DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN LA CLAUSURA DE DOS CURSOS DE LA ESCUELA NACIONAL DE DIRECCION DE LA ECONOMIA, EN LA HABANA, EL 16 DE JULIO DE 1976, "AÑO DEL XX ANIVERSARIO DEL GRANMA".
(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)
Queridos compañeros:
Siempre que se concluye bien una tarea, se experimenta una profunda satisfacción individual y colectiva. Y eso lo estamos viendo en la tarde de hoy.
Nuestro Congreso aprobó un Sistema de Dirección de la Economía. Ese sistema se basa en la experiencia universal de la construcción del socialismo en numerosos países, con la cual afortunadamente podemos contar; una experiencia, además, adaptada a las condiciones peculiares de nuestro país. Luego, consagrarse a la más eficiente aplicación de ese Sistema de Dirección y Planificación de la Economía es un deber de todos los militantes del Partido, de todos los funcionarios del Estado, de todos los dirigentes, tanto del Partido como del Estado, de las organizaciones de masas, un deber de cada revolucionario.
Sin embargo, no es ni mucho menos una tarea fácil. Es necesario recuperar el tiempo perdido en este terreno, avanzar en relativamente poco tiempo lo que tal vez, si lo hubiésemos comprendido antes, habríamos comenzado hace muchos años.
En primer lugar, había que empezar por disponer de la información y de los conocimientos necesarios para llevar adelante esta importante tarea. Y esta escuela constituye en ese sentido un paso fundamental.
Afortunadamente, en estos años de Revolución millares, decenas de miles de hombres y mujeres en nuestro país, han ido adquiriendo de una forma o de otra diversos conocimientos, y han ido adquiriendo experiencia; pero, sobre todo, han ido adquiriendo el sentido de la responsabilidad y del deber. Nuestra Revolución cuenta hoy con una gran masa —pudiéramos decir— de hombres y mujeres probados a lo largo del propio proceso revolucionario. Es por ello que contamos con una materia prima magnífica. Es por ello que se puede reclutar el número de alumnos que necesitan estas escuelas. Compañeros, unos, con más conocimientos, con más nivel —todavía relativamente bajo el de aquellos que tienen el nivel universitario: un 19% en el curso de administradores y un 20% en el curso de profesores, si mal no recuerdo—; otros, con un nivel más bajo, nivel medio, y un por ciento incluso sin los conocimientos adquiridos para rebasar el nivel medio, o para adquirir esos conocimientos de nivel medio; pero todos compañeros con una magnífica actitud, con una magnífica disposición para el estudio, que se demuestra en los resultados de este curso, según los informes que poseemos acerca de cómo ha marchado la escuela durante estos meses y los resultados académicos obtenidos.
En primer lugar, para organizar la escuela fue necesario buscar una instalación, no contábamos con la instalación. Se tomó la decisión de usar estas instalaciones donde precisamente habían estado estudiando trabajadores, muchos de ellos militantes del Partido, o trabajadores muy destacados de la producción, con el fin de elevar sus niveles culturales y de darles además una preparación técnica; pero aquellos cursos, naturalmente, eran muy prolongados, puesto que algunos de esos trabajadores destacadísimos tenían niveles de escolaridad muy bajos. Pero en la medida en que ya nuestro país cuenta con decenas de Institutos Tecnológicos y de Escuelas de Nivel Medio en todas las ramas, tanto agrícolas como industriales, ya aquella escuela dejaba de ser una necesidad imperiosa, y surgía este problema, el problema de preparar los cuadros para el Sistema de Dirección de la Economía. Evidentemente esta era una tarea que había que priorizar, y es por ello que progresivamente fue terminándose el anterior programa escolar que había en estas instalaciones y se usó con estos fines.
Pero una escuela, desde luego, no es la instalación, lo menos importante de una escuela son las instalaciones, aunque siempre la base material juega un papel importante; lo más importante de una escuela es el conjunto de sus cuadros, de sus dirigentes y esencialmente de sus profesores. Y esta escuela no contaba prácticamente con un solo profesor, y en la actualidad dispone de cuatro profesores propios de la escuela.
Para impartir enseñanza aquí, fue necesario contar con la colaboración de prácticamente todos los organismos del Estado. Los organismos del Estado brindaron su cooperación, facilitaron profesores, muchos de los cuales sabemos que tuvieron que compartir sus responsabilidades, que tuvieron que dedicar sus horas extra y su tiempo libre a la enseñanza durante estos meses, y gracias a lo cual han ido marchando los cursos y se han podido concluir exitosamente dos de ellos.
Este es un punto importante, porque nos trae a la mente la necesidad que tiene la escuela todavía de elementos humanos para poder cumplir su tarea; porque, lógicamente, debemos aspirar a que un día la escuela cuente con todos los profesores necesarios de tiempo completo para impartir sus cursos. Eso, sin embargo, no se logra en un día. Pero a pesar de que la escuela no tenía profesores, los cursos se dieron gracias a la cooperación de todos, lo cual constituye además un ejemplo de cómo debemos trabajar en el socialismo (APLAUSOS).
