DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA CLAUSURA DE LA SESION DIFERIDA DEL TERCER CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA, EN EL TEATRO "CARLOS MARX", EL 2 DE DICIEMBRE DE 1986, "AÑO DEL XXX ANIVERSARIO DEL DESEMBARCO DEL GRANMA".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Compañeras y compañeros:
El Congreso aprobó el Programa del Partido Comunista de Cuba, nuestro primer Programa y acordó que fuese proclamado en el día de hoy, coincidiendo con el XXX aniversario del desembarco del Granma. Por tanto, declaro aprobado el Programa del Partido Comunista de Cuba (APLAUSOS PROLONGADOS).
La idea nada ortodoxa de realizar una sesión diferida del Tercer Congreso resultó realmente práctica y sabia. Esto permitió que todos nuestros militantes y todo nuestro pueblo pudieran analizar, discutir el Proyecto de Programa y, además, enriquecerlo.
Su elaboración, con motivo del Tercer congreso, no permitió llevar a cabo con la debida antelación a la fecha de la celebración del Congreso la discusión masiva del Programa.
En el análisis por parte de nuestro pueblo y de nuestros militantes, se hicieron numerosas proposiciones de modificación, se introdujeron muchas ideas, que fueron cuidadosamente examinadas por una comisión, y, al final, por la comisión del Congreso.
De las miles de ideas y sugerencias, un alto número de ellas fueron aprobadas —no digamos que miles, pero sí cientos de ellas— y aun así no nos hacíamos la ilusión de que nuestro Programa fuera perfecto, en su redacción puede haber un concepto que podía quedar más claro, más preciso, más perfecto; pero sí estábamos seguros de que las ideas esenciales quedaban plasmadas en nuestro Programa y que era un buen Programa.
Esto constituye un hecho histórico, la aprobación de nuestro primer Programa. También es, por supuesto, un acto de gran trascendencia en la vida de nuestra Revolución y de nuestro Partido; expresa nuestras aspiraciones proyectándose hacia el futuro. Pero podemos hacer el mejor programa del mundo, y, sin embargo, no ser capaces de cumplir ese programa.
Yo tengo la íntima convicción de que si nosotros no rectificamos los errores y las tendencias negativas, ni este Programa, ni nada que merezca llevar el nombre de Programa podría llevarse a cabo.
Ya hemos cumplido algunos programas desde que surgieron las ideas revolucionarias, desde que iniciamos la lucha contra la tiranía. El Programa del Moncada no solo se cumplió —el Programa del Moncada se cumplió en relativamente poco tiempo, en los primeros años de la Revolución—, sino que el Programa del Moncada se sobrecumplió ampliamente; lo que la Revolución hizo a lo largo de estos 25 años, es mucho más de lo que nosotros podíamos soñar en aquellos tiempos. De modo que no será para nosotros nada nuevo aprobar un programa y cumplirlo, pero debemos saber los requisitos que exige el cumplimiento de un programa.
El cumplimiento del Programa del Moncada exigió mucha lucha, muchos esfuerzos y muchos sacrificios; pero se cumplieron los requisitos para llevar adelante aquel programa, para cumplirlo y sobrecumplirlo. Por eso es necesario que nosotros estemos muy conscientes de cuáles son las premisas para cumplir este Programa, y a ello se debe precisamente, que hayamos dedicado casi todo el tiempo de nuestra sesión diferida al proceso de rectificación de errores y de lucha contra las tendencias negativas. Incluso este Programa tiene la ventaja de haberlo aprobado ahora y no en las primeras sesiones del Congreso, contiene ya muchas de las ideas relacionadas con estos problemas, con este proceso de rectificación y de lucha que estamos llevando a cabo; de manera que nuestro Programa quedó actualizado y bien actualizado en ese sentido.
Aun cuando en el Congreso y en el Informe Central se planteara ya la esencia dé una serie de problemas, todavía no estaban tan ampliamente expresados como se expresaron después en los meses posteriores al Congreso; e incluso hurgando en todas aquellas cuestiones, descubrimos muchas cosas, muchos elementos y muchos factores que aún no estaban completamente claros en las primeras sesiones del Congreso.
A lo largo de todos estos meses, en el período transcurrido entre las primeras y las últimas sesiones del Congreso, se fue tomando mucha conciencia acerca de todos estos problemas y mucha claridad. Se vio que, lógicamente, eso tenía que ser el contenido fundamental de las últimas sesiones, en ninguna otra cosa podíamos invertir mejor nuestro trabajo.
Estas sesiones finales del Congreso contenían ya, igual que las anteriores, el esfuerzo realizado durante meses, porque durante meses se fue elaborando el contenido de las primeras sesiones del Tercer Congreso en las reuniones que tuvieron lugar a lo largo y ancho de la isla, y durante meses también se fue elaborando por el Partido el contenido de estas sesiones finales del Congreso.
En el Partido y en el país ha habido un proceso de discusión. Este año ha sido un año de muchas reuniones, con muchos factores: varios plenos dedicados a esto, plenos del Partido en la base y en las provincias; reuniones con todas las empresas del país, reuniones con todas las cooperativas de producción agropecuaria del país; infinidad de reuniones de trabajo, directas, con la base. Y en las últimas semanas tuvieron lugar los plenos en todos los municipios para discutir, precisamente, estas cuestiones y los plenos en todas las provincias, tuvieron lugar análisis serios, meditados, profundos. Todo eso fue creando las condiciones para estas últimas sesiones.
Es opinión unánime de todos los participantes que esta parte final del Congreso no fue buena, sino excelente —algunos se asustaron cuando dije eso (RISAS)—; no fue solo buena, sino ¡magnífica! Y posiblemente ha sido una de las mejores reuniones políticas que hemos presenciado a lo largo de la historia de la Revolución (APLAUSOS), y hemos tenido buenas reuniones y muy buenos plenos del Comité Central; creo, sin embargo, que nunca se había alcanzado mayor espíritu democrático, mayor libertad de expresión, mayor sinceridad, mayor convicción, franqueza, claridad y, sobre todo, profundidad en el análisis. Participaron decenas de compañeros, y seguramente quedaron cientos tal vez con deseos de expresar algo; pero creo que se discutió y se recogió, en esencia, lo fundamental.
Ya se venían discutiendo desde la base las cuestiones relacionadas con la aplicación del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía; con la organización del trabajo y los salarios; con la disciplina laboral, la utilización de los recursos, el estilo de trabajo, la exigencia y el control, en el Partido, en la UJC, en las organizaciones de masas y en la administración; los problemas relacionados con la política de cuadros, los problemas ideológicos, los problemas sociales, los problemas de la juventud, los problemas de los campesinos; en fin, todos los temas que están comprendidos en esta política de rectificación y de lucha contra las tendencias negativas, que encierran un contenido amplísimo, que va desde el desvío de recursos, que tanto irrita a la población, que tanto corrompe, que tanto desorganiza, que tanto desmoraliza, que tanto daño puede hacer al proceso revolucionario, hasta las cuestiones relacionadas con el caos que llegó a crearse en lo relacionado con la vinculación, las normas, cumplimiento y sobrecumplimiento; el método de utilizar el dinero como el remedio a todos los problemas, política de corrupción y —se puede añadir— de engaño a la gente. ¡Cómo entregar dinero así, fácil, que no esté en correspondencia, realmente, con la producción, con la creación de valores materiales o servicios! Es, simplemente, un engaño.
Por eso es tan amplio, porque abarca toda la actividad revolucionaria y la necesidad de rectificar allí, dondequiera que hayamos cometido errores o que se hayan desarrollado tendencias negativas en nuestro proceso revolucionario.
No poco tiempo ocupó en nuestras sesiones finales el problema, precisamente, de la organización del trabajo y los salarios, y los problemas de la disciplina laboral, del aprovechamiento de la jornada de trabajo, los interruptos y todas esas cuestiones, de gran trascendencia para la vida de nuestro país y de la Revolución; bastante tiempo llevó también lo relacionado con esa cuestión tan fundamental y tan decisiva para el futuro, que es la exigencia y la eficiencia en la educación; tiempo llevaron también las discusiones relacionadas con el método y el estilo de trabajo del Partido.
Yo no diría, desde luego, que todos los problemas fueron abordados; diría que se abordaron los problemas esenciales mas no todos los problemas. Por eso debemos incluir, como parte de nuestros trabajos en estos meses y como parte de nuestra política, las conclusiones y los análisis que se hicieron previamente a lo largo y ancho del país, en todos los municipios y en todas las provincias.
Por eso no debemos considerar solo el Programa del Partido, no debemos tomar solo eso en cuenta; debemos tomar en cuenta también la síntesis que ustedes recibieron de las discusiones en los municipios y en las provincias, pues me parece que son documentos de mucho valor. Ahí se analizan, con más detalle, todos los problemas: los problemas de aparcería en el campo, en cada municipio, cuántas fincas en aparcería aparecieron, cuántas posesiones ilegales de tierra, cuáles eran, en fin, los problemas en el área campesina; los problemas con la juventud, en relación con aquellos que no están incorporados al estudio ni al trabajo, a los cuales se les ofrecían posibilidades de trabajar en algunas de las actividades donde necesitamos la fuerza, sobre todo actividades relacionadas con la agricultura o actividades relacionadas con las construcciones, la repoblación forestal u otras; están los datos de los que aceptaban, de los que no aceptaban.
En esas síntesis aparecen todos los problemas discutidos sistemáticamente a lo largo y ancho del país, y creo que constituyen documentos dignos de repasarse de vez en cuando, sobre todo para analizar lo que se está haciendo y cómo se está haciendo.
Ya el Programa es otra cosa. El Programa no debe ser un texto de consulta, realmente; el Programa debe ser un texto de estudio. No voy a hablar ahora de círculos de estudio, ya estamos mayorcitos, desde el punto de vista revolucionario, y no todo debemos aprenderlo en un círculo de estudio.
Eso mismo que queremos que hagan los estudiantes, que es tomar en cuenta el libro de texto, que repasen y estudien, incluso, por los libros de texto, debemos aplicárnoslo a nosotros mismos; no hay que dedicar millones de círculos, individualmente estudiarlo, leerlo, volverlo a leer, repasarlo, buscar algún capítulo, buscar algún punto sobre cualquier tema que nos interese, y estar realmente informados sobre el contenido del Programa, porque el Programa es lo que va a guiar nuestro trabajo a lo largo de los próximos 15 ó 20 años. Yo creo que es una gran tarea, una gran meta, y tenemos que regirnos por ese Programa. Si no pudiéramos decir que es un programa óptimo —creo que cualquier cosa se puede hacer mejor y se puede perfeccionar— es, sin duda, un programa bueno.
