DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL
PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE
MINISTROS, EN LA CLAUSURA DEL IV CONGRESO DE LA FEU, CELEBRADO EN EL PALACIO DE
LAS CONVENCIONES, 20 DE DICIEMBRE DE 1990, “AÑO 32 DE LA REVOLUCION”.
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS
- CONSEJO DE ESTADO)
Compañeras y compañeros:
Yo no sé si Felipe lloró
con todas las emociones que él ha vivido esta noche, pero sí sé que a mí me
costó trabajo aguantar el nudo en la garganta, sobre todo cuando escuché la
carta de ese joven y cuando la recibí de manos de su madre.
Ha habido muchas cosas
emocionantes esta noche, de tal manera que casi nos olvidamos de los
problemas. No deja de ser, sin embargo,
una magnífica cosa que seamos capaces de olvidarnos de los problemas en medio
de la batalla.
Sé que tenemos
invitados, sé que tenemos prensa extranjera; pero no sé si ellos comprenderán
bien lo que pasa aquí, si realmente dicen: Bueno, este país está viviendo un
período especial; este país es la bandera levantada del socialismo en el
hemisferio occidental; esta es la solitaria bandera del socialismo levantada en
una gran parte del mundo (APLAUSOS); esta es la bandera levantada del
socialismo cuando el socialismo se ha derrumbado en muchos países.
Lo que pudiéramos
preguntarnos es qué socialismo se derrumbó, y si un socialismo verdadero puede
derrumbarse, si un país que conoció el socialismo puede regresar al
capitalismo. Desde allí, desde Praga,
escribió esa carta —y con qué elocuencia— un joven que no marchaba para París o
para Londres o para Roma, que marchaba para Angola, donde hay condiciones
difíciles, a trabajar, a cumplir una misión internacionalista.
Esa es la capital del
mismo país que hace unas horas, con un oportunismo repugnante, declaró que
dejaría de ser representante de los intereses de Cuba en Estados Unidos. Nosotros, que somos caballeros, que somos
decentes, les dejamos la acción a ellos, porque éramos nosotros los que desde
hacía mucho rato los considerábamos indignos de representar los intereses de
Cuba en ninguna parte (APLAUSOS). No
tomamos la acción, se la dejamos a ellos, a ellos que son hoy vulgares agentes
del imperio. A tales extremos han
llegado que hasta incluso han mandado una tropa para participar en una guerra
en la crisis del Golfo. Pero mejor es
no seguir hablando de esto, ya que si a duras penas no lloramos, no queremos,
en cambio, tener que vomitar (APLAUSOS).
Este es el país donde
muchos esperaban ver derrumbarse el socialismo. Nos daban plazos y todavía nos dan plazos;
pero el tiempo pasa y hasta las maletas que la gusanera estaba preparando se
están llenando de polillas. Y harían bien
en poner esas bolitas blancas —no recuerdo bien cómo se llamaban, pero cuando
era muchacho las veía por allá por los escaparates—, que creo que eran para que
las cucarachas no se comieran la ropa.
Hasta se constituyeron empresas para organizar desde ya la devolución de
las propiedades de los terratenientes, de los grandes industriales, de las
empresas extranjeras, de los casatenientes, me imagino también que de los
dueños de escuelas y de los dueños de todo, porque aquí cada cosa tenía su
dueño.
No sé cómo se las
arreglarán, por lo menos en cuanto a la tierra, para encontrarla, porque yo,
que llevo más de 30 años dando vueltas por nuestros campos; que participé,
incluso, en los programas de construcción de caminos, carreteras y otras muchas
cosas, cuando doy vueltas por la provincia de La Habana, les aseguro que me
pierdo. Me cuesta trabajo reconocer las
carreteras que, incluso, vi construir y que visité muchas veces cuando se
estaban construyendo, y eran miles de kilómetros; allá en nuestros campos donde
tantas cosas han ocurrido, allá en nuestros campos que se llenaron de escuelas
secundarias en el campo, preuniversitarios en el campo, tecnológicos, presas,
canales, almacenes, talleres, empresas estatales, cooperativas; campesinos que
pagaban renta o aparcería. Yo no creo
que haya nadie que sepa ya, o pueda saber, dónde estaba su latifundio; incluso,
es posible que lo encuentre debajo de una presa, en los cientos y cientos de
presas grandes, medianas y pequeñas construidas por la Revolución.
Cuando sacamos nuestros
cálculos de cuántas hectáreas de espejo de agua hay para los planes acuícolas,
son alrededor de 120 000 hectáreas de tierra bajo el agua, como si fuera
posible para nuestra patria una vuelta atrás.
Cuando se derrumbaron
los países del este de Europa, o se derrumbó el socialismo, o lo que ellos
creían que era socialismo, todo el esfuerzo, toda la propaganda, todas las
campañas se volvieron contra Cuba; quedaba Cuba, había que liquidar a la
Revolución Cubana. Y si los
reaccionarios del mundo, si los imperialistas no han podido ser plenamente
felices, es, sencillamente, porque el socialismo permanece en Cuba, porque un
país resistió. Ya no hablo de un país
del Oriente, no hablo de un país gigantesco que constituye por sí solo un
mundo, como China, o Corea, o Viet Nam, que están a 20 000 kilómetros de
nosotros; sino hablo de un país que está aquí, en pleno corazón de Occidente y
a unas millas si pensamos en Cayo Hueso, o a unas pulgadas si pensamos en la
Base Naval de Guantánamo, del imperio más poderoso que jamás haya existido en
la historia de la humanidad, y de un imperio que hoy, de forma prácticamente
unilateral, ejerce su hegemonía en el mundo.
Entonces habrá que preguntarse por qué no se derrumba la Revolución
Cubana, cuando han tenido lugar no solo acontecimientos políticos de gran
trascendencia, sino también que esos acontecimientos han ejercido un enorme
impacto sobre la economía de nuestro país; porque al derrumbarse los procesos
políticos en los países socialistas del este de Europa, nuestra economía
recibió un tremendísimo impacto, por cuanto, en medio del bloqueo recrudecido
de Estados Unidos, una parte importante de nuestro comercio desapareció, una
parte importante de productos, materias primas y equipos que recibíamos,
desapareció.
No solo eso, sino que
los acontecimientos que han tenido lugar en la Unión Soviética, país con el que
manteníamos el mayor porcentaje de las relaciones económicas, país de donde
recibíamos todo el combustible, de donde recibíamos una parte importante de los
alimentos, materias primas y equipos, esos acontecimientos —repito— han tenido
también un gran impacto en nuestra economía.
Y si el bloqueo no se ha reducido un ápice y en cambio desaparece el
comercio con todos aquellos países del este de Europa, y, además, se producen
acontecimientos importantes y surgen problemas gravísimos en la Unión
Soviética, no deja de ser una proeza histórica, diríamos también que sin
precedentes, que nuestro pueblo, nuestro pequeño pueblo, pequeño pero valiente,
pequeño pero inteligente, pequeño pero tenaz, pequeño pero heroico, haya sido
capaz de mantener levantadas, en esas condiciones increíbles, las banderas del
socialismo, pese a todos los pronósticos, pese a todos los augurios, frente a
todos los cálculos y frente a todas las lógicas (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Socialismo o Muerte!”).
No se trata ya,
compañeros, del año 1959 o del año 1960, cuando empezó el bloqueo de Estados
Unidos, país que nos había suministrado los equipos industriales que poseíamos,
los equipos de transporte, cuanto equipo funcionaba aquí —que salvo escasas
excepciones procedían de Estados Unidos—, y nos vimos obligados a fabricar las
piezas, a inventar, a innovar, a hacer quién sabe cuántas cosas para mantener
funcionando los centrales, las locomotoras, los transportes, los pocos
tractores que había, las refinerías y las fábricas. Fue un gran mérito. Entonces estaba la Unión Soviética en la
plenitud de su auge, y cuando las transnacionales yankis nos quitaron el
combustible, de la Unión Soviética vino el combustible; de la Unión Soviética
vinieron equipos, máquinas, materias primas, alimentos, prácticamente todo lo
que necesitábamos, cuando éramos una población de apenas seis y medio millones
de habitantes. En aquel momento difícil
tuvo una importancia extraordinaria aquel apoyo, y aquel mercado inagotable
para nuestros productos de exportación.
Ahora las circunstancias
son, lógicamente, más difíciles; ya Cuba no es el país de seis millones y medio
de habitantes, es el país de diez millones y medio de habitantes; ya no somos
consumidores de 4 millones de toneladas de petróleo; ya no somos el país donde
apenas un 50% de los núcleos familiares tenía luz eléctrica, sino el país donde
más del 90% de esa población, casi duplicada, enciende y apaga todos los días
los bombillos o los equipos electrodomésticos; una población que consume más
del doble del trigo, de las grasas y de muchos de esos alimentos que
inevitablemente tenemos que importar.
Un país que consume
mucha más ropa, mucho más calzado, muchos más medicamentos, muchos más
alimentos; un país que ha crecido; un país que ha desarrollado la salud
pública, donde hay cientos de hospitales cuyas puertas se abren todos los días,
cientos de policlínicos cuyas puertas se abren todos los días; un país donde
tres o cuatro veces más millones de personas viajan todos los días; un país
donde se abrieron miles de escuelas, ¡miles y miles!; un país donde se
multiplicaron las universidades, donde de 10 000 estudiantes de nivel superior
se pasó a cientos de miles, entre regulares y cursos dirigidos, etcétera; un
país donde todos los niños van a la escuela todas las mañanas con sus
uniformes, sus zapatos y sus libros; un país donde el número de, estudiantes de
nivel medio es mayor que el número de estudiantes de la enseñanza primaria; un
país que tiene más de 1 000 círculos infantiles; un país que tiene deportes,
miles de instalaciones deportivas; un país que tiene miles de instalaciones
culturales; un país que tiene cientos —podemos hablar de cientos— de
instituciones científicas.
Les decía de un país que
consumía ya no 4, sino 13 millones de toneladas de combustible y que este año
ha contado con 3 millones menos, más de un 20%, casi una cuarta parte menos de
combustible; un país que, por mucho que ha explorado y perforado, apenas
produce un millón de toneladas de combustible; un país que no tiene grandes
ríos para producir energía hidráulica; un país que no posee yacimientos de
carbón o de otra materia prima similar como fuente de energía.
Es decir que el desafío
de la Revolución en esta circunstancia, con los problemas de la URSS, es mucho
mayor que el desafío surgido a raíz del bloqueo imperialista, bloqueo que lleva
ya más de 30 años. Son obstáculos mucho
más grandes, mucho más difíciles.
Ser revolucionario en
1959 y tener confianza en la Revolución en el año 1959 era un gran mérito, o en
1960, 1961, cuando nos invadieron los mercenarios, o surgieron los bandidos, o
surgió el sabotaje por todas partes, surgieron las bandas por centenares; un
pueblo educado durante decenas de años en la ideología del imperialismo y del
capitalismo, en el maccarthismo, cuando había mucha confusión, era un gran
mérito ser revolucionario, y no obstante hubo millones de revolucionarios y
fueron revolucionarios, entre ellos extraordinariamente revolucionarios, los
estudiantes.
Pero ser revolucionario
hoy implica un mérito mucho mayor, una conciencia mucho más alta. Ser revolucionario hoy constituye un acto de
confianza, de convicción, de honor, de valor, de heroísmo mucho más alto que el
que se requirió nunca en la historia de nuestra Revolución. Y digo en la historia de nuestra Revolución
porque nuestro pueblo, nuestra patria, vivió en otras épocas momentos sumamente
difíciles, sumamente heroicos en sus luchas por la independencia; porque fue el
pueblo que combatió diez años, entre 1868 y 1878, del siglo pasado, diez años
en la manigua.
Los colonialistas, el
ejército español, eran dueños de todas las ciudades y pueblos grandes y
pequeños, disponían de suministros incesantes de armas, de medicinas, de
alimentos, de todo aquello que no recibía jamás aquel pueblo en armas. Aquel pueblo en armas que luchaba, incluso,
en la mitad de la isla, porque en la primera guerra no pudieron llevar el
combate más allá de los límites de Villa Clara, no pudieron llegar a Matanzas,
La Habana, Pinar del Río, a las zonas donde estaban las grandes plantaciones de
caña, de café, donde estaban las fuentes principales de riquezas; y lucharon
diez años.
