DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO RFVOLUCIONARIO, EN LA
UNIVERSIDAD "CAROLINUM", DE PRAGA, CHECOSLOVAQUIA, CON MOTIVO DE CONCEDERSELE
EL TITULO DE DOCTOR EN CIENCIAS JURIDICAS HONORIS CAUSA, EL 22 DE JUNIO DE 1972.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Querido
compañero Husak;
Queridos
dirigentes del Partido y del Gobierno de Checoslovaquia;
Compañero Rector
de la Universidad Carolina;
Autoridades
universitarias de Checoslovaquia;
Señores del
Cuerpo Diplomático;
Señores
invitados:
Deseamos expresar en primer término el alto honor que
constituye el título que ustedes nos han conferido. A la vez expresar la profunda emoción que nos
ha proporcionado la ceremonia del día de hoy.
Tiene para nosotros un particular sentido la combinación de las
tradiciones, de las formas, de la solemnidad, de esta solemnidad que corta la
respiración, con el contenido del acto, con las palabras con que se explica y
se expresa la motivación de la decisión de ustedes.
Para nosotros ha sido el recordatorio, en bellas
palabras, bellas y amables palabras, de toda una etapa de la historia de
nuestro país, que ha coincidido con la etapa de la vida de los compañeros que
integramos esta delegación.
Ustedes han hablado de nuestras luchas, ustedes nos
han recordado momentos culminantes de esas luchas, el inicio del combate armado
por la Revolución, la exposición en el juicio de los fundamentos de nuestra
lucha. Ustedes han recordado a grandes
rasgos todo el proceso de la Revolución Cubana hasta hoy. Ustedes han tenido la inmensa amabilidad de
tomar como base para el título Honoris Causa nuestra defensa en ocasión del
juicio por el asalto al Moncada.
Nosotros creemos que el valor que pueda tener ese
documento está vinculado con la obra toda de la Revolución, que ha sido el
esfuerzo de muchos; que comenzó siendo el esfuerzo de un puñado de hombres, y
terminó siendo el esfuerzo de un pueblo entero que luchó y que se sacrificó,
que hizo suyas esas ideas y las hizo posibles.
Y es por eso que en nombre de ese pueblo, en nombre de los que se
sacrificaron y en nombre de los que cayeron, en nombre de los que lucharon y de
los que luchan, nosotros recibimos ese honor (APLAUSOS).
Sería interesante tal vez exponer aquí que el programa
del Moncada todavía no era un programa socialista. Era un programa avanzado, era —como hemos explicado en otras ocasiones— la
máxima aspiración que en esa época y dentro de las condiciones objetivas y
subjetivas podíamos plantearnos. Ahora
bien, nosotros sí éramos socialistas, nosotros sí habíamos tenido oportunidad
de estudiar las obras fundamentales de Marx, de Engels y de Lenin.
En realidad, puede decirse que el proceso
revolucionario de Cuba es la confirmación de la fuerza extraordinaria de las
ideas de Marx, de Engels y de Lenin.
Deseo afirmar aquí que no se habría podido ni concebir
siquiera la Revolución Cubana —un acontecimiento que parecía muy difícil, un
acontecimiento que para muchos constituía un imposible—, no se habría podido
concebir ni aplicar si no es partiendo de las ideas esenciales y de los
principios del marxismo.
En primer lugar, en las condiciones de nuestro país
nos permitió ver con toda claridad la esencia de nuestros problemas económicos
y de nuestros problemas sociales y sus causas más profundas; nos permitió
comprender la época en que vivíamos, nos permitió comprender la historia y las
leyes de la historia; sobre todo nos permitió saber en qué consistía la
sociedad y cómo vivíamos en una sociedad clasista, y cómo la humanidad hasta
este siglo vivió universalmente bajo sociedades de clases; y qué es una
sociedad de clases, y quiénes son los explotadores, y quiénes son los explotados,
y quiénes son los privilegiados, y quiénes son los olvidados, y quiénes son los
parásitos dentro de la sociedad, y quiénes son los creadores de la riqueza,
quiénes son los verdaderos oprimidos y quiénes son los verdaderos opresores.
