DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN EL ACTO CENTRAL POR EL XXV ANIVERSARIO DE LA VICTORIA DE GIRON, EFECTUADO EN EL TEATRO "KARL MARX", EL 19 DE ABRIL DE 1986, "AÑO DEL XXX ANIVERSARIO DEL DESEMBARCO DEL GRANMA".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Distinguidos invitados;
Familiares de los combatientes caídos en Girón;
Veteranos de Girón;
Compañeras y compañeros:
Cuando los acontecimientos de Girón, aproximadamente la mitad de la población actual de nuestro país no había nacido todavía; muchos, hoy adultos, eran niños. Pero algunos millones de personas recuerdan perfectamente aquellos acontecimientos, que fueron vividos por nuestro pueblo con gran intensidad.
En estos días, nuestra prensa ha hablado abundantemente de todo lo sucedido en aquellos momentos.
Percibo que aunque existen muchos e interesantes testimonios, no se ha escrito todavía una historia exacta, precisa y global de aquella batalla. A veces —por lo que nosotros recordamos— hay fechas que se confunden, a pesar de que fueron tres días solamente: cosas que ocurrieron el 19, se presentan el 18; algunas que ocurrieron el 20 —acontecimientos posteriores—, se presentan el 19. Y así por el estilo. Quizás algún historiador, o un grupo de historiadores, después de 25 años y aprovechando la gran cantidad de testimonios escritos, de entonces y de ahora; aprovechando también la posibilidad de poder interrogar a muchos de los que participaron, puedan reconstruir, con el máximo de precisión, todo lo que ocurrió.
La prensa internacional también ha hablado mucho en estos días de aquellos acontecimientos, estimulada por el hecho de que se conmemora el XXV aniversario. Algunas agencias cablegráficas han expresado que ciertas instituciones que participaron en aquellos acontecimientos no han podido recuperarse todavía de la derrota.
La agresión de Girón tuvo sus antecedentes. Ya desde el 11 de diciembre de 1959 —¡diciembre de 1959!—, el Jefe de la Agencia Central de Inteligencia propuso al gobierno de Estados Unidos el plan para destruir la Revolución. Y en fecha también tan temprana como el 17 de marzo de 1960, el presidente Eisenhower ordenó la organización y los preparativos de la agresión. Naturalmente que esto no lo sabíamos en aquella época; lo supimos después, cuando los propios autores y participantes hicieron la historia de sus fechorías.
Antes de Girón se había llevado a cabo todo un programa de desestabilización, de actos de sabotajes, planes de asesinatos, organización de bandas armadas, desembarco de armas y explosivos, o lanzamiento en paracaídas de aquellas armas; ya antes de Girón el imperialismo había logrado organizar numerosos grupos de bandidos en el Escambray, prácticamente en todas las provincias del país había grupos alzados en armas, organizados por la CIA. En el país existían cientos de organizaciones contrarrevolucionarias; cada vez que se reunían tres o cuatro, o incluso dos o tres contrarrevolucionarios, creaban una organización. Ese era el estilo de la CIA: promover cuantas organizaciones fuesen posible, aunque algunas de ellas eran más fuertes y preferidas, las que utilizaban, realmente, en sus actividades.
Dos días antes del bombardeo fue quemada, en un acto de sabotaje, la tienda "El Encanto"; allí murió la compañera trabajadora Fe del Valle.
El día 15, al amanecer, lanzaron el ataque aéreo; la noche anterior trataron de llevar a cabo un desembarco por la provincia de Oriente, en la región de Baracoa. Y el 17 lanzaron la invasión.
Para explicar la derrota imperialista, de una forma o de otra, se ha escrito mucho, sobre todo del lado de allá, por periodistas, agentes del gobierno de Estados Unidos, exmiembros de la CIA, políticos norteamericanos; sin embargo, para nosotros los hechos están muy claros.
La invasión mercenaria no sorprendió al país, no nos tomó de sorpresa, a pesar de que todas las agencias cablegráficas —y aquí tienen una buena prueba de la seriedad de la información de las transnacionales de las noticias— recibieron instrucciones del Presidente de Estados Unidos, de no hablar ni publicar ninguna noticia relacionada con los preparativos de la invasión, que ya muchas personas conocían. Los principales rotativos, entre ellos el "New York Times", que en esa ocasión traicionó su fama de periódico objetivo, recibieron instrucciones de no divulgar ninguna información sobre los preparativos de invasión. Por tanto, a través de la prensa, de los cables, no se podían percibir indicios de lo que iba a ocurrir; pero por otros medios, por los antecedentes, por la práctica ya adquirida por los revolucionarios desde muy temprano de adivinar lo que va a hacer el enemigo, percibíamos la inminencia del ataque. No se puede decir que conocíamos fecha exacta, pero percibíamos toda una serie de síntomas de lo que iba a suceder.
Habíamos trabajado intensamente en las semanas anteriores, fue enorme el esfuerzo de organización y preparación de personal que se llevó a cabo, cientos de miles de personas fueron organizadas, entrenadas y armadas en unas cuantas semanas. Las armas venían llegando a ritmo rápido y llegaron oportunamente. Podemos decir que unas cuantas semanas antes de la invasión arribaron gran número de piezas de artillería terrestre, artillería antiaérea, artillería antitanque, tanque y cañones autopropulsados; y habíamos logrado reunir cientos de miles de armas, la mayor parte de las cuales era socialista, puesto que nuestros intentos de adquirir al principio ciertos lotes de armas en Europa Occidental fueron saboteados.
Algunos países occidentales nos vendieron el parque y no vendieron los cañones. Uno de los barcos que traía un cargamento de fusiles y municiones, "La Coubre", fue saboteado; decenas de obreros y de soldados murieron en aquel sabotaje típico, clásico de la CIA. Nunca más, a pesar de que tal vez miles de barcos han desembarcado armas, ninguno explotó; lógicamente, un barco cargado en un puerto de Europa Occidental, la CIA podía fácilmente sabotearlo, de modo que cuando se levantara una caja de municiones, estallara.
Hicimos todos los estudios y aquello no podía estallar por casualidad. Se lanzaron granadas, de las que allí había, desde aviones a distintas alturas, a miles de metros, y ninguna de aquellas cajas estalló. Se veía claro que había sido un sabotaje organizado desde el exterior, y organizado sofisticadamente para provocar una doble explosión, porque fue realmente una doble explosión; después de la primera, a los pocos minutos, cuando muchos soldados y trabajadores estaban ayudando a sus compañeros, se produjo la segunda explosión, lo que hizo mucho más sangriento aquel sabotaje.
Las armas recibidas en vísperas de la agresión no estuvieron muchos días guardadas en los almacenes. Se aceleró todo el proceso de organización de batallones. En aquella época, la unidad mayor de que disponían nuestras Fuerzas Armadas era batallón: batallones pesados, batallones ligeros, que era como les llamábamos, en dependencia del armamento. Se hizo todo un programa de formación de cuadros, de entrenamiento del personal, un programa acelerado; porque había un puñadito de técnicos, especialistas soviéticos y checos, pero aquel programa de preparación del personal para hacer uso de todas aquellas armas era un programa largo. Las primeras baterías se suponía que estarían listas al cabo de varios meses, y ya teníamos armamento para cientos de baterías; la circunstancia era especial, la situación era de emergencia. En los mismos campamentos donde estaban entrenándose las primeras baterías, hablamos con los milicianos y les dijimos: lo que ustedes aprendan por la mañana, tienen que enseñarlo por la tarde. Reclutamos miles y miles de combatientes para formarlos como artilleros, los escogimos voluntarios entre las distintas unidades ya organizadas.
Ciudad Libertad se convirtió en un enorme campamento, otros lugares también; por Mariel, por La Cabaña, por todas partes había decenas de miles de hombres preparándose las semanas previas al ataque. Eso fue fundamental, no se perdió un minuto. Ello permitió que el día del ataque, con mayor o menor preparación, todas las armas tuvieran personal listo para usarlas. Comprenderán que en un período de tiempo tan breve, era imposible una preparación rigurosa de aquel personal, pero sabían manejar las armas; lo demás lo puso la valentía, el heroísmo, la buena voluntad de los trabajadores, de los milicianos, de los soldados.
Los tanques también estaban recién llegados, apenas unas semanas tuvieron de preparación los tanquistas; ya conocían algo de tanques, por la experiencia adquirida tratando de manejar los propios tanques que había dejado la tiranía en nuestro país.
Se tomaron medidas en los aeropuertos, siempre pensando que podía venir algún ataque sorpresivo. Se instalaron baterías antiaéreas para proteger los aviones, se dispersaron los aviones.
La noche del 14 al 15 de abril estábamos de pie, en el Estado Mayor que teníamos improvisado en una zona de la Ciudad de La Habana, pendientes de lo que iba a ocurrir en Oriente, sí se producía o no el desembarco, cuando al amanecer los aviones pasaron rasantes, precisamente por encima de donde estábamos, se dirigían directamente hacia Ciudad Libertad. No había transcurrido ni un minuto, quizás medio minuto desde que los vimos volar rasantes, hasta el momento en que empezaron a disparar con los cohetes y las ametralladoras sobre el campamento de Ciudad Libertad. Pero también pudimos apreciar la rapidez increíble con que los milicianos que operaban las baterías antiaéreas comenzaron a disparar contra los aviones; creo que no transcurrieron ni 20 segundos desde el momento en que recibieron el ataque hasta el momento en que comenzaron a disparar, incluso, con eficacia. Así se iniciaron los primeros combates, con un ataque sorpresivo, utilizando aviones con las insignias de nuestra Fuerza Aérea, pintaditos de la misma forma. A nosotros nos había extrañado en aquellos segundos en que los vimos pasar, nos preguntábamos de dónde vendrían esos aviones, no teníamos noticias de eso, y eran aviones enemigos disfrazados. Resultaba extraño que hubieran lanzado el ataque aéreo alrededor de 36 ó 38 horas antes del ataque principal, tal vez pensaron que nos engañarían con el desembarco que intentaron realizar aquella noche del 14 al 15 por la zona de Baracoa; allí los estaban esperando, si hubieran desembarcado, hubieran durado, realmente, bastante poco.
Pero no nos habrían engañado realizando aquel desembarco con una fuerza de 200 hombres por Baracoa. Para nosotros era una incógnita todavía qué iban a hacer con aquella fuerza mercenaria, numerosa, que se sabía que estaba siendo entrenada —eso lo sabía el mundo entero— en Guatemala y otras partes: cómo la emplearían, si la empleaban en pequeños grupos para tratar de crear muchos frentes, o la concentraban en un punto —nosotros preferíamos que la concentraran, porque podríamos resolver mucho más rápido el problema—, no obstante, habíamos tomado medidas: meses antes se había hecho una gran limpia en el Escambray, que había reducido a menos del 10% el total de bandidos en aquel lugar, con la participación de milicianos de toda la república, pero fundamentalmente de la Ciudad de La Habana; alrededor de 50 000 hombres participaron en aquella limpia, adquirieron entrenamiento, caminaron por las montañas y alcanzaron experiencias, que después serían muy útiles en los combates de Girón.
Pero habíamos tomado medidas para el caso en que decidieran dispersar aquella fuerza en muchos grupos, y en todos los lugares de nuestras costas de posible desembarco habíamos colocado, por lo menos, un pelotón, ¡en todos los lugares de posible desembarco!
También analizábamos la posibilidad de que trataran de crear alrededor de Cuba una especie de Taiwán; que quisieran apoderarse, por ejemplo, de lo que hoy se llama Isla de la Juventud, antes conocida como Isla de Pinos, donde había, por cierto, miles de contrarrevolucionarios presos, porque muchos de aquellos bandidos capturados en el Escambray estaban presos allí, no había otros sitios a donde conducirlos, y muchos saboteadores, contrarrevolucionarios, estaban también allí. Había que prever la posibilidad de que trataran de desembarcar por aquel punto, liberar a aquellos presos contrarrevolucionarios y ocupar un pedazo del territorio nacional para establecer un gobierno provisional.
Habíamos previsto también la posibilidad de que desembarcaran por la zona de Trinidad, próxima al Escambray, y aquella zona estuvo, sin duda, entre los lugares considerados en sus planes, pero la gran limpia del Escambray unos meses antes, aparentemente, los llevó a cambiar de idea y, fundamentalmente, porque habíamos fortalecido muchísimo la Isla de la Juventud; había allí miles de combatientes fortificados y bien armados, para hacer imposible que la isla pudiera ser ocupada por una invasión mercenaria.
Se tomaron medidas también en Trinidad, en el aeropuerto, en las costas; se fortaleció considerablemente el área, de modo que quedaba excluida la posibilidad de que fueran a desembarcar por allí. Ellos eran los que tenían que resolver entonces el problema del lugar por dónde desembarcaban, si decidían utilizar todas las fuerzas juntas.