No es casual la herencia
de heroísmo, de tenacidad, de espíritu de lucha que hemos recibido. No es casual que recordemos a Baraguá,
porque fue después de 10 años, cuando los campos estaban desolados, cuando no
quedaban rebaños de ninguna clase en aquel territorio, cuando no había
alimentos, cuando no había nada e incluso algunos consideraron que era
imposible continuar la lucha, que aquel espíritu se rebeló de una manera
extraordinaria, de una manera insuperable en aquella página tan hermosa de
nuestra historia que fue la Protesta de Baraguá.
Ninguno de aquellos
obstáculos fue suficiente para detener el impulso independentista de nuestro
pueblo o de la parte de nuestro pueblo que defendía aquellas ideas, luchando
incluso contra una parte importante del pueblo que era española o estaba bajo
la influencia española.
No habían pasado muchos
años cuando aquella lucha se renueva, cuando aquel heroísmo y aquella cadena de
heroísmos se repite, llevando entonces, sí, la guerra hasta el otro extremo del
país sin lograr, en cambio, alcanzar la plena independencia de nuestra patria,
por la intervención militar de Estados Unidos.
Cuando digo que ser revolucionario ahora tiene un mérito
excepcional, es mi deber recordar que en otros tiempos sumamente difíciles
nuestros compatriotas fueron capaces de ser revolucionarios. Pero en la historia de nuestra Revolución es
muy grande el mérito de este momento; es muy grande la prueba de valentía y la
prueba de heroísmo, porque hoy estamos enfrentados a fuerzas mucho mayores: estamos enfrentados
a un sistema imperialista en la plenitud de su poder; estamos enfrentados a un
sistema económico-social, que es el capitalismo, en la plenitud de su poder, y
estamos enfrentados a este desafío cuando una parte importante de los que
fueron nuestros aliados ha sucumbido.
Estamos en un momento en
que una parte importante de aquellas fuerzas en que nos apoyábamos en nuestra
lucha no existe, y en un momento en que nuestro principal aliado atraviesa
instantes muy difíciles.
Si desde el punto de
vista político-ideológico, si desde el punto de vista del carácter mundial de
esta lucha, de este proceso analizamos la cuestión, pienso —sobre todo si tomo
en cuenta la forma consciente en que lo hacemos— que tal desafío no tiene
paralelo en la historia.
Si les digo esto no es
para desanimar a nadie, y mucho menos lo intentaría con quienes sé que no se
desalentarán jamás (APLAUSOS). Lo digo
para reflejar la medida —una medida— de los méritos de esta generación, de los
méritos de ustedes, de los méritos de nuestro pueblo. Lo digo para que ni por un instante se
olvide la grandeza de la obra que estamos haciendo. Lo digo porque sé que vamos a resistir,
porque sé que vamos a sobrevivir, porque sé que vamos a vencer (APLAUSOS
PROLONGADOS). Lo digo porque es
necesario que comprendamos que un reto de esta naturaleza requiere una decisión
extraordinaria, una tenacidad insuperable, una conciencia muy sólida. ¡Sí, conciencia!, la conciencia que debemos
tener todos de las circunstancias en que estamos librando nuestra lucha,
circunstancias que podrían mantenerse como ahora o podrían empeorar, o podrían
empeorar mucho, puesto que hay factores que no dependen de nosotros, factores
inciertos, como es incierta la hora no solo para nosotros.
Una gran parte del mundo
está viviendo momentos de mucha incertidumbre.
Hay países no lejanos de Cuba —como, por ejemplo, Santo Domingo—, en que
las luces se encendían solo cuatro o cinco horas al día antes de la crisis del
Golfo, cuando el petróleo estaba a 14 dólares el barril; ahora está a 30, y si
esa inoportuna y catastrófica guerra estalla, bien puede ser que el petróleo se
ponga a 60, 70, 80 dólares, y quién sabe por cuánto tiempo. Eso significa que todos los derivados del
petróleo elevan su precio. Eso
significa que todo se eleva de precio en el mundo. Eso significa que las exportaciones de los
países no petroleros pierden considerablemente su capacidad de compra, porque,
entonces, los privilegiados exportadores del petróleo recogen todo el dinero
del mundo.
La situación para más de
100 países sería catastrófica, tan catastrófica que nadie sabe lo que puede
pasar, nadie tiene idea del nivel de desestabilización que se apoderará de
decenas y decenas de países en el mundo, ¡nadie lo sabe! Esos países con sus deudas, con su pobreza,
están en el límite de lo que pueden tolerar; y allí no se resuelven los
problemas como tratamos de resolverlos nosotros, allí se disparan todos los
precios hasta el infinito; los sectores más pobres, que son la inmensa mayoría,
se quedan sin poder adquisitivo de ninguna índole, y aquella exigua minoría de
ricos sigue viviendo en la abundancia y no le falta prácticamente nada. Esa situación, lo vemos y lo sabemos, es
intolerable. De modo que esta situación
de incertidumbre es terrible para todos esos países, y ha sido una de las
razones que más ha estimulado el esfuerzo de Cuba, con gran dignidad, con gran
seriedad para hacer algo a fin de que esa guerra no estallara.
Para nosotros mismos
significa que si se disminuye más el combustible, si se reduce a 9, a 8, a 7
millones, no queda ni la alternativa de salir a buscar medio millón de
toneladas, un millón de toneladas de petróleo, porque para comprar un millón de
toneladas de petróleo habría que emplear 3 millones de toneladas de
azúcar. Si se emplea, en esas
condiciones, toda el azúcar del país solo para comprar
petróleo, se compraría menos petróleo que los 4 millones de toneladas que
gastaba el país al principio de la Revolución.
Es decir que toda esta
crisis hace aún mucho más complicada toda situación que se derive de
reducciones del combustible que estamos recibiendo de la Unión Soviética. Y, como dije el día 28 de septiembre, es
incierto el futuro, a pesar de los esfuerzos de la URSS —y lo repito—, de los
esfuerzos y de los deseos de la URSS, de los dirigentes de la URSS, de los que
están dirigiendo la URSS, para tratar de que sus problemas objetivos nos afecten
lo menos posible. Sin embargo, nosotros
debemos estar preparados para afectaciones mayores; debemos estar preparados
para cualquier afectación; debemos estar preparados para la Opción Cero
Combustible, que es el caso extremo.
Sería el caso en que se requeriría del extremo heroísmo, del extremo
patriotismo, de la extrema conciencia.
Hablo de las situaciones que pudieran presentarse, incluida la guerra
civil en aquel país, y estos factores que han elevado el precio del combustible
a la estratosfera.
Claro está que
trabajamos, luchamos y hacemos todo lo posible, todo lo que puede y debe
hacerse con dignidad, con inteligencia, para ir sorteando los obstáculos, para
ir salvando los escollos, no significa esto que todo esté perdido, ¡no!; pero
sí significa que hay riesgos, hay peligros, y será para ello decisivo, desde
luego, que la URSS, con quien mantenemos estrechas relaciones de colaboración y
de respeto mutuo, pueda impedir situaciones desastrosas.
Claro, muchas noticias
de las que llegan por boca de los propios soviéticos, expresan que la situación
es muy difícil, y nosotros pensamos que la situación es difícil, realmente muy
difícil, pero salvable.
Hay fuerzas que quieren
desintegrar a la URSS, hacerla desaparecer del mapa. Hay fuerzas que juegan a la desintegración,
que juegan hasta con los peligros de la guerra civil. Hay fuerzas que sueñan y bien alentadas por
Occidente, bien alentadas por el imperialismo; repito, fuerzas que sueñan con
barrer el socialismo de la URSS, con barrer todo lo que huela a poder
soviético, todo lo que huela a internacionalismo, todo lo que huela a
relaciones con Cuba, y luchan en esa dirección.
Pero también hay fuerzas
en la URSS que luchan por el socialismo, luchan por la integración del país,
luchan por salvar las ideas de la Revolución de Octubre y de Lenin. Así, mientras algunos barren estatuas, otros
llevan en lo más profundo de sus corazones las ideas de Lenin. Y en la URSS la revolución no fue por
casualidad, en la URSS la revolución no fue importada, cualesquiera que puedan
haber sido los errores cometidos. Y
aquellos trascendentales y profundos cambios fueron producto de una revolución
genuina, autóctona, y una de las más grandes proezas en la historia de la
humanidad. Sin aquella revolución el
mundo hoy tal vez sería fascista; sin aquella revolución no habría habido
liberación de las colonias; sin aquella revolución el mundo estaría hoy más
repartido que nunca.
Nosotros confiamos en
esos factores históricos, confiamos en esas cualidades y confiamos en aquel
pueblo; pero nosotros debemos decirnos una cosa y debemos prometernos una
cosa. Eso lo expresamos hace año y
medio allá en Camagüey cuando dijimos: “Si la URSS desapareciera, si en la
URSS surgiera una contienda civil, nosotros seguiremos defendiendo el
socialismo.” Vean ustedes, cuando yo expresé aquellas palabras no había ninguno
de los problemas de hoy. Cualquiera
hubiera podido preguntarse si estábamos delirando; ni siquiera se habían
derrumbado los países socialistas del este.
Después de aquel 26 de
julio, en pocos meses, se derrumbaron, y en pocos meses empezaron a aparecer
colosales problemas en la URSS. Luego
con bastante tiempo vimos los peligros y con bastante tiempo advertimos que
debíamos estar preparados para defender el socialismo aun en la circunstancia
de que la URSS no existiera.
Creo que no puede ser
otro nuestro punto de vista, no puede ser otra nuestra posición. Fue la de nuestros mambises en aquella
guerra de 1878, fue la de Maceo en Baraguá, fue la de Cuba antes, hoy y mañana. Es la que exige realmente un sentido
elemental de la dignidad del hombre, es la que exige un sentido elemental de
amor a la patria, es la que exige un sentido elemental de amor a la libertad
(APLAUSOS).
¿Y cuántos murieron en
aquellas luchas? Miles, decenas de
miles, cientos de miles, porque prefirieron la única opción que cabe en la
cabeza de un revolucionario, en el corazón de un revolucionario; la única que
cabe en la cabeza y en el corazón de un patriota en cualquier época de la
historia, de los distintos revolucionarios y de las distintas fuerzas
progresistas, democráticas en las distintas épocas de la historia y, sobre
todo, de los que de algún modo amaron a su tierra, amaron a su pueblo, amaron a
su patria, desde cuando incluso no existía la patria en el sentido moderno,
desde cuando una tribu defendía su territorio.
Es la única, y se expresó en muchas frases como aquella de: “Dadme la libertad
o dadme la muerte.” Está en todos los himnos que alguna vez se escribieron,
donde los hombres prefirieron siempre la muerte al deshonor o a la pérdida de
la patria o a la pérdida de la dignidad.
Está en nuestras consignas cuando decimos: “Patria o Muerte” o “Socialismo o
Muerte”.
Es que no queremos vivir
de otra forma que como estamos viviendo, no queremos que nuestra patria sea un
Miami, una prolongación de la Florida.
No concebimos la idea siquiera de que un día los imperialistas yankis
vuelvan a poner sus botas indecentes en nuestra tierra; no concebimos que todo
este país, este hermoso país, que sus ríos, sus tierras, sus minas, sus
fábricas dejen de ser nuestros; que nuestras escuelas, nuestros institutos
tecnológicos, nuestros centros de investigación científica, nuestras
universidades dejen de ser nuestras para ser capitalistas, para ser propiedades
de monopolios, de individuos, de privados; no concebimos que nosotros dejemos
de ser lo que somos para ser siervos, para ser esclavos, para ser
propiedad. Porque en esa sociedad
capitalista los hombres son propiedad, el trabajo es una propiedad y la fuerza
de trabajo es una propiedad que se compra y se vende, y todo lo que el hombre
sea capaz de producir con su inteligencia y con su sudor es para un dueño; y
nosotros hace tanto rato que hemos perdido la noción de dueño.
Podremos tener
deficiencias, constantemente las estamos señalando, y quejarnos incluso de que
no sea perfecta nuestra educación, de que los niños no aprendan todo lo que
deberían aprender, de que las clases no sean todo lo buenas que deberían ser, y
los zapatos sean de un mal diseño, el uniforme esté a veces descolorido, o no
alcance; pero va todos los días más de un millón de niños a esas escuelas, y no
van descalzos, y no van desnudos, y no van hambrientos, y no van sin libretas,
y no van sin lápiz; y no hay uno solo sin maestro porque, además, somos el país
de más maestros per cápita en el mundo, como comentaba en este congreso.