Cuando la escuela empezó, no teníamos siquiera terminado ese moderno comedor por donde pasamos unos minutos antes de llegar a este acto. Y les advierto que estaban preparando una buena comida (RISAS). Nadie piense en lechón asado, ¿no?, la que vimos allí no era una comida de fin de curso; me parece que era la comida normal —nos pareció—, y preguntamos y nos dijeron que la comida no estaba mala en la escuela. Pero ni siquiera con ese comedor se contaba cuando comenzó el curso.
Como ustedes saben, además, parte de nuestras instalaciones son instalaciones provisionales de madera, provenientes de la anterior escuela. Es decir, que todavía la institución no cuenta con todas las facilidades materiales. Pero también tenemos derecho a albergar la esperanza de que algún día se puedan sustituir esas instalaciones provisionales por instalaciones mas modernas, porque albergamos también la esperanza de que esta escuela —de la cual virtualmente son ustedes fundadores— se convierta un día, en una gran escuela de un nivel realmente alto, que pueda resolver no estos problemas emergentes de ahora, sino problemas definitivos en materia de formación de cuadros para nuestra economía.
Esta escuela cuenta también con algunos otros recursos que pueden facilitar su tarea, porque, tomando en cuenta que muchos de los anteriores estudiantes eran trabajadores que vivían muy lejos de la capital —muchos de ellos provenientes de Camagüey y de Oriente—, y porque debían pasar cursos muy prolongados, y puesto que tenían familias constituidas, se pensó en la construcción de un número de viviendas, en las cuales ellos mismos estuvieron trabajando, de modo que se facilitara la incorporación a la escuela, en los cursos prolongados, de aquellos trabajadores a los cuales no les queríamos pedir que estuvieran cuatro, cinco o seis años separados de su familia. Y por eso se cuenta, por un lado, con casi 200 viviendas; viviendas que en parte eran, desde luego, para profesores de la escuela, y en parte para los propios alumnos de la escuela.
También se construyó un edificio de varias plantas, del tipo IMS yugoslavo, de los primeros que se construyeron en el país; pero que, por la situación tremenda que teníamos con el alojamiento de los técnicos extranjeros, fue necesario asignar ese edificio a técnicos extranjeros, así como un nuevo edificio que se estaba construyendo; y también una instalación, conocida —según me decía el director— por la Casa Blanca, que tienen al fondo de esas construcciones, y que es un lugar de recreación hoy asignado también a los técnicos. Pero no podemos perder la esperanza de que un día les demos a esas instalaciones el uso para el cual se habían pensado originalmente, y que concuerda perfectamente con los propósitos y las necesidades de la institución que se desarrollara alrededor de esta escuela. No podemos perder la esperanza tanto de que un día —poco a poco, puesto que no podemos desalojar a nadie— logremos que los compañeros graduados de los anteriores cursos, de la anterior escuela, vayan resolviendo en los lugares en que trabajan sus problemas de vivienda, y puedan ir devolviendo las que tienen de la escuela.
Aquí también hay otro ejemplo de cómo una idea se puede deformar. Siempre se planteó que esas viviendas, que son para los estudiantes de la escuela, tenían que ser devueltas al terminar el curso; y, en realidad, terminaron los cursos, se graduaron los alumnos, y las viviendas no fueron devueltas. Otras, como dije, las pasamos a técnicos. Pero algún día también podremos en otro sitio construir viviendas para técnicos, e incrementar el número de viviendas alrededor de la escuela. Es lo que realmente completaría a la escuela el día que los cursos sean de dos, de tres o de más años, para los casos no del que vive, por ejemplo, en Matanzas o Pinar del Río, que al menos el fin de semana puede visitar a su familia, pero sí para los que viven, sobre todo, en Oriente o en Camagüey, en lugares realmente distantes, ya que esta escuela —por lo menos, según se piensa ahora— trabajará preferentemente con cuadros que ya tienen experiencia y que están trabajando en la economía. No será una escuela para alumnos de secundaria básica; será una escuela para cuadros, y la inmensa mayoría de ellos tiene familia.
Me refiero a esto para compartir con ustedes esta idea, esta aspiración, a que la escuela fundada por ustedes llegue a ser un día una importante y decisiva institución de nuestro país.
