DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO
COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL XII
CONGRESO DE LA JUVENTUD DIMITROVIANA, EN SOFIA, BULGARIA, EL 25 DE MAYO DE 1972.
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Querido
compañero Todor Yivkov;
Queridos
compañeros de la Dirección del Partido Comunista de Bulgaria;
Compañeros de la
dirección de la Juventud Dimitroviana;
Compañeros
miembros de las delegaciones invitadas;
Compañeros
jóvenes dimitrovianos:
Cuando en el mes de abril —a principios del mes de
abril— terminaba el Congreso de la Juventud Comunista de Cuba, reunidos
nosotros con la representación de la juventud búlgara, ellos nos invitaron, al
tener noticias de la posible visita a Bulgaria, a participar en una sesión de
este XII Congreso que ustedes están efectuando.
En aquellos instantes el programa estaba más o menos
organizado, y realmente no coincidía la fecha del 25 de mayo con la fecha
probable de la estancia nuestra en Bulgaria.
Pero una serie de circunstancias y de factores permitieron ir
posponiendo esa fecha, y ello brindó la oportunidad de coincidir con este
evento. Por eso ha sido posible
cumplimentar la invitación.
Los compañeros que estuvieron presentes en el Congreso
cubano tuvieron oportunidad de apreciar los grandes avances que en estos años
de Revolución ha tenido la Juventud Comunista de Cuba. Realmente debo decir que nuestro Partido y
nuestro pueblo se sienten satisfechos de los grandes logros y del creciente
papel, del creciente espíritu revolucionario y la conciencia política que van
adquiriendo los jóvenes comunistas de nuestro país.
Sin embargo, nosotros entendemos que la juventud
cubana debe jugar aun un papel más importante en el proceso
revolucionario. Al parecer la propia
vida, la propia experiencia, demuestran que las posibilidades de la juventud y
las posibilidades de su papel en el proceso revolucionario, en la construcción
del socialismo y del comunismo, son aun superiores a las que cualquiera de
nosotros hubiese sido capaz de imaginar.
Tenemos entendido que aquí también, en Bulgaria, el
Partido, y en particular el compañero Yivkov, ha
estado señalando la necesidad de que la juventud búlgara tenga también una
participación cada vez mayor en las responsabilidades de todo orden, políticas
y administrativas, en el proceso revolucionario de Bulgaria. De manera que, al parecer, ambos Partidos
hemos llegado a las mismas conclusiones.
Nosotros hemos tenido la oportunidad de visitar este
país por primera vez. De Bulgaria
habíamos oído hablar mucho. Con Bulgaria
se habían establecido desde el principio de nuestra Revolución magníficas
relaciones. En realidad, prácticamente
han marchado en forma ininterrumpida los vínculos entre la Revolución Búlgara y
la Revolución Cubana. Pero no es lo
mismo oír hablar de un país que visitar un país. No son iguales las ideas abstractas y las
ideas concretas.
En Cuba habíamos conocido muchos búlgaros, muchas delegaciones,
y sobre todo muchos técnicos búlgaros que han estado trabajando en nuestra
patria durante más de 10 años, durante un período mayor de 10 años.
Nosotros habíamos aprendido a conocer a Bulgaria y a
su historia y a su revolución, en primer término, por los hombres y mujeres que
trabajaron en nuestro país. Y en una
ocasión hemos dicho que si tan siquiera nos hubiésemos limitado a conocer a
esos hombres, su actitud ante el trabajo, su espíritu de solidaridad y de
cooperación, sus cualidades humanas, su conducta fraternal, su espíritu de
trabajo, eso solo nos habría indicado que detrás de esos hombres había un
partido, que detrás de esos hombres había una juventud, que detrás de esos
hombres había una educación revolucionaria seria, internacionalista, comunista
(APLAUSOS) .
Por los hombres que salieron de este país a trabajar
en nuestra patria empezamos nosotros a conocer verdaderamente y a admirar a
Bulgaria, puesto que esos hombres en todo instante se comportaban como
revolucionarios, se comportaban como comunistas.
Durante estos largos años en que han trabajado más de
3 000 técnicos búlgaros en Cuba, nosotros no hemos tenido una sola queja. Nosotros hemos visto en cada uno de ellos y
en todo instante un espíritu amistoso, fraternal, comprensivo de nuestros
problemas y de nuestras dificultades; deseosos de ayudar a nuestro país,
deseosos de dar el máximo, deseosos de encontrar soluciones para nuestros
problemas.
Y nosotros siempre pensábamos que cuando un país puede
mandar tales hombres a trabajar a tierras lejanas, a cumplir con sus deberes
internacionalistas en otros lugares del mundo, en condiciones muy distintas a
las de su propio país, es porque realmente ha estado formando una
juventud: una juventud revolucionaria,
una juventud comunista.
Y nuestros compañeros que han establecido relaciones
con la juventud búlgara, nos dicen siempre:
"es una juventud trabajadora, es una juventud entusiasta, es una
juventud educada, es una juventud disciplinada, es una juventud sana"
(APLAUSOS).
Y una juventud sana quiere decir mucho. Y cuando a los cubanos nos hablan de una
juventud sana, entendemos bien qué quiere decir una juventud sana. Porque precisamente nosotros nos esforzamos
por formar una juventud sana, una juventud revolucionaria, en medio de un mundo
donde los problemas de la juventud son problemas muy serios, sobre todo cuando
contemplamos el espectáculo de la juventud de los países capitalistas.
