencialmente al aspecto que pudiéramos considerar más novedoso, al más difícil y al más revolucionario de los cambios que han tenido lugar en la universidad en estos años, en un grado tan alto como tal vez en los primeros tiempos de la Revolución no habríamos podido imaginarlo. 

En la universidad del pasado se hablaba de reformas, se hablaba de la necesidad de realizar investigaciones; de la necesidad de cambiar las estructuras de la universidad, la composición del estudiantado, de cambiar todo el carácter de la enseñanza.  Pero todavía en la universidad, cuando se hablaba en aquellos tiempos de los cambios, no se había planteado la cuestión de la combinación del estudio y del trabajo.  Y esto naturalmente no se habría podido lograr si no se hubiesen dado los pasos anteriores. 

Sería larga de enumerar la lista de las diferencias, comenzando por el hecho de que en la universidad del pasado había muy pocas oportunidades realmente para los jóvenes procedentes de las filas obreras y las filas campesinas para estudiar, porque únicamente con sacrificios muy grandes algunos jóvenes de familias humildes que vivieran o residieran donde había una universidad tenían la posibilidad de comenzar y tal vez de terminar sus estudios universitarios. 

Hoy la posibilidad de estudiar es una realidad, es una prerrogativa de cualquier joven.  Porque si en el pasado era la lucha del individuo por llegar a la universidad o por poder costear sus estudios universitarios, hoy puede decirse que, a la inversa, la lucha es de la sociedad para que el máximo de jóvenes llegue a la universidad; es el esfuerzo de la sociedad por alentar y por impulsar y por exhortar a todo joven a que se supere, a que estudie, y el esfuerzo de la sociedad para darles a los jóvenes todas las facilidades para realizar sus estudios universitarios. 

Desde el principio de la Revolución fue posible dotar a las universidades de recursos materiales, de instalaciones, dentro de los medios de que se disponía, para empezar por el plan de becarios.  Esto hizo posible que con mayor comodidad y más facilidad y sin los cruentos sacrificios, los sinsabores y los trabajos que pasaban los estudiantes antes, pudieran llevar a cabo sus estudios. 

Se realizó además un esfuerzo para evitar que a los estudiantes los contrataran los organismos y los sustrajeran de los estudios universitarios.  Se llegó incluso a prohibir la contratación de los estudiantes.  Se brindaron facilidades de todo tipo para que pudieran estudiar incluso cuando surgía un imprevisto, cuando surgía una necesidad económica especial, para que pudieran dedicarse al estudio. 

En aquella época también había algunos estudiantes que estudiaban y trabajaban, pero no tenía el sentido que tiene hoy el estudio y el trabajo.  Muchas veces por parte de los organismos era el intento de repartirse a los graduados desde que cursaban ya sus estudios en las aulas; en ocasiones infortunadamente se llegaba a pagar altos salarios a los estudiantes para atraerlos a un trabajo determinado, y se producía una competencia entre los organismos para atraerse a los estudiantes. 

Desde hace tiempo ese método se cambió completamente y hoy la distribución de los estudiantes graduados se hace en forma racional y centralizada, teniendo en cuenta las prioridades y las necesidades generales del país. 

Y los estudiantes empezaron a participar de una forma creciente en las actividades productivas. 

Aquí se habló de su participación en distintos momentos políticos y en distintos momentos productivos.  Se habló de la participación en la zafra en el año 1969 y, sobre todo, de la participación grande de los estudiantes en la zafra de 1970. 

De modo que ya esta promoción ha tenido una amplia participación en las actividades productivas, y en cierto modo combinó el estudio y el trabajo.  Pero todavía no tenía el carácter y el sentido que tiene hoy. Y realmente no podía ser ideal el procedimiento aquel mediante el cual, cuando llegaba la zafra, un número grande de estudiantes se separaba totalmente de los estudios, de las universidades, y marchaba a la provincia, marchaba a Camagüey, marchaba a los centrales azucareros, y participaba en esas actividades durante dos, tres, cuatro meses. 

Sin duda, que eso es útil, sin duda que eso les ayuda a tener una perspectiva mejor de los problemas del país; sin duda que eso los prepara, los curte, los adapta, les enseña los rigores y las dificultades del trabajo en las condiciones de nuestro país.  Pero esto no podía ser, desde luego, lo ideal. 

Y por fin se intentó —y esto se hizo sin mucha divulgación, más bien de un modo discreto y apoyándose en varias experiencias realizadas con anterioridad en nuestro país—, se decidió dar un paso decisivo al nivel universitario en la combinación del estudio y del trabajo, que adquirió de ese modo el carácter que tiene hoy.

Es posible que los mismos actores de estos acontecimientos no se hayan podido todavía percatar de la enorme trascendencia que este paso —que se comenzó por la universidad de occidente— tendrá en el futuro en la vida de nuestro país, y la repercusión que empieza a tener ya fuera de nuestro país y la repercusión que va a tener en los cambios futuros de las universidades en los demás países. 