Para empezar el curso, no solo existió el problema de los profesores; existió el problema de los textos, de los materiales. Fue necesario confeccionar los programas —tarea más complicada si se tiene en cuenta que no era un solo curso, sino que eran cuatro cursos diferentes: el curso para administradores, el curso para profesores, el curso para dirigentes de la economía y el curso para técnicos económicos. Y, además —como decía anteriormente—, repartir esos cursos entre alumnos de diverso nivel. Cualquiera diría que era una tarea imposible; imposible, excepto en una revolución; imposible, si no se cuenta con ese espíritu de cooperación, espíritu que se manifestó en la ayuda que los alumnos de más nivel brindaron a la escuela y brindaron a sus compañeros. Fue necesario dividir en grupos cada curso, según los niveles.
El número de estudiantes era elevado, según tenemos entendido: de 358 matriculados en el curso de técnicos económicos; de 239 en el de dirigentes de la economía; de 169 en el de profesores; y de 135 en el de administradores. Es decir, algo más de 800 estudiantes. Y fue necesario buscar los materiales para todos esos estudiantes.
En realidad no era fácil esta tarea. No se ha obtenido este éxito inicial de una manera simple y sencilla. Pero las dificultades fueron vencidas.
La promoción ha sido alta. Tenemos entendido que el curso de profesores promovió, en el primer período, un por ciento alto en casi todas las asignaturas. Desde luego, no se pudo lograr una promoción total. Tuvieron lugar algunas bajas por enfermedad; unas muy poquitas por cuestiones de capacidad, de asimilación; otras muy poquitas también por indisciplina; y otras —muy poquitas, afortunadamente— por deserciones. Pero del curso de administradores se han graduado 134 compañeros; del curso de profesores, tengo entendido que alrededor de 144 —es decir, hubo en el curso de profesores un número mayor de bajas, es decir, un número menor de promociones—; los cursos de dirigentes y los cursos de técnicos están marchando bien.
Ahora, este primer esfuerzo constituye algo así como una semilla que tenemos que sembrar; hay que sembrar a los administradores diplomados en esta escuela en las empresas para que, a su vez, ellos transmitan su experiencia y sus conocimientos a otros cuadros, y en especial al colectivo de trabajadores de cada empresa. El éxito de la aplicación del sistema dependerá mucho de la medida en que el colectivo de trabajadores de cada centro esté también impregnado de su importancia, esté bien informado para lograr la colaboración que los trabajadores siempre ofrecen a todo el esfuerzo revolucionario. A su vez, los profesores están llamados a impartir esos conocimientos a lo largo y ancho de la isla.
La idea que existe ahora es organizar escuelas en todas las provincias, con excepción de dos, en las cuales todavía no se puede contar con los recursos humanos mínimos para organizarlas, que son la nueva provincia de Guantánamo y la nueva provincia de Victoria de las Tunas. En todas las demás provincias se organizarán de inmediato escuelas.
Muchos de ustedes vinieron enviados por los organismos para ser profesores en los planes de capacitación de los organismos. Pero ahora, en el período inmediato, será necesario que además de los alumnos que se han graduado para trabajar ya en esas escuelas, se haga una especie de pool en cada provincia, se reúnan todos esos cuadros para poder fundar las escuelas que se necesitan en cada provincia, puesto que ahora hay que comenzar a preparar a miles de cuadros en estos conocimientos. Porque se calcula que tendremos aproximadamente 4 000 empresas, y preparando uno por empresa, ya se necesitarían 4 000 cuadros. Y desde luego, no vamos a conformarnos después con diplomar uno por empresa; tenemos que seguir incansablemente con esta tarea. Y por lo tanto, también las escuelas de todas las provincias, que ahora atienden a una necesidad emergente, en el futuro atenderán a una necesidad definitiva.
Es muy importante seguir contando con la colaboración de los organismos para seguir con este plan de formación de cuadros, y que ellos hagan esfuerzos por lograr que se puedan fundar estas escuelas provinciales, ya que estas escuelas provinciales van a servir a todos los organismos del Estado, van a servir al Partido y van a servir a las organizaciones de masas.
De modo que próximamente ya tendremos, además de la Escuela Nacional, alrededor de 12 nuevas escuelas para impartir estos conocimientos. Será necesario, además, en la distribución de técnicos universitarios, asignar también un número de graduados para que sean profesores de estas escuelas. No tenemos lamentablemente muchos economistas. Y aun con la organización y la reestructuración que se está haciendo, surgiendo la necesidad de algunos nuevos organismos, como son el Comité de Finanzas, el Comité de Precios, el Comité de Abastecimiento Técnico-Material, todos estos organismos globales requieren de un gran número de economistas, y los que hay no son suficientes. De ahí la importancia de elevar el número de alumnos en las escuelas de economía.
Desde luego, también en ese terreno contaremos con mayores facilidades que antes, puesto que el número de graduados crece, el número de estudiantes universitarios ha crecido mucho, sobre todo en la medida en que se llevó la universidad a los centros de trabajo, y se crearon facilidades para que los obreros pudieran estudiar. Por eso hoy ya más de un 50% de los alumnos de nuestras universidades son trabajadores.
