DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL
PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE
MINISTROS, EN LA CLAUSURA DEL IX FORO DE CIENCIA Y TECNICA, EFECTUADA EN EL PALACIO
DE LAS CONVENCIONES, EL 16 DE DICIEMBRE DE 1994.
(VERSIONES
TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Queridas compañeras y queridos compañeros:
Llevan ustedes cuatro días de reuniones, en comisiones
y en plenarias. No he tenido esta vez
el privilegio de participar todo el tiempo, pero sí he tratado de seguir de
cerca el desarrollo de este evento y hemos recibido muchas informaciones sobre
el nivel de satisfacción de los compañeros que han participado, acerca de la
calidad de este IX Foro de Ciencia y Técnica.
En buena lid, como ciencia y técnica sería el segundo;
pero de todas formas hay que bautizar las cosas, y ya había ciencia y había
técnica desde que empezaron a producir las primeras piececitas de repuesto, por
tanto, se puede llamar el IX Foro de Ciencia y Técnica.
Tengo la impresión de que este movimiento marcha y
está produciendo excelentes frutos.
Tengo la impresión, además, de que somos un país
privilegiado por el hecho de contar con un movimiento como este; no he oído
decir que en alguna otra parte exista, y no creo que exista.
A veces he dicho que somos el país de más médicos per
cápita, pero podríamos decir que somos el país de más investigadores y de más
gente de ciencia y técnica per cápita, puesto que, aunque uno escucha los
números y los números siempre causan alguna impresión, hace falta meditar para
comprender la importancia que tiene el hecho de que hayan presentado trabajos a
este foro 263 000 autores.
Es cosa seria que un país pequeño como el nuestro, sin
desalentarse frente a los problemas, sea capaz de ponerse a pensar, y el que
263 000 personas aquí sean autores, creo que dice mucho de lo que significa
este movimiento y de la fuerza que tiene la ciencia y la técnica en la
Revolución; son 263 000 autores.
También otro dato lo estábamos verificando hace unos
minutos: 256 000 soluciones; y, por
último, más de un millón de participantes.
Es algo realmente impresionante, y nos sentimos extraordinariamente estimulados
por estos frutos.
Ya escuché a Rosa Elena hablar sobre si podía haber
contradicción entre rigor y masividad.
¿No fueron esas las palabras que tú empleaste, Rosa Elena? (Le dice que sí.) Estos deben ser los
científicos ahora aquí que se han incorporado al foro de ciencia y técnica, que
se ponen demasiado exigentes —tú a lo mejor eres uno de ellos, el Director de
CENPALAB.
No, yo creo que realmente ese fenómeno no se puede
dar; queremos, primero, que sea masivo el movimiento, y, además, que tenga
rigor. Si no somos capaces de encontrar
la fórmula, hablaremos con Borroto y le diremos que la busque en uno de esos
fermentadores, para ver si se hace una combinación y un buen injerto; o si no,
con la gente de Inmunología Molecular, e injertamos las dos cosas: masividad y rigor.
Creo que ustedes han hecho algo parecido en estos días
con el trabajo —podemos decir— de este año, porque, realmente, esto viene a ser
la culminación de toda una etapa intensa de esfuerzo de miles y miles de
encuentros y reuniones, que, al final, concluye en esto.
Claro está que satisface ver cómo se han ido
incorporando fuerzas desde que nace este movimiento, por faltarnos piezas de
repuesto; ¿y de verdad que nos faltaban entonces piezas de repuesto?
Nelson, ¿cómo se compara con lo de ahora? (Nelson le dice que tiene un 20%.) ¿Qué es lo
que tienes, el 20% de las piezas que necesitas o que dices tú que necesitas, o
de las que tenías entonces? (Le dice que
de las que tenía en esa época.)
¡Caballeros!, si no nace hace 14 años, este movimiento
habría tenido que nacer de todas formas ahora, no tendría remedio, porque ahora
es que tenemos necesidades verdaderamente grandes, extraordinarias.
Aquella vez lo que descubrimos, en primer lugar, fue
que de los países socialistas a veces venían muchas piezas de un tipo y pocas
de otro; entonces había que resolver el problema de la proporción de piezas.
Del área convertible venían cantidades de piezas,
teníamos que gastar mucho dinero, y estábamos buscando ahorrar y producir aquí,
además, tantas piezas como fuera posible para cubrir algunos déficit del área
socialista. Se trabajaba, se luchaba.
Hoy sabemos que muchas veces no hay nada peor, o nada
menos educativo que la abundancia, si comparamos lo de entonces con lo de
ahora, si analizamos que el país perdió el 70% como mínimo de las
importaciones, que estamos trabajando casi con un 20% de lo que teníamos. ¿Acaso nosotros sabíamos apreciar lo que
entonces teníamos?
Sin embargo, aquel movimiento se fue desarrollando;
hubo que luchar contra negligencias, indiferencias, despreocupaciones, y así
surgió modestamente nuestro movimiento, hasta llegar a convertirse en lo que es
hoy.
Al principio era muy empírico; no sé en qué momento se
incorporarían los compañeros de las fuerzas armadas (Le dicen que estaban desde
el principio). Sí, desde el principio
ya estaban. ¿Y qué cambio hubo? ¿Acaso él tiene una participación mucho
mayor?, porque trato de recordar algo (Le dicen que nació con la industria
militar, pero que después las fuerzas armadas incorporó al movimiento los
ejércitos, las tropas y el resto de las direcciones).
Al principio ellos trabajaban en los talleres de la
industria militar; luego, el resto, constituyó también un salto de calidad muy
importante el momento en que se incorporaron todos los centros de investigación
del país.
En los centros de investigaciones había trabajado el
país mucho, y continúa trabajando aun en los tiempos más difíciles. Casi podría decirse que en el período
especial, el área científica, que venía recibiendo apoyo, ha recibido más apoyo
que en el período normal.
Es cierto que teníamos muchos de ellos en construcción
desde años antes, porque la conciencia de la importancia de la ciencia y de la
técnica es ya larga, la conciencia del problema, de la necesidad, casi desde el
principio de la Revolución cuando empezamos a crear algunos centros de
investigación; pero, a decir verdad, entonces no sabíamos —y creo que esto lo
he dicho en algún otro momento— qué era un centro de investigación.
Aquí había algunos científicos, y, por cierto, varios
de ellos de mucho renombre y mucho prestigio, que hicieron trabajos
científicos; pero era el hombre solo en un laboratorio, en la universidad, en
algún lugar, en su casa, haciendo investigaciones. No podemos olvidarnos de Finlay, pero ¿qué
tenía Finlay para investigar entonces?
Y hasta la gloria de haber descubierto el agente transmisor de la fiebre
amarilla se la quisieron quitar, y aún se le discute.
Sí, tiene mucha importancia, Rosa Elena, lo que tú
decías, y lo que, según tus palabras, se discutió aquí, acerca de la protección
de la patente de las cosas que hacemos.
A veces nuestra misma condición de revolucionarios, el carácter humano
de la Revolución, puede dar lugar a que se ceda una patente, que no se analice
la cosa con criterio estrictamente económico.
Claro que necesitamos de la ciencia y necesitamos de
todos los recursos económicos que nos pueda dar la ciencia, y tenemos que ser
reservados y debemos cuidarnos, porque sabemos que hay bastante gente en el
mundo ya que quieren un poco apoderarse de nuestras investigaciones o de los
frutos de nuestras investigaciones.
También los hay que quieren apoderarse de nuestros cerebros. Es que saben que ya Cuba se va convirtiendo
en algo así como una potencia científica, y tratan de engatusar a nuestros
científicos, de conquistarlos de una manera o de otra, o de ofrecerles cosas
para quedarse con algunos de ellos. Eso
lo sabemos.
Hay que cuidar el fruto de las investigaciones, y hay
que cuidar, sobre todo, los recursos humanos que hemos desarrollado para las
investigaciones. Sin embargo, se dan casos
—como decía— en que un sentido humano puede indicar el deber de entregar a la
humanidad un conocimiento científico.
Puedo citar el ejemplo reciente de la retinosis pigmentaria en que se
organizó una reunión internacional para divulgar la tecnología.
¿Entonces qué veíamos? Que los descubrimientos del doctor Orfilio
Peláez se convertían en una fuente de recursos para el país. Pero es que resulta que en el mundo hay
millones y millones de personas que pueden necesitar esa técnica, y nosotros no
estamos en condiciones, ni mucho menos, de atender aquí, en este país, a
millones y millones de personas. No hay
ni los centros ni los hospitales.
Tenemos mucho personal preparado, porque tenemos ya más de 40
especialistas en la cirugía con relación a la retinosis pigmentaria y algunos
hospitales que prestaban esos servicios, y originaban algunos recursos.
