DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL
PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE
MINISTROS, EN LA CLAUSURA DEL TALLER INTERNACIONAL SOBRE LA NEUROPATIA EPIDEMICA,
EFECTUADA EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL 15 DE JULIO DE 1994.
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Señores de la
presidencia;
Invitados o
delegados, como ustedes quieran llamarse:
Tal vez habría sido mejor terminar con las excelentes
palabras de nuestro Ministro, breves, sintéticas, precisas y, además, muy
sentidas; pero comprendo que mi deber es acceder a esta solicitud, por cuanto
lo menos que puedo hacer realmente es expresar el reconocimiento y la gratitud
por el esfuerzo que ustedes han desarrollado en estos días, y pudiéramos decir
el esfuerzo desarrollado durante algo más de un año.
Tuve la posibilidad de seguir de cerca el nacimiento y
el desarrollo de esta criatura, que por fin se bautizó con el nombre de
neuritis epidémica, porque esta criatura ha tenido dos nombres. Cuando después empezaron a ver
manifestaciones de distintos tipos, le iban a poner un tercer nombre. Entonces, por fin pude convencer a los
compañeros del grupo operativo de que no le cambiaran más de nombre, puesto que
había tanta confusión que ya nadie iba a creer en nosotros si nos aparecíamos
con un tercer nombre sobre la epidemia.
La primera teoría que prevaleció y que fue utilizada
en la información pública fue la tóxico-nutricional. Ese fue el resultado del primer análisis que
se hizo, con mucho cuidado explicando las posibles causas y lanzando ya una
fuerte campaña contra el tabaco y las bebidas alcohólicas.
Por aquellos días nos preocupaba bastante el hecho de
que muchas personas estuvieran fabricando bebidas en la casa y utilizaban
cualquier recipiente, cualquier cosa; pero, realmente, había un desconocimiento
total. Nos enfrentamos con esta
criatura sin información alguna y la buscábamos en la bibliografía internacional. Yo mismo, que no soy médico —aunque lamento
mucho no serlo—, leí libros, pedí materiales y me ocurría lo mismo que les
ocurría a los demás compañeros, que no le encontraban comparación a esta
epidemia con otras.
Se hablaba de lo que había ocurrido en Japón, después
se había culpado de ello a la presencia de un medicamento determinado y que la
epidemia había desaparecido cuando desapareció aquel producto —se dijo
eso. Se hablaba de montones de
síndromes que no quiero ni repetir aquí, lo que pasó en Jamaica o lo que pasó
en la Segunda Guerra Mundial en algunas partes y cada una de sus
características; pero nosotros observamos que esto no se parecía.
Empezó, sobre todo, a preocuparnos seriamente la
magnitud de la epidemia que rebasaba todos los límites de lo que se conocía
hasta entonces, que si en tal país fueron ciento y tantos casos, que si en
Japón habían llegado a ser 8 000 ó 10 000 casos, y que se proyectaba con un
volumen de casos mucho mayor que en cualquier otra parte, lo que nos preocupaba
muy seriamente.
Aun dentro de nuestra teoría tóxico-nutricional, había
la incertidumbre de por qué razones precisamente Cuba estaba padeciendo esta
epidemia, cuando nosotros conocíamos que había otros países con una situación
alimenticia mucho peor que la de Cuba, y algunas verdaderamente críticas,
verdaderamente extremas, y nos decíamos:
Bueno, si los problemas nutricionales van a ser parte de la causa
fundamental de esta epidemia, el Tercer Mundo va a desaparecer, y no solo va a
desaparecer una buena parte del Tercer Mundo, sino también una parte del mundo
desarrollado, donde se sabe que hay problemas de todo tipo, además, muchos
casos de personas que fuman demasiado, o que beben demasiado y que no se
alimentan bien.
Bueno, ayer escuchábamos aquí al doctor Borrajero, que
decía que había personas que se alimentaban bien pero no se nutrían bien. Todos esos, que existen por decenas de
millones en el mundo, serían también acreedores a una neuritis epidémica, como
le llamamos a esta epidemia.
Si realmente el problema nuestro era que la reducción
de alimentos había sido brusca, tanto en el mundo de clima templado y frío como
en el mundo tropical, ha habido un sinnúmero de casos de reducción abrupta de
la alimentación y nosotros nos preguntábamos: “Bueno, ¿por qué nos toca esto? ¿Será
una nueva enfermedad?” Si realmente es
una nueva enfermedad, entonces creo que estamos ante un problema que interesa
no solo a Cuba, sino que interesa a todo el mundo.
No sé si al final vamos a descubrir un gen específico,
cubano, que nos haga acreedores a la enfermedad, puesto que hasta en nuestro
propio país no había extranjeros con ese problema. En la Isla de la Juventud, donde tenemos
miles de estudiantes extranjeros, no se produjeron casos, tengo entendido, de
esta epidemia.
En general, todo esto era muy raro. Nosotros analizamos todos los casos, qué
grupos se habían enfermado más, qué grupos se habían enfermado menos; si había
grupos que estaban bien alimentados y, sin embargo, presentaban un índice
relativamente alto de la enfermedad.
