DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, CON DELEGADOS A LA CONFERENCIA SINDICAL DE LOS TRABAJADORES DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE SOBRE LA DEUDA EXTERNA, DURANTE LA SESION DE CLAUSURA DEL EVENTO, EL DIA 18 DE JULIO DE 1985, "AÑO DEL TERCER CONGRESO".

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

FIDEL CASTRO.- Compañeras y compañeros:

Yo puedo hacer dos cosas: o voy al podio y hago un discurso, o me quedo aquí y sostengo un diálogo con ustedes. Allí posiblemente diga las cosas que me parecieran más importantes decir, esclarecer aquellos puntos que considerara necesario esclarecer y será cuestión de azar que adivine cada una de las cosas que les puedan inquietar a ustedes, o en las cuales puedan tener mayor interés. Por eso preferiría la variante del diálogo, ya que he podido apreciar en mis contactos con diversos delegados, que tienen interrogantes o tienen interés en conocer algo más o puntos de vista adicionales sobre algún tema; entonces podemos salirnos de lo tradicional, ya que ustedes han escuchado muchos discursos en estos días y, por cierto, entre ellos, muy buenos discursos, y yo también he pronunciado este año muchos discursos sobre estas cuestiones. Por lo tanto, me alegraría que ustedes coincidieran en la preferencia por el diálogo (APLAUSOS). En ese caso, tendríamos que solicitarle al compañero Veiga que presida este diálogo y conceda la palabra a los que la soliciten, bajo el supuesto de que fuera posible llevarlo a cabo con orden y dentro de cierto límite de tiempo. No es que lo establezca yo, pero cuando pasan las horas, ustedes se cansan, yo me canso, todos nos cansamos. Como límite de tiempo, podemos disponer de dos horas y, si ustedes resisten, una hora más, y, como límite de preguntas, me imagino que puedan ser alrededor de 15 ó 20. Si están de acuerdo, comenzamos inmediatamente (APLAUSOS).

ROBERTO VEIGA (Presidente).- Tiene la palabra el compañero Angelino Garzón, secretario general de la Central Sindical de Trabajadores de Colombia.

El compañero Danzós Palomino quiere hacer una proposición.

RAMON DANZOS PALOMINO (México).- ¿Por qué no se combinan las dos ideas que plantea Fidel: la de conocer en la tribuna algunas opiniones suyas sobre la asamblea y combinarla después con una serie de preguntas que podría haber?, porque yo creo que es importante conocer el punto de vista que tenga Fidel sobre la asamblea y luego también puede ser una combinación de preguntas.

FIDEL CASTRO.- Yo puedo decir unas palabras finales desde aquí mismo, no hay que ir allí a la tribuna, y en un orden inverso: primero respondo las preguntas y después digo unas breves palabras finales, sobre aquellas cosas que no hayan estado incluidas en las respuestas (APLAUSOS).

PRESIDENTE.- Compañero Garzón.

ANGELINO GARZON (CST-Colombia).- Yo quiero preguntarle al compañero Comandante Fidel Castro, aprovechando toda su estadía acá en esta conferencia, cuáles son las impresiones y las apreciaciones que tiene sobre el desarrollo de esta conferencia, sobre el carácter, la discusión de las deliberaciones y sobre las conclusiones también de la conferencia, y las perspectivas de ese trabajo.

FIDEL CASTRO.- Es difícil decir algo que no se haya dicho ya sobre estas impresiones en el transcurso de las intervenciones, o en esta acta; pero, bueno, si voy a expresar algunas impresiones muy personales, reflexiones que hacía durante el transcurso de la conferencia, puedo decir, en primer lugar, que por encima de las diferencias que pueda haber de criterios políticos —como decía Veiga— o distintas posiciones —el habló, incluso, hasta de criterios religiosos, no creo que ese haya sido tema presente en la reunión, las diferencias pueden ser políticas o de posiciones, o de enfoques, ideologías, todo eso—, yo observaba aquí en todas las intervenciones que por encima de diferencias, se reflejaba el carácter de trabajadores, de obreros, de campesinos, de gente que están muy vinculadas a la base, que conocen los problemas, los sufrimientos de los hombres y mujeres del pueblo, y, sobre todo, de sus compañeros de trabajo. Es un fenómeno realmente interesante, porque se veía una gran comunidad de sentimientos e ideas, y diría que las cosas comunes predominaban de tal modo que las diferencias apenas se percibían o no se percibían en absoluto.

Me llamó la atención el nivel intelectual de los delegados, su capacidad de comprender el fondo de los problemas, de ir al grano directamente, a pesar de que hubo algunas intervenciones que requirieron, por razones de tiempo, el aviso del martillo ese de madera —no sé cómo le llaman— o el timbre del reloj. He participado en muchas reuniones de todo tipo, reuniones de jefes de Estado en el Movimiento No Alineado, en las Naciones Unidas, en muchas partes, y podía apreciar la preparación de las personas que se reunieron aquí, de las muchas que hicieron uso de la palabra.

Me admiré, incluso, cuando vi en un momento determinado en que se empezó a establecer el reglamento con más rigor, o aplicar el reglamento con más rigor, cómo se adaptaron relativamente pronto y fueron capaces de hacer en breve tiempo, en 10 minutos y aun en menos de 10 minutos, intervenciones interesantes, brillantes. Creo, realmente, que no he dejado de escuchar con interés prácticamente ni una sola palabra de las que se pronunciaron en esa tribuna, y no recuerdo ninguna otra reunión o asamblea en que se haya visto tanta calidad en los pronunciamientos.

He podido apreciar, además, criterios firmes, sólidos, expresados con gran convicción, energía y carácter. No quiero hacer comparaciones con otros sectores de la sociedad —las mujeres recientemente habían dado una gran prueba, una prueba parecida a esta que nos admiró mucho—, pero podría decir que no he participado en ninguna otra reunión más interesante, ni de más calidad, por la participación y las intervenciones de los delegados, que esta reunión de trabajadores.

Como regla, puedo decir, además, que las intervenciones fueron buenas, tenían contenido, portaban ideas valiosas, y algunas fueron realmente brillantes.

Para señalar algo del documento, habría que sacar la conclusión de que este habría parecido imposible cuando se hablaba de la extraordinaria amplitud de la reunión y la diversidad de corrientes, de ideologías representadas aquí; el hecho de que se haya podido elaborar un documento como este parece un milagro, pero no es ningún milagro, es producto, es fruto del sentido de la responsabilidad, la seriedad y del compromiso de los aquí presentes. Creo que es la misma opinión que tienen todos ustedes, porque lo demostraron con la emoción y el entusiasmo con que al final lo aprobaron de forma unánime.

De la discusión anterior, o de la sesión del mediodía de hoy a esta sesión, se mejoró el acta, estamos conscientes de que no es perfecta, no nos imaginemos que hemos hecho un documento perfecto; pero dadas las condiciones, las circunstancias, la amplitud de esta reunión y la diversidad de corrientes, creo que ha sido un éxito considerable. Pienso que las ideas que se sugieren van a tener impacto no solo en América Latina, sino también en la opinión pública internacional, en el mundo industrializado y van a tener impacto en Africa, en Asia, en todas partes, estoy convencido; y no es un manifiesto, no es una proclama, es simplemente un acta que refleja lo que aquí se ha discutido y los pensamientos que aquí se han expuesto.

Creo que se ha cumplido, además, con el espíritu con que se convocó la conferencia, en el sentido de que se trataría de evitar cualquier paso, cualquier medida que pudiera parecer que habíamos hecho una organización, o que se desconocía cualesquiera de las organizaciones existentes. En este documento se ha recogido, simplemente, el espíritu, las ideas que prevalecieron en la conferencia, y a pesar de constituir simplemente un acta, creo que va a ser una de las actas de más repercusión que haya existido en nuestra región.

Llevo muchos días o muchos meses, bastante tiempo, pudiéramos decir muchos años, relacionado con estos problemas, y realmente nunca había visto algo así tan claro y, a mi juicio, tan efectivo como el contenido de esta acta; es decir, se ha logrado, cumpliendo estrictamente con todo el espíritu de la convocatoria, sacar un documento que va a tener, a mi juicio, mucho eco.

Decía, o quería decir y no lo dije, que en este largo proceso en que nosotros hemos estado preocupados por estas cuestiones, nada me había emocionado tanto como la lectura de esta acta, la misma que ya habíamos visto al mediodía, mejorada ulteriormente en el debate, que fue tan excelentemente leída en el podio. Creo que me contagié de la emoción de todos. A pesar de que hemos estado reunidos aquí varios días, que nos sentimos ya en un ambiente más familiar, personalmente, compañero colombiano, realmente me sentí muy emocionado esta noche, porque tengo plena conciencia de que hemos realizado un gran paso hacia adelante.

Es difícil ahora hablar de proyecciones futuras, consecuencias futuras; vislumbro que va a tener un gran impacto, va a tener una gran fuerza, va a dinamizar este movimiento unitario, va a dinamizar esta lucha.

Creo que las repercusiones de esta conferencia van a ser grandes, que los frutos van a ser abundantes; pero no debemos olvidarnos de que no es la única, que ya se le ha dado apoyo aquí, en concreto, a la próxima conferencia que piensan organizar en Bolivia y a la que van a organizar en el Cono Sur.

Creo que también es posible que el día 23 de octubre, día de la protesta, o día de la lucha —¿cómo le pusieron ustedes?—, de la "Realización de una acción continental contra la deuda externa y sus catastróficos efectos", pudiera convertirse también en un día de acción continental no solo de los trabajadores de la ciudad y el campo, sino también de las organizaciones estudiantiles, de las organizaciones de mujeres, de las organizaciones de profesionales, y de muchas organizaciones políticas; no sería extraño que numerosas organizaciones políticas apoyaran esta acción, es decir que se multiplicara el efecto de este acuerdo si se convierte prácticamente en el día de la acción continental de organizaciones de masas y políticas.

Tengo presente que dentro de unos días se va a producir una reunión muy amplia aquí en La Habana; esa reunión será más amplia todavía que esta, porque esta fue amplia, pero reunión de sindicatos, reunión de trabajadores, y la próxima será una reunión donde estarán representados partidos de muchas ideologías diferentes y sectores sociales diferentes. En la reunión del día 30, participarán partidos de izquierda, partidos de centro, algunos partidos conservadores, científicos, intelectuales —me están diciendo que esto está saliendo al aire por radio a todo el hemisferio; yo estoy hablando, suponiendo que esté o no esté siendo transmitido en directo, no voy a variar absolutamente nada de lo que diga porque esto esté en el aire (APLAUSOS)—, economistas, sectores religiosos, estudiantes, mujeres; del grupo de mujeres latinoamericanas que está en Nairobi librando allá una gran batalla, una parte de ellas participará también en esa conferencia o en ese diálogo continental que se inicia el 30 de julio, y habrá, por supuesto, una nutrida y prestigiosa representación sindical, como estarán igualmente presentes numerosas personalidades políticas. Es decir, es de una gran amplitud. Hay algunos empresarios nacionales invitados, hay, incluso, algunos banqueros, para que den sus opiniones y participen también en el diálogo. No estará representada la banca transnacional, ni las transnacionales, ni el imperialismo, en dos palabras, pero será una conferencia de enorme amplitud.

Esto me he adelantado un poco en explicarlo, porque tiene que ver también con algunos puntos de vista sobre la estrategia y la táctica que debemos seguir en esta lucha. Es imposible desde ahora decir cómo se va a desenvolver la reunión. He visto la de mujeres, he visto la de periodistas de América Latina, he visto esta reunión obrera y campesina, pero no es posible. Ahora, será una reunión con una gran amplitud, absoluta democracia, absoluta libertad para expresarse, absoluto respeto a las opiniones de todos, cualesquiera que sean esas opiniones; habrá que ver cómo se desenvuelve esa gran asamblea, donde va a tener lugar ese diálogo.

Creo que ninguno de nosotros hemos visto nunca nada parecido a eso, porque lo más que hemos visto así, muy amplio, son las reuniones de los No Alineados, las reuniones de los jefes de Estado, muy heterogéneas también por los países que constituyen ese movimiento, casi 100 países. Aquí mismo, en esta sala, tuvo lugar la VI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, duró casi una semana, y es lo que se puede parecer más, pero yo espero que la reunión quede mejor que una Cumbre de No Alineados.

Los cables hablaron de una reunión cumbre y nosotros inmediatamente explicamos que no era una reunión cumbre, sino que era una reunión de alto nivel, de personalidades, dirigentes políticos, sindicales, etcétera. Ese es el carácter que realmente tiene. En ningún momento nos pasó por la mente la idea de convocar a una reunión de jefes de Estado de América Latina y el Caribe, si nosotros ni siquiera pertenecemos a la OEA, de allí nos expulsaron, para honra nuestra; ni siquiera tenemos relaciones con muchos países, porque fuimos víctimas del aislamiento, del bloqueo, de la ruptura de relaciones impuesta por el imperialismo; no se nos habría ocurrido, habría sido un poco presumido, presuntuoso que Cuba estuviera convocando a una reunión cumbre de jefes de Estado de la región. Para nosotros, la cumbre, la excelencia no está en la jerarquía política de los que participan, sino en la calidad moral, la calidad humana, la honestidad y la representatividad popular de los que participan (APLAUSOS).

Por tanto, pienso, compañeros, que ya el día 30 podremos apreciar las repercusiones de esta conferencia, y estoy absolutamente convencido de que serán grandes las repercusiones; tengo la absoluta convicción, no basada en un sueño o cosas extrañas, sino que vengo observando este movimiento, este proceso, desde hace años, en que se veía venir, se veía gestar la tormenta, hasta este momento en que la tormenta está desatándose, porque realmente se arribó a la madurez de la crisis, maduró la crisis.

No quisiera extenderme más, pero con motivo de tu pregunta he tratado de darte una respuesta y explicar algunas otras ideas.

PRESIDENTE.- El compañero de México.

PABLO SANDOVAL RAMIREZ (Sindicato Unico Nacional de Trabajadores Universitarios, de México).- Nos ha parecido muy interesante la opinión del Comandante Fidel Castro, ya en el curso de la sesión de la mañana recibimos también opiniones muy interesantes. Estamos de acuerdo con la opinión que nos dio, por ejemplo, en relación con la fecha de la acción continental. Creemos que, en efecto, es necesario desarrollar una campaña muy amplia para desmistificar la celebración de una fecha de esta naturaleza. Creo que se refirió con certeza a esta utilización que hace el imperialismo para seguir justificando la explotación de nuestros pueblos.

Sin embargo, habría que aclarar, precisar que la motivación que tuvimos al formular esta propuesta, fue en el sentido, precisamente, en que lo planteó Fidel Castro. Nuestro compañero del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, planteó que esta fecha debía ser propicia para iniciar esta campaña de lucha contra el colonialismo. Desde luego, esto es lo que creo que animó al conjunto de compañeros que propusieron esta fecha de acción continental.

Creo que hay una coincidencia, pues, con la preocupación del compañero Fidel Castro, creo que debemos hacerla cada vez más clara y desarrollar esta campaña.

Por otra parte, quisiéramos expresar también nuestra propuesta de que la coincidencia...

PRESIDENTE.- Compañero, pienso que el carácter que tiene este intercambio no es un carácter de exposiciones, sino un carácter de preguntas (APLAUSOS). A los efectos de ganar tiempo y hacer más fructífero el intercambio, quisiera que los compañeros se dirigieran directamente a las preguntas que les interesan. Ruego al compañero que me perdone, pero me parece que eso está en el sentir de todos los presentes; por lo tanto, quisiera que hiciera la pregunta de manera directa y concreta, hágame el favor, compañero.

PABLO SANDOVAL RAMIREZ.- Yo partí, compañero —discúlpeme usted—, de la opinión que planteó el compañero Fidel Castro, en el sentido de establecer un diálogo que implica también plantear determinadas opiniones. Realmente, quería referirme estrictamente a estas opiniones nuestras y precisar algunas cuestiones que pudieran haber quedado poco claras de nuestra posición. Me limito, pues, a hacer este planteamiento.

FIDEL CASTRO.- El no hizo pregunta, pero tengo entendido que se refería a la fecha del 12 de octubre, que algunos propusieron como día de acción continental contra la deuda, ¿no es eso?

PABLO SANDOVAL RAMIREZ.- Sí, exacto.

FIDEL CASTRO.- Estuve conversando contigo un rato sobre ese punto. Lo que puedo decir es que por culpa de ustedes hoy se abrió un tercer frente —en eso estaba meditando hoy por la tarde—, porque ya tenemos un frente grande, muy grande, que es este que hemos discutido aquí; hay un segundo frente, que se ha abierto con motivo de las olimpiadas de Seúl, otro frente —no sé si por ahí les repartieron a ustedes un material—, ya son dos frentes; y el tercer frente se abrió hoy con motivo del 12 de octubre. Porque, realmente, yo tenía una serie de ideas y de opiniones sobre eso, hace tiempo que vengo mascullando, puedo decir; no he dicho nada público en ninguna parte, pero hace rato que vengo rumiando, si se quiere, el problema este, masticándolo, y no lo puedo tragar (RISAS), la cuestión de la apologetización del 12 de octubre, porque tengo mis opiniones sobre eso, y porque me siento indio. Es decir, soy indio, pertenezco a esta nueva indiada que habita nuestra región, me siento aborigen, como se sienten todos ustedes los que viven, y con orgullo, en estas tierras, que se sienten parte de ellas, independientemente de donde procedan nuestros antepasados: unos de un lugar, otros de otro. También los que estaban aquí antes de Colón procedieron, dicen que de Siberia o de China, o no sé de dónde, y que vinieron por el Estrecho de Behring; tampoco eran de aquí, pero vinieron, creo que pacíficamente; tenían sus guerras entre ellos, pero eran guerras entre partes más o menos parejas, hasta que nos descubrieron. Digo: nos descubrieron, porque me siento parte, me siento indio, soy indio, de los nuevos indios que somos nosotros, y que tenemos pretendientes de conquistadores mucho más poderosos, con mucha tecnología, armas más sofisticadas y destructivas que las que tenían aquellos que conquistaron entonces nuestras tierras y avasallaron a nuestros pueblos.

Entonces, creo que fue infausta o nefasta, como dije esta mañana, aquella fecha; choca con todos los valores que nosotros más apreciamos.

Los de aquí de esta isla eran los más pacíficos habitantes de este continente. Todavía los aztecas, los incas, los araucanos y otros eran más guerreros, más organizados; pero los de Cuba eran los más pacíficos que han existido nunca en el mundo, no tenían, desde luego, ni aviones, ni locomotoras, ni radio, ni televisión, ni tractores, ni ómnibus, ni arcabuces, ni ballestas, ni espadas, ¡ni barcos de vela tenían siquiera! Y siempre he pensado que la suerte de los conquistadores, es que cayeron aquí por equivocación. Porque no se olviden que las ideas de Colón era llegar a las Indias, no sabían que había un continente por el medio, que se atravesó en su camino, para su suerte y para la suerte de los Cortés, de los Pizarro y de todos los conquistadores.

He leído con mucho interés algunos libros del Oriente o de las llamadas Indias de aquel tiempo, entre ellos la historia de Marco Polo completica y en detalle, sus 800 páginas, y lo que había en aquel Oriente eran ejércitos de guerreros de verdad, de cientos de miles de temibles soldados de caballería. En aquella época, si llegan por casualidad a China, se los tragan en 15 minutos, nada más que en 15 minutos. Ellos pudieron conquistar este hemisferio porque trajeron unas decenas de caballos, y los indios creían que el caballo y el hombre eran la misma cosa, el mismo animal, que tenía una forma extraña, entonces mataban el caballo y el hombre se apeaba, disparaban, además, con unos pocos cañoncitos; todo aquello desmoralizaba. Sin embargo, allá habían inventado precisamente la pólvora, y tenían ejércitos de cientos de miles de hombres de caballería.

Como también en mi época, cuando estudiaba historia, me enseñaron "las proezas" de los españoles, y he leído los libros de las conquistas, he sacado la conclusión de que el error, la equivocación los salvó, porque hubiera querido ver a Diego Velázquez, que conquistó a Cuba matando indios aquí, desembarcando en China; o a Pizarro y a Hernán Cortés, esos "gloriosos" guerreros, porque a nosotros nos enseñaron que eran unos guerreros gloriosos. Y sabemos lo que hicieron, porque aquí llegaron con la espada, hicieron bendecir la conquista con la cruz —respeto mucho más la cruz que la espada— y aniquilaron la población, no quedó casi nadie aquí en Cuba; pero en México había 6 millones de indios, y a los pocos años quedaban solo 2 millones, no los exterminaron a todos con sus espadas, sus enfermedades y sus atroces métodos de esclavitud porque no pudieron. Conquistaron enormes espacios, violaron, hicieron de todo, se apoderaron de las riquezas, esclavizaron a nuestros pueblos. Yo creo que esa parte de la historia requiere una crítica, y que la cuna de los conquistadores, que hoy casi se enorgullece de las hazañas de sus antecesores, debiera hacer la crítica y la autocrítica de la conquista, del colonialismo y de los conquistadores. El día que se haga la autocrítica, le podremos dar las gracias por algunas cosas culturales que nos hubieran quedado. Pero creo que no puede haber apología del descubrimiento y de la conquista, sin crítica y sin autocrítica de las cosas injustas, atroces y brutales que ocurrieron. Es lo que pienso. Estoy muy convencido de todo eso, pero no quería armar un escándalo con eso en medio de la lucha contra la deuda.

Mañana los cables van a hablar más del problema de la conquista que de la conferencia, pero no tengo temor. Tendremos tres frentes, seguiremos luchando en tres frentes, no hay problema (APLAUSOS).

PRESIDENTE.- El compañero de Argentina.

ALBERTO HERNANDEZ (Sindicato de Municipales, Córdoba, Argentina).- Compañero Fidel Castro: Los países latinoamericanos han venido experimentando, a lo largo de su historia, sucesivas alternativas, etapas de gobiernos democráticos y gobiernos dictatoriales. Hoy tenemos tres flamantes democracias en Uruguay, Brasil y Argentina, y concretamente la pregunta era: ¿Qué posibilidades veía, compañero, en la consolidación de estas democracias, y cuál podría ser el futuro desarrollo?

