DISCURSO PRONUNCIADO POR En COMANDANTE EN JEFE FIDEL
CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA SESION INAUGURAL
DE LA CUARTA CUMBRE IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y GOBIERNO, CELEBRADA EN
CARTAGENA DE INDIAS, COLOMBIA, EL 14 DE JUNIO DE 1994.
(VERSIONES
TAQUIGRAFICAS-CONSEJO DE ESTADO)
Estimado Señor Presidente de Colombia, César
Gaviria;
Majestad;
Excelencias:
Nuestras
cumbres, iniciadas en Guadalajara, han sido ejemplo de inspiración para el
acercamiento y unión de nuestros
pueblos. Hemos reafirmado nuestra
decisión de reunirnos sin permiso de terceros y sin irritantes
exclusiones. Nuestros esfuerzos han dado
sus frutos en muchos aspectos. Los avances
de ALADI, Pacto Andino, Mercado Común Centroamericano, MERCOSUR, y la
importancia creciente del SELA así lo demuestran.
Algunos,
al parecer, sintieron preocupación por esta nueva e independiente forma de
acción. Nuestro poderoso vecino del
Norte ahora convoca a otra reuni6n cumbre que deberá efectuarse nada menos que
en Miami, se dice que para una asociación hemisférica madura.
Ya hubo
Alianza para el Progreso. Ya hubo
Iniciativa para las Américas. Y hoy
nadie las recuerda. De década en década,
de siglo en siglo, hemos ido de consigna en consigna, de engaño en engaño. Hubo también guerras, intervenciones y conquistas de territorios a costa de
nuestra América. ¿Qué podemos esperar
hoy de esa fuerza invariablemente expansionista, egoísta y hegemónica?
A Cuba, país agredido y bloqueado desde hace más de 30 años,
se le prohíbe por los presuntos dueños del hemisferio participar en esa
reunión. ¡Cuánta cobardía, mediocridad y miseria política refleja realmente tal
exclusión! Cuba, sin embargo, no se opone
a esa cumbre. Nos complace que los
países hermanos de América Latina y el
Caribe puedan defender allí con toda firmeza y energía los intereses de nuestros pueblos.
En
primer lugar, es hora de exigir que entre los derechos fundamentales del hombre
se respeten también y se tomen en
cuenta como algo esencial y sagrado el derecho a la salud, a la
educación, al trabajo dignamente remunerado y a la identidad cultural y étnica
de sus pueblos. Que cese toda forma de
discriminación racial o sexual. Que
cesen los niños abandonados en las calles y
sin hogar, víctimas de toda clase de explotación, violencia y
abusos sexuales. Que cese el
hambre. Que dejen de morir cada año
millones de personas que pudieran salvarse.
Cuba
apoyó resueltamente la lucha revolucionaria por los procesos democráticos en
Centro y Suramérica, y
se alegra de que la actual administración de Estados Unidos no promueva,
como hicieron otras, las cruentas dictaduras militares subordinadas a los
intereses norteamericanos. Lo que no
acepta es que Estados Unidos pretenda convertirse en modelo y juez supremo de los ordenamientos
políticos latinoamericanos.
Cuba
defiende con entera decisión el principio de la soberanía nacional, que estaría
dispuesta a delegar solo ante una América Latina unida, pero no acepta que bajo
ningún pretexto los círculos de poder norteamericanos puedan intervenir en los
asuntos internos de los países de la región.
Nada
sería para Cuba de mayor placer que Estados Unidos ofreciera a todos los países
de la región, en particular a los de menos ingresos, un libre acceso a sus
mercados como contribución al desarrollo económico de esos países.
A Cuba le parece igualmente necesaria la
inversión extranjera incluso norteamericana, como aporte al desarrollo en este
continente. Pero le preocupa el proceso
de desnacionalización de importantes riquezas y recursos naturales de los países de la región que se está
produciendo.
