DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN EL ACTO CENTRAL POR EL 35 ANIVERSARIO DEL TRIUNFO DE LA REVOLUCION, EFECTUADO EN EL PARQUE "CARLOS MANUEL DE CESPEDES", SANTIAGO DE CUBA, EL 1RO. DE ENERO DE 1994, "AÑO 36 DE LA REVOLUCION".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Santiagueros;
Compatriotas de todo el país:
El mes de diciembre que acaba de concluir ha sido uno de los de más intenso trabajo en la historia de la Revolución. Desde los primeros días, con la conmemoración del aniversario de Finlay, Día de la Ciencia y de la Medicina, con la constitución de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, con el Foro de Ciencia y Técnica, con la reunión del Comité Central del Partido, con el congreso de la UPEC, con la reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, con incontables reuniones públicas y no públicas, se sumaron durante ese mes, realmente, agotadoras actividades; sin embargo, faltaba algo muy importante y ningún cansancio podía impedir que unos cuantos de nosotros viajáramos acá, a Santiago de Cuba, para conmemorar este aniversario.
Realmente, lo que hoy se recuerda es uno de los días más memorables de nuestra historia. Fue, en primer lugar, el encuentro de las tropas victoriosas con el pueblo, aquello que no quisieron permitir los yankis en 1898, cuando de una manera brutalmente injusta prohibieron la entrada de las tropas mambisas en la ciudad de Santiago de Cuba; pero no solo por aquello fue memorable aquel Primero de Enero y aquel acto en la ciudad de Santiago de Cuba, sino porque ese día se definió si en Cuba habría o no habría una revolución; ese día se definió si nuestro país sería absoluta y verdaderamente independiente y libre.
Ese día ocurrieron acontecimientos trascendentales: en la madrugada tuvo lugar un golpe de Estado para escamotear el triunfo de la Revolución, y ese día, una vez más, la provincia actual de Santiago de Cuba desempeñó un papel decisivo.
Aquella misma mañana, desde la ciudad de Palma Soriano, se dio la orden a todas las tropas rebeldes de continuar avanzando; se dieron las instrucciones a las columnas de Camilo y el Che de avanzar rápidamente hacia la capital; se dieron instrucciones a la ciudad de Santiago de Cuba para prepararse a fin de apoyar a las fuerzas que vendrían a liberarla; se lanzó la consigna de huelga general revolucionaria que paralizó a todo el país.
Tan arrolladora fue la fuerza popular de la Revolución, que aquella misma tarde se habían puesto incondicionalmente a las órdenes de las tropas rebeldes las fuerzas que constituían la guarnición de Santiago de Cuba; lo que no se pudo alcanzar el 26 de Julio de 1953 se alcanzó ese día, y, en horas de la noche, toda la ciudad y miles de soldados rebeldes y soldados que hasta el día anterior habían estado apoyando a la tiranía se reunieron, acumulando una impresionante fuerza capaz de vencer cualquier resistencia que pudiera organizarse en el resto del país. Pero no hubo siquiera tal resistencia en ninguna parte del país, las fuerzas adversarias se plegaron en todas partes y el pueblo ocupó las armas, mientras las columnas invasoras cumplían su cometido llegando hasta la fortaleza de La Cabaña y de Columbia.
Por primera vez en nuestra historia, y como muy pocas veces había ocurrido en este hemisferio, el pueblo tenía las armas en la mano. Por primera vez se podía hablar verdaderamente de revolución, y aquella noche aquí, desde este balcón, se habló ya de revolución verdadera (APLAUSOS).
Muchos de los principios que hemos seguido a lo largo de estos 35 años fueron proclamados aquella noche, y se señaló que por primera vez habría una revolución del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Las injusticias encontrarían su fin en nuestro país; la verdadera igualdad, fraternidad y libertad para el pueblo tendrían lugar por primera vez a lo largo de la historia de nuestra patria.