¡Ah!, si pudiéramos hacer con este Programa como hicimos con el del Moncada, cumplirlo, y no solo cumplirlo, sino sobrecumplirlo, esta sí sería una meta digna, un gran sobrecumplimiento, no de la norma suave —como ha ocurrido por ahí—, sino de un programa fuerte, difícil; cumplirlo y sobrecumplirlo, y si no sobrecumplirlo en contenido —que es posible sobrecumplirlo en contenido—, podemos sobrecumplirlo en tiempo, y nadie puede todavía asegurar cuánto tiempo lleva el Programa. ¡Ah!, si trabajamos bien, podemos cumplirlo y sobrecumplirlo en tiempo, y estoy seguro, además, de que podemos hacerlo en contenido.
Algunas de las cosas del Programa no van a ser muy difíciles, algunas están haciéndose ya. Hubo un puntico que se discutía, el tiempo que íbamos a tardar en crear las escuelas vocacionales de Ciencias Exactas, y ya esas escuelas han empezado a funcionar, ya están creadas las escuelas vocacionales de Ciencias Exactas. En este curso comenzaron, aunque no podríamos decir de una manera perfecta, tienen también sus problemas, como los tiene en general la educación, con la carga, el contenido y ese tipo de dificultades; con los cortes, porque hay una exigencia muy fuerte allí en esas escuelas.
La idea de introducir la enseñanza de computación en todos los centros de nivel medio —preuniversitarios, tecnológicos, secundarias— es una cosa que está marchando ya; no está introducida en todos, pero está adquirida una parte importante de los medios, podríamos decir que dos tercios de los medios necesarios para ello ya los tenemos. Y no será en 1990, en 1989 prácticamente ese programa se estará aplicando en toda nuestra enseñanza media.
En este Programa se habla del médico de la familia. El médico de la familia empieza a ser una realidad ya, solo la Ciudad de La Habana tiene alrededor de 800 —¡sólo la Ciudad de La Habana!—, que están trabajando en las zonas que pudiéramos decir que no tienen las mejores condiciones materiales de vida, las mejores condiciones de vivienda; están trabajando en antiguas zonas obreras —que no son barrios de indigentes, no tenemos barrios de indigentes aquí; no son villas miseria, no tenemos villas miseria—, están trabajando en aquellas zonas donde más lo necesita la población, y están trabajando con resultados excelentes.
Ya en este año, en que se incorporaron más de 1 500, no solo tenemos el consultorio, sino la vivienda de los médicos. Hay ya zonas de montaña completas cubiertas, como la de la provincia Granma, con el notable resultado de que en la zona de montaña donde está el médico de la familia, la mortalidad infantil está en menos de 10 por cada 1 000 nacidos vivos. Solo con eso y en las montañas, solo con una política de educación, ya se ven los efectos en apenas dos años, evitando embarazos precoces, evitando accidentes en el hogar, recomendando medidas higiénicas; ¡solo con eso!, sin otras medidas que la Revolución va en camino de aplicar, como el cardiocentro de cirugía infantil recién inaugurado, que va a salvar a muchos niños en los primeros años de vida, y otros programas que se van a llevar a cabo, intensificando el trabajo y elevando la calidad en los servicios de los hospitales materno-infantiles, o en los hospitales maternos, sobre todo en la primera semana de vida, donde aún tenemos un índice relativamente elevado de muerte de niños. Aunque el índice general del país esté ya entre los índices de los países desarrollados, sabemos que en la primera semana de vida tenemos que mejorar el trabajo y perfeccionar nuestros servicios de salud, elevar sus niveles técnicos, tanto del personal como de los equipos.
Esto ha ocurrido en las montañas, aun sin los servicios de genética prenatal, servicios que se están extendiendo en todo el país; las perspectivas en ese campo, realmente, las veo muy buenas, creo que es un área en la que podemos sobrecumplir, y no solo cumplir nuestro Programa.
Si hacemos en la educación un gran esfuerzo y bien hecho, si utilizamos todos los recursos humanos y materiales de que disponemos, si superamos nuestras dificultades, no hay duda de que podemos cumplir y sobrecumplir también en la educación. Estoy mencionando cosas que se están haciendo ya y que están en el Programa, no tardaremos mucho tiempo en tenerlas realizadas.
Cuánto podemos avanzar en el desarrollo de las cooperativas, digamos, en nuestros campos; en el desarrollo de la producción agrícola, en el empleo de la técnica, en la utilización de nuestros centros de investigación científica; las cosas fabulosas que pueden hacerse si nos proponemos hacerlas, las cosas que podemos hacer en las áreas de la producción material y de los servicios en general, si superamos todos esos problemas que hemos discutido aquí.
Y ustedes conocen los contenidos de los debates, los delegados que han estado presentes y nuestro pueblo en general. No voy a repetir aquí o a enumerar cada una de las cosas que se dijo, cada una de las conclusiones a que hemos llegado, pues nuestra población participó muy ampliamente de los debates de las sesiones del Congreso. No tengo idea de lo que salió publicado por la televisión o la radio; hace un rato estuve viendo un minuto la televisión, el noticiero de las 8:00 p.m., y veía parte de lo que salió allí. Aquí, ahora mismo, no sé todo lo que se transmitió por televisión, no he tenido tiempo de informarme qué fue lo que se publicó por ese medio, pero sé que se informó muy ampliamente, por lo que he oído por ahí. Muy pocas cosas, posiblemente, no se hayan informado por la televisión y la radio; aunque siempre hay algunas cosas que en familia, más íntimamente, se manejan, que no es conveniente divulgarlas plenamente para no dar información al enemigo, pero al público se ha brindado un máximo de información sobre los temas debatidos.
Algo más, y muy significativo: había alrededor de 200 periodistas cubanos, que han participado de todos los debates, y casi 2 000 delegados, entre los cuales están los cuadros fundamentales del Partido, y también de la UJC, de las organizaciones de masas, los cuadros fundamentales de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias y de nuestro Ministerio del Interior, los cuadros fundamentales del Estado socialista, que fueron elegidos para el Tercer Congreso, y creo que seguramente muy pocos se desactualizaron, o fueron desactualizados, en ese período transcurrido entre las primeras sesiones y las últimas sesiones.
Los temas se discutieron con una gran claridad, como dije antes, con una gran franqueza, por eso no es necesario repetir esas cuestiones.
Creo que debemos ir a las cosas fundamentales; hay dos, tres, cuatro o cinco cosas fundamentales, claras, que uno se lleva de aquí, de este Congreso, y mucho más que de las primeras sesiones.
Hay una cuestión fundamental, y es que tenemos un partido. Eso se ve claro, que tenemos un partido. ¡Cuánto significa tener un partido!
Hoy se conmemora el XXX aniversario del desembarco del Granma. Hace ya algunos años, cuando comenzamos la lucha revolucionaria armada, no teníamos un partido; teníamos un pequeño contingente de hombres, había una organización política y teníamos ideas claras, pero era un embrión de partido con lo que iniciamos la lucha. Cuando el desembarco del Granma había un movimiento, y llegamos a tener un gran movimiento masivo, no propiamente lo que pudiéramos llamar un partido, en el sentido más cabal de la palabra.
Al principio de la Revolución teníamos al Ejército Rebelde como Raúl recordaba hoy que yo expresé una vez, "factor unificador de todo el pueblo".
El Partido, este Partido nuevo, el Partido Comunista de Cuba, todos saben cómo se forjó, cómo se fue creando, cómo surge de la unión de las distintas fuerzas revolucionarias y se va desarrollando, venciendo obstáculos difíciles, errores, incluso, como los que se produjeron inicialmente y que fueron analizados, discutidos y superados a su debido tiempo; cómo se fue creando lentamente, despacio, pero con calidad, seleccionando a los mejores trabajadores del país, los mejores combatientes. Eramos casi un puñado en los primeros años de la Revolución.
El Partido, realmente, dedicó mucho tiempo a su propia creación, a su propio desarrollo, a su propio crecimiento, a su propia vida interna, a su propia formación ideológica. Se fue también forjando, adquiriendo experiencia, con su participación activa en estos casi 28 años de lucha revolucionaria, abnegada y heroica. Claro que desde que se creó el Partido ya estaba presente en todo, pero todavía con una formación cultural modesta; con una gran conciencia patriótica, un gran espíritu revolucionario, pero sin una gran educación política, aunque nuestros militantes, desde el primer momento que emprendieron el camino del socialismo, tenían lo que podríamos llamar una conciencia revolucionaria, sabían lo que querían, a pesar de que les faltaba equiparse todavía con muchas ideas, con muchos conocimientos. Esa fue la tarea de la formación ideológica, el trabajo de las escuelas revolucionarias, el trabajo de nuestra prensa, el trabajo de nuestros medios masivos, que fueron educando simultáneamente al Partido y al pueblo.
Produce mucho agrado, realmente, y mucho aliento ver hoy que tenemos un partido numeroso en su militancia, aguerrido, con experiencia, con un alto nivel cultural, con una alta educación política, una cultura política y una elevada conciencia revolucionaria, que sabe lo que quiere y que está aprendiendo verdaderamente el modo de alcanzar lo que se quiere. Eso es algo que emana muy claro de lo que hemos visto en estos días.
Ya es un partido de más de medio millón de militantes y aspirantes, ¡medio millón! ¡¿Qué es eso de medio millón?! ¿Cómo se puede comparar esa cifra con lo que teníamos en los días del Moncada?, éramos unos cuantos cientos de compañeros; y ya creíamos que podíamos cumplir un programa, hacer una revolución, conquistar el poder revolucionario, derrocar la tiranía y llevar a cabo un programa revolucionario. Por cada uno de los que fuimos al Moncada hay hoy alrededor de 3 500 militantes comunistas en nuestro Partido, ¡tres mil quinientos!, otros 3 500 jóvenes comunistas y, además de eso, millones de trabajadores, de cederistas, de mujeres, de campesinos, de estudiantes. Es en realidad una fuerza colosal.
