DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA VII CONFERENCIA CUMBRE DEL MOVIMIENTO DE PAISES NO ALINEADOS, EN EL PALACIO DE LA CULTURA DE NUEVA DELHI, INDIA, EL 7 DE MARZO DE 1983, "AÑO DEL XXX ANIVERSARIO DEL MONCADA".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Estimada Primera Ministra Indira Gandhi;
Distinguidos Jefes de Estado o de Gobierno;
Señores miembros de las delegaciones;
Distinguidos invitados
Al cerrar, en la mañana del 9 de septiembre de 1979, la VI Conferencia Cumbre de La Habana, después de incesantes horas de trabajo junto a los Jefes de Estado o de Gobierno que integran el Movimiento, y tras largos y no siempre serenos debates, que parecían en algunos instantes amenazar nuestra cohesión, concluí mi discurso de clausura con estas convencidas palabras:
"Podemos proclamar que nuestro Movimiento está más unido que nunca, que nuestro Movimiento está más vigoroso que nunca, que nuestro Movimiento es más poderoso que nunca, que nuestro Movimiento es más independiente que nunca, que nuestro Movimiento es más nuestro que nunca". (APLAUSOS)
Hoy, al transferir, después de más de tres años de ejercicio, la Presidencia del Movimiento de Países No Alineados a nuestra admirada Indira Gandhi y a la India, que ella a justo título histórico representa, podemos afirmar, como testimonio del deber cumplido, que tenemos un Movimiento cuya unidad no fue debilitada, cuyo vigor ha crecido, cuya independencia se ha mantenido a salvo de todas las asechanzas que intentaron disminuirla; un Movimiento que pertenece por entero a una comunidad de países que, a lo largo de 22 años de esfuerzos conjuntos, lo han integrado como un instrumento de paz, de liberación nacional y de desarrollo económico.
No ha sido, todos lo sabemos, una tarea fácil. Jamás el Movimiento se vio sometido a tantas presiones externas, ni existieron antes los graves problemas internos que amenazaron en estos últimos tiempos con debilitar nuestra unidad.
Ya en la propia VI Cumbre, las interpretaciones controvertidas sobre los acontecimientos de Kampuchea impidieron la unanimidad. La justeza del consenso logrado en aquel momento, determinando que el asiento que correspondía a ese país permaneciera vacío, no fue aceptado como legítimo por todos los países miembros. Ha sido necesario que, al cabo de tres años y en un ambiente menos polémico, quedara ratificado aquel consenso para que la decisión entonces declarada por Cuba, desde la Presidencia de la Comisión Política, fuera enteramente reivindicada como justa (APLAUSOS).
Las posiciones anunciadas de Kampuchea y de Viet Nam después de la reunión de los tres países de la antigua Indochina brindan, a nuestro juicio, la perspectiva de una solución aceptable para todos del diferendo creado. Esto lo deseamos muy sinceramente, aunque es conocida y debo expresarlo con entera franqueza, la solidaridad de Cuba con el heroico Viet Nam, Lao y la nueva Kampuchea.
Poco después de la Conferencia de La Habana, los acontecimientos de Afganistán producían nuevas conmociones en nuestras filas. Lo que para algunos no era más que la expresión del derecho del pueblo afgano a reclamar una ayuda solidaria que lo defendiera de agresiones externas, que atizaban y utilizaban el conflicto interior, constituía para otros una intervención inaceptable.
Casi en la misma área y en el mismo tiempo, pese a los esfuerzos que simultáneamente con otros Jefes de Estado realizamos para impedirlo, estalló el conflicto Irán-Iraq, enfrentando, en combate hasta ahora irreconciliable, a dos miembros importantes y respetados del Movimiento, lo que estremecía las bases mismas de nuestra necesaria cohesión.
En fecha más reciente, la Organización de la Unidad Africana, que ha conjugado los esfuerzos de Africa después de la quiebra del colonialismo, entraba en dificultades que, por motivos diversos, le han impedido realizar sus últimas reuniones y que solo en fecha reciente han parecido en trance de superación.
Esta reseña presurosa de acontecimientos que han servido al imperialismo para continuar su permanente intento de dispersar y destruir este Movimiento que se opone a su política y cuestiona su hegemonía, muestra, distinguida Presidenta y estimados Jefes de Estado o de Gobierno, que si nunca es fácil la lucha contra las fuerzas que amenazan la paz, contra los remanentes del colonialismo y el poderío aún no vencido del imperialismo, se hace más difícil y azarosa si esa batalla debemos emprenderla cuando nuestras fuerzas se resquebrajan por la desunión.
Por ello, sin disminuir los esfuerzos por la paz y nuestra lucha continua por la independencia y el desarrollo, nos fue necesario en el curso de estos tres años reclamar, más de una vez, la atención del Movimiento hacia la apremiante tarea de reconstruir nuestra unidad y restañar nuestras propias heridas.
No hemos querido fatigar la atención de los Jefes de Estado o de Gobierno haciendo aquí el relato pormenorizado de nuestra actuación en este período. Ellos y sus delegaciones tienen a su disposición un informe escrito en que presentamos detalladamente nuestra rendición de cuentas. Me limitaré en este discurso a las cuestiones fundamentales.
Antes de los sucesos de diciembre de 1979, cuando avizorábamos que las contradicciones de la Revolución Afgana y algunos de sus vecinos amenazaban con interferir nuestra unidad, emprendimos las gestiones necesarias con todas las partes que intervenían en esa situación, para impedir la agudización de los conflictos y futuras complicaciones. Concentramos, sin embargo, nuestros esfuerzos en torno a Afganistán y Pakistán. Durante la celebración de la propia VI Cumbre en La Habana, logramos propiciar un encuentro entre los dos ilustres estadistas que presidían ambos Estados, por entender que si se obtenía un acuerdo entre ellos, se crearían las condiciones necesarias que permitirían el retorno satisfactorio a la normalidad política en la zona y al desarrollo de relaciones amistosas entre Afganistán y todos sus vecinos. Realizamos también gestiones del mismo carácter con representantes de otros países del área. Buscábamos estos objetivos con independencia de las simpatías y la solidaridad de Cuba hacia la Revolución Afgana, que no hemos dejado de expresar y no hemos ocultado nunca. No obtuvimos el éxito necesario. Por ello, cuando surgen los acontecimientos relacionados con la presencia de tropas soviéticas en Afganistán, decidimos continuar el camino emprendido anteriormente en busca de una salida honrosa y aceptable para todas las partes involucradas en la compleja situación creada. A través del Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba y otros dirigentes, establecimos los contactos necesarios y formalizamos las gestiones. No estaban, sin embargo, maduras las condiciones para obtener fructíferos resultados en aquel entonces.
Cuando más tarde advertimos que la actividad mediatoria emprendida por el Secretario General de la ONU, por intermedio del subsecretario Diego Cordovés, estaba en condiciones de avanzar en un clima ya más propicio para ello, interrumpimos nuestra actividad mediadora y nos dedicamos a reforzar esa gestión de la ONU, de la cual todos esperamos hoy promisorios resultados, que serán sin duda de gran valor para la cohesión e integridad de nuestro Movimiento.
En cuanto al conflicto Irán-Iraq, en el que también procuramos actuar desde su inicio, hemos mantenido informados a los miembros del Movimiento de las gestiones realizadas por el grupo especialmente organizado para ello por mandato de la Reunión de Delhi y en el que, bajo la presidencia de Cuba, figuran: India, Zambia y la Organización para la Liberación de Palestina.
No ha estado solo el Movimiento de Países No Alineados en ese empeño. La actuación de Olof Palme, por encargo del Secretario General de la ONU, y la de los representantes islámicos, integrados por Jefes de Estado y de Gobierno, concurrieron con el Movimiento en ese esfuerzo. La actividad de la comisión de los No Alineados y de Cuba queda descrita en el documento que acompañamos. El que hasta ahora no haya podido lograrse un acuerdo satisfactorio para las partes, es un indicio lamentable del encono que caracteriza ese enfrentamiento. Pero no debe desanimarnos. Estoy seguro de que la Conferencia ha de aprovechar la presencia entre nosotros de los Jefes de delegaciones de Iraq y de Irán, para dar nuevos pasos en el camino de la necesaria conciliación.
La prolongación de la guerra, en la cual participaba el país al que por acuerdo unánime de la VI Cumbre le habíamos confiado la tarea de organizar la VII, puso en peligro la continuidad de nuestras reuniones. Cuando se hizo evidente que el conflicto no iba a terminar antes de la fecha prevista para la VII Cumbre, decidí, con el apoyo y el estímulo de otros Jefes de Estado o de Gobierno, emprender acciones que facilitaran una solución decorosa y justa de esta dificultad.
