DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL
PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE
MINISTROS, EN LA CENA DE HONOR OFRECIDA POR JULIO MARIA SANGUINETTI, EFECTUADA
EN EL EDIFICIO INDEPENDENCIA, EN MONTEVIDEO, URUGUAY, EL 13 DE OCTUBRE DE 1995,
"AÑO DEL CENTENARIO DE LA CAIDA DE JOSE MARTI".
(VERSIONES
TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Honorable señor Presidente Julio María Sanguinetti;
Distinguidas personalidades aquí reunidas:
A veces tengo un poco de duda cuando miro
para acá o para allá, porque me decían que íbamos al Salón de los Espejos, y me
preguntaba si los que están del lado de allá somos nosotros mismos o si son
otros (RISAS).
Bueno, aunque ustedes no lo van a creer,
yo siempre tengo miedo escénico, a pesar de mi fama de que pronuncio muchos y
largos discursos; sin embargo, no será difícil pronunciar aquí unas breves
palabras, aunque pronunciar breves palabras siempre es difícil, lo digo por mi
experiencia.
Agradezco muchísimo esa invitación que me
hicieron. Ha sido para mí muy
emocionante volver a este país, donde estuve hace 36 años --¡quién lo diría!--,
cinco meses y 10 días. Fue una visita
también muy breve, fue en un momento de catástrofe, coincidió con unas
inundaciones grandes, y fui también muy calurosamente recibido por el
pueblo. En aquella época creo que no
había presidencia, había un gobierno colegiado, y no he entendido muy bien,
pero, bueno, funcionó; aquí todo funcionó de una forma o de otra.
En Uruguay no podían ser iguales las
costumbres, no existía ese tan riguroso y excelente protocolo que hay hoy. Yo tenía también menos experiencia, fui por
todas partes, por donde me llevaron, no había programa; ahora hay un programa
riguroso, donde el tiempo para respirar no aparece por ninguna parte.
Pero yo vine realmente encantado. A pesar de que los mapas a veces engañan y a
uno le parece que Cuba está cerca de Uruguay, cuando toma el avión y vuela por
todas partes, por el Pacífico, y llega aquí, se da cuenta de que ha hecho un
viaje tan largo como el que hice en meses recientes a Copenhague, ocho horas y
media de vuelo. Tal vez sea también que
los sentimientos lo confundan a uno y no los mapas, y a uno le parezca siempre
que estamos mucho más cerca de Uruguay que de Europa.
En aquella ocasión pude experimentar el
aliento de la acogida que nos dispensó el pueblo; ya les decía, hubo un gran
acto y allí me pude dirigir al pueblo en un largo discurso. He estado revisando algunas de las cosas que
dije entonces, y cosa curiosa: en aquella época, recién triunfado la
Revolución, todo el mundo quería que nosotros nos fuéramos a todas partes a
realizar una especie de nueva proeza bolivariana o sanmartiniana liberando
pueblos, y yo argumenté fuertemente contra la idea de que los cambios en
cualquier país fueran a realizarse de esa forma, con tropas enviadas desde otro
país --lo recuerdo bien.
En aquella ocasión venía de Buenos Aires,
había ocurrido una reunión que llamaban el Consejo de
los 21 para discutir las cuestiones del desarrollo de América Latina. Hoy estaba revisando las cosas que dije
entonces, y parece increíble que haya pasado tanto tiempo, o parece que
estuviéramos discutiendo los problemas de ahora, solo que hace 36 años. Entonces no había deuda, y yo sostenía
algunos criterios que todavía puedo sostener, a pesar de la experiencia, tener
los años vividos: que no teníamos recursos para el desarrollo, que de los
recursos de cada país era imposible sacar lo necesario para desarrollarse, que
había distintos caminos. En aquel
momento ya yo pensaba que tenía que haber una participación del Estado en el
desarrollo, que tenía que haber una participación de los recursos exteriores
para el desarrollo; hacía una comparación entre los niveles de vida de los
países desarrollados y nuestros propios países, y decía: Es imprescindible la
ayuda.
Allí había
una delegación norteamericana --por supuesto, nos llevábamos mejor que ahora--
y todo era muy respetuoso, y al final se me ocurre decir que hacían falta 30
000 millones de dólares para el desarrollo de América Latina. ¡Vean qué
ilusiones!
Les
explicaba que nuestros países no tenían mercado para vender sus productos. Entonces no se hablaba de estos nuevos
fenómenos de la tecnología y de otras muchas cosas, no se hablaba de la
globalización, etcétera, etcétera, pero se hablaba de los recursos necesarios
para el desarrollo, que hacía falta dinero para el desarrollo, y yo planteaba
que Estados Unidos tenía esos recursos.
En aquel
tiempo yo dije que tenían un nivel de vida seis veces mayor que el promedio del
de América Latina, y que podían dar un poco de lo que tenían para esas cosas.