FIDEL CASTRO.- ¿Relacionado todo esto con la deuda externa?

ALBERTO HERNANDEZ.- Está todo relacionado.

FIDEL CASTRO.- Mira, déjame decirte lo siguiente, cómo recibió el mundo la apertura democrática en Argentina, en Uruguay y en Brasil, que se efectuó de distintas formas en cada país, pero fue incuestionablemente una apertura democrática.

Todo el mundo recibió ese acontecimiento con júbilo y con verdadera alegría, se puede decir, porque en el mundo se divulgaron los horrores que ocurrieron en esos tres países, y especialmente en Argentina, donde la represión llegó a tales niveles como jamás había llegado en este hemisferio.

Históricamente se hablaba de Rosas, en la Argentina; de Juan Vicente Gómez, en Venezuela; de Porfirio Díaz, en México, de muchas tiranías, satrapías. Martí habló mucho ya de los dictadores del siglo pasado. En época más reciente, tuvimos a Trujillo, Somoza, Carías, sin contar los más recientes en Guatemala, Salvador y otros países. En definitiva, durante bastante tiempo la mayor parte de los países latinoamericanos han estado gobernados por dictaduras sangrientas.

Nosotros tuvimos las nuestras también, más de una. Pero si las comparamos con las que tuvieron ustedes, podemos decir que fueron campeones olímpicos aquellos dictadores entrenados por la CIA y preparados por la CIA, que les enseñaron el arte de torturar, matar, desaparecer seres humanos. Hay que decir que los torturadores aquí en Cuba eran primitivos, comparados con los torturadores que surgieron en Chile, en Argentina, en Uruguay y en otros países. Recientemente estuve hablando con un compañero uruguayo que lo tuvieron con una capucha puesta creo que un año. No se sabe cómo los hombres resistieron esos métodos de tortura científicos, pudiéramos decir.

Los torturadores aquí en la época de Machado, de Batista, eran torturadores primitivos, atrasados, toscos; no eran torturadores científicos, y golpeaban, torturaban y mataban con sus torturas, pero los métodos que aparecieron después del triunfo de la Revolución Cubana en América Latina y después de la guerra de Viet Nam, donde el imperialismo desarrolló sus investigaciones científicas sobre el arte de reprimir, torturar y matar, esas no se conocían aquí.

El fenómeno de las desapariciones es una de las cosas más crueles que pueda concebirse. Yo he visto familias al cabo de cinco años, con la esperanza de que vivan todavía sus familiares, no hay manera de persuadirlas; he conocido familias guatemaltecas, familias chilenas, familias argentinas, de muchos lugares. Quizás lo más difícil que hay es persuadir a una persona de que pierda la esperanza, y así han estado los hijos, las mujeres, los padres, los hermanos, durante un año, dos años, cinco años, diez años. Es decir, no hay nada más horrible que el método de las desapariciones, y ese método lo utilizaron masivamente las tiranías impuestas por Estados Unidos en América Latina.

¿Y quiénes son los que más sufren? Quizás a aquel ciudadano, aquel ser humano, lo llevaron, lo torturaron un mes y lo mataron, pero le dejaron la tortura a la familia para toda la vida. Puede haber sido un revolucionario que estuviera corriendo un riesgo consciente, pero, ¿y la familia que resultó víctima de ese procedimiento tan atroz? Es diez veces más atroz que la noticia de la muerte de un ser querido.

¿Y esos métodos de quién los aprendieron, quién los enseñó? Fue la CIA, fue el imperialismo el que enseñó todos esos métodos científicos de tortura para reprimir a nuestros pueblos, y los aplicaron exhaustivamente.

El mundo conoce eso, quizás no en todo su horror, pero lo conoce y sufrió mucho moralmente con eso. De modo que la caída de cada uno de estos regímenes sangrientos ha sido recibida con gran alegría, como se recibió el triunfo de la Revolución Sandinista, y como se espera el triunfo de una revolución, o una apertura democrática en Chile. Creo que ese va a ser un día de gran felicidad, porque a la gente no se le olvida ni por un minuto aquel 11 de septiembre: la forma en que aquel gobierno legal, constitucional, electo por el pueblo, fue saboteado, la forma en que fue desestabilizado por el imperialismo, la forma en que fue derrocado y la forma en que fue sacrificada la vida de un hombre como Salvador Allende, que gozaba de un gran prestigio, porque, entre otras cosas, significaba el intento pacífico de hacer cambios sociales, de construir el socialismo por las vías pacíficas, y todo eso despertó muchas esperanzas en el mundo y mucha simpatía. Cuando se produzca una victoria revolucionaria o la apertura democrática —allí puede ocurrir cualquiera de las dos cosas—, va a ser recibida con una enorme alegría por todo el mundo. Así se recibió la de Argentina, la de Uruguay y la de Brasil, y creo que fue un paso muy importante, históricamente muy importante, la apertura democrática en esos países, en un momento, además, excepcional.

Creo que la crisis económica ya jugó su papel importante en esos procesos de apertura democrática, porque los militares fueron comprendiendo que se les hacía cada vez más ingobernable el país. Es decir, esa apertura democrática es resultado de la lucha del pueblo, en circunstancias en que la crisis económica vino en apoyo de las luchas populares y obligó a la retirada del gobierno a los militares. Eso se engarza, pudiéramos decir, con esta lucha que están librando ustedes ahora: la lucha contra la crisis económica, la lucha contra la deuda externa. Yo diría que esta lucha que se libra ahora, no se podría estar librando hace tres años, hace cuatro años, hace cinco años. No se estaría librando, entre otras cosas, porque no había madurado tanto todavía la crisis, y, además, porque las posibilidades de lucha que hoy tienen los trabajadores, los estudiantes, los campesinos en esos tres países, las posibilidades de expresión, de organizarse, son muy importantes para esta lucha.

Pienso que no solo la opinión pública internacional tiene un alto aprecio de ese paso de avance que significó la apertura democrática, sino que los argentinos, los uruguayos y los brasileños de las más diversas tendencias políticas, tienen un alto aprecio por el avance que ha significado esa apertura democrática en países donde reinó el terror en forma terrible, realmente, y yo lo observo.

Tengo la percepción de que incluso aquellos que están en desacuerdo con las medida que se tomen, en desacuerdo político con los actuales gobiernos, los que están en la oposición, todo los partidos de oposición, sienten un aprecio muy alto, y tienen la conciencia y la necesidad de preservar esa apertura, aunque comprendan o piensen que las posibilidades actuales no satisfagan aspiraciones más avanzadas de tipo social, de tipo político. Creo que ese es el sentir de prácticamente todos los partidos políticos de izquierda, de centro, incluso conservadores en relación con esos países.

Ahora, hay un peligro real: yo creo que esta crisis está afectando seriamente a ese proceso, lo está afectando y lo va a afectar cada vez más, puesto que produce un desgaste rápido de las fuerzas políticas, de los dirigentes políticos, y su debilitamiento puede dar lugar a retrocesos, aunque no creo que en lo inmediato haya peligro de golpes de Estado.

Uno no debe descartar nunca esa posibilidad de golpes de Estado reaccionarios, pero yo planteo lo siguiente: hay una crisis económica tan grande, que no creo que se sientan muy estimulados los militares a hacerse cargo en un futuro próximo del gobierno, porque los países se han vuelto ingobernables y ellos lo saben, tienen conciencia de la gravedad de la crisis. No creo fácil que una mayoría se incline a buscar soluciones tipo Pinochet, aunque hay algunos —porque siempre hay locos—, tanto allá en Estados Unidos como en esos países, que piensan y creen que la solución de la crisis económica y la deuda es la represión. Incluso Pinochet está demostrando la testarudez de querer mantener su régimen en condiciones cada vez más imposibles, y en situación de aislamiento total.

Yo he dicho en algunas entrevistas que cuando la situación económica marcha más o menos normal, el número de locos que puedan estar aspirando al golpe de Estado puede llegar a ser mayoritario; pero en situaciones de crisis tan profunda como esta, y después de la experiencia que ha tenido lugar en esos países, creo que los locos que estén soñando con eso son absolutamente minoritarios. Es la opinión que sostengo.

No en todos los países de nuestra región la situación es exactamente igual, en otros países es menos desesperada. Creo que en algunos hay más margen para las posibilidades de un golpe de Estado; pero no lo creo así, realmente te lo digo, en Uruguay; lo creo menos en Argentina en este momento, y no lo creo muy probable en Brasil.

Por el contrario, he estado planteando algo en lo que creo: que esta crisis económica pueda conducir a convulsiones sociales, a estallidos sociales. Y te voy a decir con franqueza lo que les decía a unos compañeros en la comisión, en unos minutos que estuve allí para proponer dos o tres cosas —cosas de detalles, como el dato referido al 40% que estaba en los límites críticos de la pobreza. Parecía que solo el 40% estaba en la pobreza, cuando la realidad es que el 40% está en los niveles inferiores de pobreza, y un 30% por debajo. Es el 70%, no el 40%. Algunos detalles técnicos fui a comentarIos allí, y les decía por qué hablaba de estallidos sociales. Porque creo que las condiciones objetivas para la revolución en los países de América Latina, están avanzando mucho más aceleradamente que las condiciones subjetivas, y cuando tú no ves las condiciones subjetivas para los cambios sociales por una vía o por otra, y puedes apreciar que las mismas no han madurado suficientemente, tú no puedes hablar con propiedad de posibilidades de revolución. Tú sabes que la señora está embarazada, tiene una criatura en el vientre, la criatura tiene ya cinco meses, seis meses, tiene que haber un parto de todas formas, tiene que haber una solución de todas formas, pero todavía no se ve con claridad quiénes van a ser los parteros, aunque incuestionablemente serán los sectores oprimidos y las fuerzas progresistas. No veo con claridad que la conciencia haya madurado suficientemente para ello y que esas fuerzas estén suficientemente organizadas, y por eso digo: si esas condiciones objetivas siguen madurando tan aceleradamente, se van a producir estallidos sociales. No puedo decir: se van a producir revoluciones. Es probable y posible que un estallido social derive hacia una revolución, y entonces he dicho en algunas de esas entrevistas: estallidos sociales generalizados de carácter más bien revolucionario.

Ya ha habido algunos estallidos sociales, porque en Santo Domingo se produjo un estallido social; no un estallido catastrófico todavía para el sistema, pero se produjo un estallido social. Cuando el Fondo Monetario obligó al gobierno de Santo Domingo a aplicar determinadas medidas, se produjo lo que pudiéramos llamar una insurrección espontánea en República Dominicana. El gobierno se vio en la necesidad, en la muy triste y muy censurable necesidad, de lanzar las tropas, los soldados y la policía contra el pueblo, de asesinar a más de 100 personas. No crean que eran revolucionarios: eran hombres, mujeres, adolescentes, amas de casa, gente sencilla del pueblo, que se lanzaron a la calle espontáneamente, y se sintió en la necesidad de matar y herir de bala a cientos de personas. Se dice que fueron unos 400 ó 500 los heridos. Los datos oficiales dijeron que 60 personas murieron, y a mí me han contado, gente seria y bien informada de la República Dominicana, que fueron más de 100 los muertos.

Ya es una situación bastante grave cuando un gobierno tiene que utilizar el ejército y la policía para disparar contra el pueblo, herir cientos de personas y matar a más de 100, ya es muy grave. Eso ha dejado una tensión tremenda en República Dominicana.

En el propio Panamá, determinadas medidas que trató de imponer el Fondo Monetario dieron lugar a manifestaciones masivas, en que participaron decenas y tal vez cientos de miles de personas, lo que no había allí un ejército en el espíritu de reprimir al pueblo, no encontraron eso; no se produjo ninguna matanza, y eso hay que tenerlo en cuenta también.

En Guatemala hicieron el intento de aplicar ciertas medidas del Fondo Monetario, y a pesar de la represión que hay allí, tuvieron que rectificar las medidas, retirarlas.

En Bolivia, las medidas de ese carácter también dieron lugar a movimientos de masa grandes. Están recientes los acontecimientos allí, cuando los mineros y los campesinos y todos se movilizaron, y se creó una situación prerrevolucionaria. Afortunadamente no terminó en matanza, porque las situaciones van variando de un país a otro. Solo a sangre y fuego se pueden aplicar las medidas del Fondo Monetario en cualquier país. No me imaginaba, ni me puedo imaginar, a los gobiernos de la apertura democrática en Argentina, en Uruguay, en Brasil, lanzando al ejército y a la policía contra el pueblo.

En la República Dominicana, hace rato que pasó Trujillo, ha habido de todo allí en un período histórico. Después de Trujillo, incluso, una revolución, un levantamiento del pueblo, junto a un sector del ejército, que fue ahogado en sangre por el imperialismo con sus soldados, con 40 000 soldados yankis que desembarcaron allí. Esto fue en el año 1965; después se sucedieron una serie de gobiernos más o menos constitucionales, y parece que se han olvidado del horror trujillista.

Entonces, estas situaciones conducen a crisis políticas y sociales muy serias, y pueden conducir a revoluciones. Es decir, se van creando las condiciones objetivas para las revoluciones, y yo más bien creo que en estos países son mayores las posibilidades de convulsiones sociales serias que de golpes de Estado de derecha. Cuando estas situaciones se producen —y los bolivianos lo saben perfectamente bien—, cuando estas crisis llegan, se van creando determinadas condiciones psicológicas en el pueblo, en las masas, y se abren las posibilidades de participación en esas luchas, no solo de los civiles, sino incluso de los militares.

No hay que asustarse, yo no me asusto por eso, porque acabo de mencionar lo que pasó en Santo Domingo. ¿Quiénes iniciaron el levantamiento en Santo Domingo junto al pueblo? ¿Quién era Caamaño? Pues Caamaño, sencillamente, fue formado en las academias militares de Trujillo; recibió, además, cursos en Estados Unidos; su padre era un alto jefe militar trujillista, y yo les puedo asegurar a ustedes que el Caamaño que yo conocí era un hombre íntegro y un revolucionario (APLAUSOS); además, un verdadero patriota, y como él había muchos militares que lucharon allí junto a él y junto al pueblo. Puedo expresar el dolor de que un hombre como Caamaño se inmolara, porque realmente por honor y por espíritu de lucha, en condiciones que no eran nada favorables, trató de reanudar la lucha en su patria, y es, a mi juicio, uno de los grandes y legítimos héroes del pueblo dominicano.

Pero también Torrijos recibió cursos en Estados Unidos, y el imperialismo creyó que tenía allí una guardia pretoriana para defender sus intereses y defender el Canal y, sin embargo, Torrijos fue el abanderado de la lucha por la devolución del Canal; y no solo fue abanderado, sino que yo sé muy bien que Torrijos y la Guardia Nacional, estaban decididos a tomar el Canal por la fuerza si no se lo devolvían mediante negociaciones. Quiero que sepan —y no revelo ningún secreto, porque él lo dijo aquí en una visita que hizo a Cuba, en un acto que se dio en el cuartel Moncada— que expresó el agradecimiento por las veces que nosotros le transmitimos nuestra preocupación por el tipo de pronunciamientos radicales que estaban haciendo, porque yo veía y podía imaginarme perfectamente bien lo que iba a ocurrir si ellos no tenían paciencia y se lanzaban a la toma del Canal, sabía con exactitud todo lo que iba a pasar. Y era, quizás, lo que más le convenía al imperialismo que ocurriera, y los exhorté mucho a que tuvieran calma, a que tuvieran paciencia; afortunadamente, lo que ocurrió después demostraba toda la razón de esos planteamientos; nosotros no estamos nunca encendiendo candela por encender candela. Nos gusta pensar los problemas con sangre fría, y no somos filósofos, no somos gente indecisa ni mucho menos, y muchas veces en la vida hemos tenido que tomar decisiones difíciles, y las hemos tomado sin vacilación. Pero eso no significa una cabeza caliente, y menos significa la idea de que por crearle un problema, por crearle dificultades a Estados Unidos, no importe sacrificar a un pueblo.

Y nosotros hemos seguido siempre esa política de preocuparnos por los amigos primero que todo, preocuparnos por los intereses, no por los nuestros, sino por los de ellos, entiendo que eso es ser verdaderamente amigos, que eso es internacionalismo. Veíamos el problema que estaba gestándose, el sesgo que tomaban los acontecimientos, y lo decían públicamente: que si no les devolvían el Canal lo iban a tomar por la fuerza, y sentía el temor —y conozco bien a los señores imperialistas, su historia y sus trucos— de que aquello podría prestarse a una provocación en un momento determinado para liquidar el proceso panameño. Cada declaración que ellos hacían los acercaba a eso, y les podían hacer una fácil trampa: decirles que no, que no iban a acceder a ninguna devolución del Canal mediante negociaciones, y llevarlos a un enfrentamiento de ese tipo, en que aquellos emplearían toda su técnica, sus medios y sus recursos contra una fuerza armada relativamente pequeña y un pueblo que no estaba preparado para una resistencia prolongada. Pero conozco el espíritu que animaba a aquella gente.

Y bien, era un militar. Con esto digo que no debemos descartar al militar simplemente por ser militar. Comprendo que los militares han hecho muchas cosas horribles en este hemisferio, y comprendo que muchas veces han sido instrumentos del imperialismo, la oligarquía y la reacción, pero también pienso que de las filas de los militares, en algunos países más que en otros, pueden salir militares que tengan los mismos sentimientos que tú y que yo y que muchos de los que estamos aquí; no los excluyo. Cuando se producen las convulsiones sociales todo es posible, y considero, como revolucionario que creo que soy y por la experiencia que tengo, que en realidad no se debe excluir a nadie como protagonista potencial de los cambios sociales, incluso como protagonista potencial de las revoluciones.

Recuerdo en nuestra propia lucha, porque nosotros tuvimos un ejército enfrente contra el cual luchamos durante 25 meses, y tuvimos muchos combates con aquellos militares y les infligimos muchas bajas y muchas derrotas. No sé si ustedes conocen —no voy a hacer aquí la historia pormenorizada ni mucho menos— cómo terminó aquella guerra: cuando los militares se dieron cuenta de que estaban derrotados, mucha gente quería conspirar con nosotros, incluso esbirros, y nosotros establecimos una regla: no, esbirros no aceptamos, ni aceptamos golpe de Estado. Estuvimos luchando contra el golpe de Estado, que pudiera servir para escamotear la victoria, sobre todo cuando no éramos todavía suficientemente fuertes. Les decíamos: no, levántense y únanse a nosotros.

Incluso, al final, un grupo numeroso de oficiales, y a nombre de ellos un oficial prestigioso, pidió una entrevista y dijo que habían perdido la guerra y querían ponerle fin a aquella guerra. Le sugerí: bueno, vamos a salvar a muchos buenos oficiales. Yo conocía también al enemigo y no todos eran asesinos, no todos eran esbirros, no todos eran torturadores, sabía distinguir. Hubo oficiales que se rindieron después de luchar arduamente contra nosotros y después se nos sumaron, y se sumaron de una manera honesta, de una manera sincera; sabíamos que fueron valientes en los combates, que fueron eficientes como jefes, no habían cometido crímenes, habían sido nuestros enemigos y los sumamos.

Pero cuando viene aquel alto oficial, el jefe de las tropas de operaciones que luchaban contra nosotros, a reconocer que habían perdido la guerra, le digo: vamos a tratar de salvar a los oficiales buenos, vamos a promover un levantamiento unido entre las dos fuerzas —se lo propusimos nosotros a ellos—, para que se reivindiquen un poco de la responsabilidad de haber apoyado al régimen. Y ya nosotros sabíamos que íbamos a hacer un ejército nuevo totalmente, estábamos muy claros en eso; nos habría gustado, sin embargo, salvar una parte de aquellos oficiales que tenían calidad profesional y humana.

Y cuando se reúne, acordamos el levantamiento de la guarnición de Santiago de Cuba el día 31 de diciembre del año 1958; pero él persistía en viajar a La Habana, yo le decía: no viajes a La Habana, es arriesgado. Dice: no, tengo tales contactos, no hay problemas.

Tenía, además, un hermano jefe del regimiento de Matanzas, a 100 kilómetros de La Habana, y alegó eso como uno de los argumentos. Insistió en viajar; yo le dije: bueno, usted es libre de viajar pero, en mi opinión, no debe viajar; y le voy a advertir tres cosas, ya que usted va a viajar: uno, no queremos contacto con la Embajada de Estados Unidos; dos, no queremos golpe de Estado en la capital; tres, no queremos que ayuden a escapar a Batista. Se lo dije bien claro y se lo repetí. Lo despedí, nos quedamos esperando noticias. Nosotros ya estábamos preparando las operaciones para atacar Santiago de Cuba, en ese momento teníamos 17 000 soldados enemigos cercados, y ya íbamos a atacar la guarnición de Santiago de Cuba integrada por 5 000 hombres. Habíamos pospuesto unos días esperando, porque esta reunión tuvo lugar el 28 de diciembre. Vino a La Habana, hizo lo contrario en las tres cosas a las que se había comprometido no hacer: hizo contacto con la Embajada, dio un golpe de Estado en la capital y despidió a Batista en el aeropuerto militar (RISAS). Inmediatamente denunciamos el golpe, dimos instrucciones a nuestras tropas de continuar sin tregua las operaciones militares y lanzamos la consigna de huelga general en todo el país.

Para que ustedes vean lo que son los trabajadores y comprendan por qué tenemos tanta fe en los trabajadores, a pesar de que a los cuadros sindicales honestos los habían barrido, a todos, y habían establecido allí cuadros vendidos al régimen, impuestos por la tiranía a sangre y fuego, que ocupaban todos los cargos sindicales, cuando nosotros, a través de las trasmisiones de Radio Rebelde, dimos la consigna de Huelga General Revolucionaria, se paró el país completo: todo el transporte, todas las fábricas, todas las comunicaciones. Lo único que quedó funcionando fueron las estaciones de radio y televisión, que los trabajadores pusieron en sintonía con Radio Rebelde a partir de ese momento (APLAUSOS). Desde ese instante, no se escuchaban más que las declaraciones y las orientaciones del mando revolucionario en todo el país. Aquello fue tremendo.