Según la tesis que mencioné anteriormente, estos serían de los casos en
que se alimentan bien y se nutren mal.
Explico esto porque para nosotros había un montón de
incógnitas sin respuestas, y lo que decía la literatura universal es que había
que aplicar el tratamiento con vitaminas, que era lo tradicional y lo conocido
en todos estos tipos de enfermedades neurológicas y en otras parecidas, por
déficit alimenticio o por lo que fuera.
Fue lo que hicimos.
Se hizo necesario buscar cantidades grandes de
vitaminas para atender los casos, porque esta epidemia explota en un momento, y
fue imprescindible, en cuestión de horas, de días, buscar respuesta con los
medicamentos.
Ya les conté ayer algunas anécdotas que ocurrieron y
algunos médicos que por su cuenta empezaron en distintas regiones del país a
aplicar su propia receta y no eran fáciles de convencer, porque en una
provincia entera donde el equipo dirigente de la salud había llegado a una
conclusión, no era posible dar una simple orden de que tenían que cambiar el
tratamiento, porque estaban absolutamente convencidos del diagnóstico que
habían hecho y del tratamiento que tenían que utilizar.
La vitamina se aplicó desde el primer momento, y
también se aplicaron algunos otros medicamentos que se recomendaban para
situaciones parecidas a esta.
No faltó la vitamina desde el primer instante, que era
lo único que teníamos; sin embargo, como distintos problemas neurológicos
habían respondido a diferentes tratamientos, pues se organizaron una serie de
protocolos: se utilizó, incluso, el
interferón, a partir del momento en que surgieron los primeros síntomas de
virus; se utilizó el intacglobín también, que lo estamos produciendo en nuestro
país y es bastante eficiente contra determinadas infecciones; se utilizó el
ozono, la magnetoterapia, en fin, la larga lista de protocolos clínicos. Desde luego, en ningún caso se dejó de
utilizar lo más seguro que teníamos, o lo que se recomendaba en todos estos
casos, que era la vitamina. Por eso
todos estos protocolos se hicieron a partir del empleo de la vitamina como
base.
Seguíamos casi día por día el resultado de estos
protocolos que se iban organizando en distintos hospitales. Cuando llevaban cinco días, se estaban ya
analizando las informaciones de cada uno de ellos; pasaban siete días, pasaban
14 días, 15 días, para ver los casos que mejoraban, si se producía alguna
mejoría, cuál de ellos estaba dando mejor resultado. Era algo que se seguía día por día.
Debemos decir que realmente esta epidemia se convirtió
en una pesadilla y tenía que convertirse en una pesadilla cuando se veían los
partes diarios y se veían que eran cientos, 200 ó 300 casos. Si mal no recuerdo, hubo un día en que se
informaron alrededor de 800 casos, y tratándose de un problema que afectaba la
visión, tratándose de un problema que afectaba el sistema nervioso central,
incluso, porque aparecían a veces síntomas de sordera, ataxia y todo tipo de
fenómeno, era lógico que la preocupación fuera enorme: qué volumen tiene esto, adónde va a
terminar esto.
Claro que hay un momento en que se produce un
incremento como consecuencia de la búsqueda activa de la enfermedad. No teníamos todavía tantos médicos de la
familia cuando empezó, porque cada año se incorporan entre 3 000 y 4 000 médicos
de la familia; pero ellos empezaron a buscar activamente los casos, porque algo
que se descubrió bastante temprano fue la importancia del diagnóstico precoz de
la enfermedad. Fue por eso que nos
lanzamos a buscar los enfermos, y, claro, tiene que haberse producido la
hiperdiagnosis, eso era inevitable; todavía los médicos no tenían mucha
experiencia.
Pudimos, sobre todo en la óptica, contar con elementos
que daban mayor garantía y mayor precisión en cuanto al diagnóstico. En la perisférica aquello era muy genérico y
aparecían toda clase de síntomas, y fue, posiblemente, donde se produjo un
número mayor de diagnósticos falsos; pero fue necesario instruir a todos los
médicos sobre la marcha, darles información, buscar recursos de todas clases,
para poder hacer un diagnóstico acertado.
Nosotros nos habíamos enfrentado, en ocasiones, a
otras enfermedades. Aquí hemos tenido
todo tipo de enfermedades:
enfermedades que afectaban a las plantas en determinados
momentos, enfermedades que afectaron a los animales más de una vez; incluso, ha
habido quienes reconocieron internacionalmente que introdujeron algunas
enfermedades aquí, como la fiebre porcina africana.