Y no están sin
escuelas. Pueden ser viejas muchas de
ellas, faltarles pintura y cosas de esas, pero están ahí las escuelas, y la
lucha es para que no falte ninguno y el que no puede ir a una escuela porque
tiene atraso mental, va a otra escuela para niños con problemas; y si es
ambliope, si es limitado visual, va a una escuela para limitados visuales, o va
para una escuela de impedidos, o porque tiene retraso en el desarrollo
psíquico, o porque tiene problemas de oído, tiene un problema de cualquier
clase. Y me atrevería a decir que no
hay país en el mundo donde un mayor número de niños, casi el ciento por ciento,
con estos problemas esté en una escuela.
Podremos tener problemas
en nuestras escuelas secundarias, en las 164 de la capital que visitaron los
compañeros de la juventud, en si aprovechan bien, si las clases son buenas, si
son óptimas. Podremos quejamos hasta de
que los campamentos de la escuela en el campo no sean todo lo buenos que deben
ser y que estoy seguro de que lo serán en un futuro; pero no son niñas
deambulando por las calles buscando marines yankis, buscando turistas,
aprendiendo a prostitutas; no son muchachas sin empleo y sin estudio. Las tenemos que a la edad de la enseñanza no
ha sido posible que estudien y no vamos a convertir la escuela en una cárcel;
pero no hay una sola adolescente, joven, entre 14 y 18 años, que no tenga un
preuniversitario, que no tenga un tecnológico o una secundaria, que no tenga
una escuela de deportes, o de arte, o un camilito, ya no digo escuelas de
maestros, ya no tenemos escuelas de maestros, tenemos universidades de
maestros. Toda esa dignidad que la
Revolución trajo, que se refleja aquí hasta por los poros en nuestros
compatriotas y en su carácter, no se resignará nuestro pueblo jamás a perderla.
Cuando mencionamos a
Mella, a José Antonio, a Fructuoso, a Frank País, a Abel Santamaría; cuando
mencionamos a los miles de jóvenes que murieron por esto, es necesario recordar
que no conocieron esto.
Cuando un pueblo estuvo
dispuesto a defender con su sangre y estuvo dispuesto a morir, porque cuando
Girón estaba dispuesto a morir nuestro pueblo y no tenía lo que tiene hoy, era
solo una esperanza; cuando la Crisis de Octubre estuvo dispuesto a morir entero
nuestro pueblo y no tenía lo que tiene hoy, era solo una esperanza. Y cuando los pueblos estuvieron dispuestos a
morir por la esperanza, estarán diez veces, cien veces más dispuestos a morir
defendiendo aquellas esperanzas que se hicieron realidad; estarán dispuestos a
morir por esto que hemos conocido, por las conquistas de la Revolución.
Nos preguntábamos hace
algunas horas quiénes van a ser sepultureros en el futuro. De tal manera ha progresado nuestro país, de
tan impresionante forma surgieron igualdades para todos y oportunidades para
todos; no para los ricos, sino para el pueblo; no para los terratenientes, sino
para los hijos de los más humildes campesinos, para los hijos de los labriegos,
de los obreros agrícolas manuales, de los carboneros, de los campesinos que
vivían en las montañas, de los obreros de las fábricas, de los puertos, para
los hijos del sepulturero y del que barría las calles, para los hijos de todos
y las hijas de todos, que ya no tenían que escoger aquel camino del prostíbulo,
quizás el más abundante de los empleos para el sector femenino de nuestra
población, ese sector que es hoy mayoritario en los hospitales como médicos, o
mayoritario en los centros de investigación como científicos o como técnicos,
puesto que casi el 60% de la fuerza técnica está constituido por mujeres.
Fueron los hijos del pueblo humilde los que tuvieron estas
oportunidades, y esa es la Revolución y esa es la fuerza de la Revolución. Tal vez no lo entiendan, tal vez se le haga
difícil de entender a mucha gente fuera de este país; se les haga difícil de
entender a los visitantes. Mas no es lo único.
Si lo meditan bien,
cosas que pasaron en otros países, no pasaron aquí. Y si dicen que por ahí hubo colectivización
forzosa, aquí no hubo ninguna colectivización forzosa en nuestros campos. Aquí hay de 60 000 a 70 000 agricultores
independientes organizados; hay muchos adicionales que tienen pequeños pedazos,
poseen en conjunto más de 800 000 hectáreas, y saben que están ahí. Las cooperativas de producción agrícola en
nuestro país se organizaron sobre bases de estricta y absoluta voluntariedad,
los hechos lo demuestran. Las empresas
estatales se nutrieron, fundamentalmente, de las tierras de los latifundios y
terratenientes, no se repartieron y fue muy sabio que no lo hiciéramos. Ahora lo vemos en este mismo esfuerzo que
realizamos en la provincia, y de ello son testigos miles de habaneros, de lo
que se está haciendo en esos lugares, que no se podría hacer en minifundios de
ninguna manera, las técnicas que se están aplicando y los rendimientos que se
van a lograr.
Pero ninguno de aquellos
fenómenos se dieron aquí:
las injusticias, los abusos del poder, ilegalidades, crímenes,
eso jamás se dio. Y no solo eso: quizás, o sin
quizás, somos el único país del mundo donde no ha habido un desaparecido; el
único país del mundo donde no se observa el espectáculo de los caballos
lanzándose sobre las multitudes, eso que vemos en Inglaterra, en Europa todos
los días, a todas horas, esa “democrática” Europa. Esos santuarios de los derechos humanos son
los santuarios del caballo, de los gases lacrimógenos, de los “cosmonautas”.
Por ahí aparece una
fotografía de los policías disfrazados con unos cascos tremebundos, y palos,
escopetas, municiones, sables, carros de bomberos; una incesante guerra entre
los gobiernos y el pueblo. Eso es el
capitalismo, si no cómo se defiende el capitalismo y cómo supera las
contradicciones que tiene con el pueblo, sino por la fuerza, cuando los obreros
reclaman un mejor reparto de lo que producen en forma de un mejor salario, o
los estudiantes reclaman determinados derechos, o los campesinos.
Somos un país donde no
ha habido nunca un asesinato, un desaparecido, una represión del pueblo, donde
ha existido una identidad tan grande, una unión tan sólida entre el pueblo, el
poder del pueblo y el Estado; un país donde, en definitiva, cada ciudadano
puede decir: “El
Estado soy yo”, aquella famosa frase de un famoso rey, que dijo que el Estado era
él.
Hoy cada obrero, cada
campesino, cada estudiante puede decir: “El Estado soy yo y al Estado lo
defiendo yo”, porque Estado y pueblo son la misma cosa, cualesquiera que sean
los defectos del Estado, las deficiencias del Estado. Porque, en definitiva, los funcionarios del
Estado no se importaron de ninguna parte, son de aquí, muchos eran jóvenes al
triunfo de la Revolución y casi todos, los que no son los más veteranos, los
que no salieron de la clandestinidad o de la sierra, salieron de las universidades,
salieron de las fábricas y salieron de los campos, y han ido a ser mejor o
peor; pero no son los capitalistas, no son los terratenientes, no son los
burgueses, no son los yankis, no son los ejecutivos de las transnacionales y de
las empresas extranjeras, ¡son cubanos!
Es decir, se produjo esa
identidad que en la historia no existió nunca, que en las sociedades de clase
no existió nunca ni puede existir, entre el poder y el ciudadano, entre el
Estado y el ciudadano, entre el ciudadano y la propiedad, que es de todo el
pueblo; entre el ciudadano y las fábricas, que son de todo el pueblo; entre el
ciudadano y la tierra, que es de todo el pueblo; entre el ciudadano y las
máquinas, entre el ciudadano y los tractores, entre el ciudadano y los ómnibus,
entre el ciudadano y las tiendas. Es su
tienda, es su ómnibus, que no lo cuide es otra cosa; demuestra, en todo caso,
que somos malos propietarios. Que no
les saquemos todo lo que les podemos sacar, es otra cosa; demuestra que somos
ineficientes propietarios.
Pero ahora vemos cada
vez más ingenieros, más agrónomos y más profesionales dirigiendo las granjas,
dirigiendo las fábricas, dirigiendo a los obreros; y tenemos esperanzas, ahora
que disponemos de esos cuadros, de los cuales no se disponía ninguno al triunfo
de la Revolución, cuando hombres de quinto y sexto grados dirigían un central
azucarero. Hoy hay miles de ingenieros,
se lo advierto, solo en los centrales azucareros, ¡miles!; y miles de
ingenieros en los campos de caña, decenas de miles en campos e industrias, y
cada vez veo un número mayor dirigiendo los procesos. Es de suponer que cada vez se adquiera mayor
conocimiento, mayor experiencia, mayor dominio, en muchas cosas observo un
mayor dominio.
Pero piénsese, medítese
en esa identidad total del ciudadano con todo, porque todo es del
ciudadano. No quiere decir que todos
los ciudadanos sepan ser buenos dueños; que sepan, incluso, hacer un uso
correcto de los recursos del país, que todos sean patriotas o que todos sean
honrados. Y digo que hay patriotas que,
incluso, no son honrados —no sé cómo se
explica eso—; hay algunos que son capaces de morirse allí en un batallón y, sin
embargo, le meten mano a la caja que están administrando en una tienda. Hasta esas paradojas hemos conocido, porque
nos falta una cultura, nos faltan muchas cosas; nos falta saber, realmente, ser
buenos ciudadanos y buenos dueños.
¿Pero significa acaso
que el socialismo todo lo hace mal?
¿Y nuestros servicios de
salud?, ¿nuestro índice de mortalidad infantil de menos de 11, entre los
mejores del mundo?, ¿nuestras perspectivas de vida?, ¿las enfermedades que hoy
curamos y que no se curan en otros países?, ¿los colosales adelantos que
estamos haciendo? Pues no son
hospitales privados, el “Frank País” no es un hospital privado, el “Hermanos
Ameijeiras” no es un hospital privado, el “Juan Manuel Márquez” no es un
hospital privado; el Centro Habana, el “William Soler”, los hospitales del
país, los servicios de salud del país no son privados; nuestros médicos no son
extranjeros. Se ha luchado, se ha
trabajado y se lucha; se perfecciona, se hace eficiente.
Ya podríamos decir que
los capitalistas no tienen mejor sistema de salud que nosotros, ¡que se
olviden!, nos envidian nuestro sistema de salud. Y nos llevaron los médicos, de los 6 000 se
llevaron 3 000. Ya tenemos casi 40 000,
y en julio próximo tendremos 43 000 médicos, miren lo que ha hecho la
Revolución. Y ninguno está desempleado,
ninguno está manejando, realmente, un taxi.
Puede ser que gane y gaste mucho más el del taxi; puede ser que ingrese
mucho más que un médico eminente, que un profesor universitario, porque recaude
mucho más de lo que debe recaudar y de lo que le corresponde recaudar. No digo todos, pero unos cuantos.
Los he visto en la
agricultura movilizados, han hecho un movimiento, y los he visto allí
trabajando duro. Hay una parte que está
15 días en el taxi y 15 días en la agricultura. Oiganme, y me he
preguntado: ¿Serán
estos mismos de los cuales hay tantas críticas, que no paran en las esquinas,
que montan cuatro y se quedan con la recaudación de tres?
Estoy hablando de
nuestros defectos, pero digo:
Nuestros médicos no se van a manejar taxis. Y nuestros servicios de salud continuarán
mejorando, eso se lo puedo asegurar.
Nuestras universidades
han mejorado. Ni compararse la
universidad capitalista que nosotros conocimos con esta universidad; no era ni
sombra de lo que es esta universidad, ni salía un producto humano como ustedes,
¡ni sombra!, a pesar de los problemitas que todavía tenemos y de las batallas
que no hemos ganado totalmente; porque en las universidades nuestras —ustedes
lo han dicho— todavía hay fraude, no han ganado la batalla, y en aquellas hubo
siempre fraude, a pesar de que aquellas eran universidades de la élite. ¿Pero alguien
se atrevería a comparar las universidades de entonces con las de ahora, el
número de universidades, el equipamiento de las universidades, los programas de
las universidades y los conceptos de las universidades?
La universidad está en
Moa. ¿Cómo un joven de Moa iba a una
universidad? Ni siquiera la carrera de
geología existía, no sé si existió, si hubo algún geólogo en el
capitalismo. Y una filial de agronomía
por Sabaneta, ¿qué es eso? Y una
facultad de medicina en Las Tunas, ¿qué es eso?, si mucha gente no sabía dónde
estaba Las Tunas, a decir la verdad.
¿Que universidad en la Isla de la Juventud? Allí lo que había era un gigantesco
presidio. ¿Que miles de estudiantes de
facultades médicas en todas las provincias?