En menos de 72 horas, todas las instalaciones militares habían sido ocupadas. Yo quiero que sepan que teníamos solo 3 000 hombres con armas de guerra en ese momento y ellos eran 80 000 entre las distintas fuerzas. No hubo alto al fuego, ni tregua, ni un minuto. En Santiago de Cuba, reuní a todos los oficiales de la guarnición que estaba cercada por nuestras fuerzas, les hablé y se sumaron. Cuando 24 horas después, el 3 de enero, llego por la Carretera Central a la guarnición de Bayamo, donde había 3 000 soldados que habían estado luchando contra nosotros hasta unos días antes en duros combates, pero que nos respetaban, porque nos respetaban como adversarios, que sabían combatir y no sabían asesinar a un prisionero, que no maltrataron jamás un prisionero, que no abandonaron nunca un soldado enemigo herido en un combate, que los curó, que salvó muchas vidas, eso nos ganó gran prestigio y respeto en las filas enemigas.

Quiero decirles que me reuní con aquella tropa completa, de camino hacia La Habana, donde la cosa no estaba totalmente clara todavía, y toda la tropa se sumó; yo venía para La Habana con 1 000 soldados rebeldes y 2 000 soldados de Batista. Ellos traían los tanques, los cañones, las armas pesadas y algunas unidades selectas de infantería, y estoy seguro de que si hubiera habido combates, habrían luchado fieramente, porque habrían tratado de hacer en unos días lo que no habían hecho antes, querían reivindicarse. Así que tengo experiencia en esas cosas, y, por lo tanto, no descarto a ningún hombre. Descarto un torturador, descarto un asesino, pero, no descarto así, anticipadamente, a ningún hombre, aunque haya sido adversario, porque yo siento un profundo desprecio por los que asesinan prisioneros, por los que matan, pero no siento desprecio por el hombre que combate abiertamente en un campo de batalla.

Por eso te digo, por nuestra propia experiencia, por lo que hemos visto, que yo no descarto tampoco a los militares. Quizás sea bueno y aproveche la ocasión para decirlo, porque por alguna frase que apareció por aquí en estos folletos, el mismo compañero Veiga me contó que algunos no comprendían, yo digo: es lógico que no se comprenda, porque hay una alergia terrible a los militares. Y recordando eso y relacionándolo con la pregunta y cuál es la situación, entonces digo: yo creo que al final, las luchas por los cambios también tendrán que ser amplias, no pueden ser sectarias (APLAUSOS).

Moraleja de todo esto: las condiciones objetivas marchan aceleradamente hacia los cambios sociales, incluso hacia cambios sociales revolucionarios; las subjetivas están muy atrasadas. Hay una criatura revolucionaria en el vientre de este hemisferio, pero no existen todavía los parteros que van a asistir a esa señora en el parto. Tampoco es la primera vez. Cuando se produce la independencia de América Latina, la que todos reverenciamos, aunque ya no exista, la primera independencia, no había tampoco las condiciones subjetivas; se crearon unas condiciones objetivas excepcionales: Napoleón Bonaparte, con sus delirios de grandeza, invadió a España y puso a un bobo de rey de España (RISAS), al hermano, lo puso allí de rey, una de sus manías —como los yankis ahora, que están haciendo cosas parecidas—, entonces el pueblo español se levantó contra el rey bobo y contra la ocupación exterior.

Los primeros movimientos de independencia de América Latina, quiero que se sepa que fueron actos de lealtad a la metrópoli, al rey de España preso, que Napoleón había puesto bajo rejas; leales al rey, empezaron las luchas. No había condiciones subjetivas, pero las condiciones subjetivas no tardaron en aparecer. Nadie conocía a Simón Bolívar, ni a San Martín, ni a Sucre, ni a Hidalgo, ni a Morelos, ni a O’Higgins. Aparecieron los hombres y no eran militares; aunque algunos sí, habían tenido cierta preparación, pero un sacerdote por un lado, un militar por otro, civiles de distintas procedencias, en fin, esos fueron los que iniciaron las primeras luchas de independencia. De manera que cuando las condiciones objetivas se crean, más tarde o más temprano se crean también las condiciones subjetivas, pero en este momento están realmente atrasadas con relación a las condiciones objetivas; esto es en lo que se refiere a cambios revolucionarios, pero estas ya son más bien cuestiones un poco de tipo teóricas.

Nosotros no estamos ahora promoviendo o planteando cambios sociales revolucionarios como objetivo inmediato, no estamos planteando eso; con estas ideas, con estas tesis, estamos planteando más bien un movimiento de liberación nacional, una lucha por la independencia, porque, entre otras cosas, hemos perdido la independencia, eso no existe, es una broma la independencia de los países de América Latina y el Caribe en la realidad objetiva de los hechos. La lucha que estamos planteando contra la deuda, la lucha por el Nuevo Orden Económico Internacional, la lucha por la integración económica de América Latina es una lucha por la liberación de nuestros pueblos, de nuestro continente, que se extiende, por mediar circunstancias similares, a una lucha por la liberación de todo el Tercer Mundo. Es lo que se está planteando: una lucha de liberación nacional. Nosotros no estamos planteando revoluciones, lo que estamos planteando es esta lucha como la vemos nosotros en este momento, una lucha por la liberación nacional que tiene que ser forzosamente muy amplia.

Y si estamos planteando una lucha amplia, si estamos planteando una estrategia de unidad dentro y fuera —dentro de los países allí donde haya condiciones de unidad, vamos a estar bien claros, y no existen en todos los países esas condiciones, no debe olvidarse los casos de Chile, Paraguay y otros, donde no existen ni remotamente condiciones para ello—, unidad entre los países latinoamericanos y unidad entre los países del Tercer Mundo en una lucha por su independencia, es porque sencillamente esta deuda, esta crisis económica y este sistema impuesto a nuestros países nos han hecho totalmente dependientes, nos han esclavizado más de lo que lo éramos del rey bobo o de los otros reyes españoles, muchos de los cuales también eran bobos, pero no nos gobernaban tanto como hoy nos gobiernan los yankis, porque entonces enviaban a un virrey y de vez en cuando enviaban un inspector al virrey, un juez o alguien, pero no tenían ni noticias, tardaban tres meses en saber de nosotros. Y el imperialismo sabe de nosotros las 24 horas del día, cada hora sabe de nosotros. Y nosotros, desgraciadamente, sabemos de ellos cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, porque sentimos el peso de su opresión sobre todos nuestros países, iy en qué medida!

El imperialismo trata de imponernos una cultura, de imponernos una ideología, iy de qué forma! El rey de España mandaba una carta de vez en cuando y la publicaban en alguna gaceta; pero estas gentes tratan de hablar las 24 horas por radio, por televisión, en el cine, nos venden miles de películas, de programas y episodios enajenantes. iEs increíble la invasión que han hecho hasta del alma del hombre, del cerebro del hombre! Ellos, que hablan de adoctrinamiento, de lavado de cerebro, y en la historia jamás ha habido un intento semejante de lavar el cerebro de cientos de millones de personas, como el intento que realizan los imperialistas por lavarles el cerebro a todos los latinoamericanos (APLAUSOS). Por todos los medios más sofisticados tratan de decirnos qué ropa tenemos que ponernos, con qué cepillo tenemos que lavarnos los dientes, dónde tenemos que pasar las vacaciones, qué cigarro es el que debemos usar, ¡todo! Es una invasión increíble, como la que España no hizo nunca y una influencia como la que España no tuvo.

Luego, nosotros estamos enfrentando un desafío más grande que el que jamás tuvimos; afortunadamente, creo que tenemos más conciencia, más factores potencialmente favorables, y tal diferenciación con ellos y tales características propias y propicias a la unión que podemos librar esta lucha, estoy convencido de que podemos librarla, pero ello requiere unidad y amplitud.

Si se trata de una lucha de liberación nacional que requiere la más amplia participación de todos los sectores posibles, estaría en contradicción, a mi juicio, con la estrategia y la táctica correctas en las actuales circunstancias políticas y sociales de nuestros países, que nosotros planteáramos, al mismo tiempo, la lucha por la revolución social.

Así, lo digo literalmente: esta lucha tiene que ser todo lo amplia, o no ganamos esta batalla. O estamos subestimando al imperialismo y a sus fuerzas, o estamos sobrestimando nuestras propias fuerzas; y yo, ni las subestimo ni las sobrestimo, pero las estimo en lo que valen si logramos crear un frente muy amplio, que no excluiría a ninguna capa social, a ningún sector social, ¡no excluiría a nadie! Los que quieran excluirse, que se excluyan a sí mismos, que ellos se excluyan, pero que no los excluyamos nosotros (APLAUSOS).

Este es un momento histórico, de una enorme trascendencia, porque ha llegado el momento de las definiciones, y creo que a cada hombre y mujer de este hemisferio, sea de la capa social que sea —y creo que potencialmente puede ser una inmensa mayoría, si nosotros somos capaces de llevarles el mensaje; si sabemos usar toda la razón que nos acompaña—, debemos darle la posibilidad de estar con su patria o contra su patria, que escoja en este momento de definiciones, que cada cual diga si hay que pagar tributo al imperio o hay que pagar tributo a la patria, y estoy hablando de patria en un sentido muy amplio. No debemos excluir a nadie, darle a cada cual la posibilidad y que cada cual se defina. Y los habrá, porque sabemos que hay sectores minoritarios que son los que están más directamente vinculados al imperialismo, a los sectores financieros del imperialismo, sabemos que los hay, y esos van a estar con el imperialismo; pero van a ser una minoría, debieran ser una minoría. Y si al lado del imperialismo se pone un mayor número de los que debieran ponerse, empezamos a perder la batalla. Eso puede ocurrir, si no somos amplios; eso puede ocurrir, si somos sectarios.

Nosotros también tenemos una larga experiencia contra el sectarismo, la experiencia de nuestra propia Revolución. Cuando la Revolución triunfa, nuestro Movimiento tenía la inmensa mayoría del pueblo, ese apoyo que se ganó con la guerra, con el hecho de haber señalado un camino, de haber visto una posibilidad revolucionaria. En condiciones en que no había nada parecido a la crisis esta que hay hoy en América Latina, en condiciones en que parecía que no había solución a la opresión reinante, un pequeño grupo empezamos a prepararnos, a organizarnos, a luchar, partiendo de una serie de principios y de premisas, que la vida y la historia demostraron después. Tuvimos que apartarnos, incluso, de algunos criterios históricos, por ejemplo, que la revolución solo podía tener lugar cuando había una gran crisis, y la nuestra tuvo lugar cuando ni siquiera había una gran crisis, y fue emprendida por un grupo de hombres que tenían que derrocar un gobierno tiránico, sostenido por un ejército bien armado, y para ello no contaba ni con un soldado profesional, ni con un centavo, ni con un fusil. Si algunos pensaban que estábamos locos, yo creo que tenían razón para pensarlo; objetivamente tenían razón, subjetivamente no la tenían y, sin embargo, emprendimos aquella lucha, la llevamos a cabo y alcanzamos el éxito, todo aquello nos dio un apoyo del pueblo casi total. Yo decía que nuestra organización era como el cauce de un pequeño río, donde al triunfo entró un Amazonas de pueblo.

Nunca tuvimos tendencia hegemónica, y había otras organizaciones más pequeñas, con menos fuerza. Nunca se nos ocurrió decir: esta es nuestra victoria, es de nosotros solo y de esta no tocan ni un pelo; sino que empezamos a llamar, a unir. No solo llamamos a unirse a los comunistas, que ya habían estado luchando con nosotros en las montañas; a la organización surgida de los estudiantes también, que había tenido, incluso, ciertas rivalidades con nosotros. No solo a esas organizaciones, quiero que sepan que nosotros llamamos a todo el mundo, menos a los batistianos; le dimos posibilidad de integrarse a la Revolución a todo el mundo, y no nos jactábamos del inmenso apoyo que tenía nuestra propia organización. Las encuestas daban que la Revolución tenía un 96% de apoyo. Si decimos que nuestro Movimiento abarcaba el 90% de la población, no estoy exagerando; pero nosotros no mirábamos el número de gente que se nos sumaba con ello, sino un principio, y decíamos: el principio es la unidad. Porque si tú no aprecias el principio de la unidad, empiezas por rechazar a otros que quieren participar, por querer ser hegemónico, y termina dividiéndose tu propia organización; entonces, nosotros no mirábamos el valor cuantitativo del principio de la unidad, sino el valor cualitativo. Si los demás tenían un 3%, pues venga ese 3% y lo apreciábamos muchísimo; los otros un 2%, y lo apreciábamos muchísimo. Si había organizaciones aquí, viejos partidos políticos que al menos estuvieron frente a Batista, y en un tiempo los aceptábamos como opositores a la dictadura, les dimos oportunidad a todos; había los que tenían 100 personas, 200 personas. Yo les digo que la Revolución tomó tal fuerza, que los demás partidos no tenían mucho más de 100 ó 200 personas que los siguieran militantemente.

Sumamos a todo el mundo; el que se excluyó de la Revolución fue porque quiso excluirse, o porque creyó que esta no sobreviviría, o porque creyó que estábamos locos todos nosotros, o porque creyó que los yankis nos aplastaban y que era cuestión de 15 días, y que si el bloqueo económico, si la cuota azucarera, si las amenazas iban a acabar con nosotros. Y estamos aquí.

El principio de la unidad fue siempre un elemento fundamental de nuestra política; el antisectarismo, porque tuvimos que luchar contra sectarismos, en primer lugar, el de nosotros mismos: los que estaban en las montañas, guerrilleros con mucho prestigio, la tendencia al sectarismo con relación a los que estaban en el llano, porque habían estado haciendo otras tareas, otro tipo de lucha, por cierto, no menos peligrosa; contra el sectarismo de la organización nuestra con los demás. Después se generaron otros sectarismos; el propio Partido Socialista Popular, es decir, el partido de los comunistas, generó cierto sectarismo que se venía gestando de antes, a decir verdad, no fue un sectarismo que surgió en ese momento, sino problemas que en la clandestinidad ya se habían dado.

Nos ocurría lo siguiente: nuestra organización tenía una militancia de cinco años, los más viejos, unos poquitos, seis años. En realidad, entre el golpe de Estado del 10 de Marzo y el triunfo de la Revolución, habrían transcurrido menos de siete años, y del primer grupito o núcleo de tres o cuatro que empezamos las actividades al que se sumaron después otros, yo creo que no habría más de cinco o diez los que tuviéramos más de seis años de militancia continua cuando triunfó la Revolución, así fuimos organizando el movimiento en los años de lucha; pero cuando triunfa la Revolución, la inmensa mayoría era gente de dos años de militancia, de un año de militancia, de un mes de militancia, y todo aquel mar de pueblo heterogéneo que se sumó a nuestra lucha.

Porque aunque el Programa del Moncada era un programa muy avanzado y bastante radical, al parecer había gente que creía que eso era un cuento de camino más en este país, o un programa más, no tomaron en serio nuestro primer programa revolucionario, y nosotros éramos revolucionarios formados con ideas claras, muy claras; éramos marxista-leninistas desde antes del 10 de Marzo, en que se produce el golpe de Estado de Batista, quiero que se sepa eso, lo he dicho otras veces, lo éramos desde antes (APLAUSOS). No se podía plantear todavía un programa socialista, habría sido irreal, y planteamos un programa de liberación política y de amplia justicia social, lo que se debía plantear en ese momento de modo realista. No dijimos ninguna mentira, ningún cuento; creíamos que eso era lo que tenía que hacerse en toda una primera etapa de la Revolución, y lo cumplimos.

Ya cuando se empezó a cumplir ese programa, la confiscación de todos los bienes de todos los malversadores y medidas duras contra las empresas transnacionales; cuando hicimos la reforma urbana, cuando hicimos la reforma agraria y se empezaron a afectar una serie de intereses, cuando mucha gente descubrió que aquel no iba a ser el gobierno de los ricos, sino el gobierno del pueblo, y que por primera vez en los cuatro siglos y tantos de existencia conocida de este país surgía un gobierno identificado con el pueblo, entonces el pueblo se hizo más militante junto al gobierno. Pero una serie de sectores que creían otras cosas, o que creían que podían manejar ese gobierno, o que los yankis nos domesticaban rápidamente, empezaron a separarse de la Revolución. En ese momento, nosotros teníamos que organizar la defensa, la administración del Estado, las representaciones diplomáticas, muchas cosas y algunas delicadas y complejas. Nuestros combatientes en el ejército estaban donde debían permanecer, pero hacían determinadas actividades que exigían personal políticamente probado. ¿Quién tenía militancia de 25, de 30 años? El Partido Socialista Popular. Nuestro Movimiento aportó la mayor parte de los cuadros al Estado, al Ejército casi todos, a la Seguridad del Estado y otros organismos, aportamos la mayoría de los cuadros; pero muchas veces, cuando necesitábamos un militante para determinadas funciones, en esos momentos de confusión, de grandes campañas del imperialismo, llamábamos a un militante comunista, porque era un militante de mucha más prolongada trayectoria y más preparado políticamente, con 20, 25 ó 30 años de filiación. Eso, que fue una cosa correcta, que fue una necesidad, también dio lugar a sectarismos por parte del Partido Socialista Popular, que todavía era un partido independiente, antes de que nos uniéramos todos en una sola organización.

Pasamos por todas esas experiencias, pero las supimos atravesar; y cuando hubo sectarismo en nuestras filas, lo combatimos; cuando hubo sectarismo en las filas de alguna organización aliada, lo combatimos también con métodos correctos, e inmediatamente evitamos que el cometido por viejos militantes comunistas generara un sectarismo anticomunista o un sentimiento anticomunista. De manera que en cuestiones de la lucha contra el hegemonismo, contra el sectarismo, y en la defensa intransigente del principio de la unidad, tenemos una larga experiencia. Creo que eso ha sido un factor decisivo para llegar hasta donde hemos llegado hoy, para que la Revolución tenga la fuerza que tiene hoy, que haya podido resistir todas las embestidas del imperialismo y esté más preparada que nunca para resistir cualquier aventura que se intente llevar a cabo contra nosotros.

Incluso, si podemos tener un papel en esta lucha junto a los demás pueblos latinoamericanos, es porque tenemos un país sólido, un pueblo unido, una fuerza tremenda, una situación económica y social buena; eso es lo que nos permite a nosotros hacer una contribución a esta lucha de los hermanos países latinoamericanos. Pero no es casualidad, esto ha obedecido a una estrategia, a una táctica, a una serie de principios que hemos aplicado de manera consecuente. Y creo que los resultados que hemos tenido, los éxitos de la Revolución en todos los campos, se han debido a que hemos seguido consecuentemente todos esos principios, incluido el principio de la dirección colectiva que hemos aplicado siempre —desde que yo me inicié en la lucha revolucionaria, me inicié organizando un núcleo, y cuando triunfa la Revolución, organizando un núcleo de dirección, integrado por las distintas fuerzas—, de la responsabilidad colectiva, sin que eso signifique que cada uno de nosotros no tenga responsabilidades y que cada uno de nosotros no tenga una esfera donde toma decisiones; de la lucha contra el culto a la personalidad, contra el endiosamiento de los hombres, así, lo digo francamente, contra el caudillismo, contra todos esos males, que se ha llevado aquí de una manera intransigente para crear una revolución sólida, basada en principios, para crear una conciencia verdaderamente revolucionaria en el pueblo. Porque la unidad de nuestro pueblo no se basa en la idolatría a un individuo o en el culto servil a un individuo, se basa en una conciencia política sólida y profunda. Y las relaciones de la dirección de nuestra Revolución con el pueblo se basan en la conciencia, se basan en principios, se basan en la lealtad probada durante más de 26 años, se basan, entre otras cosas, en el hecho de no haberle dicho jamás una mentira al pueblo (APLAUSOS PROLONGADOS).

Hay una serie de principios que han regido aquí, que son los que pueden explicar la fortaleza de la Revolución, por encima del poder de nuestros adversarios y a pesar de todas las calumnias, entre otros: la forma rigurosa en que aquí se han seguido, a lo largo de estos 26 años, los principios surgidos y consagrados ya en la guerra de nunca asesinar a un prisionero, de nunca maltratar físicamente a un prisionero. iY miren que han calumniado a esta Revolución! Hablen con cualquiera de los 10 millones de ciudadanos de este país, y se podrán percatar de que en este país lo que garantiza los derechos humanos no es una palabrería hueca ni es un artículo de la Constitución, es una conciencia de todos los revolucionarios y una conciencia de todo el pueblo, un pueblo que sabe lo que se debe o no se debe hacer, que sabe respetar sus valores. Aquí no se le ha puesto jamás la mano encima a un prisionero, iy miren que a este país lo han calumniado! Pueden ustedes preguntarle a cualquiera de los 10 millones de ciudadanos de este país, porque los ciudadanos de este país no admitirían eso. No se trata de que nosotros actuemos de una forma determinada por simple respeto a la ley, no, porque hay una conciencia que no admite el robo, ni el engaño, ni el crimen, ni el abuso de autoridad, ni lo tolera. De modo que la fuerza de nuestra Revolución, eso que parece un milagro, no es un milagro, es resultado de toda una política de principios, seguida consecuentemente durante 26 años y medio que tiene de vida la Revolución.

Hablo de todo esto, y ustedes me excusan, porque hay unos cuantos puntos asociados aquí en que es delicado tocar un ángulo sin tocar los demás ángulos. Creo que sería verdaderamente peligroso que el enemigo pudiera lanzar la campaña de que con esta lucha nosotros estamos promoviendo la subversión en América Latina, o que estamos promoviendo la revolución social en América Latina. Por eso tenemos que ser muy claros en eso, y no podemos dejar que confundan a los pueblos latinoamericanos, que confundan a los partidos ni que confundan a nadie en América Latina. No estamos promoviendo eso, ni nos consideramos con derecho a promoverlo.