Tuvimos que enfrentarnos a algunas enfermedades de
tipo humano, una de las más duras fue el dengue, que también adquirió una
magnitud tremenda. El dengue costó 152
vidas, principalmente de niños, y afectó a más de 300 000 personas. Recuerdo que un día se reportaron 11 000
casos, fue el día récord; nos obligó a una lucha tremenda contra el portador,
el aedes aegypti famoso. Tuvimos que
dedicarnos a la cacería de mosquitos por toda la república, en todas partes, en
todos los hogares; afortunadamente era uno de estos vectores domésticos, que en
un jarro de agua, en una botella, en una goma, en cualquier charquito pequeño
se podían producir, y fuimos a buscar los productos que podían evitar la
reproducción del mosquito. Las
fumigaciones, todo aquello requirió un esfuerzo tremendo; pero se sabía que si
lográbamos reducir la población de mosquitos y liquidar el mosquito, estaríamos
venciendo la enfermedad.
Hubo momentos en que llegamos a recluir prácticamente
a todos los enfermos. Al mantener
limpias de mosquitos las áreas, en la lucha contra el mosquito, casi casi se
exterminó el aedes aegypti en nuestro país; pero aquella fue también una enfermedad
cruel, peligrosa. Hay quienes piensan
que sin las medidas tomadas el número de muertes habría sido de miles. Utilizamos el interferón ya con bastante
éxito, coincidió con el momento en que nuestros laboratorios estaban
produciendo el interferón.
El dengue fue una enfermedad dura, pero ninguna de las
enfermedades y epidemias que hemos padecido ha sido tan dura como esta, tan
cruel como esta, y no porque produjera víctimas fatales, sino porque
inutilizaba al hombre si le afectaba la visión, si le afectaba los movimientos.
Podemos decir que esta es la más cruel de todas las
epidemias con que nos hemos enfrentado, con muy poca bibliografía de tipo
internacional, ninguna experiencia, sobre la marcha tuvo que improvisarse todo
para poder hacer frente a esta epidemia, que ha dejado secuelas en un
determinado número de personas; a todos nos duele muchísimo cuando decimos que
hay un tanto por ciento de casos que no tuvieron una recuperación total, o de
casos severos; es decir, todavía estamos sufriendo lo que ocurrió.
Nos parece que fue muy correcto, desde el primer
momento, solicitar la cooperación internacional, por dos razones: en primer lugar, no
podíamos confiar solamente en nuestros conocimientos, en nuestra experiencia y
en nuestros centros científicos; y, en segundo lugar, nos parecía que esto era
de interés de toda la comunidad internacional.
Por eso abrimos de par en par las puertas de nuestro país e invitamos, a
través de la Organización Mundial de la Salud y de la Organización Panamericana
de la Salud, a todos los países que quisieran colaborar con nosotros en la
investigación de la enfermedad.
Descubrimos, además, que teníamos puntos débiles.
En general, nos sentíamos satisfechos de nuestros
centros de investigación y de los adelantos científicos alcanzados por Cuba,
pero vimos que en algunas áreas éramos débiles. Descubrimos que en toxicología, por ejemplo,
éramos débiles; descubrimos que en epidemiología teníamos lagunas y atrasos;
descubrimos que en cuanto a los laboratorios, en el análisis de determinados
elementos, vitaminas y microelementos, teníamos también debilidades,
inexperiencia, que no contábamos con toda la tecnología, con todos los equipos
necesarios.
La epidemia fue una lección para nosotros, y nos
sirvió para descubrir, en el campo de las investigaciones, cuáles eran nuestros
puntos más débiles.
Así, hemos desarrollado una colaboración abierta con
todo el mundo, con todos los centros de investigación que se interesaron, les
hemos dado toda la información. Como
ustedes han podido apreciar, no se ha dejado de informar un solo dato, un solo
detalle sobre la situación que teníamos en la nutrición y en otros aspectos,
cuáles eran los niveles de determinadas vitaminas que teníamos en sangre,
aunque realmente no teníamos una serie histórica que pudiera permitirnos hacer
comparaciones.
Debo decir algo más: cuando ya se había empezado a dar un
complemento de vitaminas a la población, porque eso se hizo muy rápido, no
podíamos hacer análisis posteriores. En
las provincias que faltaban por repartir las vitaminas, decidimos recoger más
de 1 000 muestras de sangre para examinarlas después, lo cual no resultaba
fácil por lo que dije antes, que no había ni todo el equipamiento ni toda la
experiencia necesaria para comprobar los tenores de vitaminas de un tipo o de
otro que tenía la población.
Pudimos aprovechar algunos datos de exámenes que
habían hecho en el Instituto de Hematología con otros fines, para otras
investigaciones, hacía bastante tiempo.
Por eso hay algunos datos que no podemos tenerlos a su disposición,
porque no íbamos a hacer los exámenes de sangre después de estar repartiendo
las vitaminas, puesto que fue cuestión de días, de semanas, desde el momento en
que se tomó la decisión de adoptar esa medida preventiva hasta el momento en
que se aplicó. Hubo que adquirir los
componentes, traerlos en avión, poner algunas plantas a trabajar día y noche, y
movilizar a todo el país para empezar a repartir la vitamina, único recurso que
teníamos en ese momento a mano para tratar de prevenir.
