DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE CUBA, EN LA CLAUSURA DE LA ASAMBLEA PROVINCIAL DEL PARTIDO DE CIUDAD DE LA HABANA, EFECTUADA EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL 23 DE NOVIEMBRE DE 1996.

 

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

 

Queridos compañeros, incluyo a las compañeras, por supuesto, ese 27% que dicen que estaba de una forma no proporcionada, pero sí un poco más justamente representada aquí:

Esta es una asamblea, Lazo, imposible de resumir e imposible de clausurar, porque lo eterno no se clausura. Más que razonar, y muchas veces he tenido que razonar en todos estos actos, quisiera expresar algunos sentimientos, y hacerlo todo lo breve posible —siempre digo posible, no siempre lo logro (RISAS)—, pensando en que hemos vivido casi 12 horas de esfuerzo mental y emocional.

Ha sido un privilegio, realmente, estar aquí. Pasa el tiempo, se acumulan los recuerdos, pero en realidad esta asamblea, por su estilo, por su calidad, por lo que se ha dicho, por la forma en que se ha dicho, por el momento en que se ha dicho, por los tiempos que vivimos, es una de las mejores asambleas que hayamos podido presenciar en la vida. ¡Cómo ha cambiado nuestro Partido, cómo se ha fortalecido, cómo se ha superado!

Sí, a lo largo de esta lucha revolucionaria muchas veces nos hemos reunido, ¿pero cuándo nos reunimos con más nivel, con más calidad, con más sabiduría, con más cultura?

El compañero Machadito —como le llamamos cariñosamente—, que ha estado en todas las asambleas, me cuenta que más o menos fue igual en todas las provincias, y añadía que a él le parecía esta especialmente buena.

Creo que no me he perdido ni una sola palabra, ni una coma; sí, se me perdió una coma cuando leía este letrero que dice: "Estoy y estaré con la Revolución, por principio", y veo algo ahí, un rabito, no sé bien qué es, debiera de haber una coma (RISAS), por deber. Pero así he atendido cada palabra, cada discurso, cada explicación, con la humildad que lo hicieron, con la modestia. Parecía en cierto momento que les daba pena hablar de las cosas buenas que han hecho, por ese insaciable y justo espíritu de autocrítica y de insatisfacción que debemos tener siempre.

Todos los que hablaron, en ese milagro de repartición que hizo Lazo en tan breve tiempo dando cinco minutos, para explicar cuáles habían sido las tareas, los éxitos, las realizaciones en estos últimos años, y pudiéramos decir en estos últimos meses, lo hicieron de modo realmente impresionante, y nos podíamos decir: ¡Qué gran Partido tenemos!

Unos miden la obra de la Revolución por un índice o por otro, muchos índices; pero hoy, un día como hoy, podríamos medir la obra de nuestra Revolución por el Partido que se ha forjado en estos años difíciles, duros, heroicos y gloriosos. En eso pensaba, sobre todo; en cómo se expresan ustedes, con qué precisión, con qué talento, con qué sencillez, con qué humildad.

Cuando cada uno usaba de la palabra, para hablar de cada fábrica, de lo que han hecho, de lo que están haciendo, decía menos, a mi juicio, de lo que han hecho, porque sabemos, por disponer de más elementos de juicio, con cuántas dificultades se ha hecho lo que se ha hecho y por qué ha sido necesario trabajar de día, de noche, de madrugada, a todas horas, para alcanzar los logros que vamos obteniendo. Y qué difícil era lograr todo eso en estos tiempos, en estos tiempos de período especial, en estos tiempos de bloqueo cada vez más cruel, en estos tiempos en que el poderoso imperio libra su batalla contra un país en el mundo, contra uno, y pequeño al lado de sus costas.

Si nuestra tierra no tuviera suficiente honor y gloria, como la que ha conquistado durante tanto tiempo, bastarían este honor y esta gloria de haber luchado invictos durante más de 37 años contra ese imperio superpoderoso, y que aún se mantenga, como se seguirá manteniendo, erguida e invencible nuestra Revolución.

Eso no se logra por casualidad o por azar; eso se logra cuando tal Revolución tiene lugar en un pueblo como este, cuando tal país cuenta con hijos y con hijas como con los que nosotros contamos.

Les podría preguntar: ¿No se sienten orgullosos de nuestro Partido? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!") ¿No se sienten orgullosos de llamarse comunistas? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!") ¿No se sienten orgullosos de ser comunistas verdaderos, y de haber defendido estas ideas en condiciones en que ningún otro país del mundo ha tenido que defenderlas? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!")

