DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL
COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE
ESTADO Y DE MINISTROS, CON DELEGADOS A LA CONFERENCIA SINDICAL DE LOS
TRABAJADORES DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE SOBRE LA DEUDA EXTERNA, DURANTE LA
SESION DE CLAUSURA DEL EVENTO, EL DIA 18 DE JULIO DE 1985, "AÑO DEL TERCER
CONGRESO".
(VERSIONES
TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
FIDEL CASTRO.- Compañeras y compañeros:
Yo puedo hacer dos cosas: o voy al podio y
hago un discurso, o me quedo aquí y sostengo un diálogo con ustedes. Allí
posiblemente diga las cosas que me parecieran más importantes decir, esclarecer
aquellos puntos que considerara necesario esclarecer y será cuestión de azar
que adivine cada una de las cosas que les puedan inquietar a ustedes, o en las
cuales puedan tener mayor interés. Por eso preferiría la variante del diálogo,
ya que he podido apreciar en mis contactos con diversos delegados, que tienen
interrogantes o tienen interés en conocer algo más o puntos de vista
adicionales sobre algún tema; entonces podemos salirnos de lo tradicional, ya
que ustedes han escuchado muchos discursos en estos días y, por cierto, entre
ellos, muy buenos discursos, y yo también he pronunciado este año muchos
discursos sobre estas cuestiones. Por lo tanto, me alegraría que ustedes
coincidieran en la preferencia por el diálogo (APLAUSOS). En ese caso,
tendríamos que solicitarle al compañero Veiga que presida este diálogo y
conceda la palabra a los que la soliciten, bajo el supuesto de que fuera
posible llevarlo a cabo con orden y dentro de cierto límite de tiempo. No es
que lo establezca yo, pero cuando pasan las horas, ustedes se cansan, yo me
canso, todos nos cansamos. Como límite de tiempo, podemos disponer de dos horas
y, si ustedes resisten, una hora más, y, como límite de preguntas, me imagino
que puedan ser alrededor de 15 ó 20. Si están de acuerdo, comenzamos
inmediatamente (APLAUSOS).
ROBERTO VEIGA (Presidente).- Tiene la
palabra el compañero Angelino Garzón, secretario general de la Central Sindical
de Trabajadores de Colombia.
El compañero Danzós Palomino quiere hacer
una proposición.
RAMON DANZOS PALOMINO (México).- ¿Por qué no
se combinan las dos ideas que plantea Fidel: la de conocer en la tribuna
algunas opiniones suyas sobre la asamblea y combinarla después con una serie de
preguntas que podría haber?, porque yo creo que es importante conocer el punto
de vista que tenga Fidel sobre la asamblea y luego también puede ser una
combinación de preguntas.
FIDEL CASTRO.- Yo puedo decir unas palabras
finales desde aquí mismo, no hay que ir allí a la tribuna, y en un orden
inverso: primero respondo las preguntas y después digo unas breves palabras
finales, sobre aquellas cosas que no hayan estado incluidas en las respuestas
(APLAUSOS).
PRESIDENTE.- Compañero Garzón.
ANGELINO GARZON (CST-Colombia).- Yo quiero
preguntarle al compañero Comandante Fidel Castro, aprovechando toda su estadía
acá en esta conferencia, cuáles son las impresiones y las apreciaciones que
tiene sobre el desarrollo de esta conferencia, sobre el carácter, la discusión
de las deliberaciones y sobre las conclusiones también de la conferencia, y las
perspectivas de ese trabajo.
FIDEL CASTRO.- Es difícil decir algo que no
se haya dicho ya sobre estas impresiones en el transcurso de las
intervenciones, o en esta acta; pero, bueno, si voy a expresar algunas
impresiones muy personales, reflexiones que hacía durante el transcurso de la
conferencia, puedo decir, en primer lugar, que por encima de las diferencias
que pueda haber de criterios políticos —como decía Veiga— o distintas
posiciones —el habló, incluso, hasta de criterios religiosos, no creo que ese
haya sido tema presente en la reunión, las diferencias pueden ser políticas o
de posiciones, o de enfoques, ideologías, todo eso—, yo observaba aquí en todas
las intervenciones que por encima de diferencias, se reflejaba el carácter de
trabajadores, de obreros, de campesinos, de gente que están muy vinculadas a la
base, que conocen los problemas, los sufrimientos de los hombres y mujeres del
pueblo, y, sobre todo, de sus compañeros de trabajo. Es un fenómeno realmente
interesante, porque se veía una gran comunidad de sentimientos e ideas, y diría
que las cosas comunes predominaban de tal modo que las diferencias apenas se
percibían o no se percibían en absoluto.
Me llamó la atención el nivel intelectual de
los delegados, su capacidad de comprender el fondo de los problemas, de ir al
grano directamente, a pesar de que hubo algunas intervenciones que requirieron,
por razones de tiempo, el aviso del martillo ese de madera —no sé cómo le
llaman— o el timbre del reloj. He participado en muchas reuniones de todo tipo,
reuniones de jefes de Estado en el Movimiento No Alineado, en las Naciones Unidas,
en muchas partes, y podía apreciar la preparación de las personas que se
reunieron aquí, de las muchas que hicieron uso de la palabra.
Me admiré, incluso, cuando vi en un momento
determinado en que se empezó a establecer el reglamento con más rigor, o aplicar
el reglamento con más rigor, cómo se adaptaron relativamente pronto y fueron
capaces de hacer en breve tiempo, en 10 minutos y aun en menos de 10 minutos,
intervenciones interesantes, brillantes. Creo, realmente, que no he dejado de
escuchar con interés prácticamente ni una sola palabra de las que se
pronunciaron en esa tribuna, y no recuerdo ninguna otra reunión o asamblea en
que se haya visto tanta calidad en los pronunciamientos.
He podido apreciar, además, criterios
firmes, sólidos, expresados con gran convicción, energía y carácter. No quiero
hacer comparaciones con otros sectores de la sociedad —las mujeres
recientemente habían dado una gran prueba, una prueba parecida a esta que nos
admiró mucho—, pero podría decir que no he participado en ninguna otra reunión
más interesante, ni de más calidad, por la participación y las intervenciones
de los delegados, que esta reunión de trabajadores.
Como regla, puedo decir, además, que las
intervenciones fueron buenas, tenían contenido, portaban ideas valiosas, y
algunas fueron realmente brillantes.
Para señalar algo del documento, habría que
sacar la conclusión de que este habría parecido imposible cuando se hablaba de
la extraordinaria amplitud de la reunión y la diversidad de corrientes, de
ideologías representadas aquí; el hecho de que se haya podido elaborar un
documento como este parece un milagro, pero no es ningún milagro, es producto,
es fruto del sentido de la responsabilidad, la seriedad y del compromiso de los
aquí presentes. Creo que es la misma opinión que tienen todos ustedes, porque
lo demostraron con la emoción y el entusiasmo con que al final lo aprobaron de
forma unánime.
De la discusión anterior, o de la sesión del
mediodía de hoy a esta sesión, se mejoró el acta, estamos conscientes de que no
es perfecta, no nos imaginemos que hemos hecho un documento perfecto; pero
dadas las condiciones, las circunstancias, la amplitud de esta reunión y la
diversidad de corrientes, creo que ha sido un éxito considerable. Pienso que
las ideas que se sugieren van a tener impacto no solo en América Latina, sino
también en la opinión pública internacional, en el mundo industrializado y van
a tener impacto en Africa, en Asia, en todas partes, estoy convencido; y no es
un manifiesto, no es una proclama, es simplemente un acta que refleja lo que
aquí se ha discutido y los pensamientos que aquí se han expuesto.
Creo que se ha cumplido, además, con el
espíritu con que se convocó la conferencia, en el sentido de que se trataría de
evitar cualquier paso, cualquier medida que pudiera parecer que habíamos hecho
una organización, o que se desconocía cualesquiera de las organizaciones
existentes. En este documento se ha recogido, simplemente, el espíritu, las
ideas que prevalecieron en la conferencia, y a pesar de constituir simplemente
un acta, creo que va a ser una de las actas de más repercusión que haya
existido en nuestra región.
Llevo muchos días o muchos meses, bastante
tiempo, pudiéramos decir muchos años, relacionado con estos problemas, y
realmente nunca había visto algo así tan claro y, a mi juicio, tan efectivo
como el contenido de esta acta; es decir, se ha logrado, cumpliendo
estrictamente con todo el espíritu de la convocatoria, sacar un documento que
va a tener, a mi juicio, mucho eco.
Decía, o quería decir y no lo dije, que en
este largo proceso en que nosotros hemos estado preocupados por estas
cuestiones, nada me había emocionado tanto como la lectura de esta acta, la
misma que ya habíamos visto al mediodía, mejorada ulteriormente en el debate,
que fue tan excelentemente leída en el podio. Creo que me contagié de la
emoción de todos. A pesar de que hemos estado reunidos aquí varios días, que
nos sentimos ya en un ambiente más familiar, personalmente, compañero
colombiano, realmente me sentí muy emocionado esta noche, porque tengo plena
conciencia de que hemos realizado un gran paso hacia adelante.
Es difícil ahora hablar de proyecciones
futuras, consecuencias futuras; vislumbro que va a tener un gran impacto, va a
tener una gran fuerza, va a dinamizar este movimiento unitario, va a dinamizar
esta lucha.
Creo que las repercusiones de esta
conferencia van a ser grandes, que los frutos van a ser abundantes; pero no
debemos olvidarnos de que no es la única, que ya se le ha dado apoyo aquí, en
concreto, a la próxima conferencia que piensan organizar en Bolivia y a la que
van a organizar en el Cono Sur.
Creo que también es posible que el día 23 de
octubre, día de la protesta, o día de la lucha —¿cómo le pusieron ustedes?—, de
la "Realización de una acción continental contra la deuda externa y sus
catastróficos efectos", pudiera convertirse también en un día de acción
continental no solo de los trabajadores de la ciudad y el campo, sino también
de las organizaciones estudiantiles, de las organizaciones de mujeres, de las
organizaciones de profesionales, y de muchas organizaciones políticas; no sería
extraño que numerosas organizaciones políticas apoyaran esta acción, es decir
que se multiplicara el efecto de este acuerdo si se convierte prácticamente en
el día de la acción continental de organizaciones de masas y políticas.
Tengo presente que dentro de unos días se va
a producir una reunión muy amplia aquí en La Habana; esa reunión será más
amplia todavía que esta, porque esta fue amplia, pero reunión de sindicatos,
reunión de trabajadores, y la próxima será una reunión donde estarán
representados partidos de muchas ideologías diferentes y sectores sociales
diferentes. En la reunión del día 30, participarán partidos de izquierda,
partidos de centro, algunos partidos conservadores, científicos, intelectuales
—me están diciendo que esto está saliendo al aire por radio a todo el
hemisferio; yo estoy hablando, suponiendo que esté o no esté siendo transmitido
en directo, no voy a variar absolutamente nada de lo que diga porque esto esté
en el aire (APLAUSOS)—, economistas, sectores religiosos, estudiantes, mujeres;
del grupo de mujeres latinoamericanas que está en Nairobi librando allá una
gran batalla, una parte de ellas participará también en esa conferencia o en
ese diálogo continental que se inicia el 30 de julio, y habrá, por supuesto,
una nutrida y prestigiosa representación sindical, como estarán igualmente
presentes numerosas personalidades políticas. Es decir, es de una gran
amplitud. Hay algunos empresarios nacionales invitados, hay, incluso, algunos
banqueros, para que den sus opiniones y participen también en el diálogo. No
estará representada la banca transnacional, ni las transnacionales, ni el
imperialismo, en dos palabras, pero será una conferencia de enorme amplitud.
Esto me he adelantado un poco en explicarlo,
porque tiene que ver también con algunos puntos de vista sobre la estrategia y
la táctica que debemos seguir en esta lucha. Es imposible desde ahora decir
cómo se va a desenvolver la reunión. He visto la de mujeres, he visto la de
periodistas de América Latina, he visto esta reunión obrera y campesina, pero
no es posible. Ahora, será una reunión con una gran amplitud, absoluta
democracia, absoluta libertad para expresarse, absoluto respeto a las opiniones
de todos, cualesquiera que sean esas opiniones; habrá que ver cómo se
desenvuelve esa gran asamblea, donde va a tener lugar ese diálogo.
Creo que ninguno de nosotros hemos visto
nunca nada parecido a eso, porque lo más que hemos visto así, muy amplio, son
las reuniones de los No Alineados, las reuniones de los jefes de Estado, muy
heterogéneas también por los países que constituyen ese movimiento, casi 100
países. Aquí mismo, en esta sala, tuvo lugar la VI Cumbre del Movimiento de
Países No Alineados, duró casi una semana, y es lo que se puede parecer más,
pero yo espero que la reunión quede mejor que una Cumbre de No Alineados.
Los cables hablaron de una reunión cumbre y
nosotros inmediatamente explicamos que no era una reunión cumbre, sino que era
una reunión de alto nivel, de personalidades, dirigentes políticos, sindicales,
etcétera. Ese es el carácter que realmente tiene. En ningún momento nos pasó
por la mente la idea de convocar a una reunión de jefes de Estado de América
Latina y el Caribe, si nosotros ni siquiera pertenecemos a la OEA, de allí nos
expulsaron, para honra nuestra; ni siquiera tenemos relaciones con muchos
países, porque fuimos víctimas del aislamiento, del bloqueo, de la ruptura de
relaciones impuesta por el imperialismo; no se nos habría ocurrido, habría sido
un poco presumido, presuntuoso que Cuba estuviera convocando a una reunión
cumbre de jefes de Estado de la región. Para nosotros, la cumbre, la excelencia
no está en la jerarquía política de los que participan, sino en la calidad moral,
la calidad humana, la honestidad y la representatividad popular de los que
participan (APLAUSOS).
Por tanto, pienso, compañeros, que ya el día
30 podremos apreciar las repercusiones de esta conferencia, y estoy
absolutamente convencido de que serán grandes las repercusiones; tengo la
absoluta convicción, no basada en un sueño o cosas extrañas, sino que vengo
observando este movimiento, este proceso, desde hace años, en que se veía
venir, se veía gestar la tormenta, hasta este momento en que la tormenta está
desatándose, porque realmente se arribó a la madurez de la crisis, maduró la
crisis.
No quisiera extenderme más, pero con motivo
de tu pregunta he tratado de darte una respuesta y explicar algunas otras
ideas.
PRESIDENTE.- El compañero de México.
PABLO SANDOVAL RAMIREZ (Sindicato Unico
Nacional de Trabajadores Universitarios, de México).- Nos ha parecido muy
interesante la opinión del Comandante Fidel Castro, ya en el curso de la sesión
de la mañana recibimos también opiniones muy interesantes. Estamos de acuerdo
con la opinión que nos dio, por ejemplo, en relación con la fecha de la acción
continental. Creemos que, en efecto, es necesario desarrollar una campaña muy
amplia para desmistificar la celebración de una fecha de esta naturaleza. Creo
que se refirió con certeza a esta utilización que hace el imperialismo para
seguir justificando la explotación de nuestros pueblos.
Sin embargo, habría que aclarar, precisar
que la motivación que tuvimos al formular esta propuesta, fue en el sentido,
precisamente, en que lo planteó Fidel Castro. Nuestro compañero del Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación, planteó que esta fecha debía ser
propicia para iniciar esta campaña de lucha contra el colonialismo. Desde
luego, esto es lo que creo que animó al conjunto de compañeros que propusieron
esta fecha de acción continental.
Creo que hay una coincidencia, pues, con la
preocupación del compañero Fidel Castro, creo que debemos hacerla cada vez más
clara y desarrollar esta campaña.
Por otra parte, quisiéramos expresar también
nuestra propuesta de que la coincidencia...
PRESIDENTE.- Compañero, pienso que el
carácter que tiene este intercambio no es un carácter de exposiciones, sino un
carácter de preguntas (APLAUSOS). A los efectos de ganar tiempo y hacer más
fructífero el intercambio, quisiera que los compañeros se dirigieran
directamente a las preguntas que les interesan. Ruego al compañero que me
perdone, pero me parece que eso está en el sentir de todos los presentes; por
lo tanto, quisiera que hiciera la pregunta de manera directa y concreta, hágame
el favor, compañero.
PABLO SANDOVAL RAMIREZ.- Yo partí, compañero
—discúlpeme usted—, de la opinión que planteó el compañero Fidel Castro, en el
sentido de establecer un diálogo que implica también plantear determinadas
opiniones. Realmente, quería referirme estrictamente a estas opiniones nuestras
y precisar algunas cuestiones que pudieran haber quedado poco claras de nuestra
posición. Me limito, pues, a hacer este planteamiento.
FIDEL CASTRO.- El no hizo pregunta, pero
tengo entendido que se refería a la fecha del 12 de octubre, que algunos
propusieron como día de acción continental contra la deuda, ¿no es eso?
PABLO SANDOVAL RAMIREZ.- Sí, exacto.
FIDEL CASTRO.- Estuve conversando contigo un
rato sobre ese punto. Lo que puedo decir es que por culpa de ustedes hoy se
abrió un tercer frente —en eso estaba meditando hoy por la tarde—, porque ya
tenemos un frente grande, muy grande, que es este que hemos discutido aquí; hay
un segundo frente, que se ha abierto con motivo de las olimpiadas de Seúl, otro
frente —no sé si por ahí les repartieron a ustedes un material—, ya son dos
frentes; y el tercer frente se abrió hoy con motivo del 12 de octubre. Porque,
realmente, yo tenía una serie de ideas y de opiniones sobre eso, hace tiempo
que vengo mascullando, puedo decir; no he dicho nada público en ninguna parte,
pero hace rato que vengo rumiando, si se quiere, el problema este,
masticándolo, y no lo puedo tragar (RISAS), la cuestión de la apologetización
del 12 de octubre, porque tengo mis opiniones sobre eso, y porque me siento
indio. Es decir, soy indio, pertenezco a esta nueva indiada que habita nuestra
región, me siento aborigen, como se sienten todos ustedes los que viven, y con
orgullo, en estas tierras, que se sienten parte de ellas, independientemente de
donde procedan nuestros antepasados: unos de un lugar, otros de otro. También
los que estaban aquí antes de Colón procedieron, dicen que de Siberia o de
China, o no sé de dónde, y que vinieron por el Estrecho de Behring; tampoco
eran de aquí, pero vinieron, creo que pacíficamente; tenían sus guerras entre
ellos, pero eran guerras entre partes más o menos parejas, hasta que nos
descubrieron. Digo: nos descubrieron, porque me siento parte, me siento indio,
soy indio, de los nuevos indios que somos nosotros, y que tenemos pretendientes
de conquistadores mucho más poderosos, con mucha tecnología, armas más
sofisticadas y destructivas que las que tenían aquellos que conquistaron
entonces nuestras tierras y avasallaron a nuestros pueblos.
Entonces, creo que fue infausta o nefasta,
como dije esta mañana, aquella fecha; choca con todos los valores que nosotros
más apreciamos.
Los de aquí de esta isla eran los más
pacíficos habitantes de este continente. Todavía los aztecas, los incas, los
araucanos y otros eran más guerreros, más organizados; pero los de Cuba eran
los más pacíficos que han existido nunca en el mundo, no tenían, desde luego,
ni aviones, ni locomotoras, ni radio, ni televisión, ni tractores, ni ómnibus,
ni arcabuces, ni ballestas, ni espadas, ¡ni barcos de vela tenían siquiera! Y
siempre he pensado que la suerte de los conquistadores, es que cayeron aquí por
equivocación. Porque no se olviden que las ideas de Colón era llegar a las
Indias, no sabían que había un continente por el medio, que se atravesó en su
camino, para su suerte y para la suerte de los Cortés, de los Pizarro y de
todos los conquistadores.
He leído con mucho interés algunos libros
del Oriente o de las llamadas Indias de aquel tiempo, entre ellos la historia
de Marco Polo completica y en detalle, sus 800 páginas, y lo que había en aquel
Oriente eran ejércitos de guerreros de verdad, de cientos de miles de temibles
soldados de caballería. En aquella época, si llegan por casualidad a China, se
los tragan en 15 minutos, nada más que en 15 minutos. Ellos pudieron conquistar
este hemisferio porque trajeron unas decenas de caballos, y los indios creían
que el caballo y el hombre eran la misma cosa, el mismo animal, que tenía una
forma extraña, entonces mataban el caballo y el hombre se apeaba, disparaban,
además, con unos pocos cañoncitos; todo aquello desmoralizaba. Sin embargo,
allá habían inventado precisamente la pólvora, y tenían ejércitos de cientos de
miles de hombres de caballería.
Como también en mi época, cuando estudiaba
historia, me enseñaron "las proezas" de los españoles, y he leído los
libros de las conquistas, he sacado la conclusión de que el error, la
equivocación los salvó, porque hubiera querido ver a Diego Velázquez, que conquistó
a Cuba matando indios aquí, desembarcando en China; o a Pizarro y a Hernán
Cortés, esos "gloriosos" guerreros, porque a nosotros nos enseñaron
que eran unos guerreros gloriosos. Y sabemos lo que hicieron, porque aquí
llegaron con la espada, hicieron bendecir la conquista con la cruz —respeto
mucho más la cruz que la espada— y aniquilaron la población, no quedó casi
nadie aquí en Cuba; pero en México había 6 millones de indios, y a los pocos
años quedaban solo 2 millones, no los exterminaron a todos con sus espadas, sus
enfermedades y sus atroces métodos de esclavitud porque no pudieron.
Conquistaron enormes espacios, violaron, hicieron de todo, se apoderaron de las
riquezas, esclavizaron a nuestros pueblos. Yo creo que esa parte de la historia
requiere una crítica, y que la cuna de los conquistadores, que hoy casi se
enorgullece de las hazañas de sus antecesores, debiera hacer la crítica y la
autocrítica de la conquista, del colonialismo y de los conquistadores. El día
que se haga la autocrítica, le podremos dar las gracias por algunas cosas
culturales que nos hubieran quedado. Pero creo que no puede haber apología del
descubrimiento y de la conquista, sin crítica y sin autocrítica de las cosas
injustas, atroces y brutales que ocurrieron. Es lo que pienso. Estoy muy
convencido de todo eso, pero no quería armar un escándalo con eso en medio de
la lucha contra la deuda.
Mañana los cables van a hablar más del
problema de la conquista que de la conferencia, pero no tengo temor. Tendremos
tres frentes, seguiremos luchando en tres frentes, no hay problema (APLAUSOS).
PRESIDENTE.- El compañero de Argentina.
