DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN EL ACTO CENTRAL POR EL XXX ANIVERSARIO DEL ATAQUE AL CUARTEL MONCADA, CELEBRADO EN SANTIAGO DE CUBA, EL 26 DE JULIO DE 1983, "AÑO DEL XXX ANIVERSARIO DEL MONCADA".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Distinguidos invitados;
Santiagueros;
Compatriotas de todo el país:
Quise escribir estas palabras para impedir que la emoción de la fecha, el calor de la tarde, la dimensión del acto y el esfuerzo de la improvisación, restasen precisión a los conceptos y equilibrio a los pronunciamientos.
Con cariño, entusiasmo, júbilo y fervor, esperó nuestro pueblo este aniversario. Constituye para mí y para todos los compañeros sobrevivientes una singular experiencia, después de 30 años, reunirnos aquí con el pueblo de Santiago de Cuba, para conmemorar aquella fecha con la que nuestra generación inició el camino de la liberación definitiva de la patria. Ninguno de nuestros antecesores en la larga lucha de nuestro pueblo por la independencia, la libertad y la justicia, tuvo semejante privilegio. Justo es que nos inclinemos, respetuosos, ante los que nos señalaron el camino, los que desde 1868 hasta hoy enseñaron a nuestro pueblo los senderos de la Revolución y con sus vidas, sus sacrificios y su heroísmo la hicieron posible, muchas veces sin conocer más que la amargura de los reveses y la distancia aparentemente insalvable e infinita entre el esfuerzo y la meta.
Incuestionablemente, los que estamos ante ustedes hoy no somos los mismos de entonces; necesitábamos vivir estos 30 años de rica e inimaginable experiencia para adquirir los conocimientos y la madurez que solo la escuela de la propia Revolución es capaz de enseñar. Todo era entonces como un sueño. Con aquel caudal de sueños iniciamos nuestra lucha. Soñadores nos llamaron incluso muchos de nuestros contemporáneos, no convencidos en absoluto de que el destino de nuestra nación podía cambiar, y debía inexorablemente cambiar.
Ya Martí había expresado mucho antes: "El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales, y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber" (APLAUSOS).
En una sola cosa somos iguales al 26 de julio de 1953: la misma fe en los destinos de la patria, la misma confianza en las virtudes de nuestro pueblo, la misma seguridad en la victoria, la misma capacidad de soñar con todo aquello que serán realidades de mañana por encima de los sueños ya realizados de ayer (APLAUSOS).
En aquel entonces, aun nosotros mismos no éramos capaces de contemplar, en toda su magnitud y meridiana claridad, la etapa histórica que se iniciaba en ese preciso instante. Los combatientes revolucionarios acostumbran a cumplir el deber sencilla y naturalmente. No suelen pensar en la historia ni en la gloria. Visto ahora en perspectiva y a la luz de los acontecimientos de las últimas tres décadas, la lucha iniciada en Santiago de Cuba aquella mañana, culminaría victoriosamente un proceso que había durado casi un siglo.
La revolución independentista de Yara, iniciada en octubre de 1868, concluyó en la Paz del Zanjón, después de la años de lucha desigual y extraordinariamente heroica.
La revolución de Baire, surgida en febrero de 1895, se vio trágicamente interrumpida con la intervención militar de Estados Unidos y el establecimiento del bochornoso status de dominio neocolonial yanki, legalizado por la odiosa Enmienda Platt. El derecho a intervenir en nuestro país, quedó humillantemente inscrito en la propia Constitución de la República.
En estas guerras independentistas, cuando el país contaba apenas con un millón y medio de habitantes, nuestro pueblo combatió durante largos años contra más de 300 000 soldados españoles, lo que da una idea de la magnitud y el heroísmo de su esfuerzo.
Las luchas en la llamada etapa republicana y la Revolución de 1933, concluyeron una vez más en la frustración de las más caras aspiraciones del pueblo cubano, y en el afianzamiento del dominio imperialista sobre nuestra patria.
Ochenta y cinco años después de Yara, se reanudaría nuestra lucha en el Moncada hasta alcanzar al fin, el primero de enero de 1959, la definitiva liberación del país.
No cayó la fortaleza en el primer asalto, pero caería cinco años y medio después, y con ella todo el aparato militar de la odiosa tiranía, sobre la que se sustentaba el régimen de explotación y dominio imperialista en Cuba.
¡Con qué diferente acento se pueden pronunciar ahora los nombres de Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo, Martí, Mella, Villena, Guiteras, Jesús Menéndez y otras entrañables figuras de nuestra historia! (APLAUSOS) Hoy se unen a los de Abel, Frank, Camilo, Che y tantos otros de la última generación de héroes (APLAUSOS).
Pero cuando nosotros iniciamos la lucha el 26 de julio de 1953, solo con rubor se podía recordar nuestra propia historia: la obra estaba inconclusa. En boca de los políticos entreguistas y corrompidos, era una ofensa casi diaria la invocación de nuestros héroes. Historia falseada se enseñaba en las escuelas, y aquellos que nos arrebataron la libertad en 1898, eran presentados como libertadores de la patria.