Por eso, incluso, en todas las entrevistas nosotros somos muy cuidadosos en plantear la cuestión de una acción común en cosas que nos atañen a todos y no plantear medidas de tipo interno, porque las medidas de tipo interno le corresponde a cada país aplicarlas, porque esa debe ser decisión soberana de cada pueblo, de cada país. Si nosotros empezamos ahora a inmiscuirnos en lo que hay que hacer allí, si hay que nacionalizar algo o no, las medidas internas o no que hay que tomar, ya estaríamos interviniendo de cierta forma en asuntos que son típicamente de la esfera interna de cada país. Y creo que hay algo que debemos respetar mucho, que es el principio de la soberanía nacional, porque el que no respeta la soberanía de cada país, y el que quiere meterse todos los días incluso en la casa de cada ciudadano de este hemisferio, es el imperialismo, ¡es el imperialismo! (APLAUSOS.)

Al contrario, nos conviene levantar el principio de la soberanía, que no está reñido con la lucha por la integración económica. No se habla de integración política, porque esa será una meta más distante como aspiración futura; creo que sí ha llegado la hora de empezar a hablar de integración económica, respetando la soberanía de cada país.

Es por eso que yo, a lo largo del tratamiento de este problema, he tratado de evitar, a toda costa, hacer siquiera sugerencias de lo que haya que hacer dentro de un país, porque eso le corresponde al pueblo de cada país, qué medidas se deben tomar en cada uno de ellos, no nos corresponde estar diciéndolo, aconsejándolo o sugiriéndolo desde afuera. Nosotros planteamos el principio de la unidad dentro, de la unidad afuera, de la acción común, todas esas cosas, pero tratamos de no abordar esos problemas.

Tú me hiciste una pregunta, yo he tenido que darte algunas respuestas. Si estuviéramos en una reunión académica, pudiera hablar mucho más de todo esto, de cómo pienso; ahora no creo que sería ni siquiera útil decir cómo pienso, además, tampoco hace falta, porque yo creo que se conoce cómo pensamos todos nosotros, que somos socialistas, que somos revolucionarios, que tenemos una fe absoluta en nuestro sistema. Porque, en nosotros, la fe en el socialismo no se ha debilitado con el transcurso del tiempo, se ha fortalecido, porque la vida nos ha enseñado todo lo que puede hacerse y que se puede hacer mucho más, incluso, de lo que cualquiera de nosotros, cuando empezamos la Revolución, soñábamos que podíamos hacer. Como les he dicho en algunas ocasiones, en nuestro caso, realmente la experiencia, los hechos y las realidades han estado por encima de nuestros sueños. Nosotros no somos ningún tipo de revolucionario decepcionado, ni revolucionario en retroceso; creo que somos mucho más revolucionarios que cuando empezamos, y que somos, en el año 1985, mucho más revolucionarios y más firmes ideológica y políticamente de lo que éramos en el año 1959, no hemos retrocedido ni un solo paso, ni un solo minuto (APLAUSOS).

Académicamente se puede discutir sobre todos estos problemas, pero no estamos para discusiones académicas, sinceramente, mi opinión; creo que estamos enfrascados en una gran lucha, y debemos ser sabios en la forma en que se enfoca y se lleva adelante esa lucha.

Aquí hemos hablado de liberación nacional, hemos hablado de liquidar esta deuda, de luchar por el Nuevo Orden Económico Internacional, de luchar por la integración, y creo que los mejores abanderados de esas banderas, sin discusión, son los trabajadores. Si un día hay integración económica en este hemisferio, es porque los trabajadores toman esas banderas en sus manos, y creo que las manos más firmes para enarbolar estas banderas son las manos de los trabajadores aunque no ostenten ahora el poder, porque la realidad es que los trabajadores no tienen en sus manos el gobierno en América Latina y el Caribe, son realidades y debemos partir de realidades.

Yo no planteo: hay que conquistar el gobierno primero, no. Creo que no se puede esperar por las revoluciones para librar estas batallas. Si pensáramos que la revolución debe venir primero y lo planteáramos así, además, y lo creyéramos —realmente no lo creo, porque no sería realista ese planteamiento en las actuales condiciones—, entonces tal vez nosotros estuviéramos alejando la hora de las revoluciones. Es difícil hablar de revoluciones sociales cuando no tenemos siquiera todavía independencia.

¿Y qué ocurre? Cuba, el paisito chiquito, la isla alargada en forma de caimán, hace su Revolución, y después viene el tiburón, el tigre feroz, el elefante a querer aplastarla y Cuba se queda solita aquí, como nos quedamos, realmente, desde el punto de vista de la solidaridad de los gobiernos latinoamericanos, no de los pueblos. Aquí se habló con mucha razón y mucha justeza de obreros que murieron, estudiantes que murieron en manifestaciones y lucha de solidaridad con Cuba, la del pueblo; pero nos quedamos solitos aquí. Ningún gobierno nos apoyó y todos rompieron relaciones, a excepción de México. ¿Y qué ha significado eso, cuánto esfuerzo para llevar a cabo lo que ha hecho nuestro pueblo? Una proeza, sí, lo digo; no una proeza nuestra, una proeza de nuestro pueblo, que logró mantener la bandera de la Revolución, resistir con sus fuerzas, la mantuvo, la mantiene y la mantendrá (APLAUSOS).

Pero nos cobraron el precio derivado de la independencia y el precio de la independencia, porque entonces nos quitaron la cuota azucarera, nos quitaron los mercados, nos quitaron todo, prohibieron que se trajera una sola pieza norteamericana a Cuba para equipos que eran casi todos norteamericanos. En materia de bloqueos, somos expertos; y somos expertos en medidas antibloqueo, porque también los trabajadores fueron capaces de mantener todas las máquinas funcionando, centrales azucareros, fábricas, los transportes, sin una sola pieza de Estados Unidos; los obreros, en un tornito, con un pedazo de metal fabricaban la pieza tal y más cual, y este país se mantuvo, ¡ni nosotros mismos sabemos todavía cómo se mantuvo este país! Pero no olvidamos aquellos días cuando no teníamos nada, ninguna pieza, nada.

Claro, influyó mucho en nosotros y en nuestro espíritu internacionalista, no solo en la conciencia, sino también en las posibilidades de salir victoriosos, haber recibido la solidaridad de los países socialistas, de la cual estuvimos, estamos y estaremos siempre agradecidos (APLAUSOS).

Tanto que nos han criticado, como les he dicho yo a algunos periodistas que dicen: no, porque dependen de la Unión Soviética y de los países socialistas. Digo: óigame, qué suerte en aquellas dramáticas circunstancias haber tenido alguien de quien depender (RISAS), para poder tener, por lo menos, un mercado para nuestro azúcar, petróleo, medicamentos para nuestro pueblo, alimentos para nuestro pueblo, que no podíamos conseguirlo en ningún otro lugar. iQué suerte!, les hemos dicho. Porque no tienen otra cosa que decir, no hablan del criminal bloqueo yanki, de las agresiones; serán siempre incapaces de reconocer el nivel de dignidad y de independencia de este país, nunca lo podrán comprender, porque un país es independiente cuando es capaz de defenderse a sí mismo y de respetarse a sí mismo. Esa es la base de la independencia, no lo podrán comprender jamás (APLAUSOS).

Le decía ayer a un grupo de compañeros delegados, durante un receso, que somos el país más independiente del mundo, no existe otro igual, porque somos el país del mundo que menos depende del imperialismo yanki, el que menos depende de Estados Unidos. Todos tienen allí algún mercado, compran algo; nosotros no podemos vender allí nada, ni un gramo de azúcar, y no podemos comprar ni medicamentos en ese país, ni una aspirina podemos comprar en Estados Unidos. Y nosotros decimos: iGracias, cómo nos han enseñado, cuánto le agradecemos lo independientes que somos hoy! (APLAUSOS.)

Nosotros queríamos ser independientes, pero nunca nos habíamos imaginado lo independientes que íbamos a ser, porque nos obligaron a serlo en un grado muy alto, y hemos descubierto que la real independencia es no depender en lo más mínimo de ese poderoso país, poderoso y abusador país, poderoso y explotador país, poderoso y agresivo país.

Y digo que los trabajadores son los abanderados de más confianza y más firmes de estas tres banderas, y serán los que las puedan llevar más lejos aun. Esto no quiere decir que deban tratar de llevarlas solos, ni desconocer las realidades. Digo simplemente que sean abanderados firmes e intransigentes de estas banderas, y que busquen que en esta lucha estén todos unidos, que los apoyen todos, o como decía aquí esa frase feliz, tomada del libro de los mayas por el compañero guatemalteco, que tan brillantemente habló ayer: "que todos se levanten, que se llame a todos, que no haya ni uno, ni dos entre nosotros que se queden atrás". Es decir, nosotros no debemos expulsar a nadie de las filas de esta lucha, porque necesitamos hasta el último átomo de energía, del último hombre que pueda y quiera estar junto a nosotros, si queremos ganar esta batalla (APLAUSOS).

Perdónenme las largas respuestas, voy a tratar de ser más breve (RISAS).

PRESIDENTE.- El compañero Mario Villegas, de Venezuela.

MARIO VILLEGAS (CUT-Venezuela).- Quería preguntarle al Comandante Fidel Castro lo siguiente. He visto y seguido con mucho detenimiento todas las opiniones que usted ha venido formulando a lo largo de los últimos meses en relación con este problema de la deuda externa, y particularmente me ha llamado mucho la atención cómo usted ha señalado las bondades del intercambio económico que sostiene Cuba con los países del campo socialista, particularmente con la Unión Soviética, y las bondades de las condiciones en que ha obtenido financiamiento la República Socialista de Cuba en el campo socialista europeo.

Concretamente le quería preguntar si, en su opinión, es posible trasladar algunas de estas condiciones beneficiosas para los países de América Latina, mediante el establecimiento de algún mecanismo de financiamiento del campo socialista o de los países socialistas hacia las naciones latinoamericanas y, en general, dentro de esta batalla de los países latinoamericanos contra la deuda externa y por su liberación nacional, qué papel jugarían las naciones del campo socialista.

FIDEL CASTRO.- Bien, aquí algunos compañeros esta mañana me preguntaban algunas ideas del Nuevo Orden Económico, y trataba de explicarles que el Nuevo Orden constituye un conjunto de demandas de los países del Tercer Mundo, y que la declaración en Naciones Unidas y la adopción de un programa de acción para el establecimiento de un nuevo orden, se basa en ideas generales, que son importantes y que hay que seguir desarrollando; entre ellas están la cuestión del intercambio desigual, el proteccionismo y el dumping, problemas que mucho nos afectan.

Aquí ayer un representante —no sé si fue de Guyana o de otro país del Caribe, hablando inglés, lo recuerdo bien— mencionaba algunos datos que yo presenté allá en la Conferencia de los No Alineados, de Nueva Delhi, sobre qué era el fenómeno este del intercambio desigual y qué significaba; para que la población lo entienda hay que darle ejemplos sencillos.

El mencionó la comparación entre azúcar y algunos productos de importación; creo que aquí hay dos o tres ejemplos que son muy expresivos. Por ejemplo, con el café, un producto importante de un gran número de países latinoamericanos, de Centroamérica, de Suramérica, Colombia, Brasil y otros, un rubro de exportación importante aquí se puede apreciar cómo en 1960 con una tonelada de café se podían comprar 37,3 toneladas de fertilizantes, un insumo importante para la agricultura; sin embargo, en 1982, y no era tan grave como es en 1985 —esto es en 1982, porque estos datos yo los presenté en el año 1983—, solo se podían comprar 15,8 toneladas, es decir, menos de la mitad con la misma cantidad de café que en el año 1960.

Estaba otro producto de muchos países del Tercer Mundo, por ejemplo, el yute —él mencionó también ese ejemplo, yo quiero reiterarlo—; en 1959, con seis toneladas de yute se compraba un camión de siete a ocho toneladas, un camión de peso mediano, ¡con seis toneladas de yute! A fines de 1982, se necesitaban 26 toneladas de yute para comprar el mismo camión.

Otro ejemplo que él también citó, creo que lo citó, que me parece que es muy descriptivo, pues ya hemos hablado de fertilizante, un insumo de importación de muchos países del Tercer Mundo; después de un camión, se puede hablar de un tractor, de un equipo industrial, de montones de cosas, es igual. Vamos al componente de un equipo médico que tenemos que importar. En 1959, con una tonelada de alambrón de cobre, se podían comprar 39 tubos de rayos X; a fines de 1982, solo se podían comprar, con la misma cantidad de cobre, tres tubos de rayos X. Usted puede hacer la misma comparación con un equipo dental, con los de un salón de cirugía, con cualquier tipo de equipo médico, con cualquier cosa de lo que ellos producen y nos exportan, porque nosotros no los producimos, desgraciadamente, porque no nos hemos desarrollado suficientemente, ni ellos quieren que nos desarrollemos para poder producirlos, y cuando trasmiten una tecnología es simplemente por interés de las transnacionales de ganar dinero, no hay ningún interés en otra cosa. A lo mejor necesitamos fabricar equipos médicos, y nos ponen a fabricar automóviles y nos hipotecan con necesidades de gomas, piezas de repuesto, gasolina, sembrar caña para darles alimento —como decía aquí uno de los delegados— a los automóviles, cuando los muchachos están muriéndose de hambre, porque la industria de su país, organizada y desarrollada por las transnacionales, se basa en la producción de automóviles. Deforman el desarrollo de los países, a lo mejor teníamos que producir primero otras cosas más inmediatas, más urgentes, como equipos médicos. Pero no, ellos determinaron qué desarrollo teníamos que llevar a cabo. El intercambio desigual y este tipo de fenómenos se vienen desarrollando.

Con relación al azúcar, les voy a poner otro ejemplo. En el año 1960, para comprar un buldócer de 180 toneladas, teníamos que emplear 200 toneladas de azúcar; hoy, para comprar ese mismo buldócer en Japón, tenemos que exportar 1 300 toneladas de azúcar. Quiere decir esto que los japoneses venden su buldócer cada vez más caro, lo producen con buenos salarios, ganancias de las empresas, publicidad, todo, y compran seis veces más azúcar con el mismo buldócer. Nosotros podemos producir seis veces más azúcar y compramos las mismas cosas que antes con la sexta parte. Eso es el intercambio desigual; ese intercambio entre materias primas, productos básicos agrícolas y otros productos que no pueden producir ellos, porque cuando los pueden producir allá, nos revientan, lo subsidian y nos revientan.

Como desgraciadamente, y también por culpa de las ambiciones de Napoleón, o no, de las guerras de Napoleón contra los ingleses y del bloqueo a Francia, a la Europa napoleónica, desarrollaron el azúcar de remolacha, entonces producen azúcar de remolacha allá en Europa y en Estados Unidos, la subsidian y nos arruinan; como cuando inventan un producto sintético, caucho sintético. Lo único que no han inventado es el chicle sintético, y el día que lo inventen liquidan el mercado de chicle. Fibras sintéticas, productos de todas clases sintéticos. La vainilla es sintética, a mí que me gustaba el sabor de vainilla, no sabía que era sintética, que lo que estaba tomando era un producto químico, y así todas estas cosas. Con todas estas medidas nos destruyen, nos arruinan, nos aniquilan, nos esclavizan cada vez más.

Yo creo que en cada país hay que buscar todos estos ejemplos concretos de cuánto costaba antes lo que importaban y cuánto cuesta ahora. A veces hay una subida coyuntural de precios de algunos de nuestros productos, pero vuelven hacia abajo, y la tendencia histórica es esa que explicábamos. Eso es el intercambio desigual. Una de las cosas que se plantea es la lucha contra el intercambio desigual, contra el proteccionismo y el dumping, que nos están liquidando.

El colombiano habló de las minas de carbón de su país, se dice que están invirtiendo 1 500 millones de dólares entre el gobierno y una empresa. Su mercado principal eran ochenta y tantas plantas eléctricas de Estados Unidos, a las cuales les convenía comprar el carbón en Colombia más que allí en Estados Unidos, entonces ya surgieron los criterios proteccionistas, y están proponiendo, como el precio del carbón bajó a 39 dólares, 12 dólares de impuesto al carbón colombiano para que aquellas ochenta y tantas plantas eléctricas, termoeléctricas que iban a comprar ese carbón lo compren en Estados Unidos. Ellos hacen un plan de desarrollo del producto sobre un supuesto mercado, invierten más de 1 000 millones, y después se quedan sin mercado de la noche a la mañana.

Son medidas abusivas, egoístas, horrorosas que se aplican contra nuestros países, contra el desarrollo de nuestros países. Entonces, lo que se plantea es que eso no lo puedan hacer; y lo que se plantea en la Carta de Derechos y Deberes de los Estados, lo que se plantea en las cuestiones del Nuevo Orden Económico, es que no pueden hacer eso.

Ahora están arruinando a los argentinos, no pueden vender su carne; ni los uruguayos, ni los brasileños, ni los costarricenses, ni los colombianos, un producto importante de exportación, porque Europa tiene 600 000 toneladas de carne congelada almacenada. Las subsidia pagándola a 2 500 dólares, las exporta a 800 y baja el precio de la carne de este modo en el mercado mundial a 1 200. De eso viven países del Tercer Mundo. Es uno de los renglones importantes de muchos países. Se quedan sin mercados, y en los mercados que quedan, tienen que vender baratísima la carne.

Esas medidas las aplican despiadadamente contra nuestros países, ese dumping con productos subsidiados, lo hacen con el azúcar, lo hacen con el trigo —en Estados Unidos subsidian esos productos—, lo hacen con los tejidos, lo hacen con todo, hasta con la carne; no lo hacen con aquellos productos que no pueden producir allí porque el clima no se lo permite, hasta que los hacen sintéticos. Y cuando no hacen eso, hacen otras cosas, que lo saben bien los bolivianos. Cada vez que les da la gana de bajarle el precio al estaño, sacan la reserva de Estados Unidos y la empiezan a vender; si quieren bajar el precio de la plata, sacan la reserva y la empiezan a vender; si quieren bajar el precio del cobre, lo bajan, no solo porque producen la fibra óptica que sustituye en las comunicaciones los cables de cobre, sino también porque sacan la reserva que tienen. Cuando deciden que tienen mucha, la venden y deprimen los precios. Después la adquieren a bajos precios. Y así hacen con todos los productos, así lo hacen con el aluminio, con todo lo hacen. Son medidas insoportables, abusivas, intolerables.

Y una de las demandas que hacemos es el cese de tales descarados abusos, y todos los países del Tercer Mundo pueden plantear y alcanzar, incluso mientras exista ese sistema oprobioso de explotación, si nos unimos, si empleamos nuestra fuerza, pues podemos poner algún límite a tales métodos, como hacen los obreros de un sindicato cuando se cansan, cuando no soportan prácticas demasiado abusivas, cuando quieren una mejora; y eso es lo que estamos haciendo. Yo diría que son demandas sindicales del Tercer Mundo: no hagan estas cosas oprobiosas, señores, porque están acabando con nuestros países y no estamos dispuestos a seguirlo tolerando. Si además de eso, nos prestan un dinero barato, con unos intereses determinados, y después nos cobran un dinero caro con unos intereses por las nubes; si además nos hipotecan en América Latina en 360 000 millones de dólares, y quieren que les paguemos 400 000 millones de dólares en 10 años, solo de intereses y de utilidades, cómo se lo vamos a pagar, con qué se lo vamos a pagar si establecen, por ejemplo, medidas proteccionistas contra México de todo tipo, contra los textiles y productos mexicanos, contra el calzado. Medidas proteccionistas arancelarias y no arancelarias, no podemos vender ni lo que producimos a esos precios miserables, y luego que no podemos ni venderlo, quieren que les paguemos esas cantidades colosales. ¿No es cosa de locos? ¿No están tan locos los que crean que eso es posible pagarlo, como los que crean que eso es posible cobrarlo? Entonces, no estamos partiendo de fantasías; estamos partiendo de realidades.

Estas cosas, compañeros, a pesar de que yo había hecho la promesa de no ser muy extenso, todas estas demandas es lo que constituye eso que se ha dado en llamar el Nuevo Orden Económico Internacional, cuyos principios hay que seguir precisando y desarrollando.

Yo planteaba hoy por el mediodía que una de las ideas ha de ser la solidaridad, porque hay países que han sido tan explotados, se han quedado tan atrasados y son tan pobres, que ni con Nuevo Orden, ni cancelando la deuda resuelven sus problemas. Hay algunos que deben 150 ó 200 millones. Hay algunos tan pobres que ni les prestaron. A muchos países de Africa ni les prestaron. Hay decenas de países que no se pueden desarrollar si no se aplica el principio de la solidaridad internacional, y es lo que nosotros planteamos como uno de los principios del Nuevo Orden: el deber de ayudar a los países más pobres, más atrasados. Deber de todos, pero sobre todo, de los países que tienen más recursos, de los países que los explotaron, de los responsables del subdesarrollo, de los responsables del colonialismo y del neocolonialismo, el de ofrecer realmente una contribución. Es una obligación moral que tienen y tenemos que exigírsela. Otros podemos ayudar. Creo que los países socialistas pueden ayudar y deben ayudar por solidaridad. Y creo que las antiguas potencias coloniales que se financiaron con nuestro sudor y nuestra sangre, con nuestro oro, con nuestra plata, con la vida de decenas de millones de esclavos, o de indios y mestizos que murieron en las minas y las plantaciones, tienen el deber moral de contribuir al desarrollo de los países del Tercer Mundo.

Ese es uno de los principios que nosotros tenemos que defender como principio elemental del llamado Nuevo Orden Económico Internacional.

Con relación a Cuba y su intercambio con los países socialistas, lo que nosotros hemos conseguido con los países socialistas realmente es el Nuevo Orden. Todo esto que estamos planteando lo hemos conseguido, entonces, no pasa esta cosa horripilante del deterioro constante del intercambio, sino que existe un precio justo, satisfactorio para que nuestro país pueda desarrollarse y no vivir a base de salarios de hambre en el azúcar, en el café, en el yute, en el cobre, en todos esos productos. Y si los productos que nos exportan a nosotros suben de precio, nuestros productos suben de precio también, existe un índice establecido. Esto que viene sube, y esto que se exporta sube. Nunca se puede dar esto de que usted necesite 40 toneladas para comprar cualquier cosa, y después necesite 200. No se da, y el poder adquisitivo de nuestro producto se preserva, en virtud de los acuerdos que tenemos.

