DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA SESION INAUGURAL DE LA PRIMERA CUMBRE IBEROAMERICANA, EFECTUADA EN GUADALAJARA, MEXICO, EL DIA 18 DE JULIO DE 1991.
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Excelentísimo Señor Presidente Carlos Salinas de Gortari;
Su Majestad Juan Carlos Primero;
Distinguidos Presidentes e invitados:
Por primera vez nos reunimos los latinoamericanos sin que nos convoquen otros. Ya por ello nuestro encuentro asume un carácter histórico. Confiamos en que tendrá gran trascendencia y que nuestro diálogo será constructivo y fecundo. Agradecemos profundamente al entrañable México y a su Presidente la brillante iniciativa; nunca antes fue tan necesaria y oportuna.
Por décimo año consecutivo la crisis económica continúa afectando al conjunto de nuestras economías. El producto por habitante no rebasa hoy el nivel alcanzado hace 13 años. La relación de intercambio es un 21% peor que al comienzo de la década de los 80. La deuda externa sigue siendo superior a los 400 000 millones de dólares, a pesar de que la región ha realizado una transferencia de recursos hacia el exterior por valor de 224 000 millones en solo ocho años. La inflación alcanzó niveles sin precedentes en este período.
Las políticas emanadas de las grandes potencias económicas y los organismos financieros internacionales bajo su control, no han traído el desarrollo, pero sí han llevado la pobreza a más de 250 millones de personas; no han servido para traer el capital extranjero, pero han propiciado la exportación de
capitales hacia países desarrollados. América Latina tiene hoy mucho menos peso que hace 20 años en la economía mundial.
El enorme costo social y humano de estas realidades se expresa en términos de hambre, enfermedades, analfabetismo, barrios marginales, decenas de millones de niños sin hogar, casi la mitad de la población desempleada, subempleada o desnutrida.
No nos hagamos ilusiones, estas son las tristes realidades que desgastan y desestabilizan a los gobiernos a la velocidad de la luz. A pesar de nuestra cultura, idioma e intereses comunes, durante casi 200 años, desde que la mayoría de América Latina alcanzó su independencia, hemos sido divididos, agredidos, amputados, intervenidos, subdesarrollados, saqueados. Convertido a oro físico el total del valor de las divisas convertibles netas que salen de América Latina cada año, es superior al de todo el oro y la plata que España y Portugal extrajeron durante 300 años. Y así se postula todavía que podemos desarrollarnos. Nos han impuesto, además, sueños y modelos de consumo enajenantes y despilfarradores que no solo envenenan y arruinan el planeta, sino que son incompatibles con las necesidades racionales de 4 000 millones de personas que viven en un Tercer Mundo cada vez más pobre.
Nunca hemos sido capaces de alcanzar nuestros objetivos con nuestras propias fuerzas, a pesar de los inmensos recursos de nuestra naturaleza y la inteligencia de nuestros pueblos. Pudimos serlo todo y no somos nada.
Siempre hay un canto nuevo de sirenas para los eternos navegantes en que nos hemos convertido. No hablo ya de bloqueos, guerras sucias, invasiones mercenarias o con el empleo de las fuerzas armadas de la potencia militar más poderosa de este mundo, que se han repetido escandalosamente a nuestra vista en este hemisferio durante las últimas tres décadas; me refiero a ilusiones como la Alianza para el Progreso, el Plan Baker, el Plan Brady, y la última de las fantasías: una Iniciativa para las Américas.
Mientras tanto la unidad, la imprescindible, vital e ineludible unidad entre nuestros Estados, que brilló siempre por su ausencia y de modo especial en la gran crisis de la deuda, ¿dónde está?, ¿cuándo estará?, ¿cómo estará?
Frente a los grandes grupos que hoy dominan la economía mundial, ¿hay acaso lugar en el futuro para nuestros pueblos sin una América Latina integrada y unida? ¿Es que no seríamos capaces de ver que únicamente unidos podemos discutir con Estados Unidos, con Japón y con Europa? ¿Es que solo cada uno de nosotros puede enfrentar esa colosal tarea? Las grandes potencias económicas no tienen amigos, solo tienen intereses.
El mundo marcha en una dirección todavía peor: la hegemonía política mundial por una superpotencia que muchas veces se ha excedido en el uso de la fuerza. Se pretende utilizar para ese hegemonismo, incluso, los propios mecanismos de las Naciones Unidas. Nunca como hoy fue tan importante proclamar y defender intransigentemente el principio de que la independencia y la soberanía de cada Estado son sagradas. El irritante privilegio del veto en el Consejo de Seguridad debe desaparecer por anacrónico, peligroso e injustificado. Para hablar de democracia tenemos que comenzar por democratizar la Organización de Naciones Unidas. Unicamente por un mundo mejor y más justo, las naciones pueden ceder una parte de sus prerrogativas, Cuba entre ellas que, sin embargo, no cederá jamás a ninguna presión de cualquier país por poderoso que sea.
Pienso que aunque aquí se pueden discutir muchas cosas, lo esencial de esta reunión y lo que le daría su verdadero sentido histórico, es la decisión de aunar nuestros esfuerzos y nuestras voluntades hacia la integración y la unidad de América Latina, no solo económica sino también política.
A esa América Latina integrada y unida, Cuba está dispuesta a pertenecer, a discutir con ella cualquier tema, e incluso a derramar su sangre defendiendo lo que es hoy la primera trinchera de la independencia y soberanía de nuestros pueblos. Es un deber que Martí expresó en su carta póstuma, víspera de su
muerte en Dos Ríos: "Impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América."
Ha llegado el momento de cumplir con hechos y no con palabras la voluntad de quienes soñaron un día para nuestros pueblos una gran patria común que fuese acreedora al respeto y al reconocimiento universal.
Muchas gracias (APLAUSOS).
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO.DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS DE LA REPUBLICA DE CUBA, EN LA SESION INAUGURAL DE LA SEGUNDA CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO, MADRID, ESPAÑA, EL DIA 23 DE JULIO DE 1992, "AÑO 34 DE LA REVOLUCION".
( VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO
Su Majestad;
Excelencias:
Grandiosa fue la hazaña de Colón, e intrépidos los que fueron capaces de conquistar y colonizar decenas de millones de kilómetros cuadrados de territorio poblado en el hemisferio occidental. Pero también sin precedentes en la historia fueron los ejemplos de resistencia heroica como la de Tenochtitlán, capital de los aztecas, e insuperable la hazaña de los hombres que, con Bolívar a la vanguardia, fueron capaces de liberar después todo un continente.
Juntos hemos escrito una dramática y fabulosa historia. Pero no se viaja desde tan lejos para asistir simplemente a una conmemoración por importante que sea. Nos trae aquí la conciencia de que en América Latina nuestra unión no existe todavía, nuestra independencia está por consolidarse y nuestro pleno desarrollo está por realizarse.
Conmemoramos el V Centenario cuando se ha roto el balance de fuerzas en el mundo, cuando conceptos esenciales de la soberanía están cuestionados, cuando surge en el planeta el hegemonismo unipolar.
¿Qué ocurrirá en los próximos quinientos años? ¿Será de nuevo una gran parte de la humanidad sometida a las peores formas de dominación? ¿Será ignorada, aplastada, absorbida en el orden político, económico y cultural, esta vez no únicamente por el poder que emana de las armas más sofisticadas, sino también por el monopolio de tecnologías avanzadas, el control absoluto de la
economía mundial y el dominio total de los medios de comunicación masiva? ¿Podrán sus derechos ser garantizados por las Naciones Unidas, cuyas funciones han sido usurpadas por un Consejo de Seguridad que hoy es manejado a su antojo por la mayor potencia militar, que impone su política en el minúsculo grupo de los que ostentan el anacrónico derecho al veto, irritante y antidemocrático privilegio que es indigno de nuestra época?