No teníamos entonces ni una modestísima estación de radio para divulgar nuestras ideas; si acaso la íbamos a tener después que tomáramos el cuartel, ¡seguro que la íbamos a tener!, ya estaba previsto. No había un periódico. Hoy disponemos de los más modernos medios masivos de divulgación, decenas de publicaciones, varios importantes periódicos nacionales, periódicos provinciales, revistas de todas clases, potentes canales de televisión, de radio, el sistema educacional completo del país, todos los recursos para divulgar ideas, divulgar ideas. ¡Qué importancia tiene divulgar las ideas! Porque nosotros velamos muy claro que si no podíamos divulgar las ideas y si las masas no se apoderaban de aquellas ideas la lucha era imposible, el triunfo era imposible; siempre vimos que las masas eran el factor fundamental en la lucha revolucionaria, la gran fuerza que hace la historia y que si aquellas ideas eran captadas por las masas, nada podría impedir el triunfo.
¿Qué teníamos entonces cuando aquel primer programa y qué tenemos ahora? Recursos inmensos, tremendos, extraordinarios, ¡y medio millón de comunistas! Nosotros en aquel entonces éramos tal vez 1 por cada 50 000 ciudadanos; hoy hay un comunista por cada 20, incluyendo los niñitos acabados de nacer; hoy hay un joven comunista por cada 6 ó 7 jóvenes —depende de las edades que se tomen como punto de referencia—, y las masas militan en nuestros sindicatos, en nuestros CDR, en todas nuestras organizaciones de masa, bajo la dirección del Partido. ¡Bajo la dirección del Partido! No están bajo la dirección del Estado, están bajo la dirección del Partido; porque cada vez se ve más claramente el concepto leninista del papel del Partido en un proceso revolucionario.
Eso es lo que significa contar con un partido de medio millón de militantes, y, como decíamos durante las sesiones, un partido sano, un partido realmente sano, independientemente de errores de militantes que no niegan en absoluto que tengamos un partido realmente sano, con una alta moral, un partido de gente honesta. Puede haber un militante deshonesto, indigno de militar en nuestras filas, mientras no lo sepamos; pero el Partido, su masa y sus cuadros son de gran calidad moral y humana.
Nos lo estaban empezando a echar a perder; pero muy a tiempo hemos reaccionado para que no nos corrompan a los militantes, para que no nos corrompan al Partido, para que no nos corrompan al pueblo, para que no nos corrompan a los jóvenes y, sobre todo, para que no corrompan a nuestra clase obrera (APLAUSOS). No estoy hablando para expresar una ilusión, sino para expresar lo que hemos estado viendo en este proceso de rectificación.
También los campesinos se nos estaban corrompiendo. Ya no sabíamos si una cooperativa era una cooperativa de producción agropecuaria, o una cooperativa de artesanía, o una cooperativa industrial, o una cooperativa comercial, o una cooperativa de intermediarios. Estábamos perdiendo la noción del orden: el cambalache de las cooperativas con las empresas del Estado, de las empresas del Estado entre sí intercambiando productos, intercambiando materiales, intercambiando alimentos, en el caso que citaba ayer Raúl de una fábrica que intercambiaba su producto con una granja agropecuaria, porque mientras enviaba barreduras de cemento a la empresa agropecuaria, la empresa agropecuaria enviaba carne salada y no sé qué cosa para la fábrica de cemento.
Si todo el mundo empieza a hacer eso, si eso se desarrolla, no queda nada; no queda carne para una escuela, para un hospital, para la que hay que repartirle a la población todos los días, todas las semanas y todos los meses. Si entre las empresas del Estado se desarrolla un cambalache universal, o si entre las cooperativas de producción agrícola y empresas del Estado se desarrolla otro cambalache universal, nadie sabe por ese camino adónde íbamos a parar, a qué caos, a qué anarquía. Son evidentes tendencias negativas, ¡evidentísimas!
Pusimos el ejemplo de una empresa que vendía materiales y los cobraba como si los hubiera puesto en la obra, fuera pintura, o fuera madera, o fuera teja de asbesto cemento, lo que fuera —para citar algunos ejemplos, de esos hay montones—; empresas que querían hacerse rentables robando, estafando, y estafándose unas a otras. ¡Qué clase de socialismo era el que íbamos a construir nosotros por esos derroteros! ¿Qué ideología era esa? Yo quiero saberlo, ¿y si esos métodos nos conducían a un sistema peor que el del capitalismo, en vez de conducir realmente al socialismo y al comunismo? Aquel relajo casi universal en que cualquiera agarraba cualquier cosa, lo mismo una grúa que un camión. Se estaban volviendo cosas habituales. Estaba generalizándose.
Si eso no se combate con toda la energía, conduce al escepticismo en las masas, conduce al desaliento, conduce a la desmoralización, conduce al descrédito de las ideas y de los objetivos de nuestro proceso revolucionario; eso es grave, pero muy grave.
De ese tema se habló, y es un tema del que se puede hablar mucho en realidad, sobre algunos conceptos esenciales acerca de qué es el socialismo y cómo se construye el socialismo.
En nuestro encuentro con los periodistas en el último congreso de la UPEC, yo abordé algunos de estos problemas que son de importancia, no solo para nuestro país, sino para todo el pensamiento revolucionario, internacional. Nuestro Partido ha explicado con una gran franqueza y con una gran valentía qué errores ha cometido y cómo los ha cometido; cómo cometimos en determinado momento ciertos errores, quizás de extremismo, llamémosles, digamos, de idealismo. Y después estábamos cometiendo errores peores, realmente peores, más graves, de más consecuencias, porque los otros podían ser errores reversibles; pero errores como estos que he estado mencionando, a partir de un momento dado, se podían hacer irreversibles. A tiempo había que rectificarlos, no solo en aras de nuestro propio proceso, sino en aras del proceso revolucionario en general, porque la construcción de una sociedad nueva, la construcción del socialismo, el camino del comunismo es nuevo enteramente para el hombre, es una experiencia nueva, reciente, muy reciente, que debe ser enriquecida en la teoría y en la práctica constantemente.
Nadie puede imaginarse que ya todo está dicho, que ya desde el siglo pasado, que ya desde hace 150 ó 160 años o más, desde la divulgación del Manifiesto Comunista o el Programa de Gotha, o los libros de Marx, de Engels, y más adelante de Lenin, todos los problemas están resueltos. Sería antidialéctico creer eso, sería antimarxista creer eso.
Sigue su curso la humanidad, sigue su curso la sociedad humana, siguen surgiendo nuevos y nuevos problemas. Hay problemas de esta época que no existían entonces. En aquella época, por ejemplo, parecía que los recursos naturales eran ilimitados, infinitos, y que solo el régimen social imponía una barrera al desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas y de la riqueza social, sobre todo, de la riqueza material.
Hay, desde luego, un fondo de verdad en aquella fe enorme que tenían los fundadores del socialismo científico en las posibilidades de la ciencia y en las posibilidades del desarrollo de las fuerzas productivas, mediante la aplicación de la ciencia. Ellos vieron aquello, hace más de 150 años, que hoy, en los propios países socialistas, empiezan a ver con una enorme claridad, porque se aprecia claramente que en los países socialistas se está reivindicando mucho mucho la cuestión relacionada con el desarrollo científico-técnico, un desarrollo científico-técnico es condición sine qua non del desarrollo de las fuerzas productivas.
Ahora hay problemas nuevos, como la contaminación, para citar un ejemplo y una realidad tremenda. Ha habido problemas de derroche increíble de recursos naturales no renovables, por ejemplo, el combustible. Es posible que en el breve lapso de 150 años, el hombre agote todos los hidrocarburos que se acumularon en cientos de millones de años.
Si hay algo probado es que el hombre a lo largo de la historia ha cometido toda clase de locuras, toda clase de abusos, de injusticias, de crueldades, de guerras —sobre todo, el hombre educado en la egoísta sociedad de clases. Eso es algo más que probado. Y guerras universales, que costaron decenas de millones de muertos; ahora mismo está ahí en los umbrales de una guerra que puede significar la desaparición de todos los seres vivientes.
El hombre ha cometido también toda clase de barbaridades con los recursos naturales, aparte de que tales recursos no están igualmente distribuidos, pues hay algunos a los que la naturaleza les dio abundantísimos recursos de tierra, de hidrocarburos, de minerales, y a otros no les tocó prácticamente nada en ese reparto histórico del globo terráqueo. Se crearon, además, situaciones tremendas de pobreza y subdesarrollo; nosotros las conocemos por nuestros vínculos con el Tercer Mundo, sobre ello hemos meditado, es lo que vemos en regiones enteras, donde viven miles de millones de personas, cuyo futuro está por resolver.
Hay problemas nuevos, repito, problemas tremendos de esta época, que corresponde a los partidos revolucionarios y progresistas, a la teoría marxista-leninista enfocar, esclarecer y resolver. Hay ideas que deberán ser enriquecidas interpretando de una manera correcta el marxismo-leninismo. Todo esto está muy relacionado con la construcción del socialismo.
Digamos que ya, de por sí, Lenin hizo un enorme aporte cuando concibió la posibilidad de construir el socialismo en un país económicamente atrasado, en un país que no era una potencia industrial, el viejo imperio de los zares. Incluso, durante un tiempo se concibió dentro del pensamiento revolucionario que solo era posible la revolución si tenía lugar, en primer lugar, en los países más industrializados, y simultáneamente en varios países industrializados. Un mérito histórico enorme de Lenin fue haber concebido la posibilidad de que se podía construir el socialismo, aun en un país industrialmente atrasado.
Desde luego que la construcción del primer Estado socialista en esas condiciones tuvo un precio de sacrificio enorme, terrible, un aislamiento, un bloqueo, una necesidad de desarrollar y de inventar dos veces la ciencia, la técnica, la tecnología, y desarrollar con sus solos recursos, los solos recursos de un país atrasado industrialmente, y, además, destruido, un régimen socialista. Esa es una proeza histórica, de las más grandes que el hombre ha hecho, aunque todavía se sufren en cierta forma las consecuencias.
Continuó después desarrollándose el socialismo, surgieron procesos socialistas victoriosos en países industrialmente atrasados de Europa, y más adelante en países del Tercer Mundo. Claro, ya operó una idea marxista-leninista de tremendo alcance, que es el internacionalismo; porque el internacionalismo hizo posible, incluso, el fenómeno de una revolución socialista a 90 millas del país imperialista más industrializado y poderoso del mundo.
En la época de Marx, no existía siquiera el imperialismo. El imperialismo es un fenómeno nuevo que Lenin investiga y analiza para orientar la lucha revolucionaria en esas condiciones nuevas. Y de eso se trata, tenemos muchos problemas nuevos que resolver y muchos obstáculos que vencer, porque es muy nueva esta experiencia y la construcción del socialismo se ha hecho, en cierta forma, ensayando, probando y rectificando; hay, sin embargo, cuestiones de concepto que son muy importantes.