Dotres nos decía las cosas que se hacían en la salud que no existen en ningún otro pueblo del mundo; pero nosotros hemos sabido defender nuestras ideas, como tal vez ningún otro pueblo del mundo haya podido ser capaz de defenderlas, en las condiciones en que lo hemos hecho.

Por eso digo, por encima de todo, que me siento orgulloso de ser comunista (APLAUSOS PROLONGADOS), y me siento orgulloso de pertenecer a un Partido que cuenta con hombres y mujeres como ustedes, y de ser parte de un pueblo como el nuestro.

De los avances logrados en el orden material, en tan breve tiempo y con tantas dificultades, se ha hablado aquí mucho —o poco— en el día de hoy; pero qué bien se veía la idea de que la proeza realizada solo era posible en el socialismo. Cuando hablaron los científicos, cuando habló Conchita, cuando habló Herrera, cuando habló Chomy, o cuando habló Leal y otros muchos compañeros, de cada una de sus palabras se deducía que nada de eso era posible sin el socialismo.

Lo que dijo Dotres sobre salud, se hubiera podido decir sobre educación y sobre otras muchas cosas solo posibles con el socialismo, y qué privilegio para un país ser uno de los pocos que en el mundo hoy pueden hablar de socialismo y pueden hacer cosas socialistas.

Se mencionó la propiedad privada y el capitalismo para expresar que podíamos hacer las cosas tan bien como ellos. Yo dije —y después lo repitió José Luis— que podíamos hacer las cosas mejor que ellos, y mejor que ellos en muchas cosas lo estamos haciendo ya.

Conchita mencionaba la cooperación, Chomy la mencionaba, acerca de los centros de investigación científica, cómo trabajaban, cuántos proyectos, cuántos esfuerzos, como resultado de las leyes que rigen nuestra sociedad, no del egoísmo, no del mercantilismo, que harían imposible todo eso.

Es por ello que nuestro esfuerzo se multiplica, y es por ello que el pequeño país del Tercer Mundo compite con la Smith tal, y no quiero mencionar... No, es que no quiero mencionar, porque no quiero ofender; y es que no quiero ofender, porque son importantes instituciones internacionales que empiezan a reconocernos y empiezan a respetarnos con una profunda admiración por lo que nuestro pequeño país ha hecho en la ciencia, gracias a su forma cooperada de trabajar.

¿Podrían existir nuestras escuelas sin esa cooperación? Ayer hablaba Vecino de que pronto tendremos el 50% de los profesores universitarios con título científico. Nosotros, que empezamos casi de cero, con alrededor de un 30% de analfabetos —nadie sabe ni la cifra, porque a lo mejor estaban muchos en primer grado y leían algo o escribían algo, sus nombres, firmaban, no tenían que usar la huella digital—; y a la escuela no iban todos los niños, iba solo una parte muy pequeña: aquellos que estaban en la ciudad, o no tenían que trabajar para vivir, o no tenían que estar con el padre allí laborando en el campo, o que tenían algún zapato o alguna ropa para ir a la escuela.

Ayer lo recordábamos, cómo empezamos, y hoy somos casi una potencia científica, una potencia universitaria, una potencia educacional. No tenemos ningún niño sin escuela, ningún niño de la calle, ninguna prostitución infantil, como explicaba excelentemente Lage en las Naciones Unidas: Si hay 200 millones de niños en las calles, ninguno es cubano; si hay 100 millones de niños trabajando sin poder ir a la escuela, en medio de cientos de millones de desempleados, ninguno es cubano; si un millón, 2 millones, 3 millones o 10 millones, nadie sabe cuántos, son víctimas de la prostitución infantil, ninguno es cubano. Y así podríamos continuar hablando de tantas cosas, de adultos y de niños que si mueren porque no tienen un médico, ninguno es cubano; o si mueren porque no tienen una vacuna, ninguno es cubano.

Vean qué fuerza, qué moral la de nuestro país. ¿Quién podría negarnos el hecho real de ser el país que más se ocupa del ser humano, de ser el país que más se ocupa del hombre, de la integridad del hombre, de los derechos del hombre? Esos y todos los demás, porque aquí son nuestros ciudadanos los que postulan, como saben ustedes perfectamente bien, y aquí son nuestros ciudadanos los que eligen, y hay mucho más que un partido: hay un partido que dirige, pero hay millones que postulan y millones que eligen. En ningún otro país hay más participación popular y democracia que en Cuba.