El bombardeo previo no destruyó todos nuestros aviones, solo algunos, gracias a las medidas que se habían tomado. Incluso cuando se produce la invasión el 17, hay todavía más aviones que pilotos; quedaban alrededor de 8 ó 10 aviones —esos son los datos que tenemos que precisar—, pero había solo unos siete pilotos, no muchos más; sí recuerdo que había más aviones que pilotos.
Los aeropuertos fueron reforzados más aún. Algunos teóricos, estrategas de café con leche del imperialismo, han dicho que una de las razones del fracaso fue que no se produjo el segundo bombardeo en San Antonio, para destruir los aviones que nos quedaban. Pero es que eso lo teníamos previsto también, los aeropuertos fueron reforzados con muchas antiaéreas, los aviones recibieron mayor protección; además, lo esencial, antes del amanecer del 17, una vez que se habían comprobado los desembarcos en la zona de Playa Larga y Playa Girón, ya los aviones estaban en el aire, en dirección a la zona de Playa Larga y de Playa Girón. No habrían encontrado ningún avión en tierra; aquello fue deliberado, porque preveíamos la posibilidad de un nuevo ataque a nuestras pequeñas bases aéreas y a nuestra insignificante aviación.
Cuando llegan aquellas noticias sobre desembarcos, que recibimos alrededor de las 2:00 de la madrugada cuando tratábamos de descansar algunas horas, después de días sin dormir, al despertarnos y ser informados de que se estaban produciendo desembarcos en Playa Larga —me parece que fue el primer punto reportado—, nos dirigimos al puesto de mando.
¿Cómo pudimos darnos cuenta de que aquella podía ser la dirección principal? Al continuar llegando noticias de los desembarcos en Playa Larga, que ya se habían producido combates con los milicianos que custodiaban el lugar y también sobre desembarcos por Playa Girón, la primera deducción que hicimos nosotros fue la siguiente: Estos, efectivamente, van a tratar de ocupar un pedazo del territorio nacional; estrategia que tenía mucha lógica, porque no era de suponer que ninguna expedición mercenaria fuera a derrotar al pueblo de Cuba, aquello tenía que ser el inicio de un mecanismo para organizar una intervención de Estados Unidos a través de la OEA. Eso era clarísimo, ya tenían los dispositivos creados para formar un gobierno, ya tenían el grupo organizado, ya tenían los líderes, ya tenían al presidente, a los ministros, a los jefes, a todo el mundo, gobierno que solicitaría de inmediato el apoyo de la OEA. No era de suponer que con una expedición mercenaria, aunque fueran 1 500, 5 000, 10 000, ¡cien mil!, hubiesen podido derrotar al pueblo de Cuba; luego, se veía claro que se trataba de montar un dispositivo para instrumentar la intervención extranjera.
La idea de que las esperanzas de éxito se basaban en una sublevación del pueblo no la cree nadie, ni los mismos que la afirmaron; y si realmente creyeron eso alguna vez, es una prueba de lo desacertados que estaban. Pero el programa no era ese, el plan no era ese. Quizás una esperanza de los que organizaron aquella expedición mercenaria sí, pero lo que hicieron no era para ayudar a una sublevación; se veía claro desde el primer momento que iban a buscar un pedazo de territorio —para mí fue muy claro. Si ya no podían atacar la Isla de la Juventud, porque estaba muy fortalecida; si no podían desembarcar por Trinidad, territorio que podía ser defendido en ambas direcciones, porque las carreteras entre montañas que le dan acceso se prestan a la defensa, y unirse con los bandidos del Escambray, entonces, se veía claramente que el territorio que se prestaba para eso era el sur de la Ciénaga de Zapata, puesto que se trataba de un pedazo de territorio separado del resto del país por una ciénaga que tiene entre ocho y diez kilómetros de ancho, más o menos; una ciénaga que solo contaba tres puntos por donde podía cruzarse: entre Australia y Playa Larga, entre Covadonga —más hacia el este— y San Blas, o entre Yaguaramas y San Blas. Se trataba de tres puntos de acceso que eran fáciles de cortar y defender.
Cuando llegaron las noticias de los encuentros de los pelotones, de Playa Larga y Girón con los invasores, nos dimos clara cuenta de que era el lugar adecuado para realizar lo que ya no podrían realizar en la Isla de la Juventud o en Trinidad, que por allí venía el ataque, y se tomaron todas las medidas pertinentes; inmediatamente se ordenó enviar las primeras unidades hacia aquella zona.
Estaba claro que si desembarcaban por allí había que garantizar cuando menos el acceso de nuestras tropas por una de las tres carreteras, y tratamos de garantizar la que estaba más próxima. No nos importaba si se apoderaban de un pedazo de territorio además de las otras dos carreteras; por lo menos, una tenía que estar en nuestras manos, y esa fue la misión que se les dio a la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas y a dos batallones que estaban en aquella zona: garantizar una de las carreteras.
Se empezaron a mover las tropas necesarias para combatir al enemigo, pero no era el ciento por ciento de nuestras tropas, era un pequeño porcentaje del total de las fuerzas del país. Pero se empezaron a movilizar hacia aquella dirección unidades de tanques, de artillería, de antiaérea, de infantería, aunque actuando, incluso, todavía con la debida cautela; previendo la posibilidad de que desembarcaran por otros puntos; admitiendo, incluso, en teoría —porque siempre, aun en teoría, hay que contemplar los distintos riesgos— de que fuera una maniobra de distracción. Pero a medida que transcurrían las horas de la madrugada, que no había más noticias de desembarco en otros puntos, se iba confirmando la idea de que por allí iba a ser el golpe principal del enemigo; también por eso, antes del amanecer, los aviones estaban en el aire y hacia aquella dirección.
Sin embargo lo que viene a confirmar definitivamente la idea de que por allí era el golpe principal es cuando, al amanecer, lanzan a los paracaidistas para tomar la carretera de Yaguaramas a San Blas; Covadonga-San Blas, Australia-Playa Larga, precisamente en la zona de la Ciénaga. Y, efectivamente, tomaron las otras dos carreteras, pero en una de ellas fueron esperados por los milicianos. Es decir, a la entrada de la Ciénaga, por la carretera Australia-Playa Larga, los que fueron a desembarcar allí por aire no pudieron ocupar ninguna posición; los que trataron de hacerlo más al sur en esa misma carretera, no tuvieron tiempo de llegar a las posiciones y quedó en manos nuestras una de las tres carreteras. Eso era muy importante. Creo que de todas formas los habríamos aplastado, aunque tuvieran las tres carreteras, y que los tanques les iban a pasar por arriba, como les pasaron en algunos lugares. Pero, desde luego, como he dicho en otras ocasiones, una carretera recta de 10 kilómetros, en medio de la ciénaga, que no se puede bordear en absoluto, se convierte en una especie de Paso de las Termópilas, fácil de defender, muy fácil de defender, sobre todo, si se dispone de tanques, de morteros, de antitanques y de una supuesta superioridad aérea, que fue lo que creyó el enemigo. Y efectivamente la tenía por el número de aviones y piezas de repuesto, tenía una gran superioridad aérea, alrededor de 30 aviones; nosotros teníamos alrededor de 11 y solo 7 pilotos. El secreto consistió en la forma en que se emplearon aquellos aviones.
El cálculo del Pentágono y de la CIA parecía racional, que la famosa brigada, con su compañía de tanques, sus numerosísimas armas antitanques, su artillería, sus paracaidistas, etcétera, muy bien entrenada por la CIA y el Pentágono, podía sostener aquel pedazo del territorio. El lanzamiento de los paracaidistas nos convenció, efectivamente, ya no hubo la menor duda sobre el golpe principal; se vio claro, y, entonces, el objetivo de la Revolución fue no darles tiempo a nada, no darles tregua, porque no les podíamos dar tiempo a que consolidaran un pedazo del territorio y trasladaran al gobierno provisional, que ya estaba constituido y con las maletas allí en Miami esperando aterrizar en Girón.
Lo curioso de todo esto es que escogieron el lugar, que si racionalmente podía tener características similares a Trinidad o Isla de la Juventud, fácil de defender, desembarcaron por uno de los lugares que mejor conocíamos nosotros, lo conocíamos casi tanto como a la Sierra Maestra; porque la Revolución, que se fue ocupando de los lugares más apartados y más pobres del país, no por razones militares sino por razones sociales, había construido ya en tan breve tiempo dos centros turísticos y tres carreteras en aquella zona. Lo curioso sin duda es que las tres carreteras las había construido la Revolución igual que el aeropuerto de Girón. Conocíamos al dedillo aquella zona, de modo que se pudo elaborar rápido y preciso el plan de respuesta; desde luego, no podíamos precisar qué cantidad de aviones tenía el enemigo, había que ser cuidadoso en eso, evitar errores. Y no hubo ninguna duda sobre lo que debíamos hacer con nuestros aviones; la misión de nuestros aviones era hundir la escuadra mercenaria.
De modo que, incluso, mientras sus aviones trataban de golpear a nuestras tropas y de apoyar a sus tropas, nuestros aviones se concentraron en hundir la escuadra mercenaria y, efectivamente, a las dos horas o tres, estaban todos los barcos hundidos o en fuga; no duró ni tres horas la famosa escuadra aquella con sus barcos auxiliares. Los yankis los habían venido protegiendo por todo el camino durante varios días, los escoltaron con portaaviones y con destroyers, etcétera, y, sin embargo, duraron allí frente a Girón y Playa Larga lo que un merengue en la puerta de un colegio (APLAUSOS).
No pudieron sostenerse allí, incluso el barco con el puesto de mando de comunicaciones fue hundido por los certeros disparos de nuestra aviación que, de paso, derribó algunos aviones enemigos también esa mañana. Claro, no se les podía dar protección a nuestras tropas en ese momento. Alrededor de las 11:00 de la mañana, o entre las 10:00 y las 11:00, se destinaron dos aviones a darle apoyo al batallón de responsables de milicias para que cruzara la carretera en dirección a Pálpite. Fue el único momento en que se sacaron los aviones de encima de la escuadra, para apoyar nuestras fuerzas a fin de que se consolidaran en aquel acceso,
Se veía, sin embargo, gran movimiento de aviones enemigos, no podíamos saber si eran 20, 50, ó 100, ¡qué sé yo cuántos aviones podría movilizar Estados Unidos! Por eso las tropas iban siempre acompañadas con muchas baterías antiaéreas, y durante el día se les dieron instrucciones, sobre todo, a las unidades de artillería y tanques, de no rebasar los límites de Jovellanos, para no acercarlas de día a la zona de operaciones. Pero cuando empezó a anochecer, un torrente de artillería, de hombres y de tanques marchó hacia el combate. Claro, no eran muchos los tanques en el primer instante, porque en aquella época solo había zorras para transportar cinco tanques, esos sí estaban adelantados; los otros marchaban por su eje, por las carreteras, debiendo recorrer más de 200 kilómetros, pero se iban acercando; había bastante artillería terrestre y artillería antiaérea, toda la infantería necesaria.
No se le dio al enemigo un minuto de tregua, ¡un minuto! Ese es un principio importante. A las 64 horas —porque fueron 64 horas; se dice 72, menos de 72, pero, realmente, ellos desembarcaron alrededor de las 2:00 de la madrugada del 17— y alrededor de las 6:00 de la tarde del 19 ya no había ninguna resistencia organizada, estaban en total desbandada. No se les dio un minuto de tregua.
Se enviaron fuerzas, desde luego, en las restantes direcciones; pero el grueso iba por esa dirección que mencioné.
Queríamos llegar esa misma noche a Girón. Flavio cuenta en una de sus narraciones las instrucciones que tenía, porque iba en un tanque, en uno de los primeros cuatro tanques que avanzaron sobre el enemigo, y él dice que tenían que llegar a Playa Larga, seguir para Girón y después marchar en dirección a San Blas. Añade que todo en una noche.
A lo mejor Flavio y algunos de los lectores se imaginan que aquello era demasiado. Yo estoy absolutamente convencido de que no era desacertado, ni exagerado. Es más, estoy absolutamente convencido de que se hubiera podido llegar a Girón, por lo menos, en la mañana del día 18; no había que esperar hasta el 19.
La resistencia enemiga fue fuerte allí, en Playa Larga; pero —como les decía— nosotros conocíamos como la palma de la mano ese territorio. Cuando vimos la resistencia que hacían en la dirección de Playa Larga, estábamos planeando un movimiento de flanco, sencillo, elemental, por una especie de vereda estrecha, pero por donde pueden pasar vehículos motorizados, por donde pueden pasar tanques, que está entre Soplillar y Caleta del Rosario. Estábamos esperando que llegaran los tanques que venían por su eje, para organizar un movimiento de flanco por la izquierda, rodear Playa Larga por el oeste, dividir en dos partes la fuerza mercenaria y avanzar rápidamente, todavía de noche, en dirección a Girón. El enemigo posiblemente se hubiera encontrado los tanques en Girón antes del amanecer.