Pero cuando
recuerdo que hablé de 30 000 millones, y pienso que entonces no teníamos un
solo centavo de deuda externa... ¡Qué tiempos felices aquellos, la deuda
externa no se conocía! Cuando uno piensa
que ahora tenemos 534 000 millones de deuda, digo: ¡Qué equivocado yo estaba,
treinta mil millones no alcanzaban para nada!
Cuando
pienso que a México han tenido que ir a apoyarlo los organismos internacionales
con 50 000 millones de dólares, pienso que yo no sabía lo que estaba diciendo,
porque en aquella época protestaba porque la ayuda internacional era de 1 000
millones para toda la América Latina.
Fuimos
viviendo esas experiencias y nuestro propio pensamiento fue también
evolucionando. Se produjeron esos
enfrentamientos con Estados Unidos, enfrentamientos que han durado más de 30
años, y les digo con sinceridad: nosotros nos sentimos orgullosos de haber
podido resistir a esa gigantesca potencia durante más de 35 años.
Ahora,
incluso, cuando se derrumbó el campo socialista, se desintegró la URSS y todo
el mundo creía que Cuba no duraría nada, Cuba dura y va a durar; aun en medio
de circunstancias muy difíciles, su espíritu se levanta, su estado de ánimo se
fortalece.
Nosotros hemos pasado por pruebas muy
difíciles, cuando el país pierde el 75% de sus importaciones de manera abrupta,
cuando el país pierde sus mercados, lo pierde todo; y esa unión con que nuestro
pueblo ha sabido resistir no se puede obtener sino a base de principios, a base
de ideas, a base de conciencia: la que hemos creado en estos años y que ha
sabido resistir esta durísima prueba y la resiste. Creo que también da una idea de las
posibilidades de los milagros humanos, cuando se logran niveles de comprensión,
de unidad y de conciencia; eso es lo que nos ha hecho a nosotros resistir hasta
hoy, fundamentalmente.
Nosotros no somos una potencia nuclear,
ni mucho menos tenemos el petróleo de Kuwait, o de Venezuela, o de otros
países; ¡no tenemos ni petróleo! Hemos
tenido que aprender a montar otra vez --o por primera vez-- en bicicleta, y
usar animales, sobre todo en este período en que estamos viviendo.
Ese bloqueo dura ya más de 35 años, y no
solo dura, sino que hay grupos fundamentalistas dentro de Estados Unidos que
pretenden la famosa ley esta Helms-Burton, para apretar todavía más el bloqueo,
pero sobre la base de interferir los derechos de las demás naciones con medidas
verdaderamente brutales, que son absurdos, como usted decía. En estos tiempos en que ellos hacen la paz
con países como Viet Nam, le suministran reactores nucleares a Corea, le
suministran petróleo, incluso, ¿por qué a nosotros, si no hemos tenido ninguna
guerra con Estados Unidos, tienen que darnos ese tratamiento diferenciado y
convertirnos hoy en el único país del mundo bloqueado?, aun cuando en contra
del bloqueo se pronuncia la inmensa mayoría de los países en las Naciones
Unidas y solo dos --y creo que la última vez solo uno votó junto a Estados
Unidos-- en favor del bloqueo.
El bloqueo es cruel, es duro, es una
medida impuesta contra el pueblo, contra hombres, mujeres, niños; el bloqueo
es, incluso, un acto genocida, y ese acto se ha mantenido contra nuestro país
durante más de 35 años, repito.
Nosotros
sabemos lo que es el precio a pagar por la libertad. No pretendemos que todos coincidan con
nosotros o piensen igual que nosotros, pero sí les aseguro que hemos estado
luchando en nombre de lo que nosotros entendemos por independencia, por
libertad, por dignidad, por igualdad, por justicia social, frente a un país que
se acostumbró a dar órdenes en este hemisferio, frente a un país que nos
mantuvo divididos.
Pienso como pensaba hace 36 años, cuando
hablé también, incluso, de la necesidad de unirnos, de la necesidad de tener un
mercado común y de muchas de esas cosas que se discuten en este momento.
Por eso a nosotros nos produce,
realmente, admiración y gratitud este gesto uruguayo de invitarnos, esa
posición de principio al luchar contra el bloqueo, esa actitud valiente de
hacer posible una visita aquí, y eso es, en realidad, una prueba no solo de
valentía, sino de espíritu de libertad y de independencia que nosotros sabemos
apreciar mucho.
Usted recordaba la frase de Martí, que la
libertad cuesta muy caro y que es necesario resignarse a vivir sin ella o
decidirse a pagar su precio. Nosotros
hemos vivido en nuestras propias carnes esa idea, ese pensamiento, porque lo
que hemos hecho es eso y estamos dispuestos a seguir la determinación de pagar
el caro precio de la independencia y de la libertad de nuestro pueblo y de
nuestra patria, tal como nosotros lo entendemos.