Ahora bien, según las proyecciones, hoy tenemos unos ochenta y tantos mil estudiantes universitarios, y para el año 1980 tendremos más de 140 0000 También para el año 1980 ya no tendremos unos 30 000 ó 40 000 estudiantes de bachillerato; solamente cursando estudios de bachiller tendremos en 1980, 95 000 alumnos. Hay que añadir más de 100 000 alumnos realizando estudios en los institutos tecnológicos y en las escuelas técnicas. Es decir que nuestro país avanza con un enorme caudal, con una enorme masa humana, de gente que se está preparando, y que ofrecerán la materia prima que necesitamos para cuadros, para economistas, para que un día tanto aquí como en cada una de las escuelas de provincia, podamos tener un graduado universitario como profesor.
Pero precisamente estas cifras que les estoy señalando nos traen también a la mente la enorme necesidad que existe en nuestro país de que los cuadros estudien. Puede decirse en realidad que miles y miles de cuadros están estudiando en este momento en el Partido, en las organizaciones de masa y en el Estado. Y para citar un ejemplo, no lejos de aquí está la magnífica escuela de la CTC, una moderna escuela, donde actualmente estudian no solo cuadros de la CTC, sino también algunos cuadros extranjeros, entre ellos un buen número de latinoamericanos. Tenemos también recién terminada la escuela de la Juventud, con capacidad para 1 000 alumnos. Y así todas las organizaciones de masa, si bien no en las más modernas instalaciones, tienen sus escuelas. El Partido tiene numerosas escuelas, y recientemente se hizo un programa de construcción, que muchos de ustedes deben haber visto, en las diferentes provincias en magníficas escuelas que se han construido con la cooperación incluso de los estudiantes y de los militantes del Partido. Con esas instalaciones habrá un importante programa para la preparación de los cuadros. Además, la escuela "Ñico López", la escuela superior, tiene un gran número de alumnos. Y les puedo asegurar que la mayor parte de los dirigentes del Estado, la mayor parte de los ministros y un gran número de dirigentes nacionales del Partido, están cursando estudios en esas escuelas. Tenemos compañeros viceministros estudiando, tenemos compañeros secretarios de las provincias estudiando.
Puede decirse que hoy se estudia como jamás se estudió en Cuba. Y no puede ser de otra forma. No se puede concebir el socialismo sin este gigantesco esfuerzo educacional. Pero esta realidad impone a los hombres responsables una obligación muy grande, impone a todos los cuadros del Partido y del Estado una obligación muy grande: la de desarrollar un creciente espíritu de superación y un creciente espíritu de estudio. Porque para poder dirigir, para poder asumir determinadas responsabilidades, hay que tener el nivel necesario en una sociedad que, en conjunto, eleva incesantemente sus conocimientos.
Ustedes deben pensar en la enorme masa que hoy se forma en las universidades y en las escuelas del país, y que les impone, por encima de sus obligaciones cotidianas, el deber de estudiar incesantemente; porque ningún hombre, ningún ser humano que tenga responsabilidad, que tenga sentido del deber, que tenga un conjunto de valores morales, se resigna por inercia a quedarse atrás. Estoy seguro de que ninguno de ustedes quiere quedarse rezagado en nuestra sociedad. Si ustedes fueron escogidos para determinadas responsabilidades, ello es consecuencia de que demostraron talento, demostraron cualidades, demostraron carácter, demostraron dinamismo, demostraron poseer los requisitos que se consideraban necesarios para asignarles esa responsabilidad.
Es decir, que los cuadros que hoy tiene la Revolución no se escogieron por favoritismo ninguno, por razones de amistad o por razones familiares. Podrá haber excepciones; porque, ¿quién puede garantizar que algún que otro factor subjetivo no haya prevalecido alguna vez? Pero sabemos —porque es un principio que la Revolución ha defendido mucho, porque es un principio que la Revolución ha traído a nuestra sociedad— que aquí lo que se tiene en cuenta, por encima de todo, es el mérito de cada compañero. Y eso se sistematiza cada vez más; porque cada cual tiene su expediente y ya, cada vez que se va a asignar a un compañero para una responsabilidad, se busca su expediente, se busca su trabajo en estos arduos años de Revolución: qué tareas ha desempeñado, cómo las ha desempeñado, qué méritos tiene contraídos con el país, qué cursos ha pasado. Al sistematizarse la política de cuadros, pues cada vez más prevalecen los factores objetivos en la selección de los cuadros.
Luego, parto de esa idea de que todos ustedes fueron seleccionados por sus capacidades y por sus méritos, porque de una forma o de otra se destacaron; y por eso, supongo también en todos ustedes las condiciones de carácter y la fuerza de voluntad para seguir superándose.
El compañero que habló a nombre de ustedes dijo una cosa muy interesante, muy digna, y a la vez muy modesta: cómo el principal conocimiento o la principal experiencia que han adquirido en este curso, es la conciencia de la necesidad de seguir estudiando.
