DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL
COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE
ESTADO Y DE MINISTROS, EN EL ACTO DE SOLIDARIDAD CON CUBA, EFECTUADO EN LA
IGLESIA BAUTISTA ABISINIA DEL BARRIO DE HARLEM, NUEVA YORK, EL 22 DE OCTUBRE DE
1995, "AÑO DEL CENTENARIO DE LA CAIDA DE JOSE MARTI".
(VERSIONES TAQUIGRAFICAS-CONSEJO DE ESTADO)
Queridos o, mejor dicho, queridísimos amigos:
Alguno de los que me precedieron --no sé
si fue Rosemari o fue Butts--, decía que muchos se preguntaban por qué me
recibían en esta iglesia, y él contó interesantes anécdotas de la vez que me
habían llevado a la otra iglesia, sobre eso debo hablar también (RISAS). Pero es que no solo algunos de ustedes, que
se preguntaban por qué me recibían a mí, es que yo mismo, cuando me estaba
vistiendo para venir acá, me quité todos los trajes esos (EXCLAMACIONES) y me
puse esta ropa, que es la que he usado durante tantos años hasta que la
diplomacia internacional me obligó, no hace mucho, a ponerme una guayabera
(EXCLAMACIONES).
Descubrí que yo no tenía ni una sola
guayabera; me prestaron guayaberas, movilizaron a no sé cuánta gente, hicieron
guayaberas por la noche --yo me tenía que ir al otro día--, me la probaron por
la mañana y realmente estaba tan amplia que yo, en broma, les dije a los amigos
--me refería a una persona con la que he tenido contradicciones, pero a la que
pude conocer también posteriormente, era Presidente de un país
latinoamericano--: "Oiganme, ustedes me han hecho la guayabera del gordo
tal (RISAS)." Corre, recorta, pero
me tuve que poner la guayabera.
Después le cuento todo a un amigo que
tenía una hija diseñadora en Holanda o Inglaterra --esa familia tenía
relaciones con Cuba hacía mucho tiempo--, porque descubrí que no tenía ningún
traje y entonces me ofreció los servicios de la familia para hacerme un
traje. Bueno, en realidad me hicieron
como tres o cuatro. Pero yo de trajes
les aseguro que no sabía nada, nada, nada, ni la tela, ni la camisa, ni la
corbata, ni los yugos, y de repente ponerme los yugos (EXCLAMACIONES), unos
zapatos de punta; ya los pies míos no estaban acostumbrados a eso, tenía unas
viejas botas, medio raídas, no por pobreza sino por costumbre, les tenía tanto
cariño a mis botas que no me las quería quitar.
Y terminé con guayabera, traje, corbata, camisas, yugos, zapatos, que no
me los pongo porque no puedo (RISAS), y, por fin, bueno, ahora soy un honorable
caballero (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
En las reuniones cumbres --y a cada rato
hay una reunión cumbre, la de Copenhague, la reunión sobre desarrollo social,
que si París--, en todos los lugares me bajo con este y después me cambio para
las visitas protocolares, los museos, todo.
Y entonces, bien, no sé si me he ido civilizando (RISAS), porque tampoco
quería dar la impresión de ayudar a que yo fuera a aparecer como un señor
militar allí, o algo de eso, que yo no estudié esa carrera y no me quedó más
remedio que tener que luchar, tener que aprender. Hicimos algunas guerras y lo interesante es
que las ganamos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
La nuestra era muy difícil, pero no les voy a hacer esa historia, porque
llegamos a ser muy poquitos, a veces menos de 10, a veces 12; pero nuestros
adversarios eran como 80 000, y al final,
en 25 meses nuestra Revolución venció al ejército (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES),
lo venció de manera total, en combate abierto, haciendo guerrilla y después una
combinación de guerra irregular.
Habíamos aprendido el oficio.
Pero nos gustó aquella ropa y nos
quedamos con ella, yo me quedé con ella siempre, me sentía muy cómodo porque no
tenía que andar con la moda.