Creo que una de las peores cosas que nos ocurrió aquí —lo he dicho alguna vez y tal vez lo vuelva a repetir más de una vez—, es que se empezó a incurrir en una desviación; tal vez otros han incurrido en esas desviaciones, pero yo he visto el ejemplo de lo que a nosotros nos estaba ocurriendo: la creencia ciega, o que empezaba a ser ciega, de que la construcción del socialismo es, en esencia o fundamentalmente, un problema de mecanismos. Como lo expresaba en la reunión con los periodistas, pienso que la construcción del socialismo y del comunismo es, esencialmente, una tarea política y una tarea revolucionaria; tiene que ser, fundamentalmente, fruto del desarrollo de la conciencia y de la educación del hombre para el socialismo y para el comunismo (APLAUSOS). Esto no niega la utilidad y el valor que puedan tener determinados mecanismos, incluso mecanismos económicos, ¡sí, mecanismos económicos! Pero para mí está claro que los mecanismos económicos son un instrumento del trabajo político y del trabajo revolucionario, un instrumento auxiliar; me atrevo a decirlo así; los mecanismos económicos son medios auxiliares, instrumentos auxiliares del trabajo político y revolucionario, pero no la vía fundamental de la construcción del socialismo y del comunismo. No tengo ni la más remota duda de que la vía fundamental es el trabajo político y revolucionario.
Hemos vivido la experiencia, ya hemos vivido dos experiencias, la anterior y esta, las dos; hemos visto las consecuencias negativas de las dos, y podríamos ver, incluso, algunas cosas positivas de las dos.
Aquí hemos incurrido en dos tipos de ilusiones. Cuando se promulgó la Constitución, se llevó a cabo la división político administrativa y se desarrollaron los Poderes Populares, que fue un gran avance, sin duda, se originó la creencia ingenua de que a partir de esas innovaciones y de esos avances el Estado iba a funcionar de una manera perfecta, casi automáticamente. Después se fue viendo que esto requería un trabajo político muy importante, un trabajo inmenso del Partido. Por otro lado, en la esfera de la producción material y de los servicios, especialmente en la esfera de la producción material, se llegó a la creencia de que todo marcharía a la perfección con el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, con la vinculación del salario y el trabajo, la panacea que lo resolvería todo y casi casi iba a construir el socialismo.
Eso explica también, en parte, la desorientación del Partido. Solo esa creencia bastante ciega en los mecanismos, esa falta de claridad en la idea de que la construcción del socialismo y del comunismo es fundamentalmente una tarea política y revolucionaria, explica —no lo explica todo, pero explica en cierta forma, o explica en parte— que a la vista de muchos militantes y muchos cuadros del Partido hayan pasado inadvertidos, como regla, estos fenómenos que estamos abordando. Aunque estoy seguro también de que muchos militantes, por la confianza, por el sentido de la disciplina, y puesto que las decisiones fundamentales en la esfera económica se tomaron en un congreso, y puesto que estas decisiones emanaban de la Dirección del Partido, pues seguramente creían que eso tenía que ser así y que era correcto, que eso formaba parte de ese Sistema de Dirección de la Economía.
Pero aquí, en este país, ningún cuadro, ningún dirigente había pasado nunca por ninguna de estas experiencias, en la construcción del socialismo y los conocimientos que tenían algunos eran, en todo caso, teóricos, simplemente teóricos, y pudiéramos decir, incluso, que demasiado teóricos; nadie tenía una experiencia práctica real en las condiciones de un país como el nuestro, con los niveles de desarrollo nuestro, con nuestros problemas específicos. Nadie sabía, ni estaba en condiciones de saber cómo iban a funcionar esos mecanismos, y de ahí es que ahora hayamos sacado la lección.
Esas cosas nos ocurrían. ¿Cómo íbamos a resolver nosotros los problemas de la producción material y del desarrollo del país? Aparentemente, nos imaginábamos que disfrazando a un individuo de capitalista íbamos a lograr una producción eficiente en la fábrica, y empezamos a jugar al capitalismo, en cierta forma. Porque en el socialismo únicamente se podría disfrazar a un administrador de capitalista; si usted lo quiere hacer capitalista, tendría que hacerlo propietario de la fábrica y más nada, volver al sistema capitalista, buscar a un merolico supereficiente allí y hacerlo dueño.
En las condiciones del socialismo, únicamente es posible disfrazar a un administrador de capitalista, lo único que puede hacerse es disfrazarlo, creer entonces que va a ser por ello eficiente. Y los tipos disfrazados de capitalistas, muchos compañeros nuestros disfrazados de capitalistas empezaron a actuar como capitalistas, pero sin la eficiencia de los capitalistas. Porque los capitalistas cuidan mucho mejor sus fábricas y cuidan mucho mejor su dinero, andan en competencia con otros capitalistas; si producen una basurita, no hay quien se la compre, y si son irrentables, se arruinan, los demandan y les quitan las propiedades, pierden su condición de administradores y de propietarios.
Creían que disfrazando a un individuo de capitalista iban a lograr la eficiencia en una fábrica; lo que lograron en muchos casos, con esas creencias absurdas, realmente, fue que esos compañeros empezaran a actuar como capitalistas; ¡no reduciendo los costos de producción!, como hace el capitalista, ¡no elaborando productos de más calidad!, como hace el capitalista, porque si no se arruina en la competencia, no vende, no realiza la mercancía. ¡No procurando una mejor organización del trabajo, una utilización plena de la jornada laboral, la disciplina, la exigencia! Los capitalistas que sobreviven en la competencia exigen, y exigen mucho, o no sobreviven.
Nuestro hombre disfrazado de capitalista producía cualquier cosa, se olvidó de la calidad: si hay que producir 1 000, 1 000; no resolvió la contradicción entre cantidad y calidad, ni llevó control de calidad, ni le importaba, él iba a cumplir su plan. Empezó a vender más caro, empezó a robar para ser rentable, y a última hora poco le importaba que fuera rentable la empresa o la fábrica, si el Estado venía a fin de año y se hacía cargo de todos sus déficit. ¿Qué problemas tenía nuestro hombre disfrazado de capitalista? Podía pasarse toda la vida haciendo el papel de capitalista, sin alcanzar ninguna eficiencia, o haciendo cambalaches, o haciendo negocios y siendo paternalista, resolviendo problemas por aquí y por allá.
No voy a decir que todos fueron así, porque sería injusto decir que todos fueron así. Estoy señalando el problema, que estaba generalizándose bastante, y se iba a generalizar más, porque nos habíamos adaptado a estar delante de esos problemas y no verlos.
Claro, el problema de la irrentabilidad se generalizó bastante, se elevaron los precios al por mayor de muchos productos y, sin embargo, eso no hizo rentable a muchas empresas; a pesar de que, repito, se elevaron los precios al por mayor, ¡ni eso las hacía rentables!, en general se hacían cada vez menos rentables, eran cada vez menos rentables. Mientras más salario pagaban en ese caos de normas y más normas, primas y más primas, estos administradores disfrazados de capitalistas podían empezar a competir, incluso, por los trabajadores entre sí; pagar más salario, exigir menos, jugar también el papel de populistas, paternalistas y todo lo que se quiera, a no exigir nada en absoluto, con todas las consecuencias que eso traía y traería, sobre todo.
Nuestro hombre disfrazado de capitalista no podía resolver esos problemas, porque no es el capitalismo, ni los métodos capitalistas lo que en las condiciones del socialismo puede buscar la eficiencia en una empresa. Y no estamos renunciando a esas categorías, ¡no!; no debemos renunciar a la vinculación en la esfera de la producción material, ya que es imposible en otras esferas —de eso hablé—, sería absurdo; no podemos renunciar a la vinculación, ni a la norma, ni a la fórmula socialista de pago según la cantidad y la calidad del trabajo, ¡cantidad y calidad! (APLAUSOS) No debemos renunciar a la idea de la rentabilidad de la empresa, ni a la idea del cálculo económico. No estoy en contra de ninguno de esos mecanismos o categorías, siempre que entendamos bien que es el trabajo político, el trabajo revolucionario, el sentido de la responsabilidad de los cuadros, ¡el sentido de la responsabilidad de los cuadros!, lo que puede hacer posible la eficiencia, y no el disfraz de capitalista que les habíamos encasquetado a nuestros cuadros administrativos de la esfera material (APLAUSOS).
Sí, hay que buscar la rentabilidad, pero buscarla en serio y discutir a fondo, exhaustivamente, dondequiera que no hay rentabilidad por qué no la hay; buscarla, no estafando, no robándose unas empresas a otras, como decíamos, reduciendo realmente, los costos de la producción, elevando la productividad, aprovechando la jornada laboral, utilizando la técnica, organizando de manera adecuada el trabajo, desinflando las plantillas —cosa que no se puede hacer en un día, desde luego. Como decíamos nosotros aquí, el remedio no puede ser en ningún caso y en ninguna circunstancia peor que la enfermedad, ni en la producción material ni en la educación, donde estamos empeñados en resolver el problema; pero estábamos corriendo también peligros de remedios peores que la enfermedad, tenemos que curar las enfermedades con los remedios adecuados.
Sí, las plantillas están infladas, esa es una de las tendencias negativas; y eso viene de viejo, eso no es nuevo, pero es posible que se hayan inflado más con todas estas confusiones y errores de concepción.
Tenemos que reducir los costos, tenemos que buscar la calidad. Realmente, no vamos a poner las empresas socialistas a competir unas con otras, porque eso no tiene nada que ver con la idea y la concepción del socialismo, eso no tiene nada que ver con el marxismo-leninismo; se puede emular, pero no es la competencia que tienen los capitalistas entre sí, con sus dramáticas consecuencias cuando no la toman en cuenta.
Si no hay la competencia, si es imposible la motivación que tiene el propietario en la sociedad capitalista para defender sus intereses personales, ¿qué es lo que puede sustituir eso? Unicamente el sentido de la responsabilidad del cuadro, de los hombres, no solo ya del colectivo, por el papel que desempeñan los cuadros; ese hombre que está allí tiene que ser un comunista. Señores, es ineludible que siendo miembro del Partido o no siéndolo, ese hombre que está ahí tiene que ser un hombre responsable y tiene que ser de verdad un comunista, ¡un comunista!, un revolucionario (APLAUSOS). Y no un comunista jugando al capitalismo, un comunista disfrazado de capitalista y actuando como capitalista, o, señores, un capitalista disfrazado de comunista (APLAUSOS).
