DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN EL ACTO DE MASAS EN HONOR AL GENERAL OMAR TORRIJOS, JEFE DE GOBIERNO DE LA REPUBLICA DE PANAMA, EFECTUADO EN LA CIUDAD ESCOLAR "26 DE JULIO", EN SANTIAGO DE CUBA, EL 12 DE ENERO DE 1976, "AÑO DEL XX ANIVERSARIO DEL GRANMA".
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Querido y admirado amigo, general Omar Torrijos;
Queridos compañeros de la delegación fraternal de Panamá;
Queridos compañeros cubanos:
Tal vez ustedes piensen que yo debo hablar hoy mucho (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!"), pero es al revés. Yo debo hablar poco, puesto que hemos venido aquí principalmente para testimoniar nuestro aprecio, nuestro cariño, al pueblo de Panamá; para recibir al general Omar Torrijos y para escuchar al general Omar Torrijos (APLAUSOS).
Tal vez ustedes piensen que yo debo hacer un discurso muy radical (RISAS); que tratándose de Panamá y estando precisamente sobre el tapete esa lucha heroica del pueblo panameño (APLAUSOS), yo tenga que pronunciar aquí palabras muy radicales. No. Digo también todo lo contrario: las palabras de hoy deben ser, si cabe, más mesuradas que nunca. Y después, incluso, les puedo explicar por qué.
Esa lucha del pueblo panameño no es una lucha fácil. Tal vez nosotros la veamos o tengamos la tendencia a verla de una manera muy simple; pero esa lucha del pueblo panameño no se puede ver de una manera muy simple, no es una lucha fácil. Empezando porque se trata de un país muy pequeño en su dimensión geográfica: tiene alrededor de 75 000 kilómetros cuadrados; en su dimensión humana: aproximadamente 1 600 000 habitantes (EXCLAMACIONES DE: "¡Aquí está Cuba para ayudarlos!") (APLAUSOS Y CONSIGNAS).
Eso está muy bien y es muy justo. Al millón 600 000 panameños podemos sumar los 9 300 000 cubanos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Pero si pequeño en la dimensión geográfica y humana, es un país grande en la magnitud del problema que tiene sobre sí, en la magnitud de las dificultades en su propia lucha. Porque una cosa es hablar del Canal, una cosa es imaginarse ese problema, y otra cosa es vivirlo.
Imaginen ustedes que por la calle de Enramada existiera un canal que atravesara completa la ciudad de Santiago de Cuba; y unos vecinos de un lado y otros de otro; y un territorio bajo el dominio de otro país, en que la bandera, las autoridades, los jueces, ¡todo!, es ajeno al país. Vivir con un enemigo en la casa, en el medio de la casa; entre la cocina y la sala, un enemigo —para ser más claro. Y luego, un enemigo que no es débil, un enemigo que es muy poderoso: un país que tiene una tecnología extraordinaria, un potencial económico enorme, millones de soldados sobre las armas, decenas de escuadras aéreas, decenas de escuadras navales, bombas atómicas y millones de cosas por el estilo (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO). Sí, porque ese enemigo es poderoso, pero no es invencible (APLAUSOS).
Estoy planteando el problema en términos panameños. Viet Nam está a 10 000 kilómetros; Panamá está mucho más próximo. Viet Nam está en Asia, donde los imperialistas se han creído en parte dueños; Panamá está en este hemisferio, donde los imperialistas se han creído hace mucho tiempo dueños absolutos (EXCLAMACIONES DE: "¡Abajo!"). En Viet Nam el imperialismo estaba defendiendo bases estratégicas, estaba defendiendo su prepotencia; en Panamá defiende muchos intereses: intereses estratégicos, intereses económicos, intereses políticos, de todas clases.
Por eso la lucha del pueblo de Panamá no es fácil. Cuando yo estoy aquí explicando la magnitud de esa lucha, no es para desanimar a los panameños ni muchos menos, es para explicar por qué no podemos andar con palabras demasiado radicales, porque no sería muy difícil una arenga al general Torrijos, a la delegación panameña, al pueblo panameño desde aquí con términos muy radicales (DEL PUBLICO DICEN: "Nosotros vamos allá").
Nosotros sabemos que vamos allá, y que eso que usted dice es verdad (APLAUSOS). Esa es una cuestión aparte.