Preguntémonos, incluso, si la humanidad podrá sobrevivir a la destrucción del medio ambiente, propiciada por las sociedades de consumo, despilfarradoras y enajenantes; sociedades que no resuelven los problemas sociales y económicos fundamentales, como quedó demostrado en la opulenta ciudad de Los Angeles, dentro de un país que pretende ser modelo de sistema político y donde la violencia racial es cada vez más brutal, los ricos son cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres y los negros e hispanoamericanos cada vez más discriminados.
Cuando nos reunimos aquí, ese propio país, la mayor potencia militar de la historia, ha proclamado el derecho bárbaro a secuestrar ciudadanos de cualquier nación en cualquier parte del mundo: el imperio tratando de gobernar el planeta; un planeta que es, además, ingobernable.
Ese mismo imperio, hace más de treinta años, bloquea despiadadamente a Cuba, pequeño país latinoamericano. Ni siquiera los alimentos y medicamentos están excluidos. Se intenta rendir por asfixia económica y hambre a un pueblo que se niega a renunciar a su independencia y a sus ideas: un genocidio, un ultraje a la humanidad.
¿Es este acaso el nuevo orden mundial? ¿Es este el porvenir que espera a cada país que aspire a ser verdaderamente independiente?
Y para el Tercer Mundo en su conjunto, ¿cuáles son las esperanzas?
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Hay en esta época convulsa y confusa quienes decidieron vender su alma aspirando a vivir como en París o en Londres simplemente cambiando de ideología. Países considerados hasta hace poco como industrializados, reclaman ahora cientos de miles de millones de dólares con el sueño de convertirse en sociedades de consumo, compitiendo por los recursos con los que necesitan de verdad desarrollarse.
Los enormes déficit presupuestarios de la potencia hegem6nica succionan cuantiosos medios financieros a la economía mundial.
¿Qué quedará para vencer el subdesarrollo de la inmensa mayoría de los que en América Latina, Africa y Asia empezaron a ser colonias europeas hace precisamente quinientos años? ¿Tendrán que vivir acaso de las limosnas y los desperdicios del mundo rico?
Cualesquiera que fuesen las respuestas a estas interrogantes, a ningún latinoamericano se nos escapa la necesidad histórica, ante todo, de unirnos e integrarnos.
La integración económica y política con América Latina es ya un objetivo inscrito en las páginas de la Constitución de la República de Cuba.
Divididos, nuestros pueblos no podrán garantizar su independencia, el respeto de los poderosos, el bienestar a que aspiramos y un lugar decoroso en el mundo.
En esta excepcional ocasión deseo saludar al pueblo español, a los valerosos y nobles descendientes de los que lucharon 700 años por su independencia y de los que en defensa de la patria derrotaron a los ejércitos, hasta entonces invencibles, de Napoleón.
Agradezco su cálida hospitalidad, y agradezco, de modo especial como latinoamericano, que pueda hablar aquí hoy en español y no en inglés.
El pueblo cubano se siente heredero de las mejores tradiciones del pueblo español.
Nada es imposible para los que luchan.
Nuestro Héroe Nacional José Martí, hijo de padre y madre españoles, en vísperas del reinicio de la lucha por la independencia, escribió algo que parece concebido para esta reunión: "Cuba no anda de pedigueña por el mundo: anda de hermana, y obra con la autoridad de tal. Al salvarse, salva. Nuestra América no le fallará, porque ella no falla a América."
Muchas gracias (APLAUSOS).
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA SESION INAUGURAL DE LA TERCERA CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO, EN SALVADOR DE BAHIA, BRASIL, EL DIA 15 DE JULIO DE 1993, "AÑO 35 DE LA REVOLUCION".
VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Honorable Señor Presidente de la República Federativa de Brasil, Itamar Franco;
Su Majestad;
Excelencias:
Nos reunimos en época de crisis mundial y conflictos de toda índole. La esperanza de paz, estabilidad y desarrollo surgida tras la desaparición de la guerra fría no se ha materializado. Vivimos en un mundo desgarrado por la violencia étnica, las guerras fratricidas, la fragmentación traumática de Estados, el intervencionísmo, la inseguridad para los países del Tercer Mundo y el menosprecio creciente a los principios de la soberanía nacional.
Se habla del comienzo de una década de esperanza para América Latina porque algunos indicadores, como los relativos a la inflación, al déficit presupuestario y al ingreso de capital, han mejorado. Pero no nos engañemos. Nunca antes hubo más pobres y marginados en nuestro continente; nunca antes los países latinoamericanos fueron sometidos a un mayor saqueo. En los últimos doce años, por solo dos conceptos: el pago del servicio de la deuda externa y las pérdidas asociadas al intercambio desigual, la América Latina se ha desprendido de 700 000 millones de dólares. La famosa deuda, sin embargo, hoy se eleva a más de 450 000 millones.
Los déficit comerciales reaparecen; el producto por habitante apenas equivale al de hace 15 años; el ingreso de capitales no compensa ni remotamente las sumas fugadas y remitidas al exterior desde 1980.
Los remedios aplicados aumentaron la desigualdad y agravaron las condiciones de vida de las grandes mayorías. La pobreza crítica se extendió a casi la mitad de la población latinoamericana, el desempleo se incrementó, el salario real disminuyó. Más de 8 millones de niños menores de cinco años están desnutridos y cerca de 700 000 mueren anualmente antes de cumplir esa edad.
Aumenta de forma explosiva la población y la marginalidad en las grandes ciudades. El deterioro del medio ambiente se acelera. Crecen la violencia y la inseguridad social. El narcotráfico, fomentado desde el exterior por un mercado insaciable e incontrolado, se consolida como un sistema supranacional de corrupción y crimen.
Agradecemos mucho a Brasil que haya convertido el desarrollo social en tema central de esta reunión, y sus esfuerzos por la elaboración y aprobación de programas concretos. ¿Para qué se quiere el crecimiento económico y las producciones materiales, sino para beneficio del pueblo, y no de una parte privilegiada del pueblo, sino de todo el pueblo?
Siempre me he preguntado si es posible el futuro, si es posible la independencia, la seguridad y el desarrollo de nuestros países; si son posibles sus sueños de bienestar y de justicia social, sin la más estrecha unión de sus economías y de sus fuerzas. Siempre supuse, desde la primera reunión de Guadalajara, y aún lo sigo pensando, que este habría de ser nuestro objetivo esencial. Aunque reunirnos sin permiso de nadie ha sido un gran paso histórico, y aunque podemos mostrar frutos concretos, no parece haber todavía suficiente claridad sobre lo que debe ser el gran propósito estratégico de nuestros esfuerzos.
En la reunión de Tokio nuestros graves problemas no fueron siquiera considerados. La cuestión no estriba en que cada país de nuestra área trate de salvarse por sí mismo, porque es un sueño imposible en un mundo dominado hoy por gigantes industriales y políticos. Tenemos necesidad de crear entre todos un gigante, para poder realmente desarrollarnos y disfrutar de paz, independencia y seguridad.
Ayer fuimos enorme colonia; podemos ser mañana una gran comunidad de pueblos estrechamente unidos. La naturaleza nos dio riquezas insuperables, y la historia nos dio raíces, idioma, cultura y vínculos comunes como no tiene ninguna otra región de la Tierra.
Más de 400 millones de latinoamericanos no tenemos un solo representante permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Desde ese órgano los poderosos pretenden hoy gobernar el mundo. ¿Por qué América Latina no desempeña un papel más activo en las Naciones Unidas? ¿Por qué no reclama la democratización y reforma de esa institución? Cuando esta surgió estaba integrada por apenas 50 naciones. No se habían liberado del coloniaje todavía incontables países. Hoy la integran casi 200 Estados independientes.