ALBERTO HERNANDEZ (Sindicato de Municipales,
Córdoba, Argentina).- Compañero Fidel Castro: Los países latinoamericanos han
venido experimentando, a lo largo de su historia, sucesivas alternativas,
etapas de gobiernos democráticos y gobiernos dictatoriales. Hoy tenemos tres
flamantes democracias en Uruguay, Brasil y Argentina, y concretamente la
pregunta era: ¿Qué posibilidades veía, compañero, en la consolidación de estas democracias,
y cuál podría ser el futuro desarrollo?
FIDEL CASTRO.- ¿Relacionado todo esto con la
deuda externa?
ALBERTO HERNANDEZ.- Está todo relacionado.
FIDEL CASTRO.- Mira, déjame decirte lo
siguiente, cómo recibió el mundo la apertura democrática en Argentina, en
Uruguay y en Brasil, que se efectuó de distintas formas en cada país, pero fue
incuestionablemente una apertura democrática.
Todo el mundo recibió ese acontecimiento con
júbilo y con verdadera alegría, se puede decir, porque en el mundo se divulgaron
los horrores que ocurrieron en esos tres países, y especialmente en Argentina,
donde la represión llegó a tales niveles como jamás había llegado en este
hemisferio.
Históricamente se hablaba de Rosas, en la
Argentina; de Juan Vicente Gómez, en Venezuela; de Porfirio Díaz, en México, de
muchas tiranías, satrapías. Martí habló mucho ya de los dictadores del siglo
pasado. En época más reciente, tuvimos a Trujillo, Somoza, Carías, sin contar
los más recientes en Guatemala, Salvador y otros países. En definitiva, durante
bastante tiempo la mayor parte de los países latinoamericanos han estado
gobernados por dictaduras sangrientas.
Nosotros tuvimos las nuestras también, más
de una. Pero si las comparamos con las que tuvieron ustedes, podemos decir que
fueron campeones olímpicos aquellos dictadores entrenados por la CIA y
preparados por la CIA, que les enseñaron el arte de torturar, matar,
desaparecer seres humanos. Hay que decir que los torturadores aquí en Cuba eran
primitivos, comparados con los torturadores que surgieron en Chile, en
Argentina, en Uruguay y en otros países. Recientemente estuve hablando con un
compañero uruguayo que lo tuvieron con una capucha puesta creo que un año. No
se sabe cómo los hombres resistieron esos métodos de tortura científicos,
pudiéramos decir.
Los torturadores aquí en la época de
Machado, de Batista, eran torturadores primitivos, atrasados, toscos; no eran
torturadores científicos, y golpeaban, torturaban y mataban con sus torturas,
pero los métodos que aparecieron después del triunfo de la Revolución Cubana en
América Latina y después de la guerra de Viet Nam, donde el imperialismo
desarrolló sus investigaciones científicas sobre el arte de reprimir, torturar
y matar, esas no se conocían aquí.
El fenómeno de las desapariciones es una de
las cosas más crueles que pueda concebirse. Yo he visto familias al cabo de
cinco años, con la esperanza de que vivan todavía sus familiares, no hay manera
de persuadirlas; he conocido familias guatemaltecas, familias chilenas,
familias argentinas, de muchos lugares. Quizás lo más difícil que hay es
persuadir a una persona de que pierda la esperanza, y así han estado los hijos,
las mujeres, los padres, los hermanos, durante un año, dos años, cinco años,
diez años. Es decir, no hay nada más horrible que el método de las
desapariciones, y ese método lo utilizaron masivamente las tiranías impuestas
por Estados Unidos en América Latina.
¿Y quiénes son los que más sufren? Quizás a
aquel ciudadano, aquel ser humano, lo llevaron, lo torturaron un mes y lo
mataron, pero le dejaron la tortura a la familia para toda la vida. Puede haber
sido un revolucionario que estuviera corriendo un riesgo consciente, pero, ¿y
la familia que resultó víctima de ese procedimiento tan atroz? Es diez veces
más atroz que la noticia de la muerte de un ser querido.
¿Y esos métodos de quién los aprendieron,
quién los enseñó? Fue la CIA, fue el imperialismo el que enseñó todos esos
métodos científicos de tortura para reprimir a nuestros pueblos, y los
aplicaron exhaustivamente.
El mundo conoce eso, quizás no en todo su
horror, pero lo conoce y sufrió mucho moralmente con eso. De modo que la caída
de cada uno de estos regímenes sangrientos ha sido recibida con gran alegría,
como se recibió el triunfo de la Revolución Sandinista, y como se espera el
triunfo de una revolución, o una apertura democrática en Chile. Creo que ese va
a ser un día de gran felicidad, porque a la gente no se le olvida ni por un
minuto aquel 11 de septiembre: la forma en que aquel gobierno legal, constitucional,
electo por el pueblo, fue saboteado, la forma en que fue desestabilizado por el
imperialismo, la forma en que fue derrocado y la forma en que fue sacrificada
la vida de un hombre como Salvador Allende, que gozaba de un gran prestigio,
porque, entre otras cosas, significaba el intento pacífico de hacer cambios
sociales, de construir el socialismo por las vías pacíficas, y todo eso
despertó muchas esperanzas en el mundo y mucha simpatía. Cuando se produzca una
victoria revolucionaria o la apertura democrática —allí puede ocurrir
cualquiera de las dos cosas—, va a ser recibida con una enorme alegría por todo
el mundo. Así se recibió la de Argentina, la de Uruguay y la de Brasil, y creo
que fue un paso muy importante, históricamente muy importante, la apertura
democrática en esos países, en un momento, además, excepcional.
Creo que la crisis económica ya jugó su
papel importante en esos procesos de apertura democrática, porque los militares
fueron comprendiendo que se les hacía cada vez más ingobernable el país. Es
decir, esa apertura democrática es resultado de la lucha del pueblo, en
circunstancias en que la crisis económica vino en apoyo de las luchas populares
y obligó a la retirada del gobierno a los militares. Eso se engarza, pudiéramos
decir, con esta lucha que están librando ustedes ahora: la lucha contra la
crisis económica, la lucha contra la deuda externa. Yo diría que esta lucha que
se libra ahora, no se podría estar librando hace tres años, hace cuatro años,
hace cinco años. No se estaría librando, entre otras cosas, porque no había
madurado tanto todavía la crisis, y, además, porque las posibilidades de lucha
que hoy tienen los trabajadores, los estudiantes, los campesinos en esos tres
países, las posibilidades de expresión, de organizarse, son muy importantes
para esta lucha.
Pienso que no solo la opinión pública
internacional tiene un alto aprecio de ese paso de avance que significó la
apertura democrática, sino que los argentinos, los uruguayos y los brasileños
de las más diversas tendencias políticas, tienen un alto aprecio por el avance
que ha significado esa apertura democrática en países donde reinó el terror en
forma terrible, realmente, y yo lo observo.
Tengo la percepción de que incluso aquellos
que están en desacuerdo con las medida que se tomen, en desacuerdo político con
los actuales gobiernos, los que están en la oposición, todo los partidos de
oposición, sienten un aprecio muy alto, y tienen la conciencia y la necesidad
de preservar esa apertura, aunque comprendan o piensen que las posibilidades
actuales no satisfagan aspiraciones más avanzadas de tipo social, de tipo
político. Creo que ese es el sentir de prácticamente todos los partidos
políticos de izquierda, de centro, incluso conservadores en relación con esos
países.
Ahora, hay un peligro real: yo creo que esta
crisis está afectando seriamente a ese proceso, lo está afectando y lo va a
afectar cada vez más, puesto que produce un desgaste rápido de las fuerzas
políticas, de los dirigentes políticos, y su debilitamiento puede dar lugar a
retrocesos, aunque no creo que en lo inmediato haya peligro de golpes de
Estado.
Uno no debe descartar nunca esa posibilidad
de golpes de Estado reaccionarios, pero yo planteo lo siguiente: hay una crisis
económica tan grande, que no creo que se sientan muy estimulados los militares
a hacerse cargo en un futuro próximo del gobierno, porque los países se han
vuelto ingobernables y ellos lo saben, tienen conciencia de la gravedad de la
crisis. No creo fácil que una mayoría se incline a buscar soluciones tipo
Pinochet, aunque hay algunos —porque siempre hay locos—, tanto allá en Estados
Unidos como en esos países, que piensan y creen que la solución de la crisis
económica y la deuda es la represión. Incluso Pinochet está demostrando la
testarudez de querer mantener su régimen en condiciones cada vez más
imposibles, y en situación de aislamiento total.
Yo he dicho en algunas entrevistas que
cuando la situación económica marcha más o menos normal, el número de locos que
puedan estar aspirando al golpe de Estado puede llegar a ser mayoritario; pero
en situaciones de crisis tan profunda como esta, y después de la experiencia
que ha tenido lugar en esos países, creo que los locos que estén soñando con
eso son absolutamente minoritarios. Es la opinión que sostengo.
No en todos los países de nuestra región la
situación es exactamente igual, en otros países es menos desesperada. Creo que
en algunos hay más margen para las posibilidades de un golpe de Estado; pero no
lo creo así, realmente te lo digo, en Uruguay; lo creo menos en Argentina en
este momento, y no lo creo muy probable en Brasil.
Por el contrario, he estado planteando algo
en lo que creo: que esta crisis económica pueda conducir a convulsiones
sociales, a estallidos sociales. Y te voy a decir con franqueza lo que les
decía a unos compañeros en la comisión, en unos minutos que estuve allí para
proponer dos o tres cosas —cosas de detalles, como el dato referido al 40% que
estaba en los límites críticos de la pobreza. Parecía que solo el 40% estaba en
la pobreza, cuando la realidad es que el 40% está en los niveles inferiores de
pobreza, y un 30% por debajo. Es el 70%, no el 40%. Algunos detalles técnicos
fui a comentarIos allí, y les decía por qué hablaba de estallidos sociales.
Porque creo que las condiciones objetivas para la revolución en los países de
América Latina, están avanzando mucho más aceleradamente que las condiciones
subjetivas, y cuando tú no ves las condiciones subjetivas para los cambios
sociales por una vía o por otra, y puedes apreciar que las mismas no han
madurado suficientemente, tú no puedes hablar con propiedad de posibilidades de
revolución. Tú sabes que la señora está embarazada, tiene una criatura en el
vientre, la criatura tiene ya cinco meses, seis meses, tiene que haber un parto
de todas formas, tiene que haber una solución de todas formas, pero todavía no
se ve con claridad quiénes van a ser los parteros, aunque incuestionablemente
serán los sectores oprimidos y las fuerzas progresistas. No veo con claridad que
la conciencia haya madurado suficientemente para ello y que esas fuerzas estén
suficientemente organizadas, y por eso digo: si esas condiciones objetivas
siguen madurando tan aceleradamente, se van a producir estallidos sociales. No
puedo decir: se van a producir revoluciones. Es probable y posible que un
estallido social derive hacia una revolución, y entonces he dicho en algunas de
esas entrevistas: estallidos sociales generalizados de carácter más bien
revolucionario.
Ya ha habido algunos estallidos sociales,
porque en Santo Domingo se produjo un estallido social; no un estallido
catastrófico todavía para el sistema, pero se produjo un estallido social.
Cuando el Fondo Monetario obligó al gobierno de Santo Domingo a aplicar
determinadas medidas, se produjo lo que pudiéramos llamar una insurrección
espontánea en República Dominicana. El gobierno se vio en la necesidad, en la
muy triste y muy censurable necesidad, de lanzar las tropas, los soldados y la
policía contra el pueblo, de asesinar a más de 100 personas. No crean que eran
revolucionarios: eran hombres, mujeres, adolescentes, amas de casa, gente
sencilla del pueblo, que se lanzaron a la calle espontáneamente, y se sintió en
la necesidad de matar y herir de bala a cientos de personas. Se dice que fueron
unos 400 ó 500 los heridos. Los datos oficiales dijeron que 60 personas
murieron, y a mí me han contado, gente seria y bien informada de la República
Dominicana, que fueron más de 100 los muertos.
Ya es una situación bastante grave cuando un
gobierno tiene que utilizar el ejército y la policía para disparar contra el
pueblo, herir cientos de personas y matar a más de 100, ya es muy grave. Eso ha
dejado una tensión tremenda en República Dominicana.
En el propio Panamá, determinadas medidas
que trató de imponer el Fondo Monetario dieron lugar a manifestaciones masivas,
en que participaron decenas y tal vez cientos de miles de personas, lo que no
había allí un ejército en el espíritu de reprimir al pueblo, no encontraron
eso; no se produjo ninguna matanza, y eso hay que tenerlo en cuenta también.
En Guatemala hicieron el intento de aplicar
ciertas medidas del Fondo Monetario, y a pesar de la represión que hay allí,
tuvieron que rectificar las medidas, retirarlas.
En Bolivia, las medidas de ese carácter también
dieron lugar a movimientos de masa grandes. Están recientes los acontecimientos
allí, cuando los mineros y los campesinos y todos se movilizaron, y se creó una
situación prerrevolucionaria. Afortunadamente no terminó en matanza, porque las
situaciones van variando de un país a otro. Solo a sangre y fuego se pueden
aplicar las medidas del Fondo Monetario en cualquier país. No me imaginaba, ni
me puedo imaginar, a los gobiernos de la apertura democrática en Argentina, en
Uruguay, en Brasil, lanzando al ejército y a la policía contra el pueblo.
En la República Dominicana, hace rato que
pasó Trujillo, ha habido de todo allí en un período histórico. Después de
Trujillo, incluso, una revolución, un levantamiento del pueblo, junto a un
sector del ejército, que fue ahogado en sangre por el imperialismo con sus
soldados, con 40 000 soldados yankis que desembarcaron allí. Esto fue en el año
1965; después se sucedieron una serie de gobiernos más o menos
constitucionales, y parece que se han olvidado del horror trujillista.
Entonces, estas situaciones conducen a
crisis políticas y sociales muy serias, y pueden conducir a revoluciones. Es
decir, se van creando las condiciones objetivas para las revoluciones, y yo más
bien creo que en estos países son mayores las posibilidades de convulsiones
sociales serias que de golpes de Estado de derecha. Cuando estas situaciones se
producen —y los bolivianos lo saben perfectamente bien—, cuando estas crisis
llegan, se van creando determinadas condiciones psicológicas en el pueblo, en
las masas, y se abren las posibilidades de participación en esas luchas, no
solo de los civiles, sino incluso de los militares.
No hay que asustarse, yo no me asusto por
eso, porque acabo de mencionar lo que pasó en Santo Domingo. ¿Quiénes iniciaron
el levantamiento en Santo Domingo junto al pueblo? ¿Quién era Caamaño? Pues
Caamaño, sencillamente, fue formado en las academias militares de Trujillo;
recibió, además, cursos en Estados Unidos; su padre era un alto jefe militar
trujillista, y yo les puedo asegurar a ustedes que el Caamaño que yo conocí era
un hombre íntegro y un revolucionario (APLAUSOS); además, un verdadero
patriota, y como él había muchos militares que lucharon allí junto a él y junto
al pueblo. Puedo expresar el dolor de que un hombre como Caamaño se inmolara,
porque realmente por honor y por espíritu de lucha, en condiciones que no eran
nada favorables, trató de reanudar la lucha en su patria, y es, a mi juicio,
uno de los grandes y legítimos héroes del pueblo dominicano.
Pero también Torrijos recibió cursos en
Estados Unidos, y el imperialismo creyó que tenía allí una guardia pretoriana
para defender sus intereses y defender el Canal y, sin embargo, Torrijos fue el
abanderado de la lucha por la devolución del Canal; y no solo fue abanderado,
sino que yo sé muy bien que Torrijos y la Guardia Nacional, estaban decididos a
tomar el Canal por la fuerza si no se lo devolvían mediante negociaciones.
Quiero que sepan —y no revelo ningún secreto, porque él lo dijo aquí en una
visita que hizo a Cuba, en un acto que se dio en el cuartel Moncada— que
expresó el agradecimiento por las veces que nosotros le transmitimos nuestra
preocupación por el tipo de pronunciamientos radicales que estaban haciendo,
porque yo veía y podía imaginarme perfectamente bien lo que iba a ocurrir si
ellos no tenían paciencia y se lanzaban a la toma del Canal, sabía con
exactitud todo lo que iba a pasar. Y era, quizás, lo que más le convenía al
imperialismo que ocurriera, y los exhorté mucho a que tuvieran calma, a que tuvieran
paciencia; afortunadamente, lo que ocurrió después demostraba toda la razón de
esos planteamientos; nosotros no estamos nunca encendiendo candela por encender
candela. Nos gusta pensar los problemas con sangre fría, y no somos filósofos,
no somos gente indecisa ni mucho menos, y muchas veces en la vida hemos tenido
que tomar decisiones difíciles, y las hemos tomado sin vacilación. Pero eso no
significa una cabeza caliente, y menos significa la idea de que por crearle un
problema, por crearle dificultades a Estados Unidos, no importe sacrificar a un
pueblo.
Y nosotros hemos seguido siempre esa
política de preocuparnos por los amigos primero que todo, preocuparnos por los
intereses, no por los nuestros, sino por los de ellos, entiendo que eso es ser
verdaderamente amigos, que eso es internacionalismo. Veíamos el problema que
estaba gestándose, el sesgo que tomaban los acontecimientos, y lo decían
públicamente: que si no les devolvían el Canal lo iban a tomar por la fuerza, y
sentía el temor —y conozco bien a los señores imperialistas, su historia y sus
trucos— de que aquello podría prestarse a una provocación en un momento
determinado para liquidar el proceso panameño. Cada declaración que ellos
hacían los acercaba a eso, y les podían hacer una fácil trampa: decirles que
no, que no iban a acceder a ninguna devolución del Canal mediante
negociaciones, y llevarlos a un enfrentamiento de ese tipo, en que aquellos
emplearían toda su técnica, sus medios y sus recursos contra una fuerza armada
relativamente pequeña y un pueblo que no estaba preparado para una resistencia
prolongada. Pero conozco el espíritu que animaba a aquella gente.
Y bien, era un militar. Con esto digo que no
debemos descartar al militar simplemente por ser militar. Comprendo que los
militares han hecho muchas cosas horribles en este hemisferio, y comprendo que
muchas veces han sido instrumentos del imperialismo, la oligarquía y la
reacción, pero también pienso que de las filas de los militares, en algunos
países más que en otros, pueden salir militares que tengan los mismos
sentimientos que tú y que yo y que muchos de los que estamos aquí; no los
excluyo. Cuando se producen las convulsiones sociales todo es posible, y
considero, como revolucionario que creo que soy y por la experiencia que tengo,
que en realidad no se debe excluir a nadie como protagonista potencial de los
cambios sociales, incluso como protagonista potencial de las revoluciones.
Recuerdo en nuestra propia lucha, porque
nosotros tuvimos un ejército enfrente contra el cual luchamos durante 25 meses,
y tuvimos muchos combates con aquellos militares y les infligimos muchas bajas
y muchas derrotas. No sé si ustedes conocen —no voy a hacer aquí la historia
pormenorizada ni mucho menos— cómo terminó aquella guerra: cuando los militares
se dieron cuenta de que estaban derrotados, mucha gente quería conspirar con
nosotros, incluso esbirros, y nosotros establecimos una regla: no, esbirros no
aceptamos, ni aceptamos golpe de Estado. Estuvimos luchando contra el golpe de
Estado, que pudiera servir para escamotear la victoria, sobre todo cuando no
éramos todavía suficientemente fuertes. Les decíamos: no, levántense y únanse a
nosotros.
Incluso, al final, un grupo numeroso de
oficiales, y a nombre de ellos un oficial prestigioso, pidió una entrevista y
dijo que habían perdido la guerra y querían ponerle fin a aquella guerra. Le
sugerí: bueno, vamos a salvar a muchos buenos oficiales. Yo conocía también al
enemigo y no todos eran asesinos, no todos eran esbirros, no todos eran
torturadores, sabía distinguir. Hubo oficiales que se rindieron después de
luchar arduamente contra nosotros y después se nos sumaron, y se sumaron de una
manera honesta, de una manera sincera; sabíamos que fueron valientes en los
combates, que fueron eficientes como jefes, no habían cometido crímenes, habían
sido nuestros enemigos y los sumamos.
Pero cuando viene aquel alto oficial, el
jefe de las tropas de operaciones que luchaban contra nosotros, a reconocer que
habían perdido la guerra, le digo: vamos a tratar de salvar a los oficiales
buenos, vamos a promover un levantamiento unido entre las dos fuerzas —se lo
propusimos nosotros a ellos—, para que se reivindiquen un poco de la
responsabilidad de haber apoyado al régimen. Y ya nosotros sabíamos que íbamos
a hacer un ejército nuevo totalmente, estábamos muy claros en eso; nos habría
gustado, sin embargo, salvar una parte de aquellos oficiales que tenían calidad
profesional y humana.
Y cuando se reúne, acordamos el
levantamiento de la guarnición de Santiago de Cuba el día 31 de diciembre del
año 1958; pero él persistía en viajar a La Habana, yo le decía: no viajes a La
Habana, es arriesgado. Dice: no, tengo tales contactos, no hay problemas.
Tenía, además, un hermano jefe del
regimiento de Matanzas, a 100 kilómetros de La Habana, y alegó eso como uno de
los argumentos. Insistió en viajar; yo le dije: bueno, usted es libre de viajar
pero, en mi opinión, no debe viajar; y le voy a advertir tres cosas, ya que
usted va a viajar: uno, no queremos contacto con la Embajada de Estados Unidos;
dos, no queremos golpe de Estado en la capital; tres, no queremos que ayuden a
escapar a Batista. Se lo dije bien claro y se lo repetí. Lo despedí, nos
quedamos esperando noticias. Nosotros ya estábamos preparando las operaciones
para atacar Santiago de Cuba, en ese momento teníamos 17 000 soldados enemigos
cercados, y ya íbamos a atacar la guarnición de Santiago de Cuba integrada por
5 000 hombres. Habíamos pospuesto unos días esperando, porque esta reunión tuvo
lugar el 28 de diciembre. Vino a La Habana, hizo lo contrario en las tres cosas
a las que se había comprometido no hacer: hizo contacto con la Embajada, dio un
golpe de Estado en la capital y despidió a Batista en el aeropuerto militar
(RISAS). Inmediatamente denunciamos el golpe, dimos instrucciones a nuestras
tropas de continuar sin tregua las operaciones militares y lanzamos la consigna
de huelga general en todo el país.
Para que ustedes vean lo que son los
trabajadores y comprendan por qué tenemos tanta fe en los trabajadores, a pesar
de que a los cuadros sindicales honestos los habían barrido, a todos, y habían
establecido allí cuadros vendidos al régimen, impuestos por la tiranía a sangre
y fuego, que ocupaban todos los cargos sindicales, cuando nosotros, a través de
las trasmisiones de Radio Rebelde, dimos la consigna de Huelga General
Revolucionaria, se paró el país completo: todo el transporte, todas las
fábricas, todas las comunicaciones. Lo único que quedó funcionando fueron las
estaciones de radio y televisión, que los trabajadores pusieron en sintonía con
Radio Rebelde a partir de ese momento (APLAUSOS). Desde ese instante, no se
escuchaban más que las declaraciones y las orientaciones del mando
revolucionario en todo el país. Aquello fue tremendo.
