DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN EL ACTO EN CONMEMORACION DEL XXXII ANIVERSARIO DEL DESEMBARCO DEL "GRANMA" Y DE LA FUNDACION DE LAS FUERZAS ARMADAS REVOLUCIONARIAS, Y LA PROCLAMACION DE CIUDAD DE LA HABANA LISTA PARA LA DEFENSA EN LA PRIMERA ETAPA, EN LA PLAZA DE LA REVOLUCION, EL 5 DE DICIEMBRE DE 1988, "AÑO 30 DE LA REVOLUCION".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Compañeras y compañeros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de las Milicias de Tropas Territoriales;
Compatriotas de la capital y de toda Cuba:
Este día reviste características especiales, no solo conmemoramos —aunque con tres días de retraso, por las razones que ustedes conocen—el XXXII aniversario de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias, sino que también nuestra capital recibe, junto a varios organismos del Estado, la bandera de Lista para la Defensa en la primera etapa.
Quiso, además, el azar que hace apenas 24 horas nos reuniéramos en un acto allá, en la hermana República de México, en el lugar exacto de donde salió el "Granma" hace también 32 años (APLAUSOS).
Hoy no es un día simplemente de solemnidades, pienso que también hoy es un día de reflexiones.
Pienso que a ningún revolucionario le quepa duda de la necesidad de este esfuerzo. ¿Por qué tanto sudor, por qué tanto sacrificio, por qué tantos días y tantas interminables horas que robamos al descanso, que robamos al estudio, que robamos a cualquier distracción sana para fortalecer nuestra defensa? Creo que este es un punto de máxima importancia.
Somos un país pequeño —isleño, además—, situado a muchos miles de kilómetros de cualquier aliado potencial o aliados reales, a 90 millas de la potencia imperialista no solo más poderosa de la Tierra, sino también la más arrogante, prepotente y altanera; o, como hemos dicho en alguna otra ocasión, no a 90 millas, sino a solo unos milímetros o a unas micras de distancia, allí, donde ocupan ilegalmente un pedazo de nuestro territorio.
Ese imperio es todavía y seguirá siendo, quizás durante mucho tiempo, imperio y, además, poderoso.
Somos el primer país socialista en el hemisferio occidental, el primer país socialista en América Latina, el último en liberarnos de España, el primero en liberarnos del imperialismo yanki (APLAUSOS), el primero en establecer el dominio pleno sobre sus propias riquezas, el primero en desacatar sus órdenes, el primero en desafiarlo, el primero en llevar a cabo la más profunda de las revoluciones sobre nuevos conceptos, nuevas ideas, nuevos valores.
Hemos sido los primeros en levantar las banderas de los trabajadores, de los campesinos, de los humildes e imponer sus reivindicaciones y derechos; los primeros en dar el ejemplo que correspondía a esta etapa de la evolución histórica de los pueblos de América Latina, y hemos mantenido esas banderas y esa actitud desde hace ya casi 30 años, y eso el imperio no lo perdonará jamás. Mas no se trata solo de un agravio al orgullo del imperio, sino también de una lesión profunda a sus intereses imperiales, de un símbolo, un camino que se traza de rebeldía, de libertad, de independencia, y ese símbolo, ese ejemplo, ese camino, el imperio no cejará jamás en sus intentos de aplastarlo por una vía o por otras vías. Es y continuará siendo, mientras exista el dominio imperial en nuestro hemisferio, su objetivo.
Aun cuando un día formalmente mejoraran las relaciones entre Cuba socialista y el imperio, no por ello cejaría ese imperio en su idea de aplastar a la Revolución Cubana, y no lo oculta, lo explican sus teóricos, lo explican los defensores de la filosofía del imperio. Hay algunos que afirman que es mejor realizar determinados cambios en la política hacia Cuba para penetrarla, para debilitarla, para destruirla, si es posible, incluso, pacíficamente; y otros que piensan que mientras más beligerancia le den a Cuba, más activa y efectiva será Cuba en sus luchas en el escenario de América Latina y del mundo. De modo que algo debe ser esencia del pensamiento revolucionario cubano, algo debe estar totalmente claro en la conciencia de nuestro pueblo, que ha tenido el privilegio de ser el primero en estos caminos, y es la conciencia de que nunca podremos, mientras exista el imperio, bajar la guardia, descuidar la defensa (APLAUSOS).
Lo digo porque tal vez algunos se puedan preguntar si no sería mejor dedicar esas energías, esos esfuerzos y esos recursos a la construcción del socialismo, al desarrollo del país, y yo respondo y cualquiera puede responder que sí, que sería mejor poder dedicar esos fondos, esas energías y esos recursos al desarrollo del país, pero no dejaría de ser más que una ilusión, una grave ilusión, una criminal ilusión, porque ese es el precio que tiene que pagar nuestro pueblo por su Revolución, por su libertad, por su independencia, por sus más sagrados derechos; es el precio que, incluso, a lo largo de la historia han tenido que pagar muchos pueblos por su derecho a existir. Y, en este caso, no solo para existir, sino existir por algo y para algo.
No podemos ignorar las realidades, y no creo que pueda perdonarse jamás nuestro pueblo, ni podría dejar de pagar un altísimo y fatal precio, si algún día se olvidara de esta realidad. Y no es que seamos pesimistas, somos simplemente realistas; no es que estemos contra la paz y la distensión; no es que estemos contra la coexistencia pacífica entre distintos sistemas políticos y económico-sociales, es que somos y tenemos que ser sencillamente realistas, y el realismo nos indica que mientras exista el imperio y mientras exista un pueblo digno en esta isla, un pueblo revolucionario en esta isla, habrá peligros para nuestra patria, a no ser que un día nos rebajemos tanto o seamos tan indignos como para renunciar a nuestra independencia, a nuestra libertad, a nuestros más sagrados y hermosos derechos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡No!", Y DE: "¡Fidel, Fidel!", Y DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!").
Contemplamos con satisfacción y apoyamos con sinceridad la política de paz de la Unión Soviética, y, como ustedes conocen, en los planteamientos que hemos venido exponiendo en los últimos años, la paz, la distensión y el desarme para nosotros están indisolublemente asociados a las posibilidades de desarrollo de una gran parte de la humanidad, a las posibilidades de vencer la gran crisis económica que se abate sobre estos pueblos del mundo, lo que quiere decir sobre miles de millones de seres humanos en el mundo; a la posibilidad de que exista el Nuevo Orden Económico Internacional, y a la posibilidad de garantizar un porvenir más justo para estos pueblos.
La cuestión de la supervivencia de la humanidad es un problema que nos atañe a todos; la paz es un problema que nos atañe a todos. Pero, aun, la supervivencia y la paz tienen un sentido diferente para unos países y para otros; hay dos supervivencias y hay dos paces: la supervivencia de los ricos y la supervivencia de los pobres, la paz de los ricos y la paz de los pobres.
En el mundo rico apenas hay mortalidad infantil, en el mundo rico apenas hay desnutrición, en el mundo rico apenas se mueren los seres humanos por enfermedades que hoy la técnica, la ciencia y las medidas preventivas son capaces de evitar; en el mundo rico apenas existe analfabetismo, o el tipo de analfabetismo que padecen los demás pueblos; en el mundo rico apenas existen las villas miseria, en el mundo rico las perspectivas de vida son de 70 ó de más años de edad; en el mundo rico, incluso, a veces destruyen productos alimenticios, de los cuales están requeridos miles de millones de personas en el mundo, simplemente para vender el resto más caro, para aumentar los precios; en el mundo rico existen los subsidios, y no solo a su agricultura y a sus productos para competir con los países del Tercer Mundo, sino también los subsidios a los desempleados, de los cuales, como algo intrínseco en la sociedad capitalista, tienen muchos. Y, claro, cuando se habla de paz no podemos dejar de pensar en los que mueren todos los días en ese Tercer Mundo al que me refiero.
Así, la historia, los libros y las proclamas políticas hablan de la Primera Guerra Mundial y de la Segunda Guerra Mundial, del número de muertos y de víctimas. Recuerdo que de la Primera Guerra Mundial se decía que en ella murieron alrededor de 20 millones de personas; que en la Segunda murieron alrededor de 40 millones. Se habla en los libros de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, y todavía se aterroriza la humanidad de pensar que en un solo día murieron 120 000 personas, en un solo día o después, y cientos de miles que sufrieron las consecuencias de las radiaciones, después de aquel brutal experimento que sobre las ciudades japonesas hicieron los yankis.
Pues bien, como hemos dicho en otras ocasiones, cada día mueren, en el Tercer Mundo, 40 000 niños que podrían salvarse; cada tres días —y estos son datos estadísticos de los organismos de las Naciones Unidas—mueren 120 000 niños en el Tercer Mundo, que podrían salvarse. Cada tres días, solo niños menores de 5 años, mueren tantos como las personas que murieron a causa de cualquiera de las bombas lanzadas sobre Hiroshima o Nagasaki, ¡solo niños menores de 5 años! Y los que mueren más tarde, o sufren las consecuencias terribles de la desnutrición y el hambre, que no solo acortan la vida, sino que afectan el desarrollo mental y físico de decenas de millones de personas, son consecuencias peores que las de las radiaciones de Hiroshima y Nagasaki.
Y hablamos solo de niños; si incluimos a los adultos en aquellos países, donde la perspectiva de vida es la mitad de la que tienen los países ricos, cada año mueren en el mundo tantas personas, o más personas que las que murieron en la Primera Guerra Mundial.
Pero algo más podría decirse, que cada año mueren en el Tercer Mundo como consecuencia del saqueo colonial al que fueron expuestos nuestros países, como consecuencia del neocolonialismo, como consecuencia del intercambio desigual, como consecuencia de la pobreza, como consecuencia de la existencia de relaciones injustas en el mundo, como consecuencia de las políticas imperialistas, tantos seres humanos como los que murieron en la Segunda Guerra Mundial. Por ello es que digo que hay dos supervivencias y dos paces, y que mientras exista injusticia en el mundo, mientras exista opresión neocolonialista e imperialista en el mundo, mientras exista este saqueo, habrá dos supervivencias y dos paces, y también dos concepciones de la supervivencia y de la paz: las concepciones socialistas y las concepciones imperialistas.