Democratizar las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad supondría muchas cosas, entre ellas abolir el injustificable privilegio del veto y establecer el principio de elección periódica en ese órgano de todos los miembros sin excepción. Pero si no son posibles ahora mayores transformaciones, sería muy lógico que al menos se aumentara proporcionalmente el número total de miembros del Consejo de Seguridad, para ser distribuidos equitativamente por regiones, y se triplicara el número de los que tienen carácter permanente para que entre estos América Latina, Africa y Asia pudieran tener dos o más miembros cada una con ese carácter, como los tiene hoy Europa. El ejercicio del veto en ese caso debería requerir la participación de varios miembros permanentes y no de un solo Estado. Y en cualquier circunstancia se debe exigir al Consejo de Seguridad que cumpla con su obligación, consagrada en la Carta pero ignorada en la práctica, de rendir cuenta a la Asamblea General.
¿Acaso se piensa que otros van a tomar iniciativas semejantes en la ONU para hacer justicia al Tercer Mundo y a otras naciones hoy marginadas y discriminadas?
Excúsenme de que haya abordado tan complejos problemas en tan breve tiempo.
De Cuba, brutalmente bloqueada, hostigada y amenazada porque es pequeña, porque quiso la justicia social, porque no se rinde, no puedo olvidarme. Para Cuba que lucha pido solidaridad a mis hermanos de América Latina.
Muchas gracias (APLAUSOS).
DISCURSO PRONUNCIADO POR En COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA SESION INAUGURAL DE LA CUARTA CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y GOBIERNO, CELEBRADA EN CARTAGENA DE INDIAS, COLOMBIA, EL DIA 14 DE JUNIO DE 1994, "AÑO 36 DE LA REVOLUCION".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS-CONSEJO DE ESTADO)
Estimado Señor Presidente de Colombia, César Gaviria;
Majestad;
Excelencias:
Nuestras cumbres, iniciadas en Guadalajara, han sido ejemplo de inspiración para el acercamiento y unión de nuestros pueblos. Hemos reafirmado nuestra decisión de reunirnos sin permiso de terceros y sin irritantes exclusiones. Nuestros esfuerzos han dado sus frutos en muchos aspectos. Los avances de ALADI, Pacto Andino, Mercado Común Centroamericano, MERCOSUR, y la importancia creciente del SELA así lo demuestran.
Algunos, al parecer, sintieron preocupación por esta nueva e independiente forma de acción. Nuestro poderoso vecino del Norte ahora convoca a otra reuni6n cumbre que deberá efectuarse nada menos que en Miami, se dice que para una asociación hemisférica madura.
Ya hubo Alianza para el Progreso. Ya hubo Iniciativa para las Américas. Y hoy nadie las recuerda. De década en década, de siglo en siglo, hemos ido de consigna en consigna, de engaño en engaño. Hubo también guerras, intervenciones y conquistas de territorios a costa de nuestra América. ¿Qué podemos esperar hoy de esa fuerza invariablemente expansionista, egoísta y hegemónica?
A Cuba, país agredido y bloqueado desde hace más de 30 años, se le prohíbe por los presuntos dueños del hemisferio participar en esa reunión. ¡Cuánta cobardía, mediocridad y miseria política refleja realmente tal exclusión! Cuba, sin embargo, no se opone a esa cumbre. Nos complace que los países hermanos de América Latina y el Caribe puedan defender allí con toda firmeza y energía los intereses de nuestros pueblos.
En primer lugar, es hora de exigir que entre los derechos fundamentales del hombre se respeten también y se tomen en cuenta como algo esencial y sagrado el derecho a la salud, a la educación, al trabajo dignamente remunerado y a la identidad cultural y étnica de sus pueblos. Que cese toda forma de discriminación racial o sexual. Que cesen los niños abandonados en las calles y sin hogar, víctimas de toda clase de explotación, violencia y abusos sexuales. Que cese el hambre. Que dejen de morir cada año millones de personas que pudieran salvarse.
Cuba apoyó resueltamente la lucha revolucionaria por los procesos democráticos en Centro y Suramérica, y se alegra de que la actual administración de Estados Unidos no promueva, como hicieron otras, las cruentas dictaduras militares subordinadas a los intereses norteamericanos. Lo que no acepta es que Estados Unidos pretenda convertirse en modelo y juez supremo de los ordenamientos políticos latinoamericanos.
Cuba defiende con entera decisión el principio de la soberanía nacional, que estaría dispuesta a delegar solo ante una América Latina unida, pero no acepta que bajo ningún pretexto los círculos de poder norteamericanos puedan intervenir en los asuntos internos de los países de la región.
Nada sería para Cuba de mayor placer que Estados Unidos ofreciera a todos los países de la región, en particular a los de menos ingresos, un libre acceso a sus mercados como contribución al desarrollo económico de esos países.
A Cuba le parece igualmente necesaria la inversión extranjera incluso norteamericana, como aporte al desarrollo en este continente. Pero le preocupa el proceso de desnacionalización de importantes riquezas y recursos naturales de los países de la región que se está produciendo.
El comercio y la inversión privada no son suficientes para garantizar el desarrollo de las economías nacionales. Se requiere aumentar el flujo de ayuda al desarrollo que el actual gobierno de Estados Unidos ha reducido.
Ahora que concluyó la guerra fría, ese país debería transformar una parte de sus injustificados gastos militares actuales en un fondo de ayuda al desarrollo de los países de América Latina y el Caribe.
Estados Unidos debería apoyar una solución radical y definitiva al problema de la deuda externa de la región que asciende ya a 487 000 millones de dólares.
Debe dejar de utilizar la propiedad intelectual como arma de negociación. Debe derogar la arbitraria disposición especial Super 301, que castiga unilateralmente a los socios comerciales. Debe excluir a los países latinoamericanos y del Caribe de la brutal exigencia de acceso irrestricto a los servicios que fue impuesta ya en la Ronda Uruguay.
A Cuba la hace feliz que Estados Unidos esté planteando, al menos retóricamente, la necesidad de emprender lo que denomina reformas económicas de segunda generación para resolver los problemas sociales del continente, pero los recursos asignados son absolutamente insuficientes.
A Cuba le resulta grato escuchar que Estados Unidos quiere modificar las nociones sobre la seguridad interamericana que se desarrollaron durante la guerra fría y, dentro de ello, trabajar en una nueva relación que no esté vinculada a la presencia de bases militares norteamericanas en la región. Para ser consecuente con esa política, Estados Unidos deberá desmantelar la base naval de Guantánamo, devolviendo a Cuba el territorio que ocupa hace ya casi 100 años, retirar sus bases de Panamá como está pactado y de cualquier otro país latinoamericano.
Si Estados Unidos está preocupado por el desarrollo sostenible de la región y por evitar el deterioro ambiental, debe firmar la Agenda 21 de la Cumbre de Río.
Cuba está de acuerdo en que se establezcan mecanismos de cooperación hemisférica para enfrentar el narcotráfico, pero ello no debe hacerse a costa de la soberanía de los países implicados. Son legítimas las preocupaciones de las fuerzas armadas del continente que se resisten a ser utilizadas como policías antidrogas. De igual modo son legítimas las demandas de reducir el consumo norteamericano de drogas.
Estados Unidos debe cambiar su política migratoria respecto a América Latina y el Caribe, y promulgar una ley que automáticamente legalice la situación de los ciudadanos de esos países que ingresen a Estados Unidos, como hace con los ciudadanos cubanos. Cuando ya no existe el muro de Berlín, debería destruirse el muro que se levanta en la frontera mexicano~norteamericana.