La constructiva actitud asumida por Iraq, y en particular por su presidente Saddam Hussein, al acoger con gran comprensión y sentido de responsabilidad la solución propuesta, que merece la gratitud del Movimiento, nos permitió ofrecer al mundo una prueba de la unión, la solidaridad y la fortaleza intrínseca del Movimiento de países No Alineados. A Iraq y a su Presidente hemos de agradecerles, además, la cuidadosa preparación que habían realizado para albergar los trabajos de la VII Cumbre. No es extraño, por ello, que en respuesta a la consulta que hiciéramos para aprobar el cambio de sede con la aquiescencia de los Jefes de Estado o de Gobierno, al aprobar por unanimidad a la India como sede, la mayoría de ellos, en reconocimiento a la actitud desprendida de Iraq, haya aceptado los deseos iraquíes de que Bagdad figure con prioridad como la sede posible de la VIII Cumbre, lo que deberá decidirse en esta magna reunión.
Creo expresar un sentimiento común de los Jefes de Estado o de Gobierno, al reiterar aquí también nuestra gratitud al Gobierno de la India y a su primera ministra Indira Gandhi, por la respuesta pronta y decidida que diera cuando fue requerida por el Movimiento a asumir, en un plazo perentorio, las actividades de organizar la VII Cumbre. La India nos ha abierto sus brazos con hospitalidad y afecto, y con ello confirma la disposición que ha mantenido desde los días en que Jawaharlal Nehru contribuyó con su pensamiento creador a la fundación de nuestro Movimiento. Las grandes tradiciones de la India, su lucha contra el colonialismo y el imperialismo, por la independencia, el desarrollo y la paz, le han dado un prestigio en la política internacional que, al ponerse hoy al servicio de nuestro Movimiento, incrementa su fuerza. Los nombres de Gandhi y de Nehru inspiran en todo el mundo admiración y respeto. La madurez de la India, su perseverancia y sensatez en la búsqueda de soluciones racionales y pacíficas a los problemas de nuestro tiempo, su adhesión irrestricta a los principios en que se sustenta el Movimiento de países No Alineados, nos dan la seguridad de que, bajo la sabia conducción de Indira Gandhi, los países No Alineados continuarán avanzando en su irrenunciable papel como bastión de la paz, la independencia nacional y el desarrollo, fortalecerán su cohesión y su unidad, y seguirán cumpliendo con honor los difíciles deberes que les impone la dramática hora en que nos encontramos.
Al resumir ante ustedes nuestra actuación en este período, no puedo hacerlo sin expresar mi gratitud a los Jefes de Estado o de Gobierno. He podido encontrar en ellos todo el respaldo necesario. Pude actuar, en cada caso, con el consenso, por no decir con la unanimidad. La respuesta en el caso del cambio de sede no pudo ser más rápida y total. Ello demuestra que las diferencias de sistema o de concepción política son compatibles, entre nosotros, con una plena coincidencia de los principios que guían nuestra acción.
Esta unidad nos es más apremiante cada día.
Si cuando nos reuníamos en La Habana advertíamos ya los riesgos que amenazaban la paz mundial y las acometidas que estaban sufriendo los países subdesarrollados en sus vulnerables economías, apenas imaginábamos que a los pocos meses el panorama mundial se iba a tornar aún más sombrío, y las perspectivas políticas y económicas del mundo se harían aún más riesgos y amargas.
No es una vocación apocalíptica lo que nos conduce a considerar que nunca antes el mundo ha estado tan cerca de una catástrofe que, por su carácter nuclear, tiende a resultar definitiva, y que jamás el hambre, el retraso, la ignorancia y la enfermedad se extendieron sobre tantos millones de seres humanos.
Los peligros de guerra que existían ya cuando nos reunimos en 1979, se acrecentaron muy pronto cuando el nuevo Presidente de los Estados Unidos decidió imponer, como condición para la paz, la aceptación de la supremacía militar de su país y de la alianza que éste encabeza. La ruptura de la distensión —amenaza contra la cual nos levantamos todos en los días de la VI Cumbre—, pasó a ser un hecho nefasto en las nuevas condiciones de la política mundial. El armamentismo creciente que rechazamos en La Habana resurgió impetuosamente, elevándose, en 1982, a cifras sin precedentes los gastos militares anuales. La amenaza de cubrir a Europa de misiles y de convertirla en el escenario local para el inicio de un gran drama mundial, adquirió nuevas fuerzas.
Estoy seguro de que todos comprendemos que no hay para nosotros, en esta reunión de Nueva Delhi, tarea más apremiante que la de poner al servicio inmediato de la paz todas las fuerzas que representamos en la política mundial, en la que constituimos la mayoría de los países de la comunidad internacional. Tenemos que comprometer a las grandes potencias nucleares a que ninguna de ellas sea la primera en utilizar esa arma devastadora. Tenemos que emplazar a los protagonistas principales de un posible encuentro nuclear, a los representantes de los poderosos pactos militares que se contraponen hoy a escala mundial, a que renuncien a toda idea de supremacía, a que comiencen de inmediato las negociaciones que la humanidad reclama de ellos, a que acepten el equilibrio militar a los niveles más bajos posibles, como antesala del desarme universal y completo, que es la única y definitiva garantía contra la guerra.
El peligro de guerra nos amenaza, en cuanto ciudadanos del mundo, pero nos toca también en cuanto a pueblos que aspiramos a afirmar o a conquistar, según los casos, nuestra independencia nacional y a desarrollar nuestras maltrechas economías. Porque la misma política que se inspira en insensatas pretensiones de supremacía militar es la que origina, en el Oriente Medio, en el sur de Africa, en la América Central, situaciones contra las que el Movimiento ha tenido que levantar su voz en estos años de los cuales doy cuenta a la Reunión Cumbre.
A todos nos horrorizó y conmovió el espectáculo dantesco de la invasión guerrerista al sur del Líbano, y la traicionera agresión a Siria, el ataque genocida a Beirut y las crueles matanzas de Sabra y Shatila. El heroico comportamiento de los combatientes palestinos y de los patriotas libaneses, admiró al mundo con su valentía insuperable. Jamás la causa palestina pareció más justa que en el contraste con la brutalidad repulsiva de sus adversarios. La humanidad no olvidará ni el heroísmo de los agredidos ni la barbarie de los agresores. Es dramático que el pueblo hebreo, que suscitó compasión y simpatías universales cuando Hitler amenazó con su exterminio, haya sido conducido por el sionismo a comprometerse en este insano genocidio. Se explica, por ello, que en el propio Israel haya surgido un clamor de paz y el reclamo de castigo para los responsables de aquellas matanzas.
Pero todo ello no habría sido posible si desde un centro imperialista mundial que todos identificamos, los agresores israelíes no hubieran recibido las armas que hicieron posible ese crimen. El aventurerismo execrable de los Beguin y los Sharon solo existe como resultado de una repudiable y confesada alianza estratégica entre Israel y los Estados Unidos.
El Movimiento no podía tener, ante esa trágica masacre, una actitud de espectador impasible. Con el apoyo de todos los Jefes de Estado o de Gobierno, llamamos a la opinión pública internacional, y en su nombre Cuba actuó ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y ante la Asamblea General.
Cumpliendo mis instrucciones como Presidente del Movimiento, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, compañero Isidoro Malmierca, llevó hasta la misma Beirut sitiada el mensaje de solidaridad de los Países No Alineados.
La tragedia palestina ha servido para confirmar en todos los ámbitos del mundo el respaldo, no solo del Movimiento de Países No Alineados sino de otras fuerzas importantes de la comunidad internacional, a la causa palestina representada por la OLP, al derecho de los palestinos al retorno a sus tierras, al ejercicio de la plena autodeterminación, a la creación de un Estado independiente y al reconocimiento de la OLP como único y legítimo representante de su pueblo. Estoy seguro de que la Conferencia servirá para reafirmar, con toda la fuerza necesaria, esa demanda universal.
