DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN EL ALMUERZO QUE EN SU HONOR OFRECIO EL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS LICENCIADO JOSE LOPEZ PORTILLO, EN EL HOTEL SOL CARIBE, EN LA ISLA COZUMEL, QUINTANA ROO, MEXICO, EL 17 DE MAYO DE 1979, "AÑO 20 DE LA VICTORIA".

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

Excelentísimo Señor Presidente de México y estimado amigo;

Señores miembros de la Delegación Mexicana; Autoridades locales;

Queridos compañeros de la Delegación Cubana:

No es que yo sea un hombre demasiado previsor, pero conociendo la proverbial costumbre del Presidente de hacer discursos breves, precisos y conceptuosos, y tomando en cuenta también —a fuer de querer ser honrado— la fama justificada o no de que a veces me extiendo en los discursos (APLAUSOS), preferí traer estas palabras por escrito para garantizar la brevedad (RISAS) y si es posible la precisión.

Apenas será necesario explicar qué profunda emoción nos produce este reencuentro con México.

México nos dio abrigo, comprensión fraternal y ayuda solidaria. De estas tierras mexicanas, a través de aguas que se mezclan entre nuestros países, salimos una madrugada, con destino que parecía incierto pero que nosotros considerábamos ineludible, bajo el dilema de "Vencer o Morir", en el empeño de servir a la libertad de nuestra patria.

Al regresar ahora, señor Presidente, atraídos por esa amable invitación suya, que tanto la inclinación política como el deseo largamente contenido nos impulsaban a aceptar, lo hacemos con la alegría de la patria liberada y la responsabilidad que nuestro pueblo nos confiere. Y se acrece ante nosotros la imagen de este México hermano, con el que nunca podremos saldar las muchas deudas de amistad que acumulamos y que aumenta usted, Licenciado López Portillo, con la recepción tan entrañable que nos ha deparado.

Muchas cosas extraordinarias podrían evocarse y decirse sobre México, pero el México que nos atrae en estas horas es aquel del que pudo decir José Martí que "se dio en su lucha contra Europa tamaño de pueblo" y que continúa hoy mostrándonos ese tamaño, cuando se alza para mantener frente a otros la firme independencia que los europeos no pudieron arrebatarle entonces.

Ese México fue para nosotros lección y estímulo permanentes. Lo amamos desde sus inicios, en que dos héroes impares —Hidalgo y Morelos— lo situaron en la avenida histórica de la libertad, allí donde lucieron más bellas las cabezas de sus próceres arrancadas y exhibidas para atemorizar al pueblo indoblegable. Nos atrajo aquel México en que un indio extraordinario e indomable convocó otra vez a sus hermanos rebeldes y criollos que no se dejaban seducir por el falso oropel de un imperio exótico, para echar al mar al invasor. Con Juárez, México tuvo el guía que los tiempos nuevos reclamaban.

Tanto como nos duelen, con ustedes, señor Presidente y amigos mexicanos, esas "cicatrices" simbólicas de su geografía que usted ha invocado, nos conmueve el episodio legendario de los Niños Héroes y aquella ulterior defensa de Veracruz, que nos dejaron ejemplo perdurable.

Otros se estremezcan ante la Revolución que durante una década removió a México y le costó vidas y riquezas. Para nosotros, la Revolución Mexicana, de Madero y Zapata a Villa, Obregón y Carranza, contribuyó no solo al avance incomparable de México sino que ayudó a nuestra América toda en el salto hacia los grandes afanes político-sociales de nuestra época. Por eso también reclamamos como propio ese acento nacional y social que la Revolución imprimió al pensamiento y el arte mexicanos, que surge en la obra gigantesca de los Rivera, Orozco y Siqueiros, y se afianza cuando Ignacio Altamirano, al firmar sus poemas, se identifica como "indio, americano y demócrata".

Esto no es historia y pasado —bien lo sabemos todos— sino antecedente y presencia necesaria hasta hoy.

En 1938, alguien a quien sería imposible olvidar, no solo por la simpatía y el apoyo que brindó a quienes entonces éramos solo un puñado de rebeldes decididos sino también porque tiene en la historia de México, de América Latina y aún en la gran historia, una situación relevante, el General Lázaro Cárdenas (APLAUSOS), mostró cuál debía ser la estrategia de la recuperación de los recursos naturales de nuestros países cuando nacionalizó el petróleo mexicano.