A Cuba le parece positiva la idea norteamericana de convocar a las organizaciones no gubernamentales del continente para producir recomendaciones respecto a la agenda, pero deben ser invitadas todas y escucharse las demandas de los indígenas, las mujeres, las organizaciones campesinas, los sindicatos --sin injustas exclusiones-- y los demás representantes de las sociedades civiles, que tienen mucho que decir respecto a los temas de esa cumbre.
Por último, es una excelente ocasión para reclamar al gobierno de Estados Unidos el cumplimiento de las resoluciones de las Naciones Unidas sobre el criminal e injusto bloqueo contra Cuba que intenta ensangrentar y rendir por hambre a nuestro pueblo.
Si estos temas se debaten en la cumbre de Miami, Cuba le desea éxitos. Si todo se reduce a un intento de trazar pautas al hemisferio, aislar a Cuba y controlar los mercados de América Latina y el Caribe frente a Europa, Japón y el resto del mundo, habría que recordar las palabras de José Martí cuando juzgó una reunión similar que tuvo lugar en Washington hace 105 años:
"Después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia."
Muchas gracias (APLAUSOS).
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA V CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y GOBIERNO, EN SAN CARLOS DE BARILOCHE, ARGENTINA, EL DIA 16 DE OCTUBRE DE 1995, "AÑO DEL CENTENARIO DE LA CAIDA DE JOSE MARTI".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Señor Presidente de la República Argentina;
Majestad;
Excelencias:
Algunos hemos viajado mucho. El tiempo es corto. Pero nada complace tanto como vernos otra vez reunidos. Notamos ausencias, nos duele. Vemos caras nuevas, nos alegra. Sentados aquí en una mesa, los iberoamericanos nos sentimos algo que no puede ser ignorado ni despreciado. No todos pensamos igual, ni todos luchamos en iguales condiciones, pero todos sentimos igual respeto por los demás.
Los tiempos cambian. A veces unos tenemos más problemas y otros tenemos menos. Pero ninguno puede sentirse feliz cuando los que discrepan tienen dificultades. Todos queremos tener razón, pero la verdadera razón está en lo que nos identifica y nos une.
No voy a citar cifras; las cifras a veces nos aburren. Sobre educación, solo mencionaré que en Cuba el número de profesores y maestros alcanza el más alto per cápita entre todos los países del mundo. Lo que debemos preguntarnos es si cada uno hace todo lo que puede por su pueblo. La historia será mejor juez que nosotros mismos. Hoy todos sabemos que nada sirve si no lleva el máximo de bienestar a cada uno de nuestros compatriotas. Hoy cada cual tiene más conciencia de los problemas sociales. Hasta el Fondo Monetario y el Banco Mundial hablan de esos problemas y la necesidad de resolverlos. ¿Es acaso el fantasma del socialismo?
No deseamos que nadie pierda el sueño. Antes de pensar en nuestras diferencias ideológicas, prefiero creer que nos uniremos para salvar la América Nuestra del hambre, la pobreza, la ignorancia y las enfermedades, para que todos podamos comprender que la horrible situación en que unos no sepan qué botar en los basureros y otros no sepan qué recoger para vivir, no puede continuar existiendo.
Las dificultades son enormes, pero aquí en Bariloche me impresiona más profundamente el recuerdo del cruce de San Martín sobre la cumbre de los Andes.
Imitemos el ejemplo de aquellos que fueron nuestros predecesores. Hagamos lo que Bolívar, San Martín, Artigas, O'Higgins, Sucre, Juárez, Morazán y Martí habrían hecho en iguales circunstancias, para que Nuestra América ocupe un lugar digno en un mundo en que todos tengamos derecho a vivir.
Gracias (APLAUSOS).
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA VI CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y GOBIERNO. SANTIAGO DE CHILE, 10 DE NOVIEMBRE DE 1996, "AÑO DEL CENTENARIO DE LA CAIDA EN COMBATE DE ANTONIO MACEO".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESRTADO)
Muy estimado señor Presidente Eduardo Frei,
Majestad,
Excelencias:
La situación no es exactamente igual en cada país, pero hay fenómenos que afectan en mayor o menor grado a toda la región, dignos de tomarse en cuenta ahora que nos sentamos para hablar sobre gobernabilidad democrática.
Mientras el abismo entre los ricos y los pobres crece cada vez más hasta colocar a América Latina en el triste papel de campeona de estas diferencias entre todas las regiones del mundo;
Mientras decenas de millones de niños sin hogar se encuentran abandonados en las calles de las grandes ciudades;
Mientras un número igual o mayor son explotados inescrupulosamente en vez de estar en las escuelas;
Mientras mueren cada año medio millón de menores de cinco años que pudieran salvarse;
Mientras los barrios marginales se multiplican incontenibles por todas partes y el número de personas por debajo de los índices de pobreza se acerca al 50 por ciento;
Mientras el desempleo crece cada vez más como un terrible azote social;
Mientras los presupuestos de educación, salud pública y otros programas sociales son recortados a instancias de organizaciones internacionales que nos imponen su filosofía económica;
Mientras la deuda externa se incrementa y, tras haberse pagado 630 mil millones de dólares en los últimos diez años, es ahora más alta que nunca;
Mientras la corrupción se hace una práctica cotidiana en muchas partes;
Mientras un voraz y gigantesco mercado externo de placeres y consumismo ha traído a la región el enorme problema de las drogas, con su secuela de violencia y destrucción para muchos países;
Mientras todo se privatiza a cualquier precio y el Estado se desprende de riquezas que generaciones anteriores acumularon con grandes sacrificios, debilitándose, empobreciéndose y renunciando a todo papel activo en la economía;
Mientras el capital extranjero y las transnacionales se van apoderando de los centros de producción de bienes y servicios más estratégicos;
Mientras estamos a la zaga en la investigación científica;
Mientras nuestra cultura es descuartizada por el monopolio de los medios masivos de la potencia hegemónica;
Mientras se aprueban leyes extraterritoriales y se aplican bloqueos criminales por parte de esa misma potencia que reiteradamente ha invadido países de la región y constantemente interviene en asuntos puramente internos de nuestros Estados;
Mientras tienen lugar estos y otros muchos preocupantes problemas como la prostitución infantil, el comercio de órganos, la discriminación de la mujer y del indio, las mafias y los escuadrones de la muerte, me pregunto y les pregunto a ustedes, distinguidos colegas:
Si no tomamos conciencia plena de estas realidades, si cerramos los ojos y no actuamos con la unidad, la lucidez y la energía que este momento crucial de nuestra historia exige,
¿Qué será de nuestros Estados en el siglo xxi?
¿Qué quedará de nuestra independencia?
¿Qué significado tendrá para los pueblos el objetivo de nuestras luchas?
¿Qué posibilidad real habrá de alcanzar una verdadera gobernabilidad democrática con justicia y esperanzas para todos?
Muchas gracias (APLAUSOS).
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA VII CUMBRE IBEROAMERICANA, CELEBRADA EN ISLA DE MARGARITA, VENEZUELA, EL DIA 8 DE NOVIEMBRE DE 1997, "AÑO DEL 30 ANIVERSARIO DE LA CAIDA EN COMBATE DEL GUERRILLERO HEROICO Y SUS COMPAÑEROS".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Señor Presidente de Venezuela, doctor Rafael Caldera;
Majestad;
Excelencias:
En la primera cumbre, México invitó a Cuba. Al parecer era hora ya de que cesaran las exclusiones arbitrarias y bochornosas contra un pequeño país que ha defendido con gran dignidad, en lucha solitaria y heroica, su derecho a existir. Pero los que han agredido, dividido y humillado mil veces a nuestros pueblos nunca quisieron resignarse a la presencia de Cuba en estas cumbres. Esta vez enviaron emisarios a todas partes pretendiendo sabotear o que incluso se nos arrebatara la sede de 1999. Muy pocos gobiernos se prestaron al juego. El argumento de que Cuba no cumplía los acuerdos de las cumbres fue la cínica teoría elaborada por los procónsules de Estados Unidos.