Fue un enorme esfuerzo, realmente, aunque creo —tengo
la convicción como testigo que he sido de todo este proceso— que, cualesquiera
que sean las causas, las vitaminas desempeñaron un importante papel. Por lo pronto, hay que decir que las
vitaminas desempeñaron un importantísimo papel en la terapéutica. Efectivamente, se descubría un caso, si era
leve, más pronto respondía; pero respondían casos de todo tipo, leves,
moderados y severos. Es decir que se
convirtió ya la vitamina en el tratamiento por excelencia, no importaba cuál
fuera el factor desencadenante. Eso se
vio y, como les decía, era lo único que teníamos.
Hay otros remedios.
Claro, si usted parte de la tesis tóxico-nutricional, si nosotros
dispusiéramos de las pampas argentinas y de decenas de millones de cabezas de
ganado y de otros animales que hay allí, que muchas veces antiguamente le
cortaban un pedazo y dejaban el resto, habríamos podido tomar la medida
preventiva de mejorar la alimentación como cosa primaria. Eso se dice fácil, sin embargo, no era un
recurso que estuviera a nuestro alcance.
Debo decirles que los programas alimentarios eran
programas priorizados de la Revolución antes de la epidemia; pero aun más,
antes del período especial. No se
imaginan ustedes la cantidad de centros de cría de aves que estábamos haciendo
para incrementar una producción de huevos y carne de ave que ya era alta; los
cientos de nuevas vaquerías que estábamos construyendo para incrementar un
consumo de leche que ya era alto, independientemente de la que se importaba;
los cientos de centros porcinos que se venían construyendo, además de los que
teníamos con una producción relativamente alta. Todo esto antes del período especial y antes
de cualquier epidemia, como un programa lógico para mejorar la alimentación,
que ya era bastante buena, sobre todo en el sentido de que estaba bien
distribuida, les llegaba a todos.
Cuando decíamos 3 000 calorías per cápita, era, como regla, 3 000
calorías para todos los ciudadanos; cuando decíamos 70, 75 u 80 gramos de
proteínas de origen animal y vegetal —la mayor parte era de origen animal—,
eran 70 u 80 gramos que recibía toda la población, sin contar la que la
población campesina consumía.
Todo eso estábamos tratando de aumentarlo, cuando
viene el período especial por las causas que aquí se han explicado.
El programa alimentario sigue siendo el programa
número uno priorizado por el país, y no crean ustedes que son pocos los
esfuerzos que hemos hecho por la producción de alimentos. Pero nosotros importábamos millones de
toneladas de granos, tanto para el consumo humano como para el consumo animal;
importábamos millones de toneladas de fertilizantes; consumíamos casi 14
millones de toneladas de combustible.
Los planes de regadío en nuestro país estaban en plena ampliación cuando
se producen los factores que originaron el período especial y la producción de
alimentos requiere, entre otras cosas, combustible, no ya solo para preparar
cantidades de tierra considerables en un clima como el nuestro, en que en los
períodos de lluvia no se puede preparar bien la tierra; en un suelo como el
nuestro, de tierra dura. La tierra
nuestra no es la tierra suave de Europa, es cemento en nuestro clima, que no
puede utilizar cualquier acero en los equipos de preparación de tierra, tiene
que usar aceros especiales.
El combustible disponible para el país quedó reducido
a un 40% del que se recibía anteriormente.
El país se quedó sin pienso para todas las
producciones avícola, porcina y de ganado bovino, para la producción de leche y
para la alimentación de los propios animales.
El clima nuestro no es el noble clima templado donde
las leguminosas, grandes productoras de proteína, se producen fáciles; aquí la
leguminosa más corriente es una mala hierba: el marabú, que no lo come el ganado,
que se convierte en un obstáculo para la agricultura. No es el clima holandés, ni el clima
francés, ni el clima europeo, ni el americano, donde se pueden sacar 15, 16 y
17 litros de leche alimentando a los animales sin granos, simplemente con leguminosas. Nosotros nos quedamos con las gramíneas, y
gramíneas no fertilizadas.
Nosotros hemos sido capaces de producir, en algunas
pequeñas plantaciones de alfalfa cultivadas como lechuga, hasta 28 litros de
leche en un animal, y ha engordado el animal.
No tenemos esas ventajas para la producción lechera. Pero sin combustible, sin fertilizantes, sin
pienso, como nos quedamos nosotros, de una manera casi abrupta, era difícil,
bien difícil, el desarrollo rápido y voluminoso de la producción de alimentos.
Hemos tomado muchas otras medidas: cuanto pedacito de tierra hay por ahí
se lo hemos ofrecido a la gente para que lo cultive; se han hecho huertos, se
han hecho organopónicos en las ciudades, se ha hecho todo lo posible.
Quiere decir esto que estamos conscientes de que lo
primero era mejorar las condiciones nutricionales, y se han hecho, realmente,
extraordinarios esfuerzos en ese sentido.
Hemos hecho esfuerzos en la producción de
pescado. Hoy día no es fácil, nosotros
teníamos flotas que pescaban en mares abiertos; hoy día es muy difícil pescar
en mares abiertos. Nosotros apoyamos,
incluso, la extensión de las 200 millas a pesar de que no le convenía a nuestro
país directamente, pero les convenía a muchos países del Tercer Mundo, y la
apoyamos. Hoy no es fácil enviar las flotas a pescar
dentro de las 200 millas de cualquier costa, que son las zonas donde abundan,
son grandes los obstáculos; pero hicimos esfuerzos por incrementar la
producción de peces de agua dulce en todos los embalses y presas del país. Esa es la situación real, objetiva.