En menos de 72 horas, todas las instalaciones
militares habían sido ocupadas. Yo quiero que sepan que teníamos solo 3 000
hombres con armas de guerra en ese momento y ellos eran 80 000 entre las
distintas fuerzas. No hubo alto al fuego, ni tregua, ni un minuto. En Santiago
de Cuba, reuní a todos los oficiales de la guarnición que estaba cercada por
nuestras fuerzas, les hablé y se sumaron. Cuando 24 horas después, el 3 de
enero, llego por la Carretera Central a la guarnición de Bayamo, donde había 3
000 soldados que habían estado luchando contra nosotros hasta unos días antes
en duros combates, pero que nos respetaban, porque nos respetaban como
adversarios, que sabían combatir y no sabían asesinar a un prisionero, que no
maltrataron jamás un prisionero, que no abandonaron nunca un soldado enemigo
herido en un combate, que los curó, que salvó muchas vidas, eso nos ganó gran
prestigio y respeto en las filas enemigas.
Quiero decirles que me reuní con aquella
tropa completa, de camino hacia La Habana, donde la cosa no estaba totalmente
clara todavía, y toda la tropa se sumó; yo venía para La Habana con 1 000
soldados rebeldes y 2 000 soldados de Batista. Ellos traían los tanques, los
cañones, las armas pesadas y algunas unidades selectas de infantería, y estoy
seguro de que si hubiera habido combates, habrían luchado fieramente, porque
habrían tratado de hacer en unos días lo que no habían hecho antes, querían
reivindicarse. Así que tengo experiencia en esas cosas, y, por lo tanto, no
descarto a ningún hombre. Descarto un torturador, descarto un asesino, pero, no
descarto así, anticipadamente, a ningún hombre, aunque haya sido adversario,
porque yo siento un profundo desprecio por los que asesinan prisioneros, por
los que matan, pero no siento desprecio por el hombre que combate abiertamente
en un campo de batalla.
Por eso te digo, por nuestra propia
experiencia, por lo que hemos visto, que yo no descarto tampoco a los
militares. Quizás sea bueno y aproveche la ocasión para decirlo, porque por
alguna frase que apareció por aquí en estos folletos, el mismo compañero Veiga
me contó que algunos no comprendían, yo digo: es lógico que no se comprenda,
porque hay una alergia terrible a los militares. Y recordando eso y
relacionándolo con la pregunta y cuál es la situación, entonces digo: yo creo
que al final, las luchas por los cambios también tendrán que ser amplias, no
pueden ser sectarias (APLAUSOS).
Moraleja de todo esto: las condiciones
objetivas marchan aceleradamente hacia los cambios sociales, incluso hacia
cambios sociales revolucionarios; las subjetivas están muy atrasadas. Hay una
criatura revolucionaria en el vientre de este hemisferio, pero no existen
todavía los parteros que van a asistir a esa señora en el parto. Tampoco es la
primera vez. Cuando se produce la independencia de América Latina, la que todos
reverenciamos, aunque ya no exista, la primera independencia, no había tampoco
las condiciones subjetivas; se crearon unas condiciones objetivas
excepcionales: Napoleón Bonaparte, con sus delirios de grandeza, invadió a
España y puso a un bobo de rey de España (RISAS), al hermano, lo puso allí de
rey, una de sus manías —como los yankis ahora, que están haciendo cosas
parecidas—, entonces el pueblo español se levantó contra el rey bobo y contra
la ocupación exterior.
Los primeros movimientos de independencia de
América Latina, quiero que se sepa que fueron actos de lealtad a la metrópoli,
al rey de España preso, que Napoleón había puesto bajo rejas; leales al rey,
empezaron las luchas. No había condiciones subjetivas, pero las condiciones
subjetivas no tardaron en aparecer. Nadie conocía a Simón Bolívar, ni a San
Martín, ni a Sucre, ni a Hidalgo, ni a Morelos, ni a O’Higgins. Aparecieron los
hombres y no eran militares; aunque algunos sí, habían tenido cierta
preparación, pero un sacerdote por un lado, un militar por otro, civiles de
distintas procedencias, en fin, esos fueron los que iniciaron las primeras
luchas de independencia. De manera que cuando las condiciones objetivas se
crean, más tarde o más temprano se crean también las condiciones subjetivas,
pero en este momento están realmente atrasadas con relación a las condiciones
objetivas; esto es en lo que se refiere a cambios revolucionarios, pero estas
ya son más bien cuestiones un poco de tipo teóricas.
Nosotros no estamos ahora promoviendo o
planteando cambios sociales revolucionarios como objetivo inmediato, no estamos
planteando eso; con estas ideas, con estas tesis, estamos planteando más bien
un movimiento de liberación nacional, una lucha por la independencia, porque,
entre otras cosas, hemos perdido la independencia, eso no existe, es una broma
la independencia de los países de América Latina y el Caribe en la realidad
objetiva de los hechos. La lucha que estamos planteando contra la deuda, la lucha
por el Nuevo Orden Económico Internacional, la lucha por la integración
económica de América Latina es una lucha por la liberación de nuestros pueblos,
de nuestro continente, que se extiende, por mediar circunstancias similares, a
una lucha por la liberación de todo el Tercer Mundo. Es lo que se está
planteando: una lucha de liberación nacional. Nosotros no estamos planteando
revoluciones, lo que estamos planteando es esta lucha como la vemos nosotros en
este momento, una lucha por la liberación nacional que tiene que ser
forzosamente muy amplia.
Y si estamos planteando una lucha amplia, si
estamos planteando una estrategia de unidad dentro y fuera —dentro de los
países allí donde haya condiciones de unidad, vamos a estar bien claros, y no
existen en todos los países esas condiciones, no debe olvidarse los casos de
Chile, Paraguay y otros, donde no existen ni remotamente condiciones para
ello—, unidad entre los países latinoamericanos y unidad entre los países del
Tercer Mundo en una lucha por su independencia, es porque sencillamente esta
deuda, esta crisis económica y este sistema impuesto a nuestros países nos han
hecho totalmente dependientes, nos han esclavizado más de lo que lo éramos del
rey bobo o de los otros reyes españoles, muchos de los cuales también eran
bobos, pero no nos gobernaban tanto como hoy nos gobiernan los yankis, porque
entonces enviaban a un virrey y de vez en cuando enviaban un inspector al
virrey, un juez o alguien, pero no tenían ni noticias, tardaban tres meses en
saber de nosotros. Y el imperialismo sabe de nosotros las 24 horas del día,
cada hora sabe de nosotros. Y nosotros, desgraciadamente, sabemos de ellos cada
día, cada hora, cada minuto, cada segundo, porque sentimos el peso de su
opresión sobre todos nuestros países, iy en qué medida!
El imperialismo trata de imponernos una
cultura, de imponernos una ideología, iy de qué forma! El rey de España mandaba
una carta de vez en cuando y la publicaban en alguna gaceta; pero estas gentes
tratan de hablar las 24 horas por radio, por televisión, en el cine, nos venden
miles de películas, de programas y episodios enajenantes. iEs increíble la
invasión que han hecho hasta del alma del hombre, del cerebro del hombre!
Ellos, que hablan de adoctrinamiento, de lavado de cerebro, y en la historia
jamás ha habido un intento semejante de lavar el cerebro de cientos de millones
de personas, como el intento que realizan los imperialistas por lavarles el
cerebro a todos los latinoamericanos (APLAUSOS). Por todos los medios más
sofisticados tratan de decirnos qué ropa tenemos que ponernos, con qué cepillo
tenemos que lavarnos los dientes, dónde tenemos que pasar las vacaciones, qué
cigarro es el que debemos usar, ¡todo! Es una invasión increíble, como la que
España no hizo nunca y una influencia como la que España no tuvo.
Luego, nosotros estamos enfrentando un
desafío más grande que el que jamás tuvimos; afortunadamente, creo que tenemos
más conciencia, más factores potencialmente favorables, y tal diferenciación
con ellos y tales características propias y propicias a la unión que podemos
librar esta lucha, estoy convencido de que podemos librarla, pero ello requiere
unidad y amplitud.
Si se trata de una lucha de liberación
nacional que requiere la más amplia participación de todos los sectores posibles,
estaría en contradicción, a mi juicio, con la estrategia y la táctica correctas
en las actuales circunstancias políticas y sociales de nuestros países, que
nosotros planteáramos, al mismo tiempo, la lucha por la revolución social.
Así, lo digo literalmente: esta lucha tiene
que ser todo lo amplia, o no ganamos esta batalla. O estamos subestimando al
imperialismo y a sus fuerzas, o estamos sobrestimando nuestras propias fuerzas;
y yo, ni las subestimo ni las sobrestimo, pero las estimo en lo que valen si
logramos crear un frente muy amplio, que no excluiría a ninguna capa social, a
ningún sector social, ¡no excluiría a nadie! Los que quieran excluirse, que se
excluyan a sí mismos, que ellos se excluyan, pero que no los excluyamos
nosotros (APLAUSOS).
Este es un momento histórico, de una enorme
trascendencia, porque ha llegado el momento de las definiciones, y creo que a
cada hombre y mujer de este hemisferio, sea de la capa social que sea —y creo
que potencialmente puede ser una inmensa mayoría, si nosotros somos capaces de
llevarles el mensaje; si sabemos usar toda la razón que nos acompaña—, debemos
darle la posibilidad de estar con su patria o contra su patria, que escoja en
este momento de definiciones, que cada cual diga si hay que pagar tributo al imperio
o hay que pagar tributo a la patria, y estoy hablando de patria en un sentido
muy amplio. No debemos excluir a nadie, darle a cada cual la posibilidad y que
cada cual se defina. Y los habrá, porque sabemos que hay sectores minoritarios
que son los que están más directamente vinculados al imperialismo, a los
sectores financieros del imperialismo, sabemos que los hay, y esos van a estar
con el imperialismo; pero van a ser una minoría, debieran ser una minoría. Y si
al lado del imperialismo se pone un mayor número de los que debieran ponerse,
empezamos a perder la batalla. Eso puede ocurrir, si no somos amplios; eso
puede ocurrir, si somos sectarios.
Nosotros también tenemos una larga
experiencia contra el sectarismo, la experiencia de nuestra propia Revolución.
Cuando la Revolución triunfa, nuestro Movimiento tenía la inmensa mayoría del
pueblo, ese apoyo que se ganó con la guerra, con el hecho de haber señalado un
camino, de haber visto una posibilidad revolucionaria. En condiciones en que no
había nada parecido a la crisis esta que hay hoy en América Latina, en
condiciones en que parecía que no había solución a la opresión reinante, un
pequeño grupo empezamos a prepararnos, a organizarnos, a luchar, partiendo de
una serie de principios y de premisas, que la vida y la historia demostraron
después. Tuvimos que apartarnos, incluso, de algunos criterios históricos, por
ejemplo, que la revolución solo podía tener lugar cuando había una gran crisis,
y la nuestra tuvo lugar cuando ni siquiera había una gran crisis, y fue
emprendida por un grupo de hombres que tenían que derrocar un gobierno
tiránico, sostenido por un ejército bien armado, y para ello no contaba ni con
un soldado profesional, ni con un centavo, ni con un fusil. Si algunos pensaban
que estábamos locos, yo creo que tenían razón para pensarlo; objetivamente
tenían razón, subjetivamente no la tenían y, sin embargo, emprendimos aquella
lucha, la llevamos a cabo y alcanzamos el éxito, todo aquello nos dio un apoyo
del pueblo casi total. Yo decía que nuestra organización era como el cauce de
un pequeño río, donde al triunfo entró un Amazonas de pueblo.
Nunca tuvimos tendencia hegemónica, y había
otras organizaciones más pequeñas, con menos fuerza. Nunca se nos ocurrió
decir: esta es nuestra victoria, es de nosotros solo y de esta no tocan ni un
pelo; sino que empezamos a llamar, a unir. No solo llamamos a unirse a los
comunistas, que ya habían estado luchando con nosotros en las montañas; a la
organización surgida de los estudiantes también, que había tenido, incluso,
ciertas rivalidades con nosotros. No solo a esas organizaciones, quiero que
sepan que nosotros llamamos a todo el mundo, menos a los batistianos; le dimos
posibilidad de integrarse a la Revolución a todo el mundo, y no nos jactábamos
del inmenso apoyo que tenía nuestra propia organización. Las encuestas daban
que la Revolución tenía un 96% de apoyo. Si decimos que nuestro Movimiento
abarcaba el 90% de la población, no estoy exagerando; pero nosotros no
mirábamos el número de gente que se nos sumaba con ello, sino un principio, y
decíamos: el principio es la unidad. Porque si tú no aprecias el principio de
la unidad, empiezas por rechazar a otros que quieren participar, por querer ser
hegemónico, y termina dividiéndose tu propia organización; entonces, nosotros
no mirábamos el valor cuantitativo del principio de la unidad, sino el valor
cualitativo. Si los demás tenían un 3%, pues venga ese 3% y lo apreciábamos
muchísimo; los otros un 2%, y lo apreciábamos muchísimo. Si había
organizaciones aquí, viejos partidos políticos que al menos estuvieron frente a
Batista, y en un tiempo los aceptábamos como opositores a la dictadura, les
dimos oportunidad a todos; había los que tenían 100 personas, 200 personas. Yo
les digo que la Revolución tomó tal fuerza, que los demás partidos no tenían
mucho más de 100 ó 200 personas que los siguieran militantemente.
Sumamos a todo el mundo; el que se excluyó
de la Revolución fue porque quiso excluirse, o porque creyó que esta no
sobreviviría, o porque creyó que estábamos locos todos nosotros, o porque creyó
que los yankis nos aplastaban y que era cuestión de 15 días, y que si el
bloqueo económico, si la cuota azucarera, si las amenazas iban a acabar con
nosotros. Y estamos aquí.
El principio de la unidad fue siempre un elemento
fundamental de nuestra política; el antisectarismo, porque tuvimos que luchar
contra sectarismos, en primer lugar, el de nosotros mismos: los que estaban en
las montañas, guerrilleros con mucho prestigio, la tendencia al sectarismo con
relación a los que estaban en el llano, porque habían estado haciendo otras
tareas, otro tipo de lucha, por cierto, no menos peligrosa; contra el
sectarismo de la organización nuestra con los demás. Después se generaron otros
sectarismos; el propio Partido Socialista Popular, es decir, el partido de los
comunistas, generó cierto sectarismo que se venía gestando de antes, a decir
verdad, no fue un sectarismo que surgió en ese momento, sino problemas que en
la clandestinidad ya se habían dado.
Nos ocurría lo siguiente: nuestra
organización tenía una militancia de cinco años, los más viejos, unos poquitos,
seis años. En realidad, entre el golpe de Estado del 10 de Marzo y el triunfo
de la Revolución, habrían transcurrido menos de siete años, y del primer
grupito o núcleo de tres o cuatro que empezamos las actividades al que se
sumaron después otros, yo creo que no habría más de cinco o diez los que
tuviéramos más de seis años de militancia continua cuando triunfó la
Revolución, así fuimos organizando el movimiento en los años de lucha; pero
cuando triunfa la Revolución, la inmensa mayoría era gente de dos años de
militancia, de un año de militancia, de un mes de militancia, y todo aquel mar
de pueblo heterogéneo que se sumó a nuestra lucha.
Porque aunque el Programa del Moncada era un
programa muy avanzado y bastante radical, al parecer había gente que creía que
eso era un cuento de camino más en este país, o un programa más, no tomaron en
serio nuestro primer programa revolucionario, y nosotros éramos revolucionarios
formados con ideas claras, muy claras; éramos marxista-leninistas desde antes
del 10 de Marzo, en que se produce el golpe de Estado de Batista, quiero que se
sepa eso, lo he dicho otras veces, lo éramos desde antes (APLAUSOS). No se
podía plantear todavía un programa socialista, habría sido irreal, y planteamos
un programa de liberación política y de amplia justicia social, lo que se debía
plantear en ese momento de modo realista. No dijimos ninguna mentira, ningún
cuento; creíamos que eso era lo que tenía que hacerse en toda una primera etapa
de la Revolución, y lo cumplimos.
Ya cuando se empezó a cumplir ese programa,
la confiscación de todos los bienes de todos los malversadores y medidas duras
contra las empresas transnacionales; cuando hicimos la reforma urbana, cuando
hicimos la reforma agraria y se empezaron a afectar una serie de intereses,
cuando mucha gente descubrió que aquel no iba a ser el gobierno de los ricos,
sino el gobierno del pueblo, y que por primera vez en los cuatro siglos y
tantos de existencia conocida de este país surgía un gobierno identificado con
el pueblo, entonces el pueblo se hizo más militante junto al gobierno. Pero una
serie de sectores que creían otras cosas, o que creían que podían manejar ese
gobierno, o que los yankis nos domesticaban rápidamente, empezaron a separarse
de la Revolución. En ese momento, nosotros teníamos que organizar la defensa,
la administración del Estado, las representaciones diplomáticas, muchas cosas y
algunas delicadas y complejas. Nuestros combatientes en el ejército estaban
donde debían permanecer, pero hacían determinadas actividades que exigían
personal políticamente probado. ¿Quién tenía militancia de 25, de 30 años? El
Partido Socialista Popular. Nuestro Movimiento aportó la mayor parte de los
cuadros al Estado, al Ejército casi todos, a la Seguridad del Estado y otros
organismos, aportamos la mayoría de los cuadros; pero muchas veces, cuando
necesitábamos un militante para determinadas funciones, en esos momentos de
confusión, de grandes campañas del imperialismo, llamábamos a un militante
comunista, porque era un militante de mucha más prolongada trayectoria y más
preparado políticamente, con 20, 25 ó 30 años de filiación. Eso, que fue una
cosa correcta, que fue una necesidad, también dio lugar a sectarismos por parte
del Partido Socialista Popular, que todavía era un partido independiente, antes
de que nos uniéramos todos en una sola organización.
Pasamos por todas esas experiencias, pero
las supimos atravesar; y cuando hubo sectarismo en nuestras filas, lo
combatimos; cuando hubo sectarismo en las filas de alguna organización aliada,
lo combatimos también con métodos correctos, e inmediatamente evitamos que el
cometido por viejos militantes comunistas generara un sectarismo anticomunista
o un sentimiento anticomunista. De manera que en cuestiones de la lucha contra
el hegemonismo, contra el sectarismo, y en la defensa intransigente del
principio de la unidad, tenemos una larga experiencia. Creo que eso ha sido un
factor decisivo para llegar hasta donde hemos llegado hoy, para que la
Revolución tenga la fuerza que tiene hoy, que haya podido resistir todas las
embestidas del imperialismo y esté más preparada que nunca para resistir
cualquier aventura que se intente llevar a cabo contra nosotros.
Incluso, si podemos tener un papel en esta
lucha junto a los demás pueblos latinoamericanos, es porque tenemos un país
sólido, un pueblo unido, una fuerza tremenda, una situación económica y social
buena; eso es lo que nos permite a nosotros hacer una contribución a esta lucha
de los hermanos países latinoamericanos. Pero no es casualidad, esto ha
obedecido a una estrategia, a una táctica, a una serie de principios que hemos
aplicado de manera consecuente. Y creo que los resultados que hemos tenido, los
éxitos de la Revolución en todos los campos, se han debido a que hemos seguido
consecuentemente todos esos principios, incluido el principio de la dirección
colectiva que hemos aplicado siempre —desde que yo me inicié en la lucha
revolucionaria, me inicié organizando un núcleo, y cuando triunfa la
Revolución, organizando un núcleo de dirección, integrado por las distintas
fuerzas—, de la responsabilidad colectiva, sin que eso signifique que cada uno
de nosotros no tenga responsabilidades y que cada uno de nosotros no tenga una
esfera donde toma decisiones; de la lucha contra el culto a la personalidad,
contra el endiosamiento de los hombres, así, lo digo francamente, contra el
caudillismo, contra todos esos males, que se ha llevado aquí de una manera
intransigente para crear una revolución sólida, basada en principios, para
crear una conciencia verdaderamente revolucionaria en el pueblo. Porque la
unidad de nuestro pueblo no se basa en la idolatría a un individuo o en el
culto servil a un individuo, se basa en una conciencia política sólida y
profunda. Y las relaciones de la dirección de nuestra Revolución con el pueblo
se basan en la conciencia, se basan en principios, se basan en la lealtad
probada durante más de 26 años, se basan, entre otras cosas, en el hecho de no haberle
dicho jamás una mentira al pueblo (APLAUSOS PROLONGADOS).
Hay una serie de principios que han regido
aquí, que son los que pueden explicar la fortaleza de la Revolución, por encima
del poder de nuestros adversarios y a pesar de todas las calumnias, entre
otros: la forma rigurosa en que aquí se han seguido, a lo largo de estos 26
años, los principios surgidos y consagrados ya en la guerra de nunca asesinar a
un prisionero, de nunca maltratar físicamente a un prisionero. iY miren que han
calumniado a esta Revolución! Hablen con cualquiera de los 10 millones de
ciudadanos de este país, y se podrán percatar de que en este país lo que
garantiza los derechos humanos no es una palabrería hueca ni es un artículo de
la Constitución, es una conciencia de todos los revolucionarios y una
conciencia de todo el pueblo, un pueblo que sabe lo que se debe o no se debe
hacer, que sabe respetar sus valores. Aquí no se le ha puesto jamás la mano
encima a un prisionero, iy miren que a este país lo han calumniado! Pueden ustedes
preguntarle a cualquiera de los 10 millones de ciudadanos de este país, porque
los ciudadanos de este país no admitirían eso. No se trata de que nosotros
actuemos de una forma determinada por simple respeto a la ley, no, porque hay
una conciencia que no admite el robo, ni el engaño, ni el crimen, ni el abuso
de autoridad, ni lo tolera. De modo que la fuerza de nuestra Revolución, eso
que parece un milagro, no es un milagro, es resultado de toda una política de
principios, seguida consecuentemente durante 26 años y medio que tiene de vida
la Revolución.
Hablo de todo esto, y ustedes me excusan,
porque hay unos cuantos puntos asociados aquí en que es delicado tocar un
ángulo sin tocar los demás ángulos. Creo que sería verdaderamente peligroso que
el enemigo pudiera lanzar la campaña de que con esta lucha nosotros estamos
promoviendo la subversión en América Latina, o que estamos promoviendo la
revolución social en América Latina. Por eso tenemos que ser muy claros en eso,
y no podemos dejar que confundan a los pueblos latinoamericanos, que confundan
a los partidos ni que confundan a nadie en América Latina. No estamos
promoviendo eso, ni nos consideramos con derecho a promoverlo.