Me veo por ello obligado a recordar que en Cuba hubo, hay y habrá una Revolución cuyos principios no se venden ni traicionan; que jamás hemos renunciado a nuestro sistema político, económico y social.
Por una democracia verdadera, un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, y no de los ricos, por los ricos y para los ricos, y en defensa de los más sagrados derechos de cada ser humano, hemos luchado más que nadie en esta época de tantas desigualdades e injusticias. Que lo digan nuestros niños, con los más bajos índices de mortalidad en todo el Tercer Mundo; nuestra total población alfabetizada; los millones de madres que fueron al parto con menos muertes que en cualquier otro país de América Latina, o nuestros ancianos, que viven más de 75 años, para citar solo unos pocos ejemplos. Que lo diga el pueblo extraordinario que ha resistido casi cuarenta años el más prolongado y criminal bloqueo económico que ha existido.
Hemos trabajado en todas las cumbres por la unidad y el consenso. Hemos expresado siempre con toda lealtad nuestro modo de pensar en reuniones abiertas o cerradas. Hemos suscrito cada concepto tal como lo interpretamos, y nos hemos comprometido únicamente con aquellos valores en los cuales creemos y por los cuales estamos dispuestos a dar nuestras vidas.
Que otros se plieguen a las mentiras y los engaños, a las ilusiones y los intereses de los poderosos de este mundo. Nosotros continuaremos defendiendo las ideas por las que hemos luchado toda la vida, junto a los pobres, los enfermos sin médicos ni medicinas, los padres sin empleo, los cientos de millones de niños y niñas abandonados a su suerte u obligados a trabajar o a prostituirse para poder vivir, los hambrientos, los oprimidos y los explotados de toda la Tierra que constituyen la inmensa mayoría de la humanidad.
Un cambio total de rumbo, aunque pocos estadistas lo comprenden todavía, es lo más ético, democrático y revolucionario que debiera ocurrir en el mundo de hoy.
Si se quiere discutir sobre el tema, discútase, y que cada cual se enfrente, según su conciencia, a las cifras irrebatibles y las realidades palpables que demuestran el desarrollo acelerado de una especulación financiera universal e insostenible, la vulnerabilidad creciente de las economías, la destrucción de la naturaleza, el porvenir incierto y el abismo sin fondo a que nos conducen el neoliberalismo ciego e incontrolable y un globalismo aplastante y brutal, bajo la égida de la potencia más poderosa y egoísta de la historia. No hay que esperar a que las monedas pierdan su valor y las bolsas se desplomen.
Muchas gracias (APLAUSOS).
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la sesión de clausura de la VIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, efectuada en la sala Douro, del Centro de Conferencias del edificio de la Aduana Nueva, Oporto, Portugal, el día 18 de octubre de 1998, "Año del aniversario 40 de las batallas decisivas de la guerra de liberación".
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Majestad;
Excelencias;
Estimados miembros de las delegaciones aquí presentes;
Distinguidas y distinguidos invitados:
Trataré de ser todo lo sintético posible; de hablar, si es necesario, en forma de telegrama. Decir, en primer lugar, y con la sinceridad con que suelo expresarme, que esta reunión, a mi juicio, ha sido extraordinariamente fructífera. Me atrevería a decir que nunca en tan breve tiempo se hizo tanto por nuestras aspiraciones de integración, de unión y desarrollo.
El método ideado por los portugueses fue excelente: cero discursos
—me informaron a mí e informaron a otros—, máximo de espontaneidad, diálogo e intercambio de impresiones. Yo, por mi parte, no escribí nada. Debía pronunciar unas palabras finales. No tuve tampoco tiempo de escribir nada y fue mejor, porque habría sido imposible escribir ayer sobre las impresiones que hemos recibido hoy.
Comenzamos con la primera sesión de inauguración. Escuchamos las palabras sentidas del presidente Caldera. Profundas intervenciones del primer ministro de Portugal, Guterres, y del presidente Sampaio despertaron nuestros ánimos. Percibimos que se estaba poniendo el dedo sobre la llaga. Nos marchamos para el otro salón. No sé por qué excluyeron a las damas; participaron las delegaciones. Y una cosa buena: nos sentimos con libertad de hablar más íntimamente; no estaba la prensa.
La experiencia de muchas reuniones nos enseña que hay diferencias de matices y de tonos, hay prácticamente dos discursos: cuando estamos hablando para el mundo, para nuestro país y para los demás países, y cuando estamos hablando entre nosotros. Sin embargo, a la prensa no le ocultaremos nada.
Comenzaron los pronunciamientos. Habló, en primer lugar —y no voy a hacer una crónica completa—, el presidente Cardoso. Me pareció excelente que él iniciara las intervenciones, porque el pensamiento del mundo está concentrado —pudiéramos decir— en Brasil como puerta potencial de entrada en América del Sur y en América Latina de la grave crisis que nos amenaza; el país donde se requiere de un esfuerzo especial, porque lo que allí ocurra será decisivo. Realmente nos produjo satisfacción a todos, y, en mi nombre, puedo decir que de modo especial su profundo análisis.
Nos hizo la historia de los tres asaltos especulativos que sufrió la economía brasileña en 1995, en 1997 y en 1998, lo que costó decenas de miles de millones de dólares a la reserva que con tantos esfuerzos había acumulado el país; y planteó sus ideas, esencialmente la necesidad urgente de inyectar la liquidez necesaria y suficiente a las finanzas internacionales.
Hubo algunas cosas muy interesantes que él añadió al plantear prácticamente la necesidad de dos políticas: una relacionada con los países emergentes muy vulnerables a los riesgos de la crisis financiera, y otra para los países industrializados que poseen los recursos necesarios. Si lo vamos a sintetizar, me atrevería a decir muy esquemáticamente que se planteó la idea de una política económica austera, muy cuidadosa, para los países en desarrollo, es decir, en la economía interna de nuestros países, y una política keynesiana para las finanzas internacionales. Creo que no se diferencia mucho de algunos pronunciamientos que han hecho muy recientemente personalidades cuyas decisiones son tan importantes para la economía mundial, como el Presidente de Estados Unidos y los directores del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, ante la grave crisis que se está desarrollando.
No puedo mencionar a todos los que intervinieron después; fueron muchos los que hicieron valiosas e importantes intervenciones. Voy a mencionar algunas que, a mi juicio, sintetizaban ideas muy importantes: la del presidente Frei, relacionada con el mensaje que en la reunión se había propuesto elaborar adicionalmente a la Declaración para enviarlo a los que tienen mayor poder de decisión en las finanzas internacionales. ¿Cómo debía ser el carácter del mensaje? No parecía correcto un mensaje que fuera a dar la impresión de una situación catastrófica, insoluble o de carácter pesimista, sino con toda franqueza plantear de modo realista y sin exageración alguna —lo que realmente no requiere de exageración— la situación financiera actual.
El presidente Zedillo llamó la atención de que, aun con prioridad sobre soluciones a mediano plazo o soluciones futuras y las relacionadas con una nueva arquitectura, había que apagar el fuego de inmediato. Y otra segunda idea, entre varias: la necesidad de que Europa reaccionara y prestara todo su apoyo a las medidas que se consideran indispensables tomar para tratar de frenar la crisis y reanudar el crecimiento económico.