Bueno, les contaba que fui a la misión de
la Embajada --estoy bien adaptado allí-- a ponerme esta ropa, porque yo decía:
Si la otra vez fui con esta ropa, ¿cómo me voy a aparecer en Harlem vestido de
caballero? (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Pensaba en estas cosas, pero de repente
se me ocurrió pensar en lo mismo que contaba: ¿Qué hago yo en Harlem esta
noche? ¿Qué hago? ¿Qué digo? Porque en
las Naciones Unidas puedo decir algunas cosas, pero aquí no tenemos inmunidad
parlamentaria y no puedo hablar con entera libertad (EXCLAMACIONES). Si allí soy cuidadoso aquí también lo tengo
que ser, nadie vaya a pensar que yo me mezclo en los asuntos internos de
Estados Unidos (EXCLAMACIONES). Y les
juro que no me voy a mezclar en nada que no sea justo (RISAS); pero algunas
cosas abstractas, genéricas, medio filosóficas se pueden decir (RISAS).
¿Qué digo? ¿De qué hablo? Entonces recordé que sí, que tenía cosas que
decir, tenía cosas de qué hablar, sin violar ninguna ley, sin caer en una corte
jurisdiccional (RISAS); aunque espero que en ese caso ustedes me vayan a
visitar (RISAS).
Recordaba tanto aquellos días, tanto y
con tanta gratitud, y yo decía: Tengo que venir a Harlem, tengo que venir a
saludar a mis hermanos de Harlem y, junto con ellos, a los hermanos
latinoamericanos, los hermanos de Puerto Rico (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS), los
hermanos cubanos, y algunos hablaron, mencionaron aquí que había eventos, había
cosas. Ayer hubo una comida (RISAS Y
APLAUSOS); pero creo que el alcalde dijo que yo era un demonio y que a un
demonio no se le podía invitar a una comida.
Digo: "¡Caramba!, voy a pasar hambre el primer día en Nueva
York" (EXCLAMACIONES Y RISAS).
Después me dijeron que había un
concierto, que invitaban las Naciones Unidas; pero la orquesta era de la
alcaldía, y la alcaldía --o el alcalde-- dijo que de ninguna manera aquella
orquesta podía tocar donde estuviera el "demonio" aquel. ¡Lo insólito!
(RISAS.)
Una familia amistosa, rica, un grupo de
empresarios me invitaron a cenar, invitaron al "demonio"
(RISAS). Paradojas, y debemos
alegrarnos, porque son muchos más los que comprenden que todas esas cosas del bloqueo
son absurdas, son locas (APLAUSOS), y muchos hombres de empresa se oponen hoy
al bloqueo y luchan contra el bloqueo.
Ahora bien, yo no estoy aquí porque no me
hayan invitado a una comida ayer (RISAS), ni aquí estoy porque no me hubieran
invitado a una comida hoy. No, hoy hay
comida también, y yo estoy excluido no por ser el "demonio", ya no me
han tratado tan mal; pero, bueno, no sé si perjudico cualquier actividad
política. Si me hubieran invitado a la
alcaldía, tenía que ir por elemental cortesía; si me hubieran invitado a la
Filarmónica, hubiera tenido que ir por razones de elemental cortesía y hasta,
incluso, de elemental paciencia, no porque me fuera a aburrir en aquel
concierto, pero, óiganme, eso de estar rodeado de jefes de Estado todo el
tiempo a veces resulta insoportable (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).
Sí les puedo asegurar una cosa, que yo
habría asistido a la comida a la que me habían invitado amablemente los
empresarios y no habría faltado jamás al encuentro con ustedes (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS), porque lo primero que hice cuando se habló del programa fue plantear
mis deseos de visitar el hotel Teresa y reunirme con ustedes en Harlem
(APLAUSOS). Nadie podrá decir que yo
inventé una reunión esta noche, fueron otros los que inventaron comidas, cosas
de ese tipo y me excluyeron, entonces tuve más tiempo de cumplir rápidamente
con ese deseo.
Aquella vez fueron días realmente para mí
inolvidables, porque era tal la hostilidad por todas partes, había tanta
campaña, que yo pasaba por una zona y me hacían así (Señala hacia abajo). Yo no sabía que quería decir aquello, pero me
imaginaba que era algo poco amistoso (RISAS), pero todo cambiaba cuando llegaba
a Harlem, todo el mundo hacía así (Señala hacia arriba) (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS).