También en el sur de Africa, como lo esperábamos, fue preciso ejercer la solidaridad permanente con el pueblo de Namibia y su organización representativa, la SWAPO. El Gobierno de Pretoria compite con el de Israel en destacarse como uno de los factores más ominosos de la política internacional. No se limita a explotar, discriminar y oprimir a los 20 millones de africanos en la llamada República Sudafricana, no le basta oponerse obstinadamente a la independencia de Namibia, sino que, para preservar su predominio en Africa Austral, amenaza, presiona, chantajea y agrede a los países de la Línea del Frente y a otros Estados vecinos, procurando, mediante el terror, impedir que aquellos presten su justo apoyo a los patriotas sudafricanos y namibios que tan heroicamente combaten por sus derechos y su liberación. Al mismo tiempo que han continuado apoyando a la UNITA en Angola y a los contrarrevolucionarios que armados por ellos actúan en Mozambique, pasaron al ataque descarado y directo contra Angola y contra Mozambique, y a las incursiones de represalia contra un país pequeño e indefenso como Lesotho. Los nazi-racistas de Sudáfrica extendieron su mano hasta Seychelles, en una aventura en que sus mercenarios y soldados intentaron derrocar al Gobierno progresista de ese país soberano y No Alineado.
No le faltó a Namibia el apoyo creciente del Movimiento en este período trienal que analizamos. También con Angola, Mozambique, Lesotho, Zimbabwe y Zambia, ejercimos nuestra solidaridad militante. Pero, al condenar a los dirigentes de Sudáfrica, todos sabíamos que su acción no resultaría posible si no fuera por la protección, la ayuda y el estímulo que reciben de los Estados Unidos. El Movimiento condenó los vetos norteamericanos que permitieron a Sudáfrica escapar a las sanciones internacionales. Y estamos seguros de que la VII Cumbre condenará también la pretensión de los Estados Unidos de establecer un vínculo entre la necesaria e impostergable salida de las tropas sudafricanas de Namibia, donde están en contra de las decisiones y de los principios de la comunidad internacional, y la permanencia en Angola de las tropas internacionalistas cubanas, que fueron llamadas allí por su Gobierno legítimo, con el apoyo y el aplauso de la V Conferencia Cumbre de Colombo, para defender la integridad territorial de la nación angolana.
El Gobierno de los Estados Unidos ha pretendido de manera sistemática, a través de sucesivas misiones de alto nivel, presionar a Angola y a los países de la Línea del Frente, que la apoyan, para aceptar la falsa tesis del llamado "linkage". Han recibido en todos los casos un rechazo terminante. Angola y Cuba, por la declaración de sus Ministros de Relaciones Exteriores en febrero de 1982, han asegurado que la plena independencia de Namibia, con la retirada total e incondicional de las fuerzas sudafricanas y el cese de toda agresión y amenaza contra Angola, crearía las condiciones para que, en uso de sus derechos soberanos, Angola decidiera con Cuba la retirada gradual de las tropas cubanas en los plazos que se acuerden. No hay que decir que Cuba —en cuyo nombre permítaseme que hable en este instante— aceptará siempre y sin vacilación alguna la decisión soberana de Angola.
El Movimiento de Países No Alineados puede sentirse satisfecho, pues en estos tres años de prueba para los pueblos del Africa Austral, de presión persistente para Namibia y de brutales acciones de Sudáfrica, no les ha faltado a la SWAPO, a los países de la Línea del Frente, al Congreso Nacional Africano, que encabeza la lucha de los millones de negros discriminados y oprimidos de Sudáfrica contra el "apartheid", la activa solidaridad de los No Alineados.
Al condenar a Sudáfrica, no hemos olvidado en ningún momento que sus gobernantes cuentan con el apoyo de los Estados Unidos, que la considera como factor estratégico en la política que pretenden imponer. Tampoco hemos olvidado que Sudáfrica disfruta de un lugar privilegiado en la colaboración económica, tecnológica y militar que recibe no solo de Norteamérica sino de otros países occidentales. Estamos seguros de que la VII Cumbre reafirmará esta política tradicional del Movimiento.
La agresividad norteamericana contra Libia, que lleva a los Estados Unidos a cometer verdaderos actos de guerra contra ese país miembro, crea una nueva zona de peligro en Africa y provoca nuestra más vigorosa protesta.
Al examinar estos problemas de Africa en la Cumbre, no tendremos con nosotros a los representantes de la República Arabe Saharauí Democrática. Su ausencia es uno de los resultados de las discrepancias en el seno de la OUA. Es otro punto en que estoy consciente de que hay diferencias de criterios, pero en lo que a Cuba concierne no puedo dejar de expresar que la República Arabe Saharauí Democrática y el Frente POLISARIO cuentan con nuestras simpatías y nuestra solidaridad, y esperamos su más pronta incorporación al Movimiento, por considerar que su causa es absolutamente justa.
En estos tres años que examinamos, también Centroamérica se ha convertido en uno de los focos de peligro para la paz mundial y en centro de muerte y posible agresiones militares.
En la VI Cumbre recibimos a los sandinistas vencedores de Somoza como hermanos que se incorporaban jubilosos a nuestra tarea. Pero una política nefasta e insensata de aquellos mismos que han hecho más grave el peligro universal de la guerra, pretende convertir a la América Central y al Caribe en escenario derivado de las contradicciones entre el Este y el Oeste. Se quiere hacer creer al mundo que lo que ocurrió en Nicaragua y lo que ocurre en El Salvador y en Guatemala, no es el resultado de décadas de creciente protesta y de luchas nunca interrumpidas en que los pueblos hambreados, las despectivamente llamadas repúblicas bananeras, cansados de tanta tiranía, explotación y humillación, los campesinos sin tierra, los hombres y mujeres hambrientos y sin trabajo y hasta los adolescentes sin escuelas, se levantan en clamor de justicia, sino que serían la consecuencia de un torvo acecho en que Moscú, a través de Cuba, manipularía a esos pueblos.
De este modo, el injerencismo norteamericano en Centroamérica, que se inició y persiste desde mucho antes de la Revolución Soviética de 1917 y que precedió por varias décadas a la Revolución Cubana, el apoyo yanki al genocidio en El Salvador, la colaboración con la siniestra tiranía de Ríos Montt, similar a la que prestaron siempre a la dinastía de los Somoza, los esfuerzos por utilizar a Honduras como avanzada de una intervención norteamericana dirigida a aplastar la Revolución Nicaragüense, pretenden ser justificados con pretextos extraídos del arsenal del maccarthismo, repudiados ya en las declaraciones oficiales de México, Panamá, Venezuela y Colombia.
El Movimiento de Países No Alineados acaba de refutar en la Reunión Ministerial del Buró de Coordinación, en Managua, todas esas interpretaciones mendaces y de señalar sin equívocos quiénes asumen la responsabilidad principal por la situación explosiva que subsiste hoy en Centroamérica y el Caribe. Los pueblos centroamericanos y caribeños están por la paz y por la solución negociada que les permita el acceso a la plena independencia en condiciones democráticas. La solución negociada al desangramiento continuo de El Salvador la propusieron México y Francia en proyecto irrefutable. La negociación pacífica de los problemas regionales fue postulada por los Presidentes de México y de Venezuela, y reafirmada por sus cancilleres junto con los de Panamá y Colombia en la reciente reunión en la isla de Contadora. Por ello, la reunión del Movimiento en Managua, alejada de toda parcialidad y sectarismo, señaló a los Estados Unidos como el responsable de que la situación de aquella área no encuentre una salida de paz.
Cuba, por su parte, ha tenido que reforzar sus defensas, adiestrar a otro medio millón de ciudadanos como complemento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, por las continuas y provocadoras amenazas lanzadas por el Presidente de los Estados Unidos contra nuestro país, y coreadas en distintos tonos por sus sucesivos secretarios de Estado, Haig y Shultz, y por su secretario de Defensa, Weinberger, en términos tan precisos y amenazadores que no admiten ninguna confusión.
Se proclama abiertamente la decisión de la actual administración yanki de apelar a cualquier medio para castigar a Cuba.
¿Castigarla, por qué? ¿Acaso porque nuestro país, con recursos modestos, pero con profundo sentido de justicia social, ha dignificado como nunca antes al hombre y atendido sus necesidades de educación, salud, cultura, empleo y bienestar? ¿Acaso porque Cuba se mantiene invariablemente fiel al movimiento revolucionario, al principio de la solidaridad entre los pueblos, a la lucha decidida y firme contra el colonialismo, el neocolonialismo, el fascismo y el racismo? ¿Acaso porque nuestra Patria ha sabido ejercitar una inconmovible política de cooperación con los países del Tercer Mundo y ha llegado incluso hasta a derramar su sangre por las justas causas de otros pueblos? ¿Acaso porque no nos vendemos? ¿Acaso porque no traicionamos nuestros principios? ¿Acaso porque no nos ponemos ni nos pondremos jamás de rodillas frente a los modernos bárbaros de nuestra época?