Nosotros sabemos cómo concibe la paz el socialismo; pero sabemos también cómo puede concebir la paz el imperialismo. Y el imperialismo desarrolló sus fuerzas armadas para el dominio mundial, tiene bases militares en todos los rincones de la Tierra, poderosas flotas navales y aéreas, millones de soldados; la concepción militar del imperialismo fue diseñada para establecer su orden en el mundo, su paz, como la que en otros tiempos se llamó paz romana; su concepción militar fue diseñada para mantener el dominio sobre el mundo. Esta es una realidad, y nosotros debemos ser realistas.
No existen flotas navales o aéreas socialistas por el mundo, ni bases militares; no existió nunca una concepción socialista para el dominio del mundo. Por ello las noticias de que puede haber paz, de que puede haber reducciones del armamento nuclear, de que puede haber distensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética no significa, necesariamente, que haya paz para nosotros, que haya seguridad para nosotros o para otros pueblos revolucionarios, o, simplemente, para los países independientes del Tercer Mundo.
Porque, ¿cómo interpreta la paz el Gobierno imperialista de Estados Unidos, cómo interpreta la paz el imperio? Es muy posible, es casi seguro que la forma de concebir la paz el imperio es paz entre los poderosos, paz con la Unión Soviética y guerra con los pequeños países socialistas, revolucionarios, progresistas o, simplemente, independientes del Tercer Mundo; paz con los poderosos y guerras abiertas o encubiertas, guerras sucias como la de Nicaragua, o guerras genocidas como la de El Salvador, o guerras en conflictos de baja densidad —como llaman ellos— en otros países. Por ello es muy importante preguntarse qué entiende por distensión y qué entiende por paz el imperio, y no podemos hacernos ninguna clase de ilusiones. Es por ello que dije, y que afirmo, que nuestro pueblo no podrá bajar jamás la guardia (APLAUSOS).
Y la cuestión de nuestra defensa, ¡es muy importante que lo sepamos!, nunca estuvo a cargo de nadie más que de nosotros (APLAUSOS). Nunca nos defendieron cohetes nucleares, ni ganamos ni perdemos en ese terreno si unos cohetes de un tipo o de otro se desmantelan, o si hay, incluso, desarme nuclear universal —algo que desgraciadamente no parece tan próximo—, porque nunca nuestra defensa dependió de cohetes de corto, mediano o largo alcance.
Una vez tuvimos aquí en nuestro territorio cohetes de mediano alcance y hace mucho tiempo que fueron retirados de nuestro país. Hace mucho tiempo que no disponemos de la defensa de cohetes de ningún tipo, pero si un día desaparecen todos los cohetes, nos alegraríamos por los países que se amenazan con esos cohetes, nos alegraríamos por la humanidad que vive o sobrevive, por la humanidad que disfruta de una paz o de otro concepto muy relativo de la paz, sin que ello, sin embargo, cambie en lo más mínimo los peligros que se puedan cernir en el terreno militar sobre nuestra patria.
El imperio seguirá teniendo en muchos lugares del mundo poderosas flotas navales y aéreas, poderosos ejércitos, porque hasta ahora no se ha dicho una sola palabra de que el imperio vaya a reducir sus flotas navales o aéreas, sus bases militares, sus ejércitos en el mundo, que seguirán amenazando, existan o no existan armas nucleares, a los países pequeños, a los países del Tercer Mundo. Sin embargo, eso no nos desalienta, y no nos desalienta porque sabemos que hay remedios para esos peligros; sabemos que los pueblos, aun pequeños, son capaces de luchar contra ese imperio poderoso, y el ejemplo más reciente, más inolvidable, fue el ejemplo de Viet Nam (APLAUSOS).
Digamos el ejemplo más claro; pero la historia contemporánea ha demostrado que por poderoso que sea un país, por muy sofisticadas que sean sus armas, no es capaz de dominar, no es capaz de aplastar a un pueblo dispuesto a luchar.
En menor escala vemos, por ejemplo, el pueblo salvadoreño que durante ocho años ha resistido un río de recursos, de armas, de entrenamientos imperiales en la guerra genocida que lleva a cabo en aquel país. En El Salvador, en Nicaragua, en todas partes, hay una verdad incuestionable: los pueblos decididos a luchar son invencibles, ¡son invencibles! (APLAUSOS) Y hasta la misma Granada, pequeñita y con una modesta población, si no se hubiese suicidado allí el proceso revolucionario, hasta la misma Granada habría luchado y habría sido invencible (APLAUSOS). Más tarde o más temprano, los imperialistas habrían tenido que retirarse; aun allí, en un país de 400 kilómetros cuadrados y algo más de 100 000 habitantes.
Y nuestro pueblo aprendió también a defenderse, y lo aprendió hace mucho tiempo y se defendió sin vacilación alguna; se defendió de la guerra sucia del imperialismo; se defendió de la invasión mercenaria de Girón, y ya entonces había cientos de miles de hombres y mujeres dispuestos a defender el país; se defendió heroicamente a raíz de la Crisis de Octubre, y cuando los proyectiles de alcance medio se marcharon nuestro pueblo siguió defendiéndose, siguió aplicando el principio de que la defensa de nuestro país corresponde a nuestro propio pueblo (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Aquí no se desalentó nadie absolutamente, aquí no se desmoralizó nadie ni un instante, aquí no se rindió nadie, como acaba de decir uno de ustedes, y nuestro pueblo asumió su tarea como la ha asumido a lo largo de estos 30 años. (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Que lo sepan los nacidos y los que están por nacer, nacimos para vencer y no para ser vencidos!")
Y cuando una administración guerrerista y agresiva nos amenazaba con barrernos del mapa, llevamos hasta los más altos límites nuestras concepciones de la defensa de la Revolución y del país. Nuestro pueblo y nuestras Fuerzas Armadas, consecuentes con los principios que nos llevaron a la victoria en la Sierra Maestra, en la lucha contra la guerra sucia imperialista en las montañas del Escambray y otros lugares del país, en la lucha contra el ataque mercenario de Girón, frente a los nuevos peligros, elaboraron y aplicaron el concepto de la guerra de todo el pueblo (APLAUSOS).
Es este concepto lo que nos hace inconquistables, lo que nos hace invencibles, lo que nos, hace actuar de acuerdo con la convicción profunda, la convicción basada en las realidades, en la experiencia y en la historia de que jamás, por poderoso que sea ese imperio, por sofisticadas que sean sus armas, podrá vencernos, jamás podrá doblegarnos, jamás podrá conquistarnos, ¡y que aun cuando nuestro territorio pudiera ser físicamente ocupado, jamás el país sería conquistado, jamás el pueblo dejaría de luchar y jamás nuestro pueblo dejaría de vencer! (APLAUSOS)
La guerra de todo el pueblo significa que, para conquistar nuestro territorio y ocupar nuestro suelo, las fuerzas imperiales tendrían que luchar contra millones de personas y tendrían que pagar con cientos de miles e incluso millones de vidas el intento de conquistar nuestra tierra, de aplastar nuestra libertad, nuestra independencia y nuestra Revolución, sin alcanzar a conseguirlo jamás. Y no es una verdad solo de hoy, otros hombres, en otras épocas, en la historia de nuestra patria, percibieron esta realidad, que no en balde escribió Maceo —en otros tiempos, en otra época, cuando no éramos 10 millones, cuando éramos tal vez la décima parte de lo que somos hoy, cuando teníamos la décima parte de la disciplina que tenemos hoy y la centésima parte de las armas que tenemos hoy—: Quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Nosotros podemos complementar esta maravillosa idea, este extraordinario pensamiento de Maceo, diciendo que quien intente apropiarse de Cuba no recogerá siquiera el polvo de nuestra tierra anegada en sangre, porque perecerá en la lucha (APLAUSOS).
Por poderoso que sea el imperio, por sofisticadas que sean sus técnicas y sus armas, no está en condiciones de pagar el precio que significaría semejante aventura. Es posible que no esté dispuesto a pagarlo nunca, ¡pero nosotros sí sabemos que el precio que corresponda al sagrado principio de la defensa de nuestra patria y de nuestra Revolución, por alto que sea, estaremos dispuestos a pagarlo siempre! (APLAUSOS)
Esto es lo que significa el concepto de la guerra de todo el pueblo, esto es lo que significa el principio de que nuestro pueblo no puede cometer jamás el error de bajar la guardia; de esto se deduce la necesidad de seguir invirtiendo sudor y recursos, y de seguir haciendo sacrificios para fortalecer nuestra defensa.
Sin defensa no puede haber patria, sin defensa no puede haber independencia, sin defensa no puede haber libertad, sin defensa no puede haber dignidad, sin defensa no puede haber Revolución; y la defensa es algo que no se puede confiar jamás a otros, la defensa es algo que un pueblo solo puede confiar a sí mismo (APLAUSOS).
Eso hemos hecho a lo largo de casi 30 años de Revolución, y por ello tiene tan especial contenido este acto de hoy, este momento en que los combatientes de nuestra capital, hombres y mujeres, los que tienen que empuñar las armas, o los que tienen que sostener la producción y los servicios en caso de guerra, reciben su bandera de Lista para la Defensa en su primera etapa (APLAUSOS PROLONGADOS).
No es un juego a la guerra, no son simples ceremonias; son cosas muy serias, son cosas muy sagradas las que están detrás de este esfuerzo, y el imperio no podrá dejar de comprenderlo. Y por eso ni un día, ni un minuto, ni un segundo, cueste lo que cueste, sacrifíquese lo que se sacrifique, debemos dejar de prestar atención a la defensa. Y de lo que es capaz nuestro pueblo, de lo que son capaces la idea de la independencia y de la libertad, la idea de la Revolución, puede dar constancia la historia de nuestro país; porque creo que pocos, en tan breve tiempo, han escrito páginas tan elocuentes de combatividad y de heroísmo.
