DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA SESION SOLEMNE DEDICADA AL XXV ANIVERSARIO DEL MOVIMIENTO DE LOS PAISES NO ALINEADOS EN NOMBRE DEL GRUPO LATINOAMERICANO. HARARE, ZIMBABWE, 1ro. DE SEPTIEMBRE DE 1986, "AÑO DEL XXX ANIVERSARIO DEL DESEMBARCO DEL GRANMA".

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

Estimado Primer Ministro Robert Mugabe;

Distinguidos Jefes de Estado o de Gobierno;

Señores Miembros de las Delegaciones;

Distinguidos invitados:

Al reunirnos hoy en esta Africa militante y bajo la presidencia de uno de sus auténticos guías para celebrar la fundación en Belgrado del Movimiento de Países No Alineados, hace ahora 25 años, se puede constatar que los objetivos que forzaron a un pequeño grupo de países del Tercer Mundo a congregarse para defender principios vinculados a su propia existencia, y esenciales para asegurar su porvenir, han sobrevivido dramáticamente casi intactos durante este cuarto de siglo. El peligro de guerra nuclear, contra el que se levantó la palabra condenatoria de los países fundadores, quienes llamaron entonces a conjurarlo mediante la única e insustituible vía de la negociación, se ha hecho más grave en nuestros días. Son más numerosas y destructivas las armas nucleares, más certeros y múltiples los vehículos que las portan. La carrera armamentista es aún más galopante, y como si esto no bastara, se quiere extender al cosmos el escenario de la confrontación militar.

Los focos regionales de conflictos se incrementaron y la intervención del imperialismo en ellos es ahora mayor y más directa.

La desigualdad en las relaciones económicas internacionales, que suscitó en Belgrado el programa de acción esgrimido por los países subdesarrollados que allí se reunieron, lejos de reducirse se ha hecho todavía más amargamente insoportable para nuestras débiles y retrasadas economías; la deuda externa gravita como un peso intolerable y hace imposible que cristalicen los esfuerzos y sacrificios por el desarrollo. El poder adquisitivo de nuestros productos y materias primas es ahora menor que entonces. La miseria golpea más a nuestros pueblos. La enfermedad y la incultura, subproductos monstruosos del retraso económico, se enseñorean en Asia, Africa y en la América Latina.

Pero si los males y peligros han crecido, crecieron también nuestra capacidad de resistencia, nuestra fuerza y nuestra lucha. Esto también le da a nuestra recordación plena vigencia.

Eramos 25 países en 1961; hemos llegado a ser 101 en vísperas de la VIII Cumbre. Muchos de los que se congregan hoy junto a nosotros, todavía en disposición combativa y resistente, luchaban, hace 25 años, por hacerse independientes. Robert Mugabe, que nos preside con su experiencia y su serenidad, y otros distinguidos jefes de Estado que hoy nos acompañan, concurrían a las cumbres de nuestro Movimiento como representantes de una aspiración a la independencia que hoy es alentadora realidad. No solo hemos crecido en fuerzas y constituimos hoy la mayoría absoluta de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional, sino que la historia ha convalidado la certeza de nuestro programa, la justeza de nuestras aspiraciones y la necesidad de alcanzar nuestras metas para que el mundo pueda marchar hacia un porvenir más seguro y feliz.

Surgimos, en 1961, como consecuencia del proceso de liberación nacional de gran número de pueblos contra el colonialismo. El vínculo indestructible entre esa histórica batalla contra el coloniaje y las aspiraciones pacíficas de los pueblos, quedó establecido como primer postulado de la Conferencia de Belgrado al sostener allí que para que exista una paz duradera, como consecuencia de la confrontación entre la vieja estructura y las emergentes fuerzas nacionalistas nuevas, era indispensable que surgiera, como se dijo entonces, "Un mundo en que sea eliminada radicalmente la dominación del colonialismo y el imperialismo en todas sus manifestaciones."

La I Cumbre estableció también en forma inconfundible que: "Erradicar básicamente la fuente de los conflictos es erradicar el colonialismo."

Del mismo modo al fundarse nuestro Movimiento, postuló: "La abolición inmediata, incondicional, total y definitiva del colonialismo y el esfuerzo concertado para poner fin a todos los tipos de neocolonialismo y de dominación imperialista en todas sus formas y manifestaciones."

Cuando el párrafo 21 de la Declaración de Belgrado demandó "la eliminación de la desigualdad económica, heredada del colonialismo y del imperialismo", trazaba las bases de un programa que el Movimiento concretaría años después, al postular la necesidad del Nuevo Orden Económico Internacional y sostener como propia la Carta de Deberes y Derechos de los Estados.