Nosotros creemos que el paso que se dio —que comenzó por esta universidad— es un acontecimiento histórico y una verdadera revolución en la educación universitaria.  Y no era un paso fácil, puesto que la necesidad de coordinar, de organizar la participación directa y cotidiana de los estudiantes universitarios en el trabajo, sin duda que requería mucho esfuerzo. Empezando porque, dada la distribución de nuestros centros de producción, de nuestras fábricas en general, los estudiantes iban a participar en esas actividades distribuidos prácticamente por toda la ciudad.  Así, los estudiantes de medicina tenían que asistir a un gran número de hospitales diferentes, y los de tecnología tenían que ir a un gran número de talleres diferentes.  Del mismo modo los de las demás facultades universitarias.  Y había que coordinar bien los horarios, los programas, las clases a impartir toda la semana, las materias, con esta actividad desplegada por toda la ciudad.  Sin duda, repito, que eso requería un esfuerzo muy grande. 

Y debe señalarse que ustedes, los profesores y los estudiantes, cumplieron esa tarea, cumplieron ese esfuerzo. 

No vamos a juzgar todavía el esfuerzo por los resultados. Los resultados son ampliamente satisfactorios.  Pero lo admirable es que en este primer año en que se pone a prueba este sistema, se hayan logrado ya resultados alentadores y resultados positivos.  Hasta incluso se logró un pequeño incremento en la promoción con relación al año anterior. 

Pero se pueden sintetizar en cuatro párrafos de este informe los resultados esenciales en lo que se refiere a los estudiantes, y partiendo de la opinión de los propios estudiantes. 

“La mayoría de los estudiantes considera que su disciplina en los estudios es superior con relación al curso pasado. 

“La mayoría de los estudiantes piensa que el sistema estudio-trabajo los hará mejores trabajadores y mejores estudiantes. 

“La mayoría de los estudiantes considera que su actitud política es superior al curso pasado. 

“Los estudiantes que realizan trabajo de base, en contacto directo con los trabajadores y la producción, se han integrado al sistema estudio-trabajo con un grado mayor de politización que los estudiantes que realizan trabajo especializado”. 

Estos cuatro puntos por sí solos encierran la esencia de los objetivos de la concepción del estudio y del trabajo.  Y esta no es más que una parte de los beneficios que nuestra sociedad va a recibir de esto. Porque sin duda que la formación, la adaptación, la familiarización de los futuros técnicos con las realidades de nuestro país será incomparablemente mayor.  Pero, además nuestros centros de trabajo, con ese aporte de energía joven, con ese aporte de fuerzas intelectuales...  Porque no debemos olvidarnos que en la universidad se acumula un gran número de los mejores talentos del país, y en la universidad se acumulan decenas de miles de los jóvenes que tienen más alto nivel en el país, y que en nuestro país la falta de conocimientos, la ignorancia, la falta de preparación es algo que nos encontramos a todas horas, en todas partes.  De ninguna forma lucía lógico que se dejara de utilizar, que el país dejara, de percibir los beneficios de una participación de esa masa de profesores y estudiantes en sus problemas.  En un país pobre, en un país de economía subdesarrollada, en un país que no cuenta con recursos naturales fáciles, en un país de mucha ignorancia y de mucha incultura acumuladas, realmente la ausencia de las universidades y de los estudiantes de los problemas reales y diarios de la vida no solamente conspira contra la formación de esos jóvenes, no solamente tiende a crear trabajadores intelectuales —es decir, hombres deformados (deformados por los hábitos de trabajar solo con la inteligencia y de desarrollarse solo de una manera teórica, de una manera abstracta)—, no solo conspiraría contra la formación de los futuros técnicos, sino que constituía un verdadero crimen para el país. 

La vieja concepción del estudio se acoplaba perfectamente bien con la vieja sociedad —la sociedad de clases, la sociedad capitalista—, llena de contradicciones de todo tipo, pero, entre otras, la contradicción entre los intereses de una minoría de trabajadores intelectuales y los intereses de toda la sociedad. 

Los intereses de esa minoría intelectual entraban en contradicción con el desarrollo masivo de la intelectualidad.  Porque se daba el caso de los llamados colegios profesionales que, si eran médicos, procuraban que se graduara el menor número de médicos posible; porque en las condiciones del país, pues, había cientos y tal vez miles de médicos sin trabajo o semiempleados.  Donde no había desarrollo de la salud pública, era lógico que los pocos médicos que salían de las universidades sobraran, y entonces, lógicamente, los que ya habían logrado algún puesto, alguna posición en aquella sociedad, algún modo de ganarse la vida, trataban de impedir que se generalizaran los conocimientos de medicina.  Tenían que competir, además, por un lado, con los ñáñigos, los brujos, los curanderos, toda esa gente que hacía los papeles de médico, y además con aquella categoría que trajo tanta gente al mundo, que eran las parteras y los parteros.  Pero, además, por otro lado tenían que hacer presiones para que el ingreso en la escuela de medicina fuera más difícil, y tenían que hacer presiones para que los que se graduaran fuesen el menor número posible. 