Es un cuadro doloroso, es un cuadro penoso de
frustración, de una vida sin objetivos, sin sentido, sin participación ninguna
en los problemas presentes y futuros de la sociedad, lo cual se traduce en todo
género de protestas, de inconformidades, de rebeldías, las cuales rebeldías se
manifiestan de cualquier forma: en
ocasiones, en la conducta de los jóvenes, en la renuencia a toda aceptación de
disciplina social y de normas, en sus hábitos, en sus costumbres.
Las sociedades industrializadas y ricas de los países
capitalistas, que lograron acumular grandes recursos técnicos y económicos, que
en ocasiones han llegado a producir muchos bienes de consumo, muchos
automóviles, muchos lujos —que alcanza, desde luego, en primer lugar, a una
minoría privilegiada, y que en ocasiones son utilizadas también para corromper
a amplias capas de la población—; esas sociedades que hacen grandes alardes
tecnológicos, grandes alardes de sus productos suntuarios, no han podido
ofrecerle al hombre en el campo moral, en el campo espiritual, ningún
incentivo. No han podido ofrecerle a la
juventud ningún camino.
Y por eso vemos, por ejemplo, en Estados Unidos, cómo
el número de crímenes aumenta por año, la delincuencia juvenil aumenta por año,
el consumo de drogas heroicas aumenta por año, los desequilibrados mentales
aumentan por año; los hábitos de vestir, de calzar, las indumentarias que usan,
son prácticamente irreconocibles. Y en
muchos de esos casos no se puede siquiera distinguir un muchacho de una
muchacha.
Y los capitalistas no se preocupan ni tienen que
preocuparse por esos problemas de la juventud.
Al contrario: utilizan esas
mismas formas de frustración y de corrupción para introducirlas, si es posible,
en los países revolucionarios y en el seno de la juventud revolucionaria. Y nuestros países, con los medios de
comunicación masivos, y especialmente un país como Cuba, si no forma una
juventud revolucionaria, si no forma una juventud en el trabajo, corre el
riesgo de que la influencia de la sociedad norteamericana, la influencia de las
sociedades capitalistas, que llega por todos los medios —la radio, el cine, la
televisión, los libros—, se introduzca en el seno de nuestra propia
juventud.
Hay veces en que nuestros países, los países del
llamado Tercer Mundo, se liberan del colonialismo, se liberan o tratan de
liberarse del imperialismo, y sin embargo persiste una influencia cultural,
persiste lo que nosotros llamamos una especie de coloniaje cultural. Algunos señores en París, en Londres, en
Roma, en Nueva York, pretenden imponernos cómo debe ser nuestra pintura, cómo
debe ser nuestra música, cómo debe ser nuestra literatura, cómo debe ser
nuestra ropa y cómo deben ser nuestros modos de vida.
Es sabido que las sociedades capitalistas no organizan
la economía para la producción de bienes materiales para satisfacer las
necesidades del hombre. Las sociedades
capitalistas organizan la economía para la ganancia. Las sociedades capitalistas no trabajan para
las necesidades. Muchas veces, cuando
una necesidad está satisfecha, inventan otra necesidad, tratan de inculcar en
el hombre la necesidad artificial.
Nosotros hablamos de este problema porque es uno de
los problemas que más afecta a los países latinoamericanos. Y, por ejemplo, vemos en muchos países
latinoamericanos cientos de miles de pordioseros, vemos en los países
latinoamericanos millones y millones de analfabetos, altos índices de muchachos
que mueren antes de llegar al primer año de edad, altísimas cifras de deserción
escolar, bajos promedios de vida. Y sin
embargo, vemos que en esos países pobres, explotados, sin hospitales, sin
escuelas, sin empleos, los imperialistas introducen sus hábitos. Y nos encontramos que las revistas de todos
esos países dicen: "cómprese un
automóvil de tal o más cual tipo", "viaje a Nueva York en tal línea
de aviación", "constrúyase una casa de tal tipo", "use tales
artículos, use tales modas".
Inculcan a nuestros pueblos los hábitos de consumo de las sociedades
desarrolladas.
Y es por eso que los movimientos revolucionarios,
cuando llega la hora de las revoluciones, se encuentran con todos esos
problemas.
De ahí que nosotros sabemos qué quiere decir una
juventud sana: una juventud educada en
esas ideas, es decir, con plena conciencia de esos problemas; una juventud que
sabe que tiene un objetivo revolucionario; una juventud que sabe que una
revolución no se traduce solamente en bienes materiales: que el hombre necesita los bienes materiales
para vivir, que el hombre necesita los bienes materiales como condición sine
qua non de la vida; pero que una revolución, aparte de los bienes materiales,
trae otros bienes que la sociedad humana no ha conocido jamás: trae la igualdad entre los hombres, trae la
fraternidad entre los hombres, trae la dignidad a los hombres, trae la moral a
los hombres.
Muchos de nuestros países, antes de poder hacer
grandes cosas en el orden material, solo pueden llevar a los pueblos muchas
cosas en el orden espiritual, en el orden moral.
Nuestros pueblos son demasiado pobres. Nuestros pueblos, que han vivido sumidos en
el atraso y en la explotación por los colonialistas y los imperialistas, son
demasiado pobres para despertar en los pueblos el ansia de consumo. Y creer que al otro día del triunfo de la
revolución están resueltos todos los problemas materiales, creer que al otro
día del triunfo de la revolución vamos a disponer de la abundancia, puede ser
uno de los problemas más serios que se le pueda presentar a cualquier país de
las condiciones nuestras que realice una revolución.
Ese es uno de los problemas que nuestros pueblos
tienen que vencer.
Las situaciones de nuestro país son diferentes a las
situaciones de los países socialistas de Europa. El proceso revolucionario en Cuba se
desenvuelve de una manera diferente, no obstante las muchas similitudes y no
obstante los principios universales aplicables tanto a un país en América
Latina como a un país socialista de Europa.