Se envió también por tierra un batallón en dirección a Cayo Ramona, para dividir igualmente al enemigo entre Girón y las carreteras que tenían ocupadas en dirección de Covadonga y Yaguaramas.
Fue en ese momento en que realmente, a mi juicio —habría que precisar más datos, la hora exacta en que llegaron los restantes tanques—, se comunican conmigo desde el Puesto de Mando de La Habana y me informan que se está produciendo un desembarco enemigo por el oeste de La Habana. Me parecía muy extraño todo aquello. Digo: ¿Tendrán fuerzas suficientes después del esfuerzo que están haciendo aquí, después de haber lanzado a los paracaidistas? ¿Tendrán otro ejército para lanzarlo por el oeste de La Habana? Pregunto si es seguro, si está comprobado, y me informan que está comprobado, que las fuerzas nuestras ya han hecho contacto con el enemigo.
Eso tiene lugar alrededor de la 1:30 de la mañana, cuando estábamos esperando los tanques. Entonces, ante aquella noticia de que realmente el enemigo está desembarcando por el oeste de la capital, de que se ha comprobado y se ha hecho contacto, decidí trasladarme de inmediato hacia La Habana. En realidad lo lamento muchísimo, puesto que creo que, a pesar de lo exagerada que podía parecer la idea, con los demás tanques en dirección a Girón se había podido cumplir el plan aquel. Ahora ya los historiadores tendrán que hablar con los tanquistas de aquella unidad y otros participantes para precisar, pero yo tuve que salir hacia la capital.
Dejé a un compañero en el Puesto de Mando del Australia, que no tenía mucha experiencia militar, pero le di todas las instrucciones: No dejen de hacer este movimiento, esta operación. Regresé, llegué al amanecer. No existía esa autopista que tenemos hoy, que reduce tanto el tiempo; en automóvil eran de tres a cuatro horas de viaje el trayecto. Nuestros carros no tenían medios para comunicarse con La Habana; podíamos hablar por teléfono desde un punto fijo, desde un lugar, pero no teníamos ni siquiera comunicaciones radiales en aquel entonces. Y al llegar al amanecer a la ciudad de La Habana, me encuentro con desencanto que la noticia del desembarco era falsa.
Yo pensaba que en el oeste de La Habana se iba a librar, realmente, un gran combate. Digo: Bueno, allí va a ser peor todavía para los mercenarios, si desembarcan. Porque en La Habana teníamos el grueso de las fuerzas, teníamos, incluso, fuerzas de la marina: dos fragatas que las habíamos artillado contra aviones, las habíamos saturado de piezas antiaéreas; en La Habana hubiera podido participar mejor nuestra pequeña aviación, estaba más cerca; la marina habría podido participar, y mucha más fuerza, muchos más medios de combate que los que estaban en dirección a Girón.
Al llegar aquí lo que se comprueba es que no hay tal desembarco, en realidad. Siempre sentiré el dolor de que aquella operación de flanco por la izquierda no pudiera realizarse la misma madrugada.
El enemigo que hacía resistencia fuerte en Playa Larga, al amanecer, bajo la presión de nuestras fuerzas, se retira; ¡pero puede retirarse!, puede unirse a los que estaban en Girón. De lo contrario, habrían quedado divididos en dos partes, con el simple expediente de cortarle la carretera por el camino que yo conocía perfectamente.
¿Y qué había ocurrido? La escuadra yanki simuló un desembarco por las zonas de Cabañas y Bahía Honda. Efectivamente, había simulado un desembarco; hoy se sabe que utilizaron medios electrónicos y produjeron, incluso, toda la impresión de desembarco y de combates allí con medios electrónicos. Esa ayuda que dio la escuadra yanki, permitió que los mercenarios estuvieran 30 horas más allí de lo que tenían que haber estado; ellos no debían haber durado, en el mejor de los casos, 48 horas. Si estuvieron 64 horas, se debió a esa maniobra y simulacro de desembarco que hicieron los yankis.
El día 18, ante la resistencia que se venía ofreciendo en el área de Playa Larga o en la dirección de Playa Larga-Girón y el hecho de que se hubieran reunido todas las fuerzas mercenarias en Girón, decidimos acelerar e intensificar la ofensiva por Covadonga y Yaguaramas; como consecuencia, el día 18 se luchó fuertemente en aquella dirección, porque allí hicieron también resistencia, una resistencia desesperada —tal vez estaban esperando que intervinieran la aviación y la flota yanki.
También el día 19 se combatió duro en aquella zona a medida que avanzábamos. Creo que teníamos dos o tres helicópteros por aquella época, los empleamos en traslado de tropas. Situamos una pequeña fuerza al este de Girón, a varios kilómetros, que avanzó por tierra y recibió bazuqueros trasladados en helicópteros; se emplearon los helicópteros para transportar igualmente una compañía de bazuqueros, que debía situarse en la carretera entre San Blas y Girón para cortarlos también por allí, ya que estaban haciendo resistencia con apoyo de tanques en San Blas. Se realizaron todos esos movimientos. Se les hizo en realidad una trampa con el grupo que se colocó al este de Girón en dirección a Cienfuegos. A esa fuerza se le indicó guardar silencio, que no dieran señales de vida, y se emboscaran en aquel camino a orillas del mar. Aquello se convirtió en una especie de jamo donde se iba a recoger toda la gusanera que huyó en aquella dirección hacia el este, donde no se estaba combatiendo.
En realidad, no había idea de asaltar Girón el mismo día 19, de continuar la resistencia enemiga; la idea era otra. Ya teníamos situados 10 000 proyectiles, 10 000 proyectiles de cañón obús y de obús 122, y la idea era aquella noche del 19 machacarlos por completo con la artillería y asaltar la posición el día 20 al amanecer.
Ya por el mediodía o al comenzar la tarde me estoy trasladando desde el puesto de mando de La Habana a la dirección de San Blas, y claro, como ya dije, no tenía comunicación en el automóvil, me tenía que detener de pueblo en pueblo y llamar por teléfono. Creo que estaba llamando por teléfono a La Habana desde Jovellanos, más o menos, o desde un pueblo próximo, y me anuncian que hay un nuevo desembarco de mercenarios, que la aviación había detectado muchas lanchas entre los barcos yankis y Girón. Me quedo pensando. Realmente digo: ¿Desembarco a esta hora, a esta hora un nuevo desembarco? Ya sabía que las fuerzas que avanzaban desde Playa Larga estaban muy próximas a Girón, a unos kilómetros, y que las otras ya habían recuperado las carreteras y avanzaban por el norte. Les digo a los compañeros del puesto de mando: No, no es un desembarco, es un intento de evacuación, ¡es un intento de evacuación!
Le indicamos a la aviación que utilizara todos los medios y se dedicara a todas aquellas embarcaciones que estaban yendo hacia la costa. Continuamos en dirección a San Blas; le pedimos a Pedrito que, por favor, utilizara al máximo la artillería y atacara, tanto la posición de Girón como el espacio de mar entre la costa y la escuadra yanki; que no podíamos permitir que los mercenarios se escaparan. En ese momento el objetivo era ya impedir que se escaparan.
Desde luego, toda esa batalla se libró a la vista de la escuadra yanki y de un portaavión yanki. Nadie sabía lo que iban a hacer, o lo que harían; pero nadie se atemorizó por eso. Realmente, cuando se acercaron algunos destroyers, les enfilaron para allá los cañones 85. Recuerdo que cuando llegamos a Girón, los primeros tanques que allí se encontraban, ya de noche, fueron colocados en la orilla del mar frente a la escuadra yanki, que tenía todas las luces apagadas. Esporádicamente encendían algún reflector.
Toda la batalla de Girón se libró a la vista de la escuadra yanki y de su portaavión. Creo que eso da también una medida de la valentía de los combatientes de Girón.
La noticia de que se está produciendo un intento de evacuación, que se suponía que era un nuevo desembarco y yo estaba seguro de que era evacuación, fue lo que determinó proseguir las operaciones y tomar Girón ese mismo día, para evitar que los mercenarios pudieran escapar. Eso fue, efectivamente, lo que se hizo.
Al analizar aquellos acontecimientos —y repito que creo que algún historiador, o un grupo de historiadores debiera hacer una recopilación minuciosa y precisa de todo lo que ocurrió, la hora que ocurrió cada cosa, ya que también la falta de comunicación entre las distintas unidades era un problema serio—, recuerdo que después de haber llegado a Girón, la artillería de Pedrito, que no había recibido ninguna información, siguió bombardeando a los que allí nos encontrábamos. Así que yo me imagino lo que pasaron los mercenarios, por lo que pasamos nosotros con el bombardeo aquel; cada vez que salía una andanada, al caer temblaba la tierra, cuando disparaban, no se sabía a dónde correspondía la andanada, sí al mar o a la tierra. Estuvimos un rato bajo el bombardeo de nuestra propia artillería.
La falta de comunicaciones, las órdenes finales, cuando montamos a cuatro comandantes, cada uno en un tanque, ante la noticia de que la carretera entre San Blas y Girón estaba interceptada por un grupo de mercenarios con cañones antitanques; la falta de comunicaciones con las otras fuerzas que avanzaban desde Playa Larga, nos impedía conocer con exactitud lo que estaba pasando, y ya oscureciendo se les dio la orden a esos tanques de pasar por arriba de los cañones a toda velocidad. Salieron y marcharon a toda velocidad. Parece que los mercenarios, al sentir el ruido, o en algún momento previo, habían abandonado ya también aquella posición y los tanques llegaron hasta Girón. Lo que se produjo allí fue un disparo de cañón entre dos de nuestros tanques, y por poco un choque con las tropas que avanzaron desde Playa Larga.
De esos incidentes hubo muchos, desgraciadamente, por falta de comunicaciones, de medios de comunicación adecuados entre las unidades y la dinámica de la situación. Pero eso no fue obstáculo para el éxito ni sirvió de pretexto para que las distintas fuerzas dejaran de cumplir sus misiones. Después ocurrieron otros incidentes, de los cuales se ha hablado; yo no tenía el propósito de hablar tan extensamente sobre esto, pero un poco con el deseo de referirles algo a las nuevas generaciones y a los millones que nacieron después de Girón, me he extendido un poco.
Todas aquellas operaciones duraron —como decía— 64 horas. La desmoralización del enemigo fue total, absoluta. Al otro día se realizó un gran esfuerzo recogiendo armas, prisioneros. Estaban tan desmoralizados los mercenarios, que recogiendo prisioneros en dirección hacia el este, y empujando un poco a los que quedaban por allá dispersos para que cayeran en el jamo de la tropa nuestra que estaba situada en aquella dirección, en cierto momento se entabla un tiroteo fuerte hacia adelante; y fue que, a pesar de mis advertencias, un tanque que iba con nosotros se adelantó y terminó chocando con nuestra propia fuerza. Me dicen: "Hay un grupo ofreciendo tenaz resistencia." Digo: "¿Tenaz resistencia el día 20 por la mañana? Lo dudo, es muy difícil." De todas formas enviamos un mortero y alguna fuerza hacia allá. Los que estaban emboscados, acostumbrados ya, puedo decir que enviciados en aquella tarea de capturar prisionero a todo el que pasaba por allí —el día antes habían capturado una compañía mercenaria, o por lo menos dos pelotones con un tanque—, vieron otro tanque que se les parecía y le dispararon también un bazucazo (RISAS). Otro encuentro más entre nosotros. Afortunadamente no fue mortal el bazucazo y se intercambiaron algunos disparos, hasta que —todavía nadie sabe cómo— se dieron cuenta de que no eran enemigos. Afortunadamente no hubo bajas, pero esa era la tenaz resistencia que me informaron que estaban ofreciendo unos mercenarios; cosa rara, porque todo esto tiene su psicología, tiene sus leyes, y cuando viene la desmoralización es total. Esas fuerzas mercenarias se desmoralizan totalmente, grupos aislados no hacen resistencia ni tenaz, ni suave, ni de ningún tipo. Esa es la mentalidad de los mercenarios o de los que no tienen una causa profunda y justa que defender.