En su época el imperio español, la poderosa España, desconoció o ignoró las fuerzas de nuestro pueblo —¿qué población tenía Cuba en el año 1868?; ahora no tengo el dato exacto, pero no creo que fuera mucho más de un millón de habitantes—, y aquella guerra que comenzó en Yara un 10 de octubre, duró 10 años de indescriptible heroísmo. Y no era todo el pueblo luchando contra España, era una parte del pueblo luchando contra España. En aquella época nuestra sociedad era todavía esclavista, cientos de miles de hombres —hombres y mujeres, pero fundamentalmente hombres— estaban esclavizados, hacían producir las plantaciones de caña y de café, principalmente en el occidente del país. Se calcula que el número de esclavos era de aproximadamente 300 000.
Un puñado de patriotas, de campesinos independientes y de esclavos que se sumaron, iniciaron aquella guerra; pero en los primeros 10 años la contienda no pudo llegar a occidente, la población de occidente no participa en aquella lucha, los esclavos no pueden ser liberados, y España no solo contó con cientos de miles de soldados, contaba también con los voluntarios, que eran ciudadanos españoles residentes en Cuba, y, desgraciadamente, contaba con una parte de los cubanos luchando a su lado.
Creo, sinceramente, que una de las más heroicas luchas por la independencia fue la que llevó a cabo nuestro pequeño pueblo contra una potencia que en aquella época era poderosa, muy poderosa militarmente. Para liberarse, los demás pueblos de América Latina lucharon simultáneamente contra España en un inmenso territorio. En nuestra pequeña isla, una parte de nuestro pueblo luchó solitariamente contra aquel poder extranjero.
Es bueno recordar esto un día como hoy, porque la semilla de la dignidad actual, de la rebeldía actual, del patriotismo actual, se empezó a sembrar desde entonces, en aquella lucha de Céspedes, de Agramonte, de Máximo Gómez, de Maceo, que después fue la lucha de Martí y de una parte de estos mismos patriotas que todavía sobrevivían, y de otros muchos dirigentes y combatientes.
Al cabo de casi 30 años, cuando la potencia colonial estaba derrotada —como todos conocemos—, la lucha por la liberación fue interrumpida por la intervención yanki: intervención acompañada del engaño, acompañada de ocultos propósitos, acompañada de la mentira, que se presentaba como intervención liberadora de nuestro país. Intervención que sirvió para apoderarse de Puerto Rico, que todavía permanece bajo el yugo imperial, y para apoderarse de otros territorios; para imponernos una Enmienda Platt con derecho a intervenir en el país cuantas veces les diera la gana, para imponernos una base naval en una de las mejores bahías del país, donde todavía permanecen, y para imponer el neocolonialismo en nuestra patria.
Pero no dejó de luchar nuestro pueblo frente a tan complejos factores, en el que no jugaba un pequeño papel la mentira y el engaño. Lucharon nuestros obreros, lucharon nuestros campesinos contra todas las injusticias que nos trajo la intervención yanki, que nos trajo el neocolonialismo, que nos trajo aquella política de manejo de nuestro Estado; aquella política de apoderarse de nuestros recursos naturales, de establecer inmensos latifundios, de usufructuar nuestras minas, nuestros transportes y servicios y de explotar a nuestro país, aquella política de desprecio a nuestro pueblo. Creyeron, incluso, que lo tenían suficientemente adoctrinado. Creían que no nos quedaba otra alternativa que pensar como ellos, que hacer todo lo que les conviniera a ellos. Si la moda era el antisocialismo, nosotros teníamos que ser antisocialistas; si la moda era el anticomunismo, nosotros teníamos que ser más anticomunistas que nadie; si la moda era el racismo, nosotros teníamos que ser racistas; si la moda era la discriminación de la mujer, nosotros teníamos que discriminar a la mujer; si la moda era el juego, nosotros teníamos que ser campeones del juego; si la moda era la prostitución, en nuestro país tenían que haber más prostitutas que en cualquier otro lugar; si la moda era la corrupción y el saqueo de las finanzas del Estado, en Cuba tenía que haber más saqueo que en ninguna parte; si la moda era el capitalismo, el latifundismo, la politiquería, nosotros teníamos que ser más capitalistas, más latifundistas y más politiqueros que nadie.
¡Cuánto ultrajaron a este país, cuánto lo subestimaron, cuánto lo despreciaron, y cuán lejos estaban de imaginarse que este país y este pueblo, a pesar de todo aquel adoctrinamiento, a pesar de aquella aparente docilidad y sumisión fuera capaz de hacer lo que hizo, fuera capaz de llevar a cabo una revolución, de mantener erguida su bandera durante tres decenios, fuera capaz de desarrollar una fuerza como la que ha desarrollado! Cómo se imaginaron que aquel ejército mercenario era suficiente para mantener dominado a nuestro país, cómo despreciaron el heroísmo y la inteligencia de nuestra nación, cómo fueron incapaces de ver toda la audacia que se albergaba en el alma de nuestro pueblo.
Por eso, en una ocasión como esta, no podemos menos que recordar nuestra historia más reciente, no podemos menos que recordar los ínfimos recursos con que se inició la lucha en esta nueva etapa de nuestra historia, los ínfimos recursos con que en aquellos tiempos se organizó la acción del Moncada, los ínfimos recursos con que se organizó la expedición del "Granma", el número insignificante de hombres con que se creó de nuevo el Ejército Libertador, y se llevó a cabo la lucha a lo largo de 25 meses desde la Sierra Maestra.
Días atrás se conmemoró el 30 aniversario de uno de los combates más importantes, entre muchos que tuvieron lugar en aquellos meses, y parece increíble el número de hombres, con mínimo de armas, de municiones, con que era posible llevar a cabo acciones militares que parecían cosas de imaginación o de fantasía.
El hecho cierto es que nuestro pequeño ejército, cuya fundación se conmemora hoy, fue capaz de destruir unas fuerzas armadas cuyo número total ascendía a 80 000, y cuando termina aquella contienda el total de armas de guerra con que contaba nuestro Ejército Rebelde no rebasaba el número de 3 000.
Es una gran lección, una gran lección digna de tener en cuenta ahora, cuando somos millones y cuando tenemos millones de armas; cuando tenemos decenas y decenas de miles, cientos de miles de cuadros militares, de un nivel u otro, con una sólida preparación; cuando tenemos armas incomparablemente más poderosas, más modernas y más eficaces.
Por ello era lógico que en este trayecto recorrido no tenga nada de extraordinario todo lo que nuestro pueblo hizo para defenderse, la forma en que aplastó la guerra sucia, en que destrozó la invasión mercenaria, en que desafió al imperio proclamando el socialismo en víspera, precisamente, del desembarco mercenario; la forma en que ha resistido y ha enfrentado todos los riesgos. Y de manera especial, un día como hoy, es digno de homenaje el heroísmo, la decisión y la eficacia con que nuestro pueblo ha cumplido sus sagrados deberes internacionalistas (APLAUSOS).
Cuando aquí nos reunimos en esta Plaza cientos de miles de hombres y mujeres organizados para la defensa del país, no podemos olvidar un hecho realmente extraordinario, símbolo de lo que es nuestro pueblo, de los niveles de conciencia alcanzados, como lo es la presencia de decenas y decenas de miles de combatientes internacionalistas, a miles y miles de kilómetros de nuestra tierra (APLAUSOS). Creo que da una buena idea del desarrollo de la capacidad defensiva de nuestro pueblo, creo que da una buena idea del espíritu de nuestro pueblo, de su valentía y de su heroísmo.
No deja de ser realmente extraordinario el hecho de que cuando aquí estábamos amenazados, de que cuando el imperio hablaba de aplastarnos, de que cuando el imperio nos obligó a hacer un extraordinario esfuerzo en la defensa, nuestro país no dejó de cumplir sus deberes internacionalistas (APLAUSOS); nuestro país, que habría tenido fundadas razones para suspender las misiones internacionalistas, para retirar sus fuerzas ante la amenaza que se cernía sobre nosotros. De tal manera confiábamos en nuestro pueblo y en su capacidad de combate, que ni aun para defendernos aquí retiramos un solo combatiente internacionalista de ninguna parte (APLAUSOS). Y no solo eso, sino que fuimos capaces de enfrentar situaciones difíciles, situaciones que podríamos llamar criticas en el cumplimiento de esas misiones.
No se ha hablado suficientemente, y tal vez no sea todavía hora de decir todo lo que puede decirse, pero considero que en los últimos 12 meses, en el último año, nuestro país escribió una de las páginas más valientes, más extraordinarias de espíritu internacionalista.
Ello comenzó hace menos de 13 meses, con la crisis que se presentó en la República Popular de Angola. Fueron momentos verdaderamente serios, fue una situación particularmente difícil, por distintas razones: llevábamos ya alrededor de 12 años cumpliendo nuestra misión internacionalista en ese hermano país, fuimos fieles a los compromisos a lo largo de esos años, en que se mantuvo nuestra presencia en Angola, no para participar en la contienda interna, puesto que los problemas internos de cada país debe resolverlos cada país; nuestra presencia era como un escudo frente a la amenaza sudafricana, que fue la que originó nuestra presencia en Angola en el año 1975, a solicitud de la dirección de ese país.
Ya una vez obligamos a retroceder a los sudafricanos hasta la misma frontera en 1976.
Ese año habíamos acumulado grandes fuerzas que después comenzamos a retirar. Cuando ya se había retirado aproximadamente la mitad del total de las fuerzas que habíamos reunido en el año 1976, empezaron de nuevo las intervenciones de la Sudáfrica racista y fascista en Angola.
Nosotros cuidábamos en el sur de ese país una línea estratégica, establecida de acuerdo con la topografía del terreno y de acuerdo con las comunicaciones requeridas para la defensa. Esa línea se extendía desde el mar hacia el este; primero alcanzaba unos 300 kilómetros, después alcanzó alrededor de 700 —habría que precisar la cifra exacta—, pero llegábamos desde Namibe hasta Menongue. Namibe en la costa; Menongue en el interior del país, hacia el este. Estábamos a unos 250 kilómetros, aproximadamente, de la frontera con Namibia, y los sudafricanos llevaban a cabo sus acciones sin llegar nunca a nuestras líneas; intervenían en ese espacio que estaba entre nuestras líneas y la frontera. Su acción principal consistía en llevar a cabo la guerra sucia contra Angola, armando grupos contrarrevolucionarios, asociados en esto a Estados Unidos.