En otras actividades logramos éxitos con un buen trabajo político, hay cosas que hemos hecho excelentemente, yo me pregunto, en primer lugar, lo siguiente: ¿Qué mecanismos económicos o qué cálculos económicos vamos a usar en un servicio tan importante, tan decisivo, como son los servicios de salud pública? ¿Qué cálculos económicos y qué motivaciones y qué categorías económicas, nos llevaron al desarrollo de un hospital como el "Hermanos Ameijeiras"? ¿Qué cálculos económicos nos condujeron a aplicar allí la ciencia y la técnica? ¿Qué cálculos económicos nos condujeron a los transplantes exitosos del corazón en ese hospital, y a todos los avances de alto nivel científico que ha alcanzado? ¿Dónde está la rentabilidad del hospital y el mecanismo de la rentabilidad, y dónde está la vinculación en ese hospital?
Como decíamos en el Congreso —no sé si eso habrá salido o no por televisión; en este momento no sé lo que el pueblo sabe de lo que hemos discutido, o de los argumentos que se han empleado—, si nosotros fuéramos a pagar aquí vinculando al cirujano con operaciones, si seguíamos por el camino que íbamos en la esfera material, íbamos a estar creando las condiciones propicias para que un cirujano hiciera 20 operaciones todos los días, de cualquier tipo de operaciones, incluso si no la necesitaba, no importaba si el tipo al fin y al cabo se moría, a no ser que le incluyéramos una prima por salvar al tipo (RISAS), una prima si el tipo no se moría; 20 operaciones, cantidad de operaciones, si a lo mejor un cirujano tiene que operar una o dos veces en un día, pero hacerlo bien y no tratar de hacer en una hora lo que tiene que hacer en tres, porque le corta las venas, los nervios, la vida se la corta al paciente.
¿Qué vinculación podríamos establecer en eso, qué vinculación podríamos establecer con el médico de la familia? Si el médico de la familia tiene que ver a los pacientes por la mañana, visitarlos por la tarde, tiene que sentarse allí, hacer una hoja clínica y analizar, y meditar. Es imposible alcanzar la calidad si nosotros vinculamos el médico; entonces, ¿cuál es la rentabilidad del policlínico?
Hay esferas importantísimas de la vida social y de la tarea revolucionaria a las que es imposible aplicarles ninguno de estos mecanismos y, entonces, ¿cómo resolvemos servicios tan fundamentales como son los servicios de salud pública?, que han dado en nuestro país resultados excelentes, como son los índices de mortalidad infantil. Es posible que este año bajen de 14 por cada 1 000 nacidos vivos, es posible; y van a bajar más en el futuro, ya les expliqué lo que pasaba en los municipios de montañas que tienen el médico de la familia.
¿Y ese médico de la familia? Bueno, ese médico de la familia, a mi juicio, es ya el esbozo del hombre comunista, porque trabaja bien y trabaja bastante; y los que están en las montañas son gente joven formada por la Revolución, no están enviciados, ni están bajo un sistema enviciador ni corruptor; están allí muy motivados por los vecinos, recibiendo la influencia de la población, educándose en fórmulas de trabajo comunista.
Lo que tenemos que hacer es trabajar con esos médicos, y es lo que estamos haciendo desde que se selecciona al que va a formar parte del Destacamento de Ciencias Médicas, que recibe el aval de la clase, es interrogado por una comisión para saber si hay vocación y se le exige una puntuación, con relación a la cual no se hace jamás una excepción.
Hay que formarlo desde su vida como estudiante de preuniversitario, como estudiante universitario; trabajar con ellos y formar médicos comunistas, sencillamente. ¿Hay otro camino?, me pregunto. ¿Existe otro camino que formar médicos con una conciencia comunista? Bueno, ¿y estos que operan del corazón, para citar un ejemplo, y otras operaciones muy complicadas y difíciles? Tienen simplemente el salario de un especialista. Por eso resultaba doloroso ver gente vendiendo ajo ahí a cualquier precio, con una hectárea de tierra y trabajando unas horas al año, y ganar en el Mercado Libre Campesino 50 000 ó 60 000 pesos en un año, lo que uno de esos especialistas altamente calificados de cirugía gana en 12 años.
Aquí hubo ingresos individuales —y yo saqué la cuenta— obtenidos en un año, que un especialista de cirugía, de los mejores que tenemos en el país, habría necesitado 60 años. Conozco muchos buenos cirujanos, muchos buenos médicos en este país, no los he visto con esa ambición de dinero, viven dedicados al trabajo, consagrados al trabajo, son verdaderos comunistas (APLAUSOS).
La esfera de la salud no nos deja otra alternativa que formar comunistas desde ahora, porque no hay otro camino. ¿Hay algún otro, hay algún otro camino?
Y en la esfera de la educación nos pasa exactamente lo mismo ¿Qué vinculación podemos hacer con el maestro? Le pago una norma de alumnos aprobados. Sacan 115 puntos al final todos los alumnos, en todas las asignaturas (RISAS). ¿Hay alguna forma de vincularlo?, ¿dónde está la rentabilidad de la escuela, y todas esas categorías?, que yo admito que son necesarias en la esfera de la producción material.
Nosotros tenemos 600 000 ó 650 000 trabajadores en la esfera de la educación y de la salud pública, ¿y cómo estamos luchando? En la misma esfera de la salud, es el Partido aquí en la capital el que está librando la batalla; claro, el Ministerio y el Poder Popular están trabajando con criterios correctos, pero el Partido y los comunistas de los hospitales están luchando a brazo partido contra deficiencias, desatenciones, todo eso que era motivo de quejas en la población. Y se ve el avance, en el término de un año, hemos visto el avance aquí en la capital de la república fruto del trabajo político, porque no hay otro, del trabajo político y un poco de sentido común, de racionalidad, sensatez, porque en los hospitales se perdían camas, perdían habitaciones, porque no tenían materiales para el mantenimiento. Ya eso es un problema de planificación incorrecta, de conceptos erróneos en la distribución de los recursos, nosotros le planteamos al Poder Popular de La Habana, ¿cómo vamos a mantener los hospitales sin materiales? ¿Por qué no les asignamos el 2%, el 3%, el 4%, hasta el 5% si es necesario de los materiales destinados a la población?, si es para servicio precisamente de la población. Claro, que debe asignárselas los recursos a los hospitales, independientemente de lo otro.
Bueno, empezaron a recuperar camas, y hacer montones de cosas el personal de mantenimiento de los hospitales.
El Partido viene haciendo un trabajo sistemático y se reúne el primer secretario del Partido de la Ciudad de La Habana con todos los secretarios de los comités del Partido en los hospitales, y en la capital de la república hay casi 60 hospitales, se toma ese trabajo el Partido todos los meses, y tendrá que hacerlo así durante cinco años, a lo mejor diez, a medida que avancemos, que vayamos creando una tradición, una verdadera tradición de trabajo, y vayamos creando una conciencia comunista en esos trabajadores. Tendrán también, desde luego su retribución social. No reciben un salario igualitario. Se ha mejorado el ingreso de las enfermeras; se han tomado en cuenta condiciones anormales de trabajo; se ha tomado en cuenta la situación de los trabajadores auxiliares que tienen que estar tratando con pacientes que padecen determinadas enfermedades, que hacen un trabajo muy duro, porque no todos están en las mismas condiciones de trabajo, esos elementos se toman en cuenta. Debemos procurar que el médico esté bien retribuido y pueda llevar una vida decorosa. Pero, ¿realmente acaso vamos a hacer buenos médicos pagándoles 2 000 pesos mensuales, a base de dinero? Yo quiero que alguien me responda honradamente si eso es posible y adónde nos conduciría ese camino, y si tenemos otra alternativa que el trabajo político y revolucionario, que venga desde la niñez, desde que son pioneros.
Al comunista hay que empezar a formarlo desde que es pionero, desde que está en el círculo infantil, en dos palabras. Y el Estado socialista tiene todo: circulo, educación, todos los niveles de la educación, hasta la universitaria, lo tiene todo. ¿Puede o no puede hacerse? Si en la experiencia práctica se ve y yo he visto muchos casos del resultado del trabajo político correcto. El trabajo político no es recitarle un catecismo a la gente sobre Marx y Lenin todos los días, sino ser capaz de despertar las motivaciones humanas y morales de los hombres (APLAUSOS).
Para decirlo con una frase gráfica, compañeros: buscar la semilla escondida que hay en cada hombre, apropiándome de la frase del documental sobre "La semilla escondida", porque cada hombre la tiene. Y puede tener también una mala semilla escondida, si empezamos a cultivar la mala semilla, podemos crear monstruos.
No creo que nadie nació siendo o dejando de ser revolucionario, depende de cómo cultiven las cualidades de aquel hombre, los aspectos positivos que todo hombre tiene. Entre ellos, yo los he visto que son delincuentes, y les da una gran vergüenza que los demás sepan que son delincuentes. La vergüenza es una de las semillas escondidas en los seres humanos, casi sin excepción. Hay que saber cultivar la vergüenza de los hombres, hay que saber cultivar el honor de los hombres, la dignidad de los hombres, los mejores atributos que tiene el hombre. Para mí es claro.
Y en las actividades de la defensa, compañeras y compañeros, ¿qué mecanismo económico usamos nosotros en las actividades de defensa? ¿Qué rentabilidad hay en una división, en un ejército, en un batallón, en una compañía, en un pelotón, en una escuadra? Esos jóvenes que son del Servicio Militar y se ofrecen voluntarios a cumplir misiones internacionalistas, ¿con qué dinero les pagamos?, ¿con qué dinero los estimulamos? A los oficiales de nuestras Fuerzas Armadas que han cumplido tres, cuatro, hasta cinco misiones internacionalistas, ¿con qué dinero les pagamos?, ¿con qué estímulos materiales los impulsamos?
A los hombres que están dispuestos a arriesgar su vida, y que en ocasiones enfrentan circunstancias en que efectivamente arriesgan y pierden su vida, ¿con qué dinero les pagamos, qué prima les vamos a pagar? (APLAUSOS) Y si trabajan interminables horas por asegurar la defensa del país, ¿qué prima les pagamos? Si se separan de su familia años enteros, ¿qué prima les pagamos, qué estímulos materiales les entregamos?
Yo he visto a muchos compañeros militares llenos de condecoraciones. ¿Qué tenemos?, comunistas. ¿Qué nos obligaron a formar en nuestras fuerzas armadas la Revolución y la construcción del socialismo a 90 millas de Estados Unidos? Nos obligaron a formar comunistas, ¡y hemos formado comunistas! (APLAUSOS) ¿Habría alguna otra fórmula de resolver el problema, algún otro mecanismo?