La concepción marxista de la lucha de clases para
nosotros constituyó una luz que nos permitió ver con claridad en medio de la
compleja situación, en medio de la complejidad del mundo, de la sociedad, del
país donde vivíamos. Ninguna otra
teoría, ninguna otra doctrina política, ninguna otra filosofía, nos habría
permitido comenzar a comprender siquiera la sociedad donde vivíamos.
El principio leninista expuesto en "El Estado y
la Revolución" nos hizo ver con absoluta claridad en qué consistía una
revolución, no sólo en el fondo sino en la forma; el papel del Partido, el
papel de las masas, el papel del Estado en la revolución.
Hasta entonces en Cuba, en América Latina y en una
gran parte del mundo, se calificaba de revolución a los golpes de Estado, a los
putchs militares, a los movimientos reaccionarios incluso, en ocasiones los
movimientos fascistas eran también calificados de movimientos revolucionarios
por la prensa reaccionaria, la prensa burguesa, la prensa imperialista.
La obra de Lenin nos enseñó cuál era el papel de los
órganos del Estado y cómo para hacer una Revolución, para suprimir la dictadura
de los explotadores había que tomar el poder del Estado y había que transformar
esos instrumentos de poder para ponerlos al servicio de los explotados.
Estas son verdades que lucen sencillas, lucen
elementales y, sin embargo, han estado en la médula del éxito o del fracaso de
muchos esfuerzos revolucionarios. Estas
ideas orientaron nuestra acción en relación con la organización, en relación
con las masas y en relación con la forma de lucha.
El hecho de que la aplicación consecuente de estos
principios haya conducido al triunfo de la revolución en un país como Cuba —subdesarrollado,
semicolonial, muy próximo a Estados Unidos, bajo una enorme influencia
económica, social, política y cultural del imperialismo; que dominaba no solo
las estructuras económicas, sino que dominaba también las instituciones
políticas, dominaba las instituciones culturales, universidades, dominaba los
medios de comunicación masivos: la
televisión, la radio, los periódicos, la imprenta, el cine, la literatura—
merece meditarse.
Nuestro proceso revolucionario no parte de una
conciencia socialista previa en las masas, sino todo lo contrario. En el orden subjetivo existía el descontento
por la pobreza, por el desempleo, por la opresión material y moral, pero no
existía una conciencia de las causas de esos problemas y se atribuía muchas
veces a otros factores:
gobiernos incapaces, gobiernos corrompidos, privilegios. Pero todavía la gran masa no tenía una
conciencia de los problemas esenciales y de las causas fundamentales de su
propia situación.
Es por ello interesante tomar en consideración, que en
el proceso revolucionario de Cuba, al ponerse en práctica los principios
fundamentales del marxismo, no solo se fue desarrollando la lucha de clases,
desarrollando el combate, sino que a través de la lucha se fue creando la
conciencia de las masas y se llegó a la situación de hoy, en que en nuestro
país existe una profunda conciencia política, una profunda conciencia
socialista, una clara visión de los problemas fundamentales y una fuerte
resistencia a la influencia cultural, a la influencia ideológica, a la
influencia política del imperialismo yanki, que no solo ha usado contra
nosotros la subversión, las invasiones mercenarias, las amenazas de agresión
directa, sino que ha empleado sobre todo contra nosotros las armas
ideológicas.
Por eso nosotros hemos afirmado que la aplicación y el
éxito de los preceptos marxista-leninistas en un país como Cuba, donde las
condiciones eran muy difíciles, puesto que no se aplicaron en circunstancias
ideales, sino en las circunstancias más adversas, explican la tremenda fuerza
de esos principios y el porqué la convicción cada vez más fortalecida de su
valor, no solo como filosofía, no solo como guía, sino como instrumento de
lucha revolucionaria.
Aplicado a la historia no de un país, a la historia
del mundo desde que tenemos información válida, es un hecho que desde que el
hombre fue capaz de producir con sus brazos más de lo que necesitaba para su
propia subsistencia, comenzó la esclavitud, comenzó la división de la sociedad
en clases, comenzó la explotación del hombre por el hombre.
