DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL
CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA SESION INAUGURAL
DE LA TERCERA CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO, EN
SALVADOR DE BAHIA, BRASIL, EL 15 DE JULIO DE 1993.
(VERSIONES
TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Honorable Señor Presidente de la República
Federativa de Brasil, Itamar Franco;
Su Majestad;
Excelencias:
Nos
reunimos en época de crisis mundial y conflictos de toda índole. La esperanza de paz, estabilidad y desarrollo
surgida tras la desaparición de la guerra fría no se ha materializado. Vivimos en un mundo desgarrado por la
violencia étnica, las guerras fratricidas, la fragmentación traumática de
Estados, el intervencionismo, la inseguridad para los países del Tercer Mundo y
el menosprecio creciente a los principios de la soberanía nacional.
Se habla
del comienzo de una década de esperanza para América Latina porque algunos indicadores,
como los relativos a la inflación, al déficit presupuestario y al ingreso de
capital, han mejorado. Pero no nos
engañemos. Nunca antes hubo más pobres y
marginados en nuestro continente; nunca antes los países latinoamericanos
fueron sometidos a un mayor saqueo. En
los últimos doce años, por solo dos conceptos: el pago del servicio de la deuda
externa y las pérdidas asociadas al intercambio desigual, la América Latina se
ha desprendido de 700 000 millones de dólares. La famosa deuda, sin embargo, hoy se eleva a
más de 450 000 millones.
Los
déficit comerciales reaparecen; el producto por habitante apenas equivale al de
hace 15 años; el ingreso de capitales no compensa ni remotamente las sumas
fugadas y remitidas al exterior desde 1980.
Los
remedios aplicados aumentaron la desigualdad y agravaron las condiciones de
vida de las grandes mayorías. La pobreza
crítica se extendió a casi la mitad de la población latinoamericana, el
desempleo se incrementó, el salario real disminuyó. Más de 8 millones de niños menores de cinco
años están desnutridos y cerca de 700 000 mueren anualmente antes de
cumplir esa edad.
Aumenta
de forma explosiva la población y la marginalidad en las grandes ciudades. El deterioro del medio ambiente se
acelera. Crecen la violencia y la
inseguridad social. El narcotráfico,
fomentado desde el exterior por un mercado insaciable e incontrolado, se
consolida como un sistema supranacional de corrupción y crimen.
Agradecemos
mucho a Brasil que haya convertido el desarrollo social en tema central de esta
reunión, y sus esfuerzos por la elaboración y aprobación de programas
concretos. ¿Para qué se quiere el
crecimiento económico y las producciones materiales, sino para beneficio del
pueblo, y no de una parte privilegiada del pueblo, sino de todo el pueblo?
Siempre
me he preguntado si es posible el futuro, si es posible la independencia, la
seguridad y el desarrollo de nuestros países; si son posibles sus sueños de
bienestar y de justicia social, sin la más estrecha unión de sus economías y de
sus fuerzas. Siempre supuse, desde la
primera reunión de Guadalajara, y aún lo sigo pensando, que este habría de ser
nuestro objetivo esencial. Aunque
reunirnos sin permiso de nadie ha sido un gran paso histórico, y aunque podemos
mostrar frutos concretos, no parece haber todavía suficiente claridad sobre lo
que debe ser el gran propósito estratégico de nuestros esfuerzos.
En
la reunión de Tokio nuestros graves problemas no fueron siquiera
considerados. La cuestión no estriba en
que cada país de nuestra área trate de salvarse por sí mismo, porque es un
sueño imposible en un mundo dominado hoy por gigantes industriales y
políticos. Tenemos necesidad de crear
entre todos un gigante, para poder realmente desarrollarnos y disfrutar de paz,
independencia y seguridad.
Ayer
fuimos enorme colonia; podemos ser mañana una gran comunidad de pueblos
estrechamente unidos. La naturaleza nos
dio riquezas insuperables, y la historia nos dio raíces, idioma, cultura y
vínculos comunes como no tiene ninguna otra región de la Tierra.
Más
de 400 millones de latinoamericanos no tenemos un solo representante permanente
en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Desde ese órgano los poderosos pretenden hoy gobernar el mundo. ¿Por qué América Latina no desempeña un papel
más activo en las Naciones Unidas? ¿Por
qué no reclama la democratización y reforma de esa institución? Cuando esta surgió estaba integrada por
apenas 50 naciones. No se habían
liberado del coloniaje todavía incontables países. Hoy la integran casi 200 Estados
independientes.
Democratizar
las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad supondría muchas cosas, entre
ellas abolir el injustificable privilegio del veto y establecer el principio de
elección periódica en ese órgano de todos los miembros sin excepción. Pero si no son posibles ahora mayores
transformaciones, sería muy lógico que al menos se aumentara proporcionalmente
el número total de miembros del Consejo de Seguridad, para ser distribuidos
equitativamente por regiones, y se triplicara el número de los que tienen
carácter permanente para que entre estos América Latina, África y Asia pudieran
tener dos o más miembros cada una con ese carácter, como los tiene hoy
Europa. El ejercicio del veto en ese
caso debería requerir la participación de varios miembros permanentes y no de
un solo Estado. Y en cualquier
circunstancia se debe exigir al Consejo de Seguridad que cumpla con su
obligación, consagrada en la Carta pero ignorada en la práctica, de rendir
cuenta a la Asamblea General.
¿Acaso
se piensa que otros van a tomar iniciativas semejantes en la ONU para hacer
justicia al Tercer Mundo y a otras naciones hoy marginadas y discriminadas?
Excúsenme
de que haya abordado tan complejos problemas en tan breve tiempo.
De
Cuba, brutalmente bloqueada, hostigada y amenazada porque es pequeña, porque
quiso la justicia social, porque no se rinde, no puedo olvidarme. Para Cuba que lucha pido solidaridad a mis
hermanos de América Latina.
Muchas
gracias (APLAUSOS).