Los imperialistas se consumen de odio y de impotencia frente a un país pequeño, laborioso, de vida humilde y digna, como Cuba. ¿Cómo matar un ejemplo? ¿Cómo destruir una fuerza moral? ¿Cómo hacer arriar una bandera que ha resistido ya la hostilidad de siete administraciones norteamericanas?
Veintitrés años ha durado ya el ilegal y criminal bloqueo económico yanki contra Cuba, hecho sin precedente en el mundo. Persiste la base naval norteamericana de Guantánamo, con el único propósito de humillar a nuestro pueblo. Aviones espías de Estados Unidos vuelan constantemente alrededor de Cuba y, en ocasiones, violan descaradamente nuestro espacio aéreo.
Peor aún, sabemos, por diversas fuentes dignas de todo crédito, que la nueva Administración de Estados Unidos ha dado instrucciones a la Agencia Central de Inteligencia de reanudar los planes para eliminar físicamente a dirigentes de Cuba, especialmente a su Presidente. ¿Qué otra cosa podía esperarse de tan inescrupuloso Gobierno? ¿Y qué tienen de extrañas estas cínicas prácticas imperialistas? ¿No lo planearon ya en el pasado y trataron de llevarlo a cabo en numerosas ocasiones otros presidentes, según lo confirmó el propio Senado de Estados Unidos? Todo intento será, sin embargo, inútil; nuestra Revolución no depende de hombres, depende de ideas y las ideas no pueden ser asesinadas (APLAUSOS).
Aunque queremos la paz en la región y trabajamos por ella, no capitularemos ante amenazas de ningún tipo. Podemos asegurarle a la VII Cumbre que los revolucionarios salvadoreños no podrán ser derrotados militarmente; podemos expresarle nuestra convicción de que Nicaragua no podrá ser doblegada, y podemos afirmarle categóricamente que Cuba podrá ser exterminada, pero jamás intimidada ni vencida. Como dijimos hace ya 30 años: "¡Primero se hundirá la Isla en el mar, antes de que consintamos en ser esclavos de nadie!" (APLAUSOS)
Decenas de miembros del Congreso de los Estados Unidos han censurado la política de amenazas y las intenciones intervencionistas, que fueron rechazadas también en consultas. sucesivas por la gran mayoría de los ciudadanos de los Estados Unidos.
El Movimiento, estamos seguros, dará continuidad en su VII Cumbre a las posiciones asumidas sobre estos problemas durante el período que informamos.
Nuestra acción solidaria deberá extenderse también a la pequeña y valiente Granada, objeto permanente de las presiones y la actividad imperialista; a la nueva y revolucionaria República de Suriname, víctima hoy de amenazas mercenarias, bloqueos económicos, campañas difamatorias y maniobras aislacionistas; a los requerimientos justos del Gobierno y del pueblo panameños para que se respeten los acuerdos que reintegran a Panamá la soberanía sobre el territorio del Canal; a los esfuerzos de Belice por consolidar su independencia y preservar la integridad territorial; y a la histórica demanda de Puerto Rico, que es y será latinoamericano por su historia, su cultura, su lengua y su geografía, y al que se pretende atar de modo permanente al Gobierno colonial de los Estados Unidos.
Cumpliendo el mandato de sucesivas conferencias Cumbre, hemos defendido en Naciones Unidas el derecho de los puertorriqueños a la autodeterminación y la independencia que le niegan los Estados Unidos. No dudamos que el Movimiento aprueba esas posiciones.
Existe desdichadamente en nuestra región un problema que enfrenta a dos países del Tercer Mundo. Uno de ellos, Guyana, miembro distinguido del Movimiento, y el otro, Venezuela, que ha expresado el deseo de incorporarse a sus filas. Anhelamos fervientemente, y esperamos, que este diferendo sea resuelto por la vía de las negociaciones y en conformidad con los principios que sostienen los países no Alineados. Debe ser nuestro más firme propósito trabajar en esa dirección.
La guerra colonial de la señora Thatcher y su Gobierno contra el derecho de Argentina a ejercer su soberanía territorial sobre las Islas Malvinas, derecho que el Movimiento recogió desde su misma fundación, motivó la solidaridad de los países no Alineados con el país agredido. Cuba, a pesar de las diferencias ideológicas y políticas que la distinguen del Gobierno argentino, no vaciló en apoyar la justa demanda de ese noble pueblo. Podríamos informarles a los países miembros que los sucesos de las Malvinas constituyeron un momento relevante en el desarrollo de una conciencia latinoamericana, en la fundamentación de la unidad de aquella que Martí llamó "Nuestra América", como contraposición a "la otra América", como él denominara "al Norte revuelto y brutal que nos desprecia". (APLAUSOS)
La guerra colonial del Atlántico sur ha constituido una lección imborrable para todos los latinoamericanos. Hizo evidente, como nunca antes, la verdadera cara del imperialismo de los Estados Unidos, su desprecio por los intereses de la América Latina y el contenido neocolonial que le atribuye al Tratado hipócritamente llamado de "Asistencia Recíproca" en que se sustenta la supuesta seguridad del hemisferio. Ese Tratado obligaba a los Estados Unidos a asociarse a los países de la América Latina en defensa de los derechos soberanos de la Argentina. Desconociéndolo, Washington se unió a los agresores europeos de Latinoamérica. Como respuesta a esa identificación de los colonizadores, el episodio de las Malvinas sirvió para unir entre sí a los pueblos latinoamericanos (APLAUSOS).
La creciente conciencia con que gobiernos y fuerzas políticas de la región se agrupan en defensa de sus intereses económicos comunes, la búsqueda de soluciones latinoamericanas para los problemas de la América Latina y la creciente tendencia entre los países de la región a incorporarse al Movimiento de Países No Alineados, saliendo de la órbita imperial que antes los retenía, constituyen una esperanza para los combates futuros y el mejor homenaje al Libertador continental Simón Bolívar y al prócer cubano José Martí, cuyos bicentenario y 130 aniversario respectivos celebraremos en este 1983, como un gran recuerdo común de nuestras tierras.
La reincorporación de Bolivia al proceso democrático, es también expresión de los cambios positivos que tienen lugar en la América Latina.
Hay otras áreas de riesgo.
En la atmósfera de tensión creciente y de incremento de las fuerzas militares, el Océano Indico, al que los estrategas norteamericanos le han asignado un valor decisivo, por estimar que su vínculo con una importante región petrolera mundial lo convierte en zona propia e irrenunciable, ha visto aumentar la concentración de fuerzas militares y navales en sus aguas y en sus territorios aledaños. El enclave estratégico de Diego García, usurpado a las Islas Mauricio, se amplía como base naval de Estados Unidos, que también acuerda la instalación de nuevas bases militares en países que, por estar vinculados a nuestro Movimiento, deberían haber rehusado su territorio para estos fines.
El Movimiento de Países No Alineados ha exigido sistemáticamente que el Océano Indico sea declarado zona de paz. Ha pedido la retirada de sus aguas de todas las fuerzas navales que no pertenezcan a los países limítrofes. La Conferencia de los Estados ribereños sobre el Indico debía haberse efectuado ya, y se ha pospuesto para 1984 por el obstáculo que presenta Estados Unidos. El Movimiento se ha pronunciado y debe seguirse pronunciando por la más rápida realización de esa Conferencia y apoyar también la valiosa iniciativa del presidente de Madagascar, Didier Ratsiraka, orientada a proponer la reunión de los Jefes de Estado del área con igual propósito.
En este resumen de nuestras actividades, queremos mencionar que el Movimiento en todos los foros internacionales y en cada una de sus reuniones durante estos tres años, ha reiterado su apoyo a la República Popular Democrática de Corea frente a las amenazas que se le hacen, y su respaldo a la unificación necesaria de la nación coreana, que ha sido dividida solo para satisfacer los intereses imperialistas.
Del mismo modo, nuestra solidaridad ha sido continua con otro pequeño país, también dividido y ocupado: Chipre. El respeto a la unidad, integridad territorial y condición de país No Alineado de Chipre, continúa figurando como una posición del Movimiento de Países No Alineados.