Si trabajaron horas interminables para preparar el desfile que vimos esta mañana, con disciplina, con organización; si hemos organizado al pueblo entero, a millones de hombres y mujeres que dedican un domingo cada mes —un domingo, día de descanso, cada mes— a las actividades de la defensa, ¿con qué método, de qué forma hemos alcanzado esto? Sencillamente, desarrollando una conciencia comunista.
Imagínense que en la esfera de la defensa y del orden interior, nosotros hubiéramos acudido a otros mecanismos. Habríamos desatado una enajenación, una corrupción, habríamos enseñado a la gente a pensar en el dinero. Necesitamos, sí, que los combatientes, los oficiales del MINFAR Y del Ministerio del Interior tengan una retribución adecuada a su trabajo, para que puedan llevar una vida decorosa. Sí, no hay un salario igualitarista, hay una forma socialista de remuneración, según su capacidad, su experiencia, su trabajo; pero, ¿ha sido eso lo que ha determinado la conducta?
Aquí tenemos a un compañero, lo veía por allí, el compañero Leopoldo Cintra, que estuvo en Angola por segunda vez, y ya había estado en Etiopia, y estuvo varios años en Angola de jefe de la Misión Militar cubana, ¡varios años! Yo me pregunto: ¿Qué prima le dimos, y qué mecanismo utilizamos con él y con las decenas de miles de hombres que como él han cumplido su deber allí? (APLAUSOS)
Luego, no son ilusiones si digo que las mejores cosas las hemos alcanzado trabajando con la vergüenza y el honor de los hombres, trabajando con la conciencia de los hombres, sembrando ideas. Y he mencionado solo algunas de las esferas en que no cabe nada de esto de los mecanismos, que, por otro lado, sostengo resultan necesarios en la esfera de la producción material. Hay centros de investigaciones, donde la gente trabaja hasta 14 y 15 horas diariamente como la cosa más natural. No estoy proponiendo que la gente se ponga a trabajar 14 ó 15 horas, estoy diciendo simplemente lo que puede la vergüenza y el honor de los hombres.
Hay que hacer trabajo de conciencia, sí, y los demás mecanismos, los factores económicos, son medios, instrumentos auxiliares del trabajo político y revolucionario que requiere una verdadera revolución, y, sobre todo, que requiere la construcción del socialismo y los caminos del comunismo.
Lo mismo puedo decir de los militantes del Partido y de los cuadros de nuestras organizaciones de masas. Las cosas mejores que tenemos, lo digo de verdad, las hemos logrado con trabajo político y revolucionario, las hemos logrado a través del desarrollo de la conciencia de los hombres. No son ilusiones, estos ejemplos están a la vista de todos. Y digo con realismo, porque debemos ser realistas, que en la esfera de la producción material tenemos que usar esos mecanismos económicos, pero con esta concepción, como medios auxiliares, como instrumentos auxiliares del trabajo político y revolucionario; porque creer que esos mecanismos van a obrar el milagro de la eficiencia, van a lograr el milagro del desarrollo económico y social, y van a obrar el milagro de la construcción del socialismo, es una de las ilusiones más ridículas que pueda haber existido jamás (APLAUSOS).
Ahí está el trabajo del Partido; eso es lo que se vio claro, eso es lo que se refleja en la síntesis de todos los plenos municipales y provinciales que han tenido lugar, y en los análisis que han hecho los compañeros. Es decir, tenemos un partido fuerte, y, otra cuestión muy importante, ese Partido se ha vertido hacia los problemas del país en un grado mayor que lo haya hecho nunca, y hoy se ocupa de muchos problemas de los cuales no se ocupó durante años. Hoy el Partido está en el centro y a la vanguardia de esta batalla por la rectificación de errores, en esta lucha contra las tendencias negativas. Eso se vio claro en estas sesiones del Congreso.
Pero en estas sesiones del Congreso se vio claro también que el Partido sabe lo que quiere y está aprendiendo cómo hacerlo, y está empleando, además, un nuevo estilo de trabajo.
Esa rectificación no podemos esperarla de nuestros cuadros administrativos disfrazados de capitalistas, primero tenemos que quitarles el disfraz, tenemos que saber seleccionarlos y tenemos que educarlos. No quiero decir que hay que cambiar a todos los cuadros administrativos, ni mucho menos, hay muchos buenos; muchos de ellos no tienen la culpa de que los hayan disfrazado y los hayan puesto a trabajar, a actuar como vulgares capitalistas, y algunos se tienen que haber deformado.
En este proceso tenemos que hacer que rectifique todo aquel que puede rectificar, que sea susceptible a la rectificación y adoptar una conducta realmente comunista.
Admitimos que tenemos que tener un cuadro administrativo y que van a usar algunos mecanismos. Claro que esos mismos mecanismos hay que analizarlos, estudiarlos bien. Más que rechazo, hemos visto repudio entre los mismos trabajadores; cuando han tomado conciencia de algunos tipos de primas que les entregaban, han sentido repugnancia. Muchos han renunciado a primas de ese tipo, porque no tenían ninguna justificación, eran primas locas (RISAS), ininteligibles, incomprensibles; un invento para sobornar a la gente, para hacer el papel de bueno.
Los capitalistas no hacen eso, los capitalistas no sueltan una prima que no tenga un resultado medible, exacto y preciso, y un beneficio. Pero nuestros cuadros disfrazados de capitalistas soltaban primas por todas partes; si en definitiva no estaban soltando la prima de ellos (RISAS), estaban soltando la prima del Estado socialista, y el dinero del pueblo redistribuyéndolo a su antojo, creando un caos con la remuneración salarial.
Se ve claro, y en este Congreso se vio claro, que la solución de los problemas de la eficiencia, del desarrollo y de la construcción del socialismo, es cuestión del Partido, ¡está clarísimo! Y —como decía ayer— no administrando, no intentando administrar, sencillamente formando a los hombres, orientándolos, dirigiéndolos; saliéndoles al paso a todas las tendencias negativas, de cualquier tipo, a los errores; siendo ejemplo, ese fue un problema del que se habló bastante, de la ejemplaridad que debe tener el militante comunista. Sí, sí, no hay otra forma, o no se puede ser militante comunista, no se puede llevar ese honrosísimo título (APLAUSOS).
Ustedes saben perfectamente bien que ser comunista implica sacrificios; ustedes lo saben mejor que nadie, siempre les están exigiendo, más que a ninguno, esfuerzos, sacrificios. Y es lógico, en todas las circunstancias; así tiene que ser, no puede ser de otra forma.
Hay ciudadanos, hay trabajadores con muy buenas cualidades como trabajadores, que han tenido la honestidad de decir: "No, yo no quiero ingresar al Partido", porque no quieren buscarse los compromisos que implica ser militante del Partido. Eso es en lo primero que tenemos que educar al militante comunista, que debe estar dispuesto a todo, que tiene que ser esforzado y sacrificado, y que tiene que llevar una carga de deberes y de responsabilidades mayor que el resto de los ciudadanos. Por eso se le pide ejemplaridad.
Si se dice: Bueno, un trabajador comunista no puede ser trabajador independiente. Tampoco vamos a suprimir todas las categorías de trabajadores independientes, donde esté justificado, donde desarrollen una función útil, donde no estimulen el robo, el saqueo, el cambalache, la malversación, donde realmente resuelvan problemas, se mantendrán. Efectivamente, en el Pleno del Comité Central se discutió esto, y vi cómo algunos municipios resolvieron e, incluso, hicieron algunas excepciones con relación a la idea de que los militantes no deben ser trabajadores independientes. Los militantes renunciaron, y hubo casos en que el Partido dijo: ¡No!, porque era un jubilado o tenía un ingreso muy bajo, tenía alguna situación especial y el Partido la tuvo en cuenta; incluso en esas excepciones, en que se volvió una cuestión de necesidad y de justicia.
Pero, como principio, un militante no puede convertirse en un merolico; un militante no puede andar haciendo cambalache, comercio privado, no puede andar en esas posiciones de tipo egoístas, las que estamos criticando, realmente, de la gente que tenía la patente famosa esa, que era una especie de patente de corso, porque no iba al trabajo, o rompía algo, buscaba de cualquier forma que lo declararan interrupto para ir a obtener otro ingreso trabajando allí, además del que le pagaba el Estado; o abandonaba una obra importante para ir a ganar más dinero allá haciendo otra, y podía dejar un hospital que se estuviera construyendo con premura para ir a ganar más dinero trabajando por su cuenta, para citar ejemplo.
En estas situaciones de las famosas patentes, vamos a ver quiénes se quedan con patentes, que estén prestando, realmente, una función social útil. Tenemos que aceptarlo, es una necesidad en nuestras circunstancias y en nuestras condiciones; pero con orden, que se creó el relajo también en eso. Aquí no hubo nada en que no se instaurara el desorden, no hubo medida que no degenerara en alguna tendencia negativa. Pasó con los interruptos, que han estado ahora también en el centro de las discusiones en esta sesión del Congreso, y ya el Partido está actuando y está resolviendo el problema. Con bastante claridad se establecieron principios y se explicaron criterios de bastante repulsa a la institución del interrupto, sin que esto implique que se vaya a dar una solución despiadada, que no tome en cuenta cuestiones que puedan ser justas; pero, dentro de qué límites y dentro de qué condiciones, en un país que tiene necesidad de trabajo en muchas esferas. También será necesario resolver esa situación, que degeneró en vicio, y vicio generalizado. Es increíble la cantidad de ejemplos que demuestran hasta qué punto degeneró la cuestión.
Ya se ve el trabajo del Partido en todo esto; y donde el Partido actúa, los problemas subjetivos se resuelven y los problemas de organización se resuelven.
Ahora estamos enfrascados en este proceso de rectificación, de lucha contra las tendencias negativas —como les explicaba a ustedes—, en medio de una situación económica peculiar. No digo que es difícil, porque difícil puede dar la idea de que es difícil en todo. Por eso digo peculiar, porque hay algunos aspectos de la economía que tienen situaciones complicadas, difíciles, no todos. No le va a faltar al país, por ejemplo, el combustible que necesita, lo tiene asegurado; no le van a faltar muchas cosas que tiene aseguradas en sus relaciones económicas con los países socialistas. Pero sí nos van a faltar cosas de las que tenemos que importar del área de divisas convertibles; ¡sí nos van a faltar, y sí tenemos en eso una situación complicada, que nos va a traer problemas! Esa situación que tenemos puede traernos problemas de atrasos en llegadas de materias primas, puede traernos dificultades en piezas, pueden faltarnos algunas, pueden llegar tarde otras, debido a las limitaciones que tenemos con las divisas convertibles, grandes, ¡más grandes que nunca!