No creo que económicamente se perjudique el país,
porque seguirá teniendo la preeminencia en eso, seguirá teniendo el
prestigio. Pero si usted pudiera atender
a 1 000 todos los años y en el mundo hay millones de personas que pueden tener
necesidad de esa técnica, carecería de sentido, no sería humano, no sería noble
de nuestra parte ponernos a calcular unos dólares más, unos dólares menos,
actuar egoístamente y quedarnos con el conocimiento.
Habrá mucha gente que se haga millonaria con la
técnica; pero uno pensaba y veía casos de familias que tenían que pagar los
pasajes desde muy largas distancias, muchos de ellos no tenían recursos;
además, tenían que pagar los gastos de las operaciones, los gastos de la
estancia de los acompañantes, porque ese es un tipo de enfermedad que requiere
acompañante, y, vuelvo a repetir, son incontables las personas en el mundo que
pueden recibir los beneficios de esa técnica.
Estos problemas los analizamos con el doctor Orfilio
Peláez, que es un hombre muy caballeroso, muy noble, muy generoso, y él estuvo
totalmente de acuerdo con la idea de divulgar los secretos de la operación de
la retinosis pigmentaria, y en un reciente congreso de tipo internacional
brindó la información.
No es exactamente igual que con la patente de un
medicamento determinado en que no se tiene que transportar el paciente, sino
que se transporta el medicamento. Las
pastillas y los medicamentos se pueden transportar en avión, en barco y en
cantidades masivas. Tendría otro
sentido; pero, claro, hay que protegerla contra la piratería, en ese caso.
Es decir, no hay que aplicar exactamente el mismo
principio en cada cosa, pero sí debemos tener claras las ideas de qué cosas
pueden ayudar a nuestra economía y con qué cosas nosotros podemos ayudar a los
demás, sin necesidad, incluso, de hacer grandes sacrificios. El problema es tener ideas claras en torno a
todas estas cosas y estricta disciplina.
En estas cosas algún personal nuestro, incluso instituciones, son
ingenuos e incluso irresponsables.
Les decía que seguramente con esta creación e
investigación cubana de retinosis pigmentaria muchos harán clínicas, pero
muchas más personas tendrán posibilidad de recibir la asistencia que les impida
perder la vista, y por eso lo hicimos, sin ninguna vacilación. Pero sí hay que proteger los frutos de
nuestras investigaciones, aquellos frutos a los que legítima y moralmente tiene
derecho el país, y los frutos del esfuerzo del trabajo humano que hemos hecho
formando cuadros y formando científicos.
El desarrollo científico se venía realizando, teníamos
conciencia de eso; pero aun en estos tiempos difíciles decidimos que las
construcciones aquellas había que terminarlas; algunas eran muy grandes, y
algunas cambiaban de proyecto por el camino.
No es una crítica, no, no miro a nadie en particular; los puedo mirar a
todos y diría que estoy acertando, porque no hubo uno solo que no incurriera de
una forma o de otra en eso. Bueno, a
algunos los veo aquí medio refunfuñando, como diciendo: "No, no, mi proyecto no se cambió."
¡Es que resultaba tan grande ya desde que lo concibieron! Ese era el problema, hubo cambios en el
camino, como regla, pero lo que se concebía ya era lo último que podía dar la
imaginación.
Es la experiencia que tengo, porque de una forma o de
otra no me ha quedado más remedio que lidiar con algunas de estas batallas para
la construcción y la terminación de un edificio, o de las edificaciones, de las
construcciones para las investigaciones científicas, y la regla era que eran ya
muy ambiciosos los proyectos, y, luego, también a lo largo del camino se
producían ideas nuevas, cambios, todo eso.
Pero en los años más duros y difíciles la Revolución se empeñó en que
todos esos centros tenían que terminarse, y muchos tenían que hacerse nuevos; y
no hubo la menor vacilación en eso, ni podía haber decisión más certera que
esa.
Claro, escuchábamos a Ramón hoy hablar de los
problemas de la caña, y yo trataba de recordar las condiciones en que se
producía la caña en los años del capitalismo en nuestro país.
Les puedo asegurar que una de las cosas que me hizo
revolucionario fue el recuerdo de lo que yo veía cuando era niño, de las
experiencias que viví personalmente, y no las viví como hijo de obrero
agrícola, las viví como hijo de terrateniente, y me enseñó mucho eso.
No, Ramón, no protestes todavía, por lo menos, porque
yo tengo un muy grato recuerdo de mi padre, de su nobleza de sentimiento y de
su generosidad, y eso le vino del hecho de ser campesino pobre de Galicia. Es una explicación clasista porque el viejo,
antes de ser gran terrateniente, fue campesino pobrísimo en Galicia. Por eso, cuando a veces en el Partido le han
preguntado a uno la procedencia —no sé si se la preguntan todavía, pero, bueno
(RISAS)—, origen de clase, ya yo no sabía qué decir; tenía deseos de responder,
campesino pobre; eso eran mis abuelos por parte de madre, y el viejo, cuando
era joven y vino, vino como obrero.
Recuerdo cómo vivía la gente en aquellos tiempos y
cómo sufría. Y Birán era un refugio,
cuando llegaba el tiempo muerto todo el mundo se refugiaba allá, y había fuerza
de trabajo sobrante siempre.
Recuerdo aquellos tiempos en que se hacían colas para
cortar caña. Recuerdo aquellos tiempos
en que de Birán salían las familias completas a pie, ya después que se habían
hecho las primeras líneas, cuando llegaba la zafra del café; se dirigían hacia
el este, en dirección a Pinares de Mayarí, para llegar a unos lugares donde estaba
sembrado el café, porque todo lo demás era caña en todas direcciones; solo
hacia el este de Birán, ya en esas montañas y después de los pinares, había
cultivo cafetalero, en general, de campesinos medianos o pobres.
Las familias, cuando llegaba la época de la recogida
del café, se organizaban ellas solitas, y ustedes saben cómo eran aquellas
familias campesinas con una escalera de niños, porque en aquella época ni se
hablaba de anticonceptivos, y los problemas de la explosión demográfica los
resolvían la gastroenteritis y las epidemias aquellas que las llamaban creo que
de acidosis; se morían en masa y, a pesar de todo, crecimos, fíjense si había
muchachos. Y la escalera de niños iba
acompañando a la familia con jabas, con cosas; no había ni un camión para
llevarlos, ni un arria de mulos para llevar las cosas, las familias se
trasladaban llevando en sacos sus propiedades y llevando en jabitas los zapatos
—¡no, qué zapatos, si iban descalzos!—, la poca ropita que podían tener para
ponerse un día, porque iban en masa, casi semidesnudos, para la zafra del café
y en espera de que retornara la de la caña otra vez.
Esa era también la situación de los campesinos en las
zonas tabacaleras, tenían que pagar unas rentas muy altas; como en la caña
estaban los colonos, una parte de la caña era del central, otra de los colonos,
o de los llamados subcolonos. Todos
esos fenómenos había, y las condiciones sociales eran muy, muy duras.
Realmente, la Revolución no podía mantener aquellas
condiciones sociales.
No se podía mantener aquello, nada estaba mecanizado,
ni el corte de arroz; el corte de arroz era con la hoz y el martillo (RISAS)
—no fue la hoz y el martillo lo que trajo algunas combinadas después para el
corte de cana; pero, bueno, era la hoz, esa sí la conocían todos los campesinos
arroceros—, y no recuerdo en todas aquellas áreas arroceras una sola máquina de
cortar arroz. Como también los
trabajadores se oponían a cualquier máquina de hacer tabaco, y en los puertos
se oponían a las máquinas para cargar.
¿Quién hubiera hecho un embarcadero de azúcar a granel
en la época prerrevolucionaria? ¿Quién
habría sido capaz de vencer la resistencia de los obreros portuarios que vivían
cargando sacos de 325 libras? Después
los pusieron de 250. ¿Se imaginan la
espalda, la cervical y todas esas cosas, de las cuales Gómez Cabrera y otros
muchos más podrían hablar, que las ven todos los días en los hospitales, en una
época en que miles de hombres, muchos miles y tal vez decenas de miles de
hombres tenían que ganarse la vida una parte del tiempo cargando sacos de 325
libras? Y aquellos hombres se habrían
opuesto resueltamente a los embarcaderos de azúcar a granel, a los puertos de
azúcar a granel; se oponían a una grúa, se oponían a cualquier cosa, porque les
quitaba el trabajo, los lanzaba a la calle, los mataba de hambre.
¿Quién hubiera hablado en este país, en los años
previos a la Revolución, de una combinada cañera? Ni la necesitaban; además, los importadores
de caña tenían en toda América Latina y el Caribe gente de sobra para cortar
caña. Lo que hubo al principio, con la
gran explosión de los latifundios cañeros, fue la inmigración de caribeños,
principalmente haitianos, para el corte de caña, porque había un tiempo en que
no alcanzaban; pero cuando la Revolución triunfa, los cortadores de caña
sobraban.