Hemos podido ver, distinguida Presidenta, estimados Jefes de Estado o de Gobierno, de qué manera las situaciones regionales que amenazan a numerosos países en vías de desarrollo, participantes la mayoría de ellos en nuestro Movimiento, resultan vinculadas, algunas veces de modo ostensiblemente arbitrario, a situaciones que se relacionan con la política guerrerista y los peligros de conflicto a niveles mundiales. Los mismos que hacen de la superioridad militar una precondición para negociar, los mismos que pretenden transformar a la Europa, decenas de veces asolada por la guerra, en un nuevo territorio sembrado de proyectiles atómicos: los que elevan sus presupuestos militares a expensas de la seguridad social, de la educación, de la asistencia médica de sus propios pueblos y de la ayuda internacional al desarrollo, son los que realizan alianzas estratégicas con Israel, lo fortalecen y lo hacen más arrogante y seguro: los que se alían con Sudáfrica, para proyectarse en el continente en función de sus intereses económicos y de su estrategia militar: los que, para mantener su explotación y control de Centroamérica
y el Caribe, distorsionan intencionadamente el drama originado por la miseria y el retraso de esos pueblos, inscribiéndolo como parte de los conflictos entre el Este y el Oeste.
Por ello, hemos dicho que combatir la guerra es para nosotros, los miembros del Movimiento de Países No Alineados, no solo oponernos al holocausto universal, sino defender también nuestros propios intereses políticos inmediatos. Hay una causa adicional, tan importante como aquella, que nos impele a una lucha concreta e inmediata en favor de la paz y de la distensión. Sin paz —estamos todos seguros de ello— o es posible el desarrollo, de la misma manera que sin desarrollo no sería posible la paz. Mientras se invierten al año 650 000 millones de dólares en armamento, y crecen estos gastos a ritmo que lo elevarán a más de 1 500 000 millones en 1990, para sumar un acumulado de 15 millones de millones en los próximos 20 años, según cálculos conservadores que hemos realizado, los requerimientos financieros internacionales en favor del desarrollo no podrán ser satisfechos. La política guerrerista conduce a considerar nuestras riquezas como parte de las reservas estratégicas, a ver nuestras costas como elementos de la geopolítica internacional, a pretender, por el halago o por la imposición, la aquiescencia de nuestros gobiernos a las políticas a desarrollar en los foros internacionales. El peligro de guerra lo permea todo y todo lo corroe: la independencia nacional, la soberanía económica, las perspectivas de desarrollo.
Por ello, si la supervivencia de la humanidad, ahora en riesgo, no nos condujera a empuñar la divisa de la paz como el centro mismo de las posiciones del Movimiento de Países No Alineados, nuestras impostergables necesidades económicas nos conducirían también a defender la paz, como la primera y más inmediata de nuestras exigencias.
Porque, Señora Presidenta y Señores Jefes de Estado o de Gobierno, la situación económica mundial ha contribuido a hacer aún más grave la miseria y el retraso de los países del llamado Tercer Mundo y más inalcanzables en lo inmediato sus aspiraciones al desarrollo.
En mi comparecencia, en representación del Movimiento, ante el XXXIV Período de Sesiones de las Naciones Unidas y en otras tribunas internacionales como la de la Unión Interparlamentaria y la de la Federación Sindical Mundial, he abordado, a grandes rasgos, los graves problemas económicos y sociales que afectan al Tercer Mundo, sus causas y posibles soluciones.
Sería imposible trasladar ante la VII Cumbre, en términos detallados, el panorama dramático que surge de un estudio científico de la economía mundial. He creído útil, sin embargo, completar aquellas preocupaciones, meditaciones e ideas expuestas por mí durante los últimos años, realizando, con la cooperación de un valioso grupo de economistas cubanos, una exposición sistemática de la crisis económica y social del mundo y sus profundas repercusiones en los países subdesarrollados. El libro que es el resultado de ese esfuerzo, constituye un compendio y análisis de miles de datos dispersos en publicaciones de los más prestigiosos organismos internacionales y en revistas especializadas, que a mi juicio puede convertirse en un instrumento útil para nuestro trabajo inmediato. Es con ese espíritu y con toda modestia, que lo estoy ofreciendo a la consideración de los Jefes de Estado o de Gobierno y a los demás asistentes a la Conferencia. De sus páginas surge un diagnóstico que tal vez conocemos todos, pero que no siempre hemos podido fundamentar en las frías y serenas estadísticas. Estoy seguro de que muchos encontrarán en este libro el retrato exacto de las angustiosas dificultades con que se encuentran cada día.
Es incuestionable que el mundo atraviesa por una de las peores crisis económicas de su historia.
Esta crisis ha golpeado con particular severidad a los países subdesarrollados y de hecho sus efectos han sido peores en ellos que en cualquier otra área del mundo. Esta afirmación resulta particularmente válida para los países subdesarrollados importadores de petróleo, cuyas tasas de crecimiento, que habían promediado 5,6% entre 1970 y 1980, bajaron a un 1,4% en 1981 y probablemente a menos en 1982.
Un factor determinante de esa evolución lo constituyó la caída que desde fines de 1980 experimentaron los precios de los productos básicos.
Han caído notablemente los precios del azúcar, el café, el cacao, el té, el aceite de palma, el aceite de coco, el sisal, el algodón, el aluminio y prácticamente todos los productos básicos.
Incluso los precios del petróleo, que comenzaron a bajar a fines de 1981 a causa de la crisis, se han reducido más rápidamente en las últimas semanas como consecuencia, entre otros factores, de la política de las empresas nacionales de Inglaterra y Noruega, que han desatado una verdadera guerra de precios.
Ha llegado a calcularse que, por comparación con el valor alcanzado en 1980, las pérdidas experimentadas por los países subdesarrollados importadores de petróleo en solo dos años —1981 y 1982— ascienden a unos 29 000 millones de dólares.
Con los precios de los productos básicos cayendo y los de las manufacturas y el petróleo manteniéndose altos, el resultado inevitable ha sido un empeoramiento de las condiciones de intercambio desigual que afecta a la inmensa mayoría del Tercer Mundo.
Para ilustrar este fenómeno del creciente e injusto intercambio desigual entre los países desarrollados y subdesarrollados, incluida la incidencia de los precios del petróleo, he aquí algunos ejemplos:
En 1960, con la venta de una tonelada de azúcar podían comprarse 6,3 toneladas de petróleo. En 1982, con la misma cantidad de azúcar solo podían obtenerse 0,7 toneladas de petróleo.
En 1960, con la venta de una tonelada de café podían comprarse 37,3 toneladas de fertilizantes. En 1982, con la misma cantidad de café solo se obtenían 15,8 toneladas de fertilizantes.
En 1959, con los ingresos obtenidos por la venta de seis toneladas de fibra de yute podía comprarse un camión de 7-8 toneladas. A fines de 1982 eran necesarias 26 toneladas de yute para adquirir el mencionado camión.
En 1959, con los ingresos obtenidos por la venta de una tonelada de alambrón de cobre podían comprarse 39 tubos de rayos X para uso médico. A fines de 1982 con esa misma tonelada solo podían adquirirse tres tubos de rayos X.
Esta relación de intercambio se repite en la generalidad de nuestros productos básicos de exportación.
A ello debe añadirse la protección creciente de los mercados occidentales contra las exportaciones que proceden del Tercer Mundo. A las tradicionales barreras arancelarias se unen ahora una amplia gama de barreras no arancelarias.
No puede sorprender en estas condiciones el auge tan extraordinario de la deuda externa del mundo subdesarrollado, que ha superado en 1982 los 600 000 millones de dólares y, al ritmo actual, según proyecciones econométricas, alcanzaría en 1990 la increíble cifra de 1 473 000 millones de dólares.
Pero los problemas de amortización se han visto agravados, además, con el crecimiento también acelerado del servicio de la deuda. La implantación por los Estados unidos, de manera irresponsable e inconsulta, de altas tasas de interés, en la búsqueda de egoístas objetivos económicos nacionales, repercutió directamente en el Tercer Mundo, cuyo servicio de la deuda externa ascendió, a finales de 1982, a la impresionante cifra de unos 131 000 millones de dólares.
Se ha llegado a un extremo tal, que los países subdesarrollados se ven forzados a incurrir en deuda, con el único objetivo de cumplir las obligaciones de la propia deuda.
Esta deuda gigantesca, que succiona lo que ganan con sus exportaciones los países subdesarrollados, sin tener como contrapartida un flujo de recursos reales que contribuya al desarrollo, representa por sí misma una denuncia y una prueba concluyente de la irracionalidad e iniquidad del actual orden económico internacional.
La producción agrícola del mundo subdesarrollado enfrenta hoy también una grave crisis. El aumento acelerado de la población, unido al deterioro creciente de la fertilidad de los suelos y las pérdidas provocadas por la erosión, la desertificación y otras formas de degradación, permiten asegurar dificultades aún mayores para fines de este siglo.
Si el promedio actual de menos de 0,4 hectáreas de tierra agrícola por habitante del Tercer Mundo es insuficiente, para el año 2000 esta relación será inferior a 0,2.