En aquellos momentos ocurre otra cosa, estaba dirigiéndome hacia aquel punto del supuesto combate, estoy a unos 30 metros de la orilla del mar, por el camino aquel hay uvas caletas, unas arboledas entre el mar y el camino, y pasé a 10 metros, casi de aquí a esa puerta, de una escuadra de mercenarios armada y tendida entre los árboles. No los vi, ellos sí me vieron y me reconocieron; no dispararon, lo supimos después en los interrogatorios, estaban totalmente desmoralizados y no me extraña. Ni un solo mercenario más disparó un tiro desde el momento en que se desorganizaron, ¡ni uno solo!; quedaron algunos en el "Houston" encallados en la orilla de la Bahía de Cochinos para no hundirse, ya que Carreras le había colocado un cohete directo, un impacto directo el primer día, se hundía, lo lanzaron hacia la costa. Allí quedó parte de un batallón, esos sí no sabían lo que había ocurrido y todavía estaban haciendo alguna resistencia el día 19 por la noche. Ese problema fue resuelto también después.
Yo diría que lo más notable de todos aquellos acontecimientos de Girón, fue la valentía, el patriotismo, el arrojo de los combatientes; eso fue lo más sobresaliente de aquella batalla el comportamiento de todos los hombres que participaran en ella, de cualquier compañero al que se le daba cualquier misión: la aviación, los siete pilotos —bueno, liquidaron la escuadra y liquidaron parte de la aviación enemiga, la que no liquidó la artillería antiaérea; la aviación enemiga prácticamente desapareció, fue destruida; la escuadra fue destruida en parte y el resto se fugó a toda velocidad, no se aparecieron más por aquellos lugares, y eran siete pilotos, el enemigo tenía alrededor de 30 aviones—, la valentía de los tanquistas, de los artilleros, de los operadores de las piezas antiaéreas, muchos de los cuales eran muchachos de 16, 17 y 18 años; la infantería, el avance continuo, sin detenerse ante ningún riesgo, contra un enemigo que estaba posesionado y que había que desalojar, sin comunicaciones casi, en que cada jefe muchas veces tenía que actuar a discreción.
En el primer ataque de la madrugada del 18 contra Playa Larga, los tanques llegaron hasta las trincheras enemigas. Uno de los cuatro tanques cayó sobre una trinchera enemiga; uno de los cinco se quedó como puesto de mando, y los cuatro que avanzaron llegaron hasta las mismas trincheras.
La infantería avanzó por una carretera de noche, de madrugada una carretera recta donde no había protección alguna; a cualquier compañero que se le daba cualquier misión, la cumplía instantáneamente, sin vacilación alguna. Esas fueron las características de Girón: el heroísmo por encima de todo. Tales circunstancias hicieron que las bajas fueran mayores.
El enemigo estaba posesionado, las fuerzas nuestras tenían que avanzar por lugares rectos; y sobre todo, ocasionó bajas inicialmente la aviación enemiga porque atacó ómnibus con personal que se trasladaba, atacó camiones con tropas, en diversas ocasiones, engañándoles: pasaban, saludaban y los compañeros creían que era aviación propia; volvían y ametrallaban. Eso contribuyó a elevar las bajas, al extremo de que 156 compañeros, incluyendo los que murieron con posterioridad a los combates, que habían sido heridos, perdieron la vida en esas acciones.
No teníamos entonces el número de médicos que tenemos hoy, la experiencia que tenemos hoy, la técnica que tenemos hoy. Nos enseñó, sin embargo, la importancia de la asistencia médica. De haber tenido la asistencia médica de hoy y los medios que tenemos hoy, habríamos podido salvar a muchos heridos que murieron. Esa es la verdad. Cientos de compañeros fueron heridos en aquellos combates, en que, vuelvo a repetir, lo que más descolló fue el heroísmo, la valentía, el patriotismo, el espíritu revolucionario de los combatientes.
Otro acontecimiento de enorme importancia histórica es el hecho de que, precisamente, el día del entierro, a la misma hora del entierro de los caídos en el ataque aéreo del día 15 se proclama el carácter socialista de la Revolución (APLAUSOS PROLONGADOS). Este hecho tiene tanta importancia histórica como los propios combates de Playa Girón, en realidad, tiene lugar antes que la batalla de Girón y antes del desenlace de aquella batalla.
Los imperialistas decían que esta era una revolución traicionada, cuando la Revolución empieza a hacer leyes populares, leyes justas, leyes, incluso, anunciadas años antes, porque eran las leyes que se habían planteado a raíz del Moncada, era el programa del Moncada que se cumplió rigurosamente. La rebaja de alquileres fue una de las primeras, la rebaja de tarifas eléctricas, la recuperación de los bienes mal habidos; y, desde luego, la más importante, la que desata ya la ira del imperio, la Ley de Reforma Agraria, que no era una ley de reforma agraria superradical. Lo era relativamente, si se toma en cuenta que había grandes latifundios, que muchas empresas norteamericanas tenían decenas de miles de hectáreas, que una tenía más de 200 000 hectáreas, una ley que establece el límite máximo de aproximadamente 400 hectáreas es una ley muy radical. Pero en el mundo, si se toma en cuenta la cantidad de tierra que les dejaban a los terratenientes en otras partes, no era una ley muy radical, porque quedaban hasta 30 caballerías en la primera Ley de Reforma Agraria que se hizo, pero como afectaba los intereses de las grandes empresas norteamericanas, es lo que desata ya la decisión de hacer la guerra contra el país.
Fue en el mes de mayo de 1959 que se hizo la Ley de Reforma Agraria. Después se hicieron otras leyes, más adelante se hizo la de la Reforma Urbana, todo un conjunto de leyes revolucionarias que era el contenido del programa del Moncada, no era todavía un programa propiamente socialista.
Desde luego, el imperialismo comenzó a tomar medidas contra la Revolución, medidas de tipo económico, a cerrar todos los créditos, amenazaba con quitarnos la cuota azucarera, nos quitó la cuota azucarera, la fue quitando por partes; y frente a cada acción del enemigo, la respuesta de la Revolución: se fueron nacionalizando las empresas norteamericanas, se intervinieron las refinerías de petróleo, porque se negaron a refinar petróleo soviético. Como aparentemente el petróleo soviético es un petróleo comunista y, por lo tanto, es distinto que los demás, la refinería yanki no podía refinar un petróleo comunista; entonces, nosotros demostramos que sí se podía refinar aquel petróleo: intervinimos la refinería y con el apoyo de los trabajadores se refinó el petróleo soviético que había llegado. Todavía se refinaba en aquella época también una cantidad de petróleo procedente de Venezuela.
Como consecuencia de las leyes de la Revolución, que consistieron en castigar a los asesinos, a los esbirros, recuperar el dinero robado del país y las demás medidas mencionadas, empezaron a decir que esta era una revolución traicionada, que esto era socialismo, que esto era comunismo y que, por lo tanto, era una revolución traicionada.
Ahora, después de los bombardeos a raíz de la agresión de Girón, y cuando nuestro pueblo estaba ante la inminencia de un ataque cuya proporción y cuyas consecuencias nadie podía imaginar, en un momento en que estábamos quizás ante la más grande guerra de toda nuestra historia —porque nadie sabía cómo iba a concluir aquello que empezaba de esa forma—, se proclamó abiertamente el carácter socialista de la Revolución (APLAUSOS), y, por tanto, nuestro pueblo luchó ya directamente por el socialismo, por la Revolución socialista.
Desde luego, en el momento en que se produce la agresión y como consecuencia de todas las medidas que se tomaron anteriormente, una parte de ellas como respuesta a la acción del imperialismo y como respuesta a la acción de la contrarrevolución, se podía decir que se iniciaba ya la fase socialista de la Revolución; porque después de haber nacionalizado previamente 35 centrales azucareros yankis el 6 de agosto de 1960, así como las refinerías de petróleo y otras empresas yankis, el 13 de octubre de ese año se nacionalizó toda la Banca y se nacionalizaron, además, 383 grandes empresas existentes en el país. Cuando se produce el ataque mercenario de Playa Girón, la Banca estaba nacionalizada, los grandes monopolios estaban nacionalizados, las propiedades yankis estaban nacionalizadas, las grandes empresas estaban nacionalizadas independientemente de su nacionalidad; el país había recuperado el dominio de sus recursos naturales y de sus industrias. Se iniciaba una etapa nueva y abiertamente se explicó el carácter socialista; luego, aquellos hombres lucharon y murieron ya por el socialismo.
Digamos que por el socialismo lucharon y murieron todos los que han luchado y han muerto en Cuba, en cada etapa histórica —si vemos el socialismo como lo que es, una etapa superior del desarrollo de la sociedad humana—, desde los que se alzaron con Carlos Manuel de Céspedes, los que lucharon con Agramonte, Gómez y Maceo en la primera guerra de independencia, que en aquella época se tradujo inmediatamente en la abolición de la esclavitud, que fue un acto tan radical como nacionalizar las propiedades yankis y las grandes empresas capitalistas del país; porque en aquella época el mundo no se concebía sin la esclavitud. Luego, en la lucha por la independencia, nuestros patriotas, cuando se rebelaron contra España, cuando llamaron a los campesinos y llamaron a los esclavos a enrolarse en las filas del Ejército Libertador, llevaron a cabo un acto de enorme radicalismo por la independencia, por la libertad de la patria, por la justicia en nuestro país. ¡Y el socialismo es la forma superior de justicia, es la forma superior de humanismo, es la forma superior de dignidad y de fraternidad entre los hombres, es la forma superior de verdadera libertad! (APLAUSOS)
Luego, podemos decir con justeza que todos los que han luchado en la historia de nuestra patria, desde octubre de 1868, lucharon también por el socialismo; solo que por primera vez ya directamente y en una avanzada etapa de nuestra historia y del desarrollo de nuestra sociedad y de nuestro pueblo, que fue uno de los pueblos más heroicos de este hemisferio, ¡porque tuvo que luchar solo contra España!, ¡solo!, contra cientos de miles de soldados españoles, cuando nuestra población apenas rebasaba el millón de habitantes. ¡Y nos legaron esas tradiciones heroicas, que fueron las que recogimos después en el año 1953, cuando iniciamos la última y definitiva lucha por la independencia! Aquellos luchadores hicieron posible precisamente estos avances, hicieron posible que antes de que se cumplieran los 100 años de aquella gesta, pudiéramos iniciar la construcción del socialismo en nuestro país.
Nuestro pueblo —decía— ha sido uno de los más heroicos de este hemisferio, por su historia, por sus hechos, por lo que hizo en el siglo pasado, ¡pero también por lo que hizo en este siglo! Nosotros creíamos y estábamos seguros de que el pueblo que fue capaz de hacer lo que hizo en el pasado siglo, era también capaz de hacer lo que hizo en el presente siglo (APLAUSOS), de realizar la proeza de convertirse en el primer Estado socialista del hemisferio occidental, hecho que, para orgullo de las presentes y futuras generaciones, tuvo lugar en nuestro país (APLAUSOS).
También en este siglo, y en este hemisferio, tuvimos que luchar solos, durante muchos años, contra el imperio yanki mucho más poderoso que el imperio español; e incluso traicionados por la inmensa mayoría de los gobiernos de América Latina. Luego, este pueblo se ganó el derecho a luchar por la libertad, a luchar por la independencia, a luchar por la justicia y a luchar por el socialismo.
Los que vísperas de la invasión lucharon y murieron en el Escambray, o en otras provincias del país, combatiendo a los bandidos, lucharon también por el socialismo, y los que murieron en la clandestinidad, los que murieron en la Sierra Maestra, los que murieron en el Moncada. Esa es la idea, la convicción que nosotros tenemos. Pero los imperialistas y los gusanos decían que era una revolución traicionada. Al contrario, ¡nunca se sirvió con más lealtad a una revolución! (APLAUSOS)
En Girón —para que no les cupiera ninguna duda—, ya nuestro pueblo y esos miles de combatientes que fueron capaces de tantas proezas, lo hicieron por el socialismo ¡abiertamente!, para que no les quedara duda al imperialismo y a sus corifeos (APLAUSOS).
Son dos grandes acontecimientos históricos.
Algunos periodistas de Estados Unidos dicen que estaban calculando una sublevación que no se produjo. Hay algunos, incluso, que dicen: "Y no se produjo porque se tomaron medidas rápidas con los disidentes" —a la gusanera contrarrevolucionaria, como ustedes saben, la llaman disidente, y no se levantaron. Efectivamente, fueron arrestados muchos porque sabíamos quiénes eran, para impedir actos de sabotaje, pero aquella gente estaba tan fraccionada, tenía tan poca fuerza en nuestro pueblo y estaba tan desmoralizada, que ni siendo gallinas, que se levantan todos los días, se habrían levantado la mañana del 17 de abril (RISAS Y APLAUSOS).
Esos señores no habrían podido escenificar aquí nada que, ni remotamente, se pareciera a un levantamiento. Para llevar a cabo un levantamiento hay que tener pueblo, ¿y desde cuándo la gusanera contrarrevolucionaria tuvo pueblo en nuestro país? No entienden eso.