¿Que institutos pedagógicos en todas las provincias? ¿Que escuelas de farmacias en varias
provincias? ¿Que un tecnológico en
Ciego? Ciego era difícil descubrirlo
por la carretera. ¿Que en Holguín no sé
cuántas cosas? ¿Que han hecho tal diseño
y tal máquina que los otros están haciendo para cubrir canales? En todas partes; cualquier día aparece una
filial en la Ciénaga de Zapata.
No se puede comparar la
educación superior del capitalismo con la nuestra, el concepto de la
investigación vinculada a la docencia, los equipos que tienen, la asociación
que tienen con todas las actividades productivas y los servicios del país. Todos los hospitales convertidos en
hospitales docentes, y casi todos los policlínicos convertidos en docentes. Docente era solo el “Calixto García”, los
estudiantes tenían oportunidad de practicar con los que se iban a morir allí;
porque es que ni medicina tenía, es la realidad, un hospital docente, y hoy
toda la salud del país es docente: los policlínicos, las escuelas en las
montañas.
No se puede comparar la
educación superior del capitalismo con la nuestra. ¿Y podemos o no podemos mejorar la educación
general? El fenómeno fundamental es que
nuestra educación es de masas, ¡de masas!, y no hemos podido lograr todavía la
base material para cada una de nuestras escuelas con todo.
Tenemos muchos
seminternados de primaria, no los tenemos de secundaria.
Les puedo asegurar una
cosa. Muchas de las escuelas especiales
que conozco no tienen que envidiarle nada a ninguna escuela en el mundo, y los
capitalistas no tienen escuelas especiales como las nuestras, ni un número tan
elevado, ni tanta gente consagrada a esas escuelas especiales. Algunos ricos pueden llevar a sus hijos a
algunas escuelas, como algunos ricos los pueden llevar a hacerse algún análisis
que aquí se lo hacemos ya a toda la población, o vacunas que aquí le aplicamos
ya a toda la población.
En Cuba no había
investigación científica, y los centros de investigación científica en este
país digo yo hoy que son una promesa para Cuba, son una esperanza para nuestro
país. Les digo que tenemos científicos
eminentes, excelentes, con una consagración; hombres y mujeres a los que no se
les podría pagar con todo el dinero del mundo, y ahí trabajan en esos centros con
un modesto sueldo. Busquen en el capitalismo
a esa gente que trabaje como trabajan nuestros científicos, ya estamos
empezando a ver los frutos. Los
imperialistas andan preocupados con todo esto, que qué anda haciendo esta
gente, en qué está; nosotros sabemos en qué estamos, y nosotros estamos en unas
cuantas cosas de las que no hablamos, porque no tenemos ningún interés en
informarlo. A veces digo: Mejor es que se
crean que estamos peor; sí, que nos dejen tranquilos.
Tiene muchas cosas la
Revolución con las cuales el capitalismo no puede competir, y tenemos muchas en
que no hemos aprendido todavía a superar al capitalismo; pero, en algunas
importantes y de tipo económico, sí estamos aprendiendo a superar al
capitalismo.
Digamos ciertamente que
nos afectó el atraso tecnológico de los países socialistas. En determinadas áreas adquirimos tecnologías
atrasadas porque no teníamos otras, no teníamos otra alternativa, no teníamos
recursos para adquirir otras; pero también tenemos cosas de tecnología avanzada,
y estamos produciendo cosas nuevas en el país de tecnología avanzada; es decir,
estamos entrando en otra etapa.
Pero sabemos lo que
tenemos. Lo otro no lo queremos, otro
destino para nuestro pueblo no lo queremos, lo que tenemos debemos saberlo
defender y lo sabremos defender.
Creo que hasta los
vecinos poderosos lo comprenden y se dirán: Qué difícil es echarse en el bolsillo
a este paisito. Ellos que se han echado
en el bolsillo a mucha gente y a países de todos los tamaños; sin embargo, qué
trabajo les ha costado echarse en el bolsillo a este país. ¡Y a este país jamás se lo echarán en el
bolsillo! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Socialismo o
Muerte!”)
Vean ustedes en la vida,
en la práctica, cómo enfrenta los problemas un país revolucionario a pesar de
todo lo que expliqué, a pesar de los 3 millones de toneladas menos de
combustible que hemos tenido este año y abruptamente; todavía, sin embargo, no
ha faltado luz en una sola casa, todavía no hemos tenido ni un apagón siquiera,
método histórico: no
alcanza el combustible, tantas horas de apagón. Y nosotros decimos: Que cada uno administre. Es verdad que todos los ciudadanos no son
iguales, es verdad que todos no tienen el mismo grado de conciencia. Les hemos pedido: Ahorren un 10%. Les hemos pedido a las instituciones: Ahorren otro
10%. Se ha hecho una reducción del
consumo eléctrico sin que se haya quedado sin luz un solo hogar. Es verdad que algunos están gastando un poco
más, y por ahí hay irresponsables y por eso se ha estudiado la estrategia, en
algún momento, cuando se habla y no se persuaden y no cumplen, de apagarles la
luz; pero no obligar a pagar justos por pecadores. Hay algunos recalcitrantes de esos que no
habrá más remedio que apagársela. ¡Ojalá
nunca tengamos que tomar medidas más drásticas!
¡Ojalá si tenemos que disminuir el 20% disminuyamos el 20%!
Siempre se hará lo más
posible por preservar el consumo de la población; preferimos, incluso, reducir
fábricas, reducir producciones, parar, como hemos parado, una gran fábrica de
níquel. No sabemos, sin embargo, si en
un momento determinado hay que reducir 20% ó 30% de electricidad. ¡Ojalá logremos la forma de hacerlo de la
manera menos traumática, y si alguien sabe que no tiene 150 kilowatts y tiene
100, pueda decidir qué bombillo enciende, qué bombillo apaga! Los famosos apagones, método universal,
apagan a todo el mundo, y es el ahorro forzoso. Nosotros queremos hacer todo lo posible para
no tener que aplicar en ninguna circunstancia ese tipo de ahorro forzoso; pero
para ello hace falta la colaboración de la población. Hasta ahora la vamos logrando.
A pesar de todos estos
problemas tremendos, de estos golpes terribles a nuestra economía,
prácticamente no se ha subido un solo precio.
En cualquier país lo resuelven en el acto: duplican, triplican los precios y se
acabó. Hemos hecho todo lo contrario: cosas que se
vendían por la libre las hemos enviado a la libreta, y muchos trabajadores que
nunca conseguían queso crema, pescado y otras cosas, ahora dicen que los tienen
y los tienen con el mismo precio. No
quiere decir que los precios sean intocables, puede haber algunos productos de
esos que andan sueltos —si vemos que aumenta mucho el consumo de alcohol; en
realidad, no es cuestión de ganar dinero con el alcohol, si empieza el
acaparador por aquí y por allá— y puede ser que a un producto de esos se le
toque el precio, no quede más remedio que tocarlo; pero no se les ha tocado el
precio a la leche, a los alimentos, al yogur, a lo que tenemos disponible para
la población.
No se ha quedado un solo
ciudadano sin empleo, no se ha quedado un solo niño, adolescente o joven sin
escuela, no se ha cerrado una sola escuela en este país. Lo primero que hacen en todas partes es que
reducen el presupuesto de educación, cierran el 30% ó el 40% de las escuelas y
lanzan a la cesantía a miles de maestros, o cierran el 20% ó el 30% de los
hospitales y lanzan a la cesantía a médicos, enfermeros y trabajadores de la
salud. No se ha quedado un solo
trabajador de la salud sin empleo; incluso, se abren nuevos policlínicos que
están en construcción. No iniciamos
nuevos policlínicos, no iniciamos nuevos hospitales en este momento, pero
estamos terminando hospitales y ampliando capacidades. No se ha cerrado una sola fábrica, a no ser
que haya faltado combustible o haya faltado materia prima; pero no se quedó
ningún trabajador desempleado.
¿Me pregunto si en
alguna parte del mundo esto ocurre? Si
hay que rebajar días, sábado, sábado libre, y si hay que poner el viernes
libre, se pone el viernes libre; pero no se lanza a la calle un solo
trabajador. No se ha quedado un solo
jubilado sin pensión, ni aquellas cosas que necesita adquirir él con su modesta
jubilación han aumentado de precio: ni la electricidad, ni los alimentos
que él compra se han aumentado de precio.
No se ha quedado sin alimento un solo ciudadano.
Tenemos en falta un
número de medicamentos, estamos conscientes y estamos haciendo esfuerzos. Eso se ha producido por una cierta ansiedad,
porque algunos se han puesto a comprar más de algunos productos que normalmente
son suficientes. Buscaremos algunas
medidas para evitar esos fenómenos de compras excesivas para guardarlos,
estamos buscando los procedimientos para que cada cual que necesite la insulina
la tenga, el que necesite el medicamento para el asma lo tenga, para todas las
cosas de cualquier tipo, no vaya a ser que compren por un año y produzcan
escaseces artificiales. Son tan baratos
los medicamentos. En Cuba los
medicamentos se venden al 20% del precio en que se venden en cualquier otra
parte, los que se venden porque la inmensa mayoría se sirven gratuitamente en
hospitales y en otras instituciones.
Haremos todo lo posible
para que no falten los medicamentos, para que no falten los alimentos, ese es
el esfuerzo mayor.
El programa alimentario
se sigue con todas sus fuerzas, tiene prioridad número uno. No se ha parado una presa, un canal, donde
se esté construyendo un sistema hidráulico para riego. Al contrario, se han incrementado en estos
últimos meses las construcciones de presas, de canales de riego, el sistema
ingeniero en la caña; el sistema ingeniero en el arroz crece, y pensamos
seguirlo incrementando, sí, con 3 millones de toneladas menos de petróleo. Y pensamos que eso se mantenga: los programas
priorizados, los que nos van a producir alimentos, los que nos van a producir
recursos para exportaciones.
Los programas
relacionados con la biotecnología y la industria médica, que nos van a resolver
problemas pero, además, que pueden convertirse en fuente de grandes ingresos
para el país, esos están priorizados y seguirán priorizados. Ahora estamos elaborando todo lo que se hará
en el año 1991 con estos criterios. La
regla, en general, es continuar las viviendas que están construyéndose, no
iniciar nuevas, excepto que sean en polos científicos o productivos de gran
importancia, donde hay que hacer viviendas, o en las empresas de cultivos
varios para resolver los abastecimientos.
Y no es que no tengamos, tenemos tremendas capacidades para producir
cemento y materiales, el limitante lo tenemos en el combustible. Vamos a tener funcionando las de más
productividad, vamos a cuidarlas para cuando dispongamos de los recursos
necesarios.
Terminaremos algunas
obras; ya se están terminando las de los Panamericanos. Las inversiones que había que hacer en los
Panamericanos ya están hechas, ahora lo que hay es que terminarlas; terminarlas
y luchar por los Panamericanos, porque esa fue una gran batalla que dio este
país que tantas veces discriminaron. Es
un compromiso, incluso, del país, que tenemos que cumplirlo y lo
cumpliremos. Se han construido con el
apoyo de todo el pueblo, no significarán nuevos gastos, están hechos los gastos
y cuando se empezaron a hacer los Panamericanos no teníamos los problemas que
tenemos hoy, pero los compromisos se adquirieron y se cumplen.
El país debe saber hacer
honor a sus compromisos y podemos cumplirlos, y los países latinoamericanos
confían en que nosotros, a pesar de las dificultades, seamos capaces de
cumplirlos. Ya en los primeros meses de
1991 estarán terminadas las obras de los Panamericanos, tenemos fuerzas
constructivas que se liberan.
Fuerzas constructivas
nos sobran prácticamente en este momento.
Todos los hoteles que estamos construyendo para el turismo tienen sus
fuerzas; si se incrementa el plan de hoteles, emplearemos en ellos una parte de
esa fuerza.
Es decir, a lo largo del
año 1991 podemos optimizar más nuestro esfuerzo, racionalizarlo más. Habremos terminado los mercados
concentradores; habremos construido los 60 campamentos que estamos haciendo en
la agricultura de la provincia de La Habana; tal vez haya que hacer más y
podamos hacer algunas cosas más. Y los
recursos disponibles en el año 1991 podremos optimizarlos mejor todavía que en
1990, porque sabemos cada cosa que estamos construyendo y las que vamos
haciendo, y sabremos escoger cada cosa, de modo que cada esfuerzo, cada centavo
que se invierta esté allí donde debe estar en condiciones de período especial.
En estos programas,
repito, como fuentes de ingreso:
alimentación, turismo, centros científicos, centros biotecnológicos,
centros de la industria farmacéutica, estamos ahora trabajando en esa rama más
que nunca, le estamos dando más impulso que nunca, conscientes de la
importancia estratégica que tiene.