Esta situación duró años, pero en todo ese período la correlación de fuerzas favorecía a los sudafricanos; nuestras fuerzas eran suficientes para defender aquella línea, pero no para impedir las intervenciones sudafricanas en una parte del territorio de Angola, y digo que esa situación se prolongó durante años hasta 1987, en que se produjo la crisis de que hablaba.
Esta crisis se origina en una ofensiva organizada por las FAPLA contra la UNITA en un territorio situado al sudeste de Angola, muy distante del extremo oriental de nuestra línea. En esa ofensiva no participaban ni participaron nunca los cubanos. Y no era la primera, otra ofensiva se había hecho en 1985, a partir de un punto hoy conocido por Cuito Cuanavale.
Cuito Cuanavale estaba a 200 kilómetros al este del último punto de la línea cubana, a 200 kilómetros de Menongue. Desde allí se hizo la ofensiva de las FAPLA, en 1985, contra la UNITA, hacia el sureste. Cuando ya habían avanzado alrededor de 150 kilómetros en aquella apartada región, se produce la intervención de las tropas sudafricanas, muy lejos de nuestras líneas, a 350 kilómetros del último punto de nuestras líneas, y obligan a retroceder a las FAPLA.
A decir verdad, teníamos nuestras opiniones sobre esas operaciones, y uno de nuestros puntos de vista era que no se podían realizar esas ofensivas sin contar con la intervención sudafricana. Teníamos puntos de vista muy claros, muy precisos y muy categóricos sobre la cuestión.
En 1986 no se produjeron ese tipo de ofensivas.
Nosotros decíamos: si se quieren desarrollar ofensivas en esa dirección dentro del territorio angolano —lo cual es un derecho del gobierno angolano, un derecho irrenunciable— hay que crear las condiciones apropiadas para prohibirle a Sudáfrica intervenir, ¡hay que crear las condiciones apropiadas para impedirle a Sudáfrica intervenir! Y nosotros les decíamos a los que aconsejaban esas operaciones, que no se podían llevar a cabo si no se creaban las condiciones para prohibirle a Sudáfrica intervenir.
Nuestros puntos de vista fueron escuchados en 1986; pero, desgraciadamente, no fueron lo suficientemente escuchados en 1987, y las cosas ocurrieron exactamente como habíamos previsto: en un momento dado y en aquellos apartados rincones del este de Angola, cuando se desarrollaba exitosamente la ofensiva de las FAPLA contra la UNITA, intervienen de nuevo los sudafricanos con artillería, tanques, aviación y tropas.
Pero en el año 1987 no se limitaron a una intervención para frenar a las FAPLA. Esa intervención se produce en el año 1987 —como ya había ocurrido en 1985— al norte de Mavinga. Mavinga es un lugar tan distante, que ni siquiera nuestros aviones de combate ubicados en Menongue lo podían alcanzar. Esta vez —decía— no se limitaron los sudafricanos a rechazar la ofensiva, sino que avanzaron en persecución de las FAPLA en dirección a Cuito Cuanavale e intentaron destruir la mayor y mejor agrupación de tropas angolanas. Cuito Cuanavale, repito, está a 200 kilómetros al este de Menongue, extremo oriental de nuestra línea. Allí los sudafricanos intentan decidir, a su favor y a favor de la UNITA, la guerra contra Angola.
Desde luego, aquel lugar distante no era el lugar ideal para grandes batallas, allí la logística y los suministros se hacían muy difíciles. Para llegar desde Menongue hasta Cuito Cuanavale había que recorrer 200 kilómetros dentro del bosque; es decir, el enemigo había escogido el campo de batalla que más le convenía.
Al crearse aquella situación, situación que se desarrolla realmente porque no se tomaron en cuenta nuestros puntos de vista militares, situación difícil que podía resultar decisiva, entonces todo el mundo nos pide que actuemos, que tratemos de impedir que allí ocurra un desastre. Todo el mundo nos lo pide y todo el mundo espera que Cuba resuelva la situación; pero realmente, y de acuerdo a nuestra apreciación, las tropas cubanas y los medios disponibles en Angola no eran suficientes para resolver aquella situación, no eran suficientes; no había tropas y medios suficientes para defender una línea de más de 700 kilómetros y, además, avanzar entre el bosque 200 kilómetros hacia el este para enfrentar el problema. Corríamos el riesgo de hacernos fuertes allí y débiles en los otros puntos, el riesgo de caer en una gran trampa.
Por eso, desde el primer momento vimos clara la situación y sacamos la conclusión de que, aunque aquel problema podía tener solución, para ello era indispensable reforzar las tropas y aplicar una concepción militar adecuada; el principio era: no se deben librar batallas decisivas en el terreno escogido por el enemigo, hay que dar las batallas decisivas en el terreno escogido por las fuerzas propias y golpear al enemigo en lugares sensibles, verdaderamente estratégicos.
Esta situación de crisis se presenta a mediados de noviembre; acababa yo de regresar de la Unión Soviética, donde había asistido al 70 aniversario. A los pocos días de estar aquí empiezan a llegar las noticias de Angola: la situación se había hecho muy crítica, los sudafricanos estaban en las inmediaciones de Cuito Cuanavale, la amenaza era grave, no se podía perder un minuto.
Fue el 15 de noviembre del pasado año que, reunidos con el Estado Mayor de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias, tomamos la decisión política y la decisión militar de enfrentar la situación, y adoptar las medidas que fuesen necesarias. Otra cosa habría conllevado a la probable aniquilación de la mejor agrupación de tropas angolanas, tras lo cual las consecuencias habrían sido imprevisibles para la supervivencia de la República Popular de Angola; habría podido presentarse, incluso, una situación complicada para nuestras tropas. Es por ello que, después de pensarlo detenidamente, la dirección de nuestro Partido toma la decisión de reforzar las tropas y ayudar a resolver aquel grave problema que se había creado.
Pero todo no era tan sencillo, todo no era tan simple; en el terreno político había una situación compleja, el 7 de diciembre se reunirían en Washington el compañero Gorbachov con el presidente Reagan para discutir importantes temas relacionados con la paz internacional, el peor momento para una decisión de esa naturaleza, la acción de Cuba podía considerarse inconveniente y la cuestión era: o se toma la decisión, o se afrontan las consecuencias de permitir a los sudafricanos actuar impunemente y decidir militarmente la lucha en Angola.
A decir verdad, la dirección de nuestro Partido y la dirección de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias no vacilaron ni un instante, y se tomó la decisión correcta —fecha exacta— el 15 de noviembre de 1987. Lo primero que hicimos fue trasladar hacia Angola los pilotos más experimentados de nuestra fuerza aérea, para que empezaran a actuar desde el aire, a partir de la base de Menongue, contra las tropas sudafricanas que asediaban a Cuito Cuanavale. Simultáneamente, se seleccionaron y se comenzó el envío desde Cuba de las unidades de combate y las armas necesarias para dar una respuesta a aquella situación, las necesarias para hacer fracasar los planes enemigos.
Ya el empleo de la aviación empezó a surtir un efecto determinado, pero no era suficiente; fue necesario enviar por aire un grupo de asesores, de oficiales y de cuadros a Cuito Cuanavale, además, artilleros, tanquistas, técnicos en armas y equipos, que en número de alrededor de 200 se trasladaron hacia aquel punto para apoyar, principalmente desde el punto de vista técnico y de asesoramiento, a las fuerzas angolanas. Pero aquello no era suficiente, y fue necesario enviar por tierra, recorriendo aquellos 200 kilómetros, unidades de tanques, artillería e infantería blindada. La cuestión era asegurar a Cuito Cuanavale, impedir que el enemigo aniquilara a la agrupación de tropas angolanas y tomara aquel punto, que se estaba convirtiendo en un símbolo de la resistencia y del éxito o el fracaso de Sudáfrica.
Así se desarrolló —y no he mencionado más que una parte— el proceso de aquella lucha. No intentábamos llevar a cabo allí una batalla decisiva. Junto a Cuito Cuanavale, que es una cabecera municipal, está el río Cuito, allí había un puente, y el enemigo con métodos sofisticados, empleando aviones teleguiados logró al fin interrumpir el puente; de modo que una parte de la fuerza angolana estaba del otro lado del río, sin puente, y otra parte estaba al oeste, donde se encuentra, precisamente, el pueblo de Cuito Cuanavale. Era compleja la situación, pero tenía remedio, y había que ponerle remedio sin darle oportunidad al enemigo de una batalla decisiva allí; había que frenarlo, había que pararlo, había que evitar que destruyera la agrupación de tropas angolanas y que tomara Cuito Cuanavale. Una explicación con más detalles tendría que ser en otras circunstancias, en otra oportunidad, quizás tarea de escritores y de historiadores, todo lo que allí ocurrió y cómo se desarrollaron los acontecimientos.
El Gobierno de Angola nos había asignado la responsabilidad de la defensa de Cuito Cuanavale, y se tomaron todas las medidas necesarias, no solo para frenar a los sudafricanos, sino para convertir Cuito Cuanavale en una trampas, ¡en una trampa!, contra la que se estrellaron las tropas sudafricanas. Allí en Cuito Cuanavale, realmente, se rompieron los dientes los sudafricanos, y todo esto con un mínimo de bajas, ¡un mínimo de bajas!, por parte de las fuerzas propias, angolanas y cubanas.
Se empeñaron en la acción y fracasaron rotundamente, pero la estrategia cubano-angolana no era simplemente frenar al enemigo en Cuito Cuanavale, sino concentrar las fuerzas y medios suficientes al oeste de nuestras líneas, para avanzar hacia el sur y amenazar puntos claves de las fuerzas sudafricanas
La idea esencial era frenarlos en Cuito Cuanavale y golpearlos por el suroeste. Se acumularon fuerzas suficientes para amenazar seriamente lugares de importancia estratégica para Sudáfrica y propinarle contundentes golpes, en el terreno escogido por nosotros, no por el enemigo (APLAUSOS).