En aquellas circunstancias, bueno, vivía la gente de
eso, pero con una revolución no era concebible, la mecanización era inevitable
en todas las áreas, porque aun hoy, con período especial y todo, y con las
tremendas necesidades que tenemos, yo quisiera saber cómo se podría reclutar la
gente necesaria para cortar a mano el arroz que venía produciendo el país. Y Ross exclamaba que necesitaban por lo
menos 40 000, 50 000 permanentes en el
corte de caña, ahora, en período especial, como diciendo: ¿Cómo se puede concebir eso de que esté la
gente movilizándose para cortar la caña; cómo es posible que no lo hagan los
mismos cooperativistas, o los mismos campesinos, o los mismos trabajadores de
las áreas rurales? Antes se empleaban
más de 300 000 cortadores.
Luego, no había otro camino, y así vino la
mecanización de casi todas las actividades.
Hoy lo primero que pide el de la construcción es una grúa, o un buldócer para mover la tierra, el otro pide la
combinada. Es decir que se alcanzó ya
determinado nivel y una estructura de población, en su inmensa mayoría,
urbana. Repito, no es la situación de
China, donde la inmensa mayoría es rural y produce alimentos para esa minoría urbana;
y en Viet Nam es lo mismo, una inmensa mayoría rural que produce alimentos, y
aquí lo que tenemos es una notable minoría rural, teniendo que producir
alimentos para la inmensa mayoría urbana.
Si el proceso histórico de cualquier desarrollo lleva
a la gente del campo a la ciudad, a la inversa:
llevar la gente de la ciudad al campo, sería muy diferente, porque ha
cambiado todo, la cultura completa; el modo de concebir la vida, y, a pesar de
todo, hay miles en nuestro país que se movilizan al campo.
Estamos haciendo esfuerzos, y dondequiera que ha
habido un pedazo de tierra ociosa que pueda ser utilizada se le ha ofrecido a
alguien de la ciudad que quiera ir para el campo, o a alguien del campo que lo
quiera trabajar directamente. Y vemos
como buenas noticias cuando nos dicen que tantas caballerías de tabaco han sido
distribuidas, o tantas caballerías para producir alimentos, porque es que nos
sobra la tierra hoy en las condiciones en que estamos; no es la situación que
teníamos antes del período especial, que era la de la abundancia en recursos, a
la que me refería antes. Entonces, nos
habíamos mecanizado, sí; se les prestó atención a distintos problemas.
En 1970 no había todavía mecanización del corte de la
caña, pero ya se hacía insostenible la situación de la zafra sin la
mecanización, había que utilizar las máquinas.
Al fin se desarrollaron las máquinas de la caña, al fin se construyó una
fábrica de combinadas cañeras y se fueron perfeccionando los equipos.
Recuerdo que una vez, en la RFA —era entonces la RFA—
hicieron una combinada cañera, grande, pesada, era un mastodonte, pero cortaba
caña cantidad, la patente era cubana; después, de los australianos tomamos
experiencia también.
Aquí se adquirieron máquinas australianas muy buenas,
muy superiores a las primeras KTP-1 que hicimos nosotros; pero ya las KTP-1 no
resolvían, y siempre quedaba el problema de la limpieza, la fuerza del
motor. Recuerdo que la primera KTP-1
iba a utilizar, en teoría, un motor de 120 caballos; hoy —si no recuerdo mal, ahí
está la gente del SIME— creo que piden, como ideal, un motor de 250 caballos,
para todos los mecanismos que tiene esa combinada de caña.
Los australianos habían avanzado, ellos tenían caña
—Australia era el caso de un país industrializado que tenía caña, y por
entonces tenía mecanizado sus procesos productivos cañeros—, pero ya nosotros
íbamos por la KTP-3, de más eficiencia que las anteriores.
Claro que la mecanización del transporte, de la
preparación de tierra, de la cosecha de la caña, todo eso, creaba la
compactación del suelo, uno de los problemas serios, y, en determinado momento,
recuerdo que se le prestó especial atención a la cuestión de descompactar y se
adquirieron muchas máquinas de esteras para la subsolación profunda del suelo.
Se trabajó duro, y llegó un momento en que subsolábamos
decenas de miles de caballerías, porque teníamos que resolver esos problemas de
los cuales hablaba Ramón; pero habíamos logrado, mal que bien, producciones
estables de 8 millones de toneladas de azúcar al año. Claro, teníamos disponible casi un millón de
toneladas de fertilizante para la caña.
¿A cuánto llegábamos, Nelson, tú que eres experto en
saber cuáles son las desgracias de ahora?
(Le dice que a 850 000 toneladas.) Eso era lo que se empleaba en la
caña.
¿Y cuántas se emplearon en 1993? (Le dice que se empleó un poco de nitrógeno.)
Usamos un poco de nitrógeno especialmente gaseoso, que es más económico.
Realmente, la caña pierde de repente la fertilización,
la caña y otros cultivos también; pierde de repente el regadío, cuando teníamos
ya 201 brigadas de riego y drenaje parcelario, estábamos nivelando el suelo.
Ramón decía que hoy no hacen zanjas, y es verdad, ¡ni
zanjas!; pero se había creado la capacidad y se estaban preparando ya 100 000
hectáreas por año de riego y drenaje parcelario. Estábamos buscando no solo las facilidades
de la mecanización, sino las facilidades para el riego, los altos rendimientos
en la caña y un ambicioso, muy ambicioso, plan de regadío. Ya les digo:
201 brigadas y en este momento no hay una sola, porque hubo que pararlas
todas.
Hay muchas cosas que tuvieron que pararse, mucho antes
de que vinieran los apagones.
¡Doscientas una brigadas estandarizadas trabajando en el riego y drenaje
parcelario de la caña! Sí, iba
subiendo, y ya sobre la base de la mecanización, y cada vez mejores máquinas,
más eficientes.
En eso, como en otras muchas áreas de la agricultura,
había programas muy ambiciosos que se estaban llevando a cabo a través del
proceso de rectificación, muy ajenos a la idea de que otros procesos que
estaban teniendo lugar en otros lugares, iban a tener para nosotros las
consecuencias que tuvieron. Pero,
bueno, era la época de la abundancia, ya nuestro problema será preguntarnos qué
hacemos y cómo lo hacemos cuando volvamos a tener una mayor cantidad de recursos
de los que tenemos ahora.
Ya teníamos una fábrica de máquinas, tipo Fregat, de
pivote central; cada una de estas máquinas regaban un montón de hectáreas.
¿Hasta cuántas hectáreas podía regar una máquina de
aquellas? (Le responden que hasta 5,20
caballerías.) Que multiplicado por 13,4 da casi 70 hectáreas. Eso era, más o menos, 70 u 80 hectáreas, que
yo recuerde.
Ya nosotros habíamos creado en Bayamo una fábrica
capaz de construir hasta 1 200 máquinas de pivote central al año; estábamos
creando máquinas de riego para incrementar en 100 000 hectáreas por año los
cultivos de caña y los cultivos varios.
Yo estoy seguro de que por el camino que íbamos
llegaríamos a producciones cañeras suficientes para producir 10, 11, 12 y 13
millones de toneladas de azúcar, porque el potencial de nuestro país lo daba y
porque teníamos un mercado enorme a nuestra disposición.
La industria azucarera tenía —por los precios con que
contábamos para una gran parte de esa azúcar— unas perspectivas magníficas;
aquellas perspectivas se perdieron. Con
aquello comprábamos todo el combustible que venía al país.
Para que tengan una idea, aquí hubo un momento en que
estaba a 800 rublos por tonelada; hubo un momento en que con una tonelada de
azúcar nosotros comprábamos seis o siete toneladas de trigo. Y una hectárea de caña bien cultivada, con
unas 100 000 arrobitas nada más por caballería, significa 10 toneladas de
azúcar por hectárea. Quiere decir que
nosotros podemos llegar a comprar hasta 60 toneladas de trigo por una hectárea
de caña bien cultivada, sin ser óptima; porque los cañeros conocemos —yo me
considero medio cañero— el potencial de una hectárea de caña en las condiciones
de nuestro clima, con determinadas variedades, y que puede llegar a ser 15
toneladas de azúcar, y que una caña de frío con 15 ó 16 meses y suficiente
fertilizante y riego, puede llegar hasta el fenómeno de 30 toneladas de azúcar
por hectárea —vean qué nobleza la de aquel cultivo— en las condiciones en que
nosotros comerciábamos.
A los soviéticos les costaba más caro el azúcar que el
precio que nos pagaban a nosotros, no debemos olvidarnos de eso. Y, claro, los precios de sus productos
subían, y llegó un momento en que el petróleo subió como la espuma. Si el barril de petróleo valía dos dólares y
después se puso a 30, qué país podía resistir eso.