Yo trataba de explicar a los compañeros en el Congreso —creo que algo de eso salió por la prensa— y decía que íbamos a disponer, para las importaciones en convertible, de la mitad de lo que tradicionalmente hemos dispuesto, y unas importaciones que en el pasado eran como mínimo de 1 200 millones de dólares se verán reducidas a 600 millones. Y tenemos que arreglárnoslas con esas cantidades de dólares y debemos estar preparados para esas dificultades, que se van a presentar, desgraciadamente, porque a veces usted no puede comprar hasta que no dispone del dinero; y no puede gastar a menos que ingrese. En esto está implicado también la situación de la deuda externa y los problemas que trae aparejados, de los cuales se ha hablado bastante y que están padeciendo muchos países; situación —como he explicado otras veces—agravada para nosotros este año por una serie de factores ya de orden objetivo, como fue la sequía del año pasado, más el ciclón. Pero el año pasado el esfuerzo que se hizo logró reducir el daño del ciclón en la producción azucarera a mucho menos de lo que había producido la sequía.
Las reexportaciones que hacemos del combustible que ahorramos y que habían alcanzado la cifra de alrededor de 3 millones de toneladas, vieron reducidos sus precios a menos de la mitad, ¡a menos de la mitad!
Otro problema, de tipo financiero-monetario asociado al bloqueo económico, se originó al devaluarse el dólar y encarecer con ello todas las demás monedas en aquellos mercados donde nosotros compramos para importar. Esos tres factores redujeron a más del 40% nuestros ingresos, calculados en divisas, de un año para otro y crearon dificultades serias.
Un plan tan pequeño de divisa convertible, con una importación tan reducida de mercancías en el área de divisa convertible, nunca lo habíamos tenido y lo que estamos es, precisamente, esforzándonos para ver cómo se optimiza cada uno de esos recursos para reducir las afectaciones inevitables, porque tendremos afectaciones inevitables, y ver cómo enfrentamos esta situación sin sacrificar desarrollo, manteniendo intensamente nuestro programa de construcción, por ejemplo, de la Central Electronuclear, que un día significará un ahorro de 500 millones de dólares por año, en combustible. Eso no se puede parar; significará la electricidad que necesitamos para el futuro. Puede ser que en un futuro logremos ya utilizar una electricidad producida de esa forma en las cocinas, donde hoy hay que estar usando tantos tipos diferentes de combustible, y a veces con dificultades.
Ese desarrollo tiene que seguir, las construcciones y ampliaciones en refinerías de petróleo tienen que seguir, el desarrollo del níquel tiene que seguir, cuanta industria importante hay para el desarrollo del país tiene que seguir en estas circunstancias, tiene que tener prioridad.
Las inversiones —como explicaba a los delegados— que disminuyan las importaciones o generen artículos de exportación, tienen prioridad absoluta y no podemos detener una sola de ellas. ¿Cómo nosotros nos las arreglamos? Apoyándonos en las mercancías y materias primas que recibimos del área socialista, y con el mínimo indispensable, mínimo, mínimo, de la que obligadamente tenemos que comprar en el área capitalista hacemos un plan racional que no sacrifica el desarrollo y trata de satisfacer las necesidades fundamentales de salud, de educación y de alimentación.
Ahora, necesariamente habrá afectaciones, son inevitables, determinadas por esa situación de la finanza externa, incluso, por la búsqueda del balance interno, de las finanzas internas. De eso y de algunas medidas estuvimos hablando en el Congreso, aunque, desde luego, este tema deberá ser abordado, fundamentalmente, en la próxima reunión de la Asamblea Nacional donde se acordará el plan del año y se explicará cada una de las medidas que será necesario tomar.
Además de los factores que nos afectaron tremendamente este año y nos crearon esa situación, ¿qué factores nos amenazan o qué factores están presentes este año? Bueno, la sequía de este año fue peor que la del pasado año. Yo le pedí a la Academia de Ciencias: Por favor, reúnanme unos datos desde 1981 hasta 1986 sobre cómo se han comportado las lluvias. Parece que estamos en un período de sequía, indiscutiblemente, porque en todos los años, desde 1981 hasta 1986, las lluvias han estado por debajo del promedio histórico; en estos seis años, de 1981 a 1986, incluido 1981 y 1986. Hemos tenido en estos años, en general, sequías moderadas y sequías intensas, aunque siempre en algunos lugares llueve más, en otros menos. La del año 1985 fue entre moderada e intensa, pero ya en la provincia de La Habana, por ejemplo, donde se acumula el agua que nutre a la agricultura y nutre a la capital, estaba muy por debajo del promedio histórico.
Ahora, este año las lluvias hasta finales de octubre —y todos sabemos que en noviembre no llovió—, a pesar de aquellas que cayeron en un momento dado por la provincia de Santiago de Cuba y que sirvieron para llenar algunas presas, el promedio de lluvias caídas nacionalmente este año fue del 68% del promedio histórico, 68%, y en la provincia de La Habana el 66% del promedio histórico; en algunas, como Holguín, el 52% del promedio histórico.
La sequía que hemos tenido en este año 1986 es la que califican los especialistas en meteorología como sequías muy intensas, es la calificación o la categoría que tiene la sequía que hemos padecido este año. Eso afecta producciones agrícolas y la provincia de La Habana, tiene que reducir las áreas por faltar agua para el riego, a pesar de que hemos terminado un canal que conecta la presa Mampostón con Güira; al fin se terminó, pero no compensa las consecuencias de una sequía que creo que fue 70% el año pasado y ha sido 66% este año. Hasta octubre en la provincia de La Habana el promedio era este, y no solo afecta, por ello, la agricultura, sino también los suministros de agua a la capital. Serios problemas tenemos en este sentido.
Se ha decidido intensificar al máximo las obras de una nueva cuenca para terminarla el año que viene, a fines de año. Pero de nada valen canales, cuencas, presas, si no llueve.
Yo creo que es necesario que la población esté informada, más o menos, de estos factores, y no vivamos como si los ignoráramos.
Esto, necesariamente, va a afectar. Ya nos ha afectado en la producción azucarera en más de un millón de toneladas, y como nos hemos hecho el compromiso de cumplir las obligaciones que tenemos con los países socialistas y no podemos hacer como a veces se hacía antes, que sencillamente se disminuían las entregas de azúcar y se enviaban al mercado capitalista, con esta afectación es muy poca el azúcar disponible para los mercados capitalistas en el año 1987. Eso forma parte del conjunto de factores que he explicado, que hacen duro el año en recursos en moneda convertible, con la doble agravante de que nos afecta también en otras producciones agrícolas: afectan producciones de leche, de viandas, de vegetales.
Por eso estamos enfrentados en esta batalla, tanto más necesaria cuanto tenemos estas dificultades de carácter objetivo; una razón más para optimizar nuestro trabajo, en todos los sentidos, ¡en todos los sentidos!, para librar una batalla mucho más enérgica contra todo lo que sea despilfarro de recursos de cualquier clase: combustible, electricidad, agua, materias primas, lo que sea.
Sobre todo, también estar conscientes de los problemas, preparados para enfrentarlas sin sacrificar el futuro. Tenemos que arreglarnos y estar preparados para enfrentar las restricciones que sean necesarias enfrentar (APLAUSOS)
Una serie de medidas están siendo estudiadas, como les expliqué a ustedes, y serán acordadas. Ya está en su fase final lo relacionado con el plan, y el objetivo fundamental es arreglárnosla con lo que disponemos: mínimo de divisas convertibles, darles un aprovechamiento óptimo a todos los recursos, apoyarnos en los recursos que vienen del campo socialista; enfrentar las dificultades y desarrollarnos.
El desarrollo es lo fundamental, y estamos haciendo obras importantes.
Ahora, yo les confieso a ustedes que habiendo sido testigo, con todos los compañeros de la dirección del Partido y junto a ustedes, del desarrollo de estas sesiones, tenemos razones fundadas para sentirnos estimulados y sentirnos más bien optimistas, sin hacernos la ilusión de que por ello el camino es fácil. El camino entraña dificultades, y necesitamos enfrentarlas con mucha fortaleza política y mucha conciencia política y revolucionaria. El Partido tendrá que desempeñar un papel decisivo en eso.
Nosotros queremos que el Partido siga por ese camino que ha emprendido, y siga en el centro de esta batalla, y que continúe enriqueciendo las experiencias, ya que todos los días aprendemos.
Como aquí se explicó, a pesar de todo eso, vamos a buscar más piedra, más arena, más cabilla, más cemento, vamos a hacer un plan de construcción de vivienda mayor en 1987 que en 1986 y vamos a rectificar concepciones, errores en la política de inversiones. Vamos a vigilar una por una todas las obras priorizadas, porque en estos años no se había logrado que las inversiones priorizadas, que son esas que tienen que ver con el punto más débil, el talón de Aquiles de las divisas convertibles, que esas obras realmente priorizadas se construyan con prioridad, y debemos prestarles toda la atención que requieren.
Vamos a seguir haciendo cosas, vamos a seguir haciendo consultorios del médico de la familia, otros 1 500; el año que viene llenaremos las montañas de Santiago de Cuba con médicos de la familia. Vamos a seguir nuestros programas de hospitales, los que son más importantes, los que son más urgentes. No vamos a desesperarnos, ni vamos a sacrificar el futuro, ni el futuro económico, ni el futuro social, aunque el énfasis fundamental esté, lógicamente, en las inversiones económicas, no puede ser de otra manera.
El Partido tendrá que seguir con mucha atención todo, tiene que estar en el centro de todo eso, y tenemos que enriquecer nuestras experiencias, las que cada uno va adquiriendo y va creando en su enfrentamiento a los problemas, a las dificultades. Todos los días y en todas partes tenemos posibilidad de aprender algo nuevo, y por lo que hemos visto este año, ¡cuántos problemas están ya comenzando a superarse!
El enemigo, como la otra vez en el Congreso cuando hice las críticas, está al tanto de lo que decimos: si yo digo que aprovechamos mal la jornada laboral, los problemas estos de distinto tipo, enseguida sacan eso para divulgar; su interés es desprestigiar el socialismo, el nuestro es prestigiarlo. El de ellos es el de echarle basura y el de nosotros limpiarlo de todas las basuras (APLAUSOS). ¡Tenemos que limpiarlo de todas las basuras, y para limpiarlo no debemos tener ni el menor temor de señalarlas! Es bueno que lavemos los trapos sucios al aire libre, se viene repitiendo, contando con la colaboración cada vez mejor de nuestra prensa revolucionaria, a decir verdad, que con gran responsabilidad, con gran conciencia, con gran sentido de su papel y de su misión está contribuyendo mucho en esta batalla.