Recuerdo algunas cosas que dijimos, y no voy a intentar hacer un recuento. Señalábamos que los hombres de la Revolución podrían cometer errores, pero que los hombres de la Revolución jamás traicionarían sus principios, que los hombres de la Revolución serían honrados, que los hombres de la Revolución jamás abandonarían las ideas por las cuales tanto habían luchado nuestra generación y las generaciones que nos precedieron.
Aquella fecha y aquella noche, por su trascendencia, constituirán una página imborrable en nuestra historia. Fue aquí, precisamente, en Santiago de Cuba, que tanto había luchado, que tanto sacrificio había realizado, que tanta sangre había derramado por la dignidad y la independencia de la patria donde tuvieron lugar aquel acto memorable y aquellos acontecimientos que todo lo sintetizaban; fue aquí, en Santiago de Cuba y en las provincias orientales, que, en medida más o menos similar, participaron en esa heroica y hermosa historia de Santiago, donde había tenido lugar el inicio de la Guerra del 68 y el inicio de la Guerra del 95; fue aquí, en estas provincias orientales, donde surgieron tantas decenas de brillantes combatientes y héroes; fue aquí, en esta ciudad, la cuna de los Maceo, de Moncada, de Crombet y de tantos otros patriotas; fue aquí, en esta ciudad, donde vinieron a reposar los preciosos restos de José Martí; fue aquí, en esta ciudad, donde vinieron a iniciar su lucha los combatientes del Moncada; fue aquí, en esta ciudad, donde, a lo largo de la lucha de nuestra generación, se escribieron tantas páginas de valentía y de patriotismo, incluyendo el levantamiento del 30 de Noviembre y las batallas libradas por el pueblo de Santiago de Cuba a lo largo de los 25 meses de guerra que libramos en las montañas orientales y en los campos de otras provincias.
Nosotros no teníamos ninguna duda de lo que ocurriría aquel Primero de Enero. Nosotros no teníamos ninguna duda de que tomaríamos esta ciudad unos días antes, en que nos vimos obligados a paralizar las operaciones, por cuanto las fuerzas adversarias habían entrado en contacto con nosotros, habían reconocido su derrota y nos habían propuesto poner fin a la guerra e iniciar la etapa revolucionaria, acuerdos que no cumplieron, lo cual dilató unos días el ataque a Santiago de Cuba y nos obligó el Primero de Enero, a toda velocidad, a avanzar sobre la ciudad que estaba bien organizada y que contaba con cientos de combatientes revolucionarios armados en la retaguardia enemiga.
No teníamos la menor duda de que el pueblo santiaguero le habría dado el puntillazo final a la tiranía en Santiago de Cuba. No se libraron, afortunadamente, aquellos combates, porque la abrumadora fuerza de la Revolución se impuso, fracasó el golpe y se crearon las condiciones óptimas para la total victoria revolucionaria.
La ciudad, por ello, ganó no solo un prestigio enorme, sino que recibió el merecido honor de ser declarada Ciudad Héroe y recibir la Orden "Antonio Maceo". Esto ocurrió hace diez años, y también lo conmemoramos hoy (APLAUSOS).
Como aquí se dijo, hace cinco años, desde esta misma tribuna, se proclamó la valiente consigna de ¡Socialismo o Muerte! (APLAUSOS.)
Tres aniversarios históricos, en número redondo, conmemoramos hoy: el XXXV del Primero de Enero, el X de la declaración de Ciudad Héroe y de la condecoración, la entrega de la orden, y el V de la proclamación de la consigna de ¡Socialismo o Muerte! Les pregunto a los santiagueros: ¿Podíamos dejar de conmemorar digna, aunque austeramente, estos tres aniversarios en el día de hoy? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¿Se quedarían los santiagueros, los mayores y los jóvenes, sin este merecidísimo reconocimiento? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¿Podía haber momento más apropiado que este para expresar nuestra más profunda convicción y nuestro más indoblegable espíritu revolucionario? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!")
¡Qué bello poema el que aquí se recitó hoy! Por un segundo pensé si alguien lo escribió para este momento. Le pregunto a la compañera por el autor de los versos, y me dijo: "Navarro Luna, en 1960" (APLAUSOS). Qué premonición, qué perspicacia, verter, en tan bellas palabras, esos conceptos tan adecuados, tan apropiados para momentos como este, 33 años después.