Hasta nuestro hermoso pasado de lucha estaba por reivindicar. A pesar de esto, en el ejemplo insuperable de nuestros gloriosos antepasados, en sus combates inteligentes y heroicos, y en el pensamiento luminoso de Martí, encontramos nosotros la fuente y la inspiración de nuestras luchas.
A ello se unió, afortunadamente, el conocimiento y la acertada interpretación en aquellas condiciones de las ideas de Marx, Engels y Lenin, sin lo cual no habríamos podido comprender cabalmente el mundo que nos tocó vivir, ni encontrar la estrategia correcta a seguir en la Cuba de 1953, aun cuando entonces era casi prohibido mencionar sus nombres.
Lo que dio más riqueza y contenido a esta última etapa de nuestras luchas libertadoras, es que en ella la liberación nacional se unió con la revolución social. Ya desde el Moncada, nosotros no concebíamos otra forma de verdadera revolución que no fuera la socialista. El odio a la tiranía sangrienta y proimperialista, se convirtió en el aglutinante que arrastró a todo el pueblo al combate. Algunos creían, sin embargo, que el proceso se detendría el primero de enero de 1959, y que volveríamos al asqueante sistema político y económico-social de 1952. Pero la Revolución no se detuvo ni podía detenerse. Hoy, después de 30 años del ataque al Moncada, puedo afirmar, con la misma convicción de entonces, que habría sido un crimen de lesa patria.
Por ello podemos proclamar con legítimo orgullo que la sangre derramada aquel día y en los cinco años y medio subsiguientes, y la que se derramó a lo largo de casi 25 años de Revolución, no ha sido en vano, ni sirvió para abonar el camino de la explotación burguesa, ni para mantener, bajo fórmulas seudodemocráticas, una sociedad donde la inmensa mayoría trabaja para una minoría de explotadores y parásitos, con la secuela de privilegios, abusos, injusticias, desigualdades y vicios que tal sistema, condenado inexorablemente por la historia, trae consigo. Con ello nos adelantamos muchos años al resto de los países de América Latina, lo que algún día será considerado como un enorme mérito histórico de nuestra patria (APLAUSOS).
Lo que nosotros hemos alcanzado en 25 años, y hemos alcanzado más que ningún otro pueblo hermano en este continente, no lo habríamos alcanzado jamás bajo el capitalismo (APLAUSOS).
Ya en los primeros años de este breve período histórico, logramos erradicar el desempleo, el analfabetismo, la mendicidad, la discriminación racial, el juego, la prostitución y las drogas. Dígasenos qué otro país del hemisferio lo ha logrado (APLAUSOS). Un amplio sistema de seguridad social, decoroso y justo, abarca en la actualidad a todos los trabajadores del país.
Nuestro sistema y nuestros índices de salud, nos colocan en primer lugar entre todas las naciones del Tercer Mundo, por encima incluso de varios países desarrollados y, en el curso de 20 años más, estarán entre los primeros del mundo (APLAUSOS).
Hemos formado más de 200 000 profesores y maestros, y nuestro sistema de educación, nuestros niveles de instrucción, nuestros programas de estudio, marchan también a la cabeza de todos los países subdesarrollados, y en el curso de las próximas dos décadas estarán, igualmente, entre los primeros del mundo (APLAUSOS). Rebasa la cifra de 200 000 el número de personas que cursan estudios universitarios, 18 veces más que el máximo alcanzado antes de la Revolución. Cada una de las 14 provincias cuenta con centros superiores de enseñanza.
Miles de nuevas obras, entre escuelas primarias, círculos infantiles, centros de enseñanza media y politécnica, facultades universitarias, hospitales, policlínicos, hogares de ancianos y otras de carácter social, se han edificado en nuestra patria.
Todas las tierras, todas las minas, todas las industrias, es decir, absolutamente todas las riquezas y recursos naturales del país, fueron recuperados (APLAUSOS).
Nuestra agricultura se ha mecanizado y modernizado. La electricidad se extiende a casi todas las áreas rurales del país. Se ha llenado la isla de carreteras y caminos; han surgido cientos de nuevas comunidades rurales, e igualmente, miles de instalaciones agrícolas entre presas, sistemas de riego, lecherías, centros de producción avícola y porcina, almacenes, talleres, y otras similares se han creado en estos años.
Cientos de nuevas instalaciones fabriles han sido construidas, y hoy edificamos industrias como la primera central electronuclear, la refinería de petróleo de Cienfuegos, la termoeléctrica del este de La Habana y las fábricas de níquel de Moa y Punta Gorda que, por su complejidad constructiva, su importancia y su nivel tecnológico, constituyen un mérito extraordinario para los constructores y un motivo de orgullo para nuestro país, donde antes de la Revolución las fábricas de cierta complejidad eran construidas por empresas extranjeras (APLAUSOS).
Los proyectos de nuevos centrales azucareros y más del 60% de sus componentes son producidos en el país.