¿Y cómo hemos podido realizar todo esto de lo que se habló hoy aquí, esta proeza en medio del período especial y de un bloqueo recrudecido? ¿Cómo, cuando el campo socialista y la URSS se derrumbaron, hemos podido resistir? ¿Cómo habríamos podido hacerlo si hubiésemos fragmentado nuestro país en mil pedazos? ¿Cómo habríamos podido, sin nuestro Partido, sin este glorioso Partido, continuador del Partido glorioso de la independencia de Cuba fundado por José Martí?

A los que nos piden que nos fragmentemos en mil pedazos, les decimos: ¡No!

A los que nos piden que tengamos 25 partidos, les decimos: ¡No!

A los que nos piden que tengamos dos partidos les decimos: ¡No, porque con este es suficiente; este basta y es el que garantiza la unión, el futuro, la independencia de nuestro país! (APLAUSOS PROLONGADOS.)

Por eso es tan importante el concepto de que el Partido ni postula ni elige. Un sistema social y político como el nuestro solo se puede sostener por el consenso del pueblo, por el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo, y tal es el interés que despierta en amigos y en adversarios que aquí vota más del 95% de los electores, aunque no están obligados a votar. En Estados Unidos, el modelo, votó creo que el 48% de los electores, y de tal modo aprecian esa brillante democracia que prefieren irse a la playa, al cine o a una fiesta el día de las elecciones la mayoría de los ciudadanos, y eligen al presidente con el 24% ó el 25% de los electores del país.

Aquellos que preconizaban que la Revolución se derrumbaría a la semana siguiente del campo socialista, ¿qué dirán hoy? Tendrían que preguntarse, cómo pudo resistir aquel terrible golpe económico, golpe político, golpe moral, golpe ideológico que nos dejó solos, frente al colosal imperio que pasó a ser la potencia dominante y hegemónica del mundo. Yo les pregunto cómo y de qué forma habría podido resistir algún otro país, con otras instituciones que no fueran nuestras instituciones.

Claro está que defendíamos muchas cosas, no solo la Revolución, defendíamos la independencia, defendíamos el derecho a tener una patria, defendíamos el derecho a ser libres, defendíamos el derecho a ser soberanos; defendíamos más de 100 años de lucha, defendíamos la justicia, defendíamos el derecho a ser considerados y a ser tratados como seres humanos. Ellos tienen que preguntarse eso, y yo les pregunto —porque todo el mundo quiere ahora una receta para nosotros—: a estas horas, ¿qué receta, dividir esta sala en ocho partidos y empezar el carnaval? ¿Dividir esta unidad férrea que ha creado el país? ¿Dividir esta voluntad indoblegable? ¿Dividir esta bandera?, porque no se puede dividir la bandera de un país, como no se debe dividir la unidad de un país.

Si algún día vuelven a crear el paraíso terrenal y se acabara el imperialismo y el egoísmo en este mundo, entonces podría no ser necesario ningún partido, porque Marx soñó con que un día desapareciera incluso el Estado; pero que no nos hablen de una sociedad dividida en mil pedazos, mientras existan la explotación, el egoísmo, el hegemonismo y todos esos fenómenos del mundo. En todo caso, si fuera conveniente un día hacer un cambio, podríamos decir: Bueno, el comunismo, sin Estado y sin Partido, aunque veo, por la cara de algunos de ustedes y por el cariño que sienten hacia el Partido, que les gustaría que siempre, siempre tuviéramos nuestro Partido (APLAUSOS).

Les decía que todos nos vienen a dar recetas, a imponer condiciones. Como ustedes saben, en una conferencia de prensa en Roma yo mencioné que hubo hasta quien dijo recientemente que, como habíamos sido territorio español, tenían derechos especiales. ¡Nosotros decimos que, como derrotamos al imperio español con la sangre de Maceo y la sangre de Martí, tenemos derechos especiales a ser más independientes de aquella metrópoli que de ningún otro país! (APLAUSOS PROLONGADOS.) Treinta años de luchas heroicas, para que después nos vendieran por 12 monedas.

Otro caballerito dijo, como en un tablero de ajedrez, que si Cuba movía fichas, ellos movían fichas, y yo le dije que el destino de un país no se juega en una mesa de ajedrez.

Pero vean qué manera de pensar, qué concepción y qué poco conocen a los cubanos, porque nosotros hemos luchado contra la potencia más poderosa de la Tierra y de la historia, y todavía aquí no han temblado ni las hojas de los árboles.