Pero los precios azucareros nuestros aumentaron porque
había un convenio de precio resbalante, si subía lo que ellos nos exportaban a
nosotros, subía lo que nosotros les exportábamos a ellos. Por eso nos libramos de la tragedia del
intercambio desigual, durante un período de tiempo, que es la tragedia del
Tercer Mundo.
Con 100 000 arrobas por caballería se podían comprar
hasta 60 toneladas de trigo por hectárea, sin exagerar mucho, y se podían
comprar, más o menos, 30 toneladas de arroz, con una hectárea de caña con 100 000 arrobas por caballería.
Y nosotros comprendimos la importancia que tenía ese
cultivo en aquellas condiciones y se le dio toda la atención.
Ahora las circunstancias son extraordinariamente
diferentes, ahora es heroico lo que hay que hacer en la caña, porque aún la
seguimos necesitando. Sí, llegará un
día en que no necesitemos tanto de la caña.
El día que pueda el país tener miles de millones de ingresos por el
turismo, el día en que la biotecnología y la industria farmacéutica nos
produzcan cientos o tal vez miles de millones, nadie sabe, el día en que la
ciencia y la técnica nos produzcan miles de millones, entonces dependeremos
menos de la caña.
Hoy dependemos de la caña y es heroico lo que hacemos,
porque, realmente, cuando se corta una caña que no tiene riego, que no tiene
fertilizante, que no dispone ya de decenas de millones de dólares en herbicida
—porque nos acostumbramos al herbicida; la posibilidad de disponer de unos 40 millones
de dólares todos los años para herbicida hizo que la gente se olvidara de la
guataca, y todo se perdió: herbicida,
fertilizante, regadío, brigada de drenaje y de riego parcelario, mercados,
precios preferenciales para el azúcar, todo eso. Pero aun hoy, al precio llamado mundial,
necesitamos del azúcar—, esa caña que le falta todo lo que mencionaba es una
caña fina en la que el machetero rinde mucho menos.
Nosotros cortábamos caña también y, por lo general,
digo la verdad, no me buscaban un caguasito ni mucho menos, era una cañita que
estaba con 80 000, 90 000, 100 000 arrobas; los compañeros que andaban por allí
buscándonos campos de caña a nosotros no querían que nos desprestigiáramos
demasiado como cortadores de caña. Y, a
decir verdad, cumplíamos la meta. Eso
sí recuerdo, que nunca falté un minuto a la jornada de ocho horas, que era la
habitual; yo no era un contingentista, solo un día me hice contingentista
porque estuve cortando 12 horas en un día.
Y era un cortador no muy malo, podía llegar en un día, en ocho horas, a
500, 600 arrobas.
Recuerdo que cuando empezó la zafra del 70, desde
agosto me fui a cortar caña y me correspondieron como dos vales de esos que
daban por cada 10 000 arrobas cortadas y llegaba a buenos rendimientos en una
caña de buenas condiciones, una 2878 de frío.
Barbados era 2878, ¿no?
¿Ustedes no lo saben?
Rosa Elena, ¿tú no lo sabes? (Le
responden que era POJ-2878.)
No, la Barbados era 4362, había otra, pero era la
4362; esa rendía bien y era caña temprana.
Desde agosto, y no bajaba muchas veces de 400 arrobas
en cuatro horas; corte de caña en una caña que pesaba. Si me ponen en un caguaso vaya usted a saber
lo poco que yo corto en cuatro horas.
Yo iba una jornada diaria de cuatro horas durante muchas semanas, en la
zafra de agosto para el 70 y en la que vino después.
En el rendimiento del machetero influye mucho el
estado de la caña, la limpieza y el peso de la caña. Claro, en aquella época nosotros cortábamos
las cañas de verdad y hacíamos una pila para que la cargara la alzadora, y no
tenía cogollo, y si eran largas había que cortar a veces hasta tres trozos o
dos trozos; y cortábamos rente al suelo, no el fenómeno ese que explicaba Ramón
de que estuvieran cortando a cinco pulgadas del suelo, eso es una locura. Venían las alzadoras y cargaban la caña,
cargaban las carretas, cargaban los camiones y todo marchaba.
Los bajos rendimientos elevan muchísimo el costo de la
caña, porque una caballería con 30 000 arrobas, ¿qué es una caballería con 30
000 arrobas? Eleva mucho los costos del corte, de la carga,
del transporte de la caña, reduce sus rendimientos en los centrales azucareros,
y, realmente, un central cortando dos meses es un central que no puede ser
rentable, porque un central debe cortar 130, 140 ó 150 días.
Claro, ya nosotros estábamos pensando hasta en un tipo
de máquina que en ciertos lugares bajos pudiera cortar la caña, con
semiesteras, parecidas a las máquinas arroceras.
Pero la caña tenía magníficas perspectivas. Hoy tenemos que recuperarla porque la
necesitamos todavía y la necesitaremos durante un tiempo. Hoy tenemos que hacer —repito— un sacrificio
heroico, porque reparar un central para que muela 60 días cuesta lo mismo que
repararlo para que muela 120, 130, 140 días, y si no echa a andar el central
pierde hasta la fuerza de trabajo, pierde hasta el central. Es decir, hoy es un esfuerzo heroico el que
tiene que realizar el país en la caña, porque la necesita y tenemos que
recuperar nuestras producciones, y el secreto es cómo hacerlo en condiciones de
período especial.
Ya decíamos que en condiciones normales estábamos
montados en 8 millones, en 1992 todavía, cuando nos quedaba el rezago de
fertilización y de regadío en función de los campos cañeros hicimos 7 millones;
ya estábamos en período especial. Pero
ya el golpe fue muy duro para la economía en 1993, en 1994 y en 1995. Y no hay duda de que eso produjo también su
desmoralización, es incuestionable.
Es a todo eso a lo que tenemos que sobreponernos y
levantar la caña de todas formas. Y
ahora estamos discutiendo seriamente posibilidades de algún financiamiento,
para echarle un poco de fertilizante y algunas cantidades de herbicida a la
caña, para darle un poco de regadío a la caña, para limpiar un poco mejor la
caña.
Hay que elevar esos rendimientos y esa zafra, porque
si no vamos a estar produciendo el azúcar más caro del mundo. Es imperioso hacerlo, y es una de las tareas
más difíciles y más complejas que tenemos en este momento: las actividades que están asociadas a la
agricultura cañera y a la agricultura en general.
Los compañeros en el gobierno dedican una gran parte
del tiempo a discutir y a buscar soluciones; estamos buscando fórmulas de
financiamiento para que, por lo menos, tengamos las cañas de otra calidad, con
mayor rendimiento y logremos reducir los costos, porque el potencial de
incremento de producción de esas cañas permite, perfectamente, pagar el costo
del regadío, la fertilización y otros gastos, y dejar un margen importante para
el país.
Hay que salir de esta etapa de ahora en que tenemos
que tener un central, a veces, con 60 y 70 días cortando caña; hay que salir de
esa etapa a toda costa, porque no podemos renunciar a la caña.
¡Ah!, pero puede llegar un día en que el peso de la
caña en la economía sea mucho menor, ese día tiene que llegar, y eso tiene que
salir de la ciencia y de la técnica.
Aunque seamos un país desarrollado en el futuro, no tenemos por qué
renunciar a la caña, igual que, digamos, los australianos no renuncian a ella a
pesar de sus ingresos y su desarrollo; entonces tendremos que tenerla bien
mecanizada y tendremos que crear de nuevo y echar a andar todas esas brigadas
de riego y drenaje parcelario, y buscar rendimiento, reducción de costos y
máxima eficiencia.
Yo sugería eso cuando se discutía lo de la caña, la
idea de perfilar, de precisar y de concretar cómo debemos trabajar, en estas
condiciones, con las máquinas, con las combinadas, con el buey, con todo eso; y
establecer la disciplina más rigurosa en eso, tenemos que establecerla.
¿Quién puede tener hoy una justificación para no
atender la caña? Si un campesino
individual tiene su caña, tiene el deber de atenderla y el deber de cortarla, o
las cooperativas cañeras, o las UBPC que hoy son dueñas de la producción. Es su caña, no es una caña siquiera del
Estado, es la caña que está en aquella tierra que tienen en usufructo,
totalmente de ellos, como a ellos pertenecen muchas de las máquinas e incluso
las combinadas; no voy a decir que los tractores Komatsu ahora puedan
repartirse entre las UBPC, no tendría sentido porque hace falta un grupo de
tractores que obligadamente el complejo debe tener, y a veces hasta la
provincia debe tener centralizado.
Es imposible descentralizar las máquinas pesadas de
preparación de tierra. Hay que
descentralizar todo lo que se pueda en materia de maquinarias y equipos, los
adecuados.