¿Qué sentido habría tenido en aquel mundo plantear que los estudiantes trabajaran en los hospitales, si los graduados de esa facultad de medicina no tenían trabajo en los hospitales, y si los hospitales no existían, y si el pueblo no contaba para nada, y si la salud pública —tanto preventiva como curativa— no se practicaba, si la medicina era un exclusivo ejercicio privado de la profesión; si la medicina era, en dos palabras, un negocio, un gran negocio, y muchas veces un negocio sucio; si la farmacopea era un negocio, y un negocio escandalosamente sucio y en ocasiones un robo, o mejor dicho, casi siempre un robo?  Desde algunos curanderos con títulos universitarios, que elaboraban algunas medicinas y decían que curaban hasta el cáncer, y salía publicado en los periódicos que aquello curaba el cáncer, y lo otro curaba otra cosa, y lo otro otra cosa; hasta los médicos que por cobrar el seguro operaban a un individuo, y le sacaban el apéndice y le sacaban cualquier cosa. 

En aquel mundo, en aquella sociedad en esas condiciones, ¿qué sentido habría tenido plantear el trabajo de los estudiantes?  Habría sido absolutamente imposible.  Y lo mismo se podía decir exactamente con los estudiantes de magisterio, por ejemplo, o con los estudiantes de pedagogía, con los estudiantes de tecnología, con los estudiantes de cualquier facultad universitaria. 

Y si nosotros vivimos en un mundo completamente diferente; si todas esas cosas, si todas esas contradicciones, si todos aquellos horrores, si todas aquellas inmoralidades, si todos aquellos crímenes han sido barridos; si la salud del pueblo hoy es lo primero; si la medicina hoy no es objeto de lucro o de especulación, de robo del pueblo; si los hospitales se han multiplicado extraordinariamente, si los servicios médicos tienden a erradicar numerosas enfermedades y a prevenir otras muchas, si se desarrolla amplísimamente la salud pública, el problema es a la inversa:  la falta de suficiente personal o de suficientes médicos, puesto que ya se trabaja para combatir la enfermedad como el fin fundamental de la medicina, o prevenirla; o para mejorar la calidad de esos servicios, para tener un número mayor de especialistas, para tener un número menor de ciudadanos por médico. 

Entonces, nosotros no podíamos seguir con una concepción de la universidad igual a la de un mundo que era a la inversa de este mundo y de las realidades y de los objetivos de este momento. 

Por eso, se comenzó precisamente por la medicina, y fue en la rama médica donde primero se comenzó a combinar el estudio con la práctica, combinar el estudio con los servicios en los hospitales. 

Y eso arrojó resultados en la formación de los médicos.  y los que conocen bastante cómo se formaba un médico en el pasado y cómo era de puramente teórica la preparación de los médicos, y cómo los médicos que querían adquirir alguna enseñanza práctica tenían que pasar un gran trabajo buscando la manera de ir a un hospital y ofrecer sus servicios allí, y buscar la oportunidad de poder tener alguna práctica con mil esfuerzos; los que conocen cómo se formaba en el pasado un médico, saben la calidad y la experiencia que hoy adquiere un estudiante de medicina.  y puede decirse que una de las ramas en que nuestro país tiene un nivel técnico muy alto es en la medicina, y una de las ramas de donde han estado saliendo técnicos más capacitados es en la de medicina, y en buena parte porque en medicina se empezó a llevar a cabo la aplicación de este principio más temprano que en las otras ramas universitarias. 

También es cierto que la índole de esa profesión, y el habernos tratado de golpear el enemigo en ese punto, el habernos tratado de llevar los médicos —como efectivamente se llevó el 50% de los médicos de este país—, nos obligó a prestarle especial atención a esa facultad, a hacer programas especiales de formación, a tratar de aumentar el número de estudiantes de medicina. 

Recientemente se cumplió ya el décimo aniversario de la fundación de la escuela “Victoria de Girón”.  Porque en aquellos días —hace un poco más de diez años— en que se organizó aquella escuela, el país estaba viviendo una verdadera crisis de médicos, la amenaza de que nuestra población tuviera que sufrir terriblemente las consecuencias del increíble crimen imperialista de tratar de llevarle los médicos.  Porque de unos 6 000 médicos que había antes del triunfo de la Revolución, se llevaron 3 000.  Es decir, que se dividió el sector de la medicina, y un 50% de los médicos permaneció en el país, pero a la vez otro 50% de los médicos traicionó al país.  Explicable perfectamente bien por la mentalidad de aquellos profesionales, por el carácter mercantilista que tenía la medicina, por la falta de conciencia social y por la falta de sensibilidad humana elemental.  Entre un hombre y una bestia, aquellas criaturas no sabían distinguir el hombre de la bestia, y les era absolutamente indiferente si se moría o no alguien porque ellos abandonaran el país. 

Mientras más tiempo pase, más absurdo, más increíble será para las generaciones venideras que tales cosas hubiesen tenido lugar en Cuba.  Pero también con los profesores, con muchos profesores. También pasó con los maestros, con muchos maestros. 

Nos recordamos cómo al triunfo de la Revolución había 10 000 maestros sin aula, 10 000 maestros que estaban allí pudriéndose virtualmente, esperando qué político, qué sargento electoral, qué amigote, le conseguía un aulita. Y sin embargo también hubo una emigración grande; en el momento mismo en que empezaba la lucha contra el analfabetismo, la lucha por la educación de las masas, infinidad de esos profesionales desertaron, se marcharon del país.  ¿Qué clase de sensibilidad podían tener, qué clase de conciencia, qué clase de noción de lo que es un ser humano, de las necesidades que tiene un ser humano?  ¿Qué podía importarle verdaderamente la lucha contra la incultura, contra la ignorancia? 