¿Quiénes nos pueden hacer temblar a nosotros? ¿Quiénes nos pueden imponer algo? ¿Qué se creen? Ni nos ponemos de rodilla ante nadie, ni pedimos limosnas a nadie (APLAUSOS). Y no hablo del pueblo español, pueblo noble, generoso y amistoso, donde tantas y tantas personas son solidarias con Cuba; hablo de los que quieren volver a hacer aquí el papel de Balmaseda, o el papel de Valeriano Weyler, o el papel de los que nos vendieron a Estados Unidos antes que aceptar la independencia que nos habíamos ganado combatiendo. No, no es posible confundir al pueblo español con ese tipo de personas.

Ha pasado algún tiempo desde la época del indio Hatuey, a quien le ofrecían el cielo. ¿Qué nos estarán ofreciendo a nosotros, un cielo mientras nos queman en una hoguera? ¿Ese es el cielo que nos quieren ofrecer, cuatro siglos de explotación, cuatro siglos de exterminio de la población indígena, cuatro siglos de esclavitud, decenas de años de sangrientas guerras? ¿Podemos olvidarnos de todo eso? En todo caso, podemos darles las gracias, porque eso nos enseñó a ser lo que somos y hasta luego.

Estos problemas han surgido después de mucho viajar por todas partes en aviones de la mafia terrorista de Miami y luego de recibir mucho dinero para campañas políticas. Esa es la democracia que quieren ofrecernos. Por eso digo y repito que no nos doblegaremos ante nada ni ante nadie, y que, de la misma forma que hemos resistido a Estados Unidos, estamos dispuestos a resistir al mundo entero para defender nuestra independencia y nuestra soberanía (APLAUSOS); para defender nuestro derecho a ser un país justo y un país libre; para defender nuestro derecho a nuestras ideas, y para defender nuestras conquistas. Pero no tendremos que defendernos nunca del mundo entero, porque el mundo entero no está con los opresores, el mundo entero no está con los explotadores, el mundo entero no está con los que quieren dominar y avasallar la Tierra.

Si vamos a hablar de pueblos, podemos decir que la inmensa mayoría de los pueblos están con Cuba (APLAUSOS). La inmensa mayoría de los pueblos latinoamericanos están con Cuba, muchos norteamericanos están con Cuba y apoyan a Cuba, muchos de los que conocieron el capitalismo después del socialismo simpatizan con Cuba; pueblos heroicos como Viet Nam apoyan a Cuba; pueblos enormes, de larga historia de lucha, de larga cultura y que supieron enfrentarse a los opresores durante siglos, como el pueblo de China, apoyan a Cuba; pueblos como el de la India sienten grandes simpatías por Cuba; pueblos como los africanos, por los cuales derramamos nuestra sangre luchando contra el colonialismo y el apartheid, apoyan a Cuba.

Una cosa es lo que publican y digan nuestros enemigos. Tenemos un ejemplo muy reciente en Chile: los de la derecha hicieron campañas, instigaron al odio, a la venganza, lanzaron panfletos instando a matarme allí; los comunistas organizaron un acto de solidaridad y reunieron 30 000 personas.

Comprenderán ustedes que en una visita, como la que hacía a Chile, a una reunión cumbre, yo no podía estar por las calles agitando, tenía que actuar con gran discreción, no hacer nada que pudiera crear problemas internos al gobierno. Por cierto, el gobierno de Chile se comportó con un especial espíritu de caballerosidad, de consideración, de respeto; no es que prohibiera que fuéramos a algunos de los lugares, éramos nosotros quienes lo comprendíamos. Tratábamos de no exaltar las pasiones con actos de masas en las calles. Era un deber elemental.

Cumplimos un programa razonable, honorable, comenzando por visitar la tumba de Salvador Allende, amigo entrañable e inolvidable.

Tuvimos un acto bajo techo con el Partido Socialista y otras organizaciones de izquierda. Enviamos un mensaje al acto del Partido Comunista, que fue nutrido, dicen que uno de los mayores actos que se habían hecho en los últimos años, y al acto organizado por los extremistas de derecha asistieron solamente 80 personas; así fue.

Después tuvimos que viajar a Roma, y allí en Roma, al igual que en Río de Janeiro, o en Copenhague, o en Estambul, donde estaban reunidos los representantes de todo el mundo, especialmente los del Tercer Mundo, no podrían ustedes imaginarse las expresiones de solidaridad, de amistad y de cariño hacia los representantes de Cuba.

Pasa el tiempo, y con el tiempo crece ese sentimiento de respeto y de amistad. Reconocen, comprenden y admiran lo que nuestro pequeño país ha sido capaz de hacer y de alcanzar. Casi no pueden explicarse cómo es posible; solo nosotros podemos explicarnos cómo es posible. Pero ellos son capaces de expresar toda la solidaridad y toda la simpatía hacia Cuba; tienen todas las esperanzas puestas en Cuba, y la esperanza de que Cuba luche, de que Cuba resista y triunfe.