Decenas de empresas de proyectos se han desarrollado y más de 100 centros de investigaciones han sido creados. En esas instalaciones, de elevado nivel técnico y científico, trabajan miles de profesionales cubanos, entre ingenieros, arquitectos, biólogos, bioquímicos y otros técnicos y científicos.
La cultura y el deporte se han hecho masivos y se han convertido en patrimonio de todo el pueblo.
No hay una sola esfera de la actividad económica y social donde los avances no hayan sido considerables en estos años, a pesar del criminal bloqueo imperialista y el punto de partida como país de economía subdesarrollada y dependiente.
Y lo que es muy importante: la Revolución victoriosa, desde el primer instante, fue capaz de unir a todas las fuerzas revolucionarias, democráticas, patrióticas y progresistas del país detrás de sus banderas, y de forjar, sobre la base del mérito, la capacidad y el espíritu de sacrificio, un sólido e indestructible partido de vanguardia, que es educador y guía de nuestro pueblo, guardián de su unidad más estrecha y de la pureza y los principios de nuestro proceso revolucionario (APLAUSOS).
Los jóvenes crearon, igualmente, su pujante organización de vanguardia, donde se forma el relevo del Partido.
Los obreros, los campesinos, los vecinos de cada cuadra, las mujeres, los estudiantes, e incluso los niños, se constituyeron en poderosas organizaciones de masas, donde milita prácticamente todo el pueblo, y constituyen una muralla infranqueable para los enemigos de la Revolución (APLAUSOS).
En 25 años que lleva ya de vida el proceso revolucionario, jamás se ha empleado un soldado, un policía o un bombero contra el pueblo (APLAUSOS). Porque el pueblo es la Revolución, y el pueblo, con su inmenso poder, se defiende a sí mismo (APLAUSOS). ¡Qué distinto el panorama que vemos en el ámbito de América y en gran parte del mundo, con obreros, campesinos, estudiantes y luchadores por los derechos civiles y por la paz, constantemente apaleados por la fuerza pública y reprimidos con perros, gases lacrimógenos, carros de bomberos, etcétera! (APLAUSOS)
¿El mundo capitalista no nos muestra acaso, constantemente, la prueba de lo que allí sucede?
La Revolución ha institucionalizado el país, proclamado la Constitución socialista, creado la Asamblea Nacional y los Poderes Populares, experiencia desbordante de riqueza política y posibilidades sociales, escuela de autogobierno donde participa todo el pueblo. Las funciones del Estado han sido ampliamente descentralizadas en un grado tal que no conoce ningún régimen burgués.
Nuestro pueblo cuenta ya con una elevada cultura política, un conocimiento profundo de los problemas nacionales e internacionales y un espíritu solidario e internacionalista que nos hace sentir orgullosos a todos, porque ha sido uno de los más hermosos frutos de la Revolución (APLAUSOS).
Nuestra Revolución prueba la falsedad del mito de que, con el decursar del tiempo, los procesos revolucionarios pierden fuerza y entusiasmo. La fuerza y el entusiasmo revolucionarios son hoy mayores que nunca, con la diferencia, en relación con los primeros años, de que el proceso es ahora más sólido, más consciente y más profundo (APLAUSOS).
El año 25 de la Revolución, que transcurre en 1983, es el de mayor eficiencia que hemos alcanzado. En reciente análisis realizado por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, hemos podido apreciar la impresionante forma en que los trabajadores han respondido a la Resolución del VI Pleno del Comité Central del Partido para enfrentar las dificultades, ahorrar combustible y materias primas, y elevar la eficiencia en la producción y los servicios. Es por ello que, en momentos de grave crisis económica internacional, y a pesar de las severas afectaciones naturales sufridas por el país en la primera mitad del año, se han alcanzado notables resultados en todas las actividades. Se puede apreciar hoy en nuestro pueblo un espíritu de trabajo y de lucha superior a cuanto hayamos visto antes en nuestro proceso revolucionario, digno homenaje al XXX Aniversario del Moncada y al XXV del triunfo de la Revolución, que conmemoraremos el próximo primero de enero (APLAUSOS).
¿Pero acaso estos logros han sido alcanzados sin lucha? ¿Acaso podemos dormirnos sobre los laureles y, convencidos de la justicia y legitimidad de nuestra causa, olvidarnos de los peligros que nos acechan? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¿Acaso la arrogancia imperialista se resigna a los éxitos de nuestra Revolución y el ejemplo que emana de ella? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") Bien sabemos que no. Pocas veces se ha escuchado un lenguaje más amenazante; pocas veces la prepotencia y arrogancia imperialistas han alcanzado niveles más absurdos; pocas veces un gobernante de Estados Unidos se ha expresado de forma más brutal, agresiva y siniestra en relación con Cuba. Se nos amenaza con bloqueos militares, se nos amenaza con represalias y castigos, se nos amenaza con invasiones. ¿Debemos por ello intimidarnos? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") No. Debemos prepararnos (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE: "¡Comandante en Jefe, ordene!")