Sería imposible de manera absoluta explicarse la historia
universal sin la comprensión de esta realidad, sin la comprensión de estas
verdades. En el fondo de toda la
historia antigua, de la historia de Grecia, de la historia de Roma; en el fondo
de la historia del Imperio Romano, en el fondo de toda la etapa ulterior a la
época medieval, a la época de los grandes descubrimientos, a la época del
desarrollo del mercantilismo, del capitalismo, de las revoluciones burguesas,
hasta el surgimiento del proletariado, a la época actual; en el fondo de toda
esa historia ha estado la sociedad de clases, ha estado la explotación del
hombre por el hombre. En el fondo de las
guerras del imperio romano existen exactamente los mismos fundamentos de orden
material y de clases, que en el fondo de la Primera y de la Segunda Guerra
Mundial; en el fondo de las conquistas romanas estaban los mismos principios
que presidieron los intentos de conquistar al mundo por el imperio hitleriano;
en el fondo de las guerras de aquella época estaban los mismos fundamentos que
en las guerras actuales, las guerras imperialistas.
Esa situación ha durado, puede decirse, que miles de
años. Y podríamos señalar algunos hechos
más recientes, pero que tienen fundamentos similares. En el fondo del reparto de Checoslovaquia por
el fascismo estaba la misma cuestión que ha estado en el fondo de la
intervención de Estados Unidos en Viet Nam; en los crímenes cometidos por los
fascistas en Checoslovaquia, en el ejemplo de Lídice —aquella matanza que
conmovió al mundo—, han estado los mismos fundamentos de los crímenes del
imperialismo en Viet Nam, de la matanza de My Lai que conmovió también al
mundo, y de los increíbles bombardeos que hoy se llevan a cabo contra ese
país.
Es decir que la historia completa de la humanidad ha
estado regida —como explicó Marx— por los problemas de la explotación del
hombre por el hombre, las clases sociales antagónicas y la lucha de
clases. Pero si la humanidad vivió miles
de años hasta ese siglo esa historia, también a lo largo de esos siglos conoció
incontables ejemplos de lucha. Al lado
de la explotación, al lado de la opresión, ha surgido siempre dialécticamente
la lucha contra la explotación, la lucha contra la opresión. y
así teníamos las luchas de los preteridos en Grecia, el alzamiento de los
esclavos en Roma, la lucha de los plebeyos contra los patricios, la lucha de
los siervos contra los señores, la lucha de los burgueses contra las monarquías
absolutas, la lucha de los proletarios contra los capitalistas, la lucha de los
pueblos contra el imperialismo y por su liberación.
Solo que los hombres a lo largo de miles de años
lucharon movidos por las mismas leyes sociales y las mismas leyes históricas
sin tener una comprensión profunda de las causas de aquellos problemas, de los
principios que los regían.
Escribieron páginas bellas y extraordinarias de
heroísmo; escribieron, expresaron en la historia, en la literatura, en la
poesía, en la pintura, aquellos actos de heroísmo, aquella lucha por la
libertad.
Sin embargo, nuestra época tiene el privilegio de
conocer y actuar conforme a las leyes que rigen el proceso histórico. Es la gran verdad que tienen los luchadores
contemporáneos, la gran ventaja: el conocer las leyes íntimas que rigen
el proceso social. Eso es lo que les ha
dado a los comunistas su profunda convicción, su extraordinaria fuerza. Eso fue lo que le dio a Lenin la visión, la
gran visión, la gran seguridad, la gran confianza de que podía llevarse a cabo
la revolución socialista en la Rusia Zarista, y que con la fuerza de las masas,
la fuerza del proletariado, con la unión de los obreros y campesinos, podrían
llegar a vencerse todas las dificultades.
Eso fue lo que les dio el heroísmo a los combatientes bolcheviques
frente a la intervención extranjera.