El comercio y la inversión privada
no son suficientes para garantizar el desarrollo de las economías
nacionales. Se requiere aumentar el
flujo de ayuda al desarrollo que el actual gobierno de Estados Unidos ha
reducido.
Ahora
que concluyó la guerra fría, ese país debería transformar una parte de sus
injustificados gastos militares actuales en un fondo de ayuda al desarrollo de
los países de América Latina y el
Caribe.
Estados
Unidos debería apoyar una solución radical y definitiva al problema de la deuda externa de la región que
asciende ya a 487 000 millones de dólares.
Debe
dejar de utilizar la propiedad intelectual como arma de negociación. Debe derogar la arbitraria disposición
especial Super 301, que castiga unilateralmente a los
socios comerciales. Debe excluir a los
países latinoamericanos y del Caribe
de la brutal exigencia de acceso irrestricto a los servicios que fue impuesta
ya en la Ronda Uruguay.
A Cuba la hace feliz que Estados Unidos
esté planteando, al menos retóricamente, la necesidad de emprender lo que
denomina reformas económicas de segunda generación para resolver los problemas
sociales del continente, pero los recursos asignados son absolutamente
insuficientes.
A Cuba le resulta grato escuchar que
Estados Unidos quiere modificar las nociones sobre la seguridad interamericana
que se desarrollaron durante la guerra fría y, dentro de ello, trabajar en una nueva relación que no esté
vinculada a la presencia de bases militares norteamericanas en la región. Para ser consecuente con esa política,
Estados Unidos deberá desmantelar la base naval de Guantánamo, devolviendo a
Cuba el territorio que ocupa hace ya casi 100 años, retirar sus bases de Panamá
como está pactado y de cualquier
otro país latinoamericano.
Si
Estados Unidos está preocupado por el desarrollo sostenible de la región y por
evitar el deterioro ambiental, debe firmar la Agenda 21 de la Cumbre de Río.
Cuba
está de acuerdo en que se establezcan mecanismos de cooperación hemisférica
para enfrentar el narcotráfico, pero ello no debe hacerse a costa de la
soberanía de los países implicados. Son
legítimas las preocupaciones de las fuerzas armadas del continente que se
resisten a ser utilizadas como policías antidrogas. De igual modo son legítimas las demandas de
reducir el consumo norteamericano de drogas.
Estados
Unidos debe cambiar su política migratoria respecto a América Latina y el
Caribe, y promulgar una ley que automáticamente legalice la situación de los
ciudadanos de esos países que ingresen a Estados Unidos, como hace con los
ciudadanos cubanos. Cuando ya no existe
el muro de Berlín, debería destruirse el muro que se levanta en la frontera
mexicano-norteamericana.
A Cuba le parece positiva la idea
norteamericana de convocar a las organizaciones no gubernamentales del
continente para producir recomendaciones respecto a la agenda, pero deben ser
invitadas todas y escucharse las demandas de los indígenas, las mujeres, las
organizaciones campesinas, los sindicatos
—sin injustas exclusiones— y los
demás representantes de las sociedades civiles, que tienen mucho que decir
respecto a los temas de esa cumbre.
Por
último, es una excelente ocasión para reclamar al gobierno de Estados Unidos el
cumplimiento de las resoluciones de las Naciones Unidas sobre el criminal e
injusto bloqueo contra Cuba que intenta ensangrentar y rendir por hambre a nuestro pueblo.
Si
estos temas se debaten en la cumbre de Miami, Cuba le desea éxitos. Si todo se reduce a un intento de trazar
pautas al hemisferio, aislar a Cuba y controlar
los mercados de América Latina y el Caribe frente a Europa, Japón y el resto del mundo, habría que
recordar las palabras de José Martí cuando juzgó una reunión similar que tuvo
lugar en Washington hace 105 años:
“Después
de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite,
urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la
hora de declarar su segunda independencia.”
Muchas
gracias (APLAUSOS).