Quiero trasmitirles a ustedes nuestra impresión de que el tipo de problema que enfrenta Panamá es un problema duro, difícil y complejo, y que por eso este es un tipo de lucha que se gana no solo con valor —el valor es imprescindible, insustituible—, sino también con inteligencia, con talento.
Porque, ¿cómo compensar todos los factores adversos de esa lucha? ¿Cómo luchar contra un poderío tan grande, contra un imperio prepotente que hasta hoy se creyó dueño de este hemisferio? ¿Panamá sola? ¿Panamá en términos de fuerza? No. ¿Cuál es la fuerza que puede engendrar Panamá? No quiere decir que no la tenga, y no quiere decir esto que ningún pueblo renuncie a ella cuando no quede más remedio. Pero la fuerza es siempre el último remedio cuando no se pueden reivindicar los derechos por otros caminos.
Panamá tiene necesidad de una política internacional, tiene necesidad de aliados a nivel mundial, tiene necesidad de buscar apoyo y solidaridad de todos los países del mundo. Y los tuvieron. Y se efectuó una reunión del Consejo de Seguridad y tuvieron un apoyo muy grande en que los únicos que, por supuesto, no estuvieron de acuerdo allí, fundamentalmente, fueron los yankis.
Panamá necesita el apoyo de los demás estados latinoamericanos, de todos en términos generales. Ellos no se pueden parar en una tribuna, como nosotros, y decir todo lo que nosotros decimos de todo lo que nos dé la gana de decir (APLAUSOS). Son circunstancias diferentes.
De la OEA nosotros pensamos pésimamente mal. Eso lo sabemos todos. Con nosotros se portaron indudablemente mal. No creemos que esa organización tenga porvenir de ninguna índole. Y ya nosotros tenemos nuestras cuentas ajustadas con el imperialismo hace rato, y con la OEA y con todas esas instituciones, pero es que estamos en una situación diferente. Nuestra lucha es diferente de la panameña; nosotros luchamos solos en el ámbito de América Latina. Ellos deben hacer un esfuerzo por no quedarse solos en el ámbito de América Latina. Porque también América Latina va cambiando, y hasta incluso a los gobiernos más descarados les queda un ápice de rubor. Y no es solo el rubor de los gobiernos, sino la conciencia de los pueblos. Y los pueblos van adquiriendo una nueva conciencia que no pueden despreciar los gobernantes despreciables que pueda haber en algunos países. Y tienen que tenerla en cuenta. Además, ya cometieron muchos crímenes con relación a Cuba y fueron demasiado traidores. Cierto es que con relación a Cuba no solo andaban en posiciones demagógicas, reaccionarias, originadas en intereses de clases, en la costumbre inveterada de obedecer al amo yanki, sino que también Cuba tenía una cuota azucarera, y todo el mundo quería repartirse la cuota azucarera de Cuba en el mercado yanki. Y los yankis daban por aquí, por acá, cuota a este, cuota al otro. A todo el mundo le daban algo para que traicionara el sentimiento de América, para que apoyaran la conspiración imperialista contra nuestra patria. Panamá, por suerte, no tiene una gran cuota azucarera, porque si tuviera una gran cuota azucarera y un mercado yanki, habría más de cuatro pensando cómo colaboraban con los yankis para quitarle la cuota.
Al contrario, tienen el istmo, el lugar obligado de tránsito que le interesa a todos los pueblos del mundo y les interesa a los pueblos de América. Panamá tiene condiciones para lograr el máximo apoyo posible, y tiene que trabajar por lograr ese apoyo, aun de gente que a nosotros no nos gusta, y no lo necesitamos, pero son circunstancias diferentes.
Es por ello que también esta visita aquí, esta visita amistosa ha de servir para fortalecer la causa panameña, no para debilitarla. No se trata de que tengan nuestra amistad. Esa la tienen de antemano, viniendo y sin venir aquí (APLAUSOS). Nosotros debemos colaborar a que se fortalezca el apoyo universal a Panamá, es decir, el apoyo del mundo y el apoyo de América Latina. Y tratar de que en América Latina se mantenga un frente unido en apoyo a Panamá, lo cual, desde luego, no es fácil, porque hay de todo en este hemisferio: hay gobiernos muy firmes, muy decididos a darle el apoyo a Panamá, y otros que no estarán tan decididos ni tan firmes, pero que es necesario exigir de todos. Y ellos tienen el deber de trabajar con todos para que en el caso panameño haya un frente unido y no sea solo Panamá quien demande la reivindicación y el reconocimiento de la soberanía sobre la zona del Canal, sino que todos los gobiernos de este hemisferio se vean obligados a apoyar esas demandas panameñas. Todas estas circunstancias condicionan la lucha del pueblo panameño.