Y este curso ha sido útil para todos. Un número determinado de graduados universitarios estaban aquí presentes en este curso, y nosotros sabemos que esos compañeros, que ya tenían un título universitario, en este curso aprendieron muchas cosas nuevas. Y así, hoy todos los compañeros graduados saben un poco más de economía política, un poco más de contabilidad, de matemática, de estadística general, de estadística económica, de economía de empresas, de planificación, de finanzas y de dirección de la economía (APLAUSOS).
Hemos visto los programas y las horas dedicadas a cada una de esas materias, inteligentemente distribuidas de acuerdo con los cursos que están haciendo. Y para muchos compañeros, la inmensa mayoría, fue la primera vez que tuvieron oportunidad de estudiar todas estas cosas de conjunto. Y así pienso que, al igual que me ocurre a mí, les debe ocurrir a muchos de los compañeros aquí presentes: lamentarse de no haber tenido la oportunidad de recibir un curso como este (APLAUSOS).
Les decía que el estudio es una necesidad de la sociedad, es una necesidad objetiva de los cuadros; pero, a la vez, el estudio entraña una gran satisfacción espiritual. Es que solo a través del estudio ha surgido la civilización, solo a través del estudio ha alcanzado la humanidad sus niveles actuales de conocimiento. Cada generación se privilegia con el esfuerzo intelectual que han hecho todas las generaciones precedentes. El estudio trae una gran satisfacción de tipo moral, de tipo espiritual. Además, al estudiar se ejercita la voluntad. ¿No es verdad? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí! ") Y al estudiar se ejercita la inteligencia. Y no olvidar que órgano que no se usa, se atrofia (RISAS Y APLAUSOS).
Haciendo un símil, al estudiar se ejercitan los músculos del cerebro. Y así como se habla mucho del LPV físico, el fisminuto —si mal no recuerdo—, ejercitando los músculos del cuerpo, hay que ejercitar también el cerebro. Yeso entraña, para todo ser humano, una gran satisfacción. Y todo el que no ha tenido oportunidad de estudiar, siempre se lamenta. Cuántas veces, cuando éramos niños, no escuchábamos esas palabras de pena, de dolor, de lamentación, en la boca de tantos y tantos de nuestros conciudadanos, que decían: yo no pude estudiar, yo tuve la desgracia de no poder estudiar. Pero en aquella sociedad había la otra desgracia mayor para todo hombre: saber que sus hijos iban a tener también esa desgracia. Afortunadamente con la Revolución esa desgracia no existe ya para ningún niño de nuestro país. Y puede ser que una de las cosas que más aprecie nuestro pueblo —aparte de los programas de salud pública—, son los programas educacionales de la Revolución. Y pocas cosas producen tanta satisfacción como ver los cientos de escuelas de magnífica calidad que está construyendo nuestro país. Y nuestro pueblo, que sabe que faltan muchas cosas, y que sabe que faltan, por ejemplo, viviendas —que es un gran problema a resolver en el futuro—, jamás nadie ha expresado la menor queja por los recursos y por los esfuerzos que la Revolución invierte en la educación.
Muchos de ustedes no tuvieron en el pasado la oportunidad de ir a un preuniversitario, ni tuvieron la oportunidad de ir a una universidad. Incluso estoy seguro de que muchos de los que tienen títulos ya de nivel medio, y muchos de los que tienen títulos universitarios, los han adquirido estudiando siendo ya adultos. Muchos de ustedes no tuvieron esa oportunidad de estudiar; ahora la han tenido, de ahora en adelante la seguirán teniendo.
Pero no solo podemos limitarnos a esperar recibir conocimientos en las escuelas. Las escuelas nos orientan, nos ayudan a estudiar sistemáticamente y a sistematizar los conocimientos. Pero pudiera decirse que la mayor parte de lo que en la vida se aprende, cuando se estudia, es resultado del autoestudio, del hábito de seguir estudiando. Lo menos que nosotros podemos sugerirles es que cada uno de ustedes adquiera su biblioteca económica, aunque sea una modesta biblioteca económica. Y pienso que los compañeros responsabilizados con las tareas de dirigir las escuelas y de buscar los textos para las escuelas, debieran sugerir también los títulos necesarios a imprimir para que cada uno de los cuadros —por lo menos en este terreno— pueda contar con su biblioteca (APLAUSOS PROLONGADOS).
La aplicación del Sistema de Dirección de la Economía nos llevará un determinado número de años, y lo que se busca, en esencia, es la eficiencia de la actividad económica: aprender a obtener el máximo de cada centavo y de cada gramo de materia prima.