Nosotros debemos señalar que entre Bulgaria y Cuba
existen algunas similitudes en cuanto a las dificultades objetivas. Por ejemplo, nuestros dos países son países
pequeños, nuestros dos países carecen de grandes recursos naturales. Por ejemplo, Cuba es un país que carece de
energía en lo fundamental. No de la
energía popular, sino de energía material —energía popular hay bastante en
Cuba. Pero, por ejemplo, nosotros no
tenemos recursos petroleros. Hasta ahora
no los tenemos. Recursos hidráulicos,
energía hidráulica, no poseemos: nuestro
país es una isla larga y estrecha que no posee grandes ríos. Nuestro país no posee carbón.
Les señalo tres cuestiones fundamentales.
Lo mismo sucede con Bulgaria. Bulgaria hasta ahora no ha encontrado grandes
recursos petroleros. Los recursos de
carbón de Bulgaria son de un contenido calórico muy bajo. En ocasiones Bulgaria ha tenido que estar
usando carbón con 1 200, 1 300, 1 400 calorías, cuando el carbón promedio que
se usa en otros países es de 4 000, 5 000 y 6 000 calorías. Bulgaria tampoco posee grandes recursos
minerales, ni grandes recursos hidráulicos, es decir, grandes recursos de
energía hidráulica.
Bulgaria constituye un ejemplo de cómo un país de muy
escasos recursos naturales, y partiendo de la producción agrícola
fundamentalmente, ha ido elaborando sus formas de desarrollo económico, ha ido
desarrollando su medio material de vida, hasta alcanzar los niveles actuales.
A nuestro juicio, el mayor mérito que en el campo del
desarrollo económico y social tiene Bulgaria, es ir alcanzando los niveles de
un país desarrollado, a pesar de su condición de pequeña nación y de sus
escasos recursos naturales. Ello se debe,
a nuestro juicio, a que Bulgaria tenía en cambio otro gran recurso: el más importante de los recursos era el
propio pueblo de Bulgaria (APLAUSOS).
Un pueblo —sus actitudes, su conciencia, su espíritu—
se desarrolla a través de la historia.
La historia de Bulgaria, las luchas de Bulgaria, formaron al pueblo
búlgaro, igual que la historia de Cuba y las luchas del pueblo de Cuba por su
independencia formaron al pueblo cubano.
El temple de los búlgaros que se resistieron durante
siglos y siglos a la asimilación cultural por los invasores, por los ocupantes
extranjeros; el pueblo de Bulgaria que defendió indomablemente su
independencia; el pueblo de Bulgaria que preservó sus valores culturales a lo
largo de siglos —ayer tuvimos oportunidad de presenciar la hermosa
manifestación del Día de la Cultura—; el pueblo de Bulgaria que luchó en
difíciles condiciones sin darse jamás por vencido; el pueblo de Bulgaria que en
momentos decisivos, que en un momento de viraje de la historia, haciendo acopio
de sus tradiciones y de su patriotismo se rebela contra el yugo fascista,
empuña las armas, toma el poder y participa en la gran victoria de los pueblos
contra el fascismo, junto a la Unión Soviética y junto a los demás pueblos
oprimidos de Europa, creó las condiciones subjetivas en el pueblo para llevar a
cabo la obra actual.
Y algo que era esencial, algo que nunca le faltó a
Bulgaria, fueron grandes dirigentes, tanto en la época de la lucha por la
independencia como en la época en que se gestaba la revolución socialista
(APLAUSOS). Que tuvo grandes dirigentes
como Dimitrov, cuyo nombre, cuya fama, cuya gloria,
cuyo ejemplo recorrió el mundo y fue estímulo para los combatientes
revolucionarios en todas partes; que forjó un partido de vanguardia, y que en
cada uno de los momentos críticos supo encontrar, de sus filas, los hombres
capaces de llevarlos a la victoria, como encontraron también en un momento
crítico al compañero Yivkov (APLAUSOS).
La obra de los hombres, de los revolucionarios, de los
dirigentes, se percibe a través de los hechos, se percibe a través de la
historia.
La obra de Lenin se percibió en la hora de la Gran
Revolución Bolchevique, llevada a cabo por el partido que él educó durante
tantos años. La obra de Lenin se
perpetuó en la gran lucha del pueblo soviético contra el fascismo. La obra de Lenin se observa en las
circunstancias actuales, en las influencias de las ideas revolucionarias en
todo el mundo, en el papel de la Unión Soviética y de todo el campo
socialista.
La obra de los patriotas búlgaros, la obra de Dimitrov, la obra del compañero Yivkov,
es lo que nosotros hemos tenido oportunidad de contemplar en esta visita. La obra revolucionaria y el espíritu de
solidaridad que hemos visto en el pueblo.
La enorme transformación cultural y material que ha tenido lugar en
Bulgaria. Sus grandes avances
industriales. Sus grandes avances
técnicos.
Pero la obra más admirable, la obra más admirable que
hemos podido observar en Bulgaria es la revolución agrícola que ha tenido lugar
en este país.
Tal vez a ustedes, los jóvenes, les puedan interesar
estas apreciaciones de un grupo de visitantes que vienen de otro
continente.
A nosotros lo que ciertamente nos ha hecho más
impresión —además del
pueblo—, es la revolución agrícola de Bulgaria.
No sé si ustedes se darán cuenta de ello. Ustedes son jóvenes. posiblemente muchos de ustedes no conocieron,
o ninguno de ustedes conoció personalmente el problema de los minifundios en
Bulgaria.
Cuando en el año 1944 triunfa la revolución popular,
en Bulgaria había 12 millones de minifundios.