Los alimentos importados tenemos que traerlos desde
miles de kilómetros de distancia, el transporte nos cuesta mucho más caro;
pero, además, para comprar alimentos hace falta disponer de recursos, divisas
convertibles, al menos en las cantidades que necesitamos.
Nosotros tuvimos que buscar nuevos mercados para
nuestros productos. No tenemos
organismos internacionales que nos den créditos, facilidades, estamos excluidos
de todo eso. Los negocios que nuestro
país trata de hacer en la esfera económica son constantemente saboteados para
dificultar la vida económica del país, en una estrategia para rendirnos por
hambre, por enfermedad, por lo que sea.
Si el hambre puede originar enfermedades, es un
intento realmente cruel de poner de rodillas a nuestro país. No quiero hablar de eso, pero sí quiero
explicarlo, considero un deber explicarles que cuando hablamos de medidas
preventivas no nos olvidamos, ni mucho menos, de que hay que mejorar las
condiciones alimentarias de la población, y en eso luchamos
extraordinariamente, contra enormes obstáculos, como cosa prioritaria.
Por eso a nosotros nos resultaba, sin embargo, más
asequible la posibilidad de dar una dosis de vitaminas a toda la población, y
hemos seguido también ese camino de buscar qué implemento podemos darle de
calcio y de otros productos en estas circunstancias. Es más asequible, tenemos un buen desarrollo
de la industria farmacéutica, se adquieren los elementos necesarios en el
mercado a precios que son para nosotros posibles de pagar. No tenemos en lo inmediato otro recurso que
ese, por eso insistimos, incluso, en si esta dosis de vitamina debe mejorarse,
debe complementarse.
Hemos visto que la cuestión de las vitaminas no es
solo de un país del Tercer Mundo, ya aquí se dijo, y esta mañana vi un pomo que
me obsequiaron que hasta selenio creo que tiene, en muy pequeñas cantidades,
porque, como dijo alguien ayer, se puede producir inconvenientes si se consumen
cantidades mayores de algunos de estos elementos; tenía caroteno, procaroteno y
no sé si hasta incluso licoteno, o algo con lo que se puede producir. Y pregunto: “¿Oye, de dónde es?”
Dicen: “No, esto es de Suecia.” Que yo tenga
entendido, en Suecia no hay ningún período especial, en Suecia no hay ningún
fenómeno tóxico-nutricional, no hay ninguna neuropatía y andan vendiendo muchos
pomos de complemento vitamínico y de minerales, y lo usan como preventivo de
determinadas enfermedades, como se dijo ayer, desde el infarto hasta el cáncer,
y para vivir no sé si los 120 años potenciales esos de que se habla que tiene
el hombre.
Así que los países muy ricos y desarrollados andan
buscando complementos vitamínicos. Linus Pauling decía que hacían
falta de tres a cuatro gramos de vitamina C.
Bueno, tres o cuatro gramos no sé si Japón, Suiza o Suecia podrán,
porque la vitamina C se sabe que cuesta, no es muy barata. Claro que se obtiene a través de los
cítricos, la guayaba, las frutas, en las cantidades consideradas
necesarias. Pero en esas supercantidades
de vitaminas como tres o cuatro gramos, no se sabe lo que costaría a cualquier
país por muy desarrollado que esté el poder producirlas.
Nosotros tenemos la materia prima, el azúcar, para
producir la vitamina C, y tratamos también en un tiempo de adquirir plantas
carísimas, tecnologías complejas y, además, tecnologías monopolizadas, de
manera que un país cualquiera quiere producir vitamina C y de repente se
encuentra que los que tienen el monopolio de la tecnología no la venden, no la
suministran, y son, además, muy caras.
El mundo tiene muchos problemas, pero nosotros, en
este taller, no podemos involucrarnos con todos los problemas del mundo; pero
les digo, al menos, que las vitaminas sintéticas son relativamente baratas.
Nosotros hemos estado buscando fuentes de calcio que
consideramos indispensables. Una
compañera de Matanzas habló de la espirulina, la espirulina hace rato que la
estamos desarrollando; pero ahí están las tablas de la vitamina B-12 y de los
carotenos que tiene la espirulina, y dicen que es mucho más antigua que el
hombre. Creo que una vez leí que la
espirulina existía hacía 3 000 ó 4 000 millones de años. Parece que una de las primeras formas de vida
que hubo sobre la Tierra fue la espirulina, y es muy buena, es muy rica en proteína,
llega a tener casi un 70% de proteína; pero cuesta producirla, cuesta
electricidad, cuesta combustible, hay que hacer instalaciones importantes y
nosotros estamos haciendo algunas de ellas, pero no da para darle espirulina
realmente a 11 millones de habitantes.