Pero ya desde antes las luchas de clases en Europa,
las luchas de clases en Francia, nos dieron el ejemplo del heroísmo de los
combatientes socialistas, de los combatientes comunistas, y —aun cuando en la
Comuna de parís no estaba el
pensamiento marxista como doctrina predominante— se reflejaba ya toda la
capacidad de lucha de las masas y toda la capacidad de heroísmo de los
proletarios.
Así la historia contemporánea se ha escrito a base de
grandes sacrificios, grandes ejemplos de heroísmo, que están inspirados en las
convicciones que nos da el marxismo: los
combatientes de la insurrección de Moscú en 1905, antes de la revolución
bolchevique: los combatientes húngaros,
los combatientes obreros alemanes, los combatientes españoles, los héroes de
las Brigadas Internacionales, y sobre todo en la última guerra el heroísmo sin
precedentes de los combatientes de Leningrado, de Moscú, de Stalingrado, de
Sebastopol, a la defensa y al ataque; el heroísmo extraordinario de los
comunistas en todos los países de Europa, cómo ellos mantuvieron las banderas
de la lucha, las banderas de la resistencia en todas partes: cómo ellos mantuvieron levantada la llama de
la lucha por la liberación y cómo murieron en la lucha clandestina, o en las
prisiones, o en los campos de concentración.
¿Qué fue lo que promovió, qué fue lo que cimentó
aquella fortaleza hercúlea de Julius Fucik?
¿Qué fue lo que le dio aquella fuerza, aquel valor, aquella grandeza,
aquella serenidad para escribir desde la celda donde era prisionero de los
nazistas su "Reportaje al pie de la horca", que conmovió al mundo
contemporáneo, que fue inspiración de revolucionarios, que fue inspiración
también de los combatientes cubanos, todos los cuales habíamos estudiado ese
"reportaje" y lo señalábamos como modelo para fortalecer los
espíritus frente a los riesgos de la lucha?
¿Qué fue si no la convicción profunda, la filosofía y
los principios del marxismo-leninismo, los sentimientos de solidaridad humana
que estos contienen, los que lo alentaron en el sacrificio, los que lo hicieron
soportar gustosamente, dignamente, heroicamente, serenamente, el sacrificio de
su propia vida? ¿Qué sostuvo su fe en su
causa? La convicción de que al fin el
socialismo triunfaría; que ningún crimen, ninguna represión, podría impedir la
victoria definitiva de los pueblos. Y la
historia ha venido a confirmar una vez más la solidez de esa convicción, como
hoy la confirman con su heroísmo incomparable los combatientes
vietnamitas.
La humanidad de hoy, la actual generación tiene el
privilegio de vivir en una época en que por primera vez el hombre lucha por
suprimir definitivamente la sociedad de clases, por hacer desaparecer
definitivamente los sistemas políticos de explotación del hombre por el
hombre. Cuando haya desaparecido la
filosofía de la explotación, la filosofía de la rapiña, con el sistema de
clases que la engendró, desaparecerán definitivamente las guerras y las causas
que han originado las guerras y los inmensos sufrimientos que han impuesto a la
humanidad.
El cambio cualitativo ha sido extraordinario,
dramático. Pongamos por ejemplo a Cuba,
que hoy es un país socialista que lucha por consolidar el socialismo. No hace todavía un siglo existía la
esclavitud en Cuba, la esclavitud como en los tiempos del derecho romano, en
que los hombres, las mujeres y sus hijos eran comprados y vendidos, eran
castigados e incluso privados de la vida, sin otra garantía, sin otro derecho
que la propiedad de unos hombres sobre otros.
Hace menos de un siglo el derecho de propiedad que prevalecía en nuestro
país se semejaba al derecho romano, y hoy en nuestro país tenemos la propiedad
socialista. No solo ha desaparecido la
propiedad del hombre sobre el hombre, sino la explotación del hombre por el
hombre, la propiedad privada sobre los medios de producción. Se ha creado una sociedad nueva y sobre la
base de esa nueva sociedad, sin explotadores ni explotados, se está creando el
pensamiento nuevo.