Entre 1975 y 1980, la producción de alimentos per cápita en el mundo alcanzó un ínfimo crecimiento del 0,3% anual. La de los países capitalistas desarrollados creció en 10 años un 8% per cápita. En cambio, se ha producido un descenso neto de la producción de alimentos por habitante en más de 70 países subdesarrollados.
Para mantener las mínimas disponibilidades de alimentos señaladas, los países subdesarrollados han tenido que aumentar cada año sus importaciones. Solo en 1980, el valor de dichas importaciones ascendió a 52 300 millones de dólares.
Más de ocho años nos separan ya de la celebración en Roma (1974) de la Conferencia Mundial de la Alimentación, convocada con carácter de urgencia ante las hambrunas masivas y la alarmante declinación de las reservas alimentarias registradas en aquellos años. En esa ocasión, la Conferencia postuló solemnemente que en 10 años debían erradicarse el hambre y la subalimentación de la faz de la Tierra, y llamó a las naciones a colaborar en un gran esfuerzo de seguridad alimentaria internacional.
Hoy es más evidente que nunca antes el rotundo fracaso de estos empeños por lograr el objetivo, tan primario como esencial, de que todos los seres humanos dispongan de alimentos suficientes para desarrollar sus potencialidades en el disfrute de una vida plena.
La industrialización es un proceso decisivo para el desarrollo económico del Tercer Mundo. No cabe duda de que equivale, en términos estratégicos, a crear la principal base material y tecnológica para acceder al desarrollo. El esquema clásico que postula la agricultura y los productos primarios como adecuada especialización para los países subdesarrollados, y deja la producción industrial en manos de los países desarrollados, no hace más que intentar eternizar un patrón que por irracional, desigual e injusto, rechazan con firmeza nuestros países.
La misma ONUDI pronostica ya que, de mantenerse las actuales tendencias, los países subdesarrollados, con más del 80% de la población mundial, alcanzarían en el año 2000 solo el 13,5% de la producción industrial del mundo.
No son nuevos los planteamientos relacionados con la contribución supuestamente positiva que pueden brindar las empresas transnacionales al desarrollo de los países del Tercer Mundo.
A los países subdesarrollados se les propone un modelo de desarrollo transnacionalizado, consistente en transformarlos en "plataformas exportadoras" de productos manufacturados para el mercado mundial.
Una prueba de los resultados de este tipo de desarrollo industrial transnacional lo demuestran los siguientes datos:
En la década de 1970, por cada nuevo dólar invertido en el conjunto de países subdesarrollados, las empresas transnacionales remitieron 2,2 dólares, aproximadamente, a sus países de origen. En lo que se refiere a las transnacionales norteamericanas, entre 1970 y 1979 invirtieron 11 446 millones de dólares y repatriaron en forma de ganancia 48 663 millones, lo que significa 4,25 dólares extraídos del Tercer Mundo por cada nuevo dólar invertido en ese período.
Es evidente que la industrialización del Tercer Mundo no puede ser el triste subproducto dejado por las transnacionales a cambio de la brutal explotación de los recursos laborales de los países subdesarrollados, el agotamiento de sus recursos naturales y la contaminación de sus espacios territoriales.
Se ha dicho, con razón, Señora Presidenta y Señores Jefes de Estado o de Gobierno, que más que por los índices de crecimiento, el verdadero desarrollo ha de medirse por lo que ha recibido el nombre de "calidad de la vida". Pero cuando intentamos aplicar la medición de los factores que indican la calidad de la vida, considerando no solo su dramático presente, la imagen que obtendremos de lo que han de ser los países subdesarrollados en el porvenir aparece más impresionante todavía.
En 1980, tres de cada cuatro habitantes de nuestro planeta vivían en el mundo subdesarrollado. Con la actual tendencia de crecimiento, a partir de 1990, se añadirán cada año 95 millones de habitantes a la población de los países subdesarrollados. De ahora hasta el año 2000, la población de los países subdesarrollados crecerá a un ritmo tres veces superior al de los desarrollados. En otras palabras, más del 90% del total del crecimiento poblacional en el lapso que nos separa del año 2000 tendrá lugar en nuestros países.
Hasta no hace mucho, el año 2000 parecía el indicador de un lejano futuro de imprevisibles sucesos. Pero las dos terceras partes de la población mundial en el año 2000 ya vive en el mundo de hoy; la población infantil que nace cada día en nuestros países, formará la inmensa mayoría de los adultos para esa fecha; los niños que en el año 2000 tendrán menos de 15 años, empezarán a nacer apenas a la vuelta de dos años.
El esfuerzo que hoy se haga por protegerlos para evitar sus muertes y enfermedades, por proporcionarles alimento, alojamiento, medicina, ropa y enseñanza, conformará las calidades humanas básicas de la vida de ese porcentaje decisivo de la población futura del planeta. Sin embargo, de acuerdo con las tendencias actuales, ¿qué mundo les legaremos a esos niños? ¿Qué vida espera a esos 5 000 millones de seres humanos que deberán alimentarse en los países de nuestro mundo subdesarrollado, que necesitarán, además, vestirse, calzarse, abrigarse, adquirir conocimientos, y que se debatirán en busca de una vida mínimamente decorosa, digna al menos de la condición humana? ¿Qué calidad tendrán sus vidas?
En el año 2000, en el conjunto de los países desarrollados, el producto bruto per cápita anual ascenderá a un promedio de casi 8 500 dólares, mientras que el de los subdesarrollados se mantendrá en menos de 590. El valor de la producción bruta per cápita, que en 1975 era para el mundo subdesarrollado 11 veces inferior a la del desarrollado, incrementará en el año 2000 su relación de inferioridad a más de 14 veces. Seremos países más pobres.
A sus tasas actuales de crecimiento, los países más pobres necesitarían entre 2 000 y 4 000 años para eliminar la brecha que los separa del nivel actual de los países capitalistas más desarrollados.
La situación alimentaria es otro de los índices de la calidad de la vida de mayor impacto negativo en los países subdesarrollados.
Según datos recientes de la FAO, 40 millones de personas, la mitad de ellas niños, mueren cada año de hambre y desnutrición. Si decidiéramos hacer un minuto de silencio por cada una de las personas que en 1982 murieron por causas relacionadas con el hambre, no podríamos saludar la llegada del siglo XXI, porque aún permaneceríamos en silencio.
En 1975, en 80 países subdesarrollados, más del 10% de la población estaba subalimentada. En 49 de ellos, la cifra se elevaba a más del 15%. Mientras, como hemos dicho, cada año decenas de millones de personas mueren literalmente de hambre en los países más pobres, las estadísticas sanitarias de los países capitalistas desarrollados revelan el crecimiento progresivo entre las capas de población de más altos ingresos, de la incidencia de enfermedades derivadas, al menos parcialmente, de la ingestión excesiva de alimentos.
Las previsiones de futuro, aunque no coincidentes, son idénticamente pavorosas. La FAO, por ejemplo, estima que 150 millones de seres humanos se agregarán en 10 años a los que en el presente padecen hambre y desnutrición. El Banco Mundial, por su parte, calcula que la cantidad de malnutridos se elevará, de 600 millones a mediados de la década de 1970, a la impresionante cantidad de 1 300 millones en el año 2000.
La UNICEF prevé que uno de cada cinco niños en el mundo del año 2000 estará mal nutrido.
Mientras que en los países desarrollados la esperanza de vida al nacer fluctúa entre los 72 y los 74 años, en el mundo subdesarrollado este índice no sobrepasa los 55 años. En los países de Africa central y occidental, la expectativa de vida fluctúa entre 42 y 44 años. Cuando en los países desarrollados un hombre de 45 años ha alcanzado la plenitud de su vida, esta edad es para los países subdesarrollados la máxima que pueden esperar sus ciudadanos.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la mortalidad infantil, que en 1981 fluctuaba entre 10 y 20 muertes por cada mil nacidos vivos para los países desarrollados en conjunto, ascendía en el grupo de países más pobres a una cifra 10 veces superior.
La UNICEF ha expresado de manera gráfica y dramática esta realidad: de los 122 millones de niños nacidos en 1980, que fue declarado por la comunidad mundial como "Año Internacional de la Infancia", 12 millones —1 de cada 10— murieron antes de concluir el año 1981, y el 95% de las muertes ocurrió en los países subdesarrollados.
Nueve de cada 10 niños en los países más pobres no reciben jamás en el primer año de su vida el más elemental servicio de salud, y mucho menos son inmunizados contra las enfermedades más comunes de la infancia.