Hay un sentimiento fuerte, muy fuerte, fortísimo, y una amistad hacia nuestro país en todas partes.

Lazo hablaba hoy de las vacunas, los científicos también hablaban de las vacunas; pero este es un país vacunado contra calumnias, contra campañas infames, contra mentiras, y mientras más se empeña el imperialismo en atacarnos, en aislarnos, menos lo consiguen. Hay muchos que en los propios Estados Unidos comienzan a pensar: nuestra política con Cuba es una locura, esto es un disparate.

En Naciones Unidas ustedes vieron cómo solo tres países, incluido Estados Unidos, votaron a favor de ellos con relación al bloqueo. Cada año crece el número de los que votan en contra de ellos y crece el número de los que están en contra de sus leyes brutales, que cercenan una parte de la soberanía del mundo. Al fin y al cabo, cualquier día les vamos a tener que enviar un telegrama a los señores Helms-Burton y a toda esa gente, y decirles: Muchas gracias, han contribuido a unir a todo el mundo en contra de ustedes (RISAS Y APLAUSOS).

Pero esto no es casual; es el fruto del heroísmo de ustedes, es el fruto del heroísmo de nuestro pueblo, de su capacidad de resistir. Si no hubiéramos resistido, nadie hablaría de Cuba sino como un recuerdo, o como se habla hoy de la Comuna de París, por ejemplo.

Hoy se habla de Cuba como una realidad inconmovible, y cada vez más inconmovible. Es el premio de la lucha y de la resistencia, es el premio de la creciente eficiencia de nuestro pueblo, es el premio de la sabia dirección de nuestro Partido, y cada día que pase será a favor de nosotros.

El tiempo está con nosotros, y todas esas leyes y todas esas medidas están llamadas al fracaso, más tarde o más temprano; del mismo modo que nosotros estamos obligados a un esfuerzo cada vez mayor para ser más eficientes, para lograr más éxitos, para resolver nuestros problemas fundamentales, para consolidar lo que hemos alcanzado, para seguir siendo ejemplo para el mundo, no solo ejemplo de lo que somos, sino ejemplo de lo que no estamos dispuestos a ser. Ejemplo no solo de los que marchan hacia adelante, sino ejemplo de los que jamás retrocederán.

Se empiezan a ver algunos de los resultados; modestos, pero son resultados. Aquí se hablaba hoy, en una serie de ramas, cómo se avanza ya. Tenemos que estar conscientes de que eso no se puede traducir de inmediato en abundancia de bienes materiales, porque si hay que elevar la producción de tabaco, hay que buscar financiamiento para el tabaco y hay que pagarlo, y con un interés alto; si hay que elevar la producción azucarera, hay que buscar financiamiento para el azúcar y pagarlo con un interés alto.

Claro, todo eso va promoviendo la economía, la fábrica de motores, de carretas, de camiones, de piezas, de todo. Lo mismo que el turismo mueve la industria ligera, mueve otras industrias, mueve el comercio interior, impulsa la actividad económica, si sabemos hacerlo bien; crea mercados internos de exportación dentro de nuestras propias fronteras y se vuelve un factor importante de la economía, como se ha vuelto la biotecnología y la industria farmacéutica.

Hemos ido convirtiendo los reveses en victorias. Cosas que al principio eran muy difíciles de comprender, hoy nuestro Partido y nuestro pueblo lo comprenden mucho mejor, porque vamos saliendo adelante.

No queríamos hablar antes ni de turismo y hoy el turismo nos garantiza empleo para decenas de miles y, en el futuro, para cientos de miles de personas, y turismo sano, sin drogas, sin juegos; turismo sano porque nadie nos va a comprar y nadie nos va a corromper.

Yo observo, por el contrario, que a pesar de algunas medidas no populares, no simpáticas, no igualitarias, que nos vimos obligados a tomar, hoy el pueblo las comprende como una necesidad imperiosa. Las famosísimas tiendas de divisa, ¿a quién le gustaban? Pero nuestro peso se había desvalorizado y por un dólar daban 150 pesos; si alguien quería conseguir un dólar, entonces tenía que gastar 150 pesos, aunque fuera para comprar un jabón, y hoy lo puede hacer con 20 pesos. Es decir, se ha ido revalorizando nuestro peso, y una medida que al principio era muy dura, se va convirtiendo en una medida que ayuda a muchas personas —no digo que a todas— a resolver problemas.