Nada muestra mejor la larga y penetrante visión de Tito, Nehru, Nasser, Nkrumah y otros fundadores del Movimiento, que la confirmación de aquellos propósitos, hoy desarrollados y actualizados, que se recogen en el Proyecto de Declaración de Harare que vamos a discutir. No habría mejor homenaje a su recuerdo al reunirnos aquí, en Harare, colonizada entonces y símbolo hoy del Africa amenazada aún por el imperialismo y su instrumento más repudiable, la Sudáfrica racista y fascista, que la fuerza, el prestigio y la influencia actual de este poderoso conjunto de países, disímiles en sus sistemas, heterogéneos en sus puntos de vista, pero unidos en torno a los principios esenciales del movimiento: la paz, la independencia, el desarrollo y la lucha contra el imperialismo, el colonialismo, el neocolonialismo y el racismo, y su más nefasta expresión, que es el apartheid.

El hecho de que a los 25 años de fundado, y a pesar de nuestras victorias contra el coloniaje, estemos todavía en los comienzos de la realización de aquel justo y movilizador programa, nos confirma lo que el Movimiento comprobaba pocos años después de Belgrado, en la II Cumbre de El Cairo, al destacar que: "Las fuerzas del imperialismo son todavía poderosas y no vacilan en recurrir al uso de la violencia para defender sus intereses y mantener los privilegios."

Nos amenazan, 25 años después, el armamentismo y la guerra cósmica. Namibia sigue ocupada por los racistas sudafricanos, que agreden, asimismo, a todos los países de la Línea del Frente. Los palestinos carecen del Estado a que tienen derecho. Nicaragua debe enfrentarse a la agresión que pese a los esfuerzos de Contadora y el Grupo de Apoyo el gobierno de Estados Unidos se niega intransigentemente a cancelar.

En Harare lo fundamental del programa de Belgrado queda todavía por delante de nosotros. Pero nuestro cuarto de siglo de lucha ha cuajado en resultados perceptibles.

Como dijera lúcidamente el siempre recordado presidente Tito en 1964: "Con su acción progresista en la común lucha con los países socialistas y otras fuerzas, el movimiento ha llegado a ser uno de los factores más importantes de la correlación de fuerzas de hoy."

Si nos unimos, no será posible en las Naciones Unidas ni en el seno de la comunidad internacional decisión alguna que no nos tome en cuenta. La conjugación de nuestras fuerzas con todos aquellos que en Europa, Japón y en la propia Norteamérica se oponen a cualquier decisión que conduzca a la guerra, nos permitirá paralizar a los que pretenden desatarla. Los pactos militares que dividen a los países más poderosos en bloques antagónicos son, como se reconoce, un anacronismo que es necesario eliminar.

Para eso se nos ha convocado en la VIII Cumbre.

Al usar esta tribuna por honroso encargo de las representaciones de los países hermanos de la América Latina y del Caribe, puedo decir que nuestros pueblos convergen en estos nobles propósitos. La unidad de nuestras tierras, invocada por Simón Bolívar en los albores de su independencia, soñada otra vez a finales de siglo por José Martí, encuentra ahora nuevas razones para su plena realización.

La guerra de las Malvinas recordó a los latinoamericanos que la libertad de sus pueblos no puede depender de un vecino poderoso que los acecha y ha de sostenerse en su necesario enlace combativo. Fue Cuba el único país de América Latina que suscribió el Acta de Belgrado, en la que figuraron también como observadores Bolivia, Brasil y Ecuador. Hay ahora 17 países latinoamericanos y del Caribe miembros del Movimiento y, con los nueve observadores de nuestra área, se puede decir que los No Alineados gozan de creciente simpatía y apoyo en los países de nuestra región.

Al confirmar ese respaldo, lo hacemos con la seguridad de que la catástrofe nuclear será contenida, que se encontrarán vías que logren que la suspensión definitiva de las pruebas nucleares a que ya está dispuesta una de las partes dé paso a una negociación valedera y profunda para poner fin a la carrera armamentista, reducir al mínimo las armas convencionales y que el hombre sea capaz de eliminar de la faz de la Tierra las armas nucleares y no sean ellas las que un día eliminen al hombre de la faz de la Tierra. Estamos seguros, asimismo, de que el retraso y la miseria originados por la desigualdad económica que nos azota podrán ser vencidos por la acción común.

Esa es la meta a que nos inspira el recuerdo de aquel hecho inolvidable de hace 25 años.

Sabremos honrar esta fecha siendo fieles a los principios que hoy nos convocan a esta histórica cita de Harare.

Muchas gracias.

(APLAUSOS)