Los créditos son a largo plazo, los intereses son bajos y las deudas se renegocian automáticamente a 10 años, 15 años, 20 años sin intereses. Entonces nosotros podríamos decir: señores, que se apliquen en el mundo y a todos los países industrializados estos principios que se aplican a las relaciones de Cuba con los países de la comunidad socialista. Lo que queremos es universalizar lo que nosotros hemos obtenido. Afortunadamente la mayor parte del comercio es con esos países, un 15% con los otros. Nos revientan, ahí en ese 15% es donde nos revientan, cuando nos pagan el azúcar a tres centavos, y nos pagan si tenemos mercado y si podemos venderlo, porque los yankis andan persiguiendo nuestra mercancía por todo el mundo con todo tipo de medidas y presiones a los compradores para que no podamos venderlas.

Claro, lo pueden hacer cuando se trata de un país. Por eso yo digo: el día que tuvieran que bloquear 20 o a todo el Tercer Mundo, se autobloquean ellos mismos. Estados Unidos y el mundo capitalista industrializado no pueden permitirse el lujo de autobloquearse, sobre todo si hay unidad en las acciones del Tercer Mundo; ellos no pueden vivir sin nuestras materias primas, sin nuestros productos, no pueden. Sería, además, la gente más desgraciada del mundo, porque se han acostumbrado a comer chocolate barato, café barato, todo barato, abundante, y vendiendo todo lo que ellos producen cada vez más caro. Ellos pueden tener otros niveles de vida, otros salarios, todo. Pero nosotros, ¿qué tenemos? Ni un techo donde cobijarse la gente, descalza la gente, sin educación, sin retiro, sin seguridad social, sin nada. Somos esclavos y estamos peor que los esclavos. A los esclavos los cuidaban. El dueño se preocupaba porque no se murieran, pero, ¿quién se preocupa porque se muera un obrero en América Latina, con más de 100 millones de desempleados y subempleados? ¿Quién se preocupa porque se muera un campesino en América Latina? Se alegrarían de que se muriera, incluso, porque tratan de que no nazca, ¡tratan de que no nazca! ¿Qué puede importarles que se muera, si Estados Unidos gasta decenas de millones de dólares cada año en propagar la esterilización en el Tercer Mundo?

Ahí tenemos un dato que yo leí hace unos días en un cable procedente de Brasil, una investigación que hizo la Universidad Campiña, de Sao Paulo, y dice tales datos que yo quisiera comprobarlos, porque dice que en 10 años la fecundidad de la población femenina brasileña ha disminuido un 26%, es decir, la fecundidad en su conjunto, a pesar del crecimiento de la población; pero entre las mujeres entre 15 y 44 años la esterilización alcanzó un 38%. Y yo quisiera, y les pido, por favor, a de Sao Paulo aquí presentes, que investiguen ese dato, y manden un telegrama y me digan: "Es verdad", porque casi no quiero creerlo. Explican también que más de la mitad de esas esterilizaciones se produjeron después del año 1980, y que Estados Unidos, entre 1978 y 1984, ha suministrado 20 millones de dólares para estos programas de esterilización en Brasil.

¿Pueden preocuparse, realmente, de que sobrevivan los campesinos, los obreros y los niños? Si no quieren que nazcan. Porque están asustados, porque ven la incidencia política del problema y las posibilidades potenciales de explosiones, y no quieren por ello que nazcan más niños. Cómo les puede importar que se mueran de hambre los que han nacido, y se mueran en número tan alto, como aquí ha referido hoy un representante peruano, al informar que la mortalidad infantil está en 120 por cada 1 000 nacidos vivos. El dijo el 12%, que es el equivalente a 120 niños por cada 1 000, señores. Y la mortalidad infantil crece, no decrece; durante un período de tiempo fue decreciendo, ahora está en aumento. Si ustedes ven las estadísticas de la Oficina Panamericana de la Salud, se encuentran otros datos muy "oficiales" y referidos a años anteriores.

Yo decía: ¿bloquear? Pueden bloquear a un país como Cuba y perseguirlo. El día que tuvieran que perseguir 20 ó más países se vuelven locos, terminan mordiéndose la cola como un perro rabioso (APLAUSOS), porque no se puede bloquear 20 países, 50 países, 100 países; uno solo y le da grandes dolores de cabeza. Llevan 26 años en esa ingloriosa tarea. ¿Para qué? Ah, querían demostrar que la Revolución era muy mala, porque no avanzaba el país. Y yo de vez en cuando les hago algunas pregunticas: bueno, compárenme con los modelos que ustedes dejaron por ahí. No hay comparación posible. A mí me da pena hacer las comparaciones con otros países de América Latina y el Caribe, lo digo con dolor, cuando veo el índice de mortalidad infantil, de analfabetismo, de maestros por alumnos, médicos por personas, niveles de desempleo, prostitución, mendicidad, juego, drogas, en todos los sentidos. Y cuando le pregunto, sobre todo a alguno de ellos: dígame si usted conoce aquí a un solo funcionario que se haya enriquecido, alguien que se haya hecho millonario con el dinero robado al pueblo. Le digo: ¿Hay alguna otra situación similar en el resto de la América Latina? Y con 10 preguntas, con menos de 10 preguntas, con cinco, se desestabilizan ya, porque ocurre —como les he dicho muchas veces— que tienen creencias, no ideas; creen una cosa y ya creen que es verdad. Y les digo: ustedes tienen creencias, no tienen ideas; además, creen que todas las verdades son evidentes, porque en la Declaración de Independencia de Estados Unidos, dijeron una vez que existían algunas verdades evidentes que ustedes, por cierto, no cumplieron nunca. Creen que cosas que inventan y se les ocurren cualquier día, son verdades evidentes. Con unas cuantas preguntas, se lo digo, se desestabilizan. No tienen consistencia ideológica para discutir con un revolucionario, cuando se parte de una posición de principios y se ha sido consecuente con esos principios, se lo advierto.

Entonces, exigimos, demandamos, reclamamos —como quieran llamarle ustedes—, que se dé el mismo trato a los demás países, que este de que hemos hablado, con relación a este Nuevo Orden que nosotros hemos obtenido con la comunidad socialista desarrollada. Sin ese Nuevo Orden, con los cambios sociales solo, no habríamos podido hacer lo que hemos hecho; aunque sí, habríamos distribuido mejor nuestras riquezas, sería de todas formas mejor nuestra sociedad. Hay por ahí algunos que dicen que no quieren compartir la miseria, repartir la miseria, y no hace muchos meses he oído a un ilustre político occidental afirmar eso, y también a otros aventajados políticos burgueses, decir cuando hablan del socialismo: no queremos compartir la miseria. Claro, tienen toda la razón, en sus países la miseria no está compartida, sino es sufrida por una parte importante de la población, y los otros de la minoría superprivilegiada tienen todo, no comparten para nada la miseria. Y yo digo que es mucho más justo compartir la miseria, que echarle el peso de la miseria a la inmensa mayoría de la población en beneficio de una minoría a la que todo le sobra (APLAUSOS).

En realidad, el cambio social solo no resuelve, hace falta el desarrollo.

¿Por qué podemos nosotros tener los niveles de desarrollo social que tenemos? Doscientos cincuenta y seis mil maestros y profesores tiene nuestro país, y en vez de tener desempleados tenemos una reserva de 10 000 maestros. ¿Qué hacemos? Ponemos a trabajar a los 10 000 maestros y ponemos a estudiar a los otros con su sueldo completo. Y en el futuro tendremos unos 40 000 ó 50 000 maestros de reserva, para poder ofrecerles cada siete años un año libre con sueldo a cada maestro o profesor para que estudie. Ya graduamos los primeros maestros con el título de Licenciado en Enseñanza Primaria, idos mil setecientos!, y llevamos un ritmo tremendo en esa dirección. En nuestras facultades de Medicina, que hay ya una por provincia, entran cada año 5 500 jóvenes seleccionados por su expediente y por su vocación.

Este año graduamos ya 2 436 médicos. Desde 1988 estaremos graduando 3 000 por año; desde el año 1991, 3 500. iGraduaremos por año más médicos que los que nos dejó el imperialismo aquí, donde teníamos 6 000 y se llevó 3 000! Pero ahora les decimos: aquí está la respuesta: vamos a graduar 50 000 médicos en los próximos 15 años, vamos a tener 65 000 médicos en el año 2000, y de ellos 10 000 estarán prestando —es el cálculo que tenemos— colaboración en países del Tercer Mundo (APLAUSOS).

Aparte de los círculos infantiles y el sistema escolar, contamos con cientos de instalaciones para niños: palacios de pioneros, centros vacacionales, centros de pioneros exploradores; todos los niños del país están espléndidamente atendidos, no hay un niño sin escuela, no hay un niño descalzo, no hay un niño abandonado, no hay un niño sin alimentos, no hay un niño sin atención médica, no hay familia sin recursos, hay un espíritu de solidaridad muy grande. Pero eso no se hace solo con buena voluntad, se requiere desarrollo, se requieren recursos.

Si nosotros tuviéramos las condiciones que existen hoy en el mercado mundial, este famoso mercado impuesto por el imperialismo, yo les digo que los siete y medio millones de toneladas de azúcar que exportamos no alcanzarían para pagar el 25% del petróleo que consumimos, y que equivale a 11 millones de toneladas. Nosotros consumimos casi tanto petróleo como el que produce Ecuador, porque aquí no tenemos grandes ríos, energía hidráulica, minas de carbón o grandes yacimientos de hidrocarburos en explotación. Ahora, ¿cómo estaríamos nosotros? Estaríamos aquí, tal vez sin estas luces y tal vez en un parque; a lo mejor estaríamos reunidos iluminándonos con velas, pero no habríamos alcanzado los avances sociales que hemos alcanzado.

Sería una presunción, una vanidad de los revolucionarios cubanos decir: todo esto lo hemos logrado porque somos excelentes revolucionarios, o excelentes administradores. Hemos logrado esto porque hemos hecho la Revolución; no somos ni excelentes administradores ni presumimos de excelentes revolucionarios, pero hacemos el máximo posible y hemos creado las condiciones para disponer de los recursos necesarios para la obra de desarrollo económico y social que estamos realizando en nuestro país.

Claro, ¿qué se puede esperar de la situación de República Dominicana y de muchos países latinoamericanos con esos precios? Y yo hablo de siete millones y medio de toneladas de exportación de azúcar, si hubiera mercado para ese azúcar.

Nosotros tenemos los mercados asegurados y determinadas condiciones. ¿Por qué todos los países del Tercer Mundo, luchando unidos, no podrían ser capaces de imponer ese Nuevo Orden Económico? Porque hay una cosa que sí podemos imponer: la cancelación de esta deuda. Y digo cancelación. Hoy por la tarde me quedé meditando un rato los problemas que tenemos con esta palabra de cancelación, y busqué el diccionario. Digo: deja ver qué quiere decir cancelar; porque yo me acuerdo que la usé por primera vez en el año 1979 en Naciones Unidas, después de la Sexta Cumbre de los No Alineados, y ahora me explico la confusión. La culpa la tiene el diccionario, a decir verdad (RISAS), porque define así el término: Cancelar: anular un documento —eso es lo que queremos nosotros con todos estos documentos de la deuda—; saldar, extinguir una deuda —eso es lo que no queremos ninguno de nosotros—; anular el compromiso —eso sí queremos nosotros, anular ese compromiso con el cual no estamos obligados, eso está explicado. Ahora, busco un diccionario de sinónimos, a ver qué palabra existe para resolver este problema terminológico, y dice: Cancelar: sinónimos: liquidar —depende en qué sentido queremos liquidar la deuda—; cumplir —no queremos—; derogar —sí queremos—; anular —sí queremos—; abolir —sí queremos—; enjugar —quitarnos las lágrimas de la deuda sí queremos—; archivar —sí queremos—; borrar de la memoria —¡muchísimo!, queremos borrarla de la memoria (APLAUSOS PROLONGADOS).

De modo que tenemos bastantes sinónimos, hay unos cuantos buenos; pero a mí me gusta abolir, porque me recuerda la esclavitud y la abolición de la esclavitud, que ya históricamente se hizo; hay que hacer con la deuda como se hizo con la esclavitud, ya que nos esclaviza, abolirla. Borrar de la memoria es un excelente sinónimo de lo que queremos decir; archivar, excelente también. Así que pueden escoger los que más les gusten; y si ninguno les gusta, hay también otra frase muy clara e inteligible, que es: no pagar. Eso es lo que queremos (APLAUSOS).

Compañero venezolano, te doy las gracias porque me diste la oportunidad de explicar algunas de estas cuestiones relacionadas con lo que es el Nuevo Orden, porque sé que algunos han estado planteando eso; de explicarte cuál es el tipo de relaciones que tenemos nosotros con los países socialistas, cómo lo ideal sería que ese tipo de relaciones se extendiera, y es por lo que debemos luchar e imponer. Porque creo que no solo podemos lograr borrar la deuda, si nos unimos y empleamos nuestras fuerzas en los organismos internacionales. Somos la inmensa mayoría de las Naciones Unidas, no hay que olvidarse de eso; no hay que olvidarse que decenas y decenas de países adquirieron la independencia formal, y que lo único que hace falta es atrevernos a votar. En Naciones Unidas podemos cambiar hasta las reglas de las Naciones Unidas, si nos atenemos a la fuerza que tienen todos los países implicados en esta demanda.

En todos los organismos internacionales, somos inmensa mayoría: en la UNCTAD, en las conferencias económicas, en todas partes. Y les advierto que hay bastante solidaridad entre esos países que forman el resto del Tercer Mundo, suele haberla y suelen atreverse a plantear cosas que los latinoamericanos, como regla, no se atreven a plantear, porque a los latinos nos han inculcado más hábitos de sumisión que los que tienen los propios africanos; porque yo he visto que ellos pronuncian discursos en Naciones Unidas que los representantes latinoamericanos no suelen pronunciar.

Entonces, sencillamente, creemos que tenemos una fuerza para imponer; los sindicatos tienen menos fuerza, y cuando actúan unidos obtienen demandas, obtienen reivindicaciones, alcanzan conquistas. Y creo que si el Tercer Mundo actúa unido puede alcanzarlas. Siempre hablo del Tercer Mundo, porque los latinoamericanos tienen que sumar la fuerza de los países del Tercer Mundo. América Latina puede y debe dirigir esta lucha, porque es la única que puede dirigirla, tiene mucho mejores condiciones que Africa, mejores condiciones que los países subdesarrollados de Asia, tiene más desarrollo cultural, más conciencia política, una estructura social diferente, decenas de millones de obreros, de campesinos, millones de profesionales universitarios, médicos, ingenieros, que quedaron incluidos también en este documento en la tarde de hoy.

Entonces, creo que tenemos fuerza suficiente, si luchamos, para obtener unas cuantas de estas reivindicaciones que estamos planteando, si lo vemos con claridad, si tenemos conciencia de nuestra fuerza.

Y de lo que no tengo ninguna duda, y lo sé, es de que los países socialistas apoyarían esta lucha, y ya han hecho algunas declaraciones en ese sentido. Sé que esta lucha les ha interesado, y muy especialmente por la forma en que se vincula la idea de la paz con la solución de estos problemas económicos. Ellos no tienen esos problemas que tienen los países del Tercer Mundo, pero tienen una gran preocupación por la paz.

Por eso digo que es tan importante vincular esta lucha con la paz, y por eso es tan importante ese elemento que nosotros hemos introducido en todas las entrevistas, que es que esto de la deuda externa puede resolverse con el 10% ó el 12% del millón de millones de dólares que se está gastando en armamento cada año. Y algo más, que la cuestión del Nuevo Orden Económico Internacional se puede resolver, las dos cosas, con un 30% de lo que actualmente el mundo está gastando en armas. Y si se borrara de la memoria esta deuda —como se va a borrar— y se alcanzara un Nuevo Orden Económico Internacional, y esto se hiciera a base de los gastos militares, todavía, desgraciadamente, quedarían 700 000 millones de dólares para esos gastos, con lo cual pueden destruir al mundo varias veces.

Si el Tercer Mundo recibiera 300 000 millones de dólares más cada año con cargo a esos gastos, las perspectivas de paz y desarrollo serían diferentes. Y no es ninguna utopía, hay que exigir, porque les decimos: esta deuda no solo debe ser olvidada, abolida, archivada, sino que hace falta el Nuevo Orden Económico Internacional. Ahora, cuando les planteamos: hay una solución, sáquenlo de los gastos militares, abandonen esa locura de la guerra de las galaxias, las cosas siderales, armas sofisticadas de todo tipo, y todas esas barbaridades que tanto daño están haciendo no solo por el peligro de guerra que entrañan, sino porque ese enorme déficit presupuestario es la causa de las altas tasas de interés, la sobrevaloración del dólar y todas esas barbaridades que han hecho en adición para reventar al mundo, entonces, les decimos: estamos decididos a borrar esta deuda. Además, les hacemos un favor, les explicamos cómo puede resolverse sin grandes afectaciones para ustedes, más bien con ventajas. Es verdad que la misión nuestra no es resolver los problemas de los países capitalistas industrializados, pero creemos que es correcto, es sabio y es inteligente plantear una fórmula, y les voy a explicar por qué; porque nosotros no solo debemos unir la mayor cantidad de fuerzas en esta lucha en nuestros propios países y unir los países del Tercer Mundo, sino que debemos ganar apoyo también en el mundo industrializado.

Fue muy simbólico hoy que obreros de Francia, obreros de Escocia y de otros países, mandaran un mensaje. Nosotros tenemos que recabar el apoyo de los obreros de los países industrializados, de los trabajadores de los países industrializados (APLAUSOS); de los estudiantes, de los intelectuales, de todas las fuerzas posibles, porque, si nosotros no logramos ganar ese apoyo, el imperialismo va a tratar de unirlas contra el Tercer Mundo. ¿Qué les decimos? No hace falta, no queremos que se arruinen los bancos. ¿Es que acaso nosotros tenemos un amor tierno, tiernísimo por la banca transnacional o por el sistema financiero capitalista? No, no le tenemos ningún amor, pero hay que quitarle al imperialismo el argumento de que lo que se está planteando en relación con esto va a arruinar a los bancos y, en consecuencia, decenas y decenas de millones de depositantes de esos países van a perder su dinero. O les van a decir a los trabajadores: ustedes van a perder una parte de su estándar de vida; o les van a decir a los contribuyentes: van a tener que pagar más impuestos si esto ocurre. Nosotros decimos: no hace falta nada de eso, no tienen que arruinarse los bancos, no tienen que pagar un centavo más de impuestos que el que están pagando ahora, no tiene que perderse ni un solo centavo de los depositantes en los bancos, porque hay un dinero que se está botando todos los días, todos los meses, todos los años, en cantidades fabulosas: el de los gastos militares. Es una locura, el mundo no puede estar interesado en esa carrera armamentista, los países socialistas no pueden estar interesados en esa carrera armamentista, los países socialistas saben bien qué pueden hacer con el dinero, pues siempre hay muchas necesidades por satisfacer en todas las esferas de la sociedad.

Les decimos: siéntense y dejen de estar queriendo imponer por la fuerza su sistema político en todo el mundo, dejen de estar soñando que van a cambiar el mundo, dejen de estar soñando que van a parar la historia, y siéntense a discutir en paz con sus adversarios y resuelvan los problemas negociando. Si quieren mantener su capitalismo en sus propios países, que lo mantengan el tiempo que quieran, eso es asunto de ellos, porque no vamos a ir a Estados Unidos a hacer la revolución o imponerle el socialismo. En una discusión académica, les podemos demostrar que es mejor, más humano, más racional y más justo el socialismo que el capitalismo, pero no podemos ir allí a decir: cambien su sistema social. Cocínense ahí si quieren, todo el tiempo que quieran. No será eterno, pero no es asunto nuestro. Nadie va a querer cambiar el sistema capitalista por la fuerza, imponerles el socialismo a Europa, a Japón, a Estados Unidos, a Canadá, a Australia; nadie va a querer eso, nadie piensa eso, no se le ocurre a nadie eso. Siéntense, discutan y ahorren un tercio de lo que están gastando en la locura de la guerra y devuélvannos lo que nos están robando.

Es necesario llevar el mensaje a la opinión pública de esos países: cómo estas medidas que se proponen no les afecta. A ellos les afecta el desempleo. Si el Tercer Mundo tuviera una capacidad adquisitiva de 300 000 millones más de dólares, entonces muchas fábricas en Europa, en Estados Unidos y en otras partes estarían trabajando a plenitud, aumentaría el empleo en esos países. Por eso pienso que las formulaciones que se hacen en torno a esto no son caprichosas, tienen el sentido de llevar un mensaje a la opinión pública del mundo industrializado.

El imperialismo va a tratar de aislarnos, y nosotros debemos tratar de aislar al imperialismo y a los guerreristas. Ese es el sentido que tienen estos planteamientos.

Esos materiales nosotros se los hemos enviado a los gobiernos de numerosos países industrializados, hay una buena cantidad distribuida. Todos estos materiales están en las mesas de los jefes de Estado de Africa que están reunidos en estos días; estos materiales están en manos de los jefes de Estado de casi todos los países —siempre hacemos algunas excepciones—; estos materiales están en muchas partes; estos materiales están en manos de los jóvenes reunidos en el Festival de Moscú; estos materiales están en manos de las mujeres que están reunidas en Nairobi, y estarán en manos de los jóvenes que se reunirán en el Festival de Moscú. Nadie se imagine que se ha estado haciendo una campaña de publicidad; se ha estado trabajando y haciendo contacto intensamente en todas partes. Ellos han creído que esto era una campaña de publicidad de Cuba para mejorar la imagen, para mejorar las relaciones; no se daban cuenta de que era una lucha seria, en la cual venimos participando hace mucho tiempo —si se quiere después puedo hablar un poquito de eso. Es lo que puedo decirte sobre la pregunta, y prometo que esta es la última en que voy a ser tan extenso (RISAS y APLAUSOS).