El Director Ejecutivo de la UNICEF decía que en 1981 el costo de la vida de un niño no sobrepasaría los 100 dólares anuales. Esta suma, juiciosamente gastada para cada uno de ellos, habría costeado la asistencia sanitaria básica, la educación elemental, la atención prenatal y la mejora de las dietas de los 500 millones de niños más pobres del mundo, y habría asegurado condiciones higiénicas y abastecimiento de agua para ellos. En la práctica, para la comunidad mundial resultó un precio demasiado alto. Por eso, cada dos segundos del año 1981, un niño pagó con su vida ese precio.
El paludismo mata un millón de niños al año en el continente africano. Sin embargo, se calcula que el costo mundial de la campaña contra el paludismo ascendería solo a 2 000 millones de dólares al año, es decir, una suma equivalente a lo que la humanidad invierte en gastos militares cada 36 horas.
El fenómeno del desempleo y subempleo es otro de los graves problemas que caracterizan la actual situación social de los países subdesarrollados.
Según estimaciones recientes de la OIT, los trabajadores crónicamente desempleados y subempleados en el Tercer Mundo suman más de 500 millones, cifra equivalente al 50% de la población económicamente activa.
Resulta paradójico que en un mundo donde existe tanta pobreza y en el que muchos millones de seres humanos tienen insatisfechas sus necesidades más elementales, la capacidad productiva del hombre no puede ser utilizada en su totalidad. En estos países, además, presionados por la miseria, se concentra el 98% de los 51 millones de niños menores de 15 años que trabajan en el mundo, generalmente en condiciones extremas de explotación y falta de derechos.
Si los niños de nuestros países mueren de hambre, si su salud carece de protección, si no tienen dónde albergarse, si al llegar a la juventud no podrán trabajar, ¿cuál puede pensarse que ha de ser el nivel educativo que alcancen en su precaria existencia?
La UNESCO calcula que en 1980 había en el mundo 814 millones de adultos analfabetos, en su inmensa mayoría en los países subdesarrollados. En la década de 1960, período de auge vertiginoso de la ciencia y del conocimiento, aumentó en 100 millones de personas el número de los que no saben leer y escribir.
Según datos de la UNESCO, el 48% de los adultos que viven actualmente en los países subdesarrollados son analfabetos. En 10 de estos países se concentran 425 millones. En 23, de los más pobres, más del 70% de sus adultos no sabe leer ni escribir.
No queremos, Señora Presidenta y Señores Jefes de Estado o de Gobierno, fatigarlos con la insistencia en este drama. Para resumirlo, hemos recogido en nuestro libro un cuadro que podría ofrecer una imagen, siniestra pero realista, del mundo subdesarrollado.
Existen en el Tercer Mundo:
Hambrientos ............................................. más de 500 millones
con una esperanza de vida inferior
a los 60 años ............................................ 1 700 millones
Carentes de posibilidad alguna de
acceso a la atención médica.................... 1 500 millones
Que viven en condiciones de
extrema pobreza ..................................... más de 1 000 millones
Desempleados y subempleados
en el mundo subdesarrollado.................. más de 500 millones
Con un ingreso per cápita anual
de menos de 150 dólares ...................... 800 millones
Adultos analfabetos................................ 814 millones
Niños carentes de escuela o
posibilidad de asistir a ella .................... más de 200 millones
Carentes de fuentes estables
y seguras de agua ................................ 2 000 millones
¿A cuánto ascenderán estas cifras los próximos veinte años?
Este es un drama cuya solución nos corresponde a todos. La prueba de que gran parte de estos problemas fundamentales de salud, de educación y otros de carácter social se pueden resolver, es el caso de nuestra Patria, si junto a cambios estructurales profundos se logran relaciones económicas justas entre países desarrollados y países subdesarrollados, como las que rigen nuestros vínculos en ese campo con la comunidad socialista.
Cuba, a pesar del subdesarrollo, del brutal bloqueo económico impuesto por Estados Unidos durante más de veinte años, y de las relaciones de intercambio desigual que sufre un porcentaje de su comercio exterior y que se une a los demás problemas que afectan la parte de nuestra economía que depende de las relaciones con el mundo capitalista desarrollado, ha logrado en el curso de unos pocos años extraordinarios avances en el campo de la salud, la educación, la cultura y en otros aspectos esenciales de la vida de nuestro pueblo.
Nuestro país dispone en la actualidad de 17 026 médicos, para alcanzar el índice de 1 por cada 576 habitantes; cuenta con 48 camas asistenciales por cada 10 000 personas; ha reducido la mortalidad infantil a 17,3 por cada 1 000 nacidos vivos, índice similar al de muchos países desarrollados y por encima de algunos de ellos, y la esperanza de vida al nacer se eleva ya a 73,5 años.
Los programas de inmunización contra las principales enfermedades transmisibles se aplican al ciento por ciento de la población infantil. Se han erradicado enfermedades como el paludismo y la poliomielitis, se han controlado y reducido considerablemente los casos de tuberculosis, lepra, tétanos, difteria, tos ferina, fiebre tifoidea y otros, y se ha reducido al mínimo posible la mortalidad por enfermedades diarreicas agudas. Fue erradicado igualmente el dengue hemorrágico, cuya introducción en nuestra Patria fue, sin duda alguna, al igual que otras enfermedades de plantas y animales, obra del imperialismo yanki.
El analfabetismo, que ascendía al 30% de la población fue erradicado en tiempo récord. Se ha alcanzado un nivel de sexto grado como mínimo para la generalidad de la población, siendo el promedio aún más alto, y se trabaja en la actualidad por elevar ese mínimo a noveno grado.
El ciento por ciento de los niños en edad escolar asisten a los centros de enseñanza, más del 90% termina el noveno grado; se han graduado 425 000 jóvenes en la enseñanza técnica y profesional, otros 257 000 como profesores y maestros, y 155 000 en las universidades, alcanzando actualmente nuestra matrícula en los centros de enseñanza superior la cifra de 200 000 estudiantes, para una población que no alcanza los 10 millones de habitantes.
Han sido erradicados el desempleo, la discriminación racial, la discriminación de la mujer, la mendicidad, la prostitución, el juego, las drogas y los barrios marginales.
En la actualidad, una cifra superior a 14 000 civiles cubanos, que comprende médicos, personal de salud, profesores, maestros, ingenieros, economistas, técnicos de otras especialidades y trabajadores calificados, prestan servicio en más de 30 países del Tercer Mundo, gratuitamente en la inmensa mayoría de ellos (APLAUSOS). Más de 150 000 cubanos han prestado servicios internacionalistas en los últimos 10 años.
Por otra parte, en nuestro país estudian más de 19 000 jóvenes procedentes de 80 países del Tercer Mundo, para un índice per cápita de becarios extranjeros superior a cualquier otro país del mundo. Esto demuestra igualmente lo que puede lograrse en el vasto y casi inexplorado campo de la colaboración entre los países del mundo subdesarrollado.
Al dirigirme a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1979, para informar de la VI Cumbre, presenté lo que podría considerarse un conjunto de demandas del Tercer Mundo ante la situación, que entonces comenzaba a agravarse. Postulé allí también la necesidad de que se orientara hacia el Tercer Mundo un flujo de recursos adicionales por no menos de 300 000 millones de dólares a los valores reales de 1977 en los próximos 10 años. A la luz de la situación actual, todas aquellas proposiciones se han hecho insuficientes.
Cuando medito sobre la gravísima crisis económica que afecta al Tercer Mundo, en su proyección desoladora hacia el futuro y la relaciono con la carrera armamentista desatada por el imperialismo, muchas veces me pregunto: ¿Por qué Estados Unidos se arma más allá de todo límite, de toda necesidad racional, de toda aparente lógica? ¿Por qué no solamente produce nuevos portadores de armas nucleares, bombas de neutrones, nuevos sistemas de armas de exterminio en masa, nuevas armas químicas y bacteriológicas, sino también nuevos portaaviones, nuevos acorazados, nuevos destructores, nuevas y sofisticadas armas navales, aéreas y terrestres de tipo convencional? ¿Por qué crea nuevas fuerzas de despliegue rápido? ¿Por qué busca y establece bases militares en todos los continentes? ¿Por qué crea depósitos de armas en todas partes posibles? ¿Por qué presiona a sus aliados en los países capitalistas desarrollados, que comparten la explotación del Tercer Mundo, para que inviertan mucho más en gastos militares y se armen hasta los dientes? ¿Será acaso solamente para luchar contra sus adversarios del Tratado de Varsovia? ¿O será que el imperialismo, tal vez consciente de las realidades económicas y sociales de los países subdesarrollados, avizora un Tercer Mundo convulsionado por la pobreza, la crisis y la explotación sin límites que le ha sido impuesta y se prepara militarmente para imponer el orden y la paz yanki, enfrentando el subdesarrollo, el hambre, la ignorancia, la falta de salud y de medios elementales de vida, y la consecuente rebeldía y desorden social que esto trae consigo, con las bayonetas de sus soldados, los cañones de sus acorazados y las bombas de sus aviones, que le aseguren el petróleo y las materias primas indispensables?