Sí hubo medidas que crearon desigualdades, algunos ganaban mucho y otros ganaban poco; pero lo poco que ganan muchos aumenta de valor. Cuba es el único país cuya moneda se ha revalorizado siete veces, y vamos creando fuentes de empleo, vamos garantizando los medicamentos, aunque nos falten, pero podemos disponer cada año de más recursos para eso, aparte de lo que produce nuestra propia industria.

Era motivo de satisfacción escuchar al marinero que hablaba de cuánto estaba aportando a la salud nuestra marina, de los marineros que tienen por el mundo. Si mal no recuerdo, habló hasta de 5 000 marineros en total; ¿pero cuántos había cuando triunfó la Revolución, cuántos capitanes de barco, cuántos hombres capaces de navegar por todos los mares en barcos mercantes o en barcos de pesca?

Con cuánta satisfacción escuchamos a nuestros compañeros de las líneas aéreas de Cuba, cuánto aportan, más cada año, para libros, para medicinas, para zapatos.

Cuánto satisface escuchar lo de los organopónicos y los esfuerzos agrícolas que se realizan para producir alimento. Cuánto satisface ver que nuestra industria ligera produce cada vez más y se empeña en buscar un mercado para sustituir importaciones, y haciéndolo con calidad, no a base de proteccionismo, como con tan buen sentido nos explicaba José Luis, sino a base de calidad, a base de eficiencia.

¿Qué país tiene más nivel cultural en el Tercer Mundo que nosotros?, si está por encima, incluso, de muchos países desarrollados. ¿Qué pueblo aprende tan rápido como aprende el cubano a manejar una máquina, a buscar calidad? Y vamos a competir con calidad. No tendría sentido producir en tres dólares lo que podríamos adquirir en dos; tenemos que arreglárnoslas para producirlo en dos o en menos de dos. Son industrias de la nación en su inmensa mayoría, aunque a veces nos asociamos a empresas extranjeras con beneficios para el país, porque traen tecnología que no tenemos, máquinas de las que no disponemos, mercados para los excedentes de producción que podamos disponer. Esos son detalles tácticos, lo importante es la estrategia, y la estrategia es ¡socialismo! (APLAUSOS); estrategia es control de la economía por la nación, y la riqueza del país en beneficio del pueblo. Esa es la estrategia.

No estamos arrepentidos de asociaciones que hemos hecho por un número de años, 5 años, 10 años, o más. Lo hemos hecho sin precipitaciones, sin desesperación, analizando bien cada cosa, siendo serios, cumplidores con nuestros asociados y ajustándonos estrictamente a las leyes y acuerdos.

Esa Ley Helms-Burton fue un intento de destrozarnos, y produjo daño; pero, a pesar de todo, crece el número de los que visitan a Cuba, y crece el número de los que quieren hacer negocios con Cuba, a pesar de todo, y crece la resistencia en el mundo contra esa ley. De modo que si sabemos perseverar, si somos inteligentes, si luchamos bien, debemos seguir adelante, a pesar de los obstáculos.

¿Quién invitó, por ejemplo, a ese ciclón Lili a darse un paseo por Cuba? Aparte de que nos tuvo el corazón en la boca un montón de días, venía por aquí, después por allá, y, por último, se fue por donde le dio la gana (RISAS).

Nosotros pasamos por los lugares por donde cruzó el ciclón, y había que ver qué destrucción de árboles, de líneas eléctricas, de viviendas, la caña acostada, los platanales desaparecidos. Nos dio tremendo golpe, realmente, el huracán. Debe haber afectado al país en unos 500 millones de dólares en conjunto, porque siempre afecta la producción de caña de alguna forma; al acostar la caña hace más difícil la zafra, vienen las inundaciones, todas esas cosas.

Los platanales los barrió en ocho provincias, pero barridos, cuando se había convertido en la fuente principal de viandas para la población. Afectó el maíz; golpeó las dos principales plantaciones de cítricos, no las destruyó, pero prácticamente liquidó las cosechas que teníamos en la Isla de la Juventud y en Jagüey.

Pero qué forma impresionante de reaccionar el pueblo, aun en aquellos lugares donde llegó por sorpresa. Realmente, a Cienfuegos llegó por sorpresa y nadie estaba esperando al intruso huracán. Después dobló por Santa Clara, volvió hacia el este, dañó considerablemente la agricultura en Sancti Spíritus. En un lugar tan distante como Ciego de Avila, dañó tremendamente también. Azotó las regiones turísticas, que resistieron bien; azotó los dos principales pedraplenes que teníamos y resistieron los vientos de hasta casi 200 kilómetros y ni se enteraron, prácticamente ni se enteraron los pedraplenes de lo que hizo el ciclón.