PRESIDENTE.- El compañero de Brasil.

JAIME MENEGUELLI (CUT-Brasil).- Compañero Comandante Fidel Castro, esta conferencia es un gran paso para unificar la lucha de América Latina y del Caribe, fundamentalmente esta lucha inmediata contra la deuda externa. Es evidente que en la medida en que nos unamos, el imperialismo deberá utilizar una nueva táctica: en vez del bloqueo tendrá que dividir, y quién sabe si venga a hacerles alguna tentadora propuesta a algunos países de América Latina, en el sentido de negociar mejores condiciones para la deuda.

Si esto ocurre, ¿cuál deberá ser nuestro comportamiento en conjunto para dar una respuesta a esto?

FIDEL CASTRO.- Eso que tú preguntas o planteas es muy importante, realmente es una cuestión esencial. El imperialismo, hasta ahora, está a la defensiva en este problema, está desconcertado, te lo digo. Este es un problema que se viene planteando hace rato, y voy a aprovechar, no voy a cumplir al ciento por ciento mi palabra, me voy a extender un poquitico, porque creo que en relación con esto hay que explicar algo (RISAS).

Hay algunos que andan diciendo por ahí, los yankis especialmente, que Castro es un oportunista, que está aprovechando este problema para mejorar la imagen de Cuba, para mejorar las relaciones. Todavía no se han dado cuenta de que nosotros, después de haber resistido estos 26 años, estamos más consolidados que nunca, tenemos mejores relaciones que nunca y que para nosotros ese supuesto objetivo no es nada esencial. La idea de la imagen es la tontería más grande del mundo. Como allá en Estados Unidos viven de la imagen, se creen que todos los demás andan buscando imagen, y todo el mundo sabe que con imagen no se alimenta ni un tomeguín. En eso ellos botan dinero en cantidades industriales, entre otras cosas con propósitos mercantilistas; se imaginan a los demás hombres vanidosos, buscando nombre, buscando prestigio, y estaban creyendo en eso.

Yo pedí que volvieran a imprimir el discurso pronunciado en Naciones Unidas, después de la VI Cumbre, en octubre de 1979. Me alegro de que no hayan escogido el 12 de octubre, porque fue el 12 de octubre precisamente que yo dije todo esto, pero eso fue casualidad total (RISAS). Ya yo estoy planteando esto. Desde hace más tiempo, nosotros venimos planteando estos problemas en los No Alineados, pero ya más concretamente en los últimos seis años. Aquí tengo esos discursos. Por ejemplo, en aquel pronunciamiento, en nombre de todos los No Alineados, planteaba: "... mientras la desigualdad de las relaciones económicas internacionales hace incrementar la deuda externa acumulada de los países en desarrollo hasta más de 300 000 millones de dólares", ya era grande, esta era la del Tercer Mundo completo y era más chiquita entonces que la de hoy de América Latina. Y añadía: "Los organismos financieros internacionales y la banca privada elevan las tasas de interés, hacen más cortos los plazos de amortización de los préstamos y ahogan con ello financieramente a los países en desarrollo, constituyendo todo esto, un elemento coercitivo en las negociaciones, lo que les permite obtener ventajas políticas y económicas adicionales a expensas de nuestros países." Esto es para explicar que yo creo que hay que echar por tierra algunas teorías y algunas leyendas que ellos han echado a rodar. Parece que esto es importante en relación con lo que tú planteas, dado el papel que Cuba ha estado jugando en este problema.

En esa misma ocasión, decíamos: "La deuda de los países en vías de desarrollo ha alcanzado ya la cifra de 335 000 millones de dólares." Hoy es tres veces más y en aquella época el dólar iba para abajo, hoy está sobrevalorado.

"Se calcula que el pago total por concepto de servicio de la deuda externa asciende a más de 40 000 millones cada año, lo que representa más del 20% de sus exportaciones anuales. Por otro lado, el ingreso per cápita promedio de los países desarrollados es ahora catorce veces superior al de los países subdesarrollados. Esta situación es ya insostenible." Nosotros estábamos planteando esto en 1979 y ascendían a 40 000 millones de dólares los servicios de la deuda entre todos los países; ahora América Latina sola debe más que todo esto, y se eleva a 40 000 millones lo que está pagando, solo de intereses y utilidades; puede ser un poquito menos, un poco más, en dependencia de la tasa de interés.

En aquella ocasión, nosotros ya planteábamos también lo de las armas y lo del gasto en armamentos. Dije: "Los países en vías de desarrollo, y en su nombre el Movimiento de Países No Alineados, demandan que una parte importante de los inmensos recursos que la humanidad hoy dilapida en la carrera armamentista sean dedicados al desarrollo, lo que contribuirá, simultáneamente, a alejar el peligro de guerra y facilitar el mejoramiento de la situación internacional."

Y, por último, nosotros hacíamos una síntesis. Esto fue en Naciones Unidas, en 1979, estaba lleno, no faltaba nadie ese día allí, y yo me acuerdo que estos planteamientos fueron acogidos con gran simpatía en aquel momento, en que estábamos pidiendo, además, 300 000 millones para el decenio del desarrollo, fundamentado en que realmente no había habido ningún desarrollo y lo que se había producido era un subdesarrollo relativo. Estábamos pidiendo todavía en 1979: "Por favor, miren, bueno, entreguen 300 000 millones, sáquense de los bolsillos 300 000 millones", es lo que queríamos expresar con otras palabras. Hay una situación ahora radicalmente diferente.

Decíamos: "El intercambio desigual, arruina a nuestros pueblos. ¡Y debe cesar!

"La inflación que se nos exporta, arruina a nuestros pueblos. ¡Y debe cesar!" Ahora lo que nos están exportando es la sobrevaloración del dólar.

"El proteccionismo, arruina a nuestros pueblos. ¡Y debe cesar!

"El desequilibrio que existe en cuanto a la explotación de los recursos marinos, es abusivo. ¡Y debe ser abolido!" Otro problema que se ha planteado, se estaba discutiendo sobre los Derechos del Mar, en lo cual ya se alcanzó un acuerdo, pero Estados Unidos y unos cuantos cómplices de los más ricos se niegan a aceptarlo.

"Los recursos financieros que reciben los países en desarrollo, son insuficientes. ¡Y deben ser aumentados!

"Los gastos en armamentos, son irracionales. ¡Deben cesar y sus fondos empleados en financiar el desarrollo!

"El sistema monetario internacional que hoy predomina, está en bancarrota. ¡Y debe ser sustituido!

"Las deudas de los países de menor desarrollo relativo y en situación desventajosa, son insoportables y no tienen solución. ¡Deben ser canceladas!"

Ya desde entonces, el diccionario me indujo a usar una palabra que se prestaba a doble interpretación. Aquí se produjo una gran cantidad de aplausos. Lo que más se aplaudió allá en las Naciones Unidas entre los representantes del Tercer Mundo y otros países, con excepción de las naciones capitalistas más ricas, fue esta idea.

"El endeudamiento abruma económicamente al resto de los países en desarrollo. ¡Y debe ser aliviado!" Todavía nosotros no planteábamos la cancelación de la deuda de todos los países del Tercer Mundo.

"El abismo económico entre los países desarrollados y los países que quieren desarrollarse, en vez de disminuir se agranda. ¡Y debe desaparecer!

"Tales son las demandas de los países subdesarrollados." Está planteado en 1979, casi las mismas cosas, hay solo algunas diferencias: en aquel momento la deuda total era más pequeña, el problema era crítico para unas cuantas decenas de países, pero no era crítico todavía para Venezuela, para México, para una serie de países; la realidad hoy es que la deuda es el triple y ya afecta a todos los países que están por desarrollarse. Los países que tenían recursos para enfrentar entonces las dificultades, están hoy en situación también difícil.

Nigeria, petrolero, enorme deuda, problemas tremendos, una población de más de 100 millones de habitantes.

México, como se explicó aquí, empleaba en 1984 el 72% de las exportaciones petroleras para pagar los intereses de la deuda antes de la rebaja de precios; ahora debe emplear alrededor del 75% o más solo para pagar los intereses de la deuda.

Venezuela, aquí el compañero explicó elocuentemente el problema de Venezuela, y partiendo de su análisis he sacado la conclusión de que es imposible, no pueden pagar, porque los países exportadores de petróleo han sido afectados por dos problemas: producían casi más de 30 millones de barriles al día, ahora producen 16 millones; el precio, que llegó a estar a treinta y tantos dólares por barril, ha bajado; con precios altos se contrajeron compromisos, se gastó, y la situación ahora, incluso para todos esos países, es difícil.

Comprendo que se han hecho cosas horribles —como decía el compañero venezolano—, que determinados grupos vinculados a los círculos financieros del imperialismo han sacado del país cantidades fabulosas de dinero. Por ahí recientemente un informe del Banco Mundial explicaba que, en ese período del gran endeudamiento, de Venezuela se fugó no el ciento por ciento de lo que entró de préstamos, no el ciento por ciento que parece mucho, pero curiosamente se fugó el 132% de lo que entró; por cada dólar que le prestaron, salieron fugados —fíjense bien— un dólar y 32 centavos. Es decir que no solo se fue el dinero que le prestaron, sino el que tenían guardado, el de la reserva, o el que adquirían por las exportaciones, ¡increíble! Pero yo no me pongo a pensar en esa gente, pienso en el pueblo venezolano, en los trabajadores venezolanos, en los campesinos, en los jóvenes, en las mujeres, en los pobladores, que están sufriendo las consecuencias.

Llegué a dos conclusiones: primero, que la situación se había agravado de tal modo, que no se podía excluir ningún país; segundo, que puesto que la situación era crítica en todos, la demanda de que se anulara la deuda para todos los países del Tercer Mundo, sin excepción, iba a tener mucha más fuerza, porque no se iba a librar esta lucha solo con unas cuantas decenas de países que no pueden ya ni caminar, sino con todos los países del Tercer Mundo, porque muchos de estos países que tienen recursos han caído en una situación tan terrible y los pueblos están sufriendo de tal modo las consecuencias, que necesitan ser incluidos en esta demanda; pero a la vez que se les incluya a todos en esta demanda, este movimiento adquiere más fuerza. Ese es el cambio.

Ahora es tres veces más lo que debe el Tercer Mundo, ya entonces era grave y nosotros veíamos este problema que se iba agravando cada vez más. Entonces pedíamos: entreguen 300 000 millones en 10 años; ahora estamos planteando otra cosa: no les vamos a entregar casi un millón de millones de dólares en 10 años de intereses y utilidades, no para amortizaciones de la deuda. Solo América Latina debe entregar 400 000 millones de intereses y utilidades. Por eso decíamos que ha cambiado la situación: antes se trataba de pedirles, y ahora, sencillamente, la acción consiste en no entregarles ese dinero. Ese es el cambio. La iniciativa pasó de manos de ellos, a manos del Tercer Mundo, está en manos del Tercer Mundo tomar la acción y no esperar que aquellos se compadezcan, se ablanden y den. Lo que se exige que entreguemos debe invertirse en el desarrollo económico y social de nuestros países. Esos son los cambios fundamentales.

Expliqué esto, compañeros, porque es algo que se veía venir, algo que se venía planteando, que Cuba venía planteando. La diferencia esencial es que el problema no había hecho crisis como en este momento lo ha hecho ya, se ha convertido en una catástrofe en este momento. No le prestaron los países ricos ninguna atención, a todo el Tercer Mundo le gustó, lo aplaudieron, todos los jefes de Estado recibieron este discurso que se pronunció en nombre del Movimiento de Países No Alineados, el que Cuba en aquel momento presidía, porque había sido sede de la VI Cumbre.

Esto se siguió planteando en Nueva Delhi, en marzo de 1983, cuando ya la crisis se agudizaba. Se hizo un informe, en nombre de Cuba, al Movimiento de Países No Alineados, en el que todos estos problemas se analizaban con mucho detalle, no en un lenguaje tan popular, un poco más bien técnico. Y en el discurso pronunciado a nombre de Cuba, entre otras cosas expresé al final del mismo:

"¡Luchar sin descanso por la paz, por mejorar las relaciones internacionales, por detener la carrera armamentista, por reducir drásticamente los gastos militares y exigir que una parte considerable de esos fondos cuantiosos sean dedicados al desarrollo del Tercer Mundo!

"¡Luchar sin tregua por el cese del intercambio desigual, que deprime los ingresos reales por exportación, descarga sobre nuestras economías el costo de la inflación generada en los países capitalistas desarrollados y arruina a nuestros pueblos!

"¡Luchar contra el proteccionismo, que multiplica las barreras arancelarias y no arancelarias, e impide el acceso a los mercados de nuestras exportaciones de productos básicos y de manufacturas!

"¡Luchar para que la deuda externa sea cancelada para el gran número de países que no tienen posibilidad real de pagarla y que sea aliviada drásticamente la carga de sus servicios para aquellos que, bajo nuevas condiciones, pudieran cumplir sus compromisos!"

Hay ya aquí cierta sutil diferencia con lo planteado en Naciones Unidas en 1979, ya hablamos de cancelar la deuda para todos los países que no tienen posibilidad real de pagarla. Antes decíamos los de menor desarrollo relativo, ahora todos los que no tienen posibilidades de saldar, y aliviar drásticamente la carga para los demás. ¡Ah!, porque ya la deuda había crecido extraordinariamente, casi era el doble que en 1979.

Aliviar drásticamente la carga de sus servicios para aquellos que, bajo nuevas condiciones, pudieran cumplir sus compromisos. Ahora pasaron más de dos años y la deuda del Tercer Mundo se incrementó entre 1982 y 1985 en 300 000 millones de dólares más.

Lo único que estos planteamientos, en aquella época, no generaron un movimiento. Estos planteamientos ahora generan un movimiento porque la crisis llegó a su punto más agudo, se creó una situación nueva, y los pueblos están sintiendo mucho más el rigor del problema. Se pudiera seguir al detalle, año por año, el hilo de todas las ideas, de todos los planteamientos, que son los mismos, adaptados a una situación cada vez más grave, solo que ahora, cuando hay crisis, algunos, que al parecer no estaban informados de nada o se hicieron los tontos, se imaginan que yo me puse a descubrir algo, a inventar algo para fastidiar a los yankis o para mejorar la imagen de Cuba o para mejorar las relaciones de Cuba.

Es importante, porque algunos andan preocupados porque Cuba está planteando esto, y Cuba lo viene planteando hace seis años, desde antes viene planteando estos problemas, y ahora hay algunos extrañamente preocupados. Algunos han dicho: Cuba tiene razón, pero lo malo es que Cuba lo está planteando. ¡Pobre Cuba, no puede ni hablar, debe ser obligada a guardar silencio, porque eso es lo que agrada a los yankis! ¡Lleva hablando un montón de tiempo sobre el problema y ahora tiene que callarse! Se imaginan los imperialistas que esto es una maniobra, un truco inventado por Cuba.

Y, desde luego, ellos se imaginaron, se imaginaron y hasta es posible que lo creyeran; pero mientras se creían eso, todas estas ideas se han ido divulgando por todas partes, y llegando a todas partes. Han llegado a muchos lugares, no menciono todos los lugares a donde han llegado, pero digo que han llegado hasta las iglesias, hasta los masones han llegado, a todas las partes donde tenían que llegar. Ahora, los que creían que era un juego, una campaña publicitaria, descubren ya que hay un problema y están desconcertados, no tienen ni una respuesta teórica, ni pueden tenerla. Han hecho unas campañitas con relación a Cuba: que Cuba renegocia la deuda. Sí, nosotros también venimos renegociando la deuda, igual que los demás; ahora, nuestra deuda es una deuda en divisas convertibles, es pequeña, relativamente insignificante, comparada con los demás países, y parte de ella es con países del Tercer Mundo, como México, o una deuda también, de algunos cientos de millones, con Argentina y otras cantidades con otros países del Tercer Mundo. No les debemos un centavo a la banca yanki ni al Fondo Monetario Internacional, ni al Banco Mundial, porque de todas esas instituciones nos botaron honrosamente, ¡honrosamente nos botaron! (Aplausos.)

Y nosotros decimos: no estamos librando esta lucha por Cuba, Cuba hará lo que hagan los demás; ellos quisieran que nosotros diéramos un paso innecesario e inoportuno con relación a esto para decir: ¡Ah, bueno!, ustedes pueden ver, son problemas que tiene Cuba, y por eso está defendiendo esto. Nosotros decimos: somos los únicos que estamos tranquilos, que no tenemos problemas, que tenemos una posición óptima para librar esta lucha. ¿Y ellos qué quisieran? ¿Que dijéramos que no les vamos a pagar a los mexicanos? Pues nosotros decimos que a los mexicanos les vamos a pagar y a los argentinos les vamos a pagar, porque son países del Tercer Mundo que tienen problemas serios, y para nosotros la lucha que estamos librando se inspira en principios sólidos, es una lucha que venimos librando desde hace tiempo, que no tiene ningún sentido utilitarista para nuestro país, y eso nos honra. ¡Ah!, si le debiéramos 30 000 millones de dólares a la banca yanki, no dirían eso, no estarían tratando de provocarnos para que canceláramos la deuda con los bancos yankis, saben que no les debemos un solo centavo, y entonces sí les resulta posible, cínicamente, emplear el argumento de que debemos cancelar nuestra deuda.

Por eso respondo que haremos lo que hagan los demás países en conjunto. Alguna deuda tenemos con bancos occidentales, pero muy pequeña, con algunos bancos que, en medio del bloqueo, y a pesar de la oposición de los yankis, nos concedieron préstamos. Nosotros consideramos que nuestras obligaciones con países del Tercer Mundo, por cuyos intereses estamos luchando, son sagradas. Aunque se cancelara la deuda, a los mexicanos, a los argentinos, y a cualquier país del Tercer Mundo que nos haya concedido préstamos les pagaremos, entre otras razones, porque debemos y podemos hacerlo (APLAUSOS). A los bancos yankis nada les debemos, y del dinero recibido por nuestro país nadie se robó un centavo, ni un solo centavo se fugó ni se despilfarró, todo se invirtió en el desarrollo económico y social de nuestra patria. No se puede decir eso de la gigantesca deuda de América Latina y el Caribe. Somos igual que los demás, en cambio, víctimas del intercambio desigual, el proteccionismo, el dumping, las altas tasas de interés, la sobrevaloración del dólar y otros males en nuestras relaciones con el mundo capitalista desarrollado. Algo tenemos en común. Sufrimos, por añadidura, un criminal bloqueo económico por parte de Estados Unidos que dura ya 26 años. Nuestra moral para librar esta lucha es muy alta.

Han puesto a la "Voz de las Américas" a sacar a cada rato un editorial, ya han sacado tres, desesperados, para llevar un mensaje contra Cuba, no de manera oficial, sino a través de la "Voz de las Américas"; han movido los resortes de unos cuantos periódicos conocidos en América Latina, que actúan al servicio del imperialismo, y los han mandado a publicar algunos articulitos y cosas por el estilo, se han movido; hicieron intensas gestiones para dificultar esta reunión, no lo lograron, tampoco lograrán impedir ni deslucir el amplio diálogo latinoamericano y del Caribe que se inicia el 30. Están desconcertados.

Han pensado otras cosas. Como ustedes saben, hace tiempo ellos pensaban, equivocadamente, que matando el perro se acabaría la rabia, y se imaginan que esto es rabia y que yo soy una especie de perro al cual tienen derecho a matar. Entonces, este ha sido el perro más acechado y emboscado del mundo, está vivo el perro de milagro. Pero tampoco es tanto milagro, porque hay un pueblo que defiende la Revolución, y aquí ni disfrazado de conejo un agente de la CIA se puede mover, ni disfrazado de conejo se puede escapar fácilmente (RISAS Y APLAUSOS). Lo que sí les puedo decir aquí en familia es que están un poco desesperados y un poco histéricos, y reactivando aceleradamente todo tipo de planes para eliminar al señor Castro, matar al perro, ¿comprenden? Lo sabemos, y es bueno que sepan que lo sabemos. Han estado adoptando medidas para atentados personales, de una manera bastante descarada, pero lo sabemos, y una buena información es muy importante en todo. Es lo que han estado haciendo, algunos planes de ese tipo, pero equivocadamente, porque matan 100 perros y la rabia sigue, y puede ser que se multiplique la rabia. Yo estoy convencido de que esto no lo paran ni con eso, pero sé de su estado anímico, su estado psicológico.

Creo que ahora se van a mover más activamente, aunque ya sus filas flaquean. El Vicepresidente de la Reserva Federal empezó a hablar de fórmulas y que la deuda de América Latina era un problema muy serio; su jefe, el presidente de la reserva, señor Volcker, se puso furioso, hizo una declaración antes de las 24 horas, afirmando que todo aquello era un disparate. Kissinger, eminencia del imperialismo, ha estado planteando el problema y sugiriendo fórmulas, sobre la base, no exenta de realismo, de que la enorme deuda es potencialmente grave y peligrosa para los intereses de Estados Unidos.

Ya ha estado elaborando algunas fórmulas, proponiendo, por ejemplo, que el Banco Mundial adquiera esa deuda de los bancos privados, con bonos, para aliviar las condiciones de pago. No debemos pensar, ni mucho menos, que el imperialismo se va a quedar quieto. Se va a mover por todos los medios, va a lanzar sus campañas publicitarias, de todo tipo, va a tocar resortes, todos los resortes posibles, va a tratar de dividir, presionar, y, sobre todo, va a tratar de apagar el incendio antes de que cobre demasiada fuerza. ¿Podrá apagarlo? Creo que el incendio lo apaga o no, en dependencia de que las masas hagan suya o no esta causa. Si esta causa se convierte en la bandera de los trabajadores, de los campesinos, de los estudiantes, de los profesionales, de todas las capas sociales sensibles al problema, si adquiere fuerza de masas, entonces ya esto no podrá arreglarse en un conciliábulo, ni con promesas por aquí, ni promesas por allá, además, ¿qué pueden ofrecer?