Santiagueros, hemos luchado duro. Hace mucho tiempo, hace mucho más de 100 años venían luchando nuestros antepasados, en larga y cruenta contienda; hubo reveses fuertes como aquel de la Guerra del 68, que no terminó, sin embargo, de una manera ingloriosa. Después de 10 años de lucha durísima, que agotó prácticamente las fuerzas de los patriotas, surgió algo que tanto nos honra y enorgullece: la Protesta de Baraguá y la expresión de la voluntad de continuar la lucha.
Duro, muy duro, fue para nuestro país el hecho de que, cuando teníamos ya derrotadas las tropas españolas, la intervención imperialista nos despojara de la victoria y nos convirtiera de nuevo en una colonia; duras, muy duras fueron las consecuencias y las frustraciones de la lucha de nuestros trabajadores, de nuestros estudiantes y de los revolucionarios cubanos en los años 30, que culminaron en el regreso al neocolonialismo y a las peores formas de politiquería; pero un día alcanzamos la victoria, este día que estamos conmemorando aquí, en el parque "Céspedes", de la Ciudad de Santiago de Cuba. Con cuánta razón y con cuánta justicia lleva este parque el nombre de aquel Padre de la Patria que inició sus luchas el 10 de Octubre de 1868. Vean cómo en la historia los hechos se combinan y se coordinan, incluso los símbolos. Sí, larga ha sido la lucha, pero esa lucha no ha cesado.
Hablamos de 35 años de Revolución. ¿Qué han significado estos 35 años? Treinta y cinco años de lucha y de trabajo fervoroso por el pueblo; 35 años construyendo aulas, graduando maestros y profesores hasta llegar a ser el país con más alto número de maestros y profesores per cápita del mundo; 35 años construyendo escuelas generales y escuelas especiales para niños con dificultades; 35 años construyendo escuelas de arte, de música, de danza, de pintura y de deportes; 35 años construyendo policlínicos, hospitales generales y especializados; 35 años formando médicos, a tal extremo que, de 3 000 que nos quedaron, hoy tenemos más de 50 000 y somos también el país con más alto per cápita de médicos en el mundo.
Treinta y cinco años trabajando por la educación, la cultura y la salud, una educación que multiplicó por decenas de veces el número de universidades y por cientos de veces el número de escuelas técnicas y de oficios que había en el país, graduando cientos de miles de profesionales universitarios, alcanzando índices en educación como muy pocos pueblos tienen en el mundo, alcanzando índices de salud como pocos tienen igualmente en el mundo. Baste decir que el año 1993, que acaba de pasar, en pleno período especial y en su etapa más dura, hemos logrado reducir por debajo de 10 la mortalidad infantil (APLAUSOS).
Qué pensarán en el mundo, qué dirán en el mundo sobre un país que, rigurosamente bloqueado y en período especial, haya podido reducir de 10 la mortalidad infantil, que hace tres días estaba a un nivel de 9,4, y en la ciudad de Santiago de Cuba a nivel de ocho por cada mil nacidos vivos (APLAUSOS). Y en el municipio de Santiago de Cuba, en todo el año, no murió una sola mujer de parto (APLAUSOS).
Treinta y cinco años construyendo presas, canales, carreteras, caminos, instalaciones agrícolas de todo tipo, lecherías, granjas de aves ponedoras, granjas de aves para carne, granjas de ceba para cerdos; 35 años creando granjas agrícolas, cooperativas de producción agropecuaria, de crédito y servicios.
Treinta y cinco años mecanizando el país, para que toda aquella caña que cortaban cientos de miles de hambrientos obreros se cortara con máquinas; 35 años mecanizando la agricultura, para que el trabajo se pudiera hacer en forma mucho más humana; 35 años mecanizando las construcciones, mecanizando los puertos, construyendo terminales de azúcar a granel y muelles con grúas modernas, para utilizar los más modernos sistemas de carga y descarga en los puertos; 35 años mecanizando los cultivos como el arroz, cuya cosecha se hacía toda a mano.