Lo más importante fue la rapidez con que reaccionó todo el pueblo, la ayuda, la solidaridad. Antes de 24 horas estaban saliendo los materiales para las viviendas, algunas reservas que previsoramente tenía el Estado, de papel de techo, de tejas de asbesto cemento, tejas de fibrocemento, capacidad que habíamos creado desde el Kate de producir hasta un millón de tejas de asbesto por mes; capacidad de producir tejas de zinc también, disponiendo de la lámina, todos los cálculos hechos, cuánto tiempo se tardaba en adquirirla, transportarla. Todas esas medidas nos permitieron enviar los materiales inmediatamente. También modestas reservas de alimentos que siempre ha mantenido el país para poder enviar algunas cantidades rápidamente a los lugares que perdieron las cosechas, se quedaron sin plátanos, sin nada. Y ojalá pudiéramos tener reservas mayores para situaciones como estas. Pero no sorprendió al país completamente sin reservas. Creo que jamás la ayuda llegó tan rápidamente a las provincias.

Cuando estábamos en eso, se nos aparece otro huracán por el sur, peligrosísimo, el más raro de todos los huracanes que hemos conocido —dicen que en 120 años habían pasado no sé cuántos en el mes de noviembre—; se parqueó al sur de Jamaica, ha estado esperando un montón de días, y esta es la hora en que tenemos la esperanza de que se disipe el huracán. Ha perdido fuerza y todo, pero no podemos decir la última palabra todavía. De los materiales que estábamos repartiendo tuvimos que aguantar un poco, porque no sabíamos si habría que hacer alguna redistribución.

Recibimos donaciones, las donaciones las cedemos gratuitamente a la población; pero donaciones con dignidad. Hubo personas que pretendieron enviar donaciones de forma incorrecta. Había gente de buena fe que quería ayudar, pero se mezclaron otros en el norte queriendo introducir propaganda política. Todo lo que venga con propaganda política se devuelve, y los gastos deben correr por cuenta del que mande la propaganda política. Muchos países han reaccionado muy bien, han demostrado disposición de cooperar. Nuestros amigos en el mundo han tenido un comportamiento noble y humano.

Vamos a tener algunos meses difíciles, con algunas escaseces. Las lluvias de estos días nos retrasaron la preparación de tierra para la papa; pero está toda la semilla, todo el fertilizante y todo listo para producir una cosecha tan grande o mayor que la del año pasado, y tenemos cientos de miles de metros cúbicos más de capacidad en los frigoríficos. Se hicieron inversiones en frigoríficos en todas las provincias, poco a poco, sin mucho ruido, sin mucha bulla, porque la papa es una vianda que se puede guardar durante muchos meses, casi durante un año, y en todas partes la gente está trabajando para recuperarse de las consecuencias del ciclón.

Pero yo pensaba: ¡Caramba!, ni se ha mencionado el huracán en esta asamblea. Vean si se quedaron cuestiones sin mencionar, porque una de las cosas más impresionantes que se haya podido ver nunca fue la conducta de la gente con este huracán aquí en la capital, porque lo estábamos esperando por aquí.

Miren qué visita, con los problemas que mencionábamos de la vivienda, edificios con peligro de derrumbe, edificios apuntalados y todo eso. ¿Qué habría sido ese huracán por el medio de la ciudad, con esa fuerza? Se desvió, pero se desvió mal; debió haberse apartado un poco de La Habana y seguir derecho rumbo norte —no quiero decir hacia Miami, ¿no? (RISAS), pero quiero decir rumbo nordeste; no queremos la desgracia de nadie—, pero a este se le ocurrió empezar a dar vueltas desde la Ciénaga de Zapata hasta los lugares que mencioné anteriormente y por eso nos hizo tanto daño, sobre todo, en los alimentos que necesitamos de inmediato.

Tengo la esperanza de que este que viene ahora se acabe de disipar; pero si no se disipa, tampoco nos vamos a morir de susto por un segundo huracán o por un tercero, sabremos reaccionar como debemos reaccionar. Pero ya estamos fuera de la temporada, ha perdido fuerza, es una buena noticia en ese sentido, aunque no estén disipados totalmente los peligros.