¡Doce millones de parcelas! No
quiero decir 12 millones de minifundiarios: 12 millones de minifundios. ¡Un millón de propietarios!
En las primeras transformaciones agrarias —según nos
explicaron—, se reducen a unas 5 000 cooperativas. Ulteriormente, a unas 1 500
cooperativas. Y hoy todo el campo de
Bulgaria está constituido por unos 170 complejos agroindustriales.
¡Se imaginarán ustedes un país de 12 millones de
parcelas! Como me lo imagino yo. Yo tampoco lo vi, pero me lo imagino (RISAS). ¿Qué clase de técnica, qué clase de ciencia,
qué clase de organización de la producción, qué clase de escalas de producción
podían aplicarse en esas parcelas?
Se produce, en primer lugar, el fenómeno de la cooperativización.
Se reduce el número de parcelas.
Se empieza a aplicar la ciencia y la técnica. Se empiezan a aplicar las máquinas. Se empieza a elevar la productividad por
hectárea, la productividad por hombre.
Se continúa un nuevo proceso de concentración de la tierra, cambio de
estructura, elevación de la escala.
Ahora bien:
Bulgaria es el primer país socialista —y esta es una apreciación
nuestra... Nosotros sabemos que al
compañero Yivkov no le gusta hablar de los complejos
agroindustriales, o —mejor dicho— habla siempre con mucha modestia de los
complejos agroindustriales: dice que es
un experimento, dice que son los primeros pasos. Pero, sin embargo, nosotros tenemos otra
apreciación.
Ya nosotros hemos visto los complejos agroindustriales
organizados. Hemos viajado por extensas
regiones de los campos de Bulgaria. ¿Y
qué hemos visto? Mares de trigo: de un trigo bien cultivado, de un trigo bien
fertilizado. Mares de maíz: de un maíz bien sembrado, de un maíz bien
cultivado. Hemos visto mares de
viñedos: bien atendidos, cultivados y
fertilizados. Hemos visto los campos
atendidos por brigadas de máquinas: un
número insignificante de personas, solo máquinas desempeñando sus tareas. Hemos visto campos ininterrumpidos donde
puede aplicarse la aviación agrícola de cualquier capacidad de producción: para regar herbicidas, pesticidas, o para
sembrar, si se trata de arrozales. Hemos
visto las posibilidades de aplicar la maquinaria y la técnica en cualquier
escala, lo cual habría sido absolutamente imposible en los 12 millones de
minifundios.
¿Cómo aplicar un avión en un minifundio? ¿Cómo aplicar una gran combinada en un
minifundio de media hectárea de maíz o de trigo? ¿Cómo aplicar los grandes sistemas de
regadío? Pero, incluso, ¿cómo aplicar el
avión en una pequeña cooperativa? ¿Cómo
aplicar las grandes combinadas? ¿Cómo
aplicar todas las posibilidades de la técnica?
Y ese ha sido uno de los grandes aportes de Bulgaria a
la construcción del socialismo: esa gran
victoria en la agricultura, esos cambios de estructura que permiten aplicar a
la agricultura la escala de la industria, la técnica de la industria, los
métodos de la industria.
Y nosotros recordábamos que, cuando veníamos rumbo a
Bulgaria desde Argelia, el avión que nos conducía pasó sobre los cielos de
Italia: Roma allá, el campo acá. Nosotros no tuvimos mucho tiempo de mirar
para Roma. Esos aviones vuelan tan
rápido que, cuando nos avisaron que estábamos sobre Roma, ya Roma se había
quedado atrás. Pero nos fijábamos en la
agricultura. ¿Y qué veíamos? Una agricultura de minifundio, una
agricultura de pequeñas parcelas. En
definitiva, una agricultura atrasada, una agricultura improductiva.
Pero ocurre lo mismo si se pasa sobre cualquier otro
país de Europa: sobre Francia, sobre
España, sobre la República Federal Alemana, sobre Bélgica, sobre
Inglaterra. Incluso sobre Estados
Unidos. En Estados Unidos hay parcelas
más grandes, pero no se pueden comparar con las posibilidades de un complejo
agroindustrial.
Se cuenta que en Japón McArthur
—no sé si ustedes conocen a este personaje:
un general norteamericano famoso por sus gorras y por sus gestos
teatrales, que fue gobernador de Japón— aplicó una reforma agraria y dividió
Japón en millones de pequeñas parcelitas.
El resultado es que Japón, para producir una hectárea de arroz de cinco
toneladas, empleaba 45 días-hombre de 10 horas.
Y en Estados Unidos, para producir una hectárea de cuatro toneladas
empleaban cinco días-hombre de 10 horas.
Es decir que un país industrializado como Japón, que ha hecho grandes
avances en las máquinas y en la electrónica, que ha hecho grandes avances en la
automatización de los procesos productivos, emplea ocho veces más horas-hombre
para producir una tonelada de arroz que Estados Unidos.
Incluso los imperialistas han hecho grandes
propagandas, se han jactado de que tienen grandes producciones agrícolas, de
que tienen grandes excedentes agrícolas.
La historia de los excedentes agrícolas es conocida. En primer lugar, el capitalismo no produce
para las necesidades ni produce conforme a un plan, por eso se promueven
determinados excedentes. En segundo
lugar, los países capitalistas subsidian su agricultura con vistas a competir
con los países agrícolas; y, además, poseían avances técnicos, poseían
industrias de fertilizantes, poseían centros de investigación, y alcanzaban
productividades más altas. Pero una de
las propagandas que nos han hecho los imperialistas y los capitalistas es con
relación a la agricultura, sin tener en cuenta la situación de la cual
partieron los países socialistas: las
condiciones climáticas, el atraso técnico, la pobreza, las intervenciones, los
ataques fascistas. Sin tener en cuenta
para nada eso, habían tratado de regar en el mundo la leyenda de que el
socialismo había fracasado en el campo de la agricultura; que lograba avances
en la industria, grandes avances en la industria, pero que no había podido
resolver el problema de la agricultura.