Hoy hay algunos cambios, excepto algunos
compatriotas nuestros que todavía no se han acabado de convertir a la causa de
la soberanía nacional --digo algunos porque realmente van siendo menos--,
gastaron dinero, gastaron de todo, pagaron y buscaron no sé cuántos recursos.
Me decía una periodista: “¿Usted sabe que hay 58 protestas
contra usted?" Y le digo: "Oigame, qué suerte he tenido yo que no he
visto ninguna" (RISAS Y APLAUSOS).
No sé de dónde sacó el dato.
Digo: "Pero he visto miles de gente saludándome por todas
partes." Ahora hay gente que me saluda en muchos lugares; vi realmente
cambios. Hay que tener en cuenta que en
aquellos momentos se vivía la guerra fría, había mucha hostilidad con la
Revolución recién nacida. Eso fue en el
año 1960.
Entonces, me hicieron la vida imposible
en el hotel, y yo tenía todavía un poco de mentalidad guerrillera y digo:
"Me voy para el patio de las Naciones Unidas, en unas casas de campaña
allí" (RISAS). Esa era una
variante. Seguí pensando: Si hubiera un
contacto aquí con el hotel Teresa... Hay una cosa mucho más estratégica: Irme a
parar allí en el hotel Teresa, porque yo sabía que iba a contar con el corazón
de esta comunidad (APLAUSOS). Era
evidente la injusticia, era evidente la discriminación, y como revolucionario
sabía la recepción que tendría.
Acuérdense de lo que dijo Lincoln, que se
puede engañar a toda la gente una parte del tiempo, a una parte todo el tiempo,
pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo (APLAUSOS). Pero ustedes fueron la parte de la gente a
quienes nunca pudieron engañar (APLAUSOS).
Aquí contó Rosemari las personalidades
que vinieron al Teresa, líderes internacionales que en
muestra de solidaridad vinieron. Vino
Jruschov, sí, Jruschov fue uno de los primeros que vinieron, ya era el jefe de
una superpotencia, le agradezco, le reconozco aquel gesto que tuvo.
Jruschov era un hombre de origen
campesino, una persona astuta, simpática y no desbarató aquella cosa que se
llamaba la Unión Soviética (RISAS Y APLAUSOS), subió por las escaleras o los
ascensores del Teresa encantado. Y después vinieron otros muchos líderes:
Nehru, una de las grandes figuras históricas, uno de los grandes políticos de
la India; y vino Nasser; vino Nkrumah, uno de los más prestigiosos; vinieron
numerosos dirigentes aquí al Teresa.
Realmente aquella grosera maniobra de
hostilidad no le rindió dividendos a nadie, en cambio a mí me ofreció un
recuerdo inolvidable, un motivo de gratitud eterna hacia el pueblo
norteamericano, porque veía en ustedes la representación de las mejores
virtudes, de las mejores cualidades del pueblo norteamericano (APLAUSOS).
Se creó una historia. ¿Y saben cuánto
tiempo hace de eso? Treinta y cinco
años; así que se cumple el 35 aniversario de mi visita. Lo increíble es que todavía me expulsen de
las comidas, de las recepciones y de todas esas cosas, como si no hubiera
cambiado nada en estos 35 años (RISAS Y APLAUSOS); como si todavía estuviéramos
en la guerra fría. Frío hace acá adentro
ahora (RISAS); no, calor humano, pero temperatura fría, parece que la Iglesia
no tiene mucho fondo para calefacción (RISAS).
Es increíble que se repita la historia de esa forma.
Ahora, yo tendría que hacerme otra
pregunta: ¿Por
qué reciben ustedes a nuestra delegación con tanto respeto? Eso tiene que tener una respuesta, tiene que
tener una respuesta: Que si otros no han cambiado, nosotros tampoco cambiaremos
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), y otros cambiarán porque no tienen la razón, y
nosotros no cambiaremos jamás porque tenemos la razón (APLAUSOS). Y la mejor prueba, la mejor prueba son
ustedes y el calor y el cariño con que nos han recibido en el día de hoy.
Pienso que nuestro pueblo ha cumplido sus
deberes morales, ha cumplido con sus principios y ha cumplido con la
solidaridad (APLAUSOS).