No hacemos ahora una
fábrica textil; incluso, las fábricas textiles que tenemos nos vemos obligados
a reducir sus producciones por cuestiones de materias primas, de
componentes. Pero, claro, todo el mundo
comprende que es más importante priorizar la industria alimenticia, la
producción de alimentos que la industria textil.
Habría que ver cuánto
tiempo podríamos estar, incluso, sin nuevas telas, si cada cual le echa mano a
lo que tiene en el escaparate. Si nos
va a faltar algo, que no nos falte la leche, es preferible que tengamos menos
tela. Si podemos mantener el uniforme
de los niños, lo mantenemos; si no podemos, con dolor renunciaremos al uniforme
hasta que volvamos a tenerlo, pero renunciamos al uniforme. Es preferible que les falte el uniforme a
que les falten los zapatos; es preferible que les falte el uniforme a que les
falte la leche, a que les falten los alimentos, a que les falten los
medicamentos, a que les falten los libros o las libretas o los lápices.
Es decir que aun con
esas terribles situaciones no hay un solo cesante en el país, no hay un solo
desamparado, no hay un solo hambriento, no hay uno solo sin asistencia médica,
no hay uno solo sin escuela. Oiganme, ¡y si en período especial podemos mantener esas
cosas! Nuestros mambises del 68 no
pudieron tener nada de eso, nuestros mambises del 95 no pudieron tener nada de
eso.
Muchos pueblos sin
período especial, la inmensa mayoría, no tienen nada de eso: precios por la estratosfera, huelgas
todos los días, gente hambrienta, gente subnutrida, mortalidad infantil por
allá por el 80, o el 90 o el 100 por mil, y en cualquiera de esos países se
mueren cinco, seis, diez veces más.
Y creo que nuestra salud
va a mejorar, va a seguir mejorando así, en período especial; y vamos a tener
más médicos, y nuestras universidades no se cerrarán, y seguiremos ingresando
jóvenes en todos los centros de nivel superior.
Si algún límite ponemos,
es alguno de los que hablábamos acá: la
exigencia de la calidad en los pedagógicos puede reducir, pero esa es la razón;
o porque las becas no alcancen, o porque consideremos que no es correcto dar un
número de becas que estén por encima de las capacidades y que se nos produzcan
problemas como los de 12 y Malecón o problemas como los de F y 3ra,
que nos han obligado a buscar casi 200 apartamentos para desinflar un poco
algunos de estos lugares; porque 12 y Malecón con 1 800 es mucha gente, más en
un edificio que ya tiene 30 años casi de beca, un edificio que tiene unos
elevadores viejos que hay que cambiarlos —se están adquiriendo los nuevos. Queremos reducir por lo menos 400 ó 500
becas allí, para que sean condiciones más humanas y soportables las del
edificio.
Una reserva de unos 70
apartamentos, los únicos casi de que disponía centralmente el Estado, se la
hemos entregado a la juventud y a la FEU para que los adapten, caben unos
cuatrocientos y tantos.
Con motivo de la
retirada de un número elevado de técnicos extranjeros, se recibieron también
100 apartamentos en el reparto Bahía.
Muchas cosas se podían hacer con esos apartamentos, hay muchas
necesidades, pero dijimos: Bueno, no
alcanzan, vamos a hacer otro esfuerzo para desinflar esos centros de becados,
porque hay algunos movimientos que hacer de unas escuelas con otras, vamos a
tener dos escuelas de farmacia; algunos de los que están ahora por 12 y Malecón
van hacia esta zona donde está el polo científico, cerca de donde va la nueva
facultad, y eso libera un poco de capacidades allí; pero esas son las
limitantes que vamos a tener.
Con relación a medicina
se han ido reduciendo ingresos, este año se mantuvieron porque había cierta
incógnita sobre las demandas que estaban surgiendo como las de la URSS; pero
hemos ido reduciendo poco a poco los ingresos, que son sustituidos por ingresos
de estudiantes de enfermería. Así que
los ingresos universitarios, pensamos que en período especial se mantengan, más
o menos, en los mismos niveles; no se afectarán ni siquiera los ingresos
universitarios, como no sea por causas tales como las ya mencionadas.
¡Ah!, tenemos que
impulsar el autoconsumo, casi para que participen. Estoy seguro de que las movilizaciones y las
medidas que estamos tomando en la provincia de La Habana van a incrementar las
producciones de alimentos; no podemos pedirles a las fábricas de la ciudad, ni
a las escuelas que están dentro de la ciudad que se autoabastezcan, pero sí
podemos hacer un esfuerzo —como decíamos—por buscar 40 ó 50 hectáreas para el
ISPJAE, aunque haya que sacar un poco de caña.
En estas provincias se
han reducido 500 caballerías de caña para dedicarlas a la producción de viandas
y vegetales, ¡quinientas caballerías!
De modo que en las proximidades del “Martínez Prieto”, que se nutre de
caña que viene desde lugares más distantes, hay que buscar allí cuatro o cinco
caballerías —se pueden buscar, estoy seguro de que el Ministerio de la
Industria Azucarera lo comprende, los del central lo comprenden; que se escoja
un área, si es que no se puede conseguir una tierra que está un poquito más
atrás, cerca de El Chico, por ahí, de la cual me hablaba Machadito—; les
podemos buscar un área, podemos buscarles a los del pedagógico que está allá
cerca de la “Lenin”, para ver si en esos territorios aparece también un área de
ellos. Porque lo más importante que veo
es la conciencia de la necesidad de hacer ese esfuerzo, la conciencia de la
necesidad de producir alimentos, la conciencia de la posibilidad de
autoabastecerse.
La provincia de La
Habana tiene —sin contar la ciudad que tiene algunos cientos de hectáreas—
alrededor de 40 000 hectáreas para la producción de viandas y vegetales, y esas
hectáreas se van a cultivar de manera óptima, de manera que se garantice una
producción salvo, qué sé yo, ciclones.
Pueden venir algunos fenómenos naturales, pero si tumban los platanales
los reconstruimos en cuestión de meses otra vez.
Estamos haciendo planes
en Ciego de Avila, en otras provincias, para prever una situación de ese tipo;
entonces habrá que gastar un poco más de combustible, pero estamos tratando de
lograr el autoabastecimiento de los habitantes de la provincia de La Habana y
de la Ciudad de La Habana. Son 2 700
000 habitantes, y pensamos abastecerlos plenamente con las 22 000 hectáreas de
tierras de las empresas estatales y las 17 000 hectáreas, aproximadamente, que
tienen las cooperativas y los campesinos individuales.
Así que en el campo de
la industria alimenticia estamos haciendo un esfuerzo, y creo que en el período
especial se van a producir más alimentos en estas provincias y más alimentos en
nuestros campos que los que se producían en épocas normales.
En realidad la respuesta
de la capital ha sido excelente, se están organizando 31 contingentes, puede
ser que 32, y alrededor de 10 000 ciudadanos van a hacer movilizaciones
quincenales, todos están trabajando excelentemente bien, con una moral alta. Es decir que se refleja en los ciudadanos de
nuestra capital y en los trabajadores de nuestra capital una gran moral; se lo
he preguntado a los directores agrícolas, me reúno con ellos sistemáticamente y
lo primero que les pregunto es cómo están los campamentos, cómo están los
trabajadores y, realmente, me dicen maravillas, y me las dicen de los
estudiantes que allí también están.
Hablaron muy bien de las
brigadas estudiantiles que fueron en julio pasado. Pero si en julio las brigadas estudiantiles
no se encontraron a nadie allí, porque estaba todo el mundo de vacaciones: los estudiantes de
nivel medio, hasta los trabajadores estaban de vacaciones, este año se van a
encontrar con 20 000 trabajadores cuya productividad puede ser, más o menos, la
de unos 30 000; es lo que se van a encontrar las brigadas estudiantiles cuando
lleguen a los campos el próximo verano.
No se encontrarán los hierbazales que se encontraron el pasado año, se
lo aseguro. Es decir, en este momento
se hacen estos esfuerzos.
De modo que trabajamos
para reducir al mínimo los sacrificios de la población, para que no le falten a
la población las cosas esenciales, y seguiremos esa política. Si en vez de 3 millones tenemos 4 millones
de toneladas menos de petróleo, 5 menos, 6 menos, todas estas cosas estarán
priorizadas, se lo aseguro, y buscaremos un equilibrio entre lo que tiene que
gastar la población, lo que tiene que gastar la industria y lo que tiene que
gastar la agricultura. Tal vez el
período especial no llegue a situaciones extremas; pero es mi deber decirles
que riesgos hay de que llegue a situaciones extremas, y de que nuestras mentes
deben estar preparadas para las situaciones extremas.
Es muy importante que de
este congreso saquemos claras estas ideas, porque tenemos que seguirle
demostrando al mundo de lo que somos capaces; tenemos que seguir demostrándole
al mundo lo que son nuestros jóvenes, lo que son nuestros estudiantes, lo que
son nuestros trabajadores, lo que es nuestro pueblo y cómo se crece en
circunstancias difíciles.
El capitalismo no podrá
cantar victoria durante mucho tiempo; no, no podrá. Aquellos que soñaron en Europa del este,
aquellos que creyeron en los cantos de sirena del capitalismo, aquellos que
creían que iban a tener París, Londres y Roma al otro día sin trabajar, además
—que fue aparentemente lo que les hicieron creer—, van a saber ahora lo que es
el capitalismo. Habrá que ver cómo
piensan dentro de dos, tres o cuatro años.
Ahora Europa occidental
está asustada; después que trataron de desestabilizar todos esos países,
después que tanto aplaudieron los derrumbes, ahora están asustados de la
catástrofe y tienen el temor de que decenas de millones crucen hacia Occidente
para aumentar el número de los desempleados.
¡Ahora están asustados! Ahora
quisieran construir una gran cortina de hierro, ahora quisieran construir un
gran muro desde el Báltico hasta el Mediterráneo, despavoridos como están
acerca de la terrible crisis económica que tienen los países del este de Europa
y de la propia crisis económica que tiene la URSS. Eran felices. No les duró mucho la felicidad, ahora
empiezan a perder el sueño y en el mundo no tienen razones ni señales para
sentirse felices. La catástrofe
económica, agravada con la deuda y ahora con un petróleo que subió al doble, y
con el riesgo, evidentemente difícil de evitar —por lo que se ve—, del
estallido de una guerra catastrófica, no solo por las consecuencias humanas,
sino por las riquezas que puede destruir y las consecuencias económicas que
tendría para el mundo.
Puede venir una ola de desestabilización general, de
estallidos sociales. ¿Hacia dónde
irán? Irán a cualquier parte. Ahora no pueden agitar el fantasma del
comunismo porque, aparentemente, el fantasma del comunismo se ha esfumado. Ya no pueden alegar, cuando haya un cambio
social, un estallido social, que es obra de la subversión marxista, que es obra
de Moscú. Ya no pueden esgrimir esos
otros fantasmas. Al desaparecer el
fantasma del comunismo, no sé qué pretexto van a inventar para el anticomunismo,
para reprimir a los pueblos cuando quieran hacer cambios sociales.
¿Qué harán en Haití los
haitianos? Nadie sabe. Pero allí el imperialismo tenía su candidato
—sacó como el 13% o el 14% de los votos, según tengo entendido—, y el cura, que
se acercó al pueblo, que le habló al pueblo, que se solidarizó con el pueblo,
ha sacado más del 70% de los votos. Ahí
tienen un ejemplo, ¡ahí tienen un ejemplo!
¿Y ahora qué va a pasar? ¿Qué
cambios harán? Nadie lo sabe. Son tan pobres esos países, son tan pobres y
tienen tan pocos recursos. Ahora
imagínense a Haití con el petróleo a 30 dólares, si Haití podrá construir
presas, canales; si podrá hacer algo por la agricultura para elevar la
producción por hectárea; pero ahí tienen.
¿Adónde van los
países? No se sabe.
Pero en el capitalismo no tienen el menor chance y no tienen la menor
esperanza.
El imperialismo no tiene
nada que ofrecerles a los países del Tercer Mundo, sino más deudas, más
desempleo, más hambre, más mortalidad infantil, más analfabetismo. No tiene que ofrecerles más que
calamidades. Y a nosotros, ¿qué nos
podría ofrecer el capitalismo? ¿Va a
venir a regalarnos petróleo? ¿Va a venir
a darnos miles de millones? El
imperialismo no da ni sobras, ni limosna.
Vean ustedes lo que
hicieron en Nicaragua. Le hicieron una
guerra sucia que costó decenas de miles de vidas; ahora la situación económica
es catastrófica, no le dan nada.