Y que por lo tanto la propiedad privada capitalista sobre la producción
agrícola era la única que había podido tener éxito.
Y eso es precisamente lo que más nos interesa, lo que
más despierta nuestro interés y nuestra pasión con relación al esfuerzo y a los
éxitos que ha obtenido Bulgaria. Que no
son éxitos teóricos, que no son éxitos abstractos. Que son éxitos concretos que nosotros los
hemos visto en estos días.
Por ejemplo, ya las producciones de trigo por hectárea
de Bulgaria están por encima de las de los Estados Unidos; las producciones
promedio de maíz de Bulgaria están por encima de las de los Estados Unidos
(APLAUSOS). Pero algo más: las producciones por hombre se están elevando
extraordinariamente. Y los imperialistas
yankis se jactaban de ser los que tenían en la agricultura la más alta
producción por hombre. Se hablaba de que
algunos agricultores norteamericanos cultivaban 100 hectáreas de maíz, o
cultivaban 100 hectáreas de trigo.
Y nosotros visitamos regiones como la de Tolbujin, donde 2 400...
Había dos o tres ejemplos. En Tolbujin... Bueno,
en Tolbujin el dato más importante era que unos 36
000 obreros, que atendían las producciones agrícolas de la región, se habían
reducido a menos de 4 000. Ese era el
dato más importante de Tolbujin.
El otro dato fue en Ruse, en
Ruse. Había
una brigada de 25 mecanizadores que estaba atendiendo
6 500 hectáreas de cereales.
Y al llegar a Pleven, nos encontramos con que incluso
el promedio era el más alto de Bulgaria, y que había mecanizadores
héroes del trabajo que atendían hasta 250 hectáreas de cereales.
Esos son los datos.
Quiero decir con esto que si en Estados Unidos se
consideraba una proeza productiva que un hombre atendiera 100 hectáreas, ya hay
brigadas completas en Bulgaria que están atendiendo más de 200. Ese es el hecho.
Pero también hay otros factores muy importantes. En Ruse la
producción de maíz era ya de 6,5 toneladas por hectárea. Y en condiciones de regadío, con las nuevas
variedades, se había probado ya la posibilidad de producir hasta 15 toneladas
de maíz por hectárea.
Los que tienen alguna información sobre estos problemas
alimentarios del mundo, los que tienen algunos conocimientos de los problemas
relacionados con la producción y la productividad del trabajo en la
agricultura, saben que esas cifras son impresionantes.
Y nosotros no nos atenemos a las probables futuras
producciones. Baste decir que la
producción de 6,5 toneladas de maíz por hectárea en Ruse,
como promedio, es sin duda la más alta del mundo, ¡es sin duda la más alta del
mundo como producción promedio en una región! (APLAUSOS) Podrán lograrse experimentalmente en una
parcela, en pequeñas extensiones, producciones mayores; pero la producción de
6,5 toneladas promedio, sin regadío, nosotros no la hemos oído mencionar
nunca. No hemos oído mencionar nunca una
producción semejante por hectárea. Pero,
además, vimos la seguridad absoluta que tienen de lo que pueden lograr en
condiciones de regadío. Vimos algo
más: la aplicación de la computación y
de la automatización a los procesos productivos en la agricultura. Sin duda de ninguna clase que Bulgaria es el
primer país del mundo que está aplicando esos métodos, ¡sin duda! Y ya los está aplicando de una manera general
(APLAUSOS).
¿Creen ustedes que se puede aplicar la computación
electrónica y la automatización de la producción en un minifundio? ¿Creen ustedes que los capitalistas están en
condiciones de aplicar estos métodos?
Los capitalistas lograron concentrar la industria,
pero no lograron concentrar la agricultura porque confrontaron el problema
social: la resistencia de los
campesinos, que se resistían a ser desalojados de sus tierras y ser lanzados al
hambre. Pero, además, los capitalistas,
los gobiernos capitalistas, procuraron en cierta medida entorpecer el proceso
natural de concentración en la agricultura, por una concepción filosófica
nacida desde la época de las guerras civiles en Francia, nacida desde la época
de la Comuna de París, nacida incluso desde más atrás, desde la época de la
Revolución Francesa: procurar mantener
millones de pequeños agricultores, basados en la idea de que la pequeña
propiedad agrícola creaba capas sociales que se convertirían en freno de las
revoluciones obreras.
No olvidemos que Lenin encontró la genial solución al
problema cuando elaboró la tests de la alianza obrero-campesina y promovió la
unión de los obreros explotados por los capitalistas con los campesinos
explotados por los terratenientes, y lanzó su famosa consigna de: ¡tierra para
los campesinos!
Lo interesante del proceso agrícola de Bulgaria es el
hecho de que, partiendo de la concepción leninista de la tierra para los
campesinos, la cooperativización de los campesinos,
ha elaborado hoy una forma superior de estructura agrícola.
Para nuestro país esta es una experiencia sumamente
interesante. ¿Por qué? Porque tenemos en eso una situación similar a
la de Bulgaria. Nuestras exportaciones
dependen de la agricultura, pero en un grado mayor. Y mientras en Bulgaria el 45% de sus
exportaciones tienen origen agrícola, en Cuba el 85% de las exportaciones
dependen de la agricultura.