Vamos a suponer que, aceptando en parte que es impagable, de repente empiecen a prestar dinero para pagar los intereses, y digan: no se preocupen, no va a salir un solo dólar, les vamos a prestar dinero, pórtense bien, apliquen todas esas medidas del Fondo, sean buenos muchachos y vamos entonces a prestarles el monto de los intereses, para que vayan saliendo del apuro. Eso lo que haría es incrementar la deuda año por año, se sumarían nuevas cantidades cada año a la enorme deuda.

Puede haber alguno que crea que eso es un avance. No estarían, en realidad, dando nada, estarían prestando lo que no pueden cobrar, inventarían una ficción de préstamo para aumentar la deuda. Creo que la opinión pública vería con claridad la maniobra y haría su análisis. Sobre todo, hay un punto fundamental: no cesaría la dependencia, porque los países tendrían que seguir negociando todos los meses o cada seis meses y todos los años, seguirían con la soga al cuello que les podrían apretar en el momento que más les conviniera, seguirían encadenados, esclavizados.

Resulta que esta deuda se ha convertido en el problema del imperialismo, ¿y qué quisieran? Si se pintan de buenos y ofrecen eso, en la situación económica crítica que tienen hoy los países y los gobiernos, solo unos cuantos podrían disponer de un poco más de recursos, del cual se va a fugar una buena parte y a costa de una progresión geométrica de la deuda, sin resolver ningún problema de fondo, porque no se resuelve el gravísimo problema del intercambio desigual, seguirían pagando cada vez menos por nuestros productos y seguirían exportando cada vez más caro.

En el año 1984 se exportaron 95 000 millones de dólares en mercancías, y el poder adquisitivo de esas exportaciones fue el equivalente a 75 000 millones de dólares en 1980. Es decir, habiendo hecho un esfuerzo exportador tremendo, el poder adquisitivo era 20 000 millones de dólares menos, les han robado descaradamente, por esa sola vía de los términos de intercambio, que ellos son los que lo han impuesto, con todas sus medidas clásicas, con el dumping, con la puesta en venta de reservas estratégicas de materiales, con el proteccionismo, con todos esos trucos, medidas todas que tienden a deprimir los precios, han robado 20 000 millones de dólares en un año. Los países exportaron 95 000 millones y el poder adquisitivo de esas exportaciones, repito, fue el equivalente a 75 000 millones en 1980, y esa situación sigue empeorando.

¿Van a renunciar a su egoísmo, a su proteccionismo, a su dumping, que además de los precios deprimen el volumen de las exportaciones? Bien, ellos pudieran decir: vamos a dejar de percibir 40 000 millones de intereses por un tiempo, seguirían endeudando a los países y seguirían robándose decenas de miles de millones con los precios de los productos, con la manipulación de las monedas, con la fuga de capitales; la situación seguiría siendo gravísima, no se resolvería nada, no se crearían las premisas del desarrollo, aunque admito que algunos contados países, si de repente tienen que dejar de entregar algunos miles de millones de dólares por intereses, podrían recibir algún alivio pasajero a costa de un futuro más incierto todavía, y solo algunos, los otros ni eso siquiera. ¿Qué sentido tendría pues prestarles el dinero que tienen que pagar de intereses para América Latina, el Caribe y el Tercer Mundo? Aumenta la deuda, sigue la dependencia: todos los meses, cada seis meses, todos los años, tendrán que ir a comer de la mano del imperialismo y no se habría resuelto el problema de fondo. Por eso es tan importante que estas banderas se unan, para que nadie crea que resuelve el problema o satisface la conciencia o las exigencias de los pueblos latinoamericanos simplemente con una formulita financiera de ese tipo, que no le sacaría la horca del cuello a nadie, y que seguiría perpetuando el robo, el saqueo de que somos víctimas, por eso son tan importantes estos tres pilares: la abolición de la deuda, el Nuevo Orden Económico Internacional y la integración económica de América Latina.

Incluso, si se lograran esos dos primeros supuestos, cancelar la deuda y el Nuevo Orden Económico, no se desarrolla la América Latina, porque si Europa desarrollada, rica, si Inglaterra, España y los demás, declaran que no pueden vivir sin una comunidad económica mayor, entonces cómo Curazao, o Venezuela, o Colombia, o Ecuador, o Perú, o los países centroamericanos, o cualquiera de los demás países puede solo, aislado, desarrollarse. Siempre serán prisioneros, rehenes del imperialismo.

Hay que tener en cuenta —a mi juicio— que la integración económica es uno de los requisitos del desarrollo y de la independencia de nuestros países. Todavía agarran aislado a Santo Domingo, lo asfixian, lo bloquean, lo invaden; a Cuba la bloquean, a Nicaragua la bloquean, amenazan con invadirla, invaden Granada y amenazan todos los días con hacer una invasión en cualquiera de nuestros países. iAh!, porque les conviene estos países divididos, desintegrados, para explotarlos y estrangularlos uno por uno. Por eso ellos son enemigos de la integración. No quieren siquiera oír mencionar esa palabra.

Digo que estas tres banderas son tres grandes banderas antimperialistas, tres grandes banderas por la independencia de nuestros pueblos, y diría que tres grandes banderas históricamente revolucionarias. Me parece que son objetivos inmediatos que pueden alcanzarse si luchamos, si hacemos lo que debemos hacer.

Pienso que las masas pueden dificultar e impedir las maniobras del imperialismo, si tienen conciencia clara de todos estos problemas. Esa es la importancia que tiene. Nosotros no decimos que para presionar, ustedes deben comprender que nosotros tenemos que usar otro lenguaje; nosotros decimos que las masas son la mejor garantía de que el imperialismo no pueda maniobrar, hacer conciliábulos, hacer trucos, limitar los objetivos de esta lucha, hacer que nos conformemos con 15, cuando sabemos que podemos alcanzar 100.

Ahora, sin duda que van a hacer todos esos intentos, todos esos inventos. Kissinger habló de un plan Marshall, y yo pensaba: el problema es tan grave, que hacen falta por lo menos 25 planes Marshall, y no queda ni dinero para uno. Si razonaran, si reaccionaran, empezarían a pensar un poco más realistamente; en definitiva, esto, tal y como está planteado, pudiera inducirlos al realismo, tendrían que olvidarse un poco de todas las locuras en las que ahora están invirtiendo cantidades tan fabulosas de dinero, porque hay otros problemas, no voy a hablar de eso: cuáles van a ser las consecuencias para la economía de Estados Unidos. Eso está por aquí, en una entrevista con un académico y un legislador norteamericanos que van a sacar un libro, lo van a publicar próximamente allá en Estados Unidos.

Tenemos que estar muy alertas contra todas las formas de maniobras que puedan intentar. Hay que ver cómo evoluciona este problema. Se habla de que lo ideal sería que hubiera un consenso, que lo ideal sería que nos sentáramos a discutir cómo es que se va a cancelar esta deuda y se va a establecer el Nuevo Orden. Pero también puede ser que no haya ni tiempo para eso, que algunos países desesperados se lancen a esta lucha, a aplicar cualquiera de las fórmulas que ustedes proponen en el acta aprobada hoy. Hay varios que lo han hecho calladitos; ya los bolivianos lo han proclamado, pero no tienen suficiente peso. Creo que si un país que tenga peso, en una situación desesperada, lo proclama abiertamente como un derecho y un deber, ellos estarían en el dilema de qué hacer. ¿Toman medidas económicas? Si toman medidas económicas, es apagar un incendio con gasolina; si no toman medidas, se arriesgan a que todo el mundo haga lo mismo. No le veo solución fácil al problema. Desde luego, si algunos países toman esa decisión, hay que darles una plena solidaridad.

Y nosotros hemos planteado más de una vez, respondiendo a las intrigas de que estemos buscando mejorar imagen, cosas de prestigio, hemos dicho que esta bandera se la entregamos gustosamente a cualquier gobierno latinoamericano que quiera tomarla, con una sola condición, que la lleve adelante consecuentemente y no la traicione.

Pero, claro, esta bandera no hay que entregársela a nadie en particular; esta bandera yo creo que desde hoy la tienen ya en sus manos los trabajadores latinoamericanos y del Caribe, está en manos seguras (APLAUSOS PROLONGADOS).

Por eso, Veiga, para concluir, esa bandera que nos imputan a nosotros querer por razones de prestigio, se la entregamos a los trabajadores de nuestra América para que la enarbolen bien alto, desde el Río Grande hasta la Patagonia. Ellos no la traicionarán jamás.

PRESIDENTE.- Y la vamos a recibir y a mantener en alto honrosamente (APLAUSOS).

Compañero de Ecuador.

EDUARDO ZURITA (CTE-ECUADOR).- Permítame primero, compañero Comandante Fidel, agradecerle por esta extraordinaria cátedra que solamente aquí en Cuba y con usted, los trabajadores hemos tenido la oportunidad de recibir.

La pregunta es la siguiente: haciendo un poco de abogado del diablo, ¿qué se puede contestar a aquellos sectores que cuestionan que el Nuevo Orden Económico Internacional que se propone, va a beneficiar fundamentalmente a las burguesías criollas, y de ese modo se prolongaría la vida del capitalismo en nuestros países?

FIDEL CASTRO.- Mira, la vida del capitalismo en Europa, Estados Unidos y en otros países similares, se puede prolongar; tienen recursos, posibilidades de mantener el sistema por un tiempo, pero se les hace más difícil de mantener su actual sistema de explotación sobre los países subdesarrollados del mundo. Si el Tercer Mundo alcanzara estas conquistas, ya no estarían imperando en el mundo, como han imperado hasta ahora, y por primera vez tendrían que acceder ante la fuerza de estos países. Ya su dominio no sería el de antes, no.

Segundo, no hay duda de que si los países del Tercer Mundo emprendieran programas de desarrollo, tendrían que hacer muchas importaciones de equipos y de tecnologías; el comercio internacional recibiría un impulso, sin duda; el desempleo, uno de los problemas de los países capitalistas desarrollados, puede disminuir en un futuro próximo. Es decir, si fueran cuerdos, podrían obtener también ciertos beneficios; los trabajadores, los industriales, las propias sociedades capitalistas industrializadas, podrían obtener ciertos beneficios.

Pero no creo, ni mucho menos, que esta lucha se pueda traducir en la prolongación del sistema capitalista; por lo pronto sería ponerle un freno muy grande al sistema de explotación y saqueo que aplican actualmente contra nuestros pueblos. Y el imperialismo es tanto más peligroso, más estrangulador y expoliador cuando nos tiene agarrados por el cuello a todos, y nos tiene puesto el pie arriba todos los días. Si nos quitamos la soga del cuello y el pie de encima, empezamos a vivir en un mundo más soportable, sobre todo, si después sabemos defender la libertad y las posibilidades que hayamos alcanzado.

Respecto a nuestros países, entramos de lleno en el tema que le explicaba al compañero argentino que no me parecía conveniente entrar a analizar.

Ahora, las inquietudes que pueda tener cualquiera de ustedes respecto a si el capitalismo se prolonga o no en América Latina, aquí se puede decir lo siguiente: primero, nosotros hemos estado hablando del Nuevo Orden Económico Internacional, del cese de todos los abusos que hoy existen, la abolición de la deuda. Ahora después habrá que plantear otro problema, cómo se van a invertir esos recursos, ¿en un desarrollo socialista, en un desarrollo capitalista? Está claro que yo creo en el desarrollo socialista, lo perfecto es el desarrollo socialista, pero me parece que no debo estar lanzando o planteando la consigna de que el desarrollo sea capitalista o sea socialista, me parece que la respuesta a esa pregunta solo la puede dar el pueblo de cada país, qué tipo de desarrollo quiere, o qué tipo de desarrollo puede lograr alcanzar. Solo ustedes mismos pueden darle respuesta a esa pregunta.

Me parece que no sería útil que yo me pusiera a especular aquí sobre lo que va a pasar, o cómo puede pasar, qué es lo que debe pasar, o pregonar un tipo de desarrollo u otro tipo de desarrollo, de acuerdo con el razonamiento extenso que hice ya a la respuesta de un compañero.

De ustedes depende lo que viva el capitalismo. De nosotros dependió lo que duró aquí (APLAUSOS).

PRESIDENTE.- El compañero de la Universidad Inca, de Colombia.

JAIME QUIJANO (Universidad Inca, Colombia).- Comandante Fidel Castro, en 1948, en el Bogotazo, el 9 de abril, se empezó a desintegrar lo que fue la posibilidad de un desarrollo del movimiento sindical, del movimiento obrero en América Latina, y pienso que una de las cuestiones fundamentales que está ocurriendo hoy aquí en esta sala, es que —como se ha dicho— por primera vez se reunió aquí, bajo condiciones excepcionales y de la crisis excepcional, la posibilidad de retomar una unificación de todas las fuerzas del movimiento sindical y de todos sus aliados.

En relación con el punto que se ha debatido aquí, usted ha dicho: hay una cosa más importante en estos momentos que los propios cambios sociales, que es la independencia de nuestros países.

Creo que hemos llegado ya a clarificar en esta extraordinaria exposición suya ese tema, porque pienso que puede haber habido aquí algunas dudas sobre qué es lo primordial y qué es lo secundario, pero mi pregunta va encaminada al punto que se tocó antes acerca de las condiciones subjetivas.

Nosotros vivimos en Colombia el hecho de que, a pesar de haber condiciones objetivas, no había ninguna condición subjetiva clara para que pudiera haber algo diferente a la dispersión que ocurrió después del 9 de abril. Y eso ocurrió en muchos países.

Pienso que una de las cuestiones esenciales que ha ocurrido aquí, es que usted ha aportado una base teórica esencial en este proceso que se ha descrito brevemente, que si bien ha cristalizado en este momento, pues se ha aportado aquí una nueva categoría en la lucha de clases, que es: deuda externa impagable.

Entonces, mi pregunta va encaminada a cómo podría, en la visión suya, acelerarse aquello de las condiciones subjetivas, porque evidentemente este instrumento de lucha, este instrumento teórico, esta arma de ideas que se ha forjado aquí bajo las condiciones y bases de la Revolución socialista de Cuba, y bajo su guía, es evidente que ha aportado —como hemos dicho— un elemento nuevo.

La pregunta es acerca de la aceleración de esas condiciones subjetivas, cómo se debe entender este pertrecho teórico que se ha forjado aquí en todo este proceso en que usted ha sido el orientador fundamental.

FIDEL CASTRO.- Quizás sería bueno que explique un poquito sobre ese problema que yo planteé, en esa frase de que más importante que dos o tres revoluciones es alcanzar los objetivos que hemos estado planteando, porque esta es una gran lucha antimperialista de todo el Tercer Mundo, enorme, de gran connotación y de gran fuerza.

¿En qué sentido digo que es más importante que dos, tres o cuatro revoluciones? Porque, bueno, hemos visto revolución en Cuba, ya conté lo que pasó: nos quedamos solos, aislados, tuvimos que recibir ayuda desde muy lejos.

Vino la Revolución en Nicaragua, ni siquiera se ha planteado un programa socialista; ha planteado la economía mixta, el pluripartidismo; hizo unas elecciones amplias, de acuerdo con la fórmula liberal burguesa clásica en América Latina, con una elección presidencial directa. Si hubieran hecho unas elecciones como Inglaterra, con un sistema también liberal burgués, sacan el ciento por ciento de los diputados del Parlamento, la oposición no habría ganado ningún distrito. La hicieron clásica, con voto directo, con una proporción de diputados según los votos de cada partido, saboteada por los yankis, en medio de una guerra. Y después no le quieren perdonar la vida: la bloquean, la amenazan, todos los días la amenazan. Ya mañana se cumple el sexto aniversario de la Revolución nicaragüense. Explotan nuestro aislamiento, nuestra debilidad económica de todo tipo, nuestra dependencia, nuestro subdesarrollo, para hacernos la vida imposible.

Mañana hay una revolución en Bolivia, o hay una en Perú, o en otros países, ¿y qué puede pasar? Que la aíslen, la cerquen, la amenacen por todas partes, se quede sola, o en Santo Domingo, y la invadan.

Bueno, indiscutiblemente hay países en América Latina que tienen una dimensión tal, que un cambio social, una revolución, tendría tremendo impacto.

Hemos visto lo que pasa en Africa, ya esta situación ha dado lugar a revoluciones. En Burkina Faso, antiguo Alto Volta, hubo una revolución, y sé los problemas que tiene derivados del subdesarrollo y la pobreza. En Etiopía hubo una revolución. En Angola hubo la independencia, en Mozambique. Ahí está Sudáfrica organizando bandas, ahí está la CIA organizando bandas mercenarias, bloqueando, atacando por aquí y por allá, con un garrote y una zanahoria. El imperialismo se inmiscuye en su vida política de estos países, les dice: mira, te doy algo si te portas bien, si haces esto, o te doy un garrotazo en la cabeza, y les introducen bandas mercenarias para hacerles la vida imposible a los países.

Por eso yo creo que cualquiera comprende que si libramos esta lucha, buscamos unidad, buscamos fuerza, libramos esta batalla contra el imperialismo con demandas vitales para nuestros pueblos, alcanzar de inmediato estos objetivos, para mí está claro que debe ser prioritario al objetivo de alcanzar una, dos, tres, cuatro o cinco revoluciones, para que tengan que sobrevivir a duras penas, o en condiciones muy difíciles, o ser aplastadas por el imperialismo. Es por eso que no tengo la menor duda en absoluto de que esto tiene prioridad.

Ahora, vamos a suponer que esta batalla no se gane, que no se borre de la memoria esa deuda —como dice el diccionario de sinónimos—, que no haya Nuevo Orden Económico Internacional, que no haya nada, que siga esta catástrofe. Entonces van a venir revoluciones en número elevado, y las condiciones subjetivas se van a acelerar, se van a acelerar. En algunos casos, las condiciones subjetivas ayudan mucho a crear las otras condiciones. Cuba es un ejemplo. La situación de Cuba no era ni la sombra de la tragedia que están viviendo hoy muchos países. El factor subjetivo influyó en el otro; pero aquí el factor objetivo va a influir en el subjetivo. Y se aprecia con esta especie de bola de nieve que avanza, este alud, este volcán.

Yo he estado en unas cuantas reuniones, de mujeres, de distintos sectores, de periodistas. Aquí mismo hubo una reunión de periodistas, más de 200 periodistas latinoamericanos, y yo veía en todos casi un criterio unánime, una idea unánime sobre estos problemas; se pareció mucho a esta reunión. La reunión de mujeres, por ahí están los documentos, se pareció mucho también a esta reunión. Queda la incógnita de cómo va a ser la reunión política amplia.

Yo jamás he visto las ideas avanzar con la fuerza que están avanzando todas estas ideas. ¿Por qué? Porque hay una enorme crisis. No es porque estén bien expresadas, o constituyan una literatura agradable. Para leer una buena literatura, uno puede buscar, incluso, a Cervantes, y El Quijote siempre será una interesante y valiosa obra literaria. Esto avanza porque hay una gran crisis, y avanza a gran velocidad.

Ahora, yo te diría que una buena prueba son todas estas reuniones, y yo diría que una excelente prueba es esta reunión y este documento aprobado por ustedes. Yo digo que esto es un salto cualitativo. Recuerdo cuando los compañeros empezaron a hablar de la reunión allá en Guadalupe, en el Caribe, para discutir esto, y Veiga decía: Bueno, la fecha puede ser octubre. Yo sugerí: hay que darla antes. Ya estaba la idea de otras reuniones: la de las mujeres, la de los periodistas, la reunión amplia de fines de julio, y yo dije: Mira, Veiga, en mi opinión octubre es muy tarde, aunque nos tengamos que ver envueltos en un trabajo enorme, entre tantos compromisos y tareas. Quiero que sepan que las reuniones se han organizado, todas, en menos de cuatro semanas, ¡en menos de cuatro semanas!, y han tenido lugar en solo dos meses (APLAUSOS).

Eso no se podía hacer en ninguna otra circunstancia que no fueran las circunstancias de verdadera crisis. Y los hechos están demostrando cuán fácilmente y cuán rápidamente se pueden ir desarrollando esos factores subjetivos en medio de una crisis, si trabajamos. Ahora, si vamos a dejar a la espontaneidad que todo ocurra, que reviente, que explote, entonces nadie sabe ni lo que va a pasar ni cómo va a pasar. Pero yo creo que los hombres pueden influir grandemente en los acontecimientos históricos y en los procesos, en dependencia de la claridad con que puedan ver una situación y de la inteligencia con que actúen.

A ustedes no se les escapa, no se les escapa a los intelectuales. Ya he hablado con muchos, he hablado con médicos. Aquí no hace mucho hubo una reunión a la que vinieron más de 1 500 médicos latinoamericanos, y muchos de ellos de clínicas privadas. Pero veo cómo piensan, porque ellos están viendo morirse los niños; saben cómo y por qué se mueren, cuántos centavos vale salvar una vida, y que no hay ni esos centavos. Hay que trabajar con los médicos, con los maestros, con los profesionales en general. Habrá algunos al servicio del imperialismo, pero una gran parte de esos sectores es sensible a la tragedia que están viviendo nuestros pueblos. Entonces, creo que el hombre puede influir en los acontecimientos, en dependencia de la forma que los interprete, la línea que siga.

Quienes hemos estado presenciando esta reunión durante todos estos días, tenemos más bien razones para sentirnos optimistas de las posibilidades de avanzar rápidamente en la creación de condiciones subjetivas, en primer lugar para esta lucha. Me parece que las condiciones objetivas van a ayudar también a impulsar los cambios sociales, de una forma o de otra. Pero no creo que debamos levantar ahora esa bandera, o por lo menos yo no puedo levantar esa bandera, porque estaría en contradicción con la idea de ampliar y de unir fuerzas para librar esta batalla que, a mi juicio, en este momento es la fundamental, porque es la que nos va a crear condiciones para la independencia y condiciones para que de verdad puedan producirse cambios sociales sin que nos estén poniendo la pata de elefante encima, sin que nos quieran aniquilar por eso.