Nuestras fuerzas avanzaron hacia el sur por el oeste, en número y con medios suficientes para cumplir su misión. Bastaron unos cuantos choques de la exploración, y el golpe aéreo contundente sobre sus posiciones en Calueque para que los sudafricanos se dieran cuenta de la tremenda fuerza que tenían delante, y este cambio en la correlación de fuerzas fue lo que abrió el camino de las negociaciones, nadie vaya a pensar que esto ocurrió por casualidad. Ya venían hacía tiempo los norteamericanos reunidos con los angolanos, presentándose como intermediarios entre angolanos y sudafricanos para buscar una solución de paz, y así transcurrieron años; pero mientras se producían estas supuestas negociaciones por intermedio de los norteamericanos, los sudafricanos habían intervenido y habían tratado de resolver militarmente la situación en Angola, y lo habrían tal vez logrado de no haberse producido el esfuerzo realizado por nuestro país.
El hecho es que la correlación cambió radicalmente, los sudafricanos habían sufrido en Cuito Cuanavale una derrota contundente, y lo peor para ellos estaba por llegar, se pusieron a jugar con candela, a decir verdad, y encontraron candela (APLAUSOS).
Quizás nunca en esta historia de más de 12 años se habían visto frente a un peligro mayor. Cuando en el año 1976 llegamos hasta la frontera de Namibia, teníamos hombres, teníamos un buen número de tanques y cañones, pero no teníamos aviación, ni cohetería antiaérea, ni muchos de los medios con que disponemos hoy.
Debo decir que en la batalla de Cuito Cuanavale nuestros pilotos se llenaron de gloria, escribieron páginas verdaderamente extraordinarias (APLAUSOS). Llevaron a cabo un puñado de pilotos, en unas pocas semanas, cientos y cientos de misiones; se hicieron del dominio del aire con los MIG-23, y realmente hay que decir que realizaron una gran hazaña, eso fue un factor importante. Para Angola enviamos no solo nuestros mejores pilotos, enviamos nuestras mejores armas antiaéreas, una gran cantidad de medios antiaéreos portátiles, una buena cantidad de artillería coheteril antiaérea, reforzamos nuestros medios de combate aéreo, se enviaron cuantos tanques, transportadores blindados y piezas artilleras fueron necesarios.
Mencioné a los pilotos, pero sería justo mencionar el comportamiento de nuestros tanquistas, de nuestros artilleros, de nuestro personal de la defensa antiaérea y de la infantería, de nuestros exploradores, de nuestros zapadores (APLAUSOS). Ellos organizaron y ayudaron a crear infranqueables campos de minas, donde se estrellaron los tanques sudafricanos en Cuito Cuanavale (APLAUSOS); el éxito fue resultado de la acción coordinada de las distintas armas, allí, en estrecha relación con las tropas angolanas, que realmente allí, en ese empeño común, actuaron con un heroísmo extraordinario y con gran eficiencia.
En las batallas que se libraron, en los combates al este del río, se distinguió especialmente la 25 Brigada de Infantería angolana. Fue una lucha común, un mérito común y una gloria común (APLAUSOS).
En Cuito Cuanavale la mayor parte de las fuerzas eran angolanas; y en nuestro avance hacia el sur, que hicimos también en común, la mayor parte de las fuerzas eran cubanas (APLAUSOS).
Se acumuló realmente una fuerza potente. En nuestras manos estaba el dominio del aire, el dominio antiaéreo y el dominio terrestre. Fuimos muy cuidadosos en la protección antiaérea de las tropas por cuanto, aunque la aviación sudafricana se desapareció del aire después que recibió algunas buenas lecciones de parte de nuestros medios antiaéreos, siempre avanzaron las tropas y siempre ocuparon sus posiciones con el máximo de protección antiaérea que estaban y están todavía en constante estado de alerta, en previsión de cualquier ataque sorpresivo. Habíamos analizado bien las experiencias de las últimas guerras y no se le ofreció al enemigo una sola oportunidad, ¡una sola oportunidad! (APLAUSOS) No solo por las medidas que se tomaron en el terreno, la fortificación del terreno, los medios antiaéreos, los medios aéreos; se realizaron proezas constructivas, en cuestión de semanas se construyó un aeropuerto de combate, una base aérea, con lo cual nuestra aviación avanzó más de 200 kilómetros y amenazaba seriamente puntos neurálgicos de las tropas sudafricanas. No hubo improvisación, no hubo aventuras, no hubo descuidos, el enemigo se percató no solo de que estaba frente a fuerzas muy poderosas, sino también muy experimentadas.
De esta forma se crearon las condiciones que dieron oportunidad a las negociaciones que se han ido desarrollando y que, incluso, han ido avanzando en los últimos meses; un cambio radical en la situación política, diplomática y militar.
En estas negociaciones Estados Unidos ha estado actuando como mediador. Se puede poner mediador entre comillas, y, al poner mediador entre comillas no le niega cierto aspecto positivo en su actuación diplomática en estas negociaciones. Digo mediador entre comillas, porque ellos son aliados de la UNITA, ellos suministran armas a la UNITA. En eso actúan como aliados de Sudáfrica, pero a la vez estaban interesados en buscar una solución al problema de Namibia, en buscar alguna fórmula de paz en la región, como consecuencia de la cual sean retiradas las tropas cubanas de Angola.
Es conocido que Estados Unidos perdió prácticamente el sueño con esa especie de osadía de que un pequeño país como Cuba, bloqueado y amenazado, fuera capaz de cumplir una misión internacionalista de esta naturaleza. En la cabeza del imperio, eso no se concibe. Solo ellos en el mundo tienen derecho a tener tropas en todas partes, armas en todas partes y bases en todas partes, pero el hecho de que un pequeño país del Caribe haya sido capaz de apoyar al hermano pueblo africano, es algo que se sale de sus parámetros, de sus concepciones y de sus normas.
Claro que esta misión internacionalista de Cuba ejerció un impacto muy grande en Africa. Los pueblos de Africa, incluso gobiernos de Africa que no son revolucionarios, que son más bien de derecha, han visto con admiración la misión desempeñada por Cuba en Africa. Los pueblos africanos saben que esas son tropas aliadas; saben que el único país no africano que ha enviado tropas a defender un país de Africa contra la agresión de la Sudáfrica racista y fascista es Cuba (APLAUSOS).
Toda el Africa odia profundamente el apartheid. Toda el Africa ve en el apartheid su mayor enemigo, el enemigo que desprecia al Africa, que agrede al Africa, que humilla al Africa. Es increíble hasta qué punto se sienten heridos los pueblos de Africa con el apartheid, y eso ha hecho al sentimiento africano, al alma africana, un aliado de Cuba.
Los imperialistas no se explican bien por qué las amplias relaciones de Cuba en el terreno internacional, por qué el prestigio de Cuba en el terreno internacional; pero los pueblos de Africa, que tanto han sido humillados por el apartheid y por el racismo, han sido capaces de valorar en toda su dimensión el gesto noble, generoso, la dimensión histórica, el heroísmo de nuestro pueblo, que no solo fue capaz de defenderse aquí de un enemigo tan poderoso, sino que fue capaz de ayudarlos en su lucha contra los fascistas y los racistas.
Nosotros sabemos cómo piensan los pueblos africanos —y este es otro problema que pesa en la política de Estados Unidos—; los pueblos de Africa han visto en Estados Unidos un aliado y un amigo del apartheid, los pueblos de Africa ven en el Gobierno de Estados Unidos el principal responsable de la supervivencia del apartheid. Y Sudáfrica se ha convertido en un amigo embarazoso para Estados Unidos; el apartheid se ha convertido en algo políticamente negativo para Estados Unidos ante la opinión mundial, en algo apestoso para la política de Estados Unidos, que le origina, incluso, problemas internos, porque hay sectores en Estados Unidos como la población negra de Estados Unidos, y no solo la población negra, las minorías discriminadas en Estados Unidos, y no solo minorías nacionales, sino también una parte importante de la opinión pública de Estados Unidos, que condena el apartheid, repudia el apartheid, critica el apartheid.
De modo que el apartheid y su alianza con el Gobierno de Estados Unidos se vuelve un problema político interno, de ahí que Estados Unidos tiene interés en desentenderse, o tiene interés en que no se le siga asociando como un aliado del apartheid.
Del mismo modo el problema de Namibia, ocupada por Sudáfrica, es un problema que preocupa a toda la opinión mundial, preocupa a las Naciones Unidas; hace mucho tiempo las Naciones Unidas han ordenado a los sudafricanos que abandonen Namibia y hace muchos años acordaron la Resolución 435 sobre la independencia de Namibia.
Luego Estados Unidos podía matar tres pájaros de un tiro; una mayor distancia del apartheid para mejorar sus relaciones con Africa, un esfuerzo por la aplicación de la Resolución 435 de Naciones Unidas y, por último, eso que tanto les quita el sueño: la retirada de las tropas cubanas de Angola. Son los objetivos que Estados Unidos ha perseguido: mejorar su imagen internacional, mejorar su imagen ante los pueblos de Africa, lograr algún avance que les permita una posición más cómoda ante la opinión internacional y la retirada de las tropas cubanas de Angola.
La realidad es que Cuba no tiene ningún interés económico en Angola ni en Africa; Cuba no tiene tampoco intereses estratégicos en Angola ni en Africa, y no los puede tener porque Cuba no es una gran potencia, es un pequeño país. Cuba está en Angola en virtud de principios internacionalistas, en virtud de sentimientos, de solidaridad, porque cumple con su deber de ayudar a los pueblos; cumple con su deber de ayudar a los pueblos de Africa contra el apartheid, contra el racismo, contra el colonialismo, contra la agresión exterior. Ningún país más interesado que Cuba en el regreso de las tropas, nadie más interesado que Cuba; nadie gana más que Cuba, nadie tiene más deseo que Cuba de que las tropas regresen.