Por eso, incluso, en todas las entrevistas
nosotros somos muy cuidadosos en plantear la cuestión de una acción común en
cosas que nos atañen a todos y no plantear medidas de tipo interno, porque las
medidas de tipo interno le corresponde a cada país aplicarlas, porque esa debe
ser decisión soberana de cada pueblo, de cada país. Si nosotros empezamos ahora
a inmiscuirnos en lo que hay que hacer allí, si hay que nacionalizar algo o no,
las medidas internas o no que hay que tomar, ya estaríamos interviniendo de
cierta forma en asuntos que son típicamente de la esfera interna de cada país.
Y creo que hay algo que debemos respetar mucho, que es el principio de la
soberanía nacional, porque el que no respeta la soberanía de cada país, y el
que quiere meterse todos los días incluso en la casa de cada ciudadano de este
hemisferio, es el imperialismo, ¡es el imperialismo! (APLAUSOS.)
Al contrario, nos conviene levantar el
principio de la soberanía, que no está reñido con la lucha por la integración
económica. No se habla de integración política, porque esa será una meta más
distante como aspiración futura; creo que sí ha llegado la hora de empezar a
hablar de integración económica, respetando la soberanía de cada país.
Es por eso que yo, a lo largo del
tratamiento de este problema, he tratado de evitar, a toda costa, hacer
siquiera sugerencias de lo que haya que hacer dentro de un país, porque eso le
corresponde al pueblo de cada país, qué medidas se deben tomar en cada uno de
ellos, no nos corresponde estar diciéndolo, aconsejándolo o sugiriéndolo desde
afuera. Nosotros planteamos el principio de la unidad dentro, de la unidad
afuera, de la acción común, todas esas cosas, pero tratamos de no abordar esos
problemas.
Tú me hiciste una pregunta, yo he tenido que
darte algunas respuestas. Si estuviéramos en una reunión académica, pudiera
hablar mucho más de todo esto, de cómo pienso; ahora no creo que sería ni
siquiera útil decir cómo pienso, además, tampoco hace falta, porque yo creo que
se conoce cómo pensamos todos nosotros, que somos socialistas, que somos
revolucionarios, que tenemos una fe absoluta en nuestro sistema. Porque, en
nosotros, la fe en el socialismo no se ha debilitado con el transcurso del
tiempo, se ha fortalecido, porque la vida nos ha enseñado todo lo que puede
hacerse y que se puede hacer mucho más, incluso, de lo que cualquiera de
nosotros, cuando empezamos la Revolución, soñábamos que podíamos hacer. Como
les he dicho en algunas ocasiones, en nuestro caso, realmente la experiencia,
los hechos y las realidades han estado por encima de nuestros sueños. Nosotros
no somos ningún tipo de revolucionario decepcionado, ni revolucionario en
retroceso; creo que somos mucho más revolucionarios que cuando empezamos, y que
somos, en el año 1985, mucho más revolucionarios y más firmes ideológica y
políticamente de lo que éramos en el año 1959, no hemos retrocedido ni un solo
paso, ni un solo minuto (APLAUSOS).
Académicamente se puede discutir sobre todos
estos problemas, pero no estamos para discusiones académicas, sinceramente, mi
opinión; creo que estamos enfrascados en una gran lucha, y debemos ser sabios
en la forma en que se enfoca y se lleva adelante esa lucha.
Aquí hemos hablado de liberación nacional,
hemos hablado de liquidar esta deuda, de luchar por el Nuevo Orden Económico
Internacional, de luchar por la integración, y creo que los mejores abanderados
de esas banderas, sin discusión, son los trabajadores. Si un día hay
integración económica en este hemisferio, es porque los trabajadores toman esas
banderas en sus manos, y creo que las manos más firmes para enarbolar estas
banderas son las manos de los trabajadores aunque no ostenten ahora el poder,
porque la realidad es que los trabajadores no tienen en sus manos el gobierno
en América Latina y el Caribe, son realidades y debemos partir de realidades.
Yo no planteo: hay que conquistar el
gobierno primero, no. Creo que no se puede esperar por las revoluciones para
librar estas batallas. Si pensáramos que la revolución debe venir primero y lo
planteáramos así, además, y lo creyéramos —realmente no lo creo, porque no
sería realista ese planteamiento en las actuales condiciones—, entonces tal vez
nosotros estuviéramos alejando la hora de las revoluciones. Es difícil hablar
de revoluciones sociales cuando no tenemos siquiera todavía independencia.
¿Y qué ocurre? Cuba, el paisito chiquito, la
isla alargada en forma de caimán, hace su Revolución, y después viene el
tiburón, el tigre feroz, el elefante a querer aplastarla y Cuba se queda solita
aquí, como nos quedamos, realmente, desde el punto de vista de la solidaridad
de los gobiernos latinoamericanos, no de los pueblos. Aquí se habló con mucha
razón y mucha justeza de obreros que murieron, estudiantes que murieron en
manifestaciones y lucha de solidaridad con Cuba, la del pueblo; pero nos
quedamos solitos aquí. Ningún gobierno nos apoyó y todos rompieron relaciones,
a excepción de México. ¿Y qué ha significado eso, cuánto esfuerzo para llevar a
cabo lo que ha hecho nuestro pueblo? Una proeza, sí, lo digo; no una proeza
nuestra, una proeza de nuestro pueblo, que logró mantener la bandera de la Revolución,
resistir con sus fuerzas, la mantuvo, la mantiene y la mantendrá (APLAUSOS).
Pero nos cobraron el precio derivado de la
independencia y el precio de la independencia, porque entonces nos quitaron la
cuota azucarera, nos quitaron los mercados, nos quitaron todo, prohibieron que
se trajera una sola pieza norteamericana a Cuba para equipos que eran casi
todos norteamericanos. En materia de bloqueos, somos expertos; y somos expertos
en medidas antibloqueo, porque también los trabajadores fueron capaces de
mantener todas las máquinas funcionando, centrales azucareros, fábricas, los
transportes, sin una sola pieza de Estados Unidos; los obreros, en un tornito,
con un pedazo de metal fabricaban la pieza tal y más cual, y este país se
mantuvo, ¡ni nosotros mismos sabemos todavía cómo se mantuvo este país! Pero no
olvidamos aquellos días cuando no teníamos nada, ninguna pieza, nada.
Claro, influyó mucho en nosotros y en
nuestro espíritu internacionalista, no solo en la conciencia, sino también en
las posibilidades de salir victoriosos, haber recibido la solidaridad de los
países socialistas, de la cual estuvimos, estamos y estaremos siempre
agradecidos (APLAUSOS).
Tanto que nos han criticado, como les he
dicho yo a algunos periodistas que dicen: no, porque dependen de la Unión
Soviética y de los países socialistas. Digo: óigame, qué suerte en aquellas
dramáticas circunstancias haber tenido alguien de quien depender (RISAS), para
poder tener, por lo menos, un mercado para nuestro azúcar, petróleo, medicamentos
para nuestro pueblo, alimentos para nuestro pueblo, que no podíamos conseguirlo
en ningún otro lugar. iQué suerte!, les hemos dicho. Porque no tienen otra cosa
que decir, no hablan del criminal bloqueo yanki, de las agresiones; serán
siempre incapaces de reconocer el nivel de dignidad y de independencia de este
país, nunca lo podrán comprender, porque un país es independiente cuando es
capaz de defenderse a sí mismo y de respetarse a sí mismo. Esa es la base de la
independencia, no lo podrán comprender jamás (APLAUSOS).
Le decía ayer a un grupo de compañeros
delegados, durante un receso, que somos el país más independiente del mundo, no
existe otro igual, porque somos el país del mundo que menos depende del
imperialismo yanki, el que menos depende de Estados Unidos. Todos tienen allí
algún mercado, compran algo; nosotros no podemos vender allí nada, ni un gramo
de azúcar, y no podemos comprar ni medicamentos en ese país, ni una aspirina
podemos comprar en Estados Unidos. Y nosotros decimos: iGracias, cómo nos han
enseñado, cuánto le agradecemos lo independientes que somos hoy! (APLAUSOS.)
Nosotros queríamos ser independientes, pero
nunca nos habíamos imaginado lo independientes que íbamos a ser, porque nos
obligaron a serlo en un grado muy alto, y hemos descubierto que la real
independencia es no depender en lo más mínimo de ese poderoso país, poderoso y
abusador país, poderoso y explotador país, poderoso y agresivo país.
Y digo que los trabajadores son los
abanderados de más confianza y más firmes de estas tres banderas, y serán los
que las puedan llevar más lejos aun. Esto no quiere decir que deban tratar de
llevarlas solos, ni desconocer las realidades. Digo simplemente que sean
abanderados firmes e intransigentes de estas banderas, y que busquen que en
esta lucha estén todos unidos, que los apoyen todos, o como decía aquí esa
frase feliz, tomada del libro de los mayas por el compañero guatemalteco, que
tan brillantemente habló ayer: "que todos se levanten, que se llame a
todos, que no haya ni uno, ni dos entre nosotros que se queden atrás". Es
decir, nosotros no debemos expulsar a nadie de las filas de esta lucha, porque
necesitamos hasta el último átomo de energía, del último hombre que pueda y
quiera estar junto a nosotros, si queremos ganar esta batalla (APLAUSOS).
Perdónenme las largas respuestas, voy a
tratar de ser más breve (RISAS).
PRESIDENTE.- El compañero Mario Villegas, de
Venezuela.
MARIO VILLEGAS (CUT-Venezuela).- Quería
preguntarle al Comandante Fidel Castro lo siguiente. He visto y seguido con
mucho detenimiento todas las opiniones que usted ha venido formulando a lo
largo de los últimos meses en relación con este problema de la deuda externa, y
particularmente me ha llamado mucho la atención cómo usted ha señalado las
bondades del intercambio económico que sostiene Cuba con los países del campo
socialista, particularmente con la Unión Soviética, y las bondades de las
condiciones en que ha obtenido financiamiento la República Socialista de Cuba
en el campo socialista europeo.
Concretamente le quería preguntar si, en su
opinión, es posible trasladar algunas de estas condiciones beneficiosas para
los países de América Latina, mediante el establecimiento de algún mecanismo de
financiamiento del campo socialista o de los países socialistas hacia las
naciones latinoamericanas y, en general, dentro de esta batalla de los países
latinoamericanos contra la deuda externa y por su liberación nacional, qué
papel jugarían las naciones del campo socialista.
FIDEL CASTRO.- Bien, aquí algunos compañeros
esta mañana me preguntaban algunas ideas del Nuevo Orden Económico, y trataba
de explicarles que el Nuevo Orden constituye un conjunto de demandas de los
países del Tercer Mundo, y que la declaración en Naciones Unidas y la adopción
de un programa de acción para el establecimiento de un nuevo orden, se basa en
ideas generales, que son importantes y que hay que seguir desarrollando; entre
ellas están la cuestión del intercambio desigual, el proteccionismo y el
dumping, problemas que mucho nos afectan.
Aquí ayer un representante —no sé si fue de
Guyana o de otro país del Caribe, hablando inglés, lo recuerdo bien— mencionaba
algunos datos que yo presenté allá en la Conferencia de los No Alineados, de
Nueva Delhi, sobre qué era el fenómeno este del intercambio desigual y qué
significaba; para que la población lo entienda hay que darle ejemplos
sencillos.
El mencionó la comparación entre azúcar y
algunos productos de importación; creo que aquí hay dos o tres ejemplos que son
muy expresivos. Por ejemplo, con el café, un producto importante de un gran
número de países latinoamericanos, de Centroamérica, de Suramérica, Colombia,
Brasil y otros, un rubro de exportación importante aquí se puede apreciar cómo
en 1960 con una tonelada de café se podían comprar 37,3 toneladas de
fertilizantes, un insumo importante para la agricultura; sin embargo, en 1982,
y no era tan grave como es en 1985 —esto es en 1982, porque estos datos yo los
presenté en el año 1983—, solo se podían comprar 15,8 toneladas, es decir,
menos de la mitad con la misma cantidad de café que en el año 1960.
Estaba otro producto de muchos países del
Tercer Mundo, por ejemplo, el yute —él mencionó también ese ejemplo, yo quiero
reiterarlo—; en 1959, con seis toneladas de yute se compraba un camión de siete
a ocho toneladas, un camión de peso mediano, ¡con seis toneladas de yute! A
fines de 1982, se necesitaban 26 toneladas de yute para comprar el mismo
camión.
Otro ejemplo que él también citó, creo que
lo citó, que me parece que es muy descriptivo, pues ya hemos hablado de
fertilizante, un insumo de importación de muchos países del Tercer Mundo;
después de un camión, se puede hablar de un tractor, de un equipo industrial,
de montones de cosas, es igual. Vamos al componente de un equipo médico que
tenemos que importar. En 1959, con una tonelada de alambrón de cobre, se podían
comprar 39 tubos de rayos X; a fines de 1982, solo se podían comprar, con la
misma cantidad de cobre, tres tubos de rayos X. Usted puede hacer la misma
comparación con un equipo dental, con los de un salón de cirugía, con cualquier
tipo de equipo médico, con cualquier cosa de lo que ellos producen y nos
exportan, porque nosotros no los producimos, desgraciadamente, porque no nos
hemos desarrollado suficientemente, ni ellos quieren que nos desarrollemos para
poder producirlos, y cuando trasmiten una tecnología es simplemente por interés
de las transnacionales de ganar dinero, no hay ningún interés en otra cosa. A
lo mejor necesitamos fabricar equipos médicos, y nos ponen a fabricar
automóviles y nos hipotecan con necesidades de gomas, piezas de repuesto,
gasolina, sembrar caña para darles alimento —como decía aquí uno de los
delegados— a los automóviles, cuando los muchachos están muriéndose de hambre,
porque la industria de su país, organizada y desarrollada por las
transnacionales, se basa en la producción de automóviles. Deforman el
desarrollo de los países, a lo mejor teníamos que producir primero otras cosas
más inmediatas, más urgentes, como equipos médicos. Pero no, ellos determinaron
qué desarrollo teníamos que llevar a cabo. El intercambio desigual y este tipo
de fenómenos se vienen desarrollando.
Con relación al azúcar, les voy a poner otro
ejemplo. En el año 1960, para comprar un buldócer de 180 toneladas, teníamos
que emplear 200 toneladas de azúcar; hoy, para comprar ese mismo buldócer en
Japón, tenemos que exportar 1 300 toneladas de azúcar. Quiere decir esto que
los japoneses venden su buldócer cada vez más caro, lo producen con buenos
salarios, ganancias de las empresas, publicidad, todo, y compran seis veces más
azúcar con el mismo buldócer. Nosotros podemos producir seis veces más azúcar y
compramos las mismas cosas que antes con la sexta parte. Eso es el intercambio
desigual; ese intercambio entre materias primas, productos básicos agrícolas y
otros productos que no pueden producir ellos, porque cuando los pueden producir
allá, nos revientan, lo subsidian y nos revientan.
Como desgraciadamente, y también por culpa
de las ambiciones de Napoleón, o no, de las guerras de Napoleón contra los
ingleses y del bloqueo a Francia, a la Europa napoleónica, desarrollaron el
azúcar de remolacha, entonces producen azúcar de remolacha allá en Europa y en
Estados Unidos, la subsidian y nos arruinan; como cuando inventan un producto
sintético, caucho sintético. Lo único que no han inventado es el chicle
sintético, y el día que lo inventen liquidan el mercado de chicle. Fibras
sintéticas, productos de todas clases sintéticos. La vainilla es sintética, a
mí que me gustaba el sabor de vainilla, no sabía que era sintética, que lo que
estaba tomando era un producto químico, y así todas estas cosas. Con todas
estas medidas nos destruyen, nos arruinan, nos aniquilan, nos esclavizan cada
vez más.
Yo creo que en cada país hay que buscar
todos estos ejemplos concretos de cuánto costaba antes lo que importaban y
cuánto cuesta ahora. A veces hay una subida coyuntural de precios de algunos de
nuestros productos, pero vuelven hacia abajo, y la tendencia histórica es esa
que explicábamos. Eso es el intercambio desigual. Una de las cosas que se
plantea es la lucha contra el intercambio desigual, contra el proteccionismo y
el dumping, que nos están liquidando.
El colombiano habló de las minas de carbón
de su país, se dice que están invirtiendo 1 500 millones de dólares entre el
gobierno y una empresa. Su mercado principal eran ochenta y tantas plantas
eléctricas de Estados Unidos, a las cuales les convenía comprar el carbón en
Colombia más que allí en Estados Unidos, entonces ya surgieron los criterios
proteccionistas, y están proponiendo, como el precio del carbón bajó a 39
dólares, 12 dólares de impuesto al carbón colombiano para que aquellas ochenta
y tantas plantas eléctricas, termoeléctricas que iban a comprar ese carbón lo
compren en Estados Unidos. Ellos hacen un plan de desarrollo del producto sobre
un supuesto mercado, invierten más de 1 000 millones, y después se quedan sin
mercado de la noche a la mañana.
Son medidas abusivas, egoístas, horrorosas
que se aplican contra nuestros países, contra el desarrollo de nuestros países.
Entonces, lo que se plantea es que eso no lo puedan hacer; y lo que se plantea
en la Carta de Derechos y Deberes de los Estados, lo que se plantea en las
cuestiones del Nuevo Orden Económico, es que no pueden hacer eso.
Ahora están arruinando a los argentinos, no
pueden vender su carne; ni los uruguayos, ni los brasileños, ni los
costarricenses, ni los colombianos, un producto importante de exportación,
porque Europa tiene 600 000 toneladas de carne congelada almacenada. Las
subsidia pagándola a 2 500 dólares, las exporta a 800 y baja el precio de la
carne de este modo en el mercado mundial a 1 200. De eso viven países del
Tercer Mundo. Es uno de los renglones importantes de muchos países. Se quedan
sin mercados, y en los mercados que quedan, tienen que vender baratísima la
carne.
Esas medidas las aplican despiadadamente
contra nuestros países, ese dumping con productos subsidiados, lo hacen con el
azúcar, lo hacen con el trigo —en Estados Unidos subsidian esos productos—, lo
hacen con los tejidos, lo hacen con todo, hasta con la carne; no lo hacen con
aquellos productos que no pueden producir allí porque el clima no se lo
permite, hasta que los hacen sintéticos. Y cuando no hacen eso, hacen otras
cosas, que lo saben bien los bolivianos. Cada vez que les da la gana de bajarle
el precio al estaño, sacan la reserva de Estados Unidos y la empiezan a vender;
si quieren bajar el precio de la plata, sacan la reserva y la empiezan a
vender; si quieren bajar el precio del cobre, lo bajan, no solo porque producen
la fibra óptica que sustituye en las comunicaciones los cables de cobre, sino
también porque sacan la reserva que tienen. Cuando deciden que tienen mucha, la
venden y deprimen los precios. Después la adquieren a bajos precios. Y así
hacen con todos los productos, así lo hacen con el aluminio, con todo lo hacen.
Son medidas insoportables, abusivas, intolerables.
Y una de las demandas que hacemos es el cese
de tales descarados abusos, y todos los países del Tercer Mundo pueden plantear
y alcanzar, incluso mientras exista ese sistema oprobioso de explotación, si
nos unimos, si empleamos nuestra fuerza, pues podemos poner algún límite a
tales métodos, como hacen los obreros de un sindicato cuando se cansan, cuando
no soportan prácticas demasiado abusivas, cuando quieren una mejora; y eso es
lo que estamos haciendo. Yo diría que son demandas sindicales del Tercer Mundo:
no hagan estas cosas oprobiosas, señores, porque están acabando con nuestros
países y no estamos dispuestos a seguirlo tolerando. Si además de eso, nos
prestan un dinero barato, con unos intereses determinados, y después nos cobran
un dinero caro con unos intereses por las nubes; si además nos hipotecan en
América Latina en 360 000 millones de dólares, y quieren que les paguemos 400
000 millones de dólares en 10 años, solo de intereses y de utilidades, cómo se
lo vamos a pagar, con qué se lo vamos a pagar si establecen, por ejemplo,
medidas proteccionistas contra México de todo tipo, contra los textiles y
productos mexicanos, contra el calzado. Medidas proteccionistas arancelarias y
no arancelarias, no podemos vender ni lo que producimos a esos precios
miserables, y luego que no podemos ni venderlo, quieren que les paguemos esas
cantidades colosales. ¿No es cosa de locos? ¿No están tan locos los que crean
que eso es posible pagarlo, como los que crean que eso es posible cobrarlo?
Entonces, no estamos partiendo de fantasías; estamos partiendo de realidades.
Estas cosas, compañeros, a pesar de que yo
había hecho la promesa de no ser muy extenso, todas estas demandas es lo que
constituye eso que se ha dado en llamar el Nuevo Orden Económico Internacional,
cuyos principios hay que seguir precisando y desarrollando.
Yo planteaba hoy por el mediodía que una de
las ideas ha de ser la solidaridad, porque hay países que han sido tan
explotados, se han quedado tan atrasados y son tan pobres, que ni con Nuevo
Orden, ni cancelando la deuda resuelven sus problemas. Hay algunos que deben
150 ó 200 millones. Hay algunos tan pobres que ni les prestaron. A muchos
países de Africa ni les prestaron. Hay decenas de países que no se pueden
desarrollar si no se aplica el principio de la solidaridad internacional, y es
lo que nosotros planteamos como uno de los principios del Nuevo Orden: el deber
de ayudar a los países más pobres, más atrasados. Deber de todos, pero sobre
todo, de los países que tienen más recursos, de los países que los explotaron,
de los responsables del subdesarrollo, de los responsables del colonialismo y
del neocolonialismo, el de ofrecer realmente una contribución. Es una
obligación moral que tienen y tenemos que exigírsela. Otros podemos ayudar.
Creo que los países socialistas pueden ayudar y deben ayudar por solidaridad. Y
creo que las antiguas potencias coloniales que se financiaron con nuestro sudor
y nuestra sangre, con nuestro oro, con nuestra plata, con la vida de decenas de
millones de esclavos, o de indios y mestizos que murieron en las minas y las
plantaciones, tienen el deber moral de contribuir al desarrollo de los países
del Tercer Mundo.
Ese es uno de los principios que nosotros
tenemos que defender como principio elemental del llamado Nuevo Orden Económico
Internacional.