El compromiso de usar el buey es un compromiso viejo
de antes del período especial. Cuando
se concibieron los planes para el período especial en caso de guerra, de
bloqueo total del país, ya se hablaba del buey, y realmente qué trabajo ha
costado, en realidad, regresar en todo lo que era necesario regresar al buey, y
en todo lo que era posible regresar al buey; qué trabajo ha costado volver a la
cultura del buey, en cierto grado. Y
sacrificio hemos tenido que hacer, porque todos los bueyes para trabajar fueron
bueyes que se redujeron de la alimentación de la población; porque todos
aquellos animales tenían un destino, el sacrificio para el consumo de la
población, y hubo que destinar cientos de miles de animales a la agricultura
cañera y a la otra agricultura, y muchos de ellos tenían accidentes y tenían
problemas.
¡Ah!, qué no daríamos por tener muchos boyeros como el
compañero que habló aquí. Bueno, cuando
le entregué ese jarrón —se llama jarrón, ¿no?—, era una bomba lo que di
(RISAS), una colección de navajas; cuando se la entregué a él, le dije: "Mira a ver si tenemos un boyero
menos", porque eran navajas, tenía algunos filitos así y cortaban como
navajas. No había suficiente calidad en
la producción de los jarrones.
Pero qué falta nos hacen esos hombres y el ejemplo de
esos hombres, y qué bien que aquí hayan premiado y reconocido el trabajo de
esos compañeros y compañeras, porque los necesitamos. Hoy más que nunca tenemos que encontrar la
respuesta a la cuestión de cómo usar las máquinas y los bueyes, y a qué hacer
en las condiciones del período especial en la caña.
Yo sí creo que debe seguirse analizando sobre eso,
hacer un folleto de todas las cosas que sabemos que hoy se hacen mal en muchos
lugares, distribuirlo por todas partes —hoy sabe leer y escribir aquí todo el
mundo— y que todo el mundo lo lea como un catecismo. Hagan un catecismo, o si no pídanle
colaboración a las iglesias y hagan un catecismo de las cosas que se deben
hacer y las que no se deben hacer en la cuestión de la agricultura cañera; ya
no estoy hablando de los centrales, que tienen que tener su catecismo también
de lo que se debe y de lo que no se debe hacer en la agricultura cañera. Espero que tengamos éxito con algunos
recursos que estamos buscando para la fertilización y otras actividades
técnicas para cambiar esta situación desastrosa que tenemos con la agricultura
cañera.
Estamos haciendo lo mismo para mejorar la situación de
cómo salvar el cítrico —y lo estamos salvando— y cuándo podremos volver a tener
los niveles de producción arrocera que teníamos, suficiente combustible para
riego, para las cosechas, para las combinadas en el arroz. Son muchas áreas en las que tenemos que
trabajar, pero una de las más duras, más difíciles, es esta.
Si me he extendido un poco hablando de este tema,
aparte de que creo que es uno de los importantes que se ha discutido aquí, es
porque quiero enfatizar la idea de la importancia que tienen la ciencia y la
técnica para el país, porque es lo que nos permitirá tener un día una nación
desarrollada económicamente, sin que para vivir tenga que soportar las
condiciones en que tenía que trabajar y vivir nuestro pueblo antes del triunfo
de la Revolución, porque antes del triunfo estábamos obligados a hacer eso
(APLAUSOS).
Solo la ciencia, la técnica y la diversificación de
nuestra economía nos permitirá ganarnos el pan de manera más humana, sin que
tengan los hombres que volver a cargar sacos de 325 libras, sin que tengan que
volver al desempleo y sin que tenga que volver el capitalismo a nuestro país.
Cuando les hablo de aquel pasado, les estoy hablando
de algo a lo que nosotros no podemos volver jamás; cuando les hablo de ciencia
y técnica, les hablo de la necesidad de crear las condiciones que nos permitan
vivir de nuestro sudor y de nuestra inteligencia, que nos permitan vivir como
seres humanos, porque el capitalismo hacía vivir como animales a la inmensa
mayoría de los trabajadores del país.
No vivía nuestro pueblo de su inteligencia, sino de su
trabajo animal, porque el corte manual, la carga de los sacos de 325 libras, la
preparación de tierra, el transporte, las construcciones, la cosecha del arroz
y todo lo teníamos que hacer con trabajo animal o manual.
Como construyeron esa vieja Carretera Central, así no
podemos volver a construir carreteras jamás, picando a mano piedra con
mandarrias. Así no podemos volver a
vivir, y ese es el destino que les tiene asignado el mundo capitalista
desarrollado a los pueblos del Tercer Mundo:
las industrias más sucias y contaminantes, los trabajos más duros, los
trabajos que ellos no quieren hacer ya en sus países son los tipos de trabajo y
de industrias que quieren asignarles a los países del Tercer Mundo.
Eso es lo que significa la famosa sociedad para la
prosperidad de que han estado hablando en la cumbre de Miami, a la que me
referí hace unos días cuando recibíamos a un destacado militar revolucionario.
De eso vivía nuestro pueblo; no de su inteligencia,
sino de su trabajo animal.
Ciencia y técnica significa preparar un país, crear un
país, no importa de donde partamos hoy, no importa las dificultades de hoy;
pero sí crear un país que viva de su inteligencia y de su sudor, ¡que viva como
hombre y no como animal! Eso solo la ciencia
y la técnica lo pueden hacer, y ustedes lo pueden comprender mejor que nadie.
Este país no podría vivir ya de otra forma, ni de otra
cosa, que de su inteligencia y de un trabajo manual humano, las dos cosas; y
mucho de su inteligencia. Si no, ¿para
qué hemos formado cientos de miles de graduados universitarios? Si no, ¿para qué hemos creado decenas de
universidades? ¿Por qué tenemos los per
cápita que hoy tenemos de ingenieros, de técnicos, de científicos, de médicos,
de maestros, en muchos sentidos los mayores del mundo?
Tenemos que ser exportadores de salud, tenemos que ser
exportadores de medicamentos, tenemos que recibir ingresos importantes.
Hoy día les hemos puesto a los hospitales una tarea
fundamental: ver cómo se autofinancian,
y hay hospitales ya que se autofinancian en divisas, y viene cada vez más gente
a atenderse a los hospitales cubanos.
Les hemos dicho: Bueno, reserven
20, 30 ó 40 camas, algo, para poder comprar los medicamentos, las ropas, el
material gastable. Les hemos dado a
muchos hospitales la tarea de autofinanciarse.
Gómez Cabrera hablaba de sus problemas en el
"Hermanos Ameijeiras", pero ellos tienen una cantidad de camas
reservadas. Es verdad que tienen
equipos muy complejos y de avanzada, y no han dispuesto en estos años de
recursos para piezas de repuesto: están
la resonancia nuclear magnética, el acelerador lineal, un montón de equipos,
porque los mejores los introducíamos allí, precisamente, para dominar la
tecnología.
Ellos pueden llegar a autofinanciarse en divisas con
el 10%, si acaso, de las camas.
Nosotros le podemos explicar perfectamente al ciudadano: Mire, de cada 10 camas, vamos a dedicar 1 a
pagar los costos en divisas del hospital, para que no falten piezas de repuesto
de las que no podemos fabricar, para que no falte la materia prima que
necesitamos allí, para que no nos falten medicamentos, material gastable, la
ropa del hospital.
Les hemos dado tareas a muchos hospitales. Esa es una manera de ganarse también la
vida, con la inteligencia y con el trabajo honrado; no con el trabajo animal,
sino con el trabajo humano.
Quienes hayan sido testigos de un esfuerzo como este,
de un movimiento como este y de la unión de todas estas fuerzas, podrán
apreciar que en ninguna otra parte se tiene eso.
¿Qué les queda hoy a los países del Tercer Mundo? Todas las tragedias, todas las calamidades,
y ninguna de las cosas que tenemos nosotros:
ni los maestros que tenemos, ni los médicos que tenemos, ni los
ingenieros, ni los científicos, ni un movimiento como este, porque este no lo
tienen ni los países capitalistas desarrollados.
El capitalismo es egoísta, y si tienen una innovación
no quieren que la disfruten los otros, se guardan los secretos; mientras que
nosotros hemos creado la conciencia de la cooperación.
Una definición más de socialismo es la conciencia de
la cooperación, y la cooperación entre todos los centros de investigación.
Los centros de investigación hemos logrado que sean
ciento por ciento cubanos. Podemos
tener alguna asociación para la comercialización de algunos productos, pero los
centros de investigación, todos los que ustedes representan —y ustedes lo
saben—, son ciento por ciento cubanos, y trataremos de que ese tesoro de
cultura, ese tesoro de riquezas futuras, esté bajo el control de nuestro
país. Tal vez podemos hacer empresa en
uno nuevo, pero en estos que tenemos, en ninguno.
En los hoteles tenemos administraciones extranjeras,
empresas mixtas y otras muchas cosas, pero no las tenemos en nuestros centros
de investigación. Es decir que ese
tesoro que hemos creado lo hemos preservado y lo trataremos de seguir
preservando, y los nuevos centros también trataremos de preservarlos. No quiere decir que esto sea la última
palabra, que si alguien viene con una buena y agradable proposición de invertir
tal y más cual cantidad y que quiere ser socio en un nuevo centro, nosotros le
digamos que no. Bueno, vamos de socios
en un nuevo centro, ya que no tendríamos dinero para hacerlo en otra rama de
investigaciones.