Es por eso que una solución política que brinde garantías a Angola, que abra camino a la independencia de Namibia, que aleje las tropas sudafricanas de la frontera de Angola y las obligue a permanecer dentro de sus propias fronteras, es para nosotros altamente positivo y altamente conveniente. ¡Nosotros no aceptaríamos jamás soluciones contra los principios o por encima de los principios, y por eso hemos sido capaces de estar allí 13 años ya, por principio, por lealtad! (APLAUSOS) Ningún interés nacional, ningún peligro, como lo demostró la historia de estos años, ninguna amenaza imperialista nos habría conducido a incurrir en deslealtad, a dejar de cumplir nuestras obligaciones —ya dije que aun cuando nos amenazaban aquí no retiramos un solo hombre de Angola, ¡ni un solo hombre!—; pero a nadie le interesa más que a nuestro país una solución como la que se ha estado discutiendo y nadie se beneficia más que nuestro país, ya que con las energías que invertimos en ese esfuerzo, con el sudor que invertimos en ese esfuerzo, en esos hombres valiosos, principalmente jóvenes que están allí, nuestro país tendría una fuerza formidable para impulsar nuestros planes de desarrollo.
A veces los imperialistas creen que no nos conviene que haya solución y vengan nuestros combatientes porque no van a tener trabajo. Aquí lo que se sobra es trabajo, aquí lo que se sobran son planes; nosotros tenemos actualmente ambiciosos planes, y no se sabe lo que pudiera contribuir al desarrollo del país el regreso de esas tropas. En este caso coinciden nuestros intereses, coincide nuestra conveniencia con los intereses y los deseos de Estados Unidos. Ellos buscan un objetivo diferente, nosotros buscamos otro, y a partir de esa solución podrían regresar nuestros combatientes al país, e impulsar los actuales planes de desarrollo.
Creo que esto ayuda a explicar el porqué Estados Unidos ha trabajado con cierta seriedad; no voy a decir que con ciento por ciento de seriedad: a lo largo de estas negociaciones, a cada rato arrimaban la brasa a la sardina sudafricana, ¡a cada rato!, es decir, no fueron totalmente imparciales. Pero también, a lo largo de estos meses, los representantes de Estados Unidos pudieron comprobar, por un lado, la seriedad de Angola y de Cuba en las negociaciones, porque creo que ha sido una de las características de las delegaciones de Angola y de Cuba. Quién sabe con cuántos prejuicios veían los representantes de Estados Unidos a nuestra delegación, y tuvieron tiempo de comprobar la seriedad, a la vez que la firmeza y la política de principio de Cuba y de Angola. En estos largos meses de negociaciones, nosotros sabemos que ellos han podido apreciar eso; a la vez han podido apreciar el descaro, la desfachatez, la falta de seriedad y el cinismo de los sudafricanos.
Ellos han tenido mucha oportunidad de observar esto en su condición de mediadores, entre comillas, y de mediadores que tienen bastante buenas relaciones con Sudáfrica.
Si en este momento no hay ya una solución firmada, no hay ya un acuerdo final, los norteamericanos saben que es por culpa de Sudáfrica, de la mala fe, de la falta de seriedad de la representación sudafricana.
Se ha avanzado mucho y se ha avanzado lo suficiente. Fueron necesarias concesiones de parte y parte en lo que se refería a los principios de esa negociación, al cronograma de retirada de las fuerzas, porque la posición nuestra era que si se buscaba una solución a base de garantías para Angola, de la no injerencia por parte de Sudáfrica en los asuntos internos de Angola y la aplicación de la Resolución 435, al desaparecer realmente las causas que dieron lugar a la presencia de las tropas cubanas en Angola, tanto Angola como Cuba estábamos dispuestos a aprobar y a cumplir un programa de retirada de las tropas cubanas de Angola.
Sobre esa base es que se han llevado a cabo las negociaciones. Se ha avanzado muchísimo y ya casi estando en la etapa final, por las inconsecuencias y la falta de seriedad de los sudafricanos, no se ha llegado todavía a la firma del acuerdo, algo en que está muy interesada la comunidad internacional y el propio Gobierno de Estados Unidos. No deben ser pocas las amarguras que se han llevado los norteamericanos en estas negociaciones ante las inconsecuencias de los sudafricanos.
Ya casi se discute un puntico, y es la cuestión de la verificación de la retirada. Ya en casi todo se ha llegado a acuerdo. Angola y Cuba, desde el primer momento, fueron los que plantearon la verificación. Se dijo: retirada con verificación y verificación por parte de las Naciones Unidas. Ya hemos entrado en conversaciones con las Naciones Unidas y ya prácticamente hay acuerdo sobre las bases generales de la verificación.
Nosotros planteamos: se verifica la retirada en cada barco o cada avión que salga, de personal o de equipos, a medida que vayan saliendo.
¿Qué pretendían los sudafricanos? Que se verificara el repliegue hacia el norte de las tropas. Nosotros decimos: al repliegue de las tropas no hay verificación. Se exigía que hubiera prácticamente inspectores en el seno de nuestras tropas y que se diera toda la información sobre número, composición, etcétera, de las tropas, y nosotros dijimos que bajo ningún concepto.
En las Naciones Unidas les dijimos al Secretario General y a los representantes de las Naciones Unidas en qué consistía la verificación, que fue iniciativa nuestra, como prueba de buena fe y de seriedad; pero que no daríamos ningún tipo de información que pudiera poner en peligro a las tropas, información sobre su composición y sus armas, lo que siempre es un riesgo para la seguridad.
Los angolanos estuvieron de acuerdo con que, una vez que se replegaran las tropas, se pudiera comprobar en el lugar que ya no había tropas cubanas.
De modo que en este momento casi son detalles los que entorpecen la negociación.
Ellos querían que en el acuerdo cuatripartita se hablara de la verificación y se dijera que tenía que ser una verificación aceptable. Aceptar la frase de verificación aceptable es darle derecho a Sudáfrica a dificultar las negociaciones, a ponerse con exigencias y a decidir si es aceptable o no la verificación, y eso se decide entre las Naciones Unidas y Cuba, ¡únicamente entre Naciones Unidas y Cuba se decide si la verificación es aceptable o no! (APLAUSOS)
Son los puntos que se están discutiendo.
He dicho que hemos trabajado con mucha seriedad, y los norteamericanos lo saben. Hemos trabajado para buscar acuerdos justos y en la disposición de cumplir estrictamente los compromisos a que lleguemos; pero no hemos aceptado la violación de ningún principio, no hemos aceptado ningún tipo de exigencia o de chantaje en estas negociaciones. Hemos sido muy firmes en eso y hemos actuado en muy estrecha coordinación con los angolanos; porque, desde luego, nosotros respetamos los puntos de vista angolanos, los criterios angolanos, los intereses angolanos. Si en algún momento los angolanos nos piden que cedamos en un punto determinado, nosotros cedemos inmediatamente. Claro, si hay algo que nos toque a nosotros, como es la cuestión de inspección de nuestras tropas, ya eso es asunto nuestro aceptarlo o no, y de ese tipo de cosas no aceptaremos jamás ninguna. Hay cosas que nos corresponde a nosotros decidir y todas las decidimos sobre bases de principios (APLAUSOS).
De modo que les explico a ustedes, en el día de hoy —y me he tomado un poco más de tiempo—, para que conozcan, para que entiendan, para que comprendan la esencia de todo este proceso que nos acerca a una solución. Ahora bien, si no se alcanza una solución, Cuba no tendrá ninguna responsabilidad en ello.
Cuando nosotros decidimos reforzar las tropas para enfrentar una situación critica que se había creado, dijimos con claridad que no buscábamos victorias militares, sino enfrentar una situación y que preferíamos una solución política; si no nos quedaba más remedio que golpear con toda la fuerza a los sudafricanos, los íbamos a golpear con toda la fuerza, pero no porque fuera lo que deseábamos (APLAUSOS). ¡No queríamos victorias a costa de sacrificar una sola vida! ¡No queríamos victorias a costa de derramar una sola gota de sangre! Sacrificar vidas, derramar una gota de sangre solo se hace cuando no hay más alternativa, y siempre que haya la posibilidad de una solución sin esos sacrificios la preferiremos a cualquier otra solución. Y lo dijimos públicamente: "No buscamos victorias militares, preferimos una solución política"; pero se habían creado las condiciones para una cosa o para la otra. Fue realmente lo que se hizo.
Hemos discutido a la luz pública y con absoluta seriedad, nunca hemos revelado un detalle de las negociaciones. Los sudafricanos constantemente revelaban detalles de las negociaciones que tenían lugar; nosotros ni una sola vez hemos violadora regla de la discreción a lo largo de todas las negociaciones. Ahora por eso podemos decir aquí, para que lo escuche todo el mundo, nuestro pueblo, los norteamericanos, los sudafricanos, todo el mundo: si no hay una solución ahora, no es responsabilidad de Cuba; y si se pretenden exigencias inadmisibles, violaciones de principios, en lo que a Cuba se refiere, estamos en la disposición de permanecer un año más, cinco años más, diez años más, quince años más, ¡veinte años más en Angola! Yo creo que eso debe saberse (APLAUSOS).
Trescientos mil cubanos han cumplido misión internacionalista en Angola, si tuvieran que ascender a 600 000 los que ostenten ese honor, ascenderán a 600 000. Pero los sacrificios no se hacen en vano, los compromisos no se violan, el honor no se mancilla.
Por eso, quede bien clara nuestra posición para los adversarios: queremos solución. ¡A nadie beneficia más la solución que a Cuba! Estamos negociando con el propósito de cumplir estrictamente nuestras obligaciones; la verificación ni hace falta, la propusimos nosotros como una prueba de buena fe. Cuando nosotros firmemos, lo que firmemos lo cumpliremos al pie de la letra; si tales son los compromisos y más cuales, los cumpliremos estrictamente. Por eso digo que no hace ni falta la verificación, es nuestra oferta, nuestra prueba de buena fe.