Debo citar la intervención del primer ministro de España, el presidente del gobierno, Aznar: dos cosas muy alentadoras, cuando planteó la decisión de España de aportar 5 000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional —es decir, predicar con el ejemplo, ya que se estaba solicitando de Europa una reacción concordante con los primeros pasos que se dieron en Estados Unidos en relación con la reducción de la tasa de interés, lo cual se considera en estos instantes elemento esencial y clave para empezar a despertar confianza y para inyectar fluidez en las finanzas internacionales—, y algo muy importante para los latinoamericanos: que de estos 5 000 millones de dólares, 3 000 millones estarían dedicados a un fondo de emergencia para la América Latina, porque esto es lo que se está buscando: fondos de emergencia para enfrentar la situación.
Habló también de la política española de continuar realizando el máximo de inversiones españolas en América Latina. Es muy importante que en una reunión de este carácter se tomaran decisiones de este tipo.
En la última reunión, Argentina informó un aporte de 1 000 millones; es decir, son 6 000 millones que emergieron de esta cumbre, cuando se está solicitando a los países desarrollados el máximo aporte en interés de ellos y del Tercer Mundo.
Anteriormente se había producido un hecho importante: otro aporte de España digno de reconocerse: la reducción del 0,5% de la tasa de interés, es decir, el doble de la primera reducción del Sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Son, a mi juicio, excelentes decisiones cuando se trata de conquistar el apoyo, de vencer dudas y obstáculos, a fin de obtener un apoyo similar del resto de los países de la Comunidad Económica Europea.
Se discutió el contenido del mensaje, ese mensaje que se había acordado en la sesión de la mañana en adición a la Declaración, cómo debía ser elaborado; se arribó a un pleno consenso sobre el contenido del mismo. Todos llegamos a la convicción de que la forma correcta era aquella que se propuso de elaborar ese mensaje, que se discutió después en la sesión de la tarde.
Quizás, para esclarecer mejor las cosas, debo decir que se había decidido continuar el diálogo en el almuerzo. Los portugueses se las ingeniaron para llevar unos micrófonos inalámbricos y obrar otro milagro que parecía increíble en un almuerzo: la continuación del diálogo, pero esta vez solos los jefes de Estado y de Gobierno.
Fue allí —y esto debo aclararlo— donde se discutió la cuestión del contenido del mensaje; estaban solos los jefes de Estado. Fue una excelentísima reunión, de las mejores que he visto, en que los platos no estorbaron para nada; algunos consumieron más; otros, menos. Yo, en el interés de preguntar muchas cosas a los más experimentados colegas que estaban abordando el tema, ni siquiera toqué el almuerzo; además, tenía la tensión del trabajo de la tarde y el de esta intervención.
Allí, en nuestra soledad, con la sola compañía de los problemas que cada uno de nosotros tiene encima y los que todos juntos llevamos sobre nuestras espaldas, se logró definir bien el contenido del mensaje. Había consenso; pero, a la vez, se observó que había un concepto sobre el cual las opiniones eran divergentes: si se podía hablar en estos instantes de crisis económica mundial o de crisis económica global.
Se señalaba que la economía norteamericana gozaba de buena salud, lo cual es muy cierto, que la economía norteamericana goza todavía —este todavía lo añado yo— de buena salud —y deseamos que siga gozando de buena salud, desde luego—; que la economía europea también goza de buena salud, y se espera que siga gozando de buena salud, apoyada por la creciente integración, y especialmente por la puesta en práctica del euro, al que ya se le augura más éxitos que peligros, aunque quienes leen a los analistas de determinados órganos de prensa, pueden apreciar esperanzas de que el euro fracase. ¿Se podía o no se podía hablar de crisis global?
Nosotros, los cubanos, teníamos un dilema serio, y era sobre la cuestión del tema para la cumbre en Cuba.
Ya habíamos elaborado la idea de un tema asociado precisamente al problema de la crisis, a partir del hecho de que la misma está desarrollándose, de que hay una infinidad de incógnitas y de que tendríamos que hacer un examen de lo que había ocurrido, de lo que estaba ocurriendo y de todas las medidas que se iban tomando.
Estamos viviendo una situación en que los acontecimientos se suceden rápidamente, y muchas veces son sorprendentes; nadie sabe qué va a ocurrir de aquí a enero de 1999, cuando tendremos en nuestro país una conferencia de economistas de las diversas escuelas y de distintos países del mundo para discutir teóricamente estas cuestiones. Es posible que para esa fecha, para el 21 de enero, ya algunos de los que estaban pensando de otra forma hayan cambiado de opiniones, porque hemos visto cambios de opiniones en muy importantes personalidades en el brevísimo tiempo de dos semanas. Para nosotros era decisivo definir esto: qué hacer con el tema que habíamos elaborado. Un título breve, ¿no?, que siempre abarca muchas cosas y tiene que ser explicado.
Nosotros partíamos de determinados hechos —y no les voy a robar mucho tiempo con esto. En la página 23 de esa colección de discursos, encabezada por el informe de las Naciones Unidas, el informe de
Kofi Annan en septiembre, está el discurso del presidente Clinton el 14 de septiembre de 1998, pronunciado en el Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, que es clave. Lo primero que expresa Clinton al comenzar el discurso es la siguiente frase: "Este es el mayor desafío financiero que encara el mundo en medio siglo." Bastante fuerte la afirmación.
Más adelante añade: "Constituye una gran ironía que estemos en un momento de poderío económico insuperable cuando existe un trastorno tal en la economía mundial."
Habla después de que durante 30 años Estados Unidos y el resto del mundo han estado preocupados por la inflación. Y luego añade: "Pero es evidente que el tipo de riesgo ha cambiado, pues la cuarta parte de la población mundial vive en países en que disminuye el crecimiento económico o en que este es negativo. Por lo tanto, creo que la principal prioridad del mundo industrializado de hoy es impulsar el crecimiento." Nos viene bien esta frase, porque es lo que estamos solicitando, demandando del mundo industrializado.
Al finalizar ese discurso bien elaborado, cuidadoso, porque igual que aquí se analizó el contenido del mensaje a Europa y que no debía haber una palabra pesimista sino un discurso realista, él se animó a concluir con insólita y humilde franqueza: "No creo que sea fácil que, en esta sala, sepamos lo que hay que hacer."
Ese discurso fue pronunciado en el Consejo de Relaciones Exteriores, institución prestigiosa y muy conocida, sobre asuntos de política exterior en Estados Unidos. Bien, esto lo dijo Clinton.
En la página 49 —de memoria lo sé porque todo esto me interesó mucho—, el 6 de octubre de 1998, ¿quién habla?: el Presidente del Fondo Monetario Internacional que, como ustedes saben, no se caracteriza por frases pesimistas, sino todo lo contrario. Frente a las críticas de que no había suficiente transparencia acerca de lo que estaba ocurriendo en el sudeste asiático y sobre otras muchas cosas, y de la forma ligera en que se distribuían los préstamos sin análisis pertinentes, el favoritismo y lo demás que no tengo que repetir, que ustedes han leído veinte veces en los últimos meses, y sobre lo cual no se había pronunciado antes una sola palabra, y donde emergió de nuevo la palabra transparencia, que nace de los días de la perestroika, transparencia en información y en los datos, transparencia en los bancos, que todo el mundo estaba reclamando, él se defendió planteando que sí, que ellos sabían lo que debía ocurrir, que lo advirtieron a determinados gobiernos, pero que no lo divulgaron porque hacerlo podía crear pánico y acelerar la crisis.