Este espíritu de cooperación que ha creado este
movimiento, eso es socialismo y eso habría que ponerlo en el catecismo del
socialismo: cooperación entre todos los
centrales azucareros que tienen un solo propietario, el pueblo; cooperación
entre todas las empresas agrícolas y cooperativas de un tipo y otro que tienen
un solo propietario, el pueblo; cooperación entre los centros de investigación
y los centros de producción que tienen un propietario, el pueblo; cooperación
entre todos los centros científicos; cooperación entre todos los técnicos y los
científicos que están al servicio de un solo objetivo, de un solo interés, el
interés del pueblo. ¡Eso es socialismo y
eso es nuestro socialismo!
Ahora, cuando andan tantas crisis de ideas y tanta
confusión por el mundo, nosotros debemos sentirnos orgullosos de poder disponer
de todas estas cosas, y cuando decimos preservar la independencia, la
Revolución y las conquistas del socialismo, estamos defendiendo todo esto de
que estamos hablando, estamos defendiendo estos foros.
En el capitalismo no podía haber nada parecido a un
foro como este de ciencia y técnica, porque todos serían enemigos, nadie
estaría cooperando con los demás, nadie estaría premiando a los demás, no habría jurado para otorgar los premios,
gente seria.
No sé si podrán salir a la calle en la próxima semana,
después que han tenido que repartir todos los premios, pero todos pensamos que
han hecho el mayor esfuerzo por otorgarlos a los más destacados; tuve la
satisfacción de retratarme con ellos, y tú, Maynegra, te tendrás que encargar
de que les llegue la fotografía a todos y cada uno de ellos.
Pero, bueno, ¿en el capitalismo puede existir eso?
Nosotros hemos tenido que hacer muchas cosas, y
tenemos que seguir haciéndolas, cambios, reformas y concesiones. Sí, tenemos que hacerlas porque tenemos que
partir de las realidades de este mundo; pero como los padres cuidan a sus
hijos, cuidará la Revolución de su obra.
Sí, hay veces que viene la necesidad de amputarse un
dedo para salvar una mano, y hasta una mano para salvar la vida. Hablando simbólicamente, espero que la única
mano que nosotros no tengamos que amputarnos nunca sea la izquierda (RISAS Y
APLAUSOS).
Sí, hay que hacer concesiones, hay que hacer
sacrificios, hay que hacer cambios, y los haremos, con un objetivo —como les decía
recientemente a los que vinieron al Encuentro de Solidaridad— para tener un
país de los trabajadores, por los trabajadores y para los trabajadores, y jamás
un país de los capitalistas, por los capitalistas, para los capitalistas; jamás
un país de los imperialistas, por los imperialistas y para los imperialistas.
Creo que esto nos ayuda a entender cómo a nosotros
estas circunstancias nos llevan a tener que actuar y a hacer muchas cosas, pero
no debemos dejarnos confundir nunca.
Hay que estar muy claros en lo que queremos y, si sabemos explicarlo, en
ello nos acompañará siempre nuestro pueblo, porque nuestro pueblo no quiere el
pasado, nuestro pueblo no quiere el destino que tratan de reservarles a los
países del Tercer Mundo. Nuestro pueblo
es este, nuestro pueblo son ustedes, y ese tesoro hay que conservarlo a
cualquier precio.
Por eso no tiene nada de extraño que nuestro pueblo
diga ¡Patria o Muerte!, o ¡Socialismo o Muerte!, porque conoció lo otro, o lo
conocieron sus padres, sus abuelos, y pueden entender la realidad, o lo ven en
otros países del mundo; pero no quieren aquella brutalidad, aquella vida
salvaje que para comprenderla no hay más que saber un poco de aritmética, basta
hacer un poco de cálculo.
No tiene nada de extraño que la gente prefiera morir a
lo otro, porque, caballeros, el hombre no es un animal, el hombre no es un
buey —con todo el respeto y la
admiración, incluso, que hoy sentimos nosotros por los bueyes—, que le pongan
un narigón y lo lleven en yunta. No
quiere ser eso el hombre. El buey no
puede hacer nada; pero el hombre sí puede hacer, y puede hacer mucho. El hombre dice: "No acepto esto, y no lo acepto." Y
eso fue lo que dijeron los fundadores de nuestro país, de nuestra
independencia, eso fue lo que dijeron en 1868, y en 1895, y en el Moncada, y en
las batallas que libramos después de la Revolución, en el Escambray, en Girón,
y en las nobles misiones internacionalistas que fuimos capaces de llevar a
cabo, cumpliendo el deber del internacionalismo, porque solo el hombre es capaz
de comprender eso.
En el capitalismo nada de eso puede prosperar, es
imposible. La solidaridad entre los
hombres y la solidaridad entre los pueblos solo se puede concebir en el
socialismo y solo se puede comprender en el socialismo.
Por eso no tiene nada de extraño que nuestro pueblo
esté dispuesto a hacer todos los sacrificios que sean necesarios, y a resistir
lo que sea necesario resistir para defender la patria, la independencia de la
patria, la soberanía y las conquistas del socialismo, que, como he dicho otras
veces, es el derecho a seguir construyéndolo en mejores condiciones en el
futuro, el derecho a seguir perfeccionándolo, el derecho a hacer mejores cosas,
porque el día en que volvamos a tener alguna abundancia, entonces espero que realmente
sepamos administrar de manera óptima lo que tengamos.
Ahora es que apreciamos más lo que significaron
aquellos años, y fueron decenas de años con recursos. Nunca faltó el trigo para el pan, nunca
faltó el combustible para nada en nuestro país durante decenas de años, nunca
faltaron los recursos para una escuela, para un hospital, para una carretera,
para una vivienda, para lo que fuera.
Hoy carecemos, podemos decir, de todo, tenemos que sufrir todo esto;
pero tenemos que saber por qué lo sufrimos y para qué lo sufrimos, qué queremos
del mañana y qué no queremos del mañana.
Y hoy nos admiramos.
Yo me pregunto en cuántos lugares se pueden escuchar palabras como las
que pronunciaba el jefe del contingente Campaña de Las Villas, y, en pleno
período especial, el “sí se puede".
Del mismo turismo salía el combustible y los recursos para que ese
contingente trabajara. El turismo
estaba autofinanciando esa obra, y no se paró.
Tiraron un camión cada minuto durante meses.
Bueno, el compañero nos mencionaba los kilómetros
recorridos y yo calculaba que hicieron cincuenta veces el viaje de aquí a la
Luna. Nosotros también viajamos a la
Luna, y somos capaces de viajar a la Luna, cuando en condiciones de período especial
hacemos un pedraplén como ese de 48 kilómetros, que es una belleza, y que
conquista para el país lugares maravillosos, verdaderamente maravillosos.
Si hay alguna playa que se pueda comparar
con la de Varadero, que sea igual y en ciertos aspectos hasta la supere, es la
playa de Santa María, que era el objetivo final de ese pedraplén, y de varios
kilómetros. ¡Aquello es una
maravilla! Y en el lugar tiene otros
varios maravillosos lugares, aunque no tan extensos, los que han conquistado
ellos para el país, salvando el medio ambiente, protegiéndolo con un puente que
tiene más de 300 metros para garantizar las corrientes de agua de un lugar a
otro. Todas esas decenas de puentes
pequeños tienen el mismo objetivo de protección del medio ambiente de toda
aquella zona; ellos han combinado el desarrollo con la belleza y la calidad de
aquellos lugares.
Ellos tienen que trabajar más tiempo
allí, pero ya se puede empezar a construir, porque para empezar a construir lo
que hace falta es el pedraplén.
Y no es el único. En período especial hemos terminado el de
cayo Coco; hemos llegado hasta cayo Guillermo, y estamos allá; hemos llegado
hasta las costas de Sabinal y las playas de Sabinal que son decenas de
kilómetros; hemos llegado al cayo Santa Cruz, al norte de cayo Romano, en otro
pedraplén largo y donde hay una playa magnífica que tiene alrededor de 20
kilómetros; hemos llegado en Sancti Spíritus, en un pequeño pedraplén que hubo
que hacer también para llegar a las playas del Ancón —creo que se llaman así—,
y estamos llegando en Pinar del Río... ¿Cuándo nos darán la noticia de que por fin
llegaron al cayito aquel, donde hay una buena playa también? Pero hasta Pinar del Río tiene su pedraplén. Es chiquito, no es muy grande el tramo,
estamos llegando ya, pero hasta Pinar del Río tiene el suyo; así que no va a
tener solo a Viñales, va a tener también playas.