No poco es el esfuerzo dedicado en estos años a la defensa. Ello ha implicado invertir cuantiosas energías humanas y recursos materiales. ¡Con cuánto gusto habríamos dedicado hasta el último centavo de esos gastos para construir fábricas, viviendas, hospitales, escuelas, carreteras, centros culturales, recreativos y deportivos! Nadie puede olvidar que en los primeros meses de la Revolución convertimos en escuelas casi todos los cuarteles del país (APLAUSOS). Pero habría sido una imperdonable y mortal ilusión olvidar la defensa.
Casi desde los primeros instantes, el imperialismo, con sus planes agresivos, sus criminales conjuras, sus infiltraciones de armas, sus actos de sabotaje, sus bandas contrarrevolucionarias, sus cínicos proyectos de descabezar la Revolución y sus planes de invasiones mercenarias, nos obligó a adquirir aceleradamente armas, a formar milicias, y organizar y entrenar eficientemente a nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias (APLAUSOS).
Si no hubiésemos estado debidamente preparados, la invasión mercenaria de abril de 1961, tras la cual se habría producido la intervención de fuerzas extranjeras en nuestra patria, podría haber costado cientos de miles de vidas a nuestro pueblo. Porque, ¿qué dudas caben? El país habría resistido a toda costa y a cualquier precio. Gracias a las medidas que se tomaron oportunamente, la derrota enemiga fue fulminante y aplastante (APLAUSOS).
La histeria yanki y su propósito de tomar desquite condujeron a las medidas políticas y militares que dieron lugar,18 meses después, a la crisis de octubre de 1962, que puso al mundo al borde de la guerra nuclear y concluyó con el compromiso, por parte de Estados Unidos, de renunciar a sus planes de invasión contra Cuba.
No abandonó, sin embargo, el imperialismo su propósito de destruir de una forma u otra a la Revolución. El bloqueo económico fue intensificado y las diversas formas de sabotaje llegaron, incluso, al empleo de medios de guerra biológica contra plantaciones, rebaños y la propia población. No obstante, en los largos años de la guerra de Viet Nam el imperialismo, comprometido a fondo en aquella sucia agresión, a lo que se unió la derrota sufrida y el trauma subsiguiente, nos dio un respiro en el plano militar.
El arribo al poder en Estados Unidos, a principios de 1981, de una camarilla reaccionaria de extrema derecha y con una política exterior abiertamente guerrerista y fascista, trajo de nuevo a un primer plano el tema de la agresión militar contra nuestra patria.
La filosofía política de la nueva administración era conocida desde los días previos a las elecciones en Estados Unidos. Un grupo de trasnochados, ignorantes, delirantes e irresponsables asesores de Reagan, reunidos en el llamado Comité de Santa Fe, había elaborado con lujo de detalles la futura política imperial de Estados Unidos en relación con Cuba, Centroamérica, el resto de América Latina y el Caribe. Cuba debía recibir la alternativa de someterse a Estados Unidos o ser desestabilizada, bloqueada militarmente o, incluso, invadida en caso necesario. Nuestro sometimiento debía ser estimulado con promesas económicas. En términos claros, debíamos ser intimidados y comprados o liquidados.
Esta política parte del supuesto de que Cuba, a miles de millas del campo socialista, no podría recibir ayuda militar alguna, y que el compromiso de octubre de 1962 entre Estados Unidos y la URSS, a raíz de la retirada de los proyectiles nucleares de nuestro territorio, ha caducado al cabo de 20 años.
Indigna el cinismo con que se pretende cuestionar el derecho de un pueblo a existir libre y soberanamente, en dependencia de la posibilidad de que pueda recibir o no ayuda militar desde el exterior en caso de agresión, o si tiene vigencia o no un compromiso existente. El compromiso existe y tiene plena vigencia. Pero el imperialismo subestima a nuestro pueblo y se sobrestima demasiado a sí mismo.
Nuestra Revolución no fue exportada desde el exterior, la hicimos nosotros (APLAUSOS). Las armas con que combatimos y derrotamos a la tiranía, no las recibimos de ninguna parte, eran armas de procedencia norteamericana y se las arrebatamos al enemigo (APLAUSOS). El socialismo no fue exportado a Cuba desde algún otro país, lo desarrollamos nosotros (APLAUSOS). Con nuestra sangre hemos hecho la Revolución y con nuestra sangre la hemos defendido (APLAUSOS PROLONGADOS). Ni antes, ni ahora, ni nunca hemos tomado ni tomaremos decisiones soberanas a costa de otros, o pensando que otros luchen por nosotros (APLAUSOS). Nuestra filosofía desde el 26 de julio de 1953, pudiera decirse que desde mucho antes, el 10 de octubre de 1868, es que los cubanos nos hemos sentido capaces de luchar por nuestra libertad y defenderla (APLAUSOS). La libertad no es un don que se puede regalar o comprar. Ningún pueblo tiene derecho a ella si no es capaz de defenderla por sí mismo (APLAUSOS PROLONGADOS).