En aquella época los maestros sobraban.  Hoy día los maestros no alcanzan ni pueden alcanzar.  Cuando se tiene más de un millón y medio de niños en la escuela primaria, cuando se pretende mejorar la calidad de la educación —no solo resolver su aspecto cuantitativo sino su aspecto cualitativo—; cuando se duplican y se triplican los estudiantes de nivel medio; cuando aumentan los estudiantes universitarios; cuando se luchó de veras contra el analfabetismo y después por la educación obrera campesina; cuando existe el esfuerzo porque el pueblo estudie, es lógico que los maestros no alcancen ni puedan alcanzar. 

Y durante muchos años habrá que estar formando en masa maestros.  Ha habido que acudir a los maestros populares para resolver los problemas de gran número de aulas escolares.  Es decir, personas que todavía no tienen título y que ahora trabajan y luchan por lograr titularse. 

Pero hay algo más:  el hecho de seleccionar a un muchacho que acaba de terminar el 6to grado para enviarlo a una escuela de maestros no es ni puede ser lo ideal.  Porque es demasiado precoz todavía, demasiado temprano, para ver si realmente reúne las condiciones, las características, las aptitudes, o si reúne lo fundamental:  la conciencia de la decisión que toma.  Sin embargo se llenan nuestras escuelas formadoras de maestros de muchachos que han terminado el 6to grado.  Tendrá que llegar el día en que los maestros sean escogidos ya entre los jóvenes que terminen la secundaria básica, que tengan un nivel más alto, antes de que empiecen a realizar sus estudios profesionales para maestros. 

Todas estas son situaciones derivadas del enorme cambio que ha tenido lugar en el país.  Por eso uno de los campos donde los estudiantes prestan grandes servicios a la Revolución y grandes servicios al pueblo es precisamente cuando actúan como profesores, como maestros en las secundarias básicas, en los tecnológicos, en los preuniversitarios. 

Cualquier análisis que hagamos sobre el presente, sobre las realidades del presente, nos lleva a la convicción de que la vieja concepción universitaria no podía mantenerse.  Y los hombres más preclaros, los que fueron capaces de ver más lejos, en el futuro de la sociedad humana, plantearon además la cuestión de la combinación del estudio y del trabajo como la forma verdaderamente revolucionaria de educar.  De ello hablaron Marx y Martí mucho.  Y Marx dijo que era el único método de producir hombres plenamente desarrollados. 

De modo que ya no es el interés directo de la sociedad o los servicios directos que se derivan en el orden económico de la combinación del estudio y el trabajo, sino además de la formación misma del hombre, si se quieren formar hombres integrales. 

En nuestro país, la necesidad de combinar el estudio y el trabajo era además muy obvia.  No hay ningún país pobre, no hay ningún país subdesarrollado que pueda proclamar el principio de la educación universal.  No hay ningún país pobre que se pueda proponer como meta darles la oportunidad de estudiar a todos los niños y a todos los jóvenes, porque tal posibilidad está, en la vieja concepción de la educación, fuera del alcance de su economía.  Un país pobre con la vieja concepción tendría que optar por el principio de que solo estudiara una parte de la población, y condenar a la mayoría de la población a no estudiar; con la vieja concepción, un país estaría obligado a hacer exactamente lo mismo que hacía la sociedad capitalista, y darles la oportunidad de estudiar a unos pocos y condenar al analfabetismo a la inmensa mayoría.  Eso no sería justo.  Eso no sería moral.  Eso no sería en ningún sentido revolucionario.  Eso no permitiría a ningún país resolver a largo plazo los problemas. 

Si se analiza, por ejemplo, el costo de la educación, vemos que ya la educación en Cuba costará en el año 1973 más de 700 millones de pesos.  Y 700 millones de pesos es más virtualmente de lo que era todo el presupuesto de la República antes de la Revolución.  Y ese es el costo ya en 1973.  De modo que la aplicación del principio del estudio universal solo puede existir en la realidad en la medida en que se universalice también el trabajo.  La aspiración de la educación universal solo es posible con la universalización del trabajo. 

Si nosotros tenemos una masa creciente, cada vez más cientos de miles de jóvenes, en la enseñanza media, en las secundarias básicas, en los preuniversitarios, en las escuelas politécnicas, en los institutos tecnológicos, marginados de la producción, nuestro país de ninguna forma podría materialmente aplicar el principio de la educación universal.  Para nosotros, aparte de un principio de orden moral, de un principio de orden teórico es, además, una imperiosa necesidad material. 

En los primeros tiempos todavía la combinación del estudio y el trabajo se veía como una parte de la formación, pero este otro aspecto de orden material no se tenía muy en cuenta.  Hoy para nuestro país es una necesidad de orden material, a la vez que es una necesidad de orden educacional.  Pero si un día la sociedad humana llegara a ser tan desarrollada, tan rica económicamente, que no tuviera necesidad —en la medida en que la tenemos nosotros hoy— de la combinación del estudio y el trabajo, tendría que hacerla por razones de orden pedagógico. 