Otros han dicho, quizás con un poquito más de lógica, que ello se debió a que las leyes de la Revolución eran populares. ¡Me alegro mucho de que dijeran que las leyes de la Revolución eran populares!, que expropiar o confiscar a los latifundistas, a los capitalistas, a los dueños de grandes empresas y a los monopolios yankis, ¡son leyes muy populares! (APLAUSOS) Pero también les digo que esas leyes populares, muy populares, ¡son leyes socialistas y son leyes comunistas! (APLAUSOS PROLONGADOS)
Luego, yo me pregunto por qué tanto antisocialismo, por qué tanto anticomunismo, si las leyes que hace el socialismo y hace el comunismo son leyes populares, son leyes justas, son leyes por las cuales el pueblo está dispuesto a morir. Con eso confiesan, sin darse cuenta, que lo que no tiene nada de popular, ni de justo, es el capitalismo, es la explotación del hombre por el hombre, es el latifundismo, son las inversiones imperialistas y todas aquellas medidas para explotar al pueblo, para mantenerlo inculto, abandonado, sin asistencia médica, sin empleo muchas veces, envuelto en la corrupción y en el vicio. ¡Eso es lo que están confesando cuando, buscando justificaciones, dicen que el pueblo no se levantó ya que las leyes eran populares! Nos alegramos muchísimo de que lo reconozcan, porque en eso se basa la fuerza de la Revolución, en la justicia que entrañan sus leyes y sus medidas, en la justicia que entrañan los cambios sociales.
Claro que cosas tan odiosas como la mendicidad, la prostitución, la discriminación racial, el analfabetismo y todas esas taras del capitalismo, y más aun del capitalismo en el mundo subdesarrollado, no pueden ser, bajo ningún concepto, populares. ¡Nos alegramos de que reconozcan que el socialismo pone fin a todas esas calamidades.
De Girón se pueden sacar muchas lecciones. Sería imposible enumerarlas todas, ni pretendo eso; pero sí quiero señalar algo que, aunque lo he mencionado en otra ocasión, no por ello debe dejar de repetirse un día como hoy: la importancia de Girón no está en la magnitud de la batalla, de los combatientes, de los hechos heroicos que allí tuvieron lugar; ¡la gran trascendencia histórica de Girón no es lo que ocurrió, sino lo que no ocurrió gracias a Girón! (APLAUSOS)
No me refiero al hecho de que hubiera vuelto el capitalismo a nuestro país si hubieran tenido éxito en consolidar su cabeza de playa, ¡porque de ninguna manera hubieran podido establecer otra vez el capitalismo en nuestro país!, ¡de eso estoy seguro! (APLAUSOS) No porque evitó un plan que hubiera convertido a nuestro país de nuevo en colonia yanki, ¡porque estoy convencido de que este país jamás hubiera vuelto a ser colonia yanki! (APLAUSOS)
La transcendencia de Girón está en el precio que habríamos tenido que pagar por nuestra Revolución, el precio que habríamos tenido que pagar por el socialismo, si el plan yanki tiene éxito y consolidan una cabeza de playa.
En aquella época todavía no habían ocurrido los acontecimientos de la guerra de Viet Nam, ni la derrota imperialista en Viet Nam. Y nosotros aquí, en las proximidades de Estados Unidos, aislados, sin posibilidades de logística alguna, habríamos tenido que librar la batalla de Viet Nam en nuestro propio país, con una población mucho más reducida que la de Viet Nam, en un pedazo de territorio mucho más reducido que Viet Nam y sin fronteras con ningún país socialista, sino más bien con Estados Unidos, el país agresor.
¡Cuánto habría costado a nuestro pueblo aquella batalla, si sus planes tienen éxito, si logran traer ese gobierno que se quedó con las maletas arregladas al lado del avión! Es una lástima que no hubiera llegado a Girón; hubiera caído también entre el grupo mercenario completo y habríamos tenido a todos los señorones esos, al Consejo de Ministros completo (RISAS).
Decíamos que habríamos tenido que ser nosotros los primeros en enfrentar lo que después enfrentó Viet Nam en otras condiciones. Porque, ¿acaso iban a doblegar al pueblo otra vez?, ¿iban a traer el capitalismo?, ¿nos íbamos a rendir? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!")
En Girón operaron dos cosas, la táctica empleada fue una combinación de la experiencia que traíamos de la guerra irregular con elementos de guerra convencional, todo el tipo de movimiento que se hizo en la retaguardia del enemigo. Veníamos de la Sierra Maestra, ya conocíamos esa experiencia, no éramos inexpertos totalmente.
El país estaba armado, ya decía que teníamos cientos de miles de armas, y un pueblo dispuesto a luchar y a morir. ¿Habrían podido desarmar a ese pueblo? Supongamos que hubieran podido consolidar la cabeza de playa, ¿habrían podido ocupar todo el país —los llanos, las montañas, las ciudades— sin combatir? ¿Nos habrían arrebatado nuestras 300 000 armas? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") No nos las habrían podido arrebatar. ¿Y quiénes podíamos estar más convencidos de eso que nosotros?, si habíamos pasado la experiencia de la Sierra Maestra, si allí nos quedamos con unos pocos fusiles, si teníamos enfrente un ejército enorme de 80 000 hombres sobre las armas. Y nosotros reanudamos la lucha con siete fusiles, los que traía el grupo que estaba con Raúl y los que yo traía, ¡siete fusiles!, frente a un enorme ejército. ¿Nos pudieron quitar los siete fusiles? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") Los siete fusiles se multiplicaron muchas veces y siguieron multiplicándose.
La especialidad de los revolucionarios cubanos fue luchar con las armas del enemigo. Cuando se acabó la guerra, más del 90% de las armas del Ejército Rebelde eran armas arrebatadas al ejército de Batista. Precisamente nuestra filosofía era combatir con las armas del enemigo. ¡Imagínense! Aunque hubieran intervenido los yankis y sus secuaces de la OEA, ¿habrían podido desarmarnos? ¡Jamás! Se habría entablado una guerra terrible en nuestro país, habrían muerto cientos de miles, tal vez millones de cubanos; pero no habrían podido doblegarnos, estoy seguro de que, al final, en vez de 300 000 armas íbamos a tener un millón de armas. Y eso que lo sepan los yankis desde ahora, que es lo que les espera si invaden un día nuestro país (APLAUSOS).
Girón significó que los que allí cayeron preservaron la vida a cientos de miles de cubanos, salvaron la vida, tal vez, a millones de cubanos. La victoria la habríamos alcanzado de todas formas, pero a un costo terrible y también al precio de la destrucción total del país. Esa es una de las lecciones que tenemos que sacar de Girón, es una de las cosas que las nuevas generaciones deben comprender y deben saber siempre, mérito imborrable de Girón.
Pero lo de Girón también tuvo otras derivaciones, que ponen de relieve el costo para la humanidad que pueden tener estas aventuras imperialistas. Como consecuencia de Girón, de la derrota sufrida por el imperialismo, de su resentimiento, de su humillación, se gestaron en el gobierno de Estados Unidos ideas tendientes a una agresión directa contra nuestra patria, y a buscar por esa vía la venganza y la destrucción de la Revolución. Eso dio lugar a las medidas que después originaron la Crisis de Octubre y que estuvieron a punto de llevar al mundo a una guerra nuclear. Vean ustedes la trascendencia de los actos irresponsables del imperialismo que a través de Girón y la derrota que allí sufrió casi condujo al mundo a tragedias infinitamente mayores. Esa es otra de las lecciones, las consecuencias imprevisibles de los actos irresponsables del imperialismo.
Girón nos enseña también la perfidia, la agresividad y la voracidad de los imperialistas, su forma de actuar, su estilo característico.
Recordarán muchos que después del bombardeo del 15 de abril, dijeron que eran ataques de nuestra propia Fuerza aArea que se había sublevado, y así lo afirmó en las Naciones Unidas el representante de Estados Unidos, ¡la gran mentira!, tranquilamente. Todavía no se sabe si el hombre sabía lo que estaba diciendo o si lo engañaron, porque ellos engañaban a su propia gente.
En aquel momento, el jefe de la delegación norteamericana era Stevenson, un político que tenía cierto prestigio en Estados Unidos, que pasaba por hombre liberal, y le hicieron decir eso —así lo declaró—, para que vean ustedes los métodos del imperialismo, el estilo del imperialismo: ataque traicionero, sorpresivo, al amanecer, con aviones que llevaban la insignia del país, vean qué grado de perfidia.
Pero no solo Girón demostró la agresividad y la perfidia del imperialismo, antes de Girón habían organizado un plan similar en Guatemala y habían derrocado al gobierno democrático de Arbenz; salvo que en Girón, lo único que cometieron fue un error, no se daban cuenta de la diversidad de circunstancias en que hicieron aquella aventura y en la que trataron de hacer esta.
Después de Girón intervinieron en Santo Domingo, con decenas de miles de soldados, para aplastar la lucha revolucionaria del pueblo dominicano.
Después de Girón llevaron a cabo su sangrienta y brutal guerra de Viet Nam, que costó millones de vidas a ese heroico pueblo.
Después de Girón promovieron la intervención de los sudafricanos en Angola, para tratar de impedir el triunfo del MPLA.
Después de Girón promovieron la intervención reaccionaria contra la Revolución etíope.
Después de Girón realizaron infinidad de agresiones contra los países árabes y contra el pueblo palestino, a través de Israel.
Después de Girón intervinieron dondequiera que hubo una revolución, organizaron guerras sucias dondequiera que el pueblo luchaba contra el genocidio o el feudalismo, lo mismo en Kampuchea que en Afganistán.
Después de Girón organizaron su guerra sucia contra Nicaragua, minaron sus puertos, promovieron la formación de bandas mercenarias, que han cometido todo tipo de fecharías y de crímenes.
Después de Girón apoyaron al gobierno genocida de El Salvador, que ha costado la vida de decenas de miles de salvadoreños. Apoyaron al gobierno genocida de Guatemala, que ha costado a ese país, después de la intervención contra el gobierno de Arbenz, más de 100 000 vidas y entre las víctimas decenas de miles de desaparecidos.
Después de Girón intervinieron en Granada.
Después de Girón intervinieron en el Líbano, ametrallaron, bombardearon y mataron libaneses.
Después de Girón, a los 25 años, acaban de agredir a Libia. Esto demuestra el carácter agresivo, pérfido, del imperialismo; en todas partes con el mismo método, la misma falta de escrúpulos, la misma ausencia total de moral. Eso nos enseña lo que es el imperialismo: perfidia, agresividad, voracidad.
El imperialismo tiene hoy a los pueblos de América Latina agarrados por el cuello, sumidos en la peor de las crisis, con una deuda pública de casi 400 000 millones de dólares, altos intereses, dumping, proteccionismo. El imperialismo es insaciable, eso es lo que nos demuestra también Girón, lo que hicieron aquí fue para recuperar sus propiedades, para restablecer su capitalismo, para volver a apoderarse de los recursos naturales de este país, por esa misma razón han hecho guerras en todas partes. Esa es también otra de las importantes lecciones de Girón, lección inolvidable.
Y para comprender lo que es ese imperialismo, el papel que desempeña contra los pueblos, el papel que desempeña contra las esperanzas de paz de la humanidad, el papel que desempeña contra los intereses de América Latina, no había que leer a Marx, ni a Engels, ni a Lenin, porque todos estos hechos que he mencionado han ocurrido mucho después que murieron aquellos hombres visionarios, y enseñan a los pueblos latinoamericanos objetivamente quién los divide, quién los explota, quién los mantiene en el subdesarrollo y en la pobreza, quién los interviene, quién conspira contra su independencia. Son lecciones que debemos meditar y que nos ayudan a comprender el fenómeno del imperialismo.
Precisamente en estos días en que se cumple el XXV aniversario de la victoria de Girón, el propio 15 de abril, de nuevo el imperio lanza el zarpazo a través de un ataque sorpresivo, de un ataque traicionero contra un pequeño país árabe, un pequeño país del Tercer Mundo; el ataque brutal, bochornoso, criminal, terrorista, llevado a cabo contra el pueblo de Libia. Hemos sido testigos de lo que acaba de ocurrir, ¿se quiere mayor ejemplo de perfidia y de agresividad?
Con motivo de estos acontecimientos, compañeras y compañeros, nuestro representante en Naciones Unidas declaró, en una fuerte denuncia ante el Consejo de Seguridad, que los autores de estos hechos eran los legítimos herederos de Hitler, y el representante de Francia, que estaba presidiendo el Consejo de Seguridad, se sintió en el deber de protestar contra aquella afirmación del representante de Cuba. El ilustre representante de Francia protestó. Y, desde luego, el señor Vernon Walters, representante de Estados Unidos en Naciones Unidas, se declaró conmovido, podríamos decir, derretido de gratitud hacia el representante de Francia por oponerse a esa comparación. Y me pregunto: ¿Por qué escandalizarse? ¿Por qué cerrar los ojos ante los hechos y las realidades? Tengo la profunda convicción de que Reagan es tan inescrupuloso, tan oportunista y tan irresponsable como Hitler (APLAUSOS).