Treinta y cinco años construyendo fábricas e industrias de todo tipo; 35 años instalando plantas eléctricas y electrificando el país, hasta alcanzar un 95% del total de la población; 35 años creando centros de investigación científica; 35 años desarrollando la cultura y el talento en todos los campos; 35 años creando oportunidades para los hijos de los trabajadores.
Treinta y cinco años construyendo edificios multifamiliares y viviendas, construyendo acueductos y alcantarillados en la medida de nuestras posibilidades.
Treinta y cinco años desarrollando el transporte; 35 años desarrollando la base material de la economía de nuestro país.
Trabajábamos no para privilegiados ni para ricos; los que se graduaban en nuestras universidades eran los hijos de los campesinos, de los obreros y de los trabajadores en general. ¿Quiénes se hacían maestros y profesores, ingenieros o médicos? ¿Quiénes iban a vivir a una de esas viviendas que construía la Revolución? ¿Quiénes recibían responsabilidades y recibían cargos?
Pero la Revolución no solo trabajó en el orden material, mucho trabajó la Revolución en el orden espiritual; liquidó, en primer término, la odiosa discriminación racial; luchó incansablemente por liquidar la discriminación de la mujer; luchó incesantemente por crear igualdad de oportunidades y de derechos para todos; luchó por garantizar a cada anciano una jubilación o una pensión, aun aquellos que no habían sido trabajadores recibieron siempre el apoyo del Estado. La explotación del hombre por el hombre y la politiquería en todas sus expresiones se acabó verdaderamente en nuestro país (APLAUSOS).
La Revolución luchó por la dignificación del hombre y por la dignificación de la patria. La Revolución luchó por la justicia, no solo en su política interna, sino en su política internacional. Noble y generosa llevó la ayuda de maestros y médicos a muchos rincones del mundo, y noble y generosa fue capaz de llevar también su sangre en apoyo de las causas justas de otros pueblos en el mundo.
Creo, y estoy absolutamente convencido de ello, que no ha habido proceso político revolucionario más noble y generoso que nuestro proceso político revolucionario. Supimos no solo ser patriotas, supimos ser internacionalistas, supimos unir nuestras fuerzas a las fuerzas más progresistas en todo el mundo. Hemos defendido con una extraordinaria dignidad nuestros derechos soberanos, nuestra independencia; hemos estado 35 años dispuestos a dar nuestra sangre y nuestras vidas sin vacilación alguna en defensa de nuestras ideas, en defensa de nuestra causa, en defensa de nuestra patria (APLAUSOS).
¿Quién hizo más en menos tiempo? ¿Quién hizo más de forma tan consecuente y firme que lo que hicimos nosotros? ¿Qué proceso político revolucionario fue más leal a los principios de lo que lo hemos sido nosotros?
Hemos sido, sin embargo, testigos de acontecimientos trágicos: la forma verdaderamente bochornosa en que se desplomó el campo socialista, la forma verdaderamente dramática en que se desintegró la URSS, aquellos procesos que fueron fruto de colosales sacrificios de los pueblos, de colosales trabajos, de colosales actos de heroísmo. Al parecer, envidiosa la historia de las glorias de nuestro pueblo, quiso someterlo todavía a pruebas más duras. Sufrimos un golpe inesperado, injusto y demoledor contra la obra de nuestro pueblo durante tantos años.
¿Qué hacemos hoy sino defender con ardor esos 35 años de Revolución? ¿Qué hacemos hoy sino defender los frutos de más de 100 años de lucha? ¿Qué hacemos hoy sino defender no solo los derechos de las generaciones que nos precedieron y de las actuales generaciones, sino también los de las generaciones venideras? Porque cuando decimos defender la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo, estamos hablando no solo de nosotros, sino de las futuras generaciones que harán el recuento de nuestras luchas y de nuestra capacidad de vencer los enormes obstáculos de hoy. ¿Qué hacemos sino tratar de ser consecuentes con nuestra historia?
Hemos atravesado, en 1993, sin duda, el año más difícil de la Revolución, pero lo hemos atravesado con dignidad y con valentía (APLAUSOS).