Por lo tanto, nosotros creemos que se arriba a un paso, a una fase del proceso social que es irreversible, y que tendrá que aplicarse siempre, y en una escala cada vez mayor. Porque hoy estamos hablando de estudios primarios, de estudios secundarios, de estudios medios; pero tiene que llegar el día en que el país tenga cientos de miles de graduados de nivel medio, y tiene que llegar el día en que las personas que estén interesadas en hacer estudios superiores puedan ser cientos de miles.  Y cuando eso ocurriera, la sociedad no podría prohibirles a esas personas que estudiaran, a cualquier persona que quisiera superarse, que quisiera avanzar más en el dominio de la técnica, en el campo de los conocimientos; conocimientos que se multiplican a asombrosa velocidad.  La sociedad no podría llegar un día a prohibir, a prohibirse a sí misma —digamos— el estudio superior.  Y la única forma en que los conocimientos o los estudios superiores pudieran también universalizarse es en la medida en que el trabajo se universalice también. 

Si vamos un poco más allá, consecuentes con estas ideas, llegará un momento en que los graduados universitarios comprendan que simplemente han cumplido una etapa, que han recibido un título universitario, pero que de hecho toda la vida van a tener que seguir aplicando el principio del estudio y del trabajo.  Porque el médico que se gradúe hoy y no estudie más, dentro de 10 años es un médico práctico peligroso, un médico práctico ignorante, que se ha quedado rezagado.  Es posible en realidad que el médico que se gradúe hoy y en 10 años no abra más un libro, dentro de 10 años no sea un médico sino un curandero. 

Y esa es una realidad, eso nos lo impone la vida, eso nos lo impone la ciencia, nos lo impone la técnica, eso nos lo impone el infinito crecimiento de los conocimientos. 

De manera que, quiera o no, la vida le impone al hombre cada vez más la necesidad de trabajar con la inteligencia.  Y la separación aquella entre trabajadores intelectuales y trabajadores manuales, por imperio del desarrollo de la sociedad humana, tiene que ir desapareciendo, porque cada vez un número mayor tendrá necesidad de trabajar con la inteligencia a medida que la sociedad humana evolucione.  Si la sociedad humana no evolucionara, esa necesidad no surgiría; y si la sociedad humana retrocediera hasta llegar de nuevo incluso a la edad del mono, no haría falta ningún trabajador intelectual.  Pero en la medida en que la sociedad se desarrolla y evoluciona, cada vez más un porcentaje mayor de hombres tendrá que trabajar con la inteligencia para satisfacer las necesidades más elementales de esa sociedad. 

De modo también que el principio marxista de que algún día tendrá que desaparecer la cruel diferenciación, la cruel división entre trabajadores manuales y trabajadores intelectuales como únicamente trabajadores manuales y únicamente trabajadores intelectuales, ese principio marxista responde a una realidad.  Y el desarrollo de la sociedad humana nos conducirá obligadamente al instante en que toda la sociedad tenga que trabajar con la inteligencia y tenga que trabajar también con las manos. 

Y eso hoy parece difícil de comprender, como ayer parecían difíciles de comprender muchas de las cosas de hoy.  Hoy vemos tan pocos trabajadores intelectuales todavía, vemos tan pocos técnicos, vemos tan pocos científicos, que nos parece realmente un absurdo la idea sola de que algún día desaparezca la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual. 

Estos pudiéramos decir que son los fundamentos, porque en el informe mencionado antes donde se expresan los resultados de la combinación del estudio y del trabajo, los resultados positivos, hay sin embargo un punto que para muchos todavía no es muy claro:  cuáles son los objetivos de la combinación del estudio y del trabajo.  Es que aparte de cuestiones prácticas, de cuestiones inmediatas, aparte de la necesidad de que nuestros técnicos salgan con más conocimientos de las realidades, salgan mejor preparados, están todos estos principios básicos, todas estas cuestiones que afectan al futuro y al porvenir de la sociedad humana. 

Por eso, nuestro país ha tenido el privilegio —podríamos decir el privilegio—, en parte debido a nuestras necesidades más inmediatas, de dar un extraordinario paso por este camino.  El haber alcanzado ya en nuestras tres universidades la aplicación masiva del estudio y el trabajo es sin duda un paso histórico. 

Mediante este paso, se incorporaron solo en la universidad de occidente casi 16 000 estudiantes a las actividades productivas.  Y ese aporte, ese esfuerzo, esa presencia de estudiantes, de profesores en muchas ocasiones, en los centros productivos, se palpa por el efecto en esos centros de trabajo, por la influencia sobre los obreros; de la misma manera que se observa la influencia de la realidad y la influencia del espíritu obrero en nuestros estudiantes universitarios. 

Pero, además, hay un beneficio inmediato que se ha obtenido con este paso, y es el hecho de que este año en esta universidad más de 8 000 obreros se han matriculado en el primer año, ¡más de 8 000 obreros!  Es decir que, a la vez que miles de estudiantes han ido a los centros de trabajo, miles de obreros se han matriculado en la universidad.  Y un poco más de 6 000 obreros están ahora en los cursos introductorios. 

De manera que el resultado de la aplicación de este principio en esta sola universidad se traduce en el hecho de que 14 000 obreros están estudiando.

y si meditamos sobre eso, nos empezamos a dar cuenta de que la posibilidad de ir universalizando los conocimientos universitarios es real, y que la posibilidad de ser productor, trabajador, creador de bienes directos o de servicio y ser a la vez estudiante universitario es una posibilidad, y que la sociedad puede proponerse y puede lograr esos objetivos. 