A Panamá lo invadieron,
lo masacraron y no le dan nada.
El imperialismo es
incapaz de dar nada a ningún país.
Lleva a la guerra, envía armas, promueve guerras sucias. ¿Qué le pueden dar el imperialismo y el
capitalismo al Tercer Mundo? Lo estamos
viendo todos los días en decenas y decenas de países. En cambio nosotros sí sabemos lo que podemos
darnos. Sabemos lo que nos hemos dado,
pero sabemos, sobre todo, lo que podemos darnos en el futuro. Ahora nuestra tarea es defender lo que hemos
creado, conservar lo que tenemos, las conquistas sociales alcanzadas por nuestro
país, la seguridad alcanzada, la dignidad alcanzada, la independencia
alcanzada.
Espero que a nadie le
quede duda de que Cuba es hoy el país más independiente del mundo, ¡el país más
independiente del mundo! (APLAUSOS) Y
ahí en el Consejo de Seguridad se ha demostrado; frente a esta tremenda crisis,
frente a este enorme peligro que se cierne sobre el mundo, nuestra conducta
frente al imperialismo, la conducta de principios que hemos seguido allí, sin
una sola excepción, condenando lo que hay que condenar, combatiendo lo que hay
que combatir. Y a veces nos hemos
quedado nosotros solitos allí, otra nos han acompañado determinados
países. Pero Cuba es el país que ha
librado la batalla por la paz en las Naciones Unidas. Cuba es el país, lo digo sin ninguna
exageración, que ha tenido la actitud más responsable, que ha dado la batalla
más seria por la paz en las Naciones Unidas.
A veces, cuando los
cinco miembros permanentes estaban de un lado, estábamos nosotros del otro
lado, y no se imaginan lo que ha significado de prestigio para Cuba, cuantos
representantes de países se han acercado a nuestros representantes con
admiración a felicitarlos, dicen: “Ustedes están haciendo lo que
nosotros no podemos hacer, ustedes están haciendo lo que se debe hacer.”
Algunos nos han expresado su dolor por no hacer lo que ha hecho Cuba. Y somos un país bloqueado, en período
especial.
Nosotros sabíamos bien
lo que podía significar un cambio de voto, nosotros sabíamos bien lo que podía
significar votar a favor de esa guerra anunciada, de esa última resolución, lo
sabíamos, y no fueron pocos los que hablaron con nosotros. Pero este es un país de principios, este
país no traiciona ni traicionará jamás un principio. Era un momento que algunos llamaban
“excepcional”. ¡Ah!, lo que se hubiera
dado porque Cuba votara a favor de esa resolución, y ahí serenamente,
ecuánimemente, supimos desafiar las consecuencias; ¡pero con principios!, no
fue el espíritu antiyanki, no, porque cuando se produce la invasión de Kuwait
nosotros condenamos la invasión de Kuwait, aunque los yankis la condenaran;
cuando se presentó una resolución sobre la anexión, nosotros apoyamos la
resolución; y cuando se presentó una resolución sobre los rehenes, nosotros
apoyamos la resolución. Cuando se presentó
una resolución sobre bloqueo, que incluía alimentos y medicinas, nosotros nos
opusimos a esa resolución; cuando se autorizó el bloqueo naval unilateral de
Estados Unidos, porque ya lo había impuesto, nosotros votamos en contra; y
cuando se presentó esa bochornosa resolución, esa vergonzosa resolución,
nosotros votamos en contra, y con nosotros otro país, que fue Yemen; uno que se
abstuvo, muy significativo, fue China.
Estaba recordando otras
resoluciones después, que se han presentado en las últimas semanas, y estas
fueron apoyadas por Cuba, Colombia, Yemen y Malasia. Estados Unidos quería posponerla y la ha
seguido posponiendo y posponiendo, porque es una resolución de protección
relacionada con los palestinos de los territorios ocupados, los palestinos que
están siendo reprimidos, asesinados; Estados Unidos la quería posponer y
posponer. Estos cuatro países votábamos
en contra de la posposición, era una cuestión de procedimiento; pero Francia y
China se abstuvieron, en este caso sí, en las últimas resoluciones fueron dos: Francia y China.
Ustedes no se pueden
imaginar con cuánta admiración en el mundo han visto
la postura de Cuba, la postura responsable, la postura de principio, no
antiyankismo. Ellos dicen que votamos
en contra de esto porque votamos contra ellos; votamos contra una resolución
que es incorrecta, que es errónea, que conduce a la guerra.
Vean cómo un país,
incluso en condiciones tan difíciles como Cuba, puede tener una política digna,
decorosa, y eso lo reconoce el mundo, lo respeta el mundo. Y me hago una pregunta: ¿Cuántos países pueden hacer eso hoy
en el mundo? ¿Cuántos países en las
condiciones tan complejas, con tanta crisis económica, con tanto poder como el
del imperialismo, pueden seguir una línea de principios como la que sigue
Cuba? Esas son las cosas a las que no
estamos dispuestos a renunciar y no renunciaremos jamás.
Pienso, compañeras y
compañeros, que este congreso ha sido ejemplar, y una de las cosas que más me
agradó en todo el primer día de discusiones, cuando ustedes discutían qué
estaban haciendo por el período especial, es el nivel de conciencia que pude
apreciar en los estudiantes con relación al período especial, los
planteamientos de ustedes, la seriedad de los planteamientos, es una cosa
realmente impresionante.
Recordaba el anterior
congreso, era en otros momentos, aunque ya se podían vislumbrar dificultades,
había confusión.
No se olviden de que
aquí penetraron ciertas corrientes, no se olviden de que aquí hubo bastante
confusión; no se olviden de que había gente que querían cosas que venían de
afuera y se decían de afuera, y que empezaban a hacer campañas contra el
socialismo, contra el marxismo-leninismo, sí, con el pretexto de
perfeccionarlo, maravilloso. Si usted
tiene un niño enfermo no puede empezar degollándolo para salvarle la vida, o
para curarlo, o para mejorarlo, y ya se vieron las intenciones claras.
Ustedes no saben hasta
dónde penetró el enemigo en esos países de Europa del este y en la URSS;
ustedes no se imaginan hasta qué punto penetró la CIA en la URSS y con qué
tiempo trabajó en determinados sectores, al extremo de que los peores
contrarrevolucionarios, gusanos de Girón, mercenarios de Girón, de los más
recalcitrantes enemigos de Cuba, de los que han cometido crímenes de todas
clases contra el país, reciben publicidad, páginas enteras, en alguna prensa
soviética, cosa que no habría creído nadie jamás. Ustedes no saben hasta dónde han penetrado,
en detrimento de los soviéticos, del pueblo soviético, de los comunistas
soviéticos, en la campaña destructora.
Algunos de esos influyeron
aquí, no nos olvidemos, lo que pasa es que realmente los hechos son los hechos,
y las cosas catastróficas que han ocurrido les han abierto los ojos a muchos, y
muchos ven con más claridad los procesos como los que tienen lugar en nuestro
país, lo que nosotros hacemos por perfeccionar nuestro socialismo, que estuvo
muy lejos de cometer los errores gravísimos que se cometieron en otras partes.
Aquí mismo, en esta
asamblea, tuvimos el honor de recibir al compañero Gorbachov, y yo expliqué,
dije bien claro: “Aquí
no ocurrieron los fenómenos del stalinismo —y añadía—, a no ser que me
consideren a mí una especie de Stalin, en cuyo caso mis víctimas gozan de una
excelente salud” (APLAUSOS PROLONGADOS).
Aquí señalé las diferencias históricas, y dije: Aquí tenemos que corregir los errores
nuestros, no los errores que ocurrieron en la Unión Soviética. Es como si a usted le duele un callo y va al
estomatólogo para que le saque una muela.
¿Cómo teníamos nosotros que corregir aquí los errores de otros? Teníamos que corregir los nuestros, esos son
los que tenemos que corregir. Y aquí
los había que querían que nosotros aplicáramos todas las recetas de allá, y al
pie de la letra.
Claro, nosotros tenemos
culpa. Una de las tendencias negativas
que se desarrollaron aquí durante un período fue el endiosamiento de todo lo
que venía de allá; todo lo que venía de allá era lo perfecto, el non plus
ultra. Y miren, yo soy uno de los que
admiran muchas de las cosas que ocurrieron en ese proceso y en ese país, sus hazañas
históricas, su heroísmo. He sentido
siempre una eterna gratitud por los 20 millones de hombres y mujeres que
murieron por salvar la humanidad del fascismo.
También tenía conciencia
de errores, pero muchos, políticos, históricos, estratégicos, militares. No tenía por qué estar parado en una esquina
hablando de eso, pero hace mucho tiempo lo discutí con soviéticos, siempre tuve
un sentido crítico amistoso, crítico aunque solidario con la Unión Soviética;
pero, bueno, el endiosamiento.
Yo decía: El mal viene ahora
del Espíritu Santo. ¿Qué es el Espíritu
Santo? Todos hemos estudiado algo de la
Iglesia, y existe el misterio de la Santísima Trinidad. No lo menciono con falta de respeto, ni
mucho menos, a las iglesias o a los creyentes; pero a mí me enseñaron que
existía el misterio de la Santísima Trinidad y que había el padre, el hijo y el
Espíritu Santo, además, el Espíritu Santo no se puede equivocar. Nosotros convertimos todo lo de la URSS en
una especie de Espíritu Santo, y cuando empezaban a llegar determinadas
publicaciones y determinadas cosas —en algunas de las cuales se vio claramente
la oreja de burro del anticomunismo y del antisocialismo, y que se habían
convertido en eco de las peores calumnias que se decían contra el socialismo—, se
recibían aquí como verdades ineludibles.
Yo decía: Nosotros tenemos
nuestra responsabilidad, porque el veneno viene ahora —decía yo— del Espíritu
Santo. Figúrense, si el Espíritu Santo
empieza a hablar, hablar y hablar contra el socialismo, quién va a dudar del
Espíritu Santo.
Y así vino mucha
propaganda. Aquí se confundió más de
uno, hay que decirlo, la verdad es la verdad.
No quiero ofender a nadie, no quiero lastimar a nadie, me alegro de que
muchos hayan rectificado, me alegro de que muchos comprendan las cosas como
son; pero nos pasó ese fenómeno y la creencia de algunos de que aquí teníamos
que rectificar errores que no habíamos cometido.
La cosa más paradójica
del mundo: Occidente
se pasaba toda la vida diciendo que éramos unos satélites de los soviéticos, y
todos los días lo decían. Incluso los
yankis decían: “Tienen
que romper con la URSS si quieren que se acabe el bloqueo.” Miles de veces repitieron eso, nos lo
exigían. Esa ha sido su campaña: “Satélites,
vulgares satélites.”
Nosotros seguimos
serenamente nuestra marcha. Quienes
hayan leído las cartas entrecruzadas a raíz de la Crisis de Octubre entre
Jruschov y yo, podrán comprender que este país jamás fue satélite de nadie,
¡jamás! (APLAUSOS)
Conozco importantes
personalidades norteamericanas que fueron actores de aquella crisis, y dicen
hoy que en su mente no se habían imaginado siquiera que aquella correspondencia
tuviera lugar y que, realmente, habían subestimado a Cuba. Lo dicen hoy con asombro y con admiración.
No las publicamos por
publicar, hubieran podido estar reservadas mucho tiempo, pero empezaron a
aparecer memorias y libros diciendo que nosotros habíamos recomendado un golpe
preventivo, y lanzaron eso por el mundo.
No nos quedó más remedio que publicar las cartas para que todo el mundo
supiera cómo era. Pero quizás el eje de
las campañas imperialistas y de la reacción mundial contra Cuba es que éramos
satélites. De eso nos acusaban. ¿Y saben de qué nos acusan ahora? ¡Increíble!
De que no hagamos lo que están haciendo allá.
Nosotros, en primer
lugar, no tenemos que rectificar aquí errores de allá. En segundo lugar, los errores que hayamos
cometido, entre ellos el de copiar algunas cosas que copiamos —ese era uno de
los errores que teníamos que rectificar—, sí, señor, muy bien, nos faltan
muchas cosas por hacer; pero el problema ahora no es teorizar, el problema es
avanzar, resistir, sobrevivir, vencer, y después tendremos tiempo de teorizar y
cosas que teorizar.