Ya Navarro Luna hablaba de los flojos y de que los flojos se aparten. Fácil es —como hemos dicho otras veces— ser revolucionarios en tiempos fáciles, lo que no resulta fácil es ser revolucionarios en tiempos difíciles (APLAUSOS). Los que aquí nos reunimos somos revolucionarios de tiempos difíciles (APLAUSOS). Estos son los abanderados del 68 y del 95 (APLAUSOS); son los abanderados del Moncada y del "Granma" (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Y de todos los tiempos!"); son los abanderados de aquellos que fueron capaces de hacer de nuestra patria lo que la patria es hoy; son los abanderados de los que tuvieron confianza en su tierra y en su pueblo; son los abanderados de los que tuvieron confianza en el hombre, en el valor de los hombres y en el heroísmo de los hombres. Una vez más, cuando digo hombre, me refiero al género humano, y están, por supuesto, incluidas, y muy merecidamente incluidas, las mujeres (APLAUSOS).
Tiempos difíciles ha atravesado a lo largo de la historia nuestro país, pero nunca contó con un contingente tan numeroso de hombres y mujeres con una cultura revolucionaria tan elevada, y de hombres y mujeres con una cultura revolucionaria tan profunda y tan sólida (APLAUSOS). Por ello los débiles no podrán nunca desalentarnos, por ello los débiles no podrán nunca desmoralizarnos. Saldremos adelante como hemos salido de otros momentos difíciles, y saldremos adelante de este, que es el momento más difícil de nuestra historia (APLAUSOS). Lejos de perder el ánimo, sintámonos orgullosos de ser testigos y ser partícipes de estas páginas en la historia de nuestra patria.
¿Contra qué luchamos? Luchamos contra el imperio más poderoso de la Tierra, cuando el campo socialista y URSS se derrumbaron y el bloqueo imperialista, con sentido de repugnante oportunismo, se ha hecho más riguroso y más brutal contra nosotros. Es que nos quieren rendir a toda costa, es que no pueden soportar que haya en el mundo un país con el honor, la dignidad y el valor de nuestro pueblo (APLAUSOS). Es que no pueden soportar que un país como el nuestro resista frente a los mandatos de la potencia hegemónica, ante la cual tantos y tantos hoy inclinan la frente. Es que no pueden resistir que seamos abanderados de las ideas más justas, de las ideas más nobles, de las ideas más humanas. Sí, porque debemos decirlo de manera categórica: No ha habido revolución más noble ni más humanitaria que la Revolución Cubana (APLAUSOS), cuyo comportamiento, desde el momento en que respetamos los primeros prisioneros del Moncada hasta hoy, 35 años después del triunfo, no tiene una sola mancha (APLAUSOS); ha sido intachable nuestra conducta en todos los aspectos, y no podrán encontrar otro proceso político más limpio que el nuestro.
Es verdaderamente increíble que quienes fueron aliados de los que en este hemisferio desaparecieron decenas y decenas de miles de gente, de los que solo en Centroamérica fueron aliados y sostén de quienes asesinaron a cientos de miles de personas, la mayor parte de ellas desaparecidas, los que fueron aliados de los racistas sudafricanos, los que destruyeron con su guerra sucia la revolución en Nicaragua, los que invadieron países pequeños para imponer sus intereses y sus leyes, los que saquean al mundo, traten de mancillar la limpia y honorable historia de la más pura de las revoluciones, lo cual podemos proclamar a voz en cuello: la Revolución Cubana (APLAUSOS). Nosotros sabemos que defendemos esos valores y todos los demás mencionados en la noche de hoy, puesto que sabemos que hacemos la cosa más noble y más justa del mundo; por eso tenemos fuerza y por eso tenemos energía para resistir y para luchar.
Salimos del año más difícil, y si hacemos todo lo que debemos hacer, si sabemos cumplir nuestro deber con máxima eficiencia, debemos ir revirtiendo la situación poco a poco. Sería un demagogo y un farsante quien le dijera a su pueblo que las dificultades son pequeñas y que los enormes obstáculos que tenemos delante serán vencidos con facilidad. Decimos que sí, que serán vencidos, pero a costa de mucho esfuerzo, de mucho trabajo y de mucha lucha en todos los terrenos.