Pero si analizamos no ya la universidad, si analizamos qué está sucediendo a un nivel inferior, qué está sucediendo con las escuelas secundarias básicas en el campo y cuáles son los resultados de la aplicación del principio del estudio y del trabajo, pues el año pasado teníamos cinco o seis escuelas secundarias básicas en el campo; este año tenemos ya 51 escuelas en este curso.  Es decir que tenemos 25 500 estudiantes de secundaria.  Y se acaban de realizar ahora las primeras pruebas.  Una de las cosas más interesantes es cómo la cuestión de la promoción —podríamos decir que por primera vez en la historia del estudiantado, y casi pudiéramos decir que por primera vez desde que el estudiantado existe— se convirtió en un problema de los propios estudiantes.  Las mismas causas, que explicábamos anteriormente, las mismas contradicciones que conspiraban contra el estudio en el pasado, hacían también que el estudio fuese interés de los padres, de la minoría de padres que les podían pagar el estudio a los hijos o los podían mandar a la escuela, del interés de la familia en que el hijo tuviera unos conocimientos determinados y ocupara un lugar después destacado.  La cuestión de la promoción era, en primer lugar, una preocupación de la familia, y podía ser en parte una preocupación de los profesores. 

Pero en nuestro país, en la medida en que se va aplicando este principio del estudio y del trabajo —y sobre todo en estos centros donde ya se está aplicando ese principio—, la promoción ha venido a ser no ya un problema de la familia solamente o de los profesores solamente, sino un problema importante, un problema fundamental de los propios estudiantes.  Y cuando nosotros habíamos visto la fuerza que había tomado en el seno de los estudiantes la idea de la promoción, nos preguntábamos cuáles habrían de ser los resultados.  Cuáles habrían de ser los resultados de un sistema educacional donde cada joven participa tres horas diarias en las actividades productivas directas.  Y el resultado lo tenemos aquí con las primeras pruebas que han tenido lugar en las escuelas secundarias básicas en el campo. 

Y como ustedes saben, para esas escuelas secundarias no había siquiera suficientes profesores.  ¿Cómo íbamos a resolver el problema de los profesores en las escuelas secundarias, de esos profesores que tienen que estar en el interior y que tienen que estar en el campo, si el país no tenía profesores? 

Pues se resolvió precisamente mediante la aplicación del principio del estudio y del trabajo:  mediante el reclutamiento de jóvenes graduados de décimo grado que quisieran empezar a enseñar como profesores en esas escuelas, guiados por un pequeño colectivo de profesores de más nivel, y a la vez estudiar para profesores. 

De manera que la aplicación del principio del estudio y del trabajo ha sido la única solución posible para dotar de profesores a estas escuelas.  Porque para 50 no teníamos profesores, ¿cómo íbamos a tenerlos después para 200?  ¿Cómo íbamos a tenerlos después para 500?  ¿Cómo íbamos a tenerlos después para 1 000 o para 2 000 escuelas, entre institutos tecnológicos, escuelas politécnicas, preuniversitarios y secundarias básicas?  Sencillamente mediante la aplicación del principio del estudio y del trabajo. 

Y aquí vemos los resultados:  el promedio histórico de promociones a final de curso (que siempre son más altos al final que en las primeras pruebas) estaba alrededor de 70 ó 70 y tanto por ciento.  Y ya en estas 50 escuelas solamente una escuela estuvo por debajo del 70% de promoción con el 68%; y otras 24, tuvieron promociones entre el 70% y el 90%; y 25 escuelas han tenido promociones de más del 90%; y 13 escuelas de las 50 han estado por encima del 95%.  Y aquí tenemos escuelas como “Carlos Liebknecht”, de Santa Clara, que tiene 98,2%; escuela Vanguardia de La Habana, en Isla de Pinos, que tiene 98%; Héroes de Varsovia, en Ariguanabo, La Habana, que tiene 97,8%; General “Antonio Maceo”, de Ceiba, en La Habana, 97,6%; Primero de Mayo, en Santa Clara, 97,3%; General “José Artigas”, de Ariguanabo, La Habana, 97,3%; Comuna de París, de Ariguanabo, La Habana, 96,8%; General “Máximo Gómez”, de Ariguanabo, La Habana, 96,7%; República Popular de Bulgaria, de Artemisa, La Habana, 96,6%; General “Bartolomé Masó”, Holguín, 95,7%; “Mariana Grajales”, de Holguín, Oriente, 95,7%; República Democrática Popular de Argelia, de Quivicán, Habana, 95,3%; Batalla de las Guásimas, Ciego de Avila, Camagüey, 95%.  De siete secundarias básicas de Oriente, cinco tienen más del 90% de promoción en estas primeras pruebas.  De manera que es un fenómeno que se observa no solo en La Habana, sino se observa también en Isla de Pinos, se observa en Las Villas, se observa en Oriente, se observa en Camagüey. 

¿Y cuándo en nuestro país una escuela secundaria obtuvo en unas pruebas una promoción de 98,2%, o de 98%, o de 97,8% o de un 90%?  ¿Cuándo?  Si ustedes se ponen a hurgar en los archivos de todas las escuelas secundarias que ha habido en este país, no se encuentran este fenómeno. 