Con relación a Cuba y su intercambio con los
países socialistas, lo que nosotros hemos conseguido con los países socialistas
realmente es el Nuevo Orden. Todo esto que estamos planteando lo hemos
conseguido, entonces, no pasa esta cosa horripilante del deterioro constante
del intercambio, sino que existe un precio justo, satisfactorio para que
nuestro país pueda desarrollarse y no vivir a base de salarios de hambre en el
azúcar, en el café, en el yute, en el cobre, en todos esos productos. Y si los
productos que nos exportan a nosotros suben de precio, nuestros productos suben
de precio también, existe un índice establecido. Esto que viene sube, y esto
que se exporta sube. Nunca se puede dar esto de que usted necesite 40 toneladas
para comprar cualquier cosa, y después necesite 200. No se da, y el poder
adquisitivo de nuestro producto se preserva, en virtud de los acuerdos que
tenemos.
Los créditos son a largo plazo, los
intereses son bajos y las deudas se renegocian automáticamente a 10 años, 15
años, 20 años sin intereses. Entonces nosotros podríamos decir: señores, que se
apliquen en el mundo y a todos los países industrializados estos principios que
se aplican a las relaciones de Cuba con los países de la comunidad socialista.
Lo que queremos es universalizar lo que nosotros hemos obtenido. Afortunadamente
la mayor parte del comercio es con esos países, un 15% con los otros. Nos
revientan, ahí en ese 15% es donde nos revientan, cuando nos pagan el azúcar a
tres centavos, y nos pagan si tenemos mercado y si podemos venderlo, porque los
yankis andan persiguiendo nuestra mercancía por todo el mundo con todo tipo de
medidas y presiones a los compradores para que no podamos venderlas.
Claro, lo pueden hacer cuando se trata de un
país. Por eso yo digo: el día que tuvieran que bloquear 20 o a todo el Tercer
Mundo, se autobloquean ellos mismos. Estados Unidos y el mundo capitalista
industrializado no pueden permitirse el lujo de autobloquearse, sobre todo si
hay unidad en las acciones del Tercer Mundo; ellos no pueden vivir sin nuestras
materias primas, sin nuestros productos, no pueden. Sería, además, la gente más
desgraciada del mundo, porque se han acostumbrado a comer chocolate barato,
café barato, todo barato, abundante, y vendiendo todo lo que ellos producen
cada vez más caro. Ellos pueden tener otros niveles de vida, otros salarios,
todo. Pero nosotros, ¿qué tenemos? Ni un techo donde cobijarse la gente,
descalza la gente, sin educación, sin retiro, sin seguridad social, sin nada.
Somos esclavos y estamos peor que los esclavos. A los esclavos los cuidaban. El
dueño se preocupaba porque no se murieran, pero, ¿quién se preocupa porque se
muera un obrero en América Latina, con más de 100 millones de desempleados y
subempleados? ¿Quién se preocupa porque se muera un campesino en América
Latina? Se alegrarían de que se muriera, incluso, porque tratan de que no
nazca, ¡tratan de que no nazca! ¿Qué puede importarles que se muera, si Estados
Unidos gasta decenas de millones de dólares cada año en propagar la
esterilización en el Tercer Mundo?
Ahí tenemos un dato que yo leí hace unos
días en un cable procedente de Brasil, una investigación que hizo la
Universidad Campiña, de Sao Paulo, y dice tales datos que yo quisiera
comprobarlos, porque dice que en 10 años la fecundidad de la población femenina
brasileña ha disminuido un 26%, es decir, la fecundidad en su conjunto, a pesar
del crecimiento de la población; pero entre las mujeres entre 15 y 44 años la
esterilización alcanzó un 38%. Y yo quisiera, y les pido, por favor, a de Sao
Paulo aquí presentes, que investiguen ese dato, y manden un telegrama y me
digan: "Es verdad", porque casi no quiero creerlo. Explican también
que más de la mitad de esas esterilizaciones se produjeron después del año
1980, y que Estados Unidos, entre 1978 y 1984, ha suministrado 20 millones de
dólares para estos programas de esterilización en Brasil.
¿Pueden preocuparse, realmente, de que
sobrevivan los campesinos, los obreros y los niños? Si no quieren que nazcan.
Porque están asustados, porque ven la incidencia política del problema y las posibilidades
potenciales de explosiones, y no quieren por ello que nazcan más niños. Cómo
les puede importar que se mueran de hambre los que han nacido, y se mueran en
número tan alto, como aquí ha referido hoy un representante peruano, al
informar que la mortalidad infantil está en 120 por cada 1 000 nacidos vivos.
El dijo el 12%, que es el equivalente a 120 niños por cada 1 000, señores. Y la
mortalidad infantil crece, no decrece; durante un período de tiempo fue
decreciendo, ahora está en aumento. Si ustedes ven las estadísticas de la
Oficina Panamericana de la Salud, se encuentran otros datos muy
"oficiales" y referidos a años anteriores.
Yo decía: ¿bloquear? Pueden bloquear a un
país como Cuba y perseguirlo. El día que tuvieran que perseguir 20 ó más países
se vuelven locos, terminan mordiéndose la cola como un perro rabioso
(APLAUSOS), porque no se puede bloquear 20 países, 50 países, 100 países; uno
solo y le da grandes dolores de cabeza. Llevan 26 años en esa ingloriosa tarea.
¿Para qué? Ah, querían demostrar que la Revolución era muy mala, porque no
avanzaba el país. Y yo de vez en cuando les hago algunas pregunticas: bueno,
compárenme con los modelos que ustedes dejaron por ahí. No hay comparación
posible. A mí me da pena hacer las comparaciones con otros países de América
Latina y el Caribe, lo digo con dolor, cuando veo el índice de mortalidad
infantil, de analfabetismo, de maestros por alumnos, médicos por personas,
niveles de desempleo, prostitución, mendicidad, juego, drogas, en todos los
sentidos. Y cuando le pregunto, sobre todo a alguno de ellos: dígame si usted
conoce aquí a un solo funcionario que se haya enriquecido, alguien que se haya
hecho millonario con el dinero robado al pueblo. Le digo: ¿Hay alguna otra
situación similar en el resto de la América Latina? Y con 10 preguntas, con
menos de 10 preguntas, con cinco, se desestabilizan ya, porque ocurre —como les
he dicho muchas veces— que tienen creencias, no ideas; creen una cosa y ya
creen que es verdad. Y les digo: ustedes tienen creencias, no tienen ideas;
además, creen que todas las verdades son evidentes, porque en la Declaración de
Independencia de Estados Unidos, dijeron una vez que existían algunas verdades
evidentes que ustedes, por cierto, no cumplieron nunca. Creen que cosas que inventan
y se les ocurren cualquier día, son verdades evidentes. Con unas cuantas
preguntas, se lo digo, se desestabilizan. No tienen consistencia ideológica
para discutir con un revolucionario, cuando se parte de una posición de
principios y se ha sido consecuente con esos principios, se lo advierto.
Entonces, exigimos, demandamos, reclamamos
—como quieran llamarle ustedes—, que se dé el mismo trato a los demás países,
que este de que hemos hablado, con relación a este Nuevo Orden que nosotros
hemos obtenido con la comunidad socialista desarrollada. Sin ese Nuevo Orden,
con los cambios sociales solo, no habríamos podido hacer lo que hemos hecho;
aunque sí, habríamos distribuido mejor nuestras riquezas, sería de todas formas
mejor nuestra sociedad. Hay por ahí algunos que dicen que no quieren compartir
la miseria, repartir la miseria, y no hace muchos meses he oído a un ilustre
político occidental afirmar eso, y también a otros aventajados políticos
burgueses, decir cuando hablan del socialismo: no queremos compartir la
miseria. Claro, tienen toda la razón, en sus países la miseria no está
compartida, sino es sufrida por una parte importante de la población, y los
otros de la minoría superprivilegiada tienen todo, no comparten para nada la
miseria. Y yo digo que es mucho más justo compartir la miseria, que echarle el
peso de la miseria a la inmensa mayoría de la población en beneficio de una
minoría a la que todo le sobra (APLAUSOS).
En realidad, el cambio social solo no
resuelve, hace falta el desarrollo.
¿Por qué podemos nosotros tener los niveles
de desarrollo social que tenemos? Doscientos cincuenta y seis mil maestros y
profesores tiene nuestro país, y en vez de tener desempleados tenemos una
reserva de 10 000 maestros. ¿Qué hacemos? Ponemos a trabajar a los 10 000
maestros y ponemos a estudiar a los otros con su sueldo completo. Y en el
futuro tendremos unos 40 000 ó 50 000 maestros de reserva, para poder
ofrecerles cada siete años un año libre con sueldo a cada maestro o profesor
para que estudie. Ya graduamos los primeros maestros con el título de
Licenciado en Enseñanza Primaria, idos mil setecientos!, y llevamos un ritmo
tremendo en esa dirección. En nuestras facultades de Medicina, que hay ya una
por provincia, entran cada año 5 500 jóvenes seleccionados por su expediente y
por su vocación.
Este año graduamos ya 2 436 médicos. Desde
1988 estaremos graduando 3 000 por año; desde el año 1991, 3 500. iGraduaremos
por año más médicos que los que nos dejó el imperialismo aquí, donde teníamos 6
000 y se llevó 3 000! Pero ahora les decimos: aquí está la respuesta: vamos a
graduar 50 000 médicos en los próximos 15 años, vamos a tener 65 000 médicos en
el año 2000, y de ellos 10 000 estarán prestando —es el cálculo que tenemos—
colaboración en países del Tercer Mundo (APLAUSOS).
Aparte de los círculos infantiles y el
sistema escolar, contamos con cientos de instalaciones para niños: palacios de
pioneros, centros vacacionales, centros de pioneros exploradores; todos los niños
del país están espléndidamente atendidos, no hay un niño sin escuela, no hay un
niño descalzo, no hay un niño abandonado, no hay un niño sin alimentos, no hay
un niño sin atención médica, no hay familia sin recursos, hay un espíritu de
solidaridad muy grande. Pero eso no se hace solo con buena voluntad, se
requiere desarrollo, se requieren recursos.
Si nosotros tuviéramos las condiciones que
existen hoy en el mercado mundial, este famoso mercado impuesto por el
imperialismo, yo les digo que los siete y medio millones de toneladas de azúcar
que exportamos no alcanzarían para pagar el 25% del petróleo que consumimos, y
que equivale a 11 millones de toneladas. Nosotros consumimos casi tanto
petróleo como el que produce Ecuador, porque aquí no tenemos grandes ríos,
energía hidráulica, minas de carbón o grandes yacimientos de hidrocarburos en
explotación. Ahora, ¿cómo estaríamos nosotros? Estaríamos aquí, tal vez sin
estas luces y tal vez en un parque; a lo mejor estaríamos reunidos
iluminándonos con velas, pero no habríamos alcanzado los avances sociales que
hemos alcanzado.
Sería una presunción, una vanidad de los
revolucionarios cubanos decir: todo esto lo hemos logrado porque somos
excelentes revolucionarios, o excelentes administradores. Hemos logrado esto
porque hemos hecho la Revolución; no somos ni excelentes administradores ni
presumimos de excelentes revolucionarios, pero hacemos el máximo posible y
hemos creado las condiciones para disponer de los recursos necesarios para la
obra de desarrollo económico y social que estamos realizando en nuestro país.
Claro, ¿qué se puede esperar de la situación
de República Dominicana y de muchos países latinoamericanos con esos precios? Y
yo hablo de siete millones y medio de toneladas de exportación de azúcar, si hubiera
mercado para ese azúcar.
Nosotros tenemos los mercados asegurados y
determinadas condiciones. ¿Por qué todos los países del Tercer Mundo, luchando
unidos, no podrían ser capaces de imponer ese Nuevo Orden Económico? Porque hay
una cosa que sí podemos imponer: la cancelación de esta deuda. Y digo
cancelación. Hoy por la tarde me quedé meditando un rato los problemas que
tenemos con esta palabra de cancelación, y busqué el diccionario. Digo: deja
ver qué quiere decir cancelar; porque yo me acuerdo que la usé por primera vez
en el año 1979 en Naciones Unidas, después de la Sexta Cumbre de los No
Alineados, y ahora me explico la confusión. La culpa la tiene el diccionario, a
decir verdad (RISAS), porque define así el término: Cancelar: anular un documento
—eso es lo que queremos nosotros con todos estos documentos de la deuda—;
saldar, extinguir una deuda —eso es lo que no queremos ninguno de nosotros—;
anular el compromiso —eso sí queremos nosotros, anular ese compromiso con el
cual no estamos obligados, eso está explicado. Ahora, busco un diccionario de
sinónimos, a ver qué palabra existe para resolver este problema terminológico,
y dice: Cancelar: sinónimos: liquidar —depende en qué sentido queremos liquidar
la deuda—; cumplir —no queremos—; derogar —sí queremos—; anular —sí queremos—;
abolir —sí queremos—; enjugar —quitarnos las lágrimas de la deuda sí queremos—;
archivar —sí queremos—; borrar de la memoria —¡muchísimo!, queremos borrarla de
la memoria (APLAUSOS PROLONGADOS).
De modo que tenemos bastantes sinónimos, hay
unos cuantos buenos; pero a mí me gusta abolir, porque me recuerda la
esclavitud y la abolición de la esclavitud, que ya históricamente se hizo; hay
que hacer con la deuda como se hizo con la esclavitud, ya que nos esclaviza,
abolirla. Borrar de la memoria es un excelente sinónimo de lo que queremos
decir; archivar, excelente también. Así que pueden escoger los que más les
gusten; y si ninguno les gusta, hay también otra frase muy clara e inteligible,
que es: no pagar. Eso es lo que queremos (APLAUSOS).
Compañero venezolano, te doy las gracias
porque me diste la oportunidad de explicar algunas de estas cuestiones
relacionadas con lo que es el Nuevo Orden, porque sé que algunos han estado
planteando eso; de explicarte cuál es el tipo de relaciones que tenemos
nosotros con los países socialistas, cómo lo ideal sería que ese tipo de
relaciones se extendiera, y es por lo que debemos luchar e imponer. Porque creo
que no solo podemos lograr borrar la deuda, si nos unimos y empleamos nuestras
fuerzas en los organismos internacionales. Somos la inmensa mayoría de las
Naciones Unidas, no hay que olvidarse de eso; no hay que olvidarse que decenas
y decenas de países adquirieron la independencia formal, y que lo único que
hace falta es atrevernos a votar. En Naciones Unidas podemos cambiar hasta las
reglas de las Naciones Unidas, si nos atenemos a la fuerza que tienen todos los
países implicados en esta demanda.
En todos los organismos internacionales,
somos inmensa mayoría: en la UNCTAD, en las conferencias económicas, en todas
partes. Y les advierto que hay bastante solidaridad entre esos países que
forman el resto del Tercer Mundo, suele haberla y suelen atreverse a plantear
cosas que los latinoamericanos, como regla, no se atreven a plantear, porque a
los latinos nos han inculcado más hábitos de sumisión que los que tienen los
propios africanos; porque yo he visto que ellos pronuncian discursos en
Naciones Unidas que los representantes latinoamericanos no suelen pronunciar.
Entonces, sencillamente, creemos que tenemos
una fuerza para imponer; los sindicatos tienen menos fuerza, y cuando actúan
unidos obtienen demandas, obtienen reivindicaciones, alcanzan conquistas. Y
creo que si el Tercer Mundo actúa unido puede alcanzarlas. Siempre hablo del
Tercer Mundo, porque los latinoamericanos tienen que sumar la fuerza de los
países del Tercer Mundo. América Latina puede y debe dirigir esta lucha, porque
es la única que puede dirigirla, tiene mucho mejores condiciones que Africa,
mejores condiciones que los países subdesarrollados de Asia, tiene más
desarrollo cultural, más conciencia política, una estructura social diferente,
decenas de millones de obreros, de campesinos, millones de profesionales
universitarios, médicos, ingenieros, que quedaron incluidos también en este
documento en la tarde de hoy.
Entonces, creo que tenemos fuerza
suficiente, si luchamos, para obtener unas cuantas de estas reivindicaciones
que estamos planteando, si lo vemos con claridad, si tenemos conciencia de
nuestra fuerza.
Y de lo que no tengo ninguna duda, y lo sé,
es de que los países socialistas apoyarían esta lucha, y ya han hecho algunas
declaraciones en ese sentido. Sé que esta lucha les ha interesado, y muy
especialmente por la forma en que se vincula la idea de la paz con la solución
de estos problemas económicos. Ellos no tienen esos problemas que tienen los
países del Tercer Mundo, pero tienen una gran preocupación por la paz.
Por eso digo que es tan importante vincular
esta lucha con la paz, y por eso es tan importante ese elemento que nosotros
hemos introducido en todas las entrevistas, que es que esto de la deuda externa
puede resolverse con el 10% ó el 12% del millón de millones de dólares que se
está gastando en armamento cada año. Y algo más, que la cuestión del Nuevo Orden
Económico Internacional se puede resolver, las dos cosas, con un 30% de lo que
actualmente el mundo está gastando en armas. Y si se borrara de la memoria esta
deuda —como se va a borrar— y se alcanzara un Nuevo Orden Económico
Internacional, y esto se hiciera a base de los gastos militares, todavía,
desgraciadamente, quedarían 700 000 millones de dólares para esos gastos, con
lo cual pueden destruir al mundo varias veces.
Si el Tercer Mundo recibiera 300 000
millones de dólares más cada año con cargo a esos gastos, las perspectivas de
paz y desarrollo serían diferentes. Y no es ninguna utopía, hay que exigir,
porque les decimos: esta deuda no solo debe ser olvidada, abolida, archivada,
sino que hace falta el Nuevo Orden Económico Internacional. Ahora, cuando les
planteamos: hay una solución, sáquenlo de los gastos militares, abandonen esa
locura de la guerra de las galaxias, las cosas siderales, armas sofisticadas de
todo tipo, y todas esas barbaridades que tanto daño están haciendo no solo por
el peligro de guerra que entrañan, sino porque ese enorme déficit
presupuestario es la causa de las altas tasas de interés, la sobrevaloración
del dólar y todas esas barbaridades que han hecho en adición para reventar al
mundo, entonces, les decimos: estamos decididos a borrar esta deuda. Además,
les hacemos un favor, les explicamos cómo puede resolverse sin grandes
afectaciones para ustedes, más bien con ventajas. Es verdad que la misión
nuestra no es resolver los problemas de los países capitalistas
industrializados, pero creemos que es correcto, es sabio y es inteligente
plantear una fórmula, y les voy a explicar por qué; porque nosotros no solo
debemos unir la mayor cantidad de fuerzas en esta lucha en nuestros propios
países y unir los países del Tercer Mundo, sino que debemos ganar apoyo también
en el mundo industrializado.
Fue muy simbólico hoy que obreros de
Francia, obreros de Escocia y de otros países, mandaran un mensaje. Nosotros
tenemos que recabar el apoyo de los obreros de los países industrializados, de
los trabajadores de los países industrializados (APLAUSOS); de los estudiantes,
de los intelectuales, de todas las fuerzas posibles, porque, si nosotros no
logramos ganar ese apoyo, el imperialismo va a tratar de unirlas contra el
Tercer Mundo. ¿Qué les decimos? No hace falta, no queremos que se arruinen los
bancos. ¿Es que acaso nosotros tenemos un amor tierno, tiernísimo por la banca
transnacional o por el sistema financiero capitalista? No, no le tenemos ningún
amor, pero hay que quitarle al imperialismo el argumento de que lo que se está
planteando en relación con esto va a arruinar a los bancos y, en consecuencia,
decenas y decenas de millones de depositantes de esos países van a perder su
dinero. O les van a decir a los trabajadores: ustedes van a perder una parte de
su estándar de vida; o les van a decir a los contribuyentes: van a tener que
pagar más impuestos si esto ocurre. Nosotros decimos: no hace falta nada de
eso, no tienen que arruinarse los bancos, no tienen que pagar un centavo más de
impuestos que el que están pagando ahora, no tiene que perderse ni un solo
centavo de los depositantes en los bancos, porque hay un dinero que se está
botando todos los días, todos los meses, todos los años, en cantidades
fabulosas: el de los gastos militares. Es una locura, el mundo no puede estar
interesado en esa carrera armamentista, los países socialistas no pueden estar
interesados en esa carrera armamentista, los países socialistas saben bien qué
pueden hacer con el dinero, pues siempre hay muchas necesidades por satisfacer
en todas las esferas de la sociedad.
Les decimos: siéntense y dejen de estar
queriendo imponer por la fuerza su sistema político en todo el mundo, dejen de
estar soñando que van a cambiar el mundo, dejen de estar soñando que van a
parar la historia, y siéntense a discutir en paz con sus adversarios y
resuelvan los problemas negociando. Si quieren mantener su capitalismo en sus
propios países, que lo mantengan el tiempo que quieran, eso es asunto de ellos,
porque no vamos a ir a Estados Unidos a hacer la revolución o imponerle el
socialismo. En una discusión académica, les podemos demostrar que es mejor, más
humano, más racional y más justo el socialismo que el capitalismo, pero no
podemos ir allí a decir: cambien su sistema social. Cocínense ahí si quieren,
todo el tiempo que quieran. No será eterno, pero no es asunto nuestro. Nadie va
a querer cambiar el sistema capitalista por la fuerza, imponerles el socialismo
a Europa, a Japón, a Estados Unidos, a Canadá, a Australia; nadie va a querer eso,
nadie piensa eso, no se le ocurre a nadie eso. Siéntense, discutan y ahorren un
tercio de lo que están gastando en la locura de la guerra y devuélvannos lo que
nos están robando.
Es necesario llevar el mensaje a la opinión
pública de esos países: cómo estas medidas que se proponen no les afecta. A
ellos les afecta el desempleo. Si el Tercer Mundo tuviera una capacidad
adquisitiva de 300 000 millones más de dólares, entonces muchas fábricas en
Europa, en Estados Unidos y en otras partes estarían trabajando a plenitud,
aumentaría el empleo en esos países. Por eso pienso que las formulaciones que
se hacen en torno a esto no son caprichosas, tienen el sentido de llevar un
mensaje a la opinión pública del mundo industrializado.
El imperialismo va a tratar de aislarnos, y
nosotros debemos tratar de aislar al imperialismo y a los guerreristas. Ese es
el sentido que tienen estos planteamientos.
Esos materiales nosotros se los hemos
enviado a los gobiernos de numerosos países industrializados, hay una buena
cantidad distribuida. Todos estos materiales están en las mesas de los jefes de
Estado de Africa que están reunidos en estos días; estos materiales están en
manos de los jefes de Estado de casi todos los países —siempre hacemos algunas
excepciones—; estos materiales están en muchas partes; estos materiales están
en manos de los jóvenes reunidos en el Festival de Moscú; estos materiales
están en manos de las mujeres que están reunidas en Nairobi, y estarán en manos
de los jóvenes que se reunirán en el Festival de Moscú. Nadie se imagine que se
ha estado haciendo una campaña de publicidad; se ha estado trabajando y
haciendo contacto intensamente en todas partes. Ellos han creído que esto era
una campaña de publicidad de Cuba para mejorar la imagen, para mejorar las relaciones;
no se daban cuenta de que era una lucha seria, en la cual venimos participando
hace mucho tiempo —si se quiere después puedo hablar un poquito de eso. Es lo
que puedo decirte sobre la pregunta, y prometo que esta es la última en que voy
a ser tan extenso (RISAS y APLAUSOS).