Pero los capitalistas con su desarrollo industrial,
con los subsidios a su agricultura, con el intercambio desigual, han impuesto a
los países agrícolas condiciones muy difíciles, puesto que —como nos explicaban
los compañeros búlgaros— productos agrícolas que cuestan un lev producirlos,
tienen que ser exportados por valores equivalentes a .4 de lev, es decir, al
30% o al 40% de sus costos internos en el país.
Ese ha sido uno de los factores que ha determinado
—¡uno de los factores que ha determinado!— el impulso tecnológico de la
agricultura en Bulgaria. Puesto que si
un país históricamente ha tenido que depender de esa rama agrícola y tiene que
exportar sus productos y tiene que exportarlos en condiciones tan
desventajosas, era lógico que elaborara la forma de tecnificar esa agricultura
y de reducir esos costos.
¿La situación de Cuba?
Similar, ¡similar! Con la
diferencia de que Cuba ha dependido de la agricultura en un grado mucho mayor,
y se vio también en la necesidad de estudiar las formas mediante las cuales
podía tecnificar la agricultura.
Pero nosotros queremos dejar constancia, en nombre de
nuestra delegación, de la magnífica impresión y de nuestra admiración por lo
que ustedes han hecho en el campo de la agricultura, por los éxitos
alcanzados. Y tenemos la convicción de
que Bulgaria se convertirá para el movimiento revolucionario, para los
socialistas y comunistas de todo el mundo, en un argumento, en un ejemplo para
esgrimir frente a las mentiras y frente a las campañas de los reaccionarios en
todo el mundo.
Y nosotros estamos completamente seguros de que al
resolver de esa forma brillante e inteligente el problema agrícola de Bulgaria,
ustedes están haciendo un aporte al movimiento revolucionario y están haciendo
un aporte a la solución de uno de los problemas más difíciles de la humanidad
de hoy y de mañana, que es el problema de cómo resolver la alimentación de
miles de millones de seres humanos (APLAUSOS).
Se dice que en el mundo hay unos 3 500 millones de
habitantes. Se sabe que la población crece
en algunos lugares más rápido que en otros, y se dice que para el año 2000
habrá 6 000 millones de habitantes. Y si
hoy, que son 3 500, más de la mitad de la población está subalimentada, más de
la mitad de la población pasa hambre y vemos que todavía subsisten técnicas
atrasadas, sistemas feudales de explotación de la tierra, terratenientes,
minifundios, ¿cómo va a enfrentar la humanidad el problema de su alimentación,
dentro de 20 ó 25 años?
Pero, al menos, respuestas teóricas hay. En primer lugar, la revolución; en primer
lugar, la desaparición del sistema feudal de explotación de tierra, la
desaparición del latifundio, y algo más:
la desaparición del minifundio.
El establecimiento de estructuras agrícolas apropiadas, la aplicación de
la técnica y la ciencia a la agricultura.
En dos palabras, nosotros podemos decir:
aquí, en Bulgaria, hay una solución para los problemas alimentarios del
mundo en los años venideros (APLAUSOS).
Compañeros de la juventud de Bulgaria: de los problemas de su país seguramente
ustedes analizarán y discutirán mucho en este Congreso. Nosotros podemos decirles que la juventud
revolucionaria —la de Cuba, la de Bulgaria, la del campo socialista— tiene por
delante grandes problemas que resolver, grandes tareas que enfrentar.
Ustedes no tendrán la tarea de derrocar el fascismo,
porque esa fue tarea de otras generaciones.
Hace unos días nosotros tuvimos el honor de reunirnos con los
supervivientes del destacamento o de la brigada Chavdar,
en el propio escenario donde se organizó esa brigada que tan importante papel
político, revolucionario, psicológico y militar, por su proximidad a la
capital, desempeñó en la liberación de Bulgaria. A ellos les correspondió otra tarea: la liberación, la liquidación del fascismo,
el establecimiento del régimen popular, los cambios de estructura, la
nacionalización de la industria, la reforma agraria, la revolución educacional,
la confección de los primeros planes y de los primeros programas.
Hoy esta generación, crecida en la revolución, que ha
tenido oportunidad de adquirir niveles de cultura altos, que ha tenido la
oportunidad de adquirir los conocimientos de la técnica, que recibe el legado
de decenas y decenas de años de militancia revolucionaria; hoy esta juventud
que se encuentra en un país en pleno desarrollo, esta juventud cuyos
estudiantes se pueden contar por millones —es decir, millones de jóvenes, de
pioneros que vienen detrás, y que ocupan hoy las aulas escolares, las escuelas
politécnicas, las universidades—; esta juventud que sabe que puede contar con
toda una enorme masa de futuros ingenieros, médicos, científicos y técnicos de
toda índole, y que se encuentra —repito— en un país en pleno desarrollo, con
una industria avanzada, con una agricultura avanzadísima (un país que ha
adquirido experiencia en la elaboración de los proyectos y los planes
económicos, que aplica técnicas nuevas a la planificación, que cuenta con
magníficos instrumentos para organizar el trabajo, para prever los problemas
del futuro, para proyectar incluso a 10, a 15, a 20 años vista); esta juventud
búlgara, que al parecer se encuentra en un país con muchos de sus problemas
resueltos; esta juventud tiene, sin embargo, tareas no menos importantes que
aquellos que lucharon un día por la independencia del país, que aquellos que
lucharon un día por el derrocamiento del fascismo y el establecimiento del
régimen socialista, ¡tiene tareas no menos importantes que los que trabajaron
en estos últimos 25 años!
Carlos Marx, Engels, Lenin, Dimitrov,
nos enseñaron los sentimientos internacionalistas: nos enseñaron que todos los proletarios del
mundo debían unirse, nos enseñaron que todos los revolucionarios debían estar
unidos, nos enseñaron que todos los pueblos de la humanidad constituimos una
sola familia. Y esta juventud tiene
grandes tareas por delante, y no solo en las fronteras de su propia
patria.