Y es todavía, potencialmente, más peligroso que Hitler; Hitler no tenía armas nucleares, Hitler no poseía ese arsenal de portaaviones, bombarderos, submarinos, acorazados, cohetes, armas electrónicas y equipos sofisticados de todo tipo para la destrucción y la muerte. Comparado lo que dispone el señor Reagan con lo de Hitler, podían parecer arcos y flechas o lanzas; comparado el potencial destructivo que tenía la Alemania nazi con el actual potencial destructivo que posee Estados Unidos! Aunque Hitler hubiera querido, no habría podido poner al mundo al borde de una guerra nuclear, no podía realizar aventuras que pudieran significar el exterminio de la humanidad.
¿Qué han hecho ahora mismo en Libia, qué han hecho?
Increíble, insólito, prácticamente todas las normas han sido violadas, todos los precedentes han sido rotos. Acaban de confesar, abiertamente, que el objetivo del bombardeo a Libia era el asesinato del dirigente de ese país, el asesinato de Khadafi.
El "Washington Post" declaró hoy que, según funcionarios del Pentágono, "esperaban agarrarlo" —cito palabras textuales. El propio secretario de Estado norteamericano afirmó por otro lado que uno de los objetivos era liquidar a los soldados más fieles a Khadafi que estaban en aquel cuartel y promover un golpe de Estado.
Sabíamos que Estados Unidos había planeado el asesinato de dirigentes políticos de otros países —planes de envenenamiento, de atentados personales, todo tipo de métodos y planes reconocidos por ellos mismos—, métodos y planes bárbaros y brutales de zanjar las diferencias políticas en el mundo de hoy; pero lo que no había tenido lugar hasta ahora era el precedente de que el gobierno de uno de los países más poderosos de la Tierra empleara sus fuerzas armadas, sus bombarderos más sofisticados, para intentar asesinar al jefe de Estado de otro país con el cual no está siquiera en guerra, en un ataque sorpresivo y pérfido, ejecutado en horas de la madrugada. Porque lo increíble, lo que no pueden ocultar ya, es que el ataque contra Libia tenía, en primer lugar, el propósito de asesinar a Khadafi. No tuvieron para nada en cuenta que allí estaba la familia, sabían con toda precisión que allí estaba la familia, que allí estaban la esposa y los hijos de Khadafi. Lanzaron decenas de aviones para pulverizar el sitio exacto en que se encontraban; no les preocupó tampoco poner en riesgo la vida de la población civil y del personal de las embajadas extranjeras en Trípoli; lanzaron un diluvio de bombas sobre áreas pobladas.
Se dice que de los hijos de Khadafi, el más pequeño, una niña de 15 meses, murió en el bombardeo, que otros hijos de Khadafi fueron heridos, los mismos agresores, en filmaciones televisadas, han probado que dirigieron el ataque contra Khadafi, contra la residencia de Khadafi, donde estaban Khadafi y la familia. No se puede concebir nada más repugnante, nada más brutal. Eso no tiene precedente en la historia contemporánea.
¿Por qué escandalizarse, por qué asombrarse, por qué ruborizarse pues de que se diga que Reagan es un legítimo heredero de Hitler? Que yo sepa, de la historia de la Segunda Guerra Mundial no hay ni siquiera allí precedente de esto que acaba de hacer el señor Reagan, ni hay precedente de una desvergüenza tan grande como la que han evidenciado al confesar que esos eran sus objetivos. Son tan cínicos que, según declara hoy el "Washington Post", tenían ya elaborada previamente una declaración para explicar que la muerte de Khadafi era casual; y uno de esos pilotos sanguinarios declara paladinamente que está frustrado porque no pudieron cumplir la misión de asesinar a Khadafi, aunque supongo no ha de sentirse tan frustrado ya que asesinaron a una parte de su familia.
Esos hechos, repito, no tienen precedente. ¿Hasta dónde vamos a llegar por ese camino? ¿De qué se asombran los europeos? ¿En qué se diferencia el bombardeo de Trípoli, llevado a cabo por Reagan, con el bombardeo de Varsovia, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial; con el bombardeo de Amsterdam, con el bombardeo de Londres? ¿En qué se diferencian? ¿Y por qué los actos de Hitler, al desafiar una potencia más o menos pareja en fuerza, eran más innobles que los actos llevados a cabo por Reagan al bombardear la capital de un pequeño país del Tercer Mundo? ¿Acaso no saben los europeos cómo aquellas aventuras condujeron a aquellas tragedias?
Es cierto que Francia sufrió —como decía su representante— mucho las garras del fascismo; pero otros pueblos sufrieron más todavía que Francia, como Polonia que perdió 6 millones, o como Yugoslavia que perdió también millones de personas, ¡o como la Unión Soviética que perdió veinte millones de hombres, mujeres y niños!
Por nuestra parte, apoyamos y nos solidarizamos plenamente con las declaraciones del representante de Cuba en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (APLAUSOS).
¿En qué se diferencian los métodos de Reagan y los métodos de Hitler?
Hitler iniciaba guerras no declaradas, con ataques sorpresivos de sus bombarderos a cualquier hora del día o de la noche.
Reagan, sorpresivamente atacó Granada, sorpresivamente minó los puertos de Nicaragua, sin guerra declarada en ninguno de los casos; sorpresivamente, pérfidamente bombardeó Trípoli, en horas de la madrugada, para eliminar al Jefe de Estado y su familia, en contra de todas las normas y todas las tradiciones, incluso, de las leyes de la guerra. Sus métodos de usar la mentira sistemáticamente para tratar de justificar sus hechos, buscar cualquier tipo de pretexto, lo mismo para los crímenes cometidos en Granada que para los crímenes cometidos en Nicaragua o los crímenes cometidos en Trípoli, son métodos hitlerianos. La forma de manipular groseramente la opinión pública, para buscar apoyo a su política usando los medios masivos, son métodos hitlerianos. Su constante exaltación al chovinismo, al patrioterismo vulgar, son métodos hitlerianos. Su arrogancia, su prepotencia, su desprecio a la opinión pública internacional y en especial a los pueblos del Tercer Mundo, lo que refleja, incluso, una connotación racista, son inconfundiblemente hitlerianos. Esa es la conducta de Reagan, de modo que no veo las diferencias, realmente no las veo.
Ahora mismo, con motivo del bombardeo a Trípoli, se dice que las encuestas reflejan un 77% de apoyo de la opinión pública de Estados Unidos a dicha acción, cuando el resto del mundo, todo el mundo, hasta la opinión pública británica, a pesar de que el gobierno inglés se dejó arrastrar por la aventura de Reagan, está en contra de esa agresión; cuando la opinión mundial, prácticamente de una forma unánime, está en contra de lo que ha hecho, nos encontramos con el fenómeno de que una mayoría del pueblo norteamericano apoya. Lo mismo había ocurrido ya con Granada.
Claro, sabemos también que cuando Hitler ocupó Austria, la inmensa mayoría del pueblo alemán, envenenado por el chovinismo y por el fascismo, aplaudió la anexión; cuando Hitler inició la guerra con un pretexto prefabricado, invadió y ocupó Polonia, la inmensa mayoría del pueblo alemán, envenenado por el guerrerismo, el fascismo y el chovinismo, que vienen a ser la misma cosa, aplaudió; y cuando Hitler invadió a Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia, y ocupó el territorio de esos países, la inmensa mayoría del pueblo alemán aplaudió aquellos crímenes de Hitler, como hoy el pueblo norteamericano aplaude lo de Trípoli y lo de Granada.
¿Dónde está la diferencia? Si en todo caso hay alguna, es que Hitler no tenía tal poderío y, por lo tanto, no revestía la peligrosidad que con sus actos, igualmente irresponsables e inescrupulosos, reviste esta administración de Estados Unidos.
Creo que son muchas coincidencias para que sean simple producto del azar.
Compañeras y compañeros:
En nuestro país actualmente se discute el Programa del Partido entre todo el pueblo. A fines de año, en una reunión especial, los delegados al Tercer Congreso analizarán y aprobarán ese Programa. Las condiciones en que ese gran Programa tendrá que cumplirse no son fáciles; incluso, las condiciones en que tenemos que cumplir nuestros planes económicos: el plan del año 1986, el plan del quinquenio y los planes perspectivas, no son nada fáciles. Un día como hoy también tenemos que meditar en estas cosas. Hay circunstancias, algunas surgidas incluso después del Congreso, que hacen más difícil la tarea, aunque no irrealizable.
Nuestro país, a fines del pasado año, recibió el golpe de la naturaleza, el huracán que acostó el 70% de nuestras cañas, que hizo mucho más dura y difícil la zafra. A pesar del gran esfuerzo realizado por nuestros trabajadores, sin duda que, en los resultados finales, nuestros planes azucareros se verán afectados en no menos de medio millón de toneladas como mínimo; y sí no se eleva a un millón o un millón y medio, se debe al esfuerzo de nuestros obreros azucareros.
Mas, no tuvimos solo el huracán, cosa paradójica, e incluso, increíble: la baja del dólar nos afectó.
Muchos se preguntarán: ¿Cómo es posible que la baja del dólar afecte a Cuba? Precisamente los imperialistas querían ahora bajar el dólar y lo querían bajar porque tienen un déficit comercial enorme, y para poder competir con japoneses y europeos —entre los grandes países capitalistas se pusieron de acuerdo— tuvieron lugar medidas que bajaron la cotización del dólar.
Es que para nosotros, que vendemos el azúcar y todos nuestros productos de exportación como es práctica universal tasados en dólares —si es a cuatro centavos el azúcar, son cuatro centavos de dólar—, cuando el dólar baja de cotización, bajan también los precios de esas exportaciones; pero fundamentalmente aumentan los precios de lo que importamos del área convertible, puesto que no podemos importar de Estados Unidos, importamos de Japón o importamos de Europa, entonces se adquieren menos marcos alemanes, menos francos franceses, menos libras esterlinas inglesas y menos yenes japoneses por un dólar. Con una tonelada de azúcar adquirimos menos productos en esos países. Si importáramos de Estados Unidos, esta coyuntura sería favorable, ya que se pone más barato el dólar. Para nuestro país bloqueado ocurren estas paradojas, que sufrimos algunas consecuencias, junto a otros países del Tercer Mundo, cuando el dólar está caro, como las altas tasas de interés, y las malas consecuencias cuando el dólar está bajo.
Pero no solo eso, otra cosa asombrosa: la baja de los precios del petróleo nos está afectando considerablemente. Bien sencillo: nosotros también exportamos petróleo, una parte de nuestra producción; y todo el que ahorramos del que importamos de la URSS, lo exportamos.
Sobre eso tuve ocasión de hablar a raíz del Foro de Energía, lo que significaba en divisas convertibles ahorrar un galón de combustible, un barril, una tonelada, centavo a centavo. En estos años, y gracias a los enormes esfuerzos de ahorro, mientras los precios del azúcar se mantenían extraordinariamente bajos, uno de los ingresos fundamentales en divisas nuestros eran las exportaciones de petróleo, cientos de millones de dólares. Con la reducción del precio hemos sido afectados prácticamente en los dos tercios del valor del petróleo, dejando de percibir cientos de millones de dólares; así, ¡cientos de millones de dólares en divisas convertibles!, lo que echó por tierra en gran parte el enorme esfuerzo de ahorro que veníamos haciendo y debemos, aun más todavía, continuar haciendo.
Todo esto que estoy mencionando del petróleo ocurre en unas cuantas semanas después de nuestro Congreso. Esto incrementa las dificultades del país. Esto nos obliga a un esfuerzo mayor todavía.
¿Por qué menciono aquí, en ocasión del XXV aniversario, estas cuestiones? Porque ahora no estamos luchando contra los mercenarios, no tenemos invasiones mercenarias; sin embargo, tenemos otro tipo de mercenarios, o gente que hace el papel de mercenarios, incluso a veces gente que se suele llamar buena, gente dispuesta a combatir por la Revolución si hay guerra, pero que hace cosas que van contra los intereses de la Revolución, que van contra la Revolución, y muchos porque ni siquiera tienen una profunda conciencia revolucionaria. Todo esto nos obliga a un esfuerzo.