Nuestro país, como explicábamos en el Congreso, no es un país de recursos naturales fáciles; incluso pudiéramos decir que nuestro país es un país con relativamente bajos recursos naturales per cápita. Ello se deriva por la dimensión de nuestra patria. Carecemos, por ejemplo, de grandes ríos —que pudieran ser fuente de energía hidráulica—, de carbón; carecemos también, por ejemplo, de petróleo, por lo menos en cantidades de importancia, a juzgar por las exploraciones hechas hasta ahora, aunque se sigue explorando. Como ustedes saben, carecemos, incluso, de madera. Pero, además, como analizábamos en aquella ocasión, nuestra población por kilómetro cuadrado, es decir, nuestra densidad de población es tan alta como la de China. Siempre se pensaba que China era un país muy densamente poblado, porque tenía equis cientos de millones de habitantes —ahora no sé si son 850—, pero entre 8 y 10 millones de kilómetros cuadrados, alrededor de 8 ó 9 millones de kilómetros cuadrados, no recuerdo la cifra exacta.
Y nosotros tenemos alrededor de 9 millones y medio de habitantes en algo mas de 110 000 kilómetros cuadrados; es decir, tenemos 85 habitantes por kilómetro cuadrado. Pero, además, las tierras agrícolas disponibles, ¿a cuánto alcanzan? Si mal no recuerdo eran 0,7 hectárea per cápita de tierra cultivable, algo más de dos tercios de manzana. Un pedacito casi del tamaño este que ocupa este edificio es lo que tenemos de tierras agrícolas cultivables per cápita. Pero de esas tierras agrícolas no solo tenemos que alimentarnos, sino que es la base fundamental de las exportaciones del país. De ese pedacito tendremos que sacar por lo menos una tonelada de azúcar —¡de ese pedacito!— para exportar, y sacar algunas cantidades de tabaco para exportar y de cítricos para exportar, y además producir una parte importante de los alimentos que necesitamos.
Otros países exportan los productos de la industria mecánica. Hay países cuyos ingresos en moneda exterior devienen principalmente de las exportaciones de los productos de la industria mecánica. Y ya ustedes saben lo que significa exportar productos elaborados de la industria mecánica, en que una tonelada de acero ya convertida en maquinaria, esa tonelada que normalmente puede costar 180 ó 200 pesos, se vende en 2 000, 3 000, 4 000, y a veces más cara. Tardará tiempo antes de que nuestro país pueda desarrollar una industria mecánica, y penetrar en dura competencia en lo que pudiéramos llamar mercados mundiales. Porque no es una lucha fácil.
Claro, nuestro país está desarrollando sus producciones mineras, y la minería constituirá un renglón importante de nuestras exportaciones. También aspiramos a que algún día parte de ese níquel que producimos lo podamos convertir en aceros especiales. Y algo más: que algún día parte de esos aceros especiales se exporten ya elaborados, en forma de piezas y de equipos. Tendremos que hacerlo. Pero durante mucho tiempo, a la vista, dependeremos fundamentalmente de nuestras exportaciones azucareras, y después también en un grado alto de nuestras exportaciones de cítricos.
El cítrico pasará por encima del tabaco, y aportará en el futuro al país muchos más ingresos que el tabaco, por ejemplo. Las posibilidades de producción, y sobre todo las posibilidades de mercado en el tabaco son relativamente limitadas.
Pero nuestro país tendrá que depender mucho, para su vida material, de esas exportaciones, de lo que va a salir de ese pedazo de hectárea que nos toca a cada uno de nosotros, de lo que ese pedazo de hectárea requiere también en insumos. De eso va a depender mucho nuestras exportaciones, nuestro ingreso en divisas.
Luego es elemental para un país que tiene que desarrollarse en condiciones objetivamente duras, con una gran dependencia del comercio exterior... Porque saben ustedes que un gran número de equipos y un gran número de materias primas tenemos que importarlas: desde la madera, el combustible y la mayor parte de los aceros que necesitamos; infinidad de renglones de materias primas tiene que traer nuestro país todos los años. Y son conocidas nuestras limitaciones en recursos financieros. Y con esos limitados recursos tenemos que promover nuestro desarrollo económico y nuestro desarrollo social, y elevar progresivamente el nivel de vida de nuestro pueblo. Si algún país está obligado al máximo de eficiencia económica, si algún pueblo está obligado a ello, ese pueblo es el nuestro.
Nosotros no somos como esos países exportadores de petróleo que, con el trabajo de 20 000 ó 25 000 personas, acumulan miles y miles de millones de dólares. Nosotros para obtener las divisas tenemos que sembrar la caña y cultivarla y cosecharla y transportarla, y tienen que trabajar cientos de miles de personas en esas tareas.