No tendríamos el privilegio de conceptuarnos revolucionarios, ni de considerarnos libres, si no tuviéramos la convicción de que nosotros nos bastamos para defender nuestra patria y nuestra Revolución de cualquier enemigo, por poderoso que sea. Un pueblo verdaderamente revolucionario y patriota podrá ser barrido físicamente de la faz de la tierra, pero no podrá ser jamás conquistado (APLAUSOS).
Cuando resurgieron las amenazas y riesgos de agresión militar yanki contra Cuba, no perdimos un minuto en adoptar las medidas pertinentes. Cuando aún no había tomado posesión Reagan, ya electo Presidente de Estados Unidos, nuestro Partido tomó la decisión de crear las Milicias de Tropas Territoriales (APLAUSOS). Más de medio millón de hombres y mujeres, y decenas de miles de oficiales fueron organizados, entrenados y armados en menos de un año. La capacidad combativa de nuestras Fuerzas Armadas creció considerablemente con este refuerzo y con la recepción y asimilación simultánea de nuevos equipos de combate. En la rápida estructuración y preparación de las Milicias de Tropas Territoriales, las Fuerzas Armadas Revolucionarias realizaron una verdadera proeza (APLAUSOS).
Hemos elaborado igualmente planes para resistir cualquier bloqueo naval, dure lo que dure, y nos hemos preparado para enfrentar cualquier variante de agresión que puedan fraguar los imperialistas (APLAUSOS). En fecha reciente, se llevó a cabo el ejercicio estratégico Bastión 83, con la participación de más de 100 000 personas, que incluía los principales cuadros del Partido, del Estado y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, bajo el supuesto de una agresión sorpresiva y masiva. Ello demostró la seriedad y eficiencia con que nuestro pueblo se prepara para resistir al agresor.
Al calor del patriotismo, que se agiganta ante el peligro, 1 800 000 mujeres cubanas, en enérgica y emocionante actitud, se ofrecieron como voluntarias para integrar las Milicias de Tropas Territoriales (APLAUSOS). El potencial combativo de nuestro pueblo, entre hombres y mujeres, alcanza casi 6 millones de ciudadanos. En los próximos 12 meses, otro medio millón de hombres y mujeres y 30 000 nuevos oficiales serán incorporados a las Milicias de Tropas Territoriales, preparados, entrenados y armados (APLAUSOS). En este caso, como el potencial de hombres en la plenitud de la edad militar está ya incorporado a las tropas regulares y a las reservas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y a las actuales Milicias de Tropas Territoriales, o son imprescindibles a la producción y los servicios en situación de guerra, las nuevas unidades estarán integradas fundamentalmente por mujeres, en proporción de tres a uno con relación a los hombres (APLAUSOS PROLONGADOS). De este modo, a las Fuerzas Armadas y sus reservas se sumarán un millón de combatientes adicionales.
Nuestro pueblo estará preparado no solo para resistir ferozmente cada desembarco naval y aéreo y defender las ciudades y posiciones que se determinen hasta la última piedra y el último hombre, sino mucho más, para combatir aun en condiciones de país invadido y ocupado (APLAUSOS). Cada cuadro del Partido, del Estado, de las Fuerzas Armadas, cada oficial, cada combatiente, cada ciudadano y hasta cada adolescente sabrá lo que debe hacer en cualquier circunstancia. En cada metro cuadrado de nuestros llanos y montañas, en cada calle, en cada cuadra, en cada casa de nuestras ciudades, el enemigo se encontrará con nuestros combatientes (APLAUSOS).
Nuestras Fuerzas Armadas estudian el terreno y, en coordinación con el Partido, los Poderes Populares y las organizaciones de masas, llevan a cabo una minuciosa y metódica preparación para este tipo de lucha. No olvidamos nunca nuestros orígenes, cuando con solo siete fusiles reanudamos la guerra contra un enemigo que contaba con 80 000 hombres sobre las armas (APLAUSOS). Aunque pereciéramos en la lucha los principales dirigentes de la Revolución, la resistencia no cesaría jamás (APLAUSOS).
Unos pocos miles de patriotas salvadoreños, en un territorio que apenas alcanza la superficie que comprenden las provincias de La Habana y Matanzas, tienen al borde del colapso a más de 60 000 hombres armados, entre soldados, guardias nacionales, policías y paramilitares del régimen genocida, que no podría sostenerse sin el torrente logístico, el apoyo político y el asesoramiento militar que les suministra el Gobierno de Estados Unidos. En el Sahara Occidental, los patriotas saharauíes luchan en pleno desierto contra decenas de miles de soldados marroquíes, también suministrados por Estados Unidos, y dominan ya el 80% del territorio. En el Líbano, los agresores sionistas tiemblan ya ante las bajas que les ocasiona casi a diario la creciente resistencia de palestinos y libaneses (APLAUSOS).