No quiero extenderme más, pienso que los
distinguidos invitados, después de ver ese menú, deben tener deseos de que el
discurso termine; pero debo decir aquí que recuerdo siempre con agrado los
encuentros que tuve con el presidente Sanguinetti, lo que conversamos, nos
llevábamos muy bien. Después dejó de
serlo, pero cuando fue Presidente restableció inmediatamente las relaciones con
Cuba.
Hoy tuve el placer de ver al embajador
que fue en aquel momento a Cuba.
Incluso, ya me habían anunciado que se encontraba allí, cuando el de
Protocolo dijo: "el Ministro de Trabajo", pero como iban presentando
a los ministros y delante venían las señoras, yo estaba confundido, no sabía
cuál era el ministro, si la señora que venía delante o la que venía detrás.
El antes restableció las relaciones;
ahora volvió, hizo posible esta visita, nos han distinguido con todas las
consideraciones posibles, él y Marta.
En el intercambio de obsequios --esa cosa
fina que ustedes han ideado--, me hicieron unos presentes magníficos, de un
gran valor espiritual. Primero, una foto
del año 1920, donde se veía La Habana, un barco entrando --un barco de guerra
que me imagino sea norteamericano, debía tener una banderita (RISAS)--, también
unos carruajes de aquella época y un letrero que decía: "¡Vigorícese con
carne líquida de Uruguay!" (RISAS.) Una cosa increíble, la foto vieja
aquella no sé de dónde la sacó ella; pero me la obsequiaron esta noche. Parece que en aquella época, que nosotros
éramos grandes compradores de tasajo, comprábamos algún extracto también de
carne; quizás eso nos dio fuerza para resistir todo lo que hemos resistido
hasta hoy (RISAS). ¡Magnífica foto!
Segundo, algo de un gran valor cultural y espiritual, que es una poesía
inédita de Guillén, corregida y todo, de la cual no existe copia --de ese
regalo me despojan a mí apenas llegue a Cuba, los distintos museos y quienes
están encargados allí de las memorias de Guillén y de todos--, y también una
carta me obsequiaron.
Todo esto fue un gesto de extraordinario
valor para nosotros. Uruguay siempre fue
muy solidario con nuestro país y Cuba con Uruguay. La historia es más antigua, porque ustedes,
los uruguayos, nombraron a Martí cónsul en Nueva York, en 1884, y después tiene
que renunciar, porque estaba en las actividades de un próximo levantamiento en
Cuba. Más tarde lo volvieron a nombrar
en 1887, le entregaron los papeles en 1891; y lo nombraron en 1890
representante de Uruguay en la Conferencia Monetaria que tuvo lugar en
Washington. El estuvo muy vinculado, y
al final cuando él renuncia --porque él renuncia-- porque se da cuenta de que
el embajador de España protestaba, que cómo podía ser cónsul de Uruguay aquel
señor que estaba pronunciando discursos en favor de la independencia de Cuba, y
Martí espontáneamente renuncia y explica, además, por qué renuncia, por orden
del deber --decía--, pero que siempre sería el más fiel servidor de Uruguay.
Martí tenía un gran cariño por Uruguay, y
entre uruguayos y cubanos ha existido siempre, se ha manifestado ese
sentimiento. Uruguay fue uno de los
últimos países que rompió relaciones con Cuba cuando ya no era posible resistir,
y el pueblo de Uruguay fue siempre siempre muy solidario con Cuba desde
entonces hasta hoy.
Por eso pienso que esta especie de
milagro que da vueltas --milagro en muchos sentidos, porque yo no podía
calcular, hace 36 años, que estaría aquí dando lata todavía, pronunciando
discursos un poquito más largos de la cuenta--, y digo milagro porque la
valentía no abunda en este mundo, el milagro de esta valentía demostrada por
Uruguay, su gobierno y su Presidente de hacerme la invitación de venir al país,
estoy seguro --respondiendo a sus
palabras-- de que será útil en todos los sentidos y que nosotros colaboraremos
en ese deseo de paz.
No le prometo que vayamos a hacer una
economía de mercado (RISAS), aunque ahora estamos en algunas cosas de mercado
también, y sabemos los dolores de cabeza que traen. Los compadezco a ustedes, porque solo con
cosas macroeconómicas, manejar la economía es difícil. Nosotros hemos vivido las dos experiencias, y
ahora estamos viviendo algunas experiencias de mercado y haciendo cosas. Estamos haciendo cosas, pero las estamos
haciendo con la prudencia adecuada, y no son pocas las que ya hemos hecho en
unos pocos años y no son pocos los resultados que vamos obteniendo. De modo que, estimadísimo amigo y Presidente
de Uruguay, no te podremos complacer en todo, pero estoy seguro de que te
podremos complacer en muchas cosas.
Muchas gracias (APLAUSOS).