Nosotros estamos en condiciones diferentes. Nosotros podemos hablar, podemos hacer, de acuerdo con las circunstancias de nuestro país, en que prácticamente no depende para nada en este hemisferio de la OEA, de esas instituciones, ni del imperialismo, ni de nada. Nosotros sí tenemos nuestro problemita: tenemos nuestra basecita yanki ahí en Guantánamo (DEL PUBLICO LE DICEN: "¡Fuera!").
Claro, yo sé que todo el mundo dice: "¡fuera!" Yo sé que todo el mundo dice: "¿esa base hasta cuándo va a estar ahí?" Yo sé que irrita. No nos olvidaremos jamás de cuando ellos hacían sus disparos, que hirieron a algunos soldados, incluso mataron a algunos cubanos ahí. Había que tener una gran dosis de paciencia. Y no por falta de valor, porque valor se sobraba en nuestro pueblo (APLAUSOS). ¡Se sobraba, sobra y sobrará! (APLAUSOS)
Pero digamos que el problema de la base se manejó correctamente, sabiamente. Los imperialistas habrían estado encantados de encontrar un pretexto para lanzar sus aviones y los bombardeos masivos sobre nuestras industrias y nuestras ciudades, un pretexto fácil y barato; porque el imperialismo es como el guapo del barrio: se siente fuerte y se cree con el derecho a golpear a los más pequeños y hacer lo que le dé la gana (RISAS). Pero nuestra lucha con el imperialismo no es a escala de un pedacito del territorio de Cuba; nuestra lucha con el imperialismo es a escala mundial (APLAUSOS), golpeamos donde hay que golpear y luchamos donde hay que luchar, y con las armas adecuadas a cada caso (APLAUSOS).
Tienen un pedazo de nuestro territorio. Pero ese no es el caso de Panamá: está en un rinconcito allá. Una buena bahía. ¡Es lástima! Tiene una buena entrada, incluso es profunda, magnífica para un taller de reparación de barcos, para un astillero, para muchas cosas nos sirve o Pero están ahí.
Ellos antes eran dueños del ciento por ciento de nuestro país; hoy los cubanos somos dueños del 99,9% (RISAS). ¿Y qué les queda? Un 0,1% en la base esa de Guantánamo. ¿Qué, vamos a cambiar algo de la soberanía del 99,9%, para conseguir una limitada soberanía en el 0,1%? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") No nos apura. Que no digan que nos devuelven y nos pongan condiciones. ¡No, no nos apura! Esa base les cuesta dinero, cada día es más vieja y más anacrónica. Y sabemos que es cuestión de tiempo.
Y si a nosotros nos preguntan: ¿qué les interesa más, que se libere el pedacito ese de la base, o que se libere un país latinoamericano? (EXCLAMACIONES DE: "Un país latinoamericano") Siempre preferimos que se libere un país latinoamericano, y nos sentimos mucho más felices con eso. Y no nos importaría incluso si se están ahí el tiempo que estén. Desde luego, no van a estar con el consentimiento nuestro, ni con el acuerdo nuestro, ¡jamás! Pero es mucho más importante la liberación de un continente que la liberación de un pedazo de tierra estéril que tiene de bueno solo el que es una parte de nuestra patria, y que la queremos por eso, porque es una parte de nuestra patria. ¡Pero lo que importa es la liberación del continente, la liberación de Viet Nam, la liberación de Africa, la liberación de Angola! (APLAUSOS) Hay que estar muy claros en eso.
A medida que el mundo se libera y la correlación de fuerzas cambia, los imperialistas no podrán estar haciendo lo que les da la gana en el mundo, no podrán estar teniendo por la fuerza un pedazo de nuestro territorio, ni una zona, ni una franja de Panamá; ni podrán tener el mundo lleno de bases militares; a medida que el mundo se libere ellos no podrán hacer eso.