¿Cuántos hombres necesitaría el imperialismo para ocupar a Cuba? Cinco millones de soldados no serían suficientes para enfrentar a cientos de miles, más aún, a millones de combatientes, decenas de miles de oficiales y cuadros resueltos y bien preparados, luchando en su propio suelo bajo una sola bandera contra una odiosa agresión exterior que pretendiera destruir nuestra Revolución y nuestra patria (APLAUSOS). Aquí, mezclados sus soldados entre nosotros, de nada valdrían las armas nucleares, las decenas de divisiones, los miles de aviones y de tanques y los cientos de barcos de guerra de que pudiera disponer el imperialismo. Nuestro pueblo, su patriotismo, su espíritu de lucha y su moral de combate, esa es nuestra invencible fuerza, superior a cualquier arma o tecnología militar que pueda existir (APLAUSOS).
Como hemos expresado a muchos compañeros, aplicaríamos la formidable consigna de Maceo: "Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha" (APLAUSOS). Pero en este caso, no para que el enemigo recoja el polvo de nuestro suelo anegado en sangre, sino para que perezca en la contienda (APLAUSOS PROLONGADOS).
Esa es nuestra respuesta a las insolentes amenazas yankis.
Mas, en esta área, no solo nuestra patria sufre amenazas y riesgos. Nicaragua y Centroamérica están seriamente amenazadas por la misma política demencial y agresiva (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Viva Nicaragua!")
De hecho, ya Estados Unidos está interviniendo en Nicaragua a través de miles de exguardias somocistas basificados, entrenados y suministrados en territorio hondureño. Se proclama abiertamente por el imperialismo el apoyo a la contrarrevolución, que no ha podido ocultarse, aunque se trata —según el argot de la CIA— de una guerra secreta.
Cientos de humildes patriotas nicaragüenses han perdido ya la vida como consecuencia de estos crímenes del Gobierno de Estados Unidos. Es la historia del Escambray y de Girón que se repite con inaudito cinismo contra el hermano pueblo de Nicaragua.
Interviene igualmente Estados Unidos en El Salvador, suministrando, entrenando y asesorando al ejército de un régimen genocida, que ha asesinado a más de 40 000 salvadoreños.
Interviene Estados Unidos en Honduras, instalando bases terrestres y aéreas, socavando la autoridad del gobierno civil, y convirtiéndola abiertamente en un instrumento de agresión contra Nicaragua.
Son conocidas sobradamente las causas históricas de los problemas de Centroamérica, originados en la larga y brutal opresión y explotación interna, y la cadena de intervenciones de Estados Unidos en esos países. Las luchas de Sandino en Nicaragua contra la ocupación norteamericana, las insurrecciones campesinas en El Salvador, que tuvieron lugar en los años 30, y la Revolución de Guatemala aplastada por el Gobierno de Estados Unidos en 1954, fueron sucesos que precedieron en muchos años a la Revolución Cubana, a la victoria sandinista en Nicaragua y al actual proceso revolucionario de El Salvador.
La situación en la convulsa región de Centroamérica ha despertado la más profunda preocupación en todo el mundo, incluidos gobiernos europeos aliados de Estados Unidos. En nuestra región, México, Venezuela, Colombia y Panamá asumieron desde hace meses la iniciativa de buscar soluciones políticas negociadas a la grave situación del área. Este conjunto de Estados que se denomina Grupo de Contadora, en reunión cumbre celebrada en Cancún el pasado 17 de julio, lanzó un amplio llamamiento a los países de Centroamérica, que hizo extensivo a los Estados Unidos y a Cuba, para recabar apoyo y colaboración en la búsqueda de una solución política.
Nicaragua respondió el 19 de julio aceptando iniciar de inmediato negociaciones multilaterales, en presencia del Grupo de Contadora, con un programa de seis puntos, entre los que incluía su disposición a firmar un pacto de no agresión con Honduras, y su conformidad de llegar a un acuerdo en relación con El Salvador sobre la base del cese de todo suministro de armas a ambas partes contendientes. La posición seria y digna de Nicaragua excluye cualquier tipo de concesión unilateral, capitulación o rendición ante las presiones, amenazas y agresiones de Estados Unidos. Pero expresa, con toda claridad, su disposición a discutir y resolver, sobre bases honorables y de principios, los puntos mencionados, así como cualquier otro incluido en la declaración de los presidentes del Grupo de Contadora.
La respuesta de Cuba a los presidentes de dicho Grupo fue igualmente rápida y diáfana: apoyamos sin vacilar sus esfuerzos en la búsqueda de una solución negociada digna y justa a los problemas de Centroamérica; nos solidarizamos plenamente con los pronunciamientos de Nicaragua el 19 de julio, y expresamos nuestra disposición a colaborar con ella en el propósito de lograr un acuerdo político negociado a los problemas del área.