Pero la idea incluso proclamada por nosotros de que nos conviene la negociación, que deseamos la negociación, que a nadie beneficia más que a Cuba, si esa idea puede llevar a la confusión de que estamos en disposición de sacrificar principios sería un gran error. Lo que decimos públicamente lo decimos para todo el pueblo: ¡Debemos estar dispuestos a permanecer el tiempo que sea necesario, si no hay ahora una solución! ¡Sin firmeza no hay paz verdadera! ¡Sin firmeza no se puede ni siquiera negociar! (APLAUSOS)
Esto, en esencia, es lo que quería expresarles con relación a nuestra misión internacionalista en Angola.
Una buena parte del tiempo de la dirección, de nuestro tiempo, del tiempo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, lo ocupó este problema a lo largo del año. Ya les dije que no fue fácil la decisión y, sobre todo, el momento en que se tomó la decisión. Ya les conté en esencia, vísperas de la reunión de Gorbachov con Reagan; hubo algunos que llegaron a creer que estábamos conspirando contra la paz, conspirando contra la distensión, puesto que en aquellas circunstancias nos veíamos en la obligación de enviar tropas de refuerzo; pero en aquella situación les aseguro que no se podía perder un día, no se podía perder un minuto. Un minuto que se perdiera y habría sido tarde.
Hay momentos en que hay que tomar decisiones difíciles o decisiones amargas, y cuando ese momento llegó, nuestro Partido y nuestras Fuerzas Armadas no vacilaron en ningún instante, creo que eso ayudó a evitar un descalabro político y un descalabro militar para Angola, para el Africa y para todas las fuerzas progresistas. Creo que eso ayudó decisivamente a las perspectivas de paz que hoy se presentan en la región.
Creo que un día como este es digno de homenaje, el esfuerzo llevado a cabo por nuestros combatientes y por nuestro pueblo, misión de la cual podemos sentirnos orgullosos todos, una página más de gloria para nuestro pueblo combatiente, para nuestras Fuerzas Armadas, nacidas primero el 10 de octubre de 1868, nacidas de nuevo el 2 de diciembre de 1956 (APLAUSOS).
Hay algunos que se han atrevido, incluso, a cuestionar el espíritu y el heroísmo internacionalistas de nuestro pueblo, que lo han criticado; esa es la esperanza yanki, que surjan corrientes antiinternacionalistas en el seno del pueblo para debilitarnos. Como hemos dicho otras veces, ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad (APLAUSOS) . Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo (APLAUSOS). Y el heroísmo demostrado por nuestras fuerzas, por nuestro pueblo en otras tierras, en tierras lejanas, ha de servir también para hacerles conocer a los imperialistas lo que les espera si un día nos obligan a luchar en esta tierra (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Ahora bien, la última reflexión: un día como hoy debemos ser conscientes de que la batalla contra el imperio no solo se libra en el terreno militar, no solo se libra con las armas en la mano, se libra también en el terreno ideológico, se libra también en la conciencia.
Les decía al iniciar mis palabras que el imperio no dejará jamás, mientras exista, de tratar de destruir a nuestra Revolución por cualquier medio, por medios militares o por medios ideológicos; por medios militares o tratando de destruir nuestra conciencia revolucionaria.
Por eso, al hablar de la defensa no debemos olvidar nunca que tenemos que saber defendernos en los dos terrenos: en el terreno militar y en el terreno ideológico. ¡No permitir nunca que se debilite nuestra ideología revolucionaria! ¡No permitir nunca que se debilite nuestra conciencia revolucionaria! (APLAUSOS) Y el enemigo no cesa de trabajar en ese terreno, en la batalla ideológica, en sus campañas contra nuestra patria en el exterior y en sus campañas contra la Revolución en el interior del país. No en balde invierte todos los recursos posibles para ablandar a nuestro pueblo, para presentar como idílica su imagen de sociedad de consumo. Si no puede doblegarnos, trata de reblandecernos, trata de debilitarnos, políticamente; trata de confundirnos, y hay gente que se deja confundir; trata de debilitarnos, y hay gente que se deja debilitar.
Digamos que estamos viviendo un momento particular del proceso revolucionario internacional. A medida que algunos países socialistas critican lo que han hecho durante muchos años, a medida que se niegan incluso cosas que se han afirmado durante décadas enteras —y nosotros respetamos el derecho de los demás a criticar lo que quieran criticar y a negar lo que quieran negar—, tomamos en cuenta que el imperialismo trata de sacar el mayor partido de esta situación, las mayores ventajas. Prácticamente el imperialismo trata de presentar hoy día al socialismo como algo fracasado, como un sistema sin porvenir, y trata de exaltar al máximo las supuestas ventajas de su egoísta y repugnante sistema capitalista.
Nunca como hoy baten palmas los imperialistas. Nunca como hoy tratan de exaltar tanto a su sistema. Lección interesante para los revolucionarios, prueba irrebatible de la larga lucha ideológica que les queda por delante al socialismo y al marxismo-leninismo (APLAUSOS).
Hoy casi está de moda en las sociedades imperialistas cuestionar nuestros objetivos, cuestionar nuestros principios. Hoy, más que nunca, debemos ser firmes abanderados del socialismo y del marxismo-leninismo (APLAUSOS); hoy, más que nunca, debemos mostrar nuestra confianza y nuestra fe.
Fue, en primer término, el marxismo-leninismo y su ideal socialista el que nos llevó hasta aquí, el que hizo posible este milagro de que nuestro pueblo sea hoy lo que es y signifique lo que significa. Fue el marxismo-leninismo lo que nos alumbró, lo que nos hizo ver con claridad; fue el marxismo-leninismo, la interpretación correcta de nuestra realidad lo que hizo posible la victoria, y fue la aplicación consecuente de sus principios lo que le dio contenido, grandes objetivos sociales históricos a nuestra lucha; fue lo que le dio sentido al Granma, ¿y qué sentido habría tenido el Granma sin esto de hoy?, ¿qué sentido habría tenido nuestra lucha en el Moncada, o la salida de México, o el desembarco en Cuba, o la lucha en las montañas, o la victoria el lro. de enero; o la victoria contra la guerra sucia, la victoria en Girón, la proclamación del socialismo, el que nuestro país sea hoy lo que es y primero entre todos los países del mundo en muchas cosas: primero en educación, primero en salud, primero en seguridad social, primero en empleo, uno de los primeros en alimentación, que se prueba en ausencia total de personas desnutridas? (APLAUSOS)
¡El que nuestro país, bloqueado por el imperio durante 30 años, haya alcanzado los éxitos sociales y materiales que ha alcanzado Cuba, se lo debemos al marxismo-leninismo y se lo debemos al socialismo! (APLAUSOS PROLONGADOS) Sin eso no seríamos nada, sin eso no se habría producido la Revolución de octubre, sin eso no se habrían liberado los países aún colonizados, sin eso no habría habido revoluciones en América Latina, sin eso no habría habido revolución socialista en Cuba.
¡El socialismo es y será la esperanza, la única esperanza, el único camino de los pueblos, de los oprimidos, de los explotados, de los saqueados; el socialismo es la única alternativa! Y hoy, cuando lo quieren cuestionar los, enemigos, debemos defenderlo nosotros más que nunca.
Esto es importante, porque tenemos una responsabilidad cuando nos planteamos darle prestigio al socialismo, demostrar lo que puede el socialismo, perfeccionar el socialismo, hacer más eficiente el socialismo. Son grandes las conquistas, son grandes las proezas realizadas, pero son muchas las conquistas que nos quedan por alcanzar, mucho el camino que tenemos que recorrer, muchos los éxitos por lograr.
Si ustedes ven que alguien trata de penetrar clandestinamente en nuestras costas para espiar, o para hacer sabotajes, o para cometer algún crimen, lo combaten resueltamente; si ustedes ven que se acercan lanchones de desembarco, salen a combatirlos inmediatamente porque agreden nuestra seguridad física; si ustedes ven que aviones enemigos empiezan a bombardearnos, no vacilan un instante en disparar porque ven que nos están invadiendo, nos están agrediendo. Del mismo modo debemos luchar contra todo lo que nos debilite, contra todo lo que le quite prestigio al socialismo, contra todo lo que le quite eficiencia.
El socialismo es un sistema nuevo, tiene solo unas décadas de vida. En el socialismo se han cometido errores, sí, muchos errores, de todo tipo, a lo largo de su historia, lo cual era lógico, lo cual era, además, inevitable, y debemos aprender todas las lecciones de todos los errores para evitarlos. Y los cubanos podríamos decir con satisfacción, que muchos errores que cometieron otros no los hemos cometido nosotros (APLAUSOS). Hemos cometido errores y debemos rectificar a partir de nuestros errores. No debemos rectificar a partir de los errores de otros, sino de nuestros propios errores, de nuestras propias experiencias (APLAUSOS). Y tenemos el deber de combatir, como se combatiría al enemigo que estuviera desembarcando, contra todo lo que debilite la Revolución, porque tenemos que demostrar, en todos los terrenos, la superioridad del socialismo. Lo hemos visto cuántas veces, no solo en excelentes escuelas, o en algunos centros de asistencia; no solo en los grandes logros sociales, sino también en el campo de la economía, en el campo de la producción. Vemos lo que son capaces de hacer los hombres y vemos lo que podemos ser capaces de alcanzar.
En días recientes visité algunos lugares del país; visité la planta mecánica de Camagüey, donde hay casi 4 000 trabajadores, jóvenes con 24 años de promedio de edad, más de 450 graduados de nivel universitario, un colectivo extraordinario creado por la Revolución, prueba de lo que puede hacer la Revolución, que constituyen una verdadera esperanza.
Lo hemos visto en contingentes que están construyendo carreteras, trabajando 13 y 14 horas diarias, que hacen lo que no hace ningún colectivo en el capitalismo, ni lo puede hacer: un empleo racional de los recursos, de los equipos, con unos resultados extraordinarios. Lo hemos visto allá en Granma, en colectivos que hemos abanderado, haciendo presas para el arroz, para la caña, para producir alimentos para la población, ¡tres brigadas abanderamos! Entre ellos había muchos compañeros internacionalistas.