Es ridículo hoy,
realmente, adoptar poses de doctrinarios cuando hay muchas cosas concretas que
hacer y que son una cuestión de supervivencia para el país y para la
Revolución; pero iremos buscando nuestras fórmulas. No podemos caer otra vez en aquellas circunstancias,
en aquellos conceptos y métodos de dirección de la economía, en virtud de los
cuales las fábricas se cerraban para nuestros estudiantes universitarios. ¡Ah!, por ahí se dice que hay 200 fábricas
docentes, ¿pero por qué?, porque no hay ninguna fábrica que se ponga con la
tontería de decir que no recibe estudiantes porque no le conviene, porque le
afecta sus cuentas y sus rentas.
Era increíble que en un
Estado socialista, donde el pueblo es propietario de los medios de producción,
los estudiantes universitarios no podían ir a practicar en una fábrica. Se empezaban a comportar como unos vulgares
e indecentes capitalistas:
“No, no quiero estudiantes aquí, me estorba el estudiante.” Bien
arreglados estamos. Me pregunto si se
puede hablar de socialismo y decir que el estudiante le estorba en la
fábrica. Estábamos cayendo en ese
capitalismo de pacotilla.
Lo que nadie se ha
preguntado todavía, en todo este proceso de reestructuración y de crítica del
socialismo, es cuánto efecto hizo esto en los problemas que se buscaron los
países socialistas con aquellas ideas, con aquel juego al capitalismo, aquel
capitalismo de pacotilla.
Nos quedábamos fríos
cuando en una reunión decían:
No, no admiten a los estudiantes.
¿Podrá servir para algo un sistema o una sociedad de esa naturaleza, que
les cierre las puertas a los que tienen que sustituir a esa fuerza de trabajo,
que les cierre las puertas a los tecnológicos?
Ahora yo digo: “Cójanse las
empresas.” Les decía hoy a los compañeros del ISCA de La Habana: “Vayan para allá y
cójanselas, les regalamos las ocho empresas, vayan allá a ayudar; díganme qué
pueden estudiar para que la facultad entera se meta allí, llevando sus
criterios, sus aportes técnicos, observando.”
Una sociedad que no
pueda hacer eso no es socialista, es una locura, llena de contradicciones. Y habíamos caído hasta en eso. ¡No!, no está todavía resuelto en la teoría y
se avanza mucho en la práctica, y tendremos que concluir en nuestro sistema de
dirección y nuestro sistema de administración de la economía, que todo no es primas y cosas, como aquí se creyó, porque en los hospitales
no hay ninguna prima.
Recuerdo la situación
que teníamos en 1985 y lo que resultó el trabajo en los hospitales, el trabajo
del Partido, el trabajo del Gobierno, en relación con el número de quejas que había,
porque los problemas empezaron a permear los servicios, empezaron a permear la
salud, empezaron a permear muchas cosas, toda la basura anexa a aquel sistema
de dirección y de planificación que todavía no se ha cambiado jurídicamente. Yo lo comparaba con un penco lleno de
mataduras al que había que pasarle la mano, pero el caballo no podía ir por
donde quería, tenía que ir por donde se le dirigiera.
Hay trabajos que hacer
en el terreno práctico y en el terreno teórico. Estamos muy conscientes de todo eso, no nos
lo tiene que decir nadie, no es este el momento, porque en período especial,
¿qué es lo que vamos a hacer? ¿Vamos a
aplicar un criterio de rentabilidad, por ejemplo, a una fábrica que le tengamos
que quitar dos días de trabajo a la semana, a una fábrica en que no lancemos a
los obreros para la calle? ¿Qué criterio
se puede aplicar? Bueno, ¿los costos se
elevan? Sí. ¿Abundará el dinero? Sí.
Es inevitable en el período especial y tiene sus inconvenientes la
abundancia de dinero, pero lo sabemos.
Ahora, no vamos a aplicar la política de los países capitalistas: para la calle todo
el mundo, eleve todos los precios. Eso
sería, sencillamente, una locura.
Por eso les hablaba de
los métodos que empleamos en período especial, y sabemos sus
inconvenientes. Algún día tendremos
productos para dar respuesta a ese dinero en exceso que recibe la población;
pero al menos, normando los productos y garantizándole a la población la mayor
cantidad de productos alimenticios e industriales, no se nos producen esas
terribles inflaciones, lo que se nos produce es un excedente de dinero en manos
de la población; pero no tenemos perdidas las esperanzas, ni mucho menos, de
que algún día nuestro país pueda encontrar los recursos para dar respuesta.
Nosotros sabemos lo que
hay que gastar en divisa exterior para recaudar 10, o para recaudar 20, o para
recaudar 30 pesos por un dólar de materia prima. Nosotros sabemos los gustos de la población,
qué compra, qué hace con el dinero. No
nos asusta, se lo advierto, guárdenlo; pero el país no tiene perdida la
esperanza ni mucho menos, si algunas de las cosas que estamos haciendo marchan
como esperamos que marchen. Se lo digo.
Aquí tienen un ejemplo
en este período especial, no nos podemos poner a teorizar. En este período especial hay que seguir una
política, determinados principios, y, sobre todo, el principio número uno, el
número uno de todos los principios: la consideración al pueblo, la
preocupación por el pueblo, no sacrificar al pueblo, preservar a toda costa las
cosas esenciales del pueblo. Esta no es
cosa de teóricos, esta no es cosa de tecnócratas —si nos buscamos 10
tecnócratas de esos, hunden al país en período especial y en período normal—,
esta es cosa de políticos, y esta es cosa de políticos revolucionarios, esta es
cosa de revolucionarios y son los principios que deben regir aquí (APLAUSOS
PROLONGADOS).
Invito a nuestros
profesores de marxismo-leninismo, de economía, a todos los invito, realmente,
con placer a que piensen, a que mediten, a que ayuden a elaborar ideas, a que
partamos de todas estas realidades y pensemos para después desarrollar y
aplicar las teorías nuestras, los métodos nuestros, cuando el período especial
sea rebasado, porque algún día se normalizará el país y un día el país tendrá
recursos, sobre todo, aquellos por los cuales luchamos y no descansaremos de
luchar.
Algún día el país tendrá
independencia económica (APLAUSOS PROLONGADOS). Trabajemos por eso, luchemos por eso, porque
podemos luchar por eso. Eso es más
claro que nunca ahora. Es más clara que
nunca la necesidad, es más clara que nunca la posibilidad, y esa posibilidad la
tenemos no solo por las cualidades de nuestro pueblo, sino por los frutos de lo
que hemos hecho en estos años, por lo que han producido nuestras universidades.
En mis recorridos de
trabajo, tengo muchos contactos con los científicos y me encuentro compañeras y
compañeros que hasta hace poco eran de la juventud; muchos que nacieron con la
Revolución y que nacieron después de la Revolución, o que eran niños cuando
triunfó la Revolución. No se imaginan
ustedes cuántos valores hemos creado, la fuerza que tenemos.
Como les explicaba hace
unos días a los del foro de piezas de repuesto —un foro que fue fruto del
trabajo de decenas de miles de técnicos, ingenieros y obreros calificados; lo
que están haciendo, con qué fervor están trabajando, no se imaginan ustedes qué
fuerza tenemos y como están resolviendo problemas, y algunos de ellos han hecho
innovaciones o descubrimientos que van a tener valor universal. Algunas de las innovaciones van a
revolucionar la forma de preparar la tierra, las formas históricas, las formas
milenarias—, no se sabe lo que vale tener el talento que tiene hoy acumulado
nuestro país, no se sabe lo que vale tener las decenas de miles de científicos,
cómo están trabajando, con qué consagración, con qué dedicación y qué
resultados están obteniendo. Se está
convirtiendo nuestro país en una potencia científica en aquellos campos que
podemos dominar y en los que podemos trabajar; en una potencia científica que
va a estar dedicada en el período especial a los problemas del período
especial, va a estar dedicada a todo aquello que ayude al país a salir del
período especial y que ayude a la independencia económica del país.
Si la falta de petróleo
en nuestro suelo es una gran desventaja, es un drama que nos falte el petróleo,
les digo a ustedes que no cambiaría jamás los enormes excedentes petroleros que
tienen algunos países por la gran cantidad de talentos que se han acumulado en nuestro
país (APLAUSOS).
Esos son los frutos de
nuestros esfuerzos educacionales, de nuestras universidades y con qué espíritu
están trabajando porque he visto a la gente y están consagradas. Esta es una explosión científica que crece y
es por eso que nosotros todavía no estamos ni siquiera satisfechos de la forma
en que estamos utilizando el talento de nuestras universidades.
Estamos en contacto y a
cuanto grupo ha aparecido por las facultades de química, por otros lugares en
que se han estado haciendo investigaciones, les hemos dado todo el apoyo de
inmediato; los buscamos, no esperamos ni que nos busquen a nosotros, andamos
averiguando dónde están. Nos proponemos
utilizar mucho más el potencial científico de las universidades: de la Universidad
de La Habana —la estamos usando, es la que tiene más centros de investigación—,
de la Universidad Central de Villa Clara, tanto en las áreas de la química como
en la síntesis química, la agricultura y en todos esos campos; la de Ciego de
Avila, también en otros campos similares; la de Camagüey, Santiago de Cuba; es
decir, de todas las universidades.
Estamos dispuestos a darle un gran impulso al trabajo científico de las
universidades. Eso tiene prioridad uno
en período especial.
No se extrañen si una
fábrica aparece por cualquier universidad, un laboratorio, un centro de
investigación; a veces el centro de investigación lo estamos haciendo, pero
antes hemos creado el grupo que ya está trabajando en algún laboratorio. En muchos lugares van a surgir laboratorios
antes de que surjan los centros de investigación. Claro, vamos a potenciar todas estas
posibilidades científicas y las posibilidades de nuestros innovadores,
racionalizadores, inventores.
Tenemos una fuerza
tremenda, pero la universidad tiene que estar a la vanguardia. Se puede trabajar e investigar en todos los
campos, no solo en el de las ciencias exactas, también en el de las letras, en
el de la economía; estamos tratando de entrar en contacto con los estudiantes
de economía para ver cuál puede ser su papel en esta etapa, en este momento, es
decir, en qué sentido se pueden desarrollar las investigaciones.
Está teniendo lugar esta
explosión científica, y mucha gente, en el mundo empieza a reconocerlo. Y quiero decirles, compañeros, que no se
pierde un minuto, a veces no pasan ni 24 horas desde el momento en que en un
laboratorio en algún lugar, en alguna universidad o en un centro de
investigación han descubierto algo, y el momento en que se toma la decisión de
hacer una planta piloto; y mientras se construye a toda velocidad la planta
piloto se van proyectando fábricas. Les
digo que en ese campo se desarrolla una actividad febril, a la cual no nos
interesa hacerle mucha publicidad; aunque sé que hay cosas que alentarían a la
gente, es mejor que nos alentemos sobre otras bases y no que estemos diciendo
todos los días lo que estamos haciendo para levantar la moral de la
población. No nos hace falta eso; hay
que trabajar con seriedad, con responsabilidad, como corresponde en este
momento.
En todo este esfuerzo no
olvidaremos las universidades. Veníamos
haciendo algunos trabajos, habíamos logrado echar a andar el famoso ISPJAE, el
famoso ISCA, ya habíamos organizado dos contingentes; supimos lo de Bayamo,
estamos organizando un contingente allá.
Así vimos todas las cosas que estaban sin terminar en las universidades,
y en la reunión con los estudiantes planteamos un programa, pero se lo advertí,
les dije: Todavía
no hay ninguna situación muy difícil —esto era a mediados de año—, pero vemos
síntomas que pueden complicarla, así que debo decirles, con toda honradez, que
hicimos un buen programa para terminar todas las construcciones. Y, efectivamente, después —habían pasado
unos pocos meses— se presentaron esos problemas y tuvimos que limitar eso, y
era un programa importante.
Pero en el período
especial no vamos a olvidar las necesidades de las universidades; no queremos
parar el ISPJAE, sino al mismo ritmo, sino al mismo volumen, mantener una buena
fuerza constructiva terminando objetivos, trabajando allí. No queremos parar el ISCA, sino el mismo
volumen, el mismo ritmo, terminando objetivos.
No queremos olvidarnos del ISPETP (Los estudiantes le dicen que ahí está
el contingente) ¡Ah!, está el contingente ahí, ¡qué bueno! Y van a trabajar ustedes ahí, ¡qué
bueno! (APLAUSOS)
Vamos a ver qué
materiales, qué recursos les buscamos para que sigan trabajando. Vamos a tener presente, sobre todo, los
lugares más críticos, y no los vamos a olvidar, se lo aseguro que no los vamos
a olvidar, mientras tengamos algo que darles en todos los lugares más
críticos. Bien puede ocurrir que
empiecen a surgir laboratorios por ahí; esos están fuera de la cuenta, porque
esos pertenecen a las primeras prioridades del período especial. Pronto empezará a construirse en el centro
un laboratorio a toda velocidad y otras cosas más. Pronto en Ciego de Avila se van a construir
algunas cosas que no están en este programa, pero que pertenecen al programa
científico-técnico y al desarrollo acelerado de la aplicación de todas esas
cosas. No me refiero a eso, eso es día
y noche, en cualquier momento están priorizados. Me refiero a todas esas obras que constituía
una vergüenza el tiempo que estaban sin construirse y donde habíamos logrado
organizar fuerzas e impulsarlas.