La respuesta de Estados Unidos, con independencia de lo que pueda declarar formalmente, fue un discurso sumamente agresivo del presidente Reagan contra Nicaragua, pronunciado el 18 de julio, en el que prácticamente se exige la renuncia del Gobierno sandinista; el envío precipitado de un portaaviones con numerosos barcos de guerra a las costas de Nicaragua en el Pacífico, el anuncio de que otro portaaviones, procedente del Mediterráneo, igualmente escoltado por naves de guerra, sería enviado a la costa atlántica de dicho país, y la decisión de realizar maniobras militares, con la participación de miles de soldados norteamericanos en el territorio de Honduras, desde los primeros días de agosto. Se dice que las maniobras incluyen ejercicios de bloqueo y que durarán seis meses. Este tipo de maniobras, de tan larga duración, es verdaderamente inusual. Se trata, en realidad, de un verdadero despliegue de tropas norteamericanas en Centroamérica. Nicaragua, en la práctica, está ya rodeada de barcos de guerra y soldados yankis. La amenaza y la presión no pueden ser más groseras y repudiables.
Sin embargo, hay que conservar la sangre fría. No tenemos la menor duda de que el Gobierno de Estados Unidos ha estado tratando deliberadamente de crear una atmósfera de terror e inseguridad en torno a Nicaragua durante las últimas semanas, elevando la presión al máximo imaginable. Sin embargo, tales medidas son peligrosas, porque la distancia que media entre este tipo de guerra psicológica y la acción se ha reducido al mínimo; los irresponsables que asesoran a Reagan pueden sentirse tentados a nuevos pasos que hagan irreversible la situación.
Somos así testigos excepcionales de la forma en que se encamina Estados Unidos a un gravísimo error de incalculables consecuencias. La Nicaragua de 1983 no es la Nicaragua de 1926: una revolución popular, heroica y victoriosa ha incorporado la nación entera a la lucha, a despecho de una exigua minoría comprometida con el somocismo y la contrarrevolución; el fervor patriótico y revolucionario se ha multiplicado con la agresión exterior, y el pueblo se ha unido como nunca antes en la historia de ese valiente país. Nicaragua no posee una aviación moderna de combate, ni abundantes equipos blindados, ni de artillería para enfrentarse a una agresión en gran escala de Estados Unidos; pero dispone de medios para armar al pueblo, es decir, a muchas decenas de miles de combatientes con tradición patriótica y experiencia de lucha, capaces de hacer imposible la vida a cualquier agresor, por poderoso que sea (APLAUSOS). El imperialismo también subestima a los pueblos de Centroamérica.
Estamos convencidos de que los revolucionarios nicaragüenses y salvadoreños jamás podrán ser sometidos por la fuerza (APLAUSOS). El intento de aplastar con la intervención armada las revoluciones de Nicaragua y El Salvador, sería como exprimir un tumor que rápidamente se diseminaría por todo el cuerpo de Centroamérica (APLAUSOS).
Cuando ha transcurrido apenas un año de la guerra librada por un país de la OTAN, con apoyo de Estados Unidos, contra una nación latinoamericana, que constituyó una afrenta y una humillación para todos los pueblos de nuestra América, Estados Unidos, en zafarrancho de combate, avanza amenazadoramente sus escuadras y sus soldados contra otro pueblo de Latinoamérica. ¿Un nuevo Viet Nam en pleno corazón de América? ¡Ojalá no ocurra nunca y aún es tiempo de evitarlo! Los pueblos de América y del mundo no contemplarían en calma semejante crimen.
La misma política agresiva de la nueva administración norteamericana se expresa en todos los rincones de la Tierra: en el Medio Oriente, en el Africa Austral, en el Océano Indico y en la propia Europa, donde próximamente se propone instalar 572 proyectiles nucleares estratégicos de alcance medio, provocación insólita y sin precedentes contra la comunidad socialista.
En medio de una espantosa crisis económica, la carrera armamentista se está desatando con inusitada fuerza.
Vivimos tiempos arriesgados y difíciles. El peligro de confrontación no es solo local, es mundial. Nervios de acero se imponen, máxima firmeza, máxima movilización de los pueblos y disposición absoluta a no ceder ante el chantaje, si queremos frenar al agresor, si queremos salvar la paz, si queremos sobrevivir.
Hace dos días se conmemoró el Bicentenario del Natalicio de Simón Bolívar; a él, padre de la libertad de nuestra América, queremos rendir especial homenaje en este día (APLAUSOS).
Está lejos nuestra América todavía de constituir el sueño de Bolívar; no es el conjunto de pueblos sólidamente unidos que él quiso forjar. El imperio del Norte revuelto y brutal nos ha mantenido balcanizados y divididos; no pocos de nuestros pueblos viven bajo brutales sistemas fascistas o sometidos a férreas represiones; analfabetismo, insalubridad, miseria, pobreza, explotación despiadada de empresas transnacionales y oligarquías reaccionarias, en mayor o menor grado, afectan a casi todos. Aun aquellos que en los últimos años hemos realizado profundas revoluciones, nos vemos obligados a luchar contra la herencia de una dominación extranjera que duró siglos. No obstante, la conciencia americana comienza a despertar. La guerra de las Malvinas enfrentó a todos al cinismo oportunista del Gobierno de Estados Unidos y a su desnudez moral, a la forma burda con que el imperialismo es capaz de deshacerse de sus propios compromisos, contribuyendo a este despertar americano. El fascismo está en crisis, y las ideas progresistas y democráticas se abren paso en el corazón y la mente de los pueblos.