Esos extraordinarios preparativos militares de tipo convencional apuntan directamente contra el Tercer Mundo. De lo contrario, ¿para qué sirven en la época actual gran parte de esos medios de guerra?
Como dijimos en las Naciones Unidas, las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia.
Hay, como puede apreciarse, un enlace dramático entre paz y desarrollo. Con solo una tercera parte de los 650 000 millones de dólares que se emplean ya por año en gastos militares y de los 15 millones de millones que se gastarán en las próximas décadas al ritmo de crecimiento actual de estos gastos, bastarían y sobrarían recursos financieros para resolver los problemas del subdesarrollo económico y social en el mundo. Esto contribuiría, por otra parte, a aliviar considerablemente los propios problemas económicos de los países capitalistas desarrollados.
Frente a la tragedia nuclear que nos amenaza, el drama del subdesarrollo y la explotación que nos oprime, y la crisis económica y social que nos azota, no caben la resignación ni el acomodo. La única salida a la altura del hombre es la de luchar.
Y ese es el mensaje que aporto al cesar en mi condición de Presidente del Movimiento de los Países No Alineados.
¡Luchar! (APLAUSOS)
Luchar sin descanso por la paz, por mejorar las relaciones internacionales, por detener la carrera armamentista, por reducir drásticamente los gastos militares y exigir que una parte considerable de esos fondos cuantiosos sean dedicados al desarrollo del Tercer Mundo.
Luchar sin tregua por el cese del intercambio desigual, que deprime los ingresos reales por exportación, descarga sobre nuestras economías el costo de la inflación generada en los países capitalistas desarrollados y arruina a nuestros pueblos.
Luchar contra el proteccionismo, que multiplica las barreras arancelarias y no arancelarias e impide el acceso a los mercados de nuestras exportaciones de productos básicos y de manufacturas.
Luchar para que la deuda externa sea cancelada para el gran número de países que no tienen posibilidad real de pagarla, y que sea aliviada drásticamente la carga de su servicio para aquellos que, bajo nuevas condiciones, pudieran cumplir sus compromisos.
Luchar por medidas urgentes que detengan o compensen el deterioro de los ingresos por exportación de los países subdesarrollados, y otras de asistencia directa para el equilibrio de sus balanzas de pagos.
Luchar por el establecimiento de un nuevo sistema monetario y financiero internacional equitativo, estable y universal, que refleje en sus modalidades de crédito y votación las necesidades de los distintos grupos y categorías de países, y no el poderío económico de algunos de sus miembros; capaz de actuar con sentido genuinamente multilateral, y no en respuesta a las presiones de la banca transnacional y de un grupo de potencias capitalistas; y que pueda, en fin, responder de manera consecuente con la magnitud y el carácter estructural y a largo plazo de los problemas de las balanzas de pagos de los países subdesarrollados.
Luchar por el desarrollo, con ayuda internacional, de planes para que cada país pueda autoabastecerse al máximo posible de los alimentos básicos; por buscar inmediata solución al agudo déficit de alimentos en determinadas regiones del mundo, mediante un importante flujo proveniente de los grandes excedentes mundiales transferidos en forma de donaciones, créditos blandos y ventas a precios especiales; por crear conciencia de la necesidad inevitable —si queremos derrotar el hambre, el desempleo y subempleo rurales— de profundos cambios socioeconómicos y estructurales, como la reforma agraria, que posibiliten la adopción de formas superiores de producción agrícola, y por impulsar, también con la cooperación internacional, programas contra la erosión, la desertificación, la deforestación y otras formas de degradación de los suelos, protegiendo además las fuentes principales de agua en cada país.
Luchar por una industrialización que responda a nuestros intereses, sea capaz de integrarse al resto de la economía, y propicie las bases del desarrollo; y por impedir que sean las empresas transnacionales y la inversión privada extranjera las que controlen, y de hecho ejecuten, un proceso deformante de industrialización del Tercer Mundo.
Luchar en cada uno de nuestros países por la adopción de las medidas para el control y limitación de las actividades de las empresas transnacionales, ejerciendo a plenitud el derecho de soberanía sobre nuestros recursos, incluido el derecho a la nacionalización.
Luchar resueltamente por una solución estable y definitiva a las necesidades energéticas del Tercer Mundo, tomando en cuenta, además del petróleo, la utilización conjunta de otras fuentes de energía renovables y la cooperación económica internacional indispensable para su desarrollo.
Luchar por asegurar, junto al flujo imprescindible de sustanciales recursos derivados de la reducción de los gastos militares y de otras fuentes, un aporte de recursos financieros, tecnológicos y humanos que coadyuven a la solución de los complejos problemas antes analizados. Muchos países que no disponen de medios financieros suficientes —entre ellos un grupo de países subdesarrollados— podrían participar aportando otros recursos de acuerdo con sus posibilidades, como es la asistencia mediante el envío de médicos, ingenieros, proyectistas, profesores y otros técnicos, en forma gratuita o bajo favorables condiciones de pago.
Luchar consecuentemente por un sólido y coherente movimiento de cooperación entre los países subdesarrollados.
Luchar por el rescate y la aplicación de los aspectos más positivos de nuestras demandas por un Nuevo Orden Económico Internacional, combatiendo a quienes intentan mediatizarlas, y continuar exigiendo un proceso de negociaciones globales que sirva realmente de foro para la discusión y la búsqueda de soluciones a nuestros acuciantes problemas.
Luchar por llevar a la conciencia de todos los Estados del Tercer Mundo la necesidad de promover los cambios estructurales internos indispensables y las medidas encaminadas a elevar el nivel de vida de la población, que forman parte inseparable de todo genuino proceso de desarrollo, particularmente aquellas relacionadas con la redistribución del ingreso, la generación de empleo, la salud, la vivienda y la educación.
Luchar con urgencia por enfrentar la crítica situación actual de la salud en el Tercer Mundo, mediante la masiva movilización de recursos financieros y humanos nacionales e internacionales que tal empresa necesita.
Luchar con firmeza, y con la indispensable ayuda internacional, por desarrollar programas contra el analfabetismo, por la escolarización de todos los niños, por la elevación de los niveles de enseñanza, por la formación masiva de técnicos y personal calificado, por el acceso de nuestros pueblos a la enseñanza universitaria y por el desarrollo de las ricas y centenarias potencialidades de las culturas de nuestros pueblos, combatiendo toda forma de dependencia o colonialismo cultural, o deformación de nuestras culturas.
Luchar por elevar el prestigio, la autoridad y el papel de las Naciones Unidas y sus agencias especializadas; brindarles nuestro sólido y ampliamente mayoritario apoyo en la lucha por la paz y la seguridad de todos los pueblos, por un orden internacional justo y por la solución al trágico problema del subdesarrollo que afecta a la inmensa mayoría de los países. La existencia de una organización como las Naciones Unidas, con solidez, influencia y poder crecientes, es cada vez más indispensable al futuro del mundo.
Luchar tesoneramente por la unidad más estrecha del Movimiento de los Países No Alineados y de todos los Estados del Tercer Mundo (APLAUSOS). No permitir que nada ni nadie nos divida. Solucionar mediante negociaciones y fórmulas políticas los problemas que en ocasiones enfrentan a algunos de nuestros países. Formemos un haz indestructible de pueblos para exigir nuestras nobles aspiraciones, nuestros legítimos intereses, nuestro derecho irrenunciable a sobrevivir, como países del Tercer Mundo y como parte inseparable de la humanidad.
No ha sido nunca la resignada sumisión ni el derrotismo ante las dificultades lo que nos ha caracterizado. Hemos sabido enfrentar con sentido unitario, firmeza y decisión, complejas y difíciles situaciones en estos últimos años. Juntos nos hemos esforzado, juntos hemos luchado, y juntos hemos obtenido victorias. Con ese mismo espíritu y determinación, debemos estar dispuestos a librar la más colosal, justa, digna y necesaria batalla por la vida y el porvenir de nuestros pueblos.
Muchas gracias.
(OVACION).