Por eso, nuestra batalla no es ahí, en el terreno militar, en un pedazo de tierra, sino es nuestra batalla con el movimiento revolucionario mundial, para derrotarlos políticamente, para derrotarlos ideológicamente; y cuando son agresores y no queda más remedio, derrotarlos también militarmente (APLAUSOS).
Nuestro caso de Guantánamo es un ejemplo de cómo hay que hacer la política: mirando a largo plazo y luchando donde hay que luchar, luchando con inteligencia. Por eso en nuestro país no se exaltó nunca el problema de Guantánamo, porque era explosivo. Si se hubiera hecho un survey al pueblo, sabemos lo que habría dicho: vamos a recuperar ese pedazo —habría dicho el pueblo. Pero la dirección revolucionaria nunca convirtió esa cuestión en un motivo de irritación, o en un instrumento emotivo de lucha política, porque realmente era peligroso.
Cuando empezaron a hacer las provocaciones —porque han hecho montones de provocaciones pequeñas— y a veces llegaron a disparar, a herir soldados, tomamos las medidas, protegimos a los hombres, los fortificamos; pero la cosa logramos resolverla por esa vía y no por una respuesta, porque medios teníamos con que responder los tiritos de esa base, medios teníamos bastantes, pero le habríamos estado haciendo el juego al imperialismo.
Es por eso que cada país y de acuerdo al carácter de su problema, tiene que establecer su estrategia y su táctica de lucha inteligente, que lo conduzca a la victoria. Y la estrategia y la táctica de lucha de la Revolución la conduce a la victoria.
Cuando se salieron de la base y vinieron por Girón, entonces se les hizo lo que había que hacerles allí; cuando nos amenazaron, en octubre de 1962, se hizo lo que había que hacer; cuando organizaron sus bandas mercenarias, se hizo lo que había que hacer.
A nuestro pueblo estos ejemplos lo ilustran de cómo cada situación y cada problema en concreto requiere una estrategia y requiere una política y estas explicaciones que les doy les sirven a ustedes para entender la estrategia, la táctica y la política de Panamá, la que Panamá sigue, y su política exterior y sus pronunciamientos. Tienen que discutir mucho, y están discutiendo mucho.
Nuestra actitud debe ser apoyar al pueblo de Panamá, no aconsejar al pueblo de Panamá. Cada pueblo hace lo que debe hacer, no necesita de los consejos de los demás, ni necesita de las exhortaciones de los demás, ni necesita de la agitación de los demás. Necesita apoyo, solidaridad, en cualquier circunstancia y en cualquier terreno. Y eso es lo que nosotros, incondicionalmente, le ofrecemos a nuestro hermano pueblo de Panamá (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Cuba, Panamá, unidos vencerán!").
Independientemente de estas razones de moral revolucionaria y de principios, por las cuales nosotros apoyamos a Panamá, hay otras muchas razones. Son los vinculas históricos entre el pueblo de Panamá y el pueblo de Cuba; la comunidad en muchas cosas, en el idioma, en la cultura, incluso podríamos decir en el temperamento, entre los panameños y los cubanos.
Hemos sido hermanos en la historia de las agresiones, hermanos en la historia de las agresiones del imperialismo. Han hecho allí todo lo que han hecho aquí. De Cuba se querían apoderar desde el siglo pasado; de Panamá se querían apoderar desde el siglo pasado. A nosotros nos impusieron una Enmienda Platt y una base; a Panamá le impusieron un tratado más o menos por la misma fecha que a nosotros, a nosotros en 1902 y a ellos en 1903; les impusieron un tratado y les impusieron una zona en medio del territorio y les construyeron no una base, sino 14 bases militares en aquel territorio.
Aquí intervinieron muchas veces, y allí intervinieron también muchas veces, y sacaban a sus soldados e intervenían en la política; decidían quién tenía que ser presidente y quién no tenía que serIo; les daban órdenes a los gobernantes. Hicieron todo eso, igual que lo hicieron aquí, y no sin lucha del pueblo panameño, como no sin lucha lo hicieron aquí. Todo eso se acabó al triunfo de la Revolución, y todo eso se acabó también en Panamá —eso de darle órdenes a todo el mundo y decidir quién gobernaba y no gobernaba— a raíz del movimiento revolucionario que dirigió el general Omar Torrijos (APLAUSOS).
