DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL
PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE
MINISTROS, ANTE LA PRIMERA CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE EL DESARROLLO SOSTENIBLE DE
LOS PEQUEÑOS ESTADOS INSULARES EN DESARROLLO, BARBADOS, EL 5 DE MAYO DE 1994.
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Señor
Presidente;
Excelencias:
Los poderosos discuten las formas del nuevo reparto
del mundo. Los pobres y los países
pequeños tratamos de saber cómo vamos a sobrevivir en las próximas
décadas. Si somos islas a unos cuantos
metros sobre el mar, nos preguntamos qué ocurrirá cuando las aguas suban de
nivel y si podremos enfrentar las sequías, los ciclones y demás catástrofes
climáticas que nos esperan.
No se trata solo de nuestros valores culturales y
humanos. Se trata de nuestras propias
vidas, de nuestra existencia como naciones.
No somos nosotros los culpables; otros nos colonizaron y nos
explotaron. Las sociedades de consumo
destrozaron el medio ambiente, liquidaron millones de especies de plantas y
animales, envenenaron los mares, los ríos y los lagos, contaminaron el aire,
saturaron la atmósfera de bióxido de carbono y otros gases nocivos, rasgaron la
capa de ozono, agotaron yacimientos de petróleo, carbón, gas natural y enormes
riquezas de minerales sólidos, exterminaron nuestros bosques y arruinaron los
suyos.
¿Qué quedó para nosotros? El subdesarrollo, la pobreza, la
dependencia, el atraso, la deuda y la incertidumbre. ¿De qué nos hablan ahora? Del desarrollo sostenible. ¡Magnífico!, eso queremos, a eso
aspiramos. ¿Pero es posible tal
desarrollo con sociedades inmensamente ricas que solo sobre la base de crecer
pueden sobrevivir, y solo a costa de agotar los recursos naturales pueden
crecer? ¿Para qué necesitan más
riquezas? Mientras Suiza tiene un
producto bruto per cápita de 34 000 dólares, Bangladesh, con más de 100
millones de habitantes, amenazado con quedar bajo las aguas, sólo alcanza 210.
La diferencia crece cada vez más entre ricos y
pobres. ¿Es ese contraste el ejemplo
absurdo e irracional que nos ofrecen a los pueblos del Tercer Mundo?
La carrera armamentista continúa, el comercio de armas
aumenta. Las potencias más poderosas
son las que más venden. No les importa
lucrar con la muerte de los demás. ¿Qué
les puede preocupar el medio ambiente y que las islas se hundan en el mar?
Para las sociedades superdesarrolladas el problema no
es crecer sino distribuir, y no solo distribuir entre ellas, sino distribuir
entre todos. El crecimiento sostenible
de que se habla es imposible sin una distribución más justa entre todos los
países. No puede haber crecimiento
sostenible para una parte del mundo y subdesarrollo para todos los demás.
Quiérase o no, la humanidad es hoy una sola familia, y
todos tendremos el mismo destino. Usense menos las palabras engañosas y cámbiese de
filosofía, si tal filosofía egoísta no ha servido más que para las catástrofes
que sufrimos hoy y las peores que sufriremos mañana.
Levantemos sobre nuestras islas los estandartes de la
verdad. Cuanto más pobres y pequeños,
más firmes y valientes deben ser nuestras palabras. No nos resignemos al triste papel de
aquellos gladiadores romanos que se despedían de sus amos con una conocida y
amarga exclamación: ¡Salve,
César, los que van a morir te saludan!
Más bien debemos decirles: ¡Moriremos si es preciso, pero no
moriremos como esclavos! ¡Moriremos
exclamando que lucharemos por nuestro futuro, que lucharemos por nuestra
verdad, que también nuestros pueblos, nuestros hijos y nuestros nietos tienen
derecho a la vida!
Muchas gracias (APLAUSOS).