(Del público le dicen que en
Matanzas). Bueno, está el de
Matanzas. Vamos a no hablar mucho, pero
ya se está embelleciendo todo aquello, y va a ser lo que tiene que ser. También un día en Matanzas, para evitar el
tránsito por el medio de la ciudad, habrá que hacer puentes, y habrá que llegar
al otro lado para que no tengan que atravesar la ciudad, irán por fuera de la
ciudad.
Todas esas cosas las hemos hecho en
período especial, tienen mucho mérito.
Y con qué orgullo decía el jefe del contingente, y con qué satisfacción
lo aplaudieron ustedes cuando habló de aquel miliciano que con un fusilito
semiautomático y 10 balas arrestó a tres expertos mercenarios que venían aquí
armados hasta los dientes a organizar un frente, él solo, y advirtió e hizo
todo. Sí, porque ese es el pueblo
defendiendo su obra, los obreros defendiendo su pedraplén, defendiendo allí el
futuro. Eso, desde luego, nos estimula,
nos produce mucha satisfacción, nos enorgullece.
Cuando hablaba de la distancia en
kilómetros del pedraplén, yo calculaba los viajes al Sol, mencioné la Luna;
era, por lo menos, veinticinco veces ida y vuelta a la Luna en
kilómetros/camión. No está tan lejos la
Luna. Por eso tampoco el socialismo va
a estar tan lejos, ese va a estar mucho más cerca. El hombre ya ha llegado a los planetas, pero
esa es una obra realmente admirable.
Me contaron que los que llegaban allí se
quedaban asombrados. No sé si esta
anécdota se dijo en público o en privado, que habían venido unos amigos de un
país vecino al nuestro y dijeron:
"¿En qué tiempo van a hacer ustedes ese pedraplén?" Les
respondieron: "Ese pedraplén está
terminado para tal fecha", en cinco años, y uno dijo: "Bueno, dentro de 10 años volveré y veré
por dónde está el pedraplén este todavía." Ya lo pueden invitar y que se
dé un buen viaje en yipi por allí. Que
pague la gasolina, desde luego, por haber desconfiado de nosotros (RISAS). Pero lo que se puede hacer allí es un
fenómeno, es un tesoro lo que hay allí.
Y todo esto en período especial.
Hoy se habló de esa obra, hace unos días
inauguramos un centro de altísimo nivel, el Centro de Inmunología Molecular —es
una maravilla ese centro, es una de las cosas que nos hacen sentir orgullosos—,
y ese mismo día los obreros del contingente "Blas Roca", que son
otros también que se baten por su obra con toda su fuerza, terminaron
prácticamente la construcción del más grande hotel que se ha hecho en la
capital de la república, en pleno período especial, demostrando que podemos
hacer cosas y que estamos haciendo cosas importantes y que rinden ingresos al
país, cosas que están dirigidas hoy al punto más vital, a la obtención de
divisas convertibles; demostrando que pueden producir esos hoteles, que van a
producir obras como aquellas y que van a producir centros como el de
inmunología, con sus investigaciones, en una de las áreas más avanzadas de la
ciencia, en el mundo de hoy.
Porque no nos estamos quedando atrás, al contrario,
vamos adelantando y estamos a la par con los países desarrollados, y los más
desarrollados, que vienen y visitan nuestros centros y se admiran, se asombran
de ver lo que estamos haciendo, de lo que hemos sido capaces de hacer; ya nos
respetan, y estamos batiéndonos en el mercado con poderosas
transnacionales. Porque lo más difícil
en esta área de la industria farmacéutica y la biotecnología es la competencia
que hay que vencer, la resistencia que hay que vencer, y realmente, digo la
verdad, no resulta fácil competir con nosotros por el espíritu de trabajo que
hay en todos esos centros, por la voluntad de vencer.
Se admiran de nuestra gente, es de lo que más
hablan. Ellos se han dado cuenta de que
nuestro tesoro más grande es nuestro pueblo, nuestro nivel de cultura y nuestra
preparación; que no encuentran en ninguna parte, ¡en ninguna parte!, los
niveles de instrucción y de preparación que tiene nuestro pueblo hoy día. Es lo que más admiran, es lo que más los
atrae a invertir, a pesar de las presiones imperialistas.
Hace unos días una empresa mixta, que
surgió para unas producciones determinadas —no son MX-14 de las del MINFAR, no
son MX-110, no sé qué, el nombre que ustedes les ponen en clave a las
innovaciones y a los descubrimientos; tienen que seguir descubriendo, porque eso
es lo que no nos puede fallar, el brazo armado de la Revolución y los que
tienen la responsabilidad fundamental de dirigir a todos los combatientes de
este país, a este pueblo combatiente, en la guerra—, me envía un obsequio. ¿Qué obsequio? Un árbol como de tres metros, en una maceta
de esas, muy bonito, leo la carta y digo:
¿Qué es esto? Era un árbol
artificial, en este caso un árbol de mango.
Bueno, todo el mundo se ha engañado con el árbol, porque como a 10 les
he preguntado qué árbol es este y qué características tiene, y ninguno se ha
dado cuenta de que es artificial el árbol.
Es una nueva rama de la producción que anda por el mundo; a lo mejor
sirve hasta para camuflaje, pero, bueno, lo tienen ahora para la exportación,
nada de que venga ahora el ejército de occidente a pedir que le entreguen 100
000 árboles artificiales de esos para camuflaje. Eso es para exportar, para las divisas que
necesitamos.
No tienen nada de extraño, o sí tienen de extraño, las
cosas que el hombre va inventando, mientras anda aquel por allá por Ciego de
Avila en un fermentador produciendo vitroplantas, creo que les llama él,
plantas de las otras. ¿Cómo se
llama? (Le dicen que se llama embriogénesis
somática.) Pero yo no siempre voy a tener dos asesores como ustedes al lado que
me puedan decir. Yo sé que él anda
produciendo células vegetales por allí en un fermentador.
Lo interesante de esta anécdota que les hago es que el
hombre que manda la carta explica lo que es, habla de la empresita mixta —sin
ese socio no hubiéramos podido hacer la empresa mixta, esa es la verdad, ni
plantas de esas; eso ayuda a explicar la conveniencia de hacer empresas de ese
tipo en muchas áreas. ¡Somos socios!—,
pero decía lo siguiente:
"Calculamos tres meses para la preparación del personal, a fin de
hacer producciones competitivas en el mercado mundial", y a los 17 días
hicieron este árbol. Es decir, lo que
se calculaba que necesitaban tres meses de preparación, lo alcanzaron en 17
días. Yo creo que eso habla de la
inteligencia de nuestra población, de nuestra juventud, de nuestros
trabajadores, de sus conocimientos, de su instrucción. ¡Diecisiete días!, y esa una de las cosas que
más admiran.
¡Cómo admiran a los trabajadores nuestros del turismo,
el nivel que tienen, lo pronto que aprenden a hacer las cosas! Todos nos dicen eso, todos hablan de eso,
¡todos!
De dos cosas hablan todos estos inversionistas
extranjeros: una, que aquí no hay
comisiones de ninguna clase; que es imposible sobornar a nadie. Es decir que es imposible que puedan
sobornar a un ministro, a un viceministro; podemos tener ministros malos o
peores (RISAS) ... Rosa Elena, por
favor, tú no te consideres incluida en esa categoría, ni los demás. Digo que podemos tenerlos (RISAS); pero no
tenemos ministros sobornables.
Los compañeros que andan negociando en todas estas
actividades, todos, los inversionistas extranjeros saben que son insobornables;
ni compararlo con los enormes ingresos que reciben en otros países los
ministros, ¡de eso, ni hablar!
A decir verdad, al lado de los colosales sueldos que
pagan por ahí ... Ellos cobran en pesos,
ninguno tiene una cuenta en el exterior, ninguno de ellos tiene un dólar —al
menos no conozco a ninguno que lo tenga, y si lo tiene, por favor, préstenlo al
país (RISAS Y APLAUSOS).
Eso significa Revolución, eso significa socialismo,
eso significa honradez socialista, conciencia socialista.
Estos caballeros saben lo que pasa por otras partes,
saben lo que pasa en el mundo, y ya en eso de la corrupción, en los más altos
niveles, no escapa casi nadie en el mundo.
Ustedes leen los periódicos, no quiero mencionar
países; pero hay un caos armado. Por
eso decía el otro día en el Aula Magna de la Universidad de La Habana que cómo
el capitalismo va a acabar con la corrupción, si el capitalismo es el padre, el
abuelo, el bisabuelo y el tatarabuelo de la corrupción. Ese es el capitalismo, ¿cómo va a acabar con
ella? Tiene que hacer como Chacumbele
(RISAS). Realmente, si quiere acabar
con la corrupción, tiene que matarse el capitalismo. ¡Ni acaba con la droga, ni acaba con ninguno
de esos vicios, ni acaba con la pobreza, ni acaba con el desempleo, cada vez
habrá más!