Por eso —repito— necesitamos aprovechar hasta el último gramo de materia prima de manera óptima, hasta el último centavo, hasta el más mínimo esfuerzo, cada segundo, cada minuto del esfuerzo de nuestros trabajadores. Y estamos empeñados en esa tarea. Hemos dado en el Congreso los pasos pertinentes para lograr esa eficiencia. Y nuestro pueblo cada vez que se ha propuesto algo en cualquier terreno lo ha logrado. Estudiemos los medios, los caminos necesarios para lograr esa eficiencia a través de la aplicación del Sistema de Dirección de la Economía. Eso es lo que buscamos: ¡la eficiencia!
Y creemos que ustedes comprenden eso perfectamente bien, y creemos que nuestro pueblo entiende eso perfectamente bien. El pueblo observa, el pueblo está atento a todo, y nuestro pueblo tiene hoy conciencia de esas necesidades. Lo demuestra con su esfuerzo.
¿Y qué significa eso de los millones de horas de trabajo voluntario que aporta nuestro pueblo, sino el esfuerzo por vencer las dificultades, el esfuerzo por desarrollar a nuestro país? Nuestro pueblo tiene conciencia de la importancia de la eficiencia económica.
Y ustedes habrán podido observar cómo a veces por una razón hache o be un día se construyó algo en un lugar, y al cabo de algún tiempo hubo que quitar aquello de allí. Y todo el que pasa, que ve aquel cambio, se preocupa, se pregunta, se queja y protesta cuando cree que hay algo mal hecho, cuando cree que hay algo que se bota, cuando cree que hay algo que se pierde, cuando cree que hay algo que se utiliza mal o que se dilapida. Y los recursos financieros, los recursos materiales y los recursos humanos, tenemos que usarlos de manera óptima. Y hacia ese camino vamos.
Y si nuestro pueblo todas las demás batallas las ha ganado, y ha ganado la fundamental de todas las batallas de la Revolución frente al imperialismo, que es vecino nuestro por desgracia, y que nos bloquea y que nos trata de arruinar, ¿qué trabajo puede ser más revolucionario hoy que buscar la eficiencia económica? (APLAUSOS)
El bloqueo yanki no se sabe todavía cuánto tiempo durará. Y puede durar mucho si ellos persisten en el estúpido criterio de querer cobrar al precio de la dignidad de nuestro país, o de la merma de nuestros principios, la supresión del bloqueo. A los imperialistas les interesa arruinarnos, los imperialistas quieren arruinarnos. A los imperialistas les interesa que seamos ineficientes. Por tanto, lo que más le interesa a la Revolución es que seamos eficientes. Y en ese trabajo, muchas veces callado, en ese trabajo abnegado de todos los días, ahorrando, elevando la eficiencia, hay heroísmo. El heroísmo no se materializa solo en el campo de batalla, se materializa en el trabajo diario, en las horas de esfuerzos, en las horas de sueño que dedicamos a nuestras obligaciones.
Cuando este curso empezaba —el primer curso en septiembre y después en febrero—, otros compatriotas nuestros luchaban junto al pueblo de Angola (APLAUSOS PROLONGADOS). Ellos cumplían allá un deber sagrado; pero mientras tanto ustedes, los alumnos de esta escuela, cumplían aquí también un deber sagrado (APLAUSOS). Allá había heroísmo, mucho heroísmo; pero también en estos cursos puede haber heroísmo, en dependencia del esfuerzo que se haga, de la voluntad que se ponga, de la atención que se preste en una clase o en una conferencia, de la concentración que se logre en la lectura y en las horas del estudio individual. Hay méritos grandes para aquellos hombres acostumbrados al dinamismo y a la actividad diaria, cuando se encierran en una escuela, cuando se sientan en un pupitre y cuando se ponen a estudiar, como lo hacían cuando eran alumnos de la enseñanza primaria.
Sé que todo nuestro pueblo se siente orgulloso de sus combatientes en Angola y nuestro Partido se siente orgulloso de ellos; pero también nuestro pueblo se siente orgulloso del esfuerzo que ustedes han estado haciendo. Estoy seguro de que nuestro pueblo admira también grandemente ese esfuerzo que ustedes están haciendo para superarse, para mejorar todos los frentes de trabajo, para elevar la eficiencia de nuestra economía. Esa es una tarea de extraordinario mérito, de extraordinario valor, y en la cual, como en un campo de batalla, se puede desplegar también mucho heroísmo.
Al finalizar estas palabras, me resta felicitar a los dirigentes de la escuela, a sus profesores, a los compañeros del Sistema de Dirección de la Economía, por el esfuerzo que desplegaron organizando esta escuela, por la calidad de los cursos, por las grandes dificultades que se vencieron; y a ustedes, los alumnos que hoy terminan y los que proseguirán en la escuela, nuestra felicitación más sincera y calurosa en nombre del Partido y del Gobierno.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
(EL COMANDANTE REGRESA AL PODIO)
...este cartucho no es ninguna bomba, no vayan a pensar eso (RISAS). Es una muestra que nos trajeron hoy de los primeros caramelos de la fábrica nueva de Trinidad (APLAUSOS). Los teníamos en el jeep. Nos dijeron que el administrador de esa fábrica estaba aquí; ahora comprobé que no, pero dijimos: "Le vamos a traer los caramelos, que él no los conoce todavía".