Lo vimos en Las Tunas, en un laminador que se construyó en 17 meses desde el momento en que se tomó la decisión, fabricado en Cuba, que va a producir cabillas para la construcción; servido por un colectivo joven, construido por un contingente que lo hizo en 14 meses y dice que ahora el próximo laminador lo va a hacer en 12 meses. Vemos cosas realmente extraordinarias que pueden hacerse, que no lo podrá hacer jamás el capitalismo (APLAUSOS).
Aprovechamos todas esas posibilidades, aprovechamos toda esa fuerza, démosle una batalla general a la mediocridad, a la irresponsabilidad, a la indolencia, a la negligencia.
Lo que ande mal aquí es culpa de nosotros, de ustedes y de nosotros, de cada trabajador en su puesto de trabajo y de cada dirigente; y si lo que anda mal es culpa de nosotros, debemos revisarnos bien, debemos luchar consecuentemente contra nuestras propias deficiencias, nuestras propias negligencias, nuestras propias indolencias. Y si ese ha sido un deber siempre hoy lo es más que nunca, porque hoy nuestro país tiene grandes responsabilidades internacionales, ¡grandes responsabilidades!, y no porque sea una gran potencia, sino porque es un gran ejemplo de espíritu revolucionario, de internacionalismo, de heroísmo, de valentía en su capacidad de enfrentarse al imperio, en su audacia de construir el socialismo al lado del imperio.
Nuestro país tiene una gran responsabilidad en América Latina, en esta hora crucial de América Latina; la palabra de Cuba se escucha más y más, el prestigio de Cuba crece más y más, y no solo en América Latina, sino en el mundo. Y en este momento difícil del socialismo, cuando en el terreno ideológico el imperio con todos sus medios trata de cuestionar y trata de confundir, nosotros tenemos la sagrada misión patriótica y la sagrada misión internacionalista de levantar hasta lo más alto las banderas del socialismo, las posibilidades del socialismo, el prestigio del socialismo (APLAUSOS).
Trabajar mejor y con más eficacia no solo conviene a nuestro país, conviene al mundo, conviene a nuestra causa, conviene a nuestra ideología y, sobre todo, conviene a los pueblos de América Latina y a los pueblos del Tercer Mundo; conviene a todos los pueblos, incluso a los pueblos de los países socialistas, y conviene también a los trabajadores de los países capitalistas.
¡Levantemos más alta que nunca la frente, levantemos más altas que nunca estas banderas, prestigiémoslas más que nunca!; porque si el imperio se endulza pensando que el prestigio del socialismo disminuye, o que el sistema socialista fracasará, ¡más que nunca tenemos que mostrarle al imperio lo que puede el socialismo, más que nunca tenemos que mostrarlo en estos tiempos y en tiempos de dificultades! (APLAUSOS)
Defender banderas en tiempos fáciles no es nada difícil, no es nada especialmente meritorio. Defender banderas en tiempos difíciles es cuando verdaderamente resulta meritorio. Defender el socialismo cuando está de moda o en el cenit de su prestigio es fácil; defender el socialismo cuando atraviesa por dificultades a nivel internacional, sí constituye una tarea de mérito. Defender el socialismo cuando no hay solamente dificultades internacionales, sino dificultades también nacionales, es verdaderamente lo más meritorio, y tenemos que defender el socialismo ahora que hay dificultades internacionales y hay también dificultades nacionales. Unas son derivadas de nuestros propios errores, otras son derivadas de coyunturas que están más allá de nuestras posibilidades.
Errores nuestros en no haber hecho más en el mismo tiempo, en no haber hecho mejor las cosas a lo largo de 30 años; en haber cometido equivocaciones, algunas de las cuales partieron a partir de la imitación de la experiencia de otros países socialistas, a partir de imitar experiencias de otros países, muchos de los cuales están diciendo ahora que no sirven. Tampoco queremos que dentro de 10 ó 20 años nos digan que no sirven algunas de las cosas que están haciendo ahora; por eso debemos partir de nuestras propias experiencias, de nuestras propias ideas, de nuestras propias interpretaciones del marxismo-leninismo. Haber interpretado de manera creadora y original el marxismo-leninismo, el no habernos dejado arrastrar por dogmas, fue lo que nos llevó a la victoria, fue lo que nos llevó hasta aquí.
Mas las dificultades derivadas de nuestros propios errores no nos deben llevar al desaliento, como tampoco nos deben llevar al desaliento las dificultades derivadas de los errores que no son nuestros; no nos deben llevar al desaliento las condiciones objetivas que existen en este mundo de hoy, donde miles de millones de personas son saqueadas por las potencias neocolonialistas y las potencias imperialistas. No debemos desalentarnos por problemas que son objetivos, que afectan a toda la humanidad, que afectan, especialmente, a los países de América Latina y del Tercer Mundo; al contrario, debemos elevar nuestras voces, llamar a la lucha común entre todos nuestros pueblos para vencer esas dificultades objetivas.
Debemos estar en la disposición de vencer cualquier obstáculo. Si el camino es sobre rieles, si es fácil, no habría ningún honor, ninguna gloria en llamarse revolucionarios, no habría ninguna dignidad, ningún orgullo en considerarse revolucionarios.
Debemos estar preparados para enfrentarnos a todas las dificultades y a todas las agresiones, y para pelear en todos los terrenos. Como decía, no solo en el terreno militar, sino en el terreno político y en el terreno ideológico.
En esta circunstancia es más importante que nunca fortalecer la confianza en el Partido y la unidad en torno al Partido (APLAUSOS). Digo la unidad en torno al Partido, a nuestro Partido y a la interpretación de nuestro Partido; los partidos pueden cometer errores, pueden tener debilidades y lo que nos corresponde es corregirlas, superar los errores, pero aquel que intente destruir la fe en el Partido está socavando las bases de nuestra confianza, las bases de nuestra fuerza.
Aquel que debilite la autoridad del Partido estará debilitando la autoridad de la Revolución. Sin Partido no hay revolución, sin Partido no hay socialismo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Sin el Partido y sin su autoridad no podría marchar adelante el proceso. Por eso es deber de nuestra Revolución darle cada vez más autoridad al Partido. Es deber de los militantes velar cada vez más por el prestigio y por la autoridad del Partido.
Hoy más que nunca es indispensable la disciplina. Todos esos que promueven o incurren en indisciplina social, son abanderados del enemigo, son agentes conscientes o inconscientes del enemigo.
Por eso todas esas manifestaciones de indisciplina, toda cosa incorrecta, toda cosa mal hecha, toda cosa inmoral, toda cosa ilegal, hay que combatirla enérgicamente en todas partes (APLAUSOS), porque son como los tripulantes de las barcazas que se acercan a nuestras costas para invadir al país, son la quinta columna, los agentes, los servidores de la ideología del imperio, de la ideología del capitalismo, de la ideología de la contrarrevolución.
Repito: lo mal hecho, lo incorrecto, la chapucería, la negligencia, la indisciplina social, podría decir que, incluso, la delincuencia, son en el terreno ideológico como las barcazas que se puedan acercar a nuestras costas para invadir nuestras tierras. Es decir, hay que librar una batalla en el terreno ideológico, una batalla en el terreno político, una batalla cotidiana en la construcción del socialismo, una batalla cotidiana por la eficiencia, porque la otra batalla se ve más fácil.
Si aviones vienen a bombardearnos, si naves vienen a cañonear, si soldados vienen a desembarcar, la batalla militar se ve más fácil que la otra batalla; el enemigo se descubre más fácil en el terreno militar que en el campo de la economía, en el campo de la política, en el campo de la ideología.
Y por eso hoy debemos reflexionar sobre esto, sobre la necesidad de defendernos en todos los terrenos, sobre la necesidad de estar armados en todos los terrenos, listos para la defensa en todo, y sin que ninguna dificultad nos desaliente.
Luchamos contra las dificultades objetivas y materiales, y tratamos de superarlas. La batalla no es fácil. Las dificultades pueden aumentar, incluso; estamos en una situación especial.
Nuevos ensayos, nuevas experiencias, todo tipo de reformas tienen lugar en el campo socialista, especialmente en la URSS; si tienen éxito será bueno para el socialismo y para todos; si tienen dificultades serias, las consecuencias serán duras especialmente para nosotros. De modo que nos pueden esperar las dificultades que vengan del campo enemigo y las dificultades que puedan venir del campo de nuestros propios amigos. Pero ni siquiera esto podrá desalentarnos.
Hoy, precisamente, que en estricto orden cronológico corresponde al 5 de diciembre, hace 32 años tuvimos nosotros nuestro mayor revés en toda la guerra. A una hora como esta, estaba yo reunido con dos hombres más, estaba Raúl reunido con otro puñado de compañeros, solo fragmentos quedaban de nuestro ejército, dificultades mayores no pudieron concebirse jamás, pero ninguno de nosotros nos desalentamos, estábamos decididos a continuar la lucha y la continuamos, estábamos decididos a alcanzar la victoria y la alcanzamos, estábamos decididos a seguir combatiendo, y seguimos combatiendo, y por eso en este momento, millones de hombres y mujeres, como ustedes, han podido organizarse y han podido armarse (APLAUSOS).
Por eso hoy contamos con un Partido de cientos de miles de militantes, más los cientos de miles de militantes de la Juventud, más los millones de hombres y mujeres que trabajan en nuestros campos, en nuestras fábricas y en nuestros servicios. Quiero expresar con esto que somos hombres dados a la lucha, que somos hombres a los que ninguna dificultad nos desalentó nunca, porque hemos sabido vivir los momentos más difíciles, ¡y si fuimos capaces de vencerlos cuando éramos un puñado que nos contábamos con los dedos de la mano, hoy, que somos millones, no habrá fuerza de ningún tipo, ni externa ni interna, dificultades objetivas, o subjetivas que sean capaces de impedir nuestra marcha victoriosa y definitiva hacia el futuro!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)