PRESIDENTE.- El compañero de Brasil.
JAIME MENEGUELLI (CUT-Brasil).- Compañero
Comandante Fidel Castro, esta conferencia es un gran paso para unificar la
lucha de América Latina y del Caribe, fundamentalmente esta lucha inmediata
contra la deuda externa. Es evidente que en la medida en que nos unamos, el
imperialismo deberá utilizar una nueva táctica: en vez del bloqueo tendrá que
dividir, y quién sabe si venga a hacerles alguna tentadora propuesta a algunos
países de América Latina, en el sentido de negociar mejores condiciones para la
deuda.
Si esto ocurre, ¿cuál deberá ser nuestro
comportamiento en conjunto para dar una respuesta a esto?
FIDEL CASTRO.- Eso que tú preguntas o
planteas es muy importante, realmente es una cuestión esencial. El
imperialismo, hasta ahora, está a la defensiva en este problema, está
desconcertado, te lo digo. Este es un problema que se viene planteando hace
rato, y voy a aprovechar, no voy a cumplir al ciento por ciento mi palabra, me
voy a extender un poquitico, porque creo que en relación con esto hay que
explicar algo (RISAS).
Hay algunos que andan diciendo por ahí, los
yankis especialmente, que Castro es un oportunista, que está aprovechando este
problema para mejorar la imagen de Cuba, para mejorar las relaciones. Todavía
no se han dado cuenta de que nosotros, después de haber resistido estos 26
años, estamos más consolidados que nunca, tenemos mejores relaciones que nunca
y que para nosotros ese supuesto objetivo no es nada esencial. La idea de la
imagen es la tontería más grande del mundo. Como allá en Estados Unidos viven
de la imagen, se creen que todos los demás andan buscando imagen, y todo el
mundo sabe que con imagen no se alimenta ni un tomeguín. En eso ellos botan
dinero en cantidades industriales, entre otras cosas con propósitos
mercantilistas; se imaginan a los demás hombres vanidosos, buscando nombre,
buscando prestigio, y estaban creyendo en eso.
Yo pedí que volvieran a imprimir el discurso
pronunciado en Naciones Unidas, después de la VI Cumbre, en octubre de 1979. Me
alegro de que no hayan escogido el 12 de octubre, porque fue el 12 de octubre
precisamente que yo dije todo esto, pero eso fue casualidad total (RISAS). Ya
yo estoy planteando esto. Desde hace más tiempo, nosotros venimos planteando
estos problemas en los No Alineados, pero ya más concretamente en los últimos
seis años. Aquí tengo esos discursos. Por ejemplo, en aquel pronunciamiento, en
nombre de todos los No Alineados, planteaba: "... mientras la desigualdad
de las relaciones económicas internacionales hace incrementar la deuda externa
acumulada de los países en desarrollo hasta más de 300 000 millones de
dólares", ya era grande, esta era la del Tercer Mundo completo y era más
chiquita entonces que la de hoy de América Latina. Y añadía: "Los
organismos financieros internacionales y la banca privada elevan las tasas de
interés, hacen más cortos los plazos de amortización de los préstamos y ahogan
con ello financieramente a los países en desarrollo, constituyendo todo esto,
un elemento coercitivo en las negociaciones, lo que les permite obtener
ventajas políticas y económicas adicionales a expensas de nuestros
países." Esto es para explicar que yo creo que hay que echar por tierra
algunas teorías y algunas leyendas que ellos han echado a rodar. Parece que
esto es importante en relación con lo que tú planteas, dado el papel que Cuba
ha estado jugando en este problema.
En esa misma ocasión, decíamos: "La
deuda de los países en vías de desarrollo ha alcanzado ya la cifra de 335 000
millones de dólares." Hoy es tres veces más y en aquella época el dólar
iba para abajo, hoy está sobrevalorado.
"Se calcula que el pago total por
concepto de servicio de la deuda externa asciende a más de 40 000 millones cada
año, lo que representa más del 20% de sus exportaciones anuales. Por otro lado,
el ingreso per cápita promedio de los países desarrollados es ahora catorce
veces superior al de los países subdesarrollados. Esta situación es ya
insostenible." Nosotros estábamos planteando esto en 1979 y ascendían a 40
000 millones de dólares los servicios de la deuda entre todos los países; ahora
América Latina sola debe más que todo esto, y se eleva a 40 000 millones lo que
está pagando, solo de intereses y utilidades; puede ser un poquito menos, un
poco más, en dependencia de la tasa de interés.
En aquella ocasión, nosotros ya planteábamos
también lo de las armas y lo del gasto en armamentos. Dije: "Los países en
vías de desarrollo, y en su nombre el Movimiento de Países No Alineados,
demandan que una parte importante de los inmensos recursos que la humanidad hoy
dilapida en la carrera armamentista sean dedicados al desarrollo, lo que
contribuirá, simultáneamente, a alejar el peligro de guerra y facilitar el
mejoramiento de la situación internacional."
Y, por último, nosotros hacíamos una
síntesis. Esto fue en Naciones Unidas, en 1979, estaba lleno, no faltaba nadie
ese día allí, y yo me acuerdo que estos planteamientos fueron acogidos con gran
simpatía en aquel momento, en que estábamos pidiendo, además, 300 000 millones
para el decenio del desarrollo, fundamentado en que realmente no había habido
ningún desarrollo y lo que se había producido era un subdesarrollo relativo.
Estábamos pidiendo todavía en 1979: "Por favor, miren, bueno, entreguen
300 000 millones, sáquense de los bolsillos 300 000 millones", es lo que
queríamos expresar con otras palabras. Hay una situación ahora radicalmente
diferente.
Decíamos: "El intercambio desigual,
arruina a nuestros pueblos. ¡Y debe cesar!
"La inflación que se nos exporta,
arruina a nuestros pueblos. ¡Y debe cesar!" Ahora lo que nos están
exportando es la sobrevaloración del dólar.
"El proteccionismo, arruina a nuestros
pueblos. ¡Y debe cesar!
"El desequilibrio que existe en cuanto
a la explotación de los recursos marinos, es abusivo. ¡Y debe ser
abolido!" Otro problema que se ha planteado, se estaba discutiendo sobre
los Derechos del Mar, en lo cual ya se alcanzó un acuerdo, pero Estados Unidos
y unos cuantos cómplices de los más ricos se niegan a aceptarlo.
"Los recursos financieros que reciben
los países en desarrollo, son insuficientes. ¡Y deben ser aumentados!
"Los gastos en armamentos, son
irracionales. ¡Deben cesar y sus fondos empleados en financiar el desarrollo!
"El sistema monetario internacional que
hoy predomina, está en bancarrota. ¡Y debe ser sustituido!
"Las deudas de los países de menor
desarrollo relativo y en situación desventajosa, son insoportables y no tienen
solución. ¡Deben ser canceladas!"
Ya desde entonces, el diccionario me indujo
a usar una palabra que se prestaba a doble interpretación. Aquí se produjo una
gran cantidad de aplausos. Lo que más se aplaudió allá en las Naciones Unidas
entre los representantes del Tercer Mundo y otros países, con excepción de las
naciones capitalistas más ricas, fue esta idea.
"El endeudamiento abruma económicamente
al resto de los países en desarrollo. ¡Y debe ser aliviado!" Todavía
nosotros no planteábamos la cancelación de la deuda de todos los países del
Tercer Mundo.
"El abismo económico entre los países desarrollados
y los países que quieren desarrollarse, en vez de disminuir se agranda. ¡Y debe
desaparecer!
"Tales son las demandas de los países
subdesarrollados." Está planteado en 1979, casi las mismas cosas, hay solo
algunas diferencias: en aquel momento la deuda total era más pequeña, el
problema era crítico para unas cuantas decenas de países, pero no era crítico
todavía para Venezuela, para México, para una serie de países; la realidad hoy
es que la deuda es el triple y ya afecta a todos los países que están por
desarrollarse. Los países que tenían recursos para enfrentar entonces las
dificultades, están hoy en situación también difícil.
Nigeria, petrolero, enorme deuda, problemas
tremendos, una población de más de 100 millones de habitantes.
México, como se explicó aquí, empleaba en
1984 el 72% de las exportaciones petroleras para pagar los intereses de la
deuda antes de la rebaja de precios; ahora debe emplear alrededor del 75% o más
solo para pagar los intereses de la deuda.
Venezuela, aquí el compañero explicó
elocuentemente el problema de Venezuela, y partiendo de su análisis he sacado
la conclusión de que es imposible, no pueden pagar, porque los países
exportadores de petróleo han sido afectados por dos problemas: producían casi
más de 30 millones de barriles al día, ahora producen 16 millones; el precio,
que llegó a estar a treinta y tantos dólares por barril, ha bajado; con precios
altos se contrajeron compromisos, se gastó, y la situación ahora, incluso para
todos esos países, es difícil.
Comprendo que se han hecho cosas horribles
—como decía el compañero venezolano—, que determinados grupos vinculados a los
círculos financieros del imperialismo han sacado del país cantidades fabulosas
de dinero. Por ahí recientemente un informe del Banco Mundial explicaba que, en
ese período del gran endeudamiento, de Venezuela se fugó no el ciento por
ciento de lo que entró de préstamos, no el ciento por ciento que parece mucho,
pero curiosamente se fugó el 132% de lo que entró; por cada dólar que le
prestaron, salieron fugados —fíjense bien— un dólar y 32 centavos. Es decir que
no solo se fue el dinero que le prestaron, sino el que tenían guardado, el de
la reserva, o el que adquirían por las exportaciones, ¡increíble! Pero yo no me
pongo a pensar en esa gente, pienso en el pueblo venezolano, en los
trabajadores venezolanos, en los campesinos, en los jóvenes, en las mujeres, en
los pobladores, que están sufriendo las consecuencias.
Llegué a dos conclusiones: primero, que la
situación se había agravado de tal modo, que no se podía excluir ningún país;
segundo, que puesto que la situación era crítica en todos, la demanda de que se
anulara la deuda para todos los países del Tercer Mundo, sin excepción, iba a
tener mucha más fuerza, porque no se iba a librar esta lucha solo con unas
cuantas decenas de países que no pueden ya ni caminar, sino con todos los
países del Tercer Mundo, porque muchos de estos países que tienen recursos han
caído en una situación tan terrible y los pueblos están sufriendo de tal modo
las consecuencias, que necesitan ser incluidos en esta demanda; pero a la vez
que se les incluya a todos en esta demanda, este movimiento adquiere más
fuerza. Ese es el cambio.
Ahora es tres veces más lo que debe el
Tercer Mundo, ya entonces era grave y nosotros veíamos este problema que se iba
agravando cada vez más. Entonces pedíamos: entreguen 300 000 millones en 10
años; ahora estamos planteando otra cosa: no les vamos a entregar casi un
millón de millones de dólares en 10 años de intereses y utilidades, no para
amortizaciones de la deuda. Solo América Latina debe entregar 400 000 millones
de intereses y utilidades. Por eso decíamos que ha cambiado la situación: antes
se trataba de pedirles, y ahora, sencillamente, la acción consiste en no
entregarles ese dinero. Ese es el cambio. La iniciativa pasó de manos de ellos,
a manos del Tercer Mundo, está en manos del Tercer Mundo tomar la acción y no
esperar que aquellos se compadezcan, se ablanden y den. Lo que se exige que
entreguemos debe invertirse en el desarrollo económico y social de nuestros
países. Esos son los cambios fundamentales.
Expliqué esto, compañeros, porque es algo
que se veía venir, algo que se venía planteando, que Cuba venía planteando. La
diferencia esencial es que el problema no había hecho crisis como en este
momento lo ha hecho ya, se ha convertido en una catástrofe en este momento. No
le prestaron los países ricos ninguna atención, a todo el Tercer Mundo le
gustó, lo aplaudieron, todos los jefes de Estado recibieron este discurso que
se pronunció en nombre del Movimiento de Países No Alineados, el que Cuba en
aquel momento presidía, porque había sido sede de la VI Cumbre.
Esto se siguió planteando en Nueva Delhi, en
marzo de 1983, cuando ya la crisis se agudizaba. Se hizo un informe, en nombre
de Cuba, al Movimiento de Países No Alineados, en el que todos estos problemas
se analizaban con mucho detalle, no en un lenguaje tan popular, un poco más
bien técnico. Y en el discurso pronunciado a nombre de Cuba, entre otras cosas
expresé al final del mismo:
"¡Luchar sin descanso por la paz, por
mejorar las relaciones internacionales, por detener la carrera armamentista,
por reducir drásticamente los gastos militares y exigir que una parte
considerable de esos fondos cuantiosos sean dedicados al desarrollo del Tercer
Mundo!
"¡Luchar sin tregua por el cese del
intercambio desigual, que deprime los ingresos reales por exportación, descarga
sobre nuestras economías el costo de la inflación generada en los países
capitalistas desarrollados y arruina a nuestros pueblos!
"¡Luchar contra el proteccionismo, que
multiplica las barreras arancelarias y no arancelarias, e impide el acceso a
los mercados de nuestras exportaciones de productos básicos y de manufacturas!
"¡Luchar para que la deuda externa sea
cancelada para el gran número de países que no tienen posibilidad real de
pagarla y que sea aliviada drásticamente la carga de sus servicios para
aquellos que, bajo nuevas condiciones, pudieran cumplir sus compromisos!"
Hay ya aquí cierta sutil diferencia con lo
planteado en Naciones Unidas en 1979, ya hablamos de cancelar la deuda para
todos los países que no tienen posibilidad real de pagarla. Antes decíamos los
de menor desarrollo relativo, ahora todos los que no tienen posibilidades de
saldar, y aliviar drásticamente la carga para los demás. ¡Ah!, porque ya la
deuda había crecido extraordinariamente, casi era el doble que en 1979.
Aliviar drásticamente la carga de sus
servicios para aquellos que, bajo nuevas condiciones, pudieran cumplir sus
compromisos. Ahora pasaron más de dos años y la deuda del Tercer Mundo se
incrementó entre 1982 y 1985 en 300 000 millones de dólares más.
Lo único que estos planteamientos, en
aquella época, no generaron un movimiento. Estos planteamientos ahora generan
un movimiento porque la crisis llegó a su punto más agudo, se creó una
situación nueva, y los pueblos están sintiendo mucho más el rigor del problema.
Se pudiera seguir al detalle, año por año, el hilo de todas las ideas, de todos
los planteamientos, que son los mismos, adaptados a una situación cada vez más
grave, solo que ahora, cuando hay crisis, algunos, que al parecer no estaban
informados de nada o se hicieron los tontos, se imaginan que yo me puse a
descubrir algo, a inventar algo para fastidiar a los yankis o para mejorar la
imagen de Cuba o para mejorar las relaciones de Cuba.
Es importante, porque algunos andan
preocupados porque Cuba está planteando esto, y Cuba lo viene planteando hace
seis años, desde antes viene planteando estos problemas, y ahora hay algunos
extrañamente preocupados. Algunos han dicho: Cuba tiene razón, pero lo malo es
que Cuba lo está planteando. ¡Pobre Cuba, no puede ni hablar, debe ser obligada
a guardar silencio, porque eso es lo que agrada a los yankis! ¡Lleva hablando
un montón de tiempo sobre el problema y ahora tiene que callarse! Se imaginan
los imperialistas que esto es una maniobra, un truco inventado por Cuba.
Y, desde luego, ellos se imaginaron, se
imaginaron y hasta es posible que lo creyeran; pero mientras se creían eso,
todas estas ideas se han ido divulgando por todas partes, y llegando a todas
partes. Han llegado a muchos lugares, no menciono todos los lugares a donde han
llegado, pero digo que han llegado hasta las iglesias, hasta los masones han
llegado, a todas las partes donde tenían que llegar. Ahora, los que creían que
era un juego, una campaña publicitaria, descubren ya que hay un problema y
están desconcertados, no tienen ni una respuesta teórica, ni pueden tenerla. Han
hecho unas campañitas con relación a Cuba: que Cuba renegocia la deuda. Sí,
nosotros también venimos renegociando la deuda, igual que los demás; ahora,
nuestra deuda es una deuda en divisas convertibles, es pequeña, relativamente
insignificante, comparada con los demás países, y parte de ella es con países
del Tercer Mundo, como México, o una deuda también, de algunos cientos de
millones, con Argentina y otras cantidades con otros países del Tercer Mundo.
No les debemos un centavo a la banca yanki ni al Fondo Monetario Internacional,
ni al Banco Mundial, porque de todas esas instituciones nos botaron
honrosamente, ¡honrosamente nos botaron! (Aplausos.)
Y nosotros decimos: no estamos librando esta
lucha por Cuba, Cuba hará lo que hagan los demás; ellos quisieran que nosotros
diéramos un paso innecesario e inoportuno con relación a esto para decir: ¡Ah,
bueno!, ustedes pueden ver, son problemas que tiene Cuba, y por eso está
defendiendo esto. Nosotros decimos: somos los únicos que estamos tranquilos,
que no tenemos problemas, que tenemos una posición óptima para librar esta
lucha. ¿Y ellos qué quisieran? ¿Que dijéramos que no les vamos a pagar a los
mexicanos? Pues nosotros decimos que a los mexicanos les vamos a pagar y a los
argentinos les vamos a pagar, porque son países del Tercer Mundo que tienen
problemas serios, y para nosotros la lucha que estamos librando se inspira en
principios sólidos, es una lucha que venimos librando desde hace tiempo, que no
tiene ningún sentido utilitarista para nuestro país, y eso nos honra. ¡Ah!, si
le debiéramos 30 000 millones de dólares a la banca yanki, no dirían eso, no
estarían tratando de provocarnos para que canceláramos la deuda con los bancos
yankis, saben que no les debemos un solo centavo, y entonces sí les resulta posible,
cínicamente, emplear el argumento de que debemos cancelar nuestra deuda.
Por eso respondo que haremos lo que hagan
los demás países en conjunto. Alguna deuda tenemos con bancos occidentales,
pero muy pequeña, con algunos bancos que, en medio del bloqueo, y a pesar de la
oposición de los yankis, nos concedieron préstamos. Nosotros consideramos que
nuestras obligaciones con países del Tercer Mundo, por cuyos intereses estamos
luchando, son sagradas. Aunque se cancelara la deuda, a los mexicanos, a los argentinos,
y a cualquier país del Tercer Mundo que nos haya concedido préstamos les
pagaremos, entre otras razones, porque debemos y podemos hacerlo (APLAUSOS). A
los bancos yankis nada les debemos, y del dinero recibido por nuestro país
nadie se robó un centavo, ni un solo centavo se fugó ni se despilfarró, todo se
invirtió en el desarrollo económico y social de nuestra patria. No se puede
decir eso de la gigantesca deuda de América Latina y el Caribe. Somos igual que
los demás, en cambio, víctimas del intercambio desigual, el proteccionismo, el
dumping, las altas tasas de interés, la sobrevaloración del dólar y otros males
en nuestras relaciones con el mundo capitalista desarrollado. Algo tenemos en
común. Sufrimos, por añadidura, un criminal bloqueo económico por parte de
Estados Unidos que dura ya 26 años. Nuestra moral para librar esta lucha es muy
alta.
Han puesto a la "Voz de las
Américas" a sacar a cada rato un editorial, ya han sacado tres,
desesperados, para llevar un mensaje contra Cuba, no de manera oficial, sino a
través de la "Voz de las Américas"; han movido los resortes de unos
cuantos periódicos conocidos en América Latina, que actúan al servicio del
imperialismo, y los han mandado a publicar algunos articulitos y cosas por el
estilo, se han movido; hicieron intensas gestiones para dificultar esta
reunión, no lo lograron, tampoco lograrán impedir ni deslucir el amplio diálogo
latinoamericano y del Caribe que se inicia el 30. Están desconcertados.
Han pensado otras cosas. Como ustedes saben,
hace tiempo ellos pensaban, equivocadamente, que matando el perro se acabaría
la rabia, y se imaginan que esto es rabia y que yo soy una especie de perro al
cual tienen derecho a matar. Entonces, este ha sido el perro más acechado y
emboscado del mundo, está vivo el perro de milagro. Pero tampoco es tanto
milagro, porque hay un pueblo que defiende la Revolución, y aquí ni disfrazado
de conejo un agente de la CIA se puede mover, ni disfrazado de conejo se puede
escapar fácilmente (RISAS Y APLAUSOS). Lo que sí les puedo decir aquí en
familia es que están un poco desesperados y un poco histéricos, y reactivando
aceleradamente todo tipo de planes para eliminar al señor Castro, matar al
perro, ¿comprenden? Lo sabemos, y es bueno que sepan que lo sabemos. Han estado
adoptando medidas para atentados personales, de una manera bastante descarada,
pero lo sabemos, y una buena información es muy importante en todo. Es lo que
han estado haciendo, algunos planes de ese tipo, pero equivocadamente, porque
matan 100 perros y la rabia sigue, y puede ser que se multiplique la rabia. Yo
estoy convencido de que esto no lo paran ni con eso, pero sé de su estado
anímico, su estado psicológico.
Creo que ahora se van a mover más
activamente, aunque ya sus filas flaquean. El Vicepresidente de la Reserva
Federal empezó a hablar de fórmulas y que la deuda de América Latina era un
problema muy serio; su jefe, el presidente de la reserva, señor Volcker, se
puso furioso, hizo una declaración antes de las 24 horas, afirmando que todo
aquello era un disparate. Kissinger, eminencia del imperialismo, ha estado
planteando el problema y sugiriendo fórmulas, sobre la base, no exenta de
realismo, de que la enorme deuda es potencialmente grave y peligrosa para los
intereses de Estados Unidos.
Ya ha estado elaborando algunas fórmulas,
proponiendo, por ejemplo, que el Banco Mundial adquiera esa deuda de los bancos
privados, con bonos, para aliviar las condiciones de pago. No debemos pensar,
ni mucho menos, que el imperialismo se va a quedar quieto. Se va a mover por
todos los medios, va a lanzar sus campañas publicitarias, de todo tipo, va a
tocar resortes, todos los resortes posibles, va a tratar de dividir, presionar,
y, sobre todo, va a tratar de apagar el incendio antes de que cobre demasiada
fuerza. ¿Podrá apagarlo? Creo que el incendio lo apaga o no, en dependencia de
que las masas hagan suya o no esta causa. Si esta causa se convierte en la
bandera de los trabajadores, de los campesinos, de los estudiantes, de los
profesionales, de todas las capas sociales sensibles al problema, si adquiere
fuerza de masas, entonces ya esto no podrá arreglarse en un conciliábulo, ni
con promesas por aquí, ni promesas por allá, además, ¿qué pueden ofrecer?