La compañera Rosemari hablaba sobre
algunos de los esfuerzos de solidaridad internacional que ha hecho Cuba. Habló de médicos, más de 15 000 médicos
cubanos han prestado servicios internacionalistas en el Tercer Mundo
(APLAUSOS); millones y decenas de millones de personas han sido atendidas por
nuestros médicos, en Africa, fundamentalmente, en América Latina y en otras
partes (APLAUSOS); cientos de miles de vidas se han salvado por el esfuerzo de
esos médicos. Miles y miles de
profesores y maestros han enseñado, técnicos en todas las áreas, en todas las
ramas.
Cuba se quedó con 3 000 médicos de los 6
000 que tenía y nos llevaron 3 000: mejores salarios, mejores condiciones. Sin embargo, hoy tenemos casi 60 000 médicos
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Y si un día
los norteamericanos necesitaran médicos --yo sé que tienen muchos y muy
buenos--, si en algún lugar, en algún rincón, en algún barrio no hay un médico,
nuestros médicos vendrían gustosos a trabajar también a Estados Unidos
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Viva Cuba revolucionaria!")
Para citar otro caso de solidaridad: los
nicaragüenses necesitaron médicos.
Ustedes saben que, en aquella época, de otras partes no les mandaron
médicos; enviaron cañones, ametralladoras, helicópteros, bombarderos y
municiones de todas partes. Y mientras
de otras partes enviaban hombres que conducían a la tragedia, a la muerte, 2
000 maestros cubanos, en su mayoría mujeres, se fueron a enseñar a Nicaragua;
pero no a Managua, no a las ciudades, sino a las montañas, a las selvas, a los
lugares más apartados (APLAUSOS). Y
cuando pedimos voluntarios para aquella misión, se ofrecieron 30 000
(APLAUSOS), ¡treinta mil! Vea, hermano
Butts, qué sentimiento de fraternidad se fue creando en nuestro pueblo. Y cuando algunos contrarrevolucionarios
asesinaron a algunos maestros, ¡se ofrecieron 100 000! (APLAUSOS.) Esos fueron
los valores morales que se fueron creando con los cambios en nuestro país.
Voy a citar otro ejemplo: cuando hubo un
gran terremoto en Perú, que mató 70 000 personas, pedimos donaciones de sangre
al pueblo, y en 10 días se ofrecieron y se hicieron 100 000 donaciones de
sangre (APLAUSOS); cuando hubo un terremoto en Armenia se ofrecieron y se
hicieron 50 000 donaciones (APLAUSOS); cuando hubo un terremoto en Irán también
se hicieron decenas de miles de donaciones, y dondequiera que ha ocurrido una
tragedia, algún ciclón, algún terremoto, nuestros técnicos, nuestros médicos,
nuestro pueblo ha estado en disposición de ayudar, independientemente de
ideologías, independientemente de que tuvieran o no relaciones diplomáticas con
nuestro país (APLAUSOS PROLONGADOS).
Ese es el país bloqueado, ese es el país
al que se acusa de violaciones de los derechos humanos, el país que ha elevado
el promedio de perspectiva de vida a casi 76 años (APLAUSOS), y que al reducir
la mortalidad infantil de 60 por cada 1 000 nacidos, en el primer año de vida,
a menos de 10 (APLAUSOS), ha salvado la vida a cientos de miles de niños, y a
cuántas personas les ha prolongado la vida, cuánto dolor ha superado, cuánto
dolor físico ha eliminado. Del mismo
modo que eliminó en los primeros años el analfabetismo y que tiene hoy el más
alto per cápita de profesores y maestros entre todos los países del mundo
(APLAUSOS), igual que tiene el más alto per cápita de médicos (APLAUSOS).
Ese es el país acusado, un país que desde
la guerra sigue una línea invariable: respaldar de manera absoluta y total la
integridad física de las personas. Y el
mejor testimonio fueron los 3 000 prisioneros que hicimos en Girón. No hay uno solo que haya dicho que alguien
haya sido asesinado al calor de los combates, o que a alguien se le haya tocado
un pelo. Volvieron como héroes, y
algunos, incluso, cambiaron después; pero nadie pudo decir que se le dio
siquiera con la culata de un fusil. Ese
es nuestro honor, esa es nuestra gloria, esa es nuestra historia. ¡No importan
las calumnias que se hayan levantado contra nosotros! (APLAUSOS Y
EXCLAMACIONES.)