En el interior de su propio país tiene la gran tarea
de continuar la marcha emprendida desde años atrás: llevar adelante la revolución técnica y
científica, perfeccionar la experiencia, perfeccionar el Partido, perfeccionar
las organizaciones; ascender a niveles superiores en el camino de la democracia
proletaria, en el camino del socialismo, en el camino del comunismo —como
señala el compañero Yivkov.
Tiene también en el ámbito de todo el mundo una gran
tarea.
Comencé mis palabras hablando de los técnicos búlgaros
en nuestra patria. ¡Qué bello! ¡Qué motivo de satisfacción y de orgullo para
cualquier país, sabiendo que cuando manda a otros pueblos que han quedado
atrás, a otros pueblos más pobres, a otros pueblos atrasados técnicamente, se
envía allí hombres de la primera calidad:
hombres con un alto espíritu internacionalista, con un alto espíritu de
comunistas! ¡Cómo une eso a los pueblos
y cuán útil, cuán imprescindible es!
Y, sin embargo, Cuba es uno de los países entre
decenas y decenas de países que viven todavía en una gran pobreza, decenas y
decenas de países de América Latina, de Africa y de Asia, a quienes el
colonialismo, el imperialismo y la explotación dejó en la mayor miseria, en el
peor atraso.
Los problemas del mundo futuro tendrán mucho que ver
con la situación de los países llamados del Tercer Mundo, con la situación de
los países subdesarrollados. Es
increíble, y basta visitar cualquiera de los países que vivieron durante siglos
bajo el colonialismo, basta visitar países como la hermana República de Guinea,
para comprender cuánta pobreza, cuánto atraso técnico dejaron allí, cuánta
miseria dejaron los colonialistas.
No decimos atraso cultural, porque sería un
error. A nosotros nos impresionó
profundamente el movimiento cultural del pueblo de Guinea, cómo ha utilizado el
arma de la cultura para defenderse de la penetración colonialista, cómo ha
defendido sus valores autóctonos, cómo ha desarrollado un impresionante
movimiento cultural que lleva adelante con gran dignidad en medio de su
pobreza.
Vimos también el hermano país de Argelia. Un país de grandes recursos naturales, sobre
todo recursos en hidrocarburos, recursos en gas; que está llevando a cabo un
programa de inversiones para desarrollar la petroquímica, para desarrollar el
empleo de sus recursos naturales, y que, desde nuestro punto de vista, es una
base sólida. ¡Pero qué pobreza dejaron también,
qué atraso en la agricultura, qué atraso social, qué atraso industrial! ¡Qué pobreza dejaron allí los colonialistas!
Es interminable la lista de países en todo el mundo
que necesitarán el apoyo, que necesitarán la experiencia de los países más
avanzados, que necesitarán la técnica de los países más avanzados.
Los jóvenes búlgaros, igual que los jóvenes soviéticos
y los jóvenes cubanos, y los jóvenes de todo el campo socialista, tienen
delante una tarea que no queda por detrás en importancia moral y en importancia
histórica de la de los hombres que en los siglos pasados, e incluso en este
siglo presente, lucharon por llegar a la hora de hoy.
Bien puede decirse que la humanidad está en los
albores de una nueva etapa. Bien puede
decirse que la humanidad se enfrenta a muy serios y difíciles problemas en los
años futuros. Cuando hablamos de miles
de millones, de 6 000 millones de seres humanos que poblarán el planeta en los
próximos 25 años, ¡qué desafío implica en el orden técnico, qué desafío en el
orden científico, en el orden social, en el orden educacional, en el orden
político!
Y esa es una tarea que nos corresponde a todos. Y es una tarea que corresponde esencialmente
a los jóvenes de nuestras patrias.
Nosotros procuramos inculcar en nuestros jóvenes, más
que el ansia de consumo, más que el ansia de riquezas materiales, más que el
ansia de vivir como viven las sociedades opulentas de los capitalistas —que a
costa de la sangre y el sudor de los pueblos atrasados acumularon sus
riquezas—, les inculcamos el sentimiento y el deber internacionalista; ¡les
inculcamos el recuerdo y la presencia de los miles de millones de seres humanos
que todavía viven en el atraso, viven en la miseria y viven en la
opresión! (APLAUSOS)
Y no solo eso, sino que hay pueblos que derraman a
raudales su sangre, tan siquiera por alcanzar el derecho a comenzar; pueblos
que derraman su sangre por alcanzar el derecho a construir una nueva vida. El derecho que Bulgaria, que Cuba y que otros
pueblos ya hemos alcanzado.
Presente en el ánimo y la conciencia de todos nosotros
está el heroico pueblo de Viet Nam (APLAUSOS).
Pensamos en Viet Nam. Estamos
seguros de su victoria. Por el heroísmo
de su pueblo, y por la sólida y leal ayuda de los países socialistas. Estamos seguros de que Viet Nam vencerá. Pero, condición de su victoria será el apoyo
que recibe de sus hermanos revolucionarios de todo el mundo.
Viet Nam mismo.
Cuando esa lucha concluya, ¡cuánto no habrá de trabajar el pueblo
vietnamita y cuánto no necesitará de la cooperación de todos para iniciar la
reconstrucción del país en medio de la devastadora guerra que los imperialistas
le han impuesto!
En Cuba, un grupo de jóvenes representantes de las
juventudes de todo el mundo trabajan actualmente construyendo una escuela, y
sabemos que esos mismos jóvenes se preparan para construir en Viet Nam un
hospital. Eso no es más que un símbolo,
una idea, de lo que los pueblos tendremos que luchar y trabajar para ayudar en
el futuro a la reconstrucción de ese país, nada más que para citar un
ejemplo.