Vamos a suponer que, aceptando en parte que
es impagable, de repente empiecen a prestar dinero para pagar los intereses, y
digan: no se preocupen, no va a salir un solo dólar, les vamos a prestar
dinero, pórtense bien, apliquen todas esas medidas del Fondo, sean buenos
muchachos y vamos entonces a prestarles el monto de los intereses, para que
vayan saliendo del apuro. Eso lo que haría es incrementar la deuda año por año,
se sumarían nuevas cantidades cada año a la enorme deuda.
Puede haber alguno que crea que eso es un
avance. No estarían, en realidad, dando nada, estarían prestando lo que no
pueden cobrar, inventarían una ficción de préstamo para aumentar la deuda. Creo
que la opinión pública vería con claridad la maniobra y haría su análisis.
Sobre todo, hay un punto fundamental: no cesaría la dependencia, porque los
países tendrían que seguir negociando todos los meses o cada seis meses y todos
los años, seguirían con la soga al cuello que les podrían apretar en el momento
que más les conviniera, seguirían encadenados, esclavizados.
Resulta que esta deuda se ha convertido en
el problema del imperialismo, ¿y qué quisieran? Si se pintan de buenos y
ofrecen eso, en la situación económica crítica que tienen hoy los países y los
gobiernos, solo unos cuantos podrían disponer de un poco más de recursos, del
cual se va a fugar una buena parte y a costa de una progresión geométrica de la
deuda, sin resolver ningún problema de fondo, porque no se resuelve el
gravísimo problema del intercambio desigual, seguirían pagando cada vez menos
por nuestros productos y seguirían exportando cada vez más caro.
En el año 1984 se exportaron 95 000 millones
de dólares en mercancías, y el poder adquisitivo de esas exportaciones fue el
equivalente a 75 000 millones de dólares en 1980. Es decir, habiendo hecho un
esfuerzo exportador tremendo, el poder adquisitivo era 20 000 millones de
dólares menos, les han robado descaradamente, por esa sola vía de los términos
de intercambio, que ellos son los que lo han impuesto, con todas sus medidas
clásicas, con el dumping, con la puesta en venta de reservas estratégicas de
materiales, con el proteccionismo, con todos esos trucos, medidas todas que
tienden a deprimir los precios, han robado 20 000 millones de dólares en un
año. Los países exportaron 95 000 millones y el poder adquisitivo de esas
exportaciones, repito, fue el equivalente a 75 000 millones en 1980, y esa
situación sigue empeorando.
¿Van a renunciar a su egoísmo, a su
proteccionismo, a su dumping, que además de los precios deprimen el volumen de
las exportaciones? Bien, ellos pudieran decir: vamos a dejar de percibir 40 000
millones de intereses por un tiempo, seguirían endeudando a los países y
seguirían robándose decenas de miles de millones con los precios de los
productos, con la manipulación de las monedas, con la fuga de capitales; la
situación seguiría siendo gravísima, no se resolvería nada, no se crearían las
premisas del desarrollo, aunque admito que algunos contados países, si de
repente tienen que dejar de entregar algunos miles de millones de dólares por
intereses, podrían recibir algún alivio pasajero a costa de un futuro más
incierto todavía, y solo algunos, los otros ni eso siquiera. ¿Qué sentido
tendría pues prestarles el dinero que tienen que pagar de intereses para
América Latina, el Caribe y el Tercer Mundo? Aumenta la deuda, sigue la
dependencia: todos los meses, cada seis meses, todos los años, tendrán que ir a
comer de la mano del imperialismo y no se habría resuelto el problema de fondo.
Por eso es tan importante que estas banderas se unan, para que nadie crea que
resuelve el problema o satisface la conciencia o las exigencias de los pueblos
latinoamericanos simplemente con una formulita financiera de ese tipo, que no
le sacaría la horca del cuello a nadie, y que seguiría perpetuando el robo, el
saqueo de que somos víctimas, por eso son tan importantes estos tres pilares:
la abolición de la deuda, el Nuevo Orden Económico Internacional y la
integración económica de América Latina.
Incluso, si se lograran esos dos primeros
supuestos, cancelar la deuda y el Nuevo Orden Económico, no se desarrolla la
América Latina, porque si Europa desarrollada, rica, si Inglaterra, España y
los demás, declaran que no pueden vivir sin una comunidad económica mayor,
entonces cómo Curazao, o Venezuela, o Colombia, o Ecuador, o Perú, o los países
centroamericanos, o cualquiera de los demás países puede solo, aislado,
desarrollarse. Siempre serán prisioneros, rehenes del imperialismo.
Hay que tener en cuenta —a mi juicio— que la
integración económica es uno de los requisitos del desarrollo y de la independencia
de nuestros países. Todavía agarran aislado a Santo Domingo, lo asfixian, lo
bloquean, lo invaden; a Cuba la bloquean, a Nicaragua la bloquean, amenazan con
invadirla, invaden Granada y amenazan todos los días con hacer una invasión en
cualquiera de nuestros países. iAh!, porque les conviene estos países
divididos, desintegrados, para explotarlos y estrangularlos uno por uno. Por
eso ellos son enemigos de la integración. No quieren siquiera oír mencionar esa
palabra.
Digo que estas tres banderas son tres
grandes banderas antimperialistas, tres grandes banderas por la independencia
de nuestros pueblos, y diría que tres grandes banderas históricamente
revolucionarias. Me parece que son objetivos inmediatos que pueden alcanzarse
si luchamos, si hacemos lo que debemos hacer.
Pienso que las masas pueden dificultar e
impedir las maniobras del imperialismo, si tienen conciencia clara de todos
estos problemas. Esa es la importancia que tiene. Nosotros no decimos que para
presionar, ustedes deben comprender que nosotros tenemos que usar otro
lenguaje; nosotros decimos que las masas son la mejor garantía de que el
imperialismo no pueda maniobrar, hacer conciliábulos, hacer trucos, limitar los
objetivos de esta lucha, hacer que nos conformemos con 15, cuando sabemos que
podemos alcanzar 100.
Ahora, sin duda que van a hacer todos esos
intentos, todos esos inventos. Kissinger habló de un plan Marshall, y yo
pensaba: el problema es tan grave, que hacen falta por lo menos 25 planes
Marshall, y no queda ni dinero para uno. Si razonaran, si reaccionaran,
empezarían a pensar un poco más realistamente; en definitiva, esto, tal y como
está planteado, pudiera inducirlos al realismo, tendrían que olvidarse un poco
de todas las locuras en las que ahora están invirtiendo cantidades tan
fabulosas de dinero, porque hay otros problemas, no voy a hablar de eso: cuáles
van a ser las consecuencias para la economía de Estados Unidos. Eso está por
aquí, en una entrevista con un académico y un legislador norteamericanos que
van a sacar un libro, lo van a publicar próximamente allá en Estados Unidos.
Tenemos que estar muy alertas contra todas
las formas de maniobras que puedan intentar. Hay que ver cómo evoluciona este
problema. Se habla de que lo ideal sería que hubiera un consenso, que lo ideal
sería que nos sentáramos a discutir cómo es que se va a cancelar esta deuda y
se va a establecer el Nuevo Orden. Pero también puede ser que no haya ni tiempo
para eso, que algunos países desesperados se lancen a esta lucha, a aplicar
cualquiera de las fórmulas que ustedes proponen en el acta aprobada hoy. Hay
varios que lo han hecho calladitos; ya los bolivianos lo han proclamado, pero
no tienen suficiente peso. Creo que si un país que tenga peso, en una situación
desesperada, lo proclama abiertamente como un derecho y un deber, ellos
estarían en el dilema de qué hacer. ¿Toman medidas económicas? Si toman medidas
económicas, es apagar un incendio con gasolina; si no toman medidas, se
arriesgan a que todo el mundo haga lo mismo. No le veo solución fácil al
problema. Desde luego, si algunos países toman esa decisión, hay que darles una
plena solidaridad.
Y nosotros hemos planteado más de una vez,
respondiendo a las intrigas de que estemos buscando mejorar imagen, cosas de
prestigio, hemos dicho que esta bandera se la entregamos gustosamente a
cualquier gobierno latinoamericano que quiera tomarla, con una sola condición,
que la lleve adelante consecuentemente y no la traicione.
Pero, claro, esta bandera no hay que
entregársela a nadie en particular; esta bandera yo creo que desde hoy la
tienen ya en sus manos los trabajadores latinoamericanos y del Caribe, está en
manos seguras (APLAUSOS PROLONGADOS).
Por eso, Veiga, para concluir, esa bandera
que nos imputan a nosotros querer por razones de prestigio, se la entregamos a
los trabajadores de nuestra América para que la enarbolen bien alto, desde el
Río Grande hasta la Patagonia. Ellos no la traicionarán jamás.
PRESIDENTE.- Y la vamos a recibir y a
mantener en alto honrosamente (APLAUSOS).
Compañero de Ecuador.
EDUARDO ZURITA (CTE-ECUADOR).- Permítame
primero, compañero Comandante Fidel, agradecerle por esta extraordinaria
cátedra que solamente aquí en Cuba y con usted, los trabajadores hemos tenido
la oportunidad de recibir.
La pregunta es la siguiente: haciendo un
poco de abogado del diablo, ¿qué se puede contestar a aquellos sectores que
cuestionan que el Nuevo Orden Económico Internacional que se propone, va a
beneficiar fundamentalmente a las burguesías criollas, y de ese modo se
prolongaría la vida del capitalismo en nuestros países?
FIDEL CASTRO.- Mira, la vida del capitalismo
en Europa, Estados Unidos y en otros países similares, se puede prolongar;
tienen recursos, posibilidades de mantener el sistema por un tiempo, pero se
les hace más difícil de mantener su actual sistema de explotación sobre los
países subdesarrollados del mundo. Si el Tercer Mundo alcanzara estas
conquistas, ya no estarían imperando en el mundo, como han imperado hasta
ahora, y por primera vez tendrían que acceder ante la fuerza de estos países.
Ya su dominio no sería el de antes, no.
Segundo, no hay duda de que si los países
del Tercer Mundo emprendieran programas de desarrollo, tendrían que hacer
muchas importaciones de equipos y de tecnologías; el comercio internacional
recibiría un impulso, sin duda; el desempleo, uno de los problemas de los
países capitalistas desarrollados, puede disminuir en un futuro próximo. Es
decir, si fueran cuerdos, podrían obtener también ciertos beneficios; los
trabajadores, los industriales, las propias sociedades capitalistas
industrializadas, podrían obtener ciertos beneficios.
Pero no creo, ni mucho menos, que esta lucha
se pueda traducir en la prolongación del sistema capitalista; por lo pronto
sería ponerle un freno muy grande al sistema de explotación y saqueo que
aplican actualmente contra nuestros pueblos. Y el imperialismo es tanto más
peligroso, más estrangulador y expoliador cuando nos tiene agarrados por el
cuello a todos, y nos tiene puesto el pie arriba todos los días. Si nos
quitamos la soga del cuello y el pie de encima, empezamos a vivir en un mundo
más soportable, sobre todo, si después sabemos defender la libertad y las
posibilidades que hayamos alcanzado.
Respecto a nuestros países, entramos de
lleno en el tema que le explicaba al compañero argentino que no me parecía
conveniente entrar a analizar.
Ahora, las inquietudes que pueda tener
cualquiera de ustedes respecto a si el capitalismo se prolonga o no en América
Latina, aquí se puede decir lo siguiente: primero, nosotros hemos estado
hablando del Nuevo Orden Económico Internacional, del cese de todos los abusos
que hoy existen, la abolición de la deuda. Ahora después habrá que plantear
otro problema, cómo se van a invertir esos recursos, ¿en un desarrollo
socialista, en un desarrollo capitalista? Está claro que yo creo en el
desarrollo socialista, lo perfecto es el desarrollo socialista, pero me parece
que no debo estar lanzando o planteando la consigna de que el desarrollo sea
capitalista o sea socialista, me parece que la respuesta a esa pregunta solo la
puede dar el pueblo de cada país, qué tipo de desarrollo quiere, o qué tipo de
desarrollo puede lograr alcanzar. Solo ustedes mismos pueden darle respuesta a
esa pregunta.
Me parece que no sería útil que yo me
pusiera a especular aquí sobre lo que va a pasar, o cómo puede pasar, qué es lo
que debe pasar, o pregonar un tipo de desarrollo u otro tipo de desarrollo, de
acuerdo con el razonamiento extenso que hice ya a la respuesta de un compañero.
De ustedes depende lo que viva el
capitalismo. De nosotros dependió lo que duró aquí (APLAUSOS).
PRESIDENTE.- El compañero de la Universidad
Inca, de Colombia.
JAIME QUIJANO (Universidad Inca, Colombia).-
Comandante Fidel Castro, en 1948, en el Bogotazo, el 9 de abril, se empezó a
desintegrar lo que fue la posibilidad de un desarrollo del movimiento sindical,
del movimiento obrero en América Latina, y pienso que una de las cuestiones
fundamentales que está ocurriendo hoy aquí en esta sala, es que —como se ha
dicho— por primera vez se reunió aquí, bajo condiciones excepcionales y de la
crisis excepcional, la posibilidad de retomar una unificación de todas las
fuerzas del movimiento sindical y de todos sus aliados.
En relación con el punto que se ha debatido
aquí, usted ha dicho: hay una cosa más importante en estos momentos que los
propios cambios sociales, que es la independencia de nuestros países.
Creo que hemos llegado ya a clarificar en
esta extraordinaria exposición suya ese tema, porque pienso que puede haber
habido aquí algunas dudas sobre qué es lo primordial y qué es lo secundario,
pero mi pregunta va encaminada al punto que se tocó antes acerca de las
condiciones subjetivas.
Nosotros vivimos en Colombia el hecho de
que, a pesar de haber condiciones objetivas, no había ninguna condición
subjetiva clara para que pudiera haber algo diferente a la dispersión que
ocurrió después del 9 de abril. Y eso ocurrió en muchos países.
Pienso que una de las cuestiones esenciales
que ha ocurrido aquí, es que usted ha aportado una base teórica esencial en
este proceso que se ha descrito brevemente, que si bien ha cristalizado en este
momento, pues se ha aportado aquí una nueva categoría en la lucha de clases,
que es: deuda externa impagable.
Entonces, mi pregunta va encaminada a cómo
podría, en la visión suya, acelerarse aquello de las condiciones subjetivas,
porque evidentemente este instrumento de lucha, este instrumento teórico, esta
arma de ideas que se ha forjado aquí bajo las condiciones y bases de la Revolución
socialista de Cuba, y bajo su guía, es evidente que ha aportado —como hemos
dicho— un elemento nuevo.
La pregunta es acerca de la aceleración de
esas condiciones subjetivas, cómo se debe entender este pertrecho teórico que
se ha forjado aquí en todo este proceso en que usted ha sido el orientador
fundamental.
FIDEL CASTRO.- Quizás sería bueno que
explique un poquito sobre ese problema que yo planteé, en esa frase de que más
importante que dos o tres revoluciones es alcanzar los objetivos que hemos estado
planteando, porque esta es una gran lucha antimperialista de todo el Tercer
Mundo, enorme, de gran connotación y de gran fuerza.
¿En qué sentido digo que es más importante
que dos, tres o cuatro revoluciones? Porque, bueno, hemos visto revolución en Cuba,
ya conté lo que pasó: nos quedamos solos, aislados, tuvimos que recibir ayuda
desde muy lejos.
Vino la Revolución en Nicaragua, ni siquiera
se ha planteado un programa socialista; ha planteado la economía mixta, el
pluripartidismo; hizo unas elecciones amplias, de acuerdo con la fórmula
liberal burguesa clásica en América Latina, con una elección presidencial
directa. Si hubieran hecho unas elecciones como Inglaterra, con un sistema
también liberal burgués, sacan el ciento por ciento de los diputados del
Parlamento, la oposición no habría ganado ningún distrito. La hicieron clásica,
con voto directo, con una proporción de diputados según los votos de cada
partido, saboteada por los yankis, en medio de una guerra. Y después no le
quieren perdonar la vida: la bloquean, la amenazan, todos los días la amenazan.
Ya mañana se cumple el sexto aniversario de la Revolución nicaragüense.
Explotan nuestro aislamiento, nuestra debilidad económica de todo tipo, nuestra
dependencia, nuestro subdesarrollo, para hacernos la vida imposible.
Mañana hay una revolución en Bolivia, o hay
una en Perú, o en otros países, ¿y qué puede pasar? Que la aíslen, la cerquen,
la amenacen por todas partes, se quede sola, o en Santo Domingo, y la invadan.
Bueno, indiscutiblemente hay países en
América Latina que tienen una dimensión tal, que un cambio social, una
revolución, tendría tremendo impacto.
Hemos visto lo que pasa en Africa, ya esta
situación ha dado lugar a revoluciones. En Burkina Faso, antiguo Alto Volta,
hubo una revolución, y sé los problemas que tiene derivados del subdesarrollo y
la pobreza. En Etiopía hubo una revolución. En Angola hubo la independencia, en
Mozambique. Ahí está Sudáfrica organizando bandas, ahí está la CIA organizando
bandas mercenarias, bloqueando, atacando por aquí y por allá, con un garrote y
una zanahoria. El imperialismo se inmiscuye en su vida política de estos
países, les dice: mira, te doy algo si te portas bien, si haces esto, o te doy
un garrotazo en la cabeza, y les introducen bandas mercenarias para hacerles la
vida imposible a los países.
Por eso yo creo que cualquiera comprende que
si libramos esta lucha, buscamos unidad, buscamos fuerza, libramos esta batalla
contra el imperialismo con demandas vitales para nuestros pueblos, alcanzar de
inmediato estos objetivos, para mí está claro que debe ser prioritario al
objetivo de alcanzar una, dos, tres, cuatro o cinco revoluciones, para que
tengan que sobrevivir a duras penas, o en condiciones muy difíciles, o ser
aplastadas por el imperialismo. Es por eso que no tengo la menor duda en
absoluto de que esto tiene prioridad.
Ahora, vamos a suponer que esta batalla no
se gane, que no se borre de la memoria esa deuda —como dice el diccionario de
sinónimos—, que no haya Nuevo Orden Económico Internacional, que no haya nada,
que siga esta catástrofe. Entonces van a venir revoluciones en número elevado,
y las condiciones subjetivas se van a acelerar, se van a acelerar. En algunos
casos, las condiciones subjetivas ayudan mucho a crear las otras condiciones. Cuba
es un ejemplo. La situación de Cuba no era ni la sombra de la tragedia que
están viviendo hoy muchos países. El factor subjetivo influyó en el otro; pero
aquí el factor objetivo va a influir en el subjetivo. Y se aprecia con esta
especie de bola de nieve que avanza, este alud, este volcán.
Yo he estado en unas cuantas reuniones, de
mujeres, de distintos sectores, de periodistas. Aquí mismo hubo una reunión de
periodistas, más de 200 periodistas latinoamericanos, y yo veía en todos casi
un criterio unánime, una idea unánime sobre estos problemas; se pareció mucho a
esta reunión. La reunión de mujeres, por ahí están los documentos, se pareció
mucho también a esta reunión. Queda la incógnita de cómo va a ser la reunión
política amplia.
Yo jamás he visto las ideas avanzar con la
fuerza que están avanzando todas estas ideas. ¿Por qué? Porque hay una enorme
crisis. No es porque estén bien expresadas, o constituyan una literatura
agradable. Para leer una buena literatura, uno puede buscar, incluso, a
Cervantes, y El Quijote siempre será una interesante y valiosa obra literaria.
Esto avanza porque hay una gran crisis, y avanza a gran velocidad.
Ahora, yo te diría que una buena prueba son
todas estas reuniones, y yo diría que una excelente prueba es esta reunión y este
documento aprobado por ustedes. Yo digo que esto es un salto cualitativo.
Recuerdo cuando los compañeros empezaron a hablar de la reunión allá en
Guadalupe, en el Caribe, para discutir esto, y Veiga decía: Bueno, la fecha
puede ser octubre. Yo sugerí: hay que darla antes. Ya estaba la idea de otras
reuniones: la de las mujeres, la de los periodistas, la reunión amplia de fines
de julio, y yo dije: Mira, Veiga, en mi opinión octubre es muy tarde, aunque
nos tengamos que ver envueltos en un trabajo enorme, entre tantos compromisos y
tareas. Quiero que sepan que las reuniones se han organizado, todas, en menos
de cuatro semanas, ¡en menos de cuatro semanas!, y han tenido lugar en solo dos
meses (APLAUSOS).
Eso no se podía hacer en ninguna otra
circunstancia que no fueran las circunstancias de verdadera crisis. Y los
hechos están demostrando cuán fácilmente y cuán rápidamente se pueden ir
desarrollando esos factores subjetivos en medio de una crisis, si trabajamos.
Ahora, si vamos a dejar a la espontaneidad que todo ocurra, que reviente, que
explote, entonces nadie sabe ni lo que va a pasar ni cómo va a pasar. Pero yo
creo que los hombres pueden influir grandemente en los acontecimientos
históricos y en los procesos, en dependencia de la claridad con que puedan ver
una situación y de la inteligencia con que actúen.
A ustedes no se les escapa, no se les escapa
a los intelectuales. Ya he hablado con muchos, he hablado con médicos. Aquí no
hace mucho hubo una reunión a la que vinieron más de 1 500 médicos latinoamericanos,
y muchos de ellos de clínicas privadas. Pero veo cómo piensan, porque ellos
están viendo morirse los niños; saben cómo y por qué se mueren, cuántos
centavos vale salvar una vida, y que no hay ni esos centavos. Hay que trabajar
con los médicos, con los maestros, con los profesionales en general. Habrá
algunos al servicio del imperialismo, pero una gran parte de esos sectores es
sensible a la tragedia que están viviendo nuestros pueblos. Entonces, creo que
el hombre puede influir en los acontecimientos, en dependencia de la forma que
los interprete, la línea que siga.
Quienes hemos estado presenciando esta
reunión durante todos estos días, tenemos más bien razones para sentirnos
optimistas de las posibilidades de avanzar rápidamente en la creación de condiciones
subjetivas, en primer lugar para esta lucha. Me parece que las condiciones
objetivas van a ayudar también a impulsar los cambios sociales, de una forma o
de otra. Pero no creo que debamos levantar ahora esa bandera, o por lo menos yo
no puedo levantar esa bandera, porque estaría en contradicción con la idea de
ampliar y de unir fuerzas para librar esta batalla que, a mi juicio, en este
momento es la fundamental, porque es la que nos va a crear condiciones para la
independencia y condiciones para que de verdad puedan producirse cambios
sociales sin que nos estén poniendo la pata de elefante encima, sin que nos
quieran aniquilar por eso.