Si hiciéramos un análisis de costo, veríamos que las
vitaminas del complejo B a través de la espirulina deben costar unas cien veces
lo que costaría dar esa misma cantidad de vitaminas a través de la producción
industrial. La espirulina es buena
hasta como negocio, porque hoy día hay la tendencia a consumir todos esos
productos. Pero eso está más al alcance
de la mano nuestra, tenemos que ver todo lo que pueda estar al alcance de
nuestras manos, independientemente del esfuerzo en la agricultura y lo que
estamos haciendo en todas las cuestiones de autoconsumo.
El autoconsumo está priorizado en todo el país,
millones de hectáreas de tierras estatales han sido puestas en manos de los
colectivos de trabajadores, como dueños de la producción, para que produzcan no
solo los cultivos comerciales que no podemos dejar de producir, los cultivos
para la exportación, sino también para el consumo de la población y para el
autoabastecimiento. Creo mi deber
explicarles esto a ustedes para que no haya absolutamente ninguna duda de la
conciencia que tenemos de aquellas cosas que deben priorizarse.
Aquí se hablaba de que estamos siguiendo los casos,
fue lo primero que nos planteamos, el más elemental y humano de nuestros
deberes era seguir todos esos casos. No
podemos concebir un solo ciudadano que tuvo una neuritis óptica y no se hubiese
recuperado totalmente, olvidado y abandonado a su suerte; no, y nosotros no
renunciamos ni renunciaremos nunca, por una vía o por otra de cualquier caso.
Nosotros trabajamos hasta en el desarrollo del Factor
de Crecimiento Nervioso y pueden surgir en algún momento algunas posibilidades
con el Factor de Crecimiento Nervioso.
En el Centro de Ingeniería Genética, llevan como tres años trabajando en
eso, precisamente, por la influencia que pueda tener en los trasplantes de
nervios y en determinadas afecciones nerviosas; así que la esperanza no se
puede perder, o el potencial que quede en esos nervios de recuperar algo de sus
funciones, o en medicamentos que en un momento dado puedan obrar el
milagro. Si tenemos que esperar
milagros, pues esperaremos, incluso, milagros, antes que abandonar la esperanza
de que uno de estos ciudadanos pueda recuperar todas sus capacidades. Esa lucha no la abandonaremos.
Aquí hay seguimiento no solo para los que tuvieron
neuritis óptica, nuestro ministerio de salud tiene seguimiento para todos los
enfermos que en este país lo requieren, desde trasplantados de riñón, que hay
bastantes, o trasplantes de corazón u otras muchas enfermedades.
Hace unos días una institución cubana donó 50 000
dólares, de lo que le correspondía de ingresos obtenidos por la venta de
plantas y cosas. Ellos tienen derecho a
disponer de una parte de esos recursos y donaron 50 000 dólares, todos los
trabajadores se pusieron de acuerdo y decidieron donar esos 50 000
dólares. A cada rato llegan donaciones,
siempre, en general, las donaciones las entregamos a salud pública, pregúntenle
al Ministro. En este momento, dije yo,
en qué medicamento podemos invertir estos 50 000 dólares que los trabajadores
de esta institución han donado. Dice: “Bueno, en la
adquisición de insulina de consumo lento, porque tenemos un número de
ciudadanos que tienen que consumir esa insulina y estamos en una situación
apretada con el suministro.”
Aquí se siguen todos los casos del corazón, todos los
casos de diabetes y todos los casos de enfermedades que requieran
seguirse. Se les da seguimiento no solo
a los de la neuritis óptica o periférico, se les da seguimiento a todos los
ciudadanos del país que lo necesitan.
Afortunadamente disponemos de un potencial humano
numeroso y bien calificado, educado con una gran sensibilidad humana y en un
espíritu de solidaridad con los demás.
Ya tenemos más de 50 000 médicos y no hay que olvidarse que al triunfo
de la Revolución, de 6 000 que había,
3 000 se marcharon. Hubo una
política para dejarnos sin médicos, nos quedaron 3 000; hoy tenemos, por lo
menos, 17 médicos por cada uno de los que nos quedaron, y nuestras
universidades siguen graduando miles de médicos por año. Preferimos tener una reserva que nos
permita, incluso, que los demás médicos estudien, y para dar libertad al médico
que desee emigrar.
Ingresan unos 2 500 estudiantes de medicina por año;
en determinado momento estaban ingresando hasta 6 000. Ya tenemos casi cubierto el país con médicos
de la familia, trabajan en la comunidad, o trabajan en las escuelas, o trabajan
en los círculos infantiles, o trabajan en las fábricas; es decir que disponemos
de un personal humano numeroso.
Creo que un día habrá que realmente admirarse de que,
en medio del período especial y en medio de esta epidemia alucinante, el país
logró bajar la mortalidad infantil a menos de 10 por cada mil nacidos
vivos. A pesar de todos estos
problemas, ¿cómo ha sido posible bajar la mortalidad infantil a nueve y tantos,
colocarnos entre los primeros países?
Creo que estamos entre los 20 primeros países del mundo en materia de
mortalidad infantil.