Vivimos una época de estadísticas, una época en que
los avances se miden por los crecimientos en la industria y en la agricultura,
por los datos numéricos. Pero hemos
mencionado a Viet Nam. Y aquí también
nosotros traemos unos datos sobre Viet Nam, datos numéricos, datos
estadísticos; pero que no se refieren a los incrementos de producción
industrial, a los incrementos de producción agrícola. Son datos que expresan cabalmente el crimen
del imperialismo, son datos que expresan los sufrimientos y los horrores que todavía
tienen que sufrir algunos pueblos del mundo.
Y son las estadísticas de los kilogramos y las toneladas de explosivos
que los imperialistas lanzan sobre Viet Nam.
Anteriormente hablábamos de toneladas por hectárea de
maíz, toneladas por hectárea de trigo, toneladas por hectárea de uva; de los
rendimientos de la producción agrícola; de los resultados de la técnica y de la
ciencia aplicada al bienestar del hombre, al trabajo en beneficio del
hombre.
Pero de Viet Nam se pueden sacar otros datos, datos
estadísticos realizados que arrojan los siguientes resultados: los imperialistas yankis lanzan sobre Viet
Nam 53,5 kilogramos de explosivos por segundo, 3 210 kilogramos por minuto; 192
600 kilogramos de bombas por horas,
4 622 400 kilogramos por día.
Cada hombre, mujer o niño de Indochina recibe un promedio de 265
kilogramos de bombas norteamericanas; cada terreno de 5 000 metros cuadrados,
es decir, cada media hectárea, recibe 64 kilogramos de explosivos. En total los imperialistas yankis han lanzado
sobre Viet Nam 12 millones de toneladas de bombas, el doble de los explosivos
que por término medio fueron usados durante la Segunda Guerra Mundial.
Hay regiones donde, de cada cinco árboles, cuatro
están repletos de metralla que hace prácticamente imposible la explotación de
la madera. Hay 21 millones de cráteres
de bombas provocados en Viet Nam. Esos
cráteres destruyen terrenos agrícolas, posibilidades de cultivo; se convierten
en charcas que son viveros de insectos portadores de enfermedades.
Estas cifras son realidades dolorosas, que expresan la
magnitud del genocidio cometido por los imperialistas yankis. Estas son realidades hacia las que deben
mirar nuestros jóvenes, nuestros pueblos, y que nos señalan el camino del
futuro, el esfuerzo del futuro; que nos señalan nuestros deberes y nuestros
sentimientos de solidaridad.
No tenemos la menor duda —repetimos— de la victoria de
la revolución en Viet Nam, de la victoria de la revolución en los pueblos de
Asia, de Africa y de América Latina, porque es una ley inexorable de la
historia.
Todavía la humanidad vive momentos duros, momentos
difíciles. Pero ya no vivimos en el
siglo pasado. Ya no vivimos a principios
del siglo presente. Ya no vivimos como
en la época de Hitler y de Mussolini. El triunfo de la Revolución de Octubre, el
desarrollo de la Unión Soviética y su victoria frente al fascismo, el
surgimiento del campo socialista, el surgimiento del movimiento de liberación
nacional en los pueblos oprimidos por el coloniaje, han determinado cambios
profundos en la humanidad, cambios profundos en la correlación de fuerzas, hoy
absolutamente favorable a los países revolucionarios, absolutamente adversa al
imperialismo y al colonialismo.
Ya nada ni nadie podrá impedir la victoria de las
ideas revolucionarias, las ideas de Marx, de Engels, de Lenin, de Dimitrov.
Nosotros lo consideramos, y la experiencia de nuestro
propio país nos lo indica: una pequeña
isla, a 90 millas de Estados Unidos, que ha podido hacer su revolución, que ha
podido mantenerla. Ello solo habría sido
posible en el enorme cambio de la correlación de fuerzas. Ello habría sido posible solo gracias al
espíritu internacionalista, gracias a la solidaridad internacional, gracias al
cumplimiento del precepto marxista de "Proletarios de todos los países,
uníos" (APLAUSOS).
Por eso nosotros estamos convencidos de la victoria
definitiva de las ideas revolucionarias.
Y de esta visita a Bulgaria saldremos con esa convicción fortalecida,
saldremos con el optimismo acrecentado.
Del ejemplo del pueblo búlgaro, de la Revolución Búlgara y de la
juventud búlgara, tomaremos nosotros experiencias, tomaremos nosotros
estímulos.
Jóvenes de Bulgaria:
¡Los invitamos a estrechar filas con los jóvenes cubanos! ¡Los invitamos a estrechar filas con los
jóvenes de todos los países socialistas!
(APLAUSOS) ¡Los invitamos a
estrechar filas con todos los jóvenes progresistas del mundo! ¡Y unidos
marcharemos adelante! ¡Unidos nuestros
jóvenes conocerán otra época de la humanidad! (APLAUSOS) ¡Unidos nuestros jóvenes conocerán nuevos y
mejores frutos del corazón y de la inteligencia del hombre! ¡Unidos nuestros jóvenes conocerán una
calidad superior de los sentimientos de hermandad! ¡Unidos nuestros jóvenes marcharán hacia el
socialismo y hacia el comunismo! (APLAUSOS)
¡Que viva la Juventud Dimitroviana
de Bulgaria! (APLAUSOS)
¡Que viva la unión y la amistad entre los jóvenes
comunistas de cuba y de
Bulgaria! (APLAUSOS y EXCLAMACIONES)
¡Que vivan las gloriosas ideas del marxismo-leninismo! (APLAUSOS)
¡Que viva el internacionalismo proletario!
(OVACION)