Y hay basurita que se va aireando. Nos queda, nos queda, pero todos los días vamos aireando basura.
Ellos se engañan, porque pueden estar pensando que vamos mal o que el socialismo no avanza, pueden hacerse ilusiones de ese tipo; pero, si se las hacen, no piensan con buena lógica, ya que lo que tiene de excelente esta batalla es que estamos limpiando la basura, es que estamos creando las condiciones para el desarrollo más acelerado de nuestro proceso revolucionario; es que no se dan cuenta de que estamos garantizando el porvenir y de que estamos garantizando la victoria por el camino correcto, ¡por el camino correcto! (APLAUSOS) Más vale que duerman de ese lado y duerman bastante tiempo, que echen una larga siesta, que van a ver resurgir la Revolución y el Partido, imponentes, entre el polvo de la basura. Cuando se vaya disipando, verán la Revolución en marcha, verán al Partido en marcha, y verán que hemos creado condiciones para vencer obstáculos objetivos y subjetivos, a pesar de las difíciles condiciones en que tenemos que hacer el socialismo, a las puertas del imperialismo, y a partir de unas relaciones económicas infames como las que practican los países capitalistas desarrollados con los países subdesarrollados o los países del Tercer Mundo, a pesar de eso; a pesar de los precios miserables que pagan por nuestras materias primas y nuestros productos, para cobrar dos veces más caro, tres veces más caro, cuatro veces más caro cualquier tareco que nos exportan, ¡hasta un equipo de frozen, señores!, hasta un equipito de frozen, que valía 2 000 pesos hace 12 ó 14 años. Allá por 1970 se compraron algunos cientos, que fueron a parar a las fábricas y a algunos lugares del Poder Popular. Quedaba una reservita por ahí.
Se me ocurrió preguntar qué precio tienen los equipos de frozen, y los que valían 2 000, ahora valen 8 000 dólares, para que ustedes vean mientras siguen pagando el azúcar, en el llamado mercado mundial, a cinco centavos, a seis centavos, y así cualquier materia prima, cualquier recurso de los que salen de los países del Tercer Mundo. Una grúa, que valía 25 000 pesos hace 14 ó 15 años, vale hoy 130 000, 140 000. Esas son las condiciones impuestas al Tercer Mundo.
A pesar de eso, y gracias precisamente a nuestra condición de país socialista y nuestras relaciones con los países del campo socialista avanzamos. ¡Ya calcularán ustedes la miseria, la pobreza que están pasando otros países que no tienen ese privilegio que tenemos nosotros!
El enemigo lo comprenderá y verá, algún día se dará cuenta de lo que estábamos haciendo ahora en este momento histórico, en el año 1986, ¡algún día se dará cuenta de eso!
Y nuestros problemas son nuevos, no son los problemas del año 1959. Nuestros problemas en la educación son otros, no es el analfabetismo, no es buscar maestros, no. Tenemos problemas en la educación, porque hemos construido miles de escuelas y queremos que esas escuelas funcionen de una manera óptima; tenemos problemas porque contamos ya con 260 000 profesores y maestros, y lo que queremos es que esos profesores y maestros se superen y hagan un trabajo óptimo. Tenemos problemas porque hemos construido y ampliado muchos hospitales. Tenemos problemas, porque tenemos como 25 000 y tantos médicos —no son los 3 000 que nos dejaron los imperialistas aquí, sino 25 000, y formados por la Revolución—, decenas y decenas de miles de enfermeras y de técnicos y trabajadores de la salud, y lo que queremos es que hagan un trabajo óptimo. Tenemos problemas porque hemos construido miles de instalaciones industriales y agrícolas; porque tenemos decenas y decenas de miles de tractores, de equipos de la construcción, y queremos que estos recursos se exploten eficientemente. Tenemos problemas porque estamos construyendo grandes obras y queremos que eso se lleve adelante al ritmo adecuado, con la calidad adecuada y la eficiencia adecuada. Tenemos problemas porque contamos con inmensos recursos, comparados con los que teníamos en el pasado, y libramos una batalla para que se empleen de manera correcta.
Si poseemos una nueva fábrica de 60 millones de metros cuadrados de tela, que se trabaje con la máxima eficiencia en esa fábrica; y no con la idea de ponernos arriba la ropa, sino de exportarla para resolver otros problemas, porque antes tenemos que garantizar las medicinas y antes tenemos que garantizar los alimentos. Si tenemos otra fábrica grande de cualquier tipo, muchas industrias mecánicas, que no existían antes, y muchas industrias de materiales de construcción, que no existían antes, queremos que trabajen con eficiencia y de una manera óptima. Por eso queremos librarnos de estas basuras y de estos polvos.
Yo hablaba al principio de cuando surgió la revolución en el viejo imperio de los zares, cómo tuvieron que llevar adelante la construcción del socialismo sin ayuda de nadie, quitándose la ropa, los zapatos, los alimentos, todo, para poder construir un país, que después vinieron los agresores fascistas y lo destruyeron por segunda vez en menos dé 30 años. Nosotros hemos tenido, en cambio, el privilegio —como expliqué— de unas excelentes relaciones, una colaboración exterior extraordinaria, un intercambio comercial satisfactorio con los países socialistas, hemos dispuesto de muchos recursos, y tenemos la responsabilidad de no haberlos sabido utilizar de una manera eficiente, o con toda la eficiencia necesaria.
Indiscutiblemente que si hay problemas con el cumplimiento de la jornada laboral en el campo, si se ha inventado la llamada jornada corrida, si se trabaja de cuatro a cinco horas en el campo, así no se puede construir el socialismo; si aprovechamos en la industria, en todas partes, el 80%, el 75%, el 70% de la jornada laboral, así no se puede construir el socialismo en un país que todavía depende en un grado tan alto de la agricultura, y que para liberarse de esa dependencia de la agricultura tiene que desarrollarse industrialmente, y para desarrollarse industrialmente hay que trabajar con mucha seriedad y mucha eficiencia, y hay que producir artículos de calidad. Si desaprovechamos la jornada laboral en la agricultura cañera, en la agricultura en general, en la construcción, en las fábricas, en veinte lugares, ¡así no se puede construir el socialismo!
Eso debemos saberlo, es lo primero que debemos saber, y es lo que estamos aprendiendo con mucha claridad, porque nunca habíamos reflexionado como se ha reflexionado ahora sobre este tipo de problemas, nunca se había interiorizado —como se dice ahora— el problema en grado tan alto. El Partido está consciente de eso, y se está volcando hacia eso, porque esas tendencias negativas hay que erradicarlas, hay que lograr que se trabaje.
No está dicho en ningún programa, ni está dicho en ninguna parte, ni nadie lo dijo nunca en ninguna parte, que se pudiera desarrollar a un país, hacer avanzar a un país y enriquecer a un país sin el trabajo. Y debemos saber tener un concepto digno del trabajo. Todo nuestro honor y toda nuestra vergüenza deben sumarse para levantar el valor del trabajo, la importancia del trabajo, para tomar una conciencia de la importancia del trabajo. Y trabajar, consagrarse al trabajo; trabajar lo que establecen las leyes, lo que está establecido; aprovechar la jornada y erradicar todas esas tonterías de todas clases que han conducido a esas indisciplinas, erradicar todas esas tonterías y todos esos disparates que hemos estado analizando y criticando duramente. Y solo hay una manera de conseguirlo: el trabajo político y revolucionario dirigido por el Partido, porque la respuesta que han dado los obreros en todas partes es excelente, según ustedes han reflejado en todas las reuniones que han tenido lugar y en las que tanto se dijo sobre la comprensión y el apoyo que, con muy pocas excepciones, se encontró en todas partes.
Hay gente que no entiende, hay gente que evidentemente ni lee el periódico, o si lo lee no lo entiende, o no oye el radio, o no le han explicado los problemas, porque la clave está en explicar los problemas y explicar las realidades. Si el sol está ahí, usted no puede decir que el sol no existe.
Tenemos que hacer ese trabajo de información, de educación de nuestros trabajadores y de nuestro pueblo. Yo estoy convencido de que lo lograremos, y después de estas sesiones, de esta reunión, estoy más convencido todavía, ¡más que nunca! (APLAUSOS), de que este programa de los comunistas y de nuestro pueblo lo cumpliremos (APLAUSOS); y no solo de que lo cumpliremos, sino también de que lo sobrecumpliremos, como cumplimos y sobrecumplimos nuestras promesas del Moncada (APLAUSOS), como cumplimos y sobrecumplimos nuestras promesas del "Granma" (APLAUSOS), como cumplimos y sobrecumplimos nuestras promesas de la Sierra Maestra (APLAUSOS).
No se trata hoy de lidiar con problemas de analfabetismo, de falta de escuelas, con los problemas de la mendicidad, del hambre; no se trata de lidiar con los problemas de aquellos hombres y mujeres que morían sin hospitales, sin médicos, sin asistencia de ninguna clase; no se trata de lidiar con los problemas de una tiranía feroz que nos oprimía y nos ataba pies y manos, que nos quitaba la libertad, que nos quitaba el pan, que nos vendía al extranjero; no se trata de luchar casi sin armas, sin nada, con un enemigo fuerte y bien armado, frente a tareas inmensas: se trata de resolver y enfrentar los nuevos problemas, resultado de nuestros avances, de nuestro desarrollo y del gran reto histórico de desarrollar el país, de construir el socialismo, de avanzar por los caminos del comunismo, de desarrollar la teoría y la práctica revolucionaria; de demostrar que el socialismo no solo es absolutamente superior al capitalismo en la esfera de la educación, o de la salud, o el deporte, u otras cosas en que ellos aceptan que hemos tenido progreso, si no hay que demostrarles a los capitalistas que los socialistas, los comunistas, somos capaces de ser, a través de la vergüenza, del honor, de los principios y de la conciencia, no una vez, ni dos veces, ¡diez veces más capaces de resolver los problemas del desarrollo de un país!, ¡que somos más capaces que ellos de ser eficientes en la esfera de la producción material! (APLAUSOS), ¡y que una conciencia, un espíritu comunista, una vocación y una voluntad revolucionarias, fueron, son y serán siempre mil veces más poderosas que el dinero!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos
(OVACION)