Los factores subjetivos están atrasados, pero yo creo que esta misma crisis va a acelerar el desarrollo de esos factores subjetivos.

PRESIDENTE.- El de Bolivia.

ANGEL ZABALA (COB-BOLIVIA).- Compañero Comandante Fidel Castro; compañero Roberto Veiga; compañeros todos:

A nombre de la delegación de la Central Obrera Boliviana, queremos expresar nuestro agradecimiento a todos los compañeros trabajadores latinoamericanos y del Caribe por el apoyo y la solidaridad que nos están brindando en esta acta final.

Largo sería entrar a analizar nuevamente en detalle la historia de lo que hemos hecho, con relación a movilizaciones para conseguir una posición concreta; es que los bolivianos sabemos que no debemos pagar la deuda externa, y estamos haciendo acciones concretas para conseguir esta posición de parte del gobierno.

Quiero un poco ligar algunos comentarios que se hacen a nivel de la prensa internacional, con relación a una ligazón que hacen en cuanto al problema del narcotráfico y el problema de quiénes lo fomentan, y cómo el imperialismo utiliza este tema para hacer intromisiones directas en operativos militares en el campo de nuestra economía, en el campo donde se cultiva la coca. Y esto como una anécdota para el comentario, si no es una pregunta.

En una oportunidad, Estados Unidos, en los operativos militares que hacía en la zona tropical de nuestro país, buscaba a un famoso narcotraficante, llamado Roberto Suárez. Este narcotraficante hizo la siguiente propuesta: indicó que él estaba dispuesto a entregarse a los yankis, a condición de que estos condonaran toda la deuda externa, hizo esa proposición. Indudablemente que no se cumplió ninguna de las dos.

Pero lo que llamó la atención posteriormente fue que la prensa internacional indicaba que Cuba servía de puente para fomentar el narcotráfico. Entonces, nosotros quisiéramos tener unos comentarios del compañero Comandante.

FIDEL CASTRO.- ¿Sobre qué: sobre Cuba, sobre lo de Suárez, sobre lo de Bolivia, cuál en concreto?

ANGEL ZABALA.- Sobre el problema del narcotráfico y su incidencia en estas economías, que no solamente es la boliviana, sino que podría haber otras realidades.

FIDEL CASTRO.- No se imaginan ustedes con qué tranquilidad espiritual nosotros nos reímos de ese tipo de imputaciones que el imperialismo yanki pretende hacer a Cuba. Sobre eso también va a salir o debe salir una amplia respuesta, entre otros temas, en otro libro que se va a publicar en Estados Unidos. Ahí salió por "Playboy" algo, pero no la respuesta concreta; primero les dije que eran unos mentirosos incorregibles, como norma, unos cínicos que utilizan la mentira como instrumento político. No hay país que tenga la historia de Cuba, en el mundo no hay ninguno, en su actitud frente a este problema.

Recuerdo cuando tenía lugar nuestra guerra allá en la Sierra Maestra y ya llevábamos un montón de meses, más de un año, la población campesina colaboraba extraordinariamente en todo, teníamos una gran cantidad de colaboradores, de mensajeros, de guías; había algunos que se filtraban por las líneas del ejército, pasaban por todas partes, traían mercancías, llevaban mensajes. Lo que nosotros no sabíamos era que varias de aquella gente comerciaban marihuana y muchos campesinos sembraban una parte, no todos; lo que nosotros no sabíamos era que un montón de bellas matas, que parecían sombra para el café, era marihuana; habíamos pasado decenas de veces por muchos lugares donde había hasta una hectárea completa sembrada de marihuana con café y no lo sabíamos. Fíjense qué clase de conspiración o qué discreción campesina aquella, que nunca, jamás, un campesino habló una palabra de eso, aunque tenían gran confianza en nosotros. Tal vez por respeto, mientras nos consagrábamos casi exclusivamente a la guerra. Ahora, no consumían ese producto, pero les daba más dinero que el café, y muchos de aquellos grandes prácticos era la gente que llevaban años burlando las autoridades o sobornándolas y todo eso. Ya faltaban como seis meses para finalizar la guerra, esto fue después de la última ofensiva de Batista, que se convirtió en un desastre para su ejército. Marchábamos viento en popa. Entonces descubrimos que había esos campos allí, y que unos cuantos de los colaboradores nuestros eran dueños de aquellos campos.

En aquel momento no había ese comercio, la guerra suspendió todo, y un compañero del Movimiento me propone —porque teníamos una oficina de administración civil— tomar severas medidas contra aquellos cultivos que afectarían necesariamente, incluso en el aspecto moral, a los campesinos que estaban en eso y habían colaborado con nosotros sin nosotros saber en absoluto que aquello era marihuana, aquella siembra, aquellas matas, y había muchísimas, descubrimos bastantes. Yo le digo al compañero: Mira, ni loco, no me hables de tomar medidas represivas aquí, contra los que tienen cultivada la marihuana, en medio de la guerra. Le dije: Mira, vamos a esperar a que se acabe la guerra, y cuando se acabe la guerra tomaremos las medidas pertinentes para erradicar todos los cultivos de marihuana, y para evitar el tráfico y el consumo de marihuana en el país. Efectivamente, se acabó la guerra y a mucha de aquella gente la persuadimos para que quitaran las siembras, las condiciones cambiaron, se hicieron los dueños de la tierra, tuvieron créditos, tuvieron escuelas para sus hijos, asistencia médica, caminos, transportes, condiciones de vida y tuvieron todas las posibilidades de mejorar económicamente.

Entonces, en nuestro país donde había cierto consumo de marihuana, casinos de juego, consumo de cocaína en ciertos círculos, aunque en mucho menor grado de la que hay hoy en Estados Unidos y en otras partes, pero ya cuando nosotros éramos estudiantes, oíamos decir que si tal político, que si tal senador, hasta al señor Presidente de la república en aquellos días le imputaban que se daba su pase de cocaína (RISAS); era muy generalizada la corrupción en el gobierno y puede haber sido verdad.

Pero, me acuerdo que entre los estudiantes no había eso, no existía esa costumbre. Entre 15 000 estudiantes universitarios que había por aquellos años en la universidad, entre los años 1945 y 1950, no conocí un solo caso; y cuando la Revolución, con esa especie de moralismo que tiene toda revolución, liquidó el cultivo de la marihuana, sin sacrificar a ningún campesino, se acabó el tráfico de marihuana de manera fácil en el país. Que yo tenga noticias, como no sea para la industria farmacéutica, unas pequeñas cantidades que se compran a través de un organismo internacional, nunca ha entrado un gramo de cocaína aquí en este país en todos estos años de Revolución, como no sea la capturada a narcotraficantes que tienen la desgracia de llegar a Cuba por accidente; no conozco un solo caso de consumo de cocaína en todos estos años de Revolución —y creo que estoy relativamente informado de lo que pasa en este país—, ni un solo caso, ni tampoco un solo caso de corrupción vinculada al tráfico de drogas, ni un solo caso, ni un solo funcionario sobornado con eso, ni un solo policía vendido, ni un solo centavo que haya entrado en este país por tráfico de droga. Todo lo contrario, por ese moralismo y siempre vigilando las costas por donde podían entrar espías y agentes enemigos, cuanto barco cayó aquí con marihuana fue apresado y confiscado. Cocaína no venía en cantidades importantes, porque tienen medios más sofisticados para trasladarla, usando hasta las líneas aéreas y marítimas normales; no obstante, hemos ocupado alrededor de 500 kilogramos en estos años, y casi 250 toneladas de marihuana, ¿a quiénes? A un avión que no le quedó más remedio que aterrizar por falta de combustible o desperfecto mecánico, a un barco que no le quedó más remedio que encallar o recalar en nuestras costas.

Ahí tenemos las estadísticas —y se las he mostrado a algunos legisladores de Estados Unidos—, el número total es alrededor de 300 personas capturadas y sancionadas, solo entre los años que median entre 1975 y 1984, la mayoría norteamericanos, más de 50 embarcaciones y decenas de aviones confiscados, casi todos de matrícula norteamericana, y lo que tenemos es un récord impecable en este sentido y sin ninguna obligación, porque no teníamos ninguna obligación, lo hacíamos por el respeto a nuestro propio país, por el prestigio de nuestro país y porque, bueno, es, sencillamente, un principio de la Revolución.

Ellos que nos bloquearon, nosotros habríamos tenido derecho moral aquí para contrarrestar el bloqueo criminal que nos hacen y que nos impide, incluso, la venta de medicinas, de haber plantado excelentes campos de marihuana, con regadío y fertilización, habría sido la mejor del mundo, ¿comprenden? (RISAS.) Porque, de agricultura sabemos un poco, y lo pudimos haber hecho, y nunca se nos ocurrió hacerlo.

Hubiéramos podido sembrar plantaciones de coca tropical, porque hay especies y variedades de coca que crecen perfectamente en el trópico, y nunca se nos ocurrió hacer eso; creo que habríamos tenido moral para hacerlo frente a un país que nos agredía, que nos amenazaba, que nos bloqueaba. Y ni siquiera por esas consideraciones se nos ocurrió nunca entrar en negocios con el tráfico de drogas.

Recuerdo que en los primeros tiempos de la Revolución existía la lotería, era una fuente de recaudación, y nosotros estábamos impacientes por liquidar la lotería. Pero en los primeros meses de la Revolución había miles de personas que vivían de eso, y nosotros no teníamos de inmediato empleos sustitutivos. Entonces, convertimos la lotería, en vez de un simple sorteo por dinero, en una institución de ahorro y vivienda; con el dinero que se recaudaba se fabricaban viviendas y al cabo de un número de años se le devolvía el dinero al individuo que compraba el billete, aunque se mantenían los premios en dinero, eran como unos bonos de ahorro, el Estado perdía en el negocio, pero así le fuimos quitando el carácter de juego de azar hasta que la suprimimos.

Todos los casinos de juego fueron definitivamente clausurados. Pero en el tiempo en que duró el juego de la lotería, durante algunos años, llegaron montones de ofertas, de mafias yankis, que nos ofrecían millones de dólares mensuales, para la Revolución, no para nosotros, nos respetaban lo suficiente como para no intentar sobornarnos. Ese dinerito podría habernos servido para ayudar al movimiento revolucionario, para comprar medicinas o para muchas cosas. Sin embargo, jamás se aceptó eso. ¿Qué es lo que pedían? Que les diéramos por adelantado el número que iba a salir en la lotería. Porque todo el juego ilícito de lotería en Estados Unidos se regía por la lotería cubana, que sorteaba todas las semanas. Las mafias en Estados Unidos, sabiendo la honradez con que funcionaba aquí la lotería después del triunfo de la Revolución y que el numerito se sacaba de verdad técnicamente, el día del sorteo y en virtud exclusivamente del azar, nos enviaban mensajes diciendo: No, no queremos que ustedes hagan fraude, sino que hagan lo mismo pero una semana antes y nos trasmitan los números premiados. Nos ofrecieron montones de millones de dólares en días de verdad difíciles para la Revolución, y nosotros no nos pusimos a buscar pretextos morales para aceptar aquel dinero, nos mantuvimos firmes y esa es la política que hemos mantenido durante 26 años.

Entonces, las campañas contra Cuba son la demostración más palpable del cinismo del gobierno de Estados Unidos, y ellos no pueden decir, ¡no lo pueden afirmar, ni podrán probar jamás!, que aquí haya entrado en este país un solo centavo, y en 26 años no hay un solo caso de funcionario corrompido, sobornado que haya estado en ese tipo de negocio. Esa es la verdad histórica, completa, real. Ni a ti te diré una mentira, ni al pueblo le diríamos nosotros jamás una mentira y nuestro pueblo lo sabe sobradamente. Y hubiéramos tenido razones para adoptar cualquier medida de ese tipo, aun de proclamarlo, pero creo que tuvimos la sabiduría de no hacerlo. Creo que el imperialismo habría explotado mucho eso, habría dicho lo que dice ahora calumniosamente: que queremos envenenar la juventud norteamericana. Ahora, ¿qué otro país puede decir esto que he dicho en nombre de Cuba? ¿Puede decir eso el gobierno de Estados Unidos, si ya ellos tienen la marihuana sembrada en 48 estados? Siembran la marihuana en viveros, en invernaderos, por dondequiera; ya la marihuana, en lo fundamental, no sale de América Latina o de Jamaica hacia Estados Unidos, cada vez es menos, porque prácticamente la cultivan en Estados Unidos, ya esa lucha del gobierno de ese país se ha convertido en una medida de proteccionismo yanki a la marihuana.

Otra cosa: la cocaína —como le decía yo a un periodista— van a terminar produciéndola sintéticamente. No mucho tiempo después alguien me contó —una periodista norteamericana— que ya han producido la cocaína sintética. Van a hacer como con el caucho, como hicieron con la vainilla y como hicieron un día con las fibras sintéticas o con el alambre de cobre, sustituyéndolo en las comunicaciones telefónicas con fibra óptica, y eso es lo que van a acabar haciendo con la cocaína, producirla sintéticamente en laboratorios clandestinos. Incluso me contaron que la produjeron tan fuerte que unos tipos utilizaron una dosis corriente y se murieron cuatro o cinco porque tenía como seis veces más potencia que la natural. Y a mí no me extrañaba porque, al fin y al cabo, la penicilina cuando Fleming la descubrió, la extraían de un cultivo de hongo, así la produjeron durante muchos años, pero ya la penicilina hace rato se produce sintéticamente, mucho mejor y más pura que aquella que salía de los cultivos de hongo. Ellos van a terminar produciendo una cocaína pura, porque, además, tienen químicos y tienen todos los medios y todos los recursos para producirla y la van a producir; terminan en eso, porque ese sistema es incapaz de prohibir la marihuana, de prohibir la cocaína, de eliminar las mafias que son consustanciales de un sistema regido por el más grosero mercantilismo.

Entonces, respecto al problema este hay una cosa de fondo: el narcotráfico lo creó Estados Unidos, lo creó el imperialismo, la sociedad de consumo, con ese dinero que nos roban, con ese dinero que nos saquean; una parte la invierten en armas y otra en drogas. Y ellos fueron los que crearon el mercado, la infraestructura de las drogas, todo ese aparato; los aviones son yankis, los barcos son yankis, los comerciantes son yankis, los que tienen montado todo ese engranaje son ellos. Son incapaces de liquidar la marihuana dentro de Estados Unidos, y vienen con su prepotencia a exigirles a los países latinoamericanos el envío de policías, de medios químicos y de armas para que la liquiden y liquiden hasta los cultivos de coca tradicionales que tienen los campesinos.

Ahora, en mi opinión —y he meditado sobre eso—, ni siquiera en ese problema los países latinoamericanos han seguido una política correcta, ¿por qué? Porque ese mercado y esa red creada por ellos, se convirtió en fuente de divisas invisibles para unos cuantos países latinoamericanos que ingresaban más divisas por esa vía que por la exportación. No quiero mencionar nombres, pero ustedes saben que los hay y ustedes saben bien cuánto ingresan en cada uno de los países, incluso en Bolivia, porque yo tengo informaciones de los datos exactos de las divisas que entraban por esa vía, cuánto se quedaba en el país, cuánto se fugaba, hay mucha gente especialista allí que conoce el problema.

El imperio con sus vicios ha creado un mercado del que viven ya millones de campesinos, no solo constituye una fuente de divisas. Ellos, con su eterna manía que les ha entrado de exigirles a los países latinoamericanos y del Caribe lo que ellos no son capaces de hacer en su propio país, y con su tradicional prepotencia, lo que están consiguiendo es agravar más el problema económico de unos cuantos países, y crearles problemas sociales y políticos graves a unos cuantos países, porque millones de personas han sido arrastradas por la propia sociedad norteamericana a vivir de esa producción, y sé de casos —no quiero mencionar países— en que había valles donde se sembraba históricamente maíz, y de repente lo único que se siembra allí es amapola para sacar otro tipo de droga, la heroína. Yo no sabía que crecía bien la amapola en nuestro continente. Oía hablar siempre de su cultivo en Asia y, figúrense, ¿un campesino cultivando una hectárea de maíz cuánto gana? Cultivando unos cuantos metros cuadrados de amapola ganaba diez veces más. Han corrompido masivamente a ciudadanos de esos países y han convertido el narcotráfico en un medio de vida de millones de familias campesinas.

Entonces, si eso es una realidad, si ellos tienen la culpa, si ellos tienen la responsabilidad, ¿cuál debió ser la actitud de los países latinoamericanos? Lo que nosotros le planteábamos a un periodista que preguntó sobre todos estos problemas. Le dije: Ustedes crearon todo eso, y si nos dicen: Tenemos este vicio, hay tal corrupción, no podemos evitarla, ayúdennos, y apelan a nosotros moralmente para que los ayudemos, nosotros moralmente podemos estar dispuestos a ayudarlos; pero este problema no se resuelve enviando productos químicos, equipos de fumigaciones, entrenando policías, mandando armas, chantajeando a gobiernos y países. Se ha creado esta situación por culpa de ustedes, hay millones de personas que viven ya de eso y no tienen otro medio de vida. La respuesta en esencia fue: Podríamos estar dispuestos a ayudarlos, pero ustedes durante 8 años, 10 años, 15 años tienen que donar cada año miles de millones de dólares para crear una economía adecuada de la que puedan vivir millones de familias, regiones enteras y países afectados por ese problema creado por ustedes, y para evitar el agravamiento de los problemas económicos del área.

Creo que la posición correcta habría sido haberles planteado una demanda económica y no haberles aceptado que a tiros, con fumigación, matando de hambre a los campesinos, se resuelva un problema originado exclusivamente por ellos. Creo que, sinceramente, no hemos tenido la dignidad suficiente para plantearles en los términos correctos la solución correcta a este problema del narcotráfico, como un servicio al pueblo de Estados Unidos (APLAUSOS).

PRESIDENTE.- Compañeros, puede haber otras preguntas, pero nos parece que ya es suficiente, ya llevamos unas cuantas horas, me parece que debemos agradecer al compañero Fidel... (APLAUSOS).

FIDEL CASTRO.- No voy a hacer un discurso, compañeros, sino añadir muy breves palabras para decirles que he tratado de responder las preguntas que ustedes han hecho. Me he extendido en algunas ocasiones porque tal vez, por instinto, me parecía conveniente extenderme en algunos temas, esclarecer algunas cosas. Creo que hemos estado trabajando muchas horas, todos tenemos un poco de cansancio.

Quiero decirles simplemente como despedida —aunque sé que muchos de ustedes nos van a acompañar en los próximos días y que va a haber también una representación en la reunión del día 30—, que ha sido para nosotros un honor muy grande la presencia de ustedes en nuestro país, ha sido un gran estímulo y quiero expresarles por ello nuestro agradecimiento. Ustedes muchas veces han dicho que están agradecidos por las atenciones que les ha dado nuestro pueblo y todos los compañeros que han estado en contacto con ustedes, pero realmente somos nosotros los que debemos expresarles el agradecimiento porque desafiaron las calumnias, las mentiras, las intrigas, las presiones y vinieron a Cuba. Gracias a esa actitud de ustedes ha sido posible el desarrollo exitoso de esta conferencia que he escuchado, palabra por palabra, hora por hora, minuto por minuto, segundo por segundo y me ha dejado una impresión extraordinaria, me ha dejado —como les decía al principio— una idea clara del talento y la preparación cultural y política de los cuadros sindicales de América Latina y el Caribe.

He escuchado formas de expresión y mensajes tan vivos y tan directos como no recuerdo haberlos escuchado en alguna otra ocasión en mi vida, y tengo la convicción de que este esfuerzo va a dar frutos históricos.

A veces a mí me han acusado de optimista. Algunos compañeros recuerdan, cuando nos volvimos a reunir unos siete guerrilleros armados después de los reveses iniciales, cuando llegamos al terreno donde teníamos que llegar, que yo les dije: "Ya ganamos la guerra", y éramos siete hombres. Dicen algunos compañeros que por respeto no dijeron nada, pero que no estaban muy de acuerdo con mis apreciaciones, les parecía extraño que yo les dijera aquello. Al fin y al cabo, pasó el tiempo y ganamos la guerra.

Por eso no tengo miedo de ser optimista, y la vida me ha enseñado que no hay que tener miedo de ser optimista; no creo que sea simplemente optimista si digo y expreso mi convicción de que esta conferencia se va a convertir en un acontecimiento histórico para el futuro de nuestros pueblos, de lo que Martí llamó Nuestra América y del Tercer Mundo, porque como les decía, este es el continente, es la región del mundo que puede ser líder y abanderada de esta lucha.

Hoy nos queda, además, la convicción, de que dentro de esa lucha y entre las distintas capas y sectores de la población, los trabajadores van a ser los líderes y los abanderados de esa histórica lucha.

Durante años, hemos estado pensando en todos estos problemas; hoy vemos cómo empiezan a ser realidad las posibilidades de un avance y de un triunfo.

Creo que hay una idea esencial, lo voy a decir antes de despedirme de ustedes, desde la época de Roma existe un principio imperial, que es: "Dividir para imperar." Esa ha sido siempre la táctica de todos los imperios, y por eso trata de dividir a nuestros pueblos unos de otros, trata de dividir a cada pueblo; aun más todavía, trata de dividir a los trabajadores entre sí por todos los medios posibles, y si la consigna o el principio imperialista es dividir para imperar, el principio de los trabajadores debe ser unir para triunfar (APLAUSOS PROLONGADOS).

Les agradezco infinitamente el honor que ha significado para nuestro país la presencia de ustedes, la confianza que han demostrado, el estímulo que nos dejan, y las horas de emoción y de felicidad que hemos vivido en estos días.

Muchas veces cuando ustedes hablaron desde ese podio, al terminar decían: "Acompáñenme a decir algo." Y yo les pido que me acompañen a repetir una consigna que ha sido la consigna de 26 años de Revolución, ya no pensando en Cuba, pensando en nuestra América, pensando en cada una de sus patrias, pensando en nuestros pueblos que tienen tantas cosas en común, la consigna de:

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)