Vamos a tener presente
todas las obras que tienen situaciones críticas, de modo que, aunque en menor
escala, no se nos detenga el trabajo que estamos haciendo en los distintos
lugares; si hay alguna que se va a empezar, si hay alguna que no es razonable empezar
a hacerla, no la empezamos a hacer; pero todas aquellas que estén haciéndose y
que son críticas, continuar haciéndolas en el volumen de nuestras
posibilidades, pero con un criterio muy racional, ir terminando objetos de obra
y usando objetos de obra. Si aquellos
van a terminar su casa estudiantil o cualquier cosa allí, que la van a usar de
taller o lo que sea, ir terminándola; no abrir muchos objetos de obra, sino que
se abra y se termine, se abra y se termine, y se termine rápido. Nos proponemos seguir esa política, ni aun
en período especial vamos a renunciar a resolver algunas de estas cosas
críticas.
En otras se ha mejorado
mucho, sobre todo, las fábricas están todas a disposición de los estudiantes;
las empresas del Estado están todas a disposición de los estudiantes, como base
material de estudio. Hemos ganado mucho
y quizás tengamos ahora, en período especial, más cosas que las que teníamos
antes del período especial. En el
período especial, incluso, se pueden racionalizar muchas cosas que en período
normal son difíciles de racionalizar, recursos que son difíciles de optimizar
porque ya son compromisos, porque existen, y en circunstancias como estas sí se
pueden optimizar más los recursos y racionalizarlos.
Qué les voy a decir a
nuestros invitados, que han visto un estudiantado como ustedes, los han
escuchado discutir con la seriedad con que ustedes han discutido, con la
libertad con que ustedes han discutido.
Hubo momentos de
aspereza, hubo polémica, hubo amargura; no es en eso en lo que debemos
enfatizar, no es en eso en lo que debemos acentuar; cada uno tiene su criterio
sobre cada cosa, pero tenemos problemas mucho más importantes que discutir y
tenemos problemas mucho más importantes que resolver. Hemos discutido con respeto para todos; se
han tomado decisiones prácticamente por consenso, cuando menos, de acuerdo con
el criterio de la inmensa mayoría de los compañeros del Congreso. Ustedes mismos han sido autocríticos, muy
honestamente autocríticos con la cuestión del fraude, que es un fenómeno
complejo, tenemos que prestarle mucha atención.
Me gustó mucho,
realmente, el espíritu con que se discutió y, sobre todo, los principios que se
defendieron y la energía con que se planteó que esta era una cuestión de gran
importancia, que era una cuestión ética.
Es una prueba de que nos faltan muchas cosas por hacer y que nos faltan
batallas por ganar.
Nuestro sueño, los
sueños de nuestro pueblo, es contar con un estudiantado cada vez más
responsable, un estudiantado cada vez más honesto.
Tenemos problemas
todavía, el mismo sentido del respeto a la propiedad es un punto débil, y
muchas veces nos encontramos esos fenómenos en las escuelas secundarias,
preuniversitarios y tecnológicos. Y,
desgraciadamente, hay familias que todavía no acompañan a la Revolución en la
lucha por la honestidad, por el respeto a la propiedad social, por la ética que
debe tener cada ser humano, por el respeto a sí mismo que debe sentir cada ser
humano. Tenemos esos problemas. Tenemos problemas de robo, ustedes lo saben.
Esa es una batalla que hay que librar, una cultura nueva que hay que adquirir.
Aquí se enfatizó en la
importancia de los pedagógicos, del trabajo de los maestros y de los
profesores; formar esa ética, inculcar esa ética es una de las tareas
fundamentales de nuestros profesores y maestros, eso tiene que ser parte de la
cultura, eso tiene que ser parte de la educación y parte esencial de la
educación.
Por eso alguien dijo —no
sé si fue José de la Luz y Caballero— que enseñar puede cualquiera, educar solo
quien sea un evangelio vivo. Entonces
no es solo inculcar conocimientos de historia, matemática, física, geografía,
sino que hay que inculcar sentimientos éticos en los niños y en los
adolescentes, en los estudiantes, hasta en el pueblo hay que inculcarlos.
Esa es una de las
batallas de la sociedad humana y es una de las batallas por excelencia del
socialismo; no estamos hablando del capitalismo. ¿Cuándo demonios el capitalismo le va a ganar
la batalla al robo? En el socialismo es
donde los bienes que se producen son para el pueblo y todo es del pueblo;
tenemos que aprender a no robarnos a nosotros mismos.
Es como el que en la
casa roba, y a veces hay quien roba en la casa, le llevó al hermano, al primo o
al otro. La nueva cultura es una de las
tareas históricas que la Revolución espera de nuestros centros pedagógicos, de
nuestros profesores y de nuestros maestros.
Pero es que el fraude es
como el robo. ¿A quién estamos
engañando? Empezamos por engañarnos a
nosotros mismos, que creemos que tenemos un título y sabemos, y no lo tenemos;
estamos engañando a la sociedad. Imagínense un médico que ande haciendo fraudes
y después recete cualquier cosa y mate a un ciudadano. El otro puede decir una barbaridad, qué es eso
de que la gente de Cienfuegos, que si esa gente tienen que trabajar en plantas
importantes; alguno de ellos a lo mejor tiene que trabajar en una planta
nuclear. Imagínense a alguien
fraudulento, ingeniero fraudulento, técnico fraudulento, que vaya a trabajar
después en una gran planta de estas, en un complejo químico o en una planta
nuclear, ¿a quién va a engañar con eso?, ¿quién gana con eso?
También es muy triste un
joven que estudió, se esmeró, ingresó en la universidad y después por una
tontería de esta naturaleza frustra su carrera. Tenemos que meditar y pensar, es preferible
cualquier cosa al fraude.
Debemos estar
conscientes de nuestras limitaciones; no hemos logrado erradicarlo, no hemos
logrado crear una conciencia combativo, prevalece
todavía la lástima, la pena. Se puede
meditar mucho sobre todo eso, creo que es un tema que tenemos que seguir
analizando con la FEU, con la dirección de la FEU, con la dirección de la
universidad, con los consejos.
Hay problemas. Ayer quedamos en que lo de la ubicación
tenemos que seguirlo discutiendo y que debemos reunirnos en enero para analizar
esos problemas, que aquí no teníamos suficiente tiempo para analizarlos. Pero esto del fraude hay que seguirlo
estudiando, analizando, ver las causas, los problemas.
Tenemos que hacer cosas
que no promuevan la deshonestidad del estudiante. Si hay que revisar algunos reglamentos, los
revisamos, y evitar que alguien invente una mentira porque se fue a lo mejor a
pasear un día y dijo que estaba haciendo otra cosa. Vamos a estudiar todos esos materiales.
Aquí hay una ventaja,
compañeros: estas
no son cosas del gobierno, ni cosas de ustedes; lo que venimos haciendo, hemos
hecho siempre y en los últimos tiempos más todavía, a medida que crece el peso
de las universidades, es trabajar juntos, lo que hacemos es trabajar juntos.
Hemos dicho que poder y
pueblo, Estado y pueblo es la misma cosa.
Aquí no hay cosas o intereses nuestros diferentes a los de ustedes, ni
tienen ustedes intereses diferentes a los nuestros en ningún sentido. Nos quedan tonterías que tenemos que
erradicarlas, ¿qué es eso de que los de Palma voten por los de Palma para
ubicar a alguien? Yo no sabía que
teníamos esos problemas étnicos aquí; resulta que la etnia de Palma tiene
intereses en contradicción con la etnia de Mayarí, o los de Mayarí con los de
Moa, y así. En realidad, debe darnos
vergüenza que estemos resolviendo los problemas así y repartamos así las
oportunidades.
Un elemental sentido de
justicia nos debe llevar a actuar de otra forma; y si el mérito lo tiene el del
otro pueblo, aunque sea el más chiquito y tenga menos votos, darle el derecho
que le corresponde por sus méritos a aquel joven.
Lo que hacemos es
trabajar juntos, como hacemos con los obreros, como hacemos con los
científicos, como hacemos con los campesinos, es trabajar juntos. No se trata de que yo me reúna con ustedes o
de que otros dirigentes se reúnan con ustedes; se trata de que trabajemos
juntos y juntos les encontremos solución a los problemas.
Para nuestros
visitantes, quiero decir que aquí no se trata de demagogos que vienen a
decirles cosas agradables a los estudiantes, o que vienen a engatusar a los
estudiantes con cuentos de camino; lo que hacemos es informar a los
estudiantes, decirles la verdad a los estudiantes y trabajar con los
estudiantes. Desde los pioneros de primaria, la FEEM, los
tecnológicos, nos reunimos con los tecnológicos también, no solo con los
universitarios o los preuniversitarios.
Lo que nosotros hacemos es trabajar con los estudiantes, no es que nos
reunamos, no es que pretendamos hacerles el honor, como ocurre por ahí, de que
saludemos a los estudiantes, sino que trabajamos con los estudiantes, que junto
a los estudiantes buscamos soluciones, y por eso el Estado, el Partido, el
Gobierno trabajan con la FEU, trabajan con los dirigentes y trabajan con la
masa.
A veces uno tiene que ir
a una facultad, para ver problemas del trabajo. Hace unos días —no pude ni entrar, no tenía
mucho tiempo— fui a ver los problemas relacionados con los programas
científicos y de desarrollo, las fábricas que estamos haciendo y el traslado de
la facultad de farmacia para allá y todo eso.
Ya había hablado con los decanos y quería conversar con los estudiantes
sobre lo que estábamos haciendo. De
manera que lo que hagamos bien o mal será fruto de nuestro trabajo común;
nuestros aciertos o nuestros errores serán fruto del trabajo común, y es sobre
esa base y esos principios que se han desarrollado siempre nuestras relaciones,
y por eso tenemos a los estudiantes en todo eso. No es ningún misterio, es nuestra
Revolución, es nuestro Estado, es nuestro Gobierno, es nuestra patria, por eso
ustedes la defienden con las armas en la mano, por eso ustedes están
organizados en batallones, por eso ustedes se entrenan.
A los demócratas del
mundo, entre comillas, aquellos que creen que democracia es otra cosa, que es
entrarles a palo todos los días a los obreros, y lanzarles los caballos y los
gases lacrimógenos; a aquellos que creen que democracia es reprimir a los
estudiantes, nosotros los invitamos a que trabajen con los estudiantes, y los
invitamos a que armen a los estudiantes, y los invitamos a que los organicen en
batallones y los entrenen, para que sean más democráticos todavía; que
organicen a los obreros, que los entrenen, que los armen; que conviertan la
defensa del país en la tarea de todo un pueblo.
Pero eso no tiene nada
de extraño, estamos defendiendo la cosa común, los intereses comunes, y por eso
ahí están, en primera fila, los estudiantes en la defensa; por eso están en
primera fila en las manifestaciones de apoyo a la Revolución; por eso están en
primera fila en la lucha, en la conciencia revolucionaria, en la batalla
ideológica; por eso se movilizan en el verano y van a los campos a producir
alimentos; por eso tenemos los mejores estudiantes del mundo; por eso tenemos a
los estudiantes junto a los obreros, a los trabajadores en general y a los
campesinos, como baluartes sólidos, insobornables de la Revolución.
Por eso aquí tenemos a
los Mella, a los José Antonio, a los Fructuoso, a los
Frank País, no luchando hoy por una esperanza, sino luchando por una realidad y
por hacer mejor y más hermosa esa realidad.
Tenemos a los mártires de ayer hechos carne y hueso de hombres y mujeres
defendiendo su obra, defendiendo su Revolución, y por eso no es una imagen
decir: Aquí
están, ¡aquí están los Mella, los José Antonio!
(APLAUSOS)
Aquí están los mambises
de 1868 y de 1895, aquí están los jóvenes del Moncada y del “Granma”, de Girón
y de la Crisis de Octubre, y aquí estamos los viejos y los nuevos defendiendo
una obra común, una obra que vale la pena defenderla, una obra por la cual vale
la pena dar la vida. Por eso, con más
orgullo que nunca podemos repetir hoy:
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)