Casi me reía viendo ese programa de la cumbre,
hablando de todo eso. Quieren
capitalismo y más capitalismo, neoliberalismo, y que sea más virtuoso que la
Virgen de la Caridad. Eso es lo que
quieren del capitalismo, el sistema, y que no esté acompañado de todas las
calamidades morales y de todas las calamidades humanas que han hecho sufrir
tanto al mundo.
Como decía ese día, Estados Unidos hasta suscribe la
protección de los indígenas. Digo: Pero, ¿a qué indígena va a proteger Estados
Unidos?, si ya acabó con ellos.
¿Fue el socialismo el que acabó con los indígenas, o
fue el colonialismo, el capitalismo y el imperialismo expansionista despiadado,
el que envió a las poblaciones indígenas a las reservaciones?
Ninguno de esos vicios podrá desaparecer con el
capitalismo.
¿Cuáles son aquí las drogas y qué problema de lavado
de dinero hay aquí? ¿Qué dinero?; en
primer lugar, no hay ningún dinero que lavar (RISAS) —pero, bueno, hay derecho
a bromear, ¿verdad? Es que es imposible
en nuestro sistema, sencillamente, que eso pueda existir.
Así pasa como con lo de la corrupción, y como estos
caballeros —les decía— saben todo lo que pasa en el mundo, realmente se
admiran, se asombran de lo que ven en nuestro país, y eso es un gran capital,
porque estimula las inversiones.
Hay países por ahí que piden hasta 10 000 dólares para
que un ministro le dé una entrevista a un hombre de negocios. Lo que pasa es que nosotros no podemos ser
indiscretos, si no no nos cuentan nada; pero las realidades de lo que pasa en
el mundo las conocemos. Ellos admiran
mucho eso y, parejamente, el extraordinario nivel de instrucción y la
inteligencia de nuestro pueblo. ¡Tenemos
esos dos grandes capitales!
Llevamos cinco años resistiendo el desastre del campo
socialista, y tienen que respetar al país, saben que tienen que respetarlo, y
saben que el país va a avanzar cualesquiera que sean las calamidades que
todavía tenemos. Otros van para abajo
cada vez más. Ya nosotros paramos la
caída, y la caída principalmente vino asociada en parte a estas zafras
desastrosas; pero ya hoy empezamos ligeramente a recuperarnos, y muchas de las
medidas de tipo financiero que hemos tomado empiezan a dar sus frutos.
Tenemos que saber ser pacientes, no hacernos ilusiones
de ninguna clase nunca; pero las medidas que se han ido tomando, con calma,
ecuanimidad, serenidad, sentido común, orden, ya empiezan a producir sus primeros
frutos, nos estimulan a seguir por el camino que llevamos; porque ya se
comprueba que hicimos muy bien en seguir nuestro camino, que no solo fue una
cosa heroica, porque estábamos dispuestos a seguirlo a cualquier precio, sino
que era también lo más inteligente que un pueblo como el nuestro podía
hacer. Y ha concitado la admiración del
mundo, y se expresa cuando hay reuniones y salas como estas, o el "Carlos
Marx", se llena de miles de personalidades decentes, honestas, que tienen
en Cuba puestas sus esperanzas, y todos nos dicen lo mismo: resistan, luchen, defiendan la
esperanza. Eso nos lo decían miles de
personas muy recientemente, llenas de admiración y de confianza en Cuba. Por eso decía, no solo fue lo más heroico,
también lo más inteligente que un pueblo, en este mundo que surge, unipolar,
bajo el dominio del imperio yanki, haya decidido seguir con su causa, haya
decidido seguir con sus ideas.
Algún día las generaciones venideras tendrán que
recordar con honor y con orgullo lo que estamos haciendo ahora. Y a ustedes tendrán que recordarlos también
con mucho honor y con mucho orgullo, como vanguardias del futuro humano que
queremos construir.
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
Ya ven qué prueba de aprecio, me dieron este bello
diploma y no me dieron el jarrón (RISAS).
Me preservaron muchísimo, aunque tuve que repartir más de 30.
Tal vez no dije algo ahí, porque tal vez no era
tampoco el lugar.
Como ustedes saben, nosotros tratamos siempre de
combinar lo más posible. Veo en este
movimiento un movimiento de moral, de conciencia; pero siempre hay algunos
premiecitos. Esto cada vez pide más
premios para ustedes, miren a ver si ustedes los controlan. A pesar de dificultades y todo, hay algunos
premios también para los destacados, siempre hay algún carrito, siempre hay
algo, y ya históricamente se vienen repartiendo.
Aquí los carros, como ustedes saben, se venden bajo
control; no basta tener dinero y divisa para comprarse un carro. Lo que sí les digo que hay algunas decenas
de vehículos que se les van a asignar —yo espero que tú no les cobres nada a
esta gente nunca, ni por la escasez de divisa que tenemos—, más o menos, como
el año pasado; pero esta vez incluyen premios para los pioneros, unos piden casas
de campaña, piden patines —aquí ponemos:
si hay, porque yo no sé quién tiene patines aquí. El Estado tiene reserva de algunos recursos,
¿pero quién tiene patines aquí en este país?
(Le responden que el INDER.)
Bueno, está bien, y ellos quieren; patinetas también y
mochilas con materiales escolares. Han
pedido cosas también para los muchachos.
Pero hay algo interesante, ellos pidieron y se van a asignar 100
viviendas económicas. Creo que esa es
una necesidad muy importante; el año pasado creo que se habían asignado 50,
este año se asignan 100 viviendas económicas para no entregar solo los jarrones
de estos llenos de navajas y cosas de esas, y diplomas (RISAS).
Así que yo le ahorro a Maynegra el anunciarles estas
cosas. Prácticamente todo lo que ellos
pidieron —y fue un poco más que el año pasado— se les dio, y el país seguirá
haciendo todos los años un esfuerzo, cualquier esfuerzo, en cualquier
circunstancia para seguir estimulando de una forma modestamente material a los
que han hecho grandes esfuerzos. Ojalá
pudiéramos tener para darles a todos, no para que fueran cientos de personas o,
tal vez, entre cosas pequeñas y grandes, algunos miles, ¡ojalá fueran decenas
de miles a los que pudiéramos darles algo, pero va!
Hay bicicletas.
Otros piden aquí hasta plancha —no sé si habrá mucho que planchar—,
ventiladores, lavadoras, algunos televisores en colores, y, realmente, no son
de nuestros hermanos soviéticos; porque ya los de los hermanos soviéticos se
nos acabaron, los que quedaban en la reserva hubo que repartirlos porque si no
no se podía ver ahí nada, y consumían mucho también.
Cuando se sustituye —eso sí quiero decirlo— un
televisor soviético (Le dicen: El
Krim.), ¿cuánta electricidad consume el Krim ese? (Le dicen que doscientos y pico de watts.)
¡Como un criminal! (RISAS.) ¿Y cuánta el
otro? (Le dicen que puede ser 60, 70,
80, según.) Creo que es la tercera parte lo que consume el otro.
Cada vez que ustedes vean que en cualquier lugar
cambiaron uno de aquellos por uno a color, sepan que está consumiendo la
tercera parte de la electricidad.
Ese sí lo vendemos; pero los carros, en general, se
venden como premio, incluso a los que tienen divisas. Y yo sé que la inmensa mayoría de ustedes
está igual que los ministros, que no tienen divisas; puede ser que a veces se
empaten con alguna, porque hay quienes salen y no almuerzan para poder adquirir
algunas cosas, lo sabemos, son realidades que ocurren.
Los automóviles que aquí se venden, realmente se tiene
en cuenta el mérito del que lo va a comprar.
Hay artistas que tienen ingresos que son importantes, pero, bueno, no
basta tener dinero solamente, ese no es un artículo que está a la libre venta,
se toman en cuenta los méritos personales.
En este caso para nosotros tiene la gran satisfacción
que todo lo que ustedes reciban, de un tipo o de otro, es como premio, de
manera total como premio; incluso, los que reciben la vivienda es como premio,
¿verdad? (Le dicen que no tienen ni que
pagar.) El título se lo dan. ¿Y cuando
vayan a cobrar el impuesto a la vivienda lo van a exonerar del impuesto? Digo yo, el día que eso llegue, parece que
está lejos. En el mundo lo que se paga
por ahí es impuesto por la vivienda, como regla; puede ser que algún día llegue
aquí también, pero ahora no está nada de eso contemplado.
Eso es lo que quería decirles, compañeros, nada más
(APLAUSOS PROLONGADOS).
Espero que nos veamos otra vez el año que viene. Surgieron algunas ideas a las que, por
cierto, nos opusimos, de que si posponer esto cada dos años. Este movimiento no se puede matar, no se
puede lentificar. A este movimiento hay
que seguirle dando impulso, y hay que seguir todo el año trabajando para el
foro (APLAUSOS).