Es un hecho cierto, ¡muy cierto! Ya no pueden decirle quién debe gobernar en Panamá. No quiere decir que no conspiren, que no organicen, que no inventen cosas truculentas y tenebrosas. Ustedes han visto las cosas que inventaron aquí. Ellos inventan todo. Cualquier cosa darían —¡no digo yo!— por suprimir este proceso revolucionario, por descabezarlo. Pero ya hoy no pueden decir quién gobierna allí. Tienen la zona y tienen las bases militares —todo eso arbitrariamente, ilegalmente— pero no gobiernan en Panamá. Antes tenían todo eso y gobernaban en Panamá, como todavía gobiernan a muchos países de América Latina, y dicen quién tiene que gobernar allí, quién tiene que estar en nombre de ellos gobernando, en dos palabras, y qué se puede y qué no se puede hacer. Sin embargo, ya hay varios países en que no se pueden permitir ese lujo. No lo pueden hacer, porque los países van despertando.
Ya no le pueden prohibir a Panamá tener relaciones con Cuba. Y una de las cosas que hizo Panamá —mucho antes de que la OEA decidiera si daba permiso o no— fue restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba, sin permiso de la OEA (APLAUSOS). ¿Y quiénes son los Estados Unidos y quién es la OEA para permitir o no permitir relaciones? Y esa fue una extraordinaria manifestación de soberanía panameña: el restablecimiento de relaciones con Cuba.
La visita del máximo dirigente de Panamá y de la delegación panameña a nuestro país, es una máxima expresión de amistad y de soberanía (APLAUSOS).
Esta historia común nos une al pueblo panameño. Pero, además, en Panamá hay un proceso político, un proceso revolucionario importante o No es exactamente igual que el nuestro, ni puede ser exactamente igual que el nuestro, porque ellos tienen el problema número uno: la soberanía del país. Ese es el problema número uno. Pero aun en medio de ese problema número uno, han estado haciendo grandes esfuerzos sociales. Entre otras cosas, las demandas panameñas sobre la zona del Canal no son demandas económicas: son demandas de soberanía, de dignidad, son demandas morales.
Antes los yankis, cualquier ficción de protesta o ficción de demanda que hacían otros gobiernos, la arreglaban pagando un poquito más por el alquiler de aquello, o como le llamen: dos millones más, tres. Nunca el gobierno de Panamá —en los últimos tiempos— ha planteado la cuestión de la zona como una cuestión de ganancia: me dan un poco más de dinero y se quedan ahí. ¡No, no! ¡Ellos no cambian el derecho a la soberanía por ningún dinero del mundo, y han planteado la cuestión en términos de soberanía! (APLAUSOS)
Pero a la vez Panamá, parejamente, hace un esfuerzo por su desarrollo económico. Es un país que tiene muchos recursos naturales. Tiene grandes áreas de bosque, tiene grandes recursos hidráulicos. Ellos pueden producir prácticamente toda la electricidad que necesiten para su desarrollo con energía hidráulica, sin gastar una tonelada de petróleo.
Ellos tienen recursos mineros. Recientemente descubrieron grandes yacimientos de cobre. Ellos tienen recursos pesqueros también, pero sobre todo tienen el recurso del istmo, de ser la zona de tránsito, el punto más estrecho, que puede ser utilizado de muchas formas, porque ya por ese Canal —que pudiéramos decir que es un viejo Canal— no pueden pasar los grandes barcos, esos grandes transportadores de petróleo. Pero ellos en su territorio sí pueden hacer oleoductos, y tienen proyectos de hacer carreteras, oleoductos, ferrocarriles, para transportar de los grandes cargueros de una zona a la otra por su territorio.
Ese Canal lo necesitará siempre la humanidad. Y cuando ya esté viejo, no se puede construir otro Canal allí sin permiso de ellos. El recurso natural más importante que tiene Panamá es su ubicación geográfica y su carácter de paso obligado del comercio del mundo por aquella zona.
De modo que Panamá tiene un gran porvenir en el terreno como tránsito por el Canal más adelante, pero mientras tanto tiene la posibilidad de ser tránsito por otros medios de transportación que no son solo los del Canal. Es un país de una población relativamente pequeña y de grandes recursos naturales que, con una sabia política de desarrollo, puede alcanzar grandes progresos.