De modo que uno de los resultados más asombrosos de la aplicación del estudio y del trabajo en los niveles de secundaria básica son precisamente los resultados pedagógicos.  Es decir, digamos ya los resultados académicos, para darle a lo pedagógico una concepción más global.  Los resultados académicos son asombrosos, a pesar de que la inmensa mayoría de estas escuelas son nuevas, a pesar de que los profesores todavía no pueden tener gran experiencia, a pesar de que el Ministerio de Educación no ha podido todavía recoger todas las enseñanzas que se derivan de la práctica con estas escuelas, en todo lo que se refiere al perfeccionamiento de los métodos de dirección y de trabajo con los profesores y con los alumnos, a pesar de que una gran parte de los profesores son alumnos del destacamento pedagógico. 

¿Qué será cuando tengamos junto a cientos de escuelas, a más de 1 000 escuelas, a 2 000 escuelas, en la industria y en la agricultura, combinando el estudio y el trabajo en los alumnos de nivel medio.  ¿Qué será cuando tengamos profesores graduados y con muchos años de experiencia?  ¿Qué será cuando miles y miles de esos jóvenes del destacamento pedagógico se hayan graduado ya como profesores después de cinco años de combinación de estudio y trabajo?  Estudiando y trabajando precisamente en esa escuela, ¿podrá o no podrá nuestro país proponerse un día promociones superiores al 90%?  Ya nosotros no tenemos la menor duda de que el promedio de promoción de las 51 escuelas que comenzaron este curso será de más del 90%.  Actualmente en las primeras pruebas, que suelen ser las más bajas, el promedio está algo por encima del 87%. 

Ahora el Ministerio puede inmediatamente dirigir sus esfuerzos a ver cuáles fueron las razones por las que una escuela sacó el 68%.  Si hubo mala dirección, si hay ineficiencia de los profesores, o hubo concentración de alumnos que, procedentes de la primaria, tenían muy bajo nivel.  Para el funcionamiento del propio Ministerio de Educación estas escuelas típicas con un sistema típico de estudio y de trabajo le será mucho más fácil ver cuáles son los fallos, cuáles son las dificultades, y aplicar en las escuelas más atrasadas las experiencias de las escuelas más adelantadas. 

Sobre las perspectivas no solo en el campo educacional, en el campo cultural en general, y en el campo deportivo, no hay duda de que estas escuelas ofrecen muy amplias perspectivas a nuestro país, porque son escuelas que ya tienen su base material, tienen sus instalaciones, tienen todas las posibilidades. 

Y nosotros creemos que con estas escuelas se inicia un proceso ininterrumpido de investigación pedagógica y de estudio de sus posibilidades que a nuestro juicio son ilimitadas. 

En la vieja escuela secundaria, en la vieja concepción, jamás habríamos tenido estos resultados, y jamás, desde luego, nuestro país se habría podido proponer obtener promociones por encima de un 90%, como ya es evidente y claro que se va a obtener en estas escuelas. 

Y no solo se están haciendo pruebas en la enseñanza secundaria, sino ya hay algunas escuelas primarias donde se empieza a aplicar también el principio del estudio y el trabajo. 

Es más fácil en las escuelas del campo, porque en el campo tenemos el taller fácil:  unas cuantas hectáreas de tierra, con la producción de vegetales.  En la ciudad es más difícil.  Pero ya en las primeras escuelas de Alamar también están combinando el estudio y el trabajo, apoyándonos en las pocas industrias que tenemos que nos pueden ofrecer materiales, para que los alumnos puedan trabajar con ellos en la escuela primaria:  armar juguetes o distintas cosas; o la industria farmacéutica, para que realicen algunas de esas escuelas muchos de los trabajos de envases, por ejemplo, en el cual a veces emplean cientos y miles de personas adultas. 

Desgraciadamente no tenemos todavía claro cómo vamos a poder resolver, dada nuestra poca base industrial, la posibilidad de introducir masivamente en las escuelas primarias urbanas el principio del estudio y del trabajo.  En las escuelas rurales sí ya hay casi 60 escuelas en la provincia de La Habana que tienen sus huertos agrícolas, y en algunas de estas escuelas los resultados son verdaderamente asombrosos. 

De modo que si nosotros hoy ya tenemos una generación como la de ustedes, con los altos conceptos que ustedes tienen, con el alto espíritu que ustedes tienen, ¿cómo será el día en que en nuestras universidades se empiecen a graduar ya estos jóvenes que desde el 7mo grado empiezan a adquirir de verdad el hábito del trabajo y el hábito del estudio, la disciplina del trabajo y la disciplina del estudio?  Cuando estos jóvenes puedan llegar a la universidad con muchos más conocimientos, con mucha mejor preparación de la preparación con que ustedes llegaron a la universidad, tanto preparación académica como preparación social, con más disciplina en el estudio, como más disciplina en el trabajo.  ¿Y cómo será el día en que en nuestras universidades se empiecen a graduar aquellas generaciones que combinen el estudio y el trabajo desde la enseñanza primaria? 