Hay países industrializados que no tienen ese
parámetro de mortalidad infantil, y así, en medio de nuestras limitaciones y de
nuestras necesidades que les he explicado y de otras muchas necesidades, porque
tenemos necesidades también de ropa, de jabón, de artículos de limpieza, no
solo de alimentación; nosotros tenemos necesidades de combustible para que haya
agua corriente, agua para la limpieza de las ciudades, para todas las
cosas... Si la batalla nuestra hubiese
sido solo la batalla contra la neuritis epidémica, pero nosotros tenemos cien
batallas simultáneas que librar. No nos
desanimamos por eso y libramos la batalla en cien frentes diferentes, y en
muchos de ellos obtenemos éxitos.
En nuestro país no se ha cerrado una sola escuela, ni
una sola aula; no se ha cerrado un solo hospital, un solo policlínico; cada año
hay más médicos de la familia trabajando, nos las arreglamos como podemos para
distribuir lo que tenemos, pero no se sabe cuántas cosas hemos preservado en
las condiciones más increíblemente difíciles.
Ya que me hicieron venir aquí, me tomo la libertad de
explicar algunas de estas cosas conocidas por los compañeros del país, pero tal
vez no tan conocidas por los que vienen como invitados.
Ese es el marco social general en que estamos librando
esta lucha.
Puedo añadir que nuestros centros de investigación han
continuado desarrollándose, están muy priorizados. Hay nuevos centros de investigación que
empezarán a funcionar este año, no vamos a abandonar la investigación. Nosotros hemos tenido que usar la ciencia en
todo, hasta para fertilizar; hemos investigado bacterias que sirvan para añadir
nitrógeno u otros elementos al suelo, variedades de plantas resistentes a la
sequía, a todo.
No les conté que nosotros, además, estamos en una
posición geográfica con algunos inconvenientes; no vayan a pensar que me
refiero al hecho de ser vecino de un vecino muy poderoso, sino en el área por
donde pasan todos los ciclones: los que vienen del este, en la época
de verano, así que ahora estamos en temporada de ciclones que pueden formarse
en el Atlántico y soplar hacia acá; pero también han aparecido los ciclones del
oeste. La famosa Tormenta del Siglo,
con vientos hasta de 200 kilómetros, vino del oeste y en época que no era de
ciclones; arrasó quién sabe cuántas plantaciones la famosa Tormenta del
Siglo. Para nosotros es la tormenta del
milenio. Bien pudo haber venido 10 000
años antes que Jesucristo o 10 000 años después de la Revolución, pero se le
ocurrió pasar, y en qué momento, estábamos en medio de la epidemia que
analizamos.
Ocurren fenómenos nuevos, porque también estamos
padeciendo los cambios climáticos de que se habla. Eso no es una teoría ni una ilusión, eso lo
hemos visto: los
calores que estamos padeciendo cada vez mayores, el clima es más inestable, los
ciclones son más frecuentes y más fuertes; el famoso Niño por el Pacífico
también trae sus consecuencias hacia nuestro país y producen fenómenos que son
extraños. Es decir, hasta contra esos
fenómenos naturales nos estamos enfrentando nosotros en estos momentos; sin
embargo, no perdemos la confianza, mantenemos nuestro espíritu de lucha,
mantenemos nuestros ideales y nuestros propósitos.
Todo lo que hemos alcanzado lo hemos alcanzado con la
Revolución. Perdónenme que en medio de
un taller científico hable de revolución; pero, en definitiva, este taller
científico también es una revolución.
¿Cuándo se vio junta así tanta gente de ciencia de tan
distintos países discutiendo un problema tan vital? Creo que es un síntoma esperanzador de la
nueva época. En la nueva época hay de
todo: síntomas
que no son esperanzadores y otros que son esperanzadores.
La respuesta y la participación de ustedes en este
evento es algo que no olvidaremos nunca.
Como testigos —vuelvo a repetir— que hemos sido de
este proceso, podemos apreciar cuánto hemos avanzado, desde el día en que nos
empezaron a hablar de una extraña epidemia por allá por Pinar del Río que tenía
tales y tales características, desde el momento en que se empezó a reunir todo
nuestro personal científico.
Debemos decir que en los primeros momentos, por
desgracia, el área de epidemiología de salud pública se enteró de la enfermedad
y trabajó ella sola en la enfermedad, no se lo contó a nadie, no advirtió a
nadie desde el momento en que llegamos a tener el conocimiento de que existía
esa enfermedad. Y tardó tiempo, porque
casi todo el año 1992 pasó con aquellos casos aislados y no había ninguna
información oficial del problema, viene a haberla en el primer trimestre de
1993; de lo contrario, habríamos hecho lo que hicimos mucho antes, que fue
coordinar todos los centros de investigación, organizar un grupo con autoridad
para enfrentar el problema e investigar.