Y parejamente a su lucha por la soberanía, está luchando por el desarrollo económico del país. No solo eso, sino que han demostrado una gran preocupación por los problemas del campesino, por los cambios de estructura en la tenencia de tierra. Han demostrado gran preocupación por los problemas educacionales —y hacen un esfuerzo grande en ese terreno—, por los problemas de la salud. Y el general Torrijos se acercó a las masas, se unió con las masas y desarrolló las más estrechas relaciones con los estudiantes, con la juventud, con los campesinos, con los trabajadores, incluso con aquellos campesinos de las regiones más apartadas, las poblaciones indígenas. Y aquí, en esta delegación, se encuentra una representación de los grupos indígenas puros de Panamá (APLAUSOS).
Y esas son cuestiones totalmente nuevas en Panamá, donde gobernaba una rancia oligarquía. Esos eran intereses intocables. ¿Y cuál es el mérito de este proceso? Este proceso lo hicieron los militares panameños fundamentalmente, unidos a las masas del pueblo. Nosotros estamos en un lugar histórico, en el lugar donde vinimos a luchar contra un ejército profesional, que estaba al servicio de la opresión, de la reacción y del imperialismo.
Y hoy aquí estamos con representantes de una fuerza también profesional, pero una fuerza diferente: una fuerza que fue capaz de inspirarse en los intereses de su pueblo, en el destino de su pueblo, y en la pugna histórica de su pueblo con el imperialismo.
Claro que eso no es una casualidad. La misma lucha, el mismo arraigado sentimiento patriótico del pueblo de Panamá, inspiró a algunos cuadros de las fuerzas armadas panameñas, es decir, la lucha inspiró el patriotismo de los militares. Y no solo eso, sino que también influyó el papel de los hombres. En esa transformación de las fuerzas militares panameñas ha jugado un papel fundamental y decisivo el general Omar Torrijos (APLAUSOS).
Como en toda la América el imperialismo ha tratado de que los propios nativos opriman a los nativos y defiendan sus intereses, en toda la América Latina trataron de crear ejércitos para defender los intereses de los monopolios y los intereses de la reacción, y que esos ejércitos fueran la "guardia pretoriana" de sus intereses. Y aspiraban también en Panamá que fueran los militares panameños los que reprimieran al pueblo, los que defendieran su permanencia en aquel pedazo usurpado de Panamá. Los imperialistas habrían estado encantados con eso, pero resultó todo lo contrario.
Y hoy la Guardia Nacional de Panamá es vanguardia en la lucha por la soberanía del país (APLAUSOS). Hoy la Guardia Nacional trabaja con el pueblo y junto al pueblo, trabaja con los estudiantes, con los obreros, con los campesinos, en favor de la soberanía y en favor del progreso social. Son hechos realmente que significan grandes avances y hechos muy positivos en la historia de Panamá. Ahora, el pueblo de Panamá por primera vez conoció un gobierno que defiende realmente la soberanía del país, y conoció un gobierno que se preocupa por las masas, por primera vez en la historia de ese país; como también ocurrió en nuestro pueblo, por primera vez, después del triunfo de la Revolución. Y esos son hechos históricos importantes.
¡Ya quisiéramos nosotros que en toda la América Latina las cosas fueran así! ¡Qué distinto sería! Pero antes no había ni uno, y surgió Cuba; después surgieron otros gobiernos, surgió el de Perú, surgió el de Panamá. Hay otros gobiernos que no representan procesos revolucionarios, pero están representando una corriente de independencia en América Latina.
Todo cambia con el tiempo, y la humanidad progresa, y América progresa con el tiempo. Y el tiempo es el viento que sopla a favor de nuestras velas revolucionarias (APLAUSOS). ¡Y la nave revolucionaria marchará adelante! El futuro nos pertenece. El pasado era del coloniaje y del imperialismo; el futuro es de la humanidad, es de los pueblos, es de la revolución. Y los hechos lo van demostrando en este hemisferio y en todas partes.