En la lucha por ese despertar de nuestras conciencias, los pueblos de Centroamérica se han situado esta vez a la vanguardia. Se pueden repetir hoy, con toda propiedad, las palabras que dijera Martí sobre el Libertador, el 28 de octubre de 1893: "Así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo... calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: ¡porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!" (APLAUSOS)
Saludo desde esta tribuna a los indomables hijos de Sandino (APLAUSOS), que hicieron trizas el somocismo y no tiemblan ante las groseras agresiones yankis y sus amenazas de bloquear e invadir al país; a los admirables luchadores salvadoreños, que han sido capaces de poner en jaque el dominio imperialista sobre su pequeña nación y que asombran al mundo con sus hazañas combativas (APLAUSOS); a los abnegados y tenaces patriotas guatemaltecos, que durante más de 20 años luchan contra el régimen genocida que impuso Estados Unidos en 1954 (APLAUSOS); a los valientes y decididos granadinos, que rompieron las cadenas de la opresión y construyen una sociedad justa (APLAUSOS); al valeroso pueblo chileno, que se levanta unánime contra la tiranía fascista (APLAUSOS); a los pueblos que en el Cono Sur de América luchan por las libertades democráticas y el cese de la represión y la opresión (APLAUSOS).
Saludo a todos los pueblos que en otros continentes luchan igualmente contra el mismo imperialismo: a los bravos combatientes saharauíes (APLAUSOS), a nuestros entrañables amigos palestinos (APLAUSOS), a los valerosos patriotas de Namibia (APLAUSOS), a los estoicos e irreductibles luchadores de Sudáfrica (APLAUSOS); a los fraternales pueblos de Etiopía, Angola, Mozambique y demás integrantes de la Línea del Frente que resisten valientemente las presiones, amenazas y ataques del racismo y el imperialismo (APLAUSOS); a los países árabes víctimas permanentes de la agresión del imperialismo y el sionismo (APLAUSOS); a todos los pueblos de Asia y Africa que se enfrentan al subdesarrollo, a la explotación colonial y a la abismal pobreza que les fueron legadas por siglos de explotación pasada y presente (APLAUSOS).
Saludo con particular afecto a la Unión Soviética y a todos los hermanos países socialistas (APLAUSOS PROLONGADOS), con la gratitud más profunda, por la solidaridad que nos brindaron en momentos cruciales y difíciles y por su constante apoyo.
Saludo a los trabajadores de todo el mundo; a los luchadores por la paz, que en todos los continentes y en el corazón de Europa, de Japón y de los propios Estados Unidos, se esfuerzan denodadamente por evitar la estúpida carrera armamentista y un holocausto mundial, que pudiera poner fin a la especie humana (APLAUSOS).
Un recuerdo especial quiero guardar hoy para los compañeros que cayeron en el Moncada (APLAUSOS), para los que sufrieron persecución y castigo injusto por sus luchas revolucionarias, para los que nos acompañaron en las prisiones de la tiranía, para los que con nosotros marcharon al exilio y organizaron la expedición del Granma (APLAUSOS), para los inolvidables combatientes de la sierra y el llano (APLAUSOS), para los tenaces defensores de la Revolución en el Escambray y en Girón (APLAUSOS); para los que se enfrentaron y derrotaron las conspiraciones, los planes terroristas, sabotajes y crímenes de Estados Unidos contra nuestra Revolución (APLAUSOS); para los que llevaron en alto y con honor las banderas internacionalistas en Angola, Etiopía y otras tierras del mundo (APLAUSOS); para los que, con su sangre o sudor, expresaron la solidaridad de nuestra patria, en la medida de sus fuerzas, con las causas justas y las necesidades económicas, técnicas y sociales de otros muchos pueblos (APLAUSOS); para los abnegados familiares de los que murieron o sufrieron, y lloraron por sus seres queridos en estos largos y gloriosos años de lucha (APLAUSOS).
Un reconocimiento agradecido, profundo y eterno para nuestro pueblo trabajador que, con sacrificio, constancia y heroísmo, hizo suyas las ideas y el programa del Moncada, y las llevó adelante hasta culminar en la Revolución más radical de nuestra historia y el establecimiento en Cuba del primer Estado socialista del hemisferio occidental (APLAUSOS); que no solo supo hacerla, sino que la defiende y está dispuesto a defenderla hasta la última gota de su sangre (APLAUSOS).
¡Gloria eterna al pueblo cubano y a sus hijos heroicos! (EXCLAMACIONES DE: "¡Gloria!")
¡Gloria eterna a los caídos por la patria y la Revolución! (EXCLAMACIONES DE: "¡Gloria!")
¡Gloria eterna a las ideas que nos hicieron revolucionarios, que nos trajeron la libertad, la justicia, el honor y la victoria! (EXCLAMACIONES DE: "¡Gloria!")
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)