DISCURSO
PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL
COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y
PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA CONFERENCIA
DE NACIONES UNIDAS SOBRE ASENTAMIENTOS HUMANOS (HABITAT-II), EFECTUADA EN
ESTAMBUL, TURQUIA, EL 14 DE JUNIO DE 1996, “AÑO DEL CENTENARIO DE LA CAIDA EN
COMBATE DE ANTONIO MACEO”
Señor
Presidente;
Distinguidos
participantes en esta conferencia:
Nuestros problemas no son los de los filósofos
antiguos que habitaron estas regiones.
La especie humana, que en cientos de miles de años alcanzó apenas mil
millones de habitantes, ha crecido seis veces en este siglo. Dentro de solo cinco años seremos más de
seis mil millones.
Esta colosal explosión demográfica no ha tenido lugar
en un mundo justo. Siglos de
colonialismo, de esclavitud y explotación económica la precedieron. Unos lo tuvieron todo y otros no tuvieron
nada. Con la sangre y el sudor de los
explotados se crearon las hoy llamadas sociedades de consumo, que constituyen
un insulto a las cuatro quintas partes de los habitantes hambrientos y pobres
que ya somos. La medicina fue capaz de
salvar vidas; la política y la economía fueron incapaces de alimentarlas y
ofrecerles una vida decorosa.
Los que casi han destruido el planeta y envenenado los
aires, los mares, los ríos y la tierra, se muestran hoy los menos interesados
en salvar la humanidad. ¿Cuántos jefes
de Estado y de Gobierno de los países desarrollados asisten hoy a esta
reunión? El desaliento cunde en los
propios países del Tercer Mundo. Van
perdiendo la fe. Problemas tan vitales
abordados por las Naciones Unidas, como el medio ambiente y el desarrollo
social, tuvieron otra respuesta, al menos formal.
Los movimientos migratorios internos y externos
tuvieron su origen en ese mismo desarrollo desigual e injusto dentro y fuera de
los países. Si no se comprende esto, no
se comprenderá nada en relación con los asentamientos humanos y sus posibles
soluciones.
Se habla mucho hoy de economía global y avances
tecnológicos. ¿Para qué servirá todo
esto si no resuelve los problemas del hombre, si los países ricos son cada vez
más ricos y los pobres cada vez más pobres?
¿Con qué recursos daremos educación, salud, alimentos, vivienda y empleo
no solo a los que hoy viven en el mundo, sino a los casi cien millones de seres
humanos en que crece cada año la humanidad?
Si con la reconversión industrial y la revolución tecnológica los
propios países capitalistas desarrollados tienen cada vez más desempleo, ¿qué
queda para nosotros, los olvidados de la tierra?
Hablamos fundamentalmente en esta reunión de
asentamientos humanos en las ciudades, pero no podemos olvidar que las zonas
rurales, donde deben producirse los alimentos y es necesario crear asentamientos
dignos del hombre, son cada vez más abandonadas. El intercambio desigual entre el campo y la
ciudad es similar al que existe entre países pobres y ricos. Los habitantes desesperados de esas zonas
emigran hacia las ciudades a vivir en villas miserias, favelas
y barrios deprimentes.
Solo en América Latina se estima que en un lapso de
poco más de dos décadas el 85 por ciento de la población se aglomerará en las
ciudades. ¿Cómo resolveremos los pueblos
de América Latina y el Caribe los terribles problemas que encierra esa
proyección alarmante? ¿Dónde
encontraremos las fuentes de agua necesarias?
¿Cómo garantizaremos los alimentos indispensables? ¿Qué empleo podremos ofrecer a esos cientos
de millones de brazos? ¿Qué educación
seremos capaces de brindar a esas legiones de seres humanos? ¿Cuáles serán las condiciones de vida de esas
masas incontables? ¿Qué vivienda
decorosa podremos garantizarles? ¿De qué
manera podremos evitar el deterioro irreversible del medio? ¿Cómo podremos controlar en esas metrópolis
monstruosas el crecimiento desenfrenado del delito, de las drogas, de la
explotación de los niños, de la depauperación moral de la sociedad? ¿Hasta cuándo será posible en esos
conglomerados inmanejables resistir la pobreza, la insalubridad, la muerte, el
hambre, la explotación?
¿Acaso no importa esto a los gobiernos? ¿El Estado puede sentirse excluido de
responsabilidad alguna en la solución de estos problemas? ¿Es justo considerar que la vivienda no constituye
un derecho esencial del hombre?
Cuba se une a los que en esta conferencia, tanto
representantes de instituciones gubernamentales como no gubernamentales, han
defendido las posiciones más correctas y han expresado las verdades más
evidentes.
No puede decirse que no hay fondos suficientes. ¿Cómo es posible que después de la llamada
guerra fría se gasten millones de millones en armas y actividades militares, y
que el comercio de aquellas se incremento?
¿Cómo puede engañarse así a la humanidad?
Debemos proclamar con toda energía que tenemos derecho
a respirar aire puro, a beber agua que no esté contaminada, a que se nos asigne
un empleo digno, a alimentarnos y que esos alimentos sean sanos, a que se nos
eduque, a que se atienda nuestra salud, a ser menos pobres cuando otros son
cada vez más ricos.
Debemos proclamar que no somos el hombre de la selva,
puesto que las selvas ya ni siquiera existen.
Es justo que cada familia tenga una vivienda decente y que ello se
considere un derecho universal del hombre.
Tenemos, en fin, derecho a vivir, y a vivir en paz y con honor; a que se
nos deje a todos trabajar por nuestros pueblos y que no se admitan injustos ni
criminales bloqueos económicos, que no se nos explote, que no se nos saquee,
que no se nos desprecie ni nos traten con repugnante xenofobia.
Seguiremos reuniéndonos, seguiremos luchando,
seguiremos proclamando al mundo nuestras verdades. Al fin y al cabo nosotros somos el mundo, y
el mundo no admite dueños ni políticas suicidas, ni admite que una minoría de
egoístas, de locos e irresponsables nos lleve al exterminio.
Muchas gracias (APLAUSOS PROLONGADOS).