Hoy nadie sabe qué sería mejor, si aunque solo fuese un poquito de transparencia y de advertencia que frenara la gravedad de aquella explosión súbita, de aquella crisis inesperada que tanto sorprendió al mundo. Es decir, no es un hombre que se caracterice —repito— por frases pesimistas, lo dijo allí paladinamente: "Señores Gobernadores, este año nuestra reunión se celebra en plena crisis; una crisis que ya ha costado cientos de miles de millones de dólares." Si hubiese sido más exacto, habría podido utilizar un dato que se conoce: a nivel mundial las bolsas habían perdido ya entre tres y cuatro trillones de dólares. Aquello lo dijo Michel Camdessus, el 6 de octubre, hace unos días, en la reunión de la Junta de Gobernadores del Fondo Monetario Internacional y el grupo del Banco Mundial. De inmediato añadió que había costado también "millones de puestos de trabajo". No dijo decenas de millones.
Si se leen los informes sobre la situación en Indonesia, solo allí el desempleo se ha elevado al 40%. Terminó el párrafo con las siguientes palabras: "Y la tragedia incalculable que significa la pérdida de oportunidades y esperanzas para tantas personas, especialmente entre los más pobres."
Dijo mucho más, dos o tres cosas más: "Ni siquiera los países con economías correctamente administradas han quedado a salvo. No llegamos a prever la gravedad de este virus" —casi casi lo comparó con el SIDA— "que se ha propagado a lo largo y ancho del mundo, atacando, por ejemplo, a América Latina porque Rusia tuvo dificultades."
"Ahora, tras este segundo embate de la crisis, la mayoría de los países en desarrollo se enfrentan a un entorno mucho más frágil, una afluencia de capitales mucho menor y un descenso de los precios de los productos básicos."
Se menciona este fenómeno por primera vez, muy asociado en la historia a lo que ocurrió en el año 1929 y en los meses que lo precedieron: aumento incontenible de los precios de las acciones y la baja de los productos básicos.
Por último, dijo Camdessus —creo que fue lo último sobre la gravedad de la crisis—: "Hablemos claramente: no se trata de países en crisis, sino de un sistema en crisis; un sistema que aún no está suficientemente adaptado a las oportunidades y a los riesgos de la globalización."
Me llaman especialmente la atención las palabras del Presidente del Fondo Monetario Internacional en torno a la cuestión de si se podía hablar o no de crisis económica globalizada o crisis económica internacional. Hay evidentes elementos que pueden producir cierta confusión.
Hoy mismo, en la segunda reunión, el presidente Cardoso dijo
—yo lo anoté—: "Estamos viviendo un momento extremadamente grave." Y lo está diciendo el Presidente de Brasil, cuya experiencia y cuyos conocimientos conocemos todos.
Estos elementos se estaban discutiendo, y para nosotros eran vitales —repito— con relación al tema de la cumbre de La Habana.
Yo les pedí a los colegas —no los llamo compañeros porque no quiero aparecer tan extremista de izquierda como el presidente del Banco Mundial, el Sr. Wolfenshon; ya quisiera yo encontrarme algunos programas de izquierda con el texto del discurso con que clausuró las reuniones de Washington, el 8 de octubre de 1998— que nos ayudaran, por favor, y que si como norma los países que iban a ser sede proponían y decidían el tema, realmente quería consultarlo con todos los demás. Y llegué a la conclusión de que había que ser más bien prudentes que exagerados. Decir que no hay crisis y que no hay una situación muy seria o sumamente grave, como lo expresó Cardoso, sería ignorar la dura realidad; afirmar que hay ya una crisis económica globalizada puede parecer exagerado, y puede incluso serlo.
Cuando nosotros elaboramos un párrafo sobre el tema, tratábamos de plantear, en esencia, una idea: ¿Qué había hecho Iberoamérica? O más bien, ¿cómo ha enfrentado Iberoamérica —suponiendo que para esa fecha ya haya enfrentado bastante, sin esperar un año para hacerlo, porque nadie puede esperar ni un minuto— la crisis económica globalizada? Era largo y lo cambiamos por otra frase: Iberoamérica y la crisis económica globalizada. Después de las fructíferas discusiones sostenidas al mediodía, fuimos absolutamente persuadidos de que había que modificar la frase original para ser más realistas, más objetivos y más exactos: Iberoamérica y los graves riesgos de una crisis económica globalizada. Fueron las palabras que nos parecieron más exactas, y por fortuna encontramos la total aceptación, el pleno consenso de todos los que estábamos allí reunidos en aquel almuerzo. Y ese quedó como tema de la próxima cumbre.
Ahora, ¿cómo vemos la situación estratégica?, les advierto que me voy acercando al final de las palabras; me voy acercando (Risas). Así: apreciamos un papel decisivo para América Latina. Aquí se decide si se frena y se revierte la crisis económica y se evita su globalización total. Tengo la convicción más profunda de que, si esa crisis penetrara en Brasil, repercutiría en toda Suramérica, recurvaría inevitablemente hacia México y afectaría ya de manera absolutamente irreversible en las bolsas de Estados Unidos. Y si una crisis en Rusia, con el 2% de peso en la economía mundial –y creo que es exagerado este del 2%, porque su Producto Interno Bruto es hoy de 450 000 millones, la mitad del de Brasil y por debajo de Francia, España y otros muchos países— hizo bajar 512 puntos en un día al más fuerte índice de la bolsa de Nueva York, ¿qué sería una crisis en Brasil y extendida a Suramérica?
Hay que reconocer con toda justeza que Brasil combatió solo frente a ese riesgo. Y hay montones de análisis de prestigiosas revistas que señalaban a Brasil como el próximo e inevitable blanco de la crisis, después de Rusia, a partir de datos relacionados con el déficit presupuestario mayor del 7% del Producto Interno Bruto; a partir de una supuesta sobrevaloración del real, y a partir de un creciente y elevado déficit en las cuentas corrientes, circunstancias que utilizan los especuladores que asaltan como lobos hambrientos la economía de cualquier país que, en este caso, sería Brasil.
De ahí nace la convicción de que esto no lo podrían aguantar las bolsas de Estados Unidos, podría convertirse en una catástrofe mucho peor que la de 1929, cuando sólo el 5% de los norteamericanos tenían invertidos sus ahorros y sus recursos en las bolsas; ahora el 50% de los norteamericanos y casi todos los fondos de las cajas de retiro y de los ahorros de la clase media norteamericana y de los que tienen mayores ingresos entre los trabajadores están invertidos en ellas. Realmente sería, a mi juicio, algo de consecuencias inimaginables.
Bien, eso significa una cosa con toda claridad: a Estados Unidos y al mundo industrializado les interesa impedir a toda costa que se produzca esa crisis en Brasil y Suramérica; le interesa muchísimo a Brasil, por supuesto, más que a nadie, y al resto de América Latina.
¿Quién lo ayudó, aunque fuese con una sola palabra de aliento, en los cuatro años de los tres asaltos? ¡Nadie! Se defendió, entre otras medidas, con la reserva que había acumulado; llegó a elevarla hasta
70 000 millones, que es realmente alta, y solo en agosto y septiembre, a partir de la crisis de Rusia, perdió más de 20 000 millones de dólares. Entonces por primera vez aparecieron algunas frases y algunas palabras de aliento y promesas de apoyo a Brasil; ahora es claro que resulta de una necesidad vital para Estados Unidos y para el resto del mundo industrializado.
Es por eso que pienso, en primer lugar, que eso no debe significar que Brasil y Suramérica, conscientes de esa realidad, se pongan a esperar con los brazos cruzados que aquellos que están corriendo gran peligro salgan a darle los recursos a Brasil. No hay que sugerirle a Brasil que haga esos esfuerzos porque hace cuatro años los viene haciendo, defendiendo la estabilidad de su moneda, sacrificando sus reservas.