Hubo un cierto tiempo perdido, pero se reunieron todos
los que tenían conocimiento y experiencia en un campo u otro, a trabajar
sistemáticamente con relación a este problema; pero al principio era la
oscuridad total, y simplemente teorías y búsqueda desesperada de
bibliografía. El profesor Román lo sabe
porque él nos trajo alguna de la bibliografía internacional sobre todo
eso. La vimos, pudimos pasar por la
experiencia de todas las teorías habidas y por haber, si era esto, si era lo
otro.
Como el problema empezó por Pinar del Río, claro que
estaban haciéndole exámenes al tabaco, para ver si es que había algún producto
o algún plaguicida para tratar el tabaco y que pudiera estar el origen en
eso. Se perdió tiempo. Cosas que tenían que haberse investigado en
tres días se tardaron meses, porque es que nadie sabía, nada más los compañeros
que estaban allí, muy confiados porque teníamos un buen sistema de defensa, de
prevención contra las enfermedades, estaba priorizado todo eso; pero por esa
autosuficiencia que a veces tienen los hombres, o a veces tienen las
instituciones, se perdió tiempo.
Ahora, lo que conocemos hoy es realmente asombroso
comparado con lo que sabíamos. Y
sabemos que no sabemos nada, es lo peor; que a pesar de todo lo que sabemos,
hay muchísimas cosas que no sabemos.
Pero quien haya tenido el privilegio de escuchar los informes que se
hicieron ayer y en parte hoy, se asombra de todo lo que se ha avanzado, de la
lógica que tiene todo lo que se explica, todo lo que se dice.
Se asombra también cualquier testigo de las
intervenciones que han tenido lugar. Se
destacaron especialmente las intervenciones de los invitados. He podido apreciar un nivel científico muy
elevado y una capacidad de síntesis y de exposición muy buena. No voy a criticar las exposiciones de los
cubanos, porque ellos también hicieron muy buenas exposiciones; pero creo que
ellos han aprendido también, y mucho, al escuchar las numerosas intervenciones
de ustedes, que de nada valdría decir que vinieron eminentes científicos, lo
importante es haber tenido la oportunidad de escucharlos a cada uno en su área,
a cada uno en su rama, y les debo decir realmente, con absoluta sinceridad, que
estoy muy impresionado.
Somos algo más que amigos y colaboradores, somos en
este momento compañeros en una gran batalla por la salud humana. 0 nosotros descubrimos todo lo que tenemos
que descubrir sobre esto, o la humanidad va a sufrir bastante, porque nosotros
no somos una islita única y exclusiva en el mundo.
Los habitantes de la Tierra son ya casi 6 000 millones
—en estos días estuve viendo una proyección y creo que faltaban 5 millones;
faltaban algunas semanas, si acaso, para tenerlos, porque son 240 000 personas
las que aumenta la población mundial por día, son casi 6 000 millones— y me
pregunto si hay algún país que pueda sentirse libre de algún fenómeno como
este. Tenemos que desentrañarlo, tenemos
que resolverlo.
Esta no es la poliomielitis que se conocía, era una
gran tragedia, afectaba a un número de personas, pero las afectaciones de este
tipo de enfermedad son peores todavía que las de la poliomielitis; sobre todo,
tiene la característica de ser masiva.
¿Alguien puede asegurar que hay algún país del mundo
libre de fenómenos de esta naturaleza?
Luego, tiene un valor humano extraordinario que desentrañemos todos los
misterios que podamos desentrañar en torno a la enfermedad. Algunos dicen que en ciertas enfermedades
han tardado 20 años. Esta no puede
esperar 20 años, porque todavía hay algunos casos, no ocurre como en el Japón
que finalizó la epidemia y, que yo sepa, no había nuevos casos.
Otras enfermedades aquí se han mencionado, contra las
cuales se lucha hace tiempo; la esclerosis múltiple, por ejemplo, pero esa es
muy rara. El problema de esta
enfermedad es que se volvió masiva, es decir, tiene un potencial de
peligrosidad mucho mayor que cualquier otra enfermedad, es muy grande.
Tenemos el deber de seguir trabajando y esa es nuestra
esperanza, que sigamos todos trabajando, que otros se sumen para desentrañar
todos los misterios de este fenómeno. Y
así los vemos a ustedes, como compañeros, como hermanos en la lucha por una
gran causa humana contra un fenómeno que no solo nos afecta a nosotros.
Hemos aprendido la idea de que hay que saber luchar
por los demás. Más de 10 000 médicos
nuestros han prestado servicio en el exterior, más del 90% gratuitamente. Hemos luchado por la salud a nivel
mundial. Ahora en la lucha contra esta
enfermedad y contra cualquier otra, en cualquier nuevo descubrimiento, en
cualquier nuevo medicamento, siempre tenemos presente que estamos luchando
también por los demás. Así que sabemos
apreciar lo que significa la colaboración que se recibe, el gran mérito humano
y el gran mérito moral que hay en ello.
Por esto —como decía Teja—, esperamos volvernos a
encontrar. No decimos adiós, sino hasta
luego, y no a nuestros amigos, sino a nuestros hermanos científicos y
compañeros en esta hermosa y extraordinaria batalla que estamos librando.
Muchas gracias.
(APLAUSOS)