Los cuantiosos recursos petroleros de México, conocidos hoy día, constituyen un precioso obsequio que la naturaleza donó a este noble pueblo. Sin embargo, lo que podría ser fuente de riqueza y punto de partida para el desarrollo podría convertirse también en oportunidad para la sumisión y la entrega vergonzante. Por ello nos congratulamos, señor presidente licenciado López Portillo, de que le haya tocado a usted dirigir la administración de esa riqueza y de que usted haya expresado con claridad que no se propone "contemplar el desarrollo petrolífero de México como una función de las necesidades petroleras norteamericanas" sino como un instrumento para el desarrollo de su propio país. Saludamos que, alejándose de aquellos que miran el petróleo propio con interés de privilegio egoísta, haya sostenido usted que el petróleo debe ser declarado "patrimonio de la humanidad" —refiriéndose más precisamente a todos los energéticos—, sin que esto sea contradictorio con su decisión de utilizarlo, a la vez, en la construcción del propio país.

Muchos han tenido recursos, pocos han sabido manejarlos con prudencia. Cuba apoya enteramente la valerosa, sabia y patriótica política petrolera de México (APLAUSOS). Como apoya también su legítimo reclamo de que los emigrados mexicanos, fruto amargo e inevitable de la mutilación del territorio nacional y el subdesarrollo impuestos por la fuerza, la soberbia y el dominio de Estados Unidos en el pasado, reciban hoy en ese país, un trato justo civilizado y humano (APLAUSOS). No es mi deseo hurgar en lacerantes llagas, pero es mi elemental deber de solidaridad con México expresar lo que pienso.

Hablamos, señor Presidente, de hechos históricos y criterios políticos que nos acercan, cualesquiera que pudieran ser las distancias entre un sistema y otro y por diversas que aparezcan nuestras ideologías. América Latina nos vincula en una común preocupación y en un similar enfoque cuando aceptamos la urgencia de preservar y mantener las riquezas naturales, suprimir los residuos del colonialismo, eliminar las tiranías y los neofascismos, igualmente proscritos por la historia, y proclamamos la necesidad de instaurar en nuestras tierras sociedades democráticas que puedan seleccionar, por sí mismas, las vías de su transformación futura.

Compartimos la vocación de México por la paz y nos alegramos con ustedes de que las negociaciones SALT-II hayan concluido con acuerdo entre aquellos de quienes depende en medida mayor la garantía de la paz, pero juntos reiteramos que esta no puede ser solo ausencia de guerra entre los más poderosos sino que es necesario una verdadera atmósfera de distensión, coexistencia, respeto mutuo e incluso colaboración entre todos los pueblos del mundo. Pues el hambre, el subdesarrollo, la ignorancia, la falta de salud, la contaminación ambiental, la escasez creciente y el despilfarro de recursos naturales, los problemas que amenazan, en fin, a las presentes y futuras generaciones, son inmensos. La carrera armamentista debe cesar, los cuantiosos recursos que ella devora deben dedicarse a fines más nobles y humanos, y la paz ha de serle garantizada a todos los pueblos, cualesquiera que fueren su dimensión o el enclave geográfico en que se encuentren.

En ocasión como esta, nos complace destacar, señor Presidente y estimados amigos, que nuestras relaciones se desarrollan a ritmo creciente y con fraternal espíritu. No hay nada que interrumpa el entendimiento en los problemas fundamentales que interesan a Cuba y a México. Hemos tenido la oportunidad de actuar juntos en múltiples problemas de importancia para el mundo y para la América Latina, tanto en las Naciones Unidas como en SELA y en CEPAL.

Usted habló de nuestro apoyo, nuestro apoyo modesto, sincero y firme lo tendrá siempre México en su justa y patriótica lucha, en sus nobles y generosas ideas expresadas aquí sobre el propósito de que los energéticos constituyan un patrimonio de la humanidad.

Nuestra colaboración científico-técnica y económica se desarrolla satisfactoriamente y está a punto de convertirse en un proceso de integración para proyectos importantes de elaboración de plantas, partes de plantas y equipos con destino no solo a nuestras economías sino también a terceros países.

Por todo ello, señor Presidente, estimado amigo, este reencuentro con el México inolvidable y querido resulta confirmatorio de la fe que tuvimos siempre en el destino común de nuestros pueblos. Lo había anunciado ya José Martí, que antes que nosotros vio transformarse el exilio forzado y doloroso en prolongación de una patria todavía irredenta y del hogar del que le habían arrancado.

Permita usted que me acoja a su recuerdo insigne para proclamar de nuevo que, con México, nos sentimos partícipes de esa comunidad histórica y cultural a la que Martí denominó Nuestra América.

Quisiera, estimado señor Presidente, estimados representantes del Gobierno Federal y local de México, formular un brindis por la imperecedera amistad entre nuestros pueblos y por su ventura personal.

ˇViva México!

(APLAUSOS)