Ahora mismo estamos enfrascados ya en una nueva zafra, la producción de azúcar no será mucho mayor que la del año pasado, pero debe, inexorablemente, ser mayor, y sería una de las pruebas de que empezamos a revertir la situación.
Estamos ya en pleno período de cosecha, no se puede perder una semana, no se puede perder un día, no se puede perder una hora, no se puede perder un minuto. No podemos permitir que la zafra se retrase, cualquier retraso en la zafra se asocia a otra serie de problemas y dificultades; no podemos permitir que se retrasen las siembras y las limpias de caña y de cultivos en general. No debemos permitir que dejemos de enfrentar una sola actividad que esté en nuestras manos enfrentar.
Dificilísimo ha sido tener que producir caña y hacer zafra, en un país donde todo se había mecanizado, con una gran escasez de combustible, con una casi total escasez de fertilizantes, de pesticidas, de piezas de repuesto, de gomas, etcétera, etcétera; pero lo estamos haciendo, estamos logrando hacerlo con la creatividad y la imaginación del pueblo, con los grandes esfuerzos para ahorrar.
Es nuestro deber no solo revertir la situación, sino desarrollarnos, a pesar de las dificilísimas condiciones del mundo de hoy, de las que no voy a hablar en este acto.
A pesar del trágico destino que espera a los pueblos del Tercer Mundo, del saqueo y la explotación cada vez mayor que se vislumbra, debemos ser lo suficientemente fuertes, lo suficientemente tenaces y lo suficientemente capaces, no solo para vencer los obstáculos particulares que sobre nosotros cayeron al desplomarse el campo socialista y hacerse más riguroso el bloqueo yanki, sino para ser capaces también de vencer los obstáculos objetivos del mundo de hoy.
Tengo confianza, compañeras y compañeros, de que seremos capaces; y ustedes también tienen confianza, compañeras y compañeros de Santiago, y revolucionarios de toda Cuba, ¡de que seremos capaces! (APLAUSOS.)
Esta es la hora, compañeras y compañeros, en que deberemos convertirnos en un pueblo de gigantes y que cada uno de nosotros sea un gigante, que todos unidos hagamos muchos gigantes: ¡gigantes como José Martí, gigantes como Antonio y José Maceo, gigantes como Carlos Manuel de Céspedes, gigantes como Máximo Gómez, gigantes como Ignacio Agramonte, gigantes como Mella, gigantes como Abel Santamaría y Frank País, gigantes como Camilo y el Che! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
¡Seamos capaces, como aquel Primero de Enero de 1959, de enfrentarnos a todas las dificultades que veíamos delante! La dificultad mayor estuvo, sin duda, en que había un mundo dominado por un imperio, y si no todo el mundo, había un continente totalmente dominado por un imperio; ese imperio le salió al paso a la Revolución, ¡pero no ha sido capaz de destruirla, no ha sido capaz de poner a nuestro pueblo de rodillas, no ha sido capaz y no será capaz de vencernos! (APLAUSOS.)
Si algo podemos mostrar hoy como la más grande proeza que ha escrito el pueblo cubano, y muy pocos pueblos en el mundo a lo largo de la historia, es haber sabido enfrentarnos a ese imperio, es haber sido capaces de resistir 35 años a ese imperio, que debe conocer que defendemos valores muy sagrados y esperanzas muy grandes, a las cuales no renunciaremos jamás y con las cuales los revolucionarios estamos dispuestos a marchar hasta la tumba, como muy bien dijo Maceo aquella vez: Si es que no perecen en el empeño, los que intenten apoderarse de Cuba (APLAUSOS).
¡Viva la Ciudad Héroe de Santiago de Cuba! (EXCLAMACIONES DE: "¡Viva!")
¡Viva mil veces la más pura de todas las revoluciones! (EXCLAMACIONES DE: "¡Viva!")
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)