¿Pero cuál fue la actitud del pueblo de La Habana? ¿Cuántas familias no ofrecieron sus hogares para los evacuados? ¿Cuántos cientos de miles de evacuados en todo el país? ¡Qué proeza la de no haber tenido una sola víctima fatal! ¡Qué proeza! ¿Dónde y cómo?

Yo diría que hasta la suerte nos ayudó en eso, a pesar de todas las medidas, porque un árbol que cae por el viento puede caer sobre una casa. ¿Pero cuántas habrían sido las víctimas sin la excelente organización de nuestro país para estas eventualidades, sin el trabajo de nuestro Partido, de la Defensa Civil, de los Poderes Populares, de todo el pueblo?

¡Qué pueblo este, qué sentido de generosidad, de solidaridad! Y nadie desamparado: si un colchón podía arreglarse, lo arreglábamos; si un televisor podía arreglarse, se arreglaba; un refrigerador o cualquier otra cosa; pero no nos hemos olvidado de aquellos que perdieron lo que tenían, de nadie: materiales, si tenían dinero para pagarlos a un precio módico los pagaban; si no lo tenían, la seguridad social resolvía; y los equipos con facilidades de cobro.

Qué agradable es poder decir que no se quedó un solo ciudadano desamparado, ni un solo hombre, ni una sola mujer, ni un solo anciano, ni un solo niño, ni un solo evacuado, de los que tuvieron que albergarse en otros lugares, ¡ni uno solo! Por eso es que han calado tan fuerte en el alma de nuestro pueblo las ideas que defendemos, como las más humanas, como las más justas.

Aquí sí somos de verdad como "Los tres mosqueteros": todos para uno y uno para todos (APLAUSOS). Yo creo que los tres mosqueteros eran marxista-leninistas (RISAS). Eso le da mucha seguridad a todo el pueblo, y los modestos éxitos que hemos ido teniendo —hay que llamarlos siempre modestos, aunque a veces las cifras impresionan— impresionan a los de afuera. Cómo el Producto Interno Bruto ha ido creciendo, a pesar de la caída que tuvo, tremenda. Si este país tuviera lo que tienen otros: petróleo, fertilizante, máquinas, fábricas y todo...

Siempre creí que íbamos a salir fortalecidos del período especial, íbamos a salir un pueblo más fuerte, más educado, más consciente que aquel de la época en que barco tras barco llegaban cargados de petróleo, de mercancías, de todo, cuando no éramos capaces, ni teníamos la experiencia de ahora, la organización de ahora, ni podíamos utilizar todos esos recursos con la eficiencia que podemos utilizarlos ahora.

Como nos explicaba José Luis, como lo explicaban ustedes: es grande el deber de ser más eficientes, el deber de ahorrar cada gramo de combustible, fuel oil, gasolina, diesel. Vean lo que dijo: 100 millones más en combustible este año. Añádanles otros 100 o más de la subida de precio de los alimentos; añádanles las medidas yankis, sus campañas electorales y sus leyes para asustar a los que financian o a los que quieren invertir, y entonces tendrán ustedes una idea, realmente, de cuán dura ha sido la lucha, cuántos han tenido que trabajar en esto y cuántos héroes anónimos tiene esta lucha para alcanzar lo que estamos alcanzando, pero hoy con más seguridad que nunca en la victoria, hoy con más amigos que nunca en el mundo, hoy con una revolución más sólida, ¡sí, más sólida!, que se ve en todas partes del país, que nos hace más dueños de un futuro seguro; no obstante lo consciente que estamos de los grandes problemas que tiene el mundo, muchos de ellos aparentemente insolubles, aun dentro de esas circunstancias, nos ha tocado la gloria de vivir estos años difíciles de enfrentarnos con honor y dignidad a los obstáculos que hemos encontrado en nuestro camino.

Ahora tenemos, como decía al principio, un partido mucho más organizado, un partido mucho más fuerte. No importa si alguno se agusana por ahí, siempre hubo esa especie; pero nunca hubo tantos verdaderos comunistas en nuestro país como hay hoy (APLAUSOS); nunca hubo un partido más fuerte, una revolución más sólida. En esas cosas pensaba mientras transcurría la asamblea.

Los felicito, realmente; les damos las gracias a todos ustedes por pertenecer a una familia tan formidable.

Felicito a los que han sido electos en el Comité Provincial; felicito a los compañeros del Buró, y los felicito a ustedes, que los eligieron a ellos, con tan buen sentido.

Felicito a Lazo, ese formidable cuadro que hemos adquirido (APLAUSOS PROLONGADOS); ese titán de ébano, de un ébano duro como el acero. Duro y firme como nuestro Partido, sólido como nuestro porvenir.

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION.)