Ahora, nosotros los cubanos, que estamos un poco acostumbrados a ver las cosas, o así o así, tenemos que acostumbrarnos a ver todos estos procesos en su complejidad. No es igual la situación social de Panamá que la de Cuba; no hay un régimen socialista en Panamá; hay un movimiento de liberación nacional en Panamá, de rescate de la soberanía y de progreso social. Y ese es, en realidad, un buen camino, que tiene en cuenta las circunstancias peculiares del país.
Nosotros, a los panameños, debemos otorgarles nuestro crédito, nuestra confianza; no verlos diferentes que nosotros porque no hagan las mismas cosas que hacemos nosotros, sino ver que quizás hacen cosas diferentes porque las circunstancias los obligan a hacer cosas diferentes que nosotros; y que si alguna de las cosas que nosotros hacemos no las hacen, es porque en las condiciones de ellos no pueden hacerlas. Pero lo importante es otorgarles nuestro crédito y nuestra confianza. Eso es lo que tienen de hermoso las relaciones entre los pueblos y las relaciones entre los hombres progresistas, las relaciones entre los revolucionarios.
Los revolucionarios no somos pesimistas ni somos escépticos. Escépticos tienen que ser los reaccionarios y los imperialistas, porque ven que todo cambia en contra; y los revolucionarios vemos que todo cambia en el mundo y cambia a favor (APLAUSOS).
Es con este espíritu y con estos sentimientos que nosotros recibimos al general Torrijos y a la delegación panameña; es con este espíritu que nuestro pueblo les expresa el afecto y la solidaridad, y les muestra con modestia los frutos de su esfuerzo y su trabajo.
Tenemos la más firme esperanza de que ellos se sientan entre nosotros como en su propia casa. Aunque les advierto que siempre es un riesgo esos recibimientos tan calurosos que ustedes les hacen a los visitantes, y en especial el que hicieron hoy, porque son riesgos para el corazón (RISAS Y APLAUSOS).
Es motivo de satisfacción grande reunirnos aquí con los santiagueros, en este histórico lugar, para celebrar juntos esta victoria de nuestros pueblos: victoria de Panamá, victoria de Cuba, victoria de América; para celebrar juntos esta prueba de la debilidad imperialista, que ya no puede impedir que los pueblos se acerquen, los pueblos se estrechen y los pueblos se unan.
Nosotros sabemos que estas amistades son sólidas, porque las amistades revolucionarias son sólidas, y nadie puede nada contra ellas; ni la conspiración, ni la intriga, ni la mentira. Sabemos que los imperialistas estaban nerviosos por la visita del general Torrijos a Cuba. Ya se ponen nerviosos los imperialistas cuando nuestros pueblos latinoamericanos se acercan, se conocen y se comprenden. Si pierden el sueño, es un problema de ellos (DEL PUBLICO LE DICEN: "Diazepán con ellos"). Diazepán. Nosotros no, nosotros nos sentimos felices y nos sentimos contentos. El nerviosismo se lo dejamos al imperialismo; porque los años futuros, sin duda, y por ley de la historia, serán años de creciente nerviosismo para el imperialismo, hasta que, muerto el animalito, muerto el perro (DEL PUBLICO GRITAN: "Se acabó la rabia"), se acabó la rabia (APLAUSOS).
De nuestros sentimientos solidarios hacia Panamá, apenas es necesario hablar. Como decíamos anteriormente, es una solidaridad no solo pura y desinteresada, sino además incondicional en su lucha frente al imperialismo.
Después del Congreso no habíamos tenido ocasión de un encuentro con los orientales. Me imagino que participan, igual que todo el país, del enorme entusiasmo por los éxitos logrados y por el trabajo que nos espera en los años venideros (APLAUSOS). Serán años de lucha, de esfuerzos y de avances, con una revolución absolutamente consolidada, sin que nada ni nadie la pueda detener (APLAUSOS), ni las conspiraciones de la CIA, ni la muerte natural de los hombres, ni un rayo que cayera del cielo (APLAUSOS).
Para todo nuestro pueblo eso es motivo de tranquilidad y de satisfacción: saber que ha creado algo duradero, que ha construido una obra que resistirá la prueba del tiempo, porque su pilar más sólido es el propio pueblo, este pueblo unido, consciente, combativo, patriótico e internacionalista que tenemos hoy (APLAUSOS). Este es el pueblo que recibe a la delegación panameña y le expresa su solidaridad, su admiración y su reconocimiento.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)