Nadie tenía derecho a pensar que tan extraordinario
cambio como el que se inició en el mundo con la Revolución de Octubre sería un
cambio fácil, que tan extraordinario parto de la sociedad humana sería un parto
fácil. El socialismo surge como sistema
nuevo, como gigantesca e histórica victoria contra la explotación, como una
promesa para toda la humanidad.
Esas victorias nos obligan a seguir luchando, porque
solo una parte de la humanidad vive bajo el socialismo, porque miles de
millones de seres humanos sufren todavía bajo la explotación, explotación
capitalista o explotación imperialista, explotación colonialista o explotación
neocolonialista. Explotación feudal
incluso existe todavía en muchos países.
Y esta generación tiene el reto, el doble reto de seguir luchando por la
consolidación del socialismo, por el perfeccionamiento de las instituciones
socialistas y por apoyar al resto del mundo en su lucha por la liberación
definitiva, apoyar al resto del mundo que aun vive bajo la explotación.
Esa es la gran tarea, ese es el gran reto de nuestra
época. La humanidad todavía presencia
episodios dolorosos, duros, terribles, injustos, criminales como los que
señalábamos anteriormente con relación a la agresión imperialista contra el
pueblo de Viet Nam.
Vivimos en una época en que el deber de los
revolucionarios, el deber de los pensadores, el deber de los intelectuales, sin
género de duda alguna, es seguir profundizando en los principios del
marxismo-leninismo; seguir profundizando en las leyes de la historia, seguir
fortaleciendo la convicción de los revolucionarios, de los trabajadores, de los
campesinos, de los explotados. Es el
deber de los revolucionarios y de los intelectuales ser soldados de primera
fila en el campo de la lucha con el pensamiento y con la acción. Y eso no admite dudas de ninguna clase.
Existe todavía el imperialismo, existe todavía con
poderosos recursos económicos y aunque la correlación de fuerzas cambia y
cambiará cada vez más, todavía la lucha será larga, especialmente en el terreno
de la ideología; y en ese terreno tenemos que fortalecer nuestra línea, tenemos
que profundizar, tenemos que darle la batalla y tenemos que derrotarlo.
En un día como hoy, en que ustedes nos han hecho tan
señalado honor, en que nos han recordado nuestra propia historia, lo que
nosotros deseamos es reafirmar también aquí nuestra absoluta convicción de que
la humanidad marchará adelante, y las ideas socialistas, las ideas comunistas,
que son la antítesis del egoísmo, de los individualismos, de los chovinismos,
que son la esencia de la solidaridad entre los hombres y la solidaridad entre
los pueblos, marcharán adelante y triunfarán.
otras generaciones realizaron grandes e históricas
tareas, pero a esta generación de jóvenes, a esta generación de revolucionarios
les quedan también grandes tareas por delante, grandes retos y grandes batallas
que librar en el terreno de la ideología, en el terreno del pensamiento
revolucionario y en el terreno de la práctica revolucionaria.
Nosotros, los revolucionarios cubanos, los
representantes del pueblo cubano, ante los honores extraordinarios que ustedes
nos confieren, solo podemos decirles que nuestro pueblo continuará aportando su
modesto esfuerzo, continuará aportando su energía a la lucha frente al
imperialismo en unión del campo socialista, en unión de todos los países
socialistas, en unión de la URSS, junto al movimiento de liberación, junto al
pueblo de Viet Nam, luchando incansablemente por cumplir nuestros deberes
revolucionarios y nuestros deberes internacionalistas.
Y hacemos constancia aquí de nuestra simpatía hacia el
pueblo de Checoslovaquia, hacia su Partido, hacia sus esfuerzos para vencer las
dificultades, para consolidar el socialismo en el país y para consolidar el
papel que la República Socialista de Checoslovaquia jugó ante los ojos del
mundo como ejemplo de país revolucionario, de país combativo, de país heroico. Y les expresamos a la vez nuestra
solidaridad, nuestro apoyo total y nuestros más sinceros deseos de éxitos. Los hermanos checoslovacos pueden contar con
el pueblo revolucionario de Cuba.
Muchas gracias.
(OVACION)