He hablado de que hemos donado nuestra
sangre para salvar vidas, he hablado de médicos, de maestros; pero hemos hecho
algo más que eso: hemos derramado la sangre de nuestros compatriotas para
luchar contra el colonialismo, para defender la independencia y la soberanía de
los pueblos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Viva Cuba
revolucionaria!").
Más de 2 000 cubanos sacrificaron sus
vidas en el cumplimiento de misiones internacionalistas. Pero si algo nos enorgullece y nos da la
conciencia de que hemos cumplido nuestro deber con la humanidad, fueron los 15
años que luchamos contra Sudáfrica, contra el racismo y el apartheid en Angola
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel, Fidel!").
¡Quince años luchando hasta el final! ¿Y
qué hacían con nosotros? Nos decían que
nos bloqueaban porque estábamos cumpliendo esa misión de ayuda allí, luchando
contra los sudafricanos.
Esa es una historia muy interesante, de
la cual algún día deberá escribirse. Uno
de los más horribles sistemas de discriminación era el que existía allí en
aquel país, decenas de años después del fin del fascismo, del nazismo. Sin embargo, hoy no se habla mucho de eso, y
nosotros conocemos bien la historia, la conocemos bien: A Sudáfrica no la
bloqueaban (EXCLAMACIONES), no le impedían comprar alimentos y medicinas, y al
país que luchaba heroicamente contra los sudafricanos no le vendían una
medicina, una aspirina, un citostático, ese era el castigo.
Hoy todo el mundo es feliz porque se
acabó el apartheid. Hoy todo el mundo es
feliz porque se produjo la independencia de Namibia, y dura fue la lucha de
namibios, angolanos y cubanos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Para que ustedes tengan una idea, nuestras
tropas estaban cerca de la frontera de Sudáfrica, un país poderoso, riquísimo,
y nosotros, a más de 10 000 kilómetros de distancia, manteníamos aquella lucha
larga. Aquello no era fácil, la
situación internacional; cada vez que los angolanos iniciaban alguna ofensiva,
intervenían los sudafricanos. Nosotros
les decíamos a los soviéticos que asesoraban allí en el Estado Mayor a los
angolanos que esas ofensivas no se podían hacer si no se les prohibía a los
sudafricanos intervenir, y no había manera, eso no se entendía, hasta que en un
momento se crea una crisis muy seria en que estuvo a punto de perderse
totalmente la independencia de Angola y nosotros, los cubanos, tuvimos que
resolver el problema (APLAUSOS). Enviamos
a muchas de nuestras mejores unidades, pilotos, aviones, y les dijimos: Les
vamos a prohibir a los sudafricanos intervenir.
Cuando llegó la situación había una gran
crisis y es cuando se desarrolla la batalla de Cuito-Cuanavale. ¿Saben cuántos
hombres envió Cuba a Angola en ese momento? ¡Cincuenta y cinco mil hombres!, y
voluntarios todos, que es lo más importante de todo, ¡voluntarios!
En Cuito-Cuanavale se estrellaron los
racistas, ellos libraron la batalla al sureste, un lugar difícil, y allí les
hicimos la trampa contra la cual se estrellaron, porque se convirtió en un
símbolo y quisieron tomarla, pero enviamos las fuerzas necesarias para
frenarlos, obligarlos a estrellarse allí, mientras les movimos 40 000 soldados
cubanos y 20 000 soldados angolanos hacia el suroeste para amenazar en esa
dirección al ejército sudafricano.
Creamos la correlación de fuerzas necesaria, sencillamente, para
alcanzar la victoria, la aplicación de la Resolución 435 y, al final, el cese
del apartheid, como contribución a la heroica lucha, ¡mil veces heroica lucha
del pueblo sudafricano! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES.)
De eso no se habla en Naciones
Unidas. Escuché un gran número de
discursos, se hablaba y se aplaudía la independencia de Namibia, que parecía
obra y milagro de Naciones Unidas (EXCLAMACIONES). Se hablaba del fin del apartheid, obra y
milagro maravillosos de las Naciones Unidas.
No se mencionó un solo cubano de los que murieron en esa lucha, no se
mencionó ni siquiera el nombre de Cuba.
Vean cómo a veces se pretende escribir la historia (EXCLAMACIONES).