Claro que para lograr la aplicación de este principio fue necesario vencer prejuicios, fue necesario vencer pesimismos, fue necesario vencer dificultades.  Nosotros mismos, que defendíamos este criterio, en la escuela primaria planteábamos que fueran los muchachos de 4to, 5to y 6to grados.  Pero hay una escuela y un director destacado, que ha logrado grandes éxitos en una escuela de 900 alumnos que dirige, una escuela que tiene más de 50 hectáreas de vegetales, con alumnos de primaria, que decidió llevar también a los de 1ro, 2do y 3er grados, y terminó llevando los de prescolar al huerto (APLAUSOS), demostrando que hasta los niños de prescolar son capaces de realizar actividades útiles, son capaces de desarrollar alguna actividad social productiva, y uno ve esos niños y tiene la impresión de que acaban de aprender a caminar, y ya están haciendo algo útil. 

No olvidemos lo que decía el compañero Lage de que la revolución socialista marcaba el fin de la prehistoria de la humanidad, tomando la frase de Marx; y es la verdad:  la sociedad de clase es una sociedad prehistórica, con todos sus vicios, con todos sus horrores.  Claro está que el hombre no podía superar, desde luego, idealistamente la sociedad de clase.  La superación de la sociedad de clase solo podría ser producto de la evolución histórica de la propia sociedad humana. y los que quisieron cambiarla, cuando las condiciones no estaban maduras, cuando ello no podía ser resultado de una evolución, los que creyeron que la sociedad nueva iba a salir simplemente de sus cabezas, fueron los llamados utopistas.  Pero las diferencias son tan fantásticas, tan fabulosas, entre las concepciones y los principios morales que rigen un tipo de sociedad y otra, que realmente se sale o se tiene la sensación viva de que termina una fase de la humanidad para comenzar otra. 

Pero esa sociedad de clases cometió siempre dos grandes crímenes, dos grandes injusticias, o dos grandes errores o dos grandes estupideces:  subestimó a los jóvenes y subestimó a los niños.  Eso es característico de las sociedades de clase; ese sentido superpaternalista, ese sentido de subestimar a todo hombre joven, considerarlo incapaz de todo y subestimar a los niños.  Y la realidad nos está enseñando cuáles son las posibilidades de los jóvenes y niños, y estos resultados de las escuelas secundarias en el campo nos lo está enseñando; como nos lo está enseñando lo que se está demostrando ya con las primeras escuelas primarias que están combinando el estudio y el trabajo. 

Y a ustedes les repetimos una idea que consideramos esencial: ustedes ahora, después que han obtenido su título universitario y que con esos títulos en sus manos van a realizar plenamente las actividades que se les asignen, tendrán que seguir siempre siendo estudiantes.  Como estudiantes ustedes terminan una fase, la fase del título.  Hasta ahora eran estudiantes trabajadores; y en el futuro tendrán que ser trabajadores estudiantes.  Esa es la realidad, ese es el cambio. 

La universidad que nosotros conocimos no era una universidad de estudio y de trabajo.  Y si la fuéramos a calificar de algún modo, era una universidad de holganza y no trabajo.  Ni se estudiaba ni se trabajaba, ninguna de las dos cosas. 

La vida cambia y la vida va cambiando cada vez más, y ustedes tendrán que seguir la consecuencia lógica de este proceso.  Y quizás tengan que volver a la universidad —como decía Hermes— para realizar estudios superiores, reciclaje o cursos de postgraduados.  En fin.  O sin venir a las universidades, por su propia cuenta, tendrán que seguir estudiando toda la vida. 

En esta ocasión por primera vez se produce una graduación en conjunto.  En los años anteriores, un día era la de medicina, otro día del pedagógico, otro día de tecnología.  Y creemos que es una buena costumbre y una buena tradición que la universidad efectúe sus graduaciones conjuntamente todos los años. 

y lo más destacado de este año, lo más histórico de esta graduación, consiste en que es la primera que se produce un año después de aplicarse el principio del estudio y del trabajo. 

Nosotros deseamos señalar en este momento agradable para todos, para nosotros, y especialmente agradable para ustedes, en que culminan una etapa de sus vidas, en que cosechan los frutos de la constancia, del esfuerzo, del tesón, de la voluntad; en este momento en que se sintetiza ese esfuerzo; en este momento en que tienen oportunidades de ver y de palpar el resultado de un esfuerzo del cual cada uno de ustedes tiene que sentirse orgulloso y satisfecho, queremos expresarles nuestra profunda satisfacción por las palabras que en nombre de ustedes pronunció el compañero Lage, por las palabras que pronunció el compañero Rector, y al mismo tiempo expresarles nuestro reconocimiento por la cooperación que la universidad, los profesores y los estudiantes brindaron a la concepción revolucionaria de combinar el estudio y el trabajo, por el aporte de ustedes a este esfuerzo, gracias al cual nuestra universidad puede decirse que ocupa una posición de vanguardia, gracias al cual muchas delegaciones que nos visitan se llenan de admiración y de confianza en el futuro de nuestro país. 

Pero si a pesar de las dificultades que entrañaba dar este paso, ha sido posible lograrlo, ello se debe a la cooperación de ustedes, y ello refleja la calidad de los estudiantes de hoy. 

¡Patria o Muerte! 

¡Venceremos!

(OVACION)