En el Congreso del Partido se trazaron líneas muy precisas. Se hicieron críticas duras, agudas, a los problemas que subsisten; y nos hicimos el compromiso de luchar contra esos problemas, detectarlos uno por uno y combatirlos. Estamos discutiendo el Programa, como decíamos anteriormente. Sin estos problemas a que me refiero, habría que cumplir esa línea trazada por el Congreso, pero hoy con las dificultades mayores que tendremos es mucho más importante y más decisivo cumplir esa línea. Tenemos que ser mucho más intransigentes contra todo lo mal hecho, contra todo lo incorrecto; tenemos que llevar una lucha mucho más consecuente contra problemas que subsisten, o nuevos problemas que se desarrollan. De esto estuve hablando con los pioneros a raíz de su XXV aniversario. Con mucha más razón hay que abordar este problema ante toda nuestra población.
No tenemos hoy los problemas —repito— que teníamos hace 25 años; pero tenemos gente indolente, gente negligente, esa gente de la que yo les decía a los pioneros que no quiere coger lucha; gente irresponsable, gente que no es suficientemente exigente dentro de la esfera de sus responsabilidades, gente tolerante. Tenemos gente que busca privilegios; gente que busca dinero fácil, no proveniente de su trabajo, sino del chanchullo, de la especulación, del comercio ilícito. No quisiera, un día como hoy, tener que mencionar muchos, que los hay, algunos bochornosos, que de forma aparentemente lícita han ganado en un año 100 000 pesos, y hasta más —díganme, señores, en el socialismo—, pues sé que algunos pintando y vendiendo cuadros o haciendo trabajos decorativos, fundamentalmente a organismos del Estado, han ganado hasta más de 200 000 pesos en un año. Esto para citar un ejemplo de ingresos exagerados que no me parecen fruto realmente del trabajo, porque tampoco, compañeras y compañeros, son los cuadros de Picasso o de Miguel Angel.
Eso demuestra la irresponsabilidad de muchos funcionarios, porque es dinero del pueblo el que se invierte de esa forma. Por otro lado, algunos han confundido el trabajo por cuenta propia con el capitalismo, o con el derecho a ejercer el comercio capitalista, ¡algunos lo han confundido! Sí, de esos problemas tenemos. Ya ustedes se imaginan, ese que gana 100 000 pesos gana veinte veces en un año lo que ganan los médicos que hacen el trasplante del corazón, ¡veinte veces! Yo he visto a esos médicos abnegados, modestos, con su salario, que pueden ser 5 000, incluso hasta 6 000 pesos en un año; y algunos individuos, haciendo chanchullos, o cosas parecidas, se han ganado 100 000 y más.
Saben bien ustedes también lo crítico que fui con las prácticas del mercado libre campesino, cuando ciertos individuos vendían una cabeza de ajo en un peso para embolsárselo personalmente sin ningún beneficio para el pueblo, no era el campesino trabajando honestamente, sudando, que recibe, por otro lado, todas las facilidades que le da la Revolución de educación para los hijos, de asistencia médica, todas las posibilidades, sin que le falte ninguna; sino gentes que lejos de obtener ingresos honrados cultivando la tierra, se enriquecían comerciando, robando, vendiendo caro, carísimo. Eso unido a otras prácticas como mercancías que deben entregar a acopio según compromisos por créditos, insumos y otros beneficios y garantías recibidos, y no se entregan para venderlas entonces en el otro mercado. Esa fue una práctica, una experiencia.
Algunas de las cosas que han originado estos problemas las hemos creado nosotros mismos y debemos también saberlas rectificar oportunamente, porque hay gente que confunden, lamentablemente, los ingresos del trabajo y los de la especulación y el chanchullo, que lindan con el robo o constituyen verdaderos robos. Igual que hay algunos de nuestros directores de empresas que se nos han convertido en unos empresarios de pacotilla, tipo capitalista (APLAUSOS). Porque lo primero que tiene que preguntarse un cuadro revolucionario, un cuadro socialista, un cuadro comunista, no es si su empresa gana más, sino cómo gana más el país. Desde el momento en que tengamos supuestos empresarios que se preocupen más de la empresa que de los intereses del país, tenemos un capitalista de cuerpo entero. Para eso no se hizo el Sistema de Dirección y de Planificación de la Economía, para empezar a jugar al capitalismo; y algunos juegan bochornosamente al capitalismo, lo sabemos, lo vemos. Esas cosas tienen que ser rectificadas.
Lo mismo que algunos aumentando precios quieren ser rentables y repartir primas cobrando cualquier precio por cualquier cosa, así cualquiera es rentable, ¿verdad? No hace muchos días visitaba el hospital "Ameijeiras" y vi que tenían unos elevadores muy bien mantenidos, reforzados con unas planchas de acero inoxidable —fui a ver un equipo nuevo que hemos adquirido, muy sofisticado, muy útil, muy humano, que ya está trabajando; uno se admira verdaderamente de ver el esfuerzo que realizan en ese hospital los médicos, los especialistas, todos sus trabajadores— y me decían: "¿Sabe cuánto nos pidieron por colocar esas planchas de acero inoxidable? Diez mil pesos, ¡diez mil!" Al final transigieron por 5 000. Digo: "¿Cuántos trabajadores?" "No, dos." "¿Cuántos días?" "Quince días." Bueno, el gasto en salarios debe ser unos 300 pesos. Las planchas eran del hospital y la empresa que cobraba esos precios una empresa del Estado.
Hay que ser descarados realmente —no digo los trabajadores, sino los que organizan esos negocios— para cobrar treinta veces el salario por un trabajo de 15 días. Así usted puede ser rentable. Ese nefasto espíritu lo hemos visto.
Por arreglar un piso, no sé qué trabajo allí de pulir, 40 000 pesos le cobraban al hospital.
De esto ya hablamos en el Congreso entre los problemas contra los que tenemos que combatir. Sabemos también los problemas de las desviaciones de recursos, los vemos. No hace mucho me encontré una grúa —estaba recorriendo una zona, viendo algunos problemas de interés para la economía— que estaba allí. El individuo para realmente fundir el techo de la casa había reunido una grúa de 16 toneladas, grúa Kato japonesa, una concretera también japonesa, un camión para llevar la concretera, un carro pipa, todo del Estado. Había comprado un cochinito para los que lo ayudaran ese día ahí, cervezas y demás cosas; los tres camiones venían de tres centros diferentes: uno, la grúa, de la brigada que construye la Termoeléctrica del Este en Santa Cruz —yo lo vi personalmente, eso no me lo contó nadie (APLAUSOS)—; el otro camión, con la concretera, venía de la empresa de petróleo que está frente a la ciudad de los niños "José Martí", y la pipa, de una cantera de la Autopista.
Este solo individuo, en virtud de sus amigos y sus relaciones, había reunido en el mismo día la grúa, la concretera, el camión para transportarla y un camión pipa, todo. ¡Vaya usted a saber ahora todos los materiales cómo y de dónde salieron! Estaba haciendo una casa, nos alegramos, desde luego, de que la gente haga casas, pero que las haga honradamente. Se trata de una casa de 150 metros cuadrados, aunque el sueldo de este ciudadano es de 199 pesos mensuales, trabajando como jefe de almacén de un centro de gastronomía. Si le da por venderla, le pagan hasta 40 000 pesos; aparece comprador, porque esos que roban de una forma o de otra, esos que reciben ingresos abundantes no provenientes del trabajo, lo mismo compran una casa ya construida que compran el Capitolio si se lo venden (RISAS).
Entonces, ese tipo de problema ¿De dónde salen esos miles de pesos? No salen del trabajo.
El Estado facilita recursos, créditos para reparar o construir viviendas, brinda todas las posibilidades, acaba de aprobar una generosa ley que hace posible la propiedad de las viviendas entregadas o por entregar, con un módico precio y sin ganancia alguna. ¿Qué necesidad hay de desviar recursos, qué necesidad hay de andar con chanchullos, cualesquiera que sean las necesidades que existen en este terreno, que son grandes?
Cuando le estoy contando al compañero Presidente de la Junta de Planificación la experiencia, me dice: "El domingo yo me encontré una grúa haciendo lo mismo, pero esta era una grúa de 40 toneladas."
Ustedes se imaginan, lo que nosotros hacemos en las grandes obras en construcción para fundir hormigón, que lo alzamos en cubos con grúas, lo más sofisticado de la construcción; hay gente aquí que tiene tales habilidades y tales amistades, y hay tanta gente tan faltos de control que pueden utilizar esta técnica del Estado para fundir los techos de sus casas. Valdría la pena preguntarles a la brigada y a la empresa que construyen la Termoeléctrica del Este, ¿cómo no se enteraron de que una grúa camión de 16 toneladas, comprada con divisas convertibles les faltó tres días? Porque la llevaron el viernes y regresó el lunes. Hubo alguien que dio un conduce allí para justificar y cosas por el estilo, apañamiento, todas esas cosas que sabemos que existen, como sabemos de gente que busca privilegios a toda costa, que desvía recursos.
Y, desde luego, esta es una lucha. Cuando hablamos del Programa del Partido, cuando hablamos del Congreso y de las medidas, significa no que vamos a hacer una campaña hoy, y olvidarnos después, no. Nosotros no queremos hacer una revolución cultural aquí, no queremos resolver los problemas mediante métodos extremistas y lanzar las masas contra los responsables de tales hechos irritantes. Estoy, sin embargo, convencido de que las masas organizadas y disciplinadamente son las que pueden ayudar a ganar esta batalla, y entre las masas, la masa de nuestro Partido y de nuestra juventud comunista. Esto requiere también más vigilancia de los comités, porque el comité sabe lo que pasa, si de repente un tipo empieza a hacer una supercasa, y si después, además, la vende por cualquier cantidad de dinero
No podemos adaptarnos a lo mal hecho. No podemos entrar en esas confusiones. ¿Puede alguien aquí estar haciendo un chanchullo sin que lo vea el pueblo, sin que lo vean las masas? No queremos lanzar a las masas, repito, contra los responsables para que ellas por sí mismas pongan fin a estas actividades, porque tenemos el Partido, tenemos la juventud, tenemos las organizaciones; lo que debemos es llevar a cabo una lucha sistemática, seria y tenaz, presionando de arriba hacia abajo, ¡y de abajo hacia arriba!, con mucha fuerza (APLAUSOS PROLONGADOS).
Nuestro Partido tiene que estar alerta, ¡muy alerta! Tenemos medio millón de militantes del Partido, entre militantes y aspirantes, una fuerza tremenda —¡si nosotros, cuando empezamos la lucha contra la tiranía, hubiéramos tenido una organización de medio millón de militantes!—; más otro medio millón de militantes en la juventud, qué fuerza increíble; las organizaciones de masa, los millones de hombres y mujeres organizados en los sindicatos, los comités de defensa, la federación, los pioneros, ¡una fuerza tremenda, increíble!, con ella realmente bien utilizada podemos ir poniéndole fin a todas esas cosas sin extremismos; no tenemos que caer en ningún extremismo, ni en campañas de unos meses, ¡no!, esta tiene que ser una lucha sostenida. Como les decía a los pioneros, hay que seguir luchando contra la reminiscencia del viejo sistema, contra la reminiscencia del capitalismo, de la ideología del capitalismo, contra el parasitismo, contra los privilegios, contra esa tendencia a recibir bienes sin proporción al trabajo que se aporta a la sociedad. Hemos hablado de la fórmula socialista: ¡De cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo!; es bien clara esa fórmula, no es, desde luego, igualitarista (APLAUSOS).
Quisiera saber en virtud de qué milagros, o de qué diabólicos mecanismos, un individuo puede ganar diez veces en un año lo que ganó un médico eminente, consagrado a salvar vidas. Cosas que andan mal y conciencias que andan mal. Hay que decirlo, ¡conciencias que andan mal!, y funcionarios que andan mal, que no sacan la cuenta del dinero y los recursos que administran (APLAUSOS).
Hay algunos que se creen que el socialismo se puede hacer sin trabajo político; bueno, algunos incluso creen que sin trabajo físico, los hay.
Nosotros estamos haciendo un trabajo con los hospitales de la capital, por dificultades que tenían; nos reunimos con todos los directores de todos los hospitales, los del Partido, los de la juventud, los jefes de enfermeras, los del sindicato; venimos haciendo ese trabajo con apoyo del Partido. El Partido en Ciudad de La Habana viene realizando un trabajo muy serio en esto y los resultados se ven, se aprecia ya un entusiasmo nuevo, un espíritu en los hospitales. No es cuestión de un día, el Partido se reúne todos los meses —el Partido en Ciudad de La Habana— con los secretarios de los comités de los hospitales. Eso es trabajo político, y con trabajo político podemos resolver muchas cosas, pensamos en algunas medidas de tipo económico, medidas Justas, como es tomar en cuenta las condiciones anormales para los trabajadores auxiliares. Estamos estudiando también el multioficio, mejores salarios en general para los auxiliares, como se hizo anteriormente con los médicos y enfermeras —todo eso está dentro de la fórmula socialista, desde luego; buscando también cómo se racionaliza y se utiliza mejor la fuerza de trabajo, porque no podría desarrollarse el país si la desorganización, la ineficacia, la improductividad se quieren resolver a base de más gente. Eso es trabajo fundamentalmente político.