¿Pero qué es lo más extraordinario? Es que Sudáfrica se había convertido en una
potencia nuclear, y nosotros lo sabíamos; incluso, la dislocación de nuestras
tropas en sus avances se realizaba tomando en cuenta que Sudáfrica tenía armas
nucleares. La cuestión era ver si se
decidían a lanzarlas o no, porque, en definitiva, ¿contra quién iban a lanzar
las armas, contra nosotros?, ¿y después dónde?
Dentro de la propia Sudáfrica no se podía sostener el apartheid con
armas nucleares.
Por ahí se acaba de publicar un libro que
empieza a circular, donde se habla de que Sudáfrica tenía ya decenas de armas
nucleares, granadas nucleares, municiones nucleares, una respetable fuerza
nuclear, y se ha descubierto ya en detalles en virtud de investigaciones de un
periodista norteamericano y un periodista sudafricano.
¿Alguien protestó? ¿Acaso se ignoraba que
Sudáfrica tenía armas nucleares? ¿Pero por qué no se dijo una sola palabra?
¿Por qué no hubo una denuncia? ¡Ah!, porque allí estaban los cubanos luchando
contra los sudafricanos, y, al parecer, a algunas personas no les importaba si
los sudafricanos lanzaban unas cuantas bombas nucleares contra las tropas
cubanas.
Esa es la verdad, esa es una historia que
está por escribir, en la cual hay que seguir investigando y profundizando
porque, según la teoría de estos escritores, grupos fascistas y racistas
sudafricanos han conservado algunas de esas bombas. Pero así se escribe la historia, así se
manejan las relaciones internacionales: determinadas personas, determinados
países aliados pueden fabricar armas nucleares y a nadie le importa; si es
cualquier otro país, como fue el caso de Corea, que decían que iba a fabricar
una bomba sin que todavía se supiera con qué, ¡el gran escándalo, casi una
guerra! Pero a la Sudáfrica del
apartheid y del racismo le permitieron alcanzar la tecnología nuclear y
disponer de todas las armas que consideró conveniente.
Por eso, al hablar de la historia de
estos años de Revolución, creo que una de las páginas más peligrosas, más
arriesgadas y más difíciles fue la que se escribió en esa lucha contra el
racismo, contra el apartheid en Sudáfrica (APLAUSOS), y fueron los namibios,
fueron los angolanos, y fuera de esos dos países solo Cuba en el mundo derramó
su sangre generosa por esa causa (APLAUSOS PROLONGADOS).
Hay países donde desaparecieron más de 20
000 personas; hay un país en Centroamérica, Guatemala, donde desaparecieron más
de 100 000 personas, desde la
invasión mercenaria contra Arbenz, y no quiero mencionar a otros muchos países
donde hubo miles de desaparecidos y asesinados.
Ese caso no se dio jamás en Cuba (APLAUSOS); pero ninguno de esos países
fue bloqueado y Cuba sigue bloqueada.
Esa es la realidad histórica, y nosotros
estamos contra todos los bloqueos, porque, en definitiva, ese bloqueo va contra
hombres, mujeres, niños, adolescentes y jóvenes, que tiende a matarlos de
hambre, porque ningún bloqueo ha sido tan duro y tan riguroso como el bloqueo
contra Cuba. Creo que no es justo usar
esas armas, no tiene lógica porque son armas contra el pueblo (APLAUSOS), no
tienen por qué usarse.
Se quieren prohibir las pruebas
nucleares, y creemos que deben desaparecer todas las armas nucleares, desde
luego, ¿pero qué es un bloqueo? Como
decíamos hoy nosotros, es como un arma atómica silenciosa que mata a la gente
del pueblo, a los civiles, a los no combatientes, no tiene justificación de
ninguna clase.
Si me he extendido no es ni mucho menos
con la idea de hablar aquí mucho tiempo (EXCLAMACIONES). Yo me he extendido porque quería meditar,
reflexionar sobre algunas de estas cuestiones en las cuales justifico la idea
de que hemos sabido ser fieles a nuestros principios, y que ustedes con su
gesto reconocen esa conducta de Cuba (APLAUSOS).