Los factores subjetivos están atrasados,
pero yo creo que esta misma crisis va a acelerar el desarrollo de esos factores
subjetivos.
PRESIDENTE.- El de Bolivia.
ANGEL ZABALA (COB-BOLIVIA).- Compañero
Comandante Fidel Castro; compañero Roberto Veiga; compañeros todos:
A nombre de la delegación de la Central
Obrera Boliviana, queremos expresar nuestro agradecimiento a todos los
compañeros trabajadores latinoamericanos y del Caribe por el apoyo y la
solidaridad que nos están brindando en esta acta final.
Largo sería entrar a analizar nuevamente en
detalle la historia de lo que hemos hecho, con relación a movilizaciones para
conseguir una posición concreta; es que los bolivianos sabemos que no debemos
pagar la deuda externa, y estamos haciendo acciones concretas para conseguir
esta posición de parte del gobierno.
Quiero un poco ligar algunos comentarios que
se hacen a nivel de la prensa internacional, con relación a una ligazón que
hacen en cuanto al problema del narcotráfico y el problema de quiénes lo
fomentan, y cómo el imperialismo utiliza este tema para hacer intromisiones
directas en operativos militares en el campo de nuestra economía, en el campo
donde se cultiva la coca. Y esto como una anécdota para el comentario, si no es
una pregunta.
En una oportunidad, Estados Unidos, en los
operativos militares que hacía en la zona tropical de nuestro país, buscaba a
un famoso narcotraficante, llamado Roberto Suárez. Este narcotraficante hizo la
siguiente propuesta: indicó que él estaba dispuesto a entregarse a los yankis,
a condición de que estos condonaran toda la deuda externa, hizo esa
proposición. Indudablemente que no se cumplió ninguna de las dos.
Pero lo que llamó la atención posteriormente
fue que la prensa internacional indicaba que Cuba servía de puente para
fomentar el narcotráfico. Entonces, nosotros quisiéramos tener unos comentarios
del compañero Comandante.
FIDEL CASTRO.- ¿Sobre qué: sobre Cuba, sobre
lo de Suárez, sobre lo de Bolivia, cuál en concreto?
ANGEL ZABALA.- Sobre el problema del
narcotráfico y su incidencia en estas economías, que no solamente es la
boliviana, sino que podría haber otras realidades.
FIDEL CASTRO.- No se imaginan ustedes con
qué tranquilidad espiritual nosotros nos reímos de ese tipo de imputaciones que
el imperialismo yanki pretende hacer a Cuba. Sobre eso también va a salir o
debe salir una amplia respuesta, entre otros temas, en otro libro que se va a
publicar en Estados Unidos. Ahí salió por "Playboy" algo, pero no la
respuesta concreta; primero les dije que eran unos mentirosos incorregibles,
como norma, unos cínicos que utilizan la mentira como instrumento político. No
hay país que tenga la historia de Cuba, en el mundo no hay ninguno, en su
actitud frente a este problema.
Recuerdo cuando tenía lugar nuestra guerra
allá en la Sierra Maestra y ya llevábamos un montón de meses, más de un año, la
población campesina colaboraba extraordinariamente en todo, teníamos una gran
cantidad de colaboradores, de mensajeros, de guías; había algunos que se
filtraban por las líneas del ejército, pasaban por todas partes, traían
mercancías, llevaban mensajes. Lo que nosotros no sabíamos era que varias de
aquella gente comerciaban marihuana y muchos campesinos sembraban una parte, no
todos; lo que nosotros no sabíamos era que un montón de bellas matas, que
parecían sombra para el café, era marihuana; habíamos pasado decenas de veces
por muchos lugares donde había hasta una hectárea completa sembrada de
marihuana con café y no lo sabíamos. Fíjense qué clase de conspiración o qué
discreción campesina aquella, que nunca, jamás, un campesino habló una palabra
de eso, aunque tenían gran confianza en nosotros. Tal vez por respeto, mientras
nos consagrábamos casi exclusivamente a la guerra. Ahora, no consumían ese
producto, pero les daba más dinero que el café, y muchos de aquellos grandes
prácticos era la gente que llevaban años burlando las autoridades o
sobornándolas y todo eso. Ya faltaban como seis meses para finalizar la guerra,
esto fue después de la última ofensiva de Batista, que se convirtió en un
desastre para su ejército. Marchábamos viento en popa. Entonces descubrimos que
había esos campos allí, y que unos cuantos de los colaboradores nuestros eran
dueños de aquellos campos.
En aquel momento no había ese comercio, la
guerra suspendió todo, y un compañero del Movimiento me propone —porque
teníamos una oficina de administración civil— tomar severas medidas contra
aquellos cultivos que afectarían necesariamente, incluso en el aspecto moral, a
los campesinos que estaban en eso y habían colaborado con nosotros sin nosotros
saber en absoluto que aquello era marihuana, aquella siembra, aquellas matas, y
había muchísimas, descubrimos bastantes. Yo le digo al compañero: Mira, ni
loco, no me hables de tomar medidas represivas aquí, contra los que tienen
cultivada la marihuana, en medio de la guerra. Le dije: Mira, vamos a esperar a
que se acabe la guerra, y cuando se acabe la guerra tomaremos las medidas
pertinentes para erradicar todos los cultivos de marihuana, y para evitar el
tráfico y el consumo de marihuana en el país. Efectivamente, se acabó la guerra
y a mucha de aquella gente la persuadimos para que quitaran las siembras, las
condiciones cambiaron, se hicieron los dueños de la tierra, tuvieron créditos,
tuvieron escuelas para sus hijos, asistencia médica, caminos, transportes, condiciones
de vida y tuvieron todas las posibilidades de mejorar económicamente.
Entonces, en nuestro país donde había cierto
consumo de marihuana, casinos de juego, consumo de cocaína en ciertos círculos,
aunque en mucho menor grado de la que hay hoy en Estados Unidos y en otras
partes, pero ya cuando nosotros éramos estudiantes, oíamos decir que si tal
político, que si tal senador, hasta al señor Presidente de la república en
aquellos días le imputaban que se daba su pase de cocaína (RISAS); era muy
generalizada la corrupción en el gobierno y puede haber sido verdad.
Pero, me acuerdo que entre los estudiantes
no había eso, no existía esa costumbre. Entre 15 000 estudiantes universitarios
que había por aquellos años en la universidad, entre los años 1945 y 1950, no
conocí un solo caso; y cuando la Revolución, con esa especie de moralismo que
tiene toda revolución, liquidó el cultivo de la marihuana, sin sacrificar a
ningún campesino, se acabó el tráfico de marihuana de manera fácil en el país.
Que yo tenga noticias, como no sea para la industria farmacéutica, unas
pequeñas cantidades que se compran a través de un organismo internacional,
nunca ha entrado un gramo de cocaína aquí en este país en todos estos años de
Revolución, como no sea la capturada a narcotraficantes que tienen la desgracia
de llegar a Cuba por accidente; no conozco un solo caso de consumo de cocaína
en todos estos años de Revolución —y creo que estoy relativamente informado de
lo que pasa en este país—, ni un solo caso, ni tampoco un solo caso de
corrupción vinculada al tráfico de drogas, ni un solo caso, ni un solo
funcionario sobornado con eso, ni un solo policía vendido, ni un solo centavo
que haya entrado en este país por tráfico de droga. Todo lo contrario, por ese
moralismo y siempre vigilando las costas por donde podían entrar espías y
agentes enemigos, cuanto barco cayó aquí con marihuana fue apresado y
confiscado. Cocaína no venía en cantidades importantes, porque tienen medios
más sofisticados para trasladarla, usando hasta las líneas aéreas y marítimas
normales; no obstante, hemos ocupado alrededor de 500 kilogramos en estos años,
y casi 250 toneladas de marihuana, ¿a quiénes? A un avión que no le quedó más
remedio que aterrizar por falta de combustible o desperfecto mecánico, a un barco
que no le quedó más remedio que encallar o recalar en nuestras costas.
Ahí tenemos las estadísticas —y se las he
mostrado a algunos legisladores de Estados Unidos—, el número total es
alrededor de 300 personas capturadas y sancionadas, solo entre los años que
median entre 1975 y 1984, la mayoría norteamericanos, más de 50 embarcaciones y
decenas de aviones confiscados, casi todos de matrícula norteamericana, y lo
que tenemos es un récord impecable en este sentido y sin ninguna obligación,
porque no teníamos ninguna obligación, lo hacíamos por el respeto a nuestro
propio país, por el prestigio de nuestro país y porque, bueno, es,
sencillamente, un principio de la Revolución.
Ellos que nos bloquearon, nosotros habríamos
tenido derecho moral aquí para contrarrestar el bloqueo criminal que nos hacen
y que nos impide, incluso, la venta de medicinas, de haber plantado excelentes
campos de marihuana, con regadío y fertilización, habría sido la mejor del
mundo, ¿comprenden? (RISAS.) Porque, de agricultura sabemos un poco, y lo
pudimos haber hecho, y nunca se nos ocurrió hacerlo.
Hubiéramos podido sembrar plantaciones de
coca tropical, porque hay especies y variedades de coca que crecen
perfectamente en el trópico, y nunca se nos ocurrió hacer eso; creo que habríamos
tenido moral para hacerlo frente a un país que nos agredía, que nos amenazaba,
que nos bloqueaba. Y ni siquiera por esas consideraciones se nos ocurrió nunca
entrar en negocios con el tráfico de drogas.
Recuerdo que en los primeros tiempos de la
Revolución existía la lotería, era una fuente de recaudación, y nosotros
estábamos impacientes por liquidar la lotería. Pero en los primeros meses de la
Revolución había miles de personas que vivían de eso, y nosotros no teníamos de
inmediato empleos sustitutivos. Entonces, convertimos la lotería, en vez de un
simple sorteo por dinero, en una institución de ahorro y vivienda; con el
dinero que se recaudaba se fabricaban viviendas y al cabo de un número de años
se le devolvía el dinero al individuo que compraba el billete, aunque se
mantenían los premios en dinero, eran como unos bonos de ahorro, el Estado
perdía en el negocio, pero así le fuimos quitando el carácter de juego de azar
hasta que la suprimimos.
Todos los casinos de juego fueron
definitivamente clausurados. Pero en el tiempo en que duró el juego de la
lotería, durante algunos años, llegaron montones de ofertas, de mafias yankis,
que nos ofrecían millones de dólares mensuales, para la Revolución, no para
nosotros, nos respetaban lo suficiente como para no intentar sobornarnos. Ese
dinerito podría habernos servido para ayudar al movimiento revolucionario, para
comprar medicinas o para muchas cosas. Sin embargo, jamás se aceptó eso. ¿Qué
es lo que pedían? Que les diéramos por adelantado el número que iba a salir en
la lotería. Porque todo el juego ilícito de lotería en Estados Unidos se regía
por la lotería cubana, que sorteaba todas las semanas. Las mafias en Estados
Unidos, sabiendo la honradez con que funcionaba aquí la lotería después del
triunfo de la Revolución y que el numerito se sacaba de verdad técnicamente, el
día del sorteo y en virtud exclusivamente del azar, nos enviaban mensajes
diciendo: No, no queremos que ustedes hagan fraude, sino que hagan lo mismo
pero una semana antes y nos trasmitan los números premiados. Nos ofrecieron
montones de millones de dólares en días de verdad difíciles para la Revolución,
y nosotros no nos pusimos a buscar pretextos morales para aceptar aquel dinero,
nos mantuvimos firmes y esa es la política que hemos mantenido durante 26 años.
Entonces, las campañas contra Cuba son la
demostración más palpable del cinismo del gobierno de Estados Unidos, y ellos
no pueden decir, ¡no lo pueden afirmar, ni podrán probar jamás!, que aquí haya
entrado en este país un solo centavo, y en 26 años no hay un solo caso de
funcionario corrompido, sobornado que haya estado en ese tipo de negocio. Esa
es la verdad histórica, completa, real. Ni a ti te diré una mentira, ni al
pueblo le diríamos nosotros jamás una mentira y nuestro pueblo lo sabe
sobradamente. Y hubiéramos tenido razones para adoptar cualquier medida de ese
tipo, aun de proclamarlo, pero creo que tuvimos la sabiduría de no hacerlo.
Creo que el imperialismo habría explotado mucho eso, habría dicho lo que dice
ahora calumniosamente: que queremos envenenar la juventud norteamericana.
Ahora, ¿qué otro país puede decir esto que he dicho en nombre de Cuba? ¿Puede
decir eso el gobierno de Estados Unidos, si ya ellos tienen la marihuana
sembrada en 48 estados? Siembran la marihuana en viveros, en invernaderos, por
dondequiera; ya la marihuana, en lo fundamental, no sale de América Latina o de
Jamaica hacia Estados Unidos, cada vez es menos, porque prácticamente la
cultivan en Estados Unidos, ya esa lucha del gobierno de ese país se ha convertido
en una medida de proteccionismo yanki a la marihuana.
Otra cosa: la cocaína —como le decía yo a un
periodista— van a terminar produciéndola sintéticamente. No mucho tiempo
después alguien me contó —una periodista norteamericana— que ya han producido
la cocaína sintética. Van a hacer como con el caucho, como hicieron con la
vainilla y como hicieron un día con las fibras sintéticas o con el alambre de
cobre, sustituyéndolo en las comunicaciones telefónicas con fibra óptica, y eso
es lo que van a acabar haciendo con la cocaína, producirla sintéticamente en
laboratorios clandestinos. Incluso me contaron que la produjeron tan fuerte que
unos tipos utilizaron una dosis corriente y se murieron cuatro o cinco porque
tenía como seis veces más potencia que la natural. Y a mí no me extrañaba
porque, al fin y al cabo, la penicilina cuando Fleming la descubrió, la
extraían de un cultivo de hongo, así la produjeron durante muchos años, pero ya
la penicilina hace rato se produce sintéticamente, mucho mejor y más pura que
aquella que salía de los cultivos de hongo. Ellos van a terminar produciendo
una cocaína pura, porque, además, tienen químicos y tienen todos los medios y
todos los recursos para producirla y la van a producir; terminan en eso, porque
ese sistema es incapaz de prohibir la marihuana, de prohibir la cocaína, de
eliminar las mafias que son consustanciales de un sistema regido por el más
grosero mercantilismo.
Entonces, respecto al problema este hay una
cosa de fondo: el narcotráfico lo creó Estados Unidos, lo creó el imperialismo,
la sociedad de consumo, con ese dinero que nos roban, con ese dinero que nos
saquean; una parte la invierten en armas y otra en drogas. Y ellos fueron los
que crearon el mercado, la infraestructura de las drogas, todo ese aparato; los
aviones son yankis, los barcos son yankis, los comerciantes son yankis, los que
tienen montado todo ese engranaje son ellos. Son incapaces de liquidar la
marihuana dentro de Estados Unidos, y vienen con su prepotencia a exigirles a
los países latinoamericanos el envío de policías, de medios químicos y de armas
para que la liquiden y liquiden hasta los cultivos de coca tradicionales que
tienen los campesinos.
Ahora, en mi opinión —y he meditado sobre
eso—, ni siquiera en ese problema los países latinoamericanos han seguido una
política correcta, ¿por qué? Porque ese mercado y esa red creada por ellos, se
convirtió en fuente de divisas invisibles para unos cuantos países
latinoamericanos que ingresaban más divisas por esa vía que por la exportación.
No quiero mencionar nombres, pero ustedes saben que los hay y ustedes saben
bien cuánto ingresan en cada uno de los países, incluso en Bolivia, porque yo
tengo informaciones de los datos exactos de las divisas que entraban por esa
vía, cuánto se quedaba en el país, cuánto se fugaba, hay mucha gente
especialista allí que conoce el problema.
El imperio con sus vicios ha creado un
mercado del que viven ya millones de campesinos, no solo constituye una fuente
de divisas. Ellos, con su eterna manía que les ha entrado de exigirles a los
países latinoamericanos y del Caribe lo que ellos no son capaces de hacer en su
propio país, y con su tradicional prepotencia, lo que están consiguiendo es
agravar más el problema económico de unos cuantos países, y crearles problemas
sociales y políticos graves a unos cuantos países, porque millones de personas
han sido arrastradas por la propia sociedad norteamericana a vivir de esa
producción, y sé de casos —no quiero mencionar países— en que había valles
donde se sembraba históricamente maíz, y de repente lo único que se siembra
allí es amapola para sacar otro tipo de droga, la heroína. Yo no sabía que
crecía bien la amapola en nuestro continente. Oía hablar siempre de su cultivo
en Asia y, figúrense, ¿un campesino cultivando una hectárea de maíz cuánto
gana? Cultivando unos cuantos metros cuadrados de amapola ganaba diez veces
más. Han corrompido masivamente a ciudadanos de esos países y han convertido el
narcotráfico en un medio de vida de millones de familias campesinas.
Entonces, si eso es una realidad, si ellos
tienen la culpa, si ellos tienen la responsabilidad, ¿cuál debió ser la actitud
de los países latinoamericanos? Lo que nosotros le planteábamos a un periodista
que preguntó sobre todos estos problemas. Le dije: Ustedes crearon todo eso, y
si nos dicen: Tenemos este vicio, hay tal corrupción, no podemos evitarla,
ayúdennos, y apelan a nosotros moralmente para que los ayudemos, nosotros
moralmente podemos estar dispuestos a ayudarlos; pero este problema no se
resuelve enviando productos químicos, equipos de fumigaciones, entrenando
policías, mandando armas, chantajeando a gobiernos y países. Se ha creado esta
situación por culpa de ustedes, hay millones de personas que viven ya de eso y
no tienen otro medio de vida. La respuesta en esencia fue: Podríamos estar
dispuestos a ayudarlos, pero ustedes durante 8 años, 10 años, 15 años tienen
que donar cada año miles de millones de dólares para crear una economía
adecuada de la que puedan vivir millones de familias, regiones enteras y países
afectados por ese problema creado por ustedes, y para evitar el agravamiento de
los problemas económicos del área.
Creo que la posición correcta habría sido
haberles planteado una demanda económica y no haberles aceptado que a tiros,
con fumigación, matando de hambre a los campesinos, se resuelva un problema
originado exclusivamente por ellos. Creo que, sinceramente, no hemos tenido la
dignidad suficiente para plantearles en los términos correctos la solución
correcta a este problema del narcotráfico, como un servicio al pueblo de
Estados Unidos (APLAUSOS).
PRESIDENTE.- Compañeros, puede haber otras
preguntas, pero nos parece que ya es suficiente, ya llevamos unas cuantas
horas, me parece que debemos agradecer al compañero Fidel... (APLAUSOS).
FIDEL CASTRO.- No voy a hacer un discurso,
compañeros, sino añadir muy breves palabras para decirles que he tratado de
responder las preguntas que ustedes han hecho. Me he extendido en algunas
ocasiones porque tal vez, por instinto, me parecía conveniente extenderme en
algunos temas, esclarecer algunas cosas. Creo que hemos estado trabajando
muchas horas, todos tenemos un poco de cansancio.
Quiero decirles simplemente como despedida
—aunque sé que muchos de ustedes nos van a acompañar en los próximos días y que
va a haber también una representación en la reunión del día 30—, que ha sido
para nosotros un honor muy grande la presencia de ustedes en nuestro país, ha
sido un gran estímulo y quiero expresarles por ello nuestro agradecimiento.
Ustedes muchas veces han dicho que están agradecidos por las atenciones que les
ha dado nuestro pueblo y todos los compañeros que han estado en contacto con
ustedes, pero realmente somos nosotros los que debemos expresarles el
agradecimiento porque desafiaron las calumnias, las mentiras, las intrigas, las
presiones y vinieron a Cuba. Gracias a esa actitud de ustedes ha sido posible
el desarrollo exitoso de esta conferencia que he escuchado, palabra por
palabra, hora por hora, minuto por minuto, segundo por segundo y me ha dejado una
impresión extraordinaria, me ha dejado —como les decía al principio— una idea
clara del talento y la preparación cultural y política de los cuadros
sindicales de América Latina y el Caribe.
He escuchado formas de expresión y mensajes
tan vivos y tan directos como no recuerdo haberlos escuchado en alguna otra
ocasión en mi vida, y tengo la convicción de que este esfuerzo va a dar frutos
históricos.
A veces a mí me han acusado de optimista.
Algunos compañeros recuerdan, cuando nos volvimos a reunir unos siete
guerrilleros armados después de los reveses iniciales, cuando llegamos al
terreno donde teníamos que llegar, que yo les dije: "Ya ganamos la
guerra", y éramos siete hombres. Dicen algunos compañeros que por respeto
no dijeron nada, pero que no estaban muy de acuerdo con mis apreciaciones, les
parecía extraño que yo les dijera aquello. Al fin y al cabo, pasó el tiempo y
ganamos la guerra.
Por eso no tengo miedo de ser optimista, y
la vida me ha enseñado que no hay que tener miedo de ser optimista; no creo que
sea simplemente optimista si digo y expreso mi convicción de que esta
conferencia se va a convertir en un acontecimiento histórico para el futuro de
nuestros pueblos, de lo que Martí llamó Nuestra América y del Tercer Mundo,
porque como les decía, este es el continente, es la región del mundo que puede
ser líder y abanderada de esta lucha.
Hoy nos queda, además, la convicción, de que
dentro de esa lucha y entre las distintas capas y sectores de la población, los
trabajadores van a ser los líderes y los abanderados de esa histórica lucha.
Durante años, hemos estado pensando en todos
estos problemas; hoy vemos cómo empiezan a ser realidad las posibilidades de un
avance y de un triunfo.
Creo que hay una idea esencial, lo voy a
decir antes de despedirme de ustedes, desde la época de Roma existe un
principio imperial, que es: "Dividir para imperar." Esa ha sido
siempre la táctica de todos los imperios, y por eso trata de dividir a nuestros
pueblos unos de otros, trata de dividir a cada pueblo; aun más todavía, trata
de dividir a los trabajadores entre sí por todos los medios posibles, y si la
consigna o el principio imperialista es dividir para imperar, el principio de
los trabajadores debe ser unir para triunfar (APLAUSOS PROLONGADOS).
Les agradezco infinitamente el honor que ha
significado para nuestro país la presencia de ustedes, la confianza que han
demostrado, el estímulo que nos dejan, y las horas de emoción y de felicidad
que hemos vivido en estos días.
Muchas veces cuando ustedes hablaron desde
ese podio, al terminar decían: "Acompáñenme a decir algo." Y yo les
pido que me acompañen a repetir una consigna que ha sido la consigna de 26 años
de Revolución, ya no pensando en Cuba, pensando en nuestra América, pensando en
cada una de sus patrias, pensando en nuestros pueblos que tienen tantas cosas
en común, la consigna de:
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)