Permítanme decirles: Si nosotros tuviéramos la reserva que ellos han tenido que gastar solo en agosto y septiembre, podríamos contar con un crecimiento de dos dígitos en Cuba. Y no es tanta la cantidad, si comparamos lo que le costó a Corea del Sur, 100 000 millones de dólares, o a Tailandia u otros países. Brasil en solo dos meses tuvo que emplear más de 20 000 millones de su reserva.
También he leído los discursos del presidente Cardoso, antes y después de las elecciones, lo que me ha permitido calibrar incluso su talento político. No voy a añadir más virtudes, porque no deseo provocar malentendidos con la izquierda (Risas).
Realmente debemos reconocer, con toda justicia, la confianza, la firmeza y la capacidad demostradas por el Presidente en esa batalla solitaria; pero ahora no está solo, ahora tiene mucha compañía, y buena compañía. Tiene un buen momento político para la dirección del país, con un reconocido prestigio internacional y excelentes relaciones con muchos de los dirigentes principales de las instituciones financieras que aprecian sus conocimientos; buenas relaciones con la dirección de Estados Unidos, buenas relaciones con Europa, y el expediente de la batalla librada, más el susto colosal y la preocupación, sobre todo, la toma de conciencia de Estados Unidos y Europa de la importancia decisiva de Brasil como última trinchera para impedir la generalización de la crisis.
Cardoso pronunció dos discursos. Uno antes de las elecciones, el 24 de septiembre de 1998, en el que, realmente, tomó una decisión audaz —digo que audaz e inteligente, no basta solo la audacia—, al plantear las medidas que iba a tomar. Para no inmiscuirme en los asuntos internos, no emito opinión alguna sobre las medidas; simplemente estoy señalando tácticas y estrategias políticas. Pero las medidas duras siempre son duras. Plantearlas antes de las elecciones no es lo habitual en las tradiciones políticas de nuestro hemisferio.
Yo no tengo malas relaciones con la izquierda, a pesar de que a veces cuesta trabajo mantener relaciones con las fuerzas de izquierda. Fácilmente surgen problemas familiares por cualquier discrepancia de criterio y hasta llegan a pronunciarse a la ligera palabras que lastiman. A nosotros nos exigen más que a las vírgenes vestales de Roma. Cualquiera puede cometer una ligera falta; nosotros, ninguna; mucho cuidado, porque antes de que nos levantemos por la mañana, y aun sin saber textualmente si es cierto o no lo que se ha dicho, ya nos están juzgando.
Estratégicamente la posición de América Latina es excelente en la actual situación. Hoy somos algo. Tienen que contar con nosotros.
Realmente en situaciones de riesgo, como la que vivimos junto al mundo, tengo la convicción de que hay que buscar no solo la unidad entre todos los países latinoamericanos y del Caribe, sino también la mayor unidad posible dentro de los países; no me aventuro siquiera a recomendarlo, simplemente digo lo que pienso. Son cuestiones de tipo político muy asociadas a una gran batalla por la supervivencia, que requieren el máximo de comprensión, de unidad y de subordinación incluso de los intereses nacionales a los intereses del conjunto de nuestros pueblos que no son incompatibles, sino, por el contrario, se complementan y se garantizan.
Son estas las razones por las cuales fundamento o trato de explicar este criterio sobre la situación estratégica. Y, repito, Estados Unidos y Europa no se pueden dar el lujo de permitir que la crisis penetre en Brasil, ni en Suramérica, ni en el resto de América Latina. Sería la catástrofe para todos.
Ya dije que esta reunión había sido una de las más fructíferas que había visto en mi vida. Trato también de ser realista, de no hacerme ilusiones y, repito, nunca se avanzó tanto en la unificación del pensamiento y por el camino de la integración en este difícil momento. Y, además, disfrutamos la alegría del mensaje de paz que en esta ya histórica —me atrevo a llamarla así— reunión de Oporto hemos recibido, sobre algo tan complicado y tan difícil: una sólida y bien fundada esperanza de paz entre Perú y Ecuador.
Está por delante la extraordinaria y estratégicamente importante tarea de unión e integración de Suramérica.
Les confieso sinceramente que es difícil resignarse a la idea de la integración circunscrita solo al MERCOSUR. Y digo aquí lo que pienso sinceramente y creo, y a muchos visitantes europeos y a muchos amigos y dirigentes políticos que visitan a Cuba, muchas veces calladamente, siempre les planteo el principio de que hay que ayudar a América Latina a unirse, que hay que ayudar a Suramérica a unirse. No me canso de predicar esa idea. Para tener más fuerza, hay que unir fuerzas.
Aquí se ha hablado de globalización y regionalización, pero estoy convencido de la necesidad, en primer lugar, de nuestra unión, como se están uniendo los europeos. Y debo consignar, incluso, que bajo ningún concepto pueden ser ni deben ser olvidados los caribeños. Son una fuerza, tienen una influencia política importante en las Naciones Unidas; son dirigentes muy talentosos, formados en el parlamentarismo y en el debate desde la base, un sistema parlamentario que les ha funcionado, muy respetados en Africa y en otras partes del mundo. Necesitamos su apoyo y su fuerza.
No pueden ser olvidados tampoco los centroamericanos, debo decirlo con franqueza.
Conozco un poco las preocupaciones que tienen caribeños y centroamericanos. Algunos no son muy amigos de Cuba, pero eso está olvidado y lo olvidaremos siempre, lo pasamos por alto. No es lo importante; lo que importa son las tareas en las que estamos comprometidos y en las que estamos envueltos. Pero defiendo y defenderé también la situación de los centroamericanos y de los caribeños que se sienten abandonados de la mano de Dios, porque ellos han visto que avanza el MERCOSUR, avanza el TLC, pero han visto también que 150 empresas, que eran resultado de aquella Iniciativa de la Cuenca del Caribe, se han marchado hacia México. Los mexicanos no tienen culpa, son las leyes del mercado. Cien mil empleos se han perdido en el Caribe, región que visité recientemente.
No pueden ser olvidados, y van a estar en Río, allí con nosotros, junto a Europa, en una reunión tan estratégica y decisiva como la que se va a producir entre la Comunidad Europea, América Latina y el Caribe, muy conscientes de la importancia que tiene para nuestra área la integración de Europa y nuestra relación con ella. No lo estoy diciendo aquí, lo planteamos en la OMC cuando dije: Si el euro va a ser una moneda fuerte, sólida, si va a servir de apoyo a las economías de los países del Tercer Mundo, bienvenido el euro. Un murmullo generalizado escuché allí en Ginebra.
Estamos conscientes de la importancia del euro y de la integración europea.
Cuando hablamos de la paz entre Ecuador y Perú es porque soñamos con que un día haya una mayor integración política, todos la soñamos, la necesitamos. Y si se ha unido Europa con tan diferentes culturas y donde las naciones guerrearon entre sí durante siglos, ¡cómo no nos habremos de unir nosotros, tan unidos en el idioma, la cultura, la religión y la historia!
Tenemos cincuenta elementos de unión que no los ha tenido Europa, y llevamos casi 200 años de independencia. Conflictos entre países conspiran contra nuestra unión; por eso pensamos no solo en esos conflictos, sino deseamos que mejoren cada vez más las relaciones entre Chile, Bolivia y Perú; deseamos que mejoren las relaciones entre Nicaragua y Costa Rica, y que no haya conflictos por cuestiones tan intrascendentes como la navegación por un río fronterizo; que no surjan nuevas querellas sin saber prevenirlas a tiempo.
Fue también importante el acuerdo de incluir el párrafo relacionado con la paz en Colombia. Importantísimo, otro logro de esta reunión.
Es lo que tengo que decir.
Nos veremos en La Habana. Como en ocasión de la visita del Papa Juan Pablo II, Cuba será de ustedes.
Pido perdón y les doy las gracias (Aplausos).