En los hospitales como en las escuelas no podemos estar hablando de rentabilidad, porque no son empresas económicas, ni de primas; si se habla en exceso de primas, se estará corrompiendo a los obreros y se les estará diciendo que solo con primas se pueden hacer las cosas (APLAUSOS). Admitido que dentro de la fórmula socialista caben las primas —y hasta los primos caben en la fórmula socialista (RISAS)— que signifiquen el resultado de un buen trabajo, pero un real buen trabajo, y no primas porque hubo una rentabilidad falsa ya sea porque se inflaron los precios, porque se cobró 40 000 por un piso y 10 000 por un trabajo que podía haber costado 500; así cualquiera es rentable, así es fácil encubrir la desorganización y la ineficiencia, elevando precios.
También algunas importantes brigadas constructoras como la de Cienfuegos, la de la CEN, tienen que alcanzar el máximo de productividad. Allí enviamos a un compañero, porque empezamos a oír hablar de cifras de hasta 16 000 trabajadores necesarios en la construcción, y les envié un mensaje de que no, que tenían que arreglárselas con lo que se había hablado, 12 000; porque otra forma de encubrir la desorganización y la ineficiencia es no llevando el control de lo que hace cada hombre, no controlar y medir su trabajo con rigor, pidiendo siempre más hombres. Y esa es una buena brigada, ¡se lo advierto!, con muy buenos cuadros. Allí a los obreros se les han dado facilidades: uniformes especiales, botas especiales de trabajo, alimentación especial. Cuando supe de 16 000, dije: No, se las tienen que arreglar con 12 000, ¡con doce mil! Si, además, los obreros de la construcción están trabajando más de ocho horas. No se puede encubrir la ineficiencia y la desorganización con más hombres y más hombres, porque después son 20 000 y después 25 000, cuando llegan los momentos picos.
Estoy mencionando algunos tipos de problemas, y estoy hablando de una buena brigada y de magníficos constructores, con los cuales tengo ciertos compromisos —yo los tengo con ellos y ellos los tienen conmigo—, por los esfuerzos que hemos hecho de mejorar sus condiciones de vida en general.
Hay muchas veces la tendencia, en vez de ir a pedirle al trabajador: "Haga un esfuerzo mayor, cumpla con su deber" —es decir trabajo político y organizativo—, de andar inventando cosas, solicitar más gente; es más fácil, pero mucho más costoso para el país. Se nos acaban los recursos, no podríamos darles entonces el uniforme especial y los zapatos especiales si ocurriera eso en este caso que mencioné.
Hay cosas de estas sobre las que medito. No hace mucho leí en un periódico los problemas de la textilera de Santiago de Cuba —de lo cual hablé ya en el Congreso—, una gran textilera, con capacidad de producción de 80 millones de metros cuadrados. Recientemente hubo una reunión allí en la textilera, se reunieron distintas partes, del Partido, del Estado, y lo que leí en el periódico un poco me asombraba, porque decían: Hay que resolver tales y más cuales problemas para lograr tenerla a plena capacidad, porque no hay suficiente estabilidad en la fuerza de trabajo; hay que garantizar más recreación, qué sé yo, cosas culturales; construir muchas más viviendas, garantizar las posibilidades de estudios superiores. No sé cuántas cosas garantizaban; y al final, un compañero declaró —lo vi en el periódico—: "Es muy difícil alcanzar esta meta para 1990, vamos a tratar de alcanzarla, pero es muy difícil."
Me pregunto yo: si esta textilera estuviera en Brasil, ¿qué pasaría?, allí donde hay tantos desempleados, tanta gente pasando hambre, tantos problemas sociales. ¿Harían falta allí tantas cosas y tantas promesas para que produjera la textilera al ciento por ciento? ¿Así se construye el socialismo? ¿Creemos que así se puede construir el socialismo? ¿Y no hay ninguna apelación al deber de los trabajadores, no hay ninguna apelación a la obligación de los jóvenes?, decirles: Este es un país subdesarrollado que tiene que desarrollarse; no puede ser a base de ofrecerles pajarito volando, todo, para que funcione una fábrica. Hay que saber llamar a los jóvenes y a los trabajadores a su deber, y decirles: ¡Produzcan! (APLAUSOS PROLONGADOS); y decirles a los trabajadores: ¡Estabilícense, alcancen los parámetros de producción, trabajen, que primero tiene que venir la producción y después las maravillas!, que la Revolución ha hecho grandes esfuerzos por garantizarles empleo a todos los jóvenes, pero somos un país subdesarrollado, frente al imperialismo y bloqueado por el imperialismo. No es solo a base de promesas, hay que llamar al deber, ¡a todos!
Creo que un día como hoy también tenemos que mencionar estas cuestiones; porque para tener muchas cosas que hoy están a nuestro alcance, se ha luchado, se ha derramado la sangre y se han hecho muchos sacrificios, y, al parecer, algunos ni lo saben, o no se han dado por enterado y no saben en qué mundo están viviendo (APLAUSOS).
No se trata de venir aquí solo a exaltar nuestras glorias pasadas, a rendir tributo a los caídos; a los caídos no se les rinde tributo en una o dos horas, en un minuto o un segundo, o en un día cada 25 años, o cada año. ¡A los caídos, a los que se sacrificaron por la Revolución, generación tras generación, hay que rendirles tributo todos los días, cada hora, cada minuto y cada segundo! (APLAUSOS PROLONGADOS)
¿Qué les vamos a decir a las madres que han perdido a sus hijos, qué les vamos a decir a las mujeres que han perdido a sus esposos, qué les vamos a decir a los hijos que han perdido a sus padres o a sus abuelos en la lucha revolucionaria —porque aquí veo a niños de 6, 8 y 10 años, familiares de los caídos? ¿Les vamos a decir acaso que si no tengo una casa al lado de la fábrica no voy, no trabajo en la fábrica?
Mientras no se puedan hacer las casas —y aunque sea muy justo hacer las casas al lado de la fábrica—, si necesitamos tela y tenemos, por ejemplo, en La Habana la Hilandería de Balance, que puede hacer hasta 15 000 toneladas de hilaza para nuestras textileras, ¡ah!, no hay suficiente estabilidad en la fuerza de trabajo; hay que hacer casas, esperaremos a que tengamos todas las casas allí en la esquina. Con casas solo no se resuelve, porque después pueden tener la casa y se van para otro trabajo.
Creo que los problemas hay que resolverlos también con moral, con honor, con principios, y es necesario apelar —y sería demagógico no hacerlo— al sentido del deber de nuestros compatriotas y de nuestros trabajadores.
Claro está que fue una mala planificación el hacer la textilera y no hacer un número de viviendas mayor, próximas a la fábrica, conociendo estos problemas; pero tampoco la Revolución tiene recursos para resolverlo todo de una sola vez
Creo que estas son debilidades —a las que me estoy refiriendo—, todas las que he mencionado aquí. Ese es nuestro enemigo ahora, esos son los que están haciendo el trabajo de los mercenarios, todos esos que buscan privilegios, prebendas, desvían recursos, que quieren embolsillarse dinero que no han ganado con el sudor de su frente, haciendo chanchullos y haciendo especulaciones. De todo eso hay en la viña del Señor (RISAS). No son mayoría ni mucho menos; pero tenemos el deber de combatirlos, porque esas minorías pueden hacer esas cosas solo cuando la mayoría fuera pasiva, indolente y no tuviera un espíritu crítico. Y conozco el espíritu crítico de nuestro pueblo, conozco las cualidades de nuestro pueblo.
Esta lucha va ser larga, y no va a ser de un quinquenio, toda la vida tenemos que estar luchando contra esta tendencia, porque siempre hay dos bandos, lo dijo Martí: los que construyen y los que destruyen. Hay un gran bando numeroso, que construye; pero están los del otro bando, donde se ubican los inconscientes, los indolentes, los irresponsables. Y no tiene que ser un contrarrevolucionario, ¡hay algunos que no se dan cuenta de que esa es una forma de hacer el papel de mercenarios!
Nosotros tenemos que apelar al honor y a la dignidad de nuestros compatriotas, de lo cual han dado prueba tan elevada en la historia.
Creo que esto es algo muy propio de un día como hoy. Todo lo que hemos dicho, todo lo que hemos recordado, nos refleja también el mundo en que vivimos; todo lo que hablé de los métodos hitlerianos del señor Reagan nos está enseñando, por ejemplo, que no son inútiles los esfuerzos que lleva a cabo nuestro país para su defensa.
Sabemos que en medio de las necesidades de escuelas —que hay escuelas viejas, algunas en condiciones malas, sobre todo primarias—, que faltan viviendas, que nos faltan centros deportivos y culturales, que nos faltan muchas cosas de todas esas cosas que queremos, tenemos que invertir todos los años cientos de millones en fortificaciones, en medidas defensivas; tenemos que dedicar decenas de millones de horas de trabajo en preparar al pueblo. Todo eso cuesta energía, esfuerzo; son esfuerzos que tenemos que quitárselo al trabajo productivo para dedicarlos a la preparación militar; cientos de miles de toneladas de cemento, de acero, de materiales de todas clases, y el esfuerzo de incontables trabajadores, tenemos que invertir todos los años en eso, en defendernos. ¡Es otro precio que nos cobra el imperialismo!
Hoy, con motivo de esta efemérides y relacionada con estas meditaciones, vemos cuánta razón tenemos en preparar al pueblo para la lucha. Porque fuimos fuertes, nos liberamos de una guerra terrible, hace 25 años. Luego, otra lección de Girón: ¡Hay que ser fuertes para librarnos, tal vez, de una guerra terrible! ¡En la medida en que seamos fuertes, en que seamos eficientes, en que seamos trabajadores, en que sepamos cumplir con todos nuestros deberes, ayudaremos a evitar la agresión imperialista! Porque los imperialistas saben, son oportunistas: allí donde hay debilidad, atacan; allí donde hay fortaleza, se moderan. Y un pueblo no es solo fuerte por su patriotismo, por las armas que tenga, sino por su comportamiento en general.
Ya quisieran los imperialistas que estos problemas y vicios a que nos hemos referido se multipliquen, porque saben que nos debilitamos, porque saben que seríamos menos fuertes para resistir.
Luego, el patriotismo nos obliga no solo a entrenarnos, a formar parte de una unidad de combate y a manejar las armas, sino a cumplir con todos nuestros deberes todos los días de nuestras vidas.
La Revolución ha marchado, ha avanzado mucho, ha alcanzado grandes éxitos; pero se equivocan los que crean que las nuevas generaciones no tienen tareas iguales o mayores que las que tuvo la generación de Girón, o las que le precedieron. ¡Se equivocan!, la lucha será larga, dura y durante mucho tiempo. Estos 25 años nos lo enseñan, la relación de crímenes imperialistas nos lo demuestra, porque tenemos un imperialismo cada vez más agresivo, más arrogante, más prepotente.
Este es un desafío para el mundo entero, para todas las fuerzas revolucionarias, para todos los países socialistas, para todas las fuerzas democráticas y progresistas del mundo: esfuerzo grande, lucha grande. Nadie crea que ya una generación lo hizo todo; una generación hizo una parte, y si cabe, una pequeña parte. Las nuevas generaciones tienen que hacer mucho, y las que vengan detrás tendrán también que hacer mucho. Esas son las realidades.
A estas realidades son a las que yo quiero traer la conciencia de nuestros compatriotas, un día como hoy, que meditemos y que podamos decirles a nuestros héroes, a nuestros mártires, a los que tuvieron que sufrir por el sacrificio más que otros, que no permitiremos jamás que el fruto de sus esfuerzos sea mancillado, que el fruto de su sacrificio se malverse o se despilfarre; que lucharemos con la misma valentía, con el mismo tesón, con la misma firmeza que en Girón; que lucharemos tenazmente y sin tregua contra todo lo que todavía debilite la Revolución.
Y frente a los enemigos externos y al peligro que nos aceche desde el exterior, decirles también a nuestros héroes y mártires, a los que dieron todo por la Revolución o a los que por su sacrificio llevaron el dolor a sus seres más queridos, que la Revolución no solo sabrá defenderse de las debilidades, de sus propias debilidades, sabrá defenderse también de sus enemigos exteriores; que a este país jamás regresará el capitalismo, que este país jamás volverá a ser propiedad imperialista. Decirles, en fin, como ya expresara en frase inmortal Antonio Maceo, que quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si es que no perece en la contienda.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)