Esa fábrica es nueva, pero llama la atención por la presentación muy bonita que tiene, muy bonita (EXCLAMACIONES). Esos son de guayaba (APLAUSOS); estos son de naranja (APLAUSOS); estos son de menta (APLAUSOS); estos son de miel, rellenos (RISAS); estos son de ron (RISAS Y EXCLAMACIONES).
Como ustedes ven, estos productos tienen una presentación ya de nivel mundial, en realidad. Claro, ¿cuáles son los problemas de estos productos? Estos productos... Claro, el caramelo lleva parte de glucosa y parte de azúcar. El país ha adquirido una fábrica de glucosa; la mitad aproximadamente del tonelaje de maíz sale como glucosa y la otra mitad para pienso, es decir, el subproducto se utiliza como pienso. Lo más caro son, en realidad, las envolturas; ese es el elemento principal. Estas primeras envolturas, por cierto, no se están produciendo aquí; se están tomando las medidas para tratar de producir estas envolturas aquí, porque esto reduciría mucho el costo, mucho, mucho, el costo en divisas que llevan los caramelos, si se logra producir esas envolturas aquí, trayendo, desde luego, la materia prima, como se trae para otras cosas. Ese es uno de los problemas a resolver.
Pero este tipo de industria tiene una importancia grande, porque recauda (RISAS), recauda, esto recauda mucho y es muy rentable (RISAS Y APLAUSOS), y nos ayudan al balance financiero (RISAS). Porque si no tenemos un buen balance financiero... Ustedes saben que es un elemento básico del Sistema de Dirección de la Economía. Pero tiene los inconvenientes esos de que todavía exige la cuestión de la envoltura; y, desde luego, este producto lo que lo hace así bello es la presentación; si hacemos el caramelo y no lo envolvemos y lo metemos en un cartucho, se nos pega el caramelo y no se puede cobrar lo que se puede cobrar por un paquetico de estos (RISAS). Desde luego, les advierto que no van a ser baratos, y ustedes van a estar de acuerdo con nosotros: tenemos que gastar mucho dinero en la educación, en la salud, en los campamentos de pioneros, en todo (RISAS). Creo que no necesito convencerlos a ustedes (APLAUSOS), no necesito convencerlos a ustedes de la necesidad de que estos productos tengan un precio recordatorio.
ALUMNO.- Igual que los cigarros.
CMDTE. EN JEFE FIDEL CASTRO.- Igual que el cigarro (RISAS). Ya tenemos otras muchas cosas que prácticamente hay que subsidiarIas, porque resultan esenciales, y esto ayuda a subsidiar las otras cosas, es la realidad.
Ustedes nos excusarán por el hecho de que les mostremos estos caramelos y no regalemos ni un caramelo (RISAS). La gran verdad es que fue al venir para acá que llegó este cartucho con los caramelos, por eso tenemos que resignarnos a mostrarles los caramelos (RISAS), esa es la verdad. Pero creo que se puede hacer algo más: uno, dos, tres, cuatro, cinco... ¡Que lástima que no tenemos seis paquetes!, pero por lo menos a una representación de ustedes. ¿A quién proponen ustedes?
ALUMNO.- A la compañera...
(OTROS EXCLAMAN: "¡A los vanguardias!")
CMDTE. EN JEFE FIDEL CASTRO.- A ella le vamos a dar un caramelo, uno de miel (RISAS y APLAUSOS). Bueno, podemos darles tres paquetes a los vanguardias. Las matemáticas estas no cuadran de ninguna manera (RISAS). Dos paquetes a los vanguardias del curso de administradores y tres al del otro curso, porque son más; pero con la recomendación de que no los consuman enseguida, que hagan todo lo más una prueba de gustación, vean cómo está el de ron —no mucho— (RISAS), y lo demás lo mantengan en exhibición, o pueden mantenerlo un tiempecito en exhibición y después vean cómo lo reparten.
Ahora, ya sí, los que sí se salvaron son los muchachos que van al campamento de pionero de Las Villas, porque hicieron un esfuerzo allá en Las Villas por terminar una fábrica de panqués, otra de caramelos y otra de sorbetos, y a los muchachos les van a hacer un obsequio por allá. Pero la fábrica está en Las Villas, no está aquí; no se pudo planificar eso, porque habría sido una magnífica idea si se les hubiera podido hacer un obsequio a ustedes en vez de enseñarles una muestra aquí (RISAS). Pero es alentador, ¿verdad?, las posibilidades de hacer algunas cosas buenas (RISAS).
¡Bueno, Vanguardias...!
(APLAUSOS PROLONGADOS)