Aquí en Harlem conocí a Malcom X
(APLAUSOS), conocí a otras muchas personalidades. Eran días difíciles, siempre son difíciles
los días, pero por delante estaba una lucha muy grande: las grandes batallas de
Martin Luther King por los derechos civiles; las grandes luchas de las minorías
negras, hispánicas, latinoamericanas de todas partes, por mejorar sus
condiciones de vida; la lucha de los ancianos, los enfermos, todos.
Sé perfectamente bien que muchas de esas
conquistas hoy están corriendo peligro (APLAUSOS), sé que hay algunas personas
que quisieran barrer con esas conquistas, pero barrerlas completamente: la
protección a los ancianos, a los enfermos, liquidar las acciones afirmativas,
barrer con todos los grandes logros que el pueblo más humilde de Estados Unidos
ha obtenido en estos años de lucha. Bueno,
hago una breve referencia a eso nada más, y espero que nadie me impute por ello
(RISAS).
Hacia Cuba, desde Estados Unidos, se
trasmiten alrededor de 1 000 horas semanales de radio promoviendo la
subversión, los sabotajes a la economía, atentados. Esta modesta persona que ustedes ven aquí
tiene el privilegio --y yo creo que la Iglesia debe tener algo que ver con eso
(RISAS)-- de haber sobrepasado cientos de planes de atentados (APLAUSOS). Creo que las oraciones de ustedes o de muchos
de ustedes están presentes en eso; algo tiene que haber, puesto que, bueno,
¿cómo habrá sido posible?
Y todavía esos planes se elaboran. No estoy culpando al gobierno, pero hay un
grupo de extrema derecha fascista que continúa trabajando febrilmente para
llevar a cabo atentados contra la economía de nuestro país y asesinatos de
dirigentes de la Revolución. Se mantiene
como antes, nadie se imagine que eso haya cambiado en realidad.
Me emocionaba el recuerdo del hermano
Butts sobre eso, la vez que estuvimos en la iglesia allá en el Vedado, en La
Habana. Yo recuerdo que aquel día me
convertí como en una especie de hermano también, porque pronuncié una especie
de sermón; creo que hasta con el estilo de sermón. Y él recordaba más datos, cuando preguntó
sobre mis creencias y lo que yo le había respondido. Con toda honestidad, es que yo no tuve la
suerte de tener tan buenos pastores (APLAUSOS), que en vez de decirme
"cree" me dijeran "piensa", "medita" y llevaran a
mi alma las convicciones que yo no tuve el privilegio de recibir. Me convertí en sacerdote de causa, que pienso
que no tenga ninguna contradicción con las creencias religiosas y la idea de
Dios (APLAUSOS).
Martí decía que Dios era la idea del bien
que velaba el nacimiento de cada ser humano (APLAUSOS).
Cuando él hablaba, yo pensaba en todos
estos problemas humanos, todos los sufrimientos de la humanidad, y no quiero
enumerar en cifras lo que sufren 4 500 millones de seres humanos del Tercer
Mundo, los miles de millones de ignorantes, hambrientos, gente por debajo del
nivel de pobreza, sin educación, sin salud, sin nada; cuando veo tanto
sufrimiento recordaba, al hablar el hermano Butts, una historia o una leyenda
de un indio cubano: el indio Hatuey que, con ese espíritu de conquistadores con
que llegaron los españoles a la América Latina, con la cruz y con la espada
--ustedes deben comprender que la cruz no se puede introducir a través de la
espada--, se sublevó contra los conquistadores y lo condenaron a morir en la
hoguera. Y cuando estaba en la hoguera
le dijeron que existía un cielo y que a él lo querían bautizar para que fuera
al cielo. Entonces el indio preguntó si
los españoles iban al cielo --él no había dicho si quería o no quería-- y dijo:
Bueno, entonces yo no quiero ir al cielo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Del mismo modo hay en este mundo muchos
que nos hablan del cielo, en este mundo tan lleno de abusos y tan lleno de
injusticias. Y en ese sentido yo podré
decir: A ese cielo que ustedes practican en este mundo, nosotros no queremos
ir; nosotros queremos ir a un cielo de justicia y de dignidad humana
(APLAUSOS); nosotros queremos ir a un cielo de hermandad, y en ese cielo creo y
por ese cielo estoy dispuesto a dar mi vida.
Muchas